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Una Introducción A La Enigmática Visión Cabalista de La Creación Del Universo A Través Del Retraimiento de La Divinidad
Una Introducción A La Enigmática Visión Cabalista de La Creación Del Universo A Través Del Retraimiento de La Divinidad
El concepto del tzimtzum fue desarrollado por Isaac Luria, un místico del
siglo XVI a quien, se dice, se le reveló el profeta Elías. Luria respondió al
problema fundamental de la metafísica de cómo Dios o un ser infinito y una
unidad absoluta pudo haber creado un universo finito y múltiple como el
nuestro. Para dar lugar a este universo, Dios debió de contraerse, remover
su ser infinito, creando, como si fuere, "un agujero en sí mismo dentro del
cual el vacío podría existir. Podemos, entonces, pensar en todo nuestro
universo como una especie de agujero en Dios", según entiende Gary
Lachman la visión luriana. Esto, además, nos lleva a la teología negativa
o apofática, en la cual la divinidad es indefinible e incognosible, toda
definición es una profanación, lo cual tiene cierta lógica, ya que si
habitamos en esta especie de abismo divino no es, por lo tanto, muy fácil
formar conclusiones apropiadas sobre la naturaleza y el esplendor positivo
de Dios. Es por eso que se dice que comprender el infinito, el Ein-Sof, va
más allá de nuestros poderes. Sólo es posible, estrictamente, una"docta
ignorancia".
Dentro del tehirú, el espacio dejado por la retirada del Ein-sof, la primera
aparición es el Adam Kadmon u hombre primordial; lo divino se nihiliza
para dar paso a lo humano. En la cabeza de ese hombre, se da una
especie de guerra perpetua de luces creadoras que emanan patrones de
escritura (letras, puntuaciones, nombres, etc.), los cuales se convierten
luego en los recipientes de la creación, incluidas las sefirot.
Ahora bien, para explicar el mal y la separación, los cabalistas recurren al
concepto de la "rotura de los recipientes" (shevirat-ha-kelim). Se dice que
en la creación los sefirots no aguantaron la tremenda corriente energética
del Ein-Sof y se quebraron ("por la fuerza de una luz-escritura demasiado
poderosa", dice Andrés Claro). La energía divina entonces se desborda
como un torrente de agua fluyendo del cielo, derramándose en una
catástrofe de la cual el diluvio sería un insignificante microcosmos. Los
pedazos rotos de esta fractura cósmica atrapan la luz divina, como
versiones negativas y corruptas de los sefirots --estos son los klipots, que
Chaim Smith describe como “ecos condensados del primordial tzimtzum
que vuelven opaca y mantienen la estructura de los mundos". De esta
ruptura original brotó la confusión existencial que predomina en nuestra
existencia, un babélico extravío, donde nos identificamos con los objetos
del plano material y reificamos nuestras percepciones fragmentarias,
granuladas, creyendo que en realidad somos individuos aislados de la
fuente y adorando lo que es apenas una ruina del esplendor.
Según el rabino Najman de Breslav "solo en el futuro podremos entender
el tzimtzum que trajó el 'Espacio Vació' al ser", un tzimtzum que es en
apariencia contradictorio, ya que limita "la divinidad y la contrae" como si
en ese lugar no hubiera divinidad". Sanford L. Drob explica esto de la
siguiente manera:
Aquí se nos presenta una nueva forma de entender este exilio cósmico en
el que nos encontramos. No tanto como un abandono de la divinidad sino
como un opacamiento de nuestra propia divinidad, o más precisamente,
de nuestra propia facultad perceptiva de la divinidad. Este es el "error
primario" que David Chaim Smith nos dice es atribuir nuestro ser al ego
solamente y no al yo del universo como totalidad; el error de la dualidad y
la separación, el verdadero significado de la caída y la expulsión del
paraíso y el cual padeceremos hasta "que cese la ficción entre el sujeto y
el objeto". La limitación de la percepción que no alcanza a percibir la
esencia (lutz) espiritual, y ver que el fruto debe ser de la misma naturaleza
que la semilla, puesto que "¿cómo puede ser el fruto del Sol otra cosa más
que el Sol?".