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SINOPSIS

Dorian Dawson, es un chico con clase, prejuicioso, de pronombre y que acaba


de culminar su carrera administrativa en la universidad de Seattle. Es
vegetariano, aborrece la lluvia, detesta las sorpresas y le indigesta la
efusividad.
Todo apunta a que odiaría a una chica como Saedy Fuller; quien ama la carne,
adora la lluvia, le encanta las sorpresas y destila azúcar.
Todos dicen que los opuestos se atraen…
Dorian y Saedy demostrarán que los vegetales combinan bastante bien con un
filete, que una sorpresiva lluvia puede ablandar el acero y que nadie en el
mundo está a salvo del amor.
Ni siquiera Dorian Dawson.

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“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad.
Todo los sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”

1era de Corintios; 14: 4-7

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“Antes de comenzar a relatar una historia en donde yo soy uno de los
personajes principales, en donde me muestro como un humano y un inhumano
la mayoría de las veces; debo recordarles que en algún momento de sus vidas,
también hicieron miles de estupideces de las cuales se arrepienten o con las
cuales simplemente aprendieron a vivir. Apenas la conocí, me di cuenta de
que el cuerpo no era más que un medio para expresarse. El cuerpo no servía de
nada sin un alma y sin un espíritu. De alguna manera, el cuerpo impedía llegar
más allá de lo establecido. Éramos ella y yo en espíritu, alma y cuerpo. No
soportaría vivir en este mundo sin Saedy y sin sus tres partes. No permitiría
que el mundo la arrebatara de mí. Haber conocido a Saedy fue un regalo de la
vida. Un regalo de Dios. Haber conocido a Saedy me recordó que tan humano
soy. Allí fue cuando comprendí que podía ser cualquiera, menos Saedy”

Dorian Dawson

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CAPITULO 1

Dorian

Los matrimonios dentro de mi apellido contaban como un contrato. Al decir


“Sí” aceptabas los términos y condiciones; lo que por ende aumentaba tus
acciones e incrementaba tu popularidad en el mundo de los negocios. Los
sentimientos quedaban en un segundo plano cuando en el medio se encontraba
el futuro de un imperio. La vida de un hombre dentro del apellido Dawson
tenía más desventajas que la de cualquier cromosoma masculino en la ciudad
de Seattle. Bajos perfiles, entornos limitados, relaciones por conveniencia y
amigos selectivos. Esas eran unas de las pocas cosas que estaban en la lista de
la familia Dawson. Como también requería haber nacido como un
espermatozoide notablemente apuesto. La presencia y elegancia no podía
faltar en la lista familiar. El peso de un imperio caía sobre mis hombros. Esas
siempre habían sido las palabras de mi padre; palabras que no refuté en ningún
momento, porque me gustaba mi vida. Todo corría como agua en el manantial.
El poder y la autoridad no eran tan repulsivos cuando se encontraban en tus
manos.

Recordé eso mientras tomaba una copa en el mini bar y observaba con
minuciosidad a la atracción principal de la noche. Saedy Fuller. Acababa de
cumplir sus veinte años y los señores Fuller le habían organizado una
celebración por todo lo alto. Lo único bueno de aquel lugar, era la música,
One Night Alone de Winter Park, sonaba de fondo. El resto apestaba a
frivolidad. Por la expresión de la pequeña, deduje que no era al único que
parecía molestarle. Saedy era una jovencita pálida y llena de grotescas pecas.
La conocía desde mi infancia. Era la chica que mis padres habían seleccionado
para ser la futura coheredera de los Dawson. ¿Por qué tuvo que ser ella de
todas las mujeres de Seattle? Les cuestioné a mis padres. Y siempre pensé que
la elección no podía haber sido más errónea. En ese pequeño cuerpo no había
ni una pizca de malicia. Era demasiado humana como para sobrevivir en el
mundo de los Dawson. Su pequeño mundo rosa se vendría abajo en cuanto las
cosas se tornaran turbias.

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A pesar de que llevaba escuchando su nombre toda mi vida, prácticamente la
conocí a mitad de una cena familiar un par de meses atrás. Había llegado
empapada de pies a cabeza. Su excusa fue: “Adoro la lluvia”. Y nos regaló
una gigantesca sonrisa mientras se acercaba a nuestra mesa y dejaba las
huellas de fango por todo el lugar. Recordaría esa noche por el resto de mi
vida. Y si fuera posible también la siguiente. Su cuerpo no estaba creado para
llevar joyas o un vestido costoso. Mis pupilas se dilataban incómodas al verla.
“Un tren pintado de color rosa… un elefante vestido de traje”. Eso pensé
mientras la escudriñaba. Momentáneamente cruzamos miradas. Sus ojos eran
tan claros como la espuma de mar. El contraste con su corto y rubio cabello la
hacía ver como una especie de criatura mítica. La palabra exacta sería
andrógina. Una belleza diferente, pero sin dejar a un lado un brillo cínico.

―¿Eres Dorian Dawson?

Me preguntó una morena alta de ojos verdes. Llevaba un vestido con escote
pronunciado. Hecho específicamente para atrapar miradas lascivas.

―No ―me limité a responder.

La testaruda mujer se posicionó aún más cerca e insistió en seguir


incomodando.

―Ya había escuchado que tenías una lengua venenosa―soltó las palabras
junto con un suave bufido.

La miré sin titubeos. Eran muy pocas personas las personas que se atrevían a
hablarme de manera directa, y mucho menos sin adornar sus palabras. A la
morena le brillaron los ojos. Ella sabía que había logrado captar mi atención,
aunque fuera por simple curiosidad.

―Jenna Campbell… ese es mi nombre―me tendió la mano en espera de una


respuesta.

―Creo que no será necesario que me presente, puesto que ya sabes muy bien
quién soy yo―le devolví el apretón. Su saludo era firme. Una mujer que sabía
muy bien el terreno que pisaba.

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―Sólo lo que he oído de otros. No me gusta quedarme con la opinión ajena.
―pidió un coctel suave, y me dedicó un guiño antes de alejarse con un grupo
de chicas que la esperaba a mitad de salón con pinta de querer exprimirle hasta
el último detalle.

Si tan sólo mis padres hubieran escogido a alguien así. Pensé.

La intención de Jenna había sido dejar una huella. Intentar no pasar


desapercibida una próxima vez. Y lo había logrado.

La familia Fuller seguía dando su discurso sobre lo orgullosos que se sentían


de su única y hermosa hija. Pero conforme el discurso avanzaba a Saedy se le
hacía más difícil mantener la postura relajada. Sus manos estaban entrelazadas
con fuerza y sus labios fruncidos. Evitaba mantener cualquier tipo de contacto
visual conmigo. Ella sabía muy bien de qué iba todo aquello y cuál era mi
papel en aquel lugar.

―… Quiero felicitar públicamente a mi florcita, mi única y adorable hija,


Saedy ―inició un nuevo ataque de besos paternales―. Ya es toda una mujer.
Marissa y yo estamos muy orgullosos de ella.

El público murmuró algunos dramáticos diálogos y culminó en aplausos.

―Ha sido una bendición para nuestras vidas. Y por eso lo que voy a decir, es
aún más difícil para mí, de lo que pude llegar a imaginar algún día ―algunas
lágrimas escaparon de sus cansados ojos―. Hoy, será una velada memorable
para mí y la familia Dawson… ―aclaró su garganta antes de continuar―
Dorian, puedes venir acá, muchacho.

No me tomó mucho tiempo dejarme llegar hasta el trio familiar. Hubiera sido
un crimen ignorar las diferentes tonalidades de rosa a rojo que sufrió el rostro
de la pequeña rubia.

―Esta noche, tengo la dicha de entregar a mi única hija en matrimonio a la


familia Dawson. En tres meses todos seremos una sola familia.

Una nueva ronda de aplausos se inició en el gran salón. Estuve a punto de


reírme descaradamente de la patética escena. Todos sabían que se trataba de
un matrimonio arreglado; que lo único que nos importaba a los Dawson eran

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las acciones de la pequeña hija. Pero todos seguían aplaudiendo y sonriendo.
Todos menos Saedy. Nadie más que yo fue testigo de los segundos que
transcurrieron antes de que ella se viera obligada a forzar una sonrisa. Sus
manos empuñadas y la garganta seca. Siempre mantuvo la mirada fija y dura
para así evitar que las lágrimas escaparan, dejándola en una evidente
vergüenza.
―Relájate… pronto acabaremos con el espectáculo ―le susurré al oído y
tomé su mano con firmeza.
Saedy, temblaba.
Obtuve como respuesta un centenar de pestañeos.
―¿Qué… qué dices? ―se atrevió a preguntar. Parecía estar realmente
sorprendida de que me hubiera dirigido a ella.
Su voz era tan aniñada como su apariencia.
―Que te relajes. No voy a comerte. Pero si te muestras débil, ellos sí que lo
harán. Ahora, haz exactamente lo que voy a decirte.
Dudó y luego asintió.
―Bésame.
Saedy retomó el pestañeo.
―¡Hazlo! ―dije entre dientes. Perdería la paciencia en cualquier momento.
La audiencia seguía en espera de las palabras de los nuevos comprometidos.
Los flashes de las cámaras se disparaban con rapidez hacia nuestra dirección.
Y la respuesta de Saedy seguía atrapada en sus labios. Deseé que a ella
pudiera sucederle lo mismo que a mí; ser poseída por algo o alguien, pero
dejarme en ridículo frente a toda aquella audiencia no era la opción. Intenté
hacerle llegar el mensaje con la mirada y recordarle cuánto se estaba jugando
en aquel lugar. Un imperio y una carpeta llena de muchas acciones a punto de
multiplicarse.
―Tonta… ―solté entre un bufido.
Finalmente subió la vista. Su mirada estaba cargada de algo insostenible.
Posiblemente odio. Mis palabras la habían hecho reaccionar de alguna manera.
Nunca pude adivinar lo que pasaba por la mente Saedy en ese pequeño
intervalo de tiempo; porque de un momento a otro sólo pude sentir sus labios
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apresando los míos. Suaves y con sabor a desafío. Así eran los labios de
Saedy.

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“Las lágrimas jamás serán compatibles con el fracaso. Ellas sólo
serán testigos del triunfo”.
Dorian Dawson.

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CAPITULO 2

Saedy

En mis cumpleaños siempre hubo un pastel gigante, cientos de personas,


regalos por doquier. Mis padres siempre me preguntaban qué era lo que más
deseaba para mis cumpleaños; cualquier cosa que saliera de mi boca ellos
conseguiría a toda cuesta. Pero nunca pudieron regalarme lo que les pedí ni en
veinte años. Un cumpleaños normal. Uno mío y no para la audiencia. No era
mucho pedir. Pero fue imposible de conseguir.

Antes de salir a la vista de todos los invitados, me cercioré de verme como una
chica. Ajuste mi vestido color ocre y alisé un poco mi cabello. Efectivamente
me veía como una chica, pero algo desadaptada y frustrada. El dinero no había
logrado hacer de mí una mujer. Cualquiera que dijera que el dinero podía
cambiar la vida de las personas estaba equivocado. Mi tez era tan pálida como
el marfil. Y mis ojos demasiado claros para disimular mi apariencia fantasmal.
La poca imaginación que tenía a la hora de reinventarme se reflejaba en mi
cabello: rubio, plano y corto. Yo era predeciblemente rubia.

―¡Feliz cumpleaños, cariño!

Mi padre besó mi mejilla. Miré hacia él y sonreí.

―Gracias, papá. Es el mejor cumpleaños de todos ―mentí.

Los señores Fuller se veían bastante orgullosos de su única hija. Por lo que
siempre mentí. Me volví una experta en el arte de la mentira. Fingir felicidad
fue mi especialidad por años. Pero al menos ellos eran felices. Y entonces sólo
continué fingiendo. Todo resultaba más fácil cuando me sumergía en el papel.
Cuando aceptaba mi destino y dejaba de quejarme. Había personas en peores
situaciones que yo. Y eso lo descubrí en cuanto conocí a Dorian Dawson.

El hijo de los Dawson siempre fue conocido por ser la peor de las calañas.
Una basura con nombre de príncipe y alma podrida. Y él nunca dio pie para
que el resto de la humanidad pensara lo contrario. Siempre se esforzó por
mostrar su falta de humanidad. Yo tampoco me escapé de su venenosa lengua.
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Y aunque viniendo de mí lo que diré a continuación, se escuche un poco
contradictorio a mi personalidad, la verdad, era que Dorian Dawson me
gustaba. No había nada que me excitara más que la realidad. Y Dorian
Dawson era un hombre real; sin miedo a mostrarse tal cual era. Tan seguro de
sí mismo que atraía multitudes. Desde muy niña se convirtió en mi pequeña
obsesión. Fui testigo de sus cambios hacia la pubertad y finalmente hasta
convertirse en un verdadero hombre. Alto, fuerte y bronceado. Ojos
pecadoramente verdes. Sonrisa de infarto y cabello de un codiciado color
caramelo. Fui cómplice de su crecimiento y hasta de su intolerancia al resto de
la humanidad. Dorian Dawson resultaba tan diferente a mí que deseaba ser
como él.

…Ahora, dentro de un par de meses me convertiría en su esposa. Sería la Sra.


Dawson. Años atrás hubiera dado brinquitos de felicidad. Estaría cumpliendo
el sueño de mi adolescencia, pero nada resultó como siempre lo imaginé. No
era la princesa. Él no venía a mí con flores en sus manos cada fin de semana,
no me enviaba mensaje de amor todas las noches ni tampoco me despertaba
con unos buenos días repletos de corazones. La realidad era otra. Dorian
Dawson me despreciaba. Nuestro matrimonio era único y exclusivamente de
conveniencia.

―Te está mirando… ―mi madre susurró en mi oído.

Marissa Fuller, sonreía como nunca. Desde que nos declaramos en banca rota
su humor se había ennegrecido, pero a unas semanas antes de la celebración
de mi cumpleaños, su aura volvió a resplandecer. Derrochó el poco dinero que
nos quedaba en la vanidosa celebración, a pesar de que dije mil veces que no
quería una fiesta. Guardar las apariencias siempre fue más importante para ella
que hasta su propia hija. Cualquiera que pudiera sostener su mirada por más
de tres segundos, entendería lo que quise decir.

―Intenta no verte tan desesperada mamá… ―me avergonzaba su actitud.

―Lo digo en serio, cielo. Realmente creo que de verdad le gustas.

―Le gustan nuestras acciones, no te engañes a ti misma.

―No lo eches a perder ―resopló, molesta.

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Antes de dar la vuelta y volver a interactuar con la frívola audiencia, me
dedicó una de sus miradas desaprobatorias. De esas que solía lanzarme cuando
no le gustaba lo que veía. La que usaba para demostrarme lo mucho que me
usaba y lo poco que le importaba como me sentía.

Los invitados se aglomeraron al centro del gran salón. Los señores Fuller
sonreían incontrolables. Permití que mis labios los acompañaran en el gesto y
le sonreí a la audiencia. Todos miraban al trio familiar con hipócritas
expresiones de felicidad. Por más que intentaba verlos de una manera menos
crítica se me hacía aún más imposible. Estaba convencida de que fui cambiada
en el cubículo de bebés recién nacidos, porque de otra manera no le
encontraba explicación a mi constante rechazo por todo aquello.

―Primero que nada quiero agradecer la presencia de todos ustedes en una


noche tan especial como esta. Sé que la ocasión principal es celebrar el
cumpleaños número veinte de mi querida hija. Pero también para darles una
muy buena noticia ―papá tomó mi mano y la besó con ternura―. ―Esta
noche, quiero felicitar públicamente a mi florcita, mi única y adorable hija,
Saedy ―inició un nuevo ataque de besos paternales―. Ya es toda una mujer.
Marissa y yo estamos muy orgullosos de ella. Ha sido una bendición para
nuestras vidas. Y por eso lo que voy a decir, es aún más difícil para mí, de lo
que pude llegar a imaginar algún día ―lágrimas escaparon de sus ojos. Era la
primera vez que veía llorar a mi padre en mucho tiempo. Sentí un nudo en la
garganta. ―. Hoy, será una velada memorable para mí y la familia Dawson―
miró hacia la multitud en busca del susodicho―. Dorian, puedes venir acá,
muchacho.

Dorian apareció entre la multitud.

Infinidades de veces lo imaginé a mi lado. Viniendo a mí con flores en sus


manos y una hipnótica sonrisa. Caminando juntos en un parque tomados de la
mano. En una romántica cena a la luz de la luna. Pero no así. No en medio de
una multitud que me asqueaba y mucho menos con esa expresión amarga. No
de esa manera.

Los aplausos se reanudaron. Las falsas sonrisas volvieron a formar parte de la


decoración. Felicitaciones navegaban en el ambiente. De un momento a otro

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estuve consciente de que seguían inmóvil. El cuerpo dejó de responder en
algún intervalo de tiempo. El aliento volvió a inundar mi sistema al instante
que la mano de Dorian apresó la mía.

―Relájate… pronto acabaremos con el espectáculo ―me susurró al oído.

Frío.

Calor.

Miedo.

Todo recorrió mi cuerpo en menos de un segundo.

―¿Qué… qué dices? ―finalmente recordé como usar los labios.

―Que te relajes. No voy a comerte. Pero si te muestras débil, ellos sí que lo


harán. Ahora, haz exactamente lo que voy a decirte.

Lo miré directo a los ojos en busca de algo contrario a los que su boca soltaba.
En todas mis fantasías en las cuales incluía tener una banal conversación con
Dorian, ninguna se acercaba a esta. En ninguna me trataba como muñequito
moldeable. No parecía estar jugando, por lo que asentí poco convencida.

―Bésame―dijo.

Sufrí algo parecido a un choque en ese momento. ¡Bésame! Esa palabra no


tenía ningún significado en mi cerebro. Dorian estaba usándome. Quería
darles a todos lo que ellos esperaban.

―¡Hazlo! ―apretó la mandíbula con fuerza.

Dorian Dawson esperaba que participara del juego.

Siempre creí que podía ser capaz de sacar a la superficie lo poco que quedaba
de alma en su cuerpo. La única cosa que me mantenía de pie frente a ese lugar,
era esa pequeña esperanza, que al casarme con él quizás alguna chispa de
cariño podía renacer de su parte hacia mí. Nunca renegué de mi destino a
causa de él. Pero en ese momento maldije la hora que me enamoré de Dorian
Dawson. Él no tenía alma. ¿Entonces que rescataría? ¿Qué quedaba para mí?
¿Por qué sacrificaría mi libertad?
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―Tonta… ―soltó en tono burlesco.

Lo supe. No era más que un peón para los Dawson. Y yo valía más que un
puñado de acciones. Enterraría mis sentimientos y desterraría a la mujer con
dignidad que sabía existía muy en mi interior. Lo miré a los ojos y él hizo lo
mismo. Sus ojos me desafiaron y yo asumí el reto.

Lo besé.
Lo hice sin pensarlo; dado que si lo hacía flaquearía en el intento. Le
demostraría que no era un peón. Saedy Fuller no era la pieza débil en el
tablero. No era manipulable ni desechable. Y me encargaría de manifestárselo
en aquel beso.

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“El corazón del ser humano puede llegar a ser tan frágil como el
cristal o tan resistente como el acero. Todo depende de que tan
grande es nuestro orgullo”
Saedy Fuller

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CAPITULO 3

Dorian

Tomé un sorbo del té negro que la secretaría había depositado en mi escritorio


y me enfrasqué en el nuevo proyecto de la empresa. Trabajamos en un nuevo
plan de seguros. Mejorar la calidad de vida de las personas de Seattle y el
resto de las ciudades que recorrían los Estados Unidos. A eso nos
dedicábamos los Dawson. Gracias a eso creamos nuestro propio imperio,
escalando en la lista de los más codiciados en el mundo de los negocios.

Después de haber culminado con mi carrera administrativa, la familia decidió


que ya era hora de completar el proceso de mi cronometrada vida.

La noche anterior se había cerrado el trato y finalmente la novia fantasma


dejaría de ser un fantasma y formaría parte legal dentro de mi apellido.
Aunque odiara la idea, más odiaba que la empresa pasara a manos de mi
hermano mayor, Marcus, quien me despreciaba aún más de lo que yo lo hacía.
Podía oler su odio hacia mí. Sus grandes ojos verdes y cuerpo delgado, no
podían engañarme. Él sencillamente me odiaba. Los últimos tres años los
había dedicado a menospreciar mi trabajo en la empresa. Su desdicha e
infelicidad se la cobraba con cualquiera que intentara subir un escalón por
encima del suyo. Y ahora, yo había logrado una meta más de las lista
Dawson’s con el favorecedor matrimonio; motivo por el cual su despreció
incrementó. Estaba preparado para el infierno que me esperaba junto a él por
los siguientes años.
La puerta de la oficina se abrió sin previo aviso. Supuse de quién se trataba sin
siquiera levantar la vista del ordenador.
―Felicidades por el compromiso ―dijo al momento que se sentó en la silla
frente al escritorio.
Si no lo conociera hubiera pensado que había sido sincero.
―¿A qué viniste?
―Creo que acabo de felicitarte, hermanito. No seas tan arisco ―me quitó el
bolígrafo que sostenía en la mano y comenzó a jugar con él―.
Lamentablemente no pude asistir al cumpleaños de tu prometida. No quería

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perderme el show. Ha crecido mucho, ¿cierto? Ya no es una niña. Es muy
atractiva.
Era cierto. Ya no era una niña. Y para ser honesto, Saedy poseía un innegable
atractivo que resultaba casi imposible de pasar por alto. Tenía la favorecedora
apariencia de un siervo; dulce e inocente. Ni siquiera Marcus pudo escapar de
su hechizante aspecto. Pasar por su lado y no voltear a mirarla podía
catalogarse como un crimen. Nadie con una apariencia tan inusual pasaría por
alto.
―Si era sólo eso lo que viniste a decirme, entonces, ya puedes retirarte ―lo
miré a través de mis pestañas―. Tengo mucho trabajo pendiente.
―Cualquiera que te escuche, pensaría que es verdad ―tomó el té que sobraba
en la taza y lo terminó―. Todos aquí sabemos que el trabajo fuerte lo hago
yo, pero tú eres el que se siente detrás del escritorio. No es muy justo que
digamos.
―La vida no es justa. Ya tienes treinta años, eso deberías de saberlo a estas
alturas.
Soltó una risa ronca. Fingida―Y tú apenas tienes veintiséis. Ni siquiera sabes
nada― colocó la taza de nuevo en su lugar con exagerada fuerza. Estaba claro
que mis palabras le dolían más de lo que me dejaba ver―. Albert cree que
mantenerte a ti en la presidencia mantendrá el negocio bajo perfil― (Marcus,
acostumbraba a llamar a nuestro padre por su nombre) ―Él te escogió
porque eres débil. Puede manipularte a su antojo. Eres un ratón de laboratorio
en sus manos. Te casarás con una infanta porque él así lo quiere.
Mi pecho se contrajo. Sabía de sobra que mi padre era un dictador desalmado.
Y por más que intentara odiarlo, no podía. No podía porque yo era igual que
él. Había heredado su podrida esencia y con el tiempo empeoraba. Marcus era
rebelde y nunca doblegaba. Envidiaba su coraje a pesar de que su alma no
estaba ni un poco limpia. Indudablemente era peor que mi padre y yo juntos.
Y ese era el único motivo por el que la compañía cayó en mis manos y no en
las de él. Marcus tenía razón. Yo era manipulable.
Sonreí manteniendo una postura neutral. A pesar de que mi sangre hervía bajo
aquel traje gris ceniza. No le demostraría lo mucho que me afectaban sus
palabras―. Como siempre fue un gusto tener un debate de poder contigo. Es
lamentable que siempre estés sentado del otro lado del escritorio. Eso nos da a
entender quién mantiene las riendas en el asunto.

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―No por mucho tiempo―hablo con la seguridad que siempre lo
caracterizaba―. Me darás el placer de cederme la compañía con tus propias
manos. Será algo que disfrutaré muchísimo.
Con el repetitivo discurso salió de la oficina.
Me derrumbé en el asiento segundos después. Rebané mis sesos pensando en
una manera de distraerme del mal trago que acababa de pasar. Dejar que sus
palabras me afectaran de tal manera era concederle la victoria.
Automáticamente me arrojaría a su trampa. Y yo no iba a permitir que eso
sucediera.
El teléfono sonó.
Lo tomé.
―Señor, tiene una llamada en la línea dos. Es la Sra. Fuller―Victoria, mi
secretaria informó.
―Gracias, Victoria, la tomaré en seguida.
Las llamadas de la Sra. Fuller, fueron muy frecuentes durante semanas. Tan
pronto su cuenta bancaria descendía, ella luchaba por mantener a flote el
compromiso. Su codicia no me sorprendía en lo absoluto. Lidiaba con
personas como ella prácticamente a diario. Hacer feliz a una mujer como
Marissa Fuller, era demasiado fácil.
―Habla el Sr. Dawson. ¿En qué puedo ayudarla esta vez, Sra. Fuller?
―¡Oh, mi yerno favorito! Mi hija y yo estamos bien, gracias por
preguntar―respondió con entusiasmo fingido a una pregunta inexistente.
Deduje que Saedy se encontraba a un lado, ya que había traído a colación su
mención sin ningún sentido.
―Tu padre me llamó hace un rato, recordándome la cena de mañana.
Habíamos quedado en que nosotros nos haríamos cargo de todo, pero surgió
un imprevisto y no creo que pueda cumplir con esa responsabilidad. ¿Crees
que podrías hacerte cargo? ―una nota de desesperación brotó de los labios la
Sra. Fuller. Su cuenta bancaría probablemente estaba al límite de nada.
―¿Cree que tengo suficiente tiempo para organizar una cena familiar?
No se escuchó nada del otro lado.

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Suspiré con desgano―. Dejaré la responsabilidad a mi secretaria. Ella les
hará una breve visita para contratar al personal que sea útil. Correré con los
gastos si eso es lo que le preocupa. Ahora, absténganse de llamarme por
motivos como estos.
―Que amable eres, Dorian ―ronroneó como si no hubiera escuchado mis
palabras anteriores―. Nos vemos mañana en la noche.
Colgué antes de que pudiera decir algo más. Si aquello seguía así por los
siguientes tres meses no estaba seguro de cómo iba a reaccionar mi paciencia.
Le pedí a Victoria que cancelara todas mis citas pendientes para esa tarde. No
me encontraba de humor para una hora más de comportamiento político.
Tomé las llaves del auto y le dije al chofer asignado que esta vez no
prescindiría de sus servicios.
Conduje por la autopista principal sin tener un destino específico. Pero
mientras lo hacía, la imagen de la cabaña familiar vino a mi mente. Estaba a
media hora de la cuidad de Seattle. Un lugar distinto a todo lo que conocía. Ni
en otra vida iba a poder encontrar un lugar tan pacífico como ese. En esa
cabaña podía ser un humano corriente. Cuando era un muchacho solía pasar
mis vacaciones en ese lugar. Por una semana fingíamos ser una familia real y
a veces hasta organizábamos fogatas. Antes de que mi madre muriera de
cáncer estomacal todo parecía tener sentido. Ella pensaba que todavía
teníamos esperanzas. El día de su muerte fue el último día que derramé una
lágrima. Nadie más dentro de mi apellido merecía una sola lágrima. Ni
siquiera yo.
Aparqué en el sendero. Bosco, uno de nuestros confiables cuidadores, era el
encargado de mantenerla intacta. Una auténtica sonrisa se formó en mi interior
al verla. Momentáneamente pude olvidar mi vida artificial y respirar el aire
puro que me brindaba el verde bosque.
―Que sorpresa Dorian, no te esperaba por aquí ―Bosco, saludó con una de
sus gigantescas sonrisas.
Era como un verdadero padre para mí. Una de las pocas personas que podía
tratarme sin etiquetas.
―Necesitaba despejarme un poco. ¿Crees que pueda pasar la noche aquí?
―Eso ni tienes que preguntarlo. No olvides que esta es tu casa. Yo sólo la
cuido por ti.

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De inmediato entramos a la pequeña cabaña. Por dentro estaba intacta. Seguía
exactamente igual a como estaba cuando mi madre aún vivía. Un sentimiento
de nostalgia amenazó con apoderarse de mí. Lo ahogué con un largo suspiro y
una cerveza fría que tomé del congelador.
―Las cosas aquí se sienten vacías sin ti y sin… ―se detuvo antes de
completar la frase.
Yo sabía lo que iba a decir. Las cosas no eran igual sin Lory, mi madre.
―Hace dos noches hablé con tu padre. Le pregunté cuando pasaba unas
vacaciones en la cabaña y me dijo que no tenían planes todavía, por eso me
extrañó verte aquí. ¿Cómo está Marcus? ―no ocultó el interés. A pesar de la
mala sangre de mi hermano siempre tuvo un especial cariño hacia él― Dejó
de llamarme hace varios meses. Supongo que está muy ocupado con la
compañía.
―Lo está ―me limité a responder. No quería ser yo el que le quitara la venda
de los ojos. Si creer que Marcus podía tener algún gramo de interés por él, lo
hacía sentir mejor, entonces, era mejor no decepcionarlo.
―Dejaré que descanses. Estaré por el granero en caso de que necesites algo
más.
Asentí y lo vi marcharse.

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“El alma no tiene comunicación con el cuerpo cuando se cree que
todo está perdido. Y es allí cuando se crean los monstruos”.
Dorian Dawson

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CAPITULO 4

Saedy

―Para ser alguien a quién ahora detestas, estás poniendo mucho esfuerzo en
verte sexy.

Gary Connor me observaba desde el otro extremo de la habitación. Pasaba sus


níveos dedos por la barbilla con expresión meditabunda. Aparté la mirada de
aquellos intensos ojos negros, si seguía absorta en ellos correría el riesgo de
perder el valor que me había dispuesto a mantener. Aparte de mi mejor amiga,
Molly, él era el único que sabía sobre mis sentimientos hacia Dorian.
Ocultarle algo a mi mejor amigo, grandiosamente gay, se podía archivar en el
área de imposibles.

―Estoy haciendo lo que me exigió mi madre.

―No puedes dejar que te manipulen de esta manera, Sisy. Piensa en tu


felicidad. Dorian Dawson no es la imagen que tú te creaste cuando eras una
adolescente. Es un maldito monstruo―apretaba los dientes con una rabia
contenida.
No era necesario mencionar los sentimientos que Gary mantenía hacia los
Dawson. Odio, odio y más odio.
Pero mi amigo tenía toda la razón. Estaba siendo completamente manipulada
por mis padres o lo que se supone que eran después de vender a su hija para
seguir manteniendo sus acciones. Era comprensible que me revelara como lo
hubiera hecho cualquier chica inteligente en mi lugar; razón por la cual Gary
se encontraba sorprendido de mi repentina actitud sumisa. Sabía muy bien que
Clarissa Fuller era la mujer más vanidosa del mundo y que moriría primero
antes de tener que vender su enorme casa e irse a vivir a un pequeño
departamento. Clarissa era tan diferente a mi padre. Lo que me hizo preguntar
muchas veces, cómo era posible que Richard Fuller se hubiera fijado en una
mujer tan materialista como mi madre. ¿Amor? No. Eso debía tener un
nombre más profundo.
―Tengo otros planes en mente.

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―¿Y esos planes incluyen soportar humillaciones de Dorian Dawson por la
eternidad?
―No ―le dije.
Me sorprendió la convicción con la que lo había dicho. Ya no estaba dispuesta
a soportar más humillaciones. Les haría creer que jugaba en el mismo bando.
Todavía no era tiempo de mostrar mis piezas.
―Les daré una última oportunidad para que se arrepientan de la decisión que
tomaron. Llegar tan lejos no vale la pena.
Ya no. Pensé
―Es lo que piensas tú. Para los Dawson una mujer llena de buenas acciones
significa dinero. Para ellos sí vales la pena ―soltó un largo suspiro ―.
Además, no es como si hubiera sido ayer que tomaran la decisión de forzar el
matrimonio. Te han vendido a los Dawson desde hace más de seis años.
¿Crees que te dejarán salir de esta tan fácil?
Escuchar la cruda verdad de los labios de otra persona dolía.
―Conozco su estilo de vida. Lo pensará mejor cuando recupere el juicio.
―Si te refieres a Dorian, puedes ir haciéndote a la idea de usar un lindo
vestido. Ese sujeto haría cualquier cosa por conseguir lo que quiere. No es el
más humano de la familia ―. Alisó unas imperceptibles arrugas de su traje. Él
odiaba las formalidades tanto como yo. Pero un traje Armani nunca le
molestó.
―Puedo hacerlos cambiar de opinión ―dije en un hilo de voz. Ni siquiera yo
misma me creí aquello.
―Suerte con eso ―soltó un largo suspiro que olía a pura decepción.
No era alentador el darte cuenta de que tu mejor amigo tenía poco fe en tu
convicción.
―Gary, te pedí que nos acompañarás en la cena porque necesito un respaldo.
Eres mi amigo y sé que cuento con tu apoyo. Pero si vas a actuar de esta
manera toda la noche, no me servirá de nada.
―¡Oh, Sisy! Cuanto lo siento, de verdad. Pero precisamente porque te amo es
que te digo todas estas cosas. Quiero verte feliz ―decía al momento que
colocaba un prendedor en forma de orquídea en mi vestido―. Prometo ser
24
más tolerante el resto de la noche―. Me besó ambas mejillas y bajamos junto
a salón principal.
Nuestra casa no era tan grande como la de los Dawson. Pero teníamos unos
jardines hermosos.
A los primeros que identifiqué en el salón fueron a mis padres, los anfitriones.
Sonriendo como si toda la casa estuviera decorada con payasos voladores.
Perder la dignidad parecía ser parte del trato. El señor Albert Dawson tomaba
una copa junto con su hijo mayor, el hermano de Dorian. Por su parte recibí
una mirada profunda. Una mirada de escudriño. Y por último lo vi a él. La
incomodidad se le reflejó en el rostro apenas se cruzó conmigo. Un rostro que
por cierto no estaba de más mencionar que exultaba belleza; su larga silueta
bronceada y ejercitada todavía me dejaban sin aliento. “Tonta, tonta” me dije
a mi misma. Me hubiera casado con ese monumento con los ojos cerrados
bajo otras circunstancias. Si no supiera que el susodicho me despreciaba, y si
no supiera que él sólo había accedido porque amaba el cochino dinero tanto o
más de lo que mi madre lo hacía.
Seguí caminando. No podía flaquear ahora que había planeado estar
completamente cuerda.
Los siete nos dirigimos a la mesa ya servida. Como era de esperarse,
organizaron los puestos en la mesa, de manera que Dorian y yo quedáramos
juntos. El Sr. Dawson y mis padres quedaron frente a nosotros. Marcus y Gary
ocuparon los extremos.
―¡Que hermosa estás, Saedy!
Respondí con una sonrisa y un cortés gracias al cumplido del Sr. Dawson.
El resto se concentró en los platos que tenían en frente. No me apetecía el
brócoli bañado en salsa de champiñón. Pero la elección del menú sólo fue
evaluado por una sola persona. Dorian. Desde que me convertí en su sombra,
descubrí que odiaba comer carne. Su dieta funcionaba demasiado vegetal para
mi gusto.
Arrugué la nariz con asco ante la escena de un mundano brócoli nadando en
vómito.
―Al parecer has perdido el apetito ―la voz áspera de Dorian amenazó con
derrumbar mi armadura.
¡Demasiado cerca! Gritó mi autodefensa.
25
Subí la vista y me encontré frente a frente con un verde avellanado lleno de
intriga y malicia.
Él sonreía.
¡Demasiado cerca! Insistió mi autodefensa.
Ya no me sentía tan inquebrantable como antes.
―Odio los vegetales ―traté de escucharme indiferente.
―Odiabas los vegetales ―acotó, completando la media sonrisa.
No fue hasta después de medio minuto que comprendí su comentario.
¡Maldito manipulador! ¡Ni creas que me volveré vegetariana por imposición
tuya! ¡Vete al infierno! ¡Comeré carne hasta que mis arterias se tapen de
grasa y mucha, mucha mierda animal!
Todos en la mesa concentraron su atención en mí. De mis labios nunca salió ni
una sola palabra de lo que mi creativo cerebro gritó a todo pulmón. Pero mi
respiración irregular y el rojo intenso que mi rostro tomó en cuestión de
segundos, sí llamaba la atención.
―Yo también odio los vegetales ―dijo Marcus.
Me sorprendí de su intervención; ya que estaba completamente segura de que
habíamos hablado lo suficientemente bajo como para que cualquiera de los
miembros de la mesa nos hubiera escuchado.
―Creo que tú y yo tenemos más cosas en común de las que puedas llegar a
tener con mi hermano alguna vez en la vida ―comió otro trozo de brócoli y
me dedicó un guiño.
―Yo creo que mi hija y mi yerno si tienen muchas cosas en común ―mi
madre sacó su lado adulador a flote―. Mi pequeña toca el piano muy bien al
igual que Dorian. Ambos comparten la música.
―No tengo ningún talento musical, Sra. Fuller. Mi desempeño en el piano fue
meramente obligatorio. Un capricho de mi padre.
No me sorprendí.
―Que modesto eres, hijo. ¿No puedes aceptar un cumplido con humildad?
―las palabras de Albert estuvieron más cerca de una advertencia que un
consejo.
26
―Sería un cumplido inmerecido. Los méritos son tuyos, no míos.
Desde el otro lado podía escuchar a Gary contener la risa. Estaba disfrutando
de una evidente pelea expresada en idiomas de cortesía.
―¿Y cuál es tu talento, Dorian?
Por primera vez mi padre se integraba a la conversación.
―Los negocios ―respondió mecánicamente.
―Yo lo vería más como una habilidad. Un talento es algo innato.
―Al parecer Dorian tiene un concepto bastante amplio de lo que es un
talento― Gary agregó leña al fuego―. ¿Qué tal la avaricia? o ¿La dictadura?
―lanzó una mirada acusadora hacia Dorian― ¿Esas también entran en tu
concepto de talento?
Dorian reía.
Conocía esa risa. Era la que anunciaba una buena ola de destrucción. Gary
saldría muy mal parado de esa situación. Lentamente entraba en pánico. El
rumbo que comenzó a tomar la conversación se volvía cada vez más
peligroso. El ambiente se contaminó. Y yo deseaba desesperadamente acabar
con esa cena. Ya nadie comía. Estaba segura de que si no intervenía en
cualquier momento las cosas se saldrían de control.
―Si no les importa me gustaría hablar con Dorian, afuera ―les dije al
momento que me puse de pie.
―Por supuesto que no, hija. Tómense el tiempo que quieran.
Ignoré el tono de complicidad de mi madre.
Dorian no se movía. Iba a fingir que no me había escuchado y a ponerme en
una situación más difícil. Respiré profundo y tomé valor de donde no tenía y
lo jalé por un brazo.
―¿Puedes venir, cariño? Es importante.
Vi como un brillo diferente adornó su mirada. Probablemente la palabra
“cariño” lo alertó de la urgencia de mis palabras. Se puso de pie y me
acompañó al jardín sin decir una sola palabra.
Con cada paso que daba reunía valor para enfrentarme al único demonio que
podía controlarme, sin aún darse cuenta del poder que ejercía sobre mí.
27
―¿Qué quieres? ―preguntó antes de que hubiera decidido detenerme ―La
cena estaba muy divertida. La mejor que he tenido en mucho tiempo. ¿Por qué
la arruinaste? ―reía divertido.
―Lamento haber arruinado tus distorsionados métodos de diversión, pero el
único motivo por el que soporté venir a esta cena fue por un solo propósito…
―No ―habló sin dejarme terminar. Su postura siempre fue muy neutral. Casi
oficinesca―. No cambiaré de opinión.
Solté un bufido tan ruidoso que juraría llegó a oídos de nuestros invitados―
¿Qué acaso no lo ves? ―le señalé mi obvia apariencia―No estamos hechos el
uno para el otro. Esto definitivamente no funcionará.
Por su parte recibí una sonrisita.
―¿Y quién te dijo que el matrimonio era una opción para los negocios? No
me importa si es contigo o con alguien más, pero es un hecho. Nos casaremos.
Sucederá. Acéptalo de una vez por todas y deja de hacer el ridículo.
La sangre se me heló.
―Te haré la vida imposible. Te arrepentirás todos los días de tu vida por
haber cometido semejante error.
Rozó mi mejilla con los nudillos de sus dedos. Lo aparté con
brusquedad―Ahora si me disculpas, debo ir a terminar mi cena. Deberías
hacer lo mismo. Está deliciosa.
En ese momento supe que no tenía caso persuadirlo de hacer lo contrario. La
frialdad con la que se caracterizaba un Dawson no era ni por menos inventada.
Era real. Ellos eran porquería. No había vuelta atrás después de todo. Gary
siempre tuvo razón. Odié que Gary tuviera razón.
Me sentí frustrada y decepcionada al final de la noche.

28
“El amor merece tantas oportunidades como sea posible”.
Saedy Fuller

29
CAPITULO 5
Dorian

La llamada que recibí a primera hora fue de mi padre. Me informaba sobre el


regalo de compromiso que estaría dejando encima del escritorio de mi oficina.
También había hecho lo mismo enviándolo a la casa de los Fuller. Fingí
desinterés en el mencionado regalo, pero el saber que Saedy estaba
involucrada en el mismo, automáticamente alimentó mi curiosidad. ¿Un
regalo compartido? ¿Qué podría ser?
Victoria, dio vuelta en el escritorio apenas me vio llegar. Generalmente
exageraba su sonrisa coqueta, me miraba intensamente con sus ojos azules y
ajustaba su escote. Pero esa mañana me evitaba por completo; como si
estuviera enojada conmigo por algún motivo desconocido.
―¿Alguna novedad? ―pregunté como si nada.
―No, Señor―respondió y volvió a fijar su mirada en el monitor.
―¿Mi padre dejó algo para mí?
―Oh, sí. Unos pasajes de avión. Me hizo enviar el otro a la Srta. Fuller.
―¿Unos pasajes? ―musité en voz baja.
Victoria me dedicó una mirada curiosa. Ella siempre estuvo esperando mi
reacción a la noticia. Ahí lo comprendí todo. Estaba celosa.
―Disculpe que no haya podido felicitarlo por su compromiso, Señor. Pero no
quería ser imprudente.
―Descuida, Victoria. No tenías por qué hacerlo.
Tragó grueso―. Será dentro de un par de meses, ¿verdad? ―preguntó antes
de que cerrara la puerta de la oficina por completo.
―Umm… ―murmuré y entré.
Lamenté haber sido el causante de cubrir el azul hermoso de los ojos de
Victoria con una capa de agua salada. Siempre me pareció una chica decente y
con buenos principios. No tenía la culpa de haberse fijado en el hombre
incorrecto. Y yo era el hombre incorrecto para cualquier mujer.

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Pasé toda la mañana y parte de la tarde inmerso en la oficina. Pero mis ojos
siempre estuvieron danzando sobre el boleto. Mi padre había sido bastante
creativo.
El boleto venía con una nota adjunta:
“El regalo es para ser usado esta misma tarde. Úsalo. Tokio es una ciudad
extraordinaria. A tu prometida le encantará”.
¿Japón? ¿Nos estaba enviando a Japón a Saedy y a mí?
Una idea totalmente absurda. No estaba preparado para pasar un fin de semana
a solas con esa criatura. El papel de niñera no me quedaba nada bien. Mi padre
tenía que estar jodiéndome. Con la idea carcomiéndome por dentro salí a toda
prisa hasta la casa de los Fuller. Seguramente esa pequeña detestaba la idea
tanto como yo. Esta vez la dejaría oponerse.
El ama de llaves me hizo pasar en cuanto me vio. Ni siquiera preguntó cómo
me llamaba o qué deseaba. Parecía estar esperando mi visita. Me condujo
hasta el salón principal. Saedy bajó casi diez minutos después… CON
EQUIPAJE.
―Dime que estás bromeando... ―exclamé malditamente sorprendido.
Aquello sí que no me lo esperaba.
―Usaré los pasajes.
Salí del Shock a causa de sus repentinas palabras― ¿De qué hablas?
―Los pasajes de avión. Iré a Japón ―dijo con más ímpetu.
Esperé que estuviera bromeando y recapacitara con rapidez de su lapso
mental.
¿Ella quería una pre-luna de miel?
Me reí estruendosamente.
Su reacción principal fue soltar un bufido al aire ―. No tienes que venir
conmigo si no quieres. De todas maneras fue mi regalo de bodas, no el tuyo.
―¿Así que piensas ir tú sola?
Ella asintió desmesuradamente.

31
Mi paciencia perdió estabilidad.
―¿Y qué crees que dirán los periódicos del día de mañana cuando te vean
tomar un vuelo a Japón a ti sola?
―No tengo la menor idea. Yo no trabajo con ellos.
Su sarcasmo me sacaba de quicio. Para tener apenas veinte años era bastante
quisquillosa. Esa no era la Saedy que conocía.
NO.
NO.
NO.
Respiré profundo e imité una sonrisa. Si ella pensaba actuar de esa manera no
me dejaba más alternativas que usar el plan B.
―Bien… tú ganas. Iremos a Japón ―le dije.
Me miró como si acabaran de electrocutarla. Estaba claro que mi respuesta la
había sorprendido. Ella no esperaba que accediera tan rápido. Le daría lo que
se proponía obtener si eso requería doblegarme y lamer su mano. Jugaríamos
con sus reglas pero me beneficiaría de ellas. Saedy Fuller no alcanzaría la
victoria.
En un intento de alivianar el ambiente le mostré una sonrisa nerviosa. Quizás,
si dejaba a un lado mi característica arrogancia y le hacía ver mi innegable
atractivo lograría salir victorioso antes de tiempo. En varias oportunidades
logré escuchar lo que algunas mujeres comentaban sobre mí. Y todo resultaba
ser favorecedor. De haber sabido que unos ojos de color verde avellana, una
venenosa sonrisa y cinco años de entrenamiento físico podían lograr, hubiera
utilizado mis encantos desde hacía muchísimo tiempo atrás.
Saedy me miró desdeñosa, pasó de mí y se dirigió hacia la salida. La miré
caminar hasta el auto donde me esperaba el chofer, le entregó las maletas y
entró al auto sin más. Ni una palabra. Ni un NADA.
Suspiré decepcionado.
O ella estaba hecha de jengibre o se había golpeado la cabeza al nacer. Mis
arduos intentos de flirteo no surgieron ni el más mínimo efecto en la criatura
mítica. Por el bien de ambos decidimos no cruzar palabras por el resto del
trayecto. El viaje hasta el aeropuerto se convirtió en un viaje a la luna. Nunca
32
había deseado llegar a un lugar con tanta prisa como lo anhelaba en ese
momento. Su respiración, su olor, su piel, sus movimientos. Todo en esa
mujer aseguraba un final siniestro. Necesitaba escapar de su mal augurio.
Ninguna mujer me había afectado de la misma manera que Saedy lo estaba
haciendo.
―Esto será interesante… ―murmuré a recibir mi equipaje por mano del
secretario personal de mi padre antes de tomar el vuelo.
Tomamos el vuelo nocturno. No le importó en lo más mínimo que tuviera el
aspecto de un Zombie en medio del apocalipsis. Simplemente nos embarcó en
su capricho. Desperté al escuchar la señal de aterrizaje. Saedy permanecía con
los ojos bien abierto mirando por la ventanilla. Tan absorta en sí misma que
daba la impresión de estar presente en otro universo alterno. Suspiros iban y
venían por segundos. Sentí como si esa fuera la primera vez que hubiera visto
a Saedy Fuller. Noté como la mayoría de sus pecas se aglomeraban alrededor
de su pequeña nariz. Las conté hasta que caí en la cuenta de que sólo perdía el
tiempo, jamás acabaría. Otras características de su fisionomía me distraían. Su
rostro competía con los rayos del sol. ¿Cómo alguien podía mantener tanta
luz?
Ella sonreía.
Esa fue la primera vez que la vi hacerlo… Y esa fue la primera vez que ella
me vio hacerlo a mí.

33
La inocencia siempre será atractiva porque es la única que
sorprende.
Dorian Dawson

34
CAPITULO 6
Saedy

Fueron apenas fracciones de segundos el tiempo que su sonrisa permaneció


adornando su rostro. Hermoso. Estuve a punto de pellizcarme para asegurarme
de que no estaba soñando. Él me sonreía… no reconocí los patrones. No era
una sonrisa que hubiera visto en su rostro alguna vez. En mis ojos se reflejó un
hombre diferente, uno desconocido. Y que volvió a desterrar a la Saedy Fuller
locamente enamorada de él.
―Hemos llegado… ―le dije.
Rompí el hechizo.
Su sonrisa se desvaneció―Mmm… ―murmuró, volviendo a la misma
posición arrogante de antes.
Por un segundo casi olvidaba de quién se trataba el hombre que me
acompañaba en ese avión, y el propósito de haber aceptado el regalo del Sr.
Dawson. Le daría a Dorian un poco de su propia medicina. Lo haría desistir
del matrimonio en un fin de semana. Todavía no había maniobrado el tipo de
artimañas que usaría, ni cómo las emplearía. Pero fuese cual fuese el plan
original de Dorian al haber accedido con tanta rapidez a el viaje a Japón, se lo
desmoronaría.
Tokio era una ciudad hermosa. Brillaba a cualquier hora. Una ciudad como
esa valía la pena aunque estuviera viajando con Shrek* Disfruté del trayecto
hasta el hotel lo más que pude. Ahí todos parecían estar entrenados para ser
amables y sonreír. Siempre quise tener un motivo para viajar a Japón, y
aunque aquel no era precisamente el motivo que esperaba tener, al menos me
había llevado hasta allí.
Improvisé lo poco que sabía de japonés e hice reír al taxista, al vendedor de
llaveros coleccionables, al botones…
Me crucé con la mirada de Dorian (Un increíble matiz de intolerancia se
instaló en aquellos ojos) ¿Qué a ese nada le causaba gracia?

Shrek* Personaje animado de Disney.

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―¿Ya podemos entrar? ―me preguntó de manera cortante al llegar al hotel.
Asentí avergonzada.
―¡Bienvenidos al Grand Hyatt! ―nos dio una cordial bienvenida la hermosa
recepcionista ― ¡Tengan una satisfactoria estancia en nuestro Hotel! ―Le
agregó más entusiasmo del que se esperaba de una recepcionista cualquiera.
Evidentemente todo el entusiasmo se lo cargó a una sola persona. Dorian.
―Gracias ―él le devolvió una sonrisa deslumbrante.
¿Ahora sí sonríes, idiota?
Saber que podía actuar de esa manera con otras personas y menos conmigo,
me molestó aún más.
―Su habitación está completamente disponible. Se ha arreglado de la manera
que el Sr. Dawson lo ha pedido ― le entregó a Dorian una tarjeta de acceso en
sus manos―. Le enviaremos el cronograma de estadía en cuanto se ponga en
contacto con nuestros patrocinadores. Ya pueden ponerse cómodos en su
habitación―me dedicó una sonrisa forzada.
―¿Está segura de que sólo se ha reservado una habitación? ―La obligué a
mirarme a la cara.
Ella se veía un poco perdida.
Dorian se veían un poco más que divertido.
―…Sí… ―dudó al responder ―Sólo se reservó una habitación.
―Pero necesitaremos dos ―agregué desesperada.
―¿Dos habitaciones…? ―la recepcionista preguntó perpleja. Pasó la mirada
de Dorian hasta mí.
―Sí, dos habitaciones ―repetí.
La mitad de los presentes voltearon a ver a la indudablemente insatisfecha
mujer recién casada.
―Lamento decirle que no contamos con otra habitación disponible. Estamos
en temporada turística.

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―Eso puede solucionarse, cariño… ― Dorian posó su mano en mi hombre de
manera relajada ―Puedes compartir la misma habitación del botones, he
notado lo mucho que te agrada.
La recepcionista disimuló una sonrisa y yo no pude disimular lo mucho que
me desagradaba la idea. Accedí a instalarme en la misma habitación siempre y
cuando se mantuviera al margen. Él me aseguró que no tenía la más mínima
intención de invadir mi espacio. Hasta pisoteó mi ego en el trascurso del viaje
a la habitación.
―Me resultas tan atractiva como una ecuación de matemáticas ―Dijo él
mientras se adelantaba a entrar a la habitación.
Pedí al cielo que el botones no supiera ni una pizca de inglés para menguar mi
vergüenza.
Gruñí bajo mis dientes.
No podía flaquear ahora que había llegado tan lejos. Compartir la habitación
con Dorian no estaba en el plan original. Y definitivamente aquello me ponía
en una situación vulnerable. Pero mi orgullo seguía intacto. No le daría más
poder del que ya le había concedido. Momentos de debilidad como los que
sufrí en el avión no podía volver a repetirse. Tenía que ser más inteligente que
él si quería salir airosa.
Lo observé estudiar la habitación con minuciosidad. Pasó sus largos dedos por
cada hendidura y cada mesón. Murmuró algunas palabras que no entendí, pero
que estaba segura no eran nada bueno. Le echó un vistazo a los ventanales que
daban a las afueras. En su reflejo me pareció ver una lucha interna. Luchaba
por controlar algo en su interior. Luego se detuvo frente a la cama vestida de
seda por unos segundos para dirigir sus brillantes ojos hasta mí.
Inmutable.
De nuevo esa expresión desconocida.
Desnuda, pornográfica y anti natural. Así me sentía.
―Una cama… ―se aclaró la garganta antes de continuar―Una sola cama y
un sofá―señaló el que se encontraba a la esquina de la ventana más grande.
―Prepararé el sofá para ti.

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―¿Por qué supones que yo debería usar el sofá? ―juntó las cejas en una sola
línea― Soy más grande que tú y por consiguiente necesito más espacio.
Dormiré en la cama ―se dejó caer a todo lo ancho.
―¿Harás que duerma en un sofá? ―exclamé sorprendida por su falta de
caballerosidad.
―¿Por qué no? Tú pensabas hacerme lo mismo.
―Pero yo soy una chica.
―Aparentemente.
―No tienes ni un solo gramo de generosidad.
―Aplicaré la misma respuesta a tu proposición. Me estás privando del uso de
una cama cómoda y caliente para lanzarme a un maldito sofá. Eso no es
mostrarse humanitario.
Irónico. La persona más inhumana me hablaba de humanidad a mí.
―Pero… ―parecía tener algo en mente ―puedo ser generoso y compartirla
contigo―reanudó su pícara sonrisa.
―Ni en tus sueños ―le dije con el corazón golpeándome en la garganta.
Su teléfono celular comenzó a sonar. Me hizo señas con la mano, dándome a
entender que esta disputa apenas comenzaba. Murmuró algunas palabras junto
a la ventana. Aún estaba claro, pero pronto anochecería. Fingí concentrarme
en la exquisita decoración de la habitación mientras fisgoneaba a Dorian por
encima del hombro de vez en cuando.
―Debiste haberme dicho eso antes de enviarme al otro extremo del país…
―gruñó por lo bajo―… ¿Qué esperabas? ―hizo una pausa para estudiarme y
tomar un poco de agua― Está bien… supongo ―me fulminó con la mirada
por una razón desconocida ―. No estoy de acuerdo con dejar a Marcus
hacerse cargo de ese asunto. Estaré de regreso en unos días. Nadie puede
tomar decisiones como esas sin mi autorización. Mañana aprovecharé la
reunión con el Sr. Nomura… sí… ―afirmó de mala gana ― Espero que ellos
puedan ayudarnos a integrar la tecnología móvil en el plan de seguros…
Recibió más llamadas que una prostituta en menos de treinta minutos. En
ninguna de ellas se le vio flexible a la hora de encargar a su hermano mayor de

38
los asuntos que quedaron pendientes en Seattle. Su aversión hacia Marcus era
mayor de lo que me imaginaba.
―Saldré a dar una vuelta ―le dije.
Todavía seguía al teléfono. Alzó una de sus cejas con interrogantes
enmarcadas. Tapó con la palma de su mano el micrófono de su celular y me
dijo:
―¿A esta hora? ―verificó de nuevo por la ventana.
Evidentemente ya estaba oscuro.
―Sí, cenaré fuera. Además no es de tu incumbencia a donde vaya ―ignoré su
tono desaprobatorio y tomé mi bolso.
―No me malinterpretes. Me importa un demonio a donde vayas o dejes de ir.
Pero no quiero perder mi tiempo buscándote por toda la cuidad. No soy tu
niñera. Así que toma uno de los mapas e intenta no perderte―dijo antes de
dar media vuelta y continuar con su décima cuarta llamada.
Respiré profundo y salí.
No pensé en llevarle la contraria. Había soñado con viajar a Japón desde
pequeña, pero en mis sueños jamás me había gustador perder ni el bus. Así
que soltar el mapa no estaba en mis planes. Salí del hotel con toda la
intención de disfrutar el inesperado viaje. Me dejaría atrapar por la hipnótica
ciudad de Tokio.
Luces, colores, naturaleza, vida, cultura, todo eso para un par de ojos pedía a
gritos diversión; a pesar de que las pocas horas de sueño comenzaban a
pasarme factura. El cambio de horario me descontrolaba aún más.
Saqué mi teléfono celular del bolso para verificar si mi sistema satelital
funcionaba, y me encontré con algunos mensajes de mi madre, otros de papá y
una llamada entrante de Molly la cual contesté sin chistar.
―Esta llamada te saldrá algo costosa.
“―Eres la peor de todas la amigas. ¿Cuándo pensabas decirme que
adelantaste tu luna de miel con el bombón de Dorian?”.
―No es una luna de miel y ya estoy vacunada en contra de esa enfermedad
llamada Dorian Dawson ―crucé la calle tratando de escucharme casual.

39
“―Nunca fuiste buena para mentir, zorrita. Dime, ¿cómo es?”.
―¿Cómo es qué? ―entré a una cafetería temática tradicional.
“―¡Dah…! ―bufó del otro lado ―Obvio, hacerlo con él”.
Sabía muy bien a lo que se refería pero no pensaba tener clases sexuales por
parte de mi mejor amiga en medio de una cafetería repleta de japoneses.
―Si te refieres a discutir con él cada cinco minutos, pues, te aviso que ya
somos todos unos expertos. Lo hacemos bastante bien.
La imaginé voltear los ojos a causa de mi respuesta.
“―¿Cuándo dejarás de ser monja? Me avergüenzas, Sisy. ¡Oh, espera! las
monjas tienen más sexo que tú”.
No pude evitar reírme de las locuras que se le ocurrían a esa mota de cabello
rojo.
―Los japoneses me están viendo raro, Molly. Creo que deberíamos hablar
luego.
“―Injusticia… ―gritó del otro lado. Tuve que alejar el teléfono celular o me
arruinaría el tímpano― Me la debes, con lujos y detalles ―”. Colgó.
La cafetería estaba repleta. Parecía haber algún acto cerca, ya que a mi lado
pasaron unos cuantos chicos haciendo el cosplay de lo que imaginé se trataba
de un anime o manga. Bastantes trajes ceñidos y pelucas coloridas.
Como cualquier turista excitado, saqué mi cámara y me dispuse a fotografiar
cualquier cosa que se atravesara por mi camino… y eso incluía a un lindo
mesonero japonés. Al verse atrapado por el lente de mi cámara agregó un
guiño y Voila… foto perfecta. Enrojecí de pies a cabeza al verme descubierta.
Esperé pacientemente a que unos turistas desocuparan una de las mesas y corrí
a ocuparla. Me gustaba la vista que tenía en ese lugar. Podía disfrutar de la
vida nocturna en Tokio y deleitarme con tanta cultura.
Dos cosplay entraron a la cafetería con mayas por todo el cuerpo. Ambas
llevaban pelucas llamativas.
“El azul no es tu color”. Pensé.
“El color rosa tampoco es el tuyo, cariño”. Seguí pensando en voz alta.

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La chica bajita de peluca rosa me pasó a unos centímetros. Volteó a mirarme
con algunas interrogantes. No creí que supiera hablar inglés. Le sonreí como
respuesta y ella hizo lo mismo.
―Estoy de acuerdo contigo… el rosa no le queda.
El apuesto japonés, de ojos negros, sonrisa sensual, piel bronceada, alto y con
mechones irónicamente de color rosa en su cabello, se acomodó en el asiento
disponible frente a mí, mientras me servía una taza de café. Se trataba del
mesonero apuesto que había fotografiado minutos antes. Cuando sonreía, sus
fuertes y marcados pómulos se elevaban dando la impresión acertada del chico
elegante.
Y definitivamente éste sí hablaba inglés.
―Creo que hay alguna convención de anime Hentai por algún lugar cerca…
―alargó el cuello para asomarse por las barandillas de la cafetería.
―¿Hentai? ―pensé en voz alta sin querer.
―Sí, pornografía animada o como quieras llamarlo.
―Ah…
―Interesante ―acompañó sus palabras con una mirada lasciva que me hizo
temblar.
―Umm… ―mascullé.
No supe que más decir. Estaba más ocupada muriendo de vergüenza.
―¿Turista? ―continuó haciendo conversación.
Asentí.
―Pareces ser de las que no habla mucho ―me escudriñó con la mirada―.
Serás una excelente esposa. Y estás de suerte, ando buscando una.
Por alguna extraña razón olvidé que podía crear oraciones si abría la boca. No
sabía por qué me sentía tan tonta frente a aquel chico extraño. Aparte de su
cabello rosa no había nada en particular que me hiciera suspirar o perder el
aliento. Él poseía un hipnotismo interesante.
―El cambio de horario parece haber afectado algo en mi cerebro ―improvisé
un mal chiste. Tampoco era totalmente falso. Esperaba que el notara mi ojeras
y creyera un poco mi excusa.
41
Él sonrió, supe que lo había hecho por cortesía. Lo llamaron desde la barra
unas cuantas veces, pero él continuaba disfrutando viéndome enrojecer.
―Podría darte un recorrido por la cuidad más tarde.
―No te conozco ―me puse de pie recuperando un poco de compostura.
―Entonces, nos conoceremos ―sonrió y me arrebató el aliento.
¿Cómo no lo comprendí antes? El tipo era un adonis. Un adonis con artes en
hechicería; porque de otra manera no podía explicar el embelesamiento en el
cual me encontraba sumergida.
―Lo siento, pero no confío en extraños. No es nada personal.
―Puedes confiar en mí. Los chicos japoneses que trabajamos en cafeterías
somos de fiar. La ley nos aprueba.
Me reí sin poder evitarlo.
―Tienes una linda sonrisa. Mi madre adoraría esos hoyuelos en tus mejillas.
Volví a caer en el hechizo.
―Mi nombre es Daisuke Nomura. Probablemente me recuerdes por el chico
de cabello rosa―despeinó la cresta decolorada―. Estaré por aquí en caso de
que quieras divertirte un rato.
―Bien… gracias, supongo―solté una sonrisa tímida.
―¿Cómo debo llamarte en caso de que nos volvamos a encontrar?
―Saedy ―le dije. Aunque no tenía la más mínima intención de volver a
encontrarme con el adonis.
―Pues... Bienvenida a Tokio, Saedy. ¡Sayonara!*

*Sayonara* Romanización de “Adiós” o “Hasta luego” en japonés.

42
Las atracciones son pasajeras.
Dorian Dawson
Dile eso a mi corazón. Aún no lo ha comprendido.
Saedy Fuller

43
CAPITULO 7
Dorian

3: 07 am.
Maldita noche.
“¿Dónde demonios estás?”
“¡Tokio no es del mismo tamaño que tu habitación en Seattle!”
“Será mejor que regreses en diez minutos”
Saedy no respondió ni uno solo de mis mensajes.
Por casi dos horas estuve esperando en la recepción del hotel por esa niña.
Imaginé que había extraviado su mapa en cualquier lugar y se perdió; luego
recordé que ella muy bien podía defenderse hablando japonés y seguramente
alguien la pudo haber ayudado a regresar. Descarté la opción al ver que no
llegaba. Entonces imaginé que tomaba un vuelo de regreso a Seattle y que más
tarde llamaría riéndose de mí. Ella muy bien podría hacer algo como eso. Pero
tampoco fue así. En mi fuero interno esperaba la llamada burlesca, era mejor
que las opciones anteriores.
TRES HORAS ATRÁS…
―¿Le ofrezco algo de beber mientras espera su cita, Sr. Dawson?
La recordé. Se trataba de la misma recepcionista que nos dio una efusiva
bienvenida. Esta vez me pareció verla mucho más interesada. Algo en sus ojos
oscuros me decía que no obtendría negativas de su parte― Gracias… ―la
detallé. No estaba nada mal.
Ella adquirió un leve rubor a causa de mi sonrisa. Minutos después regresó
con una taza de café negro.
―¿Le gustaría algo más?
Su cuerpo se ofreció más de lo que sus labios soltaron.
―Estaré bien. Sólo estoy tomando un poco de aire fresco ―mentí. Hubiera
sido más humillante admitir la verdad.

44
―Oh, ya veo… ―ajustó su pequeño busto ―Creí que esperaba a su esposa.
Lo siento, por haber efectuado el traslado sin haberle avisado antes, pero
como ella insistió tanto en adquirir una habitación individual. Logré
conseguir una al lado de la suya.
Lo primero que pasó por mi miente fue negar el hecho de que Saedy no era mi
esposa. Al menos no por el momento. Después caí en la cuenta de aquello no
tenía importancia si lo ponía frente a la verdadera realidad. Ella estaba en el
hotel. Sólo que en otra habitación. No supe si sentirme aliviado, molesto o
más ofendido que los dos puntos anteriores. Un simple mensaje de su parte
me hubiera ahorrado tiempo y un bochorno.
―Si necesita compañía estaré más que dispuesta a complacerlo.
Fue automático mi rechazo hacia la recepcionista. Lo que anteriormente me
había parecido atractivo, ahora me asqueaba de una manera potente. Lo
único que quería era regresar a la habitación y tomar una ducha fría. No iba
a dejar que Saedy se saliera con la suya y me atormentara de la manera que
lo estaba haciendo. No permitiría que su actitud me afectara de ninguna
manera.
EN LA ACTUALIDAD…
Pasada las tres de la madrugada seguía sumergido en el jacuzzi. Pensé
infinidades de cosas mientras me relajaba; muchas de ellas tenían que ver con
la Srta. Pecas en la habitación contigua. Saedy Fuller podía llegar a ser un
dolor en el trasero pero poseía un innegable atractivo. No era como si dejara
de ser hombre sólo por haberme comprometido con alguien que no quería.
Ella seguía siendo una mujer y yo seguía siendo un hombre. El siclo de la vida
era vivir bajo instintos y reproducirse. Pero esa teoría no resultaría sustentable
para la bipolar Saedy. Correría el riesgo de ser castrado en cuanto intentara
ponerle una mano encima. Comprendería su actitud hasta cierto punto. Los
matrimonios por conveniencia no se caracterizaban por ser lo más ardientes,
pero si comprensibles. Luego intentaría persuadirla de considerar el sexo en
nuestro contrato. La opción no debería presentar un sacrificio. Ambos
sabíamos que algún día pasaría y que además sería inevitable. Aunque estaba
claro que si esperaba obtener buenos resultados, debía dejar de actuar como
idiota y decir que me resultaba tan atractiva como ecuaciones matemáticas.
Después de eso caí en un sueño intranquilo.

45
***
Recuerdo haber despertado en medio de un charco de sudor. El reloj de pared
marcaba las once y media del mediodía. Me levanté de un salto. Tomé una
ducha rápida y salí de la habitación dispuesto a enfrentar a ese demonio con
pecas. Pero por más que llamé y volví a marcar a su número celular no tuve
respuesta.
¡MALDITA SEA! ¡MALDITA SEA! ¡MALDITA SEA! ¡MALDITA SEAS,
SAEDY FULLER…!
Solamente a ella podía culpar de mi mal genio. Llevaba más de media hora de
retraso con el Sr. Nomura, Presidente de la TNN una famosa empresa
encargada de promover proyectos como los nuestros por medio de la
tecnología móvil. A causa de mi desvelo no tenía una apariencia muy
profesional. Medio traje sin corbata y unas ojeras difíciles de disimular. Me
veía como si hubiera pasado la noche revolcándome con una cabaretera, y una
muy barata.
Mi mayor sorpresa esa mañana no fue reconocer al Sr. Nomura esperando con
una amplia sonrisa, sino ver a Saedy Fuller junto a él. Toda la furia se esfumó
y la ocupó una verdadera intriga.
―¡Buen día, Sr. Dawson!
El hombre japonés de quizás unos cincuenta años me profirió un fuerte
apretón.
Respondí con un saludo dudoso.
―De haber sabido que se encontraba delicado de salud, hubiera pospuesto la
reunión para otro día. Su prometida ha sido muy amable al informarme.
Saedy, que ni siquiera se tomó la molestia de ponerse en pie al verme llegar,
extendió una mirada condescendiente y regresó a pellizcar su Croissant. El
hecho de que me hubiera justificado con el Sr. Nomura no apaciguaba ni un
poco lo molesto que me sentía. En todo caso, aquella era su responsabilidad;
ya que debido a su desconsideración mis horas de sueño fueron interrumpidas.
La culpa no la tenía nadie más que ella.
―Mi prometida siempre tan informativa… ―sonreí con intenciones ocultas.
Le seguiría el juego.

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―Es bueno saber que ya se encuentra mejor ―me dijo y ambos tomamos
asiento―. Iba a posponer la reunión, pero si no tiene problema en hacerla
ahora mismo, podemos empezar desde ya. En unos minutos debo reunirme
con la junta directiva de TNN.
―Seré lo más breve posible, Sr. Nomura.
Pedimos una nueva ronda del tradicional Sake. Y por algún morboso motivo,
el Sr. Nomura insistió en comenzar la reunión con el nombre de Saedy en sus
labios.
―Su prometida me estuvo comentando sobre lo popular que se ha hecho el
uso de la tecnología móvil en las empresas de seguro. La TNN trabaja como
impulsor y eso es precisamente lo que las empresas privadas necesitan,
impulsos tecnológicos.
Mientras más lo escuchaba hablar, me preguntaba, ¿qué tanto podía saber esa
pecosa sobre seguros y tecnología?
―Pensamos en TNN por esa misma razón. Si incluimos la tecnología móvil
como impulsor, llegaremos no sólo a un público en específico, estaríamos
alcanzando las masas.
Un pensamiento de poder y control me absorbió.
―Y lo podemos lograr, Sr. Dawson ―un aticismo de complicidad se dibujó
en el rostro del Sr. Nomura ―. La Srta. Fuller y usted tienen una visión
grande. Juntos llegarán lejos si siguen por ese camino. Ojalá pudiera
conseguirle a mi hijo una jovencita tan hermosa e inteligente como la que
usted tiene. Estoy seguro de que me ahorraría unos cuantos dolores de cabeza.
Los jóvenes de ahora no ven más allá de sus narices.
La vi sonreír. Lo estaba disfrutando. Iba a sentirme plenamente excitado
cuando lograra borrar su expresión triunfal de esa cara llena de pecas.
―Al menos asegúrese que cuando la consiga, su prometida sepa manipular un
teléfono celular.
El Sr. Nomura rió tan fuerte que el Sake fue a parar al otro lado de la mesa.
El rosto de Saedy se tornó de un color granada suave.
Extasiado de verla enojada. Así me sentí.

47
―Sé manipular un móvil lo suficiente como para ganarte en todas las partidas
de Candy Crush.
Nomura, reanudó la carcajada.
―También le recomiendo verificar que su grado de madurez sobrepase la
etapa inicial del desarrollo cognitivo. Como se podrá dar de cuenta, Sr.
Nomura, mi prometida aquí presente se desenvuelve mucho mejor en el área
de los juegos que en la de comunicación.
Nada podía detener el ataque de risa que sufría el presidente japonés.
―¿De qué hablas…?
Saedy finalmente captó las indirectas y se atrevió a desafiarme con su fingido
tono inocente.
―Deberías medir el grado de obsesión que tienes con los juegos móviles. No
estaría mal usar el resto de las aplicaciones y responder los mensajes de
carácter urgente que te envía tu prometido ―deseé no escucharme tan colérico
como me sentía. Fallé en el intento.
―No sé de qué me hablas, Dorian. No he recibido ningunos mensajes.
Anoche perdí mi teléfono celular.
¡Auch!
Y eso explicaba muchas cosas.
Me sentí estúpido. Más que estúpido, inestable. No comprendía cómo pude
perder la estabilidad por algo tan absurdo. Pero como mismo llegó mi impulsó
se fue. Ahora estaba gratamente aliviado de saber lo que realmente había
sucedido. El motivo de su silencio no significaba más que un teléfono
extraviado.
El Sr. Nomura había dejado de reír en algún momento y por evidencia notó la
tensión que se formó en unos segundos. Nadie dijo nada referente al asunto en
lo que restó el tiempo de reunión. Nomura accedió a ser nuestro impulsor. Y
se marchó. No antes de agradecer la compañía de Saedy y tendernos una
invitación a su casa para una cena con su familia; la cual ella aceptó sin mi
aprobación.

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Nos vimos obligado a mantener un paso uniforme mientras despedíamos al Sr.
Nomura. En todo el trayecto la postura de Saedy me envió mensajes
subliminales. Parecía estar realmente curiosa por algo.
―¿Estabas preocupado por mí?
Finalmente preguntó.
Saedy se detuvo frente al ascensor. Después de que le reclamara por no haber
respondido mis mensajes, su expresión siempre mantuvo incrustados signos de
interrogación.
Inmensas sensaciones de negación me invadieron.
―No ―le respondí ―. Te escribí porque avisé a recepción que consiguieran
una habitación para ti. Luego me quedé dormido. Estaba muy cansado.
Sin comprender el motivo, mentí, mentí y mentí. No podía dejar de mentirle.
―¿Fuiste tú el que me consiguió una habitación?
Consentí―. Sí. ¿Acaso no era eso lo que tú querías desde un principio?
Ella confirmó.
Sin volver a darme la cara se dio la vuelta y la vi desaparecer en el ascensor.
Algo difícil de explicar se fue apoderando de mi cuerpo. Hubiera querido que
se quedara y me desafiara a la verdad. Jamás había tenido necesidad de mentir
sobre algo que suponía significar nada. Saedy, estaba cambiando los
parámetros establecidos en mi vida. Seguir las reglas ya no tenía sentido. No
me resultaba tan divertido.
―… Su nombre es Saedy Fuller. Sólo necesito entregarle algo importante…
―Lo siento. Pero no podemos darle ese tipo de información ―le respondía la
recepcionista al japonés con mechones rosa en su cabello.
¿Se trataba de la misma Saedy que yo conocía? Y ¿Por qué diablos la buscaba
un sujeto con cabello rosa?
La recepcionista suspiró aliviada en cuanto su mirada me encontró.
―¡Oh! ¡Es bueno verlo Sr. Dawson! Esta persona asegura conocer a su
acompañante.

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El sujeto, atizó una mirada febril. Vestía con jeans desgastados y zapatillas
deportivas. Nada fuera de lo ordinario.
―¿Y tú eres…? ―lo desafié con la mirada.
―Daisuke.
―¿Debería conocerte?
―Por suerte, no ―dijo con toda una maldita naturalidad ―. Aunque no es la
primera vez que te veo a ti.
―¿A qué te refieres?
Sus rodeos comenzaban a impacientarme.
―Eres el Sr. Lengua agria.
―Espera un minuto… ¿Quién…?
―Es así como te registró ella en su teléfono celular. El Sr. Lengua agria ―me
lo mostró. También había una fotografía adjunta.
Comprendí.
El imbécil de cabello rosa había encontrado el móvil de Saedy.
―Apodos sexuales. Cosas que no incumben a terceros ―traté de controlar mi
“Lengua agria” volví a fallar―. Ahora, bien, ¿podría facilitarme el teléfono
celular?
―No ―respondió.
¡Maldito japonés!
―¿Por qué diablos no?
―Debo entregárselo a ella misma. No se lo daré a alguien a quien se le
identifica como “Sr. Lengua agria”.
―Ya te expliqué. Además ella es mi prometida.
―No tengo manera de comprobar eso. No me moveré de aquí hasta que Saedy
aparezca.
Saedy, Saedy... No me gustaba como se escuchaba el nombre de Saedy al salir
de sus japoneses labios.

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Además, ¿no había sido suficiente escuchar su nombre en labios de otro por
más de una hora?
―¿Cómo es que sabes su nombre? ―pregunté intensamente curioso.
―Ella y yo nos conocimos anoche en la cafetería donde trabajo. Olvidó su
teléfono celular y me atreví a investigar donde se estaba hospedando
―culminó con una sonrisa molesta.
Lo miré de arriba abajo sin disimulo. Él no parecía estar mintiendo. Pero
Saedy sí parecía tener muy malos gustos. ¿Un mesonero con cabello rosa?
¿Por culpa de ese afeminado interrumpí mis mejores horas de sueño?
―Srta. Haga el favor de comunicarme con mi prometida ―esperé que sufriera
alguna reacción por mi repentina actitud posesiva, pero él seguía sonriendo.
Un minuto después escuché la voz de Saedy a través del teléfono.
―Soy Dorian… ¿Puedes bajar un minuto?
―¿Para qué? ―preguntó de mala gana.
Respiré profundo. No ahora. No era el momento adecuado para portarse como
el Sr. Lengua agria.
―Alguien necesita verte. Dice llamarse… Daisuke...
―¿Quién? ―hizo silencio por tres segundos y luego prosiguió― ¡Oh!
Claro… Daisuke, el chico de la cafetería. ¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere?
Cínica.
―Anoche dejaste tu teléfono celular en la cafetería y él muy amablemente
quiso venir a entregártelo.
―Así que allí fue donde lo perdí… ―habló más para sí misma.
―¿Bajarás o no?
―Sí, lo haré. Dame un minuto ―recuperó el tono mordaz.
Ambos esperamos en recepción por la aparición de Saedy. No pensaba mover
un solo pie de ese lugar hasta el que japonés afeminado desapareciera del
radar de una vez por todas. Y ojalá y para siempre. Fingió interesarse en una
revista de moda parisina que se asomaba de uno de los estantes. Su actitud
despreocupada era como veneno para mis ojos.

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Saedy, bajó unos minutos después.
Sin darnos cuenta el sujeto y yo nos pusimos de pie casi al mismo tiempo para
recibirla. Ella pasó de mí tan rápido como pudo y se concentró en el
mesonero.
“Esto debería ser breve… sólo entregar el maldito teléfono y ya”. Pensé.
―Se suponía que esperaría pacientemente que regresaras en busca de tu
celular a la cafería, pero en vista de que no lo hacías y yo quería verte de
nuevo, me atreví a venir. No hay problema, ¿cierto? ―desvió su mirada hasta
mi dirección.
―No. Claro que no.
¿Y yo estaba pintado?
Luego de unos minutos de charlatanería todo indicaba que el encuentro
llegaría a su fin. El japonés recordó que tenía un empleo que mantener y
aceleró el encuentro. Pero no sin antes de hacerle una invitación a la Srta.
Pecas para un futuro encuentro, el cual me encargaría de impedir a toda costa.

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“Cuando comienzas a sentir, comienzas a vivir”
Dorian Dawson

53
CAPITULO 8
Saedy

“¿Dónde demonios estás?”


“¡Tokio no es del mismo tamaño que tu habitación en Seattle!”
“Será mejor que regreses en diez minutos”
Saqué mi propia cuenta de las horas entre las cuales él había enviado esos
mensajes a mi bandeja de entrada. Y suponía que hacía mucho rato ya me
encontraba dentro del hotel. Esperé que bajara a desayunar la mañana del día
siguiente para preguntarle cara a cara el significado de aquellos mensajes en
mi teléfono celular, pero no lo hizo. Pasó la tarde y la noche. Tampoco bajó.
Me enteré por parte del recepcionista de turno que había tenido una breve
reunión con un agente de la TNN. Pensé en enviarle un texto, pero, ¿qué le
diría? Después de todo estaba claro que me quería lejos. Él mismo se había
encargado de conseguirme una habitación luego de que en efecto ya nos la
habían negado. Pero por otro lado, estaba el contenido de esos mensajes. No
eran nada parecidos a lo que me había hecho creer anteriormente. El contenido
era bastante claro; molesto, posesivo y… ¿preocupado?
Maldije a la Saedy que se autodestruía con nuevas esperanzas.
Una repentina tormenta amenazó con derrumbar mis planes. La lluvia llegaría
más pronto que tarde.
“Bien… siempre quise pasar una tarde lluviosa en Japón”. Mi mente se auto-
consolaba. No necesitaba de un Sr. Lengua agria para divertirme. No iba a
perder el tiempo sacando conclusiones sobre la bipolaridad de Dorian
Dawson. Definitivamente no.
Tomé un paraguas y salí a recibir las primeras gotas de lluvia. Fue
involuntario. Sonreí. Adoraba el sonido que hacían las gotas de agua al chocar
contra algo sólido. Me hacía sentir fuerte y poderosa. Porque así era la
lluvia… fuerte y poderosa. Me detuve frente a un vivero. Estaba abierto y
entré. No era amante de las flores pero una flor en particular llamó mi
atención, estaba nadando en medio de un tazón de barro.

54
―Te ves exactamente igual… ―dijo el vendedor detrás del mostrador. Un
anciano de cabello blanco y mirada de halcón ― me refiero a esa flor que
llamó tu atención. Es una flor de Loto.
Miré la facha que yo traía. No estaba lejos de verme como si hubiera nadado
en barro ―. Lo siento. Está lloviendo muy fuerte y mis pies…
―No ―levantó su mano impidiendo que continuara hablando―. No me
refería a eso―prosiguió hablando con una sonrisa amena―. Puedes llevártela.
―Se la compraré.
―No. De todas maneras no es adecuado pagar por algo que le pertenece a
otras personas. Procura cuidar a las tres.
―¿Las tres qué? ―pregunté sin comprender.
―Las tres flores de Loto ―dijo sin alteración.
―Pero esta es la primera flor que tengo de esta especie.
A decir verdad, era la primera flor en la cual me interesaba.
―El Loto no tiene una sola apariencia. Hay muchas especies y muchas
formas.
No entendía sus habladurías pero el anciano continuaba hablando como si
hubiera estado programado para decir todas aquellas palabras. Me entregó la
blanca flor en un pequeño matero.
―Ojalá y él también vea lo mismo que vi yo.
Oficialmente el anciano estaba loco. Así lo decreté.
Disponiéndome a regresar al hotel y dar por sentado que la noche había
acabado en aquel vivero con un extraño vendedor, vislumbré una larga silueta
fuera del hotel. Él también llevaba un paraguas que apenas podía protegerlo de
la torrencial lluvia. Sus pies estaban empapados. Su cara reflejaba una
evidente molestia. A Dorian nunca le había gustado la lluvia. Perdí velocidad
conforme me acercaba. Dorian todavía no se percataba de mi aproximación.
Su cuerpo estaba levemente inclinado hacia la dirección contraria.
Sonreí.
Mi corazón se agitó sin razón aparente. Aunque algo dentro de mí confirmaba
lo que mis labios negaban. Anhelaba creerle a mi corazón. Dorian esperaba
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por mí, él se preocupaba por mí. ¿Era eso posible? ¿Dorian podría estar
sintiendo algo verdadero por mí? Perdí estabilidad al cruzarme con su mirada.
Los pasos lo alertaron de mi presencia. Lo primero que vio fue la flor que traía
en mis manos. Luego fijó su mirada en una sola dirección, mis pies.
―Vas a atrapar un resfriado ―dio media vuelta y amenazó con dejarme
parada en medio de la lluvia y una gigantesca incertidumbre.
―¿Eso es todo? ¿No dirás nada más? ¿Vas a explicar por qué mentiste sobre
los mensajes?
Se detuvo.
No pude ver su reacción, pero estaba segura de que lo había atrapado con la
guardia baja. Dorian hubiera preferido que mi teléfono celular nunca
apareciera.
―¿Es necesario hablar sobre algo sin importancia bajo una tormenta? ―me
dio la cara.
―Sí ―admití.
―Esto es ridículo… ―torció el gesto en una sonrisa amarga.
―¿Me esperabas? ―insistí. Mi corazón martillaba en mi pecho con fuerza.
―Sí ―respondió sin titubeos.
―¿Por qué?
Alzó la mirada con dramatismo― ¿Dónde estabas?
―Salí a caminar, después entré a un vivero y… espera un momento, yo
pregunté primero.
―Esperé porque no quiero cargar un secuestro en mi conciencia. No te hagas
tontas ilusiones. No me gustas. ¿Ya está? ¿Vas a entrar?
Pasé por su lado ignorando las blasfemias que salían por su boca. Entré al
ascensor como fiera indomable. No debí haber albergado tantas esperanzas de
un ser desalmado. Era Dorian Dawson, ¡Por Dios!
Apenas entré a la habitación me despojé de la ropa mojada y tomé una ducha
caliente. Si tenía un poco de suerte también ahogaría en la bañera los
sentimientos que aún mantenía por el Sr. Lengua agria. Acordé conmigo
misma que no dejaría que él afectara mi vida. Se suponía que era yo la que se
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encargaría de eso. Yo sería la que acabaría con él. Ese había sido el plan
original.
―Ese anciano debió mencionar que la flor traía consigo energía negativa
―farfullé malhumorada.
Di vueltas en la cama como por media hora más antes de devolver las treinta
llamadas perdidas de papá.
“―¡Linda! ¿Cómo te ha ido?”.
La efusiva voz de papá me llenó de nostalgia.
“Es un mal nacido con úlceras malignas en la lengua”
Pero en vez de eso dije:
―Tokio, es increíble.
“―Sabía que te gustaría. ¿Cómo se porta Dorian contigo?”.
“¿Cómo crees? Como el parásito infeliz que ha sido toda su vida”
Pero en vez de eso dije:
―Como todo un Dawson… ―sonó más como una queja que como una
respuesta.
“―Dale tiempo, cariño. El chico ha tenido que pasar por mucho. La muerte
de su madre, un hermano autócrata…”.
―Marcus no es el único autócrata de la familia ―dije al mismo tiempo que
me dejaba caer en la esponjosa cama. Tenía que relajarme. Mis músculos
estaban tensos.
“―Es cuestión de darse una oportunidad. Por cierto, cielo, tu madre dice que
ha intentado llamarte varias veces pero no contestas el teléfono. ¿Estás
evitándola a propósito?”.
―No ―mentí.
“―Ella cree que sí”.
―Papá, necesito descansar. Tuve un largo día… ¿Podemos hablar mañana?
“―Está bien. Pero no olvides llamar a mamá, ¿de acuerdo?”

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No dije ni sí ni no.
― “Cariño… ―tartamudeó ― No están compartiendo la misma habitación,
¿cierto?”
Casi me reí.
―”Es decir, intento ser un padre de mente abierta… pero…”
―¡Dios, papá! No continúes. Haces que hasta hablar de frijoles sea algo
incómodo ―escuché una risa nerviosa del otro lado ―. Tengo mi propia
habitación.
Suspiró aliviado.
―Te llamaré mañana ―. Colgué.
Recuerdos de la noche antes de anunciar el compromiso, invadieron mi mente.
En ese entonces mi emoción era sincera e inmedible. Pero ella lo arruinó. Ella,
mi madre acabó con mis esperanzas.
―… ¿Por qué no me dan un tiempo?... Quizás si nos conocemos un poco más
y yo me acerco a Dorian de otra manera…
―No, cariño. Ya está arreglado ―moldeaba su flequillo en el espejo de mi
habitación.
―Pero, ya nos conocemos, sólo tendríamos que planear algunas citas. No
tiene que ser de esta manera, yo creo que él podría sentir algo verdadero por
mí... un tiempo más…
―Cielo… ―endulzó la mirada y arrugó los labios en un puchero.
No iban a gustarme sus siguientes palabras.
―No eres tan linda como para darnos esos lujos. No te preocupes. Dorian no
se negará. Él sabe muy bien quién ganará más con el matrimonio. Tú
tranquila, se acostumbrarán.
La humedad en mis mejillas me alertó de lo que estaba haciendo; dándole más
poder a ella del que me tenía permitido. Llorar no estaba permitido. La
debilidad ya no tenía entrada en la vida de Saedy Fuller.

***

58
No estuve segura de la hora exacta en la que mi teléfono celular sonó. Tenía
una llamada entrante. La ignoré. Al cabo de unos minutos se reanudó la
llamada. Lo tomé con la intención de apagarlo y verificar las llamadas por la
mañana pero al ver quién era la tomé sin pensarlo. Después me daría tiempo
para arrepentirme.
―¿Dorian…? ¿Qué sucede?
“―¿Puedes venir a mi habitación?”
Generalmente su voz exudaba petulancia y acidez. Esta vez no detecté
ninguna de esas cosas.
―¿Sucedió algo?
“―Creo que atrapé un resfriado ―decía al tiempo que un estornudo escapó
con fuerza”.
―Eres tonto ―admití. Me sentí mal por él. No pude evitarlo.
“―¿Vendrás o no? ―reconocí algo de su característica arrogancia”.
Me hizo reír. Después de todo no debería ser tan grave si todavía podía hacer
uso de su lengua agria.
―Espera unos minutos. Bajaré a recepción y veré si puedo conseguir alguna
medicina para el resfriado.
“―No tardes ―dijo. Aunque fue más como una orden”.
Bajé a recepción lo más rápido que pude. En cuanto pude contactar a la
oficina de primeros auxilios pedí algunos medicamentos para el resfriado
común y volví al ascensor. Todo el tiempo me recalqué que se trataba de un
acto humanitario. Lo hubiera hecho por cualquier otra persona que me
necesitara. Sólo era una persona resfriada. No tenía por qué pensar tanto en el
asunto. Le daría algunas medicinas y luego regresaría a mi habitación.
Lo encontré en la cama con la cabeza inclinada hacia atrás. Sus ojos se
abrieron con lentitud al sentirme llegar. No se veía tan mal como se
escuchaba. A decir verdad, se veía estupendamente, sólo con la parte de abajo
del pijama; su pecho estaba desnudo, y mi dignidad también.
―¿Por qué tardaste tanto? ―me reclamó.
“Sólo es un acto humanitario”. Respiré hondo.

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―Ya estoy aquí, y es lo que importa ―decidí ignorar su lengua viperina por
esa noche. Sólo por esa noche.
Me hice un lado en su cama y comencé a depositar las medicinas en la mesita
de noche. Todo ese tiempo estuvo observando mis movimientos con el rabillo
del ojo. No se inmutó cuando coloqué la palma de mi mano en su frente para
comprobar la temperatura. Estaba ardiendo; al igual que mis mejillas en ese
momento.
―Tienes mucha fiebre. Debo colocar una compensa en tu frente para que baje
pronto. Iré a enfermería de nuevo y…
―No ―me tomó de la mano―. Déjalo así. Estaré bien con la medicina.
―No está bien así ―farfullé pero él me ignoró ―. La haré yo misma con un
pañuelo húmedo.
Dorian, finalmente pareció comprender y me liberó de su agarre. Volvió a
desviar la mirada y se relajó.
Con prisa, conseguí un pañuelo y un tazón de agua. Al regresar, encontré a
Dorian recostado en la cama y temblando de la fiebre. Me dejé llegar a su lado
con rapidez y coloqué el pañuelo húmedo en su frente. Se le veía tan
indefenso. Un halo de vulnerabilidad lo rodeó. Quise besarlo. Una lenta
sonrisa comenzó a dibujarse en su quebrantado rostro.
Dorian miraba fijamente a mis ojos.
―¿Qué…? ―pregunté nerviosa. Apenas me daba cuenta de que su fisionomía
me mantuvo distraída por demasiado tiempo.
―Ojos vidriosos, mejillas sonrojadas, labios húmedos… es la insinuación más
obvia de una pequeña pecosa cuando quiere que la besen.
De nuevo; desnuda, muda y sin derecho a réplica.
Quería ser besada.
Deseaba ser besada.
―¿Miento? ―volvió a hablar. Su voz se quebraba en algunas partes― ¿No
tienes más preguntas para mí?
―Tienes una fiebre de cuarenta grados. Nada de lo que digas en este
momento podrá contar como respuesta.

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―In… inténtalo ―tosió.
Lo obligué a cerrar los ojos por unos minutos mientras colocaba de nuevo el
pañuelo.
―¿Esperabas por mí allá afuera? ―conseguí oírme despreocupada.
―Sí, ya te lo había dicho.
―¿Por qué?
―Creo haberlo dicho, también.
―Un secuestro, claro… muy creíble.
Sonrió―. Esperas que confiese mi amor oculto por ti mientras estoy enfermo.
Esas cosas nada más pasan en las películas, Saedy. ¿Quieres que te confiese
algo real? Atrapé un resfriado por tu culpa.
Arrastré el pañuelo por su frente con tanta fuerza que el agua entraba por sus
ojos.
Idiota.
―No te obligué a que lo hicieras.
―Tampoco te obligué a que vinieras.
Nos quedamos en silencio por unos minutos. En efecto, había un mensaje
subliminal en sus palabras.
―¿Quieres que te diga otra verdad?
Asentí con menos ánimo que antes.
―La flor de Loto que traías en tus manos… ―pausó, para darle paso a un
ataque de tos ―Es muy similar a ti. Ambas crecieron en el barro, pero siguen
siendo puras. Siguen brillando. Eres como el sol, Saedy… y tienes muchas
pecas… aunque… la flor de Loto no tiene pecas… ―comenzó a reír como
payaso público.
Llegué a la conclusión de que estaba delirando.
―No estoy enamorado de ti, niña. No me obligues a decirlo… Eres una flor
de Loto y no puedo enamorarme de una flor… no me gustas, Saedy… no me
gustas.

61
Lo repitió una y otra vez. Lo dijo hasta que su garganta se secó y sus ojos se
cerraron por completo. Lo dijo hasta que mis ojos se quemaron entre lágrimas
cautivas. No dos veces el mismo día. No me permitiría llorar.

62
“Un alma sencilla puede traducir corazones destrozados”
Saedy Fuller

63
CAPITULO 9
Dorian

Mis sueños no podían mentir.


Me lo advirtieron.
Peligro.
Su cuerpo estaba entrelazado entre las sabanas y yo. No podía advertir el
principio o el fin de tal escena. Parpadeé un tanto atónito. No era como si yo
fuera totalmente inocente. Mi mano izquierda descansaba en el alborotado
cabello rubio de Saedy. Su respiración en mi cuello me producía escalofríos.
El calor que emanaba su cuerpo no se comparaba con las mantas térmicas.
Observé con detenimiento su vientre desnudo, su respiración acompasada y
sus labios entreabiertos profiriendo un suave ronquido.
Esto no está bien…. Esto no está bien… repitió mi subconsciente una y otra
vez.
Saedy, se movió adormilada, pero en vez de alejarse, se acomodó mejor entre
mis piernas y cuello. Pensé en despertarla de inmediato, pero no me sentía
preparado para dejar escapar la inocente imagen que embargaba mi mañana.
Se le veía exhausta. Aparté algunos rebeldes mechones de su cabello que me
impedían reanudar el conteo de las pecas aglomeradas en su nariz.
… 22, 23, 24…
―¿Qué demonios haces?
Despertó.
Amoldamos nuestras miradas.
¡Maldita sea! Tendría que comenzar a contar desde el principio.
―¡Dorian, levántate! No me dejas respirar ―se quejó.
―No seas tan ruidosa… ―aclaré mi garganta. Descubrí que todavía me dolía.
Aproveché la ocasión para zafarme del apretujón. Sentí como
momentáneamente el frío de la habitación me arropó. Después de todo, la
fuente de calor que me acompañó toda la noche fue ella.

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Humillante.
No pensaba admitir tal cosa ni en un millón de años.
―¿Qué haces aquí? ―apretó los dientes.
Parecía furiosa y… hermosa. Saedy era hermosa.
―¿Ya lo olvidaste? ―le pregunté al momento que me incorporaba.
El rostro disgustado sufrió un pequeño cambio. Se quedó pasmada mirándome
fijamente. Tuve miedo de lo que su cerebro pudo haber almacenado de la
noche anterior. Las secuelas en el mío no eran muy claras. Pude haberla
besado tal cual como ella lo deseaba, pude haberla hecho llorar de la misma
manera que lo soñé.
―Yo soy el que debería de preguntar eso. Tú eres la que está en mi
habitación.
Rodó los ojos por cada rincón de la habitación, asegurándose de lo que yo
decía. Finalmente su rostro enrojeció y se concentró en mí. Indudablemente
ella recordó algo que yo aún desconocía.
―¿Te gusta lo que ves? ― le pregunté en tono capcioso.
Sus pupilas se dilataron con rapidez.
―No dormí bien…
―Mentirosa ―le dije al mismo tiempo que salía de la cama ―. Roncabas
como camionero.
―No es cierto ―gruñó en su defensa.
Lejos de verse amenazante, sus gruñidos eran similares al ronroneo de un
gatito. La vi mirarse al espejo con disimulo. Arrugó la cara cuando no se
encontró precisamente con la imagen de consuelo. Estaba completamente
seguro de que la Srta. Pecas se consumía de vergüenza por dentro. Saberlo me
divertía más de lo que esperaba. ¡Por un demonio le diría lo comestible que se
le veía esa mañana!
―¿Cómo sigue tu resfriado? ―preguntó en voz casi inaudible.
―Me duele un poco la cabeza, pero estaré mejor…gracias― sonreí al reflejo
de Saedy en el espejo. Ella se sonrojó aún más. Esperé que con mi
agradecimiento fuera más que suficiente.
65
Tomé la primera cosa que encontré y me la puse. No estaba seguro del por
qué, pero sabía que no podía seguir un minuto más en la misma habitación que
la Srta. Pecas. Algo había sucedido esa madrugada y no lograba recordar qué.
Aquello me dejaba en desventaja.
―¿Podrías darme un poco de privacidad? Necesito prepararme para una cita
con los inversores de la TNN.
―No olvides la cena con el Sr. Nomura.
El fuerte portazo me alertó de su salida. La dejaría descargarse todo lo que
quisiera por ese día. No estaba de humor para enfrentarla y tampoco me sentía
seguro de nada. Ese era el efecto que la Srta. Pecas solía ejercer en mí.
Revisé los documentos que Marcus había enviado a mi Smartphone antes de la
reunión. A simple vista todo parecía estar en orden. Tenía que asegurarme de
que la reunión de esa tarde fuera todo un éxito. Era la última oportunidad que
tenía de cerrar por completo el contrato. No podía distraerme con las
chiquilladas de Saedy.
Tragué orgullo y dignidad por más de una hora a la espera de los
inversionistas. Intenté seguirles el juego de la paciencia para poder manejar
bien sus asuntos. Clave del éxito que mi padre intentó inculcarme por años.
Nuestra paciencia y tolerancia siempre serían probadas para ver si estábamos
capacitados para el papel. Quería demostrar que a pesar de mi corta edad
poseía la madera adecuada para el fuego de los negocios. Marcus no me
quitaría lo único que me quedaba en la vida.
―Mañana estaremos enviando con usted al supervisor que nos representará en
su empresa. Trataremos de mantener el servicio las veinticuatro horas para lo
que sea necesario durante el plazo del contrato ―decía Tanaka, uno de los
inversores de la TNN.
―Será bien recibido en Seattle.
―¡No nos cabe la menor duda! ―exclamó entre sonrisa el más viejo de los
dos.
―Como está estipulado su empresa se encargará de darle el alojamiento y los
previos entrenamientos. Nosotros nos encargaremos del resto ―preparaba el
papeleo del cierre del trato cuando hizo una larga pausa… ― supongo que el
Sr. Nomura le ha hecho saber su única condición.

66
Mi cerebro quedó en blanco. No recordaba que en mis conversaciones
anteriores con el presidente de la TNN hubiéramos si quiera tocado el tema de
las condiciones. En todo contrato siempre existía un código de condiciones.
Pero podía apostar que con el Sr. Nomura jamás se tocó tal tema.
―¿Cuándo se hablaron los términos condicionales? No recuerdo que durante
las reuniones hubiera una condición. Creí que había quedado claro.
―El presidente fue bastante claro con nosotros. Si usted realmente desea que
nosotros seamos sus inversores tecnológicos tendrán que aceptar su única
condición. Él nos aseguró que usted ya lo sabía ―dijo Tanaka. No parecía
estar mintiendo.
―¿Cuál es esa condición?
―Su prometida. La Srta. Saedy Fuller. Ella debe participar en el proyecto. Su
participación es muy activa en este contrato. Deberá trabajar en conjunto con
usted y nuestro representante.
¡Qué demonios! ¿En qué pensaba el Sr. Nomura al incluir a esa niña en
semejante proyecto?
Forcé una sonrisa profesional. Cuando finalmente lograba sacar a Saedy Fuller
de mi mente y concentrarme en las cosas que realmente me interesaban,
entonces mágicamente volvía a ser el centro de atención. ¿Cómo lograba estar
en todo? ¿Qué brujería había usado contra el Sr. Nomura? Saedy no tenía
ninguna vocación para los negocios. Su única vocación era joderme la vida.
―¿Está de acuerdo con la condición del presidente? ―Tanaka presionaba.
―¿Dónde tengo que firmar?

67
“Nada puede apagar la luz de la esperanza en tus ojos cuando ya has decidido
hacia dónde mirar”
Dorian Dawson

68
CAPITULO 10
Dorian

No quise verla de esa manera. Pero… ya era demasiado tarde.


Saedy había cambiado por completo mis estándares. No era tan ambicioso
como para desear algo tan puro. El verdadero motivo por el que siempre odié
que fuera ella, se trataba de lo obvio… su inocencia, su pureza, su humanidad.
No podía condenar a una persona como Saedy. Iría derechito al infierno si
llegaba a ensuciarla.
Estaba radiante en aquel vestido color mandarina. Sus largas piernas quedaban
expuestas y un sensual escote mostraba la curva de sus pechos. Todo
combinaba perfectamente bien con sus sonrojadas mejillas y sonrisa nerviosa.
Escenas de aquella madrugada invadieron mis pensamientos… sus lágrimas.
La escuché llorar mientras me quedaba dormido. Antes no comprendía el
motivo de su llanto, pero ahora con la cabeza fría y todos mis sistemas
activados, pude reconocer el patrón de aquella actitud tan desconcertante… yo
le gustaba a Saedy Fuller… y le gusta mucho.
Involuntariamente mis labios formaron una sonrisa.
―¿Listo?
Pequeños hoyuelos adornaron sus mejillas rosadas.
―Eso creo… ―respondí.
Nuestro chofer asignado no dejó de abrir la boca durante todo el trayecto. Las
miradas enfermizas hacía la Srta. Pecas me sacaban de quicio. Ese chofer no
iba a obtener propina esa noche.
Su postura relajada dejaba entrever muchas cosas, una de ellas lo cómoda que
se encontraba a mi alrededor; algo totalmente nuevo. No se sentía bien en mi
corazón. Voces gritaban que estaba por perder algo importante. Y no me
gustaba perder. Saedy lo sabía. Su tranquilidad me ponía de los nervios. La
profundidad de sus ojos atravesaron los míos transmitiendo una onda de
inquietud incontrolable, activando el deseo de conocer más sobre ellos,
navegar en la mente de aquella pequeña criatura. No permitiría que ella me
alejara de lo desconocido.

69
Alargó su mano para entrelazarla entre la mía. Me invitaba a seguir su juego.
―Tratemos de disfrutar esta última noche que nos queda en Japón.
Le dije que sí, sintiendo como algo dentro de mí se rompía. Sentimientos
nuevos y fantasmas nuevos hicieron espacio dentro de mí.
El Sr. Nomura nos esperaba en el salón principal de su mansión. Era ostentosa
hasta para una familia como la mía. Dos mujeres del servicio nos dirigieron
hasta donde el trio familiar nos esperaba. Logré divisar a esa distancia a la
esposa del presidente de la TNN, la Sra. Nomura… y también al único hijo de
la familia.
Uno de mis demonios logró reconocer al sujeto a un lado del presidente
Nomura. Cada uno de mis huesos se preparó para soportar por un largo tiempo
al oportunista japonés de cabello rosa que le dedicaba miradas carnales a la
Srta. Pecas.
Oficialmente detestaba al representante del proyecto Tokio.

70
“Después de que ya estoy en tu mente y en tu corazón, ni las palabras más
hirientes pueden sacarme de donde estoy”
Atte.: El amor
Saedy y Dorian

71
CAPITULO 11
Saedy

―¿Quién iba a imaginar tal cosa? ―reía incontenible el presidente Nomura―


Jamás hubiera imaginado que mi hijo y tú ya se hubieran conocido.
―Desgraciadamente… ―murmuró Dorian entre dientes.
Le propiné un doloroso puntapié bajo la mesa.
El apuesto japonés no dejaba de sonreír y hacerles caras al malhumorado
Dawson. Tuve que admitir para mis adentros que todo me parecía sumamente
gracioso. Todo lo contrario a lo que sentía Dorian. A él siempre le gustó tener
el control de todo, saber que las demás personas estaban siendo seriamente
manipuladas por él y saborear el triunfo cuando reconocía las señales de
derrota por parte del oponente. El hecho de que Daisuke no se viera ni
remotamente afectado por sus constantes comentarios despectivos o miradas
de advertencia, lo ponían aún más colérico.
―Tampoco me hubiera imaginado que el chico de la cafetería resultaría ser el
hijo del presidente de la TNN ―comenté todavía incrédula por la situación.
―¿No has escuchado sobre los castigos japoneses? ―Daisuke se adelantó a la
respuesta de su padre.
Negué.
―Mis padres piensan que trabajos comunes como el de ser un mesonero,
pueden ayudarme a crecer humildemente y dejar de usar tintes para el cabello
―sonrió al tiempo que degustaba el Tiramisú ―. Como te puedes dar cuenta,
soy un hombre humilde con cabello rosa… ahora que lo pienso bien, algo
salió mal en los planes de mis padres.
A ninguno de los señores Nomura les pareció gracioso el comentario de su
único hijo. En cuanto a mí, tuve que taparme la boca para no soltar una
ruidosa carcajada.
Daisuke, era ese tipo de chicos que puede aliviar el estrés sin necesidad de
medicina.
―¡Qué hermosa sonrisa tienes, Saedy!

72
Los halagos de la Sra. Nomura lograron un efecto volcán en mi cara.
―Sabía que lo notarías, madre ―el chico Nomura me regaló una mirada
confabulada.
Dorian acabó con el momento fingiendo una tos seca.
La señora Nomura corrió a la cocina para auxiliar al farsante que tenía a mi
lado.
Minutos después el Sr. Nomura dirigió a Dorian hacia su despacho,
dejándonos a la Sra. Nomura y a Daisuke solos en el salón principal. La
madre de Daisuke no disimuló lo aburrida que le resultaba aquella reunión.
Ella parecía querer estar hablando de vestidos y dietas perfectas con sus
perfectas amigas. Se excusó de nosotros dos con un mediocre “Olvidé que
debo hacer algo importante en el club”
―Detesta las reuniones donde se mencione la palabra TNN ―dijo Daisuke al
momento que su madre cruzaba la puerta.
―No la culpo ―repliqué a su favor.
―Yo tampoco―dejó entrever una resplandeciente sonrisa. Arrugó el
entrecejo y miró con curiosidad hacia el despacho de su padre ―. ¿Por
conveniencia?
Reaccioné involuntariamente a su pregunta. Aunque no especificó a qué se
refería, ambos sabíamos muy bien de lo que trataba. La tensión de mi cuerpo
le respondió a su pregunta.
―Sinceramente, no creo que convenga en algo a cualquiera de los dos.
―Estoy de acuerdo ―dijo con sinceridad.
La personalidad de Daisuke se podía comparar fácilmente con el agua o el
cristal. Era demasiado transparente.
―¿En tu familia no se da el caso?
―En mi familia no se da muchos casos de nada ―rió y me hizo reír ―. No
estoy en contra de quienes se casan por conveniencia pero tampoco a favor. Y
por lo visto tú no piensan muy diferente de mí. Todavía me pregunto por qué,
no comprendo cómo es que aceptaste algo como eso.
―No tuve elección.

73
―Siempre hay elección cuando se tiene la voluntad.
Quise agregar algo a todas sus suposiciones pero no logré decir anda. Él tenía
razón. Estaba donde estaba por elección propia o por falta de voluntad. Ambas
eran deprimentes y dejaba expuesta mi falta de carácter.
Comprendí que la carencia de sensibilidad por parte de Daisuke no era
intencional. Estar a su alrededor requería de una buena tolerancia a la realidad
y al dolor: yo no poseía ninguna de las dos. Su desarrollada percepción
terminaría por desmoronarme en cualquier momento.
Esperé ansiosa por la aparición de ambos empresarios. Deseaba ser salvada
por la causa de mi dolor. Irónico, pero cierto. Cuando finalmente hicieron acto
de presencia me refugié en los inquietantes ojos color avellana de Dorian. Éste
se posicionó muy cerca de mí para continuar la actuación de novio
condescendiente frente al señor Nomura. Noté como Daisuke escudriñaba
cada uno de mis movimientos a su alrededor. Debí verme muy patética ante
sus ojos cuando decidió desviar la mirada hacia los objetos inanimados del
salón.
La conversación sobre los productos de mercadotecnia y los posibles procesos
de promoción Dawson`s continuaron en el salón principal. Esta vez me excluí
de ella por completo. Sabía que tanto Dorian como Daisuke me ignoraron a
propósito. Mi humor se ennegrecía conforme avanzaban las horas. Mis horas
de decisión y confianza en mí misma se iban esfumando de a poco. Lo único
que incrementaba era mi frustración al darme cuenta de que mi objetivo
principal estuvo destinado al fracaso desde un principio. No lograría olvidar a
Dorian en un fin de semana y mucho menos odiarlo. Seguir actuando con
indiferencia parecía ser el único camino posible para mí.
―… entonces, ¿te ha gustado?
El señor Nomura me había efectuado una pregunta de la cual no estaba del
todo consiente.
―Te ha preguntado, qué te pareció Tokio ―Dorian me repitió la pregunta.
No vi ni un gramo de su natural arrogancia en aquellas palabras. Se veía un
poco ansioso. Quizás, hasta nervioso. Desconocí el motivo.
―¡Es una ciudad increíble! ―le dije con sinceridad ―Me encantaría regresar
por placer en cualquier otro momento, no pude disfrutarla tanto como quisiera.
―Aquí siempre será bien recibida, Srta. Fuller.
74
―Yo mismo me encargaré de que así sea ―habló Daisuke.
―Bien, ya debemos irnos ―Dorian lo interrumpió casi de inmediato.
De regreso al hotel, Dorian se mostró más receloso de lo habitual. Habló muy
poco, y las veces que se vio obligado a hacerlo me invadió una ola de
nostalgia. Desconocer esa parte de Dorian me ponía la piel de gallina.
“Supongo que viviré con eso. Es mejor que vivir sin él”. Pensé.
Estuve consciente de mi actitud zombie hasta que su figura frente al ascensor
me bloqueó el paso. Lo miré como si acabara de descubrir su estructura
varonil. Si la derrota era inminente que más daba que fuera allí mismo, frente
a ese ascensor.
Ya estaba cansada de fingir.
―¿Dónde estás?
―En Tokio ―respondí de inmediato. No comprendí de qué iba su repentina
pregunta.
Una sonrisa que conocía muy bien se dibujó en su cincelado rostro.
―Quizá no haya una próxima vez en Tokio… ―titubeo ―Todavía tienes
oportunidad de disfrutar el viaje. Estás a tiempo de no darlo por perdido.
―Ya es tarde y no conozco la ciudad ―traté de escucharme más sensata que
destruida.
La idea de disfrutar la ciudad ya no me era tan atractiva.
―Tenemos un mapa ―continuó hablando con naturalidad ―. Antes de salir a
la casa de los Nomura me dijiste que disfrutáramos nuestra última noche.
¿Se había incluido?
―¿Tú… vendrías conmigo?
―Es lo que dije ―perdió potencia al pronunciar esas últimas palabras.
De repente, algo nubló mi visión perfecta del chico moreno frente a mí. Sus
facciones marcadas pasaron de ser nítidas a un degradado irregular.
Probablemente estuve soñando todo ese tiempo. El Dorian de ese momento no
lo conocía.

75
―¿Por qué lloras? ―preguntó.
Comprendí.
No era un sueño. Mi visión borrosa no era más que un mar de lágrimas.
―¿Preguntas porque realmente no lo sabes?
Me dedicó una mirada perdida.
―¿No tienes idea de lo difícil que ha sido para mí, pasar esta semana contigo?
― Me ahogué en mis propias lágrimas. Me invadía la decepción de mi propio
fracaso. Cómo era posible que después de que me tratara como material
reciclable durante todo el viaje, mi corazón se acelerara por una invitación tan
imparcial.
La mirada perdida que había arropado su expresión segundos antes, se
convirtió en una línea dura. Siempre supo que planeaba sabotear el viaje, pero
no parecía haberle importado hasta ese momento.
―Se acabó el juego, Dorian. Desistiré, así que tú deberías de hacer lo mismo.
Tú ganas. Te casarás con mis acciones. Puedes tomar el maldito mapa y
dejarme en paz.
―Que equivocada estás, cariño. Éste juego no se acaba hasta que yo lo
decida.
Sin medir más, me atrapó en un beso sin escape. Sus manos a cada lado de mi
rostro impedían que lograra hacer algún movimiento de evasiva. Tampoco
pensé en detenerlo en algún momento. Yo deseaba con desesperación aquel
beso desde hacía más tiempo del que él podría llegar a imaginar. Lo sorprendí
con la guardia baja cuando en vez de alejarlo, presioné mis labios contra los
suyos con más ímpetu. Nuestros labios y caderas continuaron con un ritmo
casi armónico en medio del pasillo. Esa era una muy poco sutil demostración
de mi derrota. Él se jactaría de ella en algún momento. No me importaba. Su
corazón latía con fuerza en mi pecho, sus labios se encendieron junto a los
míos. Probablemente ese sería el mejor recuerdo que me llevaría de regreso a
Seattle.
―No subestimes mis cartas, Saedy ―soltó entre jadeos ―. Apenas he
comenzado a mostrar mi jugada. Ahora es mi turno. Deberías de saber que yo
no me doy por vencido tan rápido.

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El suelo tembló bajo mis inestables piernas. O quizás sólo era mi dignidad. Lo
vi desaparecer en el ascensor sin poder efectuar cualquier movimiento. Mi
cuerpo perdió equilibrio. Lo pagaría bien caro al permitirme haber llegado tan
lejos. Arrancar la sensación de los labios de Dorian sobre los míos, iba a
ocasionar un choque más doloroso. Y ya era suficientemente difícil sin el
contacto físico. Pero de una cosa si podía estar completamente segura…
cuando Dorian me besaba, perdía habilidad para mentir. Sus labios deseaban
los míos.

77
“La dignidad es como la ropa de marca. Si la sabes llevar se verá
elegante”.
Saedy Fuller.

78
CAPITULO 12
Dorian

La claustrofobia hizo acto de presencia en cuanto subí al avión junto con


Saedy y el hijo del presidente Nomura, Daisuke. ¡Cómo detestaba a ese sujeto!
Nunca paraba de hablar y con frecuencia buscaba molestarme por medio de la
señorita Pecas. En cuanto a Saedy, regresó a mantener su actitud evasiva. Se
esforzaba por hacerme creer que lo de anoche no le importó en lo más mínimo
y que lo manejaba tan bien como yo. La diferencia era que yo siempre fui un
buen actor. Y ella no tanto.
―Sé que anoche actué como idiota…
―No lo hagas ―me interrumpió.
―Saedy, déjame terminar ―por instinto, tomé su mano.
Ella la apartó casi de inmediato. Estaba poniendo en juego mi dignidad y ella
lo sabía.
―Intentaré ser menos idiota contigo. Me haré responsable por mis actos,
siempre y cuando tú hagas lo mismo. El beso de anoche… ―me encontré
susurrando― Es el mejor recuerdo que me llevo de Japón.
Fue la única verdad que dije en todo el viaje.
Y entendí las millones de razones por las que siempre mentía.
Tenía miedo.
Miedo de enamorarme de ella.
Saedy me miraba sin expresión alguna. Probablemente se debatía entre
creerme o despreciarme más.
―Ese lugar se ve un poco incómodo, Dorian. Podríamos cambiar si no te
molesta ―Daisuke interrumpió desde atrás, en aras de seguir tentando mi
paciencia.
―Preocúpate por tus asuntos ―le respondí con el tono más neutral del que fui
capaz.

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Mi desconcertante sorpresa fue ver a Saedy ponerse de pie y ofrecer su lugar
al japonés intolerable.
Ella ya había tomado la decisión. Y quizás fue lo más inteligente de su parte.
Despreciarme, al menos le dolería menos. No la juzgaría. Para lo único que
había sido un experto toda esa semana, fue para mentir. Mentía y mentía con
descaro cada vez que soltaba una palabra frente a ella. Y lo que más me
irritaba era el hecho de que siempre terminaba creyéndome; no refutaba ni uno
solo de mis argumentos. Era demasiado crédula.
Lo sentí acomodarse a mi lado.
―Saedy me parece adorable… verla me recuerda a ese venadito, ¿cuál era su
nombre? Ah… Bambi―dio un puñetazo en mi hombro.
Quise destrozar su sonrisa.
No estaba de humor.
―Saedy puede ser cualquier animalito, menos Bambi. No hay nada dulce en
ese pequeño pedazo de carne. Ella muy bien podría ser Úrsula.
― ¿Úrsula? ¿Quién es Úrsula?
―El pulpo morado ―noté que Daisuke giraba los ojos sin comprender ―. La
de la Sirenita ―le respondí con petulancia.
―No sé qué es peor, si el que intentes hacer quedar mal a Saedy frente a mí o
que hayas visto la Sirenita.
Cerré mis ojos e intenté ignorar al japonés afeminado que yacía a mi lado.

***
El calor de Seattle se apoderó de mi cuerpo apenas puse un pie fuera del
avión. Pensé en los infinitos viajes que hice a Japón y que no me percataba de
la diferencia. Pensar en el motivo me ponía nervioso. Indudablemente Saedy
era la responsable.
Sin despedidas nos separamos en el aeropuerto. Alegó tener algo que hacer
por los alrededores y tuve que jalar a Daisuke para que no saliera tras ella a
comerle las faldas. Le acondicionamos un departamento tipo estudio cerca de
la empresa para que pudiera moverse de un lado a otro sin inconvenientes. No

80
parecía nada preocupado por el poco espacio o la negación a facilitarle un
auto.
Luego escuché que podía costearse uno por sus propios medios.
―Tu relación cada vez más se vuelve menos creíble ―Marcus sacó un
cigarrillo de su bolsillo y me observó sin cautela ―. Mira que abandonar en
pleno aeropuerto a tu prometida ―ejecutó un falso asombro y continuó ―. Ya
sabes, los chismes corren demasiado rápido.
―Al igual que tus malas influencias ―le dije al tiempo que me dejaba caer al
gran sofá de cuero del salón principal ―. No me sorprendería que hayas sido
tú el que los enviara hasta allá.
―No tengo tanto tiempo libre como tú ―me ofreció un trago y lo tomé ―.
Por cierto, ¿ese japonés junto a la pequeña Saedy era el hijo del presidente
Nomura?
Asentí.
No tenía ganas de sacar el nombre del sujeto a la superficie tan pronto.
―Qué falta de ética la de esos inversores, venir a representarlos esa mota de
cabello rosa.
Finalmente mi hermano Marcus y yo estuvimos de acuerdo en algo.
―Los proyectos se organizaron de una manera prolija. Deberíamos de tener
un mayor porcentaje con las inversiones del extranjero. Estoy seguro de que
llegaremos a la cima junto a la TNN.
―Ese es el objetivo ―sonrió con suficiencia.
―El presidente Nomura pidió incluir a la hija de los Fuller en el proyecto. No
tuve otra opción más que aceptar. Intenta no molestarla demasiado ―le
advertí.
―Ya lo sabía ―dijo sin alterarse ―. Albert, se te adelantó.
Aquello si me sorprendió.
―Sí, yo también me sorprendí tanto como tú ―se llevó la mano a la barbilla
todavía incrédulo ―. Por alguna morbosa razón, a Albert le parece una idea
estupenda. Si lo que él quiere es apoderarse de las acciones de la chica Fuller,
entonces, ¿por qué le conviene incluirla en los asuntos de la empresa?

81
Sus divagaciones me inquietaron. Marcus tenía razón. Mi padre tramaba algo.
Y debía ser muy malo como para excluirnos a mi hermano y a mí de los
planes.
Una chispa se encendió en los ojos de Marcus. Un segundo después yo
también lo entendí todo.
―Fue él ―dijo Marcus ―. Albert, le pidió al presidente Nomura que la
incluyera. Ahora, la pregunta es, ¿Por qué?
¡Demonios!
Todo lo que mi padre tocaba terminaba destruyéndose.
Desconocer sus negras intenciones me ponía ansioso.
¿Cómo la protegería de algo que desconocía?
―Ten cuidado con nuestro padre, hermanito. No te gustará ser tomado por
sorpresa ―sus advertencias eran reales.
Retomé la compostura y me dispuse a cambiar el tema. Tampoco confiaba
demasiado en mi hermano mayor. Ambos podrían estar metidos en esto y no
me arriesgaría a exponer a Saedy.
―Mañana será la primera reunión oficial del proyecto TNN. Necesitaré que
tengas una amplia tolerancia al modernismo asiático. El sujeto no es para nada
convencional, y puedo asegurarte que se requiere de mucha concentración y
paciencia para lidiar con él.
―He podido lidiar contigo a lo largo de todos estos años. Un niño de cabello
rosa no será mi mayor preocupación. Te veré por ahí, entonces ―terminó su
trago de un sorbo y salió con paso rápido del salón.
Algo en Marcus había cambiado. O en definitiva el único diferente era yo.
Pero juraría que nuestra conversación fue más transparente que las anteriores.
Se sintió como hablar con mi hermano y no con una máquina que deseaba
robar lo que me pertenecía.
Transcurrí la mayor parte de la noche sumergido en los puntos que se tratarían
en la reunión. Trabajar en eso mantendría mi mente ocupada por un buen rato
y no le daría vueltas al asunto con la señorita Pecas. Después de todo, ese
viaje resultó ser productivo para mi proyecto. Iba a demostrarle a mi padre que
podía llegar a ser tan competente como mi hermano Marcus, o mejor.

82
Me quedé dormido en medio de una lucha interna.
Soñé con una hermosa flor de Loto.

83
“Los lazos de sangre podrán desteñirse, pero nunca romperse”.
Dorian Dawson

84
CAPITULO 13
Saedy

Si el corazón no quería comprender, entonces, lo única opción disponible era


poner a funcionar mi cerebro. El proyecto Tokio falló. En vez de minimizar
mis sentimientos por Dorian, resultaron aún más potentes. Me enfocaría en el
trabajo que me esperaba junto a él.
―Anoche ni siquiera me avisaste de tu llegada ―la voz de mi madre llegó
como un zumbido a mis espaldas. Sus ojos estaban cansados ―. Tu padre me
dijo apenas esta mañana.
No quise sentirme culpable por eso.
―No quería despertarte.
―Siempre fuiste mala mintiendo, hija ―decía al mismo tiempo que se servía
una copa. Comenzaría su ritual de bebida desde temprano ―. No lograste
engañarme ni una sola vez los días de tus cumpleaños o las veces que me
acompañaste a un evento social. Nada de eso te gustaba. Y sé que yo tampoco
te gusto.
―Eres mi madre.
―Y preferirías no tener que decirlo ―. Fijó su mirada en la copa.
¡Maldición! Ella lo haría de nuevo, me haría sentir como escoria.
―¿Qué quieres escuchar, mamá? ―le pregunté indignada por su descaro ―.
Lo único que haces es usarme. No esperes que corra a tus brazos después de
un largo día o te pida consejos de moda. Sólo has formado parte de mi
crecimiento, no de mi vida.
Noté el cambio brusco en su rostro. No esperaba una respuesta desafiante de
mi parte.
―Estás cambiando ―decía convencida de sus palabras.
Era verdad.
―Lo siento ―continuó.
Y fue la palabra más sincera que la escuché decir en veinte años.

85
―Está bien que lo sientas. Es lo menos que puedes hacer.
―Saedy… ―me detuvo antes de que cruzara la puerta y diera por terminada
la conversación. Una lágrima se asomó de su rostro.
―Te extrañé, mamá… siempre he extrañado a mi madre.
Salí antes de que me quebrara allí mismo.
Conduje hasta la empresa de los Dawson con la mente envuelta en una capa de
vulnerabilidad. No estaba en mis mejores condiciones para fingir frente a
Dorian o reírme de las ocurrencias de Daisuke. Por millonésima vez quise ser
una chica ordinaria, con un empleo en McDonald y tener un escarabajo por
auto, salir con un chico promedio que quisiera ser médico. Y escaparme los
fines de semana a una fiesta estúpida e inmadura. Nunca pude vivir algo
ordinario como eso. Jamás fui una adolescente.
En eso nos parecíamos mucho Dorian y yo.
En la conversación con mi madre descubrí varias cosas: Los motivos por los
cuales estaba cambiando y las razones que me llevaron a eso. Dorian fue el
detonante. Conocerlo, finalmente despertó a la Saedy Fuller real. La que se
escondía debajo de esa capa vulnerable. Le debía más de lo que creía a
Dorian.
Ajusté mi traje color salmón, estilo princesa Diana y respiré hondo. Estaba a
punto de entrar a la boca del león.
―Todavía no puedo creer que sea cierto ―Marcus me interceptó en el
ascensor. Su apariencia ofusca siempre me intimidó cuando era chica. Nadie
podía negar que Marcus fuera tan guapo como su hermano menor ―. El
presidente de la TNN me hace poner en duda de que va en serio con nuestro
proyecto.
―¿Por qué? ―pregunté con recelo de su respuesta.
Luego me arrepentí.
―Nos envía un representante poco ético y además te incluye a ti. ¿Acaso
piensa que esta empresa ofrece servicios de guardería?
―Creí que los Dawson eran más inteligente que eso ―me atreví a desafiarlo
―. Alguien me dijo una vez que en los negocios no se tomaba nada a la ligera.
Cada movimiento viene con una estrategia. Daisuke Nomura y yo formamos

86
parte de este proyecto te guste o no, por algo. No deberías de preocuparte por
las intenciones del presidente Nomura, deberías de preocuparte por el efecto
que podamos causar en ti.
―¡Oh! ¡Saedy Fuller! ¡Tienes agallas! ―su risa encarcelada en el ascensor
me producía escalofríos― Supongo que no debería sorprenderme. Después de
todo eres hija de Marissa. Pero te recomiendo no usar deliberadamente tu
amplio sentido de supervivencia frente a un Dawson. No respondemos muy
bien ante una amenaza ―me traspasó con su aguda mirada de serpiente―. Y
con respeto a temer tu intromisión o la del japonés colorido, ¿Crees que no
nací preparado para reconocer una trampa? Tienes razón, preciosa. Estás aquí
por algo ―no esperó mi respuesta y salió del ascensor con su paso pulcro.
Otro Dawson más sin un poco de tacto. De escoger entre los dos al menos con
Marcus no me vería en la obligación de llenar vacíos incómodos. Acaparar
toda la conversación no le representaba ningún esfuerzo. Pero
indiscutiblemente era terrorífico. Las advertencias lograron su objetivo. Tenía
miedo. Le tenía miedo. Su mirada podía matar moscas sin tocarlas. Sacar toda
esa mala vibra de mi cuerpo me llevaría un día entero.
Era difícil decidir qué hermano era más idiota que el otro.
―Me llama tu esencia… ―canturreó Daisuke. Vestía un traje poco formal.
Karma, ¿eres tú?
―Mi esencia es algo oscura esta mañana ― tomé el café que me ofrecía.
―¿No me digas que te tropezaste con el hermano intenso? ¡A que sí da
miedo!
Adiviné de quién se refería.
Me reí.
―Ya no es tan oscura… ¿Lo ves?
Cuando Daisuke reía algo se dispersaba en el ambiente. Todo estaba soleado
de repente.
Esa mañana intentó mejorar su apariencia desaliñada con una camisa ajustada,
encima de sus desteñidos pantalones. Estaba claro que no logró su cometido.
Lejos de verse formal, parecía más un modelo de Vogue.

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―Llegaremos tarde a nuestra primera reunión si no nos damos prisa ―le
recordé.
―De todas maneras llegaremos tarde. La reunión inició hace más de media
hora ―habló sin alteración.
A mí estuvo a punto de darme un paro cardíaco.
―¿Hace media hora? ¿Por qué nadie me avisó del cambio?
Se encogió de hombros.
―¿Tú lo sabías?
―Sí.
―¿Y por qué no estás adentro?
―Es mejor si tienes un cómplice el primer día de trabajo. No dejaré que
entres sola. Debo cuidarte, ya te lo había dicho, serás una buena esposa para
mí ―finalizó con su deslumbrante sonrisa.
Se suponía que bromeaba. Pero no se escuchó como una broma. No era fácil
identificar las palabras de Daisuke cuando manteníamos una conversación por
muy ordinaria que pareciera.
Continuamos caminando por el pasillo de los verdugos hasta que nos hicieron
pasar a la sala donde se efectuaba la reunión. El primer semblante que
identifiqué fue el del Sr. Dawson. Nos miró a ambos con reflejada
indignación.
No ayudó para nada a controlar mis ya existentes nervios.
Marcus formó una descarada sonrisa. Siempre hablaba demasiado, pero
cuando debía usar la lengua moderadamente, no lo hacía. Hubiera agradecido
que me advirtiera de la hora en el ascensor.
Al siguiente que vi fue a Dorian. Pero él no me veía a mí. Su atención estaba
dirigida completamente a Daisuke Nomura. Si tuviera que explicar la forma en
la que lo miraba, diría que era como si Daisuke le hubiera quitado el oxígeno.
El resto del consejo lo integraban cuatro personas más aparte de nosotros
cinco. Tampoco ellos nos miraron precisamente con condescendencia.
Hubiera sido oportuno que la tierra me tragara. Marcus tenía razón, ¿Qué

88
bicho se le había metido a la cabeza al Sr. Nomura al haberme incluido en
semejante proyecto?
No usé las cuerdas vocales en lo que duró la reunión, en cambios los
hermanos Dawson, intercambiaron un extenso tema sobre los planes a seguir.
Los puntos débiles del proyecto y los más favorecedores. Fui testigo de las
preguntas cuestionables que ambos hermanos le lanzaban a chico nuevo. Era
la primera vez que los veía actuar como equipo aunque fuera por motivos
distorsionados y egoístas.
―Espérame en la oficina antes de irte. Necesito decirte algo ―ordenó Dorian
cuando la reunión llegó a su fin.
Daisuke fue arrastrado por Marcus y el presidente Dawson. Fingió cara de
espanto y prometió que nos veríamos luego para almorzar juntos. No tuve
oportunidad de negarme ante su ofrecimiento. Sospechaba que sería así por
mucho tiempo.
La secretaria de Dorian me hizo esperar en su oficina como él me lo había
pedido. La rubia me fulminó con la mirada. Posiblemente ella mantenía un
enamoramiento por él. Y lo confirmó cuando salió de la oficina dando un
portazo.
¿Sería su amante?
Esfumé todo pensamiento sobre ellos dos juntos encima del escritorio de la
oficina, y repasé el plan de trabajo mientras Dorian aparecía. Me costó
concentrarme estando en su oficina. Era la primera vez que estaba ahí y se
sentía extraño. Había tanta privacidad en ese lugar…
La foto de su madre yacía junto a la de Dorian en su día de graduación. Había
sido una mujer hermosa. Dorian tenía sus ojos.
―Lamento la tardanza.
Él estaba detrás de mí. No lo oí llegar.
―Te pareces mucho a ella.
―Sólo sus ojos.
Reconocí la melancolía en su voz.
―No, hay algo más… sólo que aún no logro descifrarlo.

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―Deja de buscar dentro de mí, Saedy. No me haré responsable que lo que
puedas descubrir ―hablaba con acidez.
―No necesito buscar dentro de ti para saber que está ahí.
Él, por su parte, desvió la mirada.
―En fin, me dijiste que esperara por ti porque tenías algo que decirme, ¿qué
es?
Se tomó un tiempo para servirse un trago del mini bar y ofrecerme uno, el cual
es sabía muy bien que rechazaría.
―Como ya escuchaste en la reunión, necesitamos hacer algunas campañas
publicitaría para ofrecer el nuevo sistema de seguros Dawson’s. Tengo
pensado hacer una sesión fotográfica en la cabaña familiar. Necesitaré que me
acompañes para hacer los preparativos, dirigir al personal y otras cosas que se
nos puedan escapar de las manos.
―¡Está perfecto!
Me fascinaba la idea. Tener algo que hacer, me haría sentir menos inútil en ese
proyecto.
―¿Te gusta la idea? ―preguntó sorprendido de mi eufórica reacción.
―¡Me encanta! Siempre quise trabajar en algo que se relacionara con el
medio. Una campaña publicitaría… ¡Wuao! ―casi daba brinquitos.
―Es bueno saber que te gusta. Así te esforzarás mucho mejor en hacer un
buen trabajo ―me dijo. La sonrisa se instaló en su perfecto rostro.
―¿Cuándo podríamos comenzar?
―Mañana mismo. Debemos asignar a alguien más para que te ayude.
―Puedo pedirle a Daisuke…
―No―dijo sin dejarme terminar.
―Él también forma parte de este proyecto.
―Pero ya tengo un trabajo asignado para él ―finalizó con su arrogante
sonrisa.

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En un instante perdió el aura luminosa que lo rodeaba. Haber mencionado a
Daisuke no fue mi idea más brillante.
―Bien. Tú eres el jefe ―admití antes de disponerme a salir.
―Saedy, espera… ―me detuvo.
De nuevo, no había rastro de su característica arrogancia.
―¿Sí?
―Ten cuidado.
Asentí inconscientemente.
Demasiadas advertencias por el día de hoy.
Salí de ahí con una mentalidad más positiva. Finalmente iba a hacer algo que
me gustaba.
Esta vez fui yo la que asesinó a la secretaria con la mirada.

***
Mi amiga Molly y yo nos reunimos a la salida como habíamos quedado la
noche anterior. Una cena con ella al menos me mantendría con los pies sobre
la tierra. Ella representaba lo poco que conservaba de las buenas cosas de ser
joven.
Se abalanzó sobre mí en cuanto me vio. La hermosa pelirroja siempre fue muy
vivaz y segura de sí misma. Todo lo contrario a mi personalidad. No era el
tipo de chicas que disfrutaba la atención, pero sin quererlo siempre lo
conseguía. No había muchas pelirrojas naturales con curvas bien formadas.
Era simplemente hermosa.
―Y bien… Entonces, Dorian sigue siendo idiota, y el nuevo chico es lindo.
¿Por qué no te lo tiras? ―decía mientras seguía engullendo su cena.
Medio restaurante volteó al escucharla usar un vocabulario tan burdo.
Esa era mi amiga, ¿qué otra cosa podía hacer?
―Porque me voy a casar con Dorian.

91
―Pero tampoco te tiras a Dorian. Estás perdiendo el tiempo. No te entiendo
amiga ―continuó hablando con la boca llena.
―No tienes que entender. Ni yo misma lo hago. Y no, no me tiraré a nadie,
Molly.
―Tú te lo pierdes ―se encogió de hombros.
Lo que más me gustaba de mi mejor amiga era su franqueza. Muy bien podría
decirse que era la versión femenina de Daisuke. Con la diferencia de que ella
disfrutaba hacer uso de su cinismo.
―Aún no te he contado todo.
―Empieza a soltar ―le brillaron los ojos.
―Dorian me besó ―temblé ante el recuerdo de nuestro beso en Japón.
―Debiste haber comenzado desde ahí ―gritó eufórica.
Tuve que usar la fuerza para que bajara un poco la voz.
―Fue un simple beso… y uno muy egoísta de su parte ―me atormentó el
recuerdo.
―A tu futuro esposo lo impulsa es el egoísmo, ¿qué esperabas? Lo importante
es aprovechar la situación. Ahora mismo eres la envidia del noventa por ciento
de las mujeres de Seattle. Desperdiciar tal cosa no debería ser legal.
―Hablamos de mí, ¿ya olvidaste que soy tu amiga? ¿No se supone que deseas
mi felicidad?
―Es por eso que prefiero ser sincera contigo, amiga. Sólo has besado a un
hombre. Y para ser honesta no cuenta, porque Gary es tu amigo gay.
―Cuando nos besamos ni siquiera era gay ―la contrarié ofendida.
―No, al día siguiente salió del closet.
―Tienes razón. Soy un desastre como mujer.
Molly consintió.
La fulminé.
Nadie a mi alrededor tenía tacto, en lo absoluto.

92
―Te amo, pequeña ―arregló todo con un puchero.
―Yo también te amo ―me convenció.

93
“Comparar una verdadera amistad con una joya nunca fue más
acertada”
Saedy

94
CAPITULO 14
Dorian

Dolía como el infierno.


Permaneció en el asiento de atrás del auto sin tomarse la molestia de mirarme
a los ojos. Todo el trayecto a la cabaña me ignoró todo lo que pudo. Quizás
era más fuerte de lo que pensé. Tal vez, ella lograría pasar de mí. Lo lograría
cuando yo comenzaba a sentirme atrapado.
Marcus, actuó como era de esperarse. Aprovechar la oportunidad para
molestarnos a ambos.
―¿Trajiste repelente para insectos, Saedy?
―No ―le respondió y volvió a perder la vista por la ventana.
―Lástima. Pareces tener una sangre muy dulce.
Bufé, aburrido de la charlatanería de mi hermano mayor.
―Cuando éramos más jóvenes, solíamos caminar por el río. Dorian siempre
terminaba siendo la cena de cientos de mosquitos. ¿Puedes creer que nunca
me llegó a picar uno? Hasta los insectos saben lo que les conviene ―se
enorgullecía de su sangre envenenada.
―Supongo que ahora podrá librarse de ellos. Dudo que quede un poco de
dulzura en él ―habló la pecosa.
Marcus reventó en una carcajada.
Así que jugaríamos de ese modo…
―Entonces, morirán de hambre este fin de semana―dije y la miré por el
espejo retrovisor.
Me regresó una falsa sonrisa.
―Creo que este va a ser un fin de semana entretenido ―agregó Marcus,
divertido.
Bosco nos recibió con esperado entusiasmo. Ver a Marcus le iluminó el rostro.
―¡Muchacho, no sabes lo feliz que me hace el volver a verte!
95
Marcus lo rodeó con amabilidad.
―Espero que lo hayas pasado bien.
―Estoy bien… me gusta cuidar la cabaña ―en seguida notó la presencia de
un nuevo invitado ―¿Y la chica es…?
―Saedy Fuller, la prometida de mi hermanito ―respondió Marcus,
disfrutando del cambio de color en el rostro de Saedy.
―¡Oh! Vaya sorpresa. No tenía idea. Disculpa mis malos modales, no estoy
acostumbrado a que ningún Dawson traiga chicas a la cabaña familiar. Te
llevaré a una habitación cómoda.
―Gracias, señor.
―Nada de señor, puedes llamarme Bosco.
Ella consintió, ruborizada.
―No te pongas muy cómoda. Recuerda que estas no son unas vacaciones.
Viniste a trabajar.
―Sé muy bien lo que vine a hacer aquí.
―¡Auch! ―cuchicheó, Marcus.
Saedy se enfurruñó a un lado de Bosco.
―A partir de mañana la cabaña va a estar muy concurrida. Fotógrafos y
modelos ocuparán una de las habitaciones. Necesitaré que te encargues de eso.
―Con gusto ―consintió, Bosco.
Saedy lo siguió y Marcus no tardó en correr al mini bar.
Estar ahí me traía infinidades de recuerdos. Y podía asegurar que para Marcus
representaba el mismo sacrificio. Volver a ese lugar en definitiva traería a la
superficie viejos demonios. Recurrir al alcohol, también hubiera sido mi
elección.
―¿Por qué no veo al niño rosa por todo esto? Creí que él también formaba
parte de este proyecto.
―Y lo hace. Ahora mismo debe estar trabajando en eso.
Me dedicó una mirada curiosa.
96
―Lo envié a logística. Podrá desarrollar su lado adulador en el área de los
medios.
―Muy inteligente de tu parte ―parecía orgulloso de mi maniobra ―. Ni a mí
se me hubiera ocurrido una mejor forma de deshacerme de él. Ahora, dime,
¿por qué lo haces?
Como siempre le daba vuelta a los motivos de mis actos. Él sabía que había
algo más. A mi hermano no se le escapaba nada.
―No creo que le tengas miedo a un incompetente como él. Debe de haber
otro motivo por el cual lo excluyes. ¿Cuál es?
Mi subconsciente deseaba responder esa pregunta. Conocía la respuesta a su
pregunta. Pero mis propios demonios no iban a permitir que soltara tal
blasfemia. No en aquella cabaña que me impulsaba hacia la debilidad.
―¡Me jodes! ¿En serio? ¿Saedy Fuller? ―reía con descaro. Descubrió el
motivo real en menos de lo que imaginé ―No eres tan buen actor, ¿sabes?
Eres demasiado obvio. Estás loco por la criaturita.
―Ya veo que la cabaña te puso sentimental ―jugué la carta sucia.
Su rostro se transformó al segundo.
―Buen intento, hermanito ―me escupió las palabras antes de irse.
Estaba siendo un mal nacido. Lo sabía. Pero la debilidad con Marcus no
estaba permitida. Él tampoco hubiera tenido un gramo de consideración de
haber sido en caso contrario. Así sobrevivíamos en nuestra familia.
Hice algunas llamadas y aceleré otros procesos referentes al plan de
publicidad. Si Daisuke cumplía con su trabajo, nos estaría enviando a la
modelo al anochecer.
Mientras más rápido trabajáramos, mejor.
―Ya está instalada ―Bosco interrumpió mis divagaciones ―. La dejé en tu
habitación. Es una hermosa chica. Se ve tan joven.
―Mi padre no sabe diferenciar a las adolescentes de las mujeres. Por eso tiene
unas diez amantes que no llegan ni a los dieciocho.
―Albert, sólo quiere lo mejor para sus hijos.
―Mi apellido me obliga a poner en duda sus intenciones.
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―Deja de ver todo lo que te ofrece la vida como un reto, hijo. A veces
suceden las cosas porque así deben ser. Si tienes algo bueno, no lo dejes ir. No
importa las circunstancias que te llevaron hasta aquí. Lo que realmente
importa es la elección que tomes de aquí en adelante, cuando estás consciente
de ello. Ella no es un reto. Ella es algo bueno que te ofrece la vida.
―Y es precisamente por eso que no puedo aceptarlo ―le dije con honestidad.
A Bosco no podía mentirle ―. Las cosas buenas no le pasan a mi familia. Ella
saldrá lastimada de todo esto. Tengo demasiados pecados aglomerados como
para agregarle otro más a la lista. No quiero arrastrarla conmigo al infierno.
―Ese es un buen comienzo ―sonreía―. Convencerte de eso, será lo que te
haga ver más allá de tus ojos. Si no merece el infiero, entonces, ofrécele algo
mejor.
―No tengo nada que ofrecerle, y ella lo sabe.
―No, eso es lo que tú le haces creer.
―Es mejor así… yo…. ―no supe cómo explicar lo que comenzaba a sentir
por Saedy.
―Estás enamorado de ella ―respondió por mí.
―Y ese será el mayor de los problemas.
Perdía el tiempo explicándole las innumerables razones por las cuales no
podía si quiera soñar con enamorarme de Saedy. Ser menos imbécil con ella,
era lo único que podía ofrecerle para no hacer su vida más miserable. No
existían posibilidades de que Saedy se enterará de que albergaba sentimientos
por ella.
Me convertiría en el mejor actor de todos.

98
“Al reconocer el amor en medio de la guerra, ya hemos ganado la
batalla”
Dorian

99
CAPITULO 15
Saedy

No iba a ocultarme como una delincuente todo el día en esa habitación.


Apenas llevaba un minuto y ya deseaba salir corriendo. Ver los viejos trofeos
y las fotografías de su anuario no me ayudarían en mi terapia de: “INUTILES
INTENTOS PARA OLVIDAR A DAWSON`S”
Le daría la cara y fingiría estabilidad hasta que mis labios se rompieran de
tanto sonreír.
―…Albert, sólo quiere lo mejor para sus hijos.
Escuché la voz de Dorian y Bosco provenientes de la cocina.
―Mi apellido me obliga a poner en duda sus intenciones.
―Deja de ver todo lo que te ofrece la vida como un reto, hijo. A veces
suceden las cosas porque así deben ser. Si tienes algo bueno, no lo dejes ir.
No importa las circunstancias que te llevaron hasta aquí. Lo que realmente
importa es la elección que tomes de aquí en adelante, cuando estás consciente
de ello. Ella no es un reto. Ella es algo bueno que te ofrece la vida.
¿Ella? ¿Hablaban de mí…?
Me oculté en la pared de piedra que separaba las escaleras de la cocina.
―Y es precisamente por eso que no puedo aceptarlo. Las cosas buenas no le
pasan a mi familia. Ella saldrá lastimada de todo esto. Tengo demasiados
pecados aglomerados como para agregarle otro más a la lista. No quiero
arrastrarla conmigo al infierno ―soltó un largo suspiro exasperado.
―Ese es un buen comienzo ―continuó Bosco ―. Convencerte de eso, será lo
que te haga ver más allá de tus ojos. Si no merece el infiero, entonces,
ofrécele algo mejor.
―No tengo nada que ofrecerle, y ella lo sabe.
―No, eso es lo que tú le haces creer.
―Es mejor así… yo…. ―Tartamudeaba.
Mi corazón se detenía en espera de su respuesta.

100
―Estás enamorado de ella.
―Y ese será el mayor de los problemas ―pareció admitir una derrota en vez
de la verdad.
―No seas tan duro contigo mismo, muchacho.
―Hablar de mi nefasta vida romántica no mejorará las cosas. Será mejor que
me dé una ducha fría antes de que comience a llorar contigo.
Ambos se rieron.
No daba crédito a lo que entraba por mis oídos.
¿Acaso estaba soñando?… ¿Dorian estaba enamorado de mí? ¿De verdad?
Di media vuelta antes de verme descubierta por cualquiera de los dos. Mi
corazón amenazaba con salirse de mi pecho hinchado de esperanza. No todo
estaba perdido.
Él tenía alma.
Y estaba enamorado de mí.
―¿También tienes la costumbre de escuchar detrás de las paredes?
Choqué con Marcus.
Ahogué un grito.
Por su parte, mi cuñado se veía divertido.
―¡Jesús! Me matarás de un susto.
―¿Por qué susurramos? ―intentó asomarse.
―No sé de qué hablas… ―balbuceé, extra nerviosa ― yo no estoy espiando a
nadie. Voy a tomar aire fresco.
―Sí, claro. Adelante... ―me guió hasta fuera del pasillo, obligándome a
encontrarme cara a cara con Dorian.
¡Maldita sea!
Éste no se inmutó al vernos. No creí que sospechara de mi intromisión. Pero si
no salía de esa cabaña de inmediato, mi rostro colorado y los traicioneros
latidos de mi corazón, hablarían por si solos.

101
―¿A dónde van? ―nos preguntó Dorian al vernos juntos.
―Mi cuñadita desea tomar un poco de aire fresco, y me pidió que le diera un
recorrido por la cabaña.
Dorian y yo lo vimos con interrogantes.
No sabía lo que Marcus planeaba, pero seguirle el juego era mejor a que me
descubriera frente a su hermano menor. Él sabía lo que había escuchado. Y
probablemente usaría la confesión a su favor en algún momento. Con los
hermanos Dawson nunca se sabía.
Nos dirigimos hacia el patio de la cabaña. Ya estaba oscureciendo y el
atardecer producía un ambiente nostálgico. Un poco trágico. Ciertamente,
detrás de la cabaña corría un arroyo. Imaginé a Dorian siendo devorado por
los mosquitos y me reí.
―… Si yo fuera tú, ya hubiera intentado zafarme de esta familia ―Marcus
me sacó de mi ensueño. Nos detuvimos en el puentecito ―. Olvida lo que
escuchaste hace un rato ―me miró con aprensión ―. Sé inteligente y
escúchame. Escapa de esto mientras puedas.
―Dorian… me gusta ―le confesé.
Tan sólo imaginar el tener que olvidarme de Dorian por completo, dolía. No
iba a ser capaz de dejarlo. Mis sentimientos por él eran más fuerte que yo.
―Lo sé.
―Entonces… ¿Cómo me pides algo así?
―Porque intento hacer algo bueno ―dijo. Y le creí ―Dorian es mi hermano.
Es cierto que la mayoría del tiempo peleamos y también es cierto que quiero
hacerme cargo de la empresa. Pero eso no quita que seamos hermanos.
Llevamos la misma sangre. Lo protegeré. Y si es necesario sacarte del camino
para protegerlo, entonces, haré lo imposible para lograrlo.
―¿Por qué te creería? Eres egoísta. ¿Por qué debo creer que harías algo por
otra persona que no seas tú?
―No tienes que creerme. Te estoy dando la oportunidad de escapar. Es lo
único que puedo hacer por ti.
―No puedo ―di media vuelta con la intención de escapar.

102
―¿Y dices que yo soy el egoísta? ―gritó para detenerme.
―Puedo protegerlo ―le dije al borde de las lágrimas.
―¿Cómo piensas hacerlo? ¿Con amor? No me hagas reír ―resopló con tono
burlesco ―El amor nos hace débiles. Y no arriesgaré a mi hermano por ti.
Las lágrimas me quemaban la garganta.
―Puedes verme como un monstruo, Saedy. No tienes que comprenderme.
Porque no puedes hacerlo. No tienes a un hermano que proteger de tu mismo
padre.
―¿Por qué no le dejamos esa decisión al mismo Dorian?
―Porque te convertiste en su debilidad.

103
“El camino a la felicidad tiene más lágrimas que sonrisas y más
amargura que dicha”
Saedy Fuller

104
CAPITULO 16
Dorian

La cabaña estaba abarrotada.


Toda la mañana fue un caos y la modelo asignada para la campaña publicitaria
se esforzó en hacerse la diva sin aparecer. Un simple trabajo que Daisuke
Nomura debía realizar sin presentarle mucho esfuerzo, y ni siquiera eso lo
podía hacer bien. Era el problema que representaba dejar a cargo
responsabilidades a personas incompetentes.
El teléfono celular timbraba en mi bolsillo.
Daisuke Nomura se reportaba, finalmente.
―Y hablando de incompetentes… ―respondí.
―Estoy de camino con la nueva modelo ―escuché su voz irritante del otro
lado.
―¿Cómo que la nueva modelo? ¿Dónde está la que escogí?
―Pregúntale a tu padre. Él la despidió.
¿Desde cuándo mi padre se entrometía en problemas menores como escoger
modelos? ¿Qué se traía entre manos?
―Por cierto, ¿Bambi se encuentra contigo en la cabaña? Le llevo algunos
dulces y…
Le colgué.
No lidiaría con la testosterona de un japonés tan temprano.
Intercepté a Marcus antes de que saliera a supervisar el área escogida para
llevar a cabo la sesión fotográfica. A juzgar por su expresión tampoco era su
mejor día.
―Hubo un cambio de planes. Dile a Saedy que trabaje con vestuario en
cuanto llegue la nueva modelo. Necesitaremos más cambios.
―¿Una nueva modelo?
―Sí. Nuestro padre tuvo la brillante idea de despedir a la que escogí.
105
Marcus contrarió el rostro. Sopesaba algo al igual que yo.
―No soy tu cabrona. Ve a decirle tú mismo. Tengo otras cosas mejores que
hacer.
―¿A dónde vas? ¿Piensas dejarme todo el trabajo a mí?
―Tú eres el que se sienta del otro lado, ¿lo olvidaste? Yo soy un empleado
más ―cruzó la puerta de la cabaña y tomó las llaves del auto.
El muy infeliz realmente se marchaba.
Me convencí a mí mismo de que no importaba. Podía hacerlo sin su ayuda.
Salí a supervisar el área de la sesión y ya casi estaba terminado. Decidimos
crear un escenario campestre y al mismo tiempo glamoroso. No pude evitar
imaginar a Saedy como la modelo de la campaña publicitaria. Le hubiera
quedado como anillo al dedo. Ella poseía ese atractivo sofisticado de los años
veinte y le favorecía la rudeza juvenil que la caracterizaba.
Bloqueé el interesante rumbo de mi imaginación al verla a lo lejos, sumergida
en el trabajo asignado. Esa mañana vestía un pequeño vestido floreado sin
mangas que se le ajustaba en los puntos exactos. Radiante y hermosa. Estuve a
punto de soltar el broche que sostenía su cabello en lo alto. Me gustaba más
suelto.
―Esperaba verte por aquí ―le dije a Stela. La modista contratada para la
sesión fotográfica.
Saedy era su ayudante.
―¿Necesita algo Sr. Dawson?
―Hubo un cambio de modelo, y necesitaré que te encargues del vestuario de
la chica nueva. No tenemos idea de quién sea. Así que pon a volar tu
imaginación.
―Ahora mismo mis ayudantes y yo nos pondremos a trabajar en eso
―.Asintió sin quejarse.
Saedy, se escabulló hacia el granero. Allí era donde guardaban los cambios de
vestuario. No tenía planeado quedarme con la imagen de su espalda por esa
jodida mañana. Debía encontrar una excusa suficientemente buena como para
acercarme a los alrededores.

106
“Dorian Dawson eres un cobarde”. Se burló mi subconsciente.
El sonido de un auto me alertó de la llegada de Daisuke con la nueva modelo.
Aparcaron cerca del sendero por lo que me costó un poco reconocer a la
modelo de lejos. Daisuke traía en las manos una cesta. Imaginé que los
carbohidratos que contenían no eran para nadie que más que Saedy. Nunca se
cansaba de molestar a la novia de otros.
Después de tenerlos cerca, unos metros más, pude reconocer a la modelo. Si
no me equivocaba ya nos habíamos conocido un mes antes, en el cumpleaños
de Saedy.
Se trataba de Jenna Campbell.
―¡Oh! ¡Ahí estás! ―gritó el japonés al distinguirme. Seguía manteniendo esa
odiosa sonrisa de payaso ambulante.
Como si de verdad se alegrara de verme. ¡Menudo hipócrita!
―¡Sr. Dawson! Me alegra volver a verlo ―Jenna saludó cuando estuvimos lo
suficientemente cerca.
Su presencia dejaba claro que era una modelo. Esbelta, elegante y sexy. Su
belleza exudaba sensualidad.
―¡Vaya sorpresa! ―exclamé, todavía sorprendido.
―Ni que lo digas ―terminó la coqueta frase con un guiño.
Jenna no perdía el tiempo.
―¿Dónde está? ―preguntó Daisuke, adquiriendo un tono huraño.
Sabía muy bien a quién buscaba.
―Si te refieres a tu auto, lo dejaste atrás. Ya puedes regresar por donde
mismo viniste.
―Necesito entregarle esto a Bambi―levantó la cesta.
―No tengo ningún problema en hacérselo llegar ―aproveché para arrebatarle
la cesta.
Ya tenía una excusa perfecta.

107
Un relámpago destelló por todo el lugar. Una tormenta estaba próxima. Por
algo siempre recelé del clima húmedo y deprimente.
―Bueno… ¿Dónde voy a dormir? ―en el rostro de Nomura, también destelló
una sonrisa victoriosa.
¿En serio?
Esa cabeza de arcoíris no buscaba una muerte natural.
Bosco, los instaló en las habitaciones disponibles. El día amenazaba con
empeorar junto con la compañía del irritante Nomura. Si tenía un poco de
suerte, lo enviaría a primera hora de la mañana de regreso a la empresa.
No perdí más tiempo y salí al encuentro de la señorita Pecas.
Organizaba los percheros, completamente abstraída del bullicio que la
rodeaba. No mintió cuando dijo que estaría encantada de participar de la
campaña publicitaria.
Disfrutaba su trabajo.
―Saedy… ―me sorprendí a mí mismo llamándola con nerviosismo.
Se dio la vuelta para darme la cara. Sus mejillas tomaron un leve rubor a
cauda de la sorpresa. Esa iba a ser una mejor imagen para recordarla todo el
día.
―¿Qué te parece el nuevo estilo campestre? ―me mostró un largo vestido
color ocre y unas botas rojas ― Aunque no decido si agregarle un sombrero o
una bufanda.
―La bufanda quedaría bien. Estás haciendo un buen trabajo ―alagué su
esfuerzo ―. Traje esto para ti ―. Le entregué la cesta de mala gana. La
hubiera echado a la basura hace rato, pero entonces me hubiera quedado sin
excusas para verla.
―¡Golosinas! ―exclamó eufórica.
Qué fácil resultaba sacarle una sonrisa.
―Gracias ―dijo.
―Las trajo… Daisuke ―gruñí en voz baja.
―¡Oh! Ya veo… ―no ocultó la decepción que la invadió.

108
¿Hubiera preferido que fuera yo el que le regalara golosinas?
Ese sentimiento me llenó de confianza.
―Te gusto, ¿cierto?
Se paralizó a causa de mi repentino arrebato.
―¡No! No me gus-tas ―tartamudeó ―. Ni siquiera un poquito…― fijó la
mirada en la ventana rota del granero; como si aquellos cristales rotos fueran
la cosa más interesante del mundo.
―¡Vaya! ―fingí sorpresa― ¿Tanto te gusto?
Lo que ella no sabía… era que sus tartamudeos, divagaciones y silencios,
respondían a todas mis preguntas. Su adorable inocencia solía delatarla. Sus
silenciosos NO siempre gritaban un SÍ.
Tal vez, Bosco tenía razón. Quizás si lo intentaba… si me daba una
oportunidad.

109
“Los ojos y la sonrisa no necesitan traductores”
Dorian Dawson

110
CAPITULO 17
Saedy

Pasé todo el día pensando en la conversación que mantuve con el hermano


mayor de Dorian, Marcus. Y cuando finalmente descubría que Dorian
mantenía sentimientos por mí, resultaba que permanecer juntos le traería
problemas a largo plazo. Aunque Marcus no me había dado motivos reales
para hacer caso a su advertencia, sabía que la única intención que sostenía era
la de proteger a su hermano.
Quedaba la pregunta del millón.
¿Qué haría? No iba a ser capaz de alejarme de él por mi propia voluntad.
―¿No tienes hambre? ―me preguntó Daisuke.
Recordé que aún sostenía el tenedor en la mano. Todos en la mesa me miraban
con discreción. Incluyendo a Dorian.
―Saedy no come vegetales ―Dorian les informó.
―¿Es cierto? ―el lindo japonés me miró con incredulidad.
―Es cierto ―admití, sorprendida de que aún lo recordara.
―¡Vaya sorpresa! Eres como una niña ―cruzó las manos bajo su barbilla y se
dedicó a mirarme sin pestañar.
Él no tenía límites para intimidar a las personas.
―Son tan diferentes el uno del otro ―se integró a la conversación la morena
hija de los Campbell.
Conocía a Jenna desde siempre. Me llevaba tres años. A pesar de que nuestros
padres siempre intentaron que fuéramos amigos nunca pudimos llegar a serlo.
No me agradaba la gente egocéntrica como Jenna y a ella no le agradaba la
gente simple como yo. Nuestra amistad nunca hubiera funcionado. No
pensaba disimular lo mucho que me desagradaba su presencia en ese lugar. Y
más aún cuando coqueteaba descaradamente con mi prometido.
Desde que llegó a la cabaña con Daisuke no hizo otra cosa que provocarme.
Le hablaba demasiado cerca y buscaba cualquier excusa para tocarlo. Si no

111
estuviera empleando todo mi esfuerzo para controlarme, ya hubiera arruinado
su increíble permanente.
―¿No ha oído por ahí que los opuestos se atraen, señorita? ―Bosco la
interrumpió con una pregunta capciosa.
Ella arrugó el semblante.
―Y siempre terminan matándose ―usó el tono más irritante que poseía.
―Me temo que mi muchacho no piensa igual que tú. Vamos, Dorian. Dinos
qué es lo que más te gusta de Saedy.
Sentí como un trozo de coliflor se atoró en la boca de mi garganta. Ese hubiera
sido un buen momento para fingir que estaba a punto de morir asfixiada, pero
me paralicé.
La postura de Dorian se tensó al confrontar la mirada desafiante del cuidador
de su cabaña.
Bosco se había extralimitado un poco.
―Como me lo imaginé ―Jenna comenzaba a jactarse de su victoria ―. Eso
me concede…
―Todo.
La cena se detuvo. El aire se palpaba. No hubo respiración regular desde que
la voz de Dorian volvió a ser eco en aquel lugar. El mismo Daisuke dejó caer
la mandíbula con manifiesta sorpresa.
―Me gusta todo de ella ―me traspasó con su intensa mirada ―. Desde su
irritante personalidad hasta sus pecas ―prosiguió degustando su cena, como si
no hubiera provocado un volcán de sentimientos en mi interior ― ¿Qué
hacen? Coman. Una cena fría es de lo peor.
Por primera vez la mirada de Daisuke se quedó en blanco.
A Jenna por poco le daba una parálisis facial.
Bosco sonreía orgulloso de él.
Y yo… yo me derrumbé.

112
“Las decisiones más difíciles siempre estarán ligadas con el amor”
Saedy Fuller

113
CAPITULO 18
Dorian

¿Qué fue lo que dije?


¿Qué me has hecho, Saedy?
Di vueltas en la cama sin poder dormir. No logaría hacerlo sin antes darle
calma a los descontrolados latidos de mi corazón. Tenía vida propia. Sostenía
la vaga sensación de que había dejado de tener el control sobre mí desde el
momento que probé los labios de Saedy el día de su cumpleaños. Sin darme
cuenta mis sentimientos por ella se acumulaban, ahora que estaban al límite,
se escapaban de a poco. Controlarlos, ya no estaba a mi alcance. Todo
dependía de ella; de verla sonreír, moverse de un lado a otro, descubrir que a
diario el sol le regalaba un nuevo juego de pecas, la manera de como mis días
se vuelven menos miserables al escuchar su voz.
¿Lo reconocería alguna vez? ¿Me atrevería a decirlo en voz alta?
―Tampoco puedo dormir.
Marcus ocupada la pequeña cama del extremo opuesto de la habitación.
―Esta lluvia arruinará la sesión de mañana ―excusé mi insomnio con un
poco de verdad.
―¿A dónde vas? ―preguntó Marcus al ver que me incorporaba de un salto.
―Necesito un trago.
Adapté mis pupilas a la oscuridad de la salita. Los ronquidos de Bosco hacían
eco por todo el lugar. Me compadecí de los pobres mundanos que compartían
la habitación con él. Menos de Daisuke. Él merecía sufrir.
Dispuesto a tener al menos dos horas de sueño, me serví una copa. Necesitaba
estar bien despierto para la mañana que nos esperaba. Culminaríamos con la
sesión y luego nos enfrascaríamos en remover la campaña publicitaria. Al
menos en lo que se refería a negocios, todo iba como viento en popa.
Afuera llovía a cantaros. El sonido de la lluvia golpear en el cristal de la
ventana me recordaba a Saedy aquella noche en Japón. Empapada y con una
flor de Loto en sus manos. Esa noche recuerdo bien haberme sentido

114
impotente. Pasé más de una hora esperando que regresara de quién sabe
dónde. Verla regresar sana y salva le dio un respiro a mi alma. Escuchar cómo
me desafiaba a la verdad, despertó otra ola de sentimientos.
El alcohol en mi sistema digestivo trajo recuerdo reprimidos en mi
subconsciente. Esa misma noche, mientras deliraba con una fiebre de más de
cuarenta grados, escuché su confesión. Y ahora lo recordaba. Esa noche hice
llorar a Saedy.
“―…Eres como el sol, Saedy… y tienes muchas pecas… aunque… la flor de
Loto no tiene pecas ―reía sin poder controlarme”.
Me dolía cada músculo del cuerpo.
“―No estoy enamorado de ti, niña. No me obligues a decirlo… Eres una flor
de Loto y no puedo enamorarme de una flor… no me gustas, Saedy… no me
gustas ―hice un esfuerzo por mirarla a los ojos. Mi pecosa, lloraba ―Deja
de aferrarte a mí…”
Me dejó ver un sollozo amargo.
“―Crecí toda mi vida dentro un mundo imaginario; donde el dinero es más
que papel y el amor es negociable ―una lágrima escapó de sus inundados
ojos― ¿Todavía quieres saber por qué me aferro a ti?”
Bajé la mirada. El poder de la suya me resultó insostenible.
“―Me aferro a ti porque eres lo único real que hay en mi mundo”.
“―No correspondo a tus sentimientos ―obvié los descontrolados latidos de
mi corazón”.
“―¡Vale! No lo haces, pero al menos eres real ―secó las lágrimas con
desgano―. Odio, desprecio, repulsión; sean cuales sean tus sentimientos
hacia mí, sé que eres real”.
¿Cómo me las había arreglado para ser tan idiota en una sola noche? Tenía
suerte de que Saedy me dirigiera la palabra después de lo despreciable que
estaba siendo con ella.
Lo reconsideraría.
Si Dios todavía no me daba la espalda, y ella me perdonaba por todas las
veces que herí sus sentimientos, entonces… Entonces esta vez sería yo el que
se aferraría a ella. Ya le había demostrado suficiente de mi lado oscuro y hasta
115
el momento había sobrevivido. Ahora era tiempo de dejarle ver mi
humanidad; lo que gracias a ella pude sacar a la superficie.
La imagen de mi madre frente a mí sonriendo me tomó por sorpresa. Sabía
que estaba alucinando. No era real. Pero saber que podía alucinar con algo tan
puro como lo era mi madre, me dio esperanzas.
Mi madre fue la señal.
―Dorian… ¿Estás bien? ―me preguntó.
Sonreí.
―Ahora lo estoy ―le respondí.
Saedy estaba frente a mí empapada de pies a cabeza. Todo el tiempo estuve
viendo a mi madre a través de ella. Me atreví a tocar la punta de su nariz.
Estaba helada.
Cerró los ojos ante el contacto.
Aspiré cada respiración acelerada que profería con cada toque que le
propinaba. Me embriagué con cada suspiro que salía de sus pequeños labios,
húmedos por el rocío de la lluvia.
Tomé un poco de distancia para poder disfrutar mejor de la vista.
―Por un momento, pensé que me besarías… ―susurró cerca de mis labios.
Aún mantenía los ojos apretados.
Bajo el sonido de la lluvia, la voz de Saidy dejaba de ser infantil y se convertía
en lo más seductor que podía traspasar mis oídos. Coloqué unos de los
mechones mojados detrás de su oreja. Y suprimí mi enorme deseo de
arrancarle los labios con un beso.
―Es precisamente por eso que no lo hago. No obtendrás lo que quieres.
Abrió los ojos. Reconocí la decepción que los nubló.
―Deja de jugar conmigo…
―Siempre tan terca ―tomé su rostro en ambas manos y la obligué a mirarme
―. ¿Dejarás que termine lo que iba a decir?
Dijo que sí con dificultad. Su voz se quebró en medio de esas dos letras.

116
―Lo que quiero decir es que ya me cansé de hacer lo que otros quieran. ¡Al
diablo mi apellido!
Ambos nos reímos al unísono.
―Si quiero hacer esto lo haré… ―rocé mis labios en su cabello. Olía tan bien
como lo recordaba― Si quiero hacer esto, también lo haré ―. Tracé la curva
de su nariz con mis dedos ―Y si quiero besarte… puedo jurarte, Saedy, que
no habrá nada en el mundo que me prive de tal privilegio.
La besé.
La lluvia dejaría de tener un significado ordinario para mí después de eso.

117
“Lo que no puedes decir con palabras, se escapa en un suspiro”
Dorian Dawson

118
CAPITULO 19
Saedy

Y ahí estaba yo. Sin poder poner un pie fuera de la habitación. Una estúpida
sonrisa se había adueñado de mi cara apenas salieron los primeros rayos de
sol. Tuve que convencerme a mí misma de que era real. Lo de anoche con
Dorian no había sido un sueño. Fue real. Y sí él mismo había mandado al
infierno su apellido, entonces yo mandaría al infierno a Marcus.
“Bien, Saedy. Sólo tienes que relajarte y actuar con naturalidad”.
Volví a sonreír como tonta.
―¿No piensas salir de esa habitación el día de hoy?
Escuché la voz de Dorian del otro lado de la puerta.
¡MIERDA! ¡MIERDA!
¿Qué hago?
Abrí.
―¡Lo siento, Dorian! Estaba a punto de…
No puede terminar las disculpas, porque los labios de Dorian apresaron los
míos con un beso. ¡Y qué beso! Terminé desesperada por conseguir un poco
de aire para mis masoquistas pulmones. Todos mis órganos parecían arden
ante su contacto.
―¡Buen día! ―saludó al recuperar el aliento.
Retomó el beso pero con un ritmo más lento, suave y delicado.
Me convertí en mantequilla bajo sus manos.
―¡Buen día, Sr. Dawson! ―finalmente pude responder a su efusivo saludo ―
¿Cuál es la lista para hoy?
―Tengo mis propios planes ―reveló con picardía ―. Y en esos planes,
resulta que hoy es nuestro día libre.
―Pero… y las sesión… debemos terminar con el escenario, la lluvia lo
arruinó todo ―argumenté confundida por su actitud despreocupada.
119
―No te preocupes por eso. Ya dejé a alguien encargarse del resto.
―¡No! Pobre Daisuke.
―Eso le enseñará a no meterse con la chica de otro.
―Él sólo es lindo conmigo.
―Y yo practico snowboard. ¿Podemos dejar de hablar del sujeto rosa? No
querrás que le asigné otras labores más, ¿verdad?
―Bien ―consentí, derrotada.
Realmente lo lamentaba por él. Dorian se las estaba cobrando todas. No lo
merecía.
―¿Cuáles son los planes? ―pasé de Daisuke lo más rápido que pude. La idea
de pasar un día entero con Dorian, hasta el momento sólo se había cumplido
en mis más increíbles sueños. Tener la certeza de que se cumplían me
mantenía plenamente excitada.
―No necesitaremos ir muy lejos ―se le escapó media sonrisa ―. Detrás de la
cabaña hay un río. La casa de los Thompson queda justo allí. Siempre está
sola, así que con una llamada solucioné todo.
―Muy precavido. ¿Cómo tuviste tiempo de planearlo?
―Sencillo. No dormí.
―¿Pasaste toda la noche despierto? ―farfullé sorprendida.
―Acaso, ¿tú pudiste dormir?
―Como un bebé ―admití un poco avergonzada.
―No debería sorprenderme, aún no he podido sacarme de la cabeza tus
ronquidos en Japón.
Gruñí ofendida.
Lo enamorado no le quitaba lo idiota.
Salimos por la parte trasera de la cabaña, para así evitar ser descubiertos o
interrumpidos. Todo el tiempo me tomó de la mano. Se sentía irreal. Lo que
una vez creí que se quedaría atrapado en sueños, se convertía en una dulce

120
realidad. Por lo que me era inevitable no sentir miedo. Algo me decía que no
todo sería color de rosa. Para la felicidad siempre hay un precio que pagar.
Caminamos alrededor de veinte minutos. La cabaña de los Thompson no
estaba tan lejos, pero a mi paso, fue de suponer que lo retrasaría. Todo el
tiempo me mantuvo distraída con juegos mentales, pidiéndome resolver
acertijos y burlándose de mí cuando respondía incorrectamente. Más de una
vez estuve a punto de propinarle un punta pié y dar media vuelta a la cabaña.
Pero no todo el tiempo podía tener el privilegio de ver a Dorian reír. Y esa fue
la mañana que más lo hizo.
―… Bien, te daré una oportunidad más de demostrarme lo inteligente que
eres ―volvió a decir cuando cruzamos el cercado de los Thompson ―. ¿Cuál
es la diferencia entre un japonés y un algodón de azúcar?
―¿Es broma? ―referí, consciente de que la pregunta siempre tuvo nombre y
apellido. Pero le seguí el juego ―. No lo sé, que el algodón es dulce y los
japoneses no.
―Que pésima actitud tienes ―dijo decepcionado de mi poca colaboración.
―¡Ilumíname! ¿Cuál es la diferencia? ―acepté mi derrota.
Dorian reía a carcajadas. Su cuerpo se doblaba en dos a causa del impacto de
su ataque de risa.
―Qué gracioso ―lo jalé de un brazo para sacarlo del trance. Sólo provoqué
que riera más fuerte ―. Acabas de inventar ese mal chiste, ¿cierto? No existe
tal diferencia.
―No, pero la encontraré ―continuó divertido.
―Tú mismo pediste no mencionar a Daisuke por hoy ―le recordé.
―Es su culpa por darme material para reírme a sus costillas.
Me ayudó a cruzar unas vallas que dividían el patio del río, y nos echamos en
los troncos cortados de la orilla. El sonido del agua nos regaló una sensación
de relajación completa. Cerré los ojos y dejé que el agua tibia corriera sobre
mis pies. Al minuto, sentí la cabeza de Dorian acomodarse en mis piernas.
Comencé a hiperventilar.
Soltó un largo suspiró que luego lo reemplazó una de sus alucinantes sonrisas.
Él también mantenía los ojos cerrados.
121
―Hace mucho tiempo que no me sentía de este modo ―confesaba entre
suspiros ―. Es como si… ―buscaba la frase correcta.
―Como si comenzaras a vivir por primera vez.
―Sí ― estuvo de acuerdo ―. Es exactamente como eso.
Su respiración se acompasó con rapidez. Estaba cansado. No tardaría mucho
en quedarse dormido.
―… Saedy… ―dijo mi nombre en un susurro ―Anoche creí que estaba
alucinando, pero logré ver a mi madre mientras cantabas bajo la lluvia.
¿Puedes volver a cantarla para mí?
Hasta ese momento no creí que alguien pudiera haberme escuchado. Uno de
los mayores placeres de la vida era el rocío del cielo. Cantar bajo sus encantos
me propinaba satisfacción y liberación.

Is anybody out there?


Is anybody listening?
Does anybody really know if it’s the end of the beginning?
The quiet rush of one breath
Is all we're waiting for…
Sometimes the one we’re taking
Changes every one before…
It's everything you wanted, it's everything you don't
It's one door swinging open and one door swinging closed
Some prayers find an answer
Some prayers never know
We're holding on and letting go
Sometimes we're holding angels
And we never even know
Don't know if we'll make it,
But we know,
We just can't let it show…

* Holding On And Letting Go - Ross Copperman

122
“Fuiste, eres, y seguirás siendo un dolor en el trasero”
“Eso no fue nada romántico, Saedy”
“De acuerdo… fuiste, eres y seguirás siendo mi dolor en el trasero.
¿Mejor?”

Dorian & Saedy

123
CAPITULO 20
Marcus

Organicé la cita con Ryan Connor. El secretario de la empresa. Me las arreglé


para hacerlo parecer un simple encuentro rutinario y no levantar sospechas de
Dorian ni de Albert, mi padre. Él tramaba algo y yo iba a descubrirlo a como
diera lugar. Nunca me había gustado ser tomado por sorpresa. Y aquella no
sería la excepción.
―Me sorprendió mucho su llamada, Sr. Dawson ―expresión el secretario.
―¿Por qué debería? Yo también soy parte de esta empresa y tengo derecho a
saber cómo se van manejando las cosas.
―Pero acabamos de tener una reunión hace menos de un mes.
―Lo sé. Me gusta ir a un paso de los demás ―admití.
Ryan se mostró receloso.
―¿En qué puedo ayudarlo? No es común que me cite fuera de la oficina.
―Quiero los balances de las acciones.
No se mostró sorprendido ante mi pedido. Pero tampoco se le veía muy
dispuesto a colaborar.
―No tengo problemas con mostrárselo, Sr. Dawson. Pero están en mi oficina.
De haber sabido que quería darles un vistazo los hubiera traído conmigo.
―No es necesario tanta formalidad. Llevas trece años trabajando para
nosotros, debes recordar muy bien los porcentajes. Cuáles son los accionistas
más influyentes y cuales no tanto.
―Por supuesto que lo sé, Sr, y usted también ―me desafiaba.
Deduje que Ryan Connor estaba del lado de Albert.
―¿Cuál es el porcentaje de las acciones que tienen los Fuller?
Se alteró un poco ante la mención del apellido.
El maldito sabía algo.
―Apenas el cinco por ciento. Otros cinco por ciento dos administradores.

124
―Ya veo… ―comprendí ―. Nosotros manejamos un cincuenta por ciento, lo
que nos garantiza un cincuenta y cinco con el matrimonio de mi hermano y la
hija de los Fuller.
Connor seguía el rumbo de mis deducciones.
―Si compramos el otro cinco por ciento que no es mucho, acumularíamos un
sesenta. Ahora… ¿Quiénes son los dueños del otro cuarenta por ciento?
―Sr. Dawson, esas son preguntas que deberían hacerse a puerta cerrada, no
en una cafetería pública ―comenzaba a quebrarse.
―¿De quién es el otro maldito cuarenta por ciento, Connor?
Sudaba.
―De los Campbell, señor.
Bingo.
Estaba cerca de descubrir los malversados planes de mi padre. Desde un
principio sospeché de su interés por incluir a la mediocre familia Fuller por
encima de otras que en definitiva nos traerían más beneficios. Pero él nunca
hacía nada sin antes haber calculado las ganancias. Saedy era la escogida por
alguna razón. Y ahora que aparecía en escena la modelo Jenna Campbell,
milagrosamente la hija de los segundos mayores accionistas de la empresa,
todas las piezas comenzaban a encajar.
―Debo irme, Sr. Dawson. Si desea seguir esta conversación podemos hablar
luego en mi oficina.
Salió literalmente corriendo.
Por algún motivo los planes bajo la mesa de mi padre me producían
escalofríos. Y no había muchas cosas que lograran ese efecto en mí. Lo que
tramaba debía ser algo monstruoso para no habérmelo confiado ni siquiera a
mí.
Esperaba que Saedy fuera inteligente y tomará una decisión. Alejarse de mi
hermano era lo mejor para ambos. No iba a permitir que Dorian fuera la pieza
desechable de los planes de mi padre. No lo dejaría destruirlo de la misma
manera que lo había hecho conmigo. Si la coheredera Fuller no atendía a mis
amenazas, entonces, no me quedaba otra opción que hacer uso del plan B.
Convencer a Dorian.

125
Mi teléfono celular. Mostraba una llamada entrante. Era mi padre. No me
sorprendí ni un poco. Era de suponer que Ryan Connor le notificaría de mis
sospechas en cuanto puso un pie fuera de la cafetería.
―Albert… ―atendí.
“―Eres rápido, hijo. Por eso siempre has sido mi favorito ―habló del otro
lado”.
Podía adivinar su arrogante sonrisa enmarcando su arrugado rostro.
―¿Por qué no tenemos una breve conversación? ―le propuse. Si me
mostraba colaborativo, quizás, me confiaría sus planes.
“―Esperaba que dijeras eso. Te espero en la oficina”.
Conduje sin prestarle atención a las señales de tránsito. Mientras más rápido
supiera de sus intenciones, más rápido podía advertirlos. Intenté llamar al
celular de Dorian, pero todo el tiempo lo tomó la contestadora. El muy imbécil
probablemente estuviera echando un polvo con Saedy Fuller y yo haciendo el
trabajo sucio, como siempre.
Al llegar a casa tuve un mal presentimiento. No estaba seguro si era porque
dos autos con vidrios oscuros se encontraban estaciones al frente, o por los dos
hombres de traje que custodiaban la entrada. Mis sospechas empeoraban
conforme avanzaba el tiempo.
¡Y maldita sea! Dorian no contestaba el jodido teléfono. ¿Dónde diablos
estaba metido?
―Sr. Dawson, su padre lo espera en la oficina.
Crucé la puerta.

126
“La avaricia; un veneno con efecto lento, pero de muerte dolorosa”
Marcus Dawson

127
CAPITULO 21
Dorian

Al fin el cielo me sonreía.


Toda mi vida me preparé para actuar como un Dawson. Ser lo que todos
esperaban que fuera, actuar como se suponía debía hacerlo. Pero en cuanto
Saedy entró a mi vida, las cosas cambiaron. Todo parecía tener sentido. En
menos de tres meses mi Srta. Pecas logró lo que nadie había logrado.
Desnudar mi alma. Y por ese motivo le estaría eternamente agradecido.
Dedicaría mi vida entera a intentar compensar todo el daño que le había
causado. Hacerla feliz sosegaba el peso de mis pecados. Ver feliz a Saedy
Fuller, lo tomaría como una recompensa.
Sólo… me hubiera gustado compartir mi felicidad con una familia real. Un
padre que realmente se preocupara por mí y no por lo que pudiera beneficiarle.
Un hermano que siempre estuviera presente en los momentos importantes de
mi vida.
Extrañaba a mi hermano.
―¿Lo extrañas?
Ella estuvo observándome todo el tiempo mientras almorzábamos, luego de
terminar finalmente con la campaña publicitaria. A veces me preguntaba,
¿cómo es que siempre parecía conocerme tan bien?
―Es sólo que… ―costaba admitir en voz alta lo cierto que era― No es
normal que Marcus desaparezca de ese modo por tanto tiempo ―un nudo se
instalaba en mi estómago de manera casi permanente.
Algo me decía que Marcus no estaba bien.
―¿Ya intestaste llamarlo?
―Sí, pero no atiende ninguna de mis llamadas ―el nudo se apretaba todavía
más ―. Mi padre dice que le pidió unas vacaciones. Y eso es aún más extraño.
Odia tomarse un día libre. Y que de repente desaparezca un mes entero…
―Siempre hay una primera vez. Ya sabes, es Marcus. No le rinde cuenta a
nadie―Saedy intentaba despreocuparme.

128
Apreciaba sus intentos. Pero la inquietud seguía invadiéndome. Tal vez sólo
estaba pensando demasiado. Marcus toda su vida había sido un hombre
voluble. No pedía opinión para ninguno de sus asuntos y jamás se exponía
sentimentalmente a cualquier persona. Tomarse unas vacaciones un mes antes
de mi matrimonio con Saedy, podía interpretarlo como otro de sus castigos.
Me restregaría en cara lo mucho que me despreciaba. Lo poco que le
importaba mi felicidad.
―Él y yo tuvimos una conversación en la cabaña… ―comenzó a hablar. Su
mirada se entristeció.
―¿Sobre qué?
―Marcus me pidió que me alejara de ti ―confesó avergonzada.
―¿Y por qué no me lo habías contado antes?
―Te recuerdo que antes no eras precisamente un príncipe encantador
―intentó soltar las palabras con un tono ligero y despreocupado.
No lo logró.
―Siento haber sido idiota; siento que hayas tenido que escuchar las amenazas
de mi hermano. Lo siento por todo ―nunca me cansaría de pedirle perdón.
―No tienes que disculparte por nada, Dorian. Además la forma en la que
actúen los demás no es culpa tuya. Ya deja de culparte por todo. No llueve
porque tú te enojes, no deja de nevar porque tengas frío. El sol saldrá tanto
para ti como para otros. Nadie puede cargar con tanta culpa sin venirse abajo
con tanto peso. ―me atrajo hacia ella y me besó ambas mejillas con
ternura―. Y yo estoy segura de que Marcus no es el monstruo que tú crees. Él
te ama.
Bufé.
Era gracioso imaginar que eso pudiera ser cierto. Marcus sólo se amaba así
mismo. Pero no pude dejar de creer lo que ella me decía. Quería creerle cada
palabra y aferrarme a la esperanza de tener una familia. De tener el hermano
que algún día perdí en el camino.
―Aunque no lo creas, él intenta protegerte.
―¿De quién? ¿De él mismo? No se ha ahorrado detalles al informarme lo
mucho que disfrutará quitarme la empresa. Es lo único que ha hecho todo este

129
tiempo. Quitarle mérito a mis esfuerzos, reírse de mis intentos por querer ser
más humano. No te dejes engañar por nadie, Saedy. Sigues siendo demasiado
crédula.
―Tal vez tengas razón, quizás soy muy ingenua ―admitió ―. Pero creer en
las cosas buenas de los demás es lo que me ha llevado hasta aquí, ¿no crees?
―mostró su punto. Tenía razón ―. Vi en ti lo que ni siquiera tú mismo veías.
Y eso es lo mismo que veo en tu hermano Marcus. Él te ama. Y aunque no lo
exprese de la mejor manera, lo hace. Y haría cualquier cosa por ti. Incluso lo
que no haría por él mismo.
Por eso no la perdería.
Las personas como Saedy solían ser las más lastimadas. Pero también las más
felices. Su mundo no era la fantasía que ella misma llegó a decirme una vez.
Su mundo era el más humano que podía llegar a imaginar. Era de esa manera
como se suponía debíamos caminar viendo el mundo. Con los ojos de Saedy.
―Gracias por devolverme el alma, Saedy. Había olvidado sentirme vivo ―me
reflejé en sus ojos. Mi corazón comenzó a bombear sangre. Los latidos
parecían tener sentido. Finalmente entendí la brújula.
Ella me besó.
―Así es como se siente estar vivo.

130
“Tengo dos palabras para describir el amor; tú y lo que me haces
sentir”.
Dorian Dawson

131
CAPITULO 22
Saedy

Gary y Molly, mis dos mejores amigos fueron los que me acompañaron a
probarme el vestido de novia por última vez antes de la boda. Una semana.
Sólo faltaba una semana para finalmente convertirme en la esposa de Dorian.
Mi excitación se encontraba en su punto máximo. A pesar de que la persona
con quien más deseaba estar ahí era mi madre. Dorian no era el único que
deseaba compartir sus experiencias al lado de una familia. También yo.
―Quita esa cara, amiga. No vas a un funeral ―Molly no tardó en
sermonearme.
―Yo discrepo ―habló Gary.
Molly le propinó un fuerte codazo.
―Finalmente conseguiste que el bombón de Dorian babeara por ti, y vienes a
probarte tu vestido de novia con una actitud deprimente. ¿Qué sucede?
―Hubiera querido que mi madre estuviera aquí.
Sentí los brazos de ambos rodearme. No pude evitar sollozar en sus hombros.
Eran los mejores amigos del mundo. Y más que eso mi familia.
―Sisy, hermosa… ―Gary interrumpió el momento ― Me debes un traje
nuevo, acabas de arruinarlo con tus asquerosos fluidos nasales.
―¡Oh, Dios! ¿En serio puede existir alguien tan gay? Todavía no han
aprobado la ley que prohíbe usar la palabra “Moco” ―mi amiga Molly le
atizó otro codazo.
Me reí.
No sé qué sería de mi vida sin esos dos desadaptados.
―¿Lo ves? Esa es la sonrisa que deberías mantener el día de hoy. Es un día
especial para ti. Y aunque me lleve una eternidad y parte de mi otra vida
admitirlo, también lo es para Dorian. Les deseo lo mejor a ambos ―el chico
de traje arruinado prosiguió a pellizcarme las mejillas.
―Gracias por todo, chicos. Los amo ―sin poder evitarlo más rompí en llanto.

132
―Y es así como vuelves a arruinar un buen día ―la pelirroja sonreía con
ternura, al mismo tiempo que secaba mis lágrimas con sus manos ―. No más
lágrimas, ¿de acuerdo?
Consentí.
Gary corrió desde el salón hasta el vestidor con un teléfono celular en la
mano.
―Tu futuro esposo al teléfono ―me informó con un movimiento de cejas
comprometedor.
Atendí después de respirar profundo. No quería que él supiera lo que estuve
haciendo un minuto antes.
―¡Pecas! ―exclamó risueño del otro lado ― Llevo toda la mañana
intentando comunicarme contigo. ¿Dónde estás?
―Hoy me probaré mi vestido de novia por última vez. Olvidé decírtelo ayer.
―¡Oh! ¿Quieres que te acompañe? ―ofreció.
Sabía perfectamente que esos últimos días tenía más trabajo que de costumbre.
Con la partida de Marcus a sus misteriosas vacaciones, las responsabilidades
se le habían multiplicado. Molestarlo con algo como eso no era necesario.
―Estoy bien. Molly y Gary me acompañan.
―Bien… entonces, te veré más tarde ―murmuró.
―Te amo ―dije.
No recibí respuestas del otro lado.
Él colgó.
En los últimos días el despedirse de mí le resultaba incómodo. Desconocía el
motivo, pero intentaba no prestarle mucha atención. Se lo cargué todo a su
estrés y preocupación por su hermano mayor.
―¿Qué fue eso?
Apenas notaba la presencia de Molly a mi lado.

133
―Pasa cada vez que nos despedimos. Es como si de repente sintiera la
inmensa necesidad de escapar ―no quise admitir el miedo que eso me
causaba.
―Entiendo ―susurró más para ella que para mí.
―¿Qué es lo que entiendes? ―le pregunté.
―Inseguridad… ―me miró con certeza ―Todo tiene que ver con la
inseguridad. Dorian es exquisitamente atractivo, pero lo domina la
inseguridad. No saldrá un te amo de esa viperina lengua que él tiene hasta que
no logré salir de su caparazón. Será un imbécil pero sigue siendo humano. La
vida no se la puso fácil.
Estuve de acuerdo con su opinión.
―Lo sé. Y créeme que no pienso presionarlo. Esperaré a que esté listo.
Apenas han pasado un par de meses. Esto es algo nuevo para él.
―Esa es mi chica.
Con las manos como dos chiquillas nos dispusimos a entrar a los probadores.
Mis ojos amenazaban con volver a inundarse en lágrimas. Pero a pesar de todo
podía sentir la felicidad haciendo espacio en mi pecho. Estaba a unos días de
tocar el mismo cielo junto al hombre que siempre había amado.
Aprenderíamos a descubrir lo que nos estuvimos perdiendo toda nuestra vida.
―¿Estaría bien si tomara tu lugar por esta vez, Molly?
Yo conocía esa voz. Fue la única voz con la que soñé despertar todos los días.
La voz que debió estar ahí conmigo desde un principio. La voz de alguien que
odié y amé con la misma fuerza por veinte años.
Era la voz de mi madre.

134
“Un error, no es otra cosa que la advertencia de lo que puedes
perder más adelante”
Saedy Fuller

135
CAPITULO 23
Dorian

Era un paso enorme.


La empresa, el apellido, el reconocimiento. Nada tenía un valor tan importante
en mi vida como lo que estaba a punto de suceder en mi vida. A solos unas
horas Saedy y yo seríamos uno solo ante los ojos de Dios. Nunca más
tendríamos que vivir con la miseria de nuestra soledad. Estaríamos juntos por
el tiempo que nos estuviera destinado. No la dejaría escapar.
―¿Vienes a felicitarme? ―noté la presencia de mi padre casi al segundo de
haber cruzado la puerta de mi oficina.
―Por supuesto. Eres mi hijo y estás a punto de dar un gran paso en tu vida
―lo dijo como si fuera cierto; como si de verdad sintiera decir eso.
No le creí ni una sola palabra.
―Ya puedes ir comenzando a sonreír. Obtendrás lo que quisiste desde un
principio.
―Y tú también. No tiene caso mencionar que después de todo te ayudé.
Aunque me desprecies, debes agradecerme por haber escogido a Saedy Fuller.
Te enamoraste de ella. Y ella siempre lo estuvo de ti.
No le respondí.
No le agradecería por haber sido un animal por tantos años, ni por haber
expuesto a Saedy a esa tortura por mucho tiempo. Si a alguien debía darle las
gracias sería a ella y a Bosco por haberme abierto los ojos.
―Y te equivocas, hijo. Todavía no obtengo lo que quiero.
De nuevo, la sensación de ser absorbido por la oscuridad amenazaba con
apoderarse de mí. Mi padre no era ni remotamente el mismo demonio. Él era
mucho peor. Su maldad intentaba consumirme.
―¿Qué más quieres? ¿A quién más deseas lastimar antes de obtener todo lo
que tu egoísta existencia desea? ―exploté.
―La felicidad de mis hijos. Es lo único ―dijo con ímpetu―. Darles todo. Ser
una verdadera familia. Sólo ustedes y yo. Son lo único que tengo.
136
Y estuve seguro de que eso era lo que su negro corazón le hacía creer. Para él
esa excusa lo justificaba todo. Ni siquiera parecía estar consciente de lo que
arrastraba con su egoísmo.
―No quiero verte en mi boda ―le advertí ―. No te quiero cerca de ella ni a
un metro. No respires en su presencia.
Relajó los hombros y sonrió. A él realmente no le importaba.
―No estaré ahí si no quieres.
―Quiero compartir este día con mi familia y tú no eres parte de ella.
Soltó una sombría carcajada. Cada uno de mis huesos tembló ante aquel
sonido. Algo me decía que él no iba a sentarse de brazos cruzados a verme ser
feliz junto a la persona que amaba. Su amor por sí mismo no iba a permitirlo.
Entonces… lo supe.
Él era el responsable de la desaparición de Marcus.
―¿Dónde está? ―no iba a ser necesario mencionar su nombre.
―De vacaciones ―respondió sin titubear.
―Marcus odia tomar vacaciones.
―Sí, bueno… digamos que le indigesta mucho más un matrimonio arreglado.
Las vacaciones de repente le excitaron.
Usaba el truco de hacerme sentir desechable. Hacerme creer que Marcus me
odiaba tanto como para desaparecer del mapa el día más importante de mi
vida. Y le hubiera creído si no conociera a la persona que lo acusaba. Si
existía alguien peor que Marcus y yo, ese era mi padre.
―Eres un asco de padre.
Dejé que se marchara con su risa de la victoria.
En los juegos de mi padre sólo había espacio para un ganador. Y ese
definitivamente no sería yo. Lo que planeaba le daría beneficios a él y a nadie
más que a él. Ni siquiera Marcus debía estar incluido en su victoria, y era por
ese mismo motivo que lo excluía de lo que fuera que estuviera planeando
nuestro padre.
Pero no ahora…

137
No permitiría que jodiera un momento como ese. Debía estar en la iglesia en
unos minutos a la espera de la mujer que amaba. Sí… la mujer que amaba. A
pesar de que mi estúpida inestabilidad no me había permitido decirlo en voz
alta, indiscutiblemente la amaba. Y estaba siendo un completo idiota por no
habérselo dicho antes.
Sin perder más tiempo, tomé el teléfono celular y me dispuse a llamarla. Le
diría que la amaba tantas veces que Saedy sería la que terminaría colgando el
teléfono.
―Sr. Dawson…
La voz aterciopelada de Victoria, me interrumpió un minuto después de seguir
intentado llamar a la Srta. Pecas. Su celular estaba muerto.
―Ahora no, Victoria, estoy intentando llamar…
―Es importante señor ―sollozaba.
¿Realmente confesaría su enamoramiento por mí a unos minutos de mi
matrimonio?
Otra llamada entrante se mostró en la pantalla del móvil.
Era mi hermano, Marcus. Mi alma volvió a regresar a su lugar.
La tomé sin chistar.
―¿Dónde diablo estás metido? ―Aliviado, le grité sin pensarlo dos veces.
―¡Ahora no, Dorian! No es momento para escenas, busca a Saedy y
desaparece de Seattle lo más rápido que puedas ―hablaba con tanta rapidez
que algunas palabras no lograba entenderlas con claridad.
―¿Qué…? No comprendo, Marcus… ¿De qué demonios hablas?
―No es seguro. Debes escucharme y lárgate de ahí, ¡ahora mismo! ―tomó un
breve respiro y luego dijo: ―Saedy está en peligro.
Colgué antes de que pudiera terminar la frase. Todos mis instintos se
alertaron. De alguna manera siempre lo supe. Ella estaba en peligro. Y yo era
el único responsable.
Victoria se atravesó en la salida.
―¡Demonios, Victoria! ¿Qué es lo que quieres?

138
Si seguía interponiéndose en mi camino me haría perder la poca paciencia que
me quedaba.
―Es ella, Sr. Saedy Fuller ―escupió rápidamente. Los sollozos se
convirtieron en un mar de lágrimas ―. Acaban de llamar del hospital. Su
prometida tuvo un accidente.

139
“… Y sentí la muerte tan cerca que su aliento me regresó a la vida”
Dorian Dawson

140
CAPITULO 24
Marcus

No tenía mucho tiempo antes de que me descubrieran.


Mi padre me había mantenido bajo custodia por más de un mes en una celda
de vigilancia militar a las afuera de la ciudad. No se me permitía ver a nadie ni
hablar con nadie. Sería cuestión de tiempo antes de que la Sargento, Briana
despertara en mi celda de cinco estrellas y los alertara a todos. No iba a ser tan
tierna conmigo después de que se enterara que la había seducido para que me
facilitara mi teléfono celular y luego le diera un golpecito para dejarla
inconsciente.
Esperaba que Dorian hubiera hecho caso de mi advertencia y desapareciera
del mapa junto a su querida Saedy. No quedaba mucho tiempo antes de que el
plan de mi padre se pusiera en marcha. Si no era demasiado tarde ya.
Luego de haber efectuado otra llamada, y pedir ayuda por mi rescate, me senté
junto a la hermosa Sargento. Lástima que la rubia probablemente querría
matarme al abrir los ojos. El pensamiento no impidió que recordara cómo
había terminado prisionero de mi propio padre.
Fue un golpe bajo de su parte.
Inesperado…
“―Pasa adelante, hijo. Tengo buenas noticias para ti ―me dijo Albert al
verme cruzar la puerta de su oficina”.
“―Estoy seguro de que así es ―le seguí el juego”.
“―No olvido lo que hablamos hace un par de años ―se sirvió una copa y
luego me ofreció otra a mí”.
La tomé quisquilloso.
“―Quiero la empresa para mí y bla bla bla… ―comencé a decir ―. La
tendré en algún momento. ¿Otra cosa?”
“―Ya casi es el tiempo ―se la tomó de un sorbo y prosiguió a servirse otra
―. La empresa estará en tus manos más pronto de lo que alguna vez llegaste
a imaginar. Desde un principio estuvo destinada para ti, hijo. Eres mucho

141
más inteligente y tenaz que Dorian. Desafortunadamente mi hijo menor
siempre fue débil. Por eso le permití tomar la delantera en la empresa. Podía
manipularlo a mi antojo―. Se jactaba de su enfermizo cerebro calculador”.
Todo lo que me decía no me era novedad. Siempre lo supe. Lo que no sabía
era por qué ahora. Su plan estaba en marcha y yo desconocía las piezas del
juego. En qué punto estábamos de sus planes era lo que me inquietaba al
extremo de temerle.
“―¿Qué es lo que tramas?”
“―Dártelo todo ―respondió en seguida ―. En unos días tu hermano se
casará con la hija de los Fuller y eso nos garantizará un cinco por ciento de
las acciones. Ya conseguí el otro cinco por ciento con los inversores menores.
Acabamos de posicionarnos entre los mayores inversores. Estamos a un paso
de ser los únicos propietarios. Los únicos, hijo”.
“―¿Ese es tu macabro plan? ¡Sorpresa! ya lo sabía. Tu enfermiza obsesión
por el poder te lleva a la desesperación. Que incluyeras a Dorian en ese plan
fue lo inteligente. Del resto ya estoy muy bien informado”.
“―Déjame terminar ―ya no se molestaba en fingir amabilidad ―. Saedy
sólo era parte del plan. Dorian tiene más importancia en el asunto. Es la
pieza clave para obtenerlo todo. Es más fiable y leal que tú. Puede atraer a
las multitudes como moscas, que a diferencia de ti, sólo eres un experto para
espantarlas”.
Lastimar mi orgullo e integridad tampoco me afectaban en lo absoluto.
Intentaba convencerme de algo desconocido. Él esperaba que haciéndome
sentir inferior lograría su cometido.
“―Bien… felicidades, conseguiste un sesenta por ciento, ¿y ahora qué?
―divagaba en busca de más respuesta ―. Todavía no consigues el otro
cuarenta por ciento, no es poca cosa, Albert. Ellos tienen muchas acciones.
No se puede comprar con sólo chasquear los dedos”.
“―Y eso por eso que Dorian es el indicado y no tú. Para ser muy inteligente,
hijo. No tienes nada de intuición. No has aprendido a usar a las personas.
Sólo te enfocas es mostrar tu poca tolerancia a la humanidad y no te interesas
por obtener los beneficios que otros te ofrecen. Toma esto como una ayudita
de mi parte. Haré el papel de tu mediador”.
“―Ve al grano. Me estoy cansando de tus juegos psicológicos”.

142
“―No puedo comprar un cuarenta por ciento, en eso tienes razón. Es
demasiado dinero. Pero si podemos obtenerlo de manera gratuita para qué
desesperar. Sólo tener un poco de paciencia y ya ―sonrió ―. Es allí donde
entra la hija de la perfecta familia con el cuarenta por ciento, Jenna
Campbell. La he estado arrastrando a los brazos de tu querido hermano con
un propósito. Esa hermosa modelo sí tiene lo necesario para hacer de mi hijo
un hombre. Uno con deseos de poder, no uno débil como el que ha creado esa
niña. La verdadera esposa que escogí para él siempre fue Jenna, no Saedy”.
“―Espera… ―logré articular palabra”.
Estaba atónito al haber escuchado todo eso. Me había equivocado siempre. El
plan de mi padre no estaba ni remotamente cerca de lo imaginado. Era mucho
peor.
No quería seguir escuchando. Yo no sería parte de eso… un minuto más en
esa oficina y vomitaría.
“―No puedes ir a ningún lado hasta que termine de hablar ―dijo antes de
que lograra cruzar la puerta”.
“―No seré parte de eso. No quiero la empresa si tengo que pactar con el
diablo”.
“―No eres muy diferente de mí, Marcus. Es por eso que después de que todo
esto termine, y que gracias a Dorian consigamos el otro cuarenta por ciento,
todo será tuyo. La entregaré yo mismo en tus manos. Siempre fuiste mi
favorito. Dejaremos a Dorian fuera de esto cuando logremos lo que
queramos. Tu querido hermano estará a salvo”.
“―Pero, Saedy…”
Era la mujer que mi hermano amaba. Jamás lo había visto tan feliz después
de haberla conocido. Si esa chica llegaba a desaparecer, no cabía duda de
que ese día moriría consumido bajo la oscuridad. Ese día perdería a mi
hermano por completo. Su alma sería entregada al mismo diablo en un
segundo.
“―No te preocupes por ella, hijo. Me aseguraré de que sea rápido. No
sufrirá nada”.
Su confesión me perturbó.

143
Él tenía razón en los puntos que refería sobre mí. Yo era egoísta y ambicioso.
Hubiera hecho lo que estuviera a mi alcance para conseguir la empresa y
tener todo el control. No me importaba en lo más mínimo desear el amor de
alguien. Casarme y tener hijos. Esa era la vida que deseaba mi hermano, no
la mía. Pero de lo que estaba completamente seguro era de ser yo mismo. No
era como mi padre. Yo no era un maldito monstruo. Y por nada del mundo iba
a permitir que mi hermano saliera lastimado por su puto egoísmo. Los
salvaría de sus garrar aunque eso fuera lo último que hiciera.
“―Estoy dentro… ―mentí. Si le hacía creer que estaba de su lado, lograría
ganar más tiempo”.
Salí de la oficina en cuanto puede mover las piernas. Me temblaban y
esperaba que él no lo notara. Tenía que actuar con precaución si quería que
mi plan funcionara. Pero antes debía advertir a Dorian sobre lo que acababa
de escuchar. El que él estuviera al tanto lo mantendría alerta.
La mente comenzó a hacerme algunas jugarretas mientras me trasladaba
hasta el auto. Mi visión comenzó a nublarse y me fue imposible marcar el
número de Dorian. No veía absolutamente nada. Mi cuerpo dejaba de
responderme.
La voz de Albert, llegó a la distancia. O eso creía.
“―Lo siento, hijo. Te di la oportunidad…”
Di media vuelta perdiendo el equilibrio. Sentí un par de manos sujetándome
por ambos lados. Se trataba de los sujetos de traje que custodiaban la entrada
de la casa.
“―Ya no eres el mismo Marcus que me pidió una vez hacer cualquier cosa
por conseguir la empresa… Y si no me sirves ahora, entonces no estás
dentro”.
Poco a poco la luz desapareció.
Nueva lección de vida: No aceptarle un trago a tu padre.

144
“Las traiciones más doloras son las de frente, las que vienen de las
personas que conoces. O de las que crees conocer”
Marcus Dawson

145
CAPITULO 25
Saedy

Y en ese momento pude ver la mirada de una madre.


Sería un grato recuerdo que llevarse a la tumba. Sentir por primera vez en
veinte años el amor de una madre. El dolor del impacto fue menos doloroso
que el darme cuenta de que mi madre no sobreviviría al accidente. Su cuerpo
estaba encima del mío de manera protectora. Ella moriría al instante. Y yo
también.
TREINTA MINUTOS ATRÁS…
―Prometiste que no llorarías, papá.
Sollozaba sin poder contenerse.
―Es imposible… ¡Estás hermosa! ―se lanzó hacía mis brazos.
Un minuto más y terminaría ahogada en lágrimas al igual que él.
―Ya basta con los dos, arruinarás el hermoso vestido de Saedy ―le advirtió
mi madre, al mismo tiempo que lo despegaba de mí como si fuera una babosa.
Contar con ella el día más feliz de mi vida fue un regalo inesperado.
Finalmente conseguía lo que tanto había anhelado. No pensaba desperdiciar ni
un minuto de mi vida a partir de ese momento.
―Te veré en la iglesia, cariño. Debo ir con Dorian antes. Digamos que su
familia no está siendo de mucha ayuda.
―¿Marcos sigue sin aparecer? ―le pregunté.
―Ese muchacho necesitará mucho de tu ayuda, hija. No dejes que la desdicha
lo consuma.
Sin la presencia de Marcos, el hermano mayor de Dorian, él muy bien se las
podía apañar. Pero eso no significaría que le importaba menos. La única
persona con la que Dorian hubiera deseado compartir ese momento, no era
nadie más que Marcus Dawson. No contar con su presencia le estaba
desgarrando el corazón en pedazos. No resultaba tan buen actor cuando de
sentimientos se trataba.

146
―Basta de habladurías ―mamá volvió a interrumpir ―. Tú, ve con nuestro
yerno y nosotras seguiremos detrás. Y haz esa cosa que hacen los padres
cuando le entregan su única hija a un hombre.
Mi padre parecía tan perdido como yo.
―¿Te refieres a ayudarlo con su corbata? ―no puedo evitar reírse de su
propia suposición.
―No ―mi madre se exasperó de inmediato ―. Me refiero a darle algunas
advertencias si llega a lastimar a nuestra hija, o si se atreve a dejarla plantada
en el altar.
―Bien… lo haré ―replicó poco convencido ―. Aunque podría asegurar que
si llego a lograr algo con esas amenazas, será conseguir una muy buena terapia
de risa por su parte. Si hay una cosa que pueda asustar a un Dawson, no es
otra cosa más que su mismo apellido.
Totalmente cierto.
Dejó de hablar al darse cuenta de que no hubo ni un gramo de gracia en lo que
había dicho. Ciertamente no estaba equivocado con su conjetura pero tampoco
era algo de que hacer alarde. Si algo sabía muy bien mi padre, era que
nuestros propios demonios tarde o temprano se convertían en los enemigos
más poderosos. Los de Dorian siempre estuvieron a flor de piel.
―No te preocupes por nada ―Marissa intentó animarme en cuanto nos
encontramos libre de los sollozos de mi padre ―. No he visto en mis cuarenta
y dos años a un hombre controlar sus demonios de la forma en la que lo hace
Dorian cuando está contigo. Es admirable. No imagino a mi única hija al lado
de otro hombre que no fuera Dorian Dawson.
―Yo tampoco ―admití.
―Te ha hecho fuerte e independiente. Logró en meses lo que yo no puede
lograr en veinte años ―confesó. Decir aquello debía estarle costando mucho.
―No era el momento de lágrimas hace un minuto y no es momento de
lamentarse ahora, mamá ―sequé sus mejillas húmedas con mis dedos.
―Tienes razón.
Besó mi frente con ternura antes de salir.

147
TREINTA MINUTOS DESPUÉS…
El dolor físico seguía latente. No estaba segura de qué me dolía más; si las
piernas, los brazos, la cara… el corazón.
Todo se movía sumamente rápido a mi alrededor. No podía distinguir nada
con claridad. Las imágenes borrosas provenían de todos los ángulos. Quienes
fueran que estuvieran intentando ayudarme, rieron aliviados al descubrir que
seguía consciente. Yo seguía viva. De alguna manera me encontraba viva en
un cuerpo vació. No reconocía la voz. Su voz. Él no estaba ahí y eso sólo
podía significar una cosa. El vacío no era otra cosa que el infierno.
―…Estará bien, Srta. Fuller… estará bien…
Una voz masculina murmuraba mi nombre una y otra vez. Quise responder,
pero mis labios parecían sellados. Una masa pegajosa los cubría. Mi lengua
pesaba dentro de mi boca. La humedad en mis ojos advertía lo que
inconscientemente estaba haciendo. Llorar.
Otra voz susurraba que me calmara.
Grité que se callara, no era la voz que quería escuchar. Si iba a morir al menos
merecía escuchar la voz de Dorian, aunque fuera tan sólo producto de mi
lamentable imaginación.
―No intente hablar, es peor… cálmese.
Lo ignoré.
Grité su nombre tantas veces que el cielo abrió sus puertas. Me cumplirían mi
último deseo. Lo vería por última vez.
Sonreí.
Él estaba frente a mí con su encantadora sonrisa. La que me dejó prisionera de
su amor por años. Mucho antes de que pudiera saber el significado de esa
palabra. Grabé cada movimiento o imperfección. Me llevaría todo lo que
pudiera antes de partir.
“―No eres precisamente la modelo perfecta para los vestidos de
novia―”dijo. Aún en mi imaginación Dorian seguía siendo ridículamente
encantador.
Me sacó una sonrisa.

148
“―Así me gusta, sonríe ―acarició mis labios―. Ese sí es el mejor vestido
para ti”.
Su imagen comenzó a desaparecer.
Mi cerebro estaba colapsando. Se apagaría de un momento a otro. No estaba
lista para dejarlo ir… todavía no.
―Dorian… no te vayas, no me dejes, regresa… ―seguí gritando su nombre
lo más fuerte que me permitió el dolor.
“―Te amo, Saedy… Te amo…”
Lo escuché. Lo dijo con tanta nitidez que supe que ya era tiempo de dejarlo ir.
Su voz fue el mayor regalo de bodas. Él me amaba. Lo sabía. Desapareció
ante mis ojos.
Y yo pude morir.

149
“La muerte representa una partida. Y sólo eso. Olvidar no viene en
ese paquete”
Saedy Fuller

150
CAPITULO 26
Marcus

Se había convertido en un fantasma. Mi hermano menor, Dorian, no era ni la


sombra de lo que algún día llegó a ser al lado de Saedy Fuller. Dos semanas
fueron suficientes para destruirse. Hubiera sido preferible que perdiera los
estribos; que la maldijera nuestro destino o renegara de lo que nos había
tocado. Pero no lo hizo.
Albert, se encontraba envuelto en averiguaciones; se le acusaba de homicidio
premeditado, intento de asesinato y secuestro. No la tenía bonita. Finalmente
conseguiría el infierno que merecía. Lo lamentable fue ver como mi hermano
había sido arrastrado junto a él. Dorian llevaba dos semanas consumido en el
silencio de su propio infierno.
―Sr. Dawson, ya el Sr. Nomura está aquí como me lo pidió ―Victoria la ex
secretaría de mi hermano, anunció la llegada de Daisuke Nomura.
―Hágalo pasar.
El muchacho japonés entró con su desgarbo común. Por un par de meses su
presencia en la empresa me incomodó, hasta el punto que lo veía como un
objeto inanimado. Inservible. Su arduo desempeño las últimas semanas me
abofeteó. No era la niñita rosa que pensé.
―¡Vaya! Al fin lo conseguiste ―intentó sonreír.
Desde que mi hermano se había declarado un muerto viviente la empresa pasó
a mis manos. Daisuke tenía razón, estar sentado del otro lado del escritorio
siempre fue mi sueño. Lo que toda mi vida había soñado tener. Pero no de esa
manera. No a cuesta de un hermano destruido.
―¿Cuándo regresas a Japón? ―le ofrecí una bebida.
La tomó sin miramientos. Daisuke se convirtió en mi sombra y mano derecha
las últimas semanas después de la campaña publicitaría. Su apoyo fue de gran
ayuda cuando las noticias invadieron los periódicos de todo el país. Teníamos
la publicidad, pero no el motivo. Nuestra popularidad aumentó de la misma
manera que la mala fama.
“Una empresa de seguros” donde tu padre es un asesino. Irónico.

151
―En un par de semanas. Quiero irme sin cosas por resolver ―bajó el tono.
Después del accidente de Saedy su humor oscureció. Hasta volvió a cambiar
el tono de su cabello a uno natural.
―No deberías retenerte aquí, Dai. Las cosas no están mejorando, en lo
absoluto, todo lo contrario.
―No lo creo así… Dorian…
―Dorian no regresará a la empresa.
La copa temblaba en sus manos. A pesar de que era un chico fuerte se dejaba
llevar por la emociones. No iba a dejar Seattle por su propia voluntad. Él
también se sentía atrapado. Dejar ir a Saedy no le resultaba una opción.
―Estaré trabajando en el nuevo proyecto. Te invito la cena esta noche. Nos
vemos ―fingió que nunca tuvimos esa conversación y salió.
Ignoré a propósito el hecho de que mi amistad con Daisuke Nomura crecía a
causa de mi cortina de humo. Llegar a casa y conseguir a Dorian borracho o
sentado frente al televisor mirando a la nada, me consumía por dentro. Salir a
cenar fuera con mi nuevo amigo japonés al menos me mantenía cuerdo.
Y ese día no era la excepción.
Lo encontré sentado en la barra de la cocina terminándose la botella de Vodka
que la noche anterior había comenzado. Ni siquiera traía ropa limpia. No
movió un pie fuera de la cocina en toda la noche.
―¿Te sirvo una? ―me preguntó al acercarme.
No había rastro de su antigua resaca. Apenas comenzaba la siguiente. Actuaba
como si nada hubiera pasado. Ni rastros de sensibilidad.
―No quiero convertirme en un idiota tan temprano ―traté de no oírme
decepcionado. Dudé de haberlo conseguido.
Por su parte recibí una risita.
―¿Daisuke Nomura ya se fue? ―preguntó como si nada.
Descubrí un grado de incertidumbre detrás de la pregunta inocente.
―No. Aún no se ha ido. Tienes algunos problemitas con la aceptación al igual
que alguien que conozco.

152
Lo sorprendí suspirando aliviado. Ya comenzaba a descubrir lo que sucedía
debajo de esa cascara de fingida indiferencia.
―¿Cuándo dejaremos de jugar a los herederos del diablo? ―le escupí sin
poder controlar mi impotencia ―Deja de actuar como imbécil por una vez en
tu vida y actúa como hombre. No seré tu jodida niñera toda la vida.
Escuché como los cristales de la botella que sostenía en la mano se hacía
añicos. Su cascarón también reventó.
―¿Qué te importa? Después de todo ya tienes lo que querías. Dijiste que no
esperabas el día que yo te entregara la empresa con mis propias manos, y ahí
está. Te la entregué en bandeja de plata. Es toda tuya. Puedes hacer con ella lo
que te venga en gana.
―¡A la mierda la empresa! No es divertido conseguir algo sucio. La empresa
será mía cuando me la gane. Ahora eres un idiota que no tiene nada.
Quedarme con todo es demasiado fácil. No la quiero así.
―Entonces, ¿qué demonios quieres de mí? ―se quebró ― Querías que me
recupera y es lo que hago. Intento superarlo, hazlo tú también.
―No, Dorian. Superas a alguien cuando está muerto, pero Saedy Fuller no lo
está. Su corazón sigue latiendo en esa habitación de hospital. No está muerta,
¡Maldita sea! Sé un hombre y ve a verla.
Mis palabras parecían haber eliminado por completo todo resto de la coraza
que lo mantenía inmerso en su falso mundo de superación. Se dejó caer en mis
brazos y comenzó a llorar. Se convirtió en un bebé en mis manos; destruyendo
por completo lo poco que me quedaba de estabilidad.
―No puedo, Marcus ―dejó ver su rostro empapado en amargas lágrimas.
Destruido. No puedo ir así. Verla tirada en esa cama por mi culpa, me duele
más que creer que realmente murió en ese accidente. Yo le hice esto, ¿sabes?
Es mi culpa ―continuó culpándose sin dejar de llorar.
―No es tu culpa, idiota. Ni siquiera es culpa de la avaricia de nuestro padre.
Nadie tiene la culpa de lo que pasa debajo del cielo. ¿No habías escuchado
que la felicidad no se consigue en una caja de Corn Flakes? Creí que era más
listo que esto.
―Ella hubiera estado mejor al lado de un sujeto como Daisuke Nomura.
Tendría la vida que siempre quiso. Él le hubiera brindado la normalidad que
ella deseó. Esperaría en las afueras de una cafetería por su esposo, en casa la
153
esperarían sus suegros intachables. En las noches dormiría junto a alguien que
le brinda seguridad. Y lo más importante… no estuviera en una cama con un
coma del cual sólo Dios sabe cuándo despertará.
―Y en el que seguramente sólo querrá ver tu rostro cuando despierte
―terminé su deprimente discurso ―. Ella te necesita ahora más que nunca.
Aún está con vida y esperando por ti. No ha terminado, hermano.
―No se lo dije… ―murmuró entre el llanto ―No le dije que la amaba. Fui el
idiota más grande de todos los idiotas ―dejó salir una sonrisa amarga―. Mi
pecosa merecía más que esto ―. Se señaló como si no fuera obvio―. No tiene
derecho a dejarme sin antes reclamármelo. Ella está en todo su derecho de
reprochármelo. Merezco una bofetada.
―Y una grande ―estuve de acuerdo.
Ambos reímos de la desdicha.
―Qué esperas para levantar tu trasero de aquí y regresar a su lado.
De nuevo reconocí el brillo de Saedy en su mirada.
Había vuelto.
Mi hermano estaba de regreso.

154
“No desaparece quien quiere, sino a quien dejamos ir”.
Marcus Dawson

155
CAPITULO 27
Dorian

Algunos días me convencía de que estaba soñando. Otros me recordaban el


motivo por el que continuaba mi vida. Vivir, no debía resultar difícil cuando
tenías una razón. Ella era la mía. Y por ese mismo motivo no iba a aceptar que
se apartara de mi lado, podría ser cualquiera, menos Saedy.
Marcus, estaba llevando las cosas mejor de lo que hubiera imagino. Trabajar
en la empresa para él solamente tenía el significado de hogar. Su amor y su
vida. No pensaba arrebatarle lo único que lo mantenía respirando. Tampoco
renegar de la ayuda de Daisuke. A pesar de la mala publicidad que recibió la
empresa a causa de lo sucedido con mi padre, siempre estuvo ahí y lucho por
mantener a flote la campaña. Tenía que darle créditos por ello.
Por mucho tiempo sólo fui un inútil bajo la sombra de ambos.
Pasaba la mayor parte del tiempo en el hospital haciendo turnos con el padre
de Saedy. Él nunca se alejaba de su lado. Lo sobrellevaba bastante bien,
tomando en cuenta la muerte de su esposa, Marissa. Funcioné como su paño
de lágrimas más de una vez.
Saedy era lo único que nos quedaba.
Los seis meses siguientes al accidente, las cosas regresaron a una aparente
normalidad. Daisuke continuó trabajando para nosotros. Insistió en conseguir
un empleo en nuestra empresa y seguir ayudando a Marcus. Los últimos
meses fueron casi inseparables. Agradecí su existencia, ya que de una u otra
manera, gracias a él me di de cuenta de lo locamente enamorado que estaba de
Saedy. Y de lo mucho que no deseaba perderla.
No deje de ir a visitarla ni un solo día en esos seis meses. Verla me regresaba
la paz. La ponía al tanto de todo lo que ocurría en mi aburrida y monótona
vida. Si el coma no acababa con ella, en definitiva lo harían mis aburridas
historias. Pero aun así continuaba estando ahí. Besando cada centímetro de su
perfecto rostro.
Algunas veces me quedaba dormido a su lado. Soñaba que despertaba y
sonreía de la misma manera que siempre lo hacía; como si siempre estuviera
compitiendo con el sol para ver cuál de los dos iluminaba más. Sin duda,
Saedy ganaba.
156
Ese día estaba particularmente más brillante.
―¡Buen día, señorita Pecas! ―la saludé apenas entré.
Un rayo de sol reflejó el dorado de su cabello. Él también se alegraba de verla.
―¿Cuándo despertarás? No eres la bella durmiente. De hecho, no eres tan
bella, ¿recuerdas?
Sonreí.
Ella me hubiera golpeado sin pensarlo dos veces.
―Tienes que despertar y hacerme pagar todo. Moriré contento en tus manos
―acaricié su nariz llena de pecas. Estaba más cálida de lo normal al tacto.
Creí imaginar un rubor en sus mejillas.
―He hecho algo terrible, ¿sabes? Planté tu flor de Loto en nuestro jardín. Y
bueno… ―recordé algo más ―. Tampoco te he dicho que compré una nueva
casa para los dos. Es pequeña pero… ―sin darme cuenta estaba llorando.
Nuevamente… como terminaba haciéndolo cada vez que entraba o salía de
esa habitación ―. Saedy Fuller, te amo… ¿Quieres casarte conmigo?
La misma pregunta se la había hecho por meses sin obtener respuestas de su
parte.
No perdería las esperanzas.
Me disponía a volver a casa con la imagen de Saedy compañía. Regresaba con
una nueva disposición. Al día siguiente volvería a verla.
El sonido de mi teléfono celular me regresó a la realidad. Era una llamada del
hospital. Era extraño. La tomé en seguida.
La voz de una mujer inició una conversación.
“―¿Sr. Dawson?”
―Sí, con él habla ―respondí todavía sorprendido.
“―Ella ha despertado”.
Inmóvil.
Mi cuerpo no respondió.

157
Pero mi corazón comenzó a latir.
“―La Srta. Fuller me ha pedido que le deje un mensaje”.
Esperé atónito.
“―Ha dicho que sí. Que acepta”.

Fin…

158
“La esperanza no muere hasta que la pierdes”
Dorian Dawson

159
Agradecimientos

A la única persona que siempre está a mi lado y nunca me


desampara. Mi Dios, el todo poderoso. También, debo agradecer a
mi familia que de una u otra manera siempre está presente en cada
uno de mis proyectos. Gracias a mis fieles lectores, son unas
criaturas hermosas.
¡Dios me los bendiga!

160
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