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Ese día llegue al jardín de Infantes donde trabajo, llena como todos los
días de ideas, planificaciones diarias, planificaciones didácticas y planes
anuales y proyectos y secuencias y…..y ….. pero claro cuando arribe me
encontré con niños y niñas cargados de historias, de juegos, de
canciones recolectadas en una publicidad, de miedos, de vivencias y de
ganas de vivir, que me hicieron dudar si todas aquellos planes que yo
tenía tan bien escritos, tan encuadrados dentro del diseño, respondían
aunque sea remotamente a lo que ellos esperaban de mi, a sus reales
deseos, me pregunte si no estaba pasando por alto algo, algo que yo no
quería escuchar, porque escuchar significaba dejar de lado todos mis
proyectos y avanzar hacia un lugar desconocido, al menos eso era para
mí.
Subiendo al avión, uno de los niños era el piloto, otro copiloto, había
dos azafatas y todos los demás pasajeros. El avión volaba sin problemas
cuando una tormenta muy fuerte lo hizo tambalear y termino cayendo a
la selva. Hubo bomberos, médicos, ambulancias, pocos heridos, pero
muchos descompuestos por los movimientos del avión. El juego
dramático duro aproximadamente unos 20 minutos, luego del juego nos
tomamos un tiempo de reflexión para ver si nos había gustado, que no
había gustado más, como nos habíamos sentido, todos estaban muy
entusiasmados entonces como estaba tan bueno, para repetir sus
palabras, les sugerí que podríamos escribirlo si ellos me lo dictaban
para que después sus padres lo pudieran leer.
Al bajar del avión ya no eran los mismos niños, la experiencia los había
transformado, tenían cosas que contar, el relato fue de realización
colectiva, porque todos los niños participaron, hasta la mas tímida y el
mas retraído, pudieron expresarse la experiencia había tocado su ser y
debían contarla. Luego entusiasmados siguieron produciendo con masa,
crikos y rastis hermosas realizaciones a continuación algunas fotos de
ellas.
Al día siguiente ofrecí a los niños si querían realizar los dibujos para
que hiciéramos un libro de cuentos a partir del relato. Algunos
dibujaron aviones, otros jirafas, otros piedras, otros leones y luego
hicimos un collage con esos dibujos para formar las hojas del libro de
cuentos.
Bueno a veces tenemos miedo de dejarnos llevar, tenemos miedo de
perder el control, porque así nos han enseñado, pero animarse a
cumplir otros roles puede ser muy enriquecedor para nuestros niños,
pero sobre todo también para nosotras. Animarnos a mirar la educación
desde otro lugar, donde no seamos depositarias del saber, sino que
podamos ir construyendo junto a nuestros niños otros saberes, otras
formas, menos rígidas quizás, más humanas diría yo. Al fin de cuentas
de que otra cosa se trata la educación, sino de poder dar herramientas
para descubrir, nuestro mundo, otros mundos y nuestro interior. Yo
sabía que adentro de mis niños había palabras, yo sabía que tenían
historias guardadas, solo teníamos que animarnos a escuchar para que
salieran