Está en la página 1de 56

l'ítr-rkr original cle la oltra:

It¡ttt,eiltt cliscottrs clrt réciÍ

Índice

I. Preámbulo 9
II. Prefacio 11
m. Introducción ............ I2
llc'scl-r'ltclos totlos los clet'tchos. t'll contcniclo clc estu oll'lr cstri Jtrotcgrclo
v. Orden T7
por. la Lcy,. cluc cstultlccc I)cltus clc ltlisi<tn \,'o ntultlrs. lclcntás clc les V. Velocidad 25
t'orresJ>onclie nte.s inclcntnizuc:ioncs ltor cllños y ltcrjrricios. ltlrrlr u. Frecuencia 28
tlrricr-rcs lcltrt>clu je ren, plagilrren. cli.stril>uVcre n () c()ntLtr']ic.1trcn uI. Modo 30
1túltliclttttct-ttc. ct.t toclo () cn l)urtc. une olrllr litclltliu. ¿rr-tístitrr uII. iDistancia? ............... 32
o t icntífit'u, o su tlansforrneciírr-r, intcrprctacitin o cjccircior.t
iu'l í\1i(ll lilltcltt cn ctrlrlcluicl tiJto clt.s()l)()r'tc o tolltn)it,:lclir IX. El relato de las palabras 36
.r ll.t\(.\ tlc t t¡.tlt¡tlit't tttt'tlitr. 'ilt l;t l)l'(.(r.l)li\:l:lul()til.t( i()n. X. iEl relato de los pensamientos? 41
XI. Perspectiva 45
XII. Focalizaciones 50
XIII. 54
XIV. Nivel 57
XV. Persona 66
xu. Persona 75
XWI. Situaciones narrativas 78
XVIII. El receptor ............... 90
)(IX. iAutor implicado, lector implicado? ............... 93
)x. Epílogo r07
BrelrocRApi¡ 111
Cr Eclitions clLr Seuil, 199J
F.clicioncs Círteclra, S. A., 1998
Ir,urn lgnucio l-r-rc'.r rlc J'cna, 15. 28027 Nl:rclricl
I)epósito legal: \,1 1.807-1998
t.S. ll.N. : 8,i-J7(r- 1 603-.1
Printed irt Spuirt
Inrpreso en (lrírficas llogar, S. A.
Nar.,alc:rrnero (Maclrid )
I

Supongo que el título indica ya suficientemente que este librito no


es que una especie de postdata al
_má¡ "Discurso del relato> que ocu-
p^b? las tres cuartas partes de Figures 1//. Postdata inspirada, iespués
de diez años, por una relectura crítica alaluz de los cómentarior r.rr-
citados por ese "intento de métods" más en general, p* los progre-
¡
sos o retrocesos realizados desde entonces por la narratología.
Este término, propuesto en 1969 por T2vetan Todorov, sé ha difun-
dido, junto con la "disciplina> que designa, un poco (-.ry poco) en
Francia, donde es frecuente que prefieran platos más afrodisiacos, y
mucho más en otros lugares como Estados Unidos, los Países Baios o
Israel: la bibliograffa que aparece al final da buena prueba de ello.
Algunos (entre quienes, en ocasiones, me encuénffo) lamentan el
éxito de esta disciplina, porque les inita su tecnicidad sin oalma,, a ve-
ces sin espíritu, y su pretensión de desempeñar el papel de ,.ciencia pi
loto" en los estudios literarios. Contra esta desó onfianza, r. pu.d.
muy bien alegar que, después de todo, la inmens a mayoría de lós tex-
tos literarios, comprendidos los poéticos, pertenece al modo narrativo
I que, por tanto, es justo que la naruatividad se lleve la parte del león.
Pero no olvido que un texto narrativo puede estudiarse iegún otros as-
pectos (por ejemplo, temático, ideológico o estilístico). En mi opi
nión, la mejor o la peor justificación cualquier la princi-
prl _ de esta hegemon ía pasajera reside, -enmás que en caso,
la importancia
del objeto, en el grado de madurez y elaboración metodolégica. Un
ilustre sabio tuvo la ocurrencia de declarar, si no me equivocó, a prin-
cipios de este_sig1o: "Existe la fisica, después existe la químicr, qú..,
una especie de fisica; después, existen las colecciones de sellos., No
PREAMBULO

lr.rt r' l.rlt¿ precisar que Rutherford era fisico y súbdito británico. Des- rige a los lectores de Figures III. Si usted no lo es, y ha llegado ingenua-
tlr' t'ntonces, ya se sabe que la biología se ha convertido en una espe- mente hasta aquí, ya sabe lo que tiene que hacer.
r ic clc química, e incluso (si he interpretado bien a Monod) una espe-
cic de mecánica. Si (y digo si) toda forma de conocimiento se sitúa en
algún punto entre esos dos extremos simbolizados por el rigor de la II
mecánica y esa mezcla de empirismo y especulación que representa la
filatelia, puede observarse, sin duda, que los estudios literarios actua- Este título, Discurso delrelato, pretendía ser ambiguo: discurso sobre
les oscilan entre el filatelismo de la crítica interpretativa y el mecani el relato, pero también (estudio del) discurso del relato, del discurso
cismo de la narratología; un mecanicismo que, a mi juicio, no tiene en el que consiste el relato, estudio (como expresa su traducción ingle-
nada que ver con una filosofia general, sino que se distingue, en el me- sa) del discurso nanatiao. Y además lo era más de 1o que había preten-
jor de los casos, por su resPeto alos mecanismos del texto. No pretendo de- dido, porque ese discurso dudaba entre el singular y el plural, al menos
cir, sin embargo, que el <progreso" de la poética vaya a consistir en en su segunda interpretación: el relato no es tanto un discurso como
una absorción progresiva de todo su campo por parte de su vertiente discursos, dos o varios, según pensemos en el dialogismo o el polilogis-
mecánica: simplemente, que ese respeto merece, a Su vez, cierto respe- mo de Bakhtine o, desde un punto de vista más técnico, en esa evi-
to o atención, aunque sólo sea de forma periódica. Ausente de la na- dencia felizmente destacada por Lubomir DoleZel, y ya volveré a ello,
rratología, aunque no de la poética, desde hace más de diez años, me de que el relato consiste exhaustivamente en dos textos, de los cuales
creo en el deber, con arreglo a las promesas o amenazas implícitas en uno, facultativo, es casi siempre múltiple: texto de narador y texto de
mi epílogo, de volver a ella un instante, y ruego al posible lector que personajeG). L, única forma de eliminar (aplastar) esta ambigüedad es
perdone lo que la tarea emprendida pueda tener de narcisismo mal adornar ese título con otro, que pone en funcionamiento una doble
évacuado; leérse a uno mismo con la vista puesta en las críticas recibi elección: Nueao discurso del relato, en singular y sólo en el primer senti-
das es un ejercicio de escasos riesgos, en el que tenemos constante- do. Pero me gustaría que no olvidáramos el segundo, con su matiz
mente la posibilidad de elegir entre una respuesta triunfante ("4h, plural.
tenía razón,), una enmienda honorable que también resulta muy Otra ambigüedad que reivindicaba el prólogo: la dualidad de obje-
gratificante ("Sí, me había equivocado, y tengo la elegancia de reco- to de una tarea que se negaba a elegir entre lo "teórics" (el relato en
nocerlo") y una autocrítica espontánea francamente glorificadora: general) y lo crítico (el relato proustiano en la Recherche). Esta duali
cuenta; de- dad, como todo, tenía uno de sus orígenes en las circunstancias: el
"Me había equivocado y ninguna otra persona se ha dado
cididamente, soy el mejor." Pero basta de excusas, que ya en sí son sos- propósito, surgido, si no me equivoco, durante el invierno (febrero-
pechosas, porque la complacencia puede dar vueltas infinitasl. Sólo abril) de 1969 en'New Harbour, Rhode Hampshire, donde me encon-
rdui.rto, a.tt.t de pasar manos ala obra, que este estado actual de los traba frecuentemente retenido "en mi casa> por la nieve, de probar y
estudios narrativos seguirá esencialmente el orden adoptado en Figu- sistematizar algunas categorías, ya entrevistas aquí y allí2, con el único
res III: cuestiones generales y previas (capítulos I a III), cuestiones de texto del que disponía "a domicilio": los tres volúmenes de la Pléiade
tiempo (IV a VI), modo (VII a XII), voz (XIII a XVI) Y, por último, te- de la Reclterche, sobre los escombros erráticos de una memoria literaria
mas no abordados en el nDiscurso del relatoo y que hoy me parece ya pasablemente dañ,ada. Una forma como otra cualquiera
que merecen un examen, aunque no sea más que para rechazar,los luego, abocada al fracaso, pero temo que, en algún momento, -¡ tuvedesde
esa
jüstificadamente 6VII a XIX). Por esta razón,la honradez me obliga pretensión imprudente- de rivalizar con la manera soberana en la
a precisar algo que, sin duda, eraya evidente: que este libro sólo se di- que Eric Auerbach, privado de biblioteca (en un lugar distinto), había
escrito un día Mimésis. Qre mis colegas de Harkness Universiry que
1 Sobre dichas vueltas, véase Philippe Lejeune, 1982. Desde luego, este ejercicio, que se enorgullecen a justo título de una de las mejores bibliotecas litéra-
la crítica norteamericana practica de mejor grado que nosotros (véase la "Second
Thoughts Series, de la revista Noael),puede ser, fin de cuentas, más saludable que nral- 2 .D'un récit baro
a
"Frontiéres du récit", "Vraisemblance et motivation", "Stendhal",
sano. que", Figuresll, Seuil, 1969.

10 11
)DUCCIÓN INTRODUCCION

rias del mundo, y que se atreven a ír a ella haga el tiempo que haga, bautrzar, debido a otras necesidades, como relato/discurso. De modo
me perdonen este paralelismo doblemente incongruente, que no figu- que historia/discurso, relato/discurso, historia/relato, está claro que es
ra aquí más que por amor a la "pequeña anécdota>. muy ficil perderse, salvo que se quiera respetar bien los contextos y
Fueran cuales fueran las razones, esta dualidad de objeto me pertur- dejar que cada uno guarde sus propias vacas y cuente sus propias ove-
ba hoy más que entonces. El recurso sistemático al ejemplo proustia- jas, por lo que la naratología resulta ser un buen remedio para el in-
no es responsable, sin duda, de varias distorsiones: por ejemplo, una somnio. La distinción de Benveniste entre historia y discurso, incluso,
insistencia excesiva en las cuestiones de tiempo (orden, duración, fre- o sobre todo, revisada como relato/discurso, rro tiene nada que hacer
cuencia), que ocupan claramente más de la mitad del estudio, o una en este nivel; la oposición formalístafíbula/sujeto pertenece, podemos
atención demasiado escasa a hechos de modo como el monólogo in- decir, a la prehistoria de la narratologr ,y ya no nos sirve de nada; el
terior o el discurso indirecto libre, cuya función es evidentemente me- par historia/relato,por su parte, no tiene sentido si no está integrado en
nor, casi inexistente, en la Recherch¿. Dichos inconvenientes se ven la tríada historia/relato/narración, cuyo principal defecto es su orden de
compensados, desde luego, por algunas ventajas: ningún otro texto presentación, que no responde a ninguna génesis real ni ficticia. El
habría puesto de relieve como éste el papel del relato iterativo. Por lo verdadero orden, en un relato no ficticio (histórico, por ejemplo) es,
demás o indiferencia de los especialistas?-, nadie ha por supuesto, historia (los acontecimientos desarrollados), narración (el
-iindulgencia
discutido, prácticamente, el aspecto específicamente proustiano de acto narrativo del historiador) y relato, el producto de esa acción,
este trabajo, lo que me permitirá corregir aquí el tiro y orientar Ia pat' susceptible, en teoría o en la práctica, de sobrevivir como texto escri
te esencial del estudio hacia las cuestiones de orden general, que son to, grabación, recuerdo humano. Sólo esa permanencia autoríza a
las que más han llamado la atención a los críticos. considerar el relato como posterior alanarración: en su primera apa-
rición, oral o incluso escrita, es perfectamente simultáneo, y lo que los
diferencia no es el tiempo sino el aspecto, porque el relato designa el
III discurso pronunciado (aspecto sintáctlco y semántico, de acuerdo con
los términos de Morris) y la narración,Ia situación enla que se profie-
No voy a volver sobre la distinción, hoy admitida por todos, entre re: aspecto pragmático. En la ficción, esta situación narrativa real es
historia (el conjunto de los acontecimientos que se cuentan), relato (el falsa (es precisamente esa falsedad, o simulación la mejor tra-
-qurzá
discurso, oral o escrito, que los cuenta) y narración (el acto real o ficti ducción del griego mímesis- la que define la obra de ficción), pero el
cio que produce ese discurso, es decir, el hecho, en sí, de contar), más orden verdadero sería, más bien, algo así como
que para ratificar la similitud que surge frecuentemente entre la distin-
.ión historia/relato y la oposición formalista fábula/sujero. Ratificar, historia
aunque.con dos débiles protestas: desde el punto de vista terminoló- narración <- relato,
gico, mi par me parece más expresivo y transparente que el par ruso
(o, al -.nos, su traducción francesa), con términos tan mal escogidos
que dudo, una vez más, sobre cómo repartirlos; ¡ desde el punto de en el que el orden narrativo instaura (inventa) al mismo tiempo la histo-
vista conceptual, creo que nuestra tríada presenta meior el conjunto rLa y su relato que son, por tanto, perféctamente indisociables. Pero
del hecho narrativo. Una partición dual entre historia y relato enfren- iha existido jamás un ficción pura? iO una no ficción pura?
ta inevitablemente, unos contra otfos, los hechos que yo atribuyo más La respuesta es, por supuesto, negativa en ambos casos, y el texto se-
adelante al modo y la uoz. Además, corre el riesgo de crear una confu- miautobiográfico de la Recberche es un buen ejemplo de la mezcla que
sión, efectivamente muy extendida, entre este par y el que anterior- constituye la mayor parte de nuestros relatos, literarios o no. Es ver-
mente había propuesto Benveniste: historia/discurso, que, mientras dad que pueden concebirse los dos tipos puros, y que la narratología
tanto3, yo había, no cometido el error, sino tenido la desgracia de re- literaria se ha encerrado, demasiado a ciegas, en el estudio del relato
de ficción, como si fuera evidente que todo relato literario debería ser
3 Figures II,págs.61 y ss. siempre de pura ficción. Volveremos a encontrarnos con esta cuestión

T2 13
INTRODUCCIÓN INTRODUCCION

que, a veces, es de una pertinencia muy exacta: así, la pregunta típica- tipo. De hecho, no existen los ,,contenidos narrativos,: hay un enca-
mente modal, ,.tcómo sabe esto el autor?", no tiene el mismo sentido denamiento de acciones o sucesos susceptibles de cualquier modo de
en ficción que en no ficción. Aquí, el historiador debe suministrar tes- representación (la historia de Edipo, de la que fuistóteles decía que
timonios, documentos, el autobiógafo, alegar recuerdos o confiden- posee la misma cualidad trágíca en forma de relato que en forma de
cias; allá, el novelista, el autor de cuentos, el poeta épico podrían res- espectáculo) y que no calificamos de "narativos" más que porque los
ponder frecuentemente, fuera de la ficción: nlo sé porque lo inven- encontramos en una representación narrativa. Este deslizamiento me-
to." Digo fuera de lafcción, como se dicefuera del micrófono, pofqu., It tonímico es comprensible, pero inoportuno; además, yo defendería
su ficcón o, al menos, en el régimen ordinario y canónico de la fic- (aunque sin ilusiones) un empleo estricto, es deci¡ con referencia al
ción (el que rechazan Tiistram,Jacques bfatalisU y otros relatos moder- modo, no solamente del término (técnico) narratología. sino también
nos), Se Supone que el autor no inventa, sino cuenta: Ltnavez más, la de las palabras relato o narratiao6, cuyo uso corriente era, hasta ahora,
ficción consiste en esta simulación que fuistóteles llamaba mímesis. bastante razonable, y que se ven, desde hace tiempo, amen azadas de
El empleo del término narratología presenta, por su parte, otro ele- inflación.
mento eitraño, al menos a simple vista. Sabemos que el análisis mo- El empleo de la palabra diígise, propuestaT, en parte, como un equi-
derno del relato comenzó (con Propp) mediante estudios que se ocu- valente de historia, no estaba exento de confusión, que he intentado
paban, más bien, de la historia, examinada (en la medida en quele po- corregir desde entonces8 . La diegise, en el sentido en el que Souriau
día) por sí misma y sin preocuparse demasiado de la manera en la que propuso dicho término en 1948, cuando oponía el universo diegético,
se cóntaba, incluso transmitida por vía extranatrativa (cine, tebeo, fo- como lugar del significado, al univers o de la pantalla, como lugar del
tonovela, etc.), si se define stricto sensu, como es mi caso, el relato significante filmico, es un uniuerso,más que un encadenamiento de ac-
como transmisi ón aerbal; sabemos también que dicho campo está aún ciones (historia): la diégise, por tanto, no es la historia, sino el univer-
en plena actividad (véanse Claude Bremond, el Todorov de Grammai- so en el que ocurre, en el sentido un poco... restringido (y totalmen-
,t du Décaméron, Greimas y su escuela, y muchos otros fuera de Fran- te relativo) en el que se dice que Stendhal no está en el mismo uni
cia); además, ambos tipos de estudio se han separado recientemente: verso qpe Fabrice. Por consiguiente, no hay que sustituir historia por
la Introduction á |anafuse des récits de Roland Barthes (L966) y Ia Poétique diégise, como se hace hoy con demasiada frecuencia, incluso aun-
de Todorov (1968) se encontraban todavía a caballo sobre ambos te- que, por un motivo evidente, el adjetivo diegético se imponga, poco
a poco, como sustituto de
rrenos4. Parece, por consiguiente, que habría lugar para dos narratolo- "históricor, que entrañaría una confusión
gías: una temátiéa, en sentido amplio (análisis de la historia o los con- aún más onerosa.
ienidos narrativos) y otra formal o, mejor dicho, modal, el análisis del Otra confusión es la relativa al choque frontal entre los términos
relato como modo de .,representación" de las historias, opuesto a los diágise,así (re)definido, y diágesis, que volveremos a encontrar, y que re-
modos no narrativos como el dramático ¡ sin duda, otros ajenos a la mite a la teoría platónica de los modos de representación, en la que se
literatura. Pero resulta que los análisis de contenido, gramáticas, lógi
6 No hace falta decir cuánto me
cas v semióticas narrativas no han reivindicado hasta ahora el término molesta el uso que atestigua un título como Sltnta-
(T. Pavel, Klincksieck, 1976). Para mí, la sintaxis de
xe narratiae drs tragédies de Corneilb
de narratologías, que sigue siendo, por tanto, propiedad (tprovisio- una tragedia sólo puede ser dramática. Pero quizá habría que reservar un tercer nivel, in-
nal?) exclusiva de los analistas del modo nanativo. Esta restricción me termedio entre el temático y el modal, para el estudio de lo que se puede denominar,
parece completamente legítima, porque la única especificidad de lo en términos hjelmslevianos,Iaforma del contenido (narrativo o dramático): por ejemplo,
narrativo reside en su modo, no en su contenido, que muy bien pue- la distinción (vuelvo a ello en seguida) entre lo que Forster llama historia (episódica, de
de acomodarse a una <representación" dramática, gráfica o de otro tipo épico o picaresco) e intiga (con trama. de tipo TomJone) y el estudio de las técni-
cas correspondientes.
7 Figures III, pág.72,n. I ("parcialmenteD, porque una definición más exacta aparece
a El libro de S. Chatm an, 1978, el de G. Prince, 1982b, y el de S. Rimmon, 1983, lo en la pág. 280). En adelante, las referencias a este libro prescindirán del título, salvo
cuando haya riesgo de confusión.
están, diría yo, denileuo, sobre el modo de un intento de síntesis didáctica apostuioi. 8 Palimpseste\ Seuil, 1982, págs.34l-342.
5 La única reivindicación en este sentido, que yo sepa, es la que formula el título (y Cfr.J. Pier, art. "Diegesis,, en Enryclopedic
Dictionary of Semiotics, ed. de T. Sebeok.
el contenido) del libro de Prince (1982b), y que explica en su artículo I982a.

T4 15

t
¡
INTRODUCCIÓN ORDEN

opone ala mímesis. Diéges¿i es el relato puro (sin diálogo), opuesto a-la cesita interesar para ser una historia. Además, iinteresar, a- quién? Yo
mímesis de la representación dramática y a todo lo que, por medio del ando no me intéresa seguramente más que a mí, e incluso depende-de
diálogo, se insinúa dentro del relato, QU€, de ese modo, se hace impu- los días: talvez, después de un mes de sanatorio' sea una maravilla.
to, .i decir, mixto. Diígesis, por tanto, no tiene nada que ver con Pero, por el contrarió, conozco a quien el relato.concreto Marcel aca-
diégése; o, si se prefiere, dieg¿se (y yo no tengo nada que Yer con ello) ba haiiéndose escritor no arranca más que un apático: "Mejor para é1."
no es, en absoluto, la traducción francesa del griego diégesis. Las cosas Por tanto, me da la impresión de que hay que distinguir grados de
pueden complicarse en el plano de los adjetivos (o, por desgracia, de complejidad de la historia, con o sin nudo, peripecia' reconocimiento
la traducción: la palabra francesa y la palabra gtiega se neutralizan de- y deienlac€, y dejar su elección a los géneros, las épocal lgl aütores y
safortunadamente en el término único diegesis del inglés, y de ahí me- ios públicoi,'como hacían, más o -.nos, fuistóteles o E. M. Forsterrl
teduras de pata como en'Wayne Booth, 1983a, pág. a38). Por mi par- .or ru célebre distinción de la historia (story: "The king died and then tbe
te, siempt. htgo derivar (como Souriau, por supuesto) diegético de queen died" l"Murió el rey y murió la reina]) e intriga (P!ot, "... of gritf'
y
diégise,nunca de diígesis; otros, como Mieke Bal, no ¡e priv_a1 de opo- ["... de pena"]). Hay tiemPos y lugares patala historia, hay tiempos
l.rgrt.r paraláintriga. Incluso hay, añadía Forster, lugares p.ara el.mis-
n i ditgttito a mimético, pero yo no soy responsable de tal delito.
La noción de relato mínimo plantea un problema de definición que teiio: *'iVrc qurm diei, no one knnu uh1p ["Murió la reina, nadie sabía de
no es moco de pavo. Al escribir "Ando. Pierre ha aenido son para mí qué"]. Mi ielato mínimo es seguramente más pobre gue_la historia se-
formas mínimarde relato"e, opté deliberadamente por una definición gún Forster, pero la pobreza no es forzosamente mala. Simplemente,
Es, en mi opinión, suficiente para ela-
amplia, y me atengo a ella. En mi opinión, desde el momento en que "l-ht n¡"5 diei" ["Mur]ó el rey"].
hay un acto o suceso, aunque sea único, h"y una historia, porque hay borar uñ titular. Y si el pueblo quiere detalles, se los daremos.
una transformación, el paso de un estado anterior a un estado poste-
rior y resultante. "Ando" supone (y se opone a) un estado de partida y
IV
,rn .rttdo de llegada. Es toda una histoúay, para Beckett, sería ya de-
masiado para contarla o escenificarla. Pero existen, evidentemente,
El estudio del orden temporal se abre con una sección (lr*pt du ré-
definiciones más fuertes y, por tanto, más estrictas. Evelyne Birge-Vitz
cit?) que sólo tiene importáncia, en realidad, para las cuestiones de
opone a mi ,,Marcel se hace escritor" una definición de la historia que
.duración,', de modo que volveré a ello. Por lo demás, este capítulo
."ig. mucho más: no sólo una transformación, sino una transforma- no ha tenido más que una crítica, aunque abundante, relativa al estu-
ción esperada o deseadar\. Se pueden observar especificaciones inversas
dio de las analepsii, pero que serviría igualmente bien o igualmen-
(la transformación temida, como en Edipo acaba casándose con su ma-
te mal para el estudio de las prolepsis. Es un artículo firmado por
dre),pero es cierto que la inmensa mayoría de lo_s relatos populares o
C.J. van Rees y aparecido en 198I en Poetics (págt. 4S-49) con eltítu-
clásióos exige una tránsformación concreta, gratificadora (Marcel acaba
lo "Some Issues in the Study of Conceptions in Literature: A Critique
conairtiíndise, tras muchos errores, en el escritor que deseaba ser desde el prin-
of the Instrumentalist View of Literary Theories,'. Como indica el títu-
cipio) o decepcionante, es decir, qutzá gratificante el segundo grado,
lo, el autor la toma con la concepción "instrumentalista" de la teoría
pára el lectoi ¡ quién sabe, para el héroe: Marcel se hacefontanero.En
literaria. Esta opinión que, según dicen, es la mía, consiste en abordar
el sentido que yo le do¡ estas formas concrptas y, por tanto, ya com- -un
la teoría como orgoion, es decir, un instrumento para el estudio de
plejas, son,-digamos, una historta interesante.Pero una historia no ne-
los textos. Según van Rees, ignora los principios elementales de la me-
todología..t g.net.l, ilustra, sin quererlo ni saberlo, una <concepción
, Pág.75; detallo, para los lectores suspicaces, que "Pedro ha venido" no es un resu- de la fteratuia, es deci¡ sistemas de normas y valoraciones, y sirve
men de*la novela de Melville, ni .Ando', un resumen de las Rnertes du promeneur soli- para institucionalizar creencias ideológicas sobre el carácter de los tex-
taíre. ios literarios. Van Rees invoca una poética (generativa>' convencida
10 1977;véase Palimpsestes,pág.280. En cuanto a aquellos que consideran el resumen
más pobre que la obra resumidi y, con ello, reprochan a una reducción que sea reducto-
It Aspects of tbe Noael, 1927 , págs. 3I y 82. Cfr. fummon, 1983, págs. 15-19.
ra, verdaderamente no tengo nada que responderles.

17
t6
tl,'l.r t'xislt'tr, i.r tlt'un.r ..(orrrpctcncia poética, innata. Las comillas es- por el carácter manifiestamente singular de su contenido de historia:
t,in t'n \u r('\r(), lx'r() r)() sú'si nre considera responsable de esa noción véanse las página s 152-53, donde lo califico de licencia y -figura; y, Para
l.'rl.rsnr,r \ p.,t'rrtlt, t lrrnrskiana. En cualquier caso, paraé7, dicha com- ser más exactos, de ltipérbo/c\2, dado que el autor exagera en é1, sin pre-
¡,r'l.r( l.l. ( ¡r(' .r\unrr', l)ues, como real, es adquirida (y yo no tendría in-
tender una credibilidad literal, la analogía entre dos escenas compara-
( ()rr\( ru('nrt'r'n cst¿r de acuerdo si supiera de qué se trata), heterogé-
bles hasta identificarlas. Lo cierto es que lo iterativo es siempre más o
rrr'.r (t's tl.t u, sr.l[)ongo, variable) y class-bound,lo que no puede tradu-
menos figurado, salvo que nos atengamos a enunciados muy esque-
( u\(' rrr.is tltre corno
"ligada a una pertenencia de clase,'en el sentido máticos (,i[bdos los días, dábamos un paseo>) o de contenido muy po-
nr.rrxrst.r clcl término: por consiguiente, supongo que existe una com-
bre (Veinte veces al día, me lavo las mano5"). Para van Rees (pá9.69)
¡r.tt'ntir poética burguesa, otra proletaria, otra feudal, etc. (iEtc.? He existiría una "petición de principio" al hablar de simple semejanza en
olviclaclo la lista oficial.) Esta disposición tiene la ventaja de dar un ori el caso de sucesos presentados por el relato como idénticos, porque
gcf ) a esta crítica y calificar de forma implícita (a contrario) la ideología
las "condiciones mínimas de semeianza> no están definidas. Pero no
dc la que se supone que procede mi <concepción de la literaturá": soy yo quien define: es el texto el que plantea una identidad, y yo soy
.VoY a intentar demostra¡ mediante el análisis detallado de los tres
quien cede al suponer una simple analogía, que el propio texto me
primeros capítulos lde Discours du rácit; en realidad, de una parte del hace advertir al indicar, en la mayoría de las ocasiones, toda una gama
pnmero, y no luzgo si es legítimo valorar un ensayo de 2I5 páginas a de. variantes (paseos con buen tiempo, con el cielo nublado, etc.). Su
partir de una muestra de 15] por qué el sistema terminológióo de Ge- primamos, pues, esta cláusula de prudencia y tomemos lo iterativo
nette parte de una concepción de la literatura y cuáles son sus caracte- por 1o que vale: .,Todos los sábados pasa rigurosamente la misma
rísticas" (pág.67); sobre estas <característica5,, luego se muestra, en rea- cosa> (es lo que dice Proust): ello no cambia, en absoluto, mi defini
lidad, muy evasivo, lo cual no me resulta nada tranquilizador: cuanto ción de lo iterativo y aún menos, si es posible, el hecho de que ese ca-
más difuso es un delito más condenable es y, en cuestión de ideolo- rácter iterativo, es decir, sintético, lo da él mismo, como el carácter
gía, creo que no tengo más opción, si es que tengo alguna (si es que anacrónico de una anacronía es, en el régimen clásico (por ejemplo,
existe alguna) que entre lo burgués y lo feudal. Tengo dudas. El único en Boaary y, todavía más, en Proust) autodeclarado. Sobre todas estas
punto de referencia del que dispongo, la única referencia que atribu- cuestiones, mi censor se apresura a acusarme de arbitrario: dice que
ye van Rees a mi
"concepción de la literatura" (por cierto, se habrá ad- decreto que estas o aquellas páginas son iterativas, analépticas o pro-
vertido que el mero hecho de tener una es ya grave) es...'Wellek y \7a- lépticas, sin aportar pruebas. Pero yo no tengo que aportar nada, el de-
fren, lo que no me ayuda nada: es un poco tarde para preguntarles so- creto está en el texto. Es cierto que van Rees no se ocupa nada del tex-
bre su pertenencia de clase, algo que la lectura de iu óbra no -e to y su artículo, en general, no muestra que esté muy famlltarrzado,
puede.indicar por sí sola, porque he perdido toda aptitud para este gé- entre otros, con el de la Recherche.
nero de desciframiento. Pero esta asignación ideológica incierta tro ér, Regresemos a las analepsis, que son las únicas que han captado su
por suerte o por desgracia, más que el preámbulo a una crítica meto- atención. Van Rees me acusa de definiciones múltiples e incoherentes,
dológica de la noción de anacronía. y de fundar mis propuestas terminológicas en postulados inteqpretati
van Rees me reprocha vivamente el uso del prefijo pseudo- y asocia vos: observo que se salta, de golpe, mis páginas 78 a 89, dificiles, des-
el término "pseudo-tiempo", que aplico a la duración del relato, al de de luego, en las que presento, a partir de ciertos eiemplos tomados
"pseudo-iterativo", que caracterizará ciertas escenas de la Recherche. Es de la lliada, Jean Santeuil y la Recherclte, un procedimiento de detec-
prácticamente su única incursión más allá de mi página 105. Estas dos ción, análisis y definición de las anacronías. Dicho método qurzá sea
nociones no tienen, por supuesto, la misma condición epistemológi criticable, pero no se puede decir que van Rees haya esbozado, ni si-
ca: el tiempo del relato (escrito) es un "pseudo-tiempo" en el sentido
de que consiste empíricamente, para el lecto¡ en un espacio de texto
12 Catherine Kerbrat-Orecchioni lo define, por su parte, como una
que sólo la lectura puede (re)convertir en duración; lo pseudo-iterati "sustitución aspec-
y9,es pseudg en el sentido de que está presentado (mediante el empleo ¡p¿f" (un imperfecto por un pasado simple): véase nl'ironie comme trope', Poétique 47,
pág. 116; cfr. La Connotation,P.U. Lyon, 1977, pág. 193. Ambas características son evi-
del imperfecto) como iterativo y, alavez, no se puede recibir comó tal dentemente incompatibles.

18 T9
quiera, un examen de él; lo ignora por completo, como muchas otras allou..." y, de esta forma, elimina fríamente el carácter concesivo de la
cosas. hipótesis según la cual se podría, en ciertas circunstancias, olvidar el
En cuanto a la multiplicidad incoherente de definiciones, observo carácter analéptico del relato de Ulises e integrarlo en el "relato prime-
de n_uevo que van Rees, al acusarme de descaro a propósito de la ro,, de la Odisea. Concesivo porque, aquí, el argumento era: incluso
condición de las anacronías, cita (pág. 72) una frase del Discours du ré- con relación a un relato primero que comenzaba en la caida de Tioya,
cit (pá9.90) y omite, expresamente, una palabra que cambia todo: el de la herida de Ulises (antes de la guerra) sigue siendo una analepsis
definida yo-, la condición de las anacro nías parece no"Asíser externa; se sobreentiende que afortiori, en un relato que empezaba en
-decía
más que una cuestión de más o menos, un problema de medida, espe- el momento de dejar a Calypso. Un niño de tres años podría com-
cífi,ca en cada ocasión, un trabajo de cronometrador sin interés teéri prender este razonamiento, pero la afirmación de van Rees muestra,
co." La palabra que van Rees omite es parece, que indica con bastante evidentemente, que no lo ha comprendido.
claridad que no asumo esta valoración desdeñosa. Y sé que van Rees Tales procedimientos definen a un crítico. Pero la cuestión de fon-
trabaia, de hecho, sobre la traducción inglesa, pero aquí ei una traduc- do que se plantea así sobrepasa a la persona que la plantea o, más
ción_ perfectamente fiel:
"The status of anachronies seems to be..." luLa bien, la resuelve sin haberla planteado. Es la cuestión de la pertinen-
condición de las anacronías parece ser...,,] (pág. 48). Inmediataménte cia y los niveles de validez de las definiciones, las distinciones, las me-
después se basa en una traducción más discutible de ,,momentos per- didas, los enunciados científicos en general. Van Rees me reprocha
tinentes" (para el reparto a discreción de las características de alcance que me olvido, a veces, de nociones elaboradas en otros lugares, que
y amplitud) como "certain higher moments of the nArratiae,, l,,ciertos mo- neutralizo oposiciones establecidas por otros, etc., indicio, para é1, de
mentos superiores de la narrativa"], con el pretexto de que el traduc- incoherencia, incluso de desvergüenza. Podría reivindicar el derecho a
tor ha comprendido mejor que yo el sentido de este fragmento:,,... the la desverguenza, pero la- verdad es que incluso el intelctual más serio
tenor uhich, for a critical readet is inplied in this passago> ["el contenido exige que se sea capaz de olvidar ciertos datos. Remito al lector a va-
implícito , pala el lector crítico, en este fragmento"]. Obsérvese el pro- rias páginas célebres de Formation de I'esprit scientfiqu¿ sobre el exceso
cedimiento, limpio de todo
"postulado interpretativo, y de todo pro- de precisión como obstáculo epistemológico. Lo mismo, e incluso
ceso de intención. En el mismo espíritu, ocho páginas más adelánte más, podría decirse del exceso de rigidez en el empleo de las catego-
bág.80), van Rees funda su acusación de incoherencia en una cita rías y las definiciones, cuyo valor no es nunca más que operatiao. En
burdamente manipulada. Se trata de la analepsis dedicada, en la odi- este nivel de funcionamiento, el átomo es un sistema de partículas y
sea, a las circunstancias de la herida de Ulises. Escribo (pág. 90): la tierra gira en torno al sol; en este otro, habrá que decir, como en los
"Por
supuesto, las inserciones pueden ser más complejas, y una anacronía viejos tiempos, que el átomo es indivisible y el sol se levanta o se pone
puede considerarse relato primero en relación con otra a la que apo- a tal hora. En este plano de análisis, y en relación con el relato prima-
ya:y, más en general, con relación a una anacronía, el contexto global rio de la Odisea (el del narrador épico), el relato de Ulises entre los fae-
se puede considerar relato primero. El relato de la herida de Ulises se cios es una analepsis; en otro plano, y en relación con una analepsis
refi_ere a un episodio muy anterior al punto de partida temporal del de segundo grado, puede integrarse en el relato primario y olaidarse de
"relato primero" de la odisea, incluso aunqae, con arreglo a esie princi dicha diferencia. La rigidez es el rigor de los pedantes, que no saben
pio, se incluya en esta noción el relato retrospectivo de Ulises entre los nunca olvidarse de nada. Pero quien no se olvida de nada no hace
faecios, que se remonta ala caída de Tioya" (aquí, una vez más, la tra- nada.
ducción inglesa es fiel, y el "incluso aunque,- 1o han convertido en Por lo demás, la crítica de van Rees se basa en dos confusiones o
<<n)en tf,).Yan Rees cita el fragmento anterior de esta manera: nFirst he
contrasentidos de los que me siento un poco responsable y que se re-
states: W'e allozufrst narratiae to include the retrospectiae tale Ulrses alk the miten a dos defectos de mi trabaio. El primero hace relación al estu-
Phaeciarcs...,, ["p¡i¡¡ero declara: Permitimos que la primera narración dio de las analepsis internas homodiegéticas, y consiste en atribuirme
incluya el relato retrospectivo que Ulises cuenta a lor faecios...,]. Ert una desvaloÁzaciín de principio de toda redundancia o interferencia
otras palabras, cita una proposición subordinada, hipotética y conce- entre su contenido nanativo y el del "relato primero". Aquí (páSt. 82-85)
siva (ni¡sluso aunque se incluya") como si fuera una.principal: es donde me asigna una estética literaria inspirada en la que otorga a
"We
20 21
ORDEN ORDE,N

I7ellek_y'Warren, ya que afrma, por ejemplo: *Genetu simpfit assumes los segmentos anacrónicosla. Debería resultar evidente que no 9t 1:i V
that redundancy is not present in a good ur.iter.,
[.Genette ,. iiirit. , ,u- me parece, por ejemplo, haber demostrado con suficiente clarided
pole.r que la redundancia no está presente en un buen .r.¡¡6¡.,] En en esa
realidad, mi posición,. si es que terrgo alguna (tengo varias) ., pr.tir.-
bági. 85 89i que lo esencial del texto de la Recherche consiste
r-iti. r.ttlépiit que empi eza con la evocación (I, pág. 383) de las fan
mente la contraria ¡ si leo sin indulgencia ese capí1ulo (demasiado lar- tasías de viaie dei joven Marcel, tercera parte de Suann De nuevo
qo) de las analepsis, lo encuentro toialmente coÁstruido, en la cadena aquí, sin duáa, mi responsabilidad consiste en torpezl de vocabula
de distinciones que 1o dominan (externas/internas, parciales/comple- ,ió como (passim) *reláto primero, o (pág. 92) "yin ^ principal.de la his-
tas, heterodiegéticas/homodiegéticas), con el fin de extraer y poner en toriao. Está última formula no se refiere al carácter anacrónico de los
primer plano los (raros) casos de episodios en cuestión, sino a su carácter heterodiegético, en relación con
"riesgo" de interferencia y iepetición.
Riesgo (empleado en dos ocasiones, págs. 9L y 92).r .rrid.rrtemente 1ó que considero la línea (temática) principal de.la Recherche, la expe-
una desafortunada concesión a la estZtiia actual, que yo no atribuiría rierrcia y el aprendizaie del héroe. Imagino aquí 1a obstrucción meta-
a \Tellek y_Waren y que expresa el deseo de evitai las repeticiones (y crítica áe nuéstro Beckmesser ("iQré es lo que demuestra que la expe-
las contradicciones). Pero, en mi opinión, todo lo que empujaba el re- riencia del héroe es más importantáque la boda del pequeño Cambre-
lato proustiano en este sentido era-un elemento deiransgi.ríón de las mer?,,), pero ya hemos perdido qurzá demasiado tiempo' .fuede
normas clásicas y, por tanto, un factor de valoración. En este plano, p..rttit.^q,t. él término ,ielato primeroo tiene.una connotación de
.gTo en otros (por ejemplo, las estructuras acrónicas [págs. tts-tzt\, juicio de importancia. Relato primario sería probablemente más neu-
sf "jyego con 9l tiempo" [páer. 178-rsz], l¿ ,.poli-oi"il¿rd" iro, al -.noi en francés y, ho¡ lo utilizaría gustosamente en lugar del
[pági-
nas 223-224D, hoy me sentiría menos entusiastá e incluso pár... anterior. Veremos de nuevo su utilidad a propósito de las cuestiones
-.
algo necia la actitud que c_onsiste en apreciar las obras del pasaáo por de nivel narrativols.
su gra_do de acticipación del gusto actual, transformación pueril d. la El estudio de las prolepsis plantea problemas análogos por simetría
idea de progreso artísrico, como si el mérito de A fuera siémpre el de y no creo que ,., ,r...rttio ,rolrr.t a ellos. Simetría, debería decir, de
anrrnciar a B que, a su vez, no tendría valor más que porque anuncia cierta importancia. Es evidente que el relato, incluso literario y moder-
a c que, a su vez....,Joyce, Nabokov o Robbe-Grillát poseen su propio no, recurre con menos frecuencia aIa anticipación que a la retrospec-
valor y Proust, el suyo, que no se reduce a presagiar a otros. péro,^in- ción, aunque yo haya exagerado (pág. 79) el, catáctet canónico de este
cluso desde el punto de vista de una estética menós subjetiva y anícró- último pró..di.niento al Jtribuirle un papel inaugural en la anacronía
nica que. la que animaba, en ciertos puntos, eI Discours du rtcit, sigue inicial áe 1" Ilíaday al adelantar que sl "principio in medias res,segui
siendo cierto que las capacidades de répetición o.,interferencia" de"un do de un regreso explicativo, se convertirá en uno de los tlPo: forma-
relato no deben desvaloriz arse a priori sino todo lo contrariot3. La li- les del géneio épico". En realidad, la anacronía inicial de la llíada, de
teratura o, al menos, el relato en prosa, ha mostrado siempre mucha amplitud muy limitada, no es nada característica de un relato que' en
más timidez que las demás artes, especialmente la música, a la hora de su ionjunto, es muy cronológico, y el topos formal de la analepsis me-
explotar los recursos de la variación interna, y ése ha sido, sin duda, tadiegética es sólo éspecífico áe la Odiseay luego (porimitación) de la
un empobrecimiento. De modo que, cuando un texto como la Recher- Eneila. Ni siquierr épop.yas clásicas como la Jerusalén liberada recu-
(e ry-proxima a ello, aunque seide forma involuntaria, está permiti rren a é1, y las canciones de gesta ni piensan en ello. No es' en absolu-
do felicitarse. por ello. Al menos, nunca he pretendido reprocirárselo, to, un t.tgo típico de la ficción épica en general, y la formula de in me-
y creo que ningún lector de buena fe puede engañarse al iespecto. dias res tro en Hora cro (Ars poetica,v. 148) para caÍacterizar este
La segunda confusión de van Rees consiste en (hacerme) atribuir a "prr..e
procedimieñto de la Odisea, sino para elogiar cómo la llíada, sin con-
lo que yo llamaba orelato primero,, una preeminencia temática sobre iid.r"rt.obligada a remontarse, ni siquiera mediante una analepsis
completiva, hásta el huevo de Leda (ab oao gemino)'lanza a su público
.13 fu9lv9 a ello y, como puede verse, sin ninguna inflexión despreciativa, en el capí-
tulo de lafrecuencia, a-propósito del relato t.p.titiuo como el de'Robbe-irillet (pági Pág.76, pág. 81. La misma confusión en H. Mosher, I976, pág' 81'
na I47), cuyo principal mérito estético, hay que recordar, consiste en cómo r. t.pit.. En este sentido lo emplea L. Danon-Boileau, 1982, pág' 37.

22
en medio de una acción conocida (la guera de Troya) para abordar, de so, porque la síntesis estética ha precedido al análisis textual: Gcnctt.'
cabeza, su tema propiamente dicho: L cólera de Áquiies. Es decir, he ignora a Lámmert porque se sitúa lógicamente por delante de éste,
pecado por apresurarme a generali zar al dar demaiiado crédito , l, que ignora al primero por una raz6n más sencilla y apremiante. Otro
opinión de Huet16, eue ilustra más el canon de la novela griega y ba- cruce del mismo tipo nos confirmará, más tarde, QUe aquí, como en
roca que el de la epopeya, incluida la clásicar7. otros aspectos, la historia avanza, a veces, retrocediendo.
Para terminar con las cuestiones del orden narrativo, me gustaría
decir algo sobre una valoración de Dorrit cohnl8, qu. p.r.iLe una
"corelación estrecha entre las conceptualizaciones^ teÁporales de V
Lámmert ylos capítulos de Genette soble el orden y la duración,. Me
parece que la semejanza, así establecida, entre el Discours du rícitv Bau- La dificultad que supone medir la "duración" de un relato no es
ilrmen des Erzcihbni es válida esencialmente para las cuestione, d. or- parte esencial de su texto, sino sólo de su pfesentación gráfica: un re-
den, es decir, para las anacronías: la segunda parte de la obra de lato oral, literario o no, posee su propia duración y es perfectamente
Lámmert está dedicada por completo, en realidád, lo que él llama mensurable. Un relato escrito, que evidentemente no tiene duración
Rilckuendungen (retrospecciones) vorausdeutungen ^(antitipaciones).
y en dicha forma, no halla su (fecepción, y, por tanto, su plena existen-
conocía ya las grandes líneas del trabajo de Lámmert cuanio escribí cia, más que mediante un acto de representación, lectura o recitado,
mi obra, y es evidente que debería haber hecho más referencia a é1. oral o mudo, que sí tiene una duración propia, pero variable, según
Pero las intenciones de ambos sistemas son totalmente diferentes. La los casos: es lo que yo llamaba Ia pseudo'temporalidad del relato (es-
clasificación de Lámmert es esencialmente funcional v divide las ana- crito).
cronía.s.con.arregl9 r lugar tradicional (determinada, al principio o Dicha dificultad puede quedar, no resuelta, sino al margen por la de-
l,
al final,libre) y su función: de exposición, simultaneidad,digresión, o re terminación de una duración de lectura media u óptima, posiblemen-
traso, para las analepsis; de anticipación presciente o ,ro,-rrruncio in- te regulada por el propio texto, si se trata, pot ejemplo, de una escena
mediato o a largo pI.azo, para las prolepsis. A pesar de su aparato de de diálogo puro en la que la duración de la historia está indicada; aun
categorías y subdivisiones, este largo estudio (92 págLnas de gian tama- así, se trata sólo de una regulación media, porque, mediante acelera-
ño) es, en cierto sentido, menos analítico que el-mio: se afeira sintéti ciones y retrasos en los detalles, hay mil fbrmas de leer una página en
camente a formas canónicas determinadaJpor su lugar y su función tres minutos y nadie puede decir cuál es la "buena". Y tiene todavía
(el anuncio en el título, la exposición retrospectiva, elánuncio de tran- menos importancia porque el rasgo significativo, en este campo, es in-
sición, el epílogo por anticipación, etc.). Pór consiguiente, ambos tra- dependiente de la velocidad de representación (tantas páginas por
bajos..son complementarios. Pero me dala impreJón de que se han hora). Dicho rasgo consiste en otra velocidad, propiamente narratíva,
sucedido en un orden que es, a su vez, anacrónico y falsamente inver- que mide la relación entre la duración de la historia y la longitud del
rélato: tantas páginas para una hora. La comparación de ambas dura-
t6 Indudablemente ciones (historia y lectura) sufre, de hecho, dos conversiones: de dura-
muy extendida desde el Renacimiento, porque Amyot, al presen-
tar su traducción de Heliodoro, afirmaba en 1547: *Empieza en medio áe su historr", ción de historia a longitud de texto y de longitud de texto a duración
como los poetas herorcos.,
17 de lectura, y esta segunda sólo es importante para comprobar la isocro-
"Si se estudiase la sucesión temporal de acontecimientos en la Ilíada, se descubri nía de una escena. En realidad, dicha isocronía es aproximativa y con-
ría un orden rigurosamente cronológico, desde elprincipio (la disputa)hasia el final:
los
funerales de Héctor" (Rodney Delasanta, The Epii voici, La' Hayá, 1967, pág. 46). Meir uencional,y nadie (salvo qurzá van Rees) le pide más.
Sternberg, que cita (1978, pág. 37) esta valoración, la juzga demasiado absolJt, y i. opo El rasgo importante es, por consiguiente, la velocidad del relato, y
ne, con razón, analepsis como el catálogo de embarcaciones y los recuerdos dé Néstr. por ello creo, hoy día, que habría debido titular ese capítu\o, no Du-
Pero ello no autoriza.a-aplicar ala llía.da, en el sentido
-oi.rno que bien distingue ración, sino Wlocidad o, tal vez que ningún relato, supongo,
Sternberg (como yo) del sentido horaciano, la formula in mediasrrr. Ño se puede ,ri"-i- -dado
avanza con un paso absolutamente constante-, Wlocidades. Un rela-
lar seriamente la estructura temporal de la ltíada a la de la Odisea, qu. Sternbe rg analiza
de forma magnífica en los capítulos III y IV de su libro. to que indica, o permite deducir, los límites temporales de su histo-
18 1981b, pág.
159, n.3. ria (no siempre es el caso) se presta con facilidad a una medida taqui

24 25
métrica de conjunto. Así, si consideramos (posición que me parece antes algunas de Flaubert, se ,rr":;; al ritmo de la escena t)or str
la más razonable) qr. la acción de Eugénie Grandet comienza en 1789 carácter focalizado2l. Esta situación no es el único medio de dar carác-
y termina en 18331e, podemos deducir que el relato abarca 44 ai.os ter narrativo a una descripción que, como se sabe desde Lessing, se in-
en 172 páginas2O, es decir, alrededor de 90 días por página. La Recher- voca por alusión (pág. I34, n.5). Pero me equivoqué al oponer la des-
che,por su parte, abarca4T años en 3.130 páginas, o sea, más o me- cripción del escudo de Aquiles a un presunto <canon descriptivo" de la
nos, 5,5 días por página. El niño de tres años, que sigue a mi lado, lle- .pop.ya, la epopeya homérica, en cualquier caso, practica muy poco la
ga a la conclusión de que la Recherch¿ es, por término medio y grosso descripción ¡ lejos de ser la excepción de un conjunto descriptivo, el es-
modo,16 veces más lenta que Eugénie Grander, lo cual no sorprenderá cudo podría considerarse el único obieto descrito con detalle en todo
a nadie, pero iquién lo tba a pensar? Homero22. Sus imitadores, como Virgtlio y Qrinto, toman de é1, devo-
Esta comparación externa no pretende ser muy significativa, pero tamente, el topos del escudo, pero la precaución narradora (el relato de
qutzá sería interesante extenderla, en la medida de lo posible, a otros las fases de fabricación) desaparece,en ellos y la descripción, por tanto,
grandes textos narrativos. La comparactón intern¿ consiste en medir, se convierte en pausa, aunque el objeto descrito Sea, a su vez, instru-
de forma más o menos detallada, las variaciones de ritmo de un texto mento de una narración en segundo grado: una simple animación del
narrativo. La medida que se utiliza en Figures III parala Recherche, aun- cuadro, como en Qrinto, o una verdadera acción, como en Virgilio,
que es tosca (e hipotética en relación con algunos datos), demuestra, donde el escudo de Eneas <cuenta> la historia de sus descendientes, es-
al menos, la inmens a uariabilidad del relato proustiano: de una página pecialmente la batalla de Actio: existe, desde luego, un carácter naffati-
para un minuto a una página para un siglo, mi niño de tres años esta- ,ro, pero intemo del objeto descrito, que no elimina la pausa23. No po-
blece una relación de 1/50.000.000. Una comparación combinada dría hacerlo más que si el narrador insistiera en la actividad perceptiva
(externa e interna) permitiría establecer una relación de relaciones y, del espectador y en su duración, lo cual nos llevaría, de nuevo, ala na-
por ejemplo, confrontar la capacidad de aceleración y desaceleración nación mediante Ia focalización: Virgilio da ciertas muestras de ello.
en Proust y Balzac; confrontación muy útil para un banco de pruebas En resumen, no toda descripción supone una pausai pero, por otro
destinado a los aficionados a las emociones fuertes. lado, ciertas pausas son, más bien, reflexivas, extradiegéticas y del or-
A estas consideraciones, puramente cuantitativas, debe añadirse un den del comentario y la reflexión, más que la naración: ampliemos
estudio más cualitativo, extrapolado de la oposición clásica entre su- nuest¡o campo y citemos los capítulos-ensayos que abren cada uno de
mario y escena, a los cuales he propuesto añadir la elipse y la pausa. los libros de TomJones o las disertaciones histórico-filosóficas de Gue-
Só1o los tres últimos "movimientos" (en sentido musical) poseen una rra))paz. No podemos decir aquí, como en el caso de la pausa descrip-
velocidad determinada: isócrona para la escena, nula para la pausa, in- tiva, que el relato se retrase e inmovilice el tiempo de su historia para
finita parala elipse. El sumario es más variable, pero aquí, de nuevo, recorrer su espacio diegético; se interrumpe para dejar sitio a otro tipo
sería necesario un estudio estadístico para medir su variabilidad, qui de discurso2a. Confio en que pueda verse la dificultad que supondría
zá menor de lo que se imagina a priori. En realidad, la noción más di-
ficil de aislar es la pausa.La defino (pág. I28, n. 1) de manera restric- 2r Entre ambos, Zola practrca, de forma bastante sistemática, una focalización de
tiva y reservo su uso prácticamente para las descripciones, más exacta- principio o de fachada que me gustaría llamar pseudo-focalización y que se otorga el pre
mente las descripciones que emprende el narrador deteniendo la texto, bien estudiado por Philippe Hamon, de un personaje espectador, para después
rebasar la verosimilitud de esa escenificación.
acción e interrumpiendo la duración de la historia: es ficil ver que 22 La tdea heredada de una abundancia descriptiva en la epopeya procede, sin duda,
este tipo correspon de a Balzac. Las descripciones proustianas, como de la costumbre que tenían los estudiosos clásicos de la poesía de llamar "descripción"
a todo tipo de episodio, más o menos decorativo o distractivo, y aieno a la marcha ge-
re Pléiade, pág. 1.030: neral de la acción, como los Juegos firnebres.
"El Sr. Grandet era en 1789 un maestro-tonelero muy tranqui- 23 Eneida,YIII, Suite d'Homire, V; cfr. R. Debray-Genette, 1980.
1o..."; pág. I.I99: Eugénie tiene treinta y siete años, "¡ssssita un nuevo m¿trimonio",
2a Es decir, veo una diferencia más señalada entre el discurso de comentario y el dis
última página fechada en eltexto, en septiembre de 1833 (que no corresponde forzosa-
mente a la fecha real de redacción, que aquí carecería de importancia). curso narrativo que entre éste y el discurso descriptivo; o, mejor dicho, lo descriptivo
20 Pléiade, que voy a comparar a otras páginas Pléiade del mismo tamaño parala Re- (en un relato) no es, para mi, más que un aspecto o una modulación de lo narrativo. Ya
cherche. lo he dicho pero, como se verá, ha sido un punto mal comprendido.

26 27
tener en cuenta tales paréntesis en una medida de la velocidad del re- diante un hecho singular que se da como ejemplo ("así, una vez...") o
lato con relación a la historia. excepción ("sin embargo, una vez...>).
No obstante, sigue siendo cierto que su presencia modifica el ritmo PÉilippe Lejeune2s indica, con mucha razón, que el relato autobio-
narrativo (por abusar de la metáfora musical: más a la manera de un gráficof áesde Rousseau o Chateaubriand, recurre al iterativo más que
calderón que de un rallentendo) y que tal vez sería mejor dejar sitio, al él relato de ficción, sobre todo (como es natural) en la evocación de
estudiarlo, a un quinto tipo de movimiento, la digresión reflexiva: lo los recuerdos de infancia. La importancia del iterativo en Proust se
menos que se puede decir es que, desde luego, no está ausente en la debe, por tanto , ala imitación del modelo autobiográfico y aIa parte
Recherche. Es verdad también que, aunque la distinción entre ambos ti real dá autobiografia, pero hay que recordar que dicha importancia no
pos está perfectamente clara en principio, con frecuencia resulta incó- caracteriza sóló a Combray o Balbec { sino también a Un amour de
moda en la práctica y el detalle. tA cuál de ambos pertenece, por Szuann, que ya no tiene nada de nrecuerdo de infancia". Lejeune aña-
ejemplo, esta frase de la Chartreuse: "Clélia era una pequeña sectaria de de que ciertos capítulos del libro III de las Mémoires d'outre-tombe (la
liberalismo"? vidi en Combourg) proceden, como la evocación del domingo en
Combray, mediante la combinación de una diacronía interna y otra
externa y mezclan el transcurso de una jornada, el paso de las estacio-
VI nes y el-envejecimiento del héroe. En mi opinión, no llega tan lejos
como Proust, pero isabemos todo 1o que éste encontraba en Chateau-
El capítulo sobre la frecuencia no ha provocado casi ninguna críti briand de su propio régimen de memorias ¡ por consiguiente, naÍÍa-
ca, más que laincidental,y y^ mencionada, de van Rees. Dorrit Cohn, tivo?
que no halla casi nada original en los dos primeros, califica éste, con Por otro lado, Daniéle Chatelain encuentra ejemplos de "iteración
mucha indulgencia, de "special and outstanding genettean presento, l"vna interna, (Discours du récit, pág. 150) en varias escenas de novelas clási
reserva genettiana especial y muy notable"]2s.Talvezhabría que hacer cas (Balzac, Flaubert) y, más aún, en Saint-Simon. El parentesco es'
más justicia al estudio decisivo, en el aspecto crítico, de J. P. Houston, otravez, evidente, pero no hay que atribuir demasiado a la iteración
que, diez años antes, había dado en el clavo al hablar de la importan- interna he hecho a propósito de la mañana en Guermantes-
cia del iterativo proustiano26. Tengo poco que añadir sobre este tema, algo que -como
deriva, más sencilla y naturalmente, del impe_rfecto descripti
salvo repetfu que Proust no inventó, en absoluto, dicho tipo de relato, ú célebre descripción del mar por la mañana enlasJeunesflhs en
"o.
pero sí fue el primero o, más bien, el segundo, después del Flaubert de flrurs ofrece, .ott.ettitada en dos páginas2e, un buena ocasión de dis-
Boaar1f,, que lo liberó de la subordinación funcional (respecto al sin- tinguir entre ambas formas, así como de diferenciar la iteración inter-
gulativo, por supuesto) a la que 1o tenía sometido el régimen narati na (.p¡ todo momento, con la toalla tiesa y almidonada...") y la itera-
vo de la novela clásica. Esta emancipación llega a una transformación ción externa (en este caso, proléptica): ,Ventana en la que, a continua-
funcional completa en la forma llamada pseudo-iterativa (en la que un ción, debía mostrarme cada mañana, etc.n
suceso manifiestamente singular se convierte, desde el punto de vista Una última palabra para atenuar la posición formalista de la última
gramatical, en iterativo) y en la ilustración de una norma iterativa me- parte (,El juego con el tiempo"): la figura central del tratamiento
proustiano de la temporalidad narrativa es, sin duda, la que.he.deno-
2s Loc. cit. minado silepsis, a propósito de 1o iterativo, pero que puede decirse
26 La traducción francesa se halla en el libro Recherche de Proust, Seuil, 1980. también de las estructuras ordinales que caractetizan, pof ejemplo, a
27 A veces desconocido como tal, incluso incomprendido, víctima de la incompeten- Combralt,y que rcalizanun reaSrupamiento temático de los sucesos al
cia narrativa de ciertos lectores: seguramente por no saber descodificar un iterativo, Sar- margen de su sucesión cronológica oreal", es decir, por Supuesto, pese
tre parece haber pensado, toda su vida, que Emma hace el amor sólo en dos ocasiones:
una con Rodolphe y otra con Léon (L'arc 79, pág. 40). Sin duda, Flaubert debería ha-
.rár indicada como tal por el texto o ser deducible a partrr de este o
"
berse desprendido de un relato mediante la "jodienda"... Y, sin embargo, Sartre no era
precisamente el más estúpido de los lectores; el más preuenido, quizá: no le hacía falta 28 1975,pág. Il4.
que Emma fuera aerdaderamente sensual. 2e Pléiade, I, págs. 672673.

28 29
MODO

aquel indicio, como la edad o el trabajo del héroe. Silepsis tempora- un género mixto, la oposición entre sus aspectos puramente narrati
les, pues, y la reminiscencia, a su manera, es una de ellas, vivida. pero vos (diégesis) y, a través del diálogo (mímesis en el sentido platónico),
la metáfora es(en este sentido) una silepsis por analogía, Ío cual le per- sus aspectos dramáticos. La confusión de términos es, pues, muy sig-
mite, como sabemos, ypresentar la reminiscéncia. por consiguiente po- nificativa y, €n cierto sentido, bienvenida.
d¡íamos tener en la silepsis lo que Spitzer llamaba eI erymoi estilístico He vuelto a decir "regulación de la información narrativa", aunque
proustiano3o. esta formula, de aspecto un poco técnico, en ocasiones haga rechin¡r
dientes, entre ellos los míos. Voy a affancaÍ dos o tres de ellos al prc-
cisar que empleo iffirmación para no usar rePresentación, que nre prrc-
WI ce, pese a su éxito, un término hipócrita, un compromiso bastardcl clt-
tre información e imitación Ahora bien, pof fazones expuestas tnil vc-
La elección del término modo para reagrupar las cuestiones relativas ces (y no sólo por mí), no creo que exista imitación en cl relato,
a los diversos procedimientos de ,,regutaói¿n de la información narra- porque éste, como todo o casi todo en literatura, es un acto de _lengua-
tiva" era cómoda ¡ a mi juicio, legítima, pese al carácter evidentemen-
Je y, por consrguiente, no puede haber más imitación en el relato, en
te metaforico del paradigm a tiempo/modo/aoz. Su verdadero inconve- particula¡ que en el lenguaje en general3a. Un relato, como todo acto
niente ha surgido después, cuando he tenidort qu. insistir en la opo- verbal, sólo pued e informar, es decir, transmitir significados. El relato
sición, verdaderamente indiscutible, entre reláto y representación no <representa> una historia (real o ficticia),Ia cuenta, es deci¡ la signi-
dramática, eu€ no podemos designar más que como los dos modos fica mediante el lenguaje, con la excepción de los elementos aerbales
fundamentales de la "representación, verbal llas comillas son una se- preaios de esa historia (diálogos, monólogos), que tampoco imita, no
{e protesta, y en seguida 1o explicaré). De ahí esta confusión, ya
na] porque no pueda, sino simplemente porque no lo necesita, porque
señalada32, de un término único para dos nociones distintas y ,n puede reproducirlos directamente o, para ser más exactos, transcribir-
4^
das, puesto que el modo, en el sentido del Discours du rícit, e; uno de los. No hay lugar parala imitación en el relato, que siempre se queda
los aspectos del funcionamiento del modo en el sentido de Introduction más acá (el relato propiamente dicho) o se pasa (el diálogo). Por con-
á I'architexte. Podría argumentar, como la mujer al caldero, que, para siguiente, el par diígesis/mímesis es desigual, a no ser que deseemos,
empezal, no tenía opción, porque la palabra se imponía en ambos ca- como hacíaPlatón, interpretar mímesis como un equivalente de diálo-
sos; a continuación, que he hecho bien, porque resulta que las cues- go, no con el sentido de imitación, sino de transcripción o térmi-
tiones de modo en sentido estricto son las-más caractirísticas del no más neutro y, por tanto, más justo- cita. Evidentemente, no es ésa
-un
modo narrativo en sentido amplio y, además, son aquellas en las que la connotación que posee para nosotros la palabra griega, que quizá
se encuentra como en un abismo, dado que el relato es, casi siemprJ3, habría que sustituir (a menos que nos decidamos a hablar francés) por
rbesis. En un relato, no hay más que rhesis y diégesis: en otro lugar de-
r0 En la página 146 evocaba la hipótesis
de un relato nanaforico,, caso particular del cimos, con gran claridad, texto de personajes y texto de narrador. Es,
lngula.tlvo, que relataría un suceso repetitivo con tanta frecuencia como se produjera. más o menos, lo que intentaba expresar con mi oposición entre el "re-
Shlomith Rimmon, 1983, pág. 57, halla un bonito ejemplo en el capítul" Xk del'eu- lato de palabras" y el "relato de sucesos>, pero ambas posturas vol-
jote, en el que Sancho se propone dar cuenta, oveja a ou.jr, de la travesía del Guadilna
veré a ello- no coinciden exactamente.
-y
en barca de un rebaño de trescientas cabezas. Don
Qrijote le interrumpe invocando los
derechos (y deberes) de la síntesis iterativa:
"Haz cuinta que las pasó todas: no andes
yendo y viniendo desa manera, que no acabarás de pasarlas .tr ,., año., Sancho, que
no ha leído a Heráclito ni a van Rees, no sabe objetai que los trescientos p"ro, .ro'.r"r-t prudencia: "todo lo que puede ser esD; y no hay (salvo nuevo error) una sola línea de
totalmente idénticos, y pierde el hilo de su cuenta. diálogo enlas Mémoires d'Hadrien.
3t 7979, passim. ia El aficionado a las etimologías se consolará , tal vez, con la idea de que el latin dito
32 r9B2,pág.332.
está emparentado con el griego deiknumi y, por tanto (?), que decír es mostrar. No obstan-
33 Casi: esta reserva
me da ocasión de corregir una equivocación del Architexte, don- te, me temo que ello no representa la incapacidad original del lenguaje para <represen-
de excluía (pág. 2S) toda posibilidad de un relito largo (epopeya o novela) sin diálogo. tar, 1o que designa sin acompañamiento de un gesto: para más seguridad, muestre con el
Por el contrario, la posibilidad es evidente, y el prinCipio de-Buffon debeiía incitar a'la dedo a4uello de lo que habla.

30 31
iusraNcm? iolsraNcn?

No lamento, pues, pese a mi tolpeza de términos, haber acuñado ra, se trata siempre de eso) ha encontrado periódicamente la oposición
así la categoría de la distancia, es decir, la modulación cuantitativa de la valoración inversa: Platón contra A¡istóteles (ya sé); \Talzel y Frie-
("icuánto|") de la información narrativa, Ia perspectiaa que, por su par- demann contra Spielhagen; Forste¡ Tillotson, Booth contra James,
te, organizala modulación cualitativa: "ipor qué medio?" Beach38, Lubbock, etc. Mi propósito no es asociarme a esta contravalo-
ración (aprecio tanto a Flaubert,James o Hemingway como a Fielding,
Sterne o Thomas Mann3e), sino discutir la base misma del debate o
VIII desplazarla: una vez más, la única equivalencia presentable de diégr
sis/mímesis es relato/diálogo (modo narativo/modo dramático), lo cual
Este estudio de la distancia modal era esencialmente crítico, en re- impide por completo traducirlo por contar/mostrar, porque este último
lación con la antigua noción de mímesis ¡ sobre todo, su equivalente verbo no puede aplicarse con legitimidad a una cita de palabras.
moderno de shouingy, por consiguiente, respecto a los pares de opo- La oposición diígesis/mímesis conduce, pues, a la distribución suce-
siciones que los comprenden. Este aspecto negativo, muy próximo al sos/palabras, en la que se refleja con fundamentos más sanos: en el re-
que inspira la Rhetoric of Fiuion de Wayne Booth, no debía de estar lato de palabras, con areglo a los grados de literalidad en la reproduc-
muy bien indicado, puesto que se han equivocado lectores como Mie- ción de los discursos; en el relato de sucesos, con arreglo al grado de
ke Bal, que me reprocha3s consagrar varias páginas a una categoría "su- recurso a ciertos procedimientos (o, de forma menos deliberada, pre-
perflua". Yo también la considero así, pero su inmenso éxito en diver- sencia de ciertos rasgos) generadores de la ilusión mimética. Dichos ras-
sas épocas hacía necesario hablar de ella, algo que no podía sino apor- gos son, a mi juicio ¡ tal vez, en un orden creciente de eficacia:
tar más claridad. 1. La presunta eliminación de la instancia narrativa la cual el ejem-
Por otro lado, sería erróneo creer que la valoración inherente a este plo de Proust mencionado en las páginas 187-188 aporta, -a cuando menos,
par ha actuado siempre en el mismo sentido o de la misma forma. un matiz, y qurzáun desmentido-, que remite a un heclo de vozao;
Para empezar, los partidarios de la mímesis no siempre incluyen en 2. el carácter detallado del relato, que remite, a su vez, a un hecho
este término, o sus equivalentes, el mismo tipo de actitud narrativa: de velocidad: es evidente que un relato detallado, con ritmo de
"esce-
Susan Ringler muestra que, con medio siglo de distancia, Lubbock y n¿", da al lector una impresión de presencia mayor que un sumario rá-
Chatman glorifican, en nombre del shozuing, dos textos tan distintos pido y lejano como el segundo capítulo de Birotteaw. "De esta multi-
de aspecto como Los embajadores y TIte KillerF6, y hoy podemos asom- tud de pequeñas cosas Diderot- es de 1o que depende la ilu-
bramos de ver que el primero aplica la fórmula "la historia se cuenta sién"41; -decía
por sí misma" a un estilo narrativo tan indiscreto como el de James37.
Después, la valoración del realismo (puesto que, de una u otra mane-
3. por último ¡ tal vez, sobre todo, dichos detalles crearán más "ilu-
sión" cuanto más inútiles parezcan desde el punto de vista funcional:
es el famoso "efecto de realidad" de Roland Barthes, cuya función es-
3s 1977, págs. 26-28. tética (porque la ausencia de función pragmáticaa2 hbera una función
36
"Chatman define TIte Kilbrs como "showing" porque dicho texto satisfáce sus cri-
terios de la ficción realista, Lubbock define Los embajado,'¿r porque satisface los suyos"
(1981, pág.28). La propia S. Ringler ha estudiado el origen del par telling/sbouing que rs Cuyo ltbro TIte XXth Century Nouel, 1932, se inicia con un capítulo-manifiesto ti-
todo el mundo atribrrye, explícita o, como yo en la pág. 185, implícitamente, a la escue- tulado "Exit Author". A lo cual W. Kayser responderá con firmeza y razón (ya sé): "La
la jamesiana. Ella demuestra que, en realidad, no está presente en James, Lubbock ni muerte del narrador es la muerte de la novela."
Beach, y supone que sus introductores pudieron ser Wellek y'Warren. Pero, desde lue- 3o Para ser totalmente honrado, no es verdad.
go, se trata sólo de palabras. a0 M. Bal (1977, pág. 26) me atribuye
implícitamente la formula "infbrmador * in
37 Aplicación indirecta, para
f rrrmación : C,,, que yo presento en la pág. 187 sólo para rechazarla, en un discurso in-
decir la verdad: en sus dos apariciones más característi-
cas Qhe Craft of Firtnn, págs. 62 y 113), la fórmula apunta a Flaubert y Maupassant. La directo libre en cuya ironía perceptible creía, erróneamente.
segunda, además, está matizada ("La historía parece contarse ella sola"), pero la primera aI Eloge de Richardson, Garnier, pág. 35.
es mucho más absoluta y francamente normativa: "El arte de la ficción sólo comienza {z Aquí (como en Palimpsesres) entiendo por pragmtítico lo que se relaciona con la ac-
cuando el novelista concibe su historia como un objeto que debe mostrar, exhibir de , ión. Las funciones (por excelencia), según Propp o el Barthes de [ntroduction á I'analtse
forma que se cuente por sí sola."
'lts rícits, son firnciones pragmáticas.

32 33
iolsraNcn?
iorsraNcn?
de otro orden) había subrayado ya George orwell en su estudio so-
ción, ro. tengo ni idea de lo que hablo) proceden del mismo ho-
bre Dickens: "La marca suprema e infalible del estilo de Dickens es .o
rror al vacío semántico, o incapicidad de ioportar la continlencia,
el detalle inútil (unnecesary detail)... El toque infalible de Dickens, en
que las más enloquecidas (peró siempre f;íciies) supuracionei crati-
el que ninguna otra persona había pensado, es [en la historia del
listasa6.
niño que se había tragado la pulsera de su hermana, en los Pickuick
Mieke Bal se deja llevar de su entusiasmo hiperfuncionalista y llega
Papers] la paletilla de cordero con patatas, asada al horno. iCómo
a atribuirme "el antiguo prejuicio que niega , ü d.r.ripción toia fun-
hace avanzar la historia este detalle? La respuesta es: de ninguna for-
ción propiamente.narativa, (pág.^26). ,\áemás de qu. di.h, pori"r.
ma. Es algo completamente inútil, una pequeña floritura al margen;
sería, como ella misma r..onote, contraria a lo qu. h. escrito
pero son precisamente esas florituras las que crean el clima propio
lugaresry, me parece que presenta una concepción terriblemente
á otro,
de Dickens... La unidad de la novela se resiente, pero no importa, estre-
porque Dickens es, sin duda, un escritor en el que las partes son ma-
cha de lo "propiamente na'ativo,: sólo .or qu. la descrip;i¿;;i*,
para
yores que el todo." Por su parte, Michael Riffaterre destaca, a propó- "hacer realr, incluso "embellec eÍ>>,yaes algo. pero yo ,ro h. dilho
jamás eso: no toda. descripción, repito, .s .f.Ito
sito de un verso de Shakespeare43, estos dos rasgos, a su juicio funda- de réalidad; v, ,..i
procamente, no todo efecto de realidad es necesariamente descriptivo,
mentales, de un verso "realistao: nPara empezar, es exacto [es mi ras-
por ejemplo: "Se sonó ruidosamente y dijo...',, o el verso de Shakes-
go 2 del relato detallado]; y, en segundo lugar, muestra una acción
peare. citado por Riffaterre. un detalle
sin indicar sus causas ni sus fines, de forma que creemos ver, ante
muy bien ser... una acción.
"inútil para la acción" p*d.
nosotros, la cosa en sí."
En mi opinión, una objeción más seria es la siguien te: en el momen-
La coincidencia de estos tres autores (Orwell, Barthes y Riffate-
to, es decir, en la primera lectura, nada dice si el áetalle encontrará,
rre) a quienes, por lo demás, separa todo, me parece indicar una evi- o
no, más adelante su función pragmática: el barómetro de Mme. Au-
dencia, la misma que expresa el sentido común con un (eso no se
bain podría caer, un día, sobie Virginia y matarlaa8. su prp.i .o-o
inventa"4a. Pero, desde luego, la afuncionalidad pragmática de este
operador de mímesis sólo puede ser renáactiao, en,.gu.ri, lectura
tipo de detalles (la paleta de cordero de Pickuick, o el barómetro de o
rem€moración posterior, lo cual resulta poco .o*prtible con el
Un coeur simple, o la arena susurrante de la lliada) puede siempre en- efec-
to de inmediatez que presuntamente persigue. Eita objeción no es
contrarse con la oposición de los partidarios, hasta el fin, del fun-
estúpida (como ya se rl!.),pero
cionalismo, que tienen siempre una visión estrecha de él porque se -. pár..e"también quá cierta com-
petencia na'ativa y estilísticá puede ayudar al lector a percibir de
niegan a admitir que exista más función que la pragmática: así, Mie- for-
ma intuitiva el carácter pragmático, o no, de un detailÉ. Existe un
ke Balas explica que la arena de la lliada debe ser susurrante para que có-
digo ¡ por supuesto, ,,deb...'or saber, que un barómetro, o urr.-jir-
la naturaleza, al cubrir la voz del viejo o unirse a su oración, se so-
,:.1r, pueden tener la misma función en Flaubert que .n Aga?h"
lidarice con Chryses... Tales motivaciones (porque es una rnotiva- "."
Christie.

a3
And maidens bleach their silmmer smochs (Loae Labour's Lost); Riffaterre, 1982, pági a6 También
na 102. me han sugerido que la arena susurrante sería aquí, como posteriormen-
aa El uso de dichos efectos de realidad te p_ara Demósrener, ayyda para algún ejercicio de logopeáia...
no está reservado, desde luego, a la literatura. a7 Figures :1"
II'págs.56'6r- Pero la formula ancilldnarratñn)s se inte¡preta al contra¡o,
Bouvard y Pécuchet, al leer a Walter Scott,
"sin conocer los modelos, encontraron es- a veces' por un extraño deslizamiento de lo auxiliar
tos cuadros parecidos, y la ilusión fue complet¿" (cap. V];pero YaIéry (oeuares,ll, pági a lo superfluo. Aií, L. Holmshawi:
na 622) observa asimismo que, en pintura, nos resultan nparecidos" muchos retratos a "La-teoría (de Genette) priva a la descripción de toda función verdaderamente na'ati-
va. La descripción es accesoria, superflua, y pretende un .,efecto
cuyos modelos no conocemos (por otro medio): la razón es que incluyen signos de rea- de realidad,, .onJen"-
do a un papel auxiliar en el relato, (19g1,'pág.23). Sin embargo,
lismo como rasgos acusados, estrabismos, verrugas, que creemos que nadie se inventa- la ancillan, J.Á,
trado, en más de una ocasión, su capacid"d, ,Lro * uo."liá",
ría. En última instancia, para <crear realidad", basta con crear feaidad. A la inversa, una de converti Íse en seraa
padrona.
Virgen de Rafael no podría nunca resultarnos parecida (ia quién?), cuando, a lo mejor,
es el retrato fiel de una joven romana de rasgos puros. ]' :(*ryn chejov)si al principio.de una.novela se dice que hay un clavo en la pa-
4s 1977, pág. 93. red, al final el héroe debe colgarie de ese clavo, (8. Tom..i.,rr(
Théorie de la littérature, pág.282j. "1¡¿-rtiqu.,r'.r,

34
35
F-I- RE,IATO DE I-A,S PAI-ABRAS DE, t-AS PAIABRAS

encontrado oposición, pero Dorrit Cohn ha criticado varios de sus as-


pectosae.
x Si dejamos al margen un desacuerdo puramente terminológico, so-
bre el que volveré, las principales críticas de Dorrit Cohn son tres. La
La sección dedicada al "relato de palabras" (págr. I89 203) podría primera es que no he desarrollado suficientemente el estudio de lo
rebautizarse mejor de esta forma: "Modos de (re)producción del dicur- que denominaba "discurso inmediato" y que ella propone, con razón,
so y el pensamiento de los personajes en el relato literario escrito." bautizar monólogo autónomo: se trata del tipo de discurso tradicional-
(Re)producción pretendería indicar el carácter ficticio, o no, del mode- mente denominado, desde Dujardifl,.monólogo interioro. Es una crí-
lo verbal con arreglo a los géneros: se supone que la historia, la biogra- tica que tiene fundamento: no dedico a dicha forma más que dos pá-
fía y Ia autobiogra{ra reproducen discursos efectivamente pronuncia- gin_1s (193 r94). El motivo es, como ya he dicho, lo escaso de este pro-
dos; la epopeya, la novela, el cuento, el relato corto fingen reproducir cedimiento en Proust. Pero me resulta fácil consolanne de esta laguna
y, por tanto, en realidad, producez discursos inventados por completo. si tengo en cuenta el excelente capítulo sexto de La transpdrenci inté-
Se supone: son los convencionalismos de los géneros, que no necesaria- rieure, que la llena mucho mejor de lo que yo habría podido hacer; de
mente corresponden a la realidad, desde luego: Tito Livio puede in- forma que a él remito al lector.
ventarse una arenga, Proust puede atribuir a uno de sus héroes unafra- La segunda insuficiencia señalada y reparada por Dorrit Cohn es el
se realmente pronunciada delante (o detrás) de él por alguna persona pán1fo, demasiado breve, dedicado en Discours du récit (pág. r9z) al
verdadera. Si aceptamos dejar de lado estas excepciones, la produc- "estilo indirecto libre", que presento como una simple "varianieu del es_
ción de discursos propia de la ficción es una reproducción ficticia, que tilo indirecto y del que me limito a señala¡ como otros, su doble am-
se basa de forma ficticia sobre los mismos contratos y que plantea de bigüedad: la confusión entre discurso y pensamiento, y entre persona-
forma ficticia las mismas dificultades que la auténtica reproducción. je y narrador. Una vez más, la razón esencial de mi discreción es la re-
Los mismos contratos: por ejemplo, las comillas que indican (com- lativa escasez de esta forma en Proust. Otro motivo hará sonreír hoy a
prometen a) una cita literal, una completiva de estilo indirecto que los especialistas: me parecía que el tema se había tratado suficiente-
permite más libertad, etc. Las mismas dificultades: puede (suponerse) mente desde el punto de vista gramatical y estilístico desde su ,,descu-
que la (re)producción literal se haya traducido, como los discursos de brimiento,, á principios de siglo (citaba constantemente el libro de
los jefes romanos en Polibio o Plutarco, o los de los héroes de la Char- Marguerite Lips, que me sigue pareciendo la contribución más satis-
treuse o tespoir,lo cual merma un poco su literalidad; y, en todos los factoria de la escuela de Ginebra). Desde L972,la bibliografia sobre el
casos, el ,.pase', de lo oral a lo escrito neutraliza de forma casi irreme- tema ha aumentado de forma considerable, entre otras .órrs, con el li-
diable las particularidades de la elocución: timbre, entonación, acen- bro de Roy Pascal (1977), el capítulo III de Dorrit Cohn y una vasta
to, etc. Casi: el novelista o el historiador pueden recurrir a paliativos controversia suscitada por un artículo de Ann Banfield (1973). No
externos (la descripción del timbre y la entonación) o internos: nota- hace falta que vuelva aquí a referirme a esta Iarga historia, que proba-
ciones fonéticas, como enBaIzac, Dickens o Proust. Por tanto, no hay blemente no se ha terminado y que ha visto cómo varias escueias lin-
que tomar muy literalmente el término de (re)producción, y ciertas de güísticas (el psicologismo vossleriano, el estructuralismo saussuriano,
sus limitaciones derivan de las formas orales del relato: ningún narra- el neohegelianismo bakhtiniano y diversas tendencias de la gramática
do¡ por ejemplo, puede reproducir con rigor el timbre de uno de sus transformacional), entre las cuales no pienso arbitrar, se deáicaban a
personajes. El contrato de literalidad no se refiere nunca más que al estudiar una forma gramátrco-estilísticay se enfrentaban por ella. En
contenido del discurso. la bibliografía de este opúsculo, muy selectiva, se encontrárá una bue-
Dichas restricciones, repito, afectan sólo a uno de los modos de na veintena de títulos relacionados con el asunto y, para un estado
(re)producción, que he denominado "discurso citado". Los otros dos (casi) actual de la cuestión, remito al trabajo de Brian McHale (1978).
(discurso "traspuests> y <rrárrado") no llegan oficialmente a tener esos
problemas, porque no tienen como objetivo ese omimetismor, es de-
cir, la misma literalidad. Esta triple división, bastante extendida, no ha ]u 1981a y b.

36 37
EL REI-\TO DE LAS PAIABRAS

Para aportar mi ligero grano de arena, me limitaré a dos o tres obser- .fortune on a grand scaleufMi sueñ";;rd.,
,, sobria realidad
fenó- sobrepasaba lo que había imaginado; Miss Havisham iba a lograr mi
vaciones. En ..rarrio a 1á descripción propiamente gramatical del
fortuna a lo grande]s1, cuya continuación muestra, de forma especta-
meno, me parece que, sobre .it. p.tttto, Como sobre algunos otros,,la
h^a aportado más. que. una acumula-
cular, que se trata de pensamientos (erróneos) del héroe, y no del na-
gr;;^rir^ ir"rrfor*acional no rrador. Otro ejemplo en Balzac, esta vez en boca de un personajes2
EiJ" tn..odológica mal justificada por su contribución real, que lo
que cita su propio discurso anterior: "Yo le había dicho cosas muy
esencial (concoidancia de tiempos, Con,r.rtión de pronombres'
ausen-
de los deícticos de proximidad, la inte- emotivas: "Era celosa, una infidelidad me haría morir...".,
cia de reición, mantenimiento
de interjección y expresión) estaba En cuanto a su reparto histórico, aquí, de nuevo, con ciertas excep-
trog..iO" directa, ciertos rasgos Va
ciones, corresponde, con gran claridad, al área de la novela ,,moderna,
Ji.ño desde Bally y Lips, y dr., a medida qu€ se .avanza, el consenso psicorrealista, de Jane Austen a Thomas Mann, y más exactamente a
es bastante ampÍio. Sñ .-brrgo, la concordancia de tiempos
no es
ese modo narrativo que denomino
probablemente una regla si es que alguna
9úst9
en u.n tipo "focalización interna>, uno de cu-
"bs-olirt", yos instrumentos favoritos es, sin duda, el estilo indirecto libre. Afor-
ian abierto a la iniciatúa estilística. La expresión de una opinión que
tunadamente, no soy el primero en advertirlo: casi con los mismos
procede, o cree proceder, d_e un conocimiento, o de una verdad in-
términos, lo hacía yaFranz Stanzel en 1955. Esta observación afecta
i.-por"f, puede'entrañar el,paso al presente 8nómico o epistémico' evidentemente a un último aspecto, para nosotros el esencial, que es
Árí,'.r, B'oiaard Pécuchet:.,Qrerían áprender hebreo, que e.s la lengua
et
la función narativa de dicho tipo de discurso. Con frecuencia se ha
-rir. del celta, a no ser que-deriae dé ella" o ,.1a justicia administrati
.rfirmado (antiguamente los vosslerianos y hoy Cohn, Pascal o Ban-
va erauna monstruosidad, porque la administración, mediante favo
a sus funcionarios"' Marie- field) que este "estilo" era más adecuado parala expresión de los pen-
res y amenazas, gobierna'ittjusi"mente
semientos íntimos que la cita de palabras pronunciadas. Tal vez la afi-
J".qu.t, i. q,ri.n tomo estos ejemplos, ha destacadotérmino
Théíése
la im-
en mi opinión, su nidad sea mayor, pero no me parece consustancial, en absoluto, y la
porir.r.ír de esta forÁa en Bouaard. Pero,
, rbra de Flaubert abunda en destacados ejemplos en contra. También
,,estilo directo integrado, coloca excesivamente en el estilo directo
del dis- se ha insistido mucho (de nuevo los vosslerianos, Hernadi, Pascal) en
esta forma intermeiir, qrr. yo preferiría mantener en la esfera
ndiscurso indirecto ..'l valor de empatía, entre narrador y personaje, de la famosa ambigüe-
curso indirecto libre, médiante una fórmula como
,lad; Bally y Bronzwaer oponen a ello, acertadamente, la presencia
libre sin concordat áit d. tiempos,. Sería preciso ampliar el estudio t.rsi sistemáttca de indicios desambiguadores y el uso frecuentemente
sobre este giro cuyo monopolió no está en manos de Flaubert,
aun-
de Bouaardse preste particular-
rrrinico (Flaubert, Mann) de dicho procedimientos3. Los enunciados
que el conéxto .ii.lop.dicomaniaco
'.obre los que es claramente imposible decidirsa son muy raros y Ban-
mente a é1. ticldss afrma, con razón, que tales ambigüedades dependen menos de
En cuanto al reparto estilístico' pese a ciertos matices y excepclones
rrra identidad de pensamiento entre personajes y narrador que de una
tan marginales .o-o evidentes, eicarácter esencialmente literario
del
'lccción imposible entre dos interpretaciones, con todo, incompatibles,
pio..dñtiento parece irrefutable: Ann Banfield quiere llegar a hacer
del estilo indir.?lo [bre el signo de un modo nó co-unicativo
del
lenguaje, con exclusión de la frimera persona ¡ sobre todo, la segun-
Great Expectations, cap. XVIII.
J.t6, .á" lo que olvida ,n pr.r.rrcia innegable -enla narración autodie- ' Flortense Hulot en La Cousine Bette, cap. LX\T.
uas out; ryt uild
á"i.rt (.élebre) .j.-plo en.I)icken s és: "M) dream
"" surpatttá
La posibilidad de que lectores incompetentes o malintencionados no siempre per-

uas ,oig realitlt; Miss Haaisham uas going to makr m1 rii,r¡¡ ¡r1"t ironías forma parte de los gaies del oficio: E. Lerch supone, de forma algcr
hnrl U1,
l"¡,,'rbólica pero no sin razón, que Boaary debió su proceso por inmoralidad a pensa-
rntos de Emma en discurso indirecto libre, tendenciosamente atribuidos a Flaubert.
s0 En su reciente libro (1982), Banfield mantiene contra todas las objeciones y acen
Ejemplo (inventado, por supuesto): "Decidí casarme con Albertine: estaba decidi
l1r'rrte enamorado de ella." En cambio, un
túa hasta la caricatura una tesis'aún más extrema, según la cual
el estilo indirecto libre, "Estaba dtfnitiztamenl¿ enamorado de ella"
(unspeakabp), reve ,lt r.írt su ambigriedad (y se atribuiría únicamente a la ingenuidad del héroe) gracias al
árÁ, extraña e incluso, según ella, imposible pra la lengua hablada
r, ' de la novela.
una ausencia pur'l
laría, como los enunciados"en pasado simple (tambié¡-'indecibles"), 1978a, pág. 305.
y simple del narrador. Volveré a ello en el capítulo XV'

39
38
EL RETATO DE I-\S PATABRAS

como en los famosos dibujos ilusorios analizados Po.r Gombrich:


no sos estados de ros r,:,,:;ffi;";", críri,<,s,,r,.,,, s,r

porque el texto no siempre diga si es el personaie o el narrador quten puesto ya esta simetría, pero es Strauch quien la ha plantc.rtlo tlt' lor
th;;ilir*
qr. ¿.¿".ir r,...raiiamente que ambos pie.nsan lo.mismo' rna explícita, al distinguir en cada uno de estos tipos un estackr rt'¡irrl,,
o ap-
El últimó punto controvertido es el de la capacidad mimética ,v otro no regido; una distribución claramente pertinente para el irrtli
más' me parece que es- recto pero que no lo es para el directo que, por definición, no se cn
titud prr, .rrr. (re)producción.literal: una vez
la capacid?d d.iscur- cuentra nunca regido sino sólo introducido por un verbo declarativo e
.ro, á toda dir..rsfur, lo esencial, es decir, QU€ ++
del dtrecto
so'indirecto libre es inferiot ala del directo y supenor a Ia indicado mediante comillas o un guión. El "directo libre" no es libre
regido: ointermedi,c dice McHale-, no solo desde el punto de si no prescinde de estas marcas sin incidencia gramatical y, por tanto,
-bien de vista mimético"' Hernadi sus- sin verdadera rección. Entendido de esta forma, el término resulta útil
;f;;;;;tical, ,i.ro d.sde el punto
-tradicional
,*yJ también- la oposición d-iégesis/mímesis Por una para designar las formas más emancipadas y características de la nove-
á. tr., tér*inot en que el indirecto libre, con el nom- l.r modema, el diálogo y el monólogo: Uljtsses está sembrado.
ñ;ó" 1a
McHale
bre de ..narración sustitutiv¿', ocupa el lugar intermedio' Otra reserva sería la relativa al carácter automático e inevitable de
compleja, iott siete grados de "mimetismo" esta gradación de los efectos miméticos. Su validez es; más bien, la
propone una escala más
creciente que se suceden, mái o ,r1.rror, de esia forma:
1. el "sumario rle una norma estadística ¡ según los contextos, admite muchas varia-
su contenido' t'iones, excepciones y transformaciones: el contrato de literalidad im-
diegético,), eue m..rciorrá el acto verbal sin especificar
modificado éste y los siguientes): "Marcel habló con plícito en el uso del discurso directo no se respeta siempre y puede re-
il;ñpio'6. puramente diegé- tultar denunciado por el contexto narrativo; o, por el contrario, un as-
su madre durante una hora ';2. e\ "sumirio menos
tico,, que esPecifica el contenido: "Marcel informó a su madre
sobre ¡rccto de paráfrasis puede disimular una cita literal. Se pueden
primeros grados co- ('ncontrar varios ejemplos de esta paradoja en el artículo reciente de
,., ¿..iii¿t á. ..rtrse con Albertine's6; estos dos
indirecta del conte- Meir Sternberg (1982), que es una útil advertencia contra toda actitud
rresponden a mi ,,discurso narrado,; 3. "ya1áftasis
que que- ,logmática o mecanicista en este campo.
;id;" (discurso indirecto regido): ,.Marcel declaró a su madre
(regido). parcialmen-
ría casarse .on Rt¡.aine,,; Z. "áit..ttso indirecto
te mimético,,, fiel ciertos aspectos estilísticos del discurso
a
i*p-a"cido:',,Marcel declaró a'u -"dr.!-que glería,t::Tt^:::]:
X
fue a coníar-
Albertine,; 5. discurso indirecto libre: "Marcel
p.ql.nr
se a su madre: .r, .trol,rtamente necesario que se casara con Alberti- La tercera crítica de Dorrit Cohns8 se refiere a la asimilación que
ne>; estos tres grados corresponden a mi "discurso traspuesto"; 6' dis- lr.rgo, al menos desde el punto de vista de su tratamiento narrativo,
curso directo: ,,M"r..I dijo'a su madre: Es absolutamente
necesario ntre discurso y pensamiento, contemplando toda "vida psíquica"
.,discurso directo }ibre", sin signos de ' r )rr1o si consistiera en un discurso interior. Es una crítica inseparable
que me case con Albertiner; 7.
demarcación, es el estado au.tónomodel "discurso inmediato": "Marcel it' SU propio trabajo, cuyo objeto es precisamente dar a la "representa-
me case con Al- , rtin de la vida psíquica" el lugar concreto que mereCe, y, por tanto,
va a ver a su madre. Es absolutamente necesario que
b..iin., (esta forma sería poco plausible en Proust' pero es.moneda rrtr pu€do responder sin decir algo de su libro.

corriente d.rd. loi dos últimos estados corresponden a mi


i"V.e);
l{ecuerdo, en primer lugar, que, para Dorrit Cohn, las tres técnicas
r,rndamentales de dicha representación son el
"discurso citado". "psicorrelato" (prycho-
Esta distribución me parece muy razonable y me uno' gustoso, a ' rrration), análisis de los pensamientos del personaje que asume direc-

ella, con l" d. qrr. el térmiáo .,discurso directo libreo corre el


,.r.*, r rnrente el narrador; el
"monólogo citado" (quoted monologue), cita lite-
;*;; d. producir una simetría algo falsa o engañosa entre los diver- ' rl de esos pensamientos tal como los verbaltza el discurso interior, y

s6 Eyemplo real en Balzac: furia durante d:tez minutos" (La cousine Bett, Véase McH ale, 1978, pág. 259.
"Desató su
1981a, págs.24 y passim.
cap. )CQ.

40 4l

_l- I
(EL RETATO DE LOS PENSAVINNTOS?

der que er.,monó,.r;;, autónoma; y, por que yo sepa, una novela en primera persona; si lo dice porque el mo-
último, el "monólogo narado" ";;:,
(narrated monologue), es decir, referido nólogo de Molly Bloom sí está en primera personr, .rá ,^tbnno me
por el narador en forma de discurso indirecto, regido o libre. Todo vale, porque no lo está más que los monólogos citados (no autóno-
parece indicar, puesto que Cohn no se ocupa de los discursos efecti rnos) ya existentes en la novela heterodiegética clásica, que incluye
vamente pronunciados, que sus categorías y las mías son. perfectamen- .rcertadamente en su primera parte. Este reparto tan extrañó se debe, a
te convertibles, pero dicha conversión muestra tres diferencias. rni juicio, a una voluntad errónea de distribuir, es decir, a una sobre-
La primera consiste en los términos escogidos' su "psicorrelato, es valoración del criterio de persona60. volveremos a encontrarnos con
mi "discurso narrado>, su "monólogo citado" es mi "discurso citado" e ste amplio debate a propósito de la voz.
y su (monólogo narrado', es mi "discurso traspuesto". Confieso que La cuarta y última diferencia se refiere, como ya he dicho, a la asi-
no veo la ventaja de esta reorganización: "narrado" me parece dema- rrrilación, que yo hago y Dorrit Cohn rechaza con razón entre ,,vida
siado fuerte (y, pot tanto, demasiado cercano a -relato) para designar el ¡rsíquica" y discurso interior. Cohn quiere, legítimamente, dejar sitio a
discurso indirecto, e insisto en reservarlo para formas (del género nde- l,rs fbrmas no verbales de vida interior, y.s óierto que me equivoqué
cidí casarme con Albertine") que tratan el discurso o el pensamiento .rl colocar, bajo el té¡mino de
"discurso interior narrado', .r.t .nunii.-
como un sucesott, y aotttervar "traspuesto>, cuya connotación grama- ,lo como "Decidí casarme con Albertine,,, sin que nada nos garantice
tical está clara, para los discursos indirectos. La segunda diferencia se t¡ue
_corf€sponde a un pensamiento verbalizado. Afoxiori, lin duda,
refiere al orden adoptado. Dorit Cohn califica varias veces su "monó- t'n €l caso de una frase como ..Me enamoré de Albertineo. pero obser-
logo narrado" de modo intermedio: si es así, no entiendo por qué lo si \ () que, de los tres modos de representación que distingue Cohn, sólo
túa en tercera posición, y prefiero deiarlo en el segundo lugar que le , I primero deja sitio a esta cuestión; por definición, el ,,monólogo
ci
he dado en mi gradación. t,rtlo" y el "monólogo narradoo tratan-el pensamiento como un dlscur-
El tercer desacuerdo se refiere a la separación radical que hace Do- ',t r, tanto en su obra como en la mía (y, de nuevo,
ésta es la razón por
rrit Cohn entre los relatos (en tercera> y "en primera persona> y al pa- I,r r¡ue
"narrado" me parece mal escogido o, mejor dicho, mal situaáo).
pel estratégico primordial que atribuye a dicha separación, que gobier- lil psicorelato es el único que puede aplicarse por hipótesisól a un
na las dos partes de su libro (I, La vida interior en el relato de 3' per- l)('rsamiento no verbal (enamorarse de Albertine, o de óualquier otra,
sona; II,La vida interior en el relato de 1" persona) y que le hace, en ,t, decírselo o, incluso, sin ser consciente de ello). pero digo bien : pue-
cierta medida, ocuparse dos veces de las mismas formas, según se pre- ,/' Ilnamorarse de Albertine, o de su vecina, puede tanbiéi consistir en
senten en una naración heterodiegética u homodiegética. Sin embar- ,,. discurso interior, y el enunciado psiconárrativo, en este tema, no
go, creo que, desde un punto de vista formal, la situación narrativa ,lrt c ni sí ni no, salvo qurzá cuando se preocupa por marcar
el carác-
global no modifica el carácter del discurso o el estado psíquico evoca- r' I inconsciente del estado representado: si un nariador escribe: ,,Mar-
do. No veo (fuera de la persona gramatical, por supuesto) qué distin- ',l..sin darse utenta, se había enamorado de Albertineo, indica excep-
gue, por ejemplo, el auto (psico) -relato del psicorrelal.o, el monólogo au- r.r¡¿l¡¡snte que la frase
"Aquí esto¡ enamorado de Albertine,, rro h-
tonarrado del monólogo (hetero)narado. Sobre todo, me cuesta mu- 'rlr.r en el discurso interior de Marcel, lo cual no garanttzalaausencia
cho comprender por qué Dorit Cohn une su estudio del monólogo l, rlicho discurso: Marcel puede .,decirseu otras ñ.r.r, especialmente
autónomo al relato en primera persona: Ulltsses, en su conjunto, no es, t,r: uAlo estoy enamorado de Albertine,,,
eue el perspica| narrador

se Flaubert aconsejaba (carta a A. Bosquet, Con., ed. Conard, V,321) <contan Las ptt I )orrit cohn reconoce, en varias ocasiones (¡:ágs. 29, 167,
rg3, r94),la identidad
labras de un personaje secundario. Este término garantiza un poco nuestro "narrado", 1
u,,lrlemas en los dos tipos de situación narrativa, y la oposición fundamental
entre
pero no se sabe, en reaiidad, si se aplica a la narración propiamente dicha (como cuan '"tr.ttrcia y disonancia (del personaje al narrador) desempeña el mismo papel en las
do, en Bwary, "No tiene usted razón, decía la anfitriona, es un hombre magnífico", st' t,.rrtes de su libro.
convierte en "La anfitriona asumió la defensa de su cura") o a un simple discurso incli l:videntemente, no se trata de tomarpartido, aquí, en la polvorienta pregunta es-
recto, que es su posición más frecuente: es decir, si adopta mi terminología o la de D<, r '' Lrxisteel pensamiento. sin lenguaje?", sino sólo de hacer sitio a formis d-e *..pre-
rrit Cohn. Véase Claudine Gothot-Mersch. 1983. r, rrllr" que no resuelvan la cuestión con una negativa.

42 43
descirra por su .".".;;" ;;;:r,.nsibre de Dorrit Se ve que he colocado el "discurso traspuesto, (estilos indirectos), a
Cohn sobre una posible vida interior no verbalízada sólo sirve parcial- lavez,errdos casillas: estaba dudando y había previsto, triste decisión,
mente para ana de sus tres categorías. Cifremos arbitrariamente dicha una casilla intermedia. Pero, a fin de cuentas, creo que' por su voz
parte en l/2: la reserva de Cohn vale para l/6 de su propio sistema. udualr, bien merece esta doble presencia.
No quiero ser mezquino ni decir que tengo 5/6 derazón en su con- Por otro lado, he perseverado en el error y sigo sin conceder una ter-
tra; mi conclusión es, más bien, eu€ el relato de los pensamientos cera fila al relato de los pensamientos. He dicho antes por qué, pero
(porque se trata de eso) se reduce siempre, sin más, bien a un relato de voy a repetirlo: el relato reduce siempre los pensamientos a discursos
palabras, como yo he hecho con demasiada brutalidad, bien o *..t*; no hay lugar para un tercer término y, una vez más, esta fal-
-corno
habría debido hacer para los casos en los que no presenta, gracias a su ta de matices, que es culpa suya y no mía, se debe a su propia natura-
propio procedimiento, dichos pensamientos como verbales- a un relato lezaverbal. El relato, que cuenta historias, no puede referirse más que
de sucesos. De nuevo aquí, el relato no conoce más que sucesos o dis- a acontecimientos; algunos de esos acontecimientos son verbales; y a
cursos (que son una especie particular de sucesos, la única que puede veces, excepcionalmente y pafa cambiar un poco, los reproduce. Pero
citarse directamente enun relato verbal). La "vida psíquica" sólo pue- no tiene otra opción y, por consiguiente, nosotros tampoco.
de ser, paru uno u otro.
é1,
A esta dicotomía brutal, DoleZel y Schmid añaden otra, a la que ya
he hecho alusión: en un relato no hay ni puede haber, dicen ellos,
más que dos clases de texto: texto del narrador (Erzrihlertext)o texto de
personaje (Personerutexrl. S. puede estar tentado de volver ambas opo-
No quiero.volver a la distin.,UJl., generalmente admitida, al me-
nos en pnnclpto, entre las dos preguntas: "iQrién vs)" (cuestión de
siciones una sobre otra, como hace Pierre van den Heuvel. Pero no es
tan sencillo: mi dicotomía existe enfunción del objeto,la de Dolelel, en
modo) y "iqtien habla?,' (cuestión de voz), si no es para lamentar
una formulacón puramente visual y, por tanto, demasiado estrecha:
función del modo, y no son reducibles, porque un personaje puede ha- el final de la escena entre Charlus yJupien, en Sodome I' se centra en
cerse cargo de un relato de sucesos y el narrador puede hacerse cargo
Marcel, pero esa focalización es auditiva. No valía la pena sustituir,
d: relato de palabras. Sería más conveniente, por tanto, disociar los
"l
criterios y cruzarlos en uno de esos cuadros de doble entrada con los
.o., grrttdes esfuerzos, punto de vista pot focalización para volver a
que todavía no he tenido ocasión de adornar este folleto. En é1, se dis-
...t ét lo mismo; por consiguiente, es preciso sustituir la pregunta
áquién ae? por áquién percibe?, que es más amplia. No obstante, la pro-
tinguiría entre el relato de sucesos, asumido por el discurso de narra-
pia simetrii entie preguntas es quizá un poco ficticia: la voz del
dor (relato primario con narrador extradiegético), o por el discurso de "--bas como voz de una persona' aunque sea anó-
narrador aparece siempre
personaje (relato secundario con narrador intradiegético, o narador-
nima, p.to la posición central, cuando existe, no siempre se identifica
personaje), y .l relato de palabras asumido por el discurso de narrador
(discurso narador o traspuesto) o por el discurso de personaje (discur-
con una persona: por ejemplo, a mi juicio, en la focalizactón externa.
so citado o traspuesto). He aquí el cuadro:
iSerá quizá mejor, pues, preguntarse, de forma más neutta, dónde está
elfoco ie pacepción.lUn foco que podría, o no (volveré a ello), encarnar-
se en un pefsonaJe.
Mi crítica de las clasificaciones anteriores (Brooks-lV'arren, Stanzel,
modo discurso de narrador discurso de personaje
Friedman, Booth, Romberg) se refiere, por supuesto, a la confusión
objeto
que ejercían entre modo y voz, bien (Friedman_, Booth) al ^bautizar
aconteclmlentos relato primario relato secundario ó*o ..narradop a un personaje central que no abre la boca62, bien al
palabras discurso narrado discurso citado
62 Como dice acertadamente Dorrit Cohn (1981b, pág.17I), conviene "dar término
a la costumbre negligente (sloppy) que consiste en calificar a los protagonistas de nove-
v v las de focalización intemr, .o-o Stephen, Samsa o Strether, de "narradores, de su his-
discurso traspuesto discurso traspuesto
toria".

44 45
PERI

enumerar situaciones narrativas complejas (modo *


voz) bajo la rubri cho, de un cambio de narrador, y la transfocalizactón puede parecer
ca del <punto de vista": éste es el caso de Brooks-W'arren, Friedman y una simple consecuencia de la transvocalizactón. No conozco_ ningún
Booth, pero mucho menos de Stanzel y Romberg, a quienes sólo se ejemplode transfoc ahzación pura, en la que un mismo narrador hete-
puede reprochar que hayan presentado como equivalentes las diferen- rodiegético cuente la,,misma historia" desde varios puntos de vista su-
cias de punto de vista y las diferencias de enunciación nanativa. cesivós. Sin embargo, sería más interesante, porque la supuesta objeti
La confusión habitual ¡
en ocasiones, tosca, entre modo y voz, fo- vidad de la narración acentuaría, como en el cine, el efecto de discor-
caltzación y nanacrón, es una cosa; otra distinta es que se relacionen dancia entre las versiones: es algo que hay que hacer, y con urgencia.
el modo y la voz en la noción más compleja (sintética) de "situación A continuación, y a propósito de la focalización externa en Hammett,
narrativa". Yo reconocía (págs .205 206) que dicha síntesis era legítima, habría podido precisar que ésta se produce, a veces (La llaae de cristal,
pero me negaba, con razón a incluirla "aquí", es decir, como único Et halrón maltés) en naración heterodiegética y, a veces (Sangre maldita,
(punto de vista". Era comprometerme implícitamente a estudiarla en Cosecha roja, El hombre drlgado), en narración homodiegética: volveré a
otro lugar y, en el Discours du rhit, no mantuve ese compromiso. Más ello, pero ésta es, para mí, la prueba de la relativa autonomía de las de-
adelante intentaré Íeparar esta omisión. cisiones de modo respecto a las decisiones de voz, y a la inversa. La
El estudio de las focalizaciones ha hecho corer mucha tinta, sin misma observación sirve para la célebre paralipsis de Roger Ackroyd:
duda demasiada: nunca fue más que una reformulación cuya princi Shlomith Rimmon64 me reprocha que cite esta novela como ejemplo
pal ventaja consistía en aproximar y situar en un sistema nociones clá- de focaltzación sobre el héroe (asesino) "sin mencionar que el asesino
sicas como "relato con narrador omnisciente" o "visión por detrás" central es también el narrador, cuando ése es, evidentemente, el truco
(focalízación cero), .,relato con punto de vista, con reflecto¡ con om- de la novelar. No comparto este punto de vista: el truco consiste en la
nisciencia selectiva, con restricción de campo,', "visif¡ con> (focaliza- paralipsis65, €s decir, en la omisión de la información esencial que de-
-bería
ción interna), o "técnica objetiva63, conductistao, "visión desde fuera" incluir Ia focahzación sobre el asesino; el hecho de confiarle la
(focalízación externa). Mi contribución consistiría, más bien, en el es- narración no es más que un medio de acentuar y, si se quiere, garanti-
tudio de "alteraciones" a la posición modal dominante de un relato zar dicha focalizaciótt y, por consiguiente, dicha paralipsis; y sigo pen-
como la paralipsli (retención de una información que entraña lógica- sando que una focalizactón interna heterodiegética bien señalada,
mente el tipo adoptado) y l^ paraltpsis (información que excede la ló- como en Los embajadores o el Retrato del artista, habría producido el
gica del tipo adoptado). mismo efecto.
En una o dos ocasiones hemos subrayado, en estas páginas, varias Desde luego, la focalización externa no es un invento de la novela
confusiones entre modo y voz, un pecado <pregenettianoo, como dice norteamericana de entreguerras, cuya innovación consistió en mante-
Mieke Bal, que yo debería ser el último en cometer; o, más bien, si la ner esa decisión a lo largo de todo un relato, generalmente breve. Yo
historia tiene sentido, el primero en dejar de cometer. Pero he pecado, señalaba (págt. 207-205) el empleo introductorio que hacía de ella la
al menos, por elipsis o imprecisión. En primer lugar, en los ejemplos novela clásica, y a esa práctica, que "todavía" se manifiesta en Germi-
citados de focahzación múltiple (novela epistolar, Lianneau et lr liare), nal, oponía la del James de las últimas novelas, que, de entrada, supo-
el cambio de foco va claramente acompañado, y debería haberlo di
6a l976a,pág.59.
63 El primero en señalar en Francia la importancia de este modo típicamente moder- 6s Es, más o menos, la opinión de Roland Barthes en su Introduction á I'ana[tse struc-
no fue, me parece, Claude-Edmonde Magny en L'Age du roman américain, en el capítu- turab des récits: "El procedimiento (dice, después de haberlo estudiado en Las 5 jt 25,
lo "La técnica objetiva". Este estudio, hoy desconocido y que se copia con frecuencia, también de Agatha Christie, donde el truco paralíptico actúa en tercera persona) es aún
sin decirlo y, a veces, sin saberlo, fue, en muchos aspectos, el punto de partida de la na- más tosco en El asesinato de Roger Ackrold, porque el asesino dice francamentelo,, (1977,
rratología frlncesa, y la estimuló a través del encuentro con la novela norteamericana y págs. 41 y 56). En Degrí zero, Barthes se aproximaba más al punto de vista de Rimmon:
l¿ técnica cinematográfica. Su olvido en la bibliografia de Discours du rícit es totalmente toda la invención consistía en disimular al ase-
"... un" novela de Agatha Christie donde
típico y eún más injustificable porque, después de haberlo leído y admirado desde que sino en la primera persona del relato. El lector buscaba al asesino detrás de todos los y'/
s.rlici pLrblicado por primera vez, en 1966Io había indicado en el dossier del número 8 de la intrigá: é7 estaba debajo de jto. Agatha Christie sabía perfectamente que en la nove-
tlc ()¡tnmunic¿tions. Una memoria con eclioses. la, normalmente, el;uo es testigo, es el /quien actúa" (col. "Points", Seuil, 1972,pág.28).

46 47
PERSPECTIVA

ne que se conoce al personaje cuya presencia inicia la acción. Era su- de la presentación hasta el simple pronombre o artículo definido
gerir una evolución histórica sobre la que sólo tenía una opinión in- (Hills likt Whiu Elephants: "The American and the gtrl. .r.Es más raro,
tuitiva; era también abordar con ingenuidad un tema delicaáo y ya es- tal vez, en la novela, pero así ocurre en Por quién doblan las campanas
tudiado. Tal vez tenga que decir dos palabras al respecto. (.,He \a1flat..l)" y, y^ en 1900, Conrad abría LordJim con un íl que
El estudio histórico que deseaba no se está haciéndo, QU€ yo sepa, sólo al cabo de dos páginas se convierte en un discretoJim:,.Jim gana-
más que en Groninga, en forma de una investigación dirigida porJáap ba siempre buenos salarios (...) Ji- y nada más. Poseía otro nombre,
Linwelt sobre los principios de las novelas modernas. yo peniabá, so- claro, pero no quería oírlo pronunciar jamás"; y, si no me equivoco,
bre todo, en una verificación (o refutación) de mi hipótesii histórica a nosotros nunca lo oímos.
propósito de un cambio ocurido en la segunda mitad del siglo xx y J. M. Backus ha estudiado estos principios con pronombres y habla
he efectuado, con la ayuda de un niño de lres años, u.r p.qniño son- de "non-seqwential sequence-sign4l5", referenciales sin referencia, anafori
deo rápido sobre algunas grandes novelas de los siglos xvu d >c<. Si se cos sin antecedentes, pero cuya función es precisamente simular y,
establece una_oposición tosca entre dos tipos de incipit, el tipo A, que por tanto, constituir una referencia e imponerla al lector mediante
s.upone que el lector desconoce al personaje, lo presenta, primero, d.s- una presuposición. R. Harweg6e, con términos prestados de Pike, opo-
de el exterio¡ con lo que asume esa ignorancia, y después lo presenta ne los principios "émicos>, con un nombre de persona, a los princi
formalmente (tipo Peau de chagrin),y el tipo B, que losupone conoci- pios "éticos), con un simple pronombre. Pero la cuestión va más allá
do, lo designa inmediatamente por su apillido,lncluso iu nombre, o del uso de pronombres o artículos definidos. Un simple pronombre
incluso un simple pronombre personal o artículo definido es, desde luego, más "ético> que una nominación completa (nombre
"familiari
zador,,66, se puede observar, en la historia de la novela moderna, una y apellido) qre, a su vez, es más "ética" que una presentación según el
evolución significativa que consiste, grosso modo, en el paso del tipo A, procedimiento de desplazamiento hacia adelante de Balzac. De he-
que-dominabaíT hasta zola, sin incluirlo (pero aún presente, pues, en cho, existe toda un gradación, con matices sutiles y variables según el
Lafortune des Rougon, NAna, Pot-Bouilley Germinal), al tipo B,i^repre- contexto, desde el extremo más explícito (al estilo deBalzac "El 15 de
sentado en La curée (en el conjunto de Rougon-Macquart, catorce casos junio de 1952, a las cinco, una joven salió de un elegante hotel situa-
Tuy claros sobre veinte). En James , h^y un paso muy marcado de un do en el 54 de la calle Varenne, etc. [tras varias páginas de descrip-
dominio de A, hasta Las bostoniAnas, al dominio de B a partir de ca- ción:]... Esta gentil paseante no era sino la marquesa de..., etc.,,) al ex-
samassima (ambas de 1885) y hasta el final. El momento crucial, aun- tremo más implícito, de tipo Duras: .Vio que eran las cinco. Salió..."
que quizá provisional, se sitúa, pues, en esa zona, digamos simbólica- La formula de Valéry se encuentra en un grado intermedio: "La mar-
mente en 1885. El empleo del tipo B es destacado, en el siglo >x, en quesa). ¿Qlré marquesa? El polo ético o implícito está parcialmente li
novelas como Ulltsses, El proceso o El castillo, Los Thibault, Li condición gado, como destaca StanzelT0, a su tipo narrativo "figural", es deci¡ a
humana o Aurélien, y la nóvela corta impulsa, de buen grádo, la elipsis la focahzación interflty, por tanto, a cierta modernidad novelesca.
La investigación sigue abierta, desde luego, y debería tener en cuen-
ta, asimismo, particularidades individuales o de género: la novela cor-
66 Bronzwaer, citado por
Stanzel, 1981, pág. 11 (con un término muy metonímico, ta, como hemos visto, y por razones evidentes, es más elíptica que la
pero muy elocuente, Damourette y Pichon, creo, califican el artículo definido como
novela; la novela histórica puede serlo más que la pura ficción, por-
"notorio"). Sobre el valor focahzador de las denominaciones de personajes, véase Boris
uspenski. Es cierto que llamar a la heroína Madame Boaary, o Mo^do*r, o Emma, pue-
de expresar grados de familiaridad del narrador o la elección de este o aquel personaje 68 Sobre el efecto familiarizador paraellector de esta actitud narrativa, véase Walter
focal. Ong, 1975, págs. 1215. Como bien demuestra, tales designaciones alusivas (pseudo-
67 En la forma extrema
de una focalización externa de ignorancia señalada, y subra- anafóricas o pseudo-deícticas) imponen al lector una relación de intimidad y complici-
yada-por suputaciones del observador ("por su aspecto se reconocía, por su fisonomía dad con el autor que la solapada intimidación inherente, diríamos hoy, a toda presupo-
se adivinaba, etc.,), como en La peau de chagrin, Pons, Bette, Le Méiecin de campagne, sición, le impide rechazar, ni siquiera con una pregunta poco <cooperativa' como
Splendeurs et Misires, o en fbrma, también frecuente en Balzac, de una abertura panórá-
"iOJién es /i iQré americano? iQré jovencita?,
mica descriptiva o histórica: Goriot, Grandrt, Illusions perdues, Curé dr atllage, Recherche de 6e1968, págs. 152-166 y 317-323.
I'absolu, Vieilleflle , etc. 70 1981, pág. 11.

48 49
que se supone que ciertos de sus personajes son, por definición, "ss- lidad. Ello significa evidentemente que el análisis de un relato "no fo-
nocidos". También hay particularidades formales: la narración homo- calizado" debe poder reducirlo siempre a un mosaico de segmentos
diegética presenta aquí un rasgo específico: el pronombre yo es, a la localizados de diversas maneras y, por tanto, eu€ ,focalizarión cero>>:
vez, ético y émico, porque sabemos, al menos, eu€ designa al narra- focalización aariable. Esta formula no me molesta, pero me parece que
dor. Sin embargo, parece haber sufrido la misma evolución de conjun- el relato clásico sitúa, a veces, su ofoco, en un punto tan indetermina-
to, desde la presentación formal de la novela picaresca: "Sabed, Señor, do o tan lejano, de alcance tan panorámico (el famoso "punto de vis-
antes de nada, que mi nombre es Lázaro de Tormes, hijo de Tomás ta de Dioso, o de Sirio, sobre el que uno se pregunta periódicamente
Gonzá1e2...,,, hasta la elipsis proustiana, pasando por la familiaridad si es verdaderamente un punto de vista), que no puede coincidir con
descarada de Melville; "Call me Ishmael..." ningún personaje, y que el término de no focalizactón, o focahzacíón
cero, le conviene más. A diferencia del cineasta, el novelista no está
obligado a poner su cámara en ningún sitio: no tiene cámara73.La fór-
XII mula exacta sería, pues: focalización ¿svs -focalización variabl"e, y a veces
cero. Aquí, como en otros casos, la elección es puramente operativa.
Mieke Bal ha criticado y revisado la definición de los tipos de foca- Este laxismo so{prenderá, sin duda, a algunos, pero no veo por qué la
lizactón, a partir de lo que, a mi juicio, es una voluntad abusiva de narratología debería convertirse en un catecismo que tuviera, para
convertir la focalización en instancia narrativa. Parece considera, i cada pregunta, una respuesta en la que hubiera que maÍcan sí o no, y
a veces7l, me atribuye la idea- que todo enunciado narrativo implica -y, en el que la buena respuesta sería, frecuentemente: depende de los
un (personaje) focalizador y vn (personaje) focalizado. En la focahza- días, el contexto y la velocidad del viento.
ción intema, el focalizado sería, al mismo tiempo, focahzador ("sl p.t- Por focalización entiendo, pues, una restricción de "camPs", es de-
sonaje "focalizado" ve,'), y en la focaltzación externa sería solamente cir, de hecho, una selección de la información con relación a lo que la
el focalizado ("¡s ve, es visto,,), y , según ella, yo enmascaro esa disi- tradición denomin aba omnisciencia, término que, en la ficción pura, es
metría mediante el empleo "descuidado" de la expresión "focalrzacrón literalmente absurdo (el autor no tiene que "saben nada, puesto que
sobre" en lugar de "focalizactón porr, lo cual me llevaría a "tratar a inventa todo) y que más valdría sustituir por información comPltta; con
Phileas y su mayordomo como instancias casi intercambiables y a con- ella, es el lector quien se hace "omnisciente". El instrumento de esta
siderar "focalizado" tanto el sujeto (Passepartout) como el objeto (Phi (posible) selección es unfoco situado, es decir, una especie de estrangu-
leas)". Me cuesta mucho entrar en esta discusión, en la que Mieke Bal lamiento de información que no deja pasar más que lo que permite su
introduce, desde que expone mi posición, conceptos (focalizadoafoca- situación: Marcel en su talud, detrás de la ventana de Montjouvain.
Iizado).que nunc.a he pretendido_emplea¡ porque son incompatibles En la focalización intema, el foco coincide con un personaje que se
con mi concepción al respecto. Para mí, no existe personaje focaliza- convierte en el "sujeto" ficticio de todas las percepciones, incluidas las
dor o focahzado:focalizado sólo se puede aplicar al propio relato,yfo- que le afectan como objeto: el relato puede decirnos, entonces, todo
calizador, si se aplica a alguien, sólo puede ser al quefocaliza elrelato, es lo que percibe y piensa ese personaje (no lo hace nunca, porque se
deci¡ el narrador o, si se quiere salir de los protocolos de la ficción, el niega a dar informaciones no pertinentes o porque retiene deliberada-
Autor, tanto si delega en el narrador su poder de focalízar, o no, como mente esta o aquella información pertinente (paralipsis), como el mo-
si no 1o hace. En su discusión con BronzwaerTz, Mieke Bal niega que mento y el recuerdo del crimen en Roger Ackrold); en principio, no
yo admita la existencia de "fragmentos no focalizados" y precisa que
dicha categoría sólo puede aplicarse a relatos considerados en su tota- 73 Es verdad que, debido al efecto de retomo de un medio a otro, puede parecer que
hoy tiene una. Sobre la diferencia entre focalizaclón y "ocularizasió¡" (información y
percepción) y sobre el interés de esta distinción parala técnica del cine y el nouz.,eau ro-
7r Por ejemplo, 1977 pág. 37 . La parte esencial del estudio se encuentra en el primer man,véase F.Jost, 1983a, y 1983b cap.III (,La movilidad narrativa,). El trabaio de Jost,
,
capítulo ("Narración y focahzactón,, págs. 19 58) de esta obra, a la que remito de forma que se remonta desde estos casos límites hacia el régimen ordinario del relato, es, a mi
implícita en las páginas que siguen. juicio, la contribución más significativa al debate sobre la focalización y el afinamiento
72 rggrb. que dicha noción necesita.

50 51
debe decir nada más; si lo hace, es, de nuevo, una alteración (paralep- areglo a su propia lógica, a partir de esta innovación (constitución de
sis), es decir, una infracción, deliberada o no, de la posición modal del una instancia defocalización compuesta por un focalizador, un focaliza-
momento, como cuando Marcel "percibe" no adiaina- los pen- do e inclus.o, pág. 40, un "focahzatario,,), cuya utilidad se me escapa y
samientos de Madame Vinteuil en Montjouvain. -y En la focahzación cuyos resultados me dan que pensar, como esta idea de una fotit¿i-
externa, el centro se halla situado en un punto del universo diegético ción en segundo grado.Por ejemplo, estas dos frases de La Chatte:
"Ella le
escogido por el narrador, fuera de todo personaje y que excluye, por tan- vio beber y_se inquietó bruscamente a causa de la boca que oprimía
to, toda información sobre los pensamientos de cualquiera; ésa es la los bordes del vaso. Pero él se sentía tan fatigado que se negó á parti
ventaja, para la posición "conductista', de ciertos novelistas moder- cipar en esa inquietud>, contendrían para Mieke Bal unas fócaliiacio-
nos. En principio, pu€s, no se pueden confundir ambos tipos, a no ser nes encajadas, en las q-ue Alain estaría
"focalizado en segundo grado
que el autor haya construido (centrado) su relato de una manera, no por 9l focalizador focahzado (Camille)". Para mí, no haymás qie un
sólo incoherente, sino confusa. Sin embargo, puede suceder que, des- cambio del foco o, mejor dicho, un desplazamiento del foco, q.t. r.
de el punto de aista de la información pertinente, ambas posturas sean equi- sitúa en Camille en la primera frase y en Alain en la segunda, .ó., .rn
valentes. Así ocure en el ejemplo en cuestión de los primeros capítu- elemento elidido pero_ indispensable para la coherenciá del fragmen-
los de La auelta al mundo en 80 días: nunca he considerado a Phileas y to, el hecho de que Alain percibe la preocupación de Camille, ló cual
Passepartout, como me acusa Mieke Bal, ninstancias intercambiables" implica que_la ve mirarle: un encastramiento de miradas, si se quiere,
(por otra parte, no veo ninguna razón para llamarlos "instancias), pero en un sentido ya muy metaforico (ipor supuesto!), pero no de iocali
éste es otro asunto, que llegará a su debido tiempo), y nunca he dicho zaciones. Me doy cuenta de que un relato puede mencionar una mi-
que la posición de Julio Verne pudiera calificarse ad libitum de focali- rada que percibe otra, y así sucesivamente, pero no creo que el foco
zación externa sobre Phileas o focahzación interna sobre Passepartout del relato p_ueda estar en dos puntos a laztez. Claro que no puedo de-
(o algún otro testigo concreto); supongo que ambas posiciones alter- mostrarlo. Pero es lvlieke Bal la que debe demostrar lo contrário que
nan y puede resultar dificil decidir sobre ciertos segmentos, puesto yo sepa, no lo ha hechoTs.
¡
que no tenemos precisiones suficientes; pero yo no voy a levantarme Una última observación sobre el capítulo de las focalizaciones: em-
para verlo, porque lo importante no es eso: es que, en lo relatiao r¿ nues- pleo al-menos dos veces (págr. 2r9 y 230) una expresión vagamente
tra información sobre Phi/eas, ambas posiciones son equiaalentes y que, a heterodoxa respecto a mis propias definiciones, la de
"focalización so-
ese respecto, su distinción carece de importancia. Me sorprende responder bre el narrador,, que declaro "lógicamente implícita en el relato en
aquí a Mieke Bal con las cursivas que corresponderían a van Rees, y es primera persona>. Se trata, evidentemente, del hecho de restringir la
fáctl adivinar que esta aproximación no va a alegrarla, pero iqué se le información narrativa al ,,sabero del narrador como tal, es decir, a Ia in-
va a hacer? Ambos me reprochan mi ndescuido> y, €rr ambos casos, mi formación del héroe en el momento de la historia completada por sus
defensa es la misma: sin "descuido> respecto a los detalles que no afec- iryformaciones posteriores, y en la que el héroe, convertidó .n nairador,
tan a la cuestión del momento, no existe investigación posible, por- dispone de la totalidad. El primer conjunto es el único que merece, en
que la investigación no es sino una serie de preguntas y lo esencial es sentido estricto, el nombre de
"fbcalizactón"i para el segundo, se trata
no equivocarse de pregunta. En el caso de La auelta al mundo,lo im- de una infbrmación extradiegética, que sólo la identidád p.rrotral en-
portante es que Phileas, que es, entonces, oQeto del relatoTa, está visto des- tre héroe y narrador permite , por extensión, calificar de ese modo. pero
de el exterior; que el punto de vista sea el de Passepartout, un obser- he aquí una de esas correlaciones entre modo y voz de las que, según
vador anónimo o el aire, no tiene más que una importancia secunda- me han reprochado con razón, me olvido (porque no hay qi. olrrldat
ria, es decir, por el momento, desechable.
El resto de la teoría de Bal sobre las focalizaciones se desarrolla con
7s Los defectos del método
de Mieke Bal me parecen acertadamente corregidos, so-
bre esta y otras cuestiones, en el artículo de P. vitoux. Pero es irresistible p..rrr en ese
7a El término ltéroe, que empleaba en la página 208, era claramente tolpe, y
Mieke sistema de Ptolomeo, que acabó exigiendo, para funcionar, reparaciones tan costosas
Bal ha hecho bien en señalarlo: el objeto del relato no es necesariamente siempre el que resultó más sencillo prescindir de é1. Ahora la cuestión és, po, süpuesto, saber
.personaje principal": por ejemplo, Charles al principio de Boaary. quién es aquí Ptolomeo; y todos se creen Copérnico.

52 53
todo): la narración homodiegética, por naturaleza o por convención una mayor connotación del , rUr)rj'rrterario del relato que del hecho
(en este caso, es lo mismo), imita a la autobiografia más estrechamen- de que la acción haya pasado. Para Káte Hamburger, como se sabe,
te de lo que la narración heterodiegética imita normalmente al relato el "pretérito épico, no posee ningún valor temporal: se limita a seña-
histórico. En la ficción, el narrador heterodiegético no es responsable lar el carácter ficticio de la ficción. Está claro que no hay que tomar
de su información, la "omnisciencia" forma parte de su contrato y su esta tesis al pie de la letra ni, menos aún, aplicarlaa todo tipo de re-
lema podría ser esta réplica de un personaje de Prévert: "Lo que no sé, lato en pasado. Para emp ezar, ni siquiera ella pretende aplicarla al
lo adivino, y 1o que no adivino, lo invento"Tó. En cambio, el narador reiato homodiegético, que sitúa decididamente fuera de la esfera de
homodiegético está obligado a justificar ("iCómo lo sabes?") las infor- la ficción: es evidente que un relato en primera persona, al menos
maciones que da sobre las escenas de las que ha estado ausente como cuando adopta la forma amplia de la autobiografr.a79, sitúa explícita-
personaje, los pensamientos de otros, etc.; y toda infracción de este mente su historia en un pasado acabado que indica que su narración
deber constituye una paralepsis: así ocurre claramente con los últimos es posterior.
pensamientos de Bergotte, que nadie puede conocer, y, más en secre- Diría otro tanto de ciertos relatos heterodiegéticos que indican, de
to, con otros muchos, que es poco verosímil que Marcel haya podi forma igualmente explícita, eI carácter acabado de su acción median-
do conocer en algún momento. Se podría decir, por tanto, eu€ el re- te un epílogo en presente, que rechaza, de forma inevitable y a poste-
lato homodiegético sufre, como consecuencia de su elección de voz, riori, todo lo que le ha precedido: por ejemplo, Tom Jones, Eugénie
una restricción modal apriori, y que no puede evitarla más que me- Grandet o Madame Boaary. Se puede objetar que este último relato tie-
diante una infracción o desviación perceptible. iQrizá habría que ne un carácter parcialmente homodiegético, señalado, como se sabe,
hablar, para designar esta restricción, de prefocalización| Pero si ya se en el primer capítulo y que regresa de forma implícita en sus últimas
ha hecho. fiases en presente. En realidad, me parece que todo final en presente
(y todo principio en presente, si no es puramente descriptivo e inicia
ya la escena, como Le Pire Goriot o Le Rouge et /t Noi), introduce una
XIII dosis, por qué no, de homodiegeticidad en el relato, porque sitúa al na-
rrador en posición de contemporáneo y, por tanto, más o menos, de
El capítulo de la voz es, sin duda, el que ha provocado lo que, para testigo: ésta es, por supuesto, una de las transiciones entre ambos tipos
mí, son las discusiones más importantes, al menos a propósito de la de situaciones narrativas. Desde este punto de vista, pu€s, los dos fac-
categoría de persona. No quiero volver sobre las generalidades relativas tores de resistencia a la tesis de Káte Hamburger pueden convertirse
a la instancianarrativa ni sobre las consideraciones relacionadas con el en uno solo.
tiempo de la narración, más que, a propósito de la narración (poste- Una tercera excepción se refiere al relato (de ficción) llamado "his-
rioro, para mitigar la tdean de que el empleo del pretérito señalaría tórico". Este término es muy vago o, al menos, creo que hay que to-
"inevitablemente> la anterioridad de la historia. Esta evidencia, ya lo marlo en la acepción más amplia posible, que incluye todo tipo de re-
mencionaba yo, ha sido objeto de viva discusión, hace un cuarto de lato explícitamente situado, aunque no sea más que por una sola fe-
siglo, por parte de Káte Hamburger, a quien precedió Roland Barthes, cha, en un pasado histórico, incluso reciente, cuyo narrador, y
cuando en Degré zíro tndtcaba que el empleo del pasado simple tiene mediante esa indicación, se convierte vagamente en historiador y, por
consiguiente, si me atrevo a proponer una ligera contradicción, en tes-
tigo posterior. No hay que decir que la casi totalidad de la novela clásica,
76 Meir Sternberg (I978, caps. VII y IX) distingue oportunamente, entre estos narra-
desde La Princesse dt Cliztes a las Geórgicas, se incluye en esta tercera ca-
dores omniscientes, a los narradores omnicomunicatiuos, que parecen dar al lector todas
las informaciones de las que disponen (ejemplo: las novelas de Trollope) y los narrado-
rcs suPresores, que retienen una parte, explícitamente o no, definitivamente o no, me- 78 Esmenos evidente en el caso de ciertos relatos breves homodiegéticos, como
diante elipsis o paralipsis (ejemplo: TomJone). Pero, desde luego, esta distinción sirve Hammett, cuyo régimen narrativo está muy poco
-50.000 dollars o las novelas cortas de
también para los relatos focalizados, como Rogn Ackrold. marcado por la presencia de un;uo de sobriedad excepcional (volveré a ello) y, por tan-
" Pág.23I,y antes pág.74. to, impersonalidad.

54 55

ii
tegonan. Ni que esta tercera excepción tiene mucfio que ver con las otras algo sobre ello (pág.231) pero,para un estuclio rn.'rs rlt'l.rll.rrlr¡ r'srrtil
dos: un testigo posterior sigue siendo un testigo, y el de este efecto, tengo que remitiral capítukr,.I)t'l rt'l.rtr,.rl nr,,rr.,l,,¡,,,"
"novelista históri-
co>, por muy alejada que esté la diégise de su relato, no deja nunca de te- de La transparence intérieure.
ner una relación (aunque sea de distancia) espaciotemporal con ella. No obstante, hay más: si un principio (l)i'rr (,:t,rrol)tt utt lrr.rl ¡l tr'',
Después de todo, la tesis de Hamburger no pretende servir más que nie Grander/ en presente basta para intrtlclt¡t ir ('lr lttt l,'l.tl' .tl,nr¡r.tr l¡,
paralaficción pura, y la ficción es rararnente pura, mucJro más raramen. ramente heterodiegético una sospechlt clt'lronr,rtlrr'¡',r'tr, r,l,r,l,',r'n.r r¡rr
te de lo que supone dicha tesis: todos los tipos que acabo de mencionar poco paradójico negar dicho efécto :r r,ut,r n.ur.rr r,'n l¡r tr.r.tlr, ¡', tr,.r
son casos de impureza. Desde el punto de üsta que nos ocupa aquí, ¡ íntegramente desarrolladasl en prcscrtlc'. torrrt, l.r,l,'l.r', (it¡nnttt,,,,l
que no tiene nada que ver, desde luego, con el carácter más o menos rea Vice-consul. "Paradójico" no significrr n('( ('s,r r r.r n ¡('r tt(' t't I t utt't ), I )( )r ( lu(' ',('
lista de un relato (una novela puede ser fantástica y estar, al mismo tiem- puede defender que el valor deíctic'o rlt'l ¡)r('s('rrtt' (t'l ,¡ftrutt (lu(' \ul',r('
po, situada en la historia ,,¡s¿1,,, como Vathek o el Manusctito enmntrado er re unllo) se utiliza y se neutraliz¿t clt un.r r).ur.r( r()n lot.rlrrr<'rrlt' utrrr¡l
Zaragoza),la ficción pura sería un relato desprovisto de toda referencia tánea, sin el contraste que, por el corrtr.uio, lr.'rl.r l.url.r lr¡t'rz.r ('n un
un marco histórico. Pocas novelas, como ya he dicfio, se encuentran en contexto de pasado. Sin embargo, rlrc l).rr('(('(lu('t'l t'lt'tto, si ¡rtrt'tl<,
ese caso, y quízá ningún relato épico; el decir, de homodiegetización, no está nunca totalnrcrrlc ¿uscnlc clc rul rc-
"érase una vez> de los cuentos
populares ofrece, a mi juicio, un indicio poco refutable de anterioridad, lato en presente, en el que el tiempo inrplica sienrpre, nrás o lnenos,
aunque sea explícitamente mítica, de la historia. Sin duda es la novela la presencia de un narrador que el lector- no puede estar
corta la que ilustra con más frecuencia ese estado de intemporalidad que muy lejos de una acción que cuenta -piensa
de manera tan próxima. Es, por
exige la ficción pura, y así vemos cómo ciertos pretéritos de Hemingway supuesto, uno de los elementos del efecto .,celos". En resumen, sin
se aproximan al estado ideal de un aoristo sin distancia ni edad. duda había exagerado ligeramente las consecuencias narrativas del uso
Jaap Linwelt señala de nuevo80, a propósito de otra cosa, un indicio del pasado no siempre da al lector una sensación muy intensa
infalible de narración posterior: es la presencia, característica de lo que -quede la narración- y había subestimado las repercusio-
de posterioridad
denomina el tipo narrativo autorial, de las "anticipaciones seguras,), en nes del empleo del presente, que sugiere, de forma casi irresistible, una
el sentido de Lámmert (Zukunfgezuissen Vorausdeutungen): un narrador presencia del narrador en la diégése.
que anuncia, como en .Eugénie Grandrt, "tres días después debía co-
menzar una accrón terrible, etc.>>, presenta, de esa forma y sin ambi-
güedad posible, su acto narrativo como algo posterior a la historia que XIV
cuenta o, al menos, al punto de esa historia que está anticipando.
El empleo del presente podría parecer, apriori, el más apto para imi- Igual que la teoría de las focalízaciones no era más que una genera-
tar la intemporalidad; ésa es prácticamente (al menos, en francés) su lización de la noción clásica del "punto de vista", la teoría de los nive-
función en un tipo de relato muy extendido y que se presenta, en ge- les narrativos no es más que una sistematización de la noción tradicio-
neral, como algo externo a toda realidad histórica: el "relato diverti nal de "inserción>, cuyo principal inconveniente era indicar insufi-
do". Pero, en realidad,la persona desempeña aquí un papel decisivo: cientemente el umbralque representa, de una diegese a otra, el hecho de
en la relación heterodiegética (Les Gommes) el presente puede tener que la segunda esté a cargo de un relato hecho en la primera. El defec-
ese valor intemporal, pero, en la relación homodiegética Q\,lotes d'un to de esta parte o, al menos, el obstáculo para su comprensión, reside,
soutenain, las novelas de Beckett, Dans le lafutrinthe), el valor de simul- sin duda, en la confusión que se establece con frecuencia entre la cua-
taneidad pasa al primer plano, el relato se borra ante el discurso y pa- lidad de extradiegetico, eu€ es un hecho de nivel, y la de heterodiegetico,
rece, en todo momento, caer en el "monólogo interior". Ya he dicho que es un hecho de relación (de <persona>). Gil Blas es un narrador ex-
tradiegético porque no está (como narrador) incluido en ninguna diége-
7e Aragon-
"Todas mis novelas -decía
son históricas, aunque no estén aestidas de
ípoca" (Prefacio a La Semaine Sainte). 81 Digo desanollada, y no (totalmente) redactada, porque aquí el presente de base no
80 1981, pág.54. excluye las analepsis en pretérito perfecto o prolepsis en futuro.

56 57
NWEL
NTVEI

que el pu-
sis sino directamente a ta
misma altura, aunque sea ficticia'
qY9 ty:"ta su propia historia'
blico (real) .t,rrái.gético; Per?, dado A la inversa' Shere-
es, al mismo tiempo, un
narrador ho-odiegético.
ya antes de abrir la
porque es'
zade es ,rr," ,t",ilü; ;;"tdtegética
relató q"t tto es el suyoi pero' dado
boca, un person;. d*"¡ it "l
es, al -i'-o tiempo, narradora he-
oue no cuenta su propia historia,
a la vez,t*itt- y heterodiegé-
terodiegética. "do';;t:.; o "Balra."-rot,
a la vez, intra- y homodiegéticos' El
ticos, ulises o Des Grieux son,
sin duda,'en un malentendido
meollo de la confusión ,. .rr.n.niia, a un
respecto pr.filo-t.l7ttegetico' que P:Le:: paradójico atribuir
"l co^mo Gil Blas, presente (como perso- Este capítulo sobre eI niuel ha suscitado, que yo sepa, tres críticas. La
narrador que estipr.cisam"ente,
(to*o narrador'-pot t''tptesto)' Pero 1o primera se refería al fondo, pero no la menciono más que para recordar-
naje) en la frirtori, que.cuentt
nArrador, fuera de la diégesis' y eso la, porque su autora la retiró casi en seguida. En su excelente recensión
es
importante es que está, como de represen- de Discours duréci92, Shlomith Rimmon juzgaba que, en ciertos casos, la
La forma más expresiva
todo Io que ,rdñ".;;¿ "ái.,*o. determinación del nivel primario (nanación extradiegética) podía ser
a' talvez,,en áibtt¡"t esos relatos'
tar estas ,..lr.iorr.;. il.í.orrrirtiri problemática y que el sistema propuesto no ofrecía ningún criterio: "Por
unosdentrodeotros'pronunctadosporhombrecillosque'!'b]::."
burbujas, como ." tá, tebeos.
un narrador (y no personale' porque ejemplo, icuál es el relato primario en La aerdadsa aid^a dt Sebastian
extradiegético A (digamos' el na- Kntght, de Nabokov? tEs la üda reconstruida de Sebastian, o la búsque-
entonces no tendría ningún sentido)
rrador primario á, út ,íiry ,no
iiiítt¡ '^itirá una burbuja' relato pri- da que hace el narrador de la biograffa de su medio hermano? Toda de-
t. nillaría unpersonaje (intra)diegéti cisión presupone una interpretación y los criterios objetivos no están cla-
mano con su oiégesis en Ia q". ros. Además, en ocasiones, la estructura de la obra impide decidir qué ni
coB(Sherezade)qqe,asuvez'podría.to"ut'titseennarrador'siem-
metadiegético en el que figuraría un vel de ficción es el primario y cuál, el secundario, una imposibilidad que
pre intradi.géti;;,-á.'.trrt.bto etc'
persona,e C (Simbad) q.r.l r su vez, podría quizá, conribuye a la.ambigüedad nayativa. Lo que falta en el análisis de Ge-
^.,Ji.g.o; nette es un conjunto de propiedades que ayude a identificar el relato pri-
mario y eue, en el caso de esa ambigüedad narrativa, se aplique igual-
mente a dos niveles distintos." Varios meses más tarde83, al estudiar las
cuestiones de la yoz nafiativa en Sebastian Knight, Rimmon declaraba,
por fin, que los criterios de Figures III eran suficientes para su análisis. De
hecho (en realidad), me parece que esa novela no plantea ninguna difi-
cultad en cuanto a la determinación del nivel primario, que está consti-
tuido evidentemente por el relato de V La única dificultad surgiría si, en
una confusión clásica, se interpreta "relato primario" (o "primero") en el
sentido de que es más importante temáticamente. Pero este punto, que
deriva, en efecto, de una "interpretación", no es competencia de la nana-
interfieren libremente con tología. (A este respecto, y para salir de mi papel actual, dina, con cuida-
|Jna vezmás, las relaciones de persona
las relaciones de ,rirr.t, sin
ninguna'incidencia sobre su funcionamien- clo y entre paréntesisr eu€ Sebastian me parece, en cualquier caso, el per-
.1 ,,rrrrdor intrld.regético y el per- sonaje más rntahrizado, aquel al que Nabokov otorga más de su propia
to: en Manon Lr;;;;;,';.' .i.'ipt.,
i"" fá *it*t per.sonl'.Des Grieux' al que' por .rrrogancia. Pero queda aún una buena dosis para su biógrafo.)
sonaie metadieg;;;..';' Esta situación se sim-
esanz6n, ,. .rtifi.ii. "rtá¿., h"Áodiegético índice B' rt
.rqrilol-Á.áit",.-lá J"pliJ'ción de la letra
l976a,pág.59.
bolizaen el Renoncour:
ti 1976b,pág.489.
;#;&;; 1, i;;i;;;is;' al narrador extradiegético

59
58
No pretendo decir que el hecho de que Shlomith Rimmon se haya Shlomith Rimmon habla de otra dificultad, que quizá sea otra for-
retractado sitúe el método de Discours du rócit al margen de toda difi- mulación de la misma: la de las novelas <en las que no existe más que
cultad. Probablemente existen situaciones narrativas más perversas o un narador intradiegético: icuál será el nivel (extra)
más complejas que la de Sebastian Knight: por ejemplo, la de la Míné- -pregunta-
diegético?"86. A primera vista, y a falta de cualquier ejemplo, no en-
laiade deJohn Barth8a, que incluye, al menos, siete niveles narativos; tiendo bien en qué puede estar pensando ni qué sentido puede tener
sin embargo, no me parece que plantee más dificultades: en el nivel su pregunta: un narrador no puede percibirse como intradiegético
primario, un narador extradiegético se dirige, como debe ser y sin más que si lo plantea como tal un relato en el que figura y que cons-
ninguna ambigüedad posible, a un destinatario igualmente extradiegé- tituye precisamente ese nivel que ella dice buscar. Sin embargo, es
tico. La "ambigüedad narrativa" que preveía Shlomith Rimmon no es cierto que este relato marco muy bien puede, al menos en la literatu-
qurzá tan fáctl de producir, sin duda porque las estructuras del lengua- ra moderna, someterse a una elipsis completa: es, por ejemplo, el caso
je y los protocolos de la escritura no le dejan casi lugar. Un relato no de La Chute, donde el monólogo de Clemence en presencia de su
puede (encerrar> otro sin señalar dicha operación y, por tanto, sin de- oyente mudo sólo puede "insertarse" implícitamente en un relato
signarse a sí mismo como relato primario. iPueden resultar, esa indica- marco sobreentendido pero claramente deducible de todos los enun-
ción y esa designación, silenciosas o mentirosas? Reconozco que no ciados de ese monólogo que se relacionan, no con la historia que
logro concebir dicha situación, ni encontrar ejemplos reales de ella, cuenta, sino con las circunstancias de dicha narración. Si no recurrie-
pero quizá no sea más que prueba de mi ignorancia, mi falta de ima- ra a esa inserción implícita, La Chute se escaparía al modo narrativosT
ginación, o la pereza de espíritu de los novelistas, o todo junto. Lo dado que consiste, de forma exhaustiva, en un monólogo de p..ro.r"l
que más se aproxima a ello en los relatos existentes es, tal vez, esa je o, para ser más exactos (puesto que dicho personaje no está solo,
transgresión deliberada del umbral de inserción que llamamos metalep- sino que se dirige a un oyente mudo), en una larga "parrafada" sin ré-
s¿i: cuando un autor (o su lector) se introduce en la acción ficticia de plica: un texto de modo dramático, pu€s, y que se podría escenificar,
su relato o un personaje de esa ficción se inmiscuye en la existencia ex- si es que no se ha hecho ya, sin cambiar una sola palabra. Ese mismo
tradiegética del autor o el lecto¡ dichas intrusiones causan, al menos, efecto podría lograrse manera más brutal e inesperada- si se
un problema en la distinción de los niveles. Pero ese problema es tan -de
hace seguir lo que, hasta ese momento, parecía un relato con narrador
dificil que excede, con mucho, la simple "ambigüedad" técnica: sólo (y público) extradiegético por una simple réplica que revele in extremis
puede ser muestra de humor (Sterne, Diderot), o de lo fantástico (Cor- que se trataba, en realidad, de un relato intradiegético dirigido a un
tázar, Bioy Casares) o de una mezcla de ambos (Borges, por supues- público presente: véase la última línea de Portno188.
tott), a menos que funcione como una figura de la imaginación crea-
dora: ése es el caso, evidentemente, de las primeras páginas de No{ en
las que Giono muestra a los personajes y el decorado de Un roi sans di- 86 Dice (pág. a89) dicgético, pero seguramente es un lapsus, porque diegético es sinó-
aertissemenl ocupando su desván-oficina mientras escribía esa novela. nimo de intradregétrco.
87 Al modo narrativo más que al género novelesco: ambas fronteras no se confunden

y la novela, género .mixto,, como decía Platón de la epopeya, puede adoptar una for-
8a Perdu dans ma puramente dramática: basta con que consista exclusivamente en escenas dialogadas
le lalryrinthe ,trad. fr. Gallimard, 1972;véase Palimpscstes, págs.39I-392.
8s O !7oody Allen: gracias a la ayuda de un mago, el profesor Kugelmass se introdu- sin ninguna formula de presentación que las enmarque; si bien recuerdo, así ocurría, a
ce en la diégesis de Madame Boztary y se hace amante de Emma, a la que lleva al Nueva principios de siglo, con ciertas novelas mundanas de Gyp y, sin duda, algunas otras.
88
York del siglo >x; cuando acaba por cansarse de ella, como Rodolphe y Léon, la envía "Pueno (dice el médico). Entonces, ahora, guizá boder gomenzar, ino?" (trad. fr. en
de vuelta a Yonville; un poco más tarde, su mago le introduce, por error, en una diége- Folio, pág. 372). Desde luego, no faltan en el texto las señales de que se dirige a ese
sis (?) muy poco novelesca: la de una gramática española, donde le esperan verbos muy oyente singular, el psicoanalista Spielvogel, pero no bastan para indicar una situación de
irregulares. "No creo lo que ven mis ojos --dice durante el idilio metaléptico un profesor diálogo in praesentia, como en La chute; todo lo más, sugieren el destinatario privilegiado
de Stanford que relee a sus clásicos-: primero, este extraño personaje llamado Kugel de un relato escrito, sin excluir a ur-r posible público más amplio:pág. I57: "Soyyo
mass... y ahora, ies ella [a que desaparece de la novelal Me parece que es lo propio de las amigos" Qhat's me, folks). l¿ "palabra final" es, pues, una verdadera so{presa, en una
grandes obras clásicas: se pueden leer mil veces, y siempre descubrir algo nuevo,, (i|'ai sé- situación narrativa con truco, porque el "amigos" resulta poco compatible con el mano
duit Mme. Bovary pour vingt dollars", en Destins tordus, trad. fr. Robert Laffont, 1931). ¿l mano analítico.

60 6I
La segunda crítica procede trr;-" de Shlomith Rimmon, que
aiadíaen su recensión: "El término de "relato primario" induce quizá o un cohete depende del primero, y así sucesivamente. Para mí, la "ie-
ligeramente a equívoco, porque puede dar la impresión de que desig- rarquía, (no me gusta demasiado esta palabra) de los niveles primario,
na el nivel principal, cuando, en realidad, el nivel metadiegético es, secundario, etc., es progresiva,y digo, en la página 238, que cada rela-
con frecuencia, más importante que el primario, que puede reducirse to está en un nivel "superior" al del relato del que depende y c¡uc lc
a un simple pretexto (como en los Cuentos de Canterbury).Talvez setía
apoya. Si tuviera que abandonar mett', no sería, por tanto, cn f¿vor clc
mejor evltar términos como "primer relato" y "segundo relato" y ha- hipo', sino, como es de esperar, en favor de hiper-. Sin embargo, esta re-
blar de los niveles narrativos en términos de profundidad de subordi presentación vertical no es, tal vez,la más afortunada, y prefiero, con
nación., Rimmon tiene razón, por supuesto, al recordar, como acabo mucho, el esquema de inclusión de mis hombrecillos con sus filacte-
de hacer yo mismo, eu€ el relato ninsertado" puede ser temáticamen- rias. El paradigma terminológico podría ser: extradiegetico, intradiegeti-
te más importante que el que lo enmarca (es incluso lo más frecuente),
co, intra-intradiegítico, etcétera. Pero, decididamente, metadiegetico me
y aquí encontramos una dificultad ya vista. Ya he propuesto, en rela- parece bastante claro, y presenta la ventaja importante de constituir
ción con las cuestiones de orden, que se rebautice como relato prima- un sistema con meta/rpsis. En cuanto a la contradicción con el uso lin-
rio lo que, hasta ahora, era <primer relato". Pero palece que esta pre- güístico, yo me conformo y a los lingüistas, aparentemente, no les
caución no basta, puesto que Shlomith Rimmon critica "primero" en preocupa; después de todo, meta'tiene muchos usos y metafsica no
significa un discurso sobre la fisica, nt metáteszi, la recensión de una te-
su forma inglesa, primary, que serviría también para traducir (prima-
sis (no está mal incluir cierta dosis de mala fe en la controversia, es una
rio,, con lo que no veo solución a este problema terminológico, de la
de las reglas del género).
misma formá que los gramáticos no la han encontrado al hecho de
que una proposrción "subordinada" pueda ser temáticamente más im-
portante que la principal. Es evidente que el relato inserto está subor- En las páginas 242'243 proponía una tipología de los relatos meta-
diegéticos, con arreglo a los nprincipales tipos de relación> que man-
dinado, desde el punto de vista narrativo, al relato marco, puesto que
le debe la existencray se apoya en é1. La oposiciónprimario/secundario tienen con el relato primario. Se trataba, en realidad, de tipos de rela-
traduce ese hecho a su manera, y creo que hay que aceptar esta contra- ciones temáticas: se podría hablar de otras, por ejemplo, según el
dicción entre la innegable subordinación narrativa y la posible pree- modo de narración (oral, como en Las mill una nocbes, escrita, como
en El curioso impertinente, plástrca, como en Moisés salaado), pero John
minencia temática.
Barthe0, como sabemos, orfebre en la materia, ha subdividido la pro-
Dicha preeminencia me impide, en cualquier caso (y llego a la ter-
cera crítica) aceptar la corrección que proPone Mieke Bal en cuanto al
pia narración temática de una manera un poco diferente (e indepen-
empleo del adjetivo metadiegetico para designar el relato producidg Pot diente de mi trabajo, que él desconocía).
Yo distinguía tres tipos fundamentales, de acuerdo con que el rela-
un narrador intradiegético. El inconveniente de este término es el que
yo señalaba en una nota en la página 239: que el prefijo tiene aquí la to secundario, al evocar las causas o los antecedentes de la situación
diegética en la que interviene, eierza una función explicativa (Ulises a
Función contraria a la que posee en el uso lógico-lingüístico, para el
los faecios: ,,He aqui lo que me tr2e,,), o que cuente una historia liga-
que un metalenguaje es un lenguaje en el que se habla de (otro) len-
guaje, mientras que, en mi léxico, un metarrelato se cuenta dentro de da a la de la diégesis mediante una relación puramente temática, de
contraste o semejanza, qtJe puede, qutzá, si el oyente la percibe, ejer-
ótro relato. Para evitar esta diferencia, Mieke Bal propone sustituirlo
cer efecto sobre la situación diegétic a y la sucesión de acontecimien-
por el término hiporrelato, que señalaría acertadamente, a su juicio, la
tos (apólogo de Menenio Agripa), o que, sin ninguna relevancia temá-
iubordinación jeiárquica dé uno a otro8e. Mi objeción es que la indi
tica, desempeñe un papel en la diégesis únicamente en virtud del pro-
ca en exceso y mediante una imagen espacial errónea, porque, si es
cierto que el relato secundario depende del primario, es más bien en el pio acto narrativo (Sherezade que aplaza la muerte a base de relatos).

8e 1977 pág.24,pág. 35 y ss. y 1981a. Rimmon (1983) emplea, en el mismo sentido,


eo 1981. Cfr. Liebow,1982.
el adjetivo hipodiegettco (pág. 92).

63
62
Lo que me interesaba y ordenaba la disposición de los tres tipos era la Alcide Jolivet, desgranan en el mostrador del telégrafo de Kolyvan
importancia (creciente) del acto narrativo. Lo que interesa a Barth es para ocupar la línea mientras esperan poder enviar sus despachosel.
precisamente la relación temática entre ambas acciones. Así, é1 distin- Dos o tres críticas espontáneas para terminar con el nivel narrativo.
gue un primer tipo, sin relación (.,Qu6ttanos una historia mientras es- La afirmación (pág. 241) según la cual "el relato en segundo grado es
peramos que cese la lluvia"); un segundo tipo, de relación puramente una forma que se remonta a los mismos orígenes de la narración épi-
temática (es el primer caso de mi tipo 2): y un tercer tipo, de relación ca, dado que los cantos IX a XII de la Odisea están dedicados al relato
"dramática>, es decir, en el que la relación temática, percibida por el de Ulises" es aún más errónea (y, la verdad, completamente estupida),
oyente, entraña consecuencias en la acción primaria: es el segundo que aquella, de la que ya he hecho la autocrítica, sobre la gran antigüe-
caso de mi tipo 2. Por consiguiente, sus tres tipos corresponden a mis dad épica de las analepsis, con la que tiene mucho que ver, puesto que
dos últimos, lo que prueba, sin duda, que no ha captado mi tipo 1 y la analepsis de la Odisea es metadiegética. No se puede decir que en la
que subdivide mi tipo 2 con más claridad que yo, cosa en la que me Iliad^a abunden los relatos secundarios; todavía menos, que la Odisea
parece que tiene ruzón. También me parece,y ya termino, que subes- muestra los "orígenes de la nanación épica"; vena,más bien, como ya he
tima un dato que, como buen lector de Las nily una noches, no igno- dicho en otro lugar, el principio de una transición, formal y temática, de
ra, y que es la función diegética, prácticamente capital, del acto de na- la epopeya ala novela. La noche de los tiempos está un poco más lejos.
rración intradiegética: no sólo matar el tiempo (que ya es bastante), Otra equivocación (pág. 242, pero ya en la pág. 227) se refiere a
sino (como Sherezade) ganar tiempo y, con ello, salvar su cabeza. LordJim, cuyo ,,enredo,, narrativo he exagerado en dos ocasiones. Des-
Creo, pues, que, si se enmienda mi tipología con la de Barth, se pués de todo, no hay más que un narrador primario, un narrador se-
puede llegar a una distribución más detallada, si no exhaustiva, que cundario (Marlow) ¡
mencionados por éste, varios relatos en tercer
I

definiría con más claridad que antes en términos funcionales: grado; estamos muy lejos de Las mill una noches, el Manuscrito encon- I

trado en Zaragoza o la Ménélaiade. Tendría que haber atribuido a la es-


1. función explicativa (por analepsis metadiegética, es lo que antes tructura narrativa otro tipo de oscuridad.
llamaba tipo 1); Pero la mayor crítica que puede dirigirse a este capítulo sobre el ni-
2. una función en la que no habíamos pensado Barth ni yo, y que ael es, quizá, que su propia presencia exagera la importancia relativa de
me viene ahora a la mente: la función predictiva de una prolepsis me- dicha categoría respecto a la de la persona, y el cuadro de la página 256
tadiegética, que indica, no las causas anteriores, sino las consecuencias tiene, sin duda, el defecto de cruzar dos oposiciones de interés muy
posteriores de la situación diegética, como el sueño de Jocabel sobre desigual. Así como el carácter narrativo o dramático de una escena
el futuro de Moisés en Moisís salaado,'a él pertenecen todos los sueños dialogada depende de la simple presencia o ausencia de varias propo-
premonitorios, relatos profeticos, el oráculo de Edipo, las brujas de siciones declarativas, el carácter intradiegético de una naffación no es,
Macbeth, etc.; con frecuencia, como bien se ve en Maupassant y Jean Santeuil, más
3. función temática pura, es el tipo 2 deBarth y el principio de mi que un artificio de presentación, una vulgaridad desechable por mu-
antiguo ttpo 2, cuya colocación en el abismo no es, recuerdo, más que chas razones. Y, recíprocamente, bastaría una frase de presentación (o,
una variante muy acentuada; como en Portnoy, de conclusión) para transformar, sin ninguna otra
4. función persuasiva: es la continuación de mi antiguo tipo 2 y el modificación necesaria, una narración extradiegética en nanación in-
tipo 3 ("dramátiss") de Barth; sertada. Por ejemplo:
5. función distractiva: es el tipo 1 de Barth;
6. función obstructiva: es mi antiguo tipo 3. Hay que pensar que,
et Miguel Strogof,, cap. XVII. Se trata de un caso límite: en el caso de Sherezade, o del re-
en estos dos últimos tipos, la función no depende de una relación te-
mática entre ambas diígises, sino del propio acto narrativo, que podría lato de distracción, el efecto de obstrucción o de distracción depende del interés del
contenido metadiegético. Pero no hay que confundir interís con relación temática: el re-
ser, en definitiva, un acto de habla completamente insignificante, lato más cautivador no siempre es el que evoca con más exactitud la situación en la que
como en la obstrucción parlamentaria, o como en los versículos bíbli- se cuenta, sino, por ejemplo, el que mejor sabe
"divertir". Se trata, al mismo tiempo, de
cos y las estrofas de canciones que los dos reporteros, Harry Blount y nuestrostipos5yó.

64 65
,.En un salón parisino, tres hombres conversaban delante de la chi- En primer lugar, quiero reiterar::;r.*as en cuanto-al propio.tér-
menea. Uno de ellos dijo de pronto: mino'd,e personá, qi" sólo conservo como concesión a la costumbre,
porque ,É.rr.rdo q.t., . mi juicio, todo relato está, de forma explícita
',-Qrerido Marcel, usted ha debido de tener una vida apasionan- o nO, (en pnmera persona>, puesto que-Su narrador puede designarse,
te. tNo querría contárnosla?
,,-Con gusto Marcel-, pero les aconsejo que se sien- en cualqui.t -ot*nto, poril pronombre correspondiente. La nove-
-respondió
ten, porque es posible que lleve tiempo. la clásicá no se priva de éilo, y ásí lo atestiguan es.tos tres ejemplos to-
Mientras sus oyentes se instalaban en cómodos sillones, Marcel se mados, como suele decirse, casi al aza¡¡ "Yo, Chanton de Afrodisia, se-
aclarí la voz y prosiguió : cretario del retórico Atenágoras, voy a contar una historia de amor
,,-Durante mucho tiempo, me acostaba muy temprano, etc.,,e2. que sucedió en Siracusao; '€n un lugar de.la Mancha, de cuyo nom-
br. to quiero acordarme, no ha mucho tiempo- que vivía un hidal-
go...,; "üe dicho al lector, en el c-apítulo precedente, que el.Sr..All-
XV iotthy había heredado una gran fortuna..." El primero era el princi
pio dé la primera novela fechada que se conoce,. Chereas l,Callirhoe,
La conversión de <persona>, es decir, en realidad, el cambio de rela- iodo el mundo habrá identificado el segundo y el tercero abre el ter-
ción entre el narrador y su historia ----cs decir, en concreto, el cambio de cer capítulo de TómJones. La distinción habitual entre relatos "en pri-
nanador- exige, desde luego, una intervención más masiva y más sos- mera> y oen tercera,, persona actva en el interior de ese catácter inevi
tenida, con todas las posibilidades de tener más consecuencias. Dorrit tablemente personal de todo discurso, con areglo a la relación (pre-
Cohne3 se alzacontra la valoración de Wayne Booth, según la cual la ca- sencla o ausencla) del narrador con la historia que cuen-ta^:. "primera
tegoría de persona era, en la nanatología tradicional, la distinción más persona> indica ,., pr.r.t cia como personaje. mencionadotu, <tercera
underworked" persona>, Su ausencit .o-o tal. Es lo que yo. denomino, con términos
"wmporkzd", y replica que ella se ha encontrado "fucidrdb
por los nanatólogos franceses, especialmente la autora de Figures III.Esta más técnicos pero, a mi juicio, menos ambigUos, narración hetero- u
crítica no carece de fundamento, aunque mantengo contra otros, y so- homodiegética.
bre todo, como ya he dicho, contra el autor de La transparence inthieure, Nomi )amirn y Susan Ringleres han desarrollado enormemente la
el reproche boothiano de la sobreestimación; no es fácil encontrar el jus- crítica de los términos tradicionales. Pero la posición de Ringler es
to equilibrio en esta materia. Donit Cohn, que me atribuye haber reha- más radical, porque considera que ciertos relatos, como el Retrato del
bilitado, en cierto modo, esta categoría ,,con los tipos hetero- y homo- artista,senciliam énte no tienen nirrador. Desde un punto de vis_ta gené-
diegético", considera que le dedico Poca atención y demasiado tarde rico, ástá mal determinado el alcance de tal afirmación: Ringler pare-
p"tá int.grarla con mis otras categorías fundamentales, y observa, de ce incluir el relato (con narrador omnisciente" de trpo balzaquiano y
ácuerdo con Shlomith Rimmone4 y Mieke Bales, una lamentable ausen- el relato .figuralo de focaltzación interna fija, pero nt BaIzac ni el Ja-
cia de ,,correlación con la focaliza.iót ". Éste .t el punto esencial, al que mes de Los-embajadores renuncian a hacer aParecer un narrador' que a
voy a volver más detenidamente, p€to advierto desde ahora que, inclu- veces estorba mucho. Desde el punto de vista descriptivo' no Te pa-
so para los más decididos defensores de la Persona, su importancia pare- rece que la formula de relato sin narrador p_ueda designar,. de forma
ce depender de su relación con las cuestiones de modo, lo cual confirma .rr.ry Éip.rbólica (por ejemplo, enJoyce' en Hemingway),-.ít que el si
involuntariamente la importancia decisiva de estas últimas. l.nóio ielativo d.-.rr n"tudot que se elimina 1o más posible y tiene

e2 Este principio inédito, mediocre pastiche de Maupassant, no figura en los cuader-


e6 Preciso .mencionado> porque se podría imaginar rtna historia en la que el narra-
nos conservados en la Bibliothéque Nationale, N.A.F. 16.640 a 16.702. Debo su cono- jamás p-orque
cimiento exclusivo a un coleccionista de Olivet (Loiret), que tiene el deseo legítimo de dor, implícitamente pfesente como personaje, no estuviera mencionado
no á.r.-p.ñara nin'grin papel. Pero supongo que la primera del plural sería dificil de
guardar el anonimato.
o3 198lb, pág.163. evitar.
e4 I976a,pág.59. e7 1976b.
e5 L977, págs. 112-113. " Pá9. 158 y ss.

67
66
PERSONA

siempre cuidado de no designarse a sí mismo (pese a las proclamacio- por ejemplo, como ya he dicho, en Ann Banfield (1982), que se sien-
n.r ób;.tivistas de Flaubert, sabemos que no ocurre así en Boaary)' te maravillosamente cómoda con la seguridad imperial propia de la
Pero la hipérbole me parece aquí francamente abusiva' lingüística chomskiana.
El mitó del relato rin n"ttrdor o de la historia que se cuenta ella El punto de partida de Banfield es la observación acertada (aunque
sola se remonta al menos, recuerdo, a Percy Lubbock, cuyas formulas no original) de que ciertas formas características del relato escrito,
ha recuperado, casi literalmente (p.{o seguramente sin saberlo), Ben- como el aoristo (pretérito indefinido) y el discurso indirecto libre, son
,r.nir,. r p.opOrito de su categotá d. hiitoria (contra discurso). Antesee prácticamente desconocidas paralalengua hablada. De esta exclusión
he citadol", ?tt.t de Lubbock; ahora debo recordar las de Benvenis- de hecho, extrae una imposibilidad de principio: esas frases serían ra-
te, aunque todo el mundo las recuerda: "Para decir la ve¡dad' ya no dicalmente "indecibles" (unspe ak^ablt). D eshzamiento característico de
existe ni el narrador. Los sucesos se plantean como se producen' a me- Ia gramática generativa, siempre dispuesta a decretar como "inacepta-
dida que aparecen en el horizonte de la historia. Nadie habla; parece ble" 1o que aún no se ha aceptado. A partir de esa presunta "indecibi
qu. lót acóntecimientos se cuentan ellos solos'lo. Como se ve, Ben- lidado, Banfield se apresura a deducir que los textos en los que figuran
veniste mitiga con un Parecen la idea de que los sucesos se cuentan so- esos enunciados no pueden ser, ) Por tanto no son, pronunciados por
los, pero .rJi.tttoducé ningún matiz respecto a la ausencia del r'afna- nadie. Nadie habla, pues, y por eso su hija es muda, la función de co-
dor. Pocas veces una fórmuIa imprudenté, en seguida tomada al pie de municación se ha eliminado, el autor "ha desaparecido definitivamen-
la letra, habrá causado tantos .itt"got. X como he contribuido a di te del texto', (pág. 222), el narrador también, el lenguaje se ha hecho
,,conocimiento objetivo", <<sus aspectos subjetivos se han vuelto opa-
vulgarla en el campo de la poética, creo que tengo que poner las co-
sas en su sitio. .os" (pág.27I). Esta metamorfosis del discurso resPonde, al parecer, a
En nFrontiéres du récit,,101, Yo citaba este texto con.una aprobación la "división modema entre historia y conciencia, objeto y sujeto. El re-
total: "descripción perfecta de lo que es, en su esencla y en su- oposl- lato es la forma literaria que exhibe la propia estructura del pensa-
ción radical a toda^forma de .*pt.iiótt personal del locutor, el relato miento modemo" (pág. 254);es decir, contemporáneo del pensamien-
en estado puro... ausencia perfecta, no sólo del narrador, sino de la to cartesiano y de la invención, pof Huyg'ens, del reloj exacto y el te-
propia nariación... el texto está ahí sin que na{ie. lo haya pronuncia- lescopio: "Sin ninguna duda, no es casual que sea en el momento de
io, .t..,. Desde luego, ese día más me habríavalido callarme, pero (en la historia intelectual llamado, en ocasiones, cartesiano, cuando apafe-
su iefecto) añadía á
seguida que la oposición entre "relato" y discur- ce en Francia el uso, en la frase, de un tiempo histórico ajeno alapa-
so no era nunca tan absoluta, que ninguna de las dos condiciones se ¡
labra al mismo tiempo, en las Fábulas de La Fontaine, el empleo del
encontraba nunca en estado p,.rro (lo demostraba sobre el mismo estilo indirecto libre, ni tampoco que en la misma época se inventaran
ejemplo d,e Gambara qve invoéaba Benveniste) y, sobre todo, que no el reloj de péndulo y el telescopio" (pág. 273). Sin ninguna duda, no
r. ttrtrbr de una opoii.iótt entre dos términos simétricos, sino entre es casual.
un estado general (el discurso) y un estado particular marcado por ex- Ann Banfield cita, con cierto desprecio (págt. 68-69), a los autores
clusiones ó abstenciones: el relato, que para mí no era más qlJe una que, como Barthes y Todorov, han afirmado, por el contrario, la im-
ful discurso, en el que las huellai de la enunciación sólo estaban posibilidad de un relato sin narador. Sin embargo, yo me incluyo sin
,for*o
'provisional o precariamente suspendidas (debería haber añadido: y dudarlo en esta cohorte lamentable, puesto que lo esencial del Dis-
'*r1, cours du rícit, empezando por su título, reposa sobre el supuesto de esa
porriolmrrtr,porque todo enunciado es' en definitiva' una huella
de enunciación:-ésta es, en mi opinión, una de las enseñanzas de la instancia enunciadora que es la narración, con su narrador y su recep-
pragmática). Desde entonces, el mito se ha extendido con el inesisti tor, ficticios o no, representados o no, silenciosos o charlatanes, pero
tt."pod.t áe seducción de las formulas excesivas, y 1o reencontramos, siempre presentes en lo que para mí es, me temo, un acto de comuni
cación. Por consiguiente, en mi opinión, las afirmaciones corrientes
de que nadie habla en el relato, que son un nuevo aspecto del viejo
ee Pág.30.
rffi Prohllmes de linguistique généralt, pág.241. .rhouingy, por tanto, de la vieja mímesi¡ no sólo proceden de la prácti
tut Figurtt II, págs. 62-64. ca del tópico, sino de una asombrosa sordera textual. En el relato más

68
sobrio, alguien me habla, ffie cuenta una historia, me invita a oír roe, que no tiene ante quien borrarse, pero a mí me gustaría ai'adir y
cómo la cuenta, y dicha invitación o presión- constitu- ni siquiera. También el héroe autobiográfico se encuentra a menudo en
-confianza posición de observador, y la noción de héroe testigo qutzá no es tan
ye una actitud innegable de narración ¡ por tanto, de narrador: ya la
primera frase de Tbe Killers, cumbre del relato "objetivo,,,,,l-f1s door of contradictoria como podría pensarse a priori: el pícaro observa, mu-
Henry\ lunch-room opened..." ["La puerta del comedor de Henry se chas veces, más de lo que participa, Des Grieux sufre por su pasión y
abrió"], presupone a un oyente capaz, entre otras cosas, de aceptar la la conducta incomprensible de su compañera, y Marcel, hasta la reve-
familiaridad ficticia de "Henry", la existencia de su comedor, la unici- lación final que le otorga su misión, no es prácticamente más que un
dad de su puerta, o sea, como bien se dice, de entrar en la ficción. De héroe pasivo102. La "novela en primera persona), como autobiografia
ficción o de historia, el relato es un discurso, con el lenguaje no se ficticia, es casi siempre una novela de iniciación y esa iniciación con-
puede producir más que un discurso, e incluso en un enunciado tan siste esencialmente, con frecuencia, en mirar y escuchar, o en curar sus
nobjetivo) como El aguahiente a 100 grados, cada uno puede y debe en- heridas. (No quiero decir, sin embargo, que la primera persona sea la
tender, en el uso del artículo "destacado)>, una llamada muy directa a <<voz>> obligada de la novela de iniciación: \Yilhelrn Meister es una ex-

su conocimiento del elemento acuoso. El relato sin narrador, el enun- cepción bastante notable. Por otro lado, existe un caso, al menos, de
ciado sin enunciación, me parecen puras quimeras y, como tales, "i¡- novela de iniciación en el que la narración se confia a un textigo ex-
falsificables". iQrién ha rechazado jamás la existencia de una quime- terno: es TIte Wal of All Flesh. Y no está muy lejos Doktor Faustu.t, que
ra? De modo que, a sus fieles, no puedo oponer más que esta confe- sencillamente lleva ese aprendizale un poco más allá de sus límites ha-
sión afligida: ,iTal vez exista su relato sin narrador, pero, desde hace bituales.)
cuarenta y siete años que leo relatos, no lo he visto en ningún sitio." No sé si hoy seguiría defendiendo la idea de una frontera infran-
Aflgtda es una cláusula de pura cortesía, Porque si me encontlara con queable entre un tipo heterodiegético y otro homodiegético. Franz
un caso así, saldría corriendo: relato o no, cuando abro un libro, es Stanzell03 prefiere, en cambio, y de forma frecuentemente convincen-
para que el autor me hablt. Y, como todavía no soy sordo ni mudo, a te, facilitar la posibilidad de una gradación progresiva: sea del lado del
veces incluso le respondo. tipo "figu¡¿1" (focahzada), en el que ciertos autores, como el Thacke-
ray de Henry Esmond, alternan ely y el íl; sea del lado del tipo "de au-
La distinción secundana entre el relato homodiegético de narrador tor", en el que textos como Madame Boaary, Vani4t Fair Karama.zor),
protagonista (,[6¡ee") y el de narrador testigo es antigua, dado que se con su narrador contemporáneo y conciudadano, se aproxim an clara-
encuentra ya en 1955, en el artículo de Friedman. Sólo he añadido el mente al tipo homodiegético de narador testigo, cuyo ejemplo más
término autodiegético para designar el primer caso y la idea, un poco rá- puro podría ser el de los Poseídos, muy presente, pero no siempre, sin
pida, de que el narrador no tiene más opción que entre esas dos fun- verdadero papel en la acción y cuidadosamente (al contrario que \Vat-
lio.r.r extremas. Reconozco que esta hipótesis no tiene ningún funda- son o Zeitblom) mantenido en el semianonimato. ("Es M. G.-v, un jo-
mento teórico y que, apriori, nada impide que el relato corra a cargo ven que ha recibido una instrucción clásica y se ve acogido en la me-
d.e un personaie secundarif,pe.ro activo, de la historia. Me limito a de- jor sociedad": así lo presenta Lipoutine en el capítulo III 9.) He dicho
ctr que no conozco nlngun elemplo así o, más exactamente, que la anteriormente que la mera presencia de un epílogo en presente podría
cuestión no se plantea en esos términos: después de todo, I7atson, bastar, y no tengo ninguna razón para desdecirme; al contrario que el
Carraway o Zeitblom son una especie de deuteragonistas, o tritagonis- presente de comentario o únicamente de referencia al momento de la
tas, en la historia que cuentan, y en ella no se pasan todo el tiempo naración, este empleo del presente indica de forma inequívoca una
detrás del oio de la cerradura. Pero todo se desarrolla como si su papel relación del narrador con su historia, que es una relación de contem-
de narradores, y su función) como narradores, de destacar al héroe, con- poraneidad. A partir de ahí será legítimo dudar entre un diagnóstico
tribuyera a borrar su propio comportamiento, a hacerlo transparente
y, con é1, a sus personajes: Por importante que pueda ser su papel en 102
Recuerdo esta afirmación de Degré zhu hiperbólica, sin duda, pero no totalmente
este o aquel momento de la historia, su función narrativa anula su desprovista de realidad: "En la novela, normalmente, eIlo es testigo, es el /quien actúa."
103 Véase
función diegética. A una obliteración tan irresistible sólo escapa el hé- más adelante, cap. XWI.

70 7T
PERSONA

o
de homodiégesis o heterodiégesis, según cuál sea la definición de am- término cronista para el narrador contemporáneo de Karamtaoa
Moulin,rri proporrer el de historiador (ficticib, por supuesto) pltt,:11l'
bos térmi.toi qr.t., después de todo, no es absoluta. Por eso me vería decidtda-
[Jn roi.L, ftot?.ra entre 1a homodiégesis y la heterodiégesis'
hoy más inclinado t ótotgtt esta franja al gradualismo de Stanzel, a
;;";; po.o clara, quizápasa entre ambos tipos, si es que hay espacio
p.rtt de las reservas de Dorrit Cohn, que pone como objeción la cláu- que pase' no muy
iula de imposibilidad gramatical: "Ningún texto puede si suficiente para trazar una línea imaginaria; a.lo Y
tuarse sobie la frontera que separa las narraciones-afttmr-
en primera persona 6;;; .",ré el tipo Karamazoa y el tipo-Poseídot.,D. modo qu€ ya no
tiene sus
de las narraciones en teriera, por la sencilla razón de que la.diferencia díría.,como antés: ,,1a ausencia es abioluta pero la presencia
más a
gramatical entre las personas no es relativa sino absoluta"r04. La "ta' gr"dás,. La ausencia también tiene sus.grado¡ y nada se Parece
ia
íón" es irrefutable, pero la consecuencia lo es, o no, según el sentido ina ligera ausencia que una presencia difusa. O, más sencillamente:
qué dlsmncia se empieza a estar ausente?
que se le dé a la paláb ra texto: sería dificil_que una frase esté a lavez en
rrttbot campos, p.to.ttt texto más extendido puede altemar, como Es-
mond o Laioute drs Flandres, o situarse, como Bwary o Karamazozt,tan
Sin embargo, no pretendo decir que la elección de persona.(grama-
del
cerca de la frontera que no se sabe ya de qué lado está, o iugar c_on las
ti.;t r;; .orñpi.irÁente independiente de la situación dediegética
vn)o
narr'ad,or.Me par.ce, muy d cóntrario, que la adopción Pafa
capacidades de (di)simulo del nanador, como hace Borges en.Lafor- y sin esca-
*) la pág.254, o Max_Frisch en Still¿r. En designar . ,'b de los persgnale.s impone,. mecánicamente
-Dorrit que citaba en
dt la espada,
prr.lü, fr relación homodiegética, ei decir, la certeza de que €se per-
este caso, Cohn fazona excesivamente en función dela persona
gramatical,y y^he hablado de la mediocre credibilidad de este criterio. iorrr¡. ., .l ,rrrrador; alait,,."' pero con igual rigor' la adopción
Y,
5i r. abandona en favor de la oposición entre homodiégesis y hetero- de un él tmplica que el narrador no es ese personale'
--il r.gnrrd" ahrmación plantea seguramente. más dificultades que
diégesis, se debe admitir la posibilidad y observar la existencia de situa- autor y na-
cioáes fronteizas, mixtas o ambiguas: la del cronista contemporáneo, la primeri potq.r., debido i .rttr confusión habitual entre
;;"?;t, p.iÉ.. .ho.", con una práctica documentada y corriente: la
del que acabo de evocar varios ejemplos, siempre al borde de.la parti pti'irippe Lejeune llama. *autobiogtafr'a en.tercera Personaol06'
cipaiión o, al menos, una presencia en la acción que es.propiamente q". vida
la-del testigo; o, más rafay sutil, la del historiador posterior' 9ye cuen- óigo o.orii.rrt., porqu., sin duda, ,ro, ht ocurrido a todos, en la
no
ta, como Jl narrador de Karamazw, acontecimientos que se han pro- cotidiana. hablar de nosotros mismos en tercera persona, aunque
sea (no sé por quétco) más que al dirigirse a niños
pequeños,u3,
ducido <en su distrito" (proximidad geográfica) pero mucho antes de :l:ua
ción en la qu.^t. usa incluso para designar. al destinatario: "Y ahora'
su nacimiento (distancia temporal), y q,t. sólo conoce por testimo- ,0, , ,., muy bueno: p^p^ dentro de cinco minutos'"
nios interpuestos. Es, por ejemplo, la situación del narrador primario Juanito
'y advierto que, quiáeporque, a iu edad, rytl,ut
consideran a todo el mundo
de Un roiians diaertissúent, que expresa de maravilla la ambigüedad de
,";;;,;;.hor'rrr.i"rár gÉn.:raltzan este uso, y se llaman a sí mismos
su situación: "Tuvimos a continuación unos días muy bellos. Digo tu- '".f o ,,la abuelao. Eá cuanto a los textos literarios, remito al caso
aimos, naturalmente yo no estaba, porque todo esto pasaba en 1843, "iÉ;"" por Le
pero he tenido que hacer tantas preguntas y acercaffne tanto para sa- inevitable de los Comentarios de César y a los ejemplos citados
jeune, parciales (Gide, Leiris, Barthe$ o integrales (Henry Adams,
b., lot detalles que he acabado por formar parte del asunts¡lO5. Sabe-
mos que Giono calificaba este relato como una crónica, p€to el carác- Ñor-"r, Mailer). A mi juicio, los textos o enunciados de este tipo
constituyen, coÁo dice íagamente Leieune, casos de disociación
ficti
ter de dic|¡s ogénero> en él es muy indeciso, y abatca igualmente, jun-
to a (Jn roi sais diztertissement,un relato autodiegético como Noé o una
crónica contemporánea como Le moulin de Polagne. Por consiguiente, rr)b 1980, cap. II.
esa denominacibn, poco controlada, no puede impedimos reservar el
-) ^!
y pedagógr
r07 Ello tiene que ver, desde luego, con. una especie de uso demostrativo
a que se ha
.o d. l" l.r-rgr^; in.lr-'* ".ortrribra a los niñós, aunque,sea sin quefer'
ble de ellos en tercera persona, seguramente porque .t" fo.-, permite transferir sin
transformación gramatiirl un de una boca a s¡¡¿; "Juanito es un niño ma-
rM 1981b, pág. 168. "nuJ.itdo
ros Pléiade, pág.471. yor, come su soPa con el tenedor'"

73
72
PERSONA

cia, o figurall0s, entre las instancias de autor, narrador y actor: se sabe varus, o que otro habla de é1, como Gertrude Stein a través de Alice
o se adivina que el héroe "es, el autor, pero el tipo de narración em- Toklas. Desde luego, esta determinación constituyente debe respetarse
pleado finge que el narrador no es el héroe. Por ello, deberíamos ha- y mantenerse. Y, por otro lado, me parece también muy presente en los
blar aquí de autobiografa heterodiegáticai0e, aunque dicha expresión usos cotrientes: en ,ifuanito ha hecho pumo (por la ventana del cuarto
(como ocurre, aunque menos crudamente, con la de Lejeune) consti piso), es muy diffcil decir si elJuanito hablante, a cargo del relato, con-
tuya una excepción excepción que él mismo ha asumido per- vierte al Juanito acróbata en objeto o si, a cargo del acróbata, convier-
-una que Lejeune hace de autobiografia: iden-
fectamente- a la definición te en objeto al narrador e imita el lenguaje del otro. Cuando se le pre-
tidad de las tres instancias de autor, narador y héroe. gunta aJuanito sobre ello, rechaza el problema: la complacencia de un
Esta disociación figural impone, en mi opinión, dos (es decir, tres) niño de tres años tiene sus límites. La misma incertidumbre se produ-
lecturas posibles: o (el lector percibe que) el autor, aunque habla ma- ce cuando llega el bisabuelo deJuanito y declara: "El viejo envejece."
nifiestamente de sí mismo, finge hablar de otro (Stendhal cuando evo-
ca a "Dominique" o "Salviati", Gide, a "Fabrics" e ,.X"); o (percibe
que) sigue hablando manifiestamente de sí mismo pero finge que es XVI
otro el que habla: Gide deja, aquí y allá,la palabra a un biógrafo ima-
ginario llamado Edouard, y, de forma mucho más espectacular, Ger- Dorrit Cohn sugierelll que la referencia proustiana me ha hecho
trude Stein finge dejar a Alice Toklas que escriba su biografr.a. En el prestar más atención al régimen homodiegético que al heterodiegéti
primer caso, el autor y el narrador son uno, y es el personaje quien co. La explicación es plausible, pero no estoy seguro de que la obser-
está ficticiamente disociado; en el segundo, el autor (firmante del tex- vación sea exacta. En realidad, de las ocho páginas, más o menos, que
to)y el personaje (este libro firmado por Gertrude Stein cuenta la vida dedico a la npersona> en el relato proustiano, más de la mitad se refie-
de Gertrude Stein) son uno, y es el narrador (Toklas) quien está ficti- re, no a su carácter homodiegético (final), sino a su paso de la tercera
ciamente disociado. Pero, en ambos casos, el narrador está disociado persona deJean Santeuil a la primera de la Recherche, con lo que seguía,
del personaje y la narración es, por tanto, heterodiegética. Puede ocu- por adelantado, el juicioso consejo de Dorrit Cohn: "Parece evidente
rri¡ por último, sobre todo cuando las diversas instancias no están (to- que es preciso. ir y venir constantemente a través de la frontera para to-
das) nombradas ni, por consiguiente, dramatizadas, que el lector dude mar conclencla de las diferencias y las particularidades regionales."
legítimamente entre ambas interpretaciones, es deci¡ entre los dos Exagero, por supuesto, dado que, después de Proust, aquí no he he-
puntos de disociación posibles: así ocure, a mi juicio, con las páginas cho más que ir en una dirección. Pero, en ocasiones, he leído relatos
heterodiegéticas de Roland Barthes par Roland Bartltes, en las que no se en tercera persona y he hecho, mentalmente, un poco de commuting
sabe bien (para retomar los términos que Lejeune aplica a Leirisllo) si rápido de uno a otro régimen, a caballo de la frontera como Charlie
debemos pensar que el autor habla de sí mismo mientras finge que ha- Chaplin al final de no sé qué película. Incluso he previstol12 varios
bla de otro, como Balzac se describíabajo los rasgos de Marcas o Sa- ejercicios, reales o imaginarios, de transaocalización, o reescritura de la
primera persona en tercera y ala inversa. En cualquier caso, la propia
r08 Dorit Cohn completa felizmente mi viaje único mediante varios
"Figura de enunciacif¡" (i980, pág. 3a);yo decía (pág.252) "sustitución conven- ejemplos de la conversión opuesta, el paso, aparentemente más fie-
cional", que es lo mismo: Ia sustitucióndeypor él es una figura de enunciación.
10e
La novela del tipo Gil Blas es, desde luego y de forma sistemática, una heterobio- cuenterl3, de la primera a la tercera: el de Dostoyevski para Crimenjt
grafia autodiegética. Ficticia, en este caso, pero también las hay más ligadas a la realidad
histórica o personal: Robinson Crusoe es un poco (muy poco), y pese al cambio de nom- rrr 198lb, pág.163.
bre, una biografia de Selkirk, y las pseudoautobiografias de personas reales como Mé- rtz Palimpsestes, págs.335 339.
moires de d'Artagnaz (de Courtilz de Sandras), Mímoires d'Hadrien (de Marguerite Your- r13 1981a, págs. 194-197; Stanzel (1981) menciona, por ejemplo, los casos de
Jane
cenar) o L'AlAe du roí, pseudomemorias de Mme. de Maintenon escritas por FranEoise Austen para Sense and Sensibiliry y deJoyce Cary para Prisontr of Grace;J. Petit, otros dos
Chandernagor, son el equivalente exacto, en el orden del relato "referencial,, a TI)e de Mauriac, para Le Désert de I'amour y Le Baiser au lípreux; en el otro sentido (el de
Education of Henry Adams. Proust), es conocida la conversión de Gottfried Keller que unificó en primera perso-
r10 1980, pág.34.
na,25 años después de su primera publicación, todo Grüner Heinrich.

74 75
1

PE

castigo,el deJame_s para Los embajadores, el de Kafka para El castillo.Es- lar de la infalibilidad de elección del autor: "Kafka no se habría esforza-
tos cuatro e¡emploi (contando el de Proust) prueban, sin duda, una do en imponerse unas correcciones tan puntillosas en plena elabora-
decisión t^/onid^ de conversión nattativa Y, Por tanto, el sentimien- ción de su libro si se tratase de un detalle sin importancia., Se podría
to de que en dichos autores hay una superioridad o, al menos' una muy bien argüir lo contrario: "Kafka no habría emprendido tal coffec-
ventaja circunstancial de uno u otro régimen; y por tanto, desde lue- ción en plena elaboración de su libro si hubiera pensado que iba a im-
go, prueban la pertinencia de la cuestión. (Po1 supuesto, se puede plicar modificaciones considerables." Sin contar con que, después de
lechazar la relación de reescritura transvocalizadon que supongo en- todo, la decisión final de Kafka (la petición de incineración) no empuja
tre Santeuity la Recherche, que podemos considerar como dos obras precisamente a aprobar todas sus decisiones. En cualquier caso, aquí es-
absolutamente distintas: interésante controversia. No por ello ha- tamos, en una rueda de la que Dorrit Cohn sólo puede salir, como cual-
bría menor conversión narrativa del autor en el paso de una a otra, quier otro, mediante una conjetura: "Sin dudn tuvo conciencia, más o
y seguramente se podrían encontrar mayores ejemplos de autores menos claramente, de que "K" era más útil para su propósito que "yo", y
q,l. httt pasado, a 1o largo de su caffeÍa, de una predilección a otra: los inconvenientes de las técnicas retrospectivas para representar la vida
€t grotto modo el caso de Hammett, que pasó de la primera persona rntenor pudieron ser un factor en su decisión" (subrayo las cláusulas du-
a la tercera.) bitativas o evasiva$. El recurso es siempre el mismo: es la descripción
En cambio, no estoy seguro de que se pueda extraer de estos ejem- que hace Lubbock de los "inconvenientes, ligados al carácter (inecesa-
plos una idea clara de la respuesta, es decir, de la ventaja exacta que riamente?) "retrospectivo" del relato en primera personalla.
rportr cada una de estas conversiones. El conocimiento de las varian- Reconozco que todas estas descripciones apriori y justificaciones ¿
tés y los diversos borradores puede provocar el escepticismo en cuan- posteriori me producen escepticismo. Las consecuencias modales (pot-
to á h idea recibida, y ,rtt pó.o opiimista, de la superioridad general que, una vez más, se trata esencialmente de eso) de la elección narra-
del estado final: dicha valoración suele surgir, la mayoría de las veces' tiva no me parecen ni tan enormes ni, sobre todo, tan mecánicas
de la famosa motivación retrospectiva. La conversión (narrativa) de como suele decirse. La propia Dorrit Cohn ha demostrado, con el
Dostoyevski no va acompaiada, aparentemente, de ningún comenta- ejemplo de El hambre de Knut Hamsun, que un relato homodiegético
rio, ni queda ninguna huella de la primera versión. De las- de James <retrospectivo" podía estar centrado en el héroe con tanto rigor como
paí^ lWiitiey Losámbajadores sólo dan fe los testimonios tardíos de los un relato "figural", y Proust lo manifiesta en numerosas páginas de la
prefacios; la dificultad mencionada para Maisie está muy clara-(voca- Recherche. Por tanto, no estoy totalmente convencido de que una rees-
bulario limitado de la jovencita), pero es poco convincente (Maisie critura en primera persona de Crimen 1 Castigo, Los emb@adores o El
habríapodido contar la historia muchos años más tarde); en-cuanto a castillo fuera tal catástrofe (un duro castigo, desde luego, pero lejos de
Los emtajadores, el comentario deJames es tan vago como vehemente: mí la idea de condenar a nadie). Por el contrario,la ruzón, también
parece hacer de la tentación homodiegética_un "pre-cipicio" del que ha- producto de conjeturas, que atribuyo a la elección final de Proust (la
tí".onr.guido escapar, el,.abismo más sombrío de la novela'(estos sol- necesidad de imprimir en el discurso del narrador la posición ideoló-
terones exageran siempre lo poco que pasa en sus vida$- El único d¡ ta- gica de la Recherchzl puede resultar muy frágtl: la "tercera persona> no
les ejemploi que permite ,tñt .o*paractón,es el de El castillo, y el co- parece haber limitado demasiado, en este sentido, ni a Mann, ni a
mentarió de Dorrit Cohn ilustra bien la ambigüedad del caso: muestra Brich, ni a Musil. Mis diversas experiencias de transvocalización, rea-
perfectamente la facilidad de la transformación (simple sustitu.ción de les o imaginarias, me han convencido de cinco cosas: 1.la flexibilidad
ptotto-bres) y la equivalencia modal entre la redacción autodiegética de empleo de las posiciones vocálicas les hace ser prácticamente equi-
inicial y la veriión final, heterodie gétrca y focalizada; después le acome- valentes desde el punto de vista de las consecuencias modales;Z.Ia úni-
te ciertb remordimiento y añade: "No obstante, sería un grave error ba- ca consecuencia inevitable, en principio, que es la imposibilidad de
sarse en el caso de Elcastillnpara afirmar que la persona gramatical n9 tie- centrarse en un personaje después de haber vocalizado (y, por tanto,
ne ninguna importancia en relación con la estructura y el alcance de un
,.lato.,I Se espéra aquí, pues, una descripción de las ventajas de la posi ttl 7he Craft of Ftction, págs. 144-145 véase más recientemente Mendilow, citado en
Figures III, pág. I89.
ción final; p.to Cohn sé refugia inmediatamente en el argumento circu-

76
-Ir

prefocalizado) otro, puede evitarse mediante infiacciones paralépticas una comparación entre dicha obra y Discours du récit. Por consiguien-
más o menos acertadas; 3. como bien vieron James, Lubbock y otros, te, remito al lector a ese denso artículo y, desde luego, a los dos libros
la narración heterodiegética puede más, naturalmente y sin infracción, más importantes de Stanzel, que pronto estarán disponibles en su tex-
que la homodiegética; 4. pero un artista puede siempre, como sabemos, to alemán o en su traducción inglesa, mientras esperamos una posible
preferir los inconvenientes estimulantes de las limitaciones a las virru- traducción francesa.
des sedativas de la libertad; 5. por último, la importancia de la elección Como muy bien dice y demuestra Dorrit Cohn, la diferencia esen-
vocálica bien podría no depender de ningun inconveniente ni ventaja cial entre ambos trabajos es que el de Stanzel es "sintéticor, mientras
de orden modal ni temporal, sino del mero ruido de su presencia: el es- que el mío (1o reivindico en diversas ocasiones) es analíticoll7. "Sinté-
critor, imagino, tiene gunas, un día, de escribir un relato en primera per- tico" quizá llame a engaño, porque esa palabra hace pensar que Stan-
sona, otro en tercera, sin razón, porque sí, para cambiar; algunos son zel hace, a posteriori, una síntesis de elementos que, primero, ha abor-
totalmente refractarios a una u otra, sin razón, porque sí, porque es ella, dado y estudiado aisladamente. Es todo 1o contrario: en 1955, Stanzel
porque son ellos: ipor qué algunos escritores escriben con tinta negra y parte de la intuición global de una serie de hechos complejos (aunque
otros, con tinta azul? (Este será el obieto de otro estudio.) El lector, a su soy yo quien los califica así) que denomina "situaciones narativas": la
vez, recibe un relato provisto de su posición vocálica, que le parece tan autorial (que sólo puedo definir anahzándola en mis propios térmi
indisociable como el color de los ojos que amal15 y 9ue, a su juicio, Ies nos, como narración heterodiegética no focahzada, por eiemplo Tom
va mejor que cualquier otro, a falta de pruebas en contra. En resumen, Jones),Ia personal, más tarde rebautizadafgural (heterodiegética de fo-
larazón más profunda (la menos condicional) sería en este caso, como calización interna, como Lo s emb aj adore s) y la I ch - Erzrihlung (homodie-
en tantos otros, (porque es así". Todo lo demás es motivación. gética, por ejemplo, Mofut Dirk). Por tanto, "sincrética', sería una califi-
cación más exacta, si no tuviera ciertas connotaciones peyorativas.
Sencillamente, Stanzel se da como punto de partida esta observación
XVII empírica irrefutable: que la inmens a mayoría de los relatos literarios se
reparte entre estas tres situaciones que califica acertadamente de "típi
Esta reserva a propósito de la presunta influencia de lavoz sobre el cas". Sólo después, sobre todo en su último libro, decide analizar di-
modo no basta para despachar la cuestión, deiada en suspenso, de su chas situaciones con arreglo a tres categorías elementales, o fundamen-
consideración conjunta bajo lo que se denomina habitualmente una tales, que llama la persona (primera o tercera) , el modo (es aproximada-
mente, según Dorrit Cohn, lo que yo llamo la udistancia": dominio
"situación narrativa". Este término complejo fue propuesto
hace más
de un cuarto de siglo por Franz Stanzel, quien, desde entonces, no ha del narrador o de un personaje "reflec¡6¡", de acuerdo con el término
dejado de profun dizar y revisar la clasificación que había propuesto tomado deJames) y la perspectiaa (que yo también llamo así, pero que
para él en 1955. Dorit Cohn116 nos reprocha, con razón, a mí y al Stanzel reduce a una oposición ínterna/externa que, de hecho, con-
conjunto de la ,,narratolo gía francesa>, que no hemos tenido en cuen- vierte lafoca\tzación externa en una focalizacíón cero118).No voy a se-
ta la aportación de este importante estudioso de la poética, 1l es cierto guir a Dorit Cohn en la explicación, muy detallada, que elabora so-
que una lectura atenta de su primer libro nos habría evitado, en los bre las ventajas y los inconvenientes de esta tríada de categorías, de las
ahos 60, varios ,,descubrimientos, tardíos. Éste no es el lugar de una
explicación que no resultaría superflua a orillas del Sena, pero que Do- 117
Las otras diferencias que ha destacado Cohn son: mi referencia constante al rela
rrit Cohn ha elaboradoya, de forma notable, y que nos afecta muy de to proustiano, mientras que Stanzel se sitúa desde el principio en la teoría general; la
cerca, puesto que su reseña de Tlteorie des Erzrih/tni pasa, en parte, por búsqueda permanente, por su parte, de una gradación que representan muy bien sus es-
quemas circulares, a los que se oponen mis cuadros de casillas estancas; su indiferencia
respecto a las cuestiones de nivel (su sistema, afirma Cohn, es "unidiegético"); y, por su"
Por ejemplo, los de Gilberte, cuyo azul le gusta tanto a Marcel porque son negros
11-5 puesto, el hecho de que no se ocupa de las cuestiones de temporalidad.
1r8 En 1955, Stanzel añadió, con el término de narración neutrA, el anexo de la foca"
(1,pág. 141).
itu 1981b, págs. 158-160. Evidentemente, éste es el artículo al que me refiero en todo lización externa a su tipo "personalo. Desde 1964 parece haber renunciado totalmente
este capítulo. a dicha categoría.

78 79
SITUACIONES NARRATTVAS

que la tercera le parece superfluai para mí, desde luego, lo sería la se-
gunda, porque la noción de distancia (diégesis/mímesii) me resulta sos-
Narración periferica
pechosa desde hace tiempo, y porque la especificación que le da Stan-
zeI (narrador/reflector) me parece ficilmente reducible i nuestra cate-
goría común de la perspectiva. Tampoco voy a seguirle en el laberinto
circular que constituye, en la gran tradición germánica (Goethe-peter-
en 1" persona
sen), el maravilloso rosetónlle con el que Stanzel representala grada-
ción de las situaciones narrativas y el enredo de ejesf fronteras, *bor,
puntos cardinales, llantas y cubiertas que concretan el último (hasta -& ¿^'%^
discurso
ahora) estado de su sistema. En otro lugar he expresado los sentimien-
monólogo
q{'^i!" '?2r; i¡rdirecto
interior ' ?c [bre
tos ambigu-os que me inspira este tipo de coñstrucción imaginaria,
que aquí ofrece la ocasión, entre otras cosas, de antítesis estimulanres
y acoplamientos tan fecundos como inesperados. Dorrit Cohn habla,
en este sentido, de un (cerco) del relato; a mí se me acusa, a veces, de figural
colocar la literatura en cajas o tras las rejas, por lo que sería el último
en condenar esta forma de compartimentar iu campo, eue es tan bue- Poco satisfecha con esta sexipartición, Dorrit Cohn, apoyándose en
na como cualquier otra. El principal mérito de Stanzel, dicho sea de una frase en la que el propio Stanzel reconoce <una estrecha corres-
paso, no reside en estas representaciones totalizadoras, sino en el deta-
-ptrtpti*ointerna
pondencia entre Y,(odg dominado por el narador",
lle de los "análisis,, es decir, las lecturas. Como todo especialista que propone ,rpn-ir li categoría inútil de la perspectiva, con lo que, de
se respete, Stanzel es, ante todo, un crítico. Pero este aspecto no es el golpe, reduce el sistema a un cruce de dos oposiciones: persona y
que puede retenernos aquí. modo. De ahí este nuevo cuadro circular:
Toda la complejidad (y, a veces, la inextricabilidad) de su último sis-
tema procede de su voluntad de mostrar las tres ,.situaciones narrati
vas" mediante el recorte de tres categorías analíticas (de nuevo, la ob-
sesión trinitaria hace de las suyas) . Para un espíritu combinatorio, el
cruce de dos oposiciones de persona con dos oposiciones de modo y 1" persona 3" persona
dos oposiciones de perspectiva, debería produclr un cuadro de ocho en disonancia autorial
situaciones complejas. Pero su representación circular y sus recortes (Reche rche)

diametrales llevan a Stanzel a una división en seis sectores fundamen-


tales,_que puede representarse de la siguiente forma (advierto que este
circulo que he simplificado no figura en ningun a parte de su bbra) y
donde se ven aparecer, entre las tres situaciones
"tíóicas" iniciales, tres 1
o ncrcnn;
.9 3" persona
formas intermedias, también muy canónicat'
-oÁólogo interior, dis en consonancia I figural
curso indirecto libre y narración "periferica". Dejando aparte la últi (El hambr)

ma, que se reduce esencialmente a la situación de .yo testigo", estos


estados tampones me parecen dificiles de aceptar en un .,r"áro de si
tuaciones narrativas, dado que las otras dos son, más bien, tipos de
presentación de los discursos de personaje.
Aquí aparecen los términos de "disonancia" y "consonancia' intro-
\le ducidos por Dorrit Cohn, que los empleaba ya en La transparence inté-
Tbeorie, pág.334; Cohn, pág. 162 (auto-
rieure, páto ton los equivalentes de los términos stanzelianos

80 81
SITUACIONES NARRATTVAS SITUACIONES NARRA'TWAS

¡l¿1" (dominio del narador) y..figural" (dominio del personaje como Se ve, pues, que dicha tríadaha sido objeto de dos enmiendas succ'
"reflector" o foco de la narración). Los ejernplos propu.rtos aquí en- sivas: la de Romberg, que añade un tipo (en mis términos, narraciótr
tre oaréntesis son los que presentan Stanzel,'p aralamitrd d.re'chr, y heterodiegética de focahzación externa), y la de Dorrit Cohn, que aña
cohn (en La transparence), para la izquierda. Yo prefiero sustituir, por de otro (en mis términos, narración homodiegética de focalización in-
razones evidentes y como hace Alain Bony en su traducción de éste terna). Sería tentador (y, como todo el mundo sabe, hay que resistir-
último libro, el término "autorial" por el de narratoria{ tomado de se a todo, menos a la tentación) sumar ambos añadidos, con lo que
Roy Pascal. De modo que, después de haber enmendado por mi cuen- se obtiene una lista de cinco ttpos.
ta la enmienda de Cohn a Stanzel, propongo presentarlo-en la forma,
para mí inevitable, de este cuadro de doble entrada: A eso llega precisamente, aunque de forma implícita, y es cierto
que por otia vía (no podía conocer la última propuesta de Dorrit
----_\ Persona Cohn), el último tipologista, hasta la fecha, de la situación narrativa,
Modo ------- 1t 3' Jaap LinWeltl2l. En primer lugar, establece una dicotomía, la
de la per-
sona, que denomina narración hetero-/homodiegética; después, una
A B división en tres de los tipos narratiaos, con arreglo al "centro de orien-
Narratorial
Recherche Tom Jones tacióno del lector, eu€ es una especie de síntesis entre mis focallzacro-
nes y los modos de Stanzel: tipo autorial (: focahzación cero), ttpo ac-
Figural
C D torial ( focalización interna), ttpo neutro (focalización externa: es el
El hambre Los embajadores
subtipo neutro de Stanzel [1955], que reaparece). Estas dos distincio-
,r., sót, en Linffe\trzz, objeto de cuadros separados que Parecen igno-
_Este mal compromiso, vía Dorrit Cohn, entre la trpología de Stanzel rarse entre sí y que no rea\izan ninguna síntesis de ambas. Por consi
y lo que podría ser un atisbo de la mía, me servirá, poi ahoi a, para obser- guiente, voy a volner a intervenir con una nueva enmienda, _que_ ten-
var cierta progresión cuantitativa a partir de las tres situacionei típicas de árá, otra vez, la forma de un cuadro de doble entrada, donde se
Stanzel (1955): no sin razón, Coñn rechaza los seis tipos de'stanzel cÍuzan las dos ,,narraciones> y los tres "tipos narrativos", y donde in-
(1979) por considerarlos demasiado heterogéneos, y retrocede, aunque troduzco ya, para ganar tiempo (sitio), los ejemplos heredados de la
no por completo, porque, a las tres iniciales (8, D, A + C), añade .tná al tradición (Stañzel, Romberg, Cohn) ¡ entre paréntesis, las equivalen-
separar C de A. Se puede valorar esta adición como un progreso si se con- cias aproximadas entre los términos de Linwelt y los míos:
sidera
_que
diversifica, oporfuna y efrcazmente, una tipológír ini.ial un
poco borrosa y demasiado reducida a las situacio.tei .nis frecuentes.
Thmbién se puede juzgar que es un progreso insuficiente y desear una \ Tipo

nueva ampliación (con o sin corrección) del cuadro. Qrizá sea el mo- \Focaliz.) Autorial Actorial Neutro
mento de recordar las demás tipologías citadas en Figuru ill (págs. 203- \ (focalización cero) (focahz. interna) (focaliz. externa)
Narración\
205), que a veces dejaban sitio legítimamente a tipos no representados
(Relación) \
aquí: por ejemplo, Brooks y'Wanen tenían en cuenta un modo de foca-
lizactón más extemo que los que prevé Stanzel y dejaban un lugar para A B C
eljto testtgoy otro paralanarración Heterodiegética Kilkrs
"objetiva" al estilo de Hemingway, que TomJones Los embajadores TIte
Romberg, por su parte, aiadía como cuarto tipo a la ttada stanzelian{2}.
D E
Homodiegética
tto Et_,desde luego, el tipo (neutro> anexo de Mofu Dick El hambre
Stanzel (1955). Los ocho tipos de Fried-
man, reducidos a siete en una versión posterior (I975, cap. VIII), se amoldan sin dificul-
tad a esta distribución en cuatro si se dejan de lado las diitinciones secundarias entre los lzl 1981, segunda parte, .Pour une typologie du discours narrati6,.
que, a mi juicio, se pueden legítimamente considerar subtipos. t22 Pág.39.

82 83
{ES NARRATTVAS SITUACIOI

Se ven claramente, en este cuadro artificial,


la tríada original (casi se encuentra con el rechazo de Linffelt, quien, basándose en los aná-
llas A, B, D + E), el añadido de Cohn (casilla E) y el añadido de Lin¡ lisis de B.T. Fitchln, asigna esta novela, en Parte' a su tipo autorial ¡
velt_(casilla C), que confirma el añadido de Romberg. Confio en que en parte, a su tipo actorial. Y es evidente_ que en Camus' como en
también se vea dónde quiero llegar: en este cuadro hay una casilla va- Hammettl28 o ihandler, la posición conductista sufre varias desvta-
cía, donde podría alojarse una sexta situación, la de la narración ho- ciones, por ejemplo al final de la primera parte' donde Meursault se
modiegética neutra. Este sexto tipo, Linwelt lo menciona para recha- corrc.dé unas paiabras de la crítica camusiana psicologiza-
zarlo, porque estima ,.que dicha construcción teórica sería una trans- -cumbre
dora- de expiicación o interpretación sirnbólica. La seqrnda preci-
gresión de las posibilidades reales de los tipos narrativos,,l23. Esa sión podría formularse en los términos del propio LinWelt, que defi-
abstención puede parecer pura prudencia, pero me pregunto si no hay ,r. ,.ri tipos narrativos en función de lo que llama el plan nperceptivo
aún más sabiduría (aunque muy diferente, claro) en el principio de psíquico". Este par meioraría aquí si se disociara en un plano percep-
Borges de que "basta que un libro sea concebible para que exista,,l2a. il"o y un plano'psíquico (esta dlstinción ingenua hará sonreír a los fi-
Si se admite esta visión optimista, aunque sólo sea por su capacidad lósofos, péro estl bién que todo el mundo se divierta). El modo.narra-
de estímulo, el libro en cuestión (relato del sexto tipo) debe dé existir tivo de tÉnongtr es ,.obietivo, en el plano "psíquico", en el sentido de
en alguna parte, en los estantes de la biblioteca de babel. que el héroe nárrador no tiene en cuenta sus (posibles) pensamientos;
De modo que en ella lo he buscado (esta biblioteca es claramente no lo es en el plano perceptivo, porque no se puede decir que Meur-
más accesible, en invierno, que la Pound Library ya celebrada, y más sault sea visto "d.l .it.tioi, y, lo que es más, el mundo exterior y los
acogedora que nuestra Biblioteca Nacional para, como diría yo, pes- demás personajes no figuran en él más que en la medida en que en-
car en las estanterías) y lo he encontrado, y en varios ejemplares. Son, tran en su campo de pércepción. Lo mismo ocurre' y de forma más
por ejemplo, las novelas en primera persona de Hammett, sin contar sistemática, en El ruidó1t lafuria: "Me cogieron. Estaba caliente en mi
numerosas novelas cortas y una vasta descendencia en el género del barbilla y en mi camisá. "Bebe", dijo Qrentin. Me suietaron la cabe-
tbriller. Es también, contemporáneo de Cosecharoja (1929), el monólo- za. Sentía calor en mi estómago y empecé ottavez. Ahora gritaba, y
go de Benjy en Elruidoy lafurialzs. Es también, creo yo, I)Étanger de dentro de mí pasaba algo, y seguía gritando más. Y me sujetaron has-
Camus. ta que paró. Entonces me callé. Seguía dando vueltas, y luego comen-
t^rán las formas...',12e. En este sentido, por supuesto, el modo de Co-
Seguramente está todo dicho con demasiada rapidez y necesita va- secha roja, El ruido 1t lafuria o LÉnanger es más bien una focahzación
.
rios matice; y precisiones. Para empeza¡ desde luego, esta caracteriza- interná, y la fórmlla global más justa sería quizá algo así como "fo-
ción de llEtranger, que tomo prestada de Claude-Edmonde Magny126,

123
Pág.84. 127 Véase Linwelt, págs. 84 88. Pero ni Fitch ni Linwelt mencionan a Magny, cuya
t2a Fictions, pág. 104.
posición parecen ignorar.
12s '
"Habría preferido quedarme en_ a)'unas'
VéaseJ. Pier, 1983, cap. III. 128 Así^ en Cosecha roja (trad. fr., pág.53):

pero no lo estaba, y si li noche me réservaba aún trabajo, no me preocupaba aborda¡lo


126
Para Hammett, L'Age dt¿ roman américain, págs. 50-54; para L'Ét angt, y su com-
paración con Hammett y Cain, págs.74-76. De estas páginas habría que citar todo;para en el estado de alguien que duerme la mona. El alcohol me sentó bien." El capítulo )Ofl
atenerme a lo esencial: "El filtrado artificial al que se entrega Camus consiste en presen- está incluso dedióado a ielatar un sueño. Por supuesto, el tono de conjunto es el de un
tar a un héroe que diceyo pero que nos cuenta solamente lo que una tercera persona héroe narrador hard-boiled,al que el pudor o el desprecio a toda psicología aleja, en ge-
podría decir de é1... La paradoja técnica de la narración de Camus es que es falsamente neral, de cualquier confidencia o intiospección; sin contar con que un relato policiaco,
introspectiva... igual que el narrador de Cosecharoja,que nos da un recuento de sus ac- incluso de este tipo, debe necesariamente ocultar una parte de lo que p-iensa el detecti-
ciones Io más imparcial posible... El efecto obtenido en Cosecha roja no se distingue sen- ve. Las razones del mutismo de Meursault, si es que las hay, son muy distintas.
siblemente del de Elhabónmaltés, donde el relato se desarrolla en tercera persona., Es r2e Pléiade, págs.367-368. Benjy percibe aquí calor, primero_por encima y luego por
cierto que aquí se apoya, sin decirlo, en el artículo de Sartre
"Explication di L'Etrangen, dentro, p.ro ,-rb l¿6s npensar, (interpretar) que le obligan a beber. Esta postura narrati
aparecido en 1943 y que mencionaba y justificaba, en parte, esta ocurrencia anónima: ur, .o-t sabemos, ,. áeb. al hechode que es el relato de un "idiota". Pero el héroe de
"Kafka escrito por Hemingway,. l¿ "paradoja técnica" aquí descrita es, evidentemente, Hammett no es un idiota y, en su caso, la motivación implícita, que he recordado, es
una focalización externa en primera persona. muy distinta. Entre ambos casos, idónde hay que situar a Meursault?

84 85
SITUACIONES NARRATTVAS SITUACIONES NARRATIVAS

caltzactón interna con paralipsis casi totall3O de los pensamientosr. hay que abusar de esos decretos de inaceptabilidad. Durante un co-
Más justa, pero muy barroca, como una descripción ár-fo ma)or que loquio celebrado en Johns Hopkins en octubre de 1966, Roland
dijera: "do ma)or con una bemolización sistemática del i¿". Bírrocay, Barthes, al hablar del mismo ejemplo, había declarado, de forma más
sobre todo, tendenciosa, porque supone arbitrariamente que Meur- categórica o más imprudente: "No se puede decir: el tintineo del hielo pa-
sault piensa.algo. La suposición contraria, que simplificaríá todo (es reció concederme unt brusca inspiración, 1l, algo más adelante: "No puedo
un_poco la de Sartre,_según que veamos todó lo quáve ese cristal que decir: Estolt ml4erto.>>Jacques Derrida le opuso inmediatamente el "Es-
es la conciencia de Meursault, n5sl¿mente la han construido de forma toy muerto" del Sr. Valdemar en Edgar Poe, y la complejidad del pro-
que sea transparelt: r las cosas y opaca a los significados"131), me pa- blema de las imposibilidades lógicas en el lenguajer3s. Desde el punto
rece igualmente arbitraria. Por consiguiente, declinemos toda'interpre- de vista que nos ocupa, la objeción no era, tal vez, suficientemente
tación y dejemos el relato con su indecisión, cuya formula sería, más radical, porque la cuestión no es tanto saber en qué sentido son "absur-
bien: ,,Meursault cuenta 19 que hace y describe-lo que percibe, pero das,t¡e dichas proposiciones (problema lógico) como 1. si es, o no, po-
no dice (no: lo que piensa de ello, sino:) si piensa alp di etto." Esta .,rit.rr- sible enunciar proposiciones absurdas (en cualquier sentido): una cues-
ción" o, mejor dicho, esta actitud narratlvr, .t pó, ahora lo que se pa- tión, me atrevo a decir, literaria,y cuya fespuesta es evidentemente po-
rece_ mejot o menos mal, a una narración homodiegética sitiva, como prueba, entre otras cosas y en dos ocasiones, la propia
"neutra,,, o
de focalízación externa. frase de Barthes; la objeción radical habría sido, probablemente más
Digobien "por ahora>, es decir, en el campo de la literatura existen- brutal, nacaba usted de decirlo";y 2. si dichos enunciados son acepta-
te actualmente (y que yo conozca). Pero no es más que un dato obje- bles, para el lector o el oyente, de una u otra manera (que no hay que
ttvo, que no responde a la_pregunta más noble (más apresurarse a llamar "figurada,,), a pesar, o teniendo en cuenta que y, por
"teórica"): ies po-
sible una naración homodiegética de focalización externa rigurosai tanto, en cierto sentido, en airtud de su anomalía actual. Lo que el "sen-
Evidentemente, dicho relato debería adopta¡ aunque .fhéro. ,. timiento lingüístic6r, siempre con un retraso de una frase, rechaza
haga gargo de é1132, y sobre todas las cosas, el punto deiista de un ob- hoy, muy bien podría ser aceptado mañana bajo la presión de la inno-
servador (anónimo) exterior incapaz, no sóló de conocer sus pensa- vación estilística. Y, después de todo, y paravolver a nuestra narración
mientos, sino incluso de adherirse a su campo de percepció.r. Ert, homodiegética de focalización externa, (todavía) fantasmagórica, la
actitud nanativa se considera generalmente, pot ro decir unánime- lengua común acepta y practica, todos los días (no faltan ocasiones),
mente, incompatible con las normas lógico-semánticas del discurso enunciados como: "Parecía un gilipollas." Por consiguiente, creo que
narrativo. Esa es, desde luego, la ruzón de que Roland Barthes decla- sería insultar inútilmente al futuro excluir esta forma de las "posibili
rase intraducible a la primeá i.rro.r, una fráse como:
"El tintineo del dades reales de los tipos narrativos"r3T. Cézanne, Debussy,Joyce están
hielo contra el cristal pareció conceder a Bond una brusca inspira- llenos de rasgos que Ingres, Berlioz y Flaubert habrían declarado segu-
ción"133. Por tanto, se dirá que es imposible o, más exactamentÉ, en
términos chomskianos, ,.inaceptable"134, una frase como: ,.El tintineo 13s R. Macksey y E. Donato, I970, págs. I40, I43,155-156. Barthes tuvo en cuenta
del hielo pareció concederme una inspiración., pero, a mi juicio, no esta objeción en el análisis de| Caso Valdemar que elaboró varios años después (1973).
136
Los dos ejemplos propuestos por Barthes no lo son, desde luego, en el mismo
sentido: "Estoy muerto,, tomado en sentido literal, es sencillamentefalso, como toda
130
Al contrarjo que Roger Ackroll, donde (aunque capital) es muy parcial. proposición cuya enunciación contradice el enunciado; provoca la objeción: "si 1o que
Pero la formula de Sartre es ambigua, porqú. no dice de qué dice usted fuera verdad, no podría decirlo"; "yo parecía...> provoca, más bien, esta otra:
.lado
)31 .s1tu1tioyl,p?g.115.
delcristal está Meursault, o, por abandonar la metáfora,ii lo^op".o de su .concien-
"iqué sabe usted?" Sin embargo, desde un punto de vista narratológico, se puede dese-
cia,, respecto a los significados es de recepción o transmisión. char la diferencia: estar muerto y pdrecer son dos estados que, por definición, sólo se pue-
132
O el otestigo,,, en caso de relato ,.periferico,. Tendríamos entonces a Zeitblom den percibir desde el exterior. iQré es estar muerto, sino Pdrrcer muerto a quien corres-
contándose como si se le viera, desde el exterior del tren, ver Leverkühn desde el exte- ponda?
rior. No es fácil, pero no hay que desanimar a nadie. r37 Gerald Prince, L982a, pág. 183, da como ejemplo de tipo narrativo, aún por rea-
133
1966, pág.41. lizar y que quizá no se realice nunca, "una novela en tercera persona, en forma de dia-
r3a Susan Ringler, pág.
176. Yo hablaba con más prudencia, en la pág.210, de rio, escrito en futuro y que presente los acontecimientos en un orden no cronológico".
"in-
congruencia semántica". Eso es lo que yo llamo un reto, y si tuviera tiempo...

86 87
-F

Espero que no se tome esta propuesta demasiado al pie de la letra. pero sucedió hace un siglo en mi pueblo, y esto es 1o que dice la tra-
Para mí, lo esencial reside, no en esta o aquella combinación real, sino dición oral..."138.
en el propio principio combinatorio, cuyo principal mérito reside en El capítulo sobre el receptor, sin duda demasiado rápido, se ha visto
situar las diversas categorías en una relación libre y sin limitaciones ¿ inmediata y felízmente completado por el artículo de Gerald Prince,
priori: nt drterminación (en el sentido hjelmsleviano) unilateral ("tal .,Introduction á l'étude du narrataire,, que añadtría a mi trabajo, guS-
elección de voz implica tal posición de modo, etc.,), ni inardependen- toso y sin vergü enza, con sólo tres objeciones. La primera es que, en
cia (tal elección de voz y tal elección de modo se obligan recíproca- efbcto, no se trata más que de una introducción, rápida ¡ a veces, de-
mente"), sino simples constelaciones en las que cualquier parámetro sordenada.La segunda, que, a falta de una distinción clara entre los
puedejrgrr, a priori, con cualquier otro; corresponde al especialista públicos intradiegéticos (el Sr. de Renoncour en Manon Lescautr3e) y
destacar aquí o allá las afinidades (s)electivas, las compatibilidades téc- extradiegéticos (el oyente del Pire Goriot),la disociación necesaria en-
nicas o históricas más o menos grandes, sin apresurarse demasiado a tre receptor y lector se encuentra algo atropellada. Porque el público
proclamar incompatibilidades definitivas: la naturalezay la cultura en- extradiegético no es, como el intradiegético, un <repetidor, entre el
gendran, cada día, miles de "monstruos>, que están sanísimos. narrador y el lector virtual: se confunde totalmente con este último
que, a su vez, es un repetidor hacia el lector real, que puede, o no,
"identificarse> con é1, es deci¡ tomar personalmente 1o que el narrador
XVIII dice a su receptor extradiegético, mientras que en ningún caso puede
identificarse (en este sentido) con el narrador intradiegético, que es,
Había pasado demasiado deprisa (págr. 261-265) porlasfunciones del después de todo, vn personaje como los demás. Cuando Des Grieux
narrador. Es cierto que, al distinguir una función narratiaa cuyo estu- dice a Renoncour: "Usted fue testigo en Pacy. Su encuentro fue un fe-
dio, en buena lógica, se confundiría con todo 1o que precede, y cua- liz momento de descanso, que me fue otorgado por la fortuna, etc.>>,
tro funciones extranarratiuas cuyo estudio, también en buena lógica, yo, lector o¡s¿1,,, no siento que se dirija a mí: Des Grieux se dirige a Re-
no tiene sitio en un trabajo sobre el discurso narrativo, había queda- noncour (y con razón) como un personaje a otro, eu€ recibe sus pala-
do, y aún lo esto¡ dispensado de decir más (la buena lógica es verda- bras y las intercepta total y legítimamente, puesto que sólo pueden di
deramente muy buena). rigirse a é1140. Pero, cuando el narrador de Pére Goriot escribe: "Usted,
Dos palabras, de todas formas, para precisar algo que es evidente. que sostiene este libro con una mano blanca, usted que se hunde en
Las funciones extranarrativas son más activas en el tipo "narratorial", un sillón mullido mientras se dice: qurzá me interese éste", tengo de-
es decir, en nuestros términos, no focalizado: una focalízación riguro- recho a objetar (mentalmente) que mis manos no están tan blancas, o
sa, sea interna, como en el Retrato del artista, sea externa, como en He-
mingway, excluye, en principio, todo tipo de intervención del narra- r38 S. Suleiman, 1983, pág. I97, propone, con mucha razón, que se sustituya
dor, que se limita a contar e incluso finge, con arreglo a la vieja formu- "fun-
ción ideológica" por el más neutrofunción interpretatiaa.
la, que deja que la historia <se cuente por sí sola"; el uso del discurso t3e El doble carácter de Renoncour (y otros muchos del mismo tipo) parece com-

con comentario es el privilegio del narrador "omnisciente". En cuan- prenderse mal, a veces, pese a ser sencillo: es intradiegetico como público receptor de Des
to a la función llamada "testimonial", sólo tiene sitio, por razones evi Grieux y extradiegetico como narrador (autor ficticio) del relato primario de Manon Les-
caut.Y sólo puede ser ambas cosas porque es un narrador homodiegético, es decir, presen-
dentes, en la narración homodiegética, cuya variante "yo testigo> no te como personaje (entre otros, como oyente) en el relato del que se hace cargo. Todo
es, como su nombre indica, más que un amplio testimonio:
"Yo esta- narrador extrahomodiegético es intradiegético como personaje y extradiegético como na-
ba allí,las cosas sucedieron así." Pero quizáhabría que ver dicha fun- rrador. iEstá claro?
140
ción también en esos tipos de ficción cuyo narador se sitúa como cro- Evidentemente, no ocurre así con todas las veces que se dirige a Renoncour.
Cuando Des Grieux le anuncia: "Conocerá Tiberge cuando continúe mi historia", po-
nista o historiador, es decir, como testigo retrospectivo, com o Kara-
demos compartir con él esa espera. Con arreglo al principio de que quien más puede me-
mazoz), o el relato primario de Un roi sans diaertissement: aquí, el nospuedr, el oyente intradiegético puede acumular ese papel fuerte de oyente activo (se
narrador, como todo buen historiador, debe atestiguar, al menos, la reúne con Des Grieux) con el papel más débil de oyente pasivo porque es a¡eno a la his-
veracidad de sus fuentes, o testimonios intermedios: "Yo no estaba. toria (no conoce Tiberge), que es el mismo que tenemos nosotros.

90 91
F
ieuron IMpt.ICADo, LECTOR tvpt-tcaoo?

(lu('nrr sillrin no es tan mullido, lo cual significa que creo legítima- , ,1, é1, ella o ellos; también están tú y aosotros. A propósito, hay
, t'xisten
nr('nt(' (luc se dirige a mí. Y cuando Tristram me pide que le a¡rde a ,
tr( .r(lvertir que hacemos mal en no hablar más que de las personas
llcv¿r al Sr. Shandy ala cama. esta metalepsis consiste precisamente en ,l, I srrrgular. Hay también relatos en segunda o tercera del plural, que
tratar a un receptor extradiegético como si fuera intradiegético. Es ab- r¡iu('r'r siendo heterodiegéticos. Y existen relatos en primera persona
solutamente legítimo distinguir, en principio, al receptor del lector, ' l, | ¡rlural, cuyo caso podría parecer más complejo, puesto qlJe noso-
pero también hay que tener en cuenta los casos de síncresisl4l. Asimis- ;t,,\ ,.yo + ó1, o jto + tú (etc.), es decir, ego * aliquis. No se trata de eso,
mo, por supuesto, el narrador extradiegético se confunde por comple- llr)r(lLre, para que un relato sea homodiegético, basta que ego figure
to con el autor, no diría yo, como se hace demasiado a menudo, "i¡¡- , ,,nro personaje. Si figura solo, ésa sería la fbrma absoluta de lo autodie-
plícito", sino bien explícito y proclamado. Tampoco digo ..¡s¿lo; sino, ,'r'lrt o. iCrusoe antes de Viemes? iThoreau antes de tValden? Verdade-
a veces (raramente), real, como, por ejemplo, el Giono de Noé, reco- l.lrlrcnte. no. iEl animal del Terrier? No basta. iMalone? Todavía no...
nocible en su bata "cortada de una manta de caballo totalmente roja", y
otros detalles autobiográficos; a veces, ficticio (Robinson Crusoe);
y, a veces, un extraño híbrido de ambos, como el autor narrador de XIX
Tom Jones, que no "es" Fielding, pero que llora igualmente, en una o
dos ocasiones, por su difunta Charlotte. Pero no quiero anticiparme al (]uedan, ta| vez, por rellenar o justificar dos o tres lagunas que se
próximo capítulo, que intentará abordar o eludir de frente esta espino- ,,rc han reprochado aquí y allá, especialmente por parte de Shlomith
sa cuestión. l(r¡rrmon. Digo bien, dos o tres, porque una de las tres consistía en la
Mi última reserva se refiere a otra síncresis no tratada por Prince, .,rrsencia de correlación entre lo que Rimmon llama los "diferentes as-
que asegura una de las posibles funciones del receptor: es la identidad l,('ctos del relato" (tiempo, modo, voz) y, bien o mal, acabo de reparar
entre receptor-y héroe, 1l €S la situación llamada de ,'sta omisión. Otra laguna se referiría ala noción de personQe en sí mis-
"narración en segunda
persona>, característica de ciertos relatos judiciarios o académicos y, I
rrrr, Rimmon la atribuye a mi interés exclusivo por la acción como
naturalmente (?), de obras literarias como La modifcation (en usted) o .bjeto esencial del relato, mientras que los personajes no son, con
Un homme qui dort (en tú), y que esta formula me parece definir de for- ,rrreglo a la posición aristotélica, más que soportes de esa acción. Desde
ma exhaustiva. Este caso raro, pero muy sencillo, es una variante de la lLrego, hay mucho de ello: después de todo, un personaje que no for-
narración heterodiegética, prueba, al menos, de que dicha noción es rrra parte de la acción no puede figurar en un relato (pero sí en un re-
más extensiva que la del "relato en tercera persona>. Es heterodiegéti trato, caracterización, etc.); pero añadiría que, más radicalmente y
ca, por definición, toda narración que no está (que no tiene, o finge (otra vez) como su título indica y su introducción confirma, Discours
no tener, razón para estar) en primera personar+z.Pero, fuera del1o, no lu récit trata del discurso narrativo y no de sus objetos. Ahora bien, el
¡rersonaje pertenece a esta última categoría, aunque no sea, en la fic-
ción, más que un pseudo-objeto, totalmente constituido, como todos
Iar Resulta significativo que en otro artículo, esta vez dedicado al lector (1980), Prin- los objetos de ficción, por el discurso que pretende describirlo e infbr-
ce renuncie implícitamente a distinguirlo del oyente (extradiegético, por supuesto). La rnar sobre sus acciones, sus pensamientos y sus palabras. Razón de
refundición del artículo de 1973 en el libro I982b, págs. 16-26, marca con algo más de más, sin duda, para interesarse más por el discurso constituyente que
claridad ia distinción entre los "oyentes-personajes" (intradiegéticos)y los otros, pero no
extrae todas las eonrlusiones.
por el objeto constituido, ese "ser viviente sin entrañas" que aquí es
142
Incluye como prueba el caso de la "autobiografia en segunda persona> menciona- sólo (contrariamente a lo que ocurre en el caso del historiador o el
do por Lejeune, 1980, pág. 36, que ilustra de maravilla, aunque en sea en verso, Zone de biógrafo) un efecto de texto1a3. Por otro lado, observo que la propia
Apollinaire. Al explotar, como destaca Lejeune, una situación de lenguaje muy corrien- Shlomith Rimmonlaa, después de haber dedicado al personaje como
te (el diálogo interior), este tipo de relato autobioheterodiegético parece mucho menos
objeto un capítulo bastante interrogativo ("Story: character5"), debe
figurado o ficticio que su versión en tercera persona. Pero, en realidad, es más comple-
jo, porque incluye en su juego al oyente: el personaje rs el oyente, no es el narrador y,
una vez más, no se sabe demasiado bien de qué lado pretende estar el autor; por supues- ra3 Véase Hamon, 1977 y 1983.
to, sabemos y adivinamos que está en todas partes. r14 1993.

92 93
-r
iauron rMpI-ICADo, LECToR tvpr-lcaoo? iauron IMpLICADo, LECToR ltr¡prtc¡oo?

volver a él más adelante, y de forma más segura, a juzgar por el títukr .r r t)nv€rrga tenerla en cuenta para terminar, en esta frontera a la que
(,ifbxt: characterization"). La caracterización, evidentemente, es la técni lr.rrlos llegado. Pero no podemos hacerlo sin intentar desenredar
ca de construcción del personaje a través del texto narrativo. Su estudicr ,,r,,,s hilos algo enmarañados, y pido disculpas por adelantado por
me parece la mayor concesión que la narratología, en sentido estricto, , ',tc ingrato ejercicio.
puede hacer al examen del personaje. Pero no siento haberla desechado lur primer lugar, destaco un punto de acuerdo, para dejar de lado al
o, mejor dicho, ni siquiera haber pensado en ella desde mi perspectiva, , r r edor y el receptor intradiegéticos: Des Grieux y Renoncour no co-
'.,
porque me parece conceder dtmasiado a lo que no es sino un ,,efecto, r('n peligro de interferir con las instancias autorial y lectorial, de las
entre otros, al darle el privilegio de recortar y, por consiguiente, contro- (
luc les separan otras dos instancias, el narrador extradiegético y su re-
lar el análisis del discurso narrativo. Considero decididamente preferi- r t'l)tor extradiegético (Renoncour narrador y su destinatario); están
ble, aunque sea relativo (más "narratológico"), disolver el estudio de la .r¡sledos en su burbuja diegética, así que dejémosles allí. Lafalsa sime-
,,caractenzación" en el de sus medios constitutivos (que no son específi- rrí,r es, según Rimmon, la que se crea entre las situaciones del narrador
cos de ella): designación, descripción, focalización, relato de palabras o r t'l receptor extradiegéticos, mientras que, si bien este último se con-
de pensamientos, relación con la instancia narrativa, etc. f urrde con el lector
"implicad6" (que yo prefiero llamar lector airtual,
La tercera "laguna" exige comentarios más largos. El mío consiste para 1rt'ro corrfio que estos dos, al menos, sean el mismo), el primero no
"La omi
empezar, sin duda, en citar íntegamente a Shomith Rimmon: ¡,rrede confundirse con el autor implicado. Podría representarse en un
sión (de nuevo sin explicación) del "autor implicado" (implied author) me , \(luema como éste:
parece lamentable en sí misma y por la simetría parcialmente falsa que
produce entre narrador y receptor. La falsedad parcial de dicha simetría Narrador extradiegético
---------->r
Receptor extradiegético
afecta al par nmra"dor/receptor extradiegetico.i. El narrador extradiegético es * Autor implicádo : Lector impliJado
vnavoz en el texto, mientras que el receptor extradiegético, o lector im-
plicado, no es un elemento del texto sino una construcción mental basa- El segundo punto de acuerdo, pues, es que el receptor extradiegéti
da en el conjunto del texto. De hecho, el lector implicado responde al ( o se confunde con el lector implicado o virtual. Nos encontramos
autor implicado, otra construcción mental basada en el conjunto del tex- ( on un caso de recorte, paru mayor alegría de nuestro maestro Occam,
to, rigurosamente distinta del autor real al que, con razón,Genette exclu- v estos pequeños ahorros no son de despreciar en los tiempos que co-
ye de su estudio. Sin el autor implicado, es dificil analizar las "normas" rren. El debate se centra, por tanto, en la distinción hace Shlo-
del texto, sobre todo cuando difieren de las del nanadop,145. rnith Rimmon, y no yo- entre narrador extradiegético -que
y autor impli
Como se ve, no es una observación "en el aire": sus nociones son cado, y sólo en ella. SaIvez hay un desacuerdo menor sobre la mane-
muy precisas y pone los puntos sobre las íes. Una respuesta cómoda ra en la que Rimmon ve al receptor extradiegético dentro del texto:
consistiría probablemente en excluir del campo narratológico, no sólo ,.construcción mental basada en el conjunto del texto"; en mi opi
al autor real, sino también al autor .implicado,, o, más exactamente, nión, está igualmente basada en una red de indicios concretos y loca-
la cuestión (que, param| es la misma) de su existencia. Cómoda y jus- lizados, de los cuales Prince ha dado excelentes eiemplos. Como en el
tificada: a mi juicio, la naratología no tiene por qué ir más allá de la caso del narrado¡ no se trata de unauoz; sino de un oído trazado,a
instancia narrativa, y las instancias del inplied author y el implied reader veces, con precisión y complacencia.)
se sitúan claramente en ese más allá. Pero, si esta pregunta no es, en Recuerdo que Wayne Booth propuso ya esta noción en 1961 con la
mi opinión, competencia de la narratología (tampoco es, en absoluto, fbrma inglesa de inplied author, que hemos traducido erróneamente al
específica del relato, y Rimmon habla acertadamente de texto en gene- francés como .,autor implícito>>, una locución en la que el.adjetivo
ral), sí forma parte de la competencia, más amplia, de la poética, y qui contribuye a endurecer y hacer hipostático lo que, en inglés, no era
más que un participiola6. En Booth, este concepto, elaborado en opo-
t4s I976a, pág. 58. Para decir la verdad, uso el término <autor
implícito" en una oca-
sión (pág. 232), pero sin pensar en sus connotaciones, y lo identifico en seguida con un 146 En ocasiones, la locución francesa aparece en inglés con la forma imphcit author,
autor real (Saint-Amant). que el propio Booth emplea una o dos veces.

94 95
T
iauron IMPLICADo, LECTOR lupl-tca¡o?

rl( \rrs detractores, Mieke Balla8, como una imagen del autor (real)
sición ar de autor ;:. ;; ;;:" er de na'ador,
.n\lruida por el texto y percibida como tal por el lector. La función
y Booth lo sustituye, a veces, por el de ,,rcArrAdor implicadorl4T. En una
,1, ,licha imagen parece ser esencialmente de orden ideológico: para
época en la que la disociación entre el autor (real) y el narador no era ',lrlrrrnith RiÁ-ót, ya hemos visto (sólo ella), permite analizar las
muy corriente, el implied author servía para marcar la diferencia y para
rrr,nnás>> del texto; para Mieke Bal, esta <noción ha sido muy popu-
distingui¡ por ejemplo, a los diversos enunciadores de Tom Jones, Jo-
I rr ¡rorque prometía^algo que, a (su) juicio, no ha_sido capaz de sumi
seph Andrnus o Amelia del propio Henry Fielding. En lo esencial, y en
rrr.,lr':rr, y que .r" lá ideología del texto. Ello habría permitido
cada relato, ello producía dosinstancias: el autor realy el autor impli
, )n(lenar ün texto"rtr*]r
( sin condenat a su auto¡ y vice Versa; una propues-
cado, es decir, la imagen de dicho autor tal como podía ser construida
r.r rnuy seductora para el izquierdismo de los años 60"r+g '
(por el lector, desde luego) a partir del texto. Desde entonces se ha he-
Vrlveremos a ver este aspecto de la cuestión. Por el momento, pro-
cho hincapié en la actividad del narrador ¡ si se conserva la instancia
de autor implicado, nos encontramos con tres ínstancias, lo cual nos ¡' rr)go aceptar la definici¿n del autor implicado como imagen del au-
lleva a este cuadro "completo>), con distintas variantes en Chatman,
i,,, ü
el táxto. Creo que corresponde a mi experiencia de lectura:.por
( t('¡rplo, leoJosé1t unaYoz' la del narrador ficticio,
sus^hermanos, oigo
Bronzwaer, Schmid, Linwelt y Hoek:
,tg,, i?) me dice que esa voz no es-la de Thomas Mann y, detrás de la
,,,rrg.. explícita á. .t. narrador ingenuo_ y dev-oto, construyo, bien o
[Aut. real [Aut. Impl. [Narr'. [Relato] Narr".] Lect. impl.] Lect. real.] indicios extratextuales, la
,,,.,1'¡ si ei posible, sin uttlizar demasiados
del autor que implica la ficción, al-que supongo' acontra.rio.,lu-
demasiada gente para un solo relato. isocorro, Ocam! ',,rrg.t
, ido"y.,libre p.ttttdoto. Es el autor que deduzco de su texto, la ima-
De modo que la pregunta no tener aquí en cuenta más que
la parte izquierda del cuadro- -para
es ésta: tes el autorimplicado una ins- rcn que ese texto me sugiere de é1.
tancia necesaria y (por tanto) válida entre el narrador y el autor real? En buena lógica (otrivez ella), una imagen no posee rasgos distin
Como instancia efectiva, desde luego que no: un relato de ficción ros (de los de su modelo) ¡ por tanto, no merece nlnguna menclon
está ficticiamente elaborado por su narrador y efectivamente por su especial, salvo si es infiel, es decir, incorrecta.La corrección de la ima-
autor (real); entre ambos, no trabaja nadie, y cualquier tipo de resul- *.., "rrrior implicade" (sólo) puede depender de dos factores, ligados
tado textual debe atribuirse a uno u otro, según el plan adoptado. i su produccién y su recepción. ffoy a ser muy esquemático.) Uno es
Por ejemplo, el estilo deJosé1 sus ltermarcos no puede atribuirse más la competencia del lector. Es evidente que_ un lector incom^pet:nte o
que (ficticiamente) al narrador celestial que presuntamente habla, estúpido puede elaborar, a partir del texto, la imagen más infiel del au-
como es natural, ese lenguaje pseudobíblico, o al señor Thomas ror: creer, por e,emplo, qué Albert Camus era un ser huraño e inarti
Mann, escritor de lengua alemana, prgmio Nobel de literatura, etc., culado, o q,t. Daniel Defoe pasó veintiocho años en una isla desier-
que le hace hablar así. El estilo de LEtranger es, en la ficción, la for- taisO. Para éli-itttt
estas deformaciones secundarias, pues, debemos
ma de expresarse Meursault y, en realidad, la forma en la que le hace suponer en el lector, como decisión de método' una competencia per-
expresarse un autor al que nada permite distinguir del señor Albert
Camus, escritor de lengua francesa, etc. No hay sitio para la activi
Booth: "An implicitpicture of the author who stands behind the scenes", Distan-
ra8
dad de un tercer hombre, ninguna raz6n para desc argar de sus res- ce airu, pig. 64 Bd: "The implied author... rs the image of the overall sub-
and point of
ponsabilidades reales (ideológicas, estilísticas, técnicas y otras) al au- ject", i98lb,p;g.Z0g.Yn este artículo, Mieke Bal sostiene, en contra de Bronzwaery
tor real, salvo que caigamos torpemente del formalismo en el ange- no sin razón, que la noción de autor implicado es incompatible con el tipo de narrato-
lismo. logía que p.opbngo y, especialmente, con la oposición intra/extradiegético.
"r+r
19gir, pag.-aZ'. Se Éabrá advertido, de paso, que el gesto esencial del análisis ideo-
Como instancia ideal, entonces: el autor implicado se define, en pa- lógico parece consistir en "condenar" un texto.
labras de su inventor, W'ayne Booth, y de alguien que se encuentra en- -rso
.¿.r. a la autoridad de lo que se juzga, muchas personas sigUen haciendo el ri
dículo, todavía hoy,.de consideraial escritor cómplice de los sentimientos que .atribuye
a sus persona,es; y, sr emplea el yo, casi todo el mundo está tentado de confundirlo con
14i 1952, pág. 164. el narlador" (Balzac, prefacio a Ljts dans laaallée).

97
96
T
iauron IMrI-ICADo, LECToR Ivpt-lc¡oo? iRulon IMpLICADo, LECTOR ttr¿pt.lca¡o?

fecta. Ello no significa necesariamente, tranquilicémonos, una inteli l',.r mostrarse, en su obra, menos conservador que en Sus manifiestos,
gencia_ sobrehumana, sino un mínimo de perspicacia común y un l.r contradicción ideológica y 1o que Engels llama el "triunfo del realis-
buen dominio de los códigos, entre ellos, desde luego, la lengua. Buen ,ro,, acaban pasando pót vías menos espinosas y' de cualquier forma,
dominio significa como mínimo, a mi juicio, el qué supone él autor y Io más corto en este caso es suponer la validez del ejemplo. iQré con-
con el que cuenta: véase, por ejemplo, el funcionamiento de una no- , lusión sacar en ambos casos (Proust y Balzac) y en todos los que tra-
vela policiaca clásica. t.rn a diario la psicocríttca y la sociocrítica? Evidentemente, que la
El otro factor, el único que queda en tela de juicio, es la actuación nrragen del autor construida por el lector (competente) 9s másfel que
del autor (real), y nuestra pregunta pasa a ser: ien qué circunstancias l.r iJea que dicho autor se hacía de sí mismo; Proust habla de un "Yo
puede un autor producir, en su texto, una imagen infiel de sí mismo? (superficial" d.e la con-
1,rofundb, que debe ser más aerdadtro que el yo
Según los defensores del autor implicado, dichas circunstancias , rencia. Aquí, por consiguiente, el autor imphcado es el auténtico aator
pueden ser de dos tipos. La primera hipótesis es la de la rnelación in- rrnl. Para qne i.sulte científico, escribiremos: AI : AR. En tal caso,
aoluntaria (en el sentido en que el psicoanálisis habla de lapsus <reve- tlesde luegó, AI, imagen fiel y, por tanto, transparente, se vuelve una
ladores") de unapersonalidad inconsciente. E invocan dos argumentosl5l: rrrstancia inútil. Fuera AI.
uno es el testimonio de Proust, que declara, como todo el mundo La segunda hipótesis es la de la simulación voluntaria, por el autor
sabe: *Un libro es el producto de otro jto ("second self', dirá Booth), dis- rcal y .á t., obra, de una personalidad diferente de su personalidad
tinto al que manifestamos en nuestros hábitos, en la sociedad, en ,.al,b de la idea (supongámosla, como hipótesis y para evitar inútiles
nuestros vicios...o El otro es el famoso análisis ,,man<ista" (anticipado tlesvíos, acertada) que se hace de ella.
desde 1870 por Zola) con arreglo al cual Balzachabría ilustrado én la Por supuesto, es necesario disociar y dejar de lado el caso de los re-
Comédie humaine, sin querer, opiniones políticas y sociales contrarias a letos con narrador homodiegético explícitamente distinto y, como
las que profesaba en la vida. He aquí cómo presentaba esta tesis ciice Booth, .dramatizado,, como Tiistram Shan$t'la Recherche o Dok-
en 1951 Lukács, citado por Lintvelt: "Engels demostró que Balzac, tor Faustus. Todo el esfuerzo de simulación se dirige a la figura del na-
aunque políticamente legitimista, logró desenmas caÍat justamente rrador: la imagen del autor no se ve afectada, y sólo el lector incom-
en sus obras a la Francia realista y feudal, dar la forma más podero- petente .lro.táo por Balzac y, tal vez, ilustrado por Fngels, podría asi
sa y literaria al estado de condena a muerte del orden feudal... Esta milar a Sterne y Tristram o a Mann y Zeitblom (en la Recherch¿, como
contradicción en Balzac, que era legitimista, halla su punto culmi sabemos, el caio es más complejo). Hty un narrador homodiegético,
nante en el hecho de que los únicos héroes auténticos y genuinos de extradiegético, autor, ficticio y explícito (Tristram) y, detrás de é1, un
su mundo, rico en personajes, son los luchadores resueltos contra el autor implicado que no tiene ninguna raz6n yo añado: ningún
feudalismo y el capitalismo: los jacobinos y los mártires de las luchas -y
medio-- para distinguirse del autor real. También aquí, por tanto,
de barricadas"ls2. AI: AR, t fuera AI. El caso de los narradores heterodiegéticos es más
No se puede decir que esta formulación sea, ni mucho menos, la sutil y más interesante, porque tenemos un narrador-autor anónimo y,
más fina y acertada posiblelt', p.to no import a: a Balzac no le costa- por ianto, (más) implílito, cuya personalidad pretende ser efectiva-
mente (voluntariamente) distinta, incluso (en general) irónica: así ocu-
15i
Sigo esencialmente la argumentación de Lintvelt, págs.18-22.
rre con el nanador ingenuo y bienpensante de TomJones, el "justo me-
t5¿
152
Balzac und derfranzrisische Realismus, 1952,
citado en Lintevelt, pág.20, trad. fi. en
Maspero, 1967, págs. 14 y 17.
r53 Desgraciadamente
no hayque atribuirlo a la situación del año 1951, fecha de
este prefacio y mala añada donde las haya: el argumento se encuentra ya en los tex- ciales, 1954, págs. 318-319). Se trata, por supuesto, del Michel Chrestien de lllusions per
tos de 1935 que figuran a continuación, y procede directamente del propio Engels, para rlues y de Caityan de quien d'Arthez declara: .No conozco, entre los héroes de la An-
quien "los únicos hombres de los que habla Balzac con admiración no disimulada son tiguáad, a niñgun hombre que sea superior a é1." De ahí a deducir que Balzac lo admi
sus adversarios políticos más encamizados, los héroes republicanos del claustro Saint-Me- rÁa más que a ningún otro d. sut héroes... véase nota 3, pág. 97. iY ,pot qué un legiti
ri, los hombres que, en esa época (1830-1S3ó), representaban verdaderamente a las masas mista tendiía necesáriamente, bajo la monarquía de julio, que considerar a los republi
populares" (Carta de abril de 1888, en Man<-Engels, Sur I¿ litttrature et I'art, Editions so- canos <sus adversarios políticos más encamizados"?

98 99
i¡uron IMPLICADo, I-ECToR tvpl'tcalo?
iauron IMILICADo, LECTOR lvpr-rcaoo?

debe identificar al au-


dio" de Leuuen o el devoto como todas, se
de José|s4. Estas ironías, lirumie¡ etc.156. Igualmente, el lector de un plagro -por
tor modelo (en gil;;i, ;i phgrrri" ayudl) y, tanto, percibir en el
producen para ser descifradas, si no por todo el mundo, al menos por
y plagiado- En todos estos ca-
los happ1fmt, o el efecto se pierde: no se ríe bien solo. Nos encontra- ,,i.gi. f, doüI. ir.r..r.ir dil p]"g-lario el ilt
mos, así, con dos instancias implícitas, p€ro una es el narrador extra- ,os, el lector p.r.iú. .on claridaá, en principió, la duplicidal Í.,11
bten al doble au-
diegético, y Ia otra es la imagen del autor que el lector extrae del texto r.rncia autoriál, y el doble <autor implicado" resqonde
cuando descifra la ironía, y no veo ninguna razón para que dicha ima- trrr real. lJnavez más, pues, AI: A& y fuera AI' .
La excepció" ;;;;;.. [mitada I dot situaciones, ambas fraudu-
gen sea infiel. Una vez más, AI : AR, y fuera AI.
I

l.r-rt"r, e, áe.ir, pr..irr-.nte, construidas para engañar al


lector pro I

Por consiguiente, AI me parece, en general, una instancia fantasma imagen tnhel del autor'
indicio. corrector, una
("residual", dice Mieke Bal), constituida por dos distinciones que se ig- 1-,oniéndole, sin ningún
fin, d. tales situa.ión.s es la del apócrfo, es decir, una imitación per-
noran mutuamente: 1) AI no es el narrador, 2) N no es el autor real, un apócrifo no tiene,
écta sin paratextá q,r. 1o denuncié: el iector de
sin ver que en 1) se trata del autor real y en 2) del nanador, y que no f
auto-
hay sitio, en ninguna parte, para una tercera instancia que no sería ni cvidentemente, por'qué identificar la duplicidad de su instancia
que debe percibir a un
el nanador ni el autor real. ,,rf, ." un falso^Rimfrrrd perfecto, se supone
Rimbaud, por supuesto. El texto contiene un autor impli-
,.fá
Sin embargo, no pretendo decir que este principio no tenga ningu- cado "",or, .oi*ás séncillez: el texto implica un autor-, QUe
-hablemo,
., Ri-b"ud; mientras que el autor real es (por éjemplo) Tartempion;
na excepción, es decir, ninguna situación en la que la imagen del au-
tor propuesta por el texto no sea constitucionalmente infiel. Decidido de modo que, aquí, finalmente' AI + AR'
el lenguaje
a ser el abogado (de oficio) del diablo, he buscado concienzudamen- La otra situacün fraudulenta es una, simétrica, a la que
denominación un poco racista' Cuando una estrella
te varios ejemplos y, para empezar, he creído encontrar algunos en el corriente da una
me
campo de lo que llamo hipertextualidadlss, donde una obra firmada á.i .tp..ráculo o la política.firma con su nombre un libro escrito'
por un solo autor procede, en realidad, de la colaboración involuntaria diante retribuciórr, pol. alguien que trabaja a destajo y anónimamglte'
autonales;
de una o varias personas distintas. Tias la prueba, no me parece que la el lector tampoco tiene por qué percibir las dos instanctas
.r la't.rdad.r"; l.t.go.aquí, una vez más, AI +AR.
percibe ,rrr, q.r.
hipertextualidad baste para engendrar una imagen autorial correcta: en ' E, todo, pór el"omomento, y es po.o, de acuerdo, y es típicamente
la inmens a mayorta de los casos, la situación hipertextual está claramen- caso no
te señalada ¡ de todas formas, en el contrato genérico le correspondt al marginal. Éi rú" menos porqu€ se supone que el segundo
ejemplo) y el prime-
lecto¡ ayudado o no por indicios paratextuales, percibir correctamente .¡ri. tt. habrá,rir,o q.r. yo tró he citaáo ningú1 apócnfo verdadera-
ro sólo existe de forma ideal: no conozco ningún
la relación (inter)autorial. Por ejemplo, en una parodia, debe identificar existe' al menos'
el texto parodiado y, por consiguiente, a su autor, detrás del texto paró- ;.;" perfecto ni definitivamente logrado.ls7. Pero el de las obras escri
un tercer caso de-disociación de las initancias: es
dico. El lector del Chapelnin drcoffi debe reconocer en é1, al mismo tiem- Goncourt o
tas en colaboración, como las novelas de los hermanos
po, el hipotexto Le Cidy, por tanto, al autor hipotextual Comeille, y su Me resulta dificil
ftrrra.r¿, Erckmann-Chrtrirn o Boileau-Narceiacls8.
transformación paródica y, por tanto, a un parodista, identificado o no.
El lector del VirgilÍ traaesti debe percibir, alavez, a Virgrlio y a su paro-
dista; el lector óptimo de Vendredi debe reconocer a Defoe debajo de t" *rd" * último caso: lector óptimo, porque todo parece indicar que.la
este
ac-

pres.ind. .átt Áát facilidad de Boileau o


tuación de Toumrer, más rica en sí, 9".t 1".
hi
de intensidad de la relación
Scarron de la id.niifilrli¿n del hipo?exto: hay grados
es, incluso aquí, superior (y' de
tsa Dtgo personalidad, no identidad. En principio, la identidad de un narrador extrahe- pertextual. l.ro ,ig; p;r""¿á gy.'h lectura hípárt.*t.t^l
la intencón del autor y,^pot tanto, el programa del texto) a una
terodiegético no se menciona, sencillamente, y nada obliga por consiguiente, au- ;;;;;;t; ".ord.".or,
toriza- a distinguirla de la del autor; después de todo, cuando -ni,el narrador deJosepb An- i..trrru ingenua que no reconozca uno de sus asPectos'
Lsz prfrO1¿o: por definición, si existe alguno, nadie,lo
drruts menciona en una ocasión a su "amigo Hogarth" y el de TomJones, una o dos ve- 9o..tott.
ces, a su difunta Charlotte, es lo mismo que firmar Henry Fielding. El narrador, pues,
,,, il;;'ñ; ;Lr,,i;;';;; :ür., io s reiatos homodie gético s no .o::1.17: 1:^', lTill
es este último, que, en parte, finge una personalidad que no es la suya. ¡. .,o,-ii, ffiü;;;;á.;.i;-;.lDiario de los propioi g:".::lj: el que la doble
:n
rss Véase 1982, passím. ;;i;¿ q".da seRiada, desde el principio, por el actor doble: nosotros.

101
100
(AUTOR IMPLICADO, LECTOR IMPLICADO? iauroR IMPLICADO, LECToR tlrpllcapo?

cl lector implicado está oculto por el receptor'.y ningútl,


i"dto:
imaginar que.el texto de dichas obras indique o rraicione la duplicidad
a nadie más alla de
,:::'
de su instancia autorial. Un lector_no próvisto de la indicación para- creto permite verlo: Des Grieuxno puede airieiilg
por la compe-
textual del nombre de los autoreslse c-onstruiría espontáneamente la llenoncour. n.ro ,igue estando globalmente implicado
enire otras, queel texto postula para pre-
imagen de un autor único, y, otÍa vez, Ar + AR. Este caso no es muv ;;;¿i, üngüístic
i;;á; ^fí^tr^tiva, hablá a Renoncour' pero Renon-
emocionante, pero tiene el mérito de la legalidad. Decididamente, nó a"? lo 1."á' Des Griáux sólo asunto, está re-
veo otros (casos), pero la caza está abierta. .o.ri ,gü, rda aun lector. La gr,aysimetría, en todo este

. Por consiguiente, mi posición sobre el nautor implicadoo sigue sien- i..-"i¿. ,onl^'oirnriatidid de la comunicación narrativa: el autor
do, en cierto sentido, esencialmente negativa. Sin embargo, en otro cle un relato, como todo auto¡ se dirige a un
lector qy: no existe to-
jamásr61. Al contrario
sentido, estaría presto a decir que es esencialmente positivá. Todo de- clavía cuando ,. Jiiig. a ély que quizá"no eTSj?
del lector, la idea de un au-
pende, en efecto, del carácter que se quiera atribuii a esta noción. Si q". .f autor implicaáo, qué ei, err'|a mente un
autor real, es la idea de
con.ello se quiere decir-que, más allá del narrador (incluso extradiegé- ror real, el lectorffii.io, en la mente delrazón162
por al oponerse a que
tico), y po_r diversos indicios, concretos o globales, el texto narrativo, l;¿;"; ;ttible . tánto, Bronzwaer tiene
diriia al público real, como Rous-
como cualquier otro, fomenta cierta idea (este término es, sin duda, Renoncour, "r.rnqu. sea ficticio, se
potqné una persona ficticia no
preferible a "imagen,,, y ya es hora de sustituírlo\ det autor, se está ha- ;;;; " MiÁel.t,.'Ño, como é1 dice, ningún autor, nl slqule-
blando de una evidencia, eu€ no tengo más remedio que admiti¡ e in- p".¿, dirigirse a un público re.al: s.ino porque
cluso reivindicar,y, en este sentido. me adhiero, gustoso, a la formula de ra Rousseau o Mi;ñi;,, puede dirigirse pbr etcrilo a un lector real,
Ni siqúier, .tttt catta se dirige a un des-
Bronzwaer: "El campo de la teoría narrativa [dirí., con más pruden- sino sólo , ,rn t..,ár p"riüt..
,] ,.\1poética] excluye_al autor real, pero incluye al autor implica- iin,tr¡o y J.t.#i.rrdo, si no que s.e suPone que diclo destinatario
real
decir, enlugar de
do"10o. El autor implicado es todo lo que el texto nos permite cono.er lavaaleer; pero il;-Ñ.& ,'incluso,^orit rÁt.t, qüi.to
p.ot tanto, para el
del autor, y el especialista en poéticá debe prestarlé tanta atención recibirla: ocurre a¿tt los días. Hasta entonces y,
como cualquier otro lector. Pero, si se quiere ionvertir esta idea del au- que escribe en el momento de escribir, por muy deterlllado.que
tt-
tor en "instancia narrativa", me retiro, porque pienso que no hay que ;;, ;ts;;ti*i. un lector virtual' De modo q"t- XuK De "itlit'
ahí la T1:
stguten-
multiplicarlas sin necesidad y ésta, como til, io me parece necesaria. b^u¡rial ,,lector implicado> como bctoruirtua\63.
d.-rsiado extendido, de las "instancias> na-
En el relato o, más bien, detrás o delante de é1, hay aiguien que cuen- te revisión del .squeár,
ta, que es el narrador. Más allá del narador, hay alguié.r qr. escribe y rrativas:
es responsable de todo lo que ocurre de este lado. Éste, grárr noticiá,
es el autor (por las buenas) y, a mi juicio, como decía ya platón, es bas- AR (AI) + Nr + Rt -+ Nre + (LVl LR
tante.
Lo mismo, es decir, poco, diría del lector: un lector está más o me- Mi LV significa, pues, lector airtual,,y mi AI desearía @ero no.se ve)
queda a disposi-
nos implicado en el texto, que se confunde, en la narración extradie- significar autor indicido. El resto de la'represenlación
gética, con el receptor, y que consiste exhaustivamente en los indicios .iZt d. la competencia hermenéutica de mi LV'
que lo implican y, a veces, lo designan. En la naración intradiegética,

más relativo: el
oral, a este respecto, está más favorecido, pero este
1se es
También esta indicación puede estar equivocada, como en .Erckmann-Chatrian, - El
o "Boileau Narcejac", que podemos tomar por un nombre individual compuesto, o ser "*.dor
oyente está ahí (si no, i, n.rrr.iór, no eústiría),
pero iestá usled seguro de que escucha?
mentirosa, como en "Delly" o 162 Pág.7 .
"Ellery Queen', cuya doble identidad real, imagino, po-
cos lectores conocen y, si lo hacen, es mediante una vía francamente extratextual. Para 163 Sobre este carácter, siemprevirtual o 'conietural', del lector' y sobre las diversas
fic-
Delly, los dos autores reales, Marie y Frédéric Petitjean de la Rosiére,llevaron el disimu- maneras, urrirbl.rlll'l;t;; ¡; los siglos, en-que-.1 autor se esfuerza pata.nhacerlo
ya una
lo de su identidad hasta el punto de dedicar su primer llbro (Unefemme supt*ieure,1907), .ór", ,rÉ^r. .l "*..i.rr,. áí.,'1o, y" Jit'do, ¿á w' ong' cuyo título constituye
saludable advertencia .ánir, .l rtá de todos en
todos los papeles: The Writn's Audience
"a.mis queridos padres,,, con lo que la ficción del pseudónimo ie introdiujo donde, en
principio, no tenía nada que hacer. Menos mal qui eran hermanos... p¡rtrr) toir..r,t..rdido, incluso fuera de la ficción, e incluso fuera de la lite-
is Alwals o
160
Art. cit., pág. 3. ratura.

103
r02
Y
iauron IMpLrcADo, I_ECTOR ltr¿pllcaoo? iauron TMILICADO, LECTOR Ivpt-Icano?

Este debate co_n'wayne Booth o, al menos, con el uso, a mi jui- nos que el ,,estructuralismo abierto" que, en ocasiones, preconizo, Sea
cio164, inmoderado, que se hace de una noción propuesta por é1, me l.rrnbién una variedad del postestructuralismo.
ofrece la ocasión de responder con una palabtr riu órítica del Discours En resumen, existe en algún sitio menos, en nuestras distintas
durácit. Una ocasión inoportuna, pero ninguna otra lo habría sido me- valoraciones del estructuralismo-
-al
una discordancia entre mis valores
nos, porque se trata de una crítica de orden muy general y que no se y los de'Wayne Booth, y las reservas de este último respecto a mí se re-
refiere a ningún capítulo en concreto. Esbozada en el Aftinoord de la lacionan, desde luego, con la resistencia que Discours du récit (ipara no
segunda edición de The Rhetoric of Fiction,la desarrolló án un ensayo hablar de la continuación!) opone a una tentativa de afiliación que el
inmediatamente posteriorl6s. propio Booth declara sin esperanza. Se asombra, por ejemplo, de mi
Dicho ensayo, más que indulgente respecto a mí, no es verdadera- revérencia final a la valoración barthesiana de lo "escribibls", o de
mente más que un elemento en la amplia disputa que opone a Booth rni propia valoración de la "falta de unidad" de la Recherche. Se irrita
¡ más en general, el grupo de los Chicago critics neóaristotélicos, fren- porque me ve sostener, en contra de Proust, la paradoja formalista de
te a_lo que llama la Frague school (?) o el ,.deconstruccionisticalismo,, o, que ,.la visión puede ser también cuestión de estilo y técnica", un giro
de forma más general, la corriente <estructuralista y postestructuralis- paródico, no obstante, muy mesurado. He precisado anteriormente
ta" francesa. Vista desde Savigny-sur-orge, la urgencii de esta polémi las posiciones vanguardistas de las que hoy estoy alejado, pero no voy
ca no salta precisamente a la vista. La críttca a llegar al extremo de situarme bajo una bandera psicologista y mora-
"detonstruccionista,, ese
producto típicamente norteamericano derivado de cierta lectura dei hzadora.
deridismo, impide dormir, visiblemente, a quienes ven en ella una El principal reproche de Booth es de este orden: Discours du rícit,
amenaza de destrucción de la crítica y la literatura. por contagio, toda afirma, muestra cómo se ltace el relato proustiano, pefo falta decir para
la crítica europea de posguerra, de inspiración mamista, freudiana o es- qué sirute, cuál es la función de cada uno de los procedimientos que
tructuralista, resulta sospechosa, a sus ojos, de sofismo y nihilismo. En identifico y defino: es decir, vnavez más, el reproche funcionalista al
comParación con esa marea negra anarqurzante, Discours du récit pare- que he tenido ocasión de responder aquí mismo. Tampoco aquí estoy
ge un refugio de sobriedad, método y racionalismo, un libro, ,fit*" seguro de que cada rasgo tenga una función asignable con exactitud,
Booth,.,en el que se aprende, casi en cadapágina, cómo sehaicenlali- pero sobre todo, y más específicamente, no puedo se trata de la
teratura y la crítica". -si
Recherche- entrar en la perspectiva de lectura que ordena el funciona-
Siempre es agradable oír un cumplido, y no necesito decir cuánto lismo de Booth.Para é1, mi lectura de la Recherche es demasiado inte-
me honran los elogios de un crítico de la calidad de Wayne Booth, ni lectualista y "científig¿,,, demasiado centrada en las nociones de infor-
cóm9 comparto ciertos de sus entusiasmos y sus irritaciones, a los que mación narrativa, stgntfcacióny, en el lector, el mero sentimiento de cu-
añado otros. Pero, dado que todo acuerdo se apoya, en parte, sobre un riosidad intelectual, con exclusión de toda "solidaridad moral y
malentendido, desde el principio el par ,.estrutturalismo y postestruc- afectiva hacia los personajes" y, especialmente, hacia el Nanador: no
turalismo> me_pone sobre aviso: capto, en el post- de postesiructuralis- investigo suficientemente cómo sirve el modo narrativo proustiano
mo, tal como lo enarbolan en Estados Unidós, .rn ró.rrto de .,supera- para aumentar nuestra "simpatía, o nuestra "antipatía" hacia aquellos
cjón,¡ que me impide asociarlo a estructuralismo.lgual que el pori*o- en los que hay que ver, <pese al tono tranquilo y no melodramático
dernismo es, sobre todo (véase en arquitectura),- una reaccibn anti (de este relato), héroes y villanos".
modernista y la fuga hacia un neoeclecticismo manierista, el postes- Efectivamente, me cuesta mucho aplicar a la Rechercbe ese criterio
tructuralismo, si es algo, no puede ser más que un repudio del estruc- maniqueo. No porque Proust no utilizase ningún sistema axiológico,
turalismo, en beneficio de algo que aún no he comprendido. A me- sino más bien, sin duda, porque utilizó varios (moral, social, estético)
que no valoran a los mismos personajes o los mismos grupos, hasta el
punto de. que me resultaría imposible designar a "buenof" Y "malos"
r6a También al
suyo, parece, puesto que actualmente se declara, a medida que lee los co- en ese mlcrocosmos, por lo demás, inestable y caleidoscópico, sujeto
mentarios que ha suscitado esta propuesta, .s¿d" vez más insatisfecho" (1983;, pág. a22). a continuos vuelcos. En cuanto al "héroe,,, [o creo traicionar las in-
r6s 1983a, págs.439 y
44I,y 1983b. tenciones de Proust si digo que, sometido a una experiencia casi cons-

r04 105
ieuron IMpLICADo, LEcroR rvpt-lcaoo? 'ÍLoco

tantemente negativay, a veces, ridícula, hasta una revelación final de ,lt'rnasiado obvia: cada uno se ocuPa de lo que le toca, ¡ si no estu-
orden típlcamente intelectual, no me inspira sino sentimientos muy vr(,ran los formalistas para estudiar las formas, iquién querría encargar-
tibios. Pero lo esencial no es seguramente eso, y lo que tengo que de- it. er1 su lugar? Siempie habrá suficientes psicólogos para ha.cer Ps.igo
cir al respecto valdría igualmente para una obra de axiología más uní Ittf,rzaf, ideologos pára ideologizar y moralistas para moralizar: deje-
voca, como la de Stendhal; no niego que tales obras existan, y entre rl,,r, los esteiat.btt su estética, y que no se esPeren de ellos frutos
las mejores, ni que uno de sus recursos sea el juego, por parte del lec-
"
t ple fio pueden dar. Existe un proverbio al respecto, probablemente

tor, de las identificaciones selectivas, simpatías y antipatías, esperanzas \.tnos.


y angustias, o, como decía nuestro común ancestro, el terror y la com-
pasión. Sin embargo, no creo que los procedimientos del discurso na- Vuelvo un momento al autor "implícito". Este doble fantasma me
rrativo contribuyan masivamente a determinar esos movimientos ,.cuerda, no sé por qué, una historia de Bernard Shaw, o,quízá de Os-
afectivos. La simpatía o la antipatía por un personaje dependen esen- ,..rr Wilde, más o rni.tot reescrita por Mark Twain: todo el mundo
cialmente de las características psicológicas o morales (io fisicas!) que sabe que la obra de Shakespeare no ha sido escrita por Shakespeare,
le otorgue el lector, los comportamientos y discursos que le atribuya, sino pbr uno de sus contemporáneos que también se llamaba Shakes-
y menos de las técnicas del relato en el que figura. El susodicho ances- ¡>ere. Lo que es menos sabido son las
circunstancias de dicha sustitu-
tro observaba que la historia de Edipo resulta tan conmovedora con- .i¿.r; aqu? están. Shakespeare tenía un hermano ge.melo. Un día,
tada como representada en el escenario, porque lo es en virtud de su rnientrai les bañaban en él mismo barreño, uno de ellos se resbaló y
propia acción; sólo añado que lo es al margen de la forma (fiel) en la se ahogó. Como eran absolutamente indiscernibles, nunca se ha sabi
que se cuente. Seguramente exagero ¡ desde luego, he prestado poca .1o cuil de los dos escribió Hambt y cuál despareció con el agua del
atención a esos efectos psicológicos, pero, al volver ho¡ instigado por baño: iquízá el mismo?
Booth, creo que sólo los efectos de focalización podrían hacer una
contribución efrcaz: Oriane o Saint-Loup ganan mucho, desde luego,
si se ven a través del ojo ingenuo del joven Narrador, Odette o Alber- )c(
tine pierden todo si las espían amantes celosos y, como dice el propio
Swann, "neurópatas". He tocado una palabra, pero no estoy seguro de No tengo demasiadas ganas de comentar un "epílogo" qu9 ef.a YA' a
que esos efectos no se vuelvan, en ocasiones, contra su función: el lec- su vez, una postdata retrospectiva. El narcisismo tiene sus límites, al
tor no es tan estúpido como para "adoptar" sin reserv¿5 "puntos de menos técnilos, y me cuesta verme, en tercer grado, glosando mi glo-
vista" tan manifiestamente parciales y que, por otro lado, se ofrecen sa. Por otro lado, ya he expresado mi sentimiento sobre los motivos,
manifiestamente como tales. De forma más general, sin duda, las suti en otros lugares implícitos pero que aquí eran explícitos, y que sigo
lezas narrativas de la novela moderna, desde Flaubert y James, como defendiendó esenciilmente, con una o dos excepciones o' mejor di
el estilo indirecto libre, el monólogo interior o la focalizacrón múlti cho, una y media, sobre la que, por tanto, voY a volver a decir una (úl-
ple, ejercen más bien, sobre el deseo de adhesión del lector, efectos ne- tima) palabra.
gativos, y probablemente contribuyen a confundir las pistas, extraviar La primera se refiere al rechazo de.,síntesis, (págt. 271-272) entre las
las "evaluaciones", no fomentar simpatías ni antipatías. diversas categorías de tiempo, modo y voz' techazo que justificaba
Para repetirlo una última vez, Discours du récit se ocupa del relato y porque unifiéaba de manera artificial la obra de Proust. Siempre me
la narración, no la historia, y las cualidades o los defectos, las gracias iepugnan estas imposiciones de "coherencia" cuyo fácil secreto posee
o desgracias de los héroes, no son esencialmente competencia del re- la-crí1ica interpretátiva, y creo que el estado que el_estudio genético
lato ni la narración, sino de la historia, es decir, del contenido o, por nos da hoy dál texto de-la Rechirche, cada vez más fiel, es decir, cada
una vez conviene decirlo, la diégise. Si se le reprocha que los deje de vez más imperfecto, contribuye de forma creciente a deconstruir y de-
lado, se le reprocha la elección de su tema. Me imagino muy bien di sestabilizaria imagen, en ella, de una obra cerrada y homogénea. El
cha crítica: ipor qué me habla usted de formas, cuando sólo me inte- texto proustiano tt-o deja de deshilacharse ante nuestros ojos, y la fun-
resa el contenido? Pero, aunque la pregunta es legítima, la respuesta es ción de la naratología no es recomponer lo que la textología descom-

106 r07
]ILOGO erÍlc-rco

pone. Sin embargo, como bien observa Shlomith Rimmonl66, este existentes. Debe explorar asimismo el campo de lo posible, incluso de
rechazo a una síntesis abusiva servía demasiado de pretexto para un re- lo nimposible,, sin áetenerse demasiado en la frontera, que no le co-
troceso ante la necesaria correlación de los parámetros que constitu- rrespond e trazar. Las críticas, hasta ahora, no han hecho más que in-
yen, en Proust o en otras obras, diversas situaciones narrativas. Cruzar terpretar la literatu ra, ahora se trata de transformarla. Desde luego,
dichas categorías en un cuadro de conjunto no es prejuzgar ni forzar no es sólo competencia de los poéticos, su papel, sin duda,'es ínfi-
a priori sus posibilidades de encuentro. He intentado anteriormente mo, pero ide qué valdría la teoría si no sirviese también para inven-
llenar esta laguna indicando el camino de esa operación, pero sin lle- tar la práctica?
varla totalmente a cabo (el cuadro completo de todos los cruces posi
bles), porque esa realización, además de ridícula y materialmente im-
posible, sería seguramente más estéril que estimulante: algunas casillas
deben permanec er siempre abiertasló7.
La segunda reserva se refiere a la valoración de los aspectos innova-
dores o "subversivos" de una obra, la de Proust o cualquier otra. He
repudiado más aniba la concepción simplista de la historia del arte,
quizá de la historia, por las buenas, que implica tal posición, pero veo
que la desaprobación quedaba medio esbozada en la pág.271, donde
reconocía su carácter "ingenuo> y <romántico". De modo que sólo me
faltaría acabar el esbozo, pero no es tan sencillo, porque aún me sien-
to muy próximo no por piedad póstuma- ala valoración barthe-
-y
siana de lo "escribible>, que invocaba entonces. Hoy le daría sólo un
sentido ligeramente distinto, y que no compromete, por supuesto, a
nadie más que a mí. Ya no opondría lo "escribible" a lo "legible" como
lo modemo a 1o clásico o 1o heterodoxo a lo canónico, sino, más bien,
como lo virtual a lo real, como algo posible que aún no se ha produ-
cido, y cuyo trabajo teórico tiene el poder de indicar el lugar (la famo-
sa casilla vacía) y el carácter. Lo "escribible> no es sólo algo 1a escrito,
en una reescritura en la que particip, y contribuye la lectura por su lec-
tura. Es también algo inédito, una cosa no escrita cuya virtualidad des-
cubre y designa, entre otras disciplinas, y gracias al carácter general de
su estudio, la poética, que nos invita a hacerla realidad. Qrién es ese
<<nos>), si la invitación se dirige solamente al lector, o debe el propio es-
pecialista pasar ala acción, no lo sé, o si le invita debe seguir invitado,
deseo insatisfecho, sugerencia sin efecto, pero no siempre sin influen-
cia: lo que está claro es que la poética, en general,yla narratología, en
particular, no deben limitarse a dar cuenta de las formas o los temas

t66 L976a, pág. 57.


167
"Poco importa que el cuadro esté incompleto, dice Philippe Lejeune a propósito
de otro: la ventaja de un cuadro es que simplifica, dramatiza un problema. Debe inspi
rar. Si fuera más complicado, sería más preciso, pero tan confuso que no serviría para
nada" (1982, pá9.23).

108 109
Bibliografta

He aquí una biblio grafra muy selectiva de estudios de narratología apareci-


dos desdé I972,rd.-í, de algunos títulos que deberían haber
figurado en la
probablemente tiene lagunas y ha
de Discours du rhit.A pesar de"la selección,
qu.d"do sobrepasada, puesto que se detiená al llegar al27 dejunio de 1983'

Aul:HInR, J., ,,Les formes du discours rapporté" ,.DRLAV 17


' 1978'
BncHer-uín, Jean Louis, ,,¡¿ poétique \ézardée, Litteratwre 12, diciembre
d,e 1973.
go;ri,
- Joseph M., ."fls came into her line of vision walking backward":
Ñor''sequential Sequence-signals in Short Story Openings', Language
Learning: AJournal of Apphed Ltnguiltics 1.5' 1965' r. ,., r .
en franEats'
BaxrrrrNn,"tt¿it ft.tt (V."N''üolochinov), "Discours indirect libre
Marxisme la Philosophie du Inngage (1929)'
en allemand et en russe>, Le et
Minuit, 1979.
Bal-, Mieke, Narratologie,Kincksieck, 1977 '
De theorie ,on orriilro en aerhalen: Inbidtng in de nanatologie, Coutinho,
- Muiderberg, 1978.
,.Notes on Narrative Embedding', Poetics Toda\t 2,2'invtemo de 1981a'
- ,.The Laughing Mice, or: On Focalizatio¡¡", ibíd',1981b'
-
B,tLLy, Charl"es, .i.rtylé indirect libre en frangais modeme,,, GRIVI 4,1912.
nFigures de pensée et formes linguistiq¡s5", GWI 6,I9I4-
-BRNRr,Ln, Ann, oNarrative Style and thé Grammar of Direct and Indirect
Speech,, Foundations of Language 10,1973'
Formal Cohereice oi Répr.r.nted Speech and Thoughto, PTL 3,
- "th.
1978a.
.,'W'here Epistemology, Style and Grammar Meet Literary History: The
- Development of R.ii.t.ttt.d Speech and Though¡", IIü0 Literary History
9,1978b.
.,Reflective and Non-Reflective Consciousness in the Language of Fic-
- tiono. Poetics Today 2,2,invierno de 1981'

111
Unspeukable Sentences: Narration and Representation in the Language of Fiction,
- Routledge & Kegan Paul, Boston-Londres,1982. CrnruaN, Seymour, Story and Discourse: I\lanatiae Structure in Fiction and
BaruN, Stephen, reseña de Narratiae Discourse, London Film, Comell University Press, 1978.
Rniru of Books.octubre
Reseña d,e ll/anatiae Dírcourse,Journal of Aesthetics and Art Criticism,
invier-
de 1980. - no de 1980.
Bnnru,John, "1¿1.r within Tales within Tales,, Antatus 43, otoño de 1981.
BaRtHes, Roland, "Introduction á I'analyse structurale des récitso (1966), Poé- CottN, Dorrit, ,,Narrated Monologue: Definition of a Fictional Style", Com-
tique du récit, Seurl, 1977. paratiae Literature 18, 1966.
',,K.
(<L'ef1¿t de Enters The Castle: On the Change of Person in Kafka's Manuscript",
- réel" (1968), Littérature et Réalité, Seuil, 1982. - Ewphorion 62,1968.
<<ToW'rite: An Intransitive Verb?", en Macksey & Donato, 1970,
- Tártparem Áhinds: Narratiue ModesJbr^Preynttng Consciousness in Fiction,
- "Analyse textuelle d'un conte d'Edgar Poe', en C. Chabrol, Sémiotique - princeton University Press, 1978; trad. fr., LaTransparence intérieure,Seu:rl,
narratiue et textuellt, Larousse, 1973.
'warren, 1981a.
BeRcH, Joseph The Method of Henry James, Yale universiry Press,
*The Encirclement of Narrative, , Poetics Todry 2,2, inviemo de 1981b'
1918. -CnosvaN, Inge, Metaphoric lrlaration,University ofNorth Carolina Press, 1978'
The XXth Century lr'louel, Studies in Technique,1932.
-BEn¿NpsEN, Marjet, The Telhr and the obseruer: G. Genette's and M. Bal's Theo- CuLLen, Jonaihan, Siructuralist Poetics, Cornell University Press, I975'
Nanation and Focalization Examined, memoria inédita, Hertogen- Prefacio a Genette,I{arratiae Discourse'
ries on -Dñ-t-pNeacu, Lucien, Le Récit spéculaire, Seuil, 1977 '
bosch, 1979.
BIcx¡nroN, Derek, "Modes of Interior Monologue: A Formal Definition", D¡NoN-BOILEAU, Laurent, Pro duire lt -fr,t f Klincksieck, 19 82'
Modern Language Qtarterly 28, 1967. Dg¡¡¡y-GENETTE, Raymonde, "La piérre descriptive", Poétique 43, septiembre
,:l.Joy.e and the Development of Interior Monologu¿,,, Essalr in Criticism de 1980.
- 19,1, 1969. 11f¡¿ysrsées de I'espace descripti6', Poétique 51, septiembre de 1982'
-Detrozus, René, Le Roman á la premiire PersLnne' Colin, I975'
Btncp-Vtrz, Evelyne, "Narrative Analysis of MedievalTexts,,, Mofurn Langua-
DtLLoN, G L y KIncHopp, F.,-,.gtt thé Form and Function of Free Indirect
ge I\otes 92,7977.
BoN¡rvcasTLE, S. y KouN, A., "G. Genette and S. Chatman on Narrative,, Style", PTL 1,3,I976.
2,1980. Dorrizgr, Lubomir,.The Typology of the Narrator: Point of view in Fic-
Journal of Practical Structuralism
Botw, Alain, "La notion de persona ou d'auteur implicite: problémes d'iro- tion,, To Honor R.Jakobson, Mouton, 1967.
I{anatiae Modes in Czech Literature, Toronto University Press, lWl
nie narratiys,, L'Ironie, Linguistique et Sémiologie 2, P. U. Lyon,I97B. -FIICH, Brian T., Narrateur et I\,larration dans l',,fi¡7angs7", Minard, 1960'
Boo.ftl, W'ayne C., "The Selfconscious Narrator in Comic Fiction before
Tristram andjt", PMLA, FnrBoEr,¡aNN, Káte, Die Rotb des Erz¡ihlers in drr Epik,Leipzig,I9l0- -
Sh 19 52.
FzuenvRN, Norman, Form and Meaning in Fiction, Georgia university Press,
- "Distance et point de vue" (1961), Poítique du récit, Seuil, 1977. 7975,cap. vIII (nueva versión de "Point of view in Fiction").
The Rhetoric of Fiction, Second Edition, The University of Chicago Press,
- 1983a. GeNet:rE, Gérard, Ftgures 1/1, Seuil, 1972.
á I'architexte, Seuil, 1979.
- "Rhetorical Critics old and New: the case of Gérard Genette,, en Lau- - Introduction
I{anatiae Discourse (trad. inglesa, por Jane E. Lewin, de Discours du récit),
rence Lemer, ed., Reconstructing Liternture, Basil Blackwell, 1983b. - Comell University Press & Basil Blackwell, 1980'
BRoNzwanR, W'. J. M., Tense in the l{oael, Groninga, 1970.
Patimpsestes, La kttírature au second degré, Seuil, 1982'
- "Implied Author, Extradiegetic Narrator and Public Reader: G. Genette's -Gr-owrNiru, Michal, "Der Dialog im Roma¡¡, poetica,1976'
Narratological Model and the Reading Version of Great Expectations,,,
,,On the First-Person Nsvsl,,, Literary History 9, 1, otoño de 1977 '
62, 197 8.
Ir'leophilologws
,,M. Bal's Concept of Focalization", Poetics Todalt 2,2, invierno de 1981.
-Gorsor-MERSCH, Claudine, ^¿¿z¿l"La parole des personnages> (1981)' Traaail de
-Bnoor<¡-RosE, Christine, A Rhetoric of the Unreal, Cambridge University Press, Flaubert, Seuil, 1983.
1981. GurRRuo, Pierre, .,Modem Linguistics Looks at Rhetoric: Free Indirect Style",
BRuss, Elizabeth, Autobiographical Acts,J. H. U. Press, 1977. enJ. Sirelka, ed., Patterns of Literary Sryb,PennState University Ples-s, 1271'
Cuantes, Michel, Rhétorique dr la bcture, Seuil, 1977. HevrnuncER, Káte, Tbe Logii of Liteiature (trad. inglesa de Die Logtk der Dicb-
CHarer¿Iru, Daniéle, "Iteration inteme et scéne classique,, Poítique 51, sep- tung), Indiana University Press, 1973 -
tiembre de 1982. Unrvro"Ñ, Philippe, oPour un statut sémiologique du personnage" (1972)' Poé-
tique du récit, SeuI,1977.

IT2 113
"Sur quelques_concepts narratologiques,,, Les Lettres romAnes 33, l,
- Introduction lg7g. LlN.rvnLr, J^ p, Essai de titpologe narratiae: b p9lnt-dt a_ue, Corti, 1981.
- Le Personnel dduI'anafitse du desnipttf, Hachette, 19g1. LoRcri, Eiienne, O¡e eílhte É.ede ' Eine sprachliche Untersuchung, Heidelberg,
roman,Droz,19g3.
-HaRwEc, Roland, Pronomina und rextkonstitution,Múnich, 192t.
196g. LvorRRo, Jean-Franqois, .,Petite économie libidinale d'un dispositif narratif",
HaylraN, David, reseña de Figures III, Noael,1973. Des dispositfs pulsionnels, UGE 10/18, 1973'
HERNaot, Paul, and
"pu¿l Perspeciive: Free Indiiect Discourse and Related Tech- Macr<spv, Richard y DoNaro, Eugenio, eds., Tbe Languages of Criticism
niques", Comparatizte Literuture 24, 1972- the Sciences of Man,J. H. U. Press, 1970'
Hoerc, Leo H., La Marque du titre, Dispositfs sémiotiques d'une pratique Macwv, Claude-Edmónde, L'Age du roman américain, Seuil, 1948.
textuelle,
Mouton, 1982. McHam,, Brian, ,.Free Indirect Discourse: A Survey of Recent Accounts",
Horvtsnawt, Lorrain€, *Les exilés de la narratologie,, French Studies in South- PTL3,2, abnl de 1978.
ern Africa,198l.
Reseña de Roy Pascal, The Dual Voice, ibíd'
IsEn, w'ol$rg, Du Imphzit Leser, Ftnk, 1972; trad. ingl., - of Consciousness>' Poetics Todal 2,2, 1981'
Tbe Inptied Reader, "Islands on the Stream
-MOIINIÉ,
J.H.U.Press, 1974. Georges, Du roman grec Au rornan baroque, Université de Toulouse-Le
Der Akt des Lesens, Fink, 1976; trad. ingl.,
- 1978.
Tbe Act of Reading,J. H. u. press, Mirail, 1982.
5,1,7976'
MOSHSR, Harold, "The Structuralism of G. Genette", Poetics
Jacquer, Marie-Thérése, ..,1¿ fausse libération du dialogue ou le "style direct .,A Réply to Some Remarks on Genette's Structuralism", Poetics 7 ,3' 1978-
intégré" dans Bouaard et Pécuchet,, Annali della Facoíü di Lingue ,'Lrttuot, Narratology", PLL, t98I.
- "Recent Studies in
re straniere del|'Uniaersitá di Bari 1, 1, 19g0.
No¡ceann, Morten, reseña de Figures III, Rnue Romane 9,l,1974.
Josr, FranEois, "Narration(s): en degá et au-delá,, communications 3g,19g3a. ONc, WalierJ., ,'The'Writer's Audience is Always a Fiction"' PMLA 90' 1'
Du nouaehu roman Au roman romancier. elestions de narratot"srr: i.ri,
- enero de 1975.
EHESS, París, 1983b. ORvELL, George, nCharles Dickens, (1940), Selected Essalts, Lond-r91, 196l'
KeLpprcv, Theodor, ..!fr¡9hung indirekter und direkter Rede..., PRscat, itoy, ,,f.t-tse and Novel', Modern Language.Rnirut 57,1962'
, Zeitschrftfir
romanische Philologte 23, lB89 . Tbe Voice: Free Indirect Speech and its Functiontng
Dual in tbe XIXth Century
Kar-m-TEl¡ATNrcovA,^ A.,_.yDe I'origine du prétendu style indirect
llg¡s,, Le
- European I'{ouel, Manchester University PresE !977 '
Frangais moderne 33, 1965-19 66. perir, Jácqu.s, ..Une relecture de Mauriag...", Edition et Interprétation dts ma-
KavseR, W., o!(/s¡ erzáhlt den Romanln, Die Vortragsreise,Bena,lg5g; nuscrits littéraires, Bema, 1981.
trad.
fi., "Qli raconte le roman?, , poétique du récit, Seitl, 1976. Pren, John , L'instan'ce narratiae du récit á la premiire Personne, Tesis
doctoral' NY
KuRooa, s. Y., "where Epistem_ology, style aná GraÁma, Meet,,, en Kipars- University, 1983.
ky, .d., Festschriftfor Monis Halb,-ñueva york, 1973; úad. fr.,,..b,: t;.-firte Artículo'Diegesis, en T. Sebeok et al., EnEclopedic Dictionary of semiotics,
mologie-..", Aux quatre coins de la linguistiqwe, Seutl,1979. - Mouton, 1986.
"Reflections on the Foundations of Nairative Theory from a Linguistic
- Point FLÉNR1, M., *Sur la grammaire du style indirect libre", Cahiers de grammaire I,
of view", en van Dijk, ed., pragmatics of Language and Litiature, Toulouse-Le Mirail, octubre de 1979'
Amsterdam-Nueva York, 1976;trad. fr.,-"Réflexiáns su"r lei fondements PRarr, Mary-Loui rr, To*ard a Speech Act Tbeory of Literary Discourse,Indiana
de
la théorie de la narration,,, Langwe, Disiours, société,seuil, rg75. University Press, 1977.
Le-¡e-uNr, Philippe, Le Pacte autobiographique, Seurl, lg7 5. pruNcE. Geráid,
"Introduction ) l'étude du narratai¡s", Poétique 14, abril de
un autre, Seuil, 1980.
- Je.L¡estpacte autobiographique (bis)", Actes du II, colloque international sur l,au-
1973a.
- tobiographie..., A Grammar of Stories, Mouton, 1973b'
Presses de I'université de provence. iggz. - ,,\f6¡6s on thÉ Text as Reader,,, en Suleiman, Susan y Crosman, Inge' eds',
LtRcH, Eugen, "Die stylistische Bedeutung des Imperfekts der Rede,,
GRrvt
- Tbe Reader in the Text, Princeton university Press, 1980.
6, 1974. *Reading and Narrative Competen gs', L'Esprit críateur2|,2,verano de 1981'
"ursprung und Bedeutung der sog. "Erlebten - <<|lI¿¡¡¿twe Analysis and Nariatology,,,IInr Literary History 13,2, inviemo
-LeRcu, G., uneigentlich direkte i.ede,,
Rede",,, GRA/I 16,192g.
-
"Die Idealistische Philologie,Éeidelüerg, de 1982a.
1922. I{anatologt: Tbe Form and Fwnction of I'{anatiar,-Mouton,1982b.
Lrcnow, cynthia, La Transtextualité dans The sot-weed Factor deJohn Barth, -Funcu,Jean-:Benoit, L'Auteur swpposé, Essai de tltpologie des écriaains imaginaires
Tesis EHESS, París, 1982. en littérature, Tesis EHESS, París, 1982'

Lt4 115
Rlcenpou, Jean, Nouaeaux probllmes du roman, Seuil, 1978. .,Personal Narrative and its Linguistic Foundation', PTL 1,3' octubre
Rtcoeun, Paul et aJ., La Nanatiaité, Ed. del CNRS, 1980. - de 1976b,
RrprarenRe, Michael, "L'illusion réferentielle, (1978), Littératwre et Réalité, TilsauoEr, Albert, Gustaae Flaubert, Gallimard, 1935'
Seuil, \982. Ttt-lorsoN ,K., The Talt and the Telltr, Londres, 1959'
RtuvoN, Shlomith, "A Comprehensive Theory ofNaryative: G. Genette's.Fz: TogLeR, A-, .Vermischte Beitrage zur franzósischen Grammatik", Zeitschrtfr
gures III and the Structuralist Study of Fiction" , PTL l, 1, enero de 1976a.
fiir romaniscbe Philologie 11, 1887.
of voice in v. Nabokov's The Real Ltfe of Sebastian Kntgh>, pTL l, Toíonov ,Tzvetan, PoZtique,'Seuil, 1973 (nueva versión de "Poétique", 196.8).
- 3,"Problems
octubre de 1976b. Uir-r'¡nN, jt.ph.n, Srytr ii tbe French I',loael,Cambridge University Pre¡s,
1957 '
I{arratiue Fiction: Contemporary Poetics, Methuen, 1983. Moscú, 1970; trad. fr' parcial, nPoétique
-RlNcLeR, Usi,eNsxt, Bóris, Ítoítikn Kompozicii,
Susan, Narrators and Nanatiue Contexts in Fictioz. tesis doctoral. de la composition,, Poétique 9, febrero de 1972; trad. inglesa, A Poetics
of
Stanford, 1981. Composition, University of California Press, 1973'
RoN, Moshe, "Free Indirect Discourse, Mimetic Language Games and the VRN oEN HeuvEL, Pierre, ,.Le discours rapporté",|\IeoPhilologus 57-,}.,1978'
Subject of Fiction" , Poetics Todajt 2,2, inviemo de 198i. VaNR¡es'C.J.'"So-.IssuesinthestudyofConceptionsofljterafure:
Rousset, Jean, I{arcisse romancier, Essai sur la premiire personne dans b roman, A Critiq". ti the Instrumentalist View of Literary Theories", Poetics I0'
Corti, 1973. 1981.
Scttvto, !7ol[ Der TextauJbau in den Erzrihlungen Dostoeasklr, Fink, 1973. Vr,RscHooR, J. A., Etrd, de grammaire historique et de s$le swr b stlk direct et lrs
ScuoLes, Robert, Structuralism in Literature,Yale University press, r974. s tltle s in dire ct s en fr ang als, Gronin ga, 19 59'
Semiotics and Interpretation,Yale University Press, l9gl. Vrróux, Pierre, "Lé ;.r-r d. Ia focaliltisn,, Poétique 5-1, septiembre 9r -l::?
-
Seante, John R., nThe Logical Status of Fictional Discourss,,, Nezü Literary W Nzsi, Oskar, "Vón "Erlebter" Redeo, Zeitschrift fir Bucherfreun de, 1924.
History 6, 2, inviemo de 1975. Das W'ortkuntsuerk, LeiPzig, 1926'
SonrNsEN, Kathrine, La Théorie du roman, Thimes et modes, Tesis EHESS, pa- -
'W'BrssvraN, Frida S., *Í-. -bnólog,te intérieur: á la premiére, á la deuxiéme ou
rís, 1983. ) la troisié-. p.rrony¡s1,,, fraaaux de Linguistique et de Littírature 14,2,
Souruau, Etienne, "La structure de I'univers filmique et le vocabulaire de la 1976.
_ filmolo gie", Reaue internationab deflnologie, 7-8, págs. 23I-240.
Spmunc¡N, Friedrich, Beitrrige zur Tbeorie und Ticinik des Romans, Lerp- de 1983: Aprovecho una última corrección de pruebas
2ig,1883.
- fu 2 de septiembre
PD
un artículo q,l. tto he podido t:"..1en cuenta en mi trabajo,
i^oseñai"r
-StaNzeL,Blttrrige
I{eue zur Tlteorie und Technik der Epik und Dramatik,Leipzig, 1898. una crítica de Banfield,
i.ro .on el que estoy de acuerdo .., lo .t.tt.ial (esUnnatural Acts", Poetics
FranzK., IVanatiae Situations in the l{oael,Indiana Univérsrtv Press. igSZ), Brian McHaÍe, .,Unspeakable Sentences,
1971(trad. inglesa de Die gpischen Erzaltlsituationen). Today, I, 1983.
Tlpische Formen des Roman, Gotinga, 1964.
-
- "Second Thoughts on Narrative Situations in the Novel" , Noael 11, 1978.
Tlteorie des Erzrihltzs, Gotinga, 1979; trad. inglesa, Cambridge University
- Press.
nTeller-Characters and Reflector-Characters in Nanative Theory,. Poetics
- Toda1t,2,2, rnvrerno de 1981.
SrpnN¡enc, Meir, Expositional Modes and Temporal ordering in Fiction,Johns
Hopkins University Press, 1978,
in Qrotation-Land, Mimesis and the Forms of Reported Dis-
- "Proteus
course>, Poetics Toda1,IIl,2, primavera de 1982.
StRRucH, G., "De quelques interprétations récentes du style indirect libre',
Recherches anglaises et améticaines, 797 4.
sumIvaN, susan, ¡eseña de Figures III, French Reaimt, octubre de 1974.
- Le Roman i thise, PUF, 1983.
Tavn, Nomi, "Some Remarks on a Review of G. Genette's structuralism,,,
Poetics 5,4,1976a.

LL6 r17

También podría gustarte