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EL ACOSO CALLEJERO

Son prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona desconocida, en espacios
públicos como la calle, el transporte o espacios semipúblicos (universidad, plazas,
etcétera), que suelen generar malestar en la víctima. Estas acciones son unidireccionales,
es decir, no son consentidas, y quien acosa no tiene real interés en entablar una
comunicación con la persona agredida.
Las prácticas de acoso sexual callejero son sufridas de manera sistemática, en especial por
las mujeres aproximadamente desde los 12 años, lo que genera traumatización no sólo por
hechos de acoso especialmente graves, sino por su recurrencia. Se trata de una práctica no
deseada, que genera un impacto psicológico negativo y que las personas, sobre todo del
sexo femenino, pueden vivir varias veces al día.

Los efectos del acoso se demuestran en acciones cotidianas de la víctima como cambiar los
recorridos habituales por temor a reencontrarse con él o los agresores, modificar los
horarios en que transita por el espacio público, preferir caminar en compañía de otra
persona, modificar su modo de vestir buscando desincentivar el acoso. El acoso se realiza
mediante miradas lascivas, piropos subidos de tono, silbidos, besos, bocinazos, jadeos y
otros ruidos, éstos obscenos, comentarios sexuales, directos o indirectos sobre el cuerpo,
fotografías y grabaciones del cuerpo, no consentidas y con connotación sexual, tocaciones
(agarrones, manoseos, acercamientos), persecución y arrinconamiento, masturbación con
o sin eyaculación, y exhibicionismo.
SENTENCIA:
En el último tiempo se dio a conocer una sentencia al conductor de un taxi quien incurrió
en algunas de estas prácticas, y también se difundieron acciones de usuarios del subte que
reflejan una notable perversidad. Hay que aclarar que no se trata de una cuestión vinculada
exclusivamente a nuestra sociedad, ya que en varios países han tenido que implementar
vagones exclusivos para mujeres por la reiteración de situaciones de agresión.
Para los varones, culturalmente cómodos en una cultura patriarcal y machista, la súbita
exposición de estas miserias, resulta desconcertante. Se escuchan comentarios del
siguiente tenor: "No podés mirar más a las chicas", o "guarda con lo que decís, que vas en
cana", entre otros.
En realidad, se debe ser cuidadoso de ambos lados. Recuperar la gentileza y el pudor en las
formas. Los juegos de seducción, tanto en adolescentes como en jóvenes y adultos, tienen
sus propios códigos, que deben respetarse en aras del entendimiento común. No en las
formas bestiales que se expresan muchas veces en distintos ámbitos. Es necesario
preservar la delicadeza que permite la convivencia y el relacionamiento cotidiano.

DERECHO A LA TRANQUILIDAD:
Todas las personas tienen derecho a transitar libremente y con la confianza de no ser
violentados, independiente del contexto, la edad, la hora del día o el vestuario que ocupa
la persona agredida, los derechos humanos no dependen ni se suspenden por detalles del
entorno. No hay excusas ni justificaciones para el acoso sexual callejero. Es violencia de
género, cuando refleja la desigualdad de poder entre hombres y mujeres. Nada impide
realizar un comentario sobre la belleza ajena, cuando las circunstancias lo permiten, ni
apreciar un bello contorno con igual ternura que a un cerezo en flor, sin que ello desate
una batalla sexópata de impredecibles resultados. Y ello es tan aconsejable para el
caballero como para la dama.

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