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Oscar Terán o sobre la violencia de las


ideas argentinas

Matías Farías

Prof. en Filosofía, FFyL, UBA

De la revolución a la historia que el relato autobiográfico tiene la for-


Uno de los desafíos que impone De ma de un relato de reconversión política
utopías, catástrofes y esperanzas: Un e intelectual, éste permite autorizar el
camino intelectual reside en explicar por pasaje del intelectual de la vanguardia
qué Oscar Terán, cuya labor historiográ- revolucionaria sesentista al historiador
fica se ha erigido a partir de la post sar- de las ideas. Este pasaje ya podía rastre-
treana estrategia consistente en destro- arse en el prólogo de En busca de la ideo-
nar a la subjetividad del fundamento de logía argentina, donde Terán presenta la
lo real, decidió recopilar la mayoría de experiencia del exilio como la instancia
sus escritos y de los reportajes concedi- de relectura de la cultura nacional por
dos durante los últimos veinte años con la vía de la reinterpretación de la propia
el autobiográfico título de “un camino praxis política, y de ello es advertido el
intelectual” e incluyó, en la tapa del lector de tal prólogo al leer que quien
libro y para reforzar la personalización, lo escribe ya no se siente animado “por
una foto de sus años joviales. Sin cambiar el mundo” sino más bien para
embargo, sospechamos que no es sor- “luchar por lo obvio”, es decir, por la
prendente esta estrategia, puesto que valía del régimen democrático, entendi-
en Terán la construcción de su autobio- do como un espacio político que no
grafía intelectual es parte constituyente de negocia el “reconocimiento de las otre-
su programa crítico. dades”. Concomitante con la transmu-
¿De qué modo se imbrican autobio- tación política, es en el exilio donde
grafía intelectual y texto crítico? Más también se opera la reconversión intelec-
que reforzar la prueba del texto crítico, tual: cuando Terán afirma que el con-
aquella funciona como la condición de traste con otras culturas le hace ver
posibilidad de su enunciación. Dado mejor que aquello que lo constituía

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ahora puede constituirse como objeto imaginario social que alentaba la


de conocimiento, el lector debe inferir apuesta revolucionaria. En el plano polí-
que la imagen del joven que encontra- tico local, es en la década del treinta
ba en la vieja biblioteca de Filosofía y donde Terán ve amanecer una crisis de
Letras la verdad dispuesta para ser leída legitimidad agravada, sobre cuyo mar-
y cuyo deslumbramiento por la lectura co aparecerá, dos décadas después, la
de Historia y conciencia de clase le otor- barbarie de ese “Guernica sin Picasso”
gaba buenos motivos para considerar que fue el bombardeo a la Plaza de
que “la búsqueda filosófica estaba can- Mayo y la proscripción del peronismo.
celada” ya ha dejado lugar a la nueva Estos fenómenos no sólo vaciarán de
colocación intelectual propia del histo- sentido todo intento de sostener un sis-
riador de las ideas capaz, como en uno tema político democrático-liberal, sino
de los textos que integra Un camino que alimentarán intensamente el recelo
intelectual (“Los años Sartre”), de consti- de las franjas contestatarias por la asun-
tuir en objeto de conocimiento lo que ción de formas de resolución pacíficas
antes indiscutiblemente formaba parte de los conflictos políticos. A este contex-
del sujeto político. to local enervado se sobreimprimirán, Hoy no acordé con la gravedad,
en el plano internacional, la revolución acrílico, 0,60 x 0,80 m, 2002.
Nuestros años sesenta
Dentro del conjunto de escritos que
conforman De utopías, catástrofes y
esperanzas: Un camino intelectual, es
recurrente el análisis de los años sesen-
ta y setenta. Y en ese recorrido no hay,
a pesar del título de uno de sus ensa-
yos, “Lectura en dos tiempos” de esos
años. A diferencia de D. Viñas, quien
sigue escribiendo textos críticos y nove-
las sobre la base de un subtexto políti-
co definido por la recurrente violencia
de la oligarquía, para Terán el tema fun-
damental bajo el cual se escruta el pul-
so de la cultura nacional es, como lo
anuncia el último ensayo que compone
el libro, la violencia de las ideas. En efec-
to, es este eje temático el que permite
explicar cómo fue posible que jóvenes
que en su mayoría pertenecían a los
sectores medios se encontraran un día
empuñando un arma, realizando opera-
tivos en la selva tucumana, acometien-
do asaltos a los bancos y colocando
bombas a objetivos militares.
Una de las hipótesis más impor-
tantes que recorre la compilación es
que Montoneros y, en general, los
movimientos revolucionarios de los
años sesenta son producto de un entre-
cruzamiento en ocasiones bizarro entre
la coyuntura política y determinado

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decisivas para su conformación. Entre


ellas destaca, en primer lugar, el aporte
de la historiografía revisionista, ya sea a
través de Jauretche o de Hernández
Arregui, que en clave populista otorga-
ba una legitimidad histórica al accionar
de las vanguardias, las cuales podían
autointerpretarse como una continua-
ción de las luchas populares del pasado;
en segundo lugar, la presencia de con-
cepciones redencionistas y salvíficas de
la historia, alimentadas por la teología
de la liberación, por la formación católi-
ca de buena parte de los jóvenes mili-
tantes o simplemente por las visiones
secularizadas de esas concepciones en
clave iluminista o marxista, las cuales
convivieron con la existencia de una
moral heroica sostenida en el romanti-
cismo revolucionario; en tercer lugar, los
componentes autoritarios, relativos a la
concepción del partido político de
masas, pertenecientes a la tradición
marxista leninista y, por último, el van-
guardismo, activado notablemente por
la teoría guevarista del “foco”.
En la índole de este ideario, según
Terán, residen las causas de que la uto-
pía haya devenido catástrofe. Como si
fuera un enjuiciamiento, se imputa a las
vanguardias revolucionarias las siguien-
tes “responsabilidades”: (a) las visiones
redencionistas de la historia favorecie-
ron una lectura triunfalista del propio
accionar, de modo tal que hasta las más
patentes derrotas podían ser racionaliza-
das como victorias y, lo que es peor, ali-
mentaron un “voluntarismo suicida” por
El recuerdo, acrílico, 0,80 x 1 m. cubana, la resistencia vietnamita a la el cual, entre sus decisiones más trági-
invasión norteamericana, los movimien- cas, debe contabilizarse el haber impul-
tos de liberación nacional africanos, y el sado la “contraofensiva” de 1979, en un
maoísmo, cuyos éxitos tornarán altamen- contexto claramente desfavorable para
te creíble la opción de la lucha armada. estos movimientos; (b) la invocación de
Sin embargo, la argumentación de la nación como soporte último de la
Terán no cesa de subrayar que la consti- legitimidad de la acción revolucionaria
tución del sujeto revolucionario no fue implicó la deshumanización del enemi-
exclusivamente una reacción a la sofo- go, en un gesto que para Terán es simé-
cante coyuntura política, sino que tam- trico al que tuvo la Junta Militar para
bién se alimentó de una serie de tópicos con los militantes revolucionarios, no
y de “pasiones ideológicas” igualmente obstante, como es lógico, recaiga sobre

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la cúpula militar la mayor responsabili- con lo que de ninguna manera podían generó un ambiente más acorde con la
dad sobre la tragedia; (c) la moral que saber, (y ésta sería la lectura trágica de pretensión de constituir una historia
convertía en héroe al combatiente revo- esos años, que también puede encon- cuyo legitimidad residiese en la produc-
lucionario contribuyó a subordinar la trarse en Terán, pero que debilita enor- ción de conocimiento. A su vez, la adhe-
propia vida al triunfo de la revolución, memente las imputaciones morales sión al nuevo proceso político permitía
con lo cual dicha empresa sucumbió anteriormente señaladas). conjugar tanto la crítica al pasado inte-
prontamente al “encanto” de una Sea como sea, resultan claras las lectual propio como a los autoritarismos
muerte ejemplar; (d) la inexistencia de condiciones históricas y políticas de pro- del pasado. Viceversa, esa nueva historia
una crítica a los componentes autorita- ducción que deja traslucir esta lectura de las ideas podía constituirse en un
rios de los Estados socialistas facilitó de nuestra historia nacional centrada en espacio de tramitación de temáticas que
que en la organización de las vanguar- la violencia de las ideas. En un contexto reforzaban ideológicamente los nuevos
dias de los setenta no tuvieran lugar político como el que tuvo lugar hace tiempos democráticos.
formas de asunción de decisiones poco más de dos décadas en la Argenti- Si la filosofía deconstruccionista
internas que tomaran en cuenta la na, y en el que comenzaba a ser un –cuya recepción en los escritos de los
deliberación y el disenso interno; y (e) lugar común la asociación entre el auto- años ochenta de esta recopilación se
por último, el vanguardismo alentó la ritarismo y la muerte y entre la demo- evidencia hasta en el tono de los mis-
creciente autonomización de estos cracia y la vida, el papel asignado por mos– invalidaba la posibilidad y el dere-
movimientos de sus bases y, en gene- Terán a la historia de las ideas es revela- cho de reconstruir la realidad desde una
ral, de la sociedad misma. perspectiva privilegiada, la
Las críticas enumeradas son conoci- empresa historiográfica acor-
das y tal vez también lo sean las obje- La constitución del sujeto revolucio- de con este planteo sería
ciones a estas críticas: ¿era igualmente aquella que explicase los
“suicida” en 1973 el voluntarismo sin efectos catastróficos deriva-
dudas suicida de Montoneros en 1978? nario no fue sólo una reacción a la dos de la pretensión de legi-
¿Estuvieron siempre igualmente auto- timar el uso del poder en la
nomizadas de la sociedad esas vanguar- tenencia de un saber crucial:
dias durante ese lustro? ¿Lo estaban coyuntura política. También se ali- el saber de la nación. Se trata-
porque encararon un proyecto revolu- ba de desmantelar toda for-
cionario de toma del poder sin tener ma de enunciación política
en cuenta, como sugiere Terán en “Lec- mentó de “pasiones ideológicas”. que implicara la aparición de
tura en dos tiempos”, a franjas de la un sujeto capaz de sintetizar
sociedad simbolizadas en esos dos ena- la totalidad de la realidad,
morados que paseaban por la plaza? dor en este sentido: como lo anuncia en con el siguiente corolario aleccionador:
Por último: ¿tenían que saber esos mili- una ponencia de esos años no incluida los sujetos (no importa si se trata de la
tantes que una “antropología pesimista” en este compilación, ella debía explicar clase obrera o el ejército) que se atribu-
está más acorde con la democracia cuánto la muerte le debe al símbolo. yen el saber de la nación terminan inde-
–liberal– que las visiones redencionistas Podemos así sostener como hipóte- fectiblemente denegando la humani-
de la historia, las cuales suponen una sis que existió una relación de coimplica- dad del otro. Por ende, si en el pasado
metafísica que autoriza una fuerte y ción entre la democratización y la ya no está, como pretendía Hernández
decisiva acción de subjetividad política empresa intelectual que Terán efectúa Arregui, la progresiva autoconciencia
en la historia? Más allá de la discusión, lo en torno a la historia de las ideas políti- del ser nacional, sino las posiciones de
que nunca queda claro en la argumen- cas argentinas. Por un lado, aunque vis- enunciación desde las cuales y por las
tación de Terán es si las vanguardias tas las cosas retrospectivamente, la cuales la utopía devino catástrofe, pue-
revolucionarias son responsables por democratización política concedía con- de decirse que la relectura de la historia
actuar acorde con lo que sabían (y esta diciones (si bien precarias) de estabilidad nacional como la trágica historia de la
argumentación, propia del Terán-mora- intelectual. Además, la reconstitución de invención de la nación desautoriza impo-
lista, es la que enfatiza que en el con- un campo político tuvo su correlato en nerle al presente el mandato de redimir
junto de creencias sostenidas por los la constitución de un campo intelectual las injusticias del pasado y, en ese senti-
militantes revolucionarios ya estaba ins- y es indudable que esta doble media- do, permite a los ciudadanos imaginar la
cripta la tragedia) o por actuar acorde ción entre el intelectual y la política nueva utopía de una ciudad futura

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democrática. En una lectura de este allí se le revela como en un espejo el “cualquierismo” sigue marcando el pul-
tipo, se quiere ganar para el presente la entramado simbólico que configuró ese so de esta sociedad, aunque ahora, en
manifestación “libre” de la diversidad, rostro demasiado desbocado de ilusio- el “invierno de los noventa”, los intelec-
pero al costo de debilitar la autorización nes (igualitarismo, destino de grandeza tuales “faros” sean los doxósofos mediáti-
de la intervención política de sujetos nacional) en comparación con lo que, cos. Tampoco el político escucha las,
fuertes, capaces de legitimar su acción en el mejor de los casos, la discreta reali-
para Terán, innumerables propuestas
transformadora de la realidad en la afir- dad estaba dispuesta a otorgarle. elaboradas por la academia para trans-
mación de un universal anclado en las Por eso, y de manera insospechada formar esta realidad nacional habitada
luchas del pasado. (Terán no reconoce en ninguno de los enteramente por los problemas que
textos su deuda con la tradición del dieron origen al marxismo, aunque aquí
Un contractualismo sin sociedad civil ensayo nacional), el lector se encuentra el lector puede sorprenderse no tanto
La contribución de la historia de las con una estrategia de autorización de la por la falta de escucha del político, sino
ideas a la “invención democrática” no se voz intelectual análoga a la que Martí- por la argumentación que utiliza el
reduce a la crítica de los años sesenta nez Estrada esgrimía en Radiografía de autor de Bs. As. fin-de-siglo para justificar
bajo la clave de la violencia de las ideas. la pampa (ese gran libro sobre la crisis la existencia de esas propuestas: el
De hecho, Terán también le asigna en de la nación liberal): el intelectual ofre-ejemplo del Plan Fénix no sólo constitu-
“Malvinas: la derrota, la locura y el mar” ce su conocimiento al colectivo social ye un número demasiado exiguo para
la misión de revelar el enigma cuyo des- sustentar la queja, sino tam-
ciframiento permitirá comprender “la bién su tardía elaboración
serie de derrotas y calamidades que La sociedad actual no muestra parece abonar más bien la
asola la porción legítima de nuestro tesis contraria a la que Terán
orgullo nacional”. Se trata de un viejo defiende.
tema de la ensayística nacional (pensar disposición para escuchar el No es sólo la falta de
la cultura como enigma) pero que debe escucha por parte de la
ser resuelto en clave historiográfica: el sociedad lo que obstaculiza
historiador de las ideas está llamado a mensaje del historiador. operar la mediación entre las
revelar las condiciones simbólicas de la catástrofes del pasado y la
hybris colectiva, es decir, la inadecuación futura ciudad democrática;
entre la autoimagen que los argentinos para que éste descubra cómo el mito lo es la recurrencia misma de la crisis de la
tienen de sí y de su país y su realidad. priva de vivir con salud una vida más precaria república verdadera constituida
De esta manera, el historiador de las ide- acorde con la realidad. Vemos aquí un en los ochenta lo que impide que el
as se convierte en un destructor de nuevo uso de la autobiografía intelec- presente sea un suelo lo suficientemen-
mitos, y no es casualidad que todo un tual que se pone al servicio del progra- te estable para articular el pasaje del
capítulo de Un camino intelectual se titu- ma crítico: quien pudo operar el ajuste pasado al futuro. En ese perfecto –en su
le “Crisis y mitologías argentinas”, como necesario entre su vieja conciencia género– escrito titulado “La experiencia
tampoco lo es que uno de los escritos mitológica y la nueva realidad, sugiere de la crisis” (es imposible no oír en este
lleve como acápite la siguiente frase de no tan indirectamente que ese mismo nombre el eco de la experiencia argenti-
Rilke: “No han caído de una esperanza pasaje debe efectuarse socialmente. na de J. L. Romero), producido para
muy alta”. Así, la labor del historiador no Pero para que la terapéutica se cum- explicar la debacle de 2001, Terán vuel-
se legitima únicamente en la produc- pla es necesario que el mensaje del ve a encontrar en esta derruida Argenti-
ción del conocimiento: el historiador de historiador encuentre en la ahora socie- na el agotamiento de esos aspectos que
las ideas conoce lo que el colectivo social dad civil un receptor dispuesto a la expresan modalidades constitutivas de
sigue padeciendo y desde allí puede escucha. Sin embargo, la sociedad no nuestra sociedad y que resumen todos
explicar no sólo por qué pasó lo que ha mostrado esa disposición y esta idea los rostros del mal para quien estima la
pasó sino también cómo lo reprimido se es repetida varias veces a lo largo de los república verdadera: exclusión social iné-
repite en el presente. Con todo, a través escritos que componen el libro que dita para la historia del país, corporativis-
de su obra el colectivo social puede estamos comentando (por ejemplo, en mo anárquico, parlamentarismo negro, el
recuperar la libertad que indudable- “¿Silencio de los intelectuales?” y en ya nombrado “cualquierismo”, la incapa-
mente no tenía en tanto agente históri- “Intelectuales y política en la Argentina: cidad para tramitar los conflictos institu-
co que actuaba sin saber lo que hacía: una larga tradición”). Ocurre que el cionalmente, etc.

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La deriva de este contractualismo sin segundo plano a la cuestión de la “for-


sociedad civil ni opinión pública dis- ma democrática”. Por otra parte, ¿no
puesta a la “acción comunicativa” es la constituye también una fisura al contex-
crítica testimonial. Llegado hasta aquí el tualismo historiográfico admitir, aún en
lector puede entender cómo las utopías plena argumentación condenatoria por
sesentistas devinieron catátrofes, pero lo la “soberbia” de las vanguardias setentis-
que no se entiende es cómo Terán, en tas, la pregunta acerca de si “existe ges-
el devastado paisaje nacional de la to revolucionario exento de ella”? –esta
exclusión social, confiesa sostener aún el pregunta (sobre cuyo abismo A. Rivera
no trivial sentimiento de la esperanza. escribe el drama del Castelli derrotado),
Las dudas no quedan despejadas con la que en su misma formulación supone
mención a la frase de Octavio Paz, con una respuesta negativa, se repliega Identidad, acrílico sobre madera, 0,70 x 0,80 m.
la cual Terán también cerraba Nuestros
años sesenta (“quien conoció la esperan-
za, ya no la olvida; la busca bajo todos
los cielos...”), puesto que se hace aquí el
último uso –el más ambiguo de todos–
de la autobiografía intelectual: ¿pueden
las esperanzas fundarse en la evocación
de esos años setenta que, en términos
políticos e intelectuales, el autor de Posi-
tivismo y nación ha ajusticiado sin pie-
dad a lo largo de su obra? Aún así, es en
este punto donde puede visualizarse
cómo la memoria de quien conoció los
años setenta taladra tal vez más que
tibias fisuras tanto en el ideario contrac-
tualista-reformista como en el pilar del
contextualismo historiográfico (que al
reducir los discursos a su contexto de
enunciación, cancela la riqueza y la
complejidad de la historia de los efec-
tos, e inhabilita el diálogo con la tradi-
ción) sobre el que Terán construyó su
programa crítico. Fundamentalmente
en los reportajes y textos posteriores a
2001 que aparecen en esta recopilación,
se pueden señalar varias fisuras con
dichos programas. En efecto: ¿corres-
ponde a un “contractualista” no tanto
afirmar que “la disparidad social es el
drama que aqueja a la Argentina” sino
enfatizar que “ese es el gran drama
argentino. Todos los demás problemas
se pueden conversar. Este drama no se
puede conversar, hay que resolverlo ya
mismo de alguna manera”? –en vano
resultará la búsqueda en los textos de
los ochenta de una afirmación en que la
cuestión social ponga en un clarísimo

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contra la conciencia objetivadora del trayectoria intelectual y política. Hay


científico para mostrarle los límites no también un balance de esa trayectoria y
sólo epistémicos sino también políticos la cita a El adolescente de Dostoievsky
que azotan a la mirada que juzga desde hacia el final del ensayo que da nombre
el presente los hechos del pasado. Por al libro es bien lapidaria (en el sentido
último: ¿no significa una grieta en el más literal del término).
programa que pretendía reducir la his- Ciertamente, es posible asumir otros
toria nacional de las ideas a la historia balances para ese legado que el que
de la invención de la nación reconocer ofrece la autobiografía intelectual de
que “hoy la mirada de las ciencias socia- Terán. Sin embargo, esto no nos impide
les ya no parece seguir ese itinerario de decir que su lectura es impostergable, no
un punto de partida negativo hacia un sólo porque sin dudas podremos obser-
futuro promisorio. Simplemente, nues- var aquí un conjunto de ensayos en defi-
tros ojos se vuelven al pasado desde un nitiva notablemente escritos, sino funda-
presente débil para tratar de entrever la mentalmente porque esta trayectoria
posibilidad de volver a ser una nación”? está atravesada por problemas sobre
–la grieta consiste en que difícilmente cuya pronunciación depende nuestra
sea posible repensar la nación sin man- identidad como “generación”, si es que
tener un diálogo conflictivo con la histo- podemos hablar así: me refiero a la
ria de las identidades nacionales, para lo derrota de una generación que quiso
cual el suelo teórico del contextualismo incorporar a las masas a un proyecto
historiográfico, que no encuentra en esa revolucionario, a la imposibilidad de
historia más que esencialismos y ana- reconstruir una república democrática
cronismos, se revela poco productivo. que esté acorde con los mínimos recla-
Con o sin grietas, Terán, quien a lo mos de justicia social, a repensar la
largo de toda su producción historiográ- nación luego de la catástrofe de 2001 y
fica siempre persiguió aquellos itinera- del frío invierno de los noventa. Discutir
rios (como los de Ingenieros, Cané, Que- la obra de Terán significa discutir estos
sada, Ponce, Korn, los hermanos Viñas, problemas. Y sólo a través de la polémica
etc.) que permitieran escrutar los inaca- con producciones de este calibre podrá
bables conflictos de nuestra cultura, ser creíble que estos temas, entre ellos
ahora en Un camino intelectual nos deja los años sesenta y setenta argentinos,
leer en clave autobiográfica su propia sean verdaderamente nuestros.

FFyL IIIIII UBA


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