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¿Cuál es el sentido de la filosofía para vivir en el siglo XXl?

MAHECHA MIGUEL

COLEGIO TÉCNICO BENJAMÍN HERRERA

El sentido de la filosofía, así como el de los demás saberes, está siempre condicionado por diversos
factores. Así pues, antes de responder a la pregunta en sí, debemos aclarar bajo qué premisas se encuentra
el pensamiento condicionado. Bien es sabido desde los análisis materialistas de Marx, que éstas
condiciones a las que me refiero, se establecen en razón de los modos de producción en los que se
encuentra circunscrita la sociedad. De este modo, debemos tener en cuenta que todo pensamiento, acto o
voluntad que se realiza no es más que la representación del sistema que acaece (en nuestro caso el sistema
capitalista) en el mundo real. En consecuencia, la filosofía se ve condicionada por la realidad construida
en el capitalismo tardío, y por ende su sentido le es determinado de este modo. Pero estos modos de
producción no deben ser descritos grosso modo, sino que deben ser vivificados para entender su
repercusión en el pensamiento.

La sociedad capitalista descansa bajo el umbral de la explotación del hombre por el hombre, umbral lleno
de contradicciones que se expele a sí mismo constantemente. En el lado del primero-del explotado-, éste
se ve enajenado de su humanidad, porque su actividad no es suya, es del capitalista, porque sus
pensamientos no son propios, son de la industria cultural, porque el resultado de su trabajo lo sojuzga y le
impide la realización humana de sus capacidades inherentes de desarrollo; se ve reducido a mero apéndice
de la máquina, y con ello no solo su producto, sino que él mismo se ve convertido en mercancía. Es por
ello que su pensamiento y accionar se reifican, se vuelven parte de las relaciones de intercambio; al igual
que sus sentidos, que como dice Marx “se ven reducidos al sentido de posesión”. No obstante, dentro de
esta división del trabajo y de las aptitudes, encontramos aún espacio para lo que Marx llama trabajo no-
enajenado, es decir, un trabajo- en este caso intelectual- donde el hombre se desarrolla a sí mismo a través
de la praxis. Este tipo de trabajo, como se mencionó anteriormente, no se encuentra absuelto del entorno,
pero sí de la capacidad de creación del hombre, puesto que en la actividad del pensamiento, el hombre se
descentra de su posición subyugada y entra en el plano de la crítica.

Son pocos los saberes ora que poseen esta cualidad de realización, pero podemos destacar a la filosofía
dentro de ellos por su carácter universal, y de esta manera, podemos atisbar un sentido a la misma, como
saber aún no enajenado de la humanidad, de manera que este, al estar yuxtapuesto en las condiciones de la
sociedad, logre identificar las contradicciones del sistema y encontrar en ellas la dinamita para su
derrumbamiento. Esta labor que se le encomienda a la filosofía no es en absoluto sencilla, pero es la única
escapatoria que nos queda para huir de la hecatombe neoliberal, donde los mercados abiertos y la
instauración de una conciencia universal tienden a la deshumanización por el consumo y el
derrumbamiento de toda esperanza de cambio.

Sin embargo, la teoría marxiana, a la que naturalmente me he referido hasta ahora, pierde su carácter de
plausibilidad desde el siglo XX, con la primera y segunda guerra mundial, la victoria del fascismo y el
régimen soviético, además de la pérdida de la creencia de una conciencia de clase entre los trabajadores,
que al parecer debido a mecanismos de individualización se han abstraído a la condición de individuos. A
pesar de esto, las esperanzas parecen renacer en el seno de la teoría crítica por parte de las tesis enunciadas
por Axel Honneth, quien desde un análisis interdisciplinar de las condiciones de la sociedad, y apoyado en
las bases teóricas establecidas por sus precedentes referentes de la Escuela de Frankfurt, en especial de J.
Habermas, ha postulado un nuevo modelo de crítica en el que puede ser sustentada la categoría de lucha
desde la filosofía.

Por otra parte, es menester establecer las diferencias entre la propuesta marxista y la del filósofo de
Frankfurt. Para Marx, dentro del ciclo de producción capitalista, los trabajadores al ser enajenados de su
producto, obtenían sentimientos morales negativos frente al sistema de producción, sentimientos que “son
el corazón de la revolución, mientras la filosofía es su cerebro” y que solo debían ser plasmados de
manera crítica para que se efectuara su articulación. Empero, las concepciones de Marx se reducían a su
época y sería vacuo retomarlas en el contexto actual. Por lo tanto, Honneth efectúa una reprogramación
del paradigma marxista rescatando la figura de núcleo pre-científico, es decir, lo que para Marx era un
sentimiento producido debido a la alienación de los trabajadores, para Honneth, ya no se encuentra en el
ciclo de producción debido a las medidas de individualización citadas previamente, sino que se deben
encontrar en otro lado.

De este modo, Honneth establece su empresa: encontrar las desvirtuaciones morales en el núcleo social y
aprovecharlas como punto de partida de la crítica. Así pues, apoyado en la sociología y el psicoanálisis,
encuentra que el carácter pre-científico de una acción moral se encuentra hoy en día en la reivindicación
de los sentimientos intuidos como merecidos, es decir, la lucha por aquello que consideramos propio. Para
proceder desde este punto, y añadir a mi argumentación la categoría de reconocimiento me parece
plausible aclarar su proceder en Hegel y la dialéctica del amo y el esclavo pero en torno a la pregunta.

La dialéctica del amo y el esclavo.

En su célebre obra La fenomenología del Espíritu, Hegel aborda el tema del reconocimiento en un breve
pasaje titulado: La dialéctica del amo y el esclavo. En éste fragmento, Hegel nos habla de la situación que
tiene lugar en el encuentro de dos consciencias, que antes de él, estaban seguras de sí. Ahora explicaré de
manera breve cómo se efectúa la relación de servidumbre y el reconocimiento. La consciencia que está
segura de sí, y que se encuentra con otra en igual condición, también está segura de la otra consciencia,
puesto que es para sí como para el otro, de esta manera la consciencia pierde su validez propia, ya que si
alguien posee sus mismas cualidades no puede ser para sí en tanto que hay un para otro. En esta
confrontación interior se llega a una solución: el otro tiene que dejar de ser para sí. De aquí que del
encuentro entre las dos consciencias se produzca una lucha a muerte, debido a que solo la no existencia
del otro puede reafirmar la propia. La cuestión que se suscita aquí es clara: ambas consciencias buscan el
reconocimiento de sí en el otro, sólo cuando el otro la reconozca como para sí, lo será. Cuando una
consciencia hace abstracción de sí, reconoce a la otra. En el devenir de esta situación una de las
consciencias tiene miedo de morir y cede éste reconocimiento con tal de preservar su vida, tomando el rol
así de siervo. Quien deseó su reconocimiento más que su vida, obtiene de éste modo el título de amo. La
relación entre ambos es recíproca en cuanto el uno depende el otro para ser en cuanto sí, es decir, el
esclavo depende el amo para ser esclavo; el amo depende del esclavo para ser amo. Ahora bien, esta
relación recíproca se rompe en cuanto las posiciones tomadas se invierten, en cuanto las funciones del
amo como miembro activo se convierten en pasividad, y en cuanto el esclavo en su accionar pasa de
miembro pasivo a activo. De este modo el amo se ve ceñido en su dependencia al siervo, en cuanto
reconocimiento de sí y en su libertad cuanto tal; pero por otra parte el esclavo se hace dueño de sí en
cuanto trabaja para el amo y es activo. El resultado dialéctico de este devenir es la superación y la
transformación de una consciencia plenamente segura de sí, en este caso el siervo se hace libre y
constituye la historia a través de la manipulación de la materia. Ahora bien, ¿cómo se efectúan las
relaciones de servidumbre en la sociedad capitalista? Y dicho de otro modo, ¿quién constituye la historia y
por ende el contexto histórico en el que se encuentra la filosofía?

El sujeto y los de arriba

Para retomar el hilo conductor, y ya establecido el concepto de reconocimiento, sería preciso contestar las
preguntas precedentes. En la sociedad capitalista ya no existe un amo que sea consciencia de sí como
sujeto, son más bien construcciones sociales aquello que toma el rol dominante, se puede decir en Marx
que éstas toman el nombre de ideología; son aquellas que alejan al hombre de la formulación de una
conciencia moral de manera torpe mediante mecanismos de control e implementación de ideas que no le
son propias. Otro ejemplo es el fetichismo de la mercancía, el cual produce una visión soterrada de las
condiciones laborales en la fabricación de un objeto y su condición común a todos: poseedor de fuerza de
trabajo explotada. De lo anterior podemos ya deducir quién es nuestro siervo, es el sujeto, quien está
maniatado a éstas circunstancias que lo privan y le son impuestas, y que en el contexto actual han
adquirido nuevos nombres como consumo, individualización, progreso, derecho humanos, etc. En cuanto
a la segunda pregunta, responderíamos según la dialéctica del amo y el esclavo que es el sujeto, puesto
que en el devenir del conflicto, aunque él haya tomado el rol de esclavo, en algún momento sobrevendría
la superación del amo. Lastimosamente esto ya no es así, está constatado que la esperanza del siglo XX de
que el proletariado iba a hundir a la burguesía ha sido desmantelada, y no sin prueba alguna, como lo fue
el derrumbamiento del bloque soviético y las dictaduras militares en Latinoamérica. No obstante, como
fue mencionado previamente, aún existe la posibilidad de una lucha por el reconocimiento de las
consciencias- en este caso sujeto y como los he denominado “los de arriba”, y es éste precisamente el
momento en el cual el siervo puede ya no manipular la materia, sino los sentimientos, y a través de ellos
constituir la historia.

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