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Azteca
De esta masa de papeleo prácticamente no queda nada, y casi
todos los libros sobrevivientes de la patria azteca son de fecha
post-conquista. Algunas son copias de obras anteriores, mientras
que otras son escritas en guion azteca con comentarios en
español o náhuatl en letras europeas. La mejor colección de
libros pre-conquista proviene de Oaxaca, tierra de los mixtecos,
donde más de una docena de ejemplos se han conservado. Cada
libro, o códice, consiste en una tira, de hasta 13 yardas de
longitud y unas 6-7 pulgadas de alto, hechas de papel, tela de
maguey o piel de ciervo, y dobladas en zigzag o concertina como
un mapa moderno, de modo que dondequiera que el usuario lo
abriera era confrontado por dos páginas. Los extremos de la tira
fueron pegados a placas finas de madera que sirvieron como
cubiertas y algunas veces decoradas con pinturas o con discos
de turquesa. Ambos lados de la tira se cubrían con escritura y
cuadros, y las páginas individuales fueron divididas en secciones
por líneas rojas o negras. Cada página se leía normalmente de
arriba a abajo, aunque en algunos códices el arreglo era en
zigzag o incluso iba alrededor de la página. La tira fue escaneada
de izquierda a derecha. Esta enorme producción de documentos
dependía de un suministro constante de las materias primas, y
cada año se enviaban a Tenochtitlan 24.000 resmas de papel,
equivalentes a 480.000 hojas.