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Realidad y Apariencia Segun Pavel Floren PDF
Realidad y Apariencia Segun Pavel Floren PDF
Pamplona, 2017
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Índice
Introducción .................................................................................................................. - 9 -
2. 2. 2 El iconostasio ........................................................................... - 41 -
Conclusiones............................................................................................................... - 59 -
Bibliografía ................................................................................................................. - 63 -
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“La verdad manifestada es el amor. El
amor realizado es la belleza”.
P. Florenski, La columna y el
fundamento de la verdad
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A mi madre
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Introducción
1
Bugaev fue un influyente matemático, presidente de la Sociedad Matemática de Moscú desde 1891
hasta su muerte. La relación de Florenski con familia Bugaev marcará de forma casi decisiva su itinerario
intelectual, especialmente por su relación con el poeta Andréi Bely (seudónimo de Boris N. Bugaev), hijo
del profesor, que tomó parte activa en la fundación del movimiento simbolista de la poesía rusa.
2
“El 25 de noviembre de 1937 la troika especial del NKVD de la región de Leningrado condenó a Pavel
Florenski a la pena capital. En los documentos relativos al fusilamiento se dice lo más importante, la
verdadera causa de su muerte: «es sacerdote y no reniega de su rango». Fue liquidado el 8 de diciembre
de 1937 en Leningrado y enterrado en la fosa común de Toksovo, a unos treinta kilómetros de esa
ciudad…”. P. V. Florenski y T. A. Shutova, “Prólogo: al lector”, en FLORENSKI, P., Cartas de la
prisión y de los campos, EUNSA, Pamplona, 2005, p. 15.
3
Entre otros proyectos, Florenski contribuyó de forma activa en el plan de electrificación de Rusia en
1920 (GOELRÓ), y redactó más de ciento veinte entradas para la Enciclopedia técnica.
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se encuentra en las cartas que éste envió a su familia desde el gulag, que ofrecen un
testimonio en primera persona no sólo de las deplorables condiciones de vida por las
que tuvo que pasar durante su cautiverio, sino también de sus más profundas
preocupaciones y aflicciones espirituales:
4
FLORENSKI, P., Cartas de la prisión y de los campos, EUNSA, Pamplona, 2005, pp. 185-186.
5
El título más recientemente traducido ha sido El iconostasio, Ed. Sígueme, Salamanca, 2016, después de
La columna y el fundamento de la verdad, de la misma editorial, en 2010, y La perspectiva invertida,
Siruela, Madrid, 2005, año en que se tradujo también La sal de la tierra, Ed. Sígueme, Salamanca, junto
al epistolario citado arriba en EUNSA.
6
Cabe destacar, en relación con este trabajo, las traducciones al italiano de: Bellezza e Liturgia, scritti su
cristianesimo e cultura, Mondadori, Milán, 2010; Iconostasi : saggio sull'icona, Medusa, Milano, 2008;
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Si bien su inagotable inquietud por el conocimiento llevó a Florenski a
investigar en los más dispares dominios del saber, en el terreno de la estética dirigió sus
esfuerzos de modo especial a evidenciar la contraposición dialéctica de lo que identificó
como las dos grandes posturas ante la cuestión de la representación artística del mundo:
el realismo y el ilusionismo, que se corresponden, en último término, con dos
cosmovisiones enfrentadas e irreconciliables. En este sentido, partiendo de una reflexión
sobre el estatuto ontológico del arte de los iconos, Florenski toma como elemento de
discernimiento los dos grandes modos de representación perspectiva del mundo (en
correspondencia con las dos grandes cosmovisiones), con los que, finalmente, se apunta
al perenne problema filosófico de realidad y apariencia. De este modo ha advertido la
profundidad de la dimensión especulativa de la praxis artística, de la que el arte
contemporáneo, lejos de olvidarse, se ha hecho cargo en sus diferentes propuestas hasta
nuestro tiempo. Asimismo, el tema de fondo de su reflexión estética ha impulsado
también la investigación en diferentes ámbitos del saber, desde la filosofía del arte hasta
la teología, pasando por la teoría del conocimiento.
Pavel A. Florenskij, invito alla lettura di Lubomír Zák, Milano, San Paolo, 2002; Lo spazio e il tempo
nell’arte, Adelphi, Milano, 2001; Il significato dell’idealismo, Rusconi, Milano, 1999; Le porte regali:
saggio sull'icona, Adelphi, Milano, 1990; La prospettiva rovesciata e altri scritti, Gangemi, Roma, 1990.
En inglés destaca la colección de ensayos: Beyond Vision. Essays on the perception of Art, Reaktion
Books, London, 2002, que recoge algunos escritos representativos del pensamiento estético de Florenski.
7
La escuela VKhUTEMAS, en la que Florenski impartió sus cursos sobre teoría del espacio, fue un
verdadero centro de nacimiento de algunas de las vanguardias rusas más influyentes, como el
Constructivismo. Cfr., N. Timoschenko, “Invitación a la lectura”, en El iconostasio, p. 11.
- 11 -
el haber reconocido la dimensión metafísica de la obra de arte), no obstante, la
propuesta estética de nuestro autor apunta en una dirección enfrentada al tono
revolucionario del espíritu vanguardista8. Desde un planteamiento en el que se reconoce
la dimensión simbólica del arte, nuestro autor no pierde de vista que ese simbolismo
icónico no persigue otorgarle un nuevo significado al lenguaje del arte, sino rescatar su
valor espiritual más auténtico, frente a la inspiración esencialmente revolucionaria de
algunas de las vanguardias más representativas9. El simbolismo que Florenski reconoce
en la pintura de los iconos va más allá de “las obras pintorescas de las corrientes de arte
vanguardista del pasado reciente”10, como las califica sarcásticamente. La auténtica obra
de arte (encarnada, para Florenski, en el icono ortodoxo) es signo de la vida del espíritu,
acceso a un ámbito trascendente. En este sentido, podría sugerirse la posibilidad de
establecer un punto de encuentro entre esta concepción del arte en el contexto del
cristianismo ortodoxo y el arte contemporáneo (más allá de las vanguardias) en torno a
la caracterización del arte como metafísico11.
8
Cfr. GROYS, B., “Entre Bizancio y el futurismo”, Númenor, 22 (Monográfico Pável Florenskij), 2010,
p. 63: “Florenskij argumenta desde una comprensión del signo, del lenguaje y de la imagen que
caracteriza a la vanguardia artística más radical de su tiempo. […] Por regla general, la vanguardia estuvo
unida a la pretensión de tomar las imágenes y las palabras y liberarlas de los viejos contenidos para
sustituirlos por otros nuevos, o incluso inventar nuevos. Frente a ello, Florenskij defiende la tradición
precisamente en cuanto sistema material del lenguaje y no en cuanto sistema ideal de los contenidos. Es
decir: lucha por la tradición con argumentos vanguardistas. Florenskij es un postmoderno avant la lettre”.
9
Un tratamiento breve pero claro de esta problemática relación entre Florenski y los vanguardistas puede
encontrarse en el texto de Fernando Inciarte: Imágenes, palabras signos. Sobre arte y filosofía (Ed. L.
Flamarique), EUNSA, Pamplona, 2004, pp. 144 y ss.
10
FLORENSKI, P., El iconostasio, Ed. Sígueme, Salamanca, 2016, p. 151.
11
Cfr. INCIARTE, F., Imágenes, palabras signos. Sobre arte y filosofía., pp. 159 y ss.: ‘Metafísica y
arte’.
12
Esta misma tesis la defiende E. Panofsky, quien sostiene que la representación perspectiva del
Renacimiento responde a un criterio que presupone una comprensión racionalista del espacio (es decir,
infinito, constante y homogéneo). Tal presuposición, continúa, no se corresponde con la percepción psico-
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contrapuesta a lo que Florenski denomina “perspectiva invertida” –más propia,
específicamente, de la iconografía cristiana-ortodoxa–, se pone de manifiesto el
antropocentrismo desde el que la Modernidad mira el mundo, desplazando a Dios del
centro de su universo.
La estructura del trabajo pretende dibujar un recorrido con el que hacerse cargo,
en definitiva, de qué entiende Florenski por “obra de arte”, y en qué sentido este
interrogante implica una reflexión en torno al problema de la apariencia y la realidad.
Para ello, se partirá, en el primer capítulo, de una consideración panorámica del
pensamiento estético de nuestro autor –insertado en un contexto histórico, cultural y
filosófico determinado–, desembocando en la dimensión reflexiva del icono (y, por
extensión, de la obra de arte). El capítulo central, que vertebra el conjunto del trabajo, es
un análisis más detenido de La perspectiva invertida, donde Florenski defiende “un
modo auténtico de percepción”13, en el que la libertad creativa del artista juega un papel
protagonista en su compromiso con la verdad.
física del espacio. Cfr. PANOFSKY, E., La perspectiva como forma simbólica, Tusquets, Barcelona,
1999, pp. 12 y ss.
13
FLORENSKI, P., La perspectiva invertida, Siruela, Madrid, 2005, p. 81.
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Capítulo 1. La filosofía de Florenski
“Las corrientes posteriores no son más que extremos unilaterales de uno u otro aspecto
del simbolismo […]. Pero todas ellas tenían su origen en el simbolismo, mientras éste
último era un fenómeno nuevo, completamente integrado en el impulso general que se
verificó en todos los ámbitos de la cultura a comienzos del siglo XX y que aún no ha
dicho su última palabra”15.
14
Un acontecimiento que espoleó el proyecto estético de Florenski fue la persecución religiosa que trajo
consigo la Revolución de 1917, que lo llevó a profundizar, entre los años 1918 y 1920, en su
investigación en el campo del arte sacro, con el fin de preservar el patrimonio artístico y espiritual
contenido en el Monasterio de la Trinidad y san Sergio (donde él había residido algunos años), que por
esos años había pasado a ser propiedad del Comisariado Popular, en la ciudad de Sérguiev Posad. Fruto
de esas investigaciones sobre el arte antiguo ruso, vieron la luz algunos de los trabajos de Florenski más
relevantes en arte, como Los iconos sagrados de san Sergio, Signos celestiales, La perspectiva invertida o
La liturgia como síntesis de las artes.
15
FLORENSKI, P., Cartas de la prisión y de los campos, pp. 151-152.
- 15 -
tomando como referencia en este punto el protagonismo del icono ruso como paradigma
del arte sacro16.
“En sus momentos mejores Andréi Bieli me parecía Ariel, el espíritu del aire surgido de
los sonidos del arpa eolia; su percepción del mundo era de una insondable profundidad.
Entre otras personas agudas y profundas a su modo, pasó veloz como el soplo de un
viento de montaña, dándose a todos y no dejándose prender de nadie”18;
r : ∩ : p . ⊃ . q ⊃ ¬r ⋮ ⊃ ⋮ ¬r ⊃ ¬q : ∩ : p . ⊃ . ¬q ∩ ¬r ⋮ ⊃ ⋮
p . ⊃ . ¬q ∩ ¬r : ∩ ¬r ⊃ ¬q ⋮ ⊃ ⋮ p . ⊃ . ¬q ∩ ¬q ⋮ ⊃ ⋮ p ⊃ ¬q (V)” 19.
16
El simbolismo en Rusia fue un movimiento, principalmente literario (que se dio paralelamente al
Modernismo europeo e hispanoamericano), que surgió en torno a los dos grandes núcleos o círculos de
Moscú y san Petersburgo, entre las décadas de 1890 y 1910. Florenski mantuvo una estrecha relación con
algunos de los principales representantes de este movimiento literario, como A. Bely o S. Soloviov,
trasladando algunas de las convicciones de los simbolistas a la esfera de la teoría del arte y la filosofía.
17
“¿Qué he hecho durante toda mi vida? Indagar el mundo como un todo, como un solo cuadro y una sola
realidad, pero en cada momento dado o, mejor dicho, en cada etapa de mi vida, desde un punto de vista
determinado. […] Siempre he trabajado con casos particulares, pero viendo en ellos una manifestación,
un fenómeno concreto de lo universal, es decir, examinando el εῖδος platónico-aristotélico”,
FLORENSKI, P., Cartas de la prisión y de los campos, p. 287.
18
Ibid., p. 158.
19
FLORENSKI, P., La columna y el fundamento de la verdad, Ed. Sígueme, Salamanca, 2010, p. 433
(XVI, ‘El problema de Lewis Carroll y la cuestión del dogma’).
- 16 -
Esta perspectiva integradora de su propuesta filosófica, enmarcada en un
contexto cultural-histórico que contribuyó, enriqueciéndolo, al desarrollo de su propio
itinerario vital e intelectual, se materializa con claridad en el campo de la estética, donde
Florenski encuentra un suelo firme desde el que cimentar su empresa, partiendo también
de los importantes argumentos e implicaciones teológicas que marcan el desarrollo de
su pensamiento, que encuentra su pleno sentido siempre dentro de un contexto eclesial.
20
“La manifestation la plus évidente d’une idée est un être vivant, indubitable unité dans le multiple.
Quand un artiste essaie de le recréer dans son essence idéale, à l’aide de couleurs dans la peinture, ou de
marbre et de bronze dans la sculpture, il ne reproduit pas la position d’un moment, comme le fait la
photographie (…): il crée quelque chose qui est l’opposité de la photographie, car il unit dans un seul tout
ce qui appartient à différents moments, mais qui pourtant forme unité (…). Si l’on contemple une de ses
œuvres, dit Florenski, nous avons une ‘perception synthétique’”, LOSSKI, N., Historie de la Philosophie
Russe des origins a 1950, Payot, París, 1954, p. 187.
21
Cfr. FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 14.
22
ŽÁK, L., “Entre el ocultamiento y la revelación. La palabra en Pavel A. Florenski”, Númenor, 22
(Monográfico Pável Florenskij), 2010, p. 32.
23
Aunque no siempre aparezca de modo explícito, la preocupación por la coherencia epistemológica es
una constante en la obra de Florenski, que encuentra en la confrontación con los presupuestos de una
gnoseología de corte objetivista –y aquí “objetivista” se identifica prácticamente con “racionalista” o
“kantiano”– un espacio desde el que justificar su planteamiento integral. Cfr., sobre todo, en:
FLORENSKI, P., La perspectiva invertida; pero también en La columna y el fundamento de la Verdad, o
El iconostasio, entre otros.
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1.1 El problema del conocimiento: la tercera vía
24
Cfr., ŽÁK, L., Verità come Ethos. La teodicea trinitaria di P. A. Florenskij, Città Nuova Editrice,
Roma, 1998, p. 291.
25
“Non sarebbe più corretto intendere il platonismo non tanto come un sistema di concetti e di giudizi
determinato e sempre uguale a e stesso, ma piuttosto come una specie di tensione spirituale, come un dito
indice puntato dalla terra verso il cielo, dal basso verso l’alto?” FLORENSKIJ, P., Il significato
dell’idealismo, Rusconi, Milano, 1999, p. 35.
26
“Es sabido que el kantismo representa, por su pathos, el desarrollo de la visión humanitario-naturalista
de la vida del Renacimiento, mientras que por su alcance y trascendencia representa la autoconciencia de
aquel eón histórico denominado ‘nueva Ilustración europea’ que presumía hasta hace poco (no sin razón)
de su soberanía de hecho. Pero en los tiempos contemporáneos hemos ido aprendiendo que el carácter
definitivo de esta ilustración es ilusorio […]”, FLORENSKI, P., La perspectiva invertida, p. 41.
27
Cfr., FLORENSKI, P. A., I limiti della gnoseología, (en ruso), in Id., Opere in quattro volumi, vol. 2,
Mysl’, Moscú 1996, pp. 35-36. Referido por L. Žák en su artículo citado más arriba: “Entre el
ocultamiento y la revelación. La palabra en Pavel A. Florenski”, Númenor, 22 (Monográfico Pável
Florenskij), 2010, pp. 31 y ss. Para un esbozo tratamiento más detallado de la cuestión: los capítulos que
le dedica el mismo autor en: ŽÁK, L., Verità come Ethos. La teodicea trinitaria di P. A. Florenskij.
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clave de una nueva cosmovisión28. Para ello, como explica L. Žák, es preciso advertir
que la ruptura moderna de los ámbitos de la fe y la razón como dos esferas
irreconciliables no es más que una “antinomia imaginaria”29. En este sentido, la tercera
vía se presenta como la alternativa con la que advertir y superar la moderna concepción
dualista del conocimiento (un dualismo que, para nuestro autor, excluye la posibilidad
de hablar de una nueva experiencia “del otro mundo”30), definiéndolo en la clave del
amor, que es, a fin de cuentas, el medio por el cual el ser humano participa de la vida
divina (de la vida de un Dios que es Verdad y que es Amor)31. El acto de conocimiento,
para Florenski, consiste “en la salida real de sí del sujeto cognoscente, o lo que es lo
mismo, en la entrada real de lo conocido en el que conoce: el conocimiento es la unión
real del que conoce y de lo conocido”32.
28
Es oportuno en este punto aclarar que el sentido del término “cosmovisión” (Weltanschauung), en el
uso que de él hace Florenski, no alude en absoluto a una comprensión de corte historicista que entendiera
la filosofía en términos de una visión o sistematización parcial del mundo, sino más bien al pathos o al
temple desde el que, a grandes rasgos, se comprende la realidad en un determinado sistema filosófico. En
este sentido, la confrontación que lleva a cabo Florenski entre el platonismo y el kantismo se entiende
como el contraste entre dos grandes cosmovisiones, es decir, entre dos sensibilidades filosóficas, con
todas las consecuencias que de ello se derivan.
29
La figura del padre Florenski aparece entre los pensadores que, según Juan Pablo II, han contribuido,
con el ejemplo de su vida y de su esfuerzo intelectual, a ampliar el horizonte del diálogo entre la fe y la
razón: “La fecundidad de semejante relación se confirma con las vicisitudes personales de grandes
teólogos cristianos que destacaron también como grandes filósofos, dejando escritos de tan alto valor
especulativo que justifica ponerlos junto a los maestros de la filosofía antigua. Esto vale tanto para los
Padres de la Iglesia, entre los que es preciso citar al menos los nombres de san Gregorio Nacianceno y san
Agustín, como para los Doctores medievales, entre los cuales destaca la gran tríada de san Anselmo, san
Buenaventura y santo Tomás de Aquino. La fecunda relación entre filosofía y palabra de Dios se
manifiesta también en la decidida búsqueda realizada por pensadores más recientes, entre los cuales deseo
mencionar, por lo que se refiere al ámbito occidental, a personalidades como John Henry Newman,
Antonio Rosmini, Jacques Maritain, Étienne Gilson, Edith Stein y, por lo que atañe al oriental, a
estudiosos de la categoría de Vladimir S. Soloviov, Pavel A. Florenskij, Petr J. Caadaev, Vladimir N.
Losskij”, se trata, según el Papa polaco, de una lista de “ejemplos significativos de un camino de
búsqueda filosófica que ha obtenido considerables beneficios de la confrontación con los datos de la fe.
Una cosa es cierta: prestar atención al itinerario espiritual de estos maestros ayudará, sin duda alguna, al
progreso en la búsqueda de la verdad y en la aplicación de los resultados alcanzados al servicio del
hombre”. JUAN PABLO II, Carta encíclica. Fides et Ratio, Ed. Palabra, Madrid, 1998, p. 101.
30
Cfr., ŽÁK, L., Verità come Ethos. La teodicea trinitaria di P. A. Florenskij, p. 292.
31
Cfr., Ibid., p. 291.
32
FLORENSKI, P., La columna y el fundamento de la verdad, p. 94.
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consiste, desde esta perspectiva, en la asimilación del objeto sensible inmediato por
parte de un sujeto pasivo (primera vía o momento objetivo), ni tampoco en la
dependencia del objeto respecto del sujeto cognoscente, que es, a grandes rasgos, lo que
se deriva de un idealismo hegeliano (segunda vía o momento subjetivo)33.
33
Cfr. Ibid., pp. 291-292.
34
Ibid., p. 94.
35
Como advierte G. Mura en su artículo “Actualidad de Pável Florenskij”, Númenor, 22 (Monográfico
Pável Florenskij), 2010, p, 14, Florenski reconoce que el problema que ha ocupado siempre su
pensamiento ha sido el del símbolo (Cfr. FLORENSKIJ, P. A., Ai miei figli. Memorie di giorni passati
(Ed. N. Valentini y L. Žák), Mondadori, Milán, 2003, p. 201).
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signo actúa como quicio en la confrontación de platonismo y kantismo36: para
Florenski, en la filosofía platónica (a la luz de la teología), la función del símbolo es la
de manifestar la realidad37. En este sentido, el símbolo actúa, podríamos decir, como
sacramento, como imagen visible o encarnación de la realidad invisible, mientras que,
en la Weltaschauung ilustrada o kantiana, el sentido de fenómeno se ha reducido, según
Florenski, a su acepción de máscara, como la falsa apariencia que distorsiona la
realidad del noúmeno38.
“Esta visión es el punto de apoyo de la creatividad terrena, aquel cristal en torno a cuya
superficie, siguiendo sus leyes de cristalización, en conformidad con ellas, cristaliza la
experiencia terrena, que de este modo se convierte completamente, por su propia
estructuración, en símbolo del mundo espiritual”40.
36
Un estudio interesante y conciso acerca del afán integrador y del protagonismo del símbolo en la
filosofía y la teología rusas se encuentra en ŠPIDLÍK, T., RUPNIK, M. I., El conocimiento integral. La
vía del símbolo, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2013, que dedica un capítulo a ‘La génesis
artística del icono según Florenski’ (pp. 64 y ss.).
37
Cfr. FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 70.
38
Ibid., p. 57: “El ‘fenómeno’ en el sentido que es común a todos los pueblos, en el sentido platónico,
eclesial, de aparición o revelación de la realidad, se ha convertido de este modo en el ‘fenómeno’
kantiano, positivista, ilusionista”.
39
La inclinación platónica de Florenski debe leerse en el marco de su reflexión teológica en torno al
dogma de la Santísima Trinidad: “Para Florenski se podría afirmar que la intuición contemplativa y la
mística del misterio trinitario representa el contexto último en el que hay que colocar su pensamiento
científico, filosófico y teológico”, MURA, G., ‘Actualidad de Pável Florenskij’, p. 8.
40
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 49.
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Esta concepción estética, que, como puede verse, gravita sobre una cosmovisión
de corte platónico (para Florenski, el platonismo significó, como muestra L. Žák, sobre
todo la expresión de un estar en el mundo propio del “alma pura” de la gente sencilla,
propio de aquellos que viven en un contacto vivo y estrecho con la naturaleza) 41,
asumiendo como propio un planteamiento en el que la realidad se articula en torno a la
contraposición del mundo de lo visible y el de lo invisible42; un planteamiento en el que
se advierte la dimensión espiritual como una esfera superior de la realidad, a la que es
posible acceder superando las barreras del mundo objetivo:
“las ideas de todo lo que es las ven aquellos que, en sí mismos y por medio de sí
mismos, le revelan al mundo, a este nuestro mundo, las ideas-miradas del mundo de
arriba”43.
41
ŽÁK, L., Verità come Ethos. La teodicea trinitaria di P. A. Florenskij, pp. 170-171.
42
Cfr. FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 28.
43
Ibid., pp. 38-39.
44
MURA, G., Actualidad de Pável Florensky, p. 14.
45
Cfr. USPENSKI, L. A., Teología del icono, Ed. Sígueme, Salamanca, 2013, pp. 125-157.
46
“Ellos [los apóstoles] lo vieron cara a cara [a Jesucristo], pues estaba presente de manera corporal. Pero
nosotros, como no está presente de manera corporal, igual que oímos sus palabras por medio de los libros
y santificamos la escucha, y por medio de ella el alma, […] así también contemplamos a través de la
pintura de las imágenes la representación de su forma corporal, de sus prodigios y padecimientos, […] y
reverenciamos, honramos y veneramos su forma corporal. […] Así pues, igual que por medio de palabras
sensibles oímos con oídos corporales y concebimos las cosas espirituales, así también llegamos, a través
de la visión corporal, a la espiritual. Por esto asumió un cuerpo y un alma Cristo, dado que el hombre
tiene cuerpo y alma. Por ello también el bautismo es una realidad doble, compuesta de agua y espíritu; y
la comunión y la oración y el canto de los salmos, todas son realidades dobles, corporales y espirituales, e
igualmente las lámparas y los inciensos”. DE DAMASCO, J., Sobre las imágenes sagradas
(introducción, edición bilingüe y notas J. Torres Guerra), EUNSA, Pamplona, 2013, p. 181.
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encontró, finalmente, su más firme punto de apoyo desde una argumentación
cristológica: lo que se venera es la Hipóstasis representada, no el objeto en sí47. Según
este argumento, se compara la representación pictórica de la idea con la Encarnación
del Verbo48: de la misma manera que Jesucristo, como Verbo encarnado, es Rostro –
imagen visible– de Dios49, así el que venera el icono no venera el soporte de madera, el
yeso o las teselas de los mosaicos, sino a Aquél del que el icono es signo, umbral50.
“Lo que dicen teólogos ortodoxos como Pavel Florenski […] acerca de la belleza, no se
aplica por igual –según su concepción– a todo lo bello, sino únicamente a la belleza en
cuanto símbolo de la Trascendencia […], a la belleza acompañada por la ascética. Se
aplica, según Christos Yannaras, a la belleza cualificada religiosamente, diferente del
ideal de belleza de los griegos antiguos y que, desde el Renacimiento, predomina en
Occidente. Se aplica únicamente a la belleza que señala más allá de sí misma y que está
47
Cfr. FELMY, K. C., Teología ortodoxa actual, Ed. Sígueme, Salamanca, 2002, pp. 109-113.
48
Las consecuencias de la herejía iconoclasta iban mucho más allá del orden estético o ritual. Según
Uspenski, se trataba de una cuestión en la que se jugaba la propia comprensión cristiana de la persona: “Y
es que lo que se encontraba en juego en esa lucha no era el arte, ni el papel didáctico o decorativo del
icono; tampoco se trataba de ninguna ‘superestructura’ teológica, ni de una disputa sobre ritos o usos. Lo
que estaba en juego era la verdadera confesión del dogma de la Encarnación y, por tanto, la antropología
cristiana”, USPENSKI, L. A., Teología del icono, p. 153.
49
“El que me ve a mí ve al Padre”, (Jn. 14, 9).
50
Cfr. FLORENSKIJ, P., Le porte regali. Saggio sull’icona, Adelphi, Milano, 1977, p. 77: “l'icona quale
conferma e proclama, annuncio per mezzo di colori del mondo spirituale, per sua natura è opera di chi
vede questo mondo come un santo e perciò l'arte dell'icona, in conformità a ciò che in in linguaggio
mondano si chiama arte, non può che spettare ai Santi Padri”.
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en ‘un llamamiento trágico a una plenitud de vida, que se reconoce como inasequible’.
Esta belleza halla principalmente su expresión en el icono ortodoxo”51.
“‘No hay comprensión del espacio’. Lo que en términos generales significa que no hay
unidad espacial, un esquema del espacio euclidiano-kantiano, y concretamente en el
caso de la pintura, que faltan la perspectiva lineal y la proporcionalidad; o hablando con
mayor precisión, la perspectiva sola, ya que la proporcionalidad es tan sólo una de sus
particularidades”52.
51
FELMY, K. C., Teología ortodoxa actual, p. 167.
52
FLORENSKI, P., La perspectiva invertida, p. 41.
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Según Florenski, el origen último del cambio de la sensibilidad icónica53 a la
ilusionista se encuentra en la secularización, o más exactamente, en el giro copernicano
del teocentrismo al antropocentrismo, distintivo de la modernidad, que ha situado la
propia subjetividad en el centro de su universo conceptual y existencial, desplazando a
Dios del lugar que ocupaba en la cosmovisión medieval:
“En la medida en que la visión del mundo medieval se secularizaba, la función religiosa
pura [de la praxis artística] se transformaba en misterios seudoteatrales”. En
consecuencia, “La tarea histórica de construir una perspectiva no significaba sólo la
sistematización de una preexistente psicofisiología humana, sino la reeducación forzosa
de esta psicofisiología de acuerdo con las exigencias de una forma de comprender el
mundo nueva y fundamentalmente antiartística, la cual excluye las artes en general y las
plásticas en especial”54.
53
Cfr., INCIARTE, F., Cultura y verdad, EUNSA, Pamplona, 2016, pp. 49-53.
54
FLORENSKI, P., La perspectiva invertida, pp. 52-55.
55
Cfr., FLORENSKI, P., El iconostasio, pp. 56-57.
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Capítulo 2. Apariencia y realidad en la estética de Florenski
Platón, Banquete
Como se ha visto más arriba, una de las cuestiones más recurrentes en la obra de
Florenski es la preocupación por la fundamentación del conocimiento (fundamentación
que encuentra en la “tercera vía” una herramienta esencial para superar la “antinomia
moderna”) 56. El objetivo de la propuesta epistemológica de Florenski, pues, es el de
abrir un horizonte de trascendencia en el que recupere el ámbito de la vida espiritual,
centro y fundamento de todas las demás esferas de la vida humana. Para ello, nuestro
autor propone una redefinición del conocimiento más allá del objetivismo y
subjetivismo modernos (primera y segunda vía, respectivamente), de modo que el acto
de conocer se describe en términos de una experiencia unitaria e integral. De esta
manera, piensa que puede quedar resuelta la separación ilustrada de los ámbitos de la fe
y la razón, encauzando este proyecto filosófico-teológico en dirección a lo que el propio
Florenski entiende como metafísica concreta57.
56
Ver capítulo anterior: ‘El problema del conocimiento: la tercera vía’, pp. 10 y ss.
57
MURA, G., ‘Actualidad de Pável Florenskij’, p. 14.
- 27 -
pretende abordar el perenne problema filosófico de la apariencia y la realidad desde el
enfoque estético de Florenski, siguiendo principalmente los argumentos de La
perspectiva invertida y El iconostasio, donde comparecen algunas de las categorías
estéticas (y metafísicas) claves para resolver tal problemática.
“el ‘fenómeno’ en el sentido que es común a todos los pueblos, en el sentido platónico,
eclesial, de aparición o revelación de la realidad”58.
58
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 57.
59
Cfr. FLORENSKIJ, P., Il significato dell’Idealismo, pp. 59 y ss. En estas páginas, Florenski ofrece, de
modo esquemático, una serie de tablas para clasificar los distintos “tipos de teorías”, desde un realismo
riguroso a un nihilismo.
60
La reflexión en torno a la dimensión cognoscitiva del arte en el ámbito de la sensibilidad icónica (más
allá de un naturalismo científico), es un tema recurrente no sólo para teóricos del arte sino por los propios
artistas. En este sentido, podría resaltarse la figura del cineasta A. Tarkovski, que, desde una posición
cercana a la de Florenski, entiende la tarea artística en las coordenadas de una expresión simbólica del
mundo, con especial atención a su dimensión espiritual. Para él, “El artista reproduce [su conocimiento de
la realidad] en la creación de una imagen que de forma independiente recoge lo abstracto. Con ayuda de
esta imagen se fija la vivencia de lo indeterminable y se expresa por medio de la limitación: lo espiritual,
por lo material; lo infinito, por lo finito. Se podría decir que el arte es símbolo de este mundo, unido a esa
verdad absoluta, espiritual escondida para nosotros por la práctica positivista y pragmática”,
TARKOVSKI, A., Esculpir en el tiempo, RIALP, Madrid, 1991, p. 61.
- 28 -
invención propia del artista, sino más bien en términos de desvelamiento, de
comprensión. El artista es el que da a conocer, el que revela un aspecto de lo real por
medio de su obra. Se trata, en último término, de reconocer la belleza del ser en lo
artístico, así como se descubre la verdad (ἀλήθεια) en los fenómenos:
“La objetividad existe: es la creación, obra de Dios. Vivir y sentir en compañía de toda
la creación, pero no de aquella creación que el hombre ha profanado, sino de la que salió
de las manos de su Creador; volver a percibir en esta creación otra naturaleza más alta;
[…] palpar el núcleo de la creación divina… Expresar esto es proponer la exigencia de
la persona restaurada, es decir, espiritual. Y de nuevo se plantea el ascetismo”62.
61
Citado por LÓPEZ SÁEZ, F. J., en “¿Qué es una obra de arte? Memoria y realismo simbólico en Pavel
Florenskij”, Númenor, 22 (Monográfico Pável Florenskij), 2010, p. 49.
62
FLORENSKI, P., La columna y el fundamento de la verdad, p. 247.
- 29 -
fenómeno, de toda imagen; se trata, a fin de cuentas, de la idea platónica de belleza, de
la que participa, en definitiva, todo lo que llamamos bello:
“la belleza en sí, que es siempre consigo misma específicamente única, mientras que
todas las otras cosas bellas participan de ella de una manera tal que el nacimiento y
muerte de éstas no le causa ni aumento ni disminución, ni le ocurre absolutamente nada.
Por consiguiente, cuando alguien asciende a partir de las cosas de este mundo mediante
el recto amor a los jóvenes y empieza a divisar aquella belleza, puede decirse que toca
casi el fin” 63.
“Así, en la creación artística el alma se extasía fuera del mundo terrenal y asciende al
mundo celeste. Allí, sin imágenes, se nutre de la contemplación de la esencia del mundo
superior, palpa los noúmenos eternos de las cosas y, al saciarse, colmada de
65
conocimiento, desciende de nuevo al mundo inferior” .
63
Cfr. PLATÓN, Banquete, 210e y ss. En Diálogos I, Gredos, Madrid, 2011, p. 749.
64
FLORENSKI, P., La columna y el fundamento de la verdad, p. 98.
65
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 41.
- 30 -
“Y aquí, en este camino de descenso, en la frontera de entrada al mundo terreno, su
botín espiritual se reviste de imágenes simbólicas, aquellas mismas imágenes que, una
vez fijadas, darán como resultado la obra de arte”66.
66
Ibid.
67
Cfr. FLORENSKIJ, P., Bellezza e Liturgia, scritti su cristianesimo e cultura, p. 28: “L’oggetto dell’arte
non è affatto una cosa, non è ἔργον, non è la mummia immobile, statica, morta dell’attività artística, ma
va invece compreso come il rivolo che mai si esaurisce e sempre zampilla della creazione stessa, come
attività viva e pulsante del suo creatore. La quale, per quanto distante na lui nel tempo e nello spazio,
continua a essere da lui inscindibile, continua a traboccare dei colori d’ella vita e a giocare con essa,
un’ενέργεια dello spirito che è sempre in fermento”.
68
La profesora M. A. Labrada identifica dos niveles en el desarrollo de la imaginación que desembocan
en la creación de formas: la imaginación eidética y la formal. Esta última es la que interviene, de acuerdo
con Labrada, de modo decisivo en la expresión artística. En este sentido, la tarea de la imaginación se
entiende como una mímesis que va más allá del ilusionismo: “Platón […] se refiere a dos formas de
mímesis: la mímesis fantastiké, que es ilusoria y reproduce las apariencias externas, y la mímesis eíkastiké
que es una mímesis sabia. Cfr., PLATÓN, Sofista, 265-267 y República 598”. LABRADA, M. A., Estética,
EUNSA, Pamplona, 1998, p. 154, (nota 4).
69
“La palabra ‘μίμησις’ es posthomérica: no aparece ni en Homero ni en Hesíodo. […] La palabra, que
posteriormente habría de denotar el acto de reproducir la realidad en la escultura y en las artes teatrales, se
había aplicado, en esa época, exclusivamente a la danza, la mímica y la música. […] La imitación no
significaba reproducir la realidad externa, sino expresar la interior. No era aplicable a las artes visuales”,
TATARKIEWICZ, W., Historia de seis ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia
estética, Tecnos, Madrid, 1996, p. 301.
70
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 49.
- 31 -
En definitiva, para Florenski, el artista –el pintor de iconos–, es aquél que asume
el papel de realizar este ejercicio de expresión de lo contemplado, de encarnar la idea
platónica, de representar y “reflejar la dinámica misma de la naturaleza” 71 del mundo
espiritual, estableciendo un auténtico punto de encuentro –una puerta real72– entre lo
divino y lo humano.
2. 2. Apariencia y realidad
Al asumir la función del arte como lenguaje con el que se expresa el sentir
espiritual del pueblo (así se podría sintetizar el particular platonismo de Florenski),
comparece el sentido profundo del concepto apariencia, puesto que “no hay nada
exterior que no sea una manifestación de lo interior”74. Así pues, en el reconocimiento
de la dimensión simbólica de la realidad en su conjunto y, concretamente, del arte,
71
INCIARTE, F., Cultura y verdad, p. 107.
72
“Las puertas reales” es el título de un importante ensayo de Florenski sobre el arte de los iconos. Está
publicado en italiano en FLORENKSIJ, P., Le porte regali. Saggio sull’icona, Adelphi, Milano, 1990.
73
Esta cuestión, que ha sido tratada desde diferentes ángulos a lo largo de la historia del pensamiento,
adquiere en la filosofía del siglo XX un especial desarrollo. En el caso de nuestro contexto cultural,
podríamos destacar la reflexión de Antonio Millán-Puelles al respecto en su libro La estructura de la
subjetividad, de 1967. Así plantea él, en la introducción, la posibilidad del engaño de la apariencia: “[la
estructura del] yo finito humano según su peculiar ser tautológico y simultáneamente heterológico,
fundándolo en una sustancia recibida y apta, por esencia, para la vida consciente compatible con la
realidad de nuestro cuerpo. Esta sustancia, fundamentalmente abierta al Ser, tiene que ser pensada de tal
modo que se pueda entender la posibilidad humana de asumir como si fuesen seres las falsas apariencias
dimanadas de un origen empírico”. MILLÁN-PUELLES, M., ‘La estructura de la subjetividad (1967)’, en
Obras completas (vol. IV), RIALP, Madrid, 2014, p. 15.
74
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 120.
- 32 -
queda patente el riguroso realismo de Florenski, que contrasta con la convicción
típicamente renacentista en la que, grosso modo, se impone el criterio de la
verosimilitud (que resulta ser, paradójicamente, el más alejado de la realidad).
75
Ibid., p. 125.
76
Ibid., p. 57.
77
‘¿Qué es una obra de arte? Memoria y realismo simbólico en Pável Florenskij’, LÓPEZ SÁEZ, F. J.,
Númenor, 22 (Monográfico Pável Florenskij), 2010, p. 45.
78
INCIARTE, F., Cultura y verdad, p. 52.
- 33 -
2. 2. 1 La perspectiva invertida
Durante los cuatro años en los que impartió la asignatura de ‘Teoría del espacio’
en la Facultad de Artes Gráficas de los Talleres VKhUTEMAS (escuela de la que
también formaron parte, en diferentes momentos de su historia, importantes figuras del
arte ruso y las vanguardias del siglo xx como V. Kandinsky, K. Malévich, V. Tatlin, A.
Rodchenko o E. Lissitzky), Florenski fue confeccionando los textos que más tarde
verían la luz reunidos bajo el título La perspectiva invertida. Como se ha señalado en la
introducción de este trabajo, Florenski desarrolló su trabajo de investigación en estética
y teoría de las artes durante los mismos años de florecimiento de las grandes
vanguardias artísticas de Europa. Sin embargo, frente a la ruptura con la tradición que
propugnaban éstas últimas (en concreto, del constructivismo), con su carácter
materialista y experimental, la dirección que siguió el planteamiento de nuestro autor
fue la de tratar de conjugar vanguardia y tradición. Esta postura podría resumirse en la
línea de una defensa firme de la libertad creativa del artista, encauzada en un impulso de
recuperación del espíritu tradicional del arte ruso (concretamente del arte sacro)79.
“abrió para muchos el camino que permitía unir la vanguardia rusa con la tradición
reprimida de la espiritualidad rusa, y liberar así la ‘verdadera esencia’ de la pintura y la
poesía vanguardistas frente a las aspiraciones del socialismo utópico que condujeron a la
vanguardia a la cercanía de la ideología soviética y a comprometerse con ella”80.
79
Cfr. PEREDA, F., “Pável Florenski, de la matemática a la teología”, en FLORENSKI, P., La
perspectiva invertida, pp. 10-11.
80
GROYS, B., “Entre Bizancio y el futurismo”, p. 64.
- 34 -
realidad, más allá de los momentos objetivo y subjetivo del conocimiento. En palabras
de Felipe Pereda, el objetivo que Florenski persigue con este texto es:
81
PEREDA, F., “Pável Florenski, de la matemática a la teología”, p. 14.
82
“El arte es una manifestación de la vida […]. Es la conciencia estética de la vida”. FLORENSKI, P.,
Cartas de la prisión y de los campos, pp. 116-117 (Carta nº 5, 16 de diciembre de 1934).
83
La crítica de Florenski al naturalismo en estética, trasladada al campo de la epistemología, puede
situarse en la línea de la defensa del realismo frente al representacionismo que lleva a cabo Alejandro
- 35 -
imitatio sea más o menos “verosímil”, sino que la propia imitación en términos de
‘copia’ es, sencillamente, imposible:
“La esencia del asunto reside en que la representación de un objeto está lejos de ser, en
tanto que representación, también el objeto; no es una copia de la cosa, no duplica un
rinconcito del mundo, sino que apunta al original como un símbolo suyo. El naturalismo
en el sentido de parecido externo, como imitación de la realidad, […] como fantasma del
mundo, no sólo es innecesario […], sino que es, sencillamente, imposible. La
verosimilitud perspectiva, si existe, si es que en general existiera la verosimilitud, no lo
es en virtud de su parecido externo, sino de su alejamiento del mismo, es decir, en virtud
de su sentido interno, ya que ésta es simbólica. […] La representación es un símbolo,
[…] el carácter perspectivo de las representaciones no es, ni mucho menos, un rasgo de
las cosas, como se piensa en el naturalismo vulgar, sino tan sólo un método de
expresividad simbólica”84.
En este sentido, teniendo en cuenta el conjunto de las formas y técnicas del arte
renacentista, se pone de manifiesto cómo en la contemplación de una obra en su
Llano en El enigma de la representación: “La vía moderna implica una supremacía de la intuición sobre
la abstracción […], la cual aboca a conferir a la realidad las características de su conocimiento y,
simultáneamente, a reificar o cosificar los principios del conocimiento mismo. […] Tal es el origen de lo
que hoy se denomina ‘representacionismo’. Según esta concepción, lo que inmediatamente conocemos no
es la forma real que se halla en la naturaleza de las cosas –porque o bien no la podemos captar
adecuadamente o bien simplemente no existe–, sino en un representante o sustituto suyo que acontece en
el interior de ese recinto al que llamamos ‘mente’. Estas representaciones pasan de tener exclusivamente
un ser intencional […] a poseer un ‘ser inteligible’, un ‘ser disminuido’ (esse diminutum), un ‘ser
objetivo’ o ya, claramente, una ‘realidad objetiva’”, LLANO, A., El enigma de la representación,
Editorial Síntesis, Madrid, 1999, pp. 177-178, (“El representacionismo racionalista”).
84
FLORENSKI, P., La perspectiva invertida, p. 82.
85
Ibíd., p. 83.
- 36 -
integridad puede descubrirse “la reconstrucción de ‘una’ determinada forma de ver el
mundo, de ‘una’ experiencia nacida de un conjunto no menos determinado de valores
que él [Florenski] identificó con el antropocentrismo humanista e ilustrado que recorría,
cual espina dorsal, la cultura de Occidente”86.
86
PEREDA, F., “Pável Florenski, de la matemática a la teología”, p. 14.
87
Cfr. FLORENSKI, P., La perspectiva invertida, p. 32.
88
Ibid., pp. 41, 42: “Toda la historia de la Ilustración está inmersa en una lucha por estrangular la vida en
un sistema de esquemas”.
89
La crítica al argumento de la verosimilitud o de la semejanza en el naturalismo artístico, ampliamente
cuestionado, como se ve, por Florenski, se aplica también al arte de vanguardia, al que también reprocha
un afán mecanicista, antiartístico. Se trata, a finde cuentas, de una semejanza que no es semejante. Tras su
lectura de los textos de Florenski, Fernando Inciarte sostiene a este respecto que el arte de los iconos, que
“no se basa meramente en la representación de una analogía sino en la presentación de una identidad […]
entre lo visible y lo invisible de acuerdo con la fórmula homoousios en contraposición a la del
homoioousios del Primer Concilio de Nicea: identidad del ser por contraposición a la mera analogía del
ser”. En este sentido –continúa Inciarte– “el arte de vanguardia puede y tiene que ser contemplado como
el arte ilusionista de la modernidad” (INCIARTE, F., “Arte, culto y cultura”, en Imágenes, palabras,
signos. Sobre arte y filosofía, p. 77). Florenski, considerado por el propio Inciarte como “uno de los
mayores intelectuales de la historia rusa de las ideas de nuestro siglo”, (Ibid., p. 71), formula la respuesta
así: “¿En qué consiste la semejanza de esta imagen con la verdad? En el hecho de que allí está todo y aquí
está todo”, FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 160.
- 37 -
explicación el proceso mismo de ejecución de sus dibujos como una tarea mecánica. En
este sentido estos grabados son considerados por nuestro autor como “antiartísticos”,
como expresión de un modo “artificial” de percepción:
“¿Qué naturalismo es este que exige primero buscar las reglas y, luego, después de
tremendos esfuerzos, y con la conciencia en permanente tensión, no cometer errores que
las alteren? ¿No recuerdan más bien estas leyes a una conspiración artificial contra la
percepción natural, acometida en nombre de la teoría, un cuadro ficticio del mundo que,
de acuerdo con la ideología del humanismo, es preciso ver, pero que, a pesar de todo el
adiestramiento, el ojo humano no ve en absoluto, de tal modo que el pintor deja escapar
su incapacidad de verlo desde el instante mismo en que pasa de las construcciones
geométricas a aquello que realmente percibe?”90.
“Se trata de un espectador que nada aporta al mundo y que ni siquiera puede sintetizar
sus propias impresiones heterogéneas […]. Es precisamente así como surge del terreno
del Renacimiento la visión del mundo de Leonardo, Descartes, Kant; de forma
semejante surge el equivalente plástico, o artístico, de esta cosmovisión: la perspectiva.
Aquí los símbolos artísticos deben ser perspectivos por la simple razón de que éste es el
modo de unificar las representaciones del mundo, de manera que éste se entienda como
una red unitaria, indivisible e impenetrable de relaciones kantiano-euclidianas,
concentradas en el ‘Yo’ que contempla el mundo, pero, al mismo tiempo, en el modo en
que este ‘Yo’ funciona como una especie de punto focal imaginario, especular e inerte.
En otras palabras: la perspectiva es el procedimiento que resulta necesariamente de
aquella cosmovisión en la que se reconoce como fundamento verdadero de los objetos-
ideas seudorreales una subjetividad desprovista ella misma de realidad. La perspectiva
es la expresión del ‘meonismo’ e impersonalismo. Y esta corriente de pensamiento suele
conocerse como naturalismo y humanismo, la corriente surgida con el fin del realismo y
el teocentrismo medievales”91.
90
Ibid., p. 74.
91
Ibid., pp. 95-96.
- 38 -
Todo lo contrario sucede en el arte de los iconos, donde se rompen
continuamente las leyes de la geometría. Esta transgresión perpetuada que llevan a
cabo los pintores de iconos constituye, en contraste con la fidelidad técnica de los
renacentistas, la prueba de un modo más auténtico, libre y espiritual de conocer y
expresar el mundo. Contrariamente a lo que un crítico de arte ilustrado podría
considerar como intentos torpes y pueriles de expresión, el arte de los iconos se alza
como el prototipo de arte emancipado de las exigencias esquemáticas de una
cosmovisión racionalista, solipsista, ciega a la dimensión metafísica y espiritual de la
realidad. Estos supuestos errores de perspectiva “apuntan […] a la fuerza de un modo
auténtico de percepción”92, a “una manera particular de abarcar el mundo”93. Con esto
no se quiere decir que Florenski considere que el artista deba rechazar todo uso de la
técnica. Al contrario: en su propuesta estética se contempla la irreemplazable tarea del
canon, que
“libera la energía creativa del artista hacia nuevos logros e impulsos creativos, y exime
de la necesidad de repetir en la creación lo comúnmente conocido, ya viejo: la exigencia
de la forma canónica o, para ser más exactos, el don de la forma canónica que la
humanidad otorga al artista es una liberación y no una limitación”94.
92
Ibid., p. 78.
93
Ibid.., p. 45.
94
Ibid., p. 89.
- 39 -
realidad en un sistema geométrico cerrado –es decir, los iconos rusos– constituyen para
Florenski la cumbre de la representación pictórica, porque están en íntima consonancia
con un modo metafísico, trascendente, de estar en el mundo. El pintor de iconos es
auténticamente artista por ser auténticamente creador, libre de elegir sus propios
métodos de representación en conformidad con la finalidad de su tarea. Así, al expresar
su propia vivencia espiritual, se ve liberado de la cerrazón de las leyes racionalistas de
representación, porque no pinta el espacio visible, sino la dimensión invisible hacia la
que apunta, como signo, toda la realidad95.
95
“Tal es la característica de aquel espacio espiritual: cuanto más lejos, más grande es, y cuanto más
cerca, más pequeño resulta. Ésta es la perspectiva invertida”. FLORENSKI, P., La perspectiva invertida,
p. 64.
96
Ibid., p. 91.
- 40 -
“representa, ya que a través de ella y por sus medios nos remitimos espiritualmente a lo
representado mismo, y no representa si, en lugar de sacarnos de sus propios límites, nos
encierra dentro de ellos como en una realidad falsa, un símil de la realidad que pretende
tener importancia por sí mismo”97.
2. 2. 2 El iconostasio
“Son muchos los factores que pudieron contribuir a este cambio de perspectiva.
Evdokimov99 opina que habría jugado un papel importante el cambio del platonismo al
aristotelismo, que tuvo lugar en Occidente en el siglo XIII. El platonismo considera las
realidades sensibles como sombras de las ideas eternas; en ellas podemos y debemos
reconocer las ideas eternas y salvarnos por medio de ellas. El aristotelismo rechaza la
97
Ibid., p. 90.
98
“La diferencia en los procedimientos artísticos procede, pues, de las distintas cosmovisiones”,
TIMOSCHENKO, N., “Invitación a la lectura”, en El iconostasio, p. 19.
99
Ratzinger cita el texto EDVOKIMOV, P., L’art de l’Icône. Theologie de la beauté, Desclée, Paris,
1970. Para la edición en castellano: EDVOKIMOV, P., El arte del icono. Teología de la belleza,
Publicaciones Claretianas, Madrid, 1991.
- 41 -
doctrina de las ideas. […]. En lugar de la visión, por la cual lo metafísico se hace visible
en lo sensible, se da paso a la abstracción. Se modifica la relación entre lo espiritual y lo
material y, con ello, la actitud del ser humano ante la realidad que se le aparece. Para
Platón, la categoría de lo bello había sido decisiva, lo bello y lo bueno, en último
término, coinciden en Dios. Mediante la aparición de lo bello somos heridos en lo más
profundo del alma, y esta herida nos lleva más allá de nosotros mismos, da impulso a la
nostalgia y, de este modo, nos empuja al encuentro con lo verdaderamente bello, con lo
bueno en sí mismo. En la teología de los iconos sigue vivo parte del planteamiento
platónico, aunque la idea platónica de lo bello y de la contemplación, van a retomarse y
transformarse ahora por el reflejo de la luz del Tabor” 100.
“En nuestro interior se rasga el velo del instante visible, todavía perceptible, y a través
de sus jirones penetra el aliento invisible de otro mundo: ambos mundos se disuelven el
uno en el otro, y nuestra vida se convierte en un flujo continuo, como cuando por
encima de las brasas se elevan ondulaciones de aire caliente”101.
100
RATZINGER, J., El espíritu de la liturgia. Una introducción. Ed. Cristiandad, Madrid, 2001, pp. 148-
149.
101
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 28.
- 42 -
hablarse de “la verdad artística del sueño”102, la verdad desvelada por la conciencia
“vuelta del revés”, de la conciencia que ha accedido “a la otra orilla”103.
Del mismo modo como sucede en la vida del sueño, donde el alma o la
conciencia fluctúa entre las dos dimensiones de la realidad, así también ocurre con la
ejecución de una obra de arte, que parte, como su condición de posibilidad, de una
experiencia mística, de contacto con lo misterioso, con el “mundo de arriba”. Así como
en la vida del sueño Florenski reconoce un doble movimiento del espíritu (ascenso y
descenso; purificación de la experiencia sensible y sedimentación de las imágenes;
sueño y duermevela), así también reconoce en el origen de la obra de arte un
movimiento que se desdobla en dos tiempos, en dos momentos del distanciamiento
artístico de la conciencia:
“Así, en la creación artística el alma se extasía fuera del mundo terrenal y asciende al
mundo celeste. Allí, sin imágenes, se nutre de la contemplación de la esencia del mundo
superior, palpa los noúmenos eternos de las cosas y, al saciarse, colmada de
conocimiento, desciende de nuevo al mundo inferior. Y aquí, en este camino de
descenso, en la frontera de entrada al mundo terreno, su botín espiritual se reviste de
imágenes simbólicas, aquellas mismas imágenes que, una vez fijadas, darán como
resultado la obra de arte. Porque el arte es un sueño que ha tomado forma corporal”104.
Sin embargo, Florenski advierte que, a pesar de que todas las imágenes artísticas
son tomadas de ese contacto con el confín de las dos esferas de lo real, no por ello todas
translucen el mismo valor artístico. Éste depende, así, del grado de purificación de las
mismas imágenes de las que se ha provisto el alma en su ascenso y descenso a las
alturas de la vida celeste. En este sentido, es posible, según Florenski, distinguir entre
las imágenes más pegadas a la experiencia sensible de las más depuradas de todo
elemento de la experiencia material. Se trata de un camino vertical, idéntico al que
realiza el alma platónica hasta la contemplación de la idea de Bien: el alma emprende el
viaje de la dialéctica (διαλεκτική) despojándose de la carga de las cosas visibles, que al
mismo tiempo le sirven de camino, de señal para dirigirse a lo invisible.
102
Ibid., p. 33.
103
Ambas son expresiones tomadas del lenguaje de Florenski en El iconostasio.
104
Ibid., p. 41.
- 43 -
En el viaje de la conciencia artística, Florenski distingue, como se ha dicho, dos
movimientos: el arte del ascenso y el arte del descenso. En este sentido, el primero se
identifica con la construcción mecánica de imágenes tomadas de la experiencia sensible,
todavía no depuradas en la contemplación de las realidades eternas. En contraposición,
en el arte del descenso, –el simbolismo–, el artista encarna las imágenes de una
“realidad diversa”, dando así noticia del contacto con una realidad superior,
trascendente. Según el propio Florenski, este doble movimiento del alma del artista
(ascenso y descenso) se reconoce como la ruptura dionisíaca del conocimiento de lo
“real-sensible” hacia la visión apolínea del mundo espiritual. Como resultado de ese
contacto más pleno con lo trascendente, como expresión artística más perfecta, destaca
el icono:
Desde esta perspectiva podría decirse, de acuerdo con Ratzinger, que un factor
crucial a la hora de distinguir el arte del ascenso del arte del descenso, para distinguir,
en definitiva, el arte sacro del arte religioso, es el tiempo:
105
Ibid., p. 42.
- 44 -
historia de la salvación no tanto como sacramento, sino más bien como una historia
transcurrida en el tiempo”. En consecuencia, continúa Ratzinger: “este tipo de ‘arte
religioso’ no es un arte sacro en sentido estricto. No se adentra en la humildad del
sacramento y en su dinamismo que rebasa el tiempo. Quiere disfrutar del hoy y liberarse
a sí mismo a través de la belleza”106.
106
RATZINGER, J., El espíritu de la liturgia. Una introducción, pp. 149, 151.
107
“Mi sono permesso di definire ‘riflessione non compiuta’ l’estrapolazione di un aspetto dell’arte sacra
dall’integrità organica del rito liturgico quale sintesi delle arti, quale ambiente artistico nel quale l’icona
acquisisce, lì e solo lì, il proprio significato artistico autentico e può essere contemplata nella sua più
autentica artisticità”, FLORENSKIJ, P., Bellezza e Liturgia, scritti su cristianesimo e cultura, p. 33.
108
Típico de los templos de la tradición bizantina, el iconostasio es un muro que separa, físicamente, el
presbiterio de la nave, custodiando el altar de modo similar al sancta sanctorum en la tradición hebrea. En
este muro se colocan los iconos, dispuestos normalmente en torno a la figura de Cristo.
109
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 75.
110
Cfr., EDVOKIMOV, P., El arte del icono. Teología de la belleza, p. 190.
111
“más bien se trata de una nueva forma de ver. El icono mismo tiene que proceder de una nueva
apertura de los sentidos internos, de un llegar a ver que va más allá de lo meramente empírico y que
descubre a Cristo –como dice la posterior teología de los iconos– a la luz del Tabor”. RATZINGER, J., El
espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 143.
- 45 -
La génesis del icono entendida como resultado de un contacto con lo sublime, le
sirve a Florenski para demostrar la existencia de Dios. Tanto es así, que llega a afirmar
con rotundidad que: “Existe la Trinidad de Rubliev, luego existe Dios”112. En efecto, si,
a raíz de una experiencia mística, un pintor es capaz de representar simbólicamente la
Trinidad del Dios cristiano, es que ese Dios existe. Rubliev ha podido pintar la Trinidad
porque la ha conocido, porque es real. En este sentido, la imagen resultante no es, de
ninguna manera, una creación, sino un descubrimiento: a él se le ha manifestado aquello
que ha pintado, no es una invención suya. En consecuencia, el pintor, así considerado,
adquiere el carácter de hagiógrafo113, de autor sagrado, que pinta por inspiración divina:
“Todos los iconos son revelados”114, es decir, son fruto de una intervención especial de
Dios, una manifestación suya. De aquí se desprende que el arte iconográfico,
propiamente, no es sino obra del santo, del asceta que ha accedido a una esfera superior.
O, mejor dicho, el icono es resultado de la cooperación entre el pintor (el artista como
artesano115) y el santo, que actúa como maestro o guía. En este sentido, Florenski llega a
comparar la composición de los iconos con la de los Evangelios:
“Si incluso el Evangelio y algunos libros Sagrados habían sido escritos bajo la guía de
otros […], entonces no es de extrañar que los técnicos del pincel […] representen
112
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 76.
113
Cfr., Ibid., p. 93.
114
Ibid., p. 85.
115
Cuando Florenski atribuye al artista la función de un artesano no lo hace, en modo alguno, con sentido
peyorativo, sino todo lo contrario. Esto queda claro en su descripción del quehacer de J. S. Bach: “Bach
siempre me ha parecido un artesano […] costumbre y experiencia forjadas durante generaciones a lo largo
de los siglos; maestría sin arrebato ni inspiración, o, mejor dicho, sin una inspiración momentánea; un
trabajo que el maestro puede comenzar e interrumpir en cualquier momento sin menoscabo de la obra.
“Probablemente se trata del tipo más saludable de labor creativa, pues fluye en todo momento por cauces
definidos, sin sufrimientos, sin búsquedas, sin romanticismo, sin lágrimas y sin éxtasis, con una tranquila
serenidad en la propia mano, que sabe por sí misma lo que debe hacer. Es genial, pero sin
estremecimiento […]. Esa maestría despreocupada está infinitamente lejos del espíritu de nuestra época,
donde todo se basa en la sinceridad dolorosa y el desconcierto o bien en el deseo de crear algo distinto de
lo que han hecho otros; de ver, aturdir, golpear y, en medio de ese terror, poder seguir como por
casualidad un camino ya trazado por otros.
“Se ve enseguida que Bach […] es un representante de los tiempos antiguos porque no teme la repetición,
ni en sí mismo ni en los demás. Crea su sólida mercancía, convencido de su excelente calidad […].
Conoce la fuerza de su maestría, pero al mismo tiempo no percibe su obra como un hijo cuya
personalidad es irrepetible e insustituible, sino como un buen producto, que conservará siempre su valor y
que, además, puede ser sustituido por otro, aunque tal vez de menos calidad. Es el extremo opuesto de
Beethoven (para hablar de grandezas más o menos parejas)”. FLORENSKI, P., Cartas de la prisión y de
los campos, pp. 263-264 (Carta nº 82. 26 de noviembre de 1936).
- 46 -
aquella belleza en los iconos bajo la supervisión y continua verificación del santo
mismo”116.
Por otro lado, en El iconostasio la atención se dirige más bien al tratamiento del
tiempo: en el arte realista-simbólico, queda patente que las representaciones se orientan
hacia lo eterno, donde los acontecimientos históricos, de acuerdo con Josep Ratzinger,
“superan lo transitorio del tiempo, haciéndose presentes en medio de nosotros por la
acción sacramental de la Iglesia”117. A su vez, en la pintura renacentista, “lo histórico-
narrativo pasa a un primer plano” 118. En otras palabras: el arte sacro se distingue de los
demás modos de expresión por su referencia al misterio, mientras que el arte naturalista
sigue, irremediablemente, anclado en el tiempo.
116
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 103. (El subrayado es mío).
117
RATZINGER, J., El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 139.
118
Ibid., p. 148.
- 47 -
Capítulo 3. La verdad de la imagen
- 48 -
“Lo que es indiferente a la presencia y a
la ausencia no puede ser arte”
F. Inciarte, Imágenes, palabras, signos
En el marco del pensamiento de Pavel Florenski, que, como se ha señalado, parte de una
concepción platónica (y, según él, realista) del mundo, su planteamiento estético gravita
sobre un simbolismo para el que, específicamente, la obra de arte comparece como
fenómeno visible del mundo invisible, como manifestación –apariencia– de lo
auténticamente real:
“Pero lo invisible, precisamente por serlo, resulta inaccesible por sí solo para la mirada
de los sentidos […], si no fuera evidenciado por unas señales especiales que, siendo
accesibles para la experiencia sensible, miren ellas mismas hacia el mundo invisible”119.
119
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 64.
- 49 -
Así también para V. Kandinsky, el artista no debe dejar que su tarea se vea reducida a
una imitación pintoresca del mundo, sino que, en el descubrimiento de lo inmaterial,
trata de manifestar la riqueza de su mundo interior: “El artista, cuya meta no es la
imitación de la naturaleza, aunque sea artística, y que quiere y tiene que expresar su
mundo interior, ve con envidia como hoy se alcanzan naturalmente y con facilidad estos
objetivos en la música, la más inmaterial de las artes”120. Este modo de comprender la
praxis artística se encuentra en clara oposición a la comprensión platónica (simbólica)
del mundo, para la que el fenómeno, lejos de constituir un engaño, revela un punto de
contacto, una manifestación visible de lo trascendente, de aquello considerado
auténticamente real121.
120
KANDINSKY, V., De lo espiritual en el arte, Paidós, Barcelona, 1996, p. 46. Además de Kandinski,
otros artistas han apreciado esta diferencia crucial en el modo de entender su trabajo. Claudia Carbonell,
en su estudio sobre el Cuadrado Negro de Malévich, plantea esta distinción en la contraposición de arte y
cultura, a partir de la conclusión de Malévich para quien toda la historia del arte se encuentra teñida de
naturalismo: “El arte, desde los palotes del salvaje hasta el realismo del XIX, se ha empeñado en imitar a
la naturaleza, en copiar las formas que la naturaleza presenta como modelo. Es, de esa manera,
naturalismo. Nadie se salva de la crítica de Malévich, casi ni siquiera el cubismo. […] En ese sentido, la
imitación es una estrategia de supervivencia. Está en la base de toda cultura, en cuanto que esta es
continuatio naturae. Una continuación que hunde sus raíces y se hace sustancial por la vía de la
imitación. […] Como me parece que queda bien visto por Malévich, se trata del ‘hábito antiguo de verlo
todo de forma naturalista’. Ese hábito, tan antiguo como nuestra especie, es precisamente el fundamento
de lo que llamamos cultura. […] Pero, ‘la transferencia de los objetos reales al lienzo es el arte habilidoso
de la reproducción, y nada más que eso’. Malévich reivindica la diferencia –la gran diferencia– entre el
arte de crear y el arte de imitar”. CARBONELL, C., “Platón visita una exposición de Malévich”, en El
arte más allá de sí mismo. Aproximaciones a la cultura artística contemporánea, (Ed. Alejandro Llano),
Biblioteca Nueva, Madrid, 2005, p. 97.
En la misma línea podría situarse a M. Rothko, que concibe el proceso creador del artista no en términos
de imitación de las formas naturales, sino como un proceso simbólico, de expresión de la propia
interioridad, en analogía con el acto creador de Dios: “Insisto en la equivalencia en términos de existencia
entre el mundo engendrado en mi mente y el mundo engendrado por Dios fuera de sí”. ROTHKO, M.,
Escritos sobre arte (1934-1969), (Ed. Miguel López-Remiro), Paidós, Barcelona, 2007, p. 81.
121
El uso que hace Florenski del término “imitación” se remonta al que hace del mismo Platón. De
acuerdo con W. Tatarkiewicz: “La palabra ‘μίμησις’ es post-homérica: no aparece ni en Homero ni en
Hesíodo. (…) La palabra, que posteriormente habría de denotar el acto de reproducir la realidad en la
escultura y en las artes teatrales, se había aplicado, en esa época, exclusivamente a la danza, la mímica y
la música. (…) La imitación no significaba reproducir la realidad externa, sino expresar la interior. No era
aplicable a las artes visuales”. En este sentido, Florenski sitúa el origen del equívoco naturalista en una
comprensión renacentista de la mímesis, donde ésta deja de entenderse como expresión, para interpretarse
o traducirse como imitación, copia. Esta acusación es perfectamente coherente con el planteamiento de
Platón, que, al expulsar a los artistas de la ciudad, en el fondo está rechazando la práctica naturalista del
arte como un ejercicio engañoso: “La idea de Platón era parecida a la propuesta que bajo el nombre de
‘naturalismo’ se llevó a cabo en el siglo XIX. Su teoría era descriptiva y no-normativa; por el contrario,
no aceptaba que el arte imitase la realidad porque, según él, la imitación no es el camino apropiado hacia
la verdad (La República 603a, 605a, El Sofista 235d-236c)”. TATARKIEWICZ, W., Historia de seis
ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia estética, pp. 301-303.
- 50 -
Esta cosmovisión moderna, que, bajo el criterio de la verosimilitud, creía haber
hallado en la perspectiva lineal la herramienta adecuada para mostrar la realidad,
representa, paradójicamente, el advenimiento por excelencia de la ocultación del ser: el
artista del Renacimiento, creyendo representar fielmente el mundo y sujetándose por
ello a un estricto canon racionalista de normas de representación, se ha vuelto incapaz
de apreciar la dimensión metafísica de la realidad, que ya no conduce la mirada hacia lo
real, sino que se convierte en símbolo autorreferente, en copia o máscara122, en ilusión.
“La imagen no debe ser del todo ajena a la verdad, pues de otro modo no sería imagen;
pero por otro lado la imagen no puede ser idéntica a la verdad, pues si no, sería
propiamente la verdad. La imagen tiene que permanecer en sus límites: no debe tenerlo
todo, pero tampoco debe estar desprovista de todo aquello que la verdad posee”125.
122
“La oposición ontológica de las visiones que hemos descrito –las provocadas por la carencia y las
provocadas por la plenitud– quizá puedan caracterizarse mejor mediante la contraposición entre las
palabras máscara (lichina) y semblante (lik)”, FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 51.
123
“El cultivo de la sensibilidad puede llegar a ser, y muchas veces es, un requerimiento, entre otras
cosas, del amor a la verdad –un caso o exigencia de honradez intelectual y, por tanto, también moral”,
INCIARTE, F., Cultura y verdad, p. 95.
124
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 159.
125
Ibid., p. 159.
- 51 -
Como símbolo, la obra de arte no pierde en ningún caso su carácter provisional,
no definitivo, insuficiente. Es siempre signo de una realidad superior, y como tal,
participa de ella sin agotarla. En la medida en que es participación, la pintura de iconos
va descubriendo la verdad (ἀλήθεια): “la realidad se va manifestando gradualmente
conforme a los niveles de la manifestación del ser”126. El propio nombre de la técnica
pictórica con la que se aplica la claridad del color así lo demuestra: raskryshka (de
raskryt, “descubrir, revelar”). Por eso, dice Florenski, “el maestro que pinta esta parte
descubre la luz”127.
126
Ibid., p. 170.
127
Ibid.
128
Cfr., FLORENSKI, P., La columna y el fundamento de la verdad, p. 49.
129
FLORENSKI, P., El iconostasio, pp. 185-186.
130
Cfr. este trabajo, p. 37.
- 52 -
realidad”)131. En este sentido, la obra de arte participa de la verdad, pero no la agota:
hay una esencial asimetría o inadecuación entre la representación y lo representado132;
sin embargo, no es menos cierto que, en el caso del icono, la semejanza entre la imagen
y la verdad es ontológicamente más fuerte que en el caso de cualquier otra forma
artística; el icono, como arte sacro, como imagen cultual, “no solamente representa algo,
más bien lo hace presente de alguna forma, pero de manera real”133., Se trata, en
definitiva, de la “manifestación concreta de la ontología de la salvación”134. El icono,
contemplado desde estas coordenadas, es verdadero por su tendencia extra-temporal,
por su tensión espiritual, que apunta más allá del tiempo, de lo pasajero. El icono es
verdadero (ístina) porque representa sensiblemente lo que permanece: como aquello que
queda retenido en la memoria, trascendiendo el flujo del tiempo, como una “corriente en
reposo”135.
131
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 75.
132
“La imagen no debería ser del todo ajena a la verdad, pues de otro modo no sería imagen; pero por otro
lado la imagen no puede ser idéntica a la verdad, pues si no, sería propiamente la verdad. la imagen tiene
que permanecer en sus límites: no debe tenerlo todo, pero tampoco debe estar desprovista de todo aquello
que la verdad posee”, y más adelante: “¿En qué consiste la semejanza de esta imagen con la verdad? En el
hecho de que allí está todo y aquí está todo”, Ibid., pp. 159 y 160.
133
INCIARTE, F., Imágenes, palabras, signos. Sobre arte y filosofía, p. 70.
134
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 195. En este sentido, la ontología del icono incluye no sólo la
dimensión teorética, sino también, y sobre todo, la práctica: al estar referido a las realidades últimas, al
estar enfocado, a fin de cuentas, hacia la salvación del alma, el icono aspira a implicar la vida del que lo
contempla en su integridad.
135
FLORENSKI, P., La columna y el fundamento de la verdad, p. 50.
136
FLORENSKI, P., La perspectiva invertida, p. 31.
- 53 -
es revelación (αληθησ) de lo invisible. La relación del icono –de la imagen– con la
verdad, en el planteamiento de Florenski, trae consigo una triple consideración: el icono
es verdadero como participación (la imagen es verdadera, pero no es la verdad), como
permanencia (y por eso no se pinta sobre el lienzo, sino que se coloca en un muro,
“símbolo de estabilidad ontológica”137), y al mismo tiempo, como manifestación del
ser138.
“la pintura de iconos es para el ojo lo mismo que la palabra para el oído. Y no porque el
icono transmita convencionalmente el contenido de un discurso, sino porque tanto el
discurso como el icono con su objeto inmediato, del cual son inseparables y en cuya
enunciación está toda su esencia, tienen la misma e idéntica realidad espiritual”142.
137
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 161.
138
Florenski entiende la verdad como aquello que se ha librado de las aguas del Leteo, la laguna del
olvido (ἀ-λήθεια); el ser desvelado que permanece (ístina) en la Memoria (Μνημοσύνη, madre de las
Musas). Cfr. FLORENSKI, P., La columna y el fundamento de la verdad, p. 50.
139
Cfr., FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 187.
140
Cfr. Ibid., p. 186.
141
Cfr., FLORENSKI, P., La perspectiva invertida, p. 31: “[…] el arte puro, cuya esencia es siempre más
o menos metafísica”.
142
FLORENSKI, P., El iconostasio, pp. 186-187.
143
“Es con el simbolismo cuando las imágenes empiezan a resultar ininteligibles. La cuestión es saber a
qué tipo de entendimiento resultan ininteligibles esas metáforas. A estas alturas, la contestación no es
difícil: esas metáforas resultan ininteligibles sólo al entendimiento que se aferra a los contenidos unívocos
- 54 -
partir de la concepción de Florenski ha abierto, efectivamente, el espacio a una reflexión
en torno al papel que juega, con relación al pensamiento, el arte contemporáneo. En este
sentido, la posición de Inciarte, análoga en cierta manera a la de Florenski, es clara: el
arte ha tomado el relevo a la reflexión filosófica en la época en la que se anunció la
muerte de la filosofía144.
o a conceptos, por así decirlo, insensibles; en último término, al entendimiento incapaz de una visión
metafísica del mundo”. INCIARTE, F., Cultura y verdad, pp. 89-90.
144
“¿Qué es el ser? La pregunta por el ser es equívoca. Lo primero que se necesita es la entrada a la
superación de la metafísica, cuya consumación tiene que haberse experimentado previamente, pero esto
como aquello que ahora e inicialmente ‘es’ HEIDEGGER, M., De la esencia de la verdad, Herder,
Barcelona, 2007, p. 304
145
INCIARTE, F., Imágenes, palabras signos. Sobre arte y filosofía, p. 83.
- 55 -
rechazo radical de la pintura ilusionista”), este mismo punto resulta insuficiente “para
salvar el abismo que separa tanto en la Europa occidental como en la oriental el arte
sacro del Oriente del arte revolucionario de la vanguardia”146.
Lo que quiere decir Inciarte es que ni siquiera este supuesto punto desde el que
parecen vincularse el arte de los iconos y el de las vanguardias resulta suficiente para
superar la insuficiencia metafísica de estas últimas. La trascendencia que podría
predicarse del arte de vanguardia no se encamina hacia un filosofar con el pincel –del
que se ha hablado más arriba–, sino hacia la expresión de un mensaje que pretende ir
más allá de los límites del arte, lo cual significa, a fin de cuentas, la subordinación del
lenguaje artístico al nivel de la instrumentalización. Dicho de otro modo: mientras que
la dimensión simbólica del arte de los iconos (y de buena parte del arte contemporáneo,
como sugiere Inciarte) constituye en sí misma una reflexión metafísica, lo característico
del arte moderno, (así como el del arte vanguardista) es la pretensión de traer consigo
algo externo a la propia obra (bien una semejanza, bien una reivindicación política)147.
En definitiva, puede decirse, a la luz de las consideraciones de Florenski, que el arte,
más allá de las vanguardias, ha dado un giro reflexivo, asumiendo consigo la tarea de la
propia filosofía:
146
INCIARTE, F., Imágenes, palabras signos. Sobre arte y filosofía, p. 73.
147
La perspectiva lineal como expresión de la carga ontológica del pathos renacentista, para Florenski,
constituye un elemento crucial con el que distinguir, justamente, la pureza del arte de la subordinación de
su lenguaje: “Así pues, la perspectiva no surgió dentro del arte puro y, de acuerdo con su objetivo
original, no expresa la percepción viva y artística de la realidad, sino que fue inventada dentro de la esfera
del arte aplicado y, más concretamente, en el contexto de la técnica teatral que somete la pintura a sus
propios fines. […] Y es que el objetivo de la pintura no es duplicar la realidad, sino ofrecer una
comprensión más profunda de su arquitectura, de su material y su sentido; y la concepción de este sentido
[…] sólo se hace posible en la contemplación del pintor a través del contacto vivo con la realidad,
compenetrándose con ella, sintiéndola. Por el contrario, el decorado teatral pretende, en la medida de lo
posible, reemplazar la realidad por la apariencia. […] El decorado es un engaño, aunque sea bello; la
pintura pura en cambio es, o por lo menos pretende ser, en primer lugar, la verdad de la vida, sin
sustituirla, señalándola tan sólo en su realidad más profunda”. FLORENSKI, P., La perspectiva invertida,
Siruela, Madrid, 2005, p. 32.
148
INCIARTE, F., Imágenes, palabras signos. Sobre arte y filosofía, p. 74.
- 56 -
A raíz de la propuesta de Florenski (y de Inciarte) se sigue que sólo el arte puro
es metafísico149, porque sitúa al espectador –y al artista– cara a cara ante la pregunta por
el ser, pues desde la pureza de su intención se puede explorar la expresión artística
como pensamiento en acto hasta sus últimas consecuencias. Sólo en el arte puro, pues,
emancipado de toda subordinación (técnica, reivindicativa, política), puede reconocerse
una dimensión metafísica, una comprensión integral, sintética, subjetiva y trascendente
del mundo.
“Así pues […] en sus ‘causas materiales’ ya aparece directamente expresada también
aquella metafísica, aquella profunda percepción del mundo que la voluntad creativa del
artista anhela expresar con la obra determinada como un conjunto único”150.
Venerado por su conexión simbólica pero real con la realidad trascendente hacia
la que apunta, el icono es umbral, punto de contacto entre el cielo y la tierra. La
“veracidad metafísica” de los iconos, para Florenski, radica precisamente en que
“pueden ser ventanas abiertas a la eternidad”153. En definitiva, como se ha visto, el
149
“La pintura de iconos es un arte puro, en el que todos los elementos están vinculados unos con otros”.
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 180.
150
Ibid., p. 121.
151
Ibid., p. 80.
152
Ibid., p. 187.
153
Ibid., pp. 82 y 84.
- 57 -
icono constituye un punto de encuentro real entre lo sensible y lo trascendente. Y
precisamente en su traer lo invisible a la esfera de lo sensible, el pintor de iconos trata
de superar las barreras del espacio y del tiempo, y liberándose, así, de todo lo que pueda
lastrar su ascenso, ofrece al mundo la quieta presencia de lo que es en plenitud, de lo
que, por hallarse fuera de tiempo, vive en un eterno presente.
- 58 -
Conclusiones
154
Cfr., FLORENSKI, P., La columna y el fundamento de la verdad, p. 94.
155
Cfr., MURA, G., ‘Actualidad de Pável Florenskij’, p. 8.
- 59 -
La cuestión de la problemática relación entre apariencia y realidad se plantea
una vez expuestos los presupuestos epistemológicos y teológicos en los que se
fundamenta la reflexión de Florenski. Como se ha bosquejado al inicio del segundo
capítulo, esta problemática se resuelve, para nuestro autor, desde la comprensión de la
obra de arte como manifestación de lo real, como signo visible de una realidad invisible.
En este sentido, el propio Florenski reconoce en el simbolismo platónico el auténtico
realismo, opuesto, paradójicamente, al arte naturalista, que ha centrado sus esfuerzos en
ofrecer una imagen verosímil de la realidad, (es decir, en el arte de la Modernidad,
desde el Renacimiento), confundiendo lo real con lo aparente y convirtiéndose, así, en
un caso paradigmático del ocultamiento del ser. Al contrario, en las expresiones
artísticas en las que aparentemente se lleva a cabo una transgresión de las normas de la
correcta representación, Florenski reconoce una auténtica percepción de la realidad
metafísica del mundo. Tal es el caso de los iconos rusos, que constituyen, para nuestro
autor, la máxima representación del realismo simbólico por traer sensiblemente la
presencia de lo invisible. En resumen: la cuestión de apariencia y realidad se resuelve en
una comprensión profunda de la mímesis: mientras que para “los modernos”, mímesis se
traduce como imitación, para “los realistas” es expresión156.
156
Cfr., LABRADA, M. A., Estética, EUNSA, Pamplona, 1998, p. 154, (nota 4); TATARKIEWICZ, W.,
Historia de seis ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia estética, Tecnos, Madrid,
1996, p. 301.
- 60 -
que entiende, en este sentido, el ejercicio artístico como expresión del pensamiento157.
Desde estos presupuestos, en los que se extraen los rendimientos epistemológicos de la
creación artística, en definitiva, es posible concluir que el arte, entendido como un
desvelamiento de lo oculto, se sustenta sobre la verdad como su condición de
posibilidad.
157
En este sentido, Florenski define la tarea del pintor como un filosofar con el pincel. Cfr.,
FLORENSKI, P., El iconostasio, p. 186.
- 61 -
- 62 -
Bibliografía
–Bibliografía principal
--, Pavel A. Florenskij, invito alla lettura di Lubomír Zák, Milano, San Paolo,
2002;
--, Beyond Vision. Essays on the perception of Art, Reaktion Books, London,
2002;
–Bibliografía secundaria
- 63 -
FELMY, K. C., Teología ortodoxa actual, Ed. Sígueme, Salamanca, 2002;
--, Imágenes, palabras signos. Sobre arte y filosofía (ed. L. Flamarique), Eunsa,
Pamplona, 2004;
JUAN PABLO II, Carta encíclica. Fides et Ratio, Ed. Palabra, Madrid, 1998;
LÓPEZ SÁEZ, F. J., “¿Qué es una obra de arte? Memoria y realismo simbólico en
Pável Florenskij”, Númenor, 22 (Monográfico Pável Florenskij), 2010;
LOSSKI, N., Historie de la Philosophie Russe des origins a 1950, Payot, París,
1954;
- 64 -
ŠPIDLÍK, T., RUPNIK, M. I., El conocimiento integral. La vía del símbolo, BAC,
Madrid, 2013;
- 65 -