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Desafíos de la administración pública en

América Latina
Disponibilidad y gestión eficiente de los recursos: en casi todos los países
de la región (probablemente con la excepción de Argentina, Brasil y Uruguay)
se requieren más recursos fiscales para satisfacer las necesidades del sector
público y contribuir más eficazmente al desarrollo. Pero también es necesario
aumentar la eficiencia en la administración y ejecución de los gastos. En
materia de gestión pública se precisa de mayor planificación, coordinación y
evaluación del riesgo para generar los recursos suficientes. Como la estructura
de las políticas públicas se transforma con el mayor nivel de desarrollo, estos
países pueden verse progresivamente enfrentados al reto de ampliar los
servicios y las transferencias.

La profesionalización de la función pública: el Estado es de menor tamaño


en los países de América Latina que en los de la OCDE en términos de empleo
público; en algunos casos representa poco más de la mitad del tamaño en
proporción a la fuerza de trabajo . Sin embargo, la principal diferencia estriba
en que el Estado en América Latina suele ser preburocrático, por lo que se
caracteriza por el déficit de función pública profesional formal y por una elevada
proporción de nombramientos políticos entre los funcionarios públicos. En
ciertos países parece haberse desarrollado una burocracia sumamente
distorsionada, con trabajadores poco calificados protegidos mediante estrictos
regímenes contractuales, y superiores nombrados por su afinidad política. Tal
situación genera niveles de rotación en el empleo, poco útiles para impulsar
políticas públicas que requieren un alto grado de coherencia y continuidad para
tener un efecto sustantivo. Bajo este régimen, la flexibilidad que podría ser
necesaria para responder mejor a las necesidades de la ciudadanía se
transforma fácilmente en discrecionalidad y posible fuente de tráfico de
influencias. En muchos países la proporción de empleados públicos con alta
calificación y gran motivación podría ser mucho mayor. Para abordar esta
situación, en los casos de Brasil, Chile, México y Perú recientemente se han
emprendido reformas orientadas a establecer una alta función pública
profesional, pero iniciativas de esta índole constituyen más una excepción que
una regla en la región. Además, estas reformas son muy recientes y tienen aún
muchos escollos que superar.

Otro de los indicadores que habitualmente se utiliza para medir el tamaño del
Estado el gasto público como porcentaje del PIB muestra un rezago de la
región con respecto a los países de la OCDE. A pesar de que el gasto público
ha aumentado, aún las diferencias son sustanciales, e incluso se han ampliado
en los últimos años.

Centralización: los países de América Latina registran en promedio un nivel de


descentralización fiscal y administrativa inferior al promedio de los países de la
OCDE. El gasto municipal como proporción del PIB en América Latina es
menos de la mitad del que tiene la OCDE (9,5% y 20,6%, respectivamente),
mientras que los ingresos propios son casi una tercera parte. Esto refleja
desequilibrios verticales importantes. Las cifras regionales son más
equilibradas pero con variaciones altas entre los grandes países federales
(Argentina, Brasil y México) y los Estados unitarios más pequeños, que pueden
carecer incluso de administración regional. Además del impacto sobre la
eficiencia de la gestión pública y la equidad en la distribución de los recursos
públicos, la centralización puede limitar la capacidad de los ciudadanos de
participar en los asuntos del Estado. Si los gobiernos subnacionales proveen
parte importante de los servicios que requiere la ciudadanía y la inversión de
mayor interés para las comunidades, la carencia de recursos y atribuciones, así
como la excesiva dependencia de transferencias del gobierno central son
limitaciones estructurales a la participación ciudadana que este último
difícilmente puede suplir.

Falta de transparencia y desconfianza: América Latina está recorriendo la


senda de la consolidación democrática desde la década de los ochenta. La
democracia como sistema político cuenta con el firme apoyo ideológico de la
población. En los sondeos de opinión, la satisfacción con la democracia
aumenta de manera constante según crece el bienestar económico. Sin
embargo, los estratos de población con ingresos medios, si bien son
relativamente solidarios con el sistema tributario y partidarios de la democracia,
no están satisfechos con los servicios públicos que reciben. Esto permite
definirlos en relación con el Estado como “clientes insatisfechos”. A pesar de
los avances logrados en algunas esferas, los elevados niveles de desigualdad
y los reducidos grados de transparencia y calidad de los servicios públicos
minan la confianza en el gobierno y en el contrato social en los países de la
región. Las instituciones de la región suelen concitar baja confianza. La
confianza en las instituciones democráticas, como los poderes judicial y
legislativo, es muy reducida y el grado de satisfacción con los servicios locales
rara vez supera el 50%. Esto puede desencadenar un círculo vicioso de
desconfianza y falta de legitimidad, que limita la posibilidad de aumentar los
impuestos e impide prestar más servicios universales. Cuando las personas
disponen de recursos para pagar servicios privados pueden abandonar
totalmente los servicios públicos, contribuyendo a su estigmatización. En los
países latinoamericanos la prestación privada de servicios básicos en
educación, salud e incluso seguridad es elevada en relación a la que existe en
los países de la OCDE.

Estudios comparativos internacionales sugieren que en una amplia mayoría de


países latinoamericanos existen niveles de percepción de corrupción
significativamente superiores a los países de la OCDE. Cualquiera sean las
causas, los progresos recientes realizados por algunos países de la región son
encomiables. Por ejemplo, de acuerdo con Transparencia Internacional, el nivel
de corrupción que percibe la población en Chile y Uruguay es similar al que se
registra en países europeos como Bélgica, Francia y Eslovenia y solo
ligeramente inferior al de Estados Unidos y el Reino Unido.

Regulación como instrumento de política: muchos países de América Latina


desarrollaron sus sistemas de regulación en las décadas de los años ochenta y
noventa para adaptarse al proceso de privatización de los servicios públicos y
las empresas de propiedad estatal. Durante ese proceso, algunos países
crearon organismos autónomos encargados de la regulación en los sectores de
la energía, las telecomunicaciones y el agua. Sin embargo, esta ola de
reformas no logró constituir un sistema regulatorio coherente. Su grado de
aplicación dependió en gran medida del peso de las instituciones encargadas
de regular. Un problema común en bastantes países de la región ha sido el
desequilibrio existente entre el poder de la industria y la fragilidad de los
reguladores, cuyos recursos son limitados y que tienen personal mal
remunerado, como por ejemplo ocurre en el caso de las concesiones en el
transporte. En algunos de los países de menor extensión en la región, la
capacidad para gestionar reglamentos y procesos de regulación es restringida,
lo que repercute en la racionalización y eficacia de los marcos reguladores. En
suma, en los países de América Latina la regulación como instrumento de
política se emplea menos y a menudo tiene una efectividad inferior que en la
mayoría de los países de la OCDE.

Nota.-

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)


es una organización de cooperación internacional, compuesta por 34 estados,
cuyo objetivo es coordinar sus políticas económicas y sociales. Fue fundada en
1960 y su sede central se encuentra en el Château de la Muette, en la ciudad
de París (Francia). Los idiomas oficiales de la organización son el francés y el
inglés.1

En la OCDE, los representantes de los países miembros se reúnen para


intercambiar información y armonizar políticas con el objetivo de maximizar su
crecimiento económico y colaborar a su desarrollo y al de los países no
miembros.

Conocida como «club de los países ricos»,2 3 la OCDE agrupa a países que
proporcionaban al mundo el 70% del mercado mundial y representaban el 80%
del PNB mundial en 2007.4

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