Ha venido a mí el silencio de los corales, suave se me acercan mariposas errantes
desapareciendo de súbito mi ansiedad última. Descalzas caminan verdes como pinos, espigas. Y van sembrando en mí la actitud viajera. En el vientre de la rosa crece una lágrima de azul destino y nacerá, como espinas, el dolor de pétalos caídos, bajo tres sauces de dolientes hojas, quizá antes de ti y de mí ellos no lloraban con delirio. Antes de ti, de las hojas caídas como lágrimas de otoño, antes del implacable son del silencio o las miradas submarinas o el cuerpo de canela; antes del blanco invierno que congeló un millón de estrellas, antes, antes de todo esto el mundo llevaba un curso estrepitoso, medio muerto a plena vida, medio vivo por la sombra, a pleno sol oculto entre tinieblas. Y al nacer nació también la primavera, de pronto el cielo se crispó de esperanzas, de pronto, entre mi ausencia, divisé la flor del siglo, vestía como visten las doncellas, de seda, de satín y enredaderas; y por los valles de un terreno tenebroso brotaron, llenas de luz, mil y un gardenias. De pronto llegaste a mí en un sueño, parecías ir bañada en cordillera. Mi joya blanca, brillas, como el fulgor de un fuego albo y retornas a mis ojos como luna fiera, contigo traes la caricia del tiempo hermoso, violento beso salvaje, golpeas mis labios intempestivos. Mi amor te necesita como la copa al vino, como la rosa a sus espinas, de ti nace un mundo abarrotado de espuma y trigo, por ti fue que las flores se volvieron femeninas, belleza antártica, brillas.