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El desafío de la

industrialización no
dependiente
Julio C. Gambina*

* Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas – FISYP. Doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires, UBA. Profesor Titular de Economía Política en la Facultad
de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, UNR. Integrante de la presidencia de la Sociedad Latinoamericana
de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA. Director del Instituto de Estudios y Formación de la Central de los
Trabajadores de la Argentina, IEF-CTA Autónoma.
Nota editorial 1. El contenido del presente documento es de responsabilidad del autor y no compromete la opinión
del Banco Central de Bolivia ni de la Asociación de Pensamiento Económico Latinoamericano.
Nota editorial 2. Ponencia realizada en el II Congreso Internacional de Pensamiento Económico Latinoamericano “Balance
del Pensamiento Económico Latinoamericano” llevado a cabo en la ciudad de Cochabamba, Bolivia los días 27 y 28 de
octubre de 2016. Adaptación a cargo de Sergio Gottret Ríos.
Julio C. Gambina

Resumen

El orden capitalista mantiene la hegemonía a nivel mundial, lo cual ha llevado a


América Latina a criticar este sistema de manera continua durante las últimas
cuatro décadas, destacando la experiencia cubana, brasileña, venezolana y
más recientemente la boliviana. Se propone como planteamiento alternativo, la
industrialización no dependiente, que tiene como base el debate iniciado hace
un siglo en la URSS, y en la región, en Cuba a mediados de la década del 60, lo
que muestra repercusiones en años recientes para economías autodenominadas
socialistas. Se revisa el debate de los paradigmas teóricos relevantes para
la política económica en la región y las dificultades que conlleva el proceso de
transición en lo referente a desmantelar un orden hegemónico, lo cual supone un
desafío para el pensamiento heterodoxo actual.

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El desafío de la industrialización no dependiente

I. Antecedentes

El orden capitalista se caracteriza por la ampliación de la producción bajo la


forma fabril, con lo que la industrialización aparece como un objetivo histórico del
desarrollo económico social. Son los países más industrializados los que marcan
el rumbo en el sistema mundial. La novedad de China proviene de su reciente
expansión como fábrica mundial, con tendencia a ocupar un papel cada vez más
relevante en las relaciones internacionales, especialmente en América Latina.

Nuestro subcontinente se incorporó de manera dependiente al proceso de


industrialización. La industrialización sustitutiva en nuestros países, luego de la
Segunda Guerra Mundial, incluso en algunos países a posteriori de la primera
conflagración mundial, ocurrió cuando la dominación monopolista se expandía en
el ámbito mundial.

La dependencia es la característica de la industrialización en nuestros países.


Generó incluso la ilusión del desarrollo autónomo del capitalismo y más aún, habilitó
la concepción del desarrollo capitalista aún bajo las relaciones de dependencia.
Es un debate teórico en profundidad en los 60 y 70 del siglo pasado, incluso al
interior de la escuela de la dependencia, lo que explicó luego el ejercicio de las
políticas de Fernando Henrique Cardoso (FHC) como Presidente en Brasil.

FHC aplica su teoría de que podía haber desarrollo aún en la dependencia, y la


base son las inversiones externas, y por eso la “neoliberalización” de Brasil en ese
periodo histórico. Hubo el debate al interior de la teoría de la dependencia, entre
Theotonio dos Santos y FHC, donde el primero se basaba en la imposibilidad del
desarrollo bajo condiciones de dependencia, mientras que el segundo sostenía lo
contrario. En consecuencia, lo que se aplicaría sería una reproducción de la lógica
de la dependencia.

Muchos imaginaron la posibilidad de construir una burguesía nacional para el


desarrollo de un capitalismo nacional, autónomo de las grandes potencias del
capitalismo industrializado. Se sostenía incluso, que ante la ausencia de esa
burguesía o sujeto económico, se podrían constituir empresas translatinas o
multilatinas en el proceso de industrialización, y el Estado nacional era sujeto
sustituto para ejercer esa función. Es una etapa de fuerte papel del Estado para el
desarrollo de la producción material bajo el régimen del capital.

En este sentido, es necesario definir el sujeto económico, puesto que en América


Latina ha estado claro el sujeto político. Por ejemplo en Bolivia, el sujeto indígena
originario campesino como constructor del proceso de cambio ha sido visto como
una novedad, aunque el sujeto originario indígena hace más de quinientos años

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que lucha por generar un cambio; sin embargo, recientemente ha sido resaltado
en América Latina y en el mundo, producto del proceso de los últimos años,
sobre todo del proceso boliviano. Son debates que resurgen en nuestra América,
desde el cambio político en curso en esta primera parte del Siglo XXI, con la
crítica al neoliberalismo impuesto por más de cuatro décadas en la región. Y con
ello se retoma la posibilidad de la industrialización, de la autonomía, incluso del
capitalismo nacional, de su sujeto como es la burguesía nacional, o en su defecto,
el papel del Estado Nación para encarar la tarea histórica en la industrialización.

Actualmente muchos afirman que la excepción en la desaceleración, del


decrecimiento y otros problemas en el desarrollo es Bolivia. Hay que reflexionar
sobre la necesidad de recorrer el camino de la heterodoxia, tomando como
ejemplo las medidas llevadas a cabo por sus autoridades y darle menos relevancia
a cualquier otra teorización que esté dando vuelta hoy en concreto. De manera
similar, en 2004 el Banco Mundial presentaba un informe sobre la situación social
de América Latina, señalando puntualmente los problemas en temas de salud
y educación en América Latina, a excepción de Cuba. Estas publicaciones se
hicieron reiterativas cualitativamente, lo que sugería que lo que había que hacer
en América Latina, del 2004 en adelante, era seguir el camino de Cuba, donde
intentaron hacer la revolución, hacer un proyecto anti capitalista, anti imperialista,
de tal forma que se vaya contra la hegemonía del modelo productivo y de desarrollo
global.

La discusión y nuestra interrogación son sobre un rumbo alternativo, más allá de


las relaciones capitalistas de producción. En rigor, se trata de retomar el debate
sobre la transición del capitalismo al socialismo.

II. ¿Hay lugar para una política económica para la emancipación?

El interrogante resulta válido, a partir del freno a las políticas neoliberales que
constituyeron las luchas populares, ante el auge de la implementación de la
liberalización a la salida de la crisis de fines de los 60 y comienzos de los 70. Es
de interés considerar que el territorio privilegiado de esa resistencia se desplegó
en nuestra América en las últimas dos décadas del Siglo XX, favoreciendo la
emergencia del cambio político vivido en nuestra zona durante esta primera parte
del Siglo XXI.

Nos remitimos a la lucha popular contra las privatizaciones, el endeudamiento


externo deliberado, la apertura económica, la flexibilidad laboral, el libre comercio
empujado en las negociaciones por el ALCA.1 En ese proceso, de constitución de
la institucionalidad neoliberal, se forjó un sujeto de acción colectiva que luchaba
1 Área de Libre Comercio de las Américas.

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por no resignar derechos conquistados. Ante la ofensiva del capital, la lucha era
defensiva y reivindicaba el “NO”, en un grito en contra de los intereses y objetivos
de las clases dominantes.

La reforma regresiva de los 80 y los 90 explicitó lo que se denominó por la CEPAL2


como la “década perdida” en la región, pero que significó una gigantesca reforma
regresiva del orden económico, social, político y cultural. Las secuelas sociales
en materia de baja de salarios, empobrecimiento y precariedad laboral, sumadas
a la marginación extendida y la profundización de la desigualdad de ingresos y
riquezas, son el resultado directo de la ofensiva del capital en esos años.

Es en rigor, un proceso de más de 40 años vividos entre el golpe chileno (1973) y el


presente (2016), el que explica la cultura dominante del consumismo subordinado
a la transnacionalización productiva y hegemonía del capital extranjero en el
proceso de producción y circulación capitalista en Latinoamérica y el Caribe.

Resulta de interés verificar el proceso social simultáneo de la resistencia popular


a la ofensiva del capital, lo que explica la acumulación de fuerzas social y política,
que define el cambio político en la región desde comienzos del Siglo XXI. El cambio
político en la región solo puede explicarse desde la multiplicidad de luchas y formas
de organización de viejos y nuevos sujetos que confrontaron la reestructuración
regresiva y conservadora del orden capitalista bajo las políticas neoliberales, e
incluso constituyeron experiencias matizadas de gobiernos que aún constituyen
objeto de estudio y están en proceso de balance de éxitos y límites.

Aquello que empezó como “NO” al ajuste y la reestructuración en los 80 y 90,


fue paulatinamente constituyéndose en el programa de los “SI”, de lo que debía
hacerse a comienzos de este Siglo XXI. Es una cuestión que sigue en discusión
y se manifiesta como tensiones de un programa solo contenido en la crítica y
la reversión de las políticas neoliberales, o en un sentido crítico y más allá del
capitalismo. Es lo que se discute en la coyuntura ante una renovada ofensiva
capitalista y de las derechas en nuestra región, explicitada con los golpes “blandos”
en Honduras, Paraguay o Brasil, incluso en procesos electorales legislativos en
Venezuela, plebiscitarios en Bolivia o de renovación presidencial en Argentina.

Es cierto que la presencia de Cuba y su proceso revolucionario remite, desde


hace medio siglo, al horizonte socialista, pero la ruptura de la bipolaridad entre
1989 y 1991 obstaculizaba en el horizonte civilizatorio del imaginario popular,
la posibilidad y potencia del anti capitalismo. La formulación realizada por Hugo
Chávez a fines del 2004 y comienzos del 2005 acerca de que el capitalismo
no ofrecía soluciones a los pueblos de Nuestra América, y que por lo tanto se
2 Comisión Económica para América latina y el Caribe.

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imponía la construcción del “Socialismo del Siglo XXI” habilitó el debate por el
rumbo anticapitalista, obturado mundialmente ante la debacle del socialismo en
el este de Europa. Reabría el debate por el modelo productivo y de desarrollo no
capitalista, por ende la posibilidad de la Industrialización no Capitalista (InC).

La experiencia previa de la InC se discutió en la década de los 20 del Siglo XX,


bajo el nuevo poder soviético. Es una cuestión no cerrada en el marco de la
industrialización forzosa en la URSS, pero base material al fin, para la organización
de la bipolaridad del sistema mundial entre 1945 y 1989/91. Ese es el marco para
estudiar procesos de industrialización de carácter alternativo en ese periodo,
incluida la concepción de Ernesto Guevara sobre la posibilidad de ir más allá de la
ley del valor en la construcción del socialismo. El debate sobre el cálculo económico
y el método presupuestario es parte de la discusión sobre la desmercantilización
y la potencia de un nuevo modelo de producción y organización económica de la
sociedad. Con la experiencia de China y los debates con la URSS, que terminaron
en ruptura política, también se discutía el tema de la integración productiva, el
desarrollo integrado de las fuerzas productivas y las formas de apropiación y
distribución del excedente social global en condiciones de sistema socialista. La
modernización reciente en China agrega dificultad en el análisis, ante la propia
conceptualización de “economía de mercado socialista” en las condiciones de la
evolución reciente del gigante asiático.

Para Nuestra América y en los años recientes, vale insistir que el movimiento
a favor del "SI" contra el "NO" constituyó el sujeto defensivo de la resistencia
popular; el horizonte socialista en el siglo XXI recuperó una propuesta por el “SI”
a otro orden social y económico. En esa oleada es que cobra sentido el debate
por el “Socialismo Comunitario” instalado desde 2010 en la asunción del segundo
periodo del gobierno boliviano de Evo Morales y Álvaro García Linera. Puede
afirmarse también que la renovación del modelo económico discutido en Cuba en
2011 y expresado en los lineamientos de política económica para renovar el modelo
socialista en la isla, hace al mismo un proceso de recreación de un imaginario
contemporáneo por el socialismo. Apuntamos a señalar que en la crisis capitalista
contemporánea, no solo existen políticas anticrisis para superar el problema en el
marco del capitalismo, sino que emergen propuestas que pretenden ir más allá del
orden capitalista.

El proceso de InC es parte de esta experiencia diversa de proyectos asumidos


contra el capitalismo y por el socialismo, que requieren ser aun profundizados y
balanceados, que convocan a debates concretos sobre las formas de la transición
sistémica para superar el orden capitalista.

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La cuestión no es solo un debate de capitalismo y socialismo, sino que la


emergencia de sujetos invisibilizados por el colonialismo y el capitalismo durante
siglos, trajeron a la discusión la categoría instalada constitucionalmente en Bolivia
y el Ecuador por el “vivir bien” o el “buen vivir” con tradición en la cultura indígena,
originaria y campesina. Son conceptualizaciones confrontadas con la producción
y circulación capitalista y el productivismo al que se remite la experiencia del
“socialismo real”. Estos planteamientos suponen recuperar la tradición histórica
de los pueblos originarios en las condiciones actuales, no de volver al pasado,
sino en un contexto de recuperación histórica de la organización de la economía,
la educación, salud, de las múltiples formas en que los pueblos de América Latina
vienen recuperando.

Ante la pregunta sobre la posibilidad de un desarrollo alternativo anti colonial,


anti capitalista, anti imperialista, la respuesta es que es totalmente posible y
que hay muchas experiencias. El vicepresidente boliviano recientemente señaló
a la “economía comunitaria”. Bolivia nos muestra que su Constitución incluye
a la economía plural, junto con la economía capitalista, la economía estatal,
la economía cooperativista y la economía comunitaria. Se puede aprender del
desarrollo comunitario, que no necesariamente debe estar supeditado al ámbito
rural; lo comunitario también puede ser la articulación de lo rural con lo urbano.
Pensar en desarrollos alternativos, porque sobre todo en los países andinos,
la familia rural, la vida en comunidad rural tiene múltiples lazos familiares, de
amistad, junto con el desarrollo de la industria y de la transformación de los bienes
producidos por el agro, participando en la economía.

Es parte de la discusión sobre la crisis civilizatoria, ya que el orden capitalista


contemporáneo exacerba la explotación de la fuerza de trabajo y la desposesión
territorial en la disputa por la apropiación de la naturaleza para la producción
capitalista.

La enorme dotación de bienes comunes de la región coloca a Nuestra América


en la mira y objetivo de las corporaciones transnacionales y del capitalismo
contemporáneo, habilitando un debate sobre la producción y la armonía con la
naturaleza, como lo relativo a la disputa o no, entre el Estado y el capital privado
(mayoritariamente extranjero) por la apropiación de la renta del suelo. Es un debate
sobre la potencia y posibilidad de la emancipación social, que tiene materialidad
en nuestro territorio y que constituye un laboratorio de experimentación observado
y estudiado en el ámbito mundial.

Nuestra discusión apunta a dilucidar qué hacer en materia de política económica


para resolver las necesidades insatisfechas de la población, postergadas por siglos,
y al mismo tiempo, modificar la lógica de funcionamiento del orden capitalista.

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Una respuesta rápida, según lo indica la experiencia reciente en nuestra región,


se remite a la distribución del ingreso sin afectar el régimen de propiedad. La
lógica de valorización del capitalismo, define una inserción subordinada de
nuestros países al sistema mundial. Sin embargo, la propia dinámica de la lucha
social puede identificar caminos simultáneos de políticas para la emancipación. La
propia definición de la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia apuesta por
una economía plural, al colocar a la economía comunitaria como horizonte posible
de alternativa al desarrollo. Incluso la posibilidad de emprendimientos mixtos con
el Estado, de las formas sociales cooperativas, e incluso del sector privado. La
experiencia del laboratorio boliviano y latinoamericano marca el camino del rumbo
por la emancipación.

Es algo no escrito y que se define en la lucha de clases en la vida cotidiana, en


las definiciones de política económica, fiscal, monetaria, crediticia, de ingresos,
de ahorro o inversión, y especialmente en el debate sobre el modelo productivo
y de desarrollo, tanto al interior de cada país como en la definición por el tipo
de integración y articulación productiva regional o mundial que se defina. Queda
claro que es un tema abierto y en debate, muy sensible, ya que las necesidades
insatisfechas exigen perentoriedad y no son funcionales a experimentos de
ensayo y error, con probabilidades difusas de nuevos ensayos y con potencialidad
de fracaso, más aún con la fortísima ofensiva ideológica del orden capitalista, que
convoca a una subjetividad por el consumo inmediato.

III. El debate de los paradigmas teóricos para la política económica

La larga crisis del capitalismo explicita un debate sobre política económica para
superar la crisis desde el propio capitalismo. Es un debate entre neoliberales
ortodoxos y neokeynesianos o neodesarrollistas el que se tiene por delante en el
horizonte capitalista. Pero también existe una realidad, en discusión y no cerrada,
para salir de la crisis con una perspectiva más allá y en contra del capitalismo.

Es por ello que pensamos que no alcanza con la crítica al capitalismo, sino que se
requiere constituir el sujeto del cambio del orden capitalista y armonizar el nuevo
proyecto de sociedad sin explotación, en la contemporaneidad. Son varios los
debates y no es menor el que se procesa en las relaciones sociales de producción
y la armonía con la naturaleza.

La construcción de esos sujetos es parte de la acumulación popular cotidiana


para la emancipación. La potencia de la emancipación existe en la práctica social
minoritaria en el ámbito institucional y tiene como base y sustento el protagonismo
popular en la constitución de un orden social emancipado que oriente un nuevo
rumbo civilizatorio ante la crisis mundial del capitalismo. En ese marco, necesitamos

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discutir sobre la industrialización no dependiente, ya que nuestra historia verifica la


subordinación de la región a la lógica de acumulación de los capitales dominantes:
las transnacionales. Por eso, surge el interrogante sobre la posibilidad de una
producción para resolver las necesidades sociales insatisfechas.
Un primer tema lo constituye el sujeto económico del cambio en la región, lo que
supone discutir quien encarna el proyecto de producción alternativa para resolver
la emancipación. En las condiciones actuales, los Estados nacionales disputan la
atracción de capitales globales para el desarrollo productivo, que bajo la lógica del
capital solo se interesan por su propia rentabilidad, asociado a la explotación de la
fuerza de trabajo y los recursos de la naturaleza.
El interrogante que nos hacemos remite a la experiencia acumulada por los
trabajadores y trabajadoras en las empresas recuperadas ante diversas dificultades
de sus propietarios. El abandono de los empresarios llevó a la iniciativa de sus
trabajadoras y trabajadores a asumir por cuenta propia la gestión productiva.
Pusieron en evidencia lo innecesario del propietario privado de los medios de
producción. El acumulado popular incluye cooperativas, mutuales y variadas
formas de organización de la producción y circulación de bienes y servicios
para satisfacer necesidades de ingreso de los involucrados y sus familias, o
del abastecimiento y resolución de problemas que hacen a la vida cotidiana de
quienes protagonizan estas experiencias.
Sin embargo, la lógica mercantil capitalista en que se insertan esas experiencias
reduce la potencia transformadora de las relaciones sociales en su conjunto y
convocan a discutir la política económica marco, necesaria para que esas
experiencias no sean marginales y subordinadas y constituyan lógica de
construcción de la transición social y económica.
Pero también a pensar en formas de producción comunitaria para resolver las
necesidades alimentarias de la población, especialmente en articulación con la
manufactura y circulación de la producción agroindustrial. No debiera haber límite
para pensar la economía comunitaria, que en general se asume que está restringida
al ámbito rural. La urbanización creciente de la región y los fuertes vínculos de la
economía comunitaria en los países andinos con familias urbanizadas y asociadas
a la producción manufacturera y su distribución, indica la necesidad de pensar
lo comunitario industrial urbano, o la asociación en redes de la población rural y
urbana para la integral satisfacción de necesidades sociales.
Pensar en soberanía alimentaria permite articular campo y ciudad, producción
agraria con industria manufacturera y el desarrollo de una planificación social
para la constitución de un sujeto económico que consolide el cambio político en
Nuestra América.

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Esto nos lleva a una segunda dimensión, que supone discutir el programa de una
política económica autónoma para un desarrollo de modelo productivo autónomo
e independiente que supere los lazos actuales de la industrialización dependiente.

Por eso el camino de las soberanías en la producción de alimentos, de energía y


en el financiamiento, son propuestas que ya tienen historia en nuestra región y son
objetivos inconclusos que pueden materializarse; claro está que requieren para ello
de la voluntad política compartida y de una disposición de recursos económicos
y potencial humano suficiente. La tradición de escuela y universidad pública en la
región constituye la base para pensar en articular pensamiento, ciencia y técnica,
con desarrollo e industrialización no dependiente.

Necesitamos hacer un balance del proceso de cambio político vivido por la región
en este comienzo del Siglo XXI. Discutir el propósito explícito o implícito de cada
una de las experiencias desplegadas en nuestros países. No es lo mismo aquellos
que se propusieron transitar caminos de superación del capitalismo, que aquellos
que imaginaron un destino autónomo dentro del orden del capital. Es un debate
sobre paradigmas, de objetivos y de métodos, sabiendo que los beneficiarios
del orden vigente defenderán sus privilegios con uñas y dientes. Aquí radica la
explicación de la brutal ofensiva contra los procesos de cambio en la región, sean
los cambios institucionales ocurridos en Honduras, Paraguay, Brasil, o incluso por
vía electoral en Argentina, o las amenazas sobre Venezuela y otros países en
nuestra América.

Los procesos de cambio político contribuyeron a la distribución del ingreso y con


ello a la inclusión social en el régimen del capital, desarrollando el consumismo
entre la población. Al no modificarse las relaciones de producción y no encarar un
nuevo modelo productivo y de desarrollo, las mejoras del ingreso popular devienen
en mayores demandas de consumo que se resuelven con la reproducción de la
lógica del capital, de recreación de las condiciones de posibilidad de la búsqueda
de ganancias, de la acumulación y la dominación capitalista.

El debate es teórico y de políticas económicas. ¿Qué rumbo debe propiciarse


para nuestras sociedades, sin la subordinación a la lógica capitalista? o ¿se
debe intentar ir más allá? Eso supone discutir la transición del capitalismo al
socialismo o a otra forma de organizar económicamente la sociedad, contraria a
los mecanismos reproductivos del capitalismo con sus secuelas de desigualdad, y
extensión de la miseria social.

Evo Morales, en una asamblea del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales


(CLACSO) en el 2009 postuló a la comunidad intelectual que la teoría estaba
muy por detrás de lo que el movimiento popular estaba construyendo en América

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Latina. La impresión actual es que el pensamiento sigue estando muy detrás de


la práctica social de los pueblos de América Latina y el desafío actual es alentar y
desarrollar el pensamiento crítico.

IV. El problema de la transición

La cuestión a resolver no es sencilla, ya que se requiere desandar lo construido


hasta ahora bajo las relaciones de dependencia, y avanzar en un proceso de
producción para una nueva sociedad. Eso requiere discutir qué producir, cómo, con
quién, para quién. Resulta un buen interrogante pensar si se puede resolver en un
solo país, con los límites que ello implica. En ese sentido, tenemos experiencias
sobradas, siendo la mayor la cubana, por lo que apuntamos a una perspectiva de
integración no subordinada, en contraposición a la que imponen los procesos de
liberalización, con tratados de libre comercio o de protección de las inversiones
externas.

Desarmar el modelo productivo hegemónico y construir el nuevo requiere de


enormes consensos sociales y políticos, los que deben desplegarse asociados
a la generación de una nueva subjetividad para un desarrollo económico con
otros beneficiarios del proceso de producción y distribución. Por eso insistimos
en el sujeto económico y político del cambio, que suponemos es consciente de
los desafíos por avanzar en la perspectiva de satisfacer necesidades bajo la
autonomía y la no dependencia.

El desafío de una industrialización no dependiente supone ir a fondo, desafiándonos


a pensar el sujeto económico de los cambios, de las transformaciones, de la
transición, e ir contra el colonialismo que sobrevive en nuestra realidad. Es necesario
ir contra el capitalismo, puesto que es este sistema el que genera procesos de
inequidad. Desde 1850, Piketty pone en evidencia (y lo pone Oxford en sus
medidas) que día a día, año a año, lo que crece es la inequidad, la desigualdad, la
súper explotación. Es menester confrontar el orden hegemónico para disminuir la
arremetida contra los pueblos, contra las trabajadoras y los trabajadores y contra
los recursos naturales.

El punto de partida es la planificación democrática del proceso de producción


y distribución de la riqueza socialmente producida. La democracia ampliada en
la gestión productiva resulta esencial, superando las trabas de la burocracia
estatal o empresarial, técnico profesional. Demanda la auto-gestión de los sujetos
constructores de la transición, lo que supone un inmenso trabajo de debate
colectivo del objetivo social a lograr.

Sabemos que el enigma del capital está en quién dirige el proceso de inversión
productiva; por eso, la transición demanda un proceso de ruptura en la orientación

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de la producción. Ello requiere del manejo soberano de las inversiones, que debe
provenir de formas de asociación de lo comunitario, lo cooperativo y lo estatal con
participación social extendida.

Nada de lo dicho es posible sin el desarrollo en simultáneo de una importante


orientación científica tecnológica a resolver en cada país y en forma integrada
en la región. La independencia en la producción, la industrialización y el modelo
alternativo de desarrollo necesita independencia tecnológica y científica, algo que
Nuestra América tiene fuertemente acumulado en su tradición, desde la reforma
universitaria pronta a cumplir 100 años.

Estamos desafiados a pensar en términos alternativos, de confrontar con el poder,


lo cual no es sencillo. El poder no va a dejar su lugar libremente porque nuestro
pensamiento es correcto; pero al mismo tiempo esto supone debatir a fondo el
proceso de la independencia tecnológica – científica.

Podemos pensar en desarrollar un proceso alternativo si al tiempo que se genera


una subjetividad popular transformadora, se articula el saber profesional con el
saber específico, el saber intelectual dentro de un ámbito académico. Se trata de
compatibilizar y articular el saber popular con el saber profesional, con el saber
intelectual para la perspectiva de la liberación.

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