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Aprendizaje basado en

competencias
¿Es el aprendizaje basado en competencias contradictorio con las humanidades y
la capacidad de reflexión y abstracción? El aprendizaje basado en competencias
bien puede considerarse
By Pablo Chaverri Feb 16, 2011

¿Es el aprendizaje basado en competencias contradictorio con las humanidades y


la capacidad de reflexión y abstracción?
Recientemente tuve la oportunidad de encontrarme un artículo en el que su autor
acusaba a los modelos de aprendizaje basado en competencias de oponerse al
desarrollo de la capacidad de reflexión y abstracción, y de ser simples instrumentos
al servicio del mercado. Nada más alejado de la realidad.
El aprendizaje basado en competencias bien puede considerarse un salto
cualitativo en la forma en que tradicionalmente se ha comprendido la educación,
pues no sólo trasciende la visión de una pedagogía enfocada exclusivamente en la
enseñanza, sino que se concentra en algo mucho más trascendente: ¿qué son
capaces de hacer las personas con el aprendizaje obtenido? Es decir, en lugar de
concentrarse en la mera transmisión y repetición de la información, los modelos
basados en competencias buscan llevar los conocimientos a la práctica, partiendo
de un principio relativamente simple: lo que no se puede llevar a la práctica de
alguna manera al mundo real carecerá de significado y por lo tanto no logrará
articularse con los conocimientos previos, descartándose y olvidándose con
facilidad.

Por ejemplo, cuando a un niño se le pide que memorice una cierta cantidad de
objetos, logra recordarla mucho mejor si su conjunto se representa mediante
objetos conocidos, tales como frutas o animales, versus a si tal cantidad fue
presentada mediante figuras no significativas, tales como puntos o rayas.
Sin duda que esta visión del aprendizaje está mucho más basada en el análisis de
cómo aprendemos las personas en la realidad, que en las visiones de la escolástica
medieval de la cátedra magistral como única y máxima vía de enseñanza. La
diferencia subyacente que distingue uno de otro modelo, es que el segundo parte
de que el docente lo debe saber todo sobre una determinada área de conocimiento,
mientras que el primero se enfoca en cómo el conocimiento previo es la clave para
obtener un conocimiento nuevo. En otras palabras, el modelo antiguo se basa en
las respuestas y las “verdades”, mientras que el modelo nuevo se basa en las
preguntas y las metáforas que construimos para relacionarlas con lo que ya se
conoce.

Las personas podemos hacer abstracciones mejores acerca de cuestiones concretas,


en la medida en que las podemos relacionar a más aspectos significativos de
nuestras vidas, pues estas asociaciones crean nuevas conexiones neuronales que
enriquecen la vida cognitiva. Por ejemplo, en la medida en que una persona
aprende cómo ciertas fórmulas matemáticas pueden dar cuenta de fenómenos en el
mundo que son de su interés, puede encontrar más referentes que a su vez le
permitirán ahondar su conocimiento abstracto de tales fórmulas, así como
descubrir nuevas aplicaciones y plantear nuevas posibilidades para éstas. Al
contrario, en la medida en que no encuentre relaciones entre su mundo y lo que
estudia, se verá en mayores aprietos para poder comprender lo que trata de analizar.

El aprendizaje basado en competencias emplea la experiencia práctica como la


medida de los conceptos teóricos y evalúa el aprendizaje a través del desempeño
de comprensión, que las personas sean capaces de mostrar acerca de determinados
problemas. De esta manera, en el campo de las humanidades, no se trata de ver qué
tan bien repite el estudiante en un examen escrito lo que su profesor le dijo, sino
que, y mucho más importante, se trata de ver cómo el estudiante aplica los
conceptos que ha recibido en problemas reales. Por ejemplo, si un estudiante recibe
criterios acerca de crítica de arte, interesa ver no si los puede repetir de memoria,
sino si es capaz de aplicarlos al análisis de obras artísticas que conocía
previamente, pudiendo evaluar de forma más crítica su calidad, así como su
contenido. De forma similar, si un estudiante recibe un concepto filosófico, más
que ver si lo puede repetir tal si fuera una definición mínima de diccionario,
interesa ver su capacidad de aplicarlo a algún tema relevante de su propio mundo.
Aquí la intervención del docente ocurre más a través de la retroalimentación de lo
que el estudiante dice en sus propias palabras, que por medio de la instrucción
unidireccional. Es decir, ya no se trataría de que primero se emplea la teoría y
después se la trata de llevar a práctica, sino de que una y otra dimensión se
retroalimentan recíprocamente de manera dinámica y positiva para ambas.

De esta manera, tenemos que no sólo no hay contradicción alguna entre las
humanidades y el pensamiento abstracto por un lado, y el aprendizaje basado en
competencias por otro, sino que las primeras se pueden ver grandemente
beneficiadas del uso de este tipo de estrategias. A larga, más nos hablan de una
persona sus actos que sus palabras. Así, por ejemplo, más que preguntarle a alguien
cómo define conceptualmente los valores y principios en los que basa su vida, nos
interesaría saber cómo los vive concretamente. Ya lo decía el humanista José Martí
con gran elocuencia: “la mejor forma de decir es hacer”.

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