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La acción moral

LA ACCION HUMANA

En el lenguaje cotidiano empleamos la palabra acción de un modo amplio, refiriéndonos a


algún tipo de acto o suceso. Así, hablamos de la acción erosiva del viento, la acción de los
lubricantes en el motor, la acción educativa del profesor… Sin embargo, a partir de ahora
vamos a usar el término acción de un modo más específico y técnico, limitándonos a un
tipo de actos: las operaciones conscientes y voluntarias de un agente.
Suele entenderse por agente aquella persona, animal o cosa que lleva a cabo la acción
expresada por el verbo. Así, cuando decimos el viento erosiona las montañas, los
lubricantes protegen el motor o el profesor educa a sus alumnos, estamos considerando
como agentes al viento, a los lubricantes y al profesor. Sin embargo, erosionar y proteger
no son acciones, pues ni el viento ni los lubricantes se proponen hacer lo que hacen ni se
dan cuenta de que lo hacen, es decir, no actúan como agentes conscientes y voluntarios.
El profesor, en cambio, si lo hace. Consideramos acciones escribir una carta, jugar al
baloncesto, estudiar para un examen, fregar los platos... pues son
actos conscientes y voluntarios, mientras que no son acciones la caída de una hoja de
un árbol, la subida de la marea, la puesta de sol, que no tienen ese carácter.
En este apartado supondremos que, en la naturaleza, el único agente consciente y
voluntario es el ser humano y que, por ello, la acción es una característica específica
suya. No obstante, no todo lo que hace una persona es una acción. Por
ejemplo, roncar, hacer la digestión, parpadear... son cosas que hacemos las personas de
manera refleja, sin proponérnoslas ni controlarlas, por lo que no las consideramos
acciones.
La acción es, por tanto, la actividad de un agente consiente y voluntario, y que las
acciones se limitan a ciertas operaciones que llevan a cabo las personas. Sin embargo,
hay una serie de actividades que no llevan a cabo las personas, pero que resulta difícil
descartar como acciones, como por ejemplo una computadora jugando al ajedrez o
bien un primate lavando su comida. Esta claro que no podemos negar de forma tajante
que sean acciones conscientes y voluntarias. ¿Qué es lo específico de la acción
humana? Comportamiento animal: todo animal está condicionados por su dotación
genética, por lo que al actuar, no lo hacen de forma espontánea y libre sino que se limita a
ejecutar un programa genético. Aunque muchos animales son capaces de producir
conductas espontáneas y de aprender de otros, muchos de sus actos son automáticos
Comportamiento de una computadora: su conducta se encuentra definida por
un programa informático que determina sus respuestas y aquello que es capaz de hacer
Por muy complejas que sean las operaciones que pueda desempeñar, seguirán siendo
predeterminadas y automáticas, y no el resultado de la reflexión y la elección
libre. Comportamiento humano: en el ser humano la determinación instintiva es mucho
menor que en el resto de animales, y su conducta es espontánea y no la repetición de una
pauta heredada. Lo específico de su comportamiento es la posibilidad de elegir entre hacer
esto o lo otro, o incluso, no hacer nada. Sólo un ser que escoge y decide lo que hace, sólo
un ser humano, puede considerarse como un agente voluntario.

LA ESPECIFICIDAD DE LA ACCION HUMANA

Acabamos de decir que toda acción es propia de un agente consciente y voluntario,


es decir, de una persona. Sin embargo, muchos de los sucesos que consideramos
acciones no están producidos por una persona (casarse, bailar un tango...), sino por
varias. ¿Se trata en este caso de acciones? ¿Cuál es el agente de estas actividades? Para
aclarar estos interrogantes es necesario distinguir entre acción individual y acción
colectiva.
Acción individual: actividad producida por un agente consciente de forma voluntaria.
Acción colectiva: actividad que llevan a cabo varios agentes, siempre que lo
hagan cooperativamente y persiguiendo el mismo objetivo. Aunque, estrictamente, no
se puede decir que el grupo sea consciente ni voluntario, los agentes individuales que
lo forman si lo son.
Existe un tipo de acción que no es estrictamente colectiva, porque la puede efectuar
un solo individuo, pero que de alguna forma necesita a la colectividad para llevarse a
cabo: Acción social: actividad producida por una persona o un grupo de personas, pero
que sólo puede llevarse a cabo y ser entendida en un marco social, que sólo
sonconcebibles en el seno de una colectividad o sociedad que da sentido a estas
acciones mediante las convenciones, tradiciones y costumbres que la definen.
A pesar de la importancia que tienen los demás en nuestras acciones, aquí nos
centraremos en la perspectiva de la acción individual: la acción motivada e intenc
ional. Ya hemos hablado en el bloque anterior de la motivación. El motivo es la
contestación a la pregunta: ¿por qué quiero lo que quiero?, y no se puede confundir,
inmediatamente, con el fin, con el "algo" querido, con lo que quiero. El motivo es
el atractivo que nos impulsa a que nos decidamos a querer algo, a querer un
determinado fin.
Pero además de todo esto todavía nos queda hablar acerca de otro de los aspectos que
resultan imprescindibles para comprender la acción humana, el de la intención.

LA ACCION MOTIVADA E INTENCIONAL

Al referirnos al objetivo o fin que persigo y que orienta mi acción, en lugar de hablar de
motivos, hablamos de intenciones. En este sentido,
la acción es intencional porque tiende o apunta a algo que está más allá, pero que
pretendo alcanzar al actuar. El carácter intencional de la acción está muy ligado al carácter
consciente y voluntario que ha de tener un acontecimiento para ser considerado acción.
Así, levantar el brazo sólo es una acción si lo hago consciente y voluntariamente con una
determinada intención, ya sea saludar, despedirme, llamar a un taxi, celebrar un
gol o amenazar a alguien.
De todo lo que hacemos, sólo consideramos acciones aquellas que responden a un fin. El
fin al que tienden mis acciones y que provoca que hablemos de la acción como de un acto
intencional es algo que está presente al actuar (mientras entro en el restaurante soy
consiente de que mi intención es comer), pero, al mismo tiempo, es algo que está más allá
(aún no estoy comiendo, pero espero hacerlo en un futuro próximo), Mientras actúo,
las intenciones sólo están presentes como ideas o contenidos mentales y sólo se
convierten en hechos si la acción llega a buen término. Cuando nuestras intenciones
se cumplen, decimos que la acción ha tenido éxito: hemos conseguido aquello que
pretendíamos. En este caso, el resultado de la acción es la transformación de la intención
en un hecho (por ejemplo, comer y saciar nuestro apetito). Puede ocurrir, sin embargo, que
nuestra acción sea un fracaso: la intención no pasa de ser intención, es decir, no se
convierte en hecho. En este caso, el resultado de la acción no coincide con nuestra
intención, y esta se queda en intento frustrado (por ejemplo, entro en el restaurante, pero
la cocina está cerrada y me quedo sin comer).
Tanto si la acción es un éxito como si es un fracaso, existe la posibilidad de que de ella se
sigan efectos no imaginados. Entonces hablamos de consecuencias no previstas de la
acción. Si después de comer en el restaurante me da una indigestión, ésta no es
el resultado de mi acción, sino una consecuencia de ella. Las consecuencias no
previstas no pueden considerarse acciones, ya que no son algo que hagamos
intencionadamente, sino algo que nos pasa (como, por ejemplo, roncar).
Si veo a una persona que corre por la calle, pero no se por qué (motivo) ni para qué
(intención) corre, en realidad no se lo que hace: puede estar huyendo de un policía o
puede estar persiguiendo a un atracador o simplemente puede que llegue tarde al trabajo
Como la acción no es una simple ejecución de movimientos corporales, sino que hablamos
de acción cuando éstos responden a unos motivos y a unas intenciones, entender y poder
explicar la acción consistirá en conocer los motivos y las intenciones que la definen y no
únicamente en describir los movimientos que la componen. Pero comprender una acción
no siempre es sencillo, como cuando digo que lo hago porque me da la gana, o en
realidad, no se lo que quiero. ¿Podemos hablar entonces de acción? Algunos autores
opinan que no. Aunque no conocer los motivos e intenciones no significa que no existan,
en los casos en los que realmente no los hay dejamos de hablar de acción, pues la acción
siempre es motivada e intencional.

LA LIBERTAD

En los bloques anteriores también hemos hablado ya del concepto de libertad, y hemos
dicho que el término "libertad" se emplea, como mínimo, de dos maneras distintas.
Veamos ejemplos: en este país hay libertad de movimientos, puedes ir a donde quieras el
ser humano es el único animal libre, pues puede elegir lo que hace. En el primer
caso aludimos a la ausencia de obstáculos que nos impidan hacer lo que deseamos. En
el segundo, en cambio, nos referimos a la capacidad de elegir o querer una cosa u otra.
Libertad externa: también llamada libertad de acción, consiste en la ausencia de trabas
externas que dificulten la acción; es decir, se trata de poder hacer lo que queramos sin que
nada ni nadie nos lo impida.
Libertad interna: también llamada libertad de elección o libre albedrío, consiste en la
capacidad o posibilidad de decidir o querer esto o lo otro, y esta decisión es indeterminada,
es decir, no causada.
Estos dos tipos de libertad no son algo completamente distinto y ajeno. Entre ambas existe
una estrecha y mutua relación. Poseemos capacidad para elegir lo que queremos hacer,
pero externamente estamos obligados a actuar de una determinada forma, entonces ¿de
qué nos sirve poder elegir? Y al contrario, si externamente no hay ninguna traba a la
realización de nuestros deseos, pero internamente no los escogemos de forma libre, sino
que nos vemos empujados sin remedio a querer lo que queremos, ¿de que nos sirve poder
satisfacer unos deseos que no siquiera hemos escogido libremente?
La libertad externa se conoce, también, como libertad política o social, puesto que
factores sociales y políticos son los que más favorecen o entorpecen su presencia. Aunque
la libertad externa puede darse o no, su existencia no resulta problemática. La libertad
interna, en cambio, sí resulta problemática porque podemos poner en duda su existencia.
Analizaremos ahora las posturas sobre la existencia o no de libertad interna.
Consideramos que la existencia de libertad es algo de sentido común, incuestionable La
convicción de que poseemos libertad no deja de ser una creencia y, por muy sólida que
nos parezca, podemos ponerla en duda. Creer que somos seres libres no demuestra que
lo seamos, pues a menudo nuestras creencias son falsas, y además, ¿cómo podemos
estar seguros de que podríamos haber actuado de otro modo, si no lo hemos hecho?
El determinismo es una concepción filosófica que afirma que todo está determinado, es
decir, evidentemente causado. Por lo tanto, niega la existencia de libertad. Para ello se
basa en el principio de causalidad. Según este principio, todo acontecimiento del mundo
esta causado. Consideramos que un acontecimiento C causa el acontecimiento E, si es
imposible que dándose C no se derive E. Según este principio, también las acciones están
determinadas por un factor en cuya presencia se dan inevitablemente. Podemos afirmar
que este factor somos nosotros mismos: yo soy la causa de mis acciones, pues la decisión
que he tomado es la causa de lo que hago. Pero el principio de causalidad afirma que todo
acontecimiento, incluidos acontecimientos mentales, tienen una causa. También mis
decisiones están causadas por un factor, que no controlo y del que no soy responsable,
que hace inevitable que yo tome una decisión.

EL DETERMINISMO

El determinismo dice exactamente esto: no poseemos libertad de decisión. El


argumento determinista puede parecer poco intuitivo, pues resulta más o menos fácil
determinar las causas de acontecimientos naturales, como la caída de las hojas en otoño,
pero resulta muy difícil establecer las causas de fenómenos como mi preferencia por el
color rojo.
Para los deterministas, la razón de que la creencia en la existencia de la libertad
nos resulte tan evidente no es que sea una creencia verdadera. La razón de que
consideremos que nuestras creencias, deseos y elecciones no están causados es la
dificultad de establecer sus causas. Sin embargo, que sea difícil hallar la causa de algo no
significa que carezca de ella. Vemos algunas de las posiciones deterministas.
Determinismo físico: afirma que toda la realidad está determinada y puede explicarse
por leyes naturales. El comportamiento de todos los seres del universo, incluidos los
seres orgánicos, está regido por las leyes fijas y estables de la materia.
Esta concepción se basa en una visión mecanicista del mundo, pues el universo entero
es comparable a una máquina y funciona de forma similar o como lo hace esta (todos los
estados y acciones siguen leyes fijas). Destaca a Pierre-Simone Laplace.
Determinismo genético: el comportamiento de un ser (orgánico) está determinado por
el código genético que lo define: no somos más que la manifestación de nuestrosgenes,
que determinan nuestra constitución física, pero también nuestro carácter y nuestras
acciones concretas. Destaca el zoólogo y etólogo Richard Dawkins, que afirma que los
organismos son interacciones de genes que aseguran la supervivencia.
Determinismo ambiental: no son los genes los que determinan nuestra conducta, sino
los factores ambientales, sean sociales, culturales, familiares, económicos... e incluso
factores educativos y de aprendizaje. Para los defensores de esta postura, es posible
modificar la conducta cambiando la influencia de condiciones ambientales, potenciando
ciertas acciones con refuerzos e inhibiendo otras mediante castigos.
Destaca F.B.Skinner y las corrientes conductistas en psicología.
Determinismo económico: son los factores económicos (formas de
producción, sistemas de vida organización productiva, situación económica...) los que
determinannuestra conducta. La clave de las guerras, los cambios sociales, las
doctrinas religiosas, los estilos artísticos, la organización política... está en el
funcionamiento de la economía. También a pequeña escala, la acción de un delincuente o
de un trabajador está determinada por las circunstancias económicas en las que vive.
Destaca Karl Marx y las corrientes marxistas en sociología y economía política.
Determinismo teológico: defiende la existencia de algo que está por encima del
ser humano y que determina sus acciones. Todo lo que hacemos está ya previsto y
fijado de antemano, ya sea por una hado o destino (como afirman los estoicos), ya sea
por una voluntad superior y divina (como defiende la religión protestante). El ser humano
no es dueño de sus actos, es una marioneta en manos de la divinidad. La voluntad
humana no es tal, pues se encuentra a merced de la voluntad divina.
Destaca Martín Lutero y los teóricos de la teología reformista.

EL INDETERMINISMO

A pesar de la consistencia de los argumentos deterministas, muchos pensadores se


resisten a aceptar esta concepción y sus consecuencias. Así los pensadores de la libertad
alegan que estos han confundido factores condicionantes y factores
determinantes. Factores determinantes: equivalen a las causas de la acción. El
comportamiento humano se considera consecuencia inevitable de factores que él mismo
no controla. Factores condicionantes: equivalen a los motivos de la acción. El
comportamiento humano está influido por factores externos, pero no se considera un
resultado de ellos.
La defensa de la libertad suele conllevar una defensa del indeterminismo, en el
sentido de que nuestras acciones y decisiones no están determinadas sino condicionadas.
Pero defender el indeterminismo en la actuación humana no significa afirmar
la indiferencia Afirmar que nuestras decisiones no están causadas por determinados
factores, como el código genético, la educación o la situación económica, no significa que
nos sea indiferente hacer una cosa u otra, es decir, que no haya nada que nos incline en
nuestras decisiones. Pensar que nuestra acción es indiferente a cualquier factor supondría
pensar que nuestra acción es arbitraria e irracional. Veamos algunos de estos aspectos.
Evidencia de la libertad: la creencia fuertemente arraigada en nuestro sentido común de
que poseemos libertad de elección, ¿cómo puede ser probada? Algunos pensadorescreen
que la pregunta está mal formulada, porque la libertad no necesita
demostración Así, Descartes defiende la evidencia intuitiva de la libertad (considerada un
axioma).
Indeterminismo teológico: frente a la teología reformada, la teología católica acepta la
omnisciencia divina sin negar por ello la capacidad de elección del ser humano: que Dios
sepa de antemano que van a decidir los seres humanos no anula su libertad.
Para Tomás de Aquino es el entendimiento el que mueve a la voluntad a elegir.
Libertad y moralidad: si el ser humano no posee libertad de elección, entonces no
es posible hablar de responsabilidad ni de moralidad: sólo podemos hacer a
alguienresponsable de sus actos si realmente lo es, si ha actuado consciente, voluntaria
y libremente. Poseer libertad de elección y responsabilizarnos de nuestras acciones
nosconvierte en animales morales. En Kant libertad es un postulado de la razón
práctica, pues aunque indemostrable es necesario suponerlo para que la moral sea
posible.
Indeterminismo físico: la mecánica cuántica ha propiciado el florecimiento de una serie
de interpretaciones filosóficas que defienden el indeterminismo de la realidad.
Para Neils Bohr, el determinismo mecanicista, según el cual todo tiene una causa
y responde a una ley precisa y estable, es falso, pues niega la arbitrariedad y el
azar,presentes también en la realidad, al menos a escala atómica: el comportamiento de
los átomos no puede predecirse con total seguridad, ya que su posición y su
movimientosólo pueden ser aproximadamente establecido (siguiendo unas leyes
estadísticas).
Otros autores se han opuesto a esta interpretación de la mecánica
cuántica. Einstein afirmaba que el hecho de que la física cuántica utilizara leyes
probabilísticas no quería decir que las leyes objetivas que rigen el mundo sean, también,
probabilísticas.

LA RESPONSABILIDAD
Intuitivamente, consideramos que la responsabilidad (del latín spondeo,
responder) consiste en la obligación de hacernos cargo de nuestras acciones o de la
ausencia deellas. Esta definición ocasiona problemas tanto a deterministas como a
indeterministas.
Desde el determinismo: se niega la libertad: no hay acción como algo distinto del resto
de los sucesos del mundo, luego lo que llamamos acción es un suceso como otro
cualquiera, caudado y determinado. Desde esta perspectiva, sólo podemos hablar
metafóricamente de responsabilidad, dándole un significado idéntico a causa.
Desde el indeterminismo: diferencia las acciones del resto de los sucesos: éstas son el
fruto de un agente consciente y voluntario que actúa libre y espontáneamente.
Elindeterminista se siente cómodo con la definición de responsabilidad dada: un
agente que escoge libremente entre varias opciones tiene la obligación de responder de
ellas.
Veamos un pequeño ejemplo para dar muestra de lo que estamos queriendo decir: Jesús
es un niño de doce años que va a la escuela municipal de su pueblo. Aunque en el pueblo
todos le conocen, todavía no lo dejan ir solo a la escuela, así que todos los días lo lleva y
lo recoge Marta, su canguro. Un día el novio de Marta la invita a ir al cine, aunque sabe
que a las cinco de la tarde su novia tiene que ir a buscar a Jesús. Marta llama a Isabel, la
madre de Jesús, y le dice que se encuentra mal y que no podrá recoger a su hijo. Isabel la
tranquiliza y le dice que no se preocupe, que ella misma lo recogerá. Pero tras hablar con
ella, Isabel recuerda que tiene una reunión importantísima con un cliente que viene
expresamente de otra ciudad para verla. Consciente de que no puede anular la reunión,
decide llamar a Paco, su marido. Isabel y Paco discuten por teléfono, ninguno de los dos
está dispuesto a ceder, ya que sus obligaciones les parecen más ineludibles que las de su
cónyuge. Aunque no llegan a un acuerdo, ambos cuelgan el teléfono convencidos de que,
como ha ocurrido otras veces, el otro cederá e irá a buscar a Jesús. A las cinco, Jesús
sale de clase, pero nadie ha ido a buscarle. Después de esperar un rato por si Marta se ha
retrasado, decide ir solo a casa. Por el camino, un conductor bebido se salta un semáforo
en rojo y lo atropella.
¿Qué significa responder de una acción? ¿De que debemos sentirnos responsables? De
todas las acciones que realizamos tras decisión consciente, voluntaria e intencional. Pero
las cosas no son tan sencillas, pues algunas de estas acciones tienen consecuencias no
previstas. El interés está en si también pueden pedirse responsabilidades por estas
consecuencias. Para algunos autores no, puesto que no son propiamente acciones, ni
nada que escojamos libremente. Pero la forma en que atribuimos responsabilidades
cotidianamente no se ajusta a esta consideración. Y es que, de alguna manera, tenemos la
obligación de prever las consecuencias de nuestras acciones, y atropellar a alguien si
conducimos bebidos es bastante previsible. Otras veces, en cambio, no está tan claro si el
agente debiera haber previsto las consecuencias de su acción.

LA ACCION MORAL

Como afirmó Erich Fromm, en el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el
objeto de su arte. Dicho de otro modo: desde su libertad, el ser humano se hace a sí
mismo, es constructor y construcción a un tiempo. Precisamente este carácter libre y
abierto de la acción es lo que hace al ser humano responsable de sus actos, y constituye
también la base del carácter moral que posee en exclusividad.
La palabra moral (del latín moralis) deriva del término mos, que significa costumbre.
En cada pueblo, al igual que en cada individuo, existen multitud de costumbres
(mores) que regulan la vida cotidiana. El conjunto de estas costumbres constituye la moral
de un pueblo o un sujeto. En relación con este significado, podemos definir el
término moral como el conjunto de las normas que regulan la acción individual o colectiva
correcta.
Sin embargo, es preciso matizar esta definición, distinguiendo dos formas de entender eso
que llamamos moral. Aranguren y Zubiri, dos prestigiosos filósofos españoles, han hecho
popular la distinción entre moral como contenido y moral como estructura.
Moral como contenido: este sentido de moral coincide con la definición que hemos dado
antes. Se refiere al contenido concreto de una moral, a las normas y principios que,
según una comunidad o persona, regulan el comportamiento correcto. La moral es un
corpus que puede tener como contenido las siguientes normas: respetar a
los padres, proteger a los hijos, decir la verdad, ser honestos con los demás… Moral
como estructura: en este sentido, la moral es un rasgo constitutivo de la naturaleza
humana. Nuestro carácter abierto nos empuja a definirnos constantemente en las
elecciones y los actos que realizamos. Estos son fruto de una voluntad libre que tiene la
posibilidad de escoger, pero también, la obligación de hacerlo, y siempre de acuerdo con
las normas asumidas o en contra de ellas. Ante una situación concreta, y ante la urgencia
de actuar, el ser humano debe decidir: no está en su mano abstenerse, pues eso mismo
constituye una decisión. La libertad no nos permite no elegir; es decir, no se puede elegir
no ser libre o no ser moral. De esta manera, el ser humano puede ser moral o inmoral,
pero no amoral, pues posee una serie de normas concretas de acción (moral como
contenido) pero también se encuentra obligado por su libertad a acatarlas o no (moral
como estructura).
Los hábitos (o costumbres) son ciertas tendencias a actuar de un determinado modo ante
situaciones similares. El conjunto de hábitos de una persona constituye su caráctero
forma de ser, es decir, los rasgos que lo distinguen de otros y que es posible observar en
las acciones concretas. Aunque nacemos con unas predisposiciones concretas, nuestro
carácter se forma por la repetición de acciones similares. El carácter no es algo que nos
venga definitivamente dado, sino algo que vamos construyendo lenta y constantemente
con nuestro hacer cotidiano. Una vez el carácter se ha formado, este influye y condiciona
fuertemente nuestras acciones concretas, y la corrección o incorrección de estas. Cuanto
más asimilado está el carácter, más difícil es llevar a cabo acciones de signo contrario a
las que habitualmente solemos desempeñar.

LAS NORMAS MORALES


Una norma es una regla que establece cómo debemos actuar para adecuarnos a lo que
pensamos que es preferible, es decir, a lo que creemos que debería ser. Por lo tanto,
pertenecen al ámbito de lo que debería ser y no al de lo que en realidad es.

SER DEBER SER


característica Todo aquello que existe, que Todo aquello que,
se da efectivamente aunque no sea de
hecho, debería ser, ya
que es mejor o más
beneficioso
Ámbito Natural Moral
Modo de Descripción: Norma:
expresión enunciados en modo enunciados en modo
indicativo imperativo
Carácter Descriptivo Obligativo
Ejemplo Pepe humilla a su hermano ¡Protege y cuida a tus
menor delante de sus amigos hermanos menores!
Quizá la característica más definitoria de cualquier tipo de norma, sea moral, jurídica o de
circulación, es el carácter de obligatoriedad que conlleva, carácter que no debe
interpretarse como la necesidad inevitable de que la norma se cumpla (como pasaría con
las normas físicas), sino que debe ser entendida como una orden que nos obliga a hacer lo
que ella postula. Por paradójico que parezca, la obligatoriedad de la norma moral
presupone la libertad de elección del ser humano. La norma Debes decir la verdad sólo
tiene sentido si tengo la posibilidad, la libertad, de hacer lo contrario, mentir. La norma, y la
obligación que esta comporta, surgen de la libertad, que nos permiten acatar o
desentendernos de lo que esta nos manda.
Las normas morales tienen una dimensión social y una dimensión personal. Dimensión
social: todas las comunidades poseen un código de normas que regulan la forma en que
sus miembros han de actuar y relacionarse, sea de forma explícita en códigos legales,
que constituyen el derecho positivo de esa comunidad, sea de forma implícita en los usos
y costumbres de esa comunidad.
Dimensión personal: a diferencia de otro tipo de normas, las normas morales no solo
exigen su cumplimiento, sino una convicción interior del sujeto: es necesario que el sujeto
moral reconozca la norma como suya y no como impuesta socialmente.
La conciencia moral es la instancia que asume y asimila estas normas, y es la que, en
último término, juzga la corrección e incorrección de la actuación de uno mismo.

LOS VALORES MORALES

Según Lawrence Kohlberg, la madurez moral se alcanza cuando existe conciencia y


reconocimiento de que las normas que deben asumirse se justifican o legitiman en virtud
de principios o valores universales. Casi todos los filósofos dedicados a la ética suelen
coincidir en que los valores son lo que, en última instancia, hacen que unos
comportamientos sean correctos y otros, en cambio, no. Parece, pues, que las normas
morales son tales porque apelan a unos valores que las trascienden (están más allá), pero
que en definitiva son lo que les da sentido.
Aunque el término valor surge en el ámbito económico para referirse a aquello
que valía o tenía un precio, rápidamente se extendió a todos los campos de la actividad
humana. Así, hablamos de la belleza de una obra de arte (valor estético), de la santidad de
una persona (valor religioso), de la justicia de una ley (valor jurídico)... pero sobre todo,
hablamos de la bondad de una persona o un acto (valor moral). Todos los valores: Tienen
polaridad: a todo valor, entendido como algo valioso (y por tanto deseable), le
corresponde un valor negativo o desvalor. Todos los valores se constituyen en parejas de
opuestos en las que uno tiene carácter positivo y el otro carácter negativo: a la belleza le
corresponde la fealdad; a lo justo, lo injusto; a la bondad la maldad... Tienen carácter
ideal: los valores, en tanto que fines u objetivos de las normas, señalan nuestros ideales,
lo que creemos que es valioso y digno de alcanzarse. En este sentido, pertenecen al
ámbito del deber ser (lo preferible), no al que de hecho es: la norma No debes
matar señala un valor, aunque existan maltratos, vejaciones...
Nos sólo hay una disonancia entre lo que es y lo que debería ser, sino también entre lo
que las personas de distintas culturas y épocas consideran valioso y digno de darse.
Aunque todas las culturas tienen un conjunto de normas que reflejan sus valores, hay
numerosos indicios de que estos varían de una cultura a otra. Por ello, muchos autores
han cuestionado la universalidad de normas y valores, y han sostenido que son subjetivos
y particulares de cada época o grupo humano. Sin embargo, ya hemos dicho que una cosa
es el plano de lo que es y otra, muy distinta, el de lo que debería ser. Por esta razón, otros
autores defienden que no todo lo que de hecho se considera un valor en realidad lo es. Por
lo tanto, la diversidad de valores en el plano de lo que es no demuestra que esta
diversidad también se de en el plano de lo que debe ser.
¿Son los valores objetivos o son sólo apreciaciones de una persona o grupo
social? Teoría objetivista: los valores son cualidades o propiedades que están en
las cosas, por tanto, son objetivos: no los inventa el ser humano, sino que los descubre en
lo que le rodea. Max Scheller es uno de los filósofos que más ha defendido esta idea:
aunque los valores no pueden identificarse con los objetos valiosos si residen en
ellos Teoría subjetivista: no existen cosas valiosas en sí mismas ni valores objetivos y
universales: que algo sea considerado un valor depende de la apreciación subjetiva de
cada persona o grupo cultural. Afirma Jean-Paul Sartre que el ser humano es un ser libre
e indeterminado y está condenado a inventarse sus propios valores y normas

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