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Ciudadanos venezolanos se han visto en la obligación de abandonar su país natal,

debido a diversos cambios en su economía-mundo, entre ellos una modificación en su

estilo de vida, siendo Colombia un destino para una masiva migración como alternativa

de posible cambio, donde la capital colombiana, Bogotá, escalonadamente ocupa los

primeros lugares más concurridos como destino de llegada de procedentes de

Venezuela. Ante este fenómeno migracional se han denotado varias modificaciones en

aspectos socioeconómicos que repercuten en habitantes de Bogotá y su desempeño en la

sociedad, por ejemplo la influencia de este movimiento humano ha traído consecuencias

laborales: debido a la inminente necesidad de recursos para sobrellevar su situación

actual, la mano de obra venezolana se ocupa en lo que sea posible, sin reproches,

“mutando” el común del mercado laboral bogotano. Dejar todo lo que conocen atrás,

aventurarse a una ciudad totalmente desconocida , sin un lugar de acogida determinado

y encontrarse inmersos en una cultura distinta quizá para muchos ciudadanos de la

patria bolivariana no fue un impedimento al objetivo de exiliarse, pues la esperanza de

transformación en su cotidianidad era tan fuerte como para no pensar dos veces en dejar

su país, aunque para otros muchos, una posible vía para la reforma social es la

sublevación ante las inconformidades, de ahí la actual oposición interna, hacia el

gobierno de Venezuela.

A pesar de estar lejos de sus tierras, el ciudadano venezolano se ha caracterizado por

conservar su identidad y su sentido de pertenencia; no intentan cambiar su acento, no les

importa llevar prendas alusivas a su país, tampoco ocultan su procedencia, aún

mantienen ese importante lazo con su nación, esto demuestra el patriotismo que

vivencian.
Remontándose a la situación en el siglo XVIII, donde la población rural se trasladaba a

las ciudades porque en estas se veía la implementación de un nuevo modelo económico

basado en la naciente producción manufacturera, encontramos que en los últimos cinco

años, la población venezolana ha atravesado una situación similar puesto que son libres

de optar por trasladarse en busca de incorporarse a una sociedad donde toda su

capacidad tenga un desarrollo e implementación en el ámbito laboral y productivo, estos

a su vez buscan tener una sostenibilidad económica que les permita sobrevivir en el

nuevo contexto en el que se ubican. Para cumplir su fin y al menos contar con un

ingreso fijo ofrecen sus servicios a un bajo costo, consecuentemente la oferta laboral se

inclina a su favor, dando paso a la contratación en masa de venezolanos que suplen los

requerimientos de los modernos burgueses, que con esta nueva mano de obra logran

aumentar sus ganancias de manera significativa, consecuentemente lo que esto puede

llegar a generar es una brecha social más amplia ya que en la distribución de la riqueza,

los ricos cada vez ganan más, y los pobres aumentan en cantidad .

Sin embargo, la gran parte emigrante pertenece a la clase media venezolana así que se

han enfrentado a un cambio radical productivo, puesto que su preparación académica no

se toma en cuenta a la hora de participar laboralmente en Bogotá, muy pocos

venezolanos han sido afortunados al conseguir requisitos necesarios para poder ser parte

del empleo formal que esté respaldado legalmente, no obstante se ha venido

restringiendo de igual manera la posibilidad de que un colombiano se adjudique

formalmente en un empleo estable, por el aspecto ya mencionado anteriormente,

contratadores prefieren darle puestos de oficio a inmigrantes ilegales, que por su

condición se ven forzados a aceptar trabajos los cuales su remuneración no está avalada

por un marco legal, es decir, se someten al ejercicio laboral con un salario irrisorio al

mínimo e incluso menos de este, junto a una intensidad horaria mayor a la establecida
como reglamentaria, básicamente lo que muchos empleadores hacen es explotar el

capital humano venezolano con trabajos en los que no ponen su máxima capacidad de

preparación, pues ellos llegan en búsqueda de sobrevivir independientemente a la

calidad del empleo, causando una problemática entre los habitantes de la capital del país

debido a que estos también, ante la falta de oportunidades se ofrecen al mercado laboral

por salarios ínfimos.

De igual manera, el sector informal se ha afectado: los migrantes se ven obligados a

deambular por las calles vendiendo lo que les sea posible o pidiendo caridad para

subsistir, como consecuencia, informales colombianos quienes ocupaban el espacio

público para sus ventas han sufrido una reducción significativa en su poco ingreso.

Teniendo en cuenta la situación por la cual atraviesa esta sociedad se evidencia cómo

muchas personas están obligadas a mantener su empleo sin importar las condiciones que

se puedan presentar y sobre las ejercidas en el ámbito laboral; viven una disyuntiva

entre aguantar hambre, ser humillados o ser explotados para garantizar el bienestar de su

núcleo familiar.

Es menester traer también a colación que los ciudadanos venezolanos se han visto

seriamente discriminados por una parte de la sociedad bogotana que los rechaza, y que

por medio de estigmas y juicios de valor, hasta tal punto de denominar a esta población

como “venecos”, en son de burla e irrespeto a su nacionalidad, el xenofobismo hacia

estas personas vulnerables no puede ser pasado por alto, porque tal discriminación no

debería existir en un país que se proclama como defensor de derechos, los colombianos

ansían que haya inclusión en la sociedad, pero en un acto de doble moralidad se ataca a

ciudadanos venezolanos que emigran en busca de solidaridad, se predica pero no aplica.


George Orwell en su novela sobre la tiranía en el poder, Rebelión en la Granja,

menciona: “todos somos iguales, pero unos más que otros”, esta frase cabe en nuestro

contexto relacionado a la necesidad de cooperación para superar adversidades y

opresión pero también que lamentablemente solo por conveniencia actuamos

correctamente, de esto logramos concluir que la grave decadencia de valores en la

sociedad se ha incrementado y por tal el reflejo de que no se logre coordinar la

cooperación caritativa con otros seres humanos que solo buscan un sustento para

sobrevivir.

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