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Amor
Amor
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Para otros usos de este término, véase Amor (desambiguación).
«Amar» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Amar (desambiguación).
Índice
Richard Dawkins interpreta ambas actitudes como las expresiones del instinto de
conservación del individuo (egoísmo) y de la especie (altruismo). Explica que, según una
teoría aceptada por algunos biólogos, heredamos los genes responsables de tales actitudes
de especies antecesoras, y que, antes de nuestra llegada, la evolución biológica estuvo
probablemente controlada por un mecanismo denominado «selección de grupos»; en virtud de
este mecanismo, los grupos de individuos en los que hubiese más miembros dispuestos a
sacrificar su vida por el resto tendrían mayor probabilidad de sobrevivir que los que estaban
compuestos por individuos egoístas; esto daría como resultado que el mundo terminase
poblado por individuos altruistas. Es una teoría que, aunque proporciona una explicación para
el hecho de que actualmente el altruismo predomine en el mundo, genera gran controversia en
el mundo científico por contradecir directamente la teoría darwinista; por ello, la explicación
personal del autor acerca de la supervivencia del altruismo en el marco darwinista del egoísmo
individual es que la unidad de supervivencia no es el individuo, sino el gen; es decir, bajo este
punto de vista, los seres humanos y los grupos de seres humanos somos «máquinas de
supervivencia» «creadas» por los genes en su propio beneficio.6
En cualquier caso, argumenta Dawkins, por el hecho de ser la primera especie racional,
también somos la primera especie en la historia de la evolución capaz de elegir entre ambos
tipos de comportamiento de forma voluntaria, actuando por lo tanto de forma «independiente»
a nuestra propia programación genética.6
La evolución parece producirse mediante procesos solapados entre sí y progresivamente
refinados. A un nivel inmediato, funciona mediante un simple, gigantesco e irracional proceso
de ensayo y error; los éxitos de determinado estado de organización facilitan su continuación.
No obstante, a medida que la organización se va desarrollando cada vez más, aparecen de
forma espontánea métodos de predicción estratégica, que eligen caminos indirectos que, a
corto plazo, incluso pueden parecer un error, pero que, considerados en conjunto, constituyen
un acierto; este tipo de «conductas» han podido observarse en modelos virtuales de evolución
programados en una computadora; la conducta agresiva y egoísta constituye un primer nivel
de superorganización, en virtud de la cual el individuo «comprende» que para su
supervivencia debe «atacar» a sus rivales antes de acudir directamente a la recompensa, y la
conducta altruista es un segundo nivel que surge en el momento en que los individuos
desarrollan la capacidad de comunicarse entre sí; en modelos computacionales se ha
observado el desarrollo completamente espontáneo de combinaciones de ambos
mecanismos, de tal modo que un individuo se comunica con otros varios y «miente» al resto
en beneficio del grupo. El egoísmo, de este modo, aparece desde la perspectiva del grupo
como un comportamiento táctico, y el altruismo como un comportamiento estratégico.
La inteligencia se constituye como un nivel adicional de superorganización que permite el
análisis de la situación global y la predicción del mejor camino a seguir mediante la sustitución
en buena medida del método físico del ensayo y error por un proceso paralelo y «virtual»,
también sujeto a evolución, que se desarrolla íntegramente en el cerebro de los individuos y
que se transmite de forma igualmente «virtual» a las generaciones siguientes mediante
la educación. Según la teoría de la singularidad tecnológica en conjunción con el concepto
de Transhumanismo, se sugiere que pronto tendremos la posibilidad de programar de forma
«artificial» nuestra propia evolución de la forma más beneficiosa para todos,7 aunque, no
obstante, existen críticas al respecto.8910
Concepción altruista
El altruismo puede entenderse como altruismo puro, donde no existen apego ni deseo, como
en el caso del budismo, o bien como «egoísmo altruista», como en el caso del cristianismo,
donde existen apego a un ser superior y el deseo de obtener la salvación. En la práctica, en
ambas religiones existen apego y deseo, y en el budismo existe una última etapa previa a
la iluminación que consiste en la renunciación a todos los logros conseguidos a cambio de
nada, con el objetivo de destruir el ego completamente. Para el llamado «altruismo puro», no
existe posibilidad de negociación; las relaciones no son competitivas, sino colaborativas: uno
procura el bienestar de los demás sin esperar nada a cambio, y los demás procuran el
bienestar de uno.
El budismo sitúa al apego y al deseo como emociones negativas que también producen ira y,
en definitiva, sufrimiento. Apego, deseo, ira, miedo e ignorancia (por ejemplo, falta de
comprensión de las causas del Duḥkha ajeno) contribuyen a reforzar el ego. En la filosofía
budista, el amor real es el amor compasivo, y el amor y el ego son incompatibles.11 Recientes
estudios científicos han demostrado que la meditación budista produce un incremento de la
actividad en las zonas cerebrales relacionadas con las emociones positivas y una disminución
de la actividad en las zonas relacionadas con la ira y la depresión.1213