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Un pentágono es una figura geométrica plana formada por 5 lados y 5 vértices.

Existen pentágono regulares e irregulares.

Argentina, Brasil, Paraguay y Estados Unidos han creado un grupo de


coordinación antiterrorista para vigilar la Triple Frontera entre los tres países
latinoamericanos, una zona turbulenta donde, según diversos servicios de
espionaje, la organización libanesa Hezbolá recauda fondos para sus
actividades en el continente. El anuncio coincide con la visita a Buenos
Aires de Mike Pompeo, jefe de la diplomacia estadounidense, y con la crisis
entre Washington y Teherán. Hezbolá, que acaba ser incluido en la lista de
organizaciones terroristaspor el gobierno argentino, está directamente
vinculado al régimen iraní.

El genial ensayista alemán Hans-Magnus Enzersberger perpetró,


sin embargo, un grave, aunque único, pecado: su deleznable
obra El gentil monstruo de Bruselas(Anagrama, 2012). En ella prestó
altavoz a todas las falacias de Margaret Thatcher contra “los
burócratas de Bruselas”, por altivos y antidemocráticos.

Lo primero que tenemos que preguntar es cuántos de los


ecocidios provocados por Grupo México han quedado en
silencio. Y es que los accidentes de los que nos enteramos son
apenas una minoría, una minoría de la que tenemos
conocimiento, para colmo, por meros imponderables: por
ejemplo, un trabajador que filma un derrame de 3.000 litros de
ácido.

Si por ellos fuera, la empresa de Germán Larrea nunca haría


públicos sus envenenamientos, aún a pesar de estar obligada por
ley, por cuestiones éticas y morales básicas y por elemental
humanidad. Su actuar tras el último derrame lo confirma: el
trabajador que filmó el desastre fue despedido horas después de
publicar el video.

Lo segundo que tenemos que preguntarnos es, entonces,


cuántos de los sucesos en apariencia inexplicables —la muerte
de un grupo de ballenas, la aparición de cientos de peces
flotando en una presa, la explosión de casos de cáncer en una
región específica de nuestro país o la desaparición de cientos de
miles de abejas— son una mera consecuencia del actuar criminal,
voraz, inconsciente e impune de Grupo México.
Y es que si a pesar de todos sus esfuerzos, los accidentes de los
que nos enteramos son tantos —ninguna empresa minera, de
transportación o de desarrollo de infraestructuras en el planeta
tiene una tasa de ecocidios tan alta como la de Larrea—,
podemos inferir que la de los accidentes silenciados —ya sea a
consecuencia de la corrupción, de la incapacidad de las
autoridades o de los cientos de miles de kilómetros donde el
Estado está ausente— es aún más alta.

Si por ellos fuera, Grupo México —cuyas subsidiarias Ferromex,


Ferrosur, Intermodal México y Texas Pacífico suenan en todos los
pasillos del gobierno, una y otra vez, para participar del
desarrollo, construcción y usufructo del mayor crimen ecológico
que se llevará a cabo durante el presente sexenio: la
construcción del Tren Maya— negaría incluso aquello que las
imágenes y los estudios constatan: ríos envenenados de cobre
acidulado, cientos de miles de hectáreas muertas por residuos
harinosos —deshechos de tierra triturada y lavada con arsénico—
y mantos subterráneos destrozados por mercurio y plomo.

Pero la empresa de Germán Larrea, si por su principal accionista


fuera, no solo negaría sus ecocidios evidentes y aquellos que
esconde, también negaría el trabajo ilegal que mantiene en
secreto y las condiciones esclavistas pero legales en las que
laboran sus trabajadores: usted seguramente recuerda cómo
vivían, cómo llevaban a cabo sus quehaceres y cómo terminaron
los 65 mineros de Pasta de Conchos, cuyos cuerpos no valieron,
ni muertos ni vivos, la inversión que se requería para rescatarlos.

Lo que usted, sin embargo, no recuerda, es la explotación infantil


que he atestiguado en tres Estados diferentes de la República.
Por eso se la cuento aquí y ahora, para que desde este mismo
instante lo recuerde para siempre: al proceso de extracción del
que hablo le dicen pozitos y consiste en lo siguiente: se cava, con
una barrenadora, un hoyo profundo, muy, muy profundo pero
muy, muy estrecho, tan estrecho que un hombre adulto no puede
descender en las canastas que ahí se introducen: por eso se
utiliza a niños, niños de entre siete y catorce años, cuyas
infancias y expectativas de vida son destrozadas.
Lo tercero que tenemos que preguntarnos es, ahora, por qué un
conglomerado de empresas —Grupo México— y una familia —la
familia Larrea— goza del privilegio y de la impunidad no solo de
explotar a su antojo a los trabajadores de nuestro país y de
destruir lo único que todavía nos pertenece a todos: el
medioambiente, sino también de no enfrentar nunca las
consecuencias que deberían haberles significado los múltiples
accidentes ferroviarios que han causado, así como los
innumerables fallos, retrasos e incluso no entregas de diversos
proyectos de infraestructura. La respuesta a esta pregunta, sin
embargo, es la más sencilla de todas.

Ambos ignoraban que esos burócratas rigen la Administración


más eficiente y productiva de toda Europa, apenas más nutrida
que el Ayuntamiento de París o el Bundesbank. Y la más
transparente.
Ursula Albrecht, de familia patricia/profesional en Hannover, es
hija de esa élite. Ernst, su padre, fue jefe de gabinete en la
primera Comisión Europea, la única hasta hoy presidida por un
alemán, Walter Hallstein. Fue el primer sherpa del primer comisario
de la Competencia, como antecesor de Margrethe Vestager: un
cargo muy poderoso (impone multas) y rutilante (máximo
prestigio) de Bruselas.

Así que es europeísta, cosmopolita y plurilingüe desde antes de


nacer, y por supuesto desde antes de casarse con un caballero
Von der Leyen, de linaje textil sedero elevado a la pétite
noblesse por Napoleón. Incluso aunque su trayectoria exhiba esos
agujeros negros en su etapa de ministra de Defensa que le
destripan sus paisanos socialdemócratas en Why Ursula von der
Leyen is an inadequate and inappropiate candidate: incumplimiento de
reglas de contratación pública, compra de material bélico
innecesario, plagio de su tesis doctoral.

Como la suya, la de Hallstein fue una elección ardua: tardó del 20


de enero de 1957 al 7 de enero de 1958. Pero aquí acaban las
coincidencias. Entonces no había Parlamento Europeo, sino una
mera Asamblea consultiva, que hasta 1979 no sería elegida por
sufragio universal, sino cooptada entre diputados nacionales.

En la encrucijada de la presunción de eficiencia de los grandes


burócratas y el principio democrático de una Cámara con poderes
crecientes —a la que se atribuye plena representatividad—, reside
el DNI político-institucional de la nueva mandataria.

Año tras año y tras cada reforma del Tratado de Roma, el hemiciclo de
Estrasbugo ha ido incrementando sus competencias jurídicas e influencia
política. Incluso pese a la paradoja de la declinante participación electoral
que lo legitima: solo rota para bien —al alza— este 26 de mayo.
A diferencia de los Parlamentos nacionales, no elige de la nada a un
presidente del Ejecutivo. Pero lo inviste. Hasta ahora, sus destellos de
poder relampaguearon en 1999, cuando forzó la dimisión de la Comisión de
Jacques Santer por el favoritismo de una comisaria, Edith Crésson, al
contratar a un ayudante; y en 2004, cuando obligó a José Manuel Durão
Barroso a prescindir del candidato a comisario italiano, Rocco Butiglione,
por ultra y homófobo, y tuvo que rehacer su cartapacio.
La votación a Ursula Albrecht ha segregado más intensidad institucional. Al
amenazar con el rechazo a la candidata de los primeros ministros, y
validarla al cabo por una exigua mayoría de nueve escaños (sobre 747), los
diputados no solo tamborileaban con una agónica crisis institucional. No
solo se vengaron de que el Consejo Europeo hubiese descartado a sus
cabezas de lista más votados en las urnas (spitzenkandidaten). También
afirmaron de facto su poder de elegir. Sustentado, más que en el Tratado de
la Unión, en que irrumpen como la encarnación del principio democrático,
que contrarresta, compensa o legitima la funcionalidad del poder
funcionarial.

Lo nunca visto, el programa de la exministra alemana fue redactado de


consuno con los grandes grupos parlamentarios. Los que la apoyaron
con su voto (según sus cálculos, de más a menos): liberales,
democristianos y socialdemócratas. Así que lo que empezó con un
desdén de la institución más intergubernamental (el Consejo Europeo),
ha derivado en anudar la alianza —aunque aún precaria— de las más
comunitarias, Comisión y Parlamento, que junto al Tribunal de Justicia
y al Banco Central Europeo emanan del espíritu más europeísta y del
empeño más federal.
Esa alianza, todavía en ciernes para este mandato, amplía una
tradición. Jacques Delors buscó la legitimación de la Cámara para las
300 directivas y otras normas derivadas de su Acta Única (1985) que
diseñaba la realización simultánea del “gran mercado sin fronteras,
más la cohesión económica y social, una política europea de
investigación y tecnología, el reforzamiento del Sistema Monetario
Europeo, el comienzo de un espacio social europeo y de acciones
significativas en materia de medio-ambiente” (Reússir l'Acte Unique,
15/2/1987).

Más recientemente, con Jean-Claude Juncker, esa coalición ha dado frutos


como el rediseño de una unión bancaria más ambiciosa que la de los
Gobiernos, mejoras del presupuesto o el impulso a una nueva capacidad
fiscal (línea presupuestaria para la zona euro). Por eso, por resultados,
necesidad e imperativo de principios, Von der Leyen reclamaba en la
entrevista de EL PAÍS/LENA del viernes la alianza “con mayorías
[parlamentarias] estables para los diferentes asuntos y quizá una mayoría
nueva en cada caso”. Veremos muchas cosas.

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