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médicos maleantes

y maricas

Jorge Salessi

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médicos maleantes y maricas
Higiene, criminología y homosexualidad en la construcción
de la nación Argentina. (Buenos Aires: 1871-1914)

Jorge Salessi
médicos
Imaginación de los primeros flujos
Sarmiento y el país-cuerpo
En la primera mitad del siglo diecinueve, en textos argentinos
fundacionales, el país fue imaginado como un cuerpo cuya civilización
dependía de la promoción, la regulación y el control de flujos de gente
y mercaderías. Uno de esos textos fue el Facundo de Sarmiento,
publicado en 1845. E n esa obra Sarmiento fundó el paradigma de
civilización y barbarie y lo utilizó para explicar los entretejidos
violentos de la economía, la política y la cultura en el período inmediato
a las guerras de la independencia. L a mirada organicista de Sarmiento
también esbozó muchos de los principios, metáforas y formas de
representación utilizados por los higienistas y por los criminólogos de
fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte para explicar el
proceso de modernización científico que exploraré en este libro.
Sarmiento precisó sus ideales de civilización iluminista haciendo
la crítica de una barbarie romántica local que, según él, se encamaba
en hombres como Facundo Quiroga o Juan Manuel de Rosas, los
caudillos y terratenientes que representaban y defendían los intereses
de los ganaderos latifundistas apoyados por grupos de gauchos, indios,
negros y mulatos. Civilización y barbarie sirvió para explicar las
luchas entre los caudillos y la dificultad para llegar a un compromiso
que permitiera la formación y acción de un gobierno central que
fomentara racionalmente las políticas económicas y culturales
necesarias para integrar una nación Argentina e incluirla en el
concierto económico mundial.
Pero en 1852, después del gobierno de Rosas, cuando se empezaron
a hacer los primeros intentos de gobiernos nacionales, el paradigma

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sarmientino —si bien seguía siendo útil para invocarlo en la eventua-
lidad de rebeliones provinciales y levantamientos asociados con
montoneras rurales—, no sirvió para superar las diferencias entre los
antiguos grupos rivales y cimentar una alianza que permitiera lanzar
concertadamente el proyecto de modernización liberal. Fue entonces
cuando el higienismo y su modelo de análisis de lo salubre / insalubre,
que imaginó las enfermedades epidémicas como un nuevo enemigo que
amenazaba a todas las facciones anteriores sin discriminar entre
banderías políticas, reemplazó el modelo de análisis anterior.
Civilización y barbarie fue sin duda un modelo de análisis persistente,
pero aquí sugiero que los principios teóricos, metáforas y formas de
representación del higienismo sirvieron mejor que el modelo
sarmientino para asociar a intelectuales, ganaderos y burgueses,
gauchos e inmigrantes, habitantes del campo y de la ciudad, unidos en
una lucha contra un "invisible" enemigo común que amenazaba la
integridad de todo el cuerpo nación. Los eventos que sirvieron para dar
una base real a los modelos de análisis propuestos por los higienistas
se dieron en la segunda mitad del siglo diecinueve. Entre 1867 y 1871
una serie de pandemias que culminaron con la famosa plaga que entre
febrero y marzo de 1871 despobló Buenos Aires sirvieron para reforzar
la imaginación de la enfermedad epidémica representada como el
nuevo enemigo común. Así el higienismo, que precisamente entre 1875
y 1885 adquirió prestigio mundial gracias a los descubrimientos de
bacterias y vacunas realizados por Lister y Pasteur, fue una de las
disciplinas claves del proyecto argentino de modernización del periodo
1870-1900.
E n Facundo, al concebir el territorio y la cultura argentinas
envueltos en una lucha entre civilización y barbarie, la mirada
protomédica de Sarmiento vio una inmensa anatomía enferma.
Sarmiento imaginó el territorio argentino como un cuerpo con
problemas de circulación, y con el tono de un primer médico de la
nación enferma dictaminó; "el mal que aqueja a la República Argentina
es la extensión: el desierto la rodea por todas partes, y se le insinúa en
las entrañas" (19). E n la visión de Sarmiento las distintas zonas
económicas y culturales eran los órganos que para dar vida al Estado
moderno necesitaban interconectarse, entre sí y con el exterior,
mediante el movimiento de gente y mercadería transportadas por la
vía del sistema circulatorio representado por los ríos: "porque la
grandeza del Estado está en la pampa pastosa, en las producciones
tropicales del norte y en el gran sistema de ríos navegables cuya aorta
es el Plata** (232). E n la visión de Sarmiento la inmigración debía

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promover la circulación interna y el comercio que, como el oxígeno
necesario en toda la extensión del tejido vivo daría vida a ese interior
inerte, extenso y repleto de riquezas latentes. Pero esa inmigración
debía ser preferentemente angloscgona porque **no fue dado a los
españoles el instinto de la navegación^ que poseen en alto grado los
sajones del norte. Otro espíritu se necesita que agite estas arterias, en
que hoy se estagnan los fluidos vivificantes de una nación" (21). E n
1845, Inglaterra y sus flotas mercantes y de guerra eran el mejor
ejemplo de las bondades del liberalismo económico que había hecho
posible la consolidación mundial del imperio inglés. Ese fue un tráfico
de poblaciones, ejércitos y mercaderías que sustentaban el poder
imperial, y Sarmiento lo describió en Argentina como una circulación
sanguínea en potencia, una promesa de fluidos que podían ser
vivificantes al ponerse en movimiento.
Y esa fue la misma circulación que los higienistas, casi medio siglo
más tarde describieron como fundamental para el saneamiento de las
ciudades: ''saneamiento con la provisión de agua pura, sin
contaminación posible a todos los habitantes y la remoción de regular
de las materias usadas y deyecciones urbanas sin estancamiento
posible" (Higiene Administrativa, 80). E n el texto de Sarmiento,
civilizar era promover una circulación de fluidos; y en el texto de los
higienistas bárbaro era el sistema de acumulación de materias de
deshecho: ''es el sistema bárbaro de pozos ciegos" (81). Como Sarmiento,
los higienistas también copiaron el modelo de circulación inglés,
considerado como uno de los más avanzados: "así lo comprueba Calcuta,
antigua causa del cólera y de todas las fiebres, convertida por Inglaterra,
mediante las obras de saneamiento, en una de las ciudades más sanas
del mundo" (83). Como sabemos, la ciudad de Calcuta fue y sigue
siendo una de las ciudades más insalubres del mundo. L a afirmación
de los higienistas, que utilizaron la remanida representación del
imperio paternalista y benévolo saneando sus colonias, daba una idea
de la eficacia de la propaganda colonial inglesa del período y de los
extremos a que llegaron los higienistas inventando y publicitando
triunfos que justificaban la relación del imperio con sus colonias al
mismo tiempo que confirmaban teorías científicas que promovían el
prestigio de los profesionales de la higiene y la medicina social.*

^Este mismo discurso de los higienistas, y la misma política sanitaria


utilizada para justificar, si no exactamente el avance imperial sobre una
colonia, la expansión capitalista que abrió zonas productoras de materias
primas y mercados de consumo de productos manufacturados, apareció en un

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Sarmiento quería una nación cultivada por laboriosas familias de
agricultores y modestos propietarios de parcelas de campo
intercambiando mercaderías con los pequeños comerciantes e
industriales de las ciudades, especialmente las ciudades de la costa
que comunicaban el territorio nacional con el resto del mundo. Pero
desde principios del siglo diecinueve en Argentina se hicieron sentir
con fuerza los intereses que definieron la propiedad de la tierra en
grandes latifundios dedicados a la explotación ganadera. Entre 1820
y 1852 Rosas fue el principal representante de esos intereses. Entonces
Sarmiento lo representó como generado por la enfermedad "que,
después de veinte años de convulsión interna, de ensayos de
organización de todo género, produce, al fin, del fondo de sus entrañas,
de lo íntimo de su corazón, al mismo doctor Francia en la persona de
Rosas" (8). E n esta invención de un organismo de entrañas convulsas,

artículo publicado por los higienistas argentinos en los Anales del Departamento
Nacional de Higiene en 1896, dos años antes de la invasión norteamericana a
Cuba. E l artículo, traducción al español de un texto de un higienista
estadounidense, se titulaba ''La amenaza que representa Cuba para los
Estados Unidos*". En él su autor señaló ''me agradaría ver a los cubanos
-triunfantes en sus esfuerzos para romper el yugo de la tiranía". Y poco más
abajo propuso que "Cuba, a causa de su proximidad y de sus relaciones
comerciales debe ser considerada como una causa presente de peligro para los
Estados Unidos, en razón de encerrar una de las más temibles enfermedades
de los tiempos modernos cual es lafiebreamarilla. Los Estados Unidos gastan
y han gastado millones para impedir su invasión en el territorio de la Unión"
(222) . El higienista estadounidense enfatizó que éste era un peligro subsana-
ble mediante la intervención, "lafiebreamarilla, es una enfermedad de origen
local debida a circunstancias anti-sanitarias, pero de condiciones pasteras,
ajenas a la inñuencia del clima. Esto implica igualmente el deber y el derecho
que tienen los Estados Unidos a intervenir allí con el objeto de protegernos"
(223) . En las dos páginas siguientes el higienista agregó el peligro de la lepra,
y concluyó: "en vista de la necesidad que se siente, de que se nos proteja contra
esa peste, que lenta pero seguramente prosigue su obra destructora y ya que
España no quiere dispensárnosla. ¿No sería acaso el deber de los Estados
Unidos intervenir, aun por la ñierza, para proteger a los americanos de un
peligro, que causa más estragos que la misma guerra?" (226). Si bien el que
hablaba no era un higienista argentino, la publicación e inclusión del artículo
en los Anales demostraba una importación de ideologías que se realizaba con
la traducción de textos publicados originalmente en otros idiomas, que al ser
traducidos servían para entretejer un discurso "nacional".

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Facundo, Francia o Rosas —al practicar una autarquía medievalizante
que impedía el laissez passer que fomentara el libre cambio indicado
por los economistas del siglo dieciocho— fueron representados como
una excrecencia interna que impedía la circulación: "porque él ha
puesto a nuestros ríos interiores una barrera insuperable, para que
sean libremente navegados" (242). E l acceso desde el exterior a todo el
sistema circulatorio formado por los ríos interiores, ese "gran sistema
de ríos navegables cuya aorta es el Plata", era el puerto de la futura
capital. No es casual que haya sido precisamente durante la presidencia
de Sarmiento, en 1870, cuando el Congreso de la Nación aprobó la
primera ley que ordenó un proyecto para la construcción de un puerto
para la ciudad de Buenos Aires.

Flujos visibles, flujos invisibles y construcciones para


controlarlos
De acuerdo con lo ordenado por esa ley, el presidente Sarmiento
junto con Emilio Castro, el gobernador de la provincia de Buenos
Aires, contrataron al ingeniero inglés John F . L a Trobe Bateman para
que presentara un proyecto de puerto que debía también servir de
entrada a la mesopotamia y al sistema de ríos que por el Plata vierten
hacia el sudeste las aguas de lluvia de las zonas subtropicales. L a
construcción del puerto era necesaria porque, como sabemos, a causa
de la poca pendiente natural de la costa de la pampa, los barcos de gran
calado debían anclar muy lejos de la costa y los pasaj eros y mercaderías
debían ser desembarcados transbordándolos a pequeños barcos. Ese
sistema ineficiente no era el más apropiado para hacer la integración
del espacio/cuerpo de la nación al movimiento internacional de gente
y la exportación e importación de mercaderías y materias primas de la
economía global.
Rafael Longo, en su Historia del puerto de Buenos Aires, señaló que
"Bateman llegó en diciembre y ya el 7 de enero de 1871 entregó a las
autoridades provinciales sus conclusiones, regresando a Londres y
prometiendo ampliarlas, en el supuesto de resultar aceptadas (70).
Pero el seis de enero (Fiebre Amarilla, 447) se dio un primer caso de
fiebre en la ciudad y un mes más tarde, después de los carnavales se
extendió rápidamente la epidemia de fiebre amarilla más grande de la
historia de la ciudad de Buenos Aires, L a enfermedad, de origen y
forma de contagio desconocidos para los profesionales de la medicina
del período, duró cuatro meses, hasta fines del mes de mayo. Después
de la epidemia tanto la opinión pública como el gobierno de la nación,

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el de la provincia de Buenos Aires y la Municipalidad, parecen haber
estado de acuerdo en la necesidad de construir, antes que el puerto,
una red de circulación y provisión de agua potable y desagües de aguas
servidas que debían hacer una circulación de flujos controlables y
controlados, separados, segregados.
Desde 1869 había una mínima provisión de aguas potables que
servía a pocas casas del centro de la ciudad pero los desagües, como
vimos, se hacían por "el sistema bárbaro de pozos ciegos". Las aguas
de lluvias, a veces torrenciales, se descargaban al río por los arroyos
llamados "terceros" que recorrían la ciudad de oeste a este para
descargar el drenaje de la pampa en el río de la Plata. Antes de la
construcción de la red subterránea de desagüe del agua de lluvia por
el sistema de bocas de tormenta, en muchas esquinas de la ciudad
había puentes movibles, con nombres como el del puente de los
Suspiros o el puente de Granados utilizados para cruzarlas calles que
durante las lluvias se transformaban en arroyos que arrastraban
fuertes corrientes aluviales. Esas corrientes en muchos casos estaban
(y en otros se temía que estuvieran) en contacto con las napas de agua
potable, con los bárbaros pozos ciegos y con los líquidos y productos de
deshecho de los mataderos y saladeros; la sangre, las cabezas y las
patas de los animales que se descargaban en el Riachuelo y en
distintos arroyos y corrientes de agua que recorrían distintas zonas de
la ciudad.
E n un artículo sobre los "Saladeros" publicado en marzo de 1871,
durante la epidemia, Nicolás Avellaneda, el futuro presidente de la
República, opinó que el origen de la enfermedad estaba en "las aguas
que nos sirven para los usos de la vida, alteradas por la sangre y los
líquidos que con ella se mezclan" (429). L a vida, salud y prosperidad
de los distintos espacios, dependía entonces no sólo del cumplimiento
del principio de circulación. L a circulación debía ser controlada y
dirigida para evitar la mezcla, para separar líquidos y flujos salubres
e insalubres que al ponerse en contacto originaban las enfermedades.
E l Riachuelo era la corriente de agua que en el sur de la ciudad
descargaba las aguas del Río Matanzas en el Plata. Avellaneda
identificó esa corriente de agua como un ejemplo del contacto insalubre
entre los distintos flujos de la ciudad, y al citar la opinión del ingeniero
inglés escribió: "Bateman señala en su conocido informe con una
expresión de espanto 'el estado horroroso de las aguas del Riachuelo,
presentándolas como un obstáculo poderoso para la realización de las
obras del puerto*" (429). Así fue como no obstante los planes oficiales,
antes de construir el puerto que debía permitir la comunicación del

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espacio de la nación con los espacios internacionales, se hizo una
refundación de la ciudad y se construyó lo que los ingenieros llamaron
la "ciudad de Bateman" (Atlas Buenos Aires, 148). E s a ciudad
subterránea fue el cimiento de la futura urbe que empezó a crecer a
partir de una contra ciudad de túneles y cloacas máximas que
controlaron y dirigieron los flujos y corrientes subterráneas de la
metrópolis moderna. Este era un buen ejemplo de ese poder que, como
explicó Foucault, "retícula, construye por un tiempo lo que es a la vez
la contra-ciudad y la sociedad perfecta" (Vigilar Castigar, 208). E s a
contra-ciudad y red invisible de controles y conductos subterráneos, la
"sociedad perfecta" de la ciudad de Buenos Aires, empezó a reemplazar
metonímicamente a la nación, y también empezó a ser concebida como
un cuerpo.

Fundación de la ciudad-país
L a refundación y reconstrucción de Buenos Aires durante más de
veinte años fueron concebidas y representadas como reconstrucciones
de la nación. E n julio de 1871, pasada la epidemia y después de cinco
meses de receso, el gobierno volvió a funcionar normalmente. E n la
sesión de apertura del Congreso, el mismo Sarmiento, al promover la
construcción de redes subterráneas que dirigieran los flujos de aguas
potables y servidas, propuso: "hay ciertas obras públicas que hoy
constituyen, por decirlo así, el organismo de las ciudades, y cuya falta
puede exponerlas a las más serias catástrofes ... L a lección ha sido
severa y debemos aprovecharla** (Peste Histórica, 50), L a lección había
sido en la ciudad de Buenos Aires y Sarmiento, el representante del
interior, con su mirada abarcadora imaginó a todas "las ciudades" de
una nueva Argentina como cuerpos vivos. E n esos cuerpos "ciertas
obras públicas", lo que con el tiempo se llamaron "obras sanitarias",
debían hacer de las ciudades "organismos" con su circulación de flujos
vivificantes y salubres, es decir controlados y controlables.
E n julio de 1871 Sarmiento se hizo así eco del debate público que
discutió la salubridad de Buenos Aires durante la enfermedad. E n otro
artículo publicado también durante la epidemia de fiebre amarilla, su
autor describió Buenos Aires como un cuerpo que exigía los esfuerzos
de toda la nación:

Nos cabe hoy el deber de llenar una triste misión: la de descubrir las llagas
que sufre nuestro cuerpo. Esas llagas nos desacreditan y nos deshonran; pero
si no se descubren nos matarán ... Ha llegado un momento en que no puede
haber otra cuestión del día que la salubridad de Buenos Aires. E l mejor
gobierno, las mejores cámaras, los mejores partidos serán los que la realicen.

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Los gobernantes, las asambleas, los políticos que nos hablen de ferrocarriles,
exposiciones, de educación, no sirven para nada, si no son capaces de curar el
cáncer que nos devora ... Estamos rodeados de una conspiración invisible, que
estrecha su sitio todos los días y que combatiendo los elementos de salud y de
vida que prevalecían en estas regiones, amenazan extinguirlos y fundar en
ellas un valle envenenado ... Nuestros gobiernos bárbaros no han hecho sino
robar, matar. Nuestros gobiernos liberales apenas han tenido tiempo de llevar
a cabo la regeneración política argentina... Otra ciudad subterránea y asquerosa
vive y muere a nuestros pies (Mortalidad Causas, 414-420).

Esta "otra ciudad subterránea y asquerosa" identificada con un


pasado de "gobiernos bárbaros**, fue la reemplazada por "la ciudad de
Bateman", la ciudad/organismo de los gobiernos liberales a los que se
exhortó a superar diferencias de banderías políticas para enfrentar al
nuevo enemigo común que había reemplazado al anterior. Las carac-
terísticas de ese nuevo enemigo hacían esa alianza especialmente
necesaria. Si antes el enemigo fácilmente identificable había sido la
barbarie de los caudillos teñidos con la sangre romántica de los
degüellos, el enemigo moderno era una "conspiración invisible" mucho
más difícil de identificar y combatir. Sarmiento y el autor de la nota
que acabo de citar representaban dos facciones de un mismo grupo
liberal, representantes de la ciudad y l a provincia de Buenos Aires o
de las otras ciudades y provincias de la república. Pero unos y otros
concebían las ciudades y territorios como cuerpos que era necesario
salubrificar recurriendo a las mismas nociones científicas de higiene.^
"La mortalidad y sus causas" apareció por primera vez en La
Nación, el periódico que bajo la dirección de Bartolomé Mitre desde
1869 daba voz a los intereses de la provincia y la ciudad de Buenos
Aires y al partido de oposición al gobierno de Sarmiento, el presidente
que representaba los intereses del resto del país. Por eso el autor del
artículo instó a relegar a un segundo lugar las prioridades que hasta
el momento habían ocupado al gobierno del maestro: los ferrocarriles
que bajo la presidencia de Sarmiento se extendieron hasta la ciudad
de Córdoba en el interior de la república, donde en 1869 fue inaugurada
la exposición Nacional de la Industria para promover el capitalismo

^Sylvia Molloy señaló que "en el siglo diecinueve las culturas se leen como
cuerpos: piénsese en las lecturas anatómicas que hace Sarmiento tanto de
España como de Argentina" (Política Pose, 129). Esas lecturas en Argentina se
dieron muy especialmente en el momento de la (re)organización de la nación
- estado y las hicieron los ideólogos y burócratas encargados de esa organiza-
ción.

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industrial en las provincias y la educación que, como sabemos,
Sarmiento impulsó siempre.
Después de la epidemia de 1871 los representantes de los intereses
de Buenos Aires exigieron que la gran prioridad nacional fuera la cura
de una ciudad representada como un cuerpo enfermo, de interior
putrefacto y superficies llagadas. Al mismo tiempo que la figura de la
nación/cuerpo empezó a ser reemplazada por la imagen de la ciudad/
cuerpo, Facundo, Francia o Rosas, las excreciones internas que cortaban
la circulación de los líquidos vivificantes en el texto de Sarmiento
fueron reemplazadas por la representación del "cáncer que nos devora",
y a curarlo se convocó a todos los "gobiernos liberales", representantes
de Buenos Aires o del resto de las provincias sin discriminación, a
todos los partidos políticos y a todas las autoridades legislativas,
ejecutivas, grupos colegiados o individuos que tuvieran autoridad o
influencia.

La disciplina de la higiene
Una cura de la ciudad-organismo
E l gran trabajo de construcción de la ciudad higiénica empezó en
1874 y una fecha de conclusión importante fue el año 1892. E n un
Panorama histórico de la medicina argentina y bajo el subtítulo "Las
obras de salubridad** leemos: "en mayo de 1874 se iniciaron las que
proyectó Bateman, pero en 1877 se interrumpieron por falta de recursos.
Cuando en 1880 se resolvió la cuestión Capital de la República, las
obras pasaron a poder de la Nación que se hizo cargo de las deudas
contraídas por la provincia. Dos años después se firmó un contrato con
Antonio Devoto, quien reanudó las obras en 1883" (105). Higienistas
e historiadores argentinos y europeos han señalado la magnitud
excepcional de esas obras en el contexto de la historia mundial de la
ingeniería y de la higiene. Antonio J , Pérez Amuchástegui, al citar una
nota de Rafael Hernández que en 1887 criticaba la inversión de
divisas que significaron esas obras, notó el "lujo de obras sanitarias
que, a la sazón, tenían a medias contadísimas ciudades europeas. Y
para colmo ese lujo, que podía ser una fuente de trabajo local,
representaba la evasión de importantes divisas" (Mentalidades
Argentinas, 49). De hecho en 1890 más del sesenta por ciento de la
deuda externa argentina había servido para financiar las obras de
salubridad. L a importancia de esas obras demuestra la hegemonía de
la disciplina de la higiene en el proyecto de reorganización liberal.

21
Guy Bourdé, en el tomo de la colección sobre Urbanisation et
Inmigration en Amérique Latine dedicado a la capital argentina,
señaló que

... en menos de veinte años, Buenos Aires realizó una mutación notable en
el campo de la salud: la misma que a las ciudades de Europa occidental les tomó
un siglo realizar. El impulso decisivo data de la federalizacion. El íateadente
Torcuato de Alvear, en funciones desde 1879 a 1887, se rodeó de un grupo de
médicos (G. Rawson, E. Coni, A. Crespo, J. Ramos Mejía) que concibió un vasto
programa de salubridad" (183. Traducción mía).

Si bien es cierto que la realización de las obras continuó hasta bien


entrado el siglo veinte, acompañando el crecimiento de la ciudad, los
historiadores han notado que "una fecha clave es 1892, pues la
estadística revela que en ese año la cantidad de casas provistas de
agua corriente y dispositivos cloacales eficientes aumentó en 150% con
respecto al número del año anterior. Esto significa, simplemente, una
verdadera revolución urbana" (Atlas Buenos Aires, 158).
No por casualidad en 1892 José María Ramos Mejía, el último gran
higienista asumió la presidencia del Departamento Nacional de Higiene
y lanzó un proyecto de salubridad de alcance entonces sí nacional. En
la Memoria del Departamento correspondiente al período de su
administración (1892-1898), al referirse al principio de su desempeño
como Presidente del Departamento Nacional de Higiene, Ramos Mejía
escribió: "era obra patriótica y necesaria nacionalizar el Departamento,
hacer de esta institución que se había mantenido exclusivamente
^metropolitana*, una institución como lo exigía el espíritu de su
creación, la necesidad y el patriotismo. En el curso de esta Memoria se
verá como ha llenado este gran propósito la Administración que he
presidido durante seis años" (23). La exultación patriótica del tono de
J . M. Ramos Mejía preanunció en 1898 su nacionalismo de años más
tarde, durante su presidencia del Consejo Nacional de Educación. La
Memoria tenía seiscientas cuarenta y siete páginas que documentaron
desde el punto de vista de su autor los avatares del desarrollo de una
nueva política higiénica nacional que se extendió reticularmente, más
allá de la ciudad capital, hasta las otras ciudades y capitales del país
y hacia el resto de América y Europa, hasta los puertos extranjeros de
embarque hacia Buenos Aires. Más significativamente, la Memoria es
un buen ejemplo de la estrategia de producción cultural y simbólica
que realizó la promoción y avance de una política "nacional" mediante
una práctica prolífíca de la escritura que se sumaba a la utilización de
sofisticadas técnicas de publicación, traducción y edición características

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de las revistas especializadas publicadas por los médicos higienistas
y criminólogos argentinos del período que exploro en este libro.

De la cura de la ciudad a la cura del país


L a promoción y el avance de la política sanitaria mediante la
práctica de la escritura era notable en los Anales del Departamento
Nacional de Higiene publicados entre 1892 y 1898. Como promedio
cada volumen de \os Anales tenía alrededor de setecientas páginas. E l
volumen correspondiente a 1892 (cuando la ciudad capital todavía
seguía ejerciendo una hegemonía en el imaginario cultural de la
nación) seguía dedicado casi exclusivamente a los problemas de
salubridad de la ciudad de Buenos Aires y reflejaba la política sanitaria
"nacional" desde la concepción de la ciudad/cuerpo/nación hasta la
conclusión de una etapa importante de su contrucción en 1892, Al ñnal
de cada suplemento mensual, que hasta 1892 conformaba un capítulo
del volumen, aparecía una sección de veinte páginas de estadísticas
que seguían, en francés, los movimientos de la demografía y la
aparición y desarrollo de distintas enfermedades en la población y el
puerto de la ciudad capital. Como veremos más adelante, esa fue una
imagen de una "Argentina" salubre que los higienistas argentinos
divulgaron en Europa para atraer a los inmigrantes.
Los Anales no cambiaron su énfasis, foco de interés o formato
inmediatamente. Sí cambió, en marzo de 1892 pero sólo hasta enero de
1893, el título de la publicación: áe Anales del Departamento Nacional
de Higiene QL Anales de Higiene Pública y Medicina Legal. Al extenderse
la disciplina de la higiene hacia un adentro, hacia un interior repre-
sentado por las otras capitales y ciudades del país y hacia un afuera,
representado por un exterior en los puertos del resto de América y
Europa, la definición de higiene argentina buscó incluir más directa-
mente procedimientos y hechos públicos, sociales, y legales. Ese
cambio fue significativo y señaló, en ese momento histórico, una
dirección de la higiene que al hacerse "nacional" también buscaba
alcanzar —más allá de la defensa del cuerpo físico de las personas
amenazadas por microbios y bacterias— la llamada "defensa social" de
una población imaginada como un cuerpo demográfico amenazado por
una "insalubridad" criminal, el otro mal que empezó a llegar como un
moderno flujo invisible que también iba a ser necesario filtrar, segregar.
Ese intento de definir así una "higiene nacional" que previniera
males sociales y "morales" no prosperó hasta años más tarde. Lo
veremos emerger definitivamente con el gran éxito de la criminología
argentina de la primera década del siglo veinte en ese centro de

23
producción de discursos que fueron los Archivos de Criminología,
Medicina Legal y Psiquiatría en los que Ramos Mejía estuvo involucrado
desde su fundación. Mientras tanto, en 1893 los Anales reasumieron
su título anterior. Antes de la criminología que iba a servir para la
definición y defensa de una identidad nacional, la higiene debía
realizar la articulación e integración del cuerpo-nación. E l volumen
correspondiente al año 1893 llamaba la atención del lector porque
tenía sólo cuatrocientas páginas en las que, si bien siguieron
apareciendo las estadísticas referentes a la capital, ya era evidente el
énfasis de la nueva política de salubridad a partir de la definición y
reglamentación de la nación higiénica hacia el afuera del puerto de la
capital, la rada con sus lazaretos fijos, en la isla de Martín García, y
sus lazaretos flotantes en los barcos hospitales, el tráfico de ultramar
y, en ese tráfico, la mirada vigilante y móvil de esa institución
argentina que fueron los inspectores de higiene viajeros.
Después de esa primera definición de una frontera hacia "afuera",
en 1894 los funcionarios estatales editores de los Anales trataron de
reparar la incuria higiénica de un adentro del país, su inexistencia en
las representaciones de los volúmenes, anteriores. Y en el volumen
correspondiente a 1894, por primera y única vez en la historia de los
Anales, editaron un volumen de dos tomos que alcanzaron 1400
páginas y por primera vez descentralizaron el foco de interés de la
disciplina al incluir informes sobre el estado sanitario de capitales y
ciudades de todo el país. Así, si bien las obras de salubridad en esas
ciudades y capitales no se empezaron a realizar hasta 1897 en la letra
y en la producción simbólica aparecieron en 1894. Y aparecieron
entonces porque entre 1890 y 1893 esas provincias y capitales se
hicieron sentir como una presencia especialmente amenazante.
Los cambios de formato y contenido que acabo de señalar, cambios
que acompañaron un desarrollo de la higiene en Argentina, se deben
leer en el contexto de la política de gobierno de ese período. Los
historiadores han notado que —no obstante la imagen de estabilidad
que los gobiernos liberales necesitaban promover en los mercados
internacionales de los que dependían para recibir préstamos o
refinanciar la deuda nacional— el período 1890-1893 fue acaso el más
inestable de las últimas décadas del siglo diecinueve. A la gran crisis
económica de 1890 y las primeras huelgas concertadas de albañiles,
carpinteros, zapateros y ferroviarios siguió la llamada revolución del
Parque en julio de ese mismo año. Meses más tarde Leandro Alem, el
líder de la revolución anterior y representante de la fuerza política que
cuestionaba la legalidad de todo el sistema político realizó una campaña

24
electoral que por primera vez en la historia argentina incluyó una gira
por distintas ciudades y provincias del paía.^ E l recibimiento que tuvo
ese crítico del sistema político vigente dio origen a la famosa frase de
Roca que afirmó preocupado: "en el interior hasta las piedras son
radicales** (Secuelas Unicato, 302) Fue en este contexto que en 1892 se
decidió extender la disciplina de la "higiene" a todas las capitales y
ciudades del país, para "salubrificar** y controlar un nuevo electorado
"radicalizado**.
L a federalización de Buenos Aires en 1880 no había terminado con
las tensiones entre poderes y fuerzas centrales y locales. Como explicó
Horacio Guido, los efectos materiales de la modernización no habían
llegado por igual a todas las provincias (Secuelas Unicato, 227). E n el
discurso y en el imaginario cultural la capital se había transformado
en la representación metonímica de la nación/cuerpo pero también
había concentrado la reorganización y reconstrucción material del
país en una sola ciudad. Con la crisis de 1890 volvió ha aflorar lo que
Natalio Botana en El orden conservador llamó: "el viejo interrogante
alberdiano. ¿Cómo resolver, en efecto, la coexistencia efectiva entre
dos poderes: el nacional y el local?" (119), la vieja rivalidad entre los
intereses de la ciudad y la provincia de Buenos Aires y las otras
ciudades y provincias del país. La tensión entre poderes nacionales y
locales o provinciales se agravó especialmente en el período 1890-
1895. E n esos años la tensión se hizo evidente en la frecuencia con la
que el gobierno central intervino legal y militarmente en la
administración de las distintas provincias. Botana insistió en señalar
que la intensidad de las intervenciones "subió en el curso de la
presidencia de Carlos Pellegrini [entre 1890 y 18921 y alcanzó el pico
más alto cuando Luis Sáenz Peña ejerció la primera magistratura.
Ambos mandatos cubrieron el ciclo revolucionario que se inició en
1890 y finalizó en los años 1894-1895" (129). Botana repitió: "a partir
del noventa la presencia de Buenos Aires trepó vigorosamente cuando
Pellegrini ocupó la presidencia: análogo repunte se advierte en el
número de intervenciones por año de gobierno. E l ascenso bonaerense
culminó con la presidencia de Luis Sáenz Peña [entre 1892 y 1895]"
(147).

^En Soy Roca, Luna escribió: "Alem era uno de esos personajes que a veces
aparecen para alborotar y desordenar inútilmente a los pueblos ... enardecía
a las masas con reclamos imposibles de cumplir, pues pedir comicios libres en
un país donde casi la mitad de la población estaba compuesta por extranjeros,
y de analfabetos las dos terceras partes de los nacionales, significaba un
suicidio colectivo" (272).

25
E n esos años se produjeron una larga serie de rebeliones militares
y movimientos sociales militarizados como el de los colonos suizos de
la provincia de Santa Fe y las rebeliones y levantamientos en las
provincias de San Luis, Tucumán, Corrientes y Buenos Aires. Con una
pequeña batalla naval terminaron los eventos revolucionarios del año
1893, al que Guido llamó "un año agitado, confuso, lleno de inquietudes
y zozobras para todos los sectores del país" (Secuelas Unicato, 297). E l
Roca de Félix Luna, por su parte, afirmó: "nunca vivió el país, en la
época moderna, un período tan anárquico" (281). Botana señaló que "la
brecha abierta por el noventa adquirió mayor peligrosidad para los
grupos dominantes porque de allí en más el ciclo revolucionario se
extendió desde el centro hasta la periferia de las provincias" (Orden
conservador, 169). Pero, como también explicó Botana, al mismo
tiempo que se extendieron los peligros de rebeliones armadas, las
nuevas infraestructuras sirvieron para extender el control del centro
sobre la periferia, "ahora la modernización robustecía la efectividad
del mando" (171). L a política higiénica, mientras apelaba a intereses
humanitarios superiores "más allá de meras banderías políticas",
proveyó una forma clave de control disfrazado de modernización.
Desde 1892 hasta 1895, entre las "inquietudes y zozobras" de "un
período tan anárquico", el desarrollo progresivo de la política higiénica
demostró una gran estabilidad ideológica que permitió un crecimiento
del control central sobre el desorden de la periferia. L a estabilidad de
esa ideología se reflejaba en el desempeño continuo de J . M. Ramos
Mejía como presidente del Departamento Nacional de Higiene desde
1892, cuando fue nombrado por Carlos Pellegrini, el presidente más
intervencionista y representante de los intereses de la ciudad y la
provincia de Buenos Aires, hasta 1898. E l presidente del Departamento
Nacional de Higiene por ley debía ser nombrado y renovado por los
sucesivos presidentes de la nación, tenía categoría de ministro del
poder ejecutivo. Con el tiempo su cargo se transformó en el ejercido por
el Ministro de Salud Pública. Pero la administración de J . M. Ramos
Mejía en medio de inquietudes, zozobras y anarquías, creció de forma
estable durante las administraciones de tres presidentes de la nación
consecutivos: Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña y José Evaristo
Uriburu. E l mismo higienista enfatizó en su Memoria que "durante el
largo tiempo que corresponde a mi administración, no he dejado un
solo instante de contar con la importante cooperación del Superior
Gobierno Nacional, sin la cual no hubiera sido posible, llevar a cabo la
inmensa suma de labor realizada" (18). Este apoyo no fue el de una
persona sino de la oficina del "Superior Gobierno de la Nación" y

26
demostraba una estabilidad ideológica profunda, en la "higiene**, de la
ideología y la política de distintos gobiernos más allá de la circunstancia
y los avatares de revoluciones, rebeliones y movimientos armados.
E l desarrollo nacional e internacional de la higiene argentina
quedó documentado en la Memoria del Departamento correspondiente
al período 1892-1898, y en los Anales del Departamento de Higiene de
los mismos años. E n esas publicaciones los higienistas produjeron una
historia sanitaria nacional que empezaba en 1871. Ramos Mejía, en la
primera página de su Memoria, explicó la expansión nacional de la
higiene en Argentina a partir de 1892 como la obligada respuesta
estatal a los democráticos reclamos de "la opinón pública, [que]
impresionada con el recuerdo fatídico de la epidemia de 1871, exigía
a sus autoridades, medidas precaucionales rigurosas, contra toda
procedencia extranjera, susceptible de ser vehículo de los tan temidos
gérmenes" (1). De esta forma la nueva política higiénica nacional fue
presentada como respuesta a los juegos y exigencias, no de los grupos
económicos y sociales que ejercían el poder del gobierno central desde
Buenos Aires, sino de una utópica "opinión pública" que en la realidad
y como bien sabemos tenía muy poca ingerencia en los asuntos de
gobierno. Así el texto de Ramos Mejía, al mismo tiempo que trataba de
descentralizar la representación de la autoridad, más signi-
ficativamente desplazó el origen o la etiología de la enfermedad que
pasó —de ser concebido como interna, y producto de condiciones
locales— a ser representada como de "procedencia extranjera**.
Al mismo tiempo, a partir de 1892 en los textos de los higienistas
las ciudades y capitales de las distintas provincias empezaron a
representar los valores "verdaderos" de la nación que se empezó a
definir por contraste con la inmigración de jornaleros, labriegos y
obreros extranjeros. E n 1897 al proponer en las cámaras del Congreso
Nacional una "Ley orgánica" que regulara las nuevas funciones del
Departamento "que debe tener un carácter verdaderamente nacional
que extienda su dominio benéfico por todo el territorio de la República"
(Ley orgánica, 325), un higienista defendió el presupuesto nacional de
higiene describiéndolo como "el dinero empleado en sanear nuestro
país, sobre todo el interior de nuestro país, es un paso dado en el
sentido de asegurar la existencia de la nacionalidad, pues es en las
viejas y olvidadas ciudades de provincias, habitadas por raza criolla,
donde se conservan depositadas las tradiciones y los ideales de este
pueblo y es a esa raza que le incumbe asimilar por la absorción, el
elemento extranjero que día a día y con proporciones marcadas entra
al país". (328). Así se empezó a imaginar el proceso de transformación

27
cultural producido por la inmigración representándolo como una
"asimilación por absorción'* similar a la del proceso higiénico de
eliminación de materias de deshecho mediante su dilución en un gran
caudal de agua en movimiento continuo. Pero la utilización del modelo
de análisis higiénico para explicar un proceso social implicó la
identificación de la bacteria y el microbio con el inmigrante extranjero
primero y, cuando los inmigrantes ya estaban establecidos en el nuevo
país, con una población de "delincuentes" que vivía dentro de las
fronteras nacionales y debía ser identificadas y controladas o
reformadas.
Si en la producción escrita la nacionalización de la política higienista
empezó a aparecer en textos de 1894 que incluían representaciones de
ciudades y capitales de distintas provincias argentinas, las obras
materiales de salubridad no se empezaron a realizar hasta 1897,
cuando el gobierno nacional aprobó la ayuda económica del gobierno
central para la realización de obras sanitarias en las ciudades de Salta
y Mendoza. Históricamente los poderes provinciales miraron con
desconfianza la llegada de representantes del gobierno central que
podían parecer o ejercer formas no oficiales de intervención. Pero los
representantes e inspectores de un Departamento Nacional de Higiene
que apelaba a la necesidad de intervenir en la lucha contra enemigos
invisibles que no discriminaba entre grupos políticos fueron difíciles
de rechazar. E n algunos casos significativos las autoridades de las
mismas provincias requirieron la intervención higiénica del gobierno
central.
No es casual que la provincia de Salta haya sido la primera en
solicitar y facilitar en 1897 la entrada de una autoridad nacional
central que iba a higienizar. Como señaló Botana, la provincia de Salta
(tradicionalmente una de las más conservadoras de la república) no
fue intervenida nunca por el gobierno central con el que mantuvo
relaciones muy cordiales y directas (129). E n 1897, además, el
presidente de la nación, J . E . Uriburu era salteño. E l Presidente del
Consejo Provincial de Higiene de la Provincia de Salta en una nota al
presidente del Departamento Nacional de Higiene, fechada el 13 de
abril de 1897, señaló "la urgente necesidad de que la acción bienhechora
de esa importante repartición nacional se haga sentir de una manera
eficaz en la capital de esta provincia, que, de dos meses atrás, está
sufriendo las consecuencias funestas de un estado sanitario deplora-
ble" (226). E l Departamento Nacional de Higiene contestó poco más
tarde: "si se ha de emprender la obra de saneamiento general de las
principales ciudades de la República, ninguna como ella [Salta] ofrece

28
un campo más vasto ni reclama con mayor urgencia la intervención del
Departamento Nacional de Higiene, cuyo auxilio viene a implorar,
escudada en sus tradiciones gloriosas de los tiempos heroicos, a ñ n de
salvarse de enemigos invisibles que le disputan su suelo, que en otra
hora no pudieron conquistar legiones formidables" (229). Así la
intervención al ser deñnida como higiénica se representó como un
"auxilio [que] viene a implorar" la provincia que representaba "tradi-
ciones gloriosas de los tiempos heroicos" de la independencia. Porque
el moderno enemigo invisible podía realizar la conquista que en el
glorioso pasado no habían conseguido "legiones formidables".

L a s h i s t o r i a s de l a h i g i e n e

Invención en 1894 de una revolución de 1810 en 1871


Entre 1892 y 1897 la política nacional de higiene se tradujo, más
que en la realización de obras de salubridad fuera de la ciudad de
Buenos Aires, en una significativa producción simbólica que imaginó
ese interior patriótico y racialmente puro amenazada por el enemigo
invisible de las epidemias. Ese enemigo hacía necesaria la organización
y aceptación en todo el territorio del país de nuevas formas de
autoridad que respondieran a intereses representados como
humanistas y no partidarios. Esta producción simbólica era evidente
en los Anales. £ n 1894 aparecieron allí estadísticas demográficas (en
español) que por primera vez incluían cifras correspondientes a
distintas ciudades del país, además de informes de los Gobernadores
de distintas provincias que, respondiendo a un pedido del Departa-
mento Nacional, detallaban el estado sanitario de distintas ciudades
y zonas geográficas. E n los Anales de 1894 apareció por primera vez la
compilación de la primera Geografía Médica argentina (613) que es
una de las primeras geografías nacionales.^ Junto con estos textos que
por primera vez incluían representaciones de los espacios de todas las
provincias y territorios nacionales de la república, los higienistas
construyeron y diseminaron en 1894 una historia de la higiene
argentina que, como el movimiento de la independencia, aparecía
representado como surgido de una revolución popular durante la

*Ver Alvaro Fernández Bravo, "Literatura y frontera: procesos de


territorialización en la cultura argentina y chilena del siglo diecinueve". Tesis
doctoral. Princeton University, New Jersey, 1995. Capítulo 2.

29
epidemia de 1871. Recordemos que en la primera frase de su Memoria,
al recordar el principio de su administración de presidente del
Departamento, Ramos Mejía había alegado que había sido "la opinón
pública, impresionada con el recuerdo fatídico de la epidemia de 1871,
[la que] exigía a sus autoridades, medidas precaucionales rigurosas"
(1).
Los higieristas editores de los Anales utilizaron una obra conocida
como el "Diario" de Mardoqueo Navarro, un sobreviviente de la epidemia
que produjo un texto periodístico, publicado por primera vez en 1871
en un diario de la capital. E n ese texto Navarro esbozó sus impresiones
de los eventos ocurridos en Buenos Aires entre enero y junio de 1871.
E l "Diario", aparentemente escrito durante el transcurso de la
enfermedad en la ciudad, fue transformado en evidencia científica
positiva al ser reeditado por los higienistas en 1894. Lo que me
interesa es notar, además de la información que trasunta el texto, las
formas de representación que sirvieron a los higienistas para publicitar
una historia, una genealogía de la organización y crecimiento de
nuevas formas de autoridad surgidas de la necesidad de luchar contra
el temible enemigo que en 1871 había conseguido despoblar la capital
de la república.
E l texto de Navarro sirvió, sugiero, para imaginar y promover las
nuevas formas de autoridad que, por encima de divisiones partidarias,
disciplinara las vidas y los espacios públicos y privados en todo el
país.^ E n el diario de Navarro el surgimiento primero de esas nuevas
autoridades fue representado como una revolución que repetía los
gestos patrióticos de la revolución independentista de 1810. Pero los
nuevos proceres surgidos de los eventos "revolucionarios" de 1871
eran los médicos que promovieron la higiene tanto desde la escritura
como desde la clínica.

^El avance de los higienistas sobre los espacios de la vida privada era
notable en textos que repetidamente alertaban que "la salud de un individuo,
no es asunto que únicamente interese al individuo, ni la salubridad de una
casa, cuestión que exclusivamente afecta a las personas que la habiten, porque
el individuo como la casa pueden convertirse en un foco de irradiación
epidémica y constituir una amenaza y un peligro para la salud pública"
(Higiene Adminstrativa, 22). Los higienistas primero, como los criminólogos
envueltos en la "defensa social" después, al pedir legislación que legalizara sus
procedimientos alegaban que "sin la ley no se adelanta en cuestiones sanitarias
desde que cada habitante se cree con derecho a vivir de la manera que le parece
más conveniente aunque infrinja las prescripciones de la higiene y perjudique
la salud de los demás" (Salubridad Belgrano, 272).

30
E l "Diario** de Navarro fue publicado por primera vez en el perió-
dico La República de Buenos Aires en 1871, pocos meses después de la
epidemia. Pero su reedición en 1894 en los Anales es tan o más
significativa que su publicación original. Allí Navarro agregó al texto
original tres secciones cortas, subtituladas: "La acción del pueblo",
que es una lista de nombres; "La prensa diaria**, que son epígrafes
tomados de artículos periodísticos publicados durante la epidemia; y
"La fiebre de 1871** en la que el autor presentó sus credenciales de
testigo que sirvieron a los higienistas para transformar al "Diario** en
evidencia científica positiva. E n esa última sección Navarro escribió:

En efecto, en cuanto los hechos de la época llegaron a mi conocimiento, he


procurado consígnarios en su día correspondiente, sí bien he debido circuns-
cribirme a los estrechísimos límites de una sola línea para la enunciación de
no pocos sucesos acaecidos simultáneamente. Espacio de proporciones tan
microscópicas no podía reflejar ni con mucho el movimiento convulsivo de un
gran pueblo" (457).

Navarro aquí se refirió a la imposibilidad de capturar toda la vida


de la ciudad súbitamente envuelta en la actividad exhaustiva de
hospitales y cementerios repletos de enfermos y cadáveres. Pero esta
no era ya la mirada del cronista de 1871^ sino la de un higienista de
1894 presentando lo intrincado de los detalles en el espacio
"microscópico", visible, reducido pero preciso de la página científica y
la identificación visual positiva. Lo que sí volvió a emerger aquí fue
esa imagen fundacional del discurso sarmientino que como hemos
visto, explicó una serie de eventos y una historia imaginada como las
convulsiones de un cuerpo.
E n la primera frase de Facundo ^ al evocar al fantasma que explicaba
la historia argentina, Sarmiento escribió: "Sombra terrible de Facundo
voy a evocarte para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre
tus cenizas vengas a explicarnos la vida secreta y las convulsiones
internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo (5). Esta
representación de una historia como "convulsiones internas que des-
garran las entrañas de un noble pueblo" o como el "movimiento

^En 1871 lo único que se conocía de la enfermedad era la severidad de sus


síntomas y la rapidez con la que se hacía letal. No se sabía cuál era su origen
y forma de contagio. La visión microscópica, como el microscopio, fueron sólo
varios años más tarde los grandes instrumentos de la higiene en los laboratorios
de Lister y Pasteur.

31
convulsivo de un gran pueblo" persistió en el imaginario cultural
argentino hasta textos publicados en la segunda mitad del siglo
veinte. E n 1940 Armando Taullard describió el período anterior a los
gobiernos liberales de la segunda mitad del siglo diecinueve como
"años de continuas luchas, de guerras y de sangrientas convulsiones
políticas" (Planos Antiguos, 194). Y Miguel Ángel Scenna en 1971
describió el mismo período como "más de cincuenta años de guerras
internas y externas, desórdenes y convulsiones de toda índole" (Cuando
Murió, 18), Así persistió junto con la imaginación de la ciudad y/o el
cuerpo/nación una representación de la historia descrita consis-
tentemente como la enfermedad no obstante los cambios en
metodologías de análisis históricos y/o literarios.
Los editores de los Anales también negaron ese transcurso del
tiempo y los cambios evidentes, por ejemplo, en la realización de las
obras de salubridad entre 1874-1892; y agitando el temor al viejo
enemigo invisible, en 1894, cuando la disciplina de la higiene servía
para extender el poder central, insistieron en que el peligro de 1892
era igual al de veinte años antes. E n la introducción al texto de
Navarro, el higienista Telemaco Susini al avalar con su autoridad
científica el "Diario" y así transformarlo en un documento científico
fidedigno, escribió:

Hoy que tan amenazados nos vemos por la fiebre amarilla creemos
oportuno publicar como un recuerdo que puede sér eficazmente utilizado, un
documento curioso del que se conservan aún muy pocos ejemplares relativos
a la epidemia de 1871 y en el cual se puede decir, palpita la situación porque
en ese momento pasaba la ciudad de Buenos Aires víctima de ella entonces,
principalmente a causa de sus malas condiciones y falta de administración
sanitaria (Fiebre Amarilla, 447).

Así la narración de Navarro recibió credenciales de documento,


certificado por la autoridad de los higienistas que lo usaron como una
forma de vacuna cultural, de microscópico fragmento de tejido vivo,
"palpitante", inoculado en la memoria como un recuerdo que al hacerse
presente permanente, "conciencia", "historia", sirviera para prevenir
el peligro de convulsiones futuras. L a reválida que hicieron los
higienistas del texto de Navarro significó que hasta la segunda mitad
del siglo veinte el "Diario" siguiera siendo concebido como un documento
histórico fehaciente. Scenna, uno de los últimos historiadores de la
epidemia de fiebre amarilla, repitió la afirmación de los higienistas al
proponer que el texto de Navarro era "un documento de gran valor, fiel
reflejo de lo ocurrido en Buenos Aires en el primer semestre de 1871"

32
(10). Pero el examen de ios documentos demostró que el texto de
Navarro más que documentar eventos reales construyó una historia
que sirvió para promocionar y popularizar la disciplina de la higiene
y sus autoridades representadas como patrióticas, apolíticas y demo-
cráticas.

Anarquías bárbaras insalubres y autoridades higiénicas


patrióticas
Desde el principio de su texto Navarro elaboró una contraposición
maniqueísta entre representaciones del "pueblo" y "las autoridades",
de "autoridades" inexistentes, ausentes, ineficientes o remisas, a las
que se tuvo que enñ-entar "el pueblo" que se hizo oír a través de "la
prensa" o del periódico La República. E n la primera entrada del
"Diario" Navarro escribió: "Enero 27. —Según las listas primitivas de
la Municipalidad, 4 de otras fiebres, ninguna de la amarilla**. Y en la
entrada correspondiente al 3 de febrero, repitió: "La Municipalidad,
por boca de ganso dice: son casos de fiebre icteroide" (448). Lo que
Navarro presentó como generador del conflicto no fue la enfermedad
sino la actitud de autoridades, aquí municipales, que al ignorar o
negar la existencia de la enfermedad pusieron en peligro la vida de la
población. Esa era la "falta de administración sanitaria" a la que
aludieron los higienistas para agitarla como otro fantasma tan temible
como el de la enfermedad, ahora documentada en el texto avalado
como un documento fehaciente "científico" sobre la epidemia.
Pero desde principios de 1871 en Buenos Aires sí había una
administración sanitaria de la que estaba encargado el Consejo de
Higiene Pública creado por la Ley 648 de la Provincia de Buenos Aires,
sancionada el 27 de julio de 1870. Scenna notó que "desde principios
de febrero de 1871 el Consejo de Higiene Pública señaló la gravedad de
la situación pero pocos lo escucharon" (206). De acuerdo con las
primeras recomendaciones del Consejo de Higiene, además, la Muni-
cipalidad desde los primeros días de febrero pidió autorización al
gobernador de la provincia para poner en cuarentena la zona de la
ciudad donde había aparecido la enfermedad (206). Scenna explicó que
"se viene trasmitiendo de generación en generación, avalado por el
testimonio más o menos interesado de algunos contemporáneos, que el
Consejo de Higiene Pública fue un organismo ineficaz que no sirvió de
nada en la emergencia de 1871" (206), Yo sugiero que la historia que
"se viene transmitiendo" avalada por "el testimonio más o menos
interesado de algunos contemporáneos" fue la construida por los
higienistas, avalada por el texto de Navarro y utilizada para reafirmar

33
una genealogía de enfermedades nacionales, que entre 1871 y 1900,
fueron las epidemias utilizadas para promover el desarrollo nacional
e internacional de la higiene argentina. No digo que las epidemias no
hayan sido una realidad histórica sino que esa realidad fue utilizada
para desviar la atención de coyunturas económicas y políticas,
especialmente después de la crisis económica y las revoluciones del
período 1890-1893, durante el cual los mercados financieros europeos
en la esfera internacional y los movimientos sociales y militares en la
nacional cuestionaron la administración y estabilidad de los gobiernos
liberales de lo que N. Botana llamó el orden conservador.
Al mismo tiempo que empezó a elaborar esa representación de
autoridades irresponsables o ineficientes, ignorando la enfermedad y
ausentándose o huyendo de la ciudad, Navarro también empezó a
construir una representación de un poder alternativo del que, al
proseguir la narración saldrían las nuevas autoridades. Al principio
del texto ese poder alternativo era el de la prensa. E n la segunda
entrada, correspondiente al 28 de enero. Navarro escribió: "XA
REPÚBLICA^ denuncia l a existencia de l a fíebre, que a n u n c i ó el
69 reclamando medidas". (447. Énfasis en el original). L a tipografía
cargada de tinta hacía resaltar la denuncia en la página, como el grito
del vendedor de periódicos voceando la noticia de último momento por
encima del murmullo de la ciudad.*' E n el texto de Navarro, el nombre
del periódico también sugería una opinión pública de una unidad
política homogénea, la república, voceando, denunciando en alta voz
el mal que ocultaban "las autoridades". Pero los documentos
demostraron que fueron precisamente los dueños, editores y redacto-
res de La República los que repetida y públicamente disintieron con la
opinión de todas las autoridades sanitarias del período y, en cambio,
insistieron en que la enfermedad que había en la ciudad no era fiebre
amarilla sino distintas enfermedades comunes.
Al mismo tiempo que Navarro usaba al periódico para publicar su
texto y el nombre de la publicación para crear ecos significativos, el
"Diario** de Navarro sirvió al periódico para borrar su pasado
embarazoso al principio de la epidemia, cuando insistió repetidamen-
te en negar la existencia de la enfermedad, mientras ésta se propagaba.^

^En esa misma época La República fue el primer periódico de Buenos Aires
en ser anunciado y vendido a viva voz por vendedores ambulantes que con el
tiempo tomaron el nombre de "canillitas".
^En un editorial titulado "¿Existe entre nosotros la fiebre amarilla?",
publicado el 9 de febrero, por ejemplo, el periodista de La República propuso

34
Una nota del mismo periódico publicada el 11 de febrero decía sin
ambages: "No hay fiebre amarilla". Entonces en una nota fechada el 22
de febrero Eduardo Wilde respondió impaciente: "no nos sorprendió
tanto que el redactor de La República pusiera en duda la existencia de
la peste..,, pero sí nos ha sorprendido hasta el extremo recibir la
patente de ignorantes que hemos recibido todos los médicos de Buenos
Aires" (Fiebre San Telmo, 37).
Según el texto de Navarro, y siempre confirmando la representa-
ción del presunto liderazgo de La República que iba construyendo el
"Diario", con la denuncia temprana de la existencia de la enfermedad
y frente a la incuria de las autoridades La República había pedido la
creación de nuevas autoridades especiales. E n la entrada correspon-
diente al 5 de marzo. Navarro escribió: "La República pide al Gobierno
cree un poder ad hoc y dice: seremos oídos? 6—La prensa sube de tono
y da duro a la autoridad" (494. Énfasis en el original). De esa forma,
como a lo largo de todo su texto, Navarro homogeneizó la voz de la
prensa identificándola siempre con la opinión de La República, que
aparecía exigiendo la creación de un poder "ad hoc", especializado en
higiene y salubridad. Pero en marzo de 1871, como hemos visto, ese
poder ya existía.
Además de Scenna, Leandro Ruiz Moreno, en un libro que es una
de las mejores colecciones de documentos sobre la epidemia, señaló
que "si se controlan las medidas adoptadas perlas direcciones sanitarias
de Buenos Aires en 1869, en 1870, en 1871, se llega a la conclusión de
que éstas han efectuado todo lo que estaba en sus manos" (Peste
Histórica, 136). Pero en 1894, cuando el texto de Navarro fue publicado
en los Anales la historia de una "anarquía sanitaria" que había
contribuido a la propagación de la epidemia de 1871, y que hacía
urgente la creación de nuevas autoridades "ad hoc" sirvió para promover

que D. Ventura Bosch, un conocido médico de Buenos Aires que enfermó de


fíebre amarilla y había sido atendido por sus mejores colegas, no había muerto
de la enfermedad epidémica: "nos parece que más fuese de una parálisis que
de la epidemia. El síntoma primero fue el de parálisis en la pierna derecha;
después lafiebrevoraz" (2). Scenna explicó que Manuel Bilbao, el periodista,
escritor y dueño de La República, "no era médico y en consecuencia no había
examinado a ningún enfermo, cuyos síntomas conocía de oídas, pero eso no le
impide explayarse largamente sobre sintomatología y tratamiento" (202).

35
el nuevo desarrollo nacional e internacional de la higiene, representada
como la disciplina humanitaria, apolítica y democrática.^
Es en el contexto de esta promoción y desarrollo de la higiene que
debe leerse la crónica de la epidemia de 1871 publicada por los
higienistas en 1894. E l texto de Navarro sirvió a los higienistas para
justificar la presencia y acción en todo el país de las nuevas autoridades
de salubridad nacional representándolas como una respuesta histórica
a las exigencias de pueblos acuciados por la ineficiencia de autoridades
y sistemas de control inexistentes, contradictorios o arcaicos. E n el
"Diario" la epidemia de 1871 fue representada como una consecuencia
de la anarquía sanitaria y el vacío de poder dejado por "los Gobiernos:
sin senado el uno, sin autoridad el otro" (449). A la ineficiencia de las
autoridades municipales y la ausencia de un poder legislativo, Navarro
agregó una fuga del representante del poder ejecutivo nacional cuando
"EL P R E S I D E N T E huye —Legisladores, jueces municipales, etc.,

®No creo necesario dar evidencia del uso del discurso de la higiene utilizado
por distintos gobiernos militares hasta 1982 para justificar la erradicación de
"focos" subversivos o la extirpación de "cánceres" o "epidemias" nacionales de
todo tipo. Quizá uno de los primeros ejemplos de la utilización de ese discurso
y su estrategia para justificar intervenciones armadas del gobierno central en
las provincias quedó documentada en una nota titulada "El honor nacional
sacrificado al interés de una oligarquía", publicada en La Prensa del 17 de
marzo de 1900. £1 periodista escribió: "en atención al dictamen de nuestra
autoridades científicas, contra la oposición abierta de la población de Rosario
y de su administración local, a costa de inmensos sacrificios impuestos al
movimiento de los negocios y a la regularidad de las transacciones mercantiles,
el Gobierno [nacional] hizo la declaración ofícial de la existencia de la peste en
aquella ciudad, estableció un riguroso cordón sanitario, y encomendó su
estricta vigilancia a un cuerpo de línea; y ha bastado que una conmoción
popular [una rebelión contra el gobierno que el nepotismo del gobierno central
había impuesto en la provincia de Entre Ríos] ponga en peligro la estabilidad
del jefe de una de las oligarquías imperantes en la provincia para que el
Gobierno destruya en un momento su propia obra, poniéndose en contradicción
violenta consigo mismo y ordene que esa fuerza nacional, convertida en legión
de preteríanos, vaya a apuntalar una situación que se derrumba". Julio
Irazusta al comentar el mismo episodio explicó que "el gobierno nacional
velaba por sus sostenedores en Entre Ríos. Y en cuanto tuvo noticia de lo que
ocurría en esta provincia, ordenó al coronel Toscano —jefe del regimiento 10
de infantería, y poco antes enviado a Rosario a establecer un cordón sanitario
contra la peste bubónica declarada en dicha ciudad— que pasara a Paraná con
su tropa y desarmara la revolución" (Tránsito Siglo, 174).

36
todos huyen" (449). E l presidente sí dejó la ciudad pero sólo durante
las noches o durante cortos períodos de uno o dos días que pasaba en
los alrededores de Buenos Aires. Y esas ausencias fueron utilizadas
por sus opositores políticos para cuestionar su liderazgo. Las fricciones
y tensiones entre distintos tipos de autoridades, eran características
de la década de 1870, pero los higienistas en 1894 las reescribieron y
utililizaron para imaginar una anarquía sanitaria que debía ser
controlada por una sofisticada administración higiénica, rígidamente
centralizada y extendida a los dos lados de las fironteras nacionales.

Revoluciones higiénicas
Después de crear un vacío de poder en su texto. Navarro lo ocupó
con nuevas formas de autoridad representadas como surgidas demo-
cráticamente de una revolución popular. Aquí debemos recordar que
desde la revolución de 1890 hasta la sanción de ley electoral de 1912
que garantizó el derecho al voto (mal llamado) universal a todos los
hombres, ciudadanos y mayores de dieciocho años, la crítica
fundamental de la oposición a los gobiernos del período érala legalidad
de los procesos electorales, generalmente fraudulentos. E n 1894 el
"Diario" de Navarro sirvió para explicar como una necesidad histórica
la centralización y autoridad de un nuevo Departamento Nacional de
Higiene, pero al mismo tiempo el "Diario" creaba para el Departamen-
to Nacional una genealogía que se remontaba a la autoridad sanitaria
de una Comisión Popular representada como producto, en 1871, de
una revolución similar a la que inició las guerras de la independencia
en 1810.
E n la entrada correspondiente al 5 de marzo Navarro escribió: "La
República propone un poder popular y consulta para celebrar un
meeting", Y en la entrada del día siguiente se desencadenaba una
serie de hechos presentados en sucesión rápida:

^^Recordarnos que en 1871 dentro de la ciudad de Buenos Aires, como en el


resto del territorio de la república, eran frecuentes las fricciones que acompa-
ñaban superposiciones jurisdiccionales y juegos de poder entre autoridades
municipales, provinciales y nacionales: la ciudad de Buenos Aires se había
declarado un municipio autónomo regido por una Comisión Municipal presidida
por Narciso Martínez de Hoz. La misma ciudad era capital de la Provincia de
Buenos Aires, y en ella residía el gobernador de la Provincia, que era Emilio
Castro, Y la misma ciudad también era la sede provisoria del Gobierno
Nacional y Sarmiento era presidente.

37
10 —La República propone un poder popular y consulta sobre celebrar un
meeting — E l senado no ve ni siente.
11—La República pide meeting. —La Nación grita: Revolución — E l Dr.
French murió el 10 — E l Clero hace rogativas y la peste víctimas.
12 —Diaristas, reúnense el 11 en la Redacción de La República y acuerdan
el meeting. Alimentos y alojamiento: decreto del 10.
13 —¡¡GRAN MEETING DEL PUEBLO!! — E l Gobierno proclama el orden
— Todos huyen menos los focos vivientes.
14 — El gobierno forma su E. M. médico —La comisión popular charla —
En Córdoba hacen rogativas por nuestra cuenta.
15 —La Nación aconseja las comisiones de manzana. L a Comisión inicia
bien sus trabajos —Las autoridades tienen celos. Pas^e gratis". (449. Itálicas
y énfasis en el original).

Este fragmento del "Diario" era un buen ejemplo de técnicas


narrativas que Navarro usó en todo su texto. E n frases cortas, urgentes
o lacónicas, con mucho de montajes o reescrituras de titulares de los
periódicos de la época mezclados con comentarios personales en los
que no faltaba el humor negro, este cronista de la epidemia utilizó toda
la batería de juegos tipográficos para expresar la urgencia de la vida
cotidiana que transcurría literalmente al lado de la muerte. L a crónica
elaborada en base a dos o tres líneas diarias transmitía la sensación
de que este era un texto producido en momentos fugaces robados al
descanso del trabajo continuo en una ciudad transformada súbitamente
en una mezcla anárquica de hospital y cementerio.
Mientras todos huían "menos los focos vivientes", los enfermos y
los que los cuidaban, que como ellos quedaban a merced de una (no
enfermedad sino) "peste" apocalíptica, hubo un momento crucial de
"protestas", "consultas", "gritos", "rogativas", y "proclamas", en una
serie de "reuniones" que culminaron con un meeting (la palabra
inglesa invocaba connotaciones de derechos ingleses y revoluciones
norteamericanas) del que surgió una salvadora y enérgica "comisión
popular". Navarro homologó esta sucesión rápida de eventos con la
organización de lo que fue un primer gobierno argentino, la histórica
Primera Junta creada por los revolucionarios independentistas de
1810. E l 25 de mayo de 1810, según las historias y los textos utilizados
en las escuelas primarias argentinas, culminaron una serie de eventos
sucedidos durante el período conocido como la semana de mayo: la
rebelión de los jefes militares el 19; la convocatoria a un cabildo
abierto el 21; la reunión de vecinos en la plaza histórica durante el
cabildo abierto del 22 con la presencia de French y Berutti, los jóvenes
patriotas que simbolizaban la comunicación ñuida y fácil entre el
pueblo reunido en la plaza y sus representantes reunidos en el interior

38
del cabildo; las protestas del Virrey Cisneros el 24; y la organización
de la llamada Primera Junta, el nuevo gobierno de criollos emancipados
de España el 25,^^ Así se hizo historia la imaginación de una anarquía
sanitaria, creada por las tensiones y los juegos de poder entre los
gobiernos nacionales y provinciales y la reorganización de un orden —
en el preciso momento en que se deshacía ei tejido social— mediante
la creación de un nuevo poder democráticamente surgido del pueblo
para velar celosamente por la salud de la ciudad-cuerpo-nación.
Navarro describió ese nuevo poder subrayando especialmente cómo
éste se comunicaba y mantenía en contacto directo y constante con el
pueblo. L a Comisión Popular patriótica, eficiente y segura empezó a
trabajar con y para el pueblo no obstante las trabas, impedimentos y
antagonismos de autoridades politizadas y mezquinas Navarro escri-
bió:
L a Comisión inicia bien sus trabajos —Las autoridades tienen celos —
Pasaje Gratis. 16 —La palabra de la comisión al pueblo —Subscripciones —
Acción popular —Acción gubernativa —Un vivo tomado por muerto se sale del
cajón. 17 —La comisión propone —Las autoridades arguUen su título como el
papa —Los legisladores discuten —La comisión procede —^Aliento del pueblo.
18 —La Comisión hace el bien y obliga a todos a hacerlo por emulación (449).

Una de las grandes preocupaciones durante la epidemia fue el


enterramiento rápido de la gran cantidad de cadáveres que se
empezaron a acumular. L a ciudad que normalmente estaba preparada

"La vigencia de esta construcción histórica de una revolución popular de


la que —como la Primera Junta de 1810— surgió la patriótica Comisión
defensora valiente de una salud nacional siguió hasta mediados del siglo
veinte. Leandro Ruiz Moreno en su libro, publicado en 1949, describió la
misma "revolución" que Navarro, pero ahora definitiva y explícitamente
connotada como la Revolución de Mayo: "La peste crecía y se paseaba por las
calles de la Gran Aldea. Los gobiernos, nacional y provincial —con sus
fricciones y rivalidades mal encubiertas— pese a la mejor buena voluntad, no
lograban la manera de encausar la acción, todo era desconcierto,
desorganización, pánico, mientras la peste aumentaba y ya estaba en todas la
bocas el sálvese quien pueda. Es en ese momento cuando en la plaza de todos
los acontecimientos se congrega el pueblo citado previamente por la prensa y
volantes manuscritos, y allí surge la idea de constituir la Comisión Popular
que salida del seno de aquél, había de velar intrépida por la salud de Buenos
Aires ... La Comisión Popular, expresión del pueblo gritada en la plaza, por
aclamación, quedó constituida el 13 de marzo de 1871, fecha memorable de
nuestra historia nacional" (Peste Histórica, 126-127).

39
para enterrar veinte cuerpos humanos diarios, de repente debía
enterrar hasta quinientos. Los enterramientos eran una fuente de
ansiedad especial porque se aseguraba que los cadáveres, que entraban
en estado de putrefacción rápidamente, eran focos de infección
especialmente virulentos. E l llamado cementerio del Sur, abierto en
1869 durante la epidemia de cólera, se llenó rápidamente de fosas
comunes y tuvo que ser cerrado. E n medio de la epidemia de 1871 se
abrió, en la llamada Chacarita de los colegiales, el espacio donde, como
sugirió Josefina Ludmer, Cañé imaginó las vacaciones de verano de un
pasado nacional (Introducción Juvenilia, 24), un cementerio que
algunas historias dicen que es uno de los más grandes del mundo.
Las historias también dicen que durante la epidemia, y en la
confusión de los enterramientos rápidos, se trató de enterrar a más de
una persona viva, pero el humor negro de Navarro en el fragmento del
"Diario" que acabo de citar usó la imagen del muerto resucitado para
describir "el milagro" y "la resurrección" de las autoridades legales, el
muerto resucitado tratando de emular el trabajo de la Comisión
Popular. L a acción armónica del nuevo poder ejemplar trabajando con
y para el pueblo quedó realzada en oposición a la actitud de "autoridades
[quel tienen celos", "autoridades [que] argullen", y "legisladores [que]
discuten". Frente a ellos "la Comisión hace el bien y obliga a todos a
hacerlo por emulación" y logra acuerdos con las distintas autoridades
cuando, poco más abajo, Navarro describió las "comisiones Municipal
y Popular en inteligencia —Comisiones de Parroquias: sus auxilios
son eficaces" (450). Así iba creciendo la representación de una autoridad
central que lograba transformar la anarquía anterior en inteligencias
y auxilios eficaces.
E n la crónica de Navarro el nuevo poder se hacía heroico, peleando
solo contra la muerte en medio de la ciudad transformada en necrópolis,
cuando: "La epidemia avanza al S. O. — L a Comisión se multiplica —
L a Municipalidad a remolque .,.7 — E l cementerio del sud reboza ... 8
— L a C o m i s i ó n aconseja dejar l a ciudad 9 — Negocios cerrados —
Calles desiertas — Faltan médicos —Muertos sin asistencia —Huye el
que puede — H e r o í s m o de l a C o m i s i ó n P o p u l a r (451). Aquí el
cronista retomó l a imagen de la huida del presidente que había
descrito poco más arriba para contrastarla con esta representación de
la Comisión Popular valiente y sola en la ciudad recorrida por la
muerte.
Pero en otros documentos hay descripciones de la Comisión muy
distintas. Scenna describió conflictos repetidos creados por el
autoritarismo de la Comisión Popular que "con el transparente

40
propósito de colocar las instituciones existentes a sus órdenes" (248)
trató inútilmente de reorganizar las comisiones parroquiales, "ello
provocó a su vez choques entre el Consejo de Higiene y la Comisión
Popular, ya que el juicio expansionista de ésta llegaba a querer
abarcar todas las jurisdicciones (300).^^ Pero a los higienistas de 1894
la representación de una autoridad central y centralizadora, patrióti-
ca, altruista a la vez que enérgica y fuerte, surgida del pueblo y
alzándose por encima de las banderías o ambiciones políticas de
porteños o provincianos, viejos unitarios y federales o nuevos
autonomistas, modernistas o radicales, sii^ió para justificar el avance
de la higiene presentándola como los beneficios de una disciplina al
servicio de fines humanistas superiores que continuaban la tradición
de la ideología de mayo, la ideología unificadora anterior a las anarquías
de caudillos y montoneras locales opuestas a las autoridades centrales.

Primeras personas higiénicas ocupando silencios y vacíos


insalubres
E n 1871, a raíz de la epidemia de fiebre amarilla, la organización
que empezó a centralizar y administrar el poder sanitario no fue la
Comisión Popular sino una agencia de administración sanitaria del
gobierno. Un decreto firmado por E . Castro el 31 de marzo de 1871
estipuló que todos los médicos de la ciudad, aunque trabajaran para
las comisiones parroquiales, la municipalidad o la comisión popular,
dependían a partir de ese momento del Consejo de Higiene Pública
(Peste Histórica, 211), (Cuando Murió, 267). E n 1871 esa centralización
abarcaba la jurisdicción de la ciudad de Buenos Aires solamente y
concentraba la autoridad en un Consejo de Higiene formado por

^^Scenna transcribió un artículo de Lucio V. Mansilla, miembro de la


Comisión Popular que después de renunciar como tal, el 21 de abril de 1871
publicó en La Prensa una nota titulada "Sólo la punta del velo" en la que explicó
que la Comisión "fue una fuerza social que se organizó con el objeto de derribar
la Comisión Municipal, al mismo gobierno del señor Castro, si la oportunidad
se presentaba" (402). En esa nota después de denunciar una larga serie de
actos ilegales de la Comisión, Mansilla concluyó; "Destruya La República estas
afirmaciones, si se atreve, y yo le citaré nombres propios, circunstancias y
lugares —hechos— que no se pueden borrar, y veremos después si la candad
puede o no puede ser una careta muy cómoda para la hipocresía de los
charlatanes** (403).

41
médicos, militares, químicos e ingenieros. Al ser federalizada la
ciudad de Buenos Aires, la jurisdicción del Consejo, por decreto
presidencial del 31 de diciembre de 1880 pasó a ser jurisdicción del
Departamento Nacional de Higiene, que siguió siendo un cuerpo
colegiado en el que, además del presidente, compartían la autoridad y
tenían voz y voto todos los miembros un Consejo.
Pero en 1892, al extenderse la higiene a todo el territorio del país,
los mismos higienistas que construyeron una historia patriótica de
autoridades sanitarias revolucionarias democráticamente surgidas
del pueblo fueron los que concentraron todo el poder del Consejo en
una persona. J . M. Ramos Mejía reorganizó el Departamento Nacional
de Higiene de acuerdo con una jerarquía sanitaria rígidamente vertical
que desde la dirección única de la presidencia, ocupada por él, obraba
con gran independencia y autoridad en todo el territorio del país. E n
la Memoria del Departamento el mismo Ramos Mejía explicó que
"para la persecución del vasto programa más arriba indicado ha sido
necesario efectuar en el Departamento las ampliaciones y reformas
que los nuevos servicios exigían" (17). Y para realizar ese desarrollo el
higienista exigió libertad "para fundar institutos y establecimientos
necesarios al desempeño de las funciones sagitarias, sin necesidad de
pedir fondos especiales al Congreso ni al Presupuesto, desapareciendo
así la demora que hoy obstaculiza cualquier iniciativa urgente" (23).
Ramos Mejía tuvo una aversión especial por las jerarquías de poder
que dependían administrativa o económicamente de autoridades
colegiadas.
Los nuevos servicios, institutos y establecimientos pasaron a de-
pender exclusivamente de un Presidente del Departamento que, en el
texto de Ramos Mejía, por momentos parecía funcionar como un poder
ejecutivo paralelo. Para este higienista la promoción de la higiene,
defínida como un interés superior, sólo era posible mediante la acción
de un poder central con capacidad ejecutiva: "la institución a mi cargo
requiere para su funcionamiento regular la centralización ejecutiva,
pues así lo requieren los altos intereses que dirijo" (34). Siempre
insistiendo en la característica especial de sus tareas ejecutivas.
Ramos Mejía se aseguró de que éstas fueran especificadas concentran-
do todo el poder en su persona: "las facultades conferidas al que
suscribe como Presidente y jefe supremo del Departamento Nacional
de Higiene, revisten un carácter delicado y requieren por lo tanto una
determinación clara y precisa, a fin de independizar estas facultades
de las trabas que puedan oponérsele. Todas las instituciones con
facultades ejecutivas requieren necesariamente una cabeza, una

42
autoridad, un poder unipersonar (33). Según este "presidente y jefe
supremo", "cabeza", y "autoridad", su "poder unipersonal" no debía ser
compartido sino con el presidente de la nación. Entonces el higienista
independizó sus decisiones de las del Consejo de Higiene que, hasta
1892, obligaba al presidente del Departamento a tomar decisiones
sobre higiene y salubridad de acuerdo con la opinión de una mayoría
del Consejo.
Ramos Mejía admitió que "el Presidente del departamento se
entenderá directamente con el P. E . en todos los asuntos de la
institución" (39). Pero exigió, y consiguió, que el Consejo de Higiene
dejara de "participar de las atribuciones correspondientes al cargo
principal que desempeño" (34). De acuerdo con sus nuevas atribucio-
nes "la administración [del Departamento] estaña obligada en muchos
casos, a oír y decir el parecer del Consejo, pero al mismo tiempo es libre
para aceptarlo o rechazarlo". Así el Consejo se transformó en un grupo
de consulta prescindible, "siempre esencialmente pasivo su carácter,
no tiene la facultad de exigir o reclamar que se le oiga sino [de] dar su
dictamen cuando se le pida. Es también una consecuencia legítima la
revocabilidad de los agentes consultivos" (36). •
En la Memoria que documentó el desarrollo nacional e internacio-
nal de la higiene argentina entre 1892 y 1898, el discurso de Ramos
Mejía creció absorbiendo y subordinando voces y llenando "silencios"
y "vacíos" que encontraba en las leyes y regulaciones de salubridad. Al
historiar los decretos de 1880 que organizaron y regularon el primer
Departamento Nacional de Higiene, el higienista se quejó de lo limitado
de la jurisdicción que le había sido adjudicada a la agencia de gobierno
primitiva, y señaló que el "silencio de esos dos decretos sobre todo
aquello que diera al Departamento un carácter eminentemente
nacional, dándole atribuciones precisas y amplias fue completo,
teniéndose como consecuencia la anarquía sanitaria" (20). Esta
"anarquía sanitaria" de los gobiernos del período 1880-1892 articulaba
una genealogía de anarquías nacionales que iban de la "anarquía" del
período 1819-1852ala de la epidemia de 187 l e incluía los movimientos
anarquistas y socialistas que se habían empezado a hacer sentir en
1890.^3
En 1892 se propagó el discurso de la higiene en todo el territorio de
la nación y en los espacios de todas las clases sociales. Al proponer el

"Héctor Ramos Mejía en el Tomo I de su Historia de la Nación Argentina


subtitulado De la revolución a la anarquía, en la última frase del último
capítulo, titulado "El gobierno de Pueyrredón y la caída del organismo nacional",

43
desarrollo de una higiene industrial que abrió a los higienistas las
puertas de los espacios del movimiento obrero en formación, Ramos
Mejía propuso que su regulación
...corresponde al Departamento Nacional de Higiene, quien a pesar del
silencio que guarda la ley de su creación, ha buscado salvar ese vacío en la
medida de sus fuerzas y en la esfera de su acción. Pocos capítulos de la higiene
general revisten mayor importancia que el que se refiere al punto que
tratamos. Baste recordar que a él se halla vinculado, por muchas de sus faces,
el movimiento socialista que tanto preocupa a los estadistas y gobiernos del
mundo entero (529),

Aquí "anarquías" higiénicas y socialismos obreros representaban


un enemigo común.
Pérez Amuchástegui señaló que hasta bien entrado el siglo veinte
"la élite, de buena o mala fe, no hacía mayores diferencias entre
anarquistas y socialistas'' (Mentalidades Argentinas, 416). E l
movimiento anarquista en Argentina se hizo sentir con fuerza en los
primeros años del siglo veinte, pero en 1898 la ideología que preocupaba
a los gobiernos conservadores era la socialista:
...los socialistas, desde un principio, se esmeraron por formar sindicatos
obreros, y fueron los primeros en promover el establecimiento de una federación
de trabajadores y también los primeros en organizar una manifestación
laboral general el 1 de mayo de 1890, acatando el llamado de la Internacional,
en el congreso de París de 1889 ... Los anarquistas participaron en la
manifestación (Anarquismo Movimiento Obrero, 52).

E n la Memoria de Ramos Mejía era muy evidente la estrategia de


promoción del control mediante el desarrollo, producción y diseminación
del discurso de la higiene que debía ocupar silencios y vacíos en leyes
y regulaciones. E s a producción discursiva fue una característica de los
burócratas higienistas y criminólogos argentinos de fines del siglo

escribió: "Es con la caída de Pueyrredón, con la que puede afirmarse que se
desmoronó el organismo nacional creado en 1816 ... porque los gobiernos
directoriales que a él lo sucedieron no fueron otra cosa que los últimos
estertores del orden jurídico de la nación que caerá con estrépito en brazos de
la conmoción social más espantosa que se registra en la historia patria y que
postrará al país en la miseria, en la anarquía y en la tiranía por largos y
penosos años. (407. Énfasis mío). Ésta es, en 1945, una reescritura del mismo
discurso con las mismas formas de representación que estamos revisando en
textos que empiezan a aparecer en 1845.

44
diecinueve y principios del siglo veinte que con pocas excepciones
fueron escritores prolífícos, además de editores y traductores de gran
cantidad de textos, publicaciones y revistas. E n esa producción
discursiva estos burócratas pedían siempre una legislación que
legalizara sus acciones.
Siempre identificando vacíos y silencios que era necesario llenar,
los higienistas delimitaron jurisdicciones amplias que abarcaban
espacios públicos y privados, del descanso, el ocio y especialmente el
trabajo de las nuevas fábricas que habían empezado a surgir en toda
la urbe y sus alrededores:

La ley orgánica del Departamento, como el Digesto Municipal, guardan un


silencio completo sobre todo lo que se refiere a higiene industrial, salvo en
pequeños puntos (radio de ubicación en la capital federal, vigilancia e inspección
de máquinas de vapor), resolví incluir el punto en el programa de reformas y
estudios que me había formulado, solicitando al efecto del Superior Gobierno,
la creación del Puesto de Inspector de Fábricas e Higiene Industrial, quien se
encargaría de visitar nuestras principales industrias, señalar sus defectos,
tratar de modifícarlos y, provisto de todos los elementos necesarios hacerse la
redacción de la ley retrospectiva (531).

Notemos la insistencia de esa primera persona que aparecía tomando


resoluciones y llenando silencios, vacíos discursivos. E l puesto de
Inspector de fábricas fue creado en 1894, y "en noviembre de 1894, el
Dr. Maximiliano Aberasturi presentó al Departamento" (533) el primer
informe que apareció publicado, adyacente al "Diario" de Navarro, en
los Anales de ese mismo año, bajo el título "La fabricación de fósforos''.
E n el largo fragmento de la Memoria que acabo de citar, en 1894 el
alcance de la nueva disciplina higiénica sólo llegaba a "pequeños
puntos", circunscriptos al "radio de ubicación en la capital federal".
Por eso Aberasturi investigó sólo "la fabricación de fósforos" en la que
se ocupaba una mayoría de mujeres y niños en la capital y zonas
inmediatamente adyacentes. E l Inspector señaló que los datos que
presentó eran "los pripaeros materiales que han de servir a fundar mis
informes sobre el estado actual de los primeros grupos obreros"
(Higiene Industrial, 441). Como hemos visto en el texto de Ramos
Mejía el inspector "se encargaría de visitar nuestras principales
industrias". Pero los higienistas utilizaron ese informe, más que para
regular las distintas industrias, para urgir la sanción de una ley de
higiene industrial que permitiera a los inspectores de la agencia
central acceso a los espacios obreros de todo el país. E n su informe el
Inspector alegó:

45
¿Podría yo, su inspector sanitario, pretender corregir sus deficiencias,
pidiendo al superior que ordene tal o cual reforma en determinadas fábricas?
Pareceme que no, en razón de esa falta de atribuciones que tantas veces he
debido recordar. ¿Qué dirían las autoridades comunales, qué los Gobiernos de
Provincia, si fuésemos a resolver en sus dominios sobre los problemas de la
higiene industrial, no contando con el apoyo de una ley nacional, suficiente-
mente explícita para que no se diesen por heridas las grandes susceptibilidades
del autonomismo y de la independencia de los poderes? Surge, pues, la
necesidad de preparar los elementos de esa ley, para que se dicte y sea el arma
de los cuidados, las previsiones y las reformas del futuro en materia tan
interesante. No otro semeja ser el propósito del Departamento Nacional de
Higiene, y al interpretarlo así he creído proceder dentro del programa que
realiza esa institución (496).

De esta forma la disciplina de una higiene nacional, que velaba por


altos intereses humanitarios y patrióticos que estaban por encima de
banderías políticas sirvió para superar "las grandes susceptibilidades
del autonomismo y de la independencia de los poderes" de "autoridades
comunales" y "gobiernos de provincia", y le dio acceso al gobierno
central a los espacios del movimiento obrero en formación, del
socialismo y el anarquismo y de la nueva clase de industriales que
empezaba a competir por la hegemonía económica y social con la clase
patricia terrateniente, hegemónica hasta ese momento.
Esta higiene no limitó su acción a los espacios representativos de
las clases obreras. Al expandirse la disciplina también entró a los
espacios de la clase ganadera. L a organización de una policía sanitaria
del ganado, escribió el ex-presidente del Departamento en 1898, sirvió
"para llenar este inmenso vacío tan perjudicial para nuestra principal
fuente de riqueza pública. E l Departamento ha iniciado una vigorosa
campaña en los seis últimos años, correspondientes a mi adminis-
tración, buscando la solución del problema, dentro de un plan general
de policía sanitaria" (542). L a estrategia de desarrollo de la nueva
disciplina higiénica por medio de una policía, "ligando así directamente
la salud del pueblo con la de los animales" (552), fue siempre la misma.
Primero se identificó un vacío en las leyes, enseguida se describió un
peligro específico que amenazaba desde Europa y el resto de América
o desde las mismas provincias. Como en este ejemplo, cuando como
resultado de que "nuestros hacendados, en su mayoría opulentos, han
fomentado en lo posible el mejoramiento de sus productos, importando
al país ejemplares reproductores de gran precio,... pero haciendo caso
omiso de todas las cuestiones científicas e higiénicas que de ello se
desprenden. Las autoridades superiores, no solicitadas por el gremio
más interesado, no han tenido ocasión de prestar su poderosa coope-

46
ración". Fue así que, según los higienistas, resultó que "la tuberculo-
sis, casi desconocida en el ganado del país hace unos cuarenta años,
hoy es una de las enfermedades más extendidas" (537). E l discurso de
la higiene frente a la clase terrateniente se promovió enfatizando sus
credenciales de especialistas entendidos en "todas las cuestiones
científicas e higiénicas". Estas fueron las nuevas "autoridades
superiores" de tecnócratas positivistas que utilizaron las ciencias
para revalidar y promover sus funciones como empleados estatales.*^

Historias de flujos y focos sospechosos

La peste y los focos invisibles


En la última década del siglo diecinueve los tecnócratas positivistas
argentinos utilizaron el inmenso prestigio internacional que la bacte-
riología dio a las ciencias médicas para consolidar el poder del Estado
central y sus instituciones. Las limitaciones de esas ciencias, como el
desconocimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla, lejos de
ser sentidos como tales fueron utilizados por los higienistas para
agitar, junto con sus credenciales científicas, al fantasma de "la peste"
que retrotraía la ciudad a una historia pasada de anarquías y
enfermedades apocalípticas.
Hasta fines del siglo diecinueve los higienistas repitieron una
representación del mal "invisible" que despertaba temores irracionales.
E n 1881 en la Conferencia Sanitaria Internacional que se reunió el 18
de febrero en Washington y pocos meses más tarde en sesiones de la
Academia de Ciencias de L a Habana, Carlos Finlay afirmó que el
contagio de un enfermo de fiebre amarilla a una persona sana se
realizaba por intermedio de la picadura del mosquito aedes aegipti,
pero su descubrimiento sólo fue aceptado veinte años más tarde, en
1901, al ser confirmado por las investigaciones de Walter Reed.
Scenna señaló que en Buenos Aires "en 1896, en plena era bacteriana,
el vómito negro seguía siendo tan misterioso e inescrutable como en

"Si bien uso las expresiones positivismo y positivista, más que las teorías
de ese movimiento, he tratado de examinar sus procedimientos, espacios y
signifícados específicos en Argentina. Para una discusión más amplia sobre lo
que el positivismo significó en Latinoamérica y Argentina, ver Leopoldo Zea,
Pensamiento positivista latinoamericano; la obra de Oscar Terán (especialmente
la Introducción a Imperialismo y nación). Positivismo y nación en Argentina;
también Hugo Biagini, Comp., El movimiento positivista argentino.

47
las horas de la Gran Epidemia, ni un solo paso se había adelantado en
veinticinco años" (472). Aquí Scenna utilizó una de las expresiones y
formas de representación más populares durante la segunda mitad del
siglo diecinueve para denotar la enfermedad caracterizada por el color
que daba a las violentas regurgitaciones de los enfermos la sangre
digerida de hemorragias internas. E n textos del período el vómito
negro era la peste o la plaga imaginada como la acechanza de letales
enemigos invisibles que amenazaban la ciudad.
Pocos meses después de la epidemia de 1871, en un informe de los
médicos de la Junta de Sanidad del Puerto, Eduardo Wilde y Pedro
Mallo describieron una ciudad de Buenos Aires impotente frente a
"desvastadores flagelos y ... plagas asoladoras" (Peste Histórica, 153)
entre los que era especialmente temible una "misteriosa engendradora"
(151). E n uno de los fragmentos del "Diario" Navarro la llamó "la
peste" y la asoció a una iglesia católica representada como la institución
anticientífica y arcaica de un "CZero [que] hace rogativas [mientras] la
peste víctimas" (449). L a misma noción y representación de la
enfermedad inspiró en 1949 a Ruiz Moreno, que llamó a su libro La
peste histórica de 1871.
E n muchos textos del período la ansiedad provocada por la imposi-
bilidad de imaginar al agente transmisor de la enfermedad generó la
noción de un "invisible pero horrendo enemigo" (120). E n el texto de
Navarro era una "cosa que nos diezmaba sin ser cosa" (458). Cuando
la enfermedad aparecía en forma de epidemia, el enemigo invisible se
multiplicaba y se hacía una "conspiración invisible, que estrecha[ba]
su sitio todos los días" (Mortalidad Causas, 415) en un artículo
aparecido en La Nación y vuelto a publicar en la Revista de Buenos
Aires bajo el título "La peste". Wilde y Mallo, desde la Junta de sanidad
del puerto, uno de los bastiones de defensa de la ciudad apestada, al
señalar que ellos habían impuesto y habían hecho cumplir las
cuarentenas sanitarias reglamentarias, explicaron que la invisibilidad
podía servir al mal para burlar la vigilancia: "a más de lo que vemos,
de lo que tocamos y de lo que sabemos, hay una entidad que se nos
escapa" (Peste Histórica, 151). No pudiendo identificar un agente
transmisor que llegara al puerto de Buenos Aires desde otros puertos,
los mismos higienistas señalaron a la propia ciudad de Buenos Aires,
y su historia, como propicias a la enfermedad: "con tales factores, ¿qué
extraño es que esas causas predisponentes hayan asumido el rol de
determinantes o de febrígenas?" (151). Wilde y Mallo escribieron
"nosotros tenemos que luchar con l a pobreza, con las guerras, con la
inestabilidad de nuestros gobiernos, con la falta de práctica de los

48
funcionarios a causa del carácter transitorio de su empleo, hasta con
las condiciones de nuestros suelos y de nuestras aguas" (152). L a
referencia a las guerras y la inestabilidad de los gobiernos representaba
la "anarquía" creada por los gobiernos locales que no respetaban la
autoridad de un gobierno central. Y ese "desorden" se homologó con un
estado insalubre local, "de nuestros suelos y de nuestras aguas". Wilde
y Mallo insistieron en que

...para que la fiebre amarilla u otra enfemedad exótica se desarrolle,


preciso es que haya causas predisponentes locales. En nuestra ciudad sobran
las causas ... basta traer a la memoria que el pavimento de nuestras calles y
de nuestras casas, está constituido por detritus vegetales y animales en
descomposición, y que estamos llenos de establecimientos de los más insalubres
(151).

Aquí, además de un subsuelo "constituido" por "animales en


descomposición", los higienistas identificaron como insalubres una
serie de "establecimientos" que eran los saladeros y mataderos, los
espacios de procesamiento de la carne, a los que después de la
epidemia de 1871 se sumaron los cementerios repletos.
Como veremos más adelante, los inmigrantes, o más precisamente
los espacios habitacionales de los inmigrantes, también fueron
señalados desde el principio de la epidemia de 1871 como "focos" a
partir de los que se propagaba la enfermedad. Pero en textos y
documentos de la época más que esos espacios se acusó con insistencia
una predisposición local a la enfermedad. Según esos textos la
insalubridad consistía en una cercanía o falta de separación entre los
flujos de aguas potables y aguas servidas, como entre los cuerpos de
personas y animales, vivos y muertos, en un exterior y un interior de
la ciudad pero especialmente en cementerios, mataderos y saladeros
en los que se aglomeraban las materias de deshecho y los restos de
cuerpos en distintos estados de descomposición.

Flujos de la carne en la ciudad


Después de la epidemia de fiebre amarilla el temor al mal invisible
generó una discusión pública que trató de identificar los espacios
originarios de la infección y de "salubrifícarlos". E s a discusión fue
significativa porque hizo aflorar ansiedades culturales profundas y
nociones de higiene y salubridad. Salubrificarenesta primera instancia
de la lucha contra las enfermedades que se propagaban epidémicamente
significaba separar y controlar los flujos de las aguas potables y

49
servidas y poner distancia entre los cuerpos de personas y animales,
vivos y muertos. Como vimos en el texto de Avellaneda, los saladeros
y mataderos en los que se procesaban los cuerpos de los animales para
su venta y consumo fueron los primeros lugares concebidos como
insalubres.
Desde mediados del siglo diecinueve, en Buenos Aires, junto con el
desarrollo de la industria de la carne aumentaron los restos perceptibles
que dejaba esa principal actividad económica de la ciudad. E n 1852 un
viajero se quejó del "horrible olor a carne podrida que envuelve la
ciudad" y "la sola variante de esta pestilencia que nace de la carne
descompuesta es la que proviene de los huesos quemados" (Centuria
Porteña, 37). E n el sur de la ciudad el disgusto del mismo viajero fue
más pronunciado: "el suburbio sur duplicaba los desagrados del opuesto.
Las zanjas y los pozos del pantanoso camino estaban rellenos de
entrañas y de huesos de animales" (38). Así este viajero inglés,
principal consumidor del ritual roast dominical, expresó su incomodidad
frente a la realidad cruda del procesamiento de los cuerpos de los
animales que todavía no había alcanzado la sofisticación distanciadora
de la revolución industrial.
Ese desagrado no fue prioridad de una mirada inglesa que tomaba
distancias frente a una cultura sudamericana. Hay evidencia de que
desde mediados del siglo diecinueve los porteños mismos empezaron
a señalar los saladeros como fuentes de aguas servidas que no muy
lejos de la ciudad se mezclaban con las aguas potables.
E n 1859 IsiRevista Farmacéutica publicó un informe "pedido por el
señor Jefe de Policía, sobre la alteración de las aguas del Riachuelo
desde el muelle de la Boca hasta más allá del saladero Cambaceres"
(Panorama Medicina, 99). Cuando se empezaron a hacer más frecuentes
las enfermedades epidémicas en Buenos Aires, Antonio Zinny, a sus
interminables bibliografías de textos publicados contra Rosas, empezó
a sumar bibliografía de textos sobre las epidemias.
E n un artículo titulado "El cólera morbo no es nuevo en el Río de la
Plata", publicado en 1867 en\B.Revista de Buenos Aires ^ el anotador de
los males que amenazaban a una cultura rioplatense, escribió:

...nos pérmitimos llamar la atención de nuestros lectores sobre los muy


oportunos artículos escritos bajo el epígrafe "La epidemia y los Saladeros" por
el distinguido publicista y hábil jurisconsulto, doctor Juan Carlos Gómez,
publicados en El Inválido y reproducidos en El Nacional del 24 de abril último;
[y] el del inteligente facultativo doctor don Pedro A. Pardo, que, bajo el

50
epígrafe 'Precauciones contra el cólera' publicó en La República del 28 del
mismo mes" (477).

Las bibliografías de Zinny articularon la producción de textos


dedicados a combatir el mal que amenazó a la república bajo el
gobierno de Rosas, con la producción de textos dedicados a combatir
las epidemias en los que, como acabamos de ver, también se identificó
los saladeros como causas primeras generadoras de la enfermedad.
E n los primeros días de febrero de 1871, al principio de la epidemia,
una de las primeras medidas de defensa contra la enfermedad fue la
suspensión de "las faenas de los saladeros mientras dure la epidemia"
(Peste Histórica, 323). E n la entrada correspondiente al 13 del mismo
mes de febrero. Navarro en su "Diario" agregó a los saladeros el
"Riachuelo, [y] los Corrales, etc" (448). Los Corrales eran el espacio en
el que, como en los saladeros, también se mataban los animales y se
procesaba la carne pero para el consumo diario de la ciudad.

Flujos y efluvios de personas y animales vivos y muertos


Según la concepción prevalente en el imaginario cultural del
período la sangre y los materiales de deshecho de los saladeros y
mataderos se incorporaban por el Riachuelo a las aguas que la ciudad
utilizaba para beber. E l autor de "La mortalidad y sus causas" se quejó
de que "teníamos un río interior, con buena agua, que podía ser un
gran puerto de cabotaje. Pero los saladeristas lo necesitaban ... Así, el
Riachuelo se regaló a los saladeristas para que lo envenenasen"
(Mortalidad Causas, 419). E l Riachuelo también apareció como un
principal generador de la enfermedad en el texto de Navarro, que en
las entradas correspondientes a la semana del 11 de febrero de 1871
anotó: "las aguas del Riachuelo enferman a Revy que las examina",
"anatema contra los saladeros" y "toda la prensa contra el Riachuelo"
(448),
E n un artículo publicado en La Nación el 15 de febrero de 1871, al
describir el Riachuelo, el texto hizo una transición del rojo de la sangre
romántica de los mataderos y degüellos clásicos de la anarquía y la
literatura argentinas de la primera mitad del siglo diecinueve al
amarillo de las infecciones realistas de fines de siglo, para describir

el lecho del Riachuelo, [que] es una inmensa capa de materias en putrefac-


ción. Su corriente no tiene ni el color del agua. Unas veces sangrienta, otras
verde y espesa, parece un torrente de pus que escapa a raudales de la herida
abierta al seno gangrenado de la tierra. Un foco tal de infección puede ser

51
causa de todos losflagelos,el cólera y la fiebre. ¿Hasta cuándo respiraremos
el ahento y beberemos la podredumbre de ese gran cadáver, tendido a espaldas
de la ciudad?^^

E l Riachuelo, la corriente de agua por la que el llamado río


Matanzas desembocaba al Río de la Plata siguiendo la entonces
ondulante línea demarcatoria que hoy, rectificada, sirve para establecer
el límite sur de la ciudad de Buenos Aires. E n 1871, antes de los
trabajos de canalización que controlaron y dirigieron su curso, fue
descripto por el articulista de La Nación como una fístula infecta.
E s a "herida" en el sur, "a espaldas de la ciudad", sirvió para
establecer nociones arbitrarias de un adelante y un atrás. L a noción de
sur-atrás se reafirmó cuando, después de la epidemia, la clase patricia
se empezó a establecer en el norte, alejándose y dejando atrás, en el
sur, "la matanza" connotada con un pasado de anarquías y degüellos
de gente y animales insalubres. Pero el distanciamiento del sur era
inútil mientras no se rectificara y controlara el flujo de un mal que se
concebía propagándose, a partir del Riachuelo, por las aguas de la
ciudad que la rodeaban y entrecruzaban de flujos al aire libre.
E l autor del artículo, vuelto a publicar como una sección del texto
retitulado "La peste", escribió: "envenenado el Riachuelo, sus aguas se
ensayan en matar los pescados del Río de la Plata" (Mortalidad
Causas, 419). Así el mal se concibió pasando del Riachuelo al Río de la
Plata de donde sacaban el agua los aguateros que la vendían a las
numerosas casas de la ciudad que no tenían pozo de agua. Avellaneda
en el artículo titulado "Saladeros", recopilado en La Revista de Buenos
Aires de marzo de 1871 junto con "La mortalidad y sus causas", señaló
él también que después de las consultas del gobierno al Consejo de
Higiene y al profesorado de la Facultad de Medicina de Buenos Aires,
"las dos Corporaciones estuvieron uniformes en señalar decididamente
la influencia perniciosa de los saladeros, calificándolos como insalubres
en primer grado" (427).
Avellaneda también señaló que el aumento de la actividad de los
saladeros ensuciaba cada vez más las aguas del Riachuelo,

... nada entretanto más natural que el estado de esas aguas. Los saladeros
arrojan a ellas durante las faenas, los residuos sólidos de los animales, y más
de mil pipas diarias de líquidos impregnados de materias animales, según el
cálculo que hacía en 1867 uno de los más inteligentes saladeristas ... Los
saladeros eran entonces catorce: son hoy veinte (429. Énfasis en el orginal).

licitado por A. TauUard, p. 194 y L. Ruiz Moreno, pp. 268 y 299.

52
Este era el mal propagándose en un circuito cerrado en el que
confluían las aguas potables y servidas de los saladeros, por el
Riachuelo, al Río de la Plata hasta alcanzar "las aguas que nos sirven
para los usos de la vida, alteradas por la sangre y los líquidos que en
ella se mezclan (429). A esta ansiedad por la confluencia visible de
aguas potables y servidas en las superficies de la ciudad, la acompañó
una ansiedad por las confluencias invisibles de aguas subterráneas.
También se temía que los pozos negros fueran origen del mal que
se comunicaba de las aguas servidas a las napas de aguas utilizadas
para beber. E l autor de "La mortalidad y sus causas" escribió:

Teníamos una corriente de agua subterránea que daba muy regular agua.
También la hemos envenenado. La elaboración de lo inmundo, durante siglos,
ha sido arrojada dentro de la tierra, justamente a la proñindidad del agua.
Durante siglos se han abierto y llenado así las letrinas y sumideros ... La
corriente subterránea está envenenada también, porque ha absorbido la
infiltración de letrinas y sumideros (419)

A esta ansiedad por la confluencia de aguas potables y servidas la


acompañó, especialmente después de la epidemia de fiebre amarilla,
una ansiedad por la falta de separación entre los cuerpos de gente y
animales, vivos y muertos.
E l autor del texto que acabo de citar agregó: "como si los cadáveres
humanos no bastasen, tenemos encima los restos de los animales que
se matan para el consumo" (421). L a acumulación de cadáveres
durante la epidemia de 1871 hizo aflorar una gran ansiedad por la
presencia de cementerios cerca o dentro del radio urbano:

Nuestros cementerios están de a pares, en los barrios poblados. El cemen-


terio del Norte es el paso preciso de los que salen a paseo fuera de la ciudad y
está entre las casas y quintas de su costado derecho. Los vivos y los muertos
cohabitan allí en una promiscuidad aterrante. Y como si esto no bastara, el
cementerio tiene sus prácticas especiales (421).

Las prácticas que preocupaban eran lo que se sentía como una falta
de distancia, una "cohabitación" o "promiscuidad aterrante" entre
personas vivas y muertos no enterrados:

...los cadáveres, puestos dentro de un c^ón de plomo y otro de madera, se


colocan generalmente en nichos practicados al aire, en el interior de un
mausoleo, que sólo está cerrado por una reja de fierro. Cuando viene la
fermentación pútrida, los gases que despide el cadáver, no encontrando salida,

53
suelen hacer explosión, abriendo las junturas de plomo. Entonces quedan en
libre comunicación con el aire (421).

A esta "libre comunicación** entre los vivos y los muertos inhumados


en bóvedas y nichos se sumaba lo que se sentía como cercanía o falta
de separación entre personas vivas y cadáveres mal enterrados: "lo
que hace el sepulturero en una fosa sin ninguna profundidad, tal es
así, que después de haber terminado su labor, se observa en el exterior,
rastros de la vestimenta del sepultado" (Peste Histórica, 86). E n textos
escritos durante la epidemia no es difícil encontrar la imagen de una
ciudad construida toda entera encima de un inmenso cementerio
mortífero: "nuestros empedrados son la losa de un sepulcro. Debajo de
ella está la corrupción y la muerte, se escapa de sus grietas, para
visitar la ciudad con su aliento letal, cada vez que la humedad afloja
la tierra" (420).
Esta ansiedad por la enfermedad concebida como propagándose
gracias a esa promiscuidad o falta de definición entre aguas y cuerpos
de gente y animales vivos y muertos quedó articulada en la publicación
simultánea de tres textos: "La mortalidad y sus causas", "Los Saladeros"
y "El cementerio del Sud", todos publicados en el último número de La
Revista de Buenos Aires correspondiente al mes de abril de 1871.
Miguel Navarro Viola, uno de los editores de la revista y autor del
artículo sobre "El cementerio de Sud", como el autor de "La mortalidad",
señaló él también el "sistema de [inhumación en] nichos, incensarios
permanentes de miasmas" (477). Navarro Viola al proponer una serie
de medidas para "salubrificar" el espacio del cementerio del Sud,
donde fueron inhumados los cadáveres de gran parte de la población
de Buenos Aires muerta durante las epidemias del período 1867-1871,
concluyó notando que "la prensa toda se opuso a creación tan raquítica
...[y] la prensa tiene parte en la plausible clausura de este cementerio
absurdo ... aunque estaba reservado a la epidemia de 1871 el hacer el
argumento ad absurdum con la inhumanción de 15.000 cádáveres en
35.000 varas cuadradas que podían quedar disponibles habiendo el
cólera y los tres años de entierros invertido las otras 35.000" (633). Con
esa frase Navarro Viola terminó el último artículo publicado por La
Revista de Buenos Aires en sus ochos años de existencia.
Y en el primer número de la nueva revista que, ese mismo año,
continuó la labor interrumpida al terminar la anterior, Juan María
Gutiérrez publicó por primera vez El Matadero de Esteban Echeverría,
el texto que connotó la barbarie como sodomítica en los "Corrales"
insalubres de Navarro, en el espacio del procesamiento de la carne

54
donde se confudieron promiscuamente la muerte y los cuerpos de
personas y animales de género dudoso (Fiebre Amarilla, 448). Aiitonio
Zinny, en Juan María Gutiérrez. Su vida y sus escritos, publicado en
1878, explicó que "a la Revista de Buenos Aires, fundada y dirigida,
como queda dicho por don Miguel Navarro Viola, sucedió La Revista
del Río de la Plata, bajo la dirección de los doctores don Andrés Lamas,
don Vicente F . López y don Juan María Gutiérrez" (57). E n el primer
número de la nueva revista, publicado durante la epidemia de fiebre
amarilla o muy pocos meses después, apareció por primera vez El
Matadero, el texto escrito en 1839 que hoy es leído como una —acaso
la primera— obra de la literatura argentina. Pero en 1871, cuando fue
publicado por primera vez por J . M. Gutiérrez, quien articuló la
generación del 37 y la lucha contra Rosas con la generación de la
reorganización nacional y la lucha contra la enfermedad, El Matadero
sirvió de documento histórico, bisagra entre la concepción del espacio
de procesamiento de la carne identificado con la barbarie y el mismo
espacio identificado con la enfermedad y la homosexualidad. Con El
Matadero de Echeverría quedaron articulados en 1871 nociones de
barbarie, sodomía e insalubridad.

E l (primer) Matadero

Articulaciones culturales e históricas


E l Matadero del Alto, al que Echeverría en su texto llamó también
el matadero de la Convalescencia, estaba ubicado en el espacio que
hasta hoy se llama Plaza España, en el triángulo delimitado por las
calles Amancio Alcorta, Caseros y Baigorri. E l cementerio del Sud fue
abierto en 1867 y estaba situado en la actual Plaza Florentino
Ameghino, en el espacio delimitado por las calles Matheu y Santa Cruz
entre Caseros y Uspallata. E l Cementerio del Sud y el Matadero del
Sud en 1867 estaban separados por unos escasos quinientos metros.
E n muchos mapas antiguos del Buenos Aires del período, como el de
Solveyra de 1862, el de Aymez de 1865 y el del Departamento
Topográfico de 1867, el espacio del matadero de la Convalescencia
incluía el espacio que después fue cementerio; eran un mismo espacio."
16

i^Ver en A. Taullard, Los planos más antiguos de Buenos Aires, el mapa de


Solveyra en p. 172; el mapa de Aymez en p. 176 y el plano del Departamento
Topográfico en p. 182.

55
Los espacios del Matadero y el Cementerio del Sud fueron separa-
dos entre 1867 y 1871 a raíz de la serie de epidemias que culminaron
con la de 1871. Ese mismo año esa separación se hizo definitiva con la
clausura del cementerio del Sud y el traslado de los antiguos Corrales
al Parque Patricios. José Gobello citó a Ricardo Llanos para decir que
fue en "1867, cuando los antiguos 'Mataderos del Sud', o de la
Convalescencia [fueron trasladados y], pasan a ocupar sus ya
habilitados bretes, playas y galpones, en Caseros y Monteagudo"
(Crónica General, 13). Pero Luis Cánepa dice que fue el mismo año de
la gran epidemia, "en 1871, [cuando] este matadero fue trasladado a
la calle Caseros, entre Monteagudo y Almafuerte" (Buenos Aires
Antaño, 83). Que la separación de los espacios del matadero y el
cementerio haya sido en 1867 o en 1871 no me interesa tanto como el
hecho de que haya sido precisamente entre 1867, cuando se abrió el
cementerio del Sud y 1871, cuando se cerró, que para "salubrificar" se
haya puesto distancia entre los espacios que simbolizaban la matanza
y/o enterramientos indiscriminados y promiscuos de animales y/o
gente. E s a confusión o mezcla que en el texto de Echeverría significaba
barbarie, en 1871 significó también insalubridad. Al ser publicado en
1871 El Matadero permitió articular y separar dos grandes paradigmas
de análisis de la cultura argentina de la segunda mitad del siglo
diecinueve: civilización/barbarie y salubre/insalubre.
Como sabemos, Echeverría y Gutiérrez fueron figuras centrales del
grupo de argentinos exilados en Montevideo durante el gobierno de
Rosas. Pero en 1871 Echeverría había muerto veinte años antes. E l
exilio militante también había quedado veinte años atrás. Gutiérrez,
el líder unitario del período 1820-1851, durante el gobierno de
Sarmiento, se había transformado de exilado en uno de los civilizadores
liberales. E r a el rector de la Universidad de Buenos Aires y como tal
participó en la discusión sobre la salubrificación de la ciudad que
estamos revisando. E n el último número de la. Revista de Buenos Aires,
Navarro Viola para reforzar su argumento sobre la necesidad de cerrar
y "salubrificar" el cementerio del Sud, el espacio adyacente o
superpuesto al matadero de la Convalescencia, citó una carta de su
"ilustrado amigo el doctor Juan María Gutiérrez" que le daba un
"apoyo doblemente respetable por lo conspicuo del autor". E n esa carta
Gutiérrez también advirtió el peligro y "los malos efectos de la
aglomeración de cadáveres en un suelo cualquiera" (Cementerio Sud,
629). E n 1871 a Gutiérrez difícilmente pudiera escaparle que en la
carta a Navarro Viola estaba escribiendo sobre el mismo espacio que
pocos meses más tarde él mismo empezaría a hacer famoso al publicar

56
El Matadero, el texto en el que la gran metáfora de la barbarie es la
mezcla. Noé Jitrik, al referirse a esa confusión característica del
cuento de Echeverría, escribió: "de este modo todo lo que sea mezcla es
en sí irracionalidad, mundo de fuerzas desatadas, mundo demoníaco"
(Fuego Especie, 78).^' Josefina Ludmer, en sulihro El género gauchesco,
dijo que "[en "La Refalosa"] los federales son salvajes o bárbaros que
degüellan animales, y también unos animales y delincuentes que
degüellan y sacrifican hombres como si fueran animales. Como ocurre
en El Matadero (174). E n el El Matadero la metáfora última de esa
mezcla o disrupción de flujos, líquidos, cuerpos y razas o categorías de
personas y animales era la del género confuso del hombre hecho
"femenino" al ser sodomizado por los torturadores bárbaros.

Esteban Echeverría: higienista y fotógrafo


Jitrik señaló que El Matadero "es el primer relato de carácter
preciso, de alto valor literario y de densidad testimonial producido en
el Río de la Plata" y explicó que "no fue dado a conocer en su momento
y que constituye sin duda su obra más original y más fuerte, la más
perdurable. Sólo es dado a conocer por Gutiérrez en la Revista del Río
de la Plata (t. I . pág. 556/62" (Esteban Echeverría, 32). Pero Jitrik no
notó que la publicación de El Matadero que "es dado a conocer por
Gutiérrez [en 1871] en la Revista del Río de la Plata" se ilumina leída
en el contexto cultural profundamente marcado por la epidemia de
fiebre amarilla.
Jitrik señaló que "el hecho de que no se haya publicado en su
momento tiene que haber significado una interrupción en un proceso
que quizá hubiera seguido otro rumbo, pues si La Cautiva inauguró
una línea, El Matadero ya no pudo incidir" (Esteban Echeverría, 32).
Pero El Matadero si bien no incidió en el imaginario cultural y en la
historia de la cultura y la literatura argentinas de la primera mitad
del siglo diecinueve, sí lo hizo en un momento y un medio cultural

^Mitrik describió el efecto de confusión y mezcla que transmitió el narrador


de Echeverría: "un efecto de turbulencia, de caos, de mezcla informe .... Desde
ya, la idea de mezcla, que nutre la imagen que se quiere dar, tiene una
connotación innegable; meramente reconocer su existencia califica ya sea a
aquello que aparece mezclado como a aquel que lo reconoce y que por este acto
actualiza, pone en marcha un pensamiento cultural y filosóficamente válido
cuyo meollo es el aprecio de los resultados de la aplicación de la razón a la
realidad. De este modo, todo lo que sea mezcla es en sí irracionalidad, mundo
de fuerzas desatadas, mundo demoníaco" (Fuego Especie, 78).

57
clave, bisagra de la historia de la cultura y la literatura argentinas.
Además de la marca que dejaron en el imaginario cultural las epidemias
del período 1868-1871, en 1872 fue publicada la primera parte del
Martín Fierro. Entre 1869 y 1874, durante el gobierno de Sarmiento,
se empezaron las grandes obras públicas en Buenos Aires y en el resto
del país. Roberto Corté Conde señaló que con la presidencia de
Sarmiento "se inició un largo período, concluido seis décadas después,
en que se sucedieron sin interrupción las autoridades electas dentro
del régimen de la Constitución'* (Dinero Deuda, 79). En este contexto
fundacional fue leído por primera vez el cuento de Echeverría.
Jitrik explicó que El Matadero "tiene el mérito de anticiparse al
realismo que se estaba iniciando en su forma moderna en Europa"
(Esteban Echeverría, 32). Probablemente fue ese "realismo" y la
recolección y transcripción de una lengua oral popular periférica y
preurbana los que mantuvieron al texto de Echeverría en la oscuridad
durante treinta y tres años. Pero ese mismo "realismo" en 1871 sirvió
para que Gutiérrez hiciera una primera lectura en la que trató de fijar
el texto en la cultura, no como un texto literario sino como una crónica,
testimonio y documento histórico.
La "Advertencia" escrita por Gutiérrez como introducción a la
primera edición de El Matadero fue una primera lectura útil para
tratar de comprender cómo se leyó el cuento en 1871. Gutiérrez creyó
necesario justificar la publicación de un texto que él sintió como no
terminado, y escribió: "estas páginas no fueron escritas para darse a
la prensa tal cual salieron de la pluma que las trazó, como lo prueban
la precipitación y el desnudo realismo con que están redactadas" (557).
Pero en 1871 el ambiente cultural estaba preparado para aceptar ese
realismo. Ya hacía casi treinta años que Balzac había publicado su
nueva preceptiva literaria en el prefacio de la Comédie Humaine. En
1871 el realismo del texto de Echeverría dio visos de veracidad a un
texto que, así, fue transformado en un documento histórico utilizado
para empezar a construir, al mismo tiempo que las grandes obras
públicas, una historia argentina "nacional".
En 1871, como hemos visto, todavía seguían las pequeñas guerras
de líderes locales que, como López Jordán, se rebelaban contra la
autoridad del gobierno central, pero el gran período de la llamada
barbarie federal del gobierno de Rosas había terminado en 1852. A
partir de ese momento los líderes unitarios de antes, como Gutiérrez
y Sarmiento, fueron los civilizadores que empezaron a construir la
nación a la que era necesario proveerla de una historia. Gutiérrez en
la Advertencia al texto de Echeverría, escribió preocupado: "nosotros

58
a medida que crecemos en edad como pueblo y adelantamos en cultura
como sociedad, nos interesamos con mayor anhelo en conocer lo pasado
y deseamos hallar testimonios a ese respecto ... Pero este deseo no es
fácil de satisfacer, tanto en la época antigxia como en la reciente,
porque no habiendo tenido arte ni literatura nacional, han desaparecido
los tipos sociales" (556). Así, para llenar un vacío de "arte" y "literatura
nacional", Gutiérrez rescató y publicó El Matadero, presentándolo
como un documento, un "precioso testimonio que nos suministra
[Echeverría] para ilustrar con él las páginas hasta ahora pálidas de
nuestra historia** (557). En su introducción Gutiérrez enfatizó
repetidamente el "valor histórico"de El Matadero (558).
El rector de la Universidad de Buenos Aires, en 1871, sintió que
debía explicar la transcripción literal que hizo Echeverría de una
lengua de la clase baja de la periferia cultural representada por el
espacio del matadero del período rosista, y escribió: "este precioso
boceto aparecería descolorido, si llevados de un respeto exagerado por
la delicadeza del lector, suprimiéramos frases y palabras
verdaderamente soeces" (561). La literalidad de la lengua que en 1838,
cuando Echeverría escribió el cuento, podía ser obscena, en 1871 fue
utilizada por Gutiérrez para homologar el cuento con la nueva tecnología
de la fotografía que, en ese momento, combinaba el arte de la pintura
y el dibujo con la veracidad de la ciencia.
En 1871 ya se había inventado el daguerrotipo pero todavía no se
habían investigado bien las posibilidades del montaje o la posibilidad
de posar y jugar con las apariencias del fotografiado frente a la
cámara. Visibilidad todavía se asociaba con veracidad y Gutiérrez
invocó esa supuesta cualidad del método casi científico de producción
y reproducción de imágenes para presentar a Echeverría como un
fotógrafo de la barbarie que había documentado una historia "real".^^
Según Gutiérrez, en El Matadero

...daguerrotipó su autor el cuadro que exponemos hoy al público. L a


casualidad y la desgracia pusieron ante los ojos de Echeverría aquel lugar sui
generis de nuestros suburbios donde se mataban las reses para consumo del
mercado, y a manera del anatómico que domina su sensibilidad delante del
cadáver, se detuvo a contemplar las escenas que allí se representaban,
teniendo el coraje de consignarlas por escrito para ofrecerlas alguna vez con
toda su fealdad (559).

^^Roberto González Echevarría señaló que en El Matadero "las escenas


explícitas de abusos y violencia se presentan con el tono clínico de un
observador científico" (Redescubrimiento Mundo, 386).

59
Para que no quedara duda del prestigio científico del texto que
estaba presentando, Gutiérrez modernizó aún más al daguerrotipista
de la matanza y así lo hizo profesional de la medicina, "anatómico" o
cirujano forense, que observa y registrafielmenteuna verdad histórica
inscripta y leída en un cuerpo humano muerto.
En la mirada de Gutiérrez, en 1871, el cadáver observado por el
médico escritor eran Buenos Aires y la cultura de la "bárbara federación"
supuestamente característica durante el gobierno de Rosas. Y
Echeverría era el médico escritor. E l germen de la enfermedad
epidémica era la ideología federal, que Gutiérrez describió como "el
fanatismo político inoculado en conciencias supersticiosas" (560.
Énfasis mío). En la última frase del cuento, el mismo Echeverría había
caracterizado el medio propicio para el desarrollo y propagación de la
enfermedad, al concluir que "por el suceso anterior puede verse a las
claras que el/bco de la federación estaba en el Matadero" (584. Enfasis
mío). La resonancia y los ecos que despertaba en 1871 la conclusión de
Echeverría, se notaba al leerla en el contexto que le dio, por ejemplo.
Navarro: "marzo 1 ... Multiplícanse las denuncias de los focos ... 4 —
Focos —Ataque de la prensa ... 7 —Todo es contra los focos y todo es
ahora un foco 8 —No hay hospitales —No hay sepultureros —Focos
hay mil" ("Diario", 449).

Los primeros sodomitas y sus prácticas insalubres


El cuento de Echeverría narraba cómo "un joven de 25 años de
gallarda y bien apuesta persona" (580), unitario y opositor del gobierno
de Rosas, al pasar por el matadero de Buenos Aires fue capturado y
torturado por los matarifes y carniceros federales. Según el cuento de
Echeverría esos hombres especializados en el manejo del cuchillo
fueron los miembros de una fuerza parapolicial que utilizaba Rosas.
Echeverría llamó a ese grupo la cofradía y a Rosas el "patrón de la
cofradía" (585). Gutiérrez fue más específico y en su introducción
señaló que esa cofradía era el grupo conocido como "la mazorca".
Siempre preocupado por la falta de los documentos imprescindi-
bles para construir una historia nacional tan necesaria como las
primeras obras públicas, el Rector de la Universidad de Buenos Aires
explicó:

...aquella cuadrilla famosa que se llamó 'la mazorca', es hasta hoy mismo
un curioso estudio, y aún hay quien pregunta ¿quiénes la compusieron? ¿De
dónde salió armada del terror y la muerte? Después de la lectura del presente

60
escrito quedarán absueltas estas dudas. E l Matadero fue el campo de ensayo,
la cuna y la escuela de aquellos gendarmes de cuchillo" (560).

Así el espacio originario de la insalubridad también quedó inscripto,


fundado como "el campo de ensayo, la cuna y la escuela" de prácticas
específicas que se identificaron con unafiierzaparapolicial del gobierno
de Rosas.
Gutiérrez alegó que en 1835 "la mazorca", el nombre de esa fuerza,
se refería a una forma de tortura que "tiene por objeto, el introducir por
el flanco de la retaguardia del enemigo unitario, el sabroso fruto [del]
que ha tomado nombre, así es que toda aquella gente que recela este
fracaso ha dado en usar el pantalón muy ajustado (Buenos Aires
Fiesta, 149). E l vocabulario militar describió así las estrategias de
defensa de una "retaguardia** del hombre, considerada como el bastión
más sagrado del honor unitario. En las crónicas del período resista hay
alusiones repetidas a la misma forma de tortura que describió Gutiérrez.
Los unitarios las utilizaron para estigmatizar al gobierno de Rosas y
sus partidarios representándolos como sodomitas "activos", al mismo
tiempo que los federales representaban a los unitarios como
afeminados, "maricones" "pasivos". Sodomitas o maricones lo
significativo es cómo los dos grupos políticos utilizaron la figura de la
transgresión sexual o genérica para estigmatizar al otro.^^
En El Matadero, el joven unitario en poder de la mazorca primero
fue afeitado y cuando iba a ser inmovilizado para ser sodomizado

^^Una investigación exhaustiva de las representaciones de transgresiones


sexuales y sus usos en textos argentinos anteriores a 1871 ya podría empezar
a hacerse con el material que ha emergido en los últimos años. E n Civilización
y Barbarie en la literatura argentina del siglo XIX- El tirano Rosas, Fernando
Operé citó un texto del período que explicaba que "la cabeza de maíz, privada
del grano, como usted verá, está provista de una serie de agudas puntas, y
ásperos cuadros, y la diabólica idea de Rosas fue introducir ésta en los
intestinos humanos, causando así innumerables heridas en el interior del
cuerpo, heridas tan mortales, terribles y dolorosas, que creo no haya ejemplo
de que una de las víctimas haya sobrevivido tres días después de ser atacada
por el Club de la Mazorca" (108-109). Enrique Rodríguez Molas, por su parte,
en su Historia de la tortura y el orden represivo en la Argentina citó otra
crónica publicada por José Rivera Indarte "en la Gaceta Mercantil del día 30
de junio de 1835, [en la que] se anuncia que en el frente de una casa de la ciudad
de Buenos Aires se había colocado un cartel con la siguiente inscripción: 'VIVA
LA MAZORCA/Al unitario que se detenga a mirarla/Aqueste marlo que miras
/ De rubia chala vestido / E n los infiernos ha hundido / A la unitaria facción;

61
murió de una hemorragia provocada por él mismo. Desde el principio
del episodio, el narrador preparó al lector para el gran derrame de la
romántica sangre patriótica que corría por las nobles venas del apuesto
joven. E l narrador describió al personaje cuando lo iban a afeitar:
"fuera de sí de cólera. Todo su cuerpo parecía estar en convulsión: su
pálido y amoratado rostro, su voz, su labio trémulo, mostraban el
movimiento convulsivo de su corazón ... su cuello desnudo y la pechera
de su camisa dejaban entrever el latido violento de sus arterias" (582).
Este personaje pictórico de sangre valiente, en el momento en que iba
a ser inmovilizado para ser sodomizado hizo estallar sus venas y
arterias, "reventó de rabia el salvaje unitario, dijo uno [de los
mazoqueros que lo rodeaban]. —Tenía un río de sangre en las venas,
articuló otro" (585). Al desangrarse en una copiosa hemorragia provo-
cada por la mera posibilidad de la confusión de su género, el unitario
murió conservando su honor de hombre masculino. Como veremos más
adelante, ésta podía ser evidencia de nociones de género que veremos
en la cultura rioplatense de fines del siglo diecinueve y principios del
siglo veinte. En esa cultura aparentemente, ya en 1835, no era la
elección del objeto sexual sino la posición insertiva adoptada en una
pareja insertivo/receptiva lo que definía al género del hombre
"masculino". La posición receptiva hacía al hombre "femenino" porque
confundía los roles y jeraquías considerados tradicionales en la mujer
"femenina" (receptiva) y el hombre "masculino" (insertivo).
La tortura del joven unitario empezó cuando "entre vociferaciones
e injurias [los mazorqueros] arrastraron al infeliz joven al banco del
tormento" (581) que se encontraba adentro de la casilla que servía de
despacho a la autoridad del "juez del matadero, personaje importante,
caudillo de los carniceros y que ejerce la suma del poder en aquella

/ Y así con gran devoción / Dirás para tu coleto: / Sálvame de aqueste aprieto
/ jOh! Santa Federación / ¡Y tendrás cuidado / Al tiempo de andar / De ver si
este santo / Te va por detrás.'" Este mismo texto también fue citado por Fermín
Chávez, en La cultura de la época de Rosas. La descolonización mental, p. 110.
Rodríguez Molas, al comentario, agregó: "las alusiones sexuales sumadas a la
violencia son obvias. Una temática, por otra parte, frecuente en la literatura
rosista de carácter popular" (56, n. 4). Si bien aquí no he podido dejar
totalmente de lado este material, profundizar la investigación de los usos de
la construcción de la homosexualidad en la Argentina de la primera mitad del
siglo diecinueve me hubiera alejado significativamente de los objetivos que me
propuse en este libro.

62
pequeña república" (570). Así Echeverría identificó el matadero con la
república y a Rosas con el juez que, como él, ejercía "la suma del poder".
Una vez adentro del espacio de la autoridad, los mazorqueros
propusieron distintas formas de torturar al unitario:

—Ya le amansará el palo.


—Es preciso sobarlo.
—Por ahora verga y tijera.
—Si no la vela.
—Mejor será la mazorca (582).

La tortura empezó con "la tijera"; después de afeitarle las patillas,


el narrador marcó una interrupción con un diálogo para continuar
cuando el juez del matadero ordenó a los mazorqueros: "Abajo los
calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle berga [sic],
bien atado sobre la mesa" (584). Jitrik explicó que en esta escena los
federales "es evidente: lo quieren violar" (Fuego Especie, 95). Como ya
señaló Femando Operé citando a David Viñas, esa fue otra instancia
de la "violación metafórica de la civilización por la barbarie, tema
repetido en Sarmiento y Mármol" (Civilización Barbarie, 138). En la
literatura del Río de la Plata, en el siglo diecinueve, se invirtió la
imaginación que describió Octavio Paz en aquella América, Malinche,
"chingada" por Europa, Cortez,^**
Gutiérrez, sensible a la desnudez del texto de Echeverría, acudió a
la misma estrategia que vimos antes para validarla representación de
la sodomía presentándola como evidencia documental de la barbarie
rosista, y escribió:

La escena del "salvaje unitario" en poder del "Juez del Matadero" y de sus
satélites, no es una invención sino una realidad que más de una vez se repitió
en aquella época aciaga: lo único que en este cuadro podría haber de inventiva
del autor, sería la apreciación moral de la circunstancia, el lenguaje y la
conducta de la víctima, la cual se produce y obra como lo habría hecho el noble
poeta en situación análoga (561).

La posición de cronista histórico puso a Echeverría demasiado


cerca de la escena sodomítica. Roberto González Echevarría señaló
que en El Matadero "un joven, que es evidentemente proyección del
autor, es asaltado por la turba" (Redescubrimiento Mundo, 386). Por

^^'Ver Octavio Paz, "Los hijos de la Malinche" en El laberinto de la soledad,


pp. 59-80.

63
eso Gutiérrez, al que Adolfo Saldías llamó "el amigo íntimo de
Echeverría" (Juan M. Gutiérrez, 100), también se sintió obligado a
explicar que el joven unitario al elegir morir antes de ser sodomizado
"obra como lo habría hecho el noble poeta en situación análoga
(Advertencia Matadero, 561)". E l amigo íntimo de Echeverría sabía
que la cercanía del autor de El Matadero al acto sodomita lo haría
susceptible de sugerencias como la de Zelmar Acevedo al proponer,
quizá un poco apresuradamente, que "Esteban Echeverría [era], un
reconocido homosexual de la época de la lucha por nuestra
independencia" (117).

RÍOS de sangre
"Tenía un río de sangre en las venas", dijo uno de los mazorqueros
al ver cómo se había desangrado el joven unitario. Ese "río de sangre"
—que en el texto de Echeverría evitó y reemplazó la representación del
acto sodomita— en 1871 era considerado una de las fuente primarias
de la insalubridad. E l narrador de El Matadero describió ese flujo
insalubre con gran detalle y en momentos estructurales del cuento. En
la escena final la tortura terminó cuando "un río de sangre brotó
borbolloneando de lá boca y las narices del joven y extendiéndose
empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa" (584). Estos
"ríos de sangre", como los degüellos de la tradición romántica argentina,
eran recurrentes en El Matadero donde confluían conformando una
representación fundacional de ese entretejido insalubre de géneros,
flujos y cuerpos mezclados.
Protegidos en la privacidad del interior de la casilla, los mazorqueros
propusieron formas de tortura que, en su mayoría, involucraban
distintas formas de sodomización: "el palo", "la vela", "la verga" o "la
mazorca". Pero en el espacio público representado por la playa y la
calles del matadero, las formas de tortura que propusieron los
mazorqueros fueron distintas formas de degüello que, según la
tradición, además de ser especialmente sangrientas también tenían
connotaciones sexuales.
En la calle, cuando recién habían atrapado al unitario, los carnice-
ros alrededor de Matasiete, el cabecilla de los matarifes que sujetaba
al joven amenazándolo con su cuchillo, propusieron afeitarlo primero
y degollarlo después:
—Picaro unitario. Es preciso tusarlo.
—Tiene buen pescuezo para el violin.
—Tócale el violin.

64
—Mejor es resbalosa.
—Probemos, dijo Matasiete y empezó sonriendo a pasar el filo de su daga
por la garganta del caído (580-581).

Tocar "el violin" o hacer bailar "la refalosa" eran formas de tortura
y degüello recurrentes en las crónicas y la literatura del período. E l
mismo Echeverría en las notas a su poema Avellaneda" explicó que
''la resbalosa es la sonata del degüello como lo indica la palabra
misma: ella imita el movimiento del cuchillo sobre la garganta de la
víctima y se canta y se baila al mismo tiempo" (Obras Completas, 443).
El narrador de El Matadero al describir el interior de la casilla señaló
que entre unas sillas ''un hombre, soldado en apariencia, sentado en
una de ellas, cantaba al son de la guitarra la resbalosa, tonada de
inmensa popularidad entre los federales" (581).
Las connotaciones sexuales de "la refalosa" se iluminan en un texto
de Hilario Ascasubi, un contemporáneo de Echeverría, como él, escri-
tor unitario y primer cronista de una lengua gauchesca suburbana.
Bajo el título de "La refalosa" Ascasubi escribió la representación de
la misma forma de tortura que describió Echeverría. En ese poema un
mazorquero federal, amenazó al gaucho unitario Jacinto Cielo,
describiéndole cómo torturaban a sus víctimas los federales:

Unitario que agarramos


lo estiramos;
o paradito nomás,
por atrás,
lo amarran los compañeros
por supuesto, mazorqueros,
y ligao
con un maniador doblao,
ya queda codo con codo
y desnudito ante todo.
¡Salvajón!
Aquí empieza su aflición
(Hidalgo-Ascasubi, 100).

La desnudez "ante todo" era un principio de la tortura y simbolizaba


la vulnerabilidad del cuerpo del hombre susceptible, entre otras
formas de tortura, a la humillación del género del hombre sodomizado.
Ese era uno de los significados del "desnudo realismo" que señaló
Gutiérrez en su introducción al texto de Echeverría. A esa misma
desnudez se refirió el joven unitario al exclamar antes de desangrarse:
"primero degollarme que desnudarme" (584). Y esa fue la misma

65
desnudez que evitó "cuando empezaron la obra de desnudíirlo. Entonces
un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca" (585).
E l mazorquero de Ascasubi explicó que una vez desnuda la víctima,
y cómo medio chanciando
lo pinchamos,
y lo que grita, cantamos
la refalosa y tin tin,
sin violin.

Pero seguimos el son


en la vaina del latón
(Hidalgo-Ascasubi, 101).

Ascasubi logró producir una melodía enervante reforzada por las


rimas internas y las acciones "pinchamos", "grita", "cantamos" que
entrelazaban interacciones de los torturadores con el torturado,
rápidas y simples pero de gran violencia. E l dolor del torturado que
"grita" junto al "cantamos" de los torturadores quedaba acallado por
el canto en un tono más agudo: "tin tin, sin violin". La violencia de la
escena era efatizada por la apariencia de juego casi infantil con
instrumentos musicales que se hacían instrumentos de tortura y
viceversa. Este era "el son" con acompañamiento "en la vaina del
latón", que era una mezcla de cuchilla y sable bayoneta.
En el poema de Ascasubi los mazorqueros, con cuidado para no
matarlo, desangraban al unitario haciéndole una incisión cuidadosa
que implicaba un conocimiento de anatomía humana bastante preciso:

abajito de la oreja,
con un puñal bien templao
y afílao,
que se llama el quita penas,
le atravesamos las venas
del pescuezo.
¿Y qué se le hace con eso?
larga sangre que es un gusto
(Hidalgo-Ascasubi, 103).

El ritmo ligero de la serie "pinchamos", "grita", "cantamos", "segui-


mos", se hacía más lento para describir morosamente una sola acción,
cuidadosa, precisa, que producía el flujo de sangre. E l diminutivo
servía para ñj ar la atención del oyente / lector sobre un punto específico

66
de la cabeza, "abajito de la oreja", en un punto difícil de reconocer a
simple vista.
La descripción de las caracteristicas y el nombre específico del
"puñal bien templao y afilao / que se llama el quita penas" utilizaban
formas compuestas que hacían el rescate realista o costumbrista de
objetos característicos y vocablos de una cultura específica. Así emergía
el flujo de otro unitario que "larga sangre que es un gusto". Y con este
"gusto" el poema volvía a entretejer tortura y placer, dolor y juego. Ya
no el placer estético del canto sino también un placer erótico.
Después de describir a la víctima que ha empezado a desangrarse,
el mazorquero de Ascasubi exclamaba:
¡Ah, hombre ñojos!
hemos visto algunos de éstos
que se muerden y hacen gestos,
y visajes
que se pelan los salvajes,
largando tamaña lengua;
y entre nosotros no es mengua
el besarlo
para medio contentarlo.
(Hidalgo-Ascasubí, 102).

"Entre nosotros" —un plural que al final del poema quedaba


connotado como federales, mazorqueros, bárbaros y sodomitas— el
hablante del poema de Ascasubi afirmaba que "no es mengua", no era
ser menos hombre, no implicaba una transgresión elegir a otro hombre
como objeto sexual y besarlo en la boca cuando estaba "largando
tamaña lengua" al mismo tiempo que se iba desangrando. J . Ludmer
llamó a eso "la representación del mal en la lengua" (Género Gauchesco,
169. Énfasis mío).
La explicación del título de la composición de Ascasubi aparecía
inmediatamente después de la escena del beso, cuando el mazorquero
explicaba que "entonces lo desatamos / y soltamos; / y lo sabemos parar
/ para verlo refalar / ¡en la sangre!** (Hidalgo-Ascasubi, 102). Esta era
otra variante de la representación delflujode sangre unitaria generado,
según los unitarios, por la barbarie rosista en un texto escrito, como El
Matadero, en la década de 1830 pero, como El MataderOy publicado por
primera vez como parte de un libro con toda la obra poética de Ascasubi
en la década de ISYO.^i

2iVer María Emma Barbería. "Selección, estudio preliminar y notas" en


Bartolomé Hidalgo - Hilario Ascasubi. Selección, p. 15.

67
Confluencias de personas y animales
En El Matadero, el río de sangre del joven unitario era el último
flujo que describía el texto y se entremezclaba con los flujos anteriores
de la sangre de cuarenta y nueve novillos, la sangre de un niño y la
sangre de un toro que constituían una representación ideal de la
mezcla que en 1871 significaba insalubridad. Como el unitario después,
el toro en su rebelión demostraba el honor de su género, distinto al de
los novillos habituales en el matadero. Para poder matarlo los carniceros
tuvieron que superar grandes dificultades antes de dominar ese
último animal bravio que simbolizaba al joven. E l animal que
preanunciaba al joven gallardo del final era "emperrado y arisco como
un unitario" (575). E l toro "de corta y ancha cerviz, de mirar fiero"
(573-574) tenía una característica "rojiza y fosfórica mirada" (575) que
era la misma del unitario "lanzando una mirada de fuego sobre
aquellos hombres feroces" (580), "sus ojos de fuego parecían salirse de
la órbita" (582).
El animal atrapado no se dejó vencer fácilmente y escapó del poder
de los carniceros desprendiéndose del lazo elástico y tenso que lo
sujetaba: "desprendió el lazo de la asta, crujió por el aire un áspero
zumbido y al mismo tiempo se vio rodar desde lo alto de una horqueta
del corral, cómo si un golpe de hacha la hubiera dividido a cercén una
cabeza de niño, cuyo tronco permaneció inmóvil sobre su caballo de
palo, lanzando por cada arteria un largo chorro de sangre" (575). Con
el degoUamiento del niño Echeverría representó la indiferencia de la
barbarie ante la muerte de los inocentes, encarnados en el pequeño
espectador del peligroso circo de la sangre. Pero con este "largo chorro
de sangre" Echeverría volvió a entretejer el motivo recurrente del
derramamiento de sangre que articulaba la mezcla de flujos que iban
del cuerpo del niño, con el que termina una primera parte del cuento,
al cuerpo del toro con el que termina una segunda y anunciaba la
muerte del unitario al final del texto.
Jitrik opinó que El Matadero puede no ser un cuento "si lo
observamos a la luz de ciertos puntos de vista ilustres como los de Poe,
Maupassant y Horacio Quiroga ... para quienes, desde la primera
palabra hasta la última, todo debía servir, y por lo tanto contener, al
hecho que origina y da forma inequívoca al cuento" (Fuego Especie,
64). Según este importante crítico "El Matadero empieza a ser cuento
a partir de un determinado momento y previamente no lo es" (66). Al
principio del texto, Jitrik vio "todo un trozo de relato ... de tal modo
desarticulado que nos ha hecho pensar que en su autor había una
vacilación formal y no conseguía dar satisfacción a su propio ideal de

68
composición" (68). Según Jitrik antes de entrar en el cuento Echeverría
se extendió, en descripciones "costumbristas" (69). Pero en mi lectura
esa primera parte era imprescindible, preanunciaba y contenía el
cuento porque allí, con la inundación, se realizaba el contacto entre los
flujos del sistema de ríos y los flujos de la sangre del matadero.
Jitrik presintió la estructura que estoy describiendo al notar que el
incidente del lazo que corta la cabeza del niño "rompe el humor
costumbrista y anticipa un cambio en el modo de contar; incluso la
muerte del toro y su castración pueden ser vistos como una alternativa
de lo que los carniceros pueden hacer con los seres humanos" (80). Pero
esa lectura no incluyó el primer momento del cuento, el de la inundación
por inversión de los flujos normales de los ríos. La inundación preparó
el ambiente de la ciudad hambrienta, sitiada por una de las plagas
apocalípticas clásicas.
La primera parte del cuento terminaba con el degollamiento del
niño y la segunda parte terminaba cuando Matasiete, el actor principal
de la cultura matarife, enñ*entó al toro rebelde "gambeteando en torno
de él con su enorme daga en mano, [y] se la hundió al cabo hasta el puño
en la garganta mostrándola en seguida humeante y roja a los
espectadores. Brotó un torrente de la herida" (578). Así el motivo del
derrame de sangre sirvió para entretejer y mezclar la sangre y los
cuerpos del niño, el toro, el unitario y el pueblo federal: "cuarenta y
nueve reses [que] estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de
doscientas personas [que] hollaban aquel suelo de lodo regado con la
sangre de sus arterias. En tomo de cada res resaltaba un grupo de
figuras humanas de tez y raza distintas" (571). La mezcla demoníaca
incluía la diversidad de razas.
Una vez muerto el toro rebelde los carniceros pudieron dilucidar el
interrogante que se había planteado desde que éste apareció en el
texto. La ambivalencia genérica del toro, que preanunciaba la del
unitario en poder de los carniceros, fue un interrogante desde la
primera fi-ase que utilizó el narrador para introducirlo: "de corta y
ancha cerviz, de mirar fiero, sobre cuyos órganos genitales no estaban
conformes los pareceres porque tenía apariencias de toro y de novillo"
(573-574). E l mismo narrador explicó que "un toro en el matadero era
cosa muy rara y aún vedada" (578). Tan vedada y desafiante era la
presencia de un toro entre los novillos como la de un unitario entre los
federales carniceros.
La incertidumbre sobre el género del toro generó un largo diálogo
en el que, ya antes de conocer su género, el animal fue comparado con
"un unitario". Los carniceros se preguntaron:

69
—Como toro le ha de quedar. ¡Muéstreme los c[ojones] si le parece,
c[ojonud]o!
—Ahí los tiene entre las piernas. ¿No los ve, amigo, más grandes que la
cabeza de su castaño, o se ha quedado ciego en el camino?
—Su madre será la ciega, pues que tal hijo ha parido. ¿No ve que todo ese
bulto es barro?
—Es emperrado y arisco como un unitario.
Y al oir esta mágica palabra todos a una voz exclamaron: ¡Mueran los
salvajes unitarios!
—Para el tuerto los h[uevos].
—Sí, para el tuerto, que es hombre de c[ojones] para pelear con los
unitarios. — E l matambre a Matasiete, degollador de unitarios. ¡Viva Matasiete!
(574 -574).

Tanto la ambivalencia genérica del animal antes de morir, como la


presencia del toro en el espacio de los novillos reforzaban la metáfora
central de la mezcla de categorías que significaba barbarie irracional
y diabólica.
En ese ambiente de ambivalencias el género se reconfirmaba en la
lid cuyo resultado definía el género "masculino" del toro o de los
carniceros. E l vencedor confirmaba su triunfo e incorporaba ritual-
mente la potencialidad genérica del vencido haciendo la ingestión
ritual de la parte del cuerpo considerada repositorio de la masculinidad:
los testículos.El episodio del toro, como el del unitario, concluyó con
la confirmación del género del vencido. E l río de sangre que tenía el
unitario en las venas demostró el género del apuesto joven,
preanunciado en el episodio con el toro, cuando, después de matarlo
"una voz ruda exclamó: aquí están los huevos, sacando de la barriga
del animal y mostrando a los expectadores dos enormes testículos,
signo inequívoco de su dignidad de toro" (578).

Las aguas suben turbias


En la primera parte de su cuento Echeverría preparó el ambiente
de mezcla poniendo en contacto los flujos del matadero y de los ríos.
Con la inundación las aguas de los ríos, al invertir la dirección
habitual de suflujo,se confundían con la sangre mezclada de la gente
y los animales y realizaban el contacto insalubre entre los flujos de
aguas potables y aguas servidas.

22para un análisis de los valores genéricos que se juegan en la lid entre el


hombre y el toro, ver el estudio de Carrie B. Douglass, "Toro muerto vaca es".

70
El narrador explicó cómo funcionaba el sistema de desagües de El
Matadero que era el espacio representativo de la ciudad y la república
bajo el gobierno de Rosas: "Esta playa, con declive al sur, está cortada
por un zanjón labrado por la corriente de las aguas pluviales, en cuyos
bordes laterales se muestran innumerables cuevas de ratones y cuyo
cauce recoge en tiempo de lluvia toda la sangrasa seca o reciente del
matadero" (569). El matadero, como la ciudad de Buenos Aires, tenía
"declive al sur" y estaba "cortada por un zanjón labrado por las
corriente pluviales" que representaban los terceros y el Riachuelo
cuyos cauces recogían las aguas de lluvia, del "río de la Matanza" y de
los saladeros que, así, descargaban en el Plata los líquidos de deshecho
de la ciudad.
Pero en el texto la dirección de los flujos habituales se
interrumpieron y "toda la sangrasa" se puso en contacto con las aguas
potables de la ciudad cuando las aguas del Riachuelo y del Río de la
Plata entraron hasta el matadero. Las aguas del Riachuelo
habitualmente fluyen de sudoeste a noreste pero en El Matadero ese
flujo cambió cuando "una tremenda avenida se precipitó de repente
por el Riachuelo de Barracas, y extendió majestuosamente sus turbias
aguas hasta el pie de las barrancas del alto" (564). El "matadero de la
Convalescencia o del Alto" (569) —a veces el mismo narrador lo llamó
"los corrales del Alto" (568)— se encontraba a pocos metros de las
barrancas del Alto que corrían paralelas a lo que hoy sería
aproximadamente la vereda norte de la calle Amancio Alcorta.^^ Hasta
esa barranca avanzaron las aguas del Río de la Plata al rebalsar el
cauce del Riachuelo.
El narrador señaló:
E l Plata creciendo embravecido empujó esas aguas ... y las hizo correr
hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caseríos, y extenderse
como un lago inmenso por todas las bajas tierras. La ciudad circunvalada del
Norte al Este por una cintura de agua y barro, y al Sud por un piélago
blanquecino ... echaba desde sus torres y barrancas atónitas miradas al
horizonte ... parecía el amago de un nuevo diluvio (564).

La inundación de lo que son hoy los barrios de La Boca y Barracas


(Norte) hasta esa segunda barranca que corría en el "Alto" paralela y
a pocos metros de Yo que sería hoy la vereda norte de la actual calle

^^La barranca del alto es claramente visible en el mapa de la División Civil


de Buenos Aires de 1859 publicado por H. Difrieri (Atlas Buenos Aires, 112).
Ver el mapa de Sourdeaux y la explicación de Juan José Maroni (Barrio
Constitución, 7).

71
Amancio Alcorta, dejó a la ciudad sitiada por el agua y el barro al
"Norte y al Este y al Sud por un piélago blanquecino" que al llegar
hasta la barranca del Alto se puso en contacto con el zanjón del
matadero, por el que desagüaba hacia el sud ''toda la sangrasa seca o
reciente del matadero".^ E l color "blanquecino" de ese "piélago", piel
y lago que cubrían la ciudad, reforzó los tonos descoloridos y fríos
característicos de la primera parte del texto, donde predominaban
"una lluvia muy copiosa", "los pantanos" (563), "acuoso barro" y en
todos lados las "turbias aguas" de "un nuevo diluvio" (564) y una
"inundación que crecía" hasta hacerse el "demonio unitario de la
inundación" (565) en los sermones desaforados de los sacerdotes
católicos partidarios de Rosas.
Como el color cambiante de aquella corriente de agua que en el
artículo periodístico de 1871 era "unas veces sangrienta, otras verde
y espesa", Echeverría contrastó los colores blanquecinos, turbios y
barrosos, identificados con las plagas de una iglesia católica
medievalizante y gris al principio del cuento, entremezclándolos con
el rojo de la sangre característica del resto del texto.
Echeverría continuó el movimiento de la "tremenda avenida que se

^^El narrador de Echeverría explicó que "el décimo sexto día de la carestía
víspera del día de Dolores entró a nado por el paso de Burgos al matadero del
Alto una tropa de cincuenta novillos" (567). E l paso de Burgos, donde se
encuentra hoy el puente Alsina, era por donde cruzaban el Riachuelo las tropas
de ganado que iban al matadero por el llamado camino a paso de Burgos, hoy
la calle Amancio Alcorta.
^^En El Matadero, como en el "Diario" de Navarro la representación de la
plaga subrayaba irónicamente la relación de la iglesia católica con el gobierno
o las autoridades, ineficientes y egoístas en el "Diario", torturadoras en El
Matadero y en los dos textos un poder aliado al poder de la barbarie. E l
marcado anticlericalismo de Navarro hizo reaccionar a Scenna. E l historiador
de la epidemia señaló que "Navarro no puede considerarse simpatizante del
clero" (377). Recordemos cómo Navarro homologó la iglesia con instituciones
y autoridades ineficientes que contrastaban con la actividad abnegada y
enérgica de la Comisión Popular. Lo significativo es cómo en los dos textos la
plaga se representó relacionada con la cuaresma. E n el texto de Navarro la
epidemia se propagó después del carnaval. Al principio del "Diario" entre el
'^desenfreno carnavalesco" y las dudas de que la enfermedad fuera o no fuera
la peste, el "20 —Las fiestas arrecian y la fiebre se olvida" pero al terminar las
fiestas, el "24 — L a fiebre salta de San Telmo al Socorro [y con ese salto que
representa también un salto de clases sociales] —Pasada la locura carnavalesca,
viene la calma y a ésta sucede el pánico" (448) de la epidemia que duró toda la
cuaresma. La acción de El Matadero también transcurrió durante una cuaresma

72
precipitó de repente por el Riachuelo" en las corrientes encontradas y
remolinos que entremezclaron gente y animales en el espacio del
matadero. Después de señalar el avance de las aguas de la inundación,
el narrador describió la actividad repentina del matadero. Alrededor
de cada res muerta

...la figura más prominente de cada grupo era el carnicero con el cuchillo
en mano, brazo y pecho desnudo, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá y
rostro embadurnados de sangre. A sus espaldas se rebullían caracoleando y
siguiendo los movimientos una comparsa de muchachos, de negras y mulatas
achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpías de la fábula, y entremezcladas
con ellas algunos enormes mastines, olfateaban, gruñían o se daban de
tarascones (571).

Los carniceros eran la versión bárbara del "anatómico" y a sus


espaldas está la versión bárbara de los ayudantes o practicantes
alrededor de la mesa de disección: una mezcla de géneros y razas, de
personas animalizadas y animales antropomorfizados, "siguiendo los
movimientos" en vórtices que "se rebullían caracoleando".

llena de cóleras divinas. A un diluvio se sumó una inundación que no permitió


la entrada al matadero de suficientes animales para abastecer la tradicional
dieta de carne de la ciudad. Y a la escasez se sumó la abstinencia tradicional
que estipulaba la iglesia católica para esa época del año: '^estábamos a más, en
cuaresma, época en que escasea la carne en Buenos Aires, porque la iglesia
adoptando el precepto de Epicteto, sustine obstine (sufre, abstente) ordena
vigilia y abstinencia a los estómagos" (563). E l narrador iluminista e incrédulo
de Echeverría construyó la misma representación de la Iglesia que usó
Navarro al exclamar: "{Cosa extraña que haya estómagos privilegiados y
estómagos sujetos a leyes inviolables y que la iglesia tenga la llave de los
estómagos" (567). Y Navarro, irónico, explicó que "el obispo dispensa el ayuno
al que da plata" (449).
En una entrada del '"Diario" que cité, la iglesia apareció representada como
una institución inmóvil en medio de la catástrofe que movilizó las fuerzas de
toda la ciudad, cuando ''el C^ero hace rogativas y la pesie víctimas (Fiebre
Amarilla, 449). Y en el cuento de Echeverría cuando "la inundación crecía
acreditando el pronóstico de los predicadores. Las campanas comenzaron a
tocar rogativas por orden del muy católico Restaurador que no las tenía todas
consigo" (565). Mientras tanto ''los predicadores atronaban el templo y hacían
erigir el pulpito a puñetazos. Es el día del juicio, decían, el fin del mundo está
por venir. La cólera divina rebosando se derrama en inundaciones .... vuestros
crímenes horrendos, han traído sobre nuestra tierra las plagas del Señor"
(565).

73
La mirada del narrador se acercó a los conjuntos para describirlos
de cerca o, separándose, describía panorámicamente cómo se desataban
movimientos que entrechocaban unos grupos con otros: "los grupos se
deshacían, venían a formarse tomando diversas aptitudes y se despa-
rramaban corriendo como si en medio de ellos cayese alguna bala
perdida" (571). Los movimientos abajo hacían eco a los movimientos de
arriba, "en el aire, un enjambre de gaviotas blanquiazules que habían
vuelto de la emigración al olor de la carne, revoloteaban cubriendo con
su disonante graznido todos los ruidos y voces del matadero** (571).
Ruidos, voces, graznidos y gruñidos de gente, animales, tierra, agua
confundían así los espacios y categorías de adentro, afuera, arriba y
abajo.

T r a n s i c i ó n y b r e v e h i s t o r i a de perros

Las nociones cambiantes de barbarie, salubridad y los métodos


para combatirlas quedaron inscriptos en una historia de cómo los
gobiernos se ocupaban de las jaurías de perros salvajes comunes en la
ciudad de la carne. Los escritores de la generación del 37 utilizaron
cuentos como El Matadero y novelas como AmaZia para construir gran
parte de la leyenda rosista. Pero esa producción textual no se restringió
a la ñcción tradicional. En gran cantidad de artículos periodísticos
publicados por los unitarios la realidad se mezclaba con la fícción. En
El grito argentino, una de las tantas publicaciones periódicas que los
unitarios exilados utilizaron para atacar a Rosas desde Montevideo,
una nota fechada el 30 de junio de 1839 decía: "es cosa sabida que el
tirano ha ordenado a la policía le mande una relación escrita del
número de perros que matan los presidiarios y luego que él ha visto por
sus propios ojos y contando las orejas, hace poner en la Gaceta el parte
de su comisario** (Juan Manuel, 183). Sin duda El grito denunciaba así
una presunta complicidad entre La gaceta mercantil y el gobernador
de Buenos Aires y presidente de la Confederación Argentina, alegando
que éste —combatiendo con sus mismas armas la práctica de escritura
que hacían los exilados unitarios— construía y diseminaba, por medio
de la prensa, una imagen suya y de su gobierno favorable, especialmente
a los ojos de Inglaterra, el país cliente de los saladeristas y ganaderos
argentinos que él mismo representaba. Al señalar la complicidad del
gobierno y la prensa de Buenos Aires representada por La gaceta^ la
nota ridiculizaba al presidente de la Confederación Argentina
representándolo como un desconñado y arcaico usía de municipio de

74
pequeño pueblo de campo, al mando de una banda de convictos (los
excluidos) y ocupando su tiempo en contar orejas de perro (los animales
excluidos).
Con los años la leyenda de las matanzas de perros fue creciendo. En
la segunda mitad del siglo diecinueve, la Mazorca fue un tema constante
de las novelas por entrega de Eduardo Gutiérrez. E l narrador de El
puñal del tirano^ publicada a principios de la década de 1890, alegó que
durante el gobierno de Rosas era tanta la sangre que corría de noche
por las calles de Buenos Aires, "las matanzas eran tan grandes, que
Rosas ordenó matanzas de perros para esconder el degüello de gente'*
(28). Lo cierto es que desde el siglo dieciocho, en Buenos Aires eran
famosas las jaurías de perros que protegidas por la oscuridad de la
noche se juntaban y atemorizaban a los vecinos que iban al teatro.
Juan José de Vértiz fue llamado el virrey de las luminarias porque
para fomentar la primera actividad teatral de la capital del nuevo
Virreinato del Río de la Plata hizo colocar faroles de velas cuya función
principal era ahuyentar a las jaurías de perros de las calles que
llevaban a la Ranchería, el primer teatro de Buenos Aires. (Buenos
Aires Antaño, 267).
Con los perros proliferó el temor a la hidrofobia. Entonces en la
primera mitad del siglo diecinueve se utilizó a los presidiarios para
salir periódicamente a matar perros a golpes de maza. Pero en 1871,
después de la identificación de la sangre de los saladeros y mataderos
como los focos de la infección federal, cambió la forma de matar a los
perros para que no hubiera derrames de sangre en las calles de la
ciudad. Luis Canepa escribió:

...cuando se suprimió la matanza de perros por medio de los presos, eran


los representantes de la autoridad quienes estaban encargados de darles
muerte. Como la costumbre de matarlos a golpes en la v í a pública era un
espectáculo brutal, en 1871 fue substituida por la de envenenarlos; para esto,
los agentes policiales arrojaban a los animales albóndigas envenenadas, lo que
alguna vez daba origen a espectáculos desagradables pues no era raro que
algunos canes muertos permanecieran varios d í a s abandonados en l a calle
(59).

En 1871 se terminó con la matanza practicada por los convictos, la


matanza característica de la tradición federal, bárbara e insalubre
que mezclaba la sangre de personas y animales. La autoridad empezó
a hacer la matanza moderna sin derrame de sangre ni de fluidos o
contenidos internos malsanos que, al morir envenenados los perros,
quedaban contenidos en la carcasa del animal.

75
El control de los perros identificados con un pasado de barbarie y
enfermedad quedó en manos de los higienistas. Emilio Coni en sus
Memorias de un médico higienista, al explicar que él organizó la
profilaxis moderna de la rabia en la ciudad de Mendoza mediante
ordenanzas que dispusieron el uso del bozal y ''que todo animal rabioso
o sospechoso de serlo, fiiera conducido al local de la Dirección para ser
observado**, señaló que *'es honor para Mendoza recordar que los
procedimientos implantados para la profilaxis de la rabia, fiieron
copiados in toto por la capital federal al año siguiente de fundada [esa
profilaxis] reemplazando así el sistema anticuado del envenenamiento
por estricnina, condenable en todo sentido** (407). Asi, de la matanza
bárbara y sangrienta de fiujos expuestos realizada por los convictos,
se pasó en 1871 a la matanza salubre, realizada por la autoridad y sin
derramamiento de sangre. Y de la matanza salubre de 1871 se pasó en
la última década del siglo diecinueve al control higiénico por medio de
la reclusión preventiva y la observación de los animales sospechosos.
Como veremos, tanto la reclusión preventiva como la observación de
los sospechosos fueron técnicas de control fundamentales de los
higienistas que siguieron siendo utilizadas por sus continuadores, los
criminólogos, los higienistas de epidemias "morales**.

C a m b i o s de foco

Conventillos adentro
En la discusión pública que en 1871 trató de identificar el origen y
la forma de transmisión del mal invisible, éste apareció propagándose
a partir de focos, como los saladeros y mataderos de la ciudad. Pero en
el Diario de Navarro la epidemia también apareció representada
propagándose a partir de las viviendas de los inmigrantes, aunque los
inmigrantes todavía no eran identificados como los introductores
potenciales de la enfermedad.^^
Por el contrario, el autor de "La mortalidad y sus causas** en 1871
notó alarmado:

^^Wilde y Mallo en su informe de la Comisión de Sanidad del Puerto


explicaron que las cuarentenas trataban de controlar el movimiento de
personas que llegaban a Buenos Aires por los ríos, especialmente desde las
provincias de Entre Ríos y Corrientes donde desde 1868, a d e m á s de rebeliones
de caudillos locales, habían empezado a aparecer brotes epidémicos de fiebre
amarilla (Peste Histórica, 151)

76
Hoy hasta los huéspedes que venían a buscar un hogar en nuestro clima
salubre y hospitalario, nos vuelven la espalda: — E l Italo Platense' [un barco]
ha llevado a m á s de 400 inmigrantes de regreso, que huyen de estas playas
habitadas por la muerte (424).

Al principio del "Diario'*, en una entrada correspondiente al mes de


febrero, Navarro anotó: "8 —La prensa diaria aumenta sus denuncias
—Propaganda contra los conventillos, los cuarteles y el riachuelo"
(448). Pero "los conventillos" significaban un tipo de construcción e
identificaba la práctica de muchos propietarios y constructores de
casas de alquiler que aprovechaban la escasez de vivienda para
enriquecerse permitiendo que familias enteras vivieran en cuartos
oscuros y reducidos. En 1867, durante la epidemia de cólera, Antonio
Zinny notó que

... a las autoridades corresponde evitar la introducción y propagación de las


epidemias, adoptando medidas que, aunque redunden en perjuicio de los
intereses pecuniarios de los especuladores de mala ley, libren a toda una
sociedad de la confusión ... A ellas corresponde prohibir la construcción de
cuevas con aspecto exterior de casas m á s o menos agradables a la vista, pero
que no son m á s que verdaderos focos de infección (Cólera Morbo, 479).

Navarro, por su parte, estableció una relación directa entre los


muertos, los que especulaban con el precio de las viviendas antes de la
epidemia y la especulación con el precio de los medicamentos durante
la epidemia: ''La mostaza a 60 pesos libra —Los conventillos de
Esnaola... —Cuánto cristiano muerto sin confesión (450)**. En los
puntos suspensivos Navarro codificó la denuncia que aclaró Scenna
casi cien años más tarde: **se refiere directamente al conocido músico
que le enmendó la plana a Blas Parera corrigiendo la música de
nuestro Himno Nacional ... Entre sus caros bienes terrenales se
contaba una hermosa colección de conventillos, espléndidos focos de
epidemia** (Fiebre Buenos Aires, 16). En la identificación de Esnaola
como culpable más o menos directo de la enfermedad podía influir o no
el hecho de que él hubiera sido también el músico oficial de Rosas
(Cultura Rosas, 43).
El autor de "La mortalidad y sus causas** identificó un foco epidé-
mico en un conventillo, en el que el dueño especulaba con el precio de
los alquileres y acumulaba, además de inquilinos, sus desperdicios
que utilizaba como material de relleno para nivelar el terreno. Al
contar el mismo pasaje de la enfermedad de una clase social a otra, de
San Telmo al Socorro, del sur al norte de la ciudad, el artículo de La

77
Nación señalaba: "lafiebreamarilla, estableciendo su cuartel general
en la parroquia de San Telmo ha dado verdaderos asaltos a otros
puntos de la ciudad". Pero la epidemia se declaró cuando apareció un
foco en el norte: "sabido es que un nuevo foco de peste se había
anunciado en la calle del Paraguay, entre Artes y Cerrito. Averiguado
el hecho, resultó que el local atacado, teniendo apenas capacidad para
cincuenta personas, alojaba trescientas veinteV* (Mortalidad Causas,
422). Esa aglomeración había empezado una década antes de la gran
inmigración del período 1880-1914.
A principios de la década de 1870, además, muchas calles de la
ciudad se rellenaron con desperdicios. Refiriéndose siempre al mismo
conventillo que propagó la epidemia en el norte de la ciudad, el autor
de "La mortalidad** escribió:

Con un objeto que no es fácil adivinar, el locador o dueño de esa casa no


c o n s e n t í a en que se sacasen las basuras que se hacían diariamente en ella, que
no s e r í a n pocas ni de buena calidad. í b a l a s amontonando en el fondo de la casa
donde hacía diez meses se estacionaban, por manera, que cuando se sacaron,
fue necesario ocupar diez grandes carros de los que hacen el sevicio municipal
(422-423).

El articulista era irónico al decir que "^no es fácil adivinar** para qué
acumulaba desperdicios el propietario de su historia. Un poco más
arriba, al recordar cómo se trataban de cubrir las calles transformadas
por las lluvias en arroyos y terceros que recorrían la ciudad, se decía:
"Nuestras calles eran antes pantanos. ¿Con qué ha sido levantado su
nivel? ¡Con Basuras! Con basuras se han rellenado las barrancas del
Paseo de julio, con basuras se han rellenado todos los puntos bajos del
Oeste y el Sud, basuras hay hasta debajo del adoquinado de la calle de
Rivadavia** (420). La calle Rivadavia era el eje que dividía la ciudad
entre norte y sur. Y según el artículo de La Nación las obras habían
rellenado de basura el subsuelo de toda la ciudad hasta ese límite
simbólico. Pero el propietario de la casa de alquiler de la calle
**Paraguay, entre Artes y Cerrito** hizo una aglomeración de basura en
el subsuelo del norte y cuando se descubrió ese "foco** se declaró una
epidemia,
La noción de que la enfermedad se propagaba favorecida por causas
locales prevaleció en 1871. Los inmigrantes todavía eran concebidos
como unflujosaludable, especialmente para la economía. E l autor de
"La mortalidad** concluyó: "el mejor Ministro de Hacienda, ha dicho un
economista, es el que puede presentar una cifra mayor de inmigración.
El mejor gobernante, diremos ahora, será el que cortando la corriente

78
de la inmigración que [se va y] no vuelve, haga bajar las tablas de la
mortalidad en Buenos Aires** (424. Énfasis en el original). Así fue
cómo, después de la epidemia de 1871, el prerrequisito de la higiene en
la construcción del Estado y la nación Argentina quedó definitivamente
establecido.

Visiones de grandes higienistas, escritores y pintores


En la segunda mitad del siglo diecinueve una articulación de
eventos en la zona del Río de la Plata y en Europa fue la causa de la
gran importancia que alcanzó la disciplina de la higiene en la imagi-
nación y construcción de una Argentina moderna. Al organicismo e
iluminismo de Sarmiento, que imabinaba el territorio como un cuerpo,
se sumaron las plagas que se hicieron más visibles desde la
mesopotamia entre los ríos Paraná y Uruguay hasta el encuentro de
esos ríos con el Plata y el Atlántico. En 1867 cuando empezaron en
Buenos Aires la serie de epidemias de cólera que culminaron con la
epidemia de fiebre amarilla de 1871, en la revista The Lancet apareció
un primer artículo del cirujano Joseph Lister elogiando las primeras
investigaciones de Luis Pasteur que rebatían la teoría sobre la
generación espontánea de gérmenes y bacterias (Panorama Histórico,
107). Desde 1865 en su práctica de cirugía Lister había empezado a
utilizar el ácido fénico para esterilizar las heridas y en 1875 demostró
ante la Asociación Británica de Medicina cómo se combatía una
infección mediante la combinación de asepsia y antisepsia.
En la década de 1880, cuando se federalizó la ciudad de Buenos
Aires y se lanzó el programa liberal de integración argentina al
concierto económico mundial, Pasteur probó definitivamente sus teorías
sobre los microorganismos patógenos. A partir de ese momento, la
práctica de la asepsia y la antisepsia, antes desconocidas, posibilitaron
grandes avances de la cirugía que hasta entonces había sido
prácticamente imposible debido a la frecuencia de las llamadas
''infecciones purulentas** de las heridas post-operatorias.
En 1867 se celebró en París el Primer Congreso Médico Internacio-
nal en el que se trataron especialmente la prevención y tratamiento de
enfermedades infecciosas transmisibles como la sífilis y la tuberbulosis
(548-551). Pero en 1881, al año siguiente de haberse declarado la
ciudad de Buenos Aires capital de la república Argentina, en el VII
Congreso Médico Internacional reunido en Londres, Pasteur leyó en
asamblea general su teoría sobre la existencia de gérmenes y bacterías
que en pocos años llevó a la identificación de microorganismos y al
desarrollo de vacunas. Así fue como la higiene, utilizada para combatir

79
las enfermedades epidémicas que en Buenos Aires reducían la escasa
población existente y desalentaban la inmigración, fue uno de los
pilares del proyecto liberal de integración a la economía mundial. Pero
la misma disciplina también fue utilizada para diseminar nociones de
género, clase social y respetabilidad burguesa.
Donna Guy, al estudiar la regulación de la prostitución utilizada
para instilar nociones de género y clase social, señaló que "después de
la unificación nacional en 1852, los doctores Guillermo Rawson, Eliseo
Cantón, y Eduardo Wilde desempeñaron el doble papel de dirigentes
políticos y médicos y, de esta forma, la política se hizo inseparable de
los temas de salud pública" (Sexo Peligroso, 105). Estos líderes políticos
médicos fueron especialmente importantes a partir de 1880. Wilde
recibió el título de doctor en medicina en 1870. E n 1871 él fue uno de
los primeros en alertar, en uno de sus artículos periodísticos, que se
estaba propagando una epidemia en San Telmo, el barrio sur de la
ciudad donde él mismo se contagió cuidando a los primeros enfermos.
En el ''Diario*', en una entrada del mes de febrero cuando todavía se
discutía la posibilidad de una epidemia en la ciudad, Navarro citó la
opinión definitiva de este primer higienista argentino, y escribió: "23
—La epidemia es fiebre amarilla (Wilde)** (448).
En la década de 1890 desde la Presidencia del Departamento
Nacional de Higiene, como hemos visto, J . M. Ramos Mejía inauguró
una política nacional extendida desde la capital y la provincia de
Buenos Aires al resto de las ciudades y provincias del país. Antes que
él, entre 1871 y 1890, cuando se realizó la construcción de la ciudad
higénica que reemplazó metonímicamente al país en el imaginario
cultural del período, fue Wilde el que desde posiciones claves en la
nueva burocracia estatal promovió una ideología y una política higiénica
entretejida con nociones de género y clase social. L a obra de Wilde
tradicionalmente ha sido estudiada, no tanto como la del científico del
grupo que David Viñas llamó "los líderes de la oligarquía liberal en su
apogeo" (Argentina Ejército, 18)=^' sino como la de uno de los escritores,
ensayistas, periodistas y críticos de la literatura y la cultura de la
llamada generación de 1880. Como casi todos los grandes higienistas
argentinos, Wilde también fue un escritor prolífico y utilizó sofisticada
y activamente la práctica de la escritura para promover sus ideas

^''^n Argentina: ejércitoy oligarquía Viñas describió el fin de esa generación


como "la serie de muertes de los líderes de la oligarquía liberal en su apogeo:
Mitre y Pellegrini en 1906, J u á r e z C é l m a n , Mansilla y Eduardo Wilde en 1913,
Roca en el 14" (17-18).

80
desde las columnas de los diarios o en discursos frente a las cámaras
del Congreso Nacional.
Trabajando con los primeros enfermos de la epidemia de 1871
Wilde se enfermó de fiebre amarilla pero sobrevivió la enfermedad.
Durante el resto de la década, cuando Sarmiento encargó a Bateman
la construcción de la red de separación y control de aguas potables y
servidas, en los círculos de gobierno de Buenos Aires, Wilde era
llamado "el mago del agua corriente** (Peste Histórica, 80) por su
insistencia en la necesidad de realizar esas obras. Leandro Ruiz
Moreno señaló que fue la campaña de Wilde **la que hizo conocer en su
oportunidad las pésimas condiciones de higiene de la gran aldea**
(220). De esa campaña resultó lo que Bourdé describió como "una
mutación notable en el campo de la salud: la misma que a las ciudades
de Europa occidental les tomó un siglo realizar".
En diciembre de 1871, ya recuperado de la enfermedad, Wilde
publicó un artículo de critica sobre el cuadro "La fiebre amarilla** del
pintor uruguayo Juan Manuel Blanes. La imagen que creó Blanes y la
lectura del cuadro que hizo Wilde demuestran cómo se realizó la
transferencia de muchos de los significados de insalubridad que de los
espacios locales de saladeros, cementerios y mataderos pasó a los
espacios de los conventillos, y de los espacios habitaciones a los
extranjeros que las habitaban, los inmigrantes.
El cuadro de Blanes tuvo un gran impacto cultural en Buenos
Aires. Scenna afirmó que "el cuadro, hoy celebérrimo, [en 1871]
sacudió la ciudad que aún tenía las llagas abiertas" (Fiebre Buenos
Aires, 20). A esa recepción siguió un incidente internacional entre
Argentina y Uruguay por la propiedad de la tela y el litigio contribuyó
a la notoriedad de la imagen. En la tela de Blanes el espectador,
ubicado en el interior de una oscura habitación de un conventillo de
Buenos Aires, miraba hacia la puerta doble de la habitación abierta
súbitamente de par en par. En el vano de la puerta, parados a
contraluz, dos hombres vestidos de levita negara con la galera en la
mano, al lado de un muchacho de pueblo que tímidamente contemplaba
la escena desde un costado de la apertura, observaban serios el cuerpo
de una mujer muerta que yacía boca arriba en medio de la habitación.
Blanes representó a esa mujer como una madre y a su lado su hijo de
pocos meses posaba una mano en un pecho materno tratando de
alimentarse.
En diciembre de 1871, cuando el cuadro se exhibió por primera vez,
como hemos visto ya se señalaban los conventillos como los espacios de
la enfermedad que se propagaba favorecida por el hacinamiento que

81
enriquecía a los dueños de esas casas de alquiler. Pero en la imagen
que difundió el cuadro de Blanes eran los inmigrantes, más especí-
ficamente una mujer, o el cadáver de una mujer, el que en el centro de
la escena representaba a la madre de una primera generación de
argentinos, nativos o extranjeros criados en Argentina, a los que había
que separar de los padres inmigrantes para evitar un contagio.
Significativa fue la relación ambivalente que demostró Wilde
frente a la representación del cadáver de la mujer muerta, atrayente,
seductora. Los higienistas y los nuevos médicos forenses estaban
acostumbrados a trabajar con cadáveres en los que practicaban
autopsias que avanzaron la práctica de la cirugía. Hicieron necesarias
esas autopsias alegando que así se podía certificar fehacientemente de
qué había muerto una persona sospechosa de haber muerto infectada
por una enfermedad epidémica. La cátedra de Higiene de la Facultad
de Medicina de Buenos Aires fue creada en 1873 y en 1875 Wilde fue
nombrado su profesor titular. En 1875, también, fue nombrado pro-
fesor titular de la recién creada cátedra de Medicina Legal. Como los
higienistas, los médicos forenses también hicieron necesarias las
autopsias a partir de las que preparaban informes que servían como
evidencia para ser presentada en juicios de causas civiles y criminales.
En su critica del cuadro de Blanes, con la ironía fina característica
de su prosa Wilde recordó:

He visto muchos muertos que parecían vivos.


Por esto la mujer del cuadro de Blanes me parece un modelo.
Ya experimenta uno al verla las dificultades con que tropezará para bajarle
los brazos, endurecidos por larigidezcadavérica. Las enaguas están bien; no
hay que acomodarle las ropas; ellas cubren todo lo que alcanzan. Es claro,
ninguna mujer se muere descubierta. Estos ángeles de la tierra, si no alcanzan
a respirar una vez más, a lo menos alcanzan a cubrirse antes de que se vaya
con el último resto de vida todo el pudor que tuvieron.
Las mujeres muertas parecen menos tiesas que los hombres; siempre se
notan en sus cadáveres las líneas curvas que nos encantaron tanto durante la
vida (Tiempo Perdido, 130).

En este "modelo" de mujer Wilde entretejió nociones realistas de


belleza que, por incluir la enfermedad, también eran connotadas como
peligrosas y podían ser letales. E l tono característico de Wilde —tono
de causerie y de club, de una clase patricia que comprendía y compartía
los mismos códigos semánticos— en la crítica del cuadro de Blanes
sirvió para marcar una distancia condescendiente del patricio criollo
con el inferior, extranjero e inmigrante y ahora también mujer a la
que, al juzgar si "las [insinuantes] enaguas están bien**, o si hay o **no

82
hay que acomodarle las ropas**, se le imponía con ternura de amante
paternal nociones de pudor y respetabilidad burguesa instiladas en el
uso de la ropa.
En esos cuerpos de mujer Wilde imaginó y naturalizó, junto con las
consabidas "líneas curvas que nos encantaron tanto durante la vida**,
nociones de modestia y de candor de niñas inocentes que en realidad
eran concebidas como actrices consumadas, que antes dejaban de
respirar que de seguir haciendo una representación dramática, "ángeles
de la tierra [que] si no alcanza[ban] a respirar una vez más [sí]
alcanza[ban] a cubrirse antes de que se [fuera] con el último resto de
vida todo el pudor que tuvieron** obligadamente.
La misma relación ambivalente de atracción y condescendencia
resuelta en una mirada voyeurística que reificaba al cuerpo de la
mujer la expresó Wilde frente ai cuerpo de Graciana, la paciente
muerta de "Así**. En ese texto al explicar el principio de su relación con
Graciana, Wilde se quejó de la vulnerabilidad afectiva a que lo exponía
la cercanía "democrática** de la relación paciente-médico: "iQué
desagradable es tomar cariño a un enfermo de hospital! Allí la
democracia es absoluta, no hay preferencia ni distinciones, y el afecto,
por lo tanto, no encuentra formas legítimas para manifestarse** (Tini,
49). Una vez desaparecida la estructura de clases sociales, estructura
que en la vida de todos los días lo hubiera separado de Graciana, la
"pobre niña** (49) pero "muchacha joven, bonita** (48) consiguió seducir
al médico. Éste se empezó a acercar "tuteándola, y con intención
paternal** (49). Y como si se hubiera expuesto a un germen nocivo
Wilde escribió: "no podía quedarme mucho tiempo a su lado porque no
era prudente; pero me quedé siempre lo bastante para irme intoxicando
lentamente con su belleza y con el excitante de su pequeño romance**
(49-50). Sólo frente al cadáver de Graciana el médico consiguió expresar
su afecto, y escribió:

J a m á s he visto un cadáver m á s lindo. Sus facciones afiladas por la fiebre


y los sufrimientos habían tomado una delicadeza extrahumana. Su pelo rubio,
derramado sobre la almohada, era el marco de oro de su rostro inocente,
tranquilo, estático, modelado en su última impresión.
E l cuerpo de la pobre criatura, liviano, elegante y airoso, a pesar de la
muerte, cupo en un pequeño cajón, el m á s fino y m á s blanco del depósito; yo lo
elegí para ella y yo mismo la coloqué en él (50-51).

Aparentemente durante toda su vida Wilde se sintió atraído por el


mismo arquetipo de mujer entre viva y muerta, "extrahumana**,
"ángel**, y "criatura**, niña, "inocente** y "modelando impresiones".

83
En 1884, cuando era Ministro de Justicia e Instrucción Pública, viudo y de
cuarenta y cinco años, Wilde se casó con Guillermina de Oliveira Cézar, que
tenía quince años. En Soy Roca, Félix Luna la describió como "una chiquilina
con cierta gracia nubil pero menudita, indefinida, de pocas palabras; una
adolescente que sólo por extravagancia podía ser la esposa del cuarentón
corrido, escéptico y frío" (297). Al parecer Wilde compartió con sus amigos el
voyeurismo del crítico de arte y del médico al admirar la belleza en el cuerpo
de migeres objeto invitándolos a observar a su esposa dormida. En el mismo
libro de acabo de citar el Roca de Luna señaló la

"extraña costumbre [de Wilde] de mostrar a su mujer durmiendo: tan


hermosa le parecía, que a veces invitaba a sus contertulios a suspender las
tenidas de cigarro y baraja en su residencia de la calle Veinticinco de mayo y
subir a contemplar el sueño de su esposa... Yo creo que la amaba como la mejor
pieza de sus colecciones de bibelots" (298).

Esta era la concepción de la mujer objet d'art o bibelot de la


literatura modernista de fines del siglo diecinueve y principios del
siglo veinte, pero aquí aplicada y reafirmada en los actos de la vida
cotidiana de hombres que exigían en una mujer reificada un pudor que
ellos no respetaban.
Scenna opinó que ''no podía ser más oportuno el cuadro de Blanes
para golpear en lo más hondo a los porteños. No sólo en la realista
crueldad con que pintó esa pieza pobre y sucia con sus víctimas, sino
al enlazar con ella la imagen de dos de los mártires más queridos**
(Fiebre Buenos Aires, 20). La imagen del cuadro de Blanes trabó
muchos significados, establecía una relación entre dos grupos de
personas a los que Scenna llamó "víctimas**, la madre muerta y el hijo
en el suelo, y los "mártires**, los dos hombres de galera y levita negra
en los que Blanes retrató a Roque Pérez y Manuel Argerich, el
presidente de la Comisión Popular y uno de sus médicos.
Las figuras de los dos hombres representantes de la autoridad de
salubridad resaltaban por los efectos de la luz amarilla, que desde
atrás de los médicos parados en la abertura, entraba a la habitación
y hacía más profundo el negro de las levitas y galeras que resaltaban
a contraluz entre los otros personajes, todos descalzos y todos vestidos
con ropas de colores tierra. La diferencia entre "víctimas" y "mártires**
también era una diferencia de clase social inscripta en la ropa.
Significativamente, tanto Pérez como Argerich murieron durante la
epidemia pero Blanes no los representó como a los enfermos sino como
al presidente de la Comisión Popular y al médico, representantes de la
nueva autoridad surgida de la revolución que describió Navarro en su
"Diario**. Al leer la crítica de Wilde sobre el cuadro de Blanes es difícil

84
no recordar que durante la epidemia Wilde realizó el mismo trabajo
que en el cuadro aparecen haciendo Pérez y Argerich. Pero Wilde
sobrevivió la enfermedad y utilizó su experiencia para evaluar la
veracidad de la imagen creada por Blanes.
La diferencia entre víctimas y mártires también era la de una
clase, más que patricia, profesional y científica. Como Gutiérrez al
presentar por primera vez el texto de Echeverría, Wilde también
utilizó la fotografía como vara para medir el realismo de la escena que
pintó Blanes. Para Wilde la perfección de la representación pictórica
realista era la de Apeles, el pintor griego cuyas míticas pinturas ya
habían desaparecido en la época clásica (Tiempo Perdido, 124).
Wilde escribió: "Apeles era un fotógrafo de la antigüedad. Y le llamo
fotógrafo porque este hombre se servia de su pincel como nuestros
fotógrafos de sus máquinas** (124). En la apreciación crítica de Wilde
el pintor de "Lafiebreamarilla**, como Apeles, consiguió una veracidad
superior a la de la fotografía porque había conseguido representar el
color que la fotografía en 1871 todavía no podía reproducir. Pero el
"realismo** y la "veracidad" de la pintura de Blanes hicieron reflexionar
a Wilde: "cuando vi el cuadro me pareció mirar un espejo** (129).
La relación que describió Wilde entre el muchacho que contempla-
ba la escena en el cuadro y los dos hombres vestidos de levita en el vano
de la puerta puede servir para demostrar una relación que el mismo
higienista seguramente establecía con sus pacientes en su práctica de
esa democrática medicina. Lo primero que notó la mirada de Wilde en
la representación del adolescente fue el vestido: "su ropa está
denunciando su vida** (132), escribió el futuro líder de la oligarquía
liberal, asociando una forma de vestirse distinta a una condición
delictiva. Esa también era la mirada del profesor de medicina legal.
Después de señalar "sus pies descalzos tratando de embutir el uno
en el otro**, el médico imaginó un diálogo interno del adolescente:
"¿Qué irá a hacer la Justicia en esta casa?, se pregunta y no se
contesta. Porque es evidentemente demostrado que para un muchacho
de esta clase, un hombre grueso, vestido de negro, acompañado de otro
un poco más delgado y también de negro, no pueden representar otra
cosa que la Justicia** (132). Después de imaginarse a sí mismo como la
Justicia el profesor de higiene y medicina legal, siempre encomiando

^^Sobre la fama de Apeles, escribió Borges: "La gloria de este pintor es


invulnerable pues como observa William Hazlitt (Table Talk V I H ) no queda un
solo cuadro de los ejecutados por él**. Ver Epígrafe de "Mi defensa", en D. F .
Sarmiento, Recuerdos de provincia.

85
el realismo del cuadro, se quejó de no poder corregir al muchacho de la
tela: "Yo siento que delante del cuadro haya una cuerda, que impide
acercarse, pues a no existir dicha cuerda yo me habría aproximado al
muchacho para decirle al oído que se prenda cada ojal del chaleco en
el botón correspondiente** (132). Esas nociones de respetabilidad
entretejidas con nociones de salubridad no eran inconsecuentes en el
que fue un ideólogo importante del grupo de intelectuales, médicos,
higienistas y funcionarios del Estado liberal que realizaron la moder-
nización de Argentina.

Higienistas, escritores en la burocracia del Estado


En 1880 las deudas por la construcción de las obras sanitarias de
la capital pasaron a ser responsabilidad de la nación. Sobre la base del
Consejo de Higiene de Buenos Aires de 1871 se creó el Departamento
Nacional de Higiene y Wilde fue su primer presidente. Si Ramos Mejía
fue el higienista clave en la década de 1890 y su obra sirvió para
realizar la consolidación de una autoridad central en el resto de las
provincias, Wilde fue el higienista clave durante la década de 1880,
cuando se concretaron definitivamente las obras de salubridad de la
ciudad que, al higienizarse, reemplazó metonímicamente al país en el
imaginario cultural argentino. Entre 1880 y 1890 Wilde fue presidente
de la Comisión de Aguas Corrientes y Presidente de las Obras de
Salubridad de Buenos Aires, además de Ministro de Justicia, Culto e
Instrucción Pública y Ministro del Interior.
J . Ludmer en su estudio sobre los escritores que conforman lo que
ella llamó "la coalición cultural del nuevo Estado** dijo que "no son
literatos profesionales, sino los primeros escritores universitarios y a
la vez funcionarios estatales en la cultura argentina** y señaló que

...uno de los momentos cruciales de la constitución definitiva del estado en


1880 ocurre cuando se discuten las leyes de educación y de registro civil, en
1883 y 1884 (y cuando el presidente Roca se enfi-enta con la Iglesia y expulsa
al nuncio papal). L a coalición e s t á representada de un modo directo en la
elaboración de leyes de educación laica y de registro civil porque Eduardo
Wilde, uno de sus miembros, precisamente el m á s firagmentario y humorista,
es ministro de Instrucción Pública ... M á s adelante, durante el segundo ciclo
de la coalición, será ministro del Interior ... cuando se sancione la ley de
matrimonio civil ... [E]l Estado liberal se autodefinió tomando posesión del
nacimiento, la educación, el matrimonio y la muerte de todos los sujetos
(Juvenilia, 10).

86
Sin reducir una definición del estado liberal a la higiene, sí
podemos decir que ese Estado también se definió sancionando una
serie de leyes claves, que también son fundamentales para la puesta
en práctica, el desarrollo y la promoción estatal de una higiene. Todas
esas leyes fueron impulsadas activamente por Wilde. La ley de
educación primaria obligatoria sirvió para centralizar la educación e
instruir a los hijos de los inmigrantes en concepciones de nacionalidad,
clase y género asociadas con nociones de salubridad e insalubridad.
Las leyes de Registro y Matrimonio Civil transfirieron al Estado e
hicieron obligatorio los registros de nacimientos, casamientos y muertes
sin los cuales era imposible estudiar y controlar los movimientos
demográficos. Y Emilio Coni, estudiante de Wilde, se propuso como el
primero de los médicos higienistas argentinos especializado en
demografía.
Sin escuelas y sin registros estatales de nacimientos y muertes era
prácticamente imposible el estudio de la demografía que teóricamente
demostraba el estado de salud de las poblaciones concebidas como un
capital humano de precio calculado en francos franceses, libras ester-
linas y pesos argentinos. En 1892 un higienista se congratuló de que
"en los últimos años se han ahorrado 850.000 asistencias que
representan un capital social precisamente de los tres mil millones de
francos, aceptando el cálculo adoptado por Mr. Wfarr, el iniciador del
movimiento sanitario inglés, de tres mil ochocientos setenta y cinco
francos como término medio del valor le la vida humana en Inglaterra"
(Higiene administrativa, 83-84), Enrique Revilla, otro higienista
miembro del Consejo de Higiene que asesoraba a Ramos Mejía, en un
texto publicado en 1894, al anotarla cantidad de personas muertas en
la serie de epidemias que duró de 1867 a 1871, calculó

L a fiebre amarilla del 71 dejó dieciocho mil vidas sobre una población de
180.000 habitantes. Si estas calamidades evitables hubieran permanecido en
la rada exterior como ahora sucede ¡cuánta riqueza agregada a nuestro haber,
cuántos males evitados y qué suma de bienestar incorporado al progreso y l a
felicidad general.
Esas sesenta y tres mil víctimas representan 60.000 x 1.000, es decir,
sesenta millones de pesos oro, aceptando como es corriente el mininum del
valor que se le puede asignar a la m á s modesta individualidad que es la de
doscientas libras o sean mil pesos oro. Estos sesenta millones al 6 % de interés
anual durante diez años, tiempo mínimo de l a vida media que se puede dar a
los fallecidos, a no haber mediado esa causa extraordinaria de mortalidad
suman 36.000 o sea un total de 96.000 pesos oro.
¿Se podría insistir en presencia de estas cifras que la higiene es una ciencia
puramente especulativa? (Islas Artificiales, 422).

87
Foucault señaló que "de hecho los dos procesos, acumulación de
hombres y acumulación de capitales, no pueden ser separados** (Vigilar
y Castigar, 223). Este proceso de acumulación de un capital
minuciosamente calculado fue también el principio de una demografía
argentina.
Emilio Coni, el creador de los estudios estadísticos de la población
en Argentina, en un capítulo de sus Memorias titulado "De cómo me
hice demógrafo y estadígrafo" recordó que en 1874 "la verdadera
demografía, la del sabio francés Bertillon, estaba aún por crearse
entre nosotros. Comencé a publicar pues, en la Revista médicay las
primeras estadísticas demográficas sobre la mortalidad de Buenos
Aires, que importaban arduo trabajo por la ausencia de registro" (84).
Coni, como Wilde y Ramos Mejía, también fue un prolífico, y prolijo,
escritor. Las casi quinientas páginas de sus Memorias son un buen
ejemplo de una obra que, en sus propias palabras, incluyó "24 libros,
130 monografías, folletos, informes, etc. [y] participación en trece
periódicos como fundador, director, redactor, (y] colaborador" (xviii).
Coni recordó siempre el período anterior a la sanción de la ley de
registro civil quejándose de la falta de centralización de registros que,
hasta la década de 1880, estaban principalmente en manos de la
iglesia católica: "no es posible imaginarse la inmensa labor que
representaba la reunión y compilación de los datos estadísticos
recogidos directamente en las parroquias, congregaciones disidentes
y cementerios, teniendo en vista que aún no existía el registro civil"
(86). E l (hasta ahora) único período anticlerical de la historia del
Estado argentino, cuando, en palabras de Ludmer"el presidente Roca
se enfrenta con la Iglesia y expulsa al nuncio papal", sirvió para
promulgar las leyes que necesitaban los higienistas y que le quitaban
a la Iglesia católica un control tradicional sobre los nacimientos,
casamientos y muertes de las personas.
El Roca de Luna al recordar el arduo debate de la primera de esas
leyes que —no obstante aceptar la existencia de colegios religiosos,
prescribía y garantizaba la educación primaria obligatoria, estatal,
gratuita y laica— señaló: "mantener ese proyecto me costó el
alejamiento de Pizarro de la cartera de Instrucción Pública y su
reemplazo por Wilde que lo defendió como un león hasta lograr su
aprobación". En la página siguiente Luna agregó: "menos barullo que
ésta [ley de educación] provocó la ley de Registro Civil, sancionada
pocos meses después de la anterior; su aprobación fue relativamente
pacífica a pesar de que ella arrebataba a la Iglesia Católica la

88
atribución que detentaba de siglos atrás de dar fe a los nacimientos,
matrimonios y defunciones de las personas** (202).
Estas primeras leyes del Estado argentino liberal sólo prescribían
el control estatal de la educación primaria y los registros de nacimientos,
casamientos y muertes de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires.
De a poco el sistema se fue desarrollando en otras ciudades y provincias.
En 1892, cuando se centralizó y se empezó a desarrollar la administra-
ción nacional de higiene, los primeros inspectores del Departamento
Nacional que investigaron el estado sanitario de las provincias notaron
primero junto con el desconocimiento de los preceptos de la higiene, las
formas arcaicas de registro de las personas.
El delegado del Departamento que hizo una primera inspección
higiénica de la provincia de La Rioja escribió en 1892:
Se puede decir sin temor de exagerar, que la parte de la provincia que he
recorrido es un terreno virgen para la higiene; los preceptos m á s elementales
son una incógnita para la gente del pueblo, la organización sanitaria una
esperanza lejana, bastaría algunos datos: únicamente se exigen certificados de
defunción en la ciudad de la Rioja, y la policía al anotar la partida, generalmente
omite especificar la causa del fallecimiento ... E n los departamentos es a ú n
peor, los curas párrocos llevan el registro de nacimientos y defunciones, y sólo
anotan en éstos, aquellos datos que creen útiles, no entrando en tal categoría
la afección que aquejó al extinto (Comisión L a Rioja, 493).

Así se notaban distintos niveles de desarrollo del sistema de


control. En los lugares más lejanos a los centros urbanos seguía en pie
el antiguo sistema de registros llevados por la iglesia católica; en los
centros urbanos y hasta tanto se hubieran organizado los registros
civiles los registros eran llevados por la policía y los higienistas —
representados por el inspector del Departamento— que promovieron
los cambios necesarios para la centralización de datos que sirvieran
para los estudios de demografía, de cálculo de un capital humano.

M o d e r n i z a c i ó n : e s t i m u l a c i ó n y o b s e r v a c i ó n de grandes
movimientos de poblaciones

Producción cultural de los higienistas argentinos en Europa


En la década de 1880 las estadísticas demográñcas de la ciudad de
Buenos Aires (la ciudad que al higienizarse reemplazaba meto-
nímicamene al país) publicadas en francés, que era la lengua

89
internacional del período, fueron (re)presentadas como estadísticas
demográficas e higiénicas "argentinas" y sirvieron para atraer
inmigrantes y capitales, financieros y humanos, a un "país" represen-
tado como moderno y salubre. Recordemos que las obras públicas de la
capital habían empezado en 1874 y que en 1880 la nación se había
hecho cargo de su financiamiento. Las estadísticas demográficas, su
compilación, preparación y publicación, significaron un avance en las
técnicas de control de la población. E n sus Memorias Emilio Coni
escribió: "percibo, recorriendo el largo camino andado, que en vez de
médico de enfermos, lo he sido de ciudades y pueblos por mi acción
continuada de demógrafo, higienista [y] publicista" (xix). Coni recordó
sus años de estudiante, durante la década de 1870, como un pasado
relacionado con una iglesia católica primitiva: "mi mente represen-
tábase los nosocomios de la edad media" (xvii); "conservo imborrables
en mi espíritu los hechos que presencié en el viejo Hospital General de
Hombres, antiguo convento de los padres betlemitas ... era en realidad
una verdadera necrópolis ... No existía ninguna clase de laboratorio;
la anatomía patológica no se cursaba; la bacteriología no se conocía ni
de nombre" (68-69). Pero la década siguiente fue la de los grandes
avances y Coni fue el encargado de publicitarios en Europa.
E n 1883, después de sancionada la ley de Registro Civil, Coni fue
nombrado director de estadística de Buenos Aires y desde entonces
"los boletines [estadísticos del doctor Coni], escritos la mayor parte en
francés, fueron por muchos años, la única fuente a que acudían todos
los que dentro y fuera del país, deseaban estudiar la marcha vital de
la Capital" (Memorias Médico, 120). Coni fue hijo de franceses y, como
él mismo explicó "con motivo de un viaje a Europa, acompañado de mis
padres, aprendí las primeras letras en Saint-Malo (Bretaña-Francia)"
(64). E l conocimiento del francés le sirvió a Coni, y a los higienistas y
burócratas estatales del Ochenta, para exportar una imagen de
Argentina a Europa en la lengua internacional de fines del siglo
diecinueve.
Coni, que en 1891 fundó los Anales del Departamento Nacional de
Higiene^ señaló que en esa revista *'la sección estadística se publicaba
en francés, para favorecer la difusión en el exterior" (132). Emilio
Daireux describió esa difusión al congratular al higienista demógrafo
"debo felicitaros ardientemente. Bajo el punto de vista científico como
tipográfico, es imposible hacer mejor; habéis logrado hacer atractiva
la estadística y ese volumen debería ser difundido en profusión en el
mundo entero" (Memorias Médico, 125). Efectivamente, en el ochenta
el Estado le engargó a Coni la producción, traducción y publicación en
Europa de folletos utilizados para atraer a los inmigrantes.

90
E n 1884 el gobierno le encargó a Coni "dar a luz publicaciones en
pequeño formato en los idiomas inglés, francés, alemán e italiano, que
encierren conocimientos de utilidad sobre la provincia, destinados a
hacer conocer y a favorecer la importación de capitales y la corriente
de inmigración" (89). Estos eran los "capitales" financieros y humanos
que se trató de dirigir como una "corriente" necesaria pero, como
veremos, también peligrosa, que era necesario identificar, separar y
controlar.
Entre junio de 1884 y enero de 1885, en París, L a Haya, Turin y
Bruselas, Coni escribió y difundió

"un opúsculo en francés sobre la provincia de Buenos Aires, conteniendo


los datos de mayor importancia sobre el territorio, clima, población, comercio,
industria, etc. ... este folleto impreso en número de 4.000 ejemplares, ha sido
distribuido en la siguiente forma: .... legaciones argentinas de Francia,
Inglaterra, Suiza y Bélgica, cónsules argentinos en Francia, cámaras de
comercio [etc.]".

Poco más abajo, Coni al informar sobre su trabajo en Europa


agregó: "más adelante, procederé a dar a luz publicaciones análogas en
italiano y alemán que serán distribuidas en los países que hablan
dichas lenguas" (91). E n Suiza Coni hizo traducir, publicar y distribuir
las mismas estadísticas en francés, italiano y alemán, en los cantones
suizos, en Alemania y en el imperio Austro-húngaro.
Los políticos e higienistas argentinos sabían que en Europa debían
luchar con las potencias europeas que competían con los países ame-
ricanos, especialmente Argentina y Estados Unidos, por los capitales
financieros y humanos necesarios para mover y poblar fábricas y
ejércitos. E n una carta al gobernador de Buenos Aires fechada en
Turin en agosto de 1884, Coni escribió:

...es increíble la ignorancia en que están estas gentes respecto de nuestro


país. Los m á s bien colocados por su inteligencia y posición tienen ideas vagas
o inexactas. He podido apreciar que aquí en Italia existe una plétora en la
población que podríamos aprovechar con medidas conducentes, en beneficio de
nosotros. E s cierto que hay que luchar, porque el gobierno y la prensa en
general son contrarios a l a inmigración; así me lo han expresado también
personas distinguidas en varias ocasiones (99).

En esta "lucha" por la captación de la población fueron centrales la


práctica de la escritura y la presentación y promoción de los textos de
los higienistas argentinos en los congresos científicos europeos.
Al presentar sus trabajos estadísticos al V Congreso Internacional
de Higiene reunido en La Haya en 1884, Coni señaló: "he tenido en

91
vista aprovechar la oportunidad que se me presentaba de dar a
médicos, higienistas y demógrafos, llegados de todos los países, una
idea de nuestro estado intelectual, por desgracia demasiado ignorado
en el viejo continente, así como igualmente los progresos realizados
entre nosotros por las ciencias médicas y las estadísticas" (103). Pero
los avances a los que se refería Coni eran los de las obras de salubridad
y estudios estadísticos sobre l a ciudad de Buenos Aires. Coni escribió:
"he tratado de llamar sobre todo la atención de la sección sobre las
condiciones climatéricas tan favorables que ofrece una gran parte de
la República Argentina y muy especialmente la provincia de Buenos
Aires" (105). Lo que la propaganda de los higienistas no especifícaba
era que los inmigrantes no tenían acceso a la propiedad de la tierra,
que en la provincia más rica del país cambiaba de manos casi
exclusivamente dentro de una clase de terratenientes latifundistas.
Sus únicas oportunidades de trabajo en la provincia y la ciudad de
Buenos Aires eran las de emplearse como jornaleros en los grandes
latifundios o como obreros necesarios para la construcción de las obras
públicas; unos y otros, sujetos a los consabidos vaivenes y ciclos de
empleo y desempleo en la construcción y en las cosechas.
L a inmigración europea, que había empezado a llegar a la zona del
Río de la Plata desde principios de la segunda mitad del siglo diecinueve,
tuvo un impacto deñnitivo en la economía y la cultura argentinas a
partir de 1880. Según el Primer Censo de la República Argentina,
levantado en 1869 y publicado en 1872, la población argentina en el
período de las grandes epidemias era de poco menos de dos millones de
habitantes (xviii), y la población de la ciudad de Buenos Aires no
llegaba a doscientas mil personas (27). Pero después de la federalización
de la ciudad de Buenos Aires en 1880, cuando ya avanzaban tanto la
construcción de las obras de salubridad como la propaganda que
hicieron los higienistas para atraer a los inmigrantes, esas poblaciones
originarias fueron conmovidas por un tráfico que, no obstante
variaciones momentáneas, fue aumentando progresivamente de un
millón de personas entradas en la década del ochenta a tres millones
de personas entradas en la primera década del siglo veinte (Bourdé,
162-163). Bourdé calculó que entre 1871 y 1913 por el puerto de
Buenos Aires entraron casi seis millones de personas y salieron tres
millones y medio (162,163). Aquí lo que me interesa notar más que el
significativo aumento de l a población es el tráfico, el movimiento de
personas entre Europa y la ciudad de Buenos Aires como entre la
Capital Federal y las provincias.

92
Del sistema de cuarentenas a la observación panóptica
Después de considerar distintos proyectos para el puerto de Buenos
Airea, el de Bateman en 1871 y el del ingeniero Luis A. Huergo en
1881, en 1885 el gobierno finalmente aprobó el proyecto de Eduardo
Madero. Las obras debían empezaren 1887 pero empezaron más tarde
y sólo en 1888 se concluyó la primera dársena. Rafael Longo explicó
que ''a mediados de 1892 las obras seguían avanzando lentamente" y
**el ritmo de trabajo no mejoró, manteniéndose esa situación hasta
1896" (Historia Puerto, 94). E n 1898 se terminaron la dársena y el
canal de acceso norte. Así fue como en la década de 1890, los higienistas
se enfrentaron con un cteciente flujo de poblaciones hacia y desde el
puerto de Buenos Aires y grandes movimientos de poblaciones que
habían adquirido una compleja dinámica propia. E n las dos décadas
anteriores la estrategia de profilaxis fundamental de los higienistas
había sido el sistema de cuarentenas. Pero el sistema de cuarentenas
implicaba un freno, un detenimiento de la ansiada circulación de
capitales financieros y humanos. Entonces se debieron imaginar
nuevas formas de control.
Wilde y Mallo en la ''Memoria de la Junta de Sanidad del Puerto
correspondiente a 1871** habían afirmado que "si alguna vez pareció
que las medidas cuarentenarias iban a ser desterradas, la experiencia
de los últimos años ha venido a consolidarlas de un modo tal, que se
presiente ya la época en que se mirará su falta en un país como un
atentado contra la humanidad" (Peste Histórica, 154). Pero hacia fines
de la década siguiente, en 1887, después de refundar la ciudad de
Buenos Aires para recibir y atraer a los inmigrantes con una imagen
metonímica del país moderno, inmenso y rico, las cuarentenas,
promovidas alegando razones humanitarias superiores a mezquinos
intereses comerciales o banderias políticas, paralizaban la circulación
creciente de inmigrantes y capitales fundamentales para el crecimiento
de la economía liberal. Los higienistas debían ''armonizar esas dos
tendencias contrarias, esos intereses valiosos de uno y otro lado; era
necesario, en una palabra, disminuir las trabas al comercio, sin
disminuir las seguridades de la salud pública" (Acta 1° Sesión, 260).
E n un informe al presidente del Departamento Nacional de Higie-
ne fechado el 29 de agosto de 1887, la comisión encargada de estudiar
la fundación de un lazareto en la rada "exterior" del puerto de Buenos
Aires, concluyó:

Las cuarentenas tal como han sido entendidas hasta ahora, deben cesar.
Esta es la primera y más fundamental conclusión a que la Comisión llegó. Las

93
cuarentenas tienen que ser reemplazadas por otras medidas m á s prácticas,
m á s científicas, m á s seguras y económicas que nos permitan la libre circulación
de esa ola humana que día a día se agiganta y que continuamente estimulamos,
oponiéndoles sólo aquellas trabas que nos garantan su pureza, su salud y la
imposibilidad de transmitirnos enfermedades importadas; reteniendo lo con-
taminado, lo peligroso, lo sospechoso también, pero dejando pasar lo último, lo
benéfico, lo c i e n t í f i c a m e n t e estéril desde el punto de vista del contagio. E n una
palabra, el Lazareto Exterior, como la Comisión lo concibe, debe ser el filtro
selectivo que detenga todo lo impuro, pero que dé libre paso a lo conveniente,
inofensivo y útil (Ubicación Lazareto, 242-243).

E n la década de 1890, cuando se empezaron las obras de construcción


del nuevo puerto, los mismos higienistas, que entre 1870 y 1890
promovieron la circulación de los flujos rigurosamente separados y
controlados de aguas potables y servidas, imaginaron a los inmigrantes
con los mismos modelos de análisis, tropos y metáforas: "ola humana
que día a día se agiganta [ba], pero ahora era una ola ambivalente, que
traía junto con "lo benéfico", "lo conveniente, inofensivo y útiF, "lo
contaminado, lo peligroso [y] lo sospechoso*'. E l nuevo desafío para los
higienistas fue entonces promover y alentar el tráfico de inmigrantes
o capitales, pero vigilarlo, "filtrarlo" utilizando "medidas más prácticas,
más científicas, más seguras y económicas" que las cuarentenas. Esas
medidas fueron las de una vigilancia en movimiento que veremos
enseguida. Siguiendo un cambio muy similar entre disciplinas de
control como el que describió Foucault, voy a llamar panóptica a la
mirada en movimiento, estrategia de control que sustituyó a la barrera
que establecía la cuarentena.
L a vigilancia panóptica se tradujo en una centralización y
diversificación de los dispositivos de salubridad en la última década
del siglo diecinueve. Ese cambio y desarrollo centralizados y
diversificados al mismo tiempo respondió también a la necesidad de —
después de consolidar en la década del ochenta un centro capital en la
ciudad de Buenos Aires— reafirmar la autoridad del gobierno central
en las otras ciudades y provincias del país. E n la década de 1890 el
control de la higiene en Argentina como vimos se centralizó y se
diversificó en un desarrollo doble que alcanzó a otras ciudades y
provincias del país y a otros países y puertos que estaban en contacto
frecuente con el principal puerto argentino.
L a diversificación hacia los puertos de Europa y América se realizó
mediante la creación de las funciones de Médicos, Guardas e Inspectores
Sanitarios que viajaban desde Buenos Aires a otros puntos del país y
del extranjero. Estos nuevos funcionarios estatales, bajo las órdenes
directas del Presidente del Departamento (Legislación Sanitaria,

94
295), observaban e investigaban las condiciones sanitarias de las
ciudades y provincias argentinas y de los puertos de América y Europa
de donde partían barcos para Buenos A i r e s . E l "Reglamento de los
inspectores de sanidad" aprobado por el Departamento Nacional de
Higiene en septiembre de 1893 prescribía que "para ser inspector de
Sanidad, se requiere: V Ser argentino [y] 2** Ser médico diplomado en
alguna de las Facultades de la República". Estos médicos inspectores
debían:

1° Hallarse siempre en disponibilidad para d e s e m p e ñ a r cualquier m i s i ó n


que Ies sea encomendada por el Presidente del Departamento [y se ocupaban
de]
2° E l servicio de epidemias en la rada y puertos de la república ...
3° E l servicio de epidemias y endemo-epidemias en el interior de la
República ...
4** L a inspección higiénica de todos aquellos edificios, establecimientos,
talleres, fábricas, etc., de la Capital Federal que por el objeto a que e s t á n
destinados o por el peligro que e n t r a ñ e n para la salud pública, reclamen la
atención del Departamento ...
5° L a inspección higiénica en el interior de la República relacionada con la
higiene general...
6° E l estudio e informe en los expedientes por inspección de colegios
(Reglamento Inspectores, 163).

E l reglamento finalmente estipulaba que "los inspectores podrán


ser ocupados, ya sea en el interior de la República o en el exterior, cada
vez que a juicio del presidente del Departamento sus servicios se
consideren allí necesarios" (163).
Trabajando como "Inspectores sanitarios de navios", estos funcio-
narios del Departamento Nacional de Higiene se embarcaban en los
puertos de origen americanos y europeos de los barcos con destino a

^^Aquí era bien claro que los higienistas estaban utilizando los mismos
principios sobre la circulación de agua en la circulación de gente. E n la misma
"Legislación sanitaria" que acabo de citar, los higienistas para promover el
cambio de las medidas cuarentenarias a las panópticas escribieron: "hay
entonces motivos para aplicar aquí las palabras de Pettenkoffer y convenir:
'que en estas condiciones todas las cuarentenas son inútiles' y l a experiencia
nos lo ha demostrado una serie de veces; no hemos evitado la epidemia y hemos
perjudicado el comercio" (313). Max von Pettenkoffer había sido el teórico
a l e m á n que había enfatizado la necesidad del movimiento continuo de aguas
que diluía estancamientos peligrosos, la aglomeración o concentración, que
significaban insalubridad e infección.

95
Buenos Aires "para que con conocimiento del estado sanitario de los
buques, se disminuyan las trabas que las cuarentenas imponen al
comercio marítimo, sin disminuir las garantías profilácticas de la
salud pública" (259). Ramos Mejía explicó que "constituye la base de
nuestro tratamiento profiláctico marítimo, el conocimiento exacto del
estado sanitario del navio, desde el momento que abandona el puerto
de 'procedencia' hasta fondear en el de 'destino'" (Memoria
Departamento, 139). Ese "conocimiento exacto" era recolectado por el
médico inspector bajo cuya mirada se empezaba a ordenar y evaluar
una higiene argentina durante las travesías marítimas. E n los grandes
puertos internacionales los inspectores de navios argentinos trabajaban
con los consulados argentinos que también mandaban periódicamente
informes del estado sanitario de las poblaciones y los puertos
extranjeros.
Luis Agote en un artículo sobre "La defensa sanitaria contra las
enfermedades exóticas viajeras", publicado en 1898, señalaba que
"una de las bases más importantes de nuestra legislación es el
conocimiento exacto del estado sanitario del navio" y que "esto sólo se
podrá obtener por medio de personas, cuyos intereses sean
completamente extraños a los del navio, y que gocen en el desempeño
de sus funciones delicadas de toda la libertad de acción posible" (371).
Más adelante Agote agregó que "la existencia de estos funcionarios,
los Inspectores Sanitarios Viajeros, ha sido y es en la actualidad una
de las aspiraciones de la ciencia sanitaria, únicamente realizada en
toda su extensión por la República Argentina" (371). E n los barcos que
recorrían las rutas transatlánticas los Inspectores observaban y
recolectaban información y de esa información y clasificación de los
viajeros en "pasajeros" o "inmigrantes" de distintas clases, procedentes
de puertos de embarque "limpios", "sucios" o "sospechosos" dependían
los "tratamientos" al llegar al puerto de Buenos Aires. Agote describió
"los principios fundamentales que sirven de base a nuestra legislación,
entre los cuales descuellan: distinción entre los pasajeros e inmigrantes,
tratamiento, según el estado del puerto de procedencia o escalas
posteriores lo modifique [sic] la desinfección de ropas y demás objetos
de uso personal, y el sistema de información obtenido por medio de los
médicos Inspectores Sanitarios de Sanidad". Agote enseguida alegó
que "la diferencia de tratamiento a que son sometidos los pasajeros de
cámara y de tercera clase es lógica". Teóricamente a los pasajeros de
cámara, porque no eran tantos, era más fácil seguir vigilándolos en
tierra después de haber desembarcado: "su número limitado permite
efectuar la vigilancia en tierra por las autoridades locales". E n cambio

96
''para los inmigrantes o pasajeros de tercera clase se mantiene el
tratamiento indicado, esto es, enviarlos al Lazareto de Martín García"
(444). Esta era una primera clasificación y ordenamiento de los
pasajeros e inmigrantes ya antes de haber llegado los navios al nuevo
país.
E n 1897 los higienistas argentinos se enorgullecían de haber
creado un sistema de profilaxis higiénica internacional que fue imitado
por naciones europeas:

''que según la frase consagrada 'marchan a la cabeza del mundo científico*


[pero] no han trepidado en copiar al pie de la letra las disposiciones del nuestro
... Aquí conviene hacer notar que el establecimiento de los Inspectores
Sanitarios Visgeros, es una creación argentina... La Italia primero, la Francia
últimamente después de ser las sostenedoras por la vía diplomática de la
anulación de los Inspectores, los han aceptado, estableciéndolos con más
minuciosidad de atribuciones que lo que prescribe nuestra legislación
(Inspectores Sanitarios Visgeros, 539).

Así los higienistas argentinos, como los criminólogos que los


siguieron pocos años más tarde, fueron los representantes de las
nuevas disciplinas y ciencias por medio de las cuales Argentina
competía y se empezaba a hacer notar entre las naciones que "'marchan
a la cabeza del mundo científico.'**
E n la década de 1890 junto con el avance de las obras del puerto de
Buenos Aires también se diversificaron los espacios de la higiene y se
crearon lazaretos flotantes, en barcos fondeados permanentemente en
la rada donde se aislaban a los pasajeros que habían sido identificados
como enfermos, y un lazareto fijo en la isla Martín García donde se
mantenían en observación los pasajeros identificados como sospechosos.
Los higienistas explicaban que ''nuestra rada, convertida en estación
de observación** (Profilaxis Fiebre, 349) era una de las medidas funda-
mentales de la profilaxis que, a medida que avanzaban las obras de
construcción del puerto, funcionaba como el "filtro" que controlaba
"esa ola humana que día a día se agigantafba] (Ubicación Lazareto,
243)
L a categoría de "sospechoso** se aplicaba a todo puerto, barco o
pasajero que se presumía había estado en contacto con enfermos y
podía transportar el germen de la enfermedad (Memoria Departamen-
to, 84). Por temor a las cuarentenas que paralizaban el comercio, las
autoridades de los distintos puertos de las rutas interoceánicas y las
tripulaciones de los barcos que llegaban a Buenos Aires frecuentemente
reemplazaban a pasajeros muertos con miembros de la tripulación.

97
ocultaban enfermos o los obligaban a esconderse en bodegas de carga
y salas de máquinas. Moviéndose entre la necesidad de mantener
abierta la circulación de personas y mercaderías y l a necesidad de
controlar la salubridad de ese tráfico, higienistas, capitanes y
tripulantes de barcos, pasajeros y autoridades portuarias trabajaban
en un espacio equívoco, lleno de conjeturas, suspicacias y recelos. L a
recolección de "información veraz" sobre "estados de salud" era
fundamental en ese sistema.
Al mismo tiempo que se empezaron a regular las funciones de
médicos, guardas e inspectores sanitarios dependientes del Departa-
mento que trabajaban más allá de Buenos Aires y el puerto, en la
década de 1890 las autoridades a cargo de la salubridad de la ciudad
de Buenos Aires renovaron e incorporaron a la administración de
higiene antiguos dispositivos de control de las ciudades, como las
comisiones parroquiales. E n junio de 1892 las nuevas regulaciones
mandaban que las antiguas "comisiones de higiene parroquial estarán
bajo la dirección de la Administración sanitaria" (210), una dependencia
de salubridad de la ciudad de Buenos Aires y sus inspectores "estarán
igualmente en relación con las comisiones parroquiales de higiene por
intermedio de la dirección general, a la cual deberán dirigirse aquéllas,
para todo lo que se refiera a la salubridad del Municipio"
(Administración Sanitaria Plan, 22). E n agosto del mismo año en la
ciudad de Buenos Aires se regularon "las visitas domiciliarias de
inspección higiénica [que] se practicarán cada dos meses" (Visitas
Domiciliarias, 438)^** y en noviembre del mismo año, siendo intendente
Miguel Cañé, la intendencia resolvió:

Art. 1° Se establecen en las secciones de municipio, comisiones de vecinos


con el nombre de comisiones auxiliares de parroquias. Estas comisiones se
compondrán de cinco miembros nombrados anualmente por el H . Consejo
Deliberante.
Art. 2° L a s Comisiones se constituirán inmediatamente ....
Art. 3° L a s Comisiones Parroquiales dirigirán sus comunicaciones a la
Intendencia ...
Art. 4** Sus atribuciones y deberes son:
1. Vigilar el inmediato cumplimiento de todas las ordenanzas vigentes
sobre higiene, moralidad y seguridad, elevando a l a intendencia las

^^Investigaciones futuras d e m o s t r a r á n dónde, cúando, cómo y con qué


frecuencia se pusieron en práctica estas visitas. Lo significativo es que en 1892
las autoridades de salubridad t e n í a n el poder legal para hacerlas.

98
observaciones que el inmediato conocimiento de las necesidades de la parroquia
le supiera ...
2. Practicar las visitas domiciliarias de acuerdo con las ordenanzas vigentes

3. Informar por escrito en todos los asuntos en los que por las ordenanzas
vigentes se exijan sus informes.
4. Comunicar por escrito a la Intendencia, cada mes, o antes si lo creyera
necesario, el estado higiénico de su sección ...
Art. 1° E l D. E . solicitará a quien corresponda, el local que en los edificios
construidos para comisarías e s t á destinado a las Comisiones de Higiene
(Comisiones Auxiliares, 488).

Dos años más tarde, en 1895, siguiendo modelos similares al de la


provincia y la ciudad de Buenos Aires, las comisiones parroquiales o
vecinales de distintas ciudades del país colaboraban con los Inspectores
del Departamento Nacional de Higiene.
E l proceso de centralización y di versificación del control que ejercía
el Departamento Nacional no fue siempre fácil. Las fricciones con las
autoridades locales se notaban entre las autoridades sanitarias nacio-
nales y las de la provincia de Buenos Aires, E n febrero de 1895, por
ejemplo, en los AnaZes del Departamento Nacional una introducción a
una estadística de casos de cólera en todo el país, al mismo tiempo que
promocionaba una centralización de acuerdo a un modelo alemán,
explicaba con tono impaciente "la Oficina Imperial Alemana de Higiene
hace conocer en su órgano oficial todos los casos de cólera con los
mayores detalles posibles, ejemplo que podremos seguir en adelante
publicando en los ^Anales del Departamento' los casos ocurridos en los
diversos puntos de la República, con excepción de la Capital Federal,
al menos por ahora, pues no recibe el Departamento ningún informe
de sus autoridades sanitarias" (Cólera Informe, 85). Pero la centrali-
zación, que buscaba hegemonizar, controlar y administrar la informa-
ción, en una nota de la misma fecha agregaba: "por orden del señor
Ministro del Interior, se remite diariamente, desde el 6 del actual, la
nómina de los casos observados en el Municipio" (85). Así autoridades
nacionales, como el Ministro de Interior, ejercían presión sobre las
autoridades municipales y provinciales para que la información pasara
del nivel local al nacional.

"Ver por ejemplo " E l Cólera —Informe de la oficina sanitaria" y "Documen-


tos sobre el cólera", en Anales del Departamento Nacional de Higiene (1895).

99
Higiene central, poderes locales y libertades individuales
Para realizar la diversificación y centralización simultáneas de los
dispositivos higiénicos de control los higienistas sabían que debían
entrar en confiicto con la jurisdicción de autoridades locales y con los
derechos individuales y espacios privados de las personas. Pocos
meses antes de que Ramos Mejía asumiera la presidencia del Depar-
tamento Nacional de Higiene, en una nota al Ministro de Interior de
la nación titulada "Deberes y derechos de las autoridades sanitarias
- Conveniencia de la centralización", un higienista planteó "la urgente
necesidad de determinar las relaciones jerárquicas que deben existir
entre esta corporación [el Departamento] y las autoridades sanitarias
locales ... para llevar a la práctica, en defensa de la salud y de la vida,
las concepciones de la ciencia con arreglo a la libertad individual"
(Administración Deberes, 19). Los higienistas trataron de superar el
confiicto entre deberes y derechos de las personas y de autoridades
centrales y locales alegando respetar una "libertad individual" que de
a poco fue supeditada a la necesidad superior de un bien higiénico
común.
Coni planteó el viejo antagonismo entre autoridades locales y
centrales en términos de la figura de "la confusión y la anarquía que
actualmente reina en estos asuntos" (20). L a imagen de anarquía
evocaba un pasado de localismos rebeldes y levantiscos. E n contraste
con ese pasado representado como de voluntades que se imponían por
la fuerza, los higienistas siempre avanzaron su campo de influencia
mediante la propuesta y sanción de leyes que ampliaran su jurisdicción.
Coni pidió "una ley general de sanidad que marque a la autoridad
[sanitaria] central la esfera de acción que necesita" (20), e imaginó esa
ley como necesaria para una educación popular, "la acción más amplia
de dicha ley, aunque más lenta, consistiría en la difusión de las sanas
nociones de higiene y en el desarrollo de los hábitos de limpieza en el
pueblo" (21). Ese pueblo debía ser instruido y dirigido por líderes
surgidos de l a educación profesional de los higienistas, creando
cátedras, institutos, laboratorios y museos de higiene" (21). Así el
desarrollo de la higiene se concibió en dos frentes al mismo tiempo.
Mediante la enseñanza de los preceptos de la gran disciplina moderna
al pueblo y la preparación de una clase profesional de higienistas que
los defendiera y difundiera.
Los higienistas sabían que las leyes de higiene que ellos proponían
generalmente entraban en confiicto con las libertades individuales de
los habitantes. D. Guy señaló que además de que "las severas regla-
mentaciones investían a los higienistas con cuestionables poderes

100
policiales" (Sexo Peligroso, 112), éstos también "acudían a la policía
para reforzar su propia autoridad" (113). E l trabajo en un mismo local
favorecía esa colaboración. Pero el bien de la comunidad fue siempre
el argumento que utilizaron estos nuevos policías de la salubridad al
avanzar la centralización:
...la salubridad no constituye un interés personal, ni el interés de una
parroquia o de un distrito dentro de la ciudad, ni del de una ciudad dentro de
una nación, pues así como la salud de un individuo, no es asunto que
únicamente interese al individuo la salubridad de una casa no es cuestión que
exclusivamente afecte a las personas que la habiten, porque el individuo como
la casa pueden convertirse en un foco de irradiación epidémica y constituir una
amenza y un peligro para la salud pública.
De aquí que la higiene no admite el principio de que un individuo sea dueño
de disponer de su persona o propiedad hasta el punto de causar con ello
peijuicios a la salud pública, ni que los poderes locales procedan en materia
sanitaria con independencia del poder central (Administración Deberes, 22-
23).

Para sustanciar sus argumentos los higienistas ponían siempre


como ejemplo los avances de la disciplina en Europa, especialmente en
Francia, Alemania o

"la Inglaterra, que es la tierra clásica de la descentralización y de la


independencia, en donde tanto se respetan las prerrogativas y la inviolabilidad
del domicilio, como lo prueba el dicho de My house is my castle^ toda vez que
una autoridad local ha omitido el cumplimiento de cualquiera de las
prescripciones de la profilaxis establecidas en la ley, el Local Government
Board, dirección general de la asistencia y de la higiene pública, interviene"
(24-25).

Así Inglaterra servía de ejemplo para ese avance de una "dirección


general de la asistencia y de la higiene pública" en el espacio de "las
prerrogativas y la inviolabilidad del domicilio". Este texto evitó
explicitar que los "domicilios" que dejarían de ser "inviolables" serían
los de los inmigrantes pero en las regulaciones era evidente que los
espacios más vigilados eran los espacios habitacionales del tráfico de
personas, de los flujos de poblaciones "conventillos y casas de
inquilinato, fondas, posadas y hoteles" (Vacunación Difberia, 171).

L a s policías de la higiene
E n la última década del siglo diecinueve los higienistas argentinos
desarrollaron y regu|aron, a partir de una "policía de las aguas", un
complejo sistema policial de observación y recolección de información

101
que mantenía una mirada vigilante sobre las actividades de las
personas en rutas marítimas hacia Buenos Aires y en espacios públicos
y privados de todo el país. Los mismos higienistas que señalaron cómo
"en los últimos tiempos nuestras autoridades se han preocupado
seriamente de estudiar la cuestión de la policía y defensa legal de las
aguas de consumo" (Higiene Pública, 76), empezaron a "ejercer la
policía sanitaria de puertos y costas, observando los navios que
puedan importar gérmenes**. E s a "policía sanitaria del litoral abarcará
las aguas, costas y puertos de los ríos Plata, Paraná, Uruguay, de sus
afluentes principales y del Atlántico (Proyecto Reglamento, 208). L a
policía de las aguas de consumo se hizo policía de las aguas sobre las
que se movían personas y mercaderías.
L a policía hacía trabajos de investigación para los higienistas en
las provincias (Tifus Exantemático, 237) y en distintos barrios de la
capital (Asistencia Pública, 5). E n 1891 Coni abogó por "la aplicación
de las medidas de profilaxis que en todos los casos se realizarán en el
acto, con el auxilio de la Policía" (Desinfección Obligatoria, 82) e
insistió en que en caso de resistencia se recurriría a "la Policía, el
auxilio de la fuerza pública" (83). L a "Ley sobre profilaxis contra las
enfermedades infecto-contagiosas" sancionada en agosto de 1894 con-
cluía que en todo el país "la policía y demás autoridades prestaran a
las autoridades encargadas del cumplimiento de esta Ley el auxilio de
la fuerza pública siempre que lo requirieran" (Proyecto Ley, 299). Pero
además de la ayuda de la policía tradicional el Departamento desarrolló
a partir de 1892 una serie de dispositivos policiales propios. E n 1898
el Departamento Nacional de Higiene tenía secciones de "Policía
sanitaria" local (Ley Policía, 577) y "Policía sanitaria intemacional"
(Memoria Departamento, 295), "Policía industrial" (529), "Policía
mortuoria" (Ley Sanidad, 422) y "Policía de los animales domésticos"
(Ley Animales, 599). Estas policías de la salubridad trabajaban muy
junto a las fuerzas policiales tradicionales. Recordemos que en la
capital de la república, las antiguas Comisiones parroquiales al
transformarse en Comisiones de higiene se alojaron en los edificios de
la policía, en "el local que en los edificios construidos para comisarías
está destinado a las Comisiones de Higiene (Comisiones Auxiliares,
488). Y en las distintas provincias cuando se instalaba una estación
sanitaria en una ciudad, los higienistas enfatizaban que "el Comisario
Municipal tiene el deber de prestar el concurso de los elementos de que
dispone al Médico y al encargado de dicha estación" (Documentos
Cólera, 602).

102
Observación y recolección de información sobre sospechosos
E l cambio en la estrategia de control pasó así de la práctica e
imposición de las cuarentenas, que en 1871 los higienistas presumían
consolidadas "de un modo tal, que se presiente ya la época en que se
mirará su falta en un país como un atentado contra la humanidad"
(Peste Histórica, 154), a la práctica de la observación panóptica,
diversificada y centralizada; una mirada vigilante que recorría los
espacios junto con los fiujos de población que se movía de los puertos
europeos a los puertos de Buenos Aires, y de ahí por las líneas de
transporte hasta el resto de las principales ciudades del país. Este
cambio, que en Argentina se dio entre 1887 y 1893 aproximadamente,
es muy similar al cambio de disciplina que describió Michel Foucault
en Vigilar y castigar. L a utilización del viejo sistema de cuarentenas
representaba

...a un extremo, la disciplina bloqueo, la institución cerrada, establecida en


los márgenes, y vuelta toda ella hacia ñinciones negativas: detener el mal,
romper las comunicaciones, suspender el tiempo. Al otro extremo, con el
panoptismo, tenemos la disciplina-mecanismo: un dispositivo funcional que
debe mejorar el ejercicio del poder volviéndolo más rápido, más ligero, más
eficaz, un diseño de coerciones sutiles para una sociedad fiitura (212).

E n ese cambio que era la transformación en una sociedad futura,


la vigilancia de una línea de frontera se transformó en vigilancia de los
ñujos en los espacios a los lados de las fronteras.
Así con la modernización se organizó en Argentina una sociedad
disciplinaria. Foucault explicó que "se puede, pues, hablar en total de
la formación de una sociedad disciplinaria en este movimiento que va
de las disciplinas cerradas, especie de 'cuarentena' social, hasta el
mecanismo indefinidamente generalizable del *panopticismo'" (219).^^

^^Foucault explicó que esa era la disciplina de la mirada observadora


generada por el panóptico, el edificio que reproducía una mirada transformada
en una especie de conciencia de ser mirado. El panóptico era una estructura
arquitectónica y Foucault explicó su diseño y función: "en la periferia, una
construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas
ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica
está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la
construcción. Tiene dos ventanas, una que da al interior, correspondiente a las
ventanas dé la torre, y la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese
la celda de una parte a otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre
central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un

103
E s a red de vigilancia que mantenían bajo su mirada desde los barcos
"considerado [s] como una casa o un barrio" (Acta Primera Sesión, 260)
en tránsito hacia Argentina, hasta los lazaretos flotantes, los lazaretos
fijos, las costas, ciudades, barrios, escuelas, cuarteles, fábricas, talleres,
casas de comercio y casas particulares fiie la puesta en práctica del
panoptismo argentino.
L a flexibilidad de este sistema de control era la misma en los
medios de transporte que comunicaban el país con el resto del mundo
como en las rutas que comunicaban la ciudad de Buenos Aires con el
resto de las ciudades y provincias del país. AI describir el control en los
medios de transporte argentinos los higienistas alegaron que "en los
ferrocarriles, la presencia de un guarda sanitario era necesaria para
vigilar a los pasajeros que pudieran enfermarse". E l guarda sanitario,
en movimiento junto con los pasajeros, aseguraba el cumplimiento de
la vigilancia al mismo tiempo que se mantenía la circulación. Al
reemplazar la práctica profiláctica de la cuarentena por la de la
observación panóptica que se multiplicaba junto con los flujos del
tráfico, los higienistas afirmaron que "las obstrucciones a la marcha
de los trenes no han producido hasta ahora otro resultado que pexjuicios"
(Cólera Informe, 111). E n cambio la observación panóptica de los
distintos movimientos de personas y mercaderías "debía velar porque
el movimiento comercial no sufriera el menor daño, porque no se
pusieran trabas inútiles al transporte de las personas por tierra o por
los ríos" (112).
L a modalidad principal de todo este nuevo sistema disciplinario
era la observación y la recolección de información: "El Departamento
Nacional de Higiene establecerá estaciones sanitarias en diversos
puntos de la República, provistas de todas las instalaciones sanitarias
suficientes y que serán puntos de observación para la navegación"
(Proyecto Ley, 294). E l énfasis era siempre observar y no impedir el
movimiento, "las medidas profilácticas nunca podrán llegar hasta
impedir el tráfico, sino someter a observación a pasajeros sospechosos"
(295). L a flexibilidad de este sistema de control sanitario que se movía
junto con el tráfico de personas pero sin interferir con el movimiento
sino solamente observándolo trató de controlar una población nómade

obrero, un escolar. Por el efecto de la contraluz, se pueden percibir desde la


torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas
en las celdas, en las que cada actor está solo, perfectamente individualizado y
constantemente visible (203).

104
que fue aumentando en número y en movimientos trashumantes
inestables.

Nomadismos
E l sistema latifundista de propiedad de la tierra fue una de las
razones por las que, entre 1880 y 1914 aproximadamente, haya sido
característico en Argentina el nomadismo de grandes poblaciones.
Sarmiento y Alberdi soñaron con la formación de una pequeña burguesía
de familias de labriegos campesinos, pero en la práctica esa clase de
pequeños propietarios sólo se desarrolló en pocas zonas de las provincias
de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Las grandes extensiones de
tierra, siempre en manos de los latifundistas, siguieron siendo
dedicadas a l a ganadería, no fueron divididas en las democráticas
parcelas pletóricas de verdura imaginadas por Sarmiento.
L a inmigración aumentó y siguió siendo promovida porque su
presencia en grandes números representaba una fuerza laboral móvil
en la que el desempleo periódico y la competencia por los trabajos
contribuían a que se mantuvieran bajos los niveles de salarios. Al no
poder hacerse propietarios de una parcela de tierra, los inmigrantes
alternaban su trabsgo como peones y jornaleros en los latifundios,
durante las cosechas, con estadías en las ciudades, especialmente en
Rosario y Buenos Aires, donde trabajaban en la construcción de obras
públicas y de transporte, como peones ferroviarios o portuarios, en las
pequeñas industrias y en el nuevo comercio urbano.
A partir de 1895 los cambios en las formas y sistemas de producción
contribuyeron al desarrollo de una sociedad que se vio cada vez más
envuelta en grandes movimientos de poblaciones. Manuel Bejarano
explicó que "la agricultura, tal como comenzaba a desarrollarse a fines
del siglo pasado, era una agricultura nómada, a causa del
ininterrumpido proceso de desplazamiento de los colonos en las zonas
rurales de trabajo. Los diversos tipos de desplazamiento del
campesinado de origen inmigratorio respondían, por lo general, a un
mismo factor determinante: el régimen de la tierra" (Fragmentos
Poder, 122). Al crecer y mejorarse los grandes rebaños de ganado, los
ganaderos necesitaron más agricultores para aumentar el número de
hectáreas dedicadas a la siembra de forrajes especiales que sirviera de
alimento a la mayor cantidad de vacunos. Pero como explicó Bejarano,
esa fue una agricultura de arrendatarios, supeditada siempre a los
intereses de la ganadería y contribuyó a la "tendencia de la mayor
parte de los agricultores de trasladarse de un lugar a otro" (122).

105
E l nomadismo, a su vez, impidió que entre esas poblaciones de
inmigrantes compuestas por una gran mayoría de hombres en movi-
miento continuo crecieran núcleos familiares tradicionales. Bejaraño
señaló que ^'las unidades familiares representaban un porcentaje muy
bajo, y que la mayoría de los trabajadores se trasladaban a la campaña
sin sus mujeres e hijos, o estaba constituida por gente que no los tenía
todavía (123).^^ Esta no sólo no fue la inmigración preferentemente de
familias de labriegos anglo-sajones imaginada por Sarmiento y Alberdi.
Esta inmigración, además, estaba compuesta por una gran mayoría de
hombres jóvenes, italianos y españoles sin lazos tradicionales de
familia, generalmente analfabetos y provenientes de las zonas más
pobres de sus países de origen. E n el Segundo Censo de la República
Argentina, levantado en 1895, el análisis de las cifras estadísticas
decía: "como se ve es la población extranjera la que suministra la
diferencia constatada en favor de los varones [...], como la inmigración
extranjera se verifica formando los hombres sus dos terceras partes,
queda explicada la diferencia" (xxxv). Esta fue la inmigración que
empezó a conformar esa población "masa de colonos nómades, sin
ataduras de ninguna especie".
Al nomadismo de esos colonos o inmigrantes, que trabajando como
arrendatarios esperaban hacerse propietarios de una parcela de tierra,
se sumáronlos movimientos de poblaciones temporarias de jornaleros
y peones europeos que viajaban para trabajar en una o dos cosechas
aquí y así ahorraban una suma de dinero que en Europa para un
campesino era considerable. E s a fue la llamada inmigración golondrina.
Alejandro Bunge en 1916 calculó que esa población alcanzaba a
150.000 hombres anuales, pero Roberto Cortés Conde en 1979 después
de estudiar los cálculos de Bunge propuso que el número de trabajadores
golondrinas llegó a 300.000 jornaleros empleados anualmente en las
cosechas (Progreso Argentino, 200).
Todos los historiadores que han estudiado el mercado de trabajo
del período han ido notando cada vez con más énfasis ese movimiento.

^^Como Bejarano, Roberto Cortés Conde también enfatizó que "se debiera
insistir en esta característica peculiar del elevado número de trabajadores no
especializados altamente móviles y que no estaban definitivamente ubicados
en la rama primaria o en la secundaria. Esta circunstancia caracterizó el
mercado de trabajo en la Argentina en esa época [1895-1914]. No sólo existia
la inmigración golondrina, aquellos que iban y volvían para las cosechas, sino
que también hubo un volumen alto que pudo desplazarse con mucha facilidad"
(Progreso Argentino, 199).

106
caraterístico, de jornaleros golondrinas entremezclados con colonos
nómades y obreros que trabajaban en el campo y en las ciudades, todos
conformando poblaciones nómades difíciles de capturar en números y
categorías estadísticas. Roberto Cortés Conde notó que:

...se trató entonces de un mercado muy fluido con alta movilidad de


trabajo, no sólo por el hecho de la inmigración sino por la falta de especialización
y por las mismas características de las actividades productivas para las que
había mayor requerimiento de trabajo ... y que tenían fuertes oscilaciones,
algunas estacionales, otras dependientes de la conyuntura económica (201).

Edgardo Bilsky también señaló que entre 1895 y 1914 "uno de los
hechos que llama más la atención en la distribución de la población en
las diversas profesiones es la importancia del grupo de jornaleros,
peones y varias, que reúne a personas sin profesión ni ocupación
definida, constituyendo una masa laboral extremadamente móvil"
(F.O.R.A,, 40). En 1985, después de revisar el estudio de Cortés Conde
publicado en 1979, Bilsky agregó:
...sin embargo estas cifras [publicadas por Cortés Conde] nos explican
apenas parcialmente la actividad de esa masa humana sin ocupación ni
califícación bien definida. Otros testimonios de la época subrayan también el
carácter extramadamente móvil de la mano de obra en Argentina, a principios
de siglo. Una misma persona podía trabajar en un taller metalúrgico limando
rebarbas metálicas, luego de pintor, o limpiador de botellas, o en la estiba, más
tarde de mecánico, o en la zafra, recorriendo de esta manera largas distancias
(40-41).

La ciudad de Buenos Aires era el centro sobre el que confluían los


movimientos de todas esas poblaciones que recorrían largas distancias.
En la zona urbana de Buenos Aires y Rosario en 1895 se concentraba
más del 91 % de la población extranjera residente en el país y en 1914
ese porcentaje sólo había bajado al 87 % (30).
En One Family, Two Worlds - An Italian Family's Correspondence
Across the Atlantic, 1901-1922, publicado en 1988, Samuel Baily y
Franco Ramella reconstruyeron la experiencia de algunos de estos
inmigrantes. Baily y Ramella hicieron una recopilación de la
correspondencia entre dos jóvenes inmigrantes, Oreste y Abele Sola,
y sus padres que habían quedado en Biella, su pueblo de origen en el
piamonte italiano. Oreste Sola fue el primero de los dos hermanos en
llegar a Argentina. A diferencia de la mayoría de los inmigrantes que
llegaban a conquistar un futuro a principios del siglo veinte, Oreste
Sola había completado estudios secundarios especializados en

107
mecánica. Por esa razón su experiencia puede haber sido distinta a la
de la mayoría de los inmigrantes del período, mujeres y hombres
generalmente analfabetos o con poca educación formal. Pero una vez
notadas las diferencias, las cartas de Oreste a su familia, especialmente
las que escribió entre 1901 y 1903 —hasta que se estabilizó en un
trabajo de cierta especialización como técnico constructor, en los
ferrocarriles primero y en las obras del Congreso Nacional después—
lo describieron explorando, como el resto de los inmigrantes, las
posibilidades de trabajo en distintas zonas del nuevo país; ocupado en
todo tipo de trabajo y en contacto con comunidades fluidas de hombres
jóvenes que se movían constantemente entre Europa y Buenos Aires
y entre la capital federal y otras ciudades capitales y provincias del
norte y el sur argentinos.
E l nomadismo de Oreste Sola y sus amigos no terminó cuando éste,
después de 1903, se instaló defínitivamente en Buenos Aires. E n 1908
Oreste se casó con Corinna Chiocchetti y pocos años más tarde a la
nueva familia se unió Abele, que inmigró en 1912. L a s cartas de
Oreste, Corinna y Abele fechadas entre 1903 y 1914 documentaron,
además, la serie de mudanzas de casa en casa características de los
inmigrantes que vivían en la ciudad. Baily y Ramella notaron que

...entre 1904 y 1914 hubo un gran movimiento de italianos hacia los


distritos periféricos de la ciudad, donde podían comprar propiedades y vivir en
circunstancias menos congestionadas... A pesar de que los italianos de Buenos
Aires se mudaban frecuentemente, el movimiento no siempre significaba
ascenso social. Algunos, como Oreste, se mudaban en la vecindad para
acomodar a la familia que crecía. Otros se mudaban cuando se presentaba la
oportunidad de vivir más cerca de familiares o amigos. Otros también podían
mudarse porque se veían obligados a dejar su residencia habitual por una
razón u otra (21. Traducción mía).

E n 1887, en el primer capítulo de su novela En la sangre, Eugenio


Cambaceres describió la mudanza estereotípica, que sí significaba un
ascenso social, cuando Genaro y sus padres dejaron el conventillo del
centro de la ciudad y se mudaron a un barrio más lejano, a una casa
junto a la que Esteban, el padre de Genaro instaló el taller de
hojalatería (208-209). Más tarde, al morir Esteban, Genaro y su madre
volvieron a mudarse frecuentemente (245).
E n sus cartas anteriores a 1903, Oreste Sola, el piamontés que al
llegar a Argentina tenía sólo diecisiete años, describió un movimiento
constante de viajes, alternativamente solo o con amigos y compañeros
conocidos entre idas y venidas, investigando las posibilidades de

108
trabajo en un largo periplo que a lo largo de años lo llevó a recorrer
gran parte del territorio argentino. Pocos días después de su llegada
a Buenos Aires, Sola escribió:

Buenos Aires, 17 de agosto de 1901


Queridísimos padres.
Estoy aquí desde el 5 del corriente mes, he llegado en óptima salud, como
así también mis dos compañeros ...
Todos los muchachos están alegres como locos. De noche cuando nos
juntamos antes de ir a dormir, nos partimos de risa. A todos les gustaría volver
a Italia, pero no lo hacen. Quizá yo vaya a hacer lo mismo. Aquí comemos,
bebemos, y nos reímos y nos divertimos; estamos en América (34. Traducción
mía).

E l tono de esta primera carta expresaba la celebración de sí mismos


de un grupo de muchachos sin ansiedades por el futuro, recién llegados
a una América concebida y reafirmada como la versión moderna de
utopías clásicas. Pero este primer tono celebratorio de a poco fue
reemplazado por la imagen del joven lanzado, sí a la aventura, pero
una que implicaba una gran empresa de viajes y trabajo. Y
especialmente en las primeras cartas, mientras exploraba. Sola
describió su nueva vida en una comunidad de hombres jóvenes viajando
juntos.
Sola dijo que llegó a Buenos Aires con Mos compañeros" pero no
sabemos si los tres jóvenes salieron juntos de Biella o se conocieron en
el viaje. Lo cierto es que los tres, como el resto de los inmigrantes,
acababan de compartir un largo viaje en barco durante el que crecían
o se reafirmaban vínculos durante varias semanas de convivencia en
un espacio reducido, en el que la restricción del movimiento favorecía,
junto con la reflexión, la agitación de fantasías, ansiedades y deseos,
intercambiados, confesados o no durante el mítico cruce del mar que
inauguraba un cambio de vida.
E l viaje no terminaba al llegar a Buenos Aires. E n los dos años
siguientes a su llegada, el movimiento de él y sus compañeros por todo
el país fue constante. Un mes después de llegar a Buenos Aires, Oreste
escribió desde una de las provincias andinas "todavía estoy contento
y feliz de estar en América. Ahora estoy en Mendoza en vez de Buenos
Aires. No me gustó mucho Buenos Aires porque ahí no se consigue
buen vino ... Sólo siento estar tan lejos de mis amigos —no quisieron
venir" (37). L a razón que alegó Sola para justificar su viaje a Mendoza
evidentemente era una excusa humoristica del adolescente envuelto
en un medio ambiente en el que los largos viajes en busca de trabajo

109
eran comunes. En la misma carta Sola contó que vivía con "Luigi
Ferraro de Chiavazza [Piamonte], quien ha estado aquí desde hace
siete años viajando por América". Poco más abajo Sola agregó: "le he
escrito a un amigo para que me mande la dirección de mi compañero
de escuela Beretta, y hasta puede que vaya a visitarlo a Perú; está a
cuatro días de tren o más" (37). Aparentemente Sola no dejó Argentina,
pero dos meses más tarde advirtió a sus padres que dada la inestabi-
lidad de los empleos temporarios podía verse obligado a viajar a
cualquier parte de América, "me gustaria ir a Perú con Beretta o a
Cuba, donde está el querido primo Edvino ... Aquí no estaría mal
excepto que no estás seguro de estar empleado o de nada ... ni siquiera
puedes estar seguro de quedarte en un lugar" (39). Desde otra provincia
y siempre moviéndose en esa fluida comunidad de amigos y conocidos
juntados y separados por los viajes a los que los obligaba el mercado
de trabajo, Sola volvió a escribir; "dejé Mendoza para tener otra visión
del mundo. Mis amigos Paolino y Guiglielmo todavía están ahí ...
Cuando dejé Mendoza, fui a Junín. De ahí fui a San Nicolás a visitar
a mi compañero de viaje Giuseppe Guelpa, pasamos unos días
agradables juntos. Él puede que vuelva [a Italia] en enero o febrero. De
San Nicolás fui a Santa Fe, pensando que visitaría a Ferrara. E n
cambio él se había ido a Rosario, donde, de todas formas no lo
encontré" (49). Cuatro meses más tarde y desde una tercera ciudad,
Sola volvió a escribir: "he vuelto a Santa Fe donde estuve unos días en
noviembre del año pasado. Pero la ciudad está absolutamente muerta;
no hay ningún tipo de movimiento. Hoy o mañana parto de aquí. Iré a
San Cristóbal. No sé si me quedaré ahí. Si no me quedo, sigo derecho
a Tucumán, donde en esta época hay grandes oportunidades de trabajo"
(49), Igual que una gran mayoría de los inmigrantes que se radicaron
en Argentina, Sola por ñn se estableció en Buenos Aires, y en una carta
fechada en junio de 1903 contó:

...la semana pasada Federico, de Valdengo [Piamonte], estuvo aquí en la


capital; lo conocí en Santa Teresa. Se fue enseguida después de pocos días
porque el trabajo en el campo tiene que empezar de nuevo ahora que la cosecha
de trigo ha terminado —ñie muy copiosa. Antonio Pella, que estuvo en Italia
hace un año, también se fue al campo pero a la zona sur. Ha encontrado un
trabajo en esa zona, y se ha ido a terminarlo. Probablemente no vuelva a la
ciudad en todo el año. Zocco es siempre el mismo: come, bebe, y juega al glotón.
Vivimos juntos, y la vida que él lleva también es la mía. Durante un tiempo he
tenido en mi cabeza una sensación de movimiento perpetuo (54).

110
Antes de establecerse en Buenos Aires en 1903, Oreste Sola recorrió
gran parte del territorio argentino y vivió y trabajó en las provincias
de Mendoza, Santa Fe, Tucumán y Buenos Aires. Entre 1901 y 1903,
pero también después de establecerse definitivamente en Buenos
Aires, las cartas de Sola a su familia describieron ese "movimiento
perpetuo** de inmigrantes de distintas clases sociales, con distintos
niveles de educación, trabajando en las cosechas, los ferrocarriles y la
construcción y viajando constantemente entre Europa y Buenos Aires,
y entre esa ciudad y distintas zonas rurales del sur, el oeste y el norte
argentinos.
E s en este contexto que debemos estudiar la contribución de los
higienistas al desarrollo de una sociedad disciplinaria. Foucault explicó
que "uno de los primeros procedimientos de la disciplina es fijar; la
disciplina es un procedimiento de antinomadismo** (221). Pero en
Argentina, entre fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte
la disciplina de la higiene sirvió para ejercer la vigilancia de un
nomadismo que no podía ser refrenado porque hacerlo hubiera
significado inmovilizar una fuerza laboral y una mano de obra a la que
era precisamente la movilidad la que la hacía competitiva, y la
competencia por los trabajos mantenía bajos los salarios.

111
II

maleantes
Discursos y dispositivos de la higiene en los discursos y
dispositivos de la criminología
Muchos de los sistemas de control y modelos de análisis, junto con
el vocabulario, los tropos y metáforas de la higiene de fines del siglo
diecinueve, a principios del siglo veinte fueron utilizados por los
criminólogos y sociólogos especializados en las nuevas ciencias sociales
finiseculares. Cuando los inmigrantes que se habían establecido en los
grandes centros urbanos del litoral fluvial, principalmente en las
ciudades de Buenos Aires y Rosario, también se empezaron a organizar
en las distintas asociaciones de un movimiento obrero que en 1902,
durante la primera huelga general, demostró que podía paralizar la
economía agroexportadora, los mismos higienistas que —con el cambio
de la noción de mal que de la barbarie de un adentro se había
transformado en la amenza de epidemias desde un afuera— se habían
preocupado por la amenaza de las "enfermedades exóticas viajeras",
también se empezaron a preocupar por la "criminalidad** concebida
como una enfermedad psicológica y moral que amenazaba la salud
social. Así nuevamente los hombres de ciencia se vieron frente a la
disyuntiva de promover la inmigración necesaria para el proyecto
económico y que fue la misma inmigración que lo cuestionó.
E l uso de los mismos modelos de análisis y la retórica de los
higienistas que hemos estado viendo, pero ahora aplicados a los
movimientos y flujos de personas, de poblaciones difíciles de controlar,
de "filtrar", emergió por ejemplo en un texto canónico de criminología
argentina publicado en 1905: La delincuencia argentina, de Cornelio

115
Moyano Gacitúa. Allí este Profesor de Derecho Penal y Juez de la
Suprema Corte usó el modelo de la aglomeración y el estancamiento
del movimiento de flujos que no permitía la dilución de materias
nociva:

...el inmigrante no se disemina; queda en número excesivo en las capitales,


de postulante de trabajo que allí no existe; se derrama por las calles luchando
a brazo partido con la necesidad, viviendo en mancomún y promiscuidad con
los paisanos, fomentando huelgas y desórdenes, sirviendo a la vez de elemento
agitador y agitable.

Moyano Gacitúa enseguida señaló el resultado de esa acumulación,


''esa sobresaturación de homicidios, lesiones, atentados al pudor [y]
huelgas" (20). Así el mal pasó de ser un mal ''sobresaturante'*, conta-
minante de cuerpos de agua o cuerpos sociales, poblaciones en las que
lo que más se temía era la agitación social y las huelgas como resultado
de la inestabilidad del mercado de trabajo.
L a solución que propuso Moyano Gacitúa era previsible: ''asi como
las ciudades, al recibir una gran población, necesitan para su higiene
física obras de drenaje y de salubridad so pena de grandes saturaciones
mefíticas; así también necesitan de esas obras de salubridad moral
que son las instituciones preventivas o represivas, destinadas a
contener la sobresaturación criminal del inmigrante"* (20-21). Al no
"diseminarse" los inmigrantes no cumplían con prescripciones básicas
de la economía iluminista y de la higiene decimonónica que mandaban
la circulación continua de personas y mercaderías y de flujos separados
y controlados de aguas potables y servidas. Entonces la aglomeración
urbana, de la que surgieron las nuevas clases obreras envueltas en las
luchas de clases características del período, fueron descrítas como
esas confusiones de cuerpos, líquidos y materias estancadas o
aglomeradas en los espacios de la ciudad "se derrama [banl por las
calles, viviendo en mancomún y promiscuidad" mezclándose y origi-
nando "huelgas y desórdenes" concebidos como las nuevas infecciones
de enfermedades sociales. Así fue como —siguiendo el ejemplo de las
obras de salubridad realizadas a fínes del siglo diecinueve bajo la
dirección de los higienistas— a principios del siglo veinte los
criminólogos colaboraron activamente en la imaginación y creación de
nuevas obras de "higiene social", "instituciones preventivas o
represivas, [como la Policía de la capital federal] destinadas a contener
[una] sobresaturación [que ya no era de líquidos y materias de deshecho
sino] criminal". Al mismo tiempo que la primera sociología sirvió para
especiflcar la nueva organización de clases de una Argentina futura en

116
la que debía predominar una nueva clase media, esta criminología
sirvió para vigilar la nueva clase obrera.
E n un memorándum fechado el 16 de mayo de 1909, Ramón Falcón,
Jefe de la Policía Federal escribió al Ministro de Interior: "en aquel
angustioso período comprendido entre los años 1902 a 1905, al elemento
obrero lo agitaba un loco frenesí huelguista** (Memoria Policía, 268).
E n el discurso de este Jefe de Policía, una de las instituciones
represivas a las que aludió Moyano Gacitúa, se continuó el discurso
médico higienista, ahora utilizado para describir las manifestaciones
del movimiento obrero representadas como la nueva enfermedad
social.* Falcón identificó el origen del nuevo mal en "ciertos focos de
patología social inasimilables a nuestra personalidad colectiva, por
instinto y por educación, con atavismos exóticos, y con virulencias de
otros medios, que se encuentran adheridos a nuestra fisonomía orgá-
nica" (266). Estos "focos" y la "virulencia** de esta "patología** ya no
denotaban concentraciones de gérmenes propagadores de enfermedades
infecciosas epidémicas como el cólera y la fiebre amarilla sino los
grandes movimientos obreros de protesta y las asociaciones y personas,
especialmente anarquistas, que ayudaban a organizarlos.
Como los higienistas preocupados por la vigilancia del puerto,
Falcón urgió "medidas severas en el punto de entrada como es princi-
palmente el puerto de esta Capital, por donde se introducen estos
mismos elementos que después hay que repatriar dejando en este
suelo los gérmenes de sus tendencias que llegan ya a contaminar hasta
algunos elementos nacionales** (172). E n este contexto discursivo las
leyes represivas contra el movimiento obrero empezaron a ser denotadas
como medidas de profilaxis social.

'En las seiscientas páginas de la Memoria de la Policía de Buenos Aires


publicada por Falcón en 1909, es evidente que la preocupación fundamental de
las autoridades era la investigación y vigilancia del movimiento obrero.
Roberto Cortés Conde ya señaló que a diferencia de la década de 1880, a
principios de siglo ''se había afianzado la autoridad del presidente del gobierno
nacional, especialmente la del presidente, que tenía bajo sus órdenes directas
la administración del importante distrito de la Capital y, bajo la de su ministro
político, el de su poderosa Policía que, con una dotación de unos dos mil
vigilantes y un presupuesto de gastos que se acercaba al de todos los regimientos
de línea, podía desalentar cualquier eventual desafío a su autoridad** (Dinero
Deuda, 174). Beatriz C. Ruibal, por su lado, señaló que ''acerca de los
militantes anarquistas y socialistas, la Policía se planteaba a fines de siglo
menos la sanción que la vigilancia rigurosa que le permitiera formar un
registro de los mismos" (Ideología Control, 29).

117
E n un texto publicado en 1909, al promover la Ley de Defensa
Social, sancionada un año después, Falcón propuso que esa ley debía
ser concebida como complementaria de la Ley de Residencia que había
sido sancionada seis años antes:

Esa ley de salud pública [de 1902] debe ser complementada, para que surta
mejores y más saludables efectos. Ley de circunstancias, con un tinte político
bien definido, dictada en ocasión en que el anarquismo con su cohorte de
agitadores turbulentos tomó arraigo en este pueblo, difundiendo la alarma
entre las clases conservadoras, amenazando con mover el orden y la paz
pública, no constituye un instrumento de defensa social, con capacidad sufi-
ciente como para depurar a este organismo, de otra clase de elementos
mórbidos que lo corrompen, y que en otro sentido no son menos perjudiciales
para el país y que conocidos bajo la denominación estigmatizada de caftens,
desempeñan el más oprobioso e infame de los comercios, la trata de blancas,
que importa un verdadero atentado a la moral y a la actual civilización (15-16).

D. Guy demostró que la prostitución se transformó en una poderosa


metáfora que expresó los temores a las clases bajas prevalentes entre
las clases medias y altas del período (Sexo Peligroso, 62). E n este caso,
para expresar y difundir ese temor, Falcón entretejió el vocabulario y
modelo de análisis de los médicos higienistas con las imágenes del
anarquista subrepticio pasando desapercibido entre los inmigrantes
junto con el rufián corruptor disimulado entre la nueva burguesía de
comeciantes e industriales viajeros.
E n 1903 José Ingenieros, joven médico criminólogo, publicó una
reseña crítica de Hacia la justicia, la novela del médico escritor
Francisco Sicardi donde describió a un personaje central de la novela
como a "la encarnación del menear anarquista, ... un tipo psicológico
perfecto". Poco más abajo Ingenieros haciendo esa crítica literaria
científica que fue recurrente en su obra, agregó: "el dinamitero debía
ser hijo de un amor ilegal, ... de un fugaz capricho de la sexualidad
excitada por alguna orgía de prostíbulo" (Psicopatología Arte, 28). Así
los criminólogos, en un discurso literario y científico a la vez, le dieron
densidad a ese entretejido de anarquismo y prostitución, representan-
do al anarquista como un tipo psicológico, producto a la vez de una
sociología, un medio ambiente y una herencia biológica que se
remontaba a una sexualidad "ilegal". E l anarquista que asociado a la
prostitución sumaba significados políticos y "morales" encarnó los
temores de las clases burguesas hacia la clase baja que por primera vez
se organizó en los sindicatos del nuevo movimiento obrero. Contra ese
nuevo mal ya no eran efectivos los discursos y dispositivos de la
higiene.

118
L o s flujos insalubres del movimiento obrero
E n la primera década del siglo veinte Falcón colaboró en la moder-
nización de la policía de Buenos Aires que fue utilizada como una de
las principales "instituciones preventivas o represivas" a las que
aludió Moyano Gacitúa. Pero el reentrenamiento y organización de
esa nueva fuerza no fue fácil. E l mismo Jefe de Policía se quejó de que
el nomadismo de trabajadores que se movían entre la ciudad al campo
debilitaba los cuadros de agentes de vigilancia:

...existen mil individuos, aproximadamente, del personal de agentes, que


han tomado la Policía como medio transitorio de vida, cuando las cosechas
exigen brazos, dándoles utilidades pecuniarias mayores que las que produce el
puesto de agente, dejan éste para buscar esas utilidades y vuelven cuando
terminadas aquellas, la vida se les hace casi imposible en el campo. Hay
también un número bastante crecido de individuos viciosos que tienen nume-
rosas bajas, y por la escasez de hombres sanos, la Policía se ve en la obligación
de tomarlos (Memoria Policía, 43).

Entre 1902 y 1910 la policía de la capital se vio obligada a aceptar


a "individuos [que consideraba] viciosos" porque necesitaba personal
con urgencia para controlar las primeras grandes demostraciones y
huelgas generales de la historia argentina.
Los temores a las huelgas, como al "vicio", llegaron hasta el seno de
la misma policía. E n diciembre de 1908 una resolución que involucraba
a "parte del personal de agentes de esta Repartición, con motivo de las
gestiones que han hecho sin conocimiento de sus superiores, con el
objeto de conseguir aumento de sus sueldos", siempre utilizando la
imagen del mal invisible que se infiltraba a un cuerpo desde afuera,
decía que **un grupo de agentes valiéndose al efecto de influencias
extrañas a la Repartición, ha intervenido para conseguir su objeto, en
forma clandestina, oculta e impropia en un cuerpo en que la principal
base de su organización descansa en la firme y severa disciplina,
llegando hasta hacer propaganda de huelga en caso de un resultado
negativo" (Memoria Policía, 477). Aquí, además de las dificultades
creadas por organizaciones laborales dentro de la misma fuerza que
debía reprimirlas, emergió la noción constante del mal "impropio" por
"ocultarse", por la "clandestinidad" de lo organizado pero no fácilmente
detectable.
Los primeros organizadores obreros fueron efectivamente extran-
jeros. E n la última década del siglo diecinueve muchos extranjeros,
socialistas como las hermanas Fenia y Mariana Chertkoff, judías,
rusas (hijas de un conocido socialista ruso y casadas con Nicolás

119
Repetto y Juan B. Justo, fundadores del partido socialista argentino)
y anarquistas como Pedro Gori y Pascual Guaglianone, por ejemplo,
mujeres y hombres entrenados en las luchas de clase de sus países de
origen, promovieron activamente las primeras asociaciones, sindicatos
y huelgas del movimiento obrero argentino. E n la década de 1890 el
gobierno todavía reaccionaba delegando el ejercicio de la represión en
los empleadores y funcionarios de policía encargados de contener,
canalizar o desviar las huelgas de sindicatos individuales, general-
mente identiñcados como socialistas, que eran considerados los más
radicales. Recordemos el texto de Ramos Mejía donde éste decía que
era "el movimiento socialista [el] que tanto preocupa[ba] a los estadistas
y gobiernos del mundo entero" (Memoria Departamento, 529). Pero el
13 de marzo de 1904, la elección de Alfredo Palacios al Congreso
Nacional representó un cambio en la imagen del socialismo que,
especialmente a partir de ese momento, para el Estado empezó a
representar no ya una amenza sino una posibilidad de integrar al
menos una parte del movimiento obrero al proceso de modernización
de la oligarquía liberal.
E n los primeros años del siglo veinte los socialistas y anarquistas
colaboraron dentro del movimiento obrero, pero entre 1904 y 1905 se
hizo clara una división entre grupos de socialistas reformistas
dispuestos a integrarse al sistema político vigente y de anarquistas
más radicalizados que se oponían. E s a división ya se había empezado
a perfílar en los últimos años del siglo diecinueve. lacov Oved citó una
discusión de 1901 entre Ingenieros, "el socialista conceptuado en el
pasado como proanarquista" (Anarquismo Movimiento, 162) y Pedro
Grori y Pascual Guaglianone, dos conocidos representantes anarquistas:
"Guaglianone dirigiéndose á Ingenieros [desde Montevideo], censura
su vuelco, pero recalca que no debe extrañar 'pues t ú nunca fuiste
revolucionario, ni cuando publicabas en La Montaña'" (162). Ingenie-
ros en su respuesta le contestó "aquí suelo ver a menudo a Gori, que
está en el mismo orden de ideas [que Guaglianone]. Ustedes se siguen
llamando anarquistas pero, en realidad, han dejado de ser lo que eran
antes ... E n otras palabras el anarquismo de los pocos anarquistas
inteligentes y estudiosos ha evolucionado, de la misma manera que el
socialismo" (162). Ingenieros, que a lo largo de toda la década se fue
asimilando cada vez más a los dispositivos más represivos de la
burocracia del Estado para la que trabajó en la Policía Federal y en la
Penitenciaria Nacional de Buenos Aires, así trató de justificar su
posición reformista homologándola con el activismo de "anarquistas

120
inteligentes y estudiosos** que, como él, se sumaban a los socialistas en
el proceso de modernización liberal.
Aquí recordemos por ejemplo que en 1905 y 1906, durante su
estadía en Europa, Ingenieros sirvió de secretario a Julio A. Roca, el
líder de la oligaquía liberal terrateniente. E n una carta escrita desde
Europa en esos años. Ingenieros entre culpable e irónico afirmó: "he
transigido con todo. Con el militarismo, con el capitalismo ... sólo me
falta hacerme clerical** (Camino Democracia, 241). L a frase, una cita
obligada de los historiadores católicos que la utilizan para señalar las
inconsistencias de los científicos anticlericales o "masones**, demostró
los intentos, a veces fructíferos, del Estado y los funcionaros de la
oligarquía liberal que se preocuparon por integrar disidentes para
transformarlos en sus tecnócratas subsirvientes.^
David Viñas describió esos intentos oficiales "de anexar a intelec-
tuales jóvenes provenientes de las clases medias con miras a la
estructuración de una nueva élite al servicio del sistema. E n esa
suerte de convocatoria, los intentos de incorporación se tienden a
Ingenieros, Del Valle Iberlucea, Lugones, Rojas. Algunos —como Del
Valle Iberlucea— rápidamente eluden la tentación; otros, como
Ingenieros, pasan por momentos de vacilación que lo llevan hasta
convertirse en secretario de Roca** (Argentina Ejército, 16). E l vacilón
de Ingenieros duró todo el periodo durante el que se dedicó a la
criminología, desempeñándose en 1900 como Jefe de Clínicas del
recién creado Servicio de Observación de Alienados de la Policía
federal, como Director del mismo Servicio que en 1903 funcionaba en
el Depósito de Contraventores de la policía y como Director del
Instituto de Criminología.
E l mismo Ingenieros en la introducción a su Criminología describió
ese período de "nuestros primeros ensayos en estas materias (1899 a
1902)** que incluyeron "estudios de los alienados delincuentes**, la
"clasificación psicopatológica de los delincuentes** y el "programa de la
criminología y organización sistemática de la defensa social**. Para el
desarrollo y avance de esta criminología, cuya meta era la "organización
sistemática de la [misma] defensa social** a la que se refirió Falcón,

^El texto de donde tomé la cita de Ingenieros, con santo regocijo creacionista
explicó que junto al evolucionismo y el positivismo de la época también creció
una ideología que "fundó el carácter absoluto de las ideas morales, afirmando
a la vez su fe en la metafísica, e inscribiendo al hombre en un cosmos
armonioso, cuya legislación y destino tiene a su cargo el Creador"" (Camino
Democracia, 271).

121
Ingenieros señaló lo útil que le fue su desempeño entre 1902 y 1911
"como Director del Servicio de Observación de Alienados [de la Policía
Federal], primero, y [como director de] el Instituto de Criminología,
[donde] hemos podido durante doce años, ampliar, corregir y consolidar
nuestras primeras orientaciones" (9). No era casual que ese período de
doce años, entre 1899 y 1911, haya sido precisamente el primer y,
quizá, más radical momento del movimiento obrero argentino, cuando
un grupo mayoritario importante se separó del socialismo reformista
y adoptó una ideología sindical anarco-comunista.
Entre 1898 y 1902 al mismo tiempo que algunos socialistas
reformistas o anarquistas "inteligentes y estudiosos" empezaron a
trabajar o colaborar con la burocracia estatal, el anarquismo en
general, junto con grupos de socialistas disidentes se radicalizaron y
entre 1904 y 1905 se asociaron en un movimiento que empezó a
recurrir cada vez con más frecuencia a la huelga. E n 1902 se realizó la
primera huelga general de la historia argentina. Entonces la reacción
del gobierno —que en la década anterior había dejado la represión a
los ya famososos reglamentos de trabajo elaborados unilateralmente
por los propietarios de fábricas que trataban de disciplinarla mano de
obra de forma coercitiva— se empezó a institucionalizar.
E n 1902 se aprobó la Ley Nacional 4144 estudiada, redactada y
propuesta por Miguel Cañé, L a nueva legislación, conocida como la
"Ley de Residencia", autorizó la deportación de cualquier extranjero
"sospechoso de 'atentar contra el orden público'" (F.O.R.A., 86). Muchos
representantes obreros extranjeros fueron expulsados, pero la misma
ley de represión también sirvió para agilizar el activismo de
representantes obreros argentinos que tuvieron que reemplazar a los
representantes obreros extranjeros que habían sido deportados,^
E n 1902 el gobierno le encargó a Juan Bialet-Massé un conocido
estudio preliminar para una primera ley de trabajo argentina con la

^Falcón en 1907, en un memorándum sobre "la lucha prolongada e intensa


que desde hace algunos años viene sosteniendo el proletariado con el capitalismo
en nuestro país" (Memoria Policía, 156), al referirse a la Ley de Residencia se
lamentó de que "esta medida benéfica, en gran parte no alcanzará a remediar
todo el mal, porque queda una treintena más de sujetos argentinos o natura-
lizados, muchos de ellos verdaderamente peligrosos, para los que las facultades
preventivas de la institución policial no tienen eficacia bastante y respecto de
los cuales, parece no hubiera otra solución que su confinamiento por algún
tiempo en algún punto del país donde no puedan ejercitar su acción dañina,
donde quizás se morigeraran en sus propósitos o en sus tendencias criminales"
(157).

122
que se trató de paliar el descontento laboral. Pero el proyecto, no
obstante prever la existencia legal de organizaciones obreras,
adjudicaba al Estado el rol de mediador en los conflictos laborales y
establecía sanciones para las huelgas "no autorizadas". L a s
organizaciones obreras no apoyaron el proyecto y las huelgas y
manifestaciones públicas continuaron. E l 28 de junio de 1910 sí se
aprobó una nueva ley pero nuevamente represiva y no sorpresivamente
llamada "Ley de Defensa Social". Leopoldo Rodríguez señaló que esa
ley "era una nueva medida tendiente a reprimir los denominados
'agitadores externos' " (Inmigración Fuerzas, 86).'*
Entre 1902 y 1910 el estado de sitio, como medida preventiva
contra las demostraciones obreras, fue impuesto cinco veces, por un
total de dieciocho meses. Rodríguez, que estudió la relación entre
inmigración, nacionalismo y Fuerzas Armadas durante el período que
estamos revisando, escribió

En la primera década del siglo, cada primero de mayo era un festejo que
terminaba en forma sangrienta. Es aprovechada cualquier ocasión para
reprimir el movimiento obrero. Hasta en ocasión del levantamiento cívico-
militar de 1905, organizado por los radicales, se persiguió y encarceló a los
anarquistas y socialistas ...
En 1910 se aprobóla Ley de Defensa S o c i a l P a r a entonces se desarrollaron
los escuadrones de caballería montada de la policía... que cargaba en las calles
de Buenos Aires sobre demostraciones ... Cuando tales medidas no eran
suficientes, se recurría a la marina o al ejército.
E l principal blanco de la represión eran los anarquistas, muchos de los
cuales tuvieron que exilarse en Montevideo ...
En esa década de violencia anti-obrera, rara era la huelga o manifestación
que no terminase con la intervención policial o militar y la muerte de
militantes.
La culminación de la agitación tuvo lugar en los años 1909 y 1910
{Inmigración, Nacionalismo y Fuerzas Armadas^ 86).

E l "principal blanco de la represión eran los anarquistas" porque


entre 1904 y 1905, al mismo tiempo que el socialismo reformista se
integró al proceso liberal, el anarquismo radicalizó al movimiento
obrero. Edgardo Bilsky señaló que el desarrollo del anarquismo dentro
de la F.O.R.A. (Federación Obrera Regional Argentina) había empezado

•*La metáfora de la "defensa social" debería ser estudiada con más


detenimiento en este entretejido de discursos científicos, legales y literarios
que proliferaron alrededor del movimiento obrero.

123
en 190: "el Pacto de solidaridad votado en el 4° Congreso de la F.O.R.A.
(julio-agosto de 1904) es un hito de transcendental importancia en la
historia del anarquismo y del movimiento obrero argentino" (78). E n
el V Congreso de la F.O.R.A. celebrado en Buenos Aires el 26 de agosto
de 1905, el movimiento obrero ya mucho más uniñcado declaró l a
intención de desarrollar una ideología, una organización y una
estrategia sindical anarco-comunista.
De acuerdo con esa nueva estrategia la huelga general ya no era
concebida como un instrumento para lograr mejoras sino como la
forma esencial a través de la cual se aboliría el poder del Estado.
Durante la primera huelga general de 1902 tanto los funcionarios de
gobierno como los industriales y los obreros se habían dado cuenta de
que la huelga general podía paralizar la economía. Así en los círculos
militares y de gobierno, durante la primera década del siglo veinte
creció la noción de que el gran enemigo del Estado liberal era el
anarquismo, a veces violento, que se popularizaba inusitadamente
entre las clases bajas y amenazaba deshacer un orden y un tejido social
burgués.

Anarquías bárbaras y anarquistas insalubres


L a preocupación de los nuevos higienistas sociales por el anarquis-
mo, preocupación que evidencia el desarrollo de un discurso y una
profílaxis de enfermedades infecciosas físicas que se empezó a ocupar
de enfermedades ideológicas, "espirituales** o "morales"» ya había
empezado en los últimos años del siglo diecinueve. Francisco de
Veyga, un médico entrenado como higienista, en 1897 publicó en los
Anales del Departamento Nacional de Higiene un texto titulado "Anar-
quismo y anarquistas" subtitulado "Estudio de antropología crimi-
nal**. De la misma forma que Falcón al homologar y continuar la
represión del "anarquismo con su cohorte de agitadores turbulentos**
en esa "otra clase de elementos mórbidos ... que en otro sentido no son
menos perjudiciales", Veyga fundó una "antropología criminal"
argentina que se ocupaba de una ideología política.
Para criminalizar esa ideología, al mismo tiempo que se represen-
taba a sí mismo como un científico progresista y liberal, (en un
movimiento retórico similar al de Ingenieros cuando en 1901 distinguió
entre un anarquismo revolucionario presuntamente en extinción y un
anarquismo intelectual que se integraba al socialismo reformista o a
la burocracia represiva estatal), la estrategia divisiva de Veyga hizo
una distinción entre una ideología anarquista de tradición nihilista
rusa, de intelectuales y teóricos de clase alta y "la obra de agitados

124
entrados en delirio, de locos despertados por el estrépito de las armas,
de criminales hechos o latentes** (446). Éstos iban a ser los "crimina-
les", un mundo de inmigrantes y obreros permanente o cíclicamente
desempleados, prostitutas, homosexuales y rufianes, anarquistas que
bajo la bandera de un activismo político radical ocultaban apenas la
patología de los delirantes.
Veyga primero asoció a Mikhail Bakunin con un "temperamento**
vagamente deñnido como nihilista: ''Bakounine era, por otra parte, un
agitador arrebatado en aquellos momentos. Ruso de origen y ligado a
los que, siguiendo una tendencia puramente local y a un temperamento
propio, vinieron a ser más tarde los nihilistas, predicaban la fuerza
como medio de acción necesario al triunfo de la causa. Karl Marx y
Ferdinand de Lasalle le daban ejemplo de empuje que él trataba de
sobrepasar" (446). Dentro de este grupo "nihilista" Veyga distinguió
entre un socialismo que representaba un movimiento evolucionista
"natural" y un anarquismo que representaba una fuerza "reaccionaria"
y alegó que "esta aparición de sistemas retroactarios al lado de
sistemas de aceleración evolucionista, se encuentran con frecuencia
en la historia de la humanidad". Pero no se debía confundir, alegaba,
ese "sistema retroactario" con una ideología progresista de clase alta,
inteligente, culta y rica:

...diferente del nihilismo ruso, que contaba siempre entre sus adeptos
gente de alta condición intelectual y de fortuna, el anarquismo muestra un
predominio de gente ignorante, de proletarios. El reclutamiento de secuaces
no se realiza en un medio social elevado, como entre los rusos, sino en la masa
innominada, en los declassés, dando así un tono especialmente brutal y
antipático al conjunto (447).
Según Veyga los seguidores de esa élite intelectual se organizaron
en una "masa socialista" ordenadamente integrada a los procesos
políticos oficiales y distinta a la "masa innominada" del anarquismo
resistente:

....el anarquismo, libre ya, totalmente desprendido de la masa socialista,


ha quedado con el impulso de la violencia por razones de temperamento y de
culto al pasado. A él han ido e irán en lo sucesivo, todos los intransigentes,
todos los insumisos, todos los revoltés contra el orden social. La cuestión de
doctrina no prima entonces en la elección de bando; socialistas y anarquistas,
no discrepan tanto en la idea como en el modo de obrar. Los socialistas van a
organizarse, entrar al Parlamento, fundar grandes órganos de propaganda; los
anarquistas se retiran a sus centros a resistir con violencia (447).

125
Una vez identificada esta ideología política socialista, de "gente de
alta condición intelectual y de fortuna", organizada y representada
dentro de las instituciones de gobierno y distinta a una criminalidad
asociada con las clases bajas, "de gente ignorante, de proletarios",
"intransigentes** e "insumisos", Veyga propuso que la llamada "cuestión
social** era "una gran cuestión, destinada a ser arreglada por medios
políticos complicados y formales, quizá por una gran revolución [evi-
dentemente parlamentaria]; ésta [la del "anarquismo** asociado a una
patología, en cambio] es una cuestión de higiene social entregada
exclusivamente al cuidado de la policía** (455). Así se continuó una
"higiene [que se hizo] social** hasta transformarse en una criminología
que daba la base teórica a una nueva policía científica.^
Enseguida Veyga recomendó, ya en 1897, cómo resolver esta "cues-
tión de higiene social entregada exclusivamente al cuidado de la
policía** y su discurso continuó la retórica higienista, (que siguió
siendo utilizada por las fuerzas represivas de la policía y el ejército
argentinos durante el siglo veinte):

...atacando de lleno el foco de infección moral de donde brotan esos


gérmenes virulentos, se destruiría la parte temible que está destinada a
producir los crímenes políticos. Porque el crimen anarquista, hay que decirlo
de una vez por todas, no es sino una forma de delincuencia vulgar que ha

^La genealogía de esta higiene social ya se había hecho evidente en el


desarrollo de la disciplina de la salubridad de 1892. Ese mismo año, en el
mismo texto en el que alegaron "que el cumplimiento de las leyes sanitarias,
exigen un control oficial más severo, y por ello es indispensable un Ministerio
de Salud Pública" (Composición Corporación, 281); los higienistas asociaron
insalubridad "física y moral": "la medicina preventiva no se circunscribe a las
enfermedades transmisibles, no se limita a disminuir o a suprimir la mortalidad
de las pestes evitables, que son entre nosotros una verdadera calamidad; su
acción es mucho más vasta y comprende todos los medios de protección a los
individuos y a las colectividades, para preservar la raza humana de todas las
causas de degeneración física y moral. En el estado actual de civilización, hay
muchas causas destructoras que afectan física y mor almente" (279). Enseguida
este mismo texto introdujo nociones de etiología y contagio que fueron
centrales en la psiquiatría y la criminología de la primera década del siglo
veinte, al proponer que "lo que hoy constituye un vicio o un mal limitado a un
grupo de individuos, se habrá convertido mañana, mediante la imitación o la
sugestión, en un mal social, y lo que era antes una causa de degeneración
simplemente individual, se transformará a través de varias generaciones, en
una causa de degeneración de la raza, si la educación y previsión higiénica no
interviene para evitarlo" (279).

126
tomado ribetes de grandeza por razón de las circunstancias del momento. L a
delincuencia política que en nombre del anarquismo se ejecuta, es xlúA'
derivación de la criminalidad ordinaria, una válvula de escape ... Las formas
ulteriores son diferentes, pero el gérmen originario es el mismo. Atacar el
conjunto de la masa criminal, he ahí la táctica segura a seguirse (455).

Este es el discurso del higienismo, ahora aplicado a una sociología


y una criminología que transformó a todas las clases bajas en
sospechosas de albergar el gérmen originario que las transformaba en
"la masa criminal". Entonces, como los higienistas, las personas y los
espacios que vigilaron y observaron con especial atención estas nuevas
ciencias sociales fueron los de las obreras y obreros empleados o
desempleados, jornaleros y trabajadores nómades entre los que se
presumía que proliferaban epidemias morales y sociales difíciles de
detectar a simple vista, "en forma clandestina, oculta e impropia en un
cuerpo".

Peritos, criminólogos y legalización de las disciplinas


Los intereses y cambios en la vida profesional de Veyga reflejaron
cambios disciplinarios importantes del período. Veyga se doctoró en
medicina en 1890 con una especialización en higiene; su tesis doctoral
se tituló "Contribución al estudio de la fiebre tifoidea" (Historia
Psiquiatría, 127). Veyga mismo contó cómo en 1891 consiguió ser
aceptado para estudiar bacteriología con Emile Roux en el instituto
Pasteur de París, al mismo tiempo que hacía su especialización en
medicina militar en la Escuela de Medicina Militar de Val-de-Gráce
(Trabajos Diversos, 21). Como Falcón, el Jefe de la Policía de la capital,
Veyga también era miembro activo del ejército nacional. Cuando
murió, en 1948, había alcanzado el grado más alto del ejército argentino.
Teniente General.
Entre 1890 y 1910 coroneles y cirujanos del ejército, como Falcón
y Veyga, junto con médicos psiquiatras y criminólogos civiles como
Ingenieros y Ramos Mejía, colaboraron en la modernización de la
policía de la capital federal y del ejército argentino. Veyga en 1895 fue
uno de los dos médicos militares encargados de comprar en Francia un
equipo para el Servicio de Sanidad del ejército. El material del servicio
de sanidad del ejército fue uno de los primeros libros de Veyga
publicado, al mismo tiempo que como libro, en forma de artículos
mensuales aparecidos en los Anales del Departamento Nacional de
Higiene entre abril y junio de 1897, entremezlado con su discurso sobre
anarquismo y anarquistas.

127
Veyga, como Wilde, Coni, Ramos Mejía e Ingenieros, también fue
un escritor prolífíco; su obra incluyó libros y tratados, ensayos, artículos
y folletos. Recordemos que Ludmer señaló que éstos "no son literatos
profesionales, sino los primeros escritores universitarios y a la vez
funcionarios estatales en la cultura argentina" (Juvenilia, 10). Como
funcionarios estatales estos científicos literatos fueron grandes
publicistas (utilizando un término que usaban ellos mismos)* y supieron
desarrollar y aprovechar una compleja tecnología de producción y
difusión de discursos mediante la escritura, traducción y publicación
de reseñas, artículos, libros y revistas, muchas veces financiadas por
el Estado a través de las agencias oficiales que ellos administraban.
Así los criminólogos argentinos —al mismo tiempo que importaban y
traducían obras y discursos extranjeros— exportaron y difíindieron su
obra en toda América y Europa.
Un buen ejemplo de esa técnica de escritura, publicación y difusión
fueron los textos de Veyga publicados en los Ana/es entre 1896 y 1900.
Durante sus estadías en Francia, entre 1891 y 1896, Veyga asistió a
las clases de Charcot en la Salpetriére y, en palabras de Osvaldo
Loudet, "volvió de Veyga a su patria, ungido médico-legista, para
integrar más tarde el célebre triunvirato: Ramos Mejía, Ingenieros, de
Veyga. Decimos célebre triunvirato porque fueron los grandes
animadores de los estudios p s i q u i á t r i c o s , criminológicos y
médicolegales en nuestro país" (127). E n 1896, 1897 y 1898, los tres
últimos años de la presidencia de Ramos Mejía en el Departamento
Nacional de Higiene, Veyga fue un colaborador principal de los AnaZes.
Y sus colaboraciones incluyeron la descripción de su trabajo para el
ejército, describieron su futuro trabajo con la Policía Federal e
ilustraron su práctica de la medicina legal.
Desde 1895 Veyga había sido profesor suplente de Medicina Legal
en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Un artículo publicado en
los Anales también en 1897, titulado "De la prueba pericial y los
peritos" nos deja entrever el trabajo de estos médicos que en Argentina
desde posiciones importantes de la burocracia estatal, ampliaron su
campo de acción agregando a sus credenciales científicas, militares y
policiales, credenciales de legistas que los transformaban en jueces
virtuales. E n su estudio "De la prueba pericial y los peritos" Veyga
describió el avance de los médicos sobre los jueces mediante una
práctica de la escritura, al señalar que la ley penal "exige que el

^Ver Ernesto Quesada, "La vocación de Ingenieros*', p. 437.

128
informe facultativo de profesor de alguna ciencia se presente por
escrito" (551). Esta exigencia hizo de la práctica de la escritura una
característica común de estos médicos forenses, practicantes de la
medicina legal y productores de innumerables historias clínicas
escritas, reescritas, publicadas, editadas y vueltas a publicar en
innumerables procedimientos legales, libros, revistas y periódicos
científicos. Como veremos en más detalle más adelante, esas historias
tomaban la forma de documentos legales o "informes periciales"
presentados por los médicos a los jueces; otras veces los médicos las
reescribían y ordenaban taxonómicamente en libros y tratados de
criminología o psiquiatría. Una de las semillas de esos textos eran los
informes periciales.
Veyga notó que el artículo 342 del Código de procedimientos
criminales mandaba que "el informe pericial comprenderá, si fuere
posible: 1° Una descripción de la persona o cosa que deba ser objeto del
mismo, en estado o del modo en que se hallare; 2° Una relación
detallada de todas las operaciones practicadas por los peritos y su
resultado; 3° Las conclusiones que en vista de tales datos formulen los
peritos, conforme a los principios de la ciencia o el arte" (552). Me
interesa señalar esta inclusión de "el arte" en estos informes de
rigurosidad "científica" porque, como veremos, "el arte" de la escritura,
el arte del uso de distintas formas de representación, fueron importantes
en historias clínicas e informes científicos y en las relaciones entre
estos hombres de ciencia.'
E l peritaje de estos médicos se consideraba científico y servía como
una sentencia jurídica virtual. Defendiéndose de la crítica por lo
oneroso que parecían ser estos textos periciales, Veyga alegó que "los
honorarios de los trabajos llamados periciales son de mayor
consideración y llegan a veces a proporciones que parecen exageradas,
precisamente porque se tiene en cuenta el valor de la documentación
presentada, documentación que, dando la convicción al magistrado,
funda las razones de la sentencia" (552-553). Curiosamente el prestigio
de estos textos y no el trabajo que involucraban les daba, según estos
peritos, su valor legal y justificaba honorarios que frecuentemente
fueron criticados como "exagerados'*"por la prensa y el público.

^Para una teoría sobre representación y producción de ideologías, ver Luis


Marín, "On the Interpretation of Ordinary Language", "The Sociopolitical
Code", pp. 244-252 y Josué V. Harari, "Critical Factions/Critical Fictions",
especialmente pp. 46-52

129
Los criminólogos estatales avanzaron agresivamente sobre todo el
sistema legal y —siempre entrenando a sus colegas y estudiantes al
mismo tiempo que exigiendo que se sancionara legislación para sus
funciones— hicieron de estos textos un pilar que sostenía el prestigio
de la profesión. Por esa razón el profesor de medicina legal advirtió a
sus estudiantes y colegas que "interesa al prestigio de la justicia tanto
como al de la profesión, el asegurar por todos los medios la certeza de
sus pruebas y en esa materia más que en ninguna otra, pues al creer
del vulgo se abusa por parte de los magistrados, en complicidad con los
médicos del derecho de 'encerrar a la gente* o de despojarla de sus
derechos** (553), L a sabiduría popular se dio cuenta y se resistió al
poder que de a poco, como los higienistas antes que ellos, fueron
adquiriendo estos hombres de ciencia que trabajaban en las crecientes
instituciones militares, policiales y de justicia.
Para solidificar esa alianza y avanzar su poder, prestigio y
jurisdicción junto con la de sus colegas, Veyga señaló que "había
confusiones muy serias en la apreciación del carácter asignado a los
peritos por la Ley** y notó que "un perito y un Juez, juzgando los dos,
revisten carácter desemejante** (557). No obstante la "desemejanza**
los peritos, como los Jueces, según Veyga juzgaban: "el perito sería un
agente que reúne las condiciones de testigo, de árbitro y de Juez a la
vez, o que reviste en determinadas ocasiones el carácter de cada uno
de ellos**. Pocas líneas más abajo Veyga insistió en señalar que "la ley
ha buscado sólo hacer extensiva a los peritos las reglas establecidas
para los testigos y los jueces** (558). Este texto médico legal de Veyga,
publicado en 1897, anticipó su tratado de Estudios médico-legales
sobre el Código Civil Argentino, un volumen de quinientas páginas
publicado en 1900.
E l avance de los higienistas sobre la medicina legal ya había
empezado con Eduardo Wilde. Recordemos que él fue el primer profesor
de la cátedra de Medicinal Legal creada, al mismo tiempo que la
cátedra de Higiene, en 1875. Entre los primeros textos sobre medicina
legal escritos en Argentina están sus Apuntes para un tratado de
jurisprudencia médica publicados en el volumen I V de sus Obras
completas. E n ese texto, en 1877 Wilde, en ese estilo que Ludmer
describió como "el más fragmentario y humorista** (Juvenilia, 10)
(aquí lo fragmentario respondía al carácter de notas del profesor
preparando sus clases), decía: "la medicina legal entre nosotros. —
Nos hemos cuidado poco —no se aprecian los informes— lo mismo son
todos —no se paga el trabajo** (16). L a comparación entre el texto de
Wilde de 1877 y el de Veyga de 1897 demostró el crecimiento del

130
prestigio, con todas sus ventajas accesorias, de los higienistas,
criminólogos y profesionales de la medicina legal desde el período de
la plagas de invisibles males hasta las brillantes ciencias sociales
argentinas de principios del siglo veinte.^
Coni, el higienista demógrafo y "médico de pueblos", como se llamó
él mismo, también dejó su homenaje escrito a la práctica forense y
escribió un voluminoso Código de Higiene y Medicina Legal. E l interés
que suscitaba el tema justificó ante los editores la publicación de un
gran tratado de dos tomos y novecientas páginas de introducción al
primer tomo. Coni notó que "el editor que no obstante la situación
afligente del país, no ha vacilado un solo instante para emprender la
publicación de un libro costoso ... se ha propuesto dotar a los médicos
y abogados de una obra, cuya necesidad se hacía sentir desde largo
tiempo" (xv). No obstante sus esfuerzos, su actuación abierta y
continuada en el partido socialista dificultó la carrera de Coni como
funcionario estatal.
E s a actuación frecuentemente enfrentó al higienista socialista y a
Ramos Mejía, el higienista patricio. No es casual que Coni en sus
Memorias haya titulado "Mi ostracismo en Europa" al período de la
presidencia de Ramos Mejía en el Departamento de Higiene (383).® A

®La carrera del Perito Moreno demostró hasta qué punto en la primera
década del siglo veinte era rentable el trabajo de estos profesionales. Un
artículo titulado "Los 500.000 del perito" publicado en La Vanguardia el 25 de
Noviembre de 1906 decía: "El ex-perito Francisco P. Moreno es decididamente
un hombre de suerte. Surgido a la superficie en un momento en que el
sentimiento patriótico había sido hábilmente agitado por los intrigantes de la
alta política, su nombre adquirió desmesurado prestigio. E l Congreso le pagó
'sus servicios' magníficamente ... fue dueño de inmensas tierras y de sumas
fabulosas. Pero, ahí no pararon las recompensas; porque estos 'servidores de
la patria' se ríen de las virtudes de Cincianato .... E l gobernador Ugarte,
queriendo premiar también la deuda de gratitud que debía la provincia al
perilustre hombre, le acordó con el título de superintendente de obras públicas,
la suma de 500.000 pesos que pesan sobre el presupuesto actual. A raíz de las
denuncias de algunos diarios, se ha buscado el motivo o el pretexto que
justificara tan exorbitante donativo, y el motivo o el pretexto no se ha
encontrado. Entre tanto el ex-perito —cuya estadía en Londres ha despertado
en él un vivo amor a Bentham [el inventor del panóptico! y a la escuela
utilitaria— cobra religiosamente los emolumentos amparado por la ley ...
Estos 'patriotas* al revés de Saturno, (devoran a su propia madre!** p. 1.
^En ese capítulo Coni escribió "la felonía, por otra parte, habíame producido
tan amargas decepciones, que resolví retirarme a Europa en busca de reposo
físico y mentar (383).

131
su intervención en el partido socialista se sumó en 1899 el casamiento
de Coni con Gabriela Laperriére, intelectual, feminista, sindicalista y
una de la principales "agitadoras extranjeras" del movimiento obrero
argentino, Laperriére fue una figura central en la radicalización del
movimiento obrero entre 1903 y 1905 (Anarquismo Movimiento, 406).^°
E n 1904, por ejemplo, ella encabezó la oposición del grupo sindicalista
que dentro del partido socialista se opuso a la sanción del Código de
Trabajo que a partir del estudio de Bialet-Massé propuso el gobierno
y promovió, entre otros, José Ingenieros (344). L a ideología política y
la vida familiar de Coni contribuyeron por igual a mantenerlo en la
periferia de la burocracia estatal.
A diferencia de Coni, Veyga era descendiente de una larga tradi-
ción familiar de militares y fue el discípulo dilecto de J . M. Ramos
Mejía. E n una nota biográfica sobre su maestro, al explicar por qué él
era el mejor indicado para la tarea de reconstrucción biográfica, Veyga
señaló "el amigo más próximo entre los que formaron su círculo
personal, su confidente más íntimo en el grupo de hombres de todas las
edades que recogieron su enseñanza y aprovecharon su ejemplo, yo me
encuentro, sin duda alguna especialmente indicado para el caso"
(Trabajos Varios, 35). Poco más abajo Veyga describió los "veinte años
de íntima e ininterrumpida amistad que me unieron al maestro" (35).
De los primeros años de esa relación son las colaboraciones de Veyga
en los Anales del Departamento Nacional de Higiene^ cuando Ramos
Mejía era su Presidente.
E n 1899 Veyga fue nombrado profesor titular de la cátedra de
Medicina Legal de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y a partir
de su nombramiento en su trabajo profesional —con la colaboración de

^°Oved señaló que el nuevo clima de ideas y las asociaciones que culminaron
con la declaración de una ideología sindicalista anarco-comunista en 1905 "se
deben a la actividad del doctor J . A. Arraga y Gabriela de Coni, que se vieron
influidos por las ideas sindicalistas que se expandieron por Europa, y que
quisieron introducirlas en la Argentina a través de la influencia del Partido
Socialista y los sindicatos de la UGT" (Anarquismo Movimiento, 406). Aquí
habría que agregar que en 1904 Laperriére se divorció de Coni y se casó con
Arraga, que era un representante sindicalista. La vida afectiva de Laperriére
acompaño así su evolución ideológica desde un socialismo reformista (fue la
primera mujer en servir en el Comité Ejecutivo del Partido Socialista) hasta
el sindicalismo radical que a mediados de la década hizo una alianza con el
anarquismo para declarar que la revolución en Argentina se haría por medio
de la huelga.

132
Ingenieros y la guía de Ramos Mejía— fue central el desarrollo de ese
sofisticado sistema panóptico de observación, recolección, procesa-
miento, traducción y publicación de información que funcionó en una
sofisticada red de espacios y locales de la Policía Federal, la Facultad
de Medicina de Buenos Aires y la Penitenciaría Nacional.

L a simulación de José Ingenieros

Reclutamientos modernistas
E n una cita que hemos visto, Viñas se refirió a ese proceso "de
anexar a intelectuales jóvenes provenientes de las clases medias con
miras a la estructuración de una nueva élite al servicio del sistema".
Antes de seguir reconstruyendo algunos de los dispositivos y discursos
de los aparatos estatales de vigilancia higiénica y criminológica
exploremos cómo fue reclutado Ingenieros, "el socialista conceptuado
en el pasado como proanarquista" (Anarquismo Movimiento, 162) que,
sin embargo, colaboró activamente en la modernización de la Policía
Federal.
L a medicina legal fue, en los últimos años del siglo diecinueve, un
prímer espacio de la criminología del siglo veinte que unió a Ingenieros
con Veyga. E n su historia de La locura en la Argentina Hugo Vezzetti
al explicar que la medicina legal "es otro de los ámbitos en los que la
voz médica busca prolongar y afianzar su acción", señaló que con el
nombramiento de Veyga en la cátedra de Medicina Legal empezó "el
extenso desarrollo de la criminología hacia fines de siglo, en torno a las
figuras de Francisco de Veyga y José Ingenieros" (32-33). Pero es
importante señalar que esta "criminología" se desarrolló dentro y con
los medios del aparato y la burocracia del Estado y consistía no sólo en
teorías y principios declarados sino también en prácticas específicas.
E l "extenso desarrollo en torno a las figuras de Francisco de Veyga
y José Ingenieros" empezó en 1900 con el trabajo conjunto de estos dos
médicos en la policía de la capital federal. Aunque en la práctica
Ingenieros se incorporó a la burocracia oficial de observación y vigilancia
con Veyga, a principios del siglo veinte, el futuro gran criminólogo
argentino fue atraído a la burocracia estatal por J . M. Ramos Mejía.
Ingenieros mismo, en un texto publicado en 1915 narró cómo, en
1898, cuando todavía era estudiante de medicina, empezó su relación
con Ramos Mejía. Éste, que era profesor de la Facultad de Medicina,
considerando que Ingenieros no estaba bien preparado para un
examen, le indicó que estudiara un tema en particular y que simulara

133
que podía responder con conocimiento y profundidad a una pregunta
aparentemente hecha por el examinador al azar. Ingenieros relató el
episodio así:

En un corredor de la Facultad se me acercó:


—¿Cuándo llega su turno?
—Mañana.
—¿Sabe algo?
—Es de suponer que sí, pues me presento a rendir examen.
—Vea, che, yo creo que no sabe nada. Estúdiese para mañana la epilepsia.
—Pero, doctor...
—No se haga el zonzo...
Al día siguiente, al sentarme ante la mesa examinadora, Ramos dijo,
dirigiéndose a los doctores Penna y Semprún que la formaban:
—No saque bolilla: vamos a ver si este señor sabe decirnos algo de la
epilepsia...
Yo me sonrojé. Los tres jueces sonrieron. En un instante repetí lo que había
repasado en las últimas veinticuatro horas.
Supe, más tarde, el motivo de esa preferencia que, sin causa, podría
parecer una improbidad del catedrático.
Siendo estudiante me vinculé a un grupo de obreros soñadores que
predicaban el socialismo y con ello me aficioné a leer libros de sociología. Al
propio tiempo, gustando de las letras, frecuentaba el "Ateneo", donde Rubén
Darío concentraba el interés de los jóvenes. E n 1898 el poeta Eugenio Díaz
Romero editó la revista "El Mercurio de América", que fue auspiciada por
Darío y en la que colaborábamos casi todos los ateneístas del último tiempo
(Personalidad Intelectual, 133).

Esta irrupción de la historia de la literatura en esta historia de los


discursos y los dispositivos de la policía y la medicina articulados en
la burocracia estatal ilustra cómo se desarrollaron y crecieron esos
entrecruzamientos, por ejemplo en cenáculos literarios e intelectuales
fomentados por Ramos Mejía en su oficina de la Presidencia del
Departamento de Higiene y en su oficina de la Dirección del Instituto
Frenopático.
L a descripción y el diálogo que creó Ingenieros para hacer una
representación de sí mismo en el fragmento que acabamos de ver era
un buen ejemplo de sus inclinaciones y aptitudes literarias. L a escena
del examen es uno de los relatos que J . Ludmer estudia como caracte-
rísticos en esta cultura "progresista**, "anticlerical**, "liberal** y "cien-
tífica**.^^ Ludmer señaló que el primer gran simulador de la literatura

^^Josefina Ludmer, "El examen de física: una historia", Conferencia.


Centro de Parapsicología de L a Boca, 14 de julio de 1994.

134
fue Genaro, el personaje central de En la sangre^ la novela de Eugenio
Cambaceres publicada en 1887. A diferencia de Genaro, el hijo del
inmigrante que a partir de la escena del examen simulado inicia su
carrera ascendente (Obras Completas, 225), Ingenieros mismo era
inmigrante: nació en Italia, en Sicilia, y llegó a Argentina a los ocho
años con sus padres también inmigrantes. Roberto Payró se preocupó
por marcar que, además de italiano, Ingenieros era de "ascendencia
italiana meridional" pero "acabó por quitarse la g de Ingegnieros —y
de ser tan porteño como el que más, adoptando y exagerando algunas
de nuestras modalidades** (Recuerdos, 471). L a simulación fue una
modalidad y se transformó en una preocupación central de la cultura
porteña finisecular e Ingenieros dedicó el principio de su carrera a
estudiarla. Payró en 1903 publicó una encomiástica crítica de La
simulación de la locura y al agradecérsela Ingenieros le escribió: "mil
gracias por el benévolo recuerdo de mi libro, que acabo de leer en tu
diario. E n vista del buen éxito continuaré simulando*' (472). Dos líneas
más abajo Payró agregó "para decir sin ambages todo mi pensamiento,
creo que se pasaba de listo" (472). Este era el Ingenieros que utilizaba
la simulación como estrategia de integración.
Genaro, el representante de la primera generación de argentinos
imaginado por Cambaceres, el pillo criado entre los niños sodomitas
que dormían juntos en los recovecos del Buenos Aires de fines de la
década de 1880, también empezó su carrera de simulador aparentando
un talento e inteligencia brillantes en un examen de la escuela
secundaria y —siempre simulando— en pocos años terminó haciéndose
dueño del latifundio de una vieja familia de la clase terrateniente,
unitaria y patricia. Pero a diferencia del personaje de Cambaceres, el
personaje que creó Ingenieros para representarse a sí mismo no robó
el día anterior al examen la bolilla. E l relato del examen de Ingenieros,
el médico acostumbrado a la construcción de historias que tenían valor
de testimonio o sentencia legal, hizo caer la duda acerca la posible
"improbidad" académica sobre el "catedrático'*, al que enseguida exoneró
de culpa dándole una justificación.
L a justificación del episodio, según Ingenieros, era que él represen-
taba una sangre nueva para Ramos Mejía, el higienista amante de la
literatura joven. E n el diálogo que acabamos de ver Ingenieros se
describió a sí mismo como ligeramente controversial desde el punto de
vista ideológico, relacionado con obreros que, más que activistas, eran
"soñadores" y lectores ávidos ("inteligentes y estudiosos") de los textos
de las nuevas ciencias sociales de fines de siglo. Pero no era ese, según
él, "el motivo de esa preferencia" del maestro sino el hecho de que el

135
estudiante de medicina de veinte años "gustando de las letras,
frecuentaba el "Ateneo", donde Rubén Darío concentraba el interés de
los jóvenes". Y , siempre en palabras del mismo Ingenieros, "Ramos
Mejía se interesaba de verdad por el movimiento modernista,
sirviéndole Díaz Romero de intermediario espiritual" (Personalidad
Intelectual, 134).
Al mismo tiempo que era Director del Mercurio de América, Díaz
Romero, como empleado del Estado, era secretario de Ramos Mejía. E n
el mismo texto que acabo de citar Ingenieros recordó que

...Díaz Romero, director del "Mercurio", era al mismo tiempo bibliotecario


elegante del Departamento Nacional de Higiene, puesto que le permitía
despreciar la bibliografía sanitaria y pasar la tarde leyendo los poetas
modernistas ... muchas veces un médico del puerto hacía muchas horas de
antesala para ver a Ramos Mejía, que estaba ocupadísimo ... en escuchar las
entusiastas lecturas de Paul Verlaine o Gabriel D'Annunzio con que lo delei-
taba su poeta bibliotecario.
Aquella hora de nuestra historia intelectual espera su cronista; fue,
ciertamente, significativa en la evolución de nuestra cultura literara (133).

Estas lecturas a veces se convertían en tertulias literarias, en un


centro del poder estatal y atrajeron irremisiblemente al joven
Ingenieros que contó: "alguna vez yo, aunque socialista, no desdeñaba
concurrir a la biblioteca del Departamento Nacional de Higiene,
atraído por el té y los bizcochuelos del estado" (134).
E n 1898 Ramos Mejía había leído los primeros escritos de Ingenie-
ros, Lo dice el discípulo mismo al recordar que "supo Ramos Mejía que
yo era alumno suyo: leyó algunos de mis balbuceos sobre sociología y
psicología ... Ramos Mejía había descubierto mis inclinaciones de
principiante y, según me contó él mismo años más tarde, entrevio que
mi sitio estaba a su lado" (134). Los "escritilles" y "balbuceos" que
Ingenieros había publicado entre 1897 y 1898 sobre "sociología y
psicología colectiva" fueron los textos en los que el joven estudiante de
medicina más trató de acercarse a los grupos anarquistas. Oved señaló
que muchos autores ya han notado "el tono anarquista que J . Ingenie-
ros introdujo en la plataforma ideológica de La Montaña al negar el
Estado y el autoritarismo" (Anarquismo Movimiento, 84, n. 56). Junto
con Ingenieros, en La Montaña —"que se definía como periódico
socialista revolucionario— [e] intercedió en un intento por lograr un
acercamiento entre los anarquistas y los socialistas" (84), colaboró
Leopoldo Lugones. Ellos fueron los "dos intelectuales jóvenes activos
en el ala radical del Partido Socialista, Para L . Lugones fue sólo un

136
breve episodio en su vida de poeta imbuido de ideología nacioQikMjIta»"
(84-85). Pero Ingenieros desde 1897 en La Montaña, hasta 190lv
cuando propugnaba ese "anarquismo de los pocos anarquista^
inteligentes y estudiosos [que] ha evolucionado, de la misma manera
que el socialismo" al mismo tiempo que empezaba a probar "el té y los
bizcochuelos del estado" arrullado por la poesía de Verlaine y
D'Annunzio, consistentemente intentó "alentar la tendencia que de-
nominaba 'acercamiento'... una tribuna libre para la discusión entre
anarquistas y socialistas" (85). Los anarquistas le respondieron en
1897 y 1898, como en 1901, que "La Montaña no distingue las diferencias
básicas entre anarquistas y socialistas, pues interpreta erróneamente
las dos concepciones" (85). Este fue el Ingenieros que Ramos Mejía
"entrevió" que debía estar a su lado, joven, estudiante de medicina, con
talento literario y quizá proclive a ser uno de los empleados de la
burocracia estatal de la oligarquía terrateniente que consiguiera
integrar al sistema a los grupos obreros más radicales del período.

Proliferación finisecular de la simulación


L a simulación fue una preocupación central de estos nuevos
criminólogos que trataron de desarrollar un sistema médico-legal de
reclusión en asilos psiquiátricos paralelo al sistema de prisiones para
delincuentes. Al promover el nuevo sistema de reclusión bajo la
dirección de los nuevos peritos, los médicos criminólogos alegaron que
en el sistema de r e c l u s i ó n penal estatal, con frecuencia se
entremezclaban indiscriminadamente "alienados" y "delincuentes".
Ingenieros señaló que "es del dominio público que en ciertas cárceles
existe un elevado porcentaje de locos" y propuso "el nombramiento de
una Comisión de alienistas con el objeto de reconocer en masa a los
detenidos y trasladar al manicomio... a todos los que fueran alienados"
(Criminología, 66-67). Así estos hombres de ciencia cavaron y ampliaron
un nicho para su profesión en el espacio de asilos y "manicomios
criminales" (60)" que caían bajo su jurisdicción al mismo tiempo que

^^José Ingenieros y Juan A. Córdoba, otro médico que trab£gaba con


Ingenieros en la Policía Federal en 1903, publicaron un texto titulado "La
defensa social y los alcohólicos" que era un peritaje, que incluía una historia
clínica, una historia de la o el alienado, criminal o sospechoso contada por los
médicos, y una conclusión, con un diagnóstico y una interpretación médico
legal. Primero y para promover sus funciones como peritos alegaron que "la
defensa social contra la actividad mórbida del alienado es nuestro deber
fundamental y la única fuente en que deben inspirarse las resoluciones del
perito alienista" (8S. Énfasis en el original). Enseguida los médicos policías

137
reafirmaban la definición de delincuentes alienados que hacía indis-
pensables a los médicos peritos criminólogos homologados con los
Jueces del sistema legal. Ingenieros escribió: "Jueces y peritos deberían
marchar concordes para concebir una más alta finalidad de la justicia:
la defensa social y la secuestración de todos los delincuentes, sean o no
responsables, en cárcerles y manicomios, ya como obreros de un taller
penitenciario o como enfermos de una clínica. Pero en ningún caso la
'irresponsabilidad* de un delincuente peligroso debe servir para ponerlo
en libertad**. Ingenieros señaló como un error de la ley que "el sujeto
declarado ^irresponsable, escapa[ba] a toda secuestración coercitiva**
(60). Por eso muchos acusados simulaban alienación o locura para
evitar las penas alegando irresponsabilidad. Ingenieros en su
Criminología propuso que "si la causa reside en ventajas que el
ambiente jurídico ofrece al delincuente simulador, la profilaxis debe
tender exclusivamente a suspender esas ventajas** (65). Esas ventajas,
según estos criminólogos, desaparecerían al basar el juicio sobre las
personas en su peligrosidad potencial y no en su responsabilidad o
irresponsabilidad en hechos pasados. Ingenieros escribió: "es fácil
advertir los resultados del criterio dominante en la legislación penal
contemporánea; se limita a establecer la responsabilidad o irres-
ponsabilidad del delincuente, sin reparar en que cuanto mayor es la
irresponsabilidad también suele serlo su temibilidad** (61). L a definición
de la simulación servía tanto para diagnosticar una primera medida
de la peligrosidad de las personas o como índice de alienación ya que

propusieron, como lo hacían siempre, que no había que esperar a que el delito
"latente" en criminales o alienados sospechosos se hiciera delito consumado
(los médicos eran por supuesto los que podían y debían dictaminar cuándo
existía un estado que ellos llamaban de "peligrosidad". Y a partir de esa
peligrosidad se ejercía la profilaxis de los alienistas criminólogos; "el alienista
tiene una misión de profilaxis para con el alienado; no puede esperar que el
'peligro' se convierta en 'delito consumado' para recomendar la internación del
sujeto peligroso" (88). Entonces se hacían indispensables los espacios para
realizar las internaciones. Los peritos, en mi opinión, usaban historias clínicas
específicas para promover la creación de esos nuevos espacios. En "La defensa
social y los alcoholistas" el espacio que buscaban era uno para personas que
consumían alcohol: "la forma de reclusión más conveniente", escribieron los
colegas Ingenieros y Córdoba, "en casos como el que nos ocupa, es, sin duda el
'Asilo especial para bebedores'. La necesidad de su creación entre nosotros ha
sido puesta ya de relieve por el Dr. Francisco de Veyga en un interesante
informe elevado al Sr. Jefe de Policía" (88).

138
según los criminólogos "es necesario estar alienado para ser simulador"
a la vez que "la locura puede servir como agravante de la temibilidad
del delincuente" (66).
Esta noción de la simulación utilizada como evidencia de aliena-
ción o peligrosidad de las personas fue creciendo a lo largo de la
primera década del siglo veinte y pasó del discurso de las ciencias
psiquiátricas y criminológicas al discurso de la psicología y la sociología
hasta la literatura del p e r í o d o . E n 1902 Veyga publicó un texto sobre
"Degeneración, locura y simulación en los ladrones profesionales"
(Simulación Ladrones, 705). E n ese artículo Veyga amplió la noción y
uso de la simulación al describirla como una estrategia de supervivencia
y ocultamiento característica de todas esas poblaciones habitantes de
zonas grises, entre la legalidad y la ilegalidad, junto con los lunfardos,
"los auxiliares del vicio y el delito" que tanto lo preocuparon. Veyga,
como muchos de estos hombres de ciencia, imaginó esas poblaciones
siempre entremezcladas y sumergidas entre los distintos grupos
culturales y poblaciones del Buenos Aires finisecular.
E n 1903 Ingenieros publicó su tesis de doctorado La simulación de
la locura. Ese libro fue, en palabras de Helvio Fernández, "su obra
fundamental que luego ampliara extendiendo sus conceptos a todos
los fenómenos vitales en La simulación en la lucha por la vida, que la
Academia de Medicina de Buenos Aires laureara con medalla de oro"
(Ingenieros Psiquiatra, 565). Fernández, como muchos otros hombres
de ciencia y criminólogos del mismo período, subrayó la importancia
de esos trabajos de Ingenieros, y señaló que "ha de perdurar su fama
de psiquiatra cimentada sobre todo en su obra primera: La simulación

^^R. Falcón se quejó de que se permitiera el uso del uniforme policial en la


representación de obras teatrales, "como que constituye un relajamiento de las
buenas costumbres el escarnio y el ridículo que una parte del público espectador,
hace recaer sobre esos simulados agentes causando como lo digo antes, el
desprestigio de la autoridad en las personas de los que la ejercen por el
ministerio de la ley, como quiera que el teatro haya sido considerado como la
escuela de las costumbres, dada la influencia moral que ejerce en las masas del
pueblo** (171). Aquí se hace evidente una vez más la importancia del teatro en
la cultura y la atención de las autoridades de vigilancia y represión sobre una
forma de producción cultural que se sentía con un gran potencial subversivo.
A las representaciones dramáticas de la autoridad en el teatro se sumaban lo
que esas autoridades sentían como representaciones dramáticas de grandes
movimientos obreros, "huelgas, paros, boicots, que no son sino perfectas
simulaciones, las que desgraciadamente por vehículos de sectarios y corporados
de la prensa, aparecen en éstas magnificadas" (167. Énfasis mío).

139
de la locura, que aparece como la más brillante exteríorización de su
notable talento científico** (568).
Ramos Mejía, fundador de una sociología argentina moderna,
extendió la definición de simulación aplicándola a grandes grupos
culturales de Buenos A i r e s . E n Los simuladores del talento en la
lucha por la personalidad y la vida (1904) describió colonias sumergi-
das de formas de vida simuladoras que crecían y se metamo^foseaban
bajo el agua: "una vez constituido el curioso organismo, la vecindad
forzosa, la diaria y constante cohabitación bajo un mismo techo, la
continuidad casi material y hasta la unidad del aparato digestivo,
establece tal género de relaciones, que todos acaban por sentir y vivir
una misma vida, expresar una misma sensibilidad. E s el caso de las
Esponjas y d é l a s colonias de Pólipos que se juntan, esos últimos, para
constituir la famosa Hidra ... L a Medusa multiforme" (61), la
representación más clásica de la temida mujer de la mitología griega
pero ahora como una sumergida población viviendo entre las demás.
E n Los simuladores del talento (1904), esa nueva versión de Las
multitudes argentinas, de 1898, las multitudes femeninas de L e Bon
se hicieron la Medusa mitológica y submarina en la que lo que más
preocupaba era una ausencia de "cabeza" visible. Siempre temiendo
los agregados, asociaciones, grupos, colonias o comunidades solida-
rias Ramos Mejía escribió

¡Cuántas congregaciones, cuántos grupos, no marchan sin cabeza, nada


más que dirigidos por el instinto de la agregación! ¿No se mueven la Hidra,
como el insecto de más elevación zoológica, sin el concurso del pensamiento y
aún sin un sistema nervioso protector? ¿Variando su procedimiento de
locomoción, cambiando de camino cuando no le conviene el que llevaba; fijarse
o escapar a voluntad, huir de la luz y hasta contraerse voluptosamente...? (64).

Lo que más le llamaba la atención, y lo que más temía Ramos Mejía


era lo que sentía como una habilidad de estas colonias y poblaciones
sumergidas que conseguían asociarse y avanzar su cultura y su forma
de vida con gran (voluptuosidad) y eficiencia y sin necesidad de líder.
Esta obra de Ramos Mejía, escribió Ingenieros, "obtuvo un éxito
sorprendente de librería" cuando fue publicada, en 1904 (Personali-

**Ingenieros opinó que "conviene recordar que Las multitudes argentinas


[publicada en 1898] fue la primera obra propiamente sociológica publicada en
la Argentina, aunque ya Echeverría, Alberdi y Sarmiento hubiesen sido los
precursores de esa disciplina" (Personalidad Intelectual, 139).

140
dad Moral, 142). La recepción del libro de Ramos Mejía, además de
demostrar intereses y preocupaciones comunes entre este grupo de
hombres de ciencia, médicos criminólogos y sociólogos practicantes de
las nuevas ciencias sociales, demostraba la popularidad de la noción
de simulación en la cultura letrada de ese período. La proliferación del
uso de distintas definiciones de simuladores y de actos de simulación
que de la criminología pasaron a la sociología y de a poco alcanzaron
a toda la cultura llegó a extremos a veces inesperados. Como en la
definición de **la simulación del delito" que describió Veyga en 1906.
Una de las instancias más comunes de simulación del delito que dio
Veyga fiie "el contrabando simulado, [que] hace víctimas por cientos
entre gente que tiene la manía de lo barato. E n Buenos Aires, como en
todas partes, comprar algo que tenga por reclamo el haber pasado por
la Aduana sin pagar derechos o que haya sido introducido fiiera de esa
vía, es un negocio que llena a muchos de placer" (Simulación Delito,
177). E n este texto a partir de esa ampliación del campo de observación,
análisis y reforma que propusieron estos hombres de ciencia, Veyga
propuso que "para el delito simulado, que es tan delito en la intención
como el delito verdadero, no hay más recurso a emplear que el de
sanear [todo ] el medio social" (Simulación Delito, 180).

Simulaciones y titeos de fumistas


A la simulación usada como estrategia de asimilación por
inmigrantes y personas de clases sociales bajas que al ascender
trataban de ser aceptados en clases o grupos sociales más altos, como
en el caso del Genaro de Cambaceres, los grupos tradicionales
respondieron con distintas variantes del titeo como mecanismo de
defensa que trataba de identificar y excluir a los recién llegados. David
Viñas en su libro sobre el teatro de Gregorio de Laferrére, cuya "obra
se desarrolla entre 1904 con el estreno de Jettatore y 1913, fecha de su
muerte" (Laferrére, 13), propuso el titeo como una estrategia de
escritura y de lectura de la obra de Laferrére que se desarrolló durante
el mismo período durante el que proliferaron los usos y definiciones
científicas y literarios de la simulación.
La articulación entre simulación como estrategia de integración al
grupo y titeo como estrategia de exclusión del grupo se articuló con
bastante claridad en la figura, la obra y la vida de Ingenieros. Si bien
él no mencionó la simulación, en su Laferrére Viñas sugirió esa
articulación al señalar que esa dinámica de grupo de la vida diaria
porteña, ese "titeo cotidiano contaminado de elementos teatrales".

141
servía para burlarse del recién llegado o "candidato ... como diría
Ingenieros" (72). Porque Ingenieros, el gran teórico de la simulación,
fue un practicante principal del titeo.
Viñas explicó el titeo más que como una mera dinámica de grupo,
como una práctica cultural característica del momento histórico y
"una burla no sólo específica en su entonación sino con algo peculiar
de la sociabilidad argentina" (71). Una sociabilidad que en la primera
década del siglo veinte se caracterizó por la presencia cada vez más
evidente de grupos, familias o personas que a través del trabajo en las
nuevas profesiones, las nuevas industrias y los nuevos comercios
urbanos habían logrado una posición económica que podía ser o
parecer similar a la de los grupos sociales tradicionales obligados a
compartir hegemonías económicas, sin duda, a veces sociales e incluso
políticas. Entonces el titeo servía como forma de exclusión que
reafirmaba, por ejemplo, nociones de clase entretejidas con nociones
de género.
Entre las distintas formas del titeo Viñas describió "la que se
establece entre la 'indiada* —complaciente autodesignación de 'seño-
ritos'— el 'candidato' y el titeo como prueba de virilidad y
tradicionalismo" (80). Aquí el titeo "probaba", reafirmaba el género, la
"virilidad" del grupo titeador entretejida u homologada con nociones
de clase social, el "tradicionalismo" que se contrastaba con la carencia
de una genealogía en el "candidato" o recién llegado. No obstante las
distintas modalidades de esa forma de burla tan específica de la
primera década del siglo veinte, "peculiar de la sociabilidad argentina"
y, como la simulación, "contaminado de elementos teatrales", un
elemento característico del titeo era su práctica por miembros de un
grupo, frecuentemente de las clases tradicionales, que lo usaban para
excluir. L a "mediata articulación de la mirada del clubman" en "tres

^^Viñas notó en la mirada del Laferrére dramaturgo y su ^teatro del titeo"


tres actitudes de señor liberal frente a los recién llegados: "se dan, pues, en el
teatro de Laferrére como mediata articulación de la mirada del clubman, tres
niveles sociales que van desde la clase media acomodada a lo aristocrático y
lujoso hasta llegar a lo guarango de la baja clase media, a través de tres
entonaciones del titeo (82). Estas tres entonaciones del titeo representaban los
distintos gestos del del clubman frente a tres clases sociales distintas. Viñas
agregó: "Por cierto, la broma implícita en el titeo puede tener numerosas
variantes. En la época de Laferrére, y de acuerdo al vocabulario vigente desde
entonces se prodrían marcar los siguientes niveles verificables en la realidad
o en la literatura contemporáneas: la tomadura de pelo cuando son señores que
se «nsañan con alguien de nivel inferior [notemos que la exclusión de arriba

142
niveles sociales que van desde la clase media acomodada a lo
aristocrático y lujoso hasta llegar a lo guarango (82) se agudizaba con
el "abandono de las ceremonias entre gentleman'* y adquiría formas
extremas en "la patota de liijos del 80', señoritos descargando sus
tensiones que se exacerbaban de violencia al apuntar sobre un hombre
nuevo** (80).
Si la simulación representaba una categoría patológica e incluso
criminal de personas que hacían una representación dramática, el
titeo fue una forma de simulación de grupo no sólo aceptada
culturalmente sino usada muy característicamente por una gran parte
de la cultura del período. Viñas explicó que el teatro de Laferrére
representaba el pasaje y la utilización de las formas y modulaciones
del titeo de la vida cotidiana al drama, al escenario. Y ese pasaje se dio
en el mismo momento histórico en el que se dio el principio de un teatro
argentino,
E l teatro de Laferrére, explicó Viñas, llevó al escenario ese uso de
pequeñas representaciones dramáticas que hacía un grupo frente a un
"candidato" o espectador que no sospechábala superchería. Así el titeo
en "lo específicamente teatral se dará acentuando el segundo compo-
nente de la correlación y tendremos entonces el teatro de titeo inscripto
en la crisis de la ciudad liberal penetrada de elementos nuevos en
incómodo avance" (70). Algunos de esos "elementos nuevos", como
Ingenieros, al ser incorporado por los grupos de poder por su presunta
capacidad para integrar distintos sectores intelectuales u'obreros de
ideología radical especialmente temidos y temibles entre 1900 y 1914

hacia abajo era siempre un primer signifícado del titeo]; la tijeretada cuando
son mujeres las que prevalecen; la cargada, entre jóvenes, con más descaro y
menos contemplaciones; la becerrada, de hombres sobre una mujer; la choteada,
en el ejército o en colegios pupilos. Y así siguiendo el orden de creciente
violencia y distanciamiento hasta llegar a los pogroms de la Plaza Lavalle"
(79). A "la choteada, en el ejército o en colegios pupilos" volveré más adelante.
^^Creo que sería útil un estudio del teatro argentino finisecular que,
además de incluir junto con obras y formas dramáticas tradicionales como la
de Laferrére, obras y formas consideradas "menores" como el saínete, el circo
y el café-concert insertas o vistas en el contexto de una modalidad teatral y
cultural porteña especíñca, que incluya desde los personajes y las celebraciones
de! carnaval de las últimas décadas del siglo diecinueve hasta la simulación
como forma dramática cotidiana individual y el titeo como forma dramática de
distintos grupos de principios del siglo veinte.

143
despertaron inquietudes entre los círculos tradicionales que no siempre
los aceptaron.
Viñas describió similitudes y diferencias claves entre el titeo de dos
posiciones sociales, representadas por Laferrére e Ingenieros. E l
primero "es un hombre alegre, jovial, comunicativo. Pertenece a una
generación de jóvenes porteños practicantes todos del humorismo
activo, del fumismo inconfundible y, por lo regular, inofensivo. E s uno
de sus alentadores y difusores. E l otro es el querido e inolvidable
Ingenieros** (72). L a similitud de la "continuidad titeadora Laferrére-
Ingenieros [escribió Viñasl reenvía a l a famosa Syringa" (72) que fue
el cenáculo literario de Rubén Darío en Buenos Aires. E l mismo
Ingenieros explicó que "[Rubén] Darío dio en llamar *La Syringa' al
cenáculo juvenil que frecuentaba *E1 Mercurio*", (Personalidad Inte-
lectual, 134), la revista literaria que dirigía el secretario de Ramos
Mejía.
L a mayoría de las crónicas describieron ese grupo como una
versión literaria e intelectual del grupo titeador, "indiada" o "patota"
que describió Viñas. Héctor Agosti señaló por ejemplo que la Syringa
era "esa asociación que urdió bromas resonantes en la Buenos Aires
finisecular" y la describió como una "institución de Estética y de
Crítica, [que] fue fundada por Ingenieros y Darío con las fórmulas del
'satanismo* a la moda. L a Syringa sometía a sus miembros a numerosas
pruebas de iniciación que eran motivo de tremendas bromas a costa de
algunos aspirantes a genio, que se suponían ungidos con las dotes de
los *syringos*" (Ingenieros Ciudadano, 13, n. 1). Ese titeo servía para
reafirmarla categoría de "genios" o miembros de un grupo intelectual
estético-crítico que excluía a los "aspirantes a genio" Pero a pesar de
la "continuidad titeadora" que describió Viñas, el titeo de este grupo
no era igual al que se hacía desde la posición que representaba
Laferrére.
L a "continuidad titeadora Laferrére-Ingenieros" representaba dos
dinámicas de clase y Viñas distinguió entre las motivaciones del titeo
de una u otra posición al

"destacar los contenidos de humor de Laferrére —como gentleman que se


ensañalba] configuronesy *loquitos' en un ademán de arriba hacia abajo— y
de Ingenieros, cuyas descargas no esta[ban] condicionadas por el desalojo
paulatino de su clase [como las de Laferrére] sino por los bloqueos que
padecfía] en ciertos reductos de la oligarquía. De cualquier manera en uno u
otro sus burlas estaíban] impregnadas de una indudable violencia" (73).

144
E s a violencia en Ingenieros parecía exagerada por la necesidad que
describió Payró en el joven médico argentino nacido en Sicilia, esa
lucha constante por ser "tan porteño como el que más, adoptando y
exagerando algunas de nuestras modalidades".
E l dramaturgo y el criminólogo se ensañaron con distintos excluidos.
Si los gestos de Laferrére expresaban las ansiedades de la clase
tradicional que se sentía desplazada por las nuevas clases en ascenso,
los de Ingenieros demostraban una variante de las estrategias de
inmigrantes que adoptaba la posición de liderazgo, de "titeador-jefe"
(74) y reproducían "simulaban" y exacerbaban la respuesta titeadora
de la clase tradicional frente a los inmigrantes.
E n las crónicas de sus contemporáneos Ingenieros apareció repeti-
damente en la posición de titeador jefe en la Syringa, en un grupo de
intelectuales y científicos de distintas clases sociales (como Ingenieros
y Darío) pero también rechazado, generando una significativa descon-
fianza entre grupos de intelectuales de familias consideradas más
tradicionales, como Laferrére, Roberto Payró, Eduardo Schiaffino y
Augusto Bunge.
L a reacción de la clase tradicional al intento de asimilación de
Ingenieros fue documentada, por ejemplo, por Payró y Schiaffino.
Schiaffino describió los cambios ideológicos de Ingenieros (al tratar de
incorporarse a una clase hegemónica tradicional, entre 1898 y 1906)
como cambios genéricos. Aparentemente Ingenieros tenía una voz
aguda, Payró recordó que "su voz atiplada, bastante agria, desapacible,
acentuaba los sarcasmos y las ironías que eran su modo predilecto de
expresión" (Recuerdos, 470). Y Schiaffino describió el cambio del
Ingenieros considerado socialista o anarquista al Ingenieros secretario
de Roca representándolo como el cambio de voz del adolescente, que
después de una pubertad radical de género dudoso y modulaciones
agudas, alcanzó una presunta hombría de tonos graves y seguros.
Schiaffino, al señalar él también la misma característica de la voz de
Ingenieros que describió Payró, escribió:

Ingenieros lo conservó durante los primeros años de su actuación pública,


y mucho le servía aquel timbre agudo que horadaba como una lezna las
objeciones del adversario. Practicaba entonces un socialismo de vanguardia
que confinaba verbalmente con el anarquismo. Años después, en 1906, volví a
hallarle en París acompañando al general Roca, gran conocedor de hombres.
La voz de Ingenieros se había normalizado, y su razón, consciente de la fuerza
incontrolable de la idea, alcanzaba la ponderación y el equilibrio (José
Ingenieros, 492. Énfasis mío).

145
Aquí más que el dato histórico sobre la voz de Ingenieros, es
significativo cómo era oída y/o representada esa voz por sus contempo-
ráneos, casi literalmente con ese entretejido de clase social,
nacionalidad y género equívocos del "candidato" que describió Viñas:
el "titeado es un mozo con entonación española, por ejemplo, un grum
con cierta manera más o menos equívoca de caminar, o el portero del
club: la entonación entonces cambia ... más despiadada, con menos
matices y con un peculiar movimiento de arriba a abajo" (73-74). A los
significados de clase social, nacionalidad y género, la representación
de los cambios de voz de Ingenieros que hizo Schiaffino le agregó un
"crecimiento" o "progreso" positivista y patriarcal de una izquierda de
género dudoso a una derecha "masculina", "normal" en el espectro
político del período,
Payró señaló con algo de ironía el denuedo de Ingenieros por
presentarse como avanzada de la moda y el gusto en el vestido: "se
esforzaba no con mucho éxito, por vestir de una manera original y
elegante" (Recuerdos, 471). Pero, como su voz, su vestido sumaba otra
disonacia que provocaba la actitud de rechazo de los grupos
tradicionales. Al leer las crónicas de la época llama la atención la
sobreactuación permanente que describieron en el teórico de la
simulación. Payró escribió: "sí, debió de sufrir mucho creyéndose por
una parte obligado a estar siempre en escena" (479). La representación
que trataba de desviar la atención de su origen evidentemente no lo
conseguía, con lo que probablemente aumentaba la dramaticidad de
Ingenieros y del rechazo que producía en esos "reductos de la oligarquía"
a los que se refirió Viñas.
Augusto Bunge recordó un Ingenieros visto a través de los estereo-
tipos de la infancia del hijo del inmigrante, y propuso que sus burlas
"eran desahogos de un pillete de la calle excepcionalmente ocurrente
y excepcionalmente 'sinvergüenza*. Le conozco pocas, porque cuando
nos encontrábamos, era casi siempre por alguna razón de trabajo, y no
me gustaba su modo de divertirse ni la compañía que elegía para ello"
(Ingenieros Niño, 489). Las bromas y la compañía aludían a la Syringa
y el titeo que representaban un grupo y una dinámica de grupo
distintos a los que Bunge juzgaba aceptables. Con imágenes
estereotípicas del hijo del inmigrante criado en la calle, como los niños
vendedores de diarios que Ingenieros estudió, Bunge se distanció de
Ingenieros al señalar que su relación con el criminólogo "era casi
siempre por alguna razón de trabajo", que él no compartía con el
titeador de la Syringa ni diversiones ni ocios.

146
Al parecer, especialmente durante la primera década del siglo
veinte, Ingenieros desviaba la atención de su origen inmigrante y
siciliano y copiaba, exagerándolos, tics y reacciones defensivas de la
clase a la que quería y no conseguía acceder. Entonces se hacía
especialmente "despiadado con muchos, especialmente entre los
simuladores y entre los usurpadores de reputaciones y puestos inme-
recidos" (Recuerdos, 474). Este era el teórico de la simulación, espe-
cialmente despiadado con los simuladores, pero que al agradecerle al
mismo Payró el elogio que éste había hecho de La simulación, le había
respondido entre fintas y veras "en vista del buen éxito continuaré
simulando" (472).
Gregorio Hermann recordó que Ingenieros "tomaba los arquetipos
que parecían fundidos en bronce, y los bajaba a risas, o los deshacía con
su prosa mordiente como un ácido! A veces hasta hacía sangrar ... E n
eso solía emplear su humor juguetón y jovial, a veces hasta la crueldad"
(Lo Que Debe, 672). Ingenieros mismo dijo haber aprendido de sus
maestros el "sentimiento" que motivaba esa forma de descargar
tensiones de clase en una sociedad que estaba pasando por un momento
socio-histórico especialmente fluido. Ingenieros escribió: "meditando
sobre este sentimiento de repulsión hacia los ignorantes ensorber-
becidos por el dinero o la política, he podido advertir que si a Ramos
Mejía se lo contagió López, a mí me lo contagió Ramos Mejía"
(Personalidad Intelectual, 146). Ingenieros imaginó y representó esa
"repulsión" como el rechazo, la exclusión de una clase que se definía
por su intelectualidad y no por su origen social porque era esa la clase
que sí lo incluía. Para sentirse incluido Ingenieros tuvo que idealizar
a los intelectuales más patricios y exclusionistas de la generación
anterior a la suya, y escribió: "Ramos [Mejía], como Lucio López y
Miguel Gané, sus coetáneos, no concebían otro privilegio legítimo que
el de la ilustración y el talento, tal como lo había plasmado Renán en
sus ensueños de aristocracia intelectual" (145). Pero como explicó J .
Ludmer, las de López y Gané fueron posiciones claves de la coalición
(de la oligarquía diría Viñas) liberal que en La gran aldea y Juvenilia
hicieron coincidir las fábulas de "una historia nacional, hasta la
frontera del Estado, [que] coincide totalmente con la historia personal"
(Juvenilia, 12). E n esa clase en proceso de cambio, la noción de una
aristocracia intelectual era útil para integrar —pero con todas las
reservas y dinámicas que hemos visto— a personas como Ingenieros,
de origen inmigrante y listos a trabajar en la burocracia estatal de la
oligarquía liberal en crisis.

147
S e p a r a c i ó n articulada de vivos y muertos

L o s médicos en la policía y el tratamiento de los vivos


Pero no fue Ramos Mejía sino Veyga, su discípulo dilecto, el
primero en ofrecerle un puesto de funcionario de la burocracia estatal
a Ingenieros. Y ese puesto ya no fue en las agencias oficiales de la
higiene encargada de observar y controlar los movimientos nomádicos
de las poblaciones locales o inmigrantes sino en una agencia central de
la criminología estatal, en la Policía Federal encargada de la vigilancia
de las clases bajas, los obreros y las distintas poblaciones consideradas
sospechosas, que se imaginaban sumergidas, transitando y traficando
clandestina o invisiblemente por el puerto y la ciudad de Buenos Aires.
Ricardo Salvatore explicó que la criminología estatal presentó los
problemas sociales y tensiones del proceso de inmigración y moderni-
zación, el desempleo cíclico, la pobreza, el nomadismo o la "vagancia",
la organización de sindicatos y manifestaciones del movimiento obrero
y la radicalización de la política en general "como resultado de anomalías
individuales que conformaban un problema de 'criminalidad' genera-
lizado y reducible al análisis sistemático, experimentación y terapia
(Criminology Prisión, 7). L a creación y organización de los espacios
específicos de ese dispositivo de análisis, experimentación y "terapia",
se realizó con énfasis a partir de 1900, cuando Ingenieros empezó a
trabajar con Veyga en la modernización de la Policía de la capital.
Veyga, refiriéndose a sí mismo, escribió "sin haber recibido aún
[Ingenieros] su diploma doctoral, el doctor Francisco de Veyga lo
designó su jefe de clínica en el Servicio de Observación de Alienados
que acababa de fundar [en abril de 1900] en la Policía de la Capital
como anexo a su cátedra de Medicina Legal" (Noticia Biográfica, 423).
Veyga fundó ese "Servicio de Observación" al ser nombrado profesor
titular de esa cátedra en la que había ejercido como suplente desde
1895. Osvaldo Loudet, el historiador de la psiquiatría argentina, al
recordar las primeras clases de medicina legal de Veyga, cuando éste
todavía no trabajaba en colaboración con la policía, escribió: "las
disertaciones teóricas brillantes e ilustrativas no podían enseñar, no
podían mostrar toda la patología social en sus múltiples aspectos,
sobre todo el psiquiátrico y el criminal. E r a necesario buscar un
laboratorio vivo" (Historia Psiquiatría, 129). Este "laboratorio vivo"
era un "servicio de observación" en el que, como los higienistas
observando y manipulando "culturas" de gérmenes bajo la lente del
microscopio, los criminólogos empezaron a observar y tratar de
manipular "culturas" definidas como sospechosas o delincuentes.

148
Pedro Barbieri, otro médico criminólogo de ese período, recordó
cómo Veyga (a partir de su cátedra de Medicina Legal) consiguió que
le fuera asignado ese laboratorio vivo en 1900:

apenas investido del cargo de profesor titular, concurrió [el criminólogo] al


Jefe de Policía, Dr. Beazley, solicitando la cesión del Depósito de Contraventores
llamado *24 de noviembre'... concedido el depósito en cuestión, bajo la forma
del nombramiento del Dr. de Veyga como encargado del servicio médico de la
casa, el curso de criminología del presente año podía trasladarse allí (Clínica
Criminológica, 296).

Este paso representó un hito importante en el desarrollo de la


disciplina criminológica estatal en Argentina,
Barbieri señaló que el trabajo de los médicos en el espacio de la
policía significó "no sólo la consagración definitiva de la Escuela
Positiva en nuestra Facultad, sino su aceptación por la autoridad
policial ... recibiendo de todos los funcionarios demostraciones de
simpática adhesión a la par que la promesa de eficaz colaboración"
(206). Las historias de la medicina y la psiquiatría argentinas han
idealizado este desarrollo describiéndolo, igual que los médicos que lo
propusieron y realizaron, como de gran significación en la historia de
las investigaciones científicas del período. Barbieri describió el
"progreso" que significó la posibilidad de captura y observación del

...vagabundo de todas las edades y todas las condiciones, desde sus


primeros pasos en esa senda en que se inician de niños, hasta cuando los recoge
la Cárcel, el Asilo o el Hospital, según el rumbo que hayan tomado. Al
'compadrito* podrá vérselo, díscolo, reacio y pendenciero hasta en el interior de
las rejas. Al ladrón se lo podrá tratar sin ambages y conocer su poco estudiada
biología. Al alcoholista se lo tendrá en abundancia y bajo todas las formas. Los
locos, que allí pululan, darán lugar a hacer aplicación práctica de psico-
patología forense (296).

Estos fueron los personajes marginales, más que pequeños delin-


cuentes los anormales utilizados para marcar lo que serían las normas
de la nueva respetabilidad burguesa argentina.
Loudet describió exaltado el mismo tipo de infractores, en ese
mismo espacio en el que esta primera colaboración entre los médicos
criminólogos y la policía marcó un momento importante de la historia
de las ciencias sociales argentinas. Ciencias que crecieron a partir de
la constitución de los nuevos dispositivos estatales de vigilancia,
control y producción de un saber:

149
...en el "Depósito de contraventores" sito en la calle 24 de noviembre, y al
que eran enviados todos los vagos, los atorrantes, los invertidos y lunfardos
recogidos por la Policía de la Capital. ¡Qué muestrario maravilloso de
degenerados hereditarios, y desadaptados sociales! ¡Qué espectro multicolor
con todos los matices de la locura y el delito! ¡Qué tesoro psicológico de todas
las anomalías y todas las perversiones! (Historia Psiquitría, 129).

L a "consagración definitiva de la Escuela Positiva" y "su acepta-


ción por la autoridad policial" transformó la Policía Federal en una
agencia estatal que utilizaba procedimientos ilegales para recolectar
y procesar información sobre "alienados", sobre las clases bajas y
sobre las organizaciones y movimientos obreros.
Los médicos criminólogos, con sus historias clínicas y pruebas
periciales, sus textos producidos y promovidos como documentos legales
con valor de sentencia, sirvieron para darle un prestigio y una cubierta
científicos a la Policía Federal con su sistema de Jefes y Comisarios
que, munidos de los Edictos y Códigos de Policía tenían (y tienen)
capacidad legal para prescribir penas y castigos de privación de
libertad a contraventores o sospechosos de cometer o haber cometido
contravenciones, sin intervención de jueces o agentes del sistema legal
de justicia. Que esa práctica haya sido reglamentada y así naturaliza-
da, aceptada en la cultura argentina desde fines del siglo diecinueve
hasta hoy, no quiere decir que no sea una aberración legal, resabio de
un sistema no democrático de control de clases que dio poderes legales
a autoridades policiales que no estaban ni están preparadas para
ejercerlas de forma profesional.
E n ese sistema los criminólogos tenían rango de oficiales de policía.
E l Reglamento que organizaba el "Régimen interno" de la Policía
Federal especificaba que después del Jefe de Policía "la escala jerárquica
ordinaria es la siguiente: 1° Comisario de Órdenes. 2° Comisarios
Inspectores y de Investigaciones. 3° Comisarios" hasta un último nivel
"10° [del Cadetes o distinguidos y agentes". E n esta jerarquía el Jefe
del Cuerpo Médico, es decir Veyga y sus sucesores (como Ingenieros),
tenían rango de Comisarios Inspectores y los médicos (como Juan
Córdoba) tenían rango de Comisarios (Ordenanzas CJenerales, 8). Su
posición en la jerarquía policial les servía a los médicos "peritos" y/o
"comisarios" para recluir, sin intervención de los jueces, a personas
declaradas "sospechosas", "alienados" o "contraventores".
Las Ordenanzas Generales de la Policía de Buenos Aires estipula-
ban que "la Jefatura de Policía entiende y resuelve en las causas de
detenidos por infracciones [también llamadas contravenciones] de
acuerdo con el inciso 5°, artículo 1*' del Reglamento de Policía" (187, n.

150
2. Énfasis agregado). Ese Reglamento en principio "limitaba el
máximun de la condena a ocho días de arresto o quinientos pesos
moneda corriente las multas que podían imponerse, pero vigente el
Gódigo de Instrucción Criminal desde el 1° de enero de 1889, aumentó
las facultades de la policía, autorizándola por el artículo 27 para
juzgar las faltas o contravenciones, cuando la pena no exceda de un
mes de arresto" (187, n. 2). Pero en la última década del siglo diecinueve
la policía consiguió ir ampliando las penas:

"la Jefatura entonces, teniendo en cuenta que los edictos que regían eran
incompletos, pues no determinaba con precisión los diferentes caracteres que
podían presentar las contravenciones, ni éstas estaban bien definidas, y por
otra parte la levedad de las penas eran insuficientes [sic] para su objeto y no
se reprimía la reincidencia en la mayoría de los casos, reformó los antiguos
edictos ordenando la vigencia de los presentes" (187, n. 2).

Los funcionarios de policía sabían (y saben) que el recurso de


hábeas corpus era (y es) una barrera legal poderosa contra la que
debían (y deben) luchar en sus intentos de usurpación de los derechos
individuales de las personas.
Entonces las Ordenanzas publicadas en 1908, a renglón seguido
especificaban que los contraventores o sus abogados no podían presentar
recursos de hábeas corpus ya que la jurisprudencia había dejado
sentado que "con motivo del recurso de hábeas corpus interpuesto por
unos detenidos que habían sido condenados a la pena de ocho días de
arresto por una contravención, recayó la siguiente sentencia de Juez
Federal: Que la policía está sufucientemente autorizada por el inciso
5**, artículo 1" de su Reglamento, a entender y resolver en los casos de
detenidos por infracciones, pudiendo imponer hasta ocho días de
arresto; —Que éste tiene fuerza de ley" (187, n. 2). Esos arrestos se
prolongaban, especialmente después de 1889, cuando se codificó que
la reincidencia podía aumentar las penas hasta treinta días de arresto
(190) y que "las penas provenientes de diferentes contravenciones
producidas por la misma persona son acumulables" (212). Veamos más
de cerca quiénes eran y cómo llegaban al "Depósito" los "contraventores".
Veyga, con la misma afición de los higienistas por los censos que
buscaban capturar y representar un presunto estado de salud de las
poblaciones, en 1903 publicó una "Estadística de la 'Sala de Observación
de Alienados'" en la que propuso que las cifras de su texto "[tenían] el
privilegio de dar una idea aproximada, pero verdadera, de la proporción
en que se producen las diversas formas de alinenación mental en
Buenos Aires. Ello es debido a que la Sala de Observación es un

151
servicio de tránsito". Aquí nuevamente se ponía en práctica el mismo
tipo de observación que vimos en los dispositivos de vigilancia de la
higiene que, en vez de cortar los flujos de los distintos movimientos
imponiendo cuarentenas era una mirada que se movía sobre y con los
tráficos.
Al hacer un caveat que servía para dar visos de veracidad científica
a su discurso, Veyga notó: "hay un margen de error, sin embargo. Estas
estadísticas se refieren solamente a los alienados cuya internación se
hace por medio de la policía" (Estadística Sala, 42), Lo que Veyga no
aclaró fue que eso significaba que entre sus "alienados" nó había
miembros del grupo económico y social que a través de estos dispositivos
de vigilancia desarrollaba su proyecto de control. E s a clase estaba
protegida por una disposición policial que especificaba que "cuando los
Comisarios hayan de remitir a disposición de la Jefatura, acusados de
contravenciones policiales, personas de alguna consideración social,
los enviarán al Departamento Central de Policía en vez de hacerlo al
Depósito de Contraventores" (Ordenanzas Generales, 214). E n esos
casos los Comisarios y Jefes de Policía, de acuerdo con lo estipulado
por los Códigos y Edictos, podían reemplazar las penas de arrestos por
multas.^'
Las definiciones de contravenciones de los Códigos y Edictos
policiales eran leídas y construidas arbitrariamente (según afirmacio-
nes que veremos de los mismos criminólogos) y servían para instilar,
regular y reforzar por medio de la policía normas de respetabilidad y
comportamiento burgués entre las clases medias en formación, al
mismo tiempo que servían para ejercer un control creciente de las
clases bajas y sobre todo del movimiento obrero. Las definiciones de
contravenciones más utilizadas por lo lato de su significado eran
"Portación y uso de armas" (187); "Ebriedad" (190) y "Desórdenes y
escándalo" (191). Otras contravenciones usadas para regular los
movimientos y expresiones más comunes de la cultura popular eran
las que controlaban los "Bailes públicos" (196), el "Tránsito por las
veredas" (198) y la actividad de los "Músicos" (206). Los Códigos y
Edictos que definían contravenciones policiales rigieron en Buenos
Aires desde 1870 aproximadamente (187, n. 2). Pero en los últimos

^^er "la disposición de fecha 23 de Octubre de 1898, que establece


excepción para personas de 'buena condición social*" (Ordenanzas Generales
216). Todas las contravenciones podían ser penadas, a discreción de las
autoridades policiales, con arrestos o multas. Ver Ordenanzas, p. 189, 190,
195, y ''Disposiciones comunes", pp. 213-216.

152
años del siglo diecinueve y los primeros del siglo veinte se hicieron
evidentes un aumento considerable y una mayor especificación de
regulaciones utilizadas para vigilar y controlar los espacios del ocio,
las reuniones y formas de entretenimiento de las clases bajas y del
movimiento obrero.
E n 1896 se empezó a regular por primera vez "la música que
mantienen los cabarets y despachos de bebidas en general, servidos
por mujeres hasta altas horas de la noche con perjuicio del vecindario
y del reposo público" (192, n. 1) y se especificó que "es prohibido
recorrer las calles o estacionarse a tocar en las esquinas a las bandas
y órganos sin un permiso extraordinario" (192, n.l). No obstante las
diferencias entre distintos historiadores de la cultura popular de
Buenos Aires, todos están de acuerdo en que éste (1890-1910) fue el
período original de la historia del tango, conocido entonces como "la
música prohibida". E l organito callejero diseminaba ese tango en los
espacios de una ciudad que no conseguía levantar barreras entre
espacios públicos y privados. Rubén Pesce explicó que el organillo "fue
un instrumento mecánico que supo pasear el tango por las calles y de
ese modo introducía la música, por balcones y ventanas, a las casas
donde no lo querían oír" (Guardia Vieja, 315). E n la periferia de la urbe
finisecular alrededor del organito se reunían mujeres y hombres
creadores de una nueva cultura que atentaba contra las prescripciones
de la respetabilidad burguesa que reforzaba la reserva y circunspección
de las celebraciones en los espacios privados.
Los Edictos especificaban con insistencia que "debe ordenarse que
no se permita el estacionamiento de grupos en las calles pues aparte
de obstaculizar el tránsito, se presta para cometer actos ofensivos a la
moral... esta recomendación se hace extensiva a todas las secciones y
debe observarse en las no centrales a fin de evitar las reuniones y
bailes que suelen organizarse en la vía pública ... (O del D. 23 de
Diciembre de 1906)" (Ordenanzas Generales, 198, n. 1). Este tipo de
regulación de reuniones públicas y manifestaciones de la cultura
popular, en 1898 había empezado a regular las manifestaciones públicas
del movimiento obrero, al mandar que "debe prohibirse que recorran
las calles del municipio a pie o en carruajes, grupos de personas
tocando músicas, cantando o dando gritos y alterando la tranquilidad
del vecindario" (192).
E n 1899 se empezó a observar e identificar a contraventores
sospechosos de delitos no comprobables, "detenido[s] por contraven-
ciones y que sea[n] sujeto[sl de honestidad dudosa y se sepa que no
tiene[n] domicilio ni trabajo, que inspirein] sospechas o haya[n]

153
cometido causa mayor y no sea posible comprobarla, se le[s] hará una
llamada en la remisión poniendo la palabra ¡ojo! (C. R. T. de Febrero
de 1899)", (214). L a definición en 1899 de personas que "se sepa que no
tiene [n] domicilio ni trabajo", transformaba en sospechosos a todos los
trabajadores, obreros y jornaleros de la fuerza de trabajo nómade
característica del periodo. E l "¡ojo!" representaba la observación e
identificación visual que como veremos era una de las principales
técnicas de vigilancia resistida y burlada por las poblaciones
entremezcladas, sumergidas, disfrazadas o travestidas, "la Hidra" tan
temida por Ramos Mejía.
A lo largo de la primera década del siglo veinte, al mismo tiempo
que empezaron a colaborar los médicos criminólogos con la Policía
Federal, ésta se empezó a transformar en una agencia de Investigacio-
nes. Al asumir la Jefatura de la Policía en 1906, Ramón Falcón
continuó la modernización iniciada por los médicos criminólogos en
1900, y en su Memoria señaló que su lucha contra los "numerosos
elementos de perturbación social", "profesionales de la huelga", y
"disgregaciones de los bajos fondos o escorias sociales que afluyen de
la vieja Europa" (Memoria, 5) —es decir el movimiento obrero y las
clases bajas, el "anarquismo y [los] anarquistas"— fue facilitada por
la contribución de dos dependencias fundamentales de la policía: "la
rama de Seguridad propiamente hablando, llamada a velar por el
orden público en la m á s lata acepción de la palabra y la de
Investigaciones que en el mecanismo institucional de la Repartición,
constituye su rama específica'' (5. Énfasis mío).^^ E s decir que la
función de investigación definía esta policía.
L a nueva División de Seguridad, que según Falcón intervenía "en
delitos y toda clase de atentados que afecten la integridad de [todas]
las personas", en la práctica fue la fuerza de caballería creada y
utilizada para reprimir violentamente las demostraciones del
movimiento laboral. Falcón describió esa División de Seguridad
enfatizando que "presta a la Policía valioso concurso este cuerpo

^^Falcón señaló que cuando asumió él la Jefatura de la Policía de la Capital,


"se imponía, pues, su reforma. Me decidí a abordarla y después de meditado
estudio sometí a la consideración de V. E. el proyecto de modificaciones al
régimen interno de la Repartición, creando al efecto, siete grandes divisiones
cuya denominación y funcionamiento se determina más adelante, reformas
que merecieron la aprobación del Superior Gobierno y con arreglo a las cuales,
hoy se verifica regularmente el desenvolvimiento institucional", Ver Memoria
de la Policía, "Reorganización interna", p. 25.

154
montado de agentes, que tiene a su cargo el servicio externo de
vigilancia de los teatros, corsos, reuniones, meetings, fiestas y
ceremonias oficiales, manifestaciones y bailes públicos y en general,
en todo paraje donde la aglomeración de multitudes haga difícil, sino
imposible, el desempeño de las funciones de los agentes de infantería
(Memoria, 29). E n las puertas de teatros, corsos y ceremonias esta
policía disimulaba su función más importante: "cargaban en las calles
de Buenos Aires sobre demostraciones" (Inmigración Ejército, 86). E l
mismo Falcón, al insistir en afirmar que "hoy ya, felizmente, el público
se apercibe que la existencia de este cuerpo no es con el objeto de
amedrentarlo" (Memoria, 29), reflejó la percepción popular de esa
fuerza de represión popular. Recordemos que las obreras y obreros
fundadores del primer movimiento laboral argentino llamaban "los
cosacos" a esa misma policía montada que hemos visto desfilar orgullosa
durante las paradas militares en celebración de las fiestas patrias
(esos carnavales de corsos (re)organizados por el Estado).
E l crecimiento entre 1902 y 1908 de la División de Investigaciones,
considerada la "rama [policial más] específica", se hizo evidente en el
aumento sorprendente de prontuarios. E n 1902 en los Archivos del
Servicio de Investigaciones de la Policía de la capital había 3.450
prontuarios, que aumentaron de 5.798 en 1903 a 24.388 en 1904. Cinco
años más tarde el mismo Archivo tenía 292.559 prontuarios (Memoria,
521). E l objeto de esa investigación masiva no eran los delincuentes
sino los obreros y eso era evidente en la descripción de funciones y
prioridades de las distintas Secciones de la División de Investigaciones.
A la "Sección l a . [concernía] a) Seguridad pública —Le corresponde a
esta dependencia, todo lo referente a la policía política, b) Orden social
—Lo concerniente a las cuestiones obreras y sectarismos. [Sólo la]
Sección 2a. [se ocupaba de] a) Seguridad personal —[e] Interviene en
delitos y toda clase de atentados que afecten la integridad de las
personas" (299).
E n 1907 la primera Sección de la División de Investigaciones,
especializada en la vigilancia e investigación de las clases y
movimientos populares, además fue transformada en una agencia
especializada en una sociología del movimiento obrero. Falcón en 1908
escribió: "la división de Investigaciones se divide en cuatro secciones,
de las cuales la primera, comprende los gabinetes de Seguridad
Pública y Orden Social, correspondiendo al primero, la vigilancia de
aquel elemento que se caracteriza por sus tendencias políticas y al
segundo, la de individuos de ideas anarquistas o socialistas, como
asimismo de todo lo relativo a movimientos económicos, confeccionando

155
al efecto las estadísticas comparativas" (30). "Lo relativo a movimientos
económicos" era una referencia, que no era difícil de deducir, a la
organización de huelgas generales que, como la de 1902, paralizaban
la economía. Las estadísticas comparaban en distintos años y distintos
meses, los números de huelgas y manifestaciones, "terminadas" o
"pendientes**, "pacíficas", "semi-pacíficas" o "violentas"; el número de
gremios adheridos y las asociaciones a las que éstos pertenecían; el
número de hombres, mujeres y niños que participaban en distintos
movimientos y demostraciones clasificadas como "reuniones",
"representaciones", "manifestaciones", "conferencias" u "oradores", de
la "F.O.R.A.", la "U.G.T." o de grupos "socialistas", "anarquistas", del
"partido liberal" o "independientes".*^
Al radicalizarse el movimiento obrero, Falcón reorganizó la primera
Sección de la División de Investigaciones: "teniendo en consideración
el importante rol de esta sección y que se desempeñaría mejor
dependiendo directamente de esta Jefatura, he dispuesto últimamente
que se segregue de la División de Investigaciones" (30). Así entre 1900
y 1908 el auge de la criminología que investigaba y observaba un
presunto problema de "criminalidad" sirvió para controlar los conflictos
sociales bajo la cubierta de una disciplina científica preocupada por el
desarrollo de una política científica de "defensa social".

Resistencias de los vivos


Tanto en los textos publicados por los criminólogos entre 1900 y
1914, como en la Memoria de la Policía publicada por Falcón en 1909,
era evidente la resistencia de la población de Buenos Aires,
especialmente la de las clase bajas sobre las que se concentró todo este
sistema de observación, control y castigo. Bajo el título "Contraven-
ciones", al urgir que se le diera más autoridad a la policía, Falcón
señaló que

... la acción represiva de la Policía en materia contravencional y en los


hechos que caen bajo su juridicción, no ha dado ni dará jamás los resultados
que son de desearse... [ya que] es indispensable la concurrencia de testigos que
depongan sobre ellas y es aquí que surge la dificultad —pues si los ha habido,
o simulan no haber presenciado el hecho o esquivan su comparencia a las
Comisarías, cooperando de tan mala manera que quedan impunes los contra-
ventores (11. Énfasis agregado).

^^Ver las estadísticas publicadas bajo los títulos "División Investigaciones


—Sección Orden Social— Movimiento de Oficina", "Movimiento Obrero" y
"Reuniones Sociológicas" (Ordenazas Generales, 509-511).

156
E s a era la simulación como estrategia de resistencia cotidiana que
solidarizaba al pueblo con los presuntos contraventores, como a las
clases bajas con el movimiento obrero.
E n una nota de 1907 al Ministro del Interior, en la que señalaba
algunos de los problemas creados por "la lucha prolongada e intensa
que desde hace algunos años viene sosteniendo el proletariado con el
capitalismo en nuestro país" (Memorias, 156), Falcón se lamentó de

...los caracteres singulares que revisten todos los atentados urdidos en el


mayor secreto, consumados rápidamente por manos avezadas y sobre todo, [se
quejó de] la evidente protección del ambiente que le facilita la fuga o la
ocultación, aunque el delito haya sido estruendoso y ejecutado en horas de la
plena actividad del día ... ni un solo testigo, nadie había visto nada (157).

L a evidencia de esta solidaridad de las clases populares que no


colaboraban con la represión policial y, simulando, resistían los intentos
policiales de usurpación de derechos individuales emergió repetida-
mente en los documentos.
Antonio Ballvé, que en 1907 era Director de la Penitenciaría
Nacional y ex funcionario de la Policía, en "Reglas generales del
procedimiento policial en los delitos públicos" también se qüejó de que
en los procedimientos "en el interior de los conventillos y casas de
inquilinato" la policía chocaba contra "la mala voluntad de las personas,
que habiendo presenciado el delito, procuran negar su testimonio,
esquiva[ba]n el interrogatorio y simulafbajn la m á s completa
ignorancia" (677. Énfasis agregado). Las clases populares no querían
colaborar con un sistema científico de vigilancia y de justicia que para
avanzar su proyecto de control dé clase recurría a procedimientos
ilegales.
E n la primera década del siglo veinte, por ejemplo, ni la práctica del
travestismo ni las prácticas sexuales entre hombres eran sancionadas
por los códigos civiles, criminales, códigos o edictos policiales. Pero la
policía alegaba contravenciones y con conocimiento (y probablemente
a pedido) de los médicos criminólogos arrestaba ilegalmente a homo-
sexuales que practicaban el travestismo. E n una historia clínica
publicada en 1903, al contar que habían recluido en la Sala de
Observación del Depósito a uno de esos homosexuales, Veyga escribió:
"a este sujeto lo hemos tenido en nuestro servicio por algunos días,
arrestado por 'prevención' en un baile de gente de su clase". Poco más
abajo el criminólogo explicó:

157
hemos dicho que por "prevención** fue arrestado en dicha noche. ExpHquemos
qué significa esa palabra tratándose de un sujeto de esa especie. Empecemos
por decir que "Aurora" tiene registrado su nombre en los archivos policiales:
es un delincuente reincidente. Por ese motivo la Policía ejerce sobre él esa
vigilancia activa que tiene sobre los cientos, o mejor dicho miles de tipos que
se encuentran en ese caso, vigilancia que convierten en arresto, fingiendo
cualquier contravención (escándalo, embriaguez, etc.), cuando sospecha la
intención de un delito (Inversión Adquirida, 195. Énfasis agregado).

Así los médicos y los policías utilizaban la noción de "peligrosidad"


y juzgaban no hechos pasados sino la posibilidad de que, según ellos,
una persona cometiera un delito y "cuando sospecha[ban] la intención
de delito" arrestaban a una persona y la sometían al régimen represivo
estatal de observación y disciplina.
"Fingiendo cualquier contravención**, la policía utilizaba los Códigos
y Edictos de policía, alegaba contravenciones repetidas de una persona
y así creaba "un delincuente reincidente", una persona que tenía una
historia policial y que por lo tanto requería una "vigilancia activa"
constante.
Este era un procedimiento común en la policía de Buenos Aires
desde la última década del siglo diecinueve. Antonio Dellepiane, un
abogado criminalista, ya en 1892 en El idioma del delito y diccionario
lunfardo había denunciado la misma práctica y la describió como "un
atropello a las garantías personales del ciudadano pero que la Policía
califica de necesario". Dellepiane explicó que después del arresto "una
vez en la comisaría, como no pueden justificar su detención y es
necesario darle entrada en los libros de Policía, [las autoridades
policiales] de alguna manera, califican su detención como verificada
"por 'escándalo, ebriedad y uso de armas* sin que exista nada de esto"
(118. Subrayado mío). L a precisión del orden de las contravenciones
por "escándalo, ebriedad y uso de armas etc." documentó cómo era ese
uso continuado desde 1892, en Dellepiane, hasta 1903, en Veyga, de
los Códigos y Edictos utilizados ilegalmente para arrestar a las
personas "sospechosas", crear "reincidentes", investigar el movimien-
to obrero y las clases bajas u "observar" con interés "científico" a
personas que podían ser declaradas alienadas y como tales podían ser
recluidas indefinidamente en penitenciarías o asilos.
L a práctica de la escritura producida a partir de la observación fiie
muy importante entre estos criminólogos literatos y escritores univer-
sitarios. E n sus textos, dictámenes y peritajes estos profesionales de
la literatura criminológica utilizaron distintas formas de representa-
ción, según los contextos y efectos buscados, declaraban u ocultaban

158
su conocimiento de los procedimientos ilegales de la policía. E n la
historia de Aurora Veyga no ocultó la ilegalidad del procedimiento
policial porque Aurora "es [según los policías] un criminal reincidente".
Pero la policía, con el conocimiento de los médicos y probablemente a
pedido de los criminólogos ansiosos por observar y ordenar ese, en
palabras de Loudet, "¡...muestrario maravilloso...! ¡...espectro
multicolor.,.! ¡...tesoro psicológico de todas las anomalías y todas las
perversiones!**, arrestaba a los homosexuales que practicaban el
travestismo, fueran "reincidentes** o no.
E n la primera historia sobre inversión sexual que publicó en 1902
—la historia de Manón, con la que Veyga empezó una larga serie de
estudios, artículos e historias clínicas sobre la "inversión sexual"—
Veyga describió el primer contacto entre el hombre de ciencias y el
homosexual, al principio del texto, como el acercamiento común de un
paciente que acudió al médico requiriendo sus servicios profesionales.
E n la primera frase de la historia Veyga escribió: "en diciembre de
1899 se observó el sujeto N. N., joven de 18 años, de correcta presencia,
aspecto afeminado, lampiño, insinuante. Desde algún tiempo esputaba
sangre, tenía tos y había adelgazado notablemente" (Inversión
Congénita, 44, Énfasis mío). E n la interioridad del lector la relación
entre Veyga y Manón así quedaba descrita como una relación entre
paciente y médico, marcada por la severidad de los síntomas clásicos
de la tuberculosis. Más adelante veremos el significado de esa repre-
sentación del invertido asociado a la cortesana de ópera estereotípica.
E n la frase siguiente el médico diagnosticó: "un vértice pulmonar
presentaba todos los síntomas de una caverna tuberculosa. Le prescri-
bimos reposo, aire y sobrealimentación. E l enfermo continuó visitán-
donos: nos refirió su género de vida, sus costumbres, sus predilecciones:
un invertido sexuaF (44). E n esta forma de representar ese primer
encuentro pareciera que por obra de la casualidad llegó un paciente de
tuberculosis al consultorio del médico, y que sólo después de haberle
diagnosticado la enfermedad infecciosa el médico se interesó por la
sexualidad de su paciente. Pero esta imagen casual no es la misma que
describió Ingenieros al reescribir la historia de Manón en 1910.
E n su "Patología de las funciones psicosexuales - Nueva clasifica-
ción genética", Ingenieros transcribió casi literalmente la historia de
Manón escrita por Veyga, y en la primera frase dijo: "en diciembre de
1899 ingresó al depósito de Contraventores de la Policía el sujeto N, N.
joven de 18 años de edad, de aspecto afeminado, correcta presencia,
lampiño, insinuante. Su historia clínica ofrece un ejemplo claro de
parestesia sexual; la hiperestesia del recto es el punto de estímulo de

159
la emoción sexual" (54), E n esta otra historia de Manón desapareció la
tuberculosis de la cortesana de Dumas y fue reemplazada por la
emoción sexual de Manón entregado al goce de sus sensibilidades
anales. Lo que además le permitió a Ingenieros revelar que el primer
encuentro entre Manón y los médicos fue cuando la policía lo detuvo,
seguramente alegando contravenciones inexistentes, para proveer a
los médicos de una persona más para ese "muestrario maravilloso" y
"espectro multicolor" que al ser ordenado en "todas las anomalías y
todas las perversiones" observadas, escritas, reescritas y manipuladas
en publicaciones, ediciones y reediciones en artículos de revistas
científicas, folletos y libros, transformaron al Servicio de Observación
en una máquina de producción y difusión de un saber.
L a referencia al arresto de Manón en la historia escrita por Veyga
hubiera dejado transparentar que los médicos y policías colaboraban
y utilizaban procedimientos violentos, detenciones ilegales y
aprisionamientos durante los que los criminólogos sometían a sus
prisioneros a interrogatorios de la misma forma que los policías
investigaban el movimiento obrero. E n los documentos se hizo evidente
que en la imaginación popular se empezaron a confundir la violencia
y los procedimientos ilegales de médicos y policías. E n L a Vanguardia,
el periódico socialista más respetado de la época, apareció evidencia de
la violencia ejercida contra obreras adolescentes por médicos o por
policías que utilizaban la presencia de los médicos en la institución
policial para intentar violar mujeres haciéndose pasar por profesionales
de la medicina.
E n un artículo titulado "La odisea de una obrera" un periodista
denunció la detención ilegal de una obrera de quince años, y escribió:
"como a consecuencia del llanto se le hincharan los ojos, el oficial
Cumedeyros la llamó y presentándole a otro empleado le dijo —Aquí
está el 'doctor' que la va a 'revisar* porque usted se encuentra enferma.
L a joven previniendo lo que se tramaba contra ella resistió
valerosamente y no quiso someterse a la revisación". E l episodio se
repitió poco más tarde cuando "apareció nuevamente el empleado que
se titulaba 'doctor* formulándole proposiciones no menos groseras y
torpes"(l).

Los médicos en la Facultad y el uso de los muertos


Este crecimiento de la criminología de Veyga e Ingenieros dentro
de la burocracia del estado continuó el desarrollo de vigilancia que
habían diseñado los higienistas. L a Sala de Observación de Alienados,
que el mismo Veyga describió como "un servicio de tránsito" fue el

160
espacio creado por la criminología y la medicina legal para realizar la
"observación" de las poblaciones nómades sin interrumpir sus
movimientos. Pero esa Sala era sólo uno de los centros de "ese
dispositivo de observación y clasificación" que, en palabras de Hugo
Vezzetti, "cambia el manicomio por el espacio urbano, y extiende su
interés por la conducta y las costumbres" (Locura Argentina, 171), la
vigilancia que sale del espacio cerrado y se extiende por toda la urbe.
E s a vigilancia transformó todo el espacio de la ciudad en un gran asilo
en el que la "Sala de Observación" representaba una de las torres de
vigilancia desde la que se realizaba la observación panóptica que
trataba de individualizar o identificar a cada uno de los habitantes,
obreros, enfermos, prisioneros, o escolares.^**
Vezzetti también señaló que este era un dispositivo de observación
y "clasificación* porque, como explicó Foucault, "entre las condiciones
fundamentales de una buena 'disciplina médica* en los dos sentidos de
la palabra, hay que tener en cuenta los procedimientos de la escritura"
(Vigilar Castigar, 195). L a observación, de acuerdo con los preceptos
del método experimental de Claude Bernard, se hacía "experiencia"
—hecho comprobable más alia de doctrinas o filtros lingüísticos— en
la escritura, lo que Bernard llamó la "mise en oeuvre".^* Esa experiencia/

^''El panóptico, esa estructura arquitectónica inventada por J, Bentham,


podía servir como cárcel, asilo u hospital, para realizar experiencias pedagógicas,
para modificar o para reeducar el comportamiento de las personas. Foucault
explicó su diseño y función: "en la periferia, una construcción en forma de
anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la
cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada
una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tiene dos
ventanas, una que da al interior, correspondiente a las ventanas de la torre,
y la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte
a otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada
celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero, un escolar. Por el efecto
de la contraluz, se pueden percibir desde la torre, recortándose perfectamente
sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las celdas, en los que cada actor
está solo, perfectamente individualizado y constantemente visible. El dispositivo
panóptico dispone unas unidades espaciales que permiten ver sin cesar y
reconocer al punto. (Vigilar Castigar, 203).
^^En SM Introduction á Vétude de la médicine expérimentale Bernard señaló
que el método experimental no era la observación sin una observación provocada,
"provoquée'*, era primero "el arte de obtener los hechos" (I'art d'obtenir les
faites) y después "el arte de ponerlos en obra" (I'art de les mettre en oeuvre),
de presentarlos o representarlos, de hacerlos visibles metódicay ordenadamente
(24). Aquí por supuesto emergía el problema clave de este método, o sea al
problema de representación que Bernard no se planteó.

161
saber fue la que se transformó en una sociología y una psicología
argentinas. Y los datos, la información necesaria para esa producción
de esa escritura/ saber fueron extraídos de los cuerpos de las personas
vivas, detenidas e interrogadas por los médicos en el Depósito de
Contraventores, el espacio al que O. Loudet, el historiador de la
psiquiatría argentina, llamó el "laboratorio vivo". Ese espacio, siempre
de acuerdo con los principios del método experimental de Bernard pero
con las diferencias del contexto cultural y socio-histórico argentino
específico, entre 1892 y 1902 tuvo sus antecedentes en otros espacios
en los que se había empezado a observar e investigar los cuerpos de los
muertos. E s a fue otra instancia m á s del desarrollo de una medicina
legal que en Argentina vinculó la higiene a la criminología y fue origen
de una sociología y una psicología argentinas.
L a práctica de la autopsia a fines del siglo diecinueve trató de
solucionar uno de los grandes problemas metodológicos del método
experimental aplicado a la medicina. L a clínica médica de fines del
siglo diecinueve se enfrentó con el problema de anticipar o representar
en los vivos resultados o diagnósticos que sólo se podían confirmar en
los muertos. ¿Cómo estudiar o presentar frente a una clase de anatomía
(del giiego anatemno, que significa disección) toda la compleja intimidad
viva del sistema nervioso en funcionamiento sin matar al paciente?
E s a imposibilidad de viviseccionar sin matar creó un problema de
representación, de observación de la superficie en la que se debían
estudiar o comprender, traducir y leer o hacer legibles los signos de
una interioridad invisible. Por esa razón los médicos prestaban tanta
atención, como Lombroso, a signos exteriores, como el tamaño del
cráneo y las formas de los huesos en los que se trataba de leer una
interioridad, un carácter o una personalidad. Con el tiempo a esas
observaciones se fueron sumando notaciones de expresiones y
movimientos fijados obsesivamente, por ejemplo, en toda esa
iconografía de la histeria que fotografió Charcot en la Salpétriére para
"revelar" a la mirada clínica, toda la interioridad sutil y oculta de
movimientos y relaciones del sistema muscular y nervioso imposible
de observar en funcionamiento en los vivos. Eso fue lo que Georges
Didi Hubermas en su estudio de la iconografía de la histeria llamó "la
autopsia anticipada en el síntoma" (Invention Hystérie, 25). Si bien es
cierto que la medicina argentina copió muy de cerca los avances de la
medicina europea, hay que destacar el contexto cultural, temporal y
socio histórico distinto de prácticas y discursos que tenían una historia
local.

162
Los higienistas, criminólogos y sociólogos, en Argentina, al mismo
tiempo que se enfrentaron al problema de la extracción de datos de los
cuerpos (datos que al ser "puestos en obra**, escritos, iban a conformar
un saber de la nuevas ciencias), modernizaron el Estado y el electorado
argentinos contabilizando, identificando, observando y separando los
cuerpos de vivos y muertos, por ejemplo, entre el Depósito de Contra-
ventores y el Depósito de Cadáveres. Los documentos sugieren que en
pocos países del mundo, por la combinación de circunstancias socio-
históricas locales y mundiales, la disciplina y el discurso de la higiene,
la medicina legal y la criminología de fines del siglo diecinueve y
principios del siglo veinte fueron tan centrales en la organización y
consolidación del Estado como en Argentina. Los médicos higienistas
reconstruyeron la ciudad, que en el imaginario nacional e internacional
reemplazó metonímicamente al país, promovieron, acompañaron y
vigilaron las grandes corrientes de población que proveyeron la mano
de obra nómade barata posibilitando la integración del país a la
economía mundial. Los mismos médicos se hicieron demógrafos y, a
principios del siglo veinte, como criminólogos, empezaron a realizar la
observación e identificación de los movimientos obreros y sus
portavoces, confundidos o representados como criminales o alienados,
sospechosos, delincuentes circunstanciales o reincidentes que, con la
identificación del sistema dactiloscópico que veremos más adelante,
conformaron una población y un electorado "nacional**.
Este desarrollo ya había empezado a fines del siglo diecinueve
cuando mediante la creación de un Instituto Médico Legal en la
Facultad de Medicina de Buenos Aires, los higienistas dedicados a la
medicina legal, los futuros criminólogos propusieron la necesidad de
investigar una verdad extraída del cuerpo de los muertos. Con la
separación y articulación del estudio de los cuerpos de personas y
animales vivos y muertos, los científicos argentinos además resolvían
un problema de anarquías y barbarismos locales, la confusión o
mezcla, la promiscuidad de los cuerpos de personas y animales vivos
y muertos, al mismo tiempo que aplicaban uno de los principios
fundamentales del método experimental de Bernard: conocer y explorar
el interior de los cuerpos vivos en procedimientos paralelos y
complementarios a los de la vivisección.^^ E n Argentina estos fueron
los desarrollos científicos que realizaron la modernización finisecular.

22Bernard en 1865 escribió "Si nous voulons atteindre les conditions


exactas des manifestations vitales chez Thomme et chez les animaux supérieurs,

163
Ese desarrollo quedó marcado en la superficie de la ciudad y sus
objetos. Como la batalla que separó a Rosas del poder, las veredas
norte y sur de la calle Caseros separaron un pasado de barbaries,
plagas y anarquías —en la Plaza de España y la Plaza Florentino
Ameghino— de una modernidad lograda gracias a las disciplinas
desarrolladas en los espacios de la medicina y la criminología. L a calle
Caseros en la Capital nació de esa confluencia con la avenida Amancio
Alcorta, en un vértice en el que oculto bajo el nombre de Plaza España
(que lo retrotrae a un pasado anterior no especificado) se sepultó la
primitiva confusión de cuerpos y géneros del matadero. De ese espacio
en 1871 se separaron simbólicamente los cuerpos de personas muertas
sepultadas en el cementerio que quedó bajo la plaza Florentino
Ameghino, a quinientos metros del antiguo matadero, al mismo tiempo
que se separaron simbólicamente los cuepos de los animales muertos,
que fueron trasladados al parque Patricios. E n la vereda norte de la
Plaza España y la Plaza Ameghino, la antigua Prisión Nacional y sus
espacios contiguos, el Hospital de Gastroenterología y el Instituto de
Medicamentos del Ministerio de Salud Pública de la Nación
simbolizaban el sistema médico legal que marcó nuevas direcciones de
crecimiento de la ciudad, al norte, al mismo tiempo que impuso su
orden a la barbarie.

ce n'est point réelment dans le milieu organique intérieur ... Mais comment
connaitre ce milieu intérieur de l'organisme si complexe chez l'homme et chez
les animaux supérieurs, si ce n*est en y descendant en quelque sorte et en
pénétrant au moyen de Texpérimentation appliquée aux corps vivants? Ce que
veut dire que, pour analyser les phénoménes de la vie, il faut nécessairement
pénétrer dans les organismes vivants á Taide des procédés de vivisection"
(Introctuion Etude, 170-171). Pero la clínica médica definesdel siglo diecinueve,
como señaló Benjamín, debía anticipar o representar en los vivos los resultados
que sólo se podían confirmar en los muertos. De ahí esa atención a signos
exteriores, expresiones, movimientos, para probar, hacer visible a la mirada
clínica, toda la interioridad sutil y oculta de movimientos y relaciones,
estremecimientos invisibles del sistema muscular y nervioso imposible de
observar en funcionamiento en los vivos.
^^En la Plaza España, el espacio del primitivo Matadero, la anarquía
insalubre anterior quedó representada en las esculturas del "Indio" de Hernán
Cullen (1910) y "El gladiador herido" de César Santiano (1908). E l indio
simbolizó al bárbaro, lanza en ristre, montando un caballo encabritado que al
pararse en dos patas descubría los genitales animalizados del sodomita

164
L a cátedra de Medicina Legal de Veyga, en 1900, separó, combinó
y articuló los espacios y procedimientos del laboratorio, del museo, el
archivo y el aula: en la policía, usando los cuerpos e historias de los
vivos y en el Servicio de Autopsias de la capital usando los cuerpos e
historias de los muertos. Loudet narró cómo, al mismo tiempo que
inauguraba la Sala de Observación en la policía, Veyga

...no detiene allí sus iniciativas y se dirige al Decano de la Facultad de


Medicina, manifestándole que se había hecho cargo del ^Servicio Público de
Autopsias de la Capital' para poder efectuar prácticamente la enseñanza de la
Tanatología ... teniendo en sus manos del Depósito 24 de Noviembre, el
Servicio Público de Autopsias y los elementos de la Cátedra, Francisco de
Veyga organizó como nadie pudo hacerlo después la enseñanza práctica de la
Medicina Legal (Historia Psiquiatría, 129).

Estos profesionales de la medicina legal, a principios del siglo


veinte se transformaron en criminólogos y pusieron bajo su control y
articularon los espacios en los que se realizaba la observación,
interrogación y clasificación de personas arrestadas y detenidas,
separados de los cuerpos de personas muertas sobre las que se
practicaban autopsias, es decir, también se observaba e interrogaba
los cuerpos muertos.
E n 1900, en la cátedra de Medicina Legal de Veyga, se hicieron
realidad proyectos ideados, elaborados y promovidos desde fines del
siglo diecinueve por los higienistas nacionalizadores del círculo de J .
M. Ramos Mejía. E n 1892, cuando la higiene se desarrolló a nivel
nacional (en el discurso y no necesariamente en las obras), los AnaZes
del Departamento Nacional de Higiene cambiaron de nombre y, en
1893, empezaron a aparecer bajo el título de AnaZes de Higiene Pública
y Medicina Legal, Pero para el desarrollo de un discurso nacional de
la higiene que servía para reafirmar la autoridad central del Estado
cuestionada por las revoluciones y rebeliones de 1890 a 1893 era más
útil el título anterior, que extendía a todo el país un Departamento
Nacional cuyos fines humanitarios lo divorciaban de banderías
políticas. Pero la desaparición de esa medicina legal desarrollada y
promocionada desde las agencias estatales de la higiene fue sólo
nominal.

federal. A pocos metros del "Indio" de Cullen, el gladiador de Santiano,


yacente, de nalgas desnudas prominentes y genitales cubiertos simbolizó una
civilización clásica herida, sodomizada por la barbarie federal.

165
Ramos Mejía en mayo de 1894 presentó a Manuel Quintana, que
era entonces Ministro de Interior y que sería más tarde presidente de
la Nación, el "Proyecto del Departamento para la creación de un
Instituto Médico Legal en Buenos Aires" (570), proyecto que fue
publicado e impulsado en los Anales del Departamento Nacional de
Higiene. E n la introducción. Ramos Mejía señaló la necesidad del
"estudio práctico de ciertas materias, entre las cuales se cuenta la
medicina legal" y enseguida se lamentó de que "los alumnos no
aprendían] autopsias médico legales, no ve[ían] el cadáver de un
ahorcado, estrangulado, etc., no ve[ían] más envenenamientos que los
que los profesores de fisio-patología experimental y anatomía patológica
practican en pequeños animales" (570). Esta medicina así avanzaba
de acuerdo con los principios propuestos por el método experimental
de Bernard, pero en Argentina ese desarrollo tomó el camino de una
medicina forense que, como en pocos países de ese período, transformó
a los higienistas en funcionarios estatales y agentes del sistema
policial y médico legal.
E n 1894, cuando estos hombres de ciencia todavía no habían
conseguido entrar a la policía. Ramos Mejía "creyendo que con esto
presta[ba] un servicio considerable a la administración de justicia**
(569) criticó la práctica de la autopsia que los médicos policiales
hacían independientemente y sugirió que, para mejorarla, deberían
trabajar juntos, los profesores de la Facultad de Medicina y los
funcionarios de la Policía de la Capital en un Instituto Médico Legal
"con instalaciones suficientes para servir los intereses de la justicia,
al mismo tiempo que a los de la enseñanza" (570). Para conservar los
cuerpos de las personas muertas necesarios para esa enseñanza, esas
instalaciones deberían servir también para la preservación de cadáveres
en un espacio que, opuesto y simétrico al de los médicos dentro del
espacio de la Policía, incluía ahora a la Policía dentro de la Facultad
de Medicina. Porque los cuerpos de los muertos utilizados en el
Instituto generalmente eran de "delincuentes" y frecuentemente
constituían evidencia en procesos y causas legales.
Ramos Mejía siempre hacía avanzar sus proyectos describiéndolos
como pequeños y modestos cambios que redituaban grandes benefi-
cios: "los gastos de ese servicio serán igualmente reducidos, porque se
cuenta ya con el personal de la misma Facultad, y sólo habría que
agregar un ayudante para la clase de medicina legal y dos sirvientes.
Allí mismo, y conforme a la reglamentación que se establecería podría
tener su oficina un empleado de policía que interviniera en esos
asuntos" (572). Y a en 1894 médicos y policías aparecían representados

166
como investigadores que, como en una utópica Europa moderna,
trabajarían en una productiva y esclarecedora relación complementaria:
"mientras no se hace un examen policial de todos los cadáveres, como
se practica actualmente en la mayor parte de las ciudades europeas,
debe practicarse por lo menos una seria investigación policial en los
casos en que la muerte ha ocurrido sin previa asistencia médica. De
esta manera se evitará que muchos crímenes queden desconocidos"
(573).2*
Dos años después, en 1896^ la propuesta del Departamento Nacio-
nal de Higiene llegó al Congreso de la Nación bajo la forma de un
proyecto de ley y tanto en el proyecto como en su discusión en las
cámaras los médicos buscaron apoyo para su proyecto entre sus
colegas legisladores médicos. Elíseo Cantón, un legislador higienista,
apeló repetidamente al juicio de "los médicos que se encuentran en la
cámara" (Instituto Medicina, 446) y señaló que "en esta Cámara
existen numerosos médicos, y estoy seguro que ninguno de ellos podrá
contradecirme a esta afirmación. E n la escuela de medicina no se ha
practicado hasta el presente ni por una sola vez una autopsia médico-
legal. ¿Y por qué? Porque falta el instituto, porque falta la morgue y
por lo tanto lo esencial" (443). Pero el proyecto, que en el texto de 1894
parecía reducirse al trabajo de algún profesor, dos sirvientes y un
empleado de policía, en 1896 ya había empezado a tomar proporciones
espectaculares.
E l Artículo 1° [del proyecto decía]: [e]l poder ejecutivo procederá, de
acuerdo con la facultad de medicina, a construir en el terreno contiguo
al que ocupa su edificio, el del instituto de medicina legal con su
respectiva casa mortuoria o morgue, calculada para servir a una
población mayor que la actual de la capital. Art. 2** A los efectos del
artículo anterior, declárase de utilidad pública y precédase a su
expropiación, conforme a las disposiciones de la ley de la materia, la

^^El alcance o futuro desarrollo nacional —que tenían siempre estas


propuestas de la agencia central de higiene— se notaba al final del proyecto,
cuando Ramos Mejía advertía que "si se ha tratado la cuestión especialmente
en lo que se refiere a la Capital ha sido solamente por que el hecho llamaba más
la atención y por tratarse de un territorio federal, y donde la solución es más
fácil. La Facultad de Medicina de Córdoba [donde había otra escuela de
medicina], consultada al respecto, informará completamente a V. E. acerca de
las condiciones en que puede hacerse práctico el estudio de la medicina legal,
y convenir con la Administración de Justicia a los efectos consiguientes"
(Proyecto Instituto, 574).

167
media manzana de terreno comprendida entre las calles Córdoba,
Viamonte y Junín" (Instituto Medicina, 440). "El proyecto de creación
de la morgue, o casa para muertos, que tanto preocupó la atención
pública el año próximo pasado" (441), en 1895 parece haber alarmado
a la población de Buenos Aires. Pero los médicos promovieron siempre
la creación de esos espacios representándolos como centros importan-
tes de un nuevo sistema médico-legal observador y revelador de una
verdad de los cuerpos, una "identificación": "la morgue es un
establecimiento de construcción especial cuyo objeto es exhibir y
conservar durante un tiempo más o menos prolongado, los cadáveres
de desconocidos. E n la morgue se practica no sólo la autopsia de casi
todos los cadáveres, sino que también se provee a la conservación de
aquellos cuya identificación no se ha conseguido" (443). A este
reconocimiento de "hechos" en los cuerpos seguía la escritura que
teóricamente debía lograrla imparcialidad de una modernísima justicia
científica.
Cantón, como Veyga en "De las pruebas periciales y los peritos",
también enfatizó la importancia de esa práctica de la escritura de
informes médico legales: "se les puede comparar a un verdadero rayo
de luz que se abre camino e ilumina el sendero de la verdad y de la
justicia, aún en medio de las tinieblas que a menudo envuelven las
causas criminales" (444). Esta "verdad" inscripta en el cuerpo de las
personas muertas, "leída" por medio de las autopsias, observada, y
revelada al ser trasladada o traducida de los cuerpos a los informes
periciales, fue antecedente, igual y simétrica, a la "verdad" de los
diagnósticos observados por los criminólogos en los sospechosos,
alienados y desviados entrevistados e interrogados en la Sala de
Observación de la Policía Federal, Ese fue el saber "rayo de luz que se
abre camino e ilumina el sendero de la verdad y de la justicia" que
veremos más abajo en las historias clínicas.
Cantón terminó su alegato frente a las cámaras señalando los
episodios originados por la escasez de cadáveres en las clases de
anatomía patológica: "se encuentran centenares de alumnos rodeando
cadáveres, que se los disputa como si fueran verdaderos carniceros"
porque "los cadáveres son escasos, y de ahí resulta que sea necesario
conservarlos durante muchos días y en malísimas condiciones, porque
no existen cámaras frigoríficas" (446). Aquí la imagen convocaba —y
el proyecto de un Instituto de Medicina Legal conjuraba— aquel
pasado bárbaro de "carniceros" sodomitas e insalubres que describió
Echeverría en^Z Matadero. E n 1896 los médicos argentinos alegaron
así que la dificultad principal que obstaculizaba el avance de la

168
medicina y la ciencia al servicio de la justicia no era la falta de
cadáveres sino la falta de espacios para conservarlos.

Los nuevos teatros de la ciencia


E n 1902 el Decano de la Facultad de Medicina de Buenos Aires en
un artículo titulado "Instituto de Medicina Legal y Morgue** publicó un
nuevo capítulo de la saga que estamos revisando. Ese artículo apareció
en el primervolumen de los Archivos de Criminología, Medicina Legal
y Psiquiatría, Aquí también los cambios de título son significativos.
Esta "medicina legal", entre la criminología y la psiquiatría, estableció
una relación de continuidad entre la higiene de los Anales y la
Criminología de los Archivos, Y como si su única función hubiera sido
establecer esa continuidad, en 1903 la medicina legal también desapa-
reció del título de los Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias
Afines que siguieron apareciendo con ese título hasta 1913.
E n este artículo Fernández publicó los planos del Instituto de
Medicina LegaP^ y señaló que éstos "han sido aprobados por la
Facultad de Ciencias Médicas y se levantaron por el arquitecto Sr.
Gino Aloise, bajo las más inmediatas indicaciones de este decanato,
que ha consultado, en cada caso, la opinión de los Sres. Profesores
directamente interesados en estas enseñanzas" (Instituto Morgue,
298). Recordemos que en 1902 el titular de la cátedra de Medicina
Legal era Veyga. Fernández describió el edificio proyectado con la
ayuda de Veyga: "el Instituto de Medicina Legal comprenderá: la
sección de Morgue (identificación del cadáver, etc.), el anfiteatro de
autopsias médico legales" y tendrá "su museo propio, el de medicina
legal, que será en una de sus fases, como la documentación histórica
y científica de la criminología argentina" (298). L a "identificación" de
los cuerpos realizaba su incorporación a un saber representado en el
"museo" donde los cadáveres expuestos al público eran la "documenta-
ción histórica y científica" de l a nueva ciencia criminológica.
L a arquitectura contribuía a dar a esos cuerpos / textos su valor de
documentos históricos y científicos. Fernández describió ese contexto
físico que ordenaba y exponía una verdad en el espacio: "en el piso bajo
estará ubicada la Morgue propiamente dicha. Constará de un hemiciclo
que servirá para la exposición de cadáveres enfriados y congelados,
separado del público por una vidriera que recibirá abundante luz"

«El proyecto de creación del Instituto de Medicina Legal y Morgue fue


aprobado por ley n" 3379 del 18 de agosto de 1896.

169
(298). L a tecnología que permitió imaginar esta gran exhibición, la
"maquinaria de refrigeración para el depósito de cadáveres enfriados
y congelados" (302) fue la misma que en ese mismo período transformó
Argentina en el primer exportador mundial de carnes. Eduardo
Cárdenas en su estudio del período 1904-1910, bajo el subtítulo
"Cherchez la viande" explicó que "si queremos encontrar un eje
alrededor del cual gire el resto de la economía argentina, debemos
tener en cuenta el producto exportado, y las condiciones de todo orden
que permitieron hacerlo y venderlo. E n el período que estudiamos, ese
eje hay que verlo en la exportación de carne congelada y enfriada a
Inglaterra" (Camino Democracia, 302-303).
E n el edificio del Instituto la medicina legal argentina encontró en
la primera década del siglo veinte un espacio que buscaba desde 1892:
el espacio que servía para la enseñanza y divulgación, archivo y museo
de la nueva ciencia, policía y agencia de la administración estatal de
justicia, además de gran teatro del saber panóptico, Fernández, al
presentarlos planos, señaló específicamente el logro que significó esa
combinación de funciones estatales y científicas del nuevo espacio:

... ocuparé un momento la atención del Sr. Rector describiendo la disposi-


ción de la Morgue, pues considero que en el proyecto que acompaño se ha
conseguido incorporar esta repartición a la Escuela Práctica, de modo que
pueda prestar sus servicios a la enseñanza de la medicina legal sin que por esto
pierda la organización que la hará depender de la policía o de los juzgados de
instrucción (Instituto Morgue, 300).

E s a organización combinaba la investigación y observación cien-


tífica con una exposición pública cuidadosamente controlada.
L a entrada al nuevo Instituto con las dependencias de justicia y
policía a los lados introducía al público, estudiantes y espectadores, a
un gran espacio, combinación de museo, teatro o anfiteatro donde se
hacía una exhibición dramática de la medicina legal avalada por la
autoridad del método positivo que (re)presentaba '^hechos" de una
forma aparentemente neutra, objetiva, reveladora de verdades
universales y naturales inscriptas en los cuerpos. Pero las técnicas y
formas de presentación o representación que producían percepciones
culturales controladas, "experiencias" para usar un término de la
metodología de Bernard, balanceaba y controlaba cuidadosamente la
circulación del público y su vigilancia:

La entrada será única ... a uno y a otro lado de la entrada se reservarán los
locales para la policía y juzgado de instrucción que podrán vigilar cómodamente

170
la entrada y salida del público; éste, de la entrada y zaguán de la Morgue,
pasará a un amplio vestíbulo, y de ahí podrá circular por un pasadizo alrededor
del hemiciclo de exposición de cadáveres; la vigilancia de todas estas partes,
podrá ser hecha fácilmente (300).

Así, controlando el movimiento del público frente a los cuerpos


inmóviles, se controlaba la forma de percibirlos al mismo tiempo que
se le daba la sensación de una percepción similar a la del vigilante de
la torre del panóptico, ese dispositivo que, como explicó Foucault,
"tiene su principio menos en una persona que en cierta distribución
concertada de los cuerpos, de las superficies, de las luces, de las
miradas" (Vigilar Castigar, 205) E l público con su presencia revalida-
ba esta ciencia y hacía funcionar esta máquina de poder/saber. E l
público, estudiantes o expectadores, "un individuo cualquiera, tomado
casi al azar, puede hacer funcionar la máquina ... la curiosidad de un
indiscreto, la malicia de un niño, el apetito de saber de un filósofo que
quiere recorrer este museo de la naturaleza humana, o la maldad de
los que experimentan un placer en espiar y castigar** (Vigilar Castigar,
205).
Cuando no se vigilaba la circulación del público frente a los
cadáveres inmóviles, se cuidaba el movimiento orquestado de los
cadáveres que aparecían y desaparecían en escenarios frente al público
o los estudiantes inmóviles que, en las plateas de los anfiteatros, en la
posición de espectadores vigilantes, eran receptores de la acción,
experiencia y conocimiento que se desarrollaba en el escenario de este
teatro del saber. L a posición de inmovilidad de los cuerpos muertos en
el piso bajo correspondía a la de los espectadores en el piso alto: **en el
piso alto se construirá un gran anfiteatro con una capacidad para
alojar a 500 o 600 alumnos, siguiéndose en la edificación el límite
externo semicircular de la Morgue" (Instituto Morgue, 302) sobre la
que estaba construido el anfiteatro.
Así del piso bajo al piso alto la posición de inmovilidad era
transferida de los cuerpos muertos a los cuerpos vivos de los estudiantes
y frente a ellos los grandes maestros de la medicina legal movían los
cuerpos muertos: "si se quiere dictar una conferencia práctica a los
alumnos de medicina legal, la autopsia de los cadáveres retirados de
la exposición podrá ejecutarse en este gran anfiteatro preparado al
efecto y en comunicación por un ascensor con la Morgue y con el
depósito de cadáveres" (302). Como en un teatro, los movimientos
verticales se hacían en ascensores y los movimientos horizontales en
conductos con aperturas que controlaban el momento de la percepción
frente a distintos tipos de audiencia, "si se desea hacer la autopsia

171
privadamente, el cadáver tomado de la exposición, puede ser descendido
hasta el depósito de cadáveres de la anatomía normal y patológica, de
ahí transportado por un pequeño túnel hasta la sección de preparación
del cadáver, y elevado de ese punto por otro ascensor hasta la sección
reservada para el trabajo" (302). Esta fue la ciencia de una belle-
époque argentina que utilizaba una teatralidad de los cuerpos, vivos
o muertos. Pero aquí es difícil separar la experiencia de la mirada
clínica de una sensibilidad, un saber sensorial lo llamaría Foucault,
una estética dramática de la sabiduría que es violenta.

Los buenos obreros en la Penitenciaría


En 1901 Veyga le cedió la dirección del Servicio de Observación de
la Policía a Ingenieros y en 1902, Veyga e Ingenieros fundaron los
Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría que marcaron
nuevas direcciones disciplinarias importantes para las nuevas ciencias
sociales argentinas que se diseminaron por el mundo. Los Archivos
eran una revista científica mensual de sesenta páginas que a fines de
la primera década del siglo veinte se leían en centros científicos de
América y Europa. E n los Archivos Veyga, Ingenieros y Ramos Mejía
publicaron historias clínicas de pacientes privados o de ''alienados",
"observados" en la Policía Federal o la Facultad de Medicina; artículos
e historias clínicas de criminólogos, médicos y escritores argentinos y
extranjeros, como Nina Rodríguez, Carlos Bernardo de Quirós, Miguel
de Unamuno, Enrique Ferri o Leopoldo Lugones; además de reseñas y
traducciones de libros o selecciones de libros y artículos publicados en
alemán, inglés, italiano, francés, y portugués.
Las traducciones eran especialmente importantes porque le daban
un carácter y alcance internacional a la publicación. Ingenieros mismo
en un "Autorretrato" se (re)presentó como traductor, entrenado desde
pequeño por su padre, un inmigrante de inteligencia previsora, perio-
dista, muy cercano a esa vanguardia clásica de obreros de imprenta
argentina finisecular:

^^Didi Huberman señaló que esta violencia era el sostén del método
positivo: "figurer et metra en scene, mais toujours á la limite d*un contrefa^on:
c'est la fabrique (la méthode) expérimentale elle-méme ... C*est un probleme
phénomenologique crucial, celui de l'approche du corps d*autrui, et de Tintimité
de sa douleur. —C'est un probleme politique, celui de l'intérét spectaculaire
payé par le regar de ... C'est le probleme de la violence du voir dans sa
pretention scientifique á Texperience sur les corps" (Invention Hystérie, 13).

172
...fue pobre con breves intermitencias; era periodista y me enseñó a
corregir pruebas de imprenta, retribuyéndome esa tarea con obsequio de libros
no mal seleccionados. Para enseñarme italiano, francés e inglés me encargaba
traducciones, tasadas a razón de 5 centavos la página; algunas, de libros
enteros, nunca se publicaron y más tarde comprendí que respondían a un plan
de educación (422).

E n el índice del primer volumen de los Archivos, la publicación


dirigida por Ingenieros listó las "Revistas que han sido analizadas"
(764) y eran m á s de cincuenta publicaciones científícas aparecidas
tanto en los grandes centros científicos de América y Europa como en
ciudades con centros de estudios más específicos como Mantua (Italia),
L a Paz (Bolivia) o Paraná (Argentina). Este listado desapareció en los
números siguientes pero en este primer número era importante para
establecer el carácter internacional de la nueva publicación que así se
promocionó como la avanzada latinoamericana de las ciencias sociales
de la época.
E n enero de 1904 los Archivos ya eran una publicación bien
establecida, con un comité de redacción formado por científicos argen-
tinos. Ramos Mejía y Veyga por supuesto, brasileños como Nina
Rodríguez, el criminólogo brasileño más importante del período junto
con Antonio Garibaldi, el jefe de la oficina de identificación
antropométrica de Montevideo, U r u g u a y . A s í floreció esta ciencia
procesando la información obtenida en esos centros de observación
como la Sala de Observación de la Policía y el Intituto de Medicina
Legal y Morgues de la Facultad de Medicina. Una vez procesada esa
información, a partir de 1907, cuando Ingenieros fue nombrado Director
del Instituto de Criminología —recién fundado en la Penitenciaría
Nacional de Buenos Aires, en una nueva ampliación de espacios y
funciones— los Arc/iiiíos fueron publicados en el Presidio Nacional que
fue tranformado en una gran imprenta.
E n 1903 Ingenieros publicó La Simulazione della Pazzia en italia-
no, en Turin, al mismo tiempo que publicó La Simulación de la Locura
en español, en Buenos Aires. L a versión italiana del libro fue muy bien

^^En la portada del número de enero de 1904, además de listar el comité


internacional de redacción que acabo de describir, los editores anunciaron que
los lectores de los Archivos ''se suscribían] en las principales librerías de
Buenos Aires, Río de Janeiro, Montevideo y Santiago de Chile** (iii). La nota
sugería la difusión internacional que había alcanzado esta publicación en sólo
dos años.

173
recibida por la crítica científica europea y en 1904 la Academia de
Medicina de Buenos Aires el dio el premio a la mejor obra científica del
año. E n 1905 Ingenieros era el que mejor podía representar a su país
en el V Congreso de Psicología celebrado en Roma. Fue entonces
cuando Ingenieros viajó por Europa con Roca al mismo tiempo que
trabajaba como su secretario, al mismo tiempo que seguía publicando
en revistas científicas europeas.
En 1906 Ingenieros volvió a Buenos Aires consagrado como uno de
los grandes hombres de ciencia argentinos reconocido internacio-
nalmente y poco más tarde, en 1907 por decreto presidencial, fue
nombrado Director del Instituto de Criminología. E n su Criminología,
como hemos visto, Ingenieros propuso la defensa social y la
secuestración de todos los delincuentes, fueran o no responsables, "en
cárcerles y manicomios, ya como obreros de un taller penitenciario o
como enfermos de una clínica" (60). Ricardo Salvatore en su artículo
"Criminology, prisión reform, and the Buenos Aires working class**
señaló que estos criminólogos estatales realizaron su programa de
reforma y transformaron el viejo sistema de reclusión represivo en
"clínicas experimentales" (279) en las que se trataba de instilar una
ética laboral en la clase trabajadora. L a Penitenciaría de Buenos Aires
fue el mejor ejemplo del nuevo sistema científico de reclusión. Conve-
nientemente, a partir del nombramiento de Ingenieros como Director
del Instituto de Criminología que funcionaba en la Penitenciaría de
Buenos Aires, los criminólogos argentinos enseñaban una ética laboral
a los presidiarios haciéndolos trabajar en la publicación de los Archivos
y transformaron la institución penal en una fábrica dedicada especial-
mente a la imprenta de la que emitían a todo el país y a Europa y
Estados Unidos la voz de los científicos argentinos.
Un artículo aparecido en L a semaine medícale de París en Noviem-
bre de 1907 notaba que Antonio Ballvé, el Director del Presidio, *'es de
opinión que el Estado tiene el derecho de imponer el trabajo a los

^*Viñas, al leer un texto que Ingenieros escribió en Europa, notó: "la


constelación de datos corresponde al viaje modernista, sin embargo es
Ingenieros el que escribe; son las Crónicas de 1905 y 1906. No le falta nada:
la mirada melancólica hacia el pasado ... el arte paradigma, el arte refugio, el
museo como síntesis ... y la cosa sigue con el rechazo delfilisteoburgués... Es
el *nuevo rico' el que se ataca limitándose a impugnarlo por su *fácil y aceitosa
riqueza industrial' aceptando la versión que le tienden los 'señores del campo'
pero sin advertir los enfrentamientos clasistas ... [que] lo conecta al último
S a r m i e n t o y a [J. M.] Ramos Mejía" (Literatura Argentina, 204).

174
penados sino también el deber" y así la Penitenciaría de Buenos Aires
"es el establecimiento penitenciario del mundo entero donde el trabajo
produce mayores beneficios para el Estado" (Instituto Criminología,
226). Gina Lombroso, la hija del gran criminólogo italiano, después de
visitar la misma penitenciaría escribió en UAvanti de Roma:

Una amplia escalinata, da acceso a un palacete todo blanco, a cuyo


alrededor no se ven soldados, ni garitas de centinelas ... no quise creer al
cochero cuando me detuvo frente al elegante edificio.
Después de atravesar un amplio vestíbulo, se entra en un vasto recinto
cuyos bajos muros desaparecen entrefloresy verduras. Allí, según me dyeron,
se encuentran los soldados, dos o cuatro, pero yo no los vi. Dichos soldados se
ocupan, más que de vigilar a los detenidos, de vigilar las cargas y descargas que
se suceden sin interrupción en aquella gran fábrica, que es, en conjunto, una
de las más importantes de la República" (Instituciones Americanas, 232).

L a escenografía del palacete de fin de siglo disimulaba una versión


del panóptico y una imprenta importante:

...los corredores adornados de verdes palmeras, convergen todos a un


centro de observación. Al fondo de cada corredor hay un taller; siendo los más
importantes: el de imprenta, litografía, zapatería, mecánica y fundición. Entre
un corredor y otro, existen quintas con verduras, frutas y flores.
Los talleres de que hablo son los mejores de la República. En la imprenta
se imprimen muchas revistas ilustradas, científicas y literarias (232).

Los criminólogos utilizaron la vegetación en este interior de época


para crear una escenografía idílica que probablemente se hizo aún
más pronunciada en la percepción de las flores, verduras y palmeras
tropicales que vio la mirada de la viajera europea en Sudamérica. E n
el interior **los corredores [también] adornados de verdes palmeras,
convergen todos a un centro de observación de cristales"* (233) en el que
se repetían las posiciones del observador en el centro y la disposición
de los observados en un hemiciclo o círculo.
Lombroso señaló el instructivo ejemplo de "un penado ingresado ...
por el delito de uxoricidio (al parecer en un ataque epiléptico) analfa-
beto, sin oficio, y que hoy es hábil litógrafo" (232-233). Los criminólogos
educadores de la ética laboral que estudió Salvatore se preocuparon de
que estos obreros ideales no utilizaran la cárcel como escuela de
delincuencia. Lombroso señaló: "en cuanto ingresan los condenados se
les destina a un taller; teniendo en cuenta el oficio que prefieren, de
acuerdo con sus aptitudes; pero cuidando siempre que los falsificadores
no sean ocupados en el taller de artes gráficas" (233- 234).

175
Ana Lombroso no especificó que los Archivos se publicaban en el
Presidio pero sí notó que "en la prisión se encuentra también una
oficina de policía científica, dirigida por el profesor Dr. Ingegnieros"
(236). E n 1908, cuando Lombroso escribió este texto, Ingenieros ya
había españolizado, o argentinizado, su nombre pero la hija del gran
criminólogo italiano al utilizar la ortografía original del apellido del
criminólogo argentino recuperaba como compatriota al joven y
prometedor hombre de ciencia nacido en Sicilia. E n los Archivos los
criminólogos imaginaron y documentaron una cultura de fin de siglo
argentina y la difundieron con gran éxito entre intelectuales argentinos
y extranjeros. Juan P. Ramos en 1925 señaló la difusión que tuvo esa
publicación no sólo entre profesionales de la ley y de la medicina,
"jueces, profesores, médicos, estudiantes, personas ilustradas, mes a
mes, veían llegar a sus mesas de trabajo el cuaderno que les traía la
exposición o la critica del pensamiento criminológico del mundo"
(Ingenieros Criminalista, 562). Loa Archivos tradujeron y diseminaron
discursos, imágenes y construcciones europeas en Argentina. Y
propagaron en Europa y Estados Unidos discursos y construcciones
argentinas, como las historias ''verdaderas" de los habitantes
argentinos y europeos de la gran metrópolis y puerto sudamericano de
erotismo exuberante y peligroso.
Recordemos que en la primera década del siglo veinte terminó el
período histórico original del tango, la música prohibida, ilegal, que en
la segunda década del siglo se hizo cultura nacional. A l mismo tiempo
que se diseminó y se popularizó el tango en las casas de té y dancings
de Europa y Estados Unidos, los Archivos diseminaron imágenes y
estudios "científicos" de la cultura marginal que lo había originado.
Ramos señaló que "la mayoría de sus artículos fueron difundidos en
forma de libros y folletos que llevaron sus producciones y renombre a
todos los centros intelectuales y científicos del mundo entero, siendo
en general reproducidos y comentados de modo halagüeño en numero-
sas revistas científicas de la especialidad, por los principales maestros
de las clínicas europeas y americanas (566). De la misma forma que las
estadísticas de los higienistas de fines del siglo diecinueve, los
criminólogos de principios del siglo veinte diseminaron así una cultura
"argentina".

176
Ill

mancas
Los males que llegan de un afuera

Construcciones y usos finiseculares de la homosexualidad


Las construcciones textuales, descripciones y ordenamientos
taxonómicos de mutaciones o inversiones sexuales o genéricas como la
pederastía pasiva o activa, el uranismo femenino pasivo o activo, el
tercer sexo y la homosexualidad, fueron constantes, más o menos
explícitas, en la obra de criminólogos, científicos, escritores e
intelectuales argentinos de fines del siglo diecinueve y principios del
siglo veinte. E n el discurso literario y en el discurso de las nuevas
ciencias psicológicas y sociales, distintas construcciones y formas de
representación de las desviaciones sexuales sirvieron a distintos
propósitos.
E n primer lugar fueron utilizadas para tratar de controlar, estig-
matizar y criminalizar una visible y compleja cultura de homosexuales
y travestís extendida en todas las clases sociales del Buenos Aires del
período. E n ese caso eran construcciones textuales que sí tenían una
cierta base histórica real. Pero lo más significativo fue el uso de la
construcción de la homosexualidad que también fue inventada,
imaginada exageradamente como el mal acechando los espacios claves
—escuelas y cuarteles del ejército— en los que se realizaba la formación
e instrucción del nuevo sujeto argentino.* E n esos casos la construcción

*Aquí es especialmente útil la noción de "pánico homosexuar que propuso


Eve Sedgwick en Epistemology of the Closet, pp. 182-212. Sedgwick explicó
que, especialmente en la segunda mitad del siglo diecinueve, la producción y

179
de la homosexualidad fue utilizada en Argentina para definir y
regular nuevas nociones de nacionalidad y clase social, además de
sexualidad y género, de las mujeres y hombres de la "nueva raza" que
debía resultar de la inmigración.
L a recurrencia de la alusión a la homosexualidad de los hombres,
—dado que los documentos demuestran que en el Buenos Aires de
1900 sí había una diversa cultura de hombres que tenían relaciones
sexuales y/o afectivas con otros hombres—, se puede leer como eviden-
cia de una realidad histórica. Pero en las formas de representación de
una homosexualidad de las mujeres, por ejemplo, se hace evidente la
propagación exagerada de un pánico homosexual, una ansiedad cultu-
ral producida, promovida y utilizada para controlar y estigmatizar
poblaciones consideradas peligrosas por la cultura patriarcal y bur-
guesa hegemónica.

Guapos del 900


E l tema de una presunta corrupción sexual y de una confusión
genérica de mujeres "masculinas" y hombres "femeninos"^, que no se
ajustaban a los modelos del género y la respetabilidad burguesa, es
recurrente en muchos textos literarios argentinos publicados en el
período 1890-1914. E s a recurrencia demuestra una ansiedad que a
veces emerge de una forma elíptica, codificada, cargada de significa-
dos subyacentes pero con escasas alusiones explícitas a la homosexua-
lidad. Fue, quizá, por esa ausencia aparente, por esa codificación del
o de l a homosexual, que hasta hace pocos años no se investigó y
documentó la existencia de una cultura de hombres que se identificaban
a sí mismos como "maricas" en el Buenos Aires del período que
examino. Pero además de circunstancias relativas a los textos, los
documentos y las formas de representación de la homosexualidad, los
distintos momentos socio-históricos permitieron, o no, la visibilidad y
la lectura de subjetividades y sujetos homosexuales.

utilización del pánico homosexual sirvió para la persecución de una naciente


minoría de hombres que se identificaban a sí mismos como homosexuales pero
también, y especialmente para regular los lazos homosociales entre todos los
hombres, lazos que estructuran toda la cultura, o al menos toda la cultura
pública y heterosexual (184).
^Uso "masculino" y "femenino" con comillas para recalcar los significados
socio-históricos de nociones culturales recibidas.

180
Desde 1989, en distintos textos han emergido cada vez con más
insistencia alusiones que dejan entrever la existencia de una variada
cultura de maricas, homosexuales, travestís y hombres que tenían
relaciones afectivas y sexuales con otros hombres en el Buenos Aires
de 1900. Las circunstancias económicas y culturales, locales e interna-
cionales que permitieron a fines del siglo veinte la reconstrucción de
una historia de la homosexualidad argentina merecen ser estudiadas
con detenimiento. Aquí solamente quisiera notar algunas coyunturas
y coincidencias que permitieron que en los últimos años emergieran
por primera vez las primeras alusiones a esa cultura porteña
contemporánea de los ya míticos guapos del 900.
Una primera alusión a esa cultura homosexual emergió en noviem-
bre de 1989, en Soy Roca de Félix Luna. E s a primera alusión —y su
tono homofóbico de época— se debe leer en el contexto del debate
contemporáneo, argentino e internacional, sobre los derechos de las
mujeres y los hombres que no nos ajustamos a las normas genéricas y
sexuales tradicionales. E n el contexto local, ya en mayo de 1984 la
C.H.A. (Comunidad Homosexual Argentina), fundada en abril de ese
mismo año, publicó en un periódico de distribución masiva como
Clarín una primera solicitada exigiendo la derogación de leyes y
edictos policiales que atentaban contra las libertades individuales de
los homosexuales. A partir de ese año y gracias a la voz y visibilidad
que entre 1984 y 1987 le dio el trabajo de activistas valientes y
honestos como Carlos Jáuregui, el debate sobre los derechos de los
homosexuales en los medios de comunicación masiva argentinos
aumentó notablemente a la luz de la comprobación de serias violaciones
sistemáticas de los derechos humanos durante el período de la guerra
sucia realizada por los gobiernos militares entre 1976 y 1982. Ese
debate se radicalizó y alcanzó una repercusión nunca lograda antes en
los medios argentinos precisamente a mediados de 1989, cuando la
C.H.A solicitó el otorgamiento de personería jurídica que le fue negado
por la Suprema Corte de Justicia en una decisión que poco después el
presidente Carlos Saúl Menem se vio obligado a revertir.
E n Soy Roca, publicado a fines de 1989 durante el primer debate
público sobre el reconocimiento legal de una organización de
homosexuales en Argentina, Luna le hizo decir a Roca en el capítulo
dedicado al período 1895-1904: "antes, los únicos maricas conocidos
eran los porteros de los quilombos. Ahora me cuentan de Fulano o
Mengano, gente bastante conocida, como incluidos en la categoría de
los invertidos. ¡Y no les cuento en Europa! Aparecen con toda
desenvoltura en los ambientes más refinados" (349). Igual a la de

181
"¡...Europa!" y Estados Unidos, esa nueva visibilidad de los
homosexuales en el Buenos Aires del período 1895-1904 era muy
similar a la que habían logrado los activistas de la C.H.A. a mediados
de 1989, gracias a un debate que ocupó grandes espacios en los
periódicos de mayor circulación, en la radio, la televisión, los corrillos
de la calle y los corredores de la burocracia estatal.
No es casual que, tanto a fines del siglo diecinueve como a fines del
siglo veinte, la homosexualidad adquiriera una nueva visibilidad en
medio de proyectos económicos caracterizados por la liberalización e
integración de la economía argentina en un concierto económico
internacional o global. A fines del siglo veinte el modelo económico
argentino fue impuesto por los Estados Unidos de la misma forma que
a fines del siglo diecinueve los modelos económicos, sociales y cultura-
les llegaban de Francia, Inglaterra y Alemania. L a visibilidad y el
activismo de numerosos lesbianas, gays, homosexuales y uranistas
fueron resultados inesperados de esos procesos de modernización e
integración económica y cultural.
L a conspicuidad internacional de los homosexuales europeos a la
que el Roca de Luna se refirió entre signos de exclamación, había
empezado con el juicio a Oscar Wilde en Inglaterra, en 1895. Poco
después continuó con la visibilidad del movimiento de liberación
homosexual alemán que recibió notoriedad adicional con los escánda-
los de Krupp en 1902 y del círculo de consejeros y militares del
emperador Guillermo I I en 1906. Estos escándalos como veremos
tuvieron una repercusión especial en Argentina donde, en esos mismos
años un grupo de militares del mismo ejército alemán ayudaba a
implementar la reorganización del ejército nacional argentino en
cuyos cuarteles se debía completar la integración y educación viril de
los hijos de los inmigrantes que conformarían un primer electorado
nacional argentino. Además de la incómoda presencia de oficiales
alemanes en Buenos Aires, muchos de los oficiales argentinos que
debían servir de modelo de virilidad patriótica terminaban su entre-
namiento en los mismos cuarteles del ejército de Guillermo I I .
L a figura y construcción de la homosexualidad adquirió así una
notoriedad similar a la que, a partir de 1982, empezaron a tener
lesbianas y gays en la discusión internacional sobre los derechos de los
homosexuales a raíz de la crisis del S.I.D.A. E n casi todo el mundo,
pero especialmente en los Estados Unidos, la crisis del S.I.D.A. fue un
catalizador poderoso que, para contrarrestar la indiferencia de las
autoridades, reactivó la organización de movimientos de liberación
homosexual. Y fue en Estados Unidos donde, en 1991, activistas

182
homosexuales argentinos y latinoamericanos cuestionaron pública-
mente al presidente Menem en una serie de episodios que se repitieron
más tarde durante visitas del presidente argentino a Francia y Bélgi-
ca. Después de esos cuestionamientos públicos en medios internacio-
nales, el presidente argentino, ansioso (en 1991) por distanciarse de
las violaciones a los derechos humanos de los gobiernos militares y
para promover la imagen del país culturalmente moderno pronto a
realizar la deseada integración a la economía global neoliberal, en
marzo de 1992 revirtió la decisión de la Corte Suprema de Justicia y
reconoció la existencia legal de una primera organización argentina de
homosexuales.
Ese reconocimiento legal a fines del siglo veinte, como la visibili-
dad de la homosexualidad de fines del siglo diecinueve, fueron conse-
cuencias inesperadas, no previstas por los proyectos económicos libe-
rales y neoliberales. L a alusión inquieta a la homosexualidad de fines
del siglo diecinueve en un texto publicado a fines del siglo veinte puede
ser evidencia de la incomodidad de los discursos hegemónicos obliga-
dos a incluir, inscribir, aceptar la figura del homosexual en las últimas
décadas del siglo diecinueve, en medio del proyecto de modernización
liberal, como en la últimas décadas del siglo veinte acompañando el
momento neoliberal de globalización de la economía.
Si en Luna, el historiador, la alusión a la homosexualidad de fines
del siglo diecinueve emergió también como un comentario a la homo-
sexualidad de fines del siglo veinte, en Prontuario, un texto de David
Viñas publicado en 1993, aparece lo que en la obra de Viñas, el gran
conocedor de la literatura y la historia argentinas del fines del
diecinueve y principios del veinte, es una primera alusión a la cultura
homosexual del período 1890-1914. E n el texto de Viñas un personaje
leía una ficha de archivo que decía: "Pablo Minelli González no sólo era
confidente de Ángel de Estrada, sino que a él se atribuyen la corrección
(o la inspiración) del Diario Inédito: titeo y homosexualidad en el
Buenos Aires de WOO'* (88). L a misma ficha decía poco más abajo
"Carlos Octavio Bunge en Los colegas (1911) también alude a l a ciudad
secreta en los años de Figueroa Alcorta [1906-1910]; mucho más obvio:
Los invertidos (1914), de José González Castillo** (88). Viñas aludió así
a una obra de teatro notablemente homofóbica. Los invertidos,
estrenada y prohibida en 1914 primero y en 1930 después, vuelta a
estrenar en 1990 en el contexto del debate sobre la homosexualidad
que acabo de describir.
Pero Viñas agregó también Los colegas, un texto en el que a pesar
de la apariencia sugestiva del título no hay ninguna referencia directa

183
o indirecta a una subcultura o "ciudad secreta" homosexual. E n cuanto
al Diario Inédito: titeo y homosexualidad en el Buenos Aires de 1900,
en mi opinión el título sugiere el juego de toda la cita, el "titeo" del
propio Viñas al inventar un "Diario" inexistente, inédito, con toda la
apariencia de una importante fuente de información histórica a la que
sólo él tiene acceso. Tanto Viñas como Luna ilustran dos relaciones, o
reacciones, de escritores e historiadores fi-ente al discurso argentino
sobre la sexualidad y su historia a fines del siglo veinte. E l medio
cultural, en 1993, le permitió a Viñas hacer un juego que él no pudo,
o no quiso, hacer en ninguno de sus textos anteriores. Si en Luna la
alusión a la cultura homosexual de fines de siglo es aparentemente
histórica y bastante más homofóbica, en el texto de Viñas, la alusión
tiene más de juego literario borgiano, de titeo cultural, de invención de
textos inexistentes que, entretejidos con textos conocidos, desafían al
historiador, al crítico literario y al investigador a desenrollar una
madeja histórico literaria. Las dos actitudes, sin embargo, demuestran
que a fines del siglo veinte las coyunturas económicas y socio-históricas
locales e internacionales permitieron la documentación y reconstrucción
de una resistente cultura de hombres que tenían relaciones sexuales
con hombres y hombres que se vestían de mujer y convivían con los
guapos de 1900.

Cuidado con los cantos de sirena


L a alusión de Viñas a una ansiedad homosexual en un texto de
Carlos Octavio Bunge no es arbitraria. L a preocupación por la degene-
ración o decadencia de una sociedad de mujeres "masculinas" y hom-
bres "femeninos" fue una constante en la obra de Bunge. Profesor de
Derecho y Ciencias de la Educación de las Universidades de Buenos
Aires y L a Plata, Bunge fue uno de los intelectuales más celebrados de
ese período. Culto, atractivo, elegante y rico, descendiente de
inmigrantes luteranos alemanes que desde 1827 se fueron incorporan-
do al patriciado porteño, Bunge fue un escritor prolífico, autor de
libros y tratados de pedagogía, psicología, sociología, derecho, filosofía,
dramas, novelas, poemas y cuentos. Eduardo Cárdenas y Carlos Payá
señalaron que en 1901 "se lo consideraba como la revelación intelectual
de la nueva generación" (Carlos Octavio, 32).
Personaje importante de la aristocracia intelectual del período, en
1899 Bunge sirvió también al gobierno del presidente Roca que lo
mandó a Europa para investigar los sistemas educacionales y sus
metodologías. E s a investigación fue utilizada en un conocido proyecto
de reforma de la educación estatal en Argentina. Ese proyecto de Roca

184
y de su ministro Osvaldo Magnasco fue otro de los ensayos estatales
que entre 1898 y 1904 investigaban insistentemente distintas formas
o disciplinas que se pudieran utilizar para realizar la integración
cultural de la nueva población de argentinos de primera generación a
los que se les debían inculcar nociones de nacionalidad connotadas y
asociadas con significados de respetabilidad y ética laboral burguesas.
E n Soy Roca, Luna señaló: "Magnasco, lleno de iniciativas fecun-
das, hijo como Richieri [el creador de la ley de servicio militar
obligatorio] de un inmigrante italiano, quería desmontar parte de la
educación normalista y la que se impartía en los colegios nacionales,
para abrir escuelas de artes y oficios, centros de aprendizaje de labores
técnicas, mecánicas y agrícolas** (335).^ E n el nuevo sistema de educa-
ción proyectado por el equipo Roca-Magnasco con el asesoramiento de
C. O. Bunge era clave el énfasis en la creación de escuelas fábricas,
"centros de aprendizaje de labores técnicas, mecánicas y agrícolas"
que sirvieran para instilar en los hijos de los inmigrantes esa ética
laboral que estudió Ricardo Salvatore (Criminology Prisión, 286). L a
aplicación de la criminología que estudió Salvatore y la pedagogía del
proyecto de Magnasco eran disciplinas que articulaban una misma
enseñanza de nociones de nacionalidad entretejidas con concepciones
de ética laboral impartidas a los inmigrantes y sus hijos en las
prisiones nacionales transformadas en fábricas como en las escuelas
del sistema nacional de educación. Una vez definidos los espacios y
disciplinas que debían realizar la integración cultural de los hijos de
los inmigrantes, el peligro de la homosexualidad fue el fantasma del
mal, la enfermedad, la degeneración "extranjera", no argentina, ace-

^El énfasis de este proyectado sistema educacional era el mismo del


sistema carcelario que examinó Ricardo Salvatore en su artículo sobre
"Criminología, reforma carcelaria y la clase trabajadora de Buenos Aires**: "El
instilar una ética de trabajo en la masa de trabajadores frecuentemente
desempleados, itinerantes y no especializados requirió la mediación de insti-
tuciones disciplinarias o de un nuevo modelo de desarrollo económico basado
en el sistema de fábricas" (286. Traducción mía). Salvatore también notó el
nomadismo de los trabajadores que es importante en mi lectura del mismo
período. Él lo señaló como una característica del mercado de trabajo que no
permitía el aprendizaje de una ética laboral: "muchos de estos trabajadores
[intinerantes, desempleados y no especializados! no estaban confinados en
espacios de trabajo cerrados —se movían entre playas de carga, mercados
municipales, estaciones de ferrocarril y obras de construcción— y no se
quedaban el tiempo necesario para aprender normas de puntualidad, regula-
ridad y sobriedad" (286. Traducción mía).

185
chande los espacios nacionales de producción del nuevo sujeto argen-
tino.
E l proyecto de reforma universitaria de Magnasco no progresó pero
la preocupación de los burócratas e ideólogos estatales interesados en
el desarrollo de una nueva pedagogía nacional o nacionalista fue clara
en la obra de Bunge que tuvo gran difusión. Los cuatro volúmenes de
sus Estudios pedagógicos en 1920 habían alcanzado seis ediciones. No
obstante la diferencia de clase social entre Bunge e Ingenieros, el
pedagogo de familia patricia y el criminólogo hijo de inmigrantes,
estos dos empleados de la burocracia estatal pertenecían a la misma
aristocracia positivista, liberal y progresista de escritores prolíficos
que supieron diseminar sus textos y discursos. Los tres volúmenes del
Tratado general de pedagogía de Bunge, así como sus Estudios Filosó-
ficos, fueron publicados por "La cultura argentina**, una editorial que
fundó Ingenieros para difundir la obra de los entonces considerados
grandes intelectuales argentinos. E n la nota biblio-biográfíca publicada
con la edición de sus Estudios Filosóficos, el autor de la nota afirmó
que Bunge, "sin vocación política, nunca perteneció a partido alguno,
aunque sus simpatías acompañaron siempre a los más progresistas y
avanzados" (s/n). Pero, como veremos, la ideología de Bunge se
caracterizó por un clasismo y un racismo notorios.* Hasta ahora ese
clasismo y ese racismo se comprendieron como excesos inconsecuentes
de un positivismo argentino extremo. Pero creo que a pesar de que la

^El racismo de Ingenieros ya lo señaló David Viñas al citar un fragmento


de El hombre mediocre en el que el discípulo de Ramos Mejía afirmaba
escandalizado que "el espectáculo ya harto vulgar de la turba de negros
zambulléndose en el mar transparente para atrapar una moneda, es indigno
de ser descripto. El más elemental orgullo de la especie queda mortificado al
presenciar por primera vez ese ejemplo de laxitud moral ofrecido por las razas
inferiores". Viñas notó que "ese tono se prolonga larga y detalladamente**
(Literatura Argentina, 204). No obstante el declarado latinoamericanismo de
Ingenieros, su racismo se concentró en los indígenas americanos. Eudocio
Ravines, un activista peruano que en 1920 estaba exilado en Buenos Aires,
narró una situación de "titeo" de Ingenieros, cuando éste después de pregun-
tarle a un visitante peruano que había llegado a su casa "¿con qué se limpian
los indios, con papel higiénico o con piedra?" exclamó "¿pero se creen ustedes
que los indios son capaces de dirigir su país ... qué prefieren ustedes: guijarros
o papel higiénico?" Ravines contó que entonces él le preguntó a Ingenieros: "—
Y qué cree Ud. Maestro que le hace falta a mi país..? Ingenieros volvió hacia
mí soltando la toalla [quedando entonces desnudo frente a los visitantes]; se
puso en jarras y como si fuese el primer instante en que reparara en mi

186
solidez de las teorías positivistas argentinas hayan sido una ficción
cultural quizá debamos empezar a explorar hasta qué punto es o no
una ficción cuyos efectos continuaron hasta fines del siglo veinte.
Junto con la preocupación recurrente por la confusión genérica de
mujeres "masculinas" y hombres "femeninos" que amenazaban el
futuro de la raza argentina, alrededor de los escritos de y sobre Bunge
acechó siempre la imagen de una oscura y secreta frustración de ese
importante intelectual del período. E n esas crónicas, como en gran
parte de la obra literaria y científica de Bunge, emergió repetidamente
ese doblez de una decadencia degeneradora a la que era necesario
contrarrestar y oponer una disciplina nacional regeneradora. E n
muchos textos que veremos esa degeneración fue identificada como
extranjera y ubicada en las clases bajas, pero Bunge a esa decadencia
la sintió y describió muy específicamente en su propia clase social, en
las clases altas burguesas y en una aristocracia intelectual.
Los cronistas católicos que en 1981 reconstruyeron la vida del
Bunge positivista percibieron ese doblez y lo describieron como producto
de una lucha constante de frustraciones y pasiones internas
encontradas. Cárdenas y Payá describieron un Bunge lleno de
"tensiones interiores" (Carlos Octavio, 32) que "transitó por la vida con
un exterior a veces violento o alegre pero escondiendo en su intimidad
un grave y profundo dolor" (36). Cité el texto de estos historiadores
para notar cómo clericales o anticlericales, de principios o fines del
siglo veinte, utilizaron siempre de una forma muy central una suge-
rencia o construcción de la homosexualidad, implícita o explícita, más
o menos codificada pero siempre como la fórmula más efectiva para
caracterizar, controlar o desacreditar al adversario. Cárdenas y Payá
imaginaron una marcada represión en la vida de Bunge y para
sustanciar su argumento alegaron que Manuel Gálvez y Ernesto

presencia, cargó el acento, con voz ronca sobre dos palabras: i —Raza blanca
...! Debí mirarle con extrañeza, quizá si asombrado. El Maestro cuya elevada
figura se estaba haciendo añicos allí mismo, repitió: —Raza blanca, hijo; raza
blanca" (Ingenieros Fumista, 38). Sin cuestionar la veracidad de la anécdota
—los textos del propio Ingenieros confirmaron el clacismo y el racismo de
distintos momentos de su ideología— sí quisiera señalar que ésta fue publica-
da durante la guerra sucia por historiadores clericales que difícilmente
comulgaran con las ideas de positivismos evolucionistas o teologías de la
liberación. Ver Todo es historia, N*" 169 y 173 (1981), este último número
titulado "Los positivistas argentinos".

187
Quesada, familiares y amigos de Bunge, habían coincidido en su
opinión de que la vehemente dedicación del filósofo, pedagogo y
escritor al trabajo intelectual era "una vía de escape para otros
contenidos sentimientos" (36). Aquí de nuevo podemos estar frente a
una combinación de hechos históricos reales a partir de los cuales se
sugiere o exagera siempre la misma homosexualidad utilizada para
estigmatizar y controlar al enemigo.
Cárdenas y Payá, no obstante señalarlos, no teorizaron sobre el
tipo de "contenidos sentimientos" a los que se refirieron Gálvez y
Quesada, pero sí señalaron que, entre sus contradicciones, Bunge
creía en "la superioridad de algunos pueblos y de ciertos sectores
sociales sobre otros, en determinados momentos históricos ... pero ese
principio aristocrático se contrapone, a veces con violencia, al princi-
pio igualitario, cuando los dominados se fortifican y los dominadores
se degeneran" (36). E n muchos textos Bunge caracterizó esta
degeneración como sexual y genérica pero representada, elípticamente,
como una desviación de temperamento de las clases altas tradicionales.
E n su "Notas sobre el problema de la degeneración", un texto
publicado en 1900, Bunge anunció: "me ocuparé de un fenómeno,
generalmente pasado en silencio, y sin embargo de evidente valor
sintomático" (Estudios Filosóficos, 230). E l fenómeno frecuente y
callado era, según Bunge, la "anormalidad" del "hombre de genio" que
"frecuentísimamente se sobrepone a su sexo físico y psíquico usando
modalidades mentales del opuesto. Podría llamarse a este fenómeno
hermafrodismo intelectual" (230). L a tensión aquí la provocaba la
noción de un "sobreponerse" que significaba un avance intelectual, un
dejar abajo o atrás que al hacerlo mezclaba los modelos patriarcales
burgueses de hombre "masculino" y mujer "femenina". Bunge, al
escribir así sobre el hombre de genio, entre 1900 y 1904, cuando fueron
publicados los textos suyos que estoy citando y cuando él estaba en la
cúspide de su carrera intelectual, acercaba peligrosamente esa repre-
sentación del "hermafrodismo" a sí mismo. Entonces hizo una pirueta
retórica y especificó una desviación genérica que, siendo siempre
censurable y problemática, se hacía representable, se podía decribir
porque no tenía connotaciones sexuales: "constituye esto el fenómeno
que llamo hermafroditismo intelectual, condición muy diversa de lo
que algunos psicópatas [sic] modernos llaman hermafrodismo psicoló-
gico" (231). Según Bunge esa condición contemporánea de decadencia
por hermafroditismo de una aristrocracia intelectual, en la que él era
un figura prominente, tenía una historia que se remontaba a las de las
clases patricias de la Grecia y Roma clásicas.

188
Bunge advirtió que el hermafroditismo de las clases altas que él
describía en sus contemporáneos tenía un antecedente en "la
degenerada juventud del siglo de Pericles, en Atenas** donde los
jóvenes "viven como mujeres** (240). Después de la juventud de la
Grecia clásica, "los romanos parecían no conservar su superioridad
intelectual y moral con relación a la gente del Norte, ni tampoco los
patricios con respecto a los plebeyos ... L a degeneración la había
invertido** (169). Así empezaron a emerger nociones de "inversión** que
trababan significados genéricos y sexuales con significados de clases
nacionales y sociales. E n el texto de Bunge que acabo de citar "dege-
neración** significaba una antigua desviación sexual y genérica de
hombres jóvenes "que viven como mujeres**. Y a esa degeneración la
acompañaba, en una relación aparente de causa y efecto, una "inver-
sión** que significaba un cambio en el ejercicio de poder entre pueblos
de origenes culturales distintos, un poder que había pasado de "los
romanos" a "la gente del Norte" y al hacerlo había alterado la relación
"normal** entre clase sociales, de "los patricios con respecto a los
plebeyos**. Esta contrucción de la inversión en Buenos Aires, en la
primera década del siglo veinte alertaba sobre los peligros de inversio-
nes de poder entre argentinos e inmigrantes extranjeros y entre clases
sociales obreras y burguesas.
L a figura elíptica del hermafroditismo representado sólo y conve-
nientemente como intelectual y la inversión representada asociada a
un cambio en el ejercicio del poder entre clases de orígenes nacionales
y sociales distintos, se complementaron en la obra de Bunge con una
representación literaria del peligro de mutaciones genéricas que
llegaban al país con nuevas mujeres fuertes, competentes, cuya sola
presencia significaba una amenaza para el futuro de la nueva raza
argentina en formación. Entonces la inversión significaba cambio en
el ejercicio del poder entre clases genéricas. La amenaza de la inversión,
encarnada en una nueva figura de mujer fuerte, fue un tema central
en los cuatro cuentos que Bunge publicó en 1908 bajo el título de Viaje
a través de la estirpe y otras narraciones}
E n el primer cuento, que daba título al volumen, un narrador
médico relató, en primera persona, un viaje didáctico guiado por

^Para un estudio de las historias y representaciones de esta ''nueva mujer"


(the New Woman) en textos de la cultura víctoríana, ver Nina Auerbach,
Woman and the Demon, The Life of a Victorian Myth; Lilian Faderman
Surpassing the Love of Men (pp. 224-294) y Carroll Smith-Rosemberg, Disorderly
Conduct (pp. 167-245).

189
Darwin. Pero al uso del guía científico, Bunge agregó una referencia
clásica de la literatura con implicancias religiosas: "recordé [dice el
protagonista] el encuentro de Dante Alighieri con su maestro Virgilio,
que iba a guiarle a través del infierno y el purgatorio" (26). Como
Dante de la mano de Virgilio, pero cambiando el sentido del recorrido
clásico, el protagonista del cuento de Bunge narró un viaje que
terminaba en el infierno de la degeneración moderna. L a combinación
de Dante y Darwin representaba la tensión de un discurso en el que
confluían la concepción de una evolución (de)generadora con posibili-
dades de redención, que en Bunge, no obstante su supuesto ateísmo,
eran formuladas en términos de dogma cristiano.^
L a aparente ambivalencia ideológica de Bunge correspondía al
reajuste ideológico de los círculos positivistas de las clases tradiciona-
les que a principios de siglo, junto con Roca pero en su segunda
presidencia, buscaron la alianza de la iglesia católica para combatir al
movimiento obrero. De esa forma y una vez más la iglesia estableció
en Argentina una alianza con las clases tradicionales. Viñas describió
el momento con lucidez al señalar que en 1910, Monseñor de Andrea
"encabeza la reacción contra el 'miedo que reina en nuestras calles',
organiza la *gran concentración nacional masculina' destinada a
contrarrestar *el efecto disolvente de la manifestación anarquista del
8 de mayo' oponiendo a la 'barbarie' de *los hijos de las tinieblas' que
avanzan desde el barrio sur, las fuerzas del 'alma nacional' y de la
'conciencia del país' que desfilan por Callao" (Laferrére, 1965). Viñas
distinguió clararamente entre clases sociales que habitaban distintas
zonas de la ciudad: el sur obrero, bárbaro y sodomita, y la calle Callao,
eje del espacio de la clase patricia liberal. A esos dos espacios
correspondían ideologías anarquistas o clericales. Pero notemos tam-
bién la construcción católica de una "nacionalidad masculina" en la
que la presencia de la mujer obrera, "en la calle", era indeseable y
peligrosa. Ese fue el peligro que Bunge representó en el centro del
volumen de cuentos publicado en 1908.^
L a corrección del positivismo, que empezaba a acercarse al
clericalismo que había sido rechazado la década anterior, emergió

®A1 principio del viaje, un ángel advirtió al narrador: "debo manifestarle


que el súbdito que fue de S. M. B., mister Charles Darwin, no ha sido el ateo
materialista que con frecuencia se le supone... Era de familia cristiana y sabía
orar" (28).
^Viñas agregó que la "gran concentración nacional masculina" además "del
visto bueno oficial [consiguió], el aporte concreto de una comisión donde

190
desde el principio del Viaje, cuando el Darwin de Bunge declaró
categóricamente que "el Principio y el Fin, son siempre Dios, ¡la
religión! Por eso, y tan felizmente para el alma mística del hombre,
Dios queda todavía en su trono, ¡Dios estará eternamente en su trono!"
(33). E l narrador protagonista, por su parte, declaró; "aunque descreí-
do materialista, el alma mística de mis abuelos, que llevaba en mi
propia alma, se estremeció... y no pude menos que exclamar: — E l
Señor Todopoderoso se dignará absolverme de mis pecados... y yo,
evocando los recuerdos del catecismo católico, que en la infancia
aprendiera, cerré los ojos y traté de rezar mentalmente el Confíteor"
(21). Así, como para una misa, se preparó el narrador científico del
viaje darwiniano de Bunge.
Después de guiar al narrador a lo largo de la evolución, desde la
primera sección del cuento, "El génesis", hasta la última, "El hombre
civilizado", Darwin concluyó: "La humanidad será pronto decrépita si
sigue su evolución ... Espera acaso a la Europa y la América el destino
del Asia, esto es, la corrupción sexual, el afeminamiento y la
decadencia..." (88. Puntos suspensivos en el original). E n el orden de
la cadena sintáctica la corrupción sexual era la causa primera del
afeminamiento que marcaba la caída de la cultura "masculina"
burguesa viril y precipitaba la decadencia cultural, social y racial.
E n este primer cuento, Bunge inscribió el origen de la decadencia
en "el Asia", fuera del modelo cultural eurocéntrico que era la base del
proyecto de "modernización" y "progreso" de la oligarquía liberal. E l
avance, sin embargo, ya aparecía representado como una amenaza que
se cernía sobre América —el espacio de la nueva raza— a través de
Europa, del proyecto de modernización. L a decadencia "asiática"
servía para separar proyecto liberal y degeneración representando el
proyecto modernizador como un agente circunstancial de los cambios
en los modelos genéricos y sexuales patriarcales.^

fíguran —entre otros— Manuel de Iriondo, Carlos Casares, Carlos Tornquist,


Enrique Santamarina, Manuel Ocampo, Gustavo Martínez Zuviría, Miguel A.
Martínez de Hoz" (Laferrére, 21). La lista conformaba un "quién es quién" de
la clase patricia terrateniente.
^"Asia" representaba también ese "Oriente" que estudió Edward Said en
Orientalism. AI notar la "uniforme asociación entre el Oriente y el sexo",
especialmente durante la segunda mitad del siglo diecinueve, Said señaló que
"el Oriente todavía parece sugerir no sólo fecundidad sino promesa (y amena-
za) sexual, incansable sensualidad, deseo ilimitado" (188).

191
Este primer relato del volumen introdujo así el tema del mal,
asociado a una corrupción sexual y un afeminamiento de significados
todavía poco explicitados, contenidos en la puntuación que abría
amenazadores significados de esa ''decadencia'*, mencionada central
pero rápidamente, para definir las nociones de superioridad racial.
E n el segundo cuento, titulado "La sirena", Bunge empezó a
explicitar algunos significados de "corrupción sexual" y "afemi-
namiento al mismo tiempo que acercó la amenaza de esos significados
a la costa marítima argentina. Elaborando los temas que introdujo en
el cuento anterior, en "La sirena" Bunge estableció la correspondencia
entre el afeminamiento de una cultura concebida como masculina y la
emergencia de una nueva mujer. "La sirena" fue una forma de
representación recurrente de esa nueva mujer que, desde las costas de
Mar del Plata a la Patagonia, emergía a acechar las fronteras de la
nueva nación desde sus aguas territoriales.^
Desde lejos, la seductora mitológica —variante iconográfica de la
Hidra y la Medusa de los textos de J . M. Ramos Mejía que vimos—, la
amenaza que aparecía entremezclada con el agua que debía ser
salubrificada, era "una sirena de carne y hueso, que se peinaba con
peine de nácar sus cabellos de oro, cantando sentada en una alta peña
a la orilla del mar" (Viaje Estirpe, 101). Pero el encuentro reveló al
narrador —bajo la ficción modernista— a la mujer distinta, la temida
mutación "con su aspecto fiero y silvestre ... Cierto que el perfil efa
griego, que las facciones eran correctas y propias de una mujer joven,
pero qué mujer tan grande y tan fría!" (102-103). Junto con los rasgos
o facciones "correctas" de este modelo griego clásico, de cerca el
examen revelaba el doblez en esos rasgos que se perciben como
deformantes en el cuerpo de la mujer, que se hacía enorme, que se
animalizaba hasta el ridículo "con la doble hilera de sus dientes
blancos, enormes, antes propios de una fiera carnívora que de un ser
humano" (103).^"*

^En su libro sobre los mitos Victorianos de la mujer, Auerbach señaló que
"la sirena ejemplificaba lo secreto y la ambigüedad espiritual de los poderes
adscriptos a la mujer. Fantasmática y cambiante, ella fue una imponente
amenaza". Más abajo Auerbach agregó "las ramificaciones de la sirena [muje-
res serpientes y lamias de la literatura victoriana] en el siglo diecinueve son
una manifestación de una mítografía de la mujer sin la cual nuestra compren-
sión del período es truncada (Woman Demon, 8).
^^Sylvia Molloy señaló ese doblez de la literatura modernista en un ensayo
en el que propuso que "la apropiación de la decadencia europea que hizo

192
Preocupado por los cambios que suponía la presencia de la mutante
en el futuro de la raza, el médico narrador del cuento de Bunge caviló:
"lo que yo no entiendo es cómo su raza se multiplica... los animales
superiores son todos sexuados, en cada especie hay machos y hembras
... Sin embargo yo no sé que haya sirenas; todos los animales de su raza
son femeninos" (105-106. Énfasis en el original). E n este discurso no
se exploraba la posibilidad de volver a formular las sexualidades a
partir de los cambios en el sistema genérico/sexual. Por el contrario
"machos y hembras" sólo se concebían "sexuados" si se mantenían
dentro del orden tradicional prescripto por la binaridad del género. L a
ruptura de la binaridad y la competencia abierta de la mujer hacían
emerger inmediatamente ansiedades profundas sobre la superviven-
cia del "hombre".
Según las nociones científico-teológicas profesas en el discurso de
este narrador, la desorganización del orden genérico y sus jerarquías
precipitaba la degeneración racial. Pero el narrador de Bunge, tratando
de fijar esa indoctrinación de mujeres que trataba de hacer el discurso
patriarcal y burgués, le hace decir a la misma sirena: "nuestra raza
está en decadencia desde hace muchos siglos, como toda raza
degenerada, produce hembras superiores a los machos" (106). Así en
el discurso de la nueva mujer Bunge trató de inscribir la homología
entre los significados de decadencia, degeneración y superioridad de la
mujer. Este temor por la aparición de mujeres superiores a los hom-
bres, antecedente de una degeneración racial que amenazaba el futuro
"de la estirpe" era el hilo de un argumento que Bunge desarrolló a lo
largo de los cuatro cuentos de este volumen, que puede ser leído como
un solo texto.
En el tercer cuento, titulado "Un valiente", el pedagogo presentó un
ejemplo didáctico de la masculinización del hombre prescripta como
medida defensiva contra el desorden de los modelos del género. Al
principio del cuento, el futuro valiente era Perico Peralta, apodado "el
gallina" (141). E r a "un pobre de espíritu, un raquítico de cuerpo y
alma, no mata una mosca" (139-140). Este personaje era un pariente
pobre de un estanciero que le consiguió un nombramiento de comisario
de policía, "un comisario ¿n partibus ... sin más trabajo que cobrar el
sueldo" (143). E l autor conocía bien las costumbres del campo y el

Latinoamérica fue menos un signo de degeneración que una ocasión para la


regeneración" (Too Wilde, 191).

193
poder de los terratenientes que controlaban o desarrollaban funciones
de policía.
Bunge utilizó una noción común de la psicopatología de Lombroso
para establecer una relación directa entre la apariencia y los rasgos
físicos del cuerpo y las características genéricas de Perico. Pero junto
a "la roca de la herencia" de la teoría lombrosiana, lo inevitable de lo
físico y probablemente heredado, Bunge propuso la posibilidad de una
renovación racial en la que eran centrales las circunstancias cambian-
tes del medio. Entre el "afeminamiento" de la sociedad que describían
los demás cuentos, este tercer cuento, que describe la "masculinización"
de Perico, representa en el volumen Viaje a través de la estirpe y otras
narraciones esa posibilidad de una regeneración, coexistente con la
degeneración.
Antes de su iniciación Perico era un "joven ... pálido, enfermizo, de
baja estatura, rostro completamente afeitado, [y] espalda encorvada".
Pero en una pulpería, en un encuentro que dramatizó el momento de
pasaje del joven que se hacía hombre, adulto y "masculino", viril,
Perico por casualidad mató a José Riera, "ese bandido formidable, a
quien la leyenda rodeara con el prestigio de invencible" (145). Después
del encuentro que concluyó con "el bandido muerto, [y] el comisario
solo desmayado ... Peralta deliraba con altísima fiebre ... estuvo varios
días entre la vida y la muerte, amagado de un ataque a la cabeza"
(150). Pero durante toda la enfermedad "como deliraba continuamente
que era perseguido por Riera, su primo Valladares lo tranquilizaba
diciéndole: — Y a ha pasado, Perico. Has muerto a Riera, luchando
cuerpo a cuerpo ... Te portaste como un valiente" (150). L a enfermedad
de Perico, durante la que —en su estado de semiconsciencia deliran-
te— se le repitió constantemente que había realizado una hazaña era
en el cuento una forma de representar el poder de la sugestión, un
fenómeno que era concebido con la misma característica doble de la
teoría de la degeneración y la regeneración. L a sugestión, uno de los
fenómenos que más interesaron a los intelectuales y científicos del
período, era concebida como inductora de la enfemedad, el mal, que
podía inducir hasta el crimen, pero también podía ser utilizada como
terapia, hipnosis, método o tratamiento eficaz para enfermedades
físicas y mentales.
L a sugestión o hipnotismo, la autosugestión y la sugestionabilidad
de personas o grandes grupos humanos fueron objeto principal de
estudio de la nuevas disciplinas p s i c o l ó g i c a s y s o c i o l ó g i c a s
desarrolladas y aplicadas por hombres de ciencia e intelectuales
argentinos del período 1890-1914. E l valor doble de la sugestión o la

194
autosugestión como inductora de enfermedades individuales o sociales
pero también como método terapéutico se hacía evidente en una
historia clínica titulada "Un caso de erotismo psíquico senil", publica-
da por J . M. Ramos Mejía en 1902. E l médico escribió: "Interrogado
[XX, el paciente] acerca de sus dolencias, responde no tener ninguna:
pero refiere que desde hace veinte días: *no puedo salir a la calle,
porque al ver a una mujer se me alborota la naturaleza*". Con lo que
el paciente quería decir que tenía erecciones constantes provocadas
por la sola presencia de una mujer. Ramos Mejía señaló que "XX creyó
estar en presencia de un resurgimiento de su actividad sexual. *Duran-
te toda la mañana —dijo [XX] no pude pensar en otra cosa'". Y el
médico comentó: "La autosugestión hizo lo demás". E s decir que el
paciente no tenía erecciones sino que creía tenerlas.
E l médico higienista, ahora también psiquiatra^\ escribió "todo
indujo a creer que los trastornos eróticos de XX, eran puramente
psíquicos; es decir, que se despertaba en su corteza cerebral la imagen
de la erección sin que se produjera su equivalente funcional. Así se
comprobó experimentalmente". E n la página siguiente el médico
dictaminó: "Se le diagnosticó erotismo psíquico senil, por autosugestión"
y "la terapéutica instituida fue etiológica. A la autosugestión se opuso
otra sugestión. Se le recetó agua destilada, coloreada... cinco gotas por
la mañana y cinco gotas por la noche. Recomendósele que no pasara de
ese número por tratarse de un veneno poderoso, especialmente eficaz
para combatir los 'alborotos de la naturaleza'. Se fíjó al enfermo un
plazo máximo de tres días para la curación completa, recomendándole
que volviera después de curado. E n efecto, pocos días más tarde el
enfermo volvió, agradecido por el tratamiento" (Caso Erotismo, 42-
43).
Perico, el personaje del cuento de Bunge, por intermedio de la
sugestión ejercida por su primo durante los "varios días" que pasó
delirando "entre la vida y la muerte, amagado de un ataque a la
cabeza", se curó de su cobardía. De esa forma "Perico curó, y se levantó
con una ideafija, que le fuera inculcada durante su enfermedad: ¡él era
un valiente que había vencido a Riera!" (151). L a posibilidad teórica de
implantar el sugestionador una ''idea fíja" en la subconsciencia del
sugestionado era lo que, según estos hombres de ciencia, hacía de la
sugestión un método especialmente eficiente y/o peligroso en manos

^^Ingenieros afirmó que Ramos Mejía "fue, de hecho, el creador de la


psiquiatría en nuestro país" (Personalidad Intelectual, 110).

195
de personas inescrupulosas capaces de ejercer sutiles y eficaces mani-
pulaciones psicológicas o sociológicas de personas o de grandes grupos
humanos.
Con la implantación de la idea fija que inició la carrera ascendente
del, ahora, valiente policía "embriagado de sangre, Perico era otro
hombre. Parecía haberse estirado, pues no enarcaba más la espalda:
el antes hundido pecho se combaba ahora inflado de coraje; ya no se
afeitaba ostentando una enmarañada barba; su gesto era seguro y
firme** (151-152). L a sugestión entonces era concebida como una forma
de manipulación psicológica cuyos efectos se hacían visibles rápida y
seguramente en el cuerpo físico. E n la última frase del cuento, curado
de sus males, "el antiguo Terico el gallina* quedó así, para siempre,
transformado, según el respetuoso apodo con que el pueblo rinde culto
a su coraje, en el *el guapo Peralta*** (153).
E n este cuento Bunge localizó la masculinización del hombre en el
campo, el espacio que —cuando la gran inmigración se radicó en las
ciudades— cambió de signo, dejó de representar la barbarie de
Sarmiento y se transformó en el repositorio de los valores argentinos
"reales**, que eran los de la clase terrateniente. Ese espacio y sus
valores, ese medio en el que r e g e n e r a c i ó n era s i n ó n i m o de
masculinización, Bunge lo contrastó con el espacio de la metrópolis
moderna, el locus de la degeneración y la decadencia asociadas al
poder de la nueva mujer, todos temas del cuarto y último cuento,
titulado "La perfidia femenina**.
Este juego entre los significados y espacios de la degeneración y de
la regeneración, articulados así en el volumen de cuentos de Bunge,
ilustraba por medio del discurso literario y didáctico las últimas
teorías de las nuevas ciencias psicológicas y sociales tan caras a los
hombres de ciencia argentinos. Francisco de Veyga en 1905 publicó en
los Archivos un artículo titulado "De la regeneración como ley opuesta
a la degeneración mórbida**. E n ese texto, este prócer de la psicología
y sociología argentinas, primero propuso que los escritos y teorías
sobre la degeneración "constituyen un verdadero cuerpo de doctrina
cuyos principios dominan todo el campo de las ciencias biológicas con
la misma fuerza que las m á s trascendentales desarrolladas
contemporáneamente: la evolución, por ejemplo, o la infección**
(Regeneración Ley, 31). Evolución e infección habían sido piedras
fundamentales de las ciencias que con los descubrimientos de Darwin,
Lister y Pasteur habían creído estar cerca de un saber que transfería
su poder a los científicos productores de ese saber. Pero la teoría de la
degeneración, si bien había servido para avanzar el poder de los

196
médicos —por ejemplo al transformarlos en jueces, vigilantes y guar-
dias de los degenerados hereditarios declarados irresponsables—,
también representaba un reconocimiento de la impotencia de los
hombres de ciencia argentinos para regular, controlar y transformar
la nueva cultura surgida de la inmigración.
Los científicos argentinos que habían intervenido, y seguían inter-
viniendo muy directamente en el proceso de modernización y creación
del nuevo país, una nueva raza y una nueva cultura, no estaban
dispuestos a entregar tan fácilmente el poder que habían logrado. Por
el contrario, trataron de avanzarlo. Entonces a la teoría de la degene-
ración agregaron la de la regeneración que enfatizó la importancia y
el poder rehabilitador del medio ambiente que sí podía ser manipulado
y controlado por los hombres de ciencia preceptores de la nueva
nacionalidad. Así y después de su reconocimiento agradecido a las
teorías que más poder habían dado a las ciencias de la segunda mitad
del siglo diecinueve, Veyga se separó de la teoría de la degeneración,
modernizó su pensamiento y concluyó que:

...estamos dando a la herencia mórbida, después de haberla negado o


discutido tanto tiempo, un valor exagerado que no tiene, ni teórica ni
clínicamente ... La degeneración se hereda pero se adquiere también^ y quizá
sea fuera de la transmisión sucesoria donde tenga su mayor fuente de
producción. Su acción, en todo caso, como fenómeno de herencia o de adquisi-
ción individual, tiene su contrapeso en la tendencia espontánea a la regenera-
ción ayudada eficazmente por la terapéutica (Regeneración Ley, 31),

L a "ayuda eficaz de la terapéutica" aseguraba la presencia conti-


nua y el poder extendido de los terapeutas ejercido "fuera de la
transmisión sucesoria", en el medio ambiente. Pero para promover la
nueva profilaxis y los nuevos proyectos de reforma y control social del
medio, primero era necesario agitar el fantasma del microbio, el mal
o la enfermedad que amenazaba la nueva nacionalidad: ya no la
plagas, cóleras y fiebres del siglo anterior sino las temidas inversio-
nes, el presunto afeminamiento de la sociedad viril, el retroceso del
poder de los hombres y la masculinización de la mujer, el feminismo
de mujeres trabajadoras y profesionales que competían con éxito con
los hombres en todas los campos de la cultura.
E n "Perfidia femenina", Bunge creó los personajes de Balbes,
Fantus y Murriondo, tres profesores universitarios que, como tales,
debían mantener la apariencia de objetividad científica, característica
del discurso de esta aristocracia intelectual progresista y liberal
argentina. Uno de ellos afirmó entonces "hay que evitar, pues, las

197
falsas generalizaciones basadas en hechos aislados y excepcionales
—asintió el mismo Fantus**. Pero en la frase siguiente agregó: "el caso
es que aquí estamos reunidos tres hombres solteros y experimentados
... ¡y creo que ninguno de los tres guardamos recuerdos favorables de
la mujer o mujeres que hayamos querido!** (158). Enseguida apareció
la béte noire (Invention Hystérie, 69) estererotípica del período, la
temida histeria a la que, según las teorías de Bunge, eran especial-
mente propensos los intelectuales y "hombres de genio**. Murriondo
afirmó "somos tres intelectuales y he observado que los intelectuales
tienen una marcadísima propensión hacia las mujeres histéricas y
aún hacia la peor clase de histéricas: hacia las insensibles y perversas*'
(159). De esta forma el origen del mal de una aristocracia intelectual
masculina de nuevos profesionales universitarios quedaba localizado,
nuevamente, en las mujeres.

^En Los envenenados, una novela que Bunge publicó en 1908 con el
121

subtítulo de "Escenas de la vida argentina del fines del siglo XIX", el mal es
la inversión de una clase alta de mujeres "masculinas" y hombres "femeninos".
Y el origen del mal es la cortesana extranjera que lo disemina entre las
mujeres que la copian y los hombres doblegados por la perversión de las
pasiones de la histérica. En Pachín del Valle el narrador de Bunge destacó su
"femenina frivolidad" (29). Al carácter y la psicología de este representante de
la oligarquía de hombres y mujeres invertidos genéricamente, correspondía
un tipo físico: "¡No resultaba, por cierto, la de Pachín, una figura imponente!
Levantaba del suelo apenas vara y media sobre unos enormes tacones" y "con
su rostro rigurosamente afeitado y sus facciones suaves y correctas, parecía
un efebo. Su voz resultaba aflautada ... sus ademanes eran lentos y melosos
... Era tan frivolo e ignorante como una bella damisela" (30). Pachín estaba tan
acostumbrado "a sus dobles y redobles tacones —mitad exteriores, mitad
interiores—, que andaba naturalmente de puntillas, cruzando el áspero
sendero de la vida como una bailarina, y con sus mismos movimientos
graciosos y ondulantes" (31). El vestido que, presuntamente, refleja la psico-
logía de este hombre, se repetía en el resto de los hombres de la novela. E l
narrador describió en el Club una "irrupción en el comedor [de] un grupo de
petimetres, a cuya cabeza iba Pedrito Arquiola. Vestidos todos con rebuscada
elegancia, desfilaron uno por uno, llenos de garbo y muy satisfechos de sí
mismos y de sus sastres. Al verlos pasar, Manolo exclamó: —El desfile de
Manón". Y el narrador explicó que "aludía al desfile de mujerzuelas que se
embarcaban para ser deportadas a América por sus malas costumbres, en una
ópera en boga, sobre la historia de Manón Lescaut" (91). Las mujeres de la
novela, como Mariucha, eran temibles porque disfrutaban especialmente de
"la maligna alegría de una mujer que llega a dominar la voluntad de un
hombre enérgico y honesto" (35-36). En este mundo de mujeres dominadoras,

198
Poco más adelante, y siempre en el mismo tono presuntamente
objetivo Balbes se preguntó retóricamente: "¿Son los sentimientos
medios y comunes de la mujer peores a los sentimientos masculinos?"

los patriarcas y padres de familia se quejaban de que no se reconociera su


autoridad. "El genio del doctor Semper", por ejemplo, "estalló en iracundo
desplante. No se le hacía ya caso. La familia se desorganizaba porque se
desconocía su autoridad" (9). Al mismo tiempo que se empezaba a cuestionar
la autoridad de los representantes del patriarcado, las mujeres empezaban a
cuestionar el modelo de la esposa obediente y madre prolífica: "Flora Villordo,
la hija soltera de Hortensia, tenía en efecto un carácter alegre y decididor.
Hallaba tan atrayente su vida que deseaba prolongarla cuanto pudiera,
retardando el momento de casarse" (110). En el personaje de Flora era clara
la representación de la temible nueva mujer "independiente" (42) que
"maldiciendo a los hombres" cuestionaba el modelo patriarcal burgués; su
rebeldía psicológica también se trasuntaba en su físico. Al comentar su actitud
frente a los hombres, el narrador señaló como evidencia del mal sus manierismos,
que "no sentaba mal tales razones a sus decididos modales de amazona, ni a su
figura quizá demasiado alta" (42), No era casual que en la novela fuera Flora
la que aparecía tocando repetidamente "un tango popular, dándole un aire tan
criollo y tan 'compadre' que el peón, un italiano agauchado, 'quebraba' a su
ritmo la cintura mientras regaba las plantas del jardín" (60). La cultura del
tango del período y sus mujeres "masculinas" y hombres "femeninos" era otro
producto característico de esta nueva y peligrosa cultura urbana invertida que
borraba las diferencias entre clases sociales. Sintiendo la melodía del tango,
Flora, la mujer de clase alta, compartía una estética o una sensibilidad musical
con el inmigrante italiano de clase baja y éste, al compás de la nueva música,
desarmaba, "quebraba" el rigor controlado y severo del cuerpo del hombre
"viril" ideal. A los cambios físicos y psicológicos se sumaban cambios en el
ejercicio del poder económico de mujeres y hombres. A Gabriela, por ejemplo,
"en familia, sus hermanos la apodaban por broma miss Rothschild" (55). Los
roles económicos tradicionales del hombre y la mujer se invertían cuando los
hombres debían recurrir al poder económico de las mujeres. "Manolo se
disponía a emplear toda su astucia masculina para que miss Rotschild, 'la
banquera de la familia*, le prestara la indispensable ayuda" que necesitaba
para viajar a Europa (62). Notemos la representación de una "astucia masculina"
como estrategia inversa de la estereotípica "astucia femenina". La cepa "viril"
de los antepasados patricios se continuaba ahora en las mujeres, en Gabriela.
Manolo la adulaba: "con tu aspecto de chica romántica, eres la heredera de las
energías de nuestro glorioso abuelo" (62). Con el tema del banquero emergió
en la novela el antisemitismo que acechaba siempre gran parte de estos textos.
Cuando Gabriela le imponía condiciones, Manolo se quejaba a su mamá: "—Ahí
tienes a miss Rotschild, mamá, dispuesta a negarme los fondos que necesito,
como buen banquero judío que es" (64). Recordemos que Rotschild fue el líder
del grupo definacistaseuropeos con los que el gobierno de Juárez Celman tuvo

199
(163). L a respuesta fue una larga y previsible exposición de una
misoginia apenas encubierta. E l profesor de Etica primero hizo las
necesarias profesiones de fe a una metodología desapasionada y
racional: "dejemos un momento la historia, esa colosal mixtificación,
ese tejido de fábulas, errores y prejuicios pasionales —argumentó
Fantus— para observar hechos presentes y mejor cognoscibles" (166).
Pero enseguida el estudioso de principios y reglas morales narró la
historia de Mariana, una mujer que "pertenecía a varias sociedades de
beneficencia pública y aspiraba a la dirección de algunas de ellas! ...
¡Era lo que suele llamarse ahora una 'mujer fuerte', toda una 'mujer
fuerte!'" (174-175). Por medio de la historia de esta mujer que "fue
bastante astuta, [y] fue bastante criminal" (173) Fantus "corrobor[ó]
su tesis sobre la mayor ^crueldad' femenina" (175).
Balbes, el profesor de Literatura, contó la historia de Rosaura, la
madrastra estereotípica que maltrataba a los hijos de Felipe, su
marido, "pero tuvo buen cuidado de no revelar sus sentimientos a
Felipe .... Ahí principia precisamente toda la negra perfidia de su

que negociar para refinanciar la deuda exterior argentina durante la debacle


económica de 1890. En Los envenenados el mal llegaba de Europa, encarnado
en Lina Franconi, la cortesana extranjera: "los ojos, de pupila azul, ft-ía,
vibrante y dilatada, constituían el más notable rasgo en la fisonomía de la
Franconi. Revelaban un temperamento voluntarioso y alocado, un mundo de
histerismo y perversión" (71). Así quedaban asociados, nuevamente en la
mujer pero ahora extranjera, el histerismo, la béte noire de Charcot y Freud,
con la sugestión que utilizaba el poder hipnótico de los ojos y la mirada. El mal
encarnado en la cortesana extranjera. La utilización de la pose, en Bunge
representada como una peligrosa forma de performance, era una característica
de estas mujeres. Lina Franconi "era, hasta en sus raros momentos de pasión
y en los más raros de sinceridad, triplemente poséase: como mujer, como
neurótica y como demi-mondaine'' (116). Esta cita se puede leer a la luz del
importante estudio de Sylvia Molloy sobre "La política de la pose" en la
Latinoamérica de fines del siglo pasado. Molloy propuso ver la pose "sí, como
capaz de expresar si no *la voz del Continente' por cierto una de sus muchas
voces, y verla, sí como comentario de las ^inquietudes e ideales' de ese
continente. Quiero considerar la fuerza desestabilizadora de la pose, fuerza
que hace de ella un gesto político" (Política Pose, 128). EnLos envenenados, por
último, no faltan las alusiones a los peligros de la sugestión: "Ema era el
temperamento más sugestionable. Así como otrora, por su deseo de casarse,
sobre todo por su deseo de amar, se había sugestionado a sí misma sobre las
condiciones del candidato, ahora se sugestionaba sobre sus defectos" (144).

200
'política femenina'" (182). Con la narración de Balbes las asociaciones
de mujeres se transformaron en preocupante "política" feminista:
'"¡Política femenina!' —interrumpió Fantus—. Aplaudo el término. L a
que he llamado crueldad femenina o egoísmo, no es más que política
de astucia y de fraude" (182-183). Cuando las mujeres pusieron la
misma concentración que el hombre en realizar ambiciones adicionales
a la de su madre, su foco era estigmatizado como "egoísmo" y lo que en
el hombre era descrito como diplomacia para avanzar sus ideas, en la
mujer era representado como astucia y fraude utilizados en una lucha
encubierta.
Balbes alegó que "la política femenina sería una resultante de los
factores psicológicos: sentimientos antialtruistas e incapacidad para
imponerlos franca y abiertamente ... bajo un aparente espíritu bonda-
doso y de conciliación ... suelen poner las mujeres en esas empresas
solapadas, admirable habilidad y ejemplar constancia. Su acción es la
continua gota de agua, que al fin horada la piedra" (183-184).
La estrategia más temida era siempre una que utilizaba distintas
formas de performance (poses, diría S. Molloy), juegos de apariencias
como realidades sumergidas o encubiertas, disimuladas y espe-
cialmente eficientes por su constancia.
Murriondo, el profesor de Medicina, agregó la historia de Sofía, la
mujer enamorada que al conocer las aventuras de su marido con otras
mujeres "engañó una vez más al mundo. Su pasión dominante, su
pasión insaciable era ahora el odio {Habíale sonado la hora de la
venganza! ¡Y cuán horrible fue su venganza, cuán horrible! Tuvo ella
el difícil arte de los verdugos cirujanos de la antigua China, que
convertían a un hombre sin matarle, en una masa informe" (213).
E l médico concluyó: "mis opiniones de psicología sexual podrían
reducirse a pocas palabras ... Por herencia y organización fisiológica,
en la mujer privan tres condiciones: espíritu de conservación,
irritabilidad, y aptitud para el fraude" (219). Así Bunge concluyó este
"viaje a través de la estirpe" que describía la evolución de "la corrup-
ción sexual, el afeminamiento y la decadencia" que, como sirenas
deslizándose por el texto desde "la antigua China" a la Argentina, en
tres mutaciones sucesivas se encamaban en tres mujeres de Buenos
Aires.

201
Temores y deseos de Asías, Chinas, opios, morfinas, eunucos y
mujeres desnudas
E n los textos del período que estamos revisando, Asia y China
denotaban significados ambivalentes de antiguas culturas y sus
opulencias entretejidas con ansiedades de enfermedades físicas,
sociales y morales: el cólera, la peste bubónica y la lascivia de hábitos
socialmente aceptados, como el de las prácticas sexuales de hombres
y eunucos. Esos seres de género indefinido, cercanos a las mujeres y
asociados con ellas eran imaginados en una alianza "femenina** que
acechaba y a veces alcanzaba el poder mediante la simulación no muy
distinta al "fraude" y "el ocultamiento" de "empresas solapadas" que
acabamos de ver realizadas con "admirable habilidad y ejemplar
constancia" pero ocultas, disfrazadas "bajo un aparente espíritu bon-
dadoso y de conciliación".
Lachinoiserie estereotípica de los interiores literarios modernistas
repletos de lacas, tallas y piedras duras engarzadas con profusión
prerrafaelista en biombos y muebles de época también entretejía
significados dobles. Por un lado representaba la vitalidad y exuberan-
cia del poder adquisitivo de las nuevas clases que promovían su
ascenso social adoptando los modelos de lujo y la antigüedad de
porcelanas de lejanas dinastías asiáticas que desde las vitrinas
transferían su genealogía a los burgueses recién llegados. Pero Asia y
China también significaban la molicie y decadencia, la degeneración
de culturas concebidas como exhaustas después de milenios de
producción cultural.
E n los textos de los higinenistas de fines del siglo diecinueve la
inauguración del canal de Suez, una de las grandes obras de ingeniería
que, como el puerto de Buenos Aires, originaron una circulación
marítima mundial sin precedentes, también se concibió como una
apertura de las barreras que separaban a Europa de las pestes, el
cólera, la fiebre amarilla y la lepra "asiáticas". E n un texto publicado
en los Anales en 1895 los higienistas se empezaron a preocupar por la
propagación de "la peste bubónica que había reinado en el continente
chinesco, [que] apareció el 11 de mayo y duró hasta septiembre" (Peste
China, 806). Del "continente chinesco" —la expresión hacía del espacio
físico una cultura sospechosa propagándose con pequeñas variaciones
hasta más allá de sus fronteras conocidas—, se temía que las pestes
pasaran a la India y de ahí, en los barcos que llevaban peregrinos
musulmanes a la Meca, siguiendo por el canal de Suez, a Europa. E n
1896 otro higienista señaló que "constatamos que la Conferencia

202
internacional de Venecia [de 1892] prescribe medidas tendientes a
impedir que el cólera de la India y el extremo Oriente, franquee la
barrera del canal de Suez" (Nueva Orientación, 498). E n el lado
asiático del canal de Suez, según los higienistas "no existe vigilancia
de ninguna clase en el Golfo Pérsico; y la importación del cólera a esa
región, varias veces durante estos últimos años, demuestra la necesi-
dad de establecer esa vigilancia" (498). De a poco las preocupaciones
higiénicas, mezcladas con consideraciones políticas en fábulas exóticas
adquirieron características novelescas.
Luis Agote se quejó de que "esos esfuerzos [del gobierno del imperio
otomano] caen en la generalidad de los casos en pleno vacío, a pesar de
las promesas de aquel gobierno". E l higienista describió la situación
política inestable de las autoridades otomanas de la península arábica
que temían conflictos religiosos con los peregrinos que de la India
viajaban a la Meca. Agote señaló que ese gobierno "además de ser
impotente para ejercer la autoridad sobre aquellas turbas animadas
por el fanatismo, no se atrevería a correr el albur de un movimiento
religioso que comprometería más que nunca la situación bamboleante
por que atraviesa". Enseguida Agote ofreció un ejemplo de las
consecuencias y peligros de gobiernos débiles para la higiene y
salubridad internacional:

.. .un ejemplo lo tenemos en la compra de una gran estufa [de desinfección]


Geneste Hersher, anunciada con bombos y platillos a todos los gabinetes
europeos, para mostrar el deseo de responder a las exigencias de los gobiernos
europeos por parte de la Sublime Puerta. Algunos meses más tarde, se
encontraba a la orilla del camino que lleva a la Meca la estufa aquella, sin que
jamás hubiese prestado servicios, ni siquiera llegado a su destino. Los desór-
denes a que dio lugar su sola presencia fueron tales, que los conductores
temiendo por su vida la abandonaron. Una partida de beduinos, acampados a
su alrededor formaban la guardia para impedir que nadie se acercara; estaban
allí para no permitir que se realizara la operación que en su ignorancia
fanática se habían figurado, la de pasar mujeres desnudas en su interior
(Defensa Sanitaria, 313).

E l episodio demostraba fricciones de distintas políticas imperiales


del período narradas con los elementos de la fábula orientalista:
protagonizada por una versión finisecular de los árabes sarmientinos,
en los que a fines del siglo diecinueve se señalaba el nomadismo
tradicional sumado a un fanatismo religioso que era la antítesis de
científicas civilizaciones europeas positivas. E l discurso orientalista
no podía dejar de incluir la imaginación voluptuosa de mujeres desnudas

203
ocultas en estufas de desinfección que eran versiones modernas de
serrallos enrejados y lámparas maravillosas."
Junto con el avance de enfermedades físicas los higienistas advir-
tieron la amenaza que representaba el avance de males sociales. A
continuación del texto que notaba la necesidad de una mayor vigilancia
del canal de Suez, un texto sobre "La morfinomanía en China" señala-
ba que "el uso de las inyecciones de morfina [una de las drogas
favoritas de la literatura modernistal tiende a sustituir cada vez m á s
entre los chinos, a la tradicional pipa de opio [otra droga modernista
de tradición más antigua]. Los fumadores de opio consideran que las
inyecciones de morfina son más agradables .,. [pero] el decaimiento del
organismo parece sin embargo más rápido con la morfina que con el
opio" (501). Esta era la degeneración que, en palabras de Veyga que
hemos visto, "se adquiere también, y quizá sea fuera de la transmisión
sucesoria donde tenga su mayor fuente de producción", en el medio, en
los hábitos o costumbres "asiáticos" que podían pasar del medio a la
herencia biológica, para disolver la voluntad y drenar las energías
vitales necesarias para la creación de la nueva raza.
Las prácticas sexuales y la alianza política de mujeres con hombres
de sexo indefinido eran las amenazas que temía siempre este discurso
científico. E n otro texto publicado en los Anales también en 1896
titulado "Los eunucos del palacio imperial de Pekin", un higienista
argentino tradujo un texto publicado en francés y su apropiación
produjo un discurso de una salubridad argentina preocupada por lujos
y molicies asiáticas que llegaban vía Europa. E l higienista argentino,
a través de la pluma de su colega francés, advirtió que si bien la
castración en China se había empezado a practicar como una forma de
castigo a los criminales, "con el aumento de la lujuria, de la deprava-
ción y del lujo, los eunucos de procedencia criminal fueron insuficien-
tes y fue menester buscar otros medios para completar el contingente
necesario" (466)
Con el aumento del lujo burgués se temía el "aumento de la lujuria"
y de "la depravación" de prácticas sexuales múltiples. Primero el autor
explicó que "los chinos son herejes: muchos de ellos practican la
pederastía" (466). A la inversión con los significados que vimos se
sumaba entonces la práctica sexual específica de la pederastía cuyos
significados veremos más adelante. A esa práctica sexual algunos

"Para una discusión más amplia de la historia y significados del discurso


orientalista en el sentido, ver E. Said, Orientalism.

204
hombres empezaron a considerarla y utilizarla como una forma de
supervivencia lujosa. Había "individuos despreocupados o perezosos,
[que] consienten en ser eunucos, convencidos de que esta nueva
posición social, Ies asegurará una existencia holgada" (Eunucos, 467).
Los eunucos convivían con hombres que tenían una predilección
especial por las relaciones sexuales con otros hombres o, y esto era lo
m á s alarmante, llegaban al poder como "favoritos de una emperatriz.
Su papel ha sido en ciertas circunstancias muy importante" (Eunucos,
470). E s a era una temible alianza con la mujer establecida por
hombres que no obstante haber renunciado a la categoría de "hom-
bres** se sospechaba que s e g u í a n teniendo relaciones sexuales con las
mujeres: "aunque considerados como totalmente desprovistos de ideas
libidinosas, buscan la sociedad de las mujeres, se complacen en su
contacto y usan de ellas unguibus et rostro, muy probablemente"
(475).^^

La invasión del tercer sexo


A d e m á s de poder leerse a la luz de la historia del avance de la
nueva mujer en Europa y Estados Unidos, los cuentos de Bunge se
insertaban en un contexto m á s específicamente argentino creado por
mujeres, obreras y profesionales que entre fines del siglo diecinueve y
principios del siglo veinte fueron especialmente visibles en organiza-
ciones feministas, socialistas y anarquistas. Esas mujeres argentinas
y extranjeras eran las "sirenas" que se deslizaban a través de las
fronteras y transitaban entre espacios y clases sociales para realizar
una tarea de concientización que preocupó mucho a los burócratas e
intelectuales que trabajaban para el Estado. Lo significativo es cómo.

'^A estos signiñcados comunes en Europa y los Estados Unidos donde la


decadencia asiática fue identificada con la adicción al opio, en Latinoamérica
se agregaron reiteradamente significados homosexuales. E l criminólogo y
antropólogo cubano Fernando Ortiz en Los negros brujos, un libro publicado en
1906, alegó que "la raza amarilla trajo la embriaguez por el opio, sus vicios
homosexuales y otras refinadas corrupciones de su secular civilización" (19).
La narrativa sobre los eunucos chinos sirvió a los higienistas argentinos de la
década de 1890 para inaugurar el tema de la prostitución de hombres, que
como veremos fue una preocupación central de los criminólogos de la década
siguiente. La investigación de los hombres que trabajaban en la industria del
sexo finisecular tuvo así su antecedente en esos **jóvenes de 25 a 30 años y
hasta padres de familia [que] atraídos por el cebo de las ganancias del oficio,
consienten en hacerse emascular" (Eunucos, 467).

205
para controlarlas distintos discursos o un mismo discurso "masculino",
patriarcal y burgués adoptó, s e g ú n la audiencia a la que estaba
dirigido, distintas formas de representación con significados similares.
Los cuentos de Bunge fueron publicados primero separadamente, en
tiradas de folletín aparecidas en el diario La Nación y d e s p u é s
aparecieron recopilados en el volumen número 342 de la serie editada
por la "Biblioteca de ' L a Nación'". E n esos textos de difusión masiva l a
homosexualidad, y especialmente l a homosexualidad de la mujer, no
era representable. Por eso Bunge la codificó en la figura literaria de la
sirena y la "mujer fuerte", independiente y organizada en movimientos
políticos cuyo avance el pedagogo urgía se contrarrestara con la
masculinización del hombre. E s a s formas de representación en textos
de difusión masiva se complementaban e iluminaban con distintas
formas de representación de las lesbianas en textos de difusión m á s
restringida, generalmente destinados a una audiencia de hombres de
ciencia, legisladores y burócratas de l a administración estatal.
E n El estado de las clases obreras a comienzos de siglo y en
"Fetiquismo y uranismo femenino en los internados educativos", un
libro y un artículo publicados en 1904 y 1905 respectivamente, veremos
enseguida cómo distintas formas de representación de las lesbianas
expresaban, en el primer texto, ansiedades culturales por el avance de
los movimientos de obreras y feministas en Europa y Estados Unidos
y, en el segundo, los temores e intentos de prevenir relaciones entre
estudiantes mujeres adolescentes en Argentina. Esas estudiantes
eran las futuras universitarias y profesionales cuya asociación tem-
prana, en las escuelas secundarias y superiores, se trataba de contro-
lar estigmatizándolas. Así se completaba una estrategia de control
dirigida a grupos de mujeres de distintas generaciones, niñas, adoles-
centes y adultas, de distintas nacionalidades, extranjeras y argenti-
nas y distintas clases sociales, obreras y profesionales.
El estado de las clases obreras a comienzos de siglo fue una
investigación realizada en 1903 por Juan Bialet-Massé, un médico y
abogado, a pedido del presidente Roca. E s a investigación fue un
anteproyecto para el Código de Trabajo, esa primera ley laboral
argentina a l a que me referí al notar las medidas que tomó el gobierno
para tratar de contrarrestar la organización y actividades del movi-
miento obrero en la primera década del siglo veinte. EnEl estado de las
clases obreras su autor —que ha pasado a alguna historia como un
paladín del "derecho natural, que es ley irrenunciable del hombre, [y
que] se encuentra para Bialet-Massé maravillosamente expresado por
el Evangelio de Jesucristo" (Camino Democracia, 269)— señaló el

206
peligro de las obreras que rechazaban el modelo católico patriarcal de
esposa obediente y madre prolífica y las representó como l a amenaza
de una infección homosexual que desde Europa y Estados Unidos
podía hacer tambalear el proyecto de modernización y creación de una
nueva raza argentina.
B i a l e t - M a s s é notó alarmado que **Ia mujer, entre nosotros, m á s
bien hace concurrencia al hombre en profesiones y oñcios que hasta
ahora estaban reservados por las costumbres a los hombres; las libres
instituciones del p a í s en nada las obstaculiza y es de creer que, dado
el vuelo que han tomado, llegarán como en Estados Unidos a ejercer
todas las profesiones y ofícios" (424). L a s mujeres competían con los
hombres en el mercado de trabajo y B i a l e t - M a s s é se quejó de que no
hubiera medidas que las frenaran. Pero los documentos demuestran
que sí hubo un movimiento de hombres que trató de detener ese
avance. Donna Guy señaló por ejemplo que el temor de los hombres a
perder el trabajo podía observarse en l a decisión de 1906 de la U n i ó n
General de Trabajadores de apoyar l a exclusión de las mujeres y
menores de las fábricas. Fundaron esta decisión en l a facilidad con que
los empleadores, padres y esposos podían impedir que las mujeres y los
menores se organizaran. Con seguridad, otro factor era el miedo a la
competencia de mano de obra barata (Sexo Peligroso, 90).
E s a decisión era doblemente significativa, demostraba que l a
preocupación por l a competencia de l a mujer se daba por igual entre
los burócratas estatales como entre los dirigentes y miembros de
centrales obreras como l a U.G.T.. Salvatore también s e ñ a l ó que "las
mujeres hicieron significativos avances en el empleo entre 1895 y
1900, avances que se concentraron precisamente en servicios, manu-
facturas y comercio" (Criminology Prisión, 284. Traducción mía).^^
E s a s eran las áreas de empleo que no obstante haber "estado
reservadlas] por las costumbres a los hombres" empezaron a ser
ocupadas por mujeres.

^"^En "La mujer moderna", un texto publicado en 1909, Víctor Mercante


señaló preocupado que "la estadística seca pero elocuente nos dice que la mujer
destinada a esposa y madre con un marido capaz de reducir con éxito las
necesidades del hogar forma un porcentaje bajo. Hay un fuerte contingente de
mujeres que no se casan ... otro que trabsga y provee como un hombre a la caja
del hogar" (337). Y estas mujeres que trabajaban por un salario "han invadido
muchos campos y es para la mano de obra una especie de japonés, competente
y peligrosa, porque si no manda y la dirigen, es sumisa, exige poco, hace mucho
y cumple bien" (339).

207
B i a l e t - M a s s é hizo clara s u p o s i c i ó n con respecto al trabajo asala-
riado de l a mujer al alegar que "el trabajo de l a mujer no puede
admitirse, pues, sino por las fatalidades del destino" (424). U n a de
esas fatalidades se daba, por ejemplo, cuando l a mujer quedaba viuda
y le faltaba el s o s t é n económico que s e g ú n l a i d e o l o g í a de los discursos
h e g e m ó n i c o s d e b í a ser el hombre. A n o ser en casos excepcionales como
é s e "el trabajo de l a mujer no p[odía] admitirse". O sea que s e g ú n este
discurso el trabajo de l a mujer —que dentro de l a casa realizaba una
labor constante como mucama, cocinera, n i ñ e r a , a d e m á s de adminis-
tradora y enfermera, sin percibir un salario— no se concebía, no se
representaba como "trabajo". E s a labor constante, no reconocida como
tal ni en el discurso ni en l a retribución material era l a que esta
i d e o l o g í a y este discurso trataban de naturalizar en l a mujer.
B i a l e t - M a s s é , para tratar de contener el avance de las profesiona-
les y obreras en el mercado de trabajo, a l e g ó que l a ocupación de l a
mujer asalariada era un primer paso en l a dirección del trabajo de

...eso que se llama el tercer sexo, que tiene en Londres solamente más de
300.000 representantes y en Europa más de 3.000.000, que ha aparecido en los
Estados Unidos invasor, y que felizmente no tiene todavía entre nosotros sino
algún que otro individuo afiliado. Ese tercer sexo se compone de las mujeres
que quedan sin hombre con quien aparejarse, por efecto de emigraciones a las
colonias; de las que, por efecto de una moral extraviada, han renunciado o
renuncian al matrimonio y que llegan en su delirio hasta la castración (426.
Énfasis mío).^^

^^A un lector de principios del siglo veinte no le llamaba la atención la


referencia a mujeres que "llegan en su delirio hasta la castración". L a
expresión se refería a la práctica quirúrgica de histerectomías. E n textos del
período era evidente la renuencia de los médicos, generalmente hombres, a la
extirpación del órgano que realizaba el anclaje genérico de la mujer a nivel de
cuerpo. En uno de esos textos publicado por los higienistas argentinos en 1892,
un cirujano especializado en ginecología alegaba que "algunas mujeres se
prestan, con demasiada ligereza, y se abren sus vientres por pretextos a
menudo fútiles, por una neuralgia, por una crisis nerviosa" (Radicalismo
Cirugía, 564). Las connotaciones de "neuralgias" y "crisis nerviosas" se acumu-
laban en una constelación de significados que giraba alrededor de la categoría
médica de la histeria a la que se sumaba la frivolidad. E l mismo autor se quejó
de que esas mujeres prefirieran la vida social a los deberes de madre: "la
necesidad de terminar prontamente dolencias que las alejan de los goces
sociales, del baile, del teatro, las impacientan. Hay más; el detestable temor
de ser madres les hace desafiar la muerte". Este cirujano concluyó su texto con
la esperanza de que "este artículo pudiera disuadir a algunas enfermas de
recurrir, con demasiada ligereza, a los cuidados operatorios radicales, en un

208
E s t a forma de e s t i g m a t i z a c i ó n se sumaba a la tradicional que era
l a r e p r e s e n t a c i ó n de l a mujer que trabajaba por un salario y fuera de
la casa, "en la calle" como l a prostituta.
P a r a controlar a esta mujer, caracterizada como "eso" — l a forma
gramatical neutra o a n d r ó g i n a c o n f u n d í a lo "femenino" del sexo
biológico de la mujer con el rol "masculino" del (in)dividuo (el andrógino
no dividido, ni mujer ni hombre o mujer y hombre) que "hace concu-
rrencia al hombre"—, B i a l e t - M a s s é utilizó l a descripción del "tercer
sexo", sexo intermedio o sexuelle zwischenstufe que propuso Magnus
Hirschfeld, el conocido activista del movimiento de liberación homo-
sexual a l e m á n que se organizó alrededor del Comité C i e n t í f i c o H u m a -
nitario desde 1897 hasta 1933. E n t r e 1899 y 1923 el C o m i t é publicó un
Anuario para los tipos sexuales intermedios (Jahrbuhch Für Sexuelle
Zwischenstufen) y en 1903 distribuyó una publicación de propaganda
política titulada "Lo que l a gente debería saber sobre el tercer sexo"
( E a r l y Homosexual, 14). Cuatro a ñ o s m á s tarde ese texto h a b í a
alcanzado diecinueve ediciones que demuestran l a d i f u s i ó n y el alcan-
ce de las actividades e ideas de los activistas lesbianas y homosexuales
alemanes. E s e era t a m b i é n el temible avance internacional del tercer
sexo.
Recordemos que entre 1895 y 1914 los sexólogos argentinos fueron
particularmente sensibles a las actividades de esos activistas porque
en esos mismos a ñ o s en Alemania precisamente se estaban entrenando
los oficiales del ejército argentino que d e b í a n realizar l a m o d e r n i z a c i ó n
de l a i n s t i t u c i ó n de guerra utilizada, junto con las escuelas del sistema
nacional de educación, como los espacios —alternativos al hogar de
padres inmigrantes— en los que se inculcaron nociones de cultura y
moral nacional subjetivas. Como veremos m á s adelante en mayor
detalle, esa suceptibilidad de los s e x ó l o g o s se e x a c e r b ó entre 1902 y
1906 cuando en B e r l í n y Buenos Aires se hicieron públicos distintos
e s c á n d a l o s homosexuales que involucraron a oficiales de los ejércitos
argentino y a l e m á n .

país que, cual el nuestro, no tiene necesidad alguna de disminuir su población"


(564). Si bien el artículo original había sido publicado en Francia y en francés,
su traducción al español y su inclusión en los Anales del Departamento
Nacional de Higiene ilustró la función y los efectos de la traducción en la
producción de un discurso científico argentino que al decir "nuestro país", por
ejemplo, decía ambiguamente Argentina y Francia, dos países en los que la
preocupación por el aumento de la población fue central durante el período que
revisé en este libro.

209
B i a l e t - M a s s é se apropió de l a descripción de s u experiencia que
h a c í a n los activistas alemanes y l a utilizó para reavivar el fantasma
de l a nueva y temida infección social que avanzaba con el movimiento
de mujeres que al independizarse e c o n ó m i c a m e n t e p r e s c i n d í a n o
p o d í a n prescindir del hombre. Notemos que en el texto de Bialet-
M a s s é , el tercer sexo denotaba no tanto a l a mujer que e l e g í a a otra
mujer como objeto sexual o pareja "incorrecta" — l a homosexualidad
como l a e n t e n d e r í a m o s hoy—, sino a mujeres "que quedlaban] sin
hombre con quien aparejarse, por efecto de emigraciones a las colonias"
o "de las que ... han renunciado o renuncian al matrimoniono". E s t a s
eran mujeres que no e s t a b l e c í a n u n a r e l a c i ó n tradicional con u n
hombre, ya sea por ausencia circunstancial de é s t e , por los avatares
del proceso de m o d e r n i z a c i ó n y globalización de la e c o n o m í a colonial
o simplemente por negarse voluntaria y conscientemente a someterse
a las prescripciones del género y aceptar el rol de esposa y madre
prolífica.
Sugerí que B i a l e t - M a s s é t a m b i é n recurrió al discurso médico sobre
l a infección porque en el discurso de los higienistas "invasión" signi-
ficaba infección, los dos t é r m i n o s eran utilizados como sinónimos.^'' A
la infección del tercer sexo este representante del gobierno contrapuso
como salubre "la m i s i ó n de l a mujer, en lo que a cada sexo toca en l a
p e r p e t u a c i ó n de l a especie, [y] es l a maternidad, [y] l a crianza y
e d u c a c i ó n de los hijos; en el vientre de las mujeres e s t á la fuerza y
grandeza de las naciones" (426). E n que é s t e era el rol fundamental de
la mujer en l a sociedad estaban de acuerdo clericales y anticlericales
como B i a l e t - M a s s é , C . O. Bunge o Víctor Mercante, todos hombres y
todos preocupados por igual por l a r e b e l d í a de mujeres que r o m p í a n
con los modelos tradicionales del género.
P a r a reafirmar el sistema genérico sexual patriarcal estos funcio-
narios y hombres de ciencias utilizaron todo u n espectro de discursos
tradicionales, desde los santos evangelios hasta las leyes de l a monar-
q u í a colonial. C á r d e n a s y P a y á s e ñ a l a r o n que a B i a l e t - M a s s é "la
Biblia, desde el G é n e s i s y el Éxodo, le e n s e ñ a r o n lo fundamental". Y
entre otra fuentes ú t i l e s para solucionar el enfrentamiento entre

^"^er, por ejemplo, "Defensa sanitaria marítima contra las enfermedades


exóticas viajeras", p. 307. L a utilización del término "invasión" como sinónimo
de "infección" demuestra el uso del discurso higienista utilizado para describir
o justificar políticas coloniales de incursión o defensa militar —como por
ejemplo la invasión estadounidense a Cuba— representadas como medidas
profilácticas.

210
clases sociales de principios del siglo veinte, C á r d e n a s y P a y á agrega-
ron "las Leyes de Indias [que] son para B i a l e t - M a s s é fuentes vivas de
justicia a las que se debe retornar" (Camino Democracia, 270). E l
clericalismo de un agente del Estado argentino en 1903 no debe
e x t r a ñ a r n o s . E n l a primera década del siglo veinte el laicismo s e g u í a
siendo profesión de fe de los positivistas liberales argentinos, pero en
1899 fue el presidente Roca —el mismo que en 1884 durante su primer
período de gobierno h a b í a expulsado al representante del Vaticano por
interferir en l a política nacional durante la d i s c u s i ó n sobre l a ley de
e n s e ñ a n z a — el que volvió a invitar al legado papal a Buenos Aires. E l
anticlericalismo argentino del período 1880-1904 sirvió para realizar
el avance de los higienistas sobre funciones administrativas y educa-
tivas que tradicionalmente h a b í a n estado en manos de l a iglesia
católica. Pero a principios del siglo veinte, cuando el proceso de
m o d e r n i z a c i ó n d e m o s t r ó que t e n í a una d i n á m i c a propia que no siem-
pre s e g u í a los d i s e ñ o s de los modernizadores, l a iglesia católica y la
r e l i g i ó n empezaron a aparecer como fuerzas positivas, deseables, que
p o d í a n servir para estabilizar una sociedad que pasaba por veloces y
no siempre controlables procesos de cambio.
E n ese ambiente ideológico, B i a l e t - M a s s é s e ñ a l ó en su informe la
conveniencia de usar l a r e l i g i ó n y l a iglesia católica para reforzar y
fomentar entre las mujeres una ignorancia inscripta como natural y
descrita como especialmente útil, porque al prescindir de l a capacidad
crítica, h a c í a m á s fácil l a inducción de la mujer devota a los principios
de una moral patriarcal subjetiva. B i a l e t - M a s s é s e ñ a l ó que

...un fenómeno muy interesante es el que sucede con las mujeres. La mujer
del pueblo argentino es profundamente religiosa; está en su fibra, está en su
célula; pero al mismo tiempo se ve que carece de toda instrucción religiosa; es
muy raro que conozca el catecismo, y más raro aún que conozca el significado
de las ceremonias religiosas a que asiste con toda puntualidad. Su fe es, pues,
absolutamente ciega, y la moral, por lo tanto, entra con poco (434).

E s a era l a fe ciega utilizada para inculcar principios que obligaban


a l a mujer a servir al hombre en el matrimonio y convencerla de que
sirviendo al hombre s e r v í a a l a patria, aumentaba su capital humano.
A principios del siglo veinte el discurso científico estatal que
promovía la m u l t i p l i c a c i ó n de ese capital humano encontró a s í una
base de acuerdo importante con el discurso de l a t e o l o g í a católica
tradicional. L a base de esa nueva c o m u n i ó n ideológica entre clericales
y anticlericales era la oposición al aborto que daba a l a mujer el mismo
control sobre su cuerpo que t e n í a el hombre. Bialet s e ñ a l ó esa libertad

211
como l a causa primera de los grandes cambios en el mercado de
trabajo:

...esa restricción inmoral, deja a la mujer en la libertad de ir al taller y de


tomar ocupaciones de hombre, mientras entre nosotros hay matrimonios que
tienen seis y ocho hijos; y no son raros los hermosos casos de doce o más, y hasta
de veinte hijos tenidos por una sola mujer, y se conocen casos de veinte y cinco
hijos en un hogar. No arranquemos de la frente de la mujer argentina esa
corona de gloria (426).

Así se volvieron a identificar y confundir un discurso clerical y un


discurso estatal presuntamente secular, para combatir l a indepen-
dencia de l a mujer que p r e s c i n d í a afectiva y/o e c o n ó m i c a m e n t e del
hombre y decidía el uso que h a c í a de su propio cuerpo del que, como el
hombre, devengaba placer o — a diferencia del hombre— utilizaba, si
q u e r í a , para reproducirse y tener hijos.
B i a l e t - M a s s é homologó esta i n v a s i ó n , que "felizmente no tiene
t o d a v í a entre nosotros sino a l g ú n que otro individuo afiliado*', con una
a f i l i a c i ó n política porque era justamente l a politización rápida de las
mujeres, profesionales y obreras lo que amenazaba el acuerdo patriarcal
entre clericales y anticlericales burgueses. B i a l e t - M a s s é s e ñ a l ó pre-
ocupado el peligro específico que representaban las mujeres organiza-
das en el movimiento obrero, y notó:

...cuando la mujer toma parte en un movimiento general, el triunfo es


incontrastable; mucho más aquí, en la República, donde la mujer, aun en la
campaña, tiene costumbres más suaves, más atrayentes, y, por consiguiente
arrastra más que en ninguna parte. Hay que tener en cuenta que cuando
doscientas mujeres asisten a un mitin, hay dos mil que por timidez no van a
él, pero que las acompañan y hacen una propaganda tan eficaz como las que
salen a la calle (435).

L a s mujeres que conformaban el tejido social fueron imaginadas


como una compleja y peligrosa red en l a base misma de l a sociedad. Y
su organización y a h a b í a empezado a desvencijar el viejo orden
patriarcal.

212
P r e v e n c i ó n de los males de un adentro

La educación nacionalista como profilaxis contra el mal de


lesbianas profesionales
Complementando esta producción de estudios y obras literarias y
p s e u d o - c i e n t í f i c a s que desarrollaron una estrategia c o m ú n de defensa
del sistema g e n é r i c o / s e x u a l tradicional, en "Fetiquismo y uranismo
femenino en los internados educativos", de 1905, V í c t o r Mercante
— t a m b i é n pedagogo— i n v e n t ó una epidemia de uranismo que se
estaba propagando dentro del sistema educacional argentino, entre
las mujeres j ó v e n e s y adolescentes de las escuelas estatales y privadas
y especialmenente católicas. P a r a l a regulación de la población de
mujeres obreras, clericales y anticlericales h a b í a n encontrado bases
de acuerdo comunes pero al tratarse de mujeres de clases sociales m á s
altas volvía a emerger l a fricción entre la iglesia y el estado en el
campo de la educación.
No obstante las diferencias, discursos clericales y anticleriales sí
se complementaron para s e ñ a l a r un mismo peligro utilizando distintas
contrucciones de una misma homosexualidad "femenina". S i el texto
de B i a l e t - M a s s é notaba alarmado los cambios en el sistema genérico
sexual promovidos por obreras del tercer sexo, mujeres adultas,
independientes y extranjeras, el artículo de Mercante buscaba estig-
matizar una población de futuras profesionales o universitarias,
n i ñ a s y adolescentes nacidas y/o educadas en Argentina.
Mercante fue un especialista en e d u c a c i ó n de mujeres y en
criminología infantil; fue Director de l a Escuela Normal de Mercedes,
una de las i n s t i t u c i ó n de formación de maestras normales m á s impor-
tante del período, a d e m á s de ser Inspector del Consejo Nacional de
E d u c a c i ó n y profesor de P e d a g o g í a de la Universidad de L a Plata. Este
pedagogo, junto con Ramos Mejía y Veyga, formó parte del primer
c o m i t é de redacción de los Archivos de Criminología y Psiquiatría.
P a r a estos hombres de ciencia como explicó Foucault, l a p e d a g o g í a no
era una disciplina muy distante de l a criminología. L o s pedagogos y
criminólogos argentinos insistieron en que — a diferencia del control
de las mujeres obreras— era considerablemente m á s difícil vigilar y
contener las organizaciones de mujeres intelectuales, artistas y uni-
versitarias feministas, anarquistas y socialistas. Con esas mujeres los
funcionarios de l a o l i g a r q u í a liberal no p o d í a n utilizar l a agencia del
marido o el p a t r ó n como representante de la autoridad patriarcal. L a
preocupación por l a independencia de estas mujeres y l a u t i l i z a c i ó n de
una construcción de l a homosexualidad usada para controlarlas desde

213
sus asociaciones tempranas en escuelas y colegios fueron evidentes
durante la primera década del siglo veinte, pero se e n f a t i z ó especial-
mente en la segunda mitad de l a década, cuando muchas de estas
profesionales y universitarias empezaron a trabajar visiblemente
junto con obreras portavoces del incipiente movimiento laboral argen-
tino. Y cuando desde el gobierno se lanzó un claro programa de
educación nacionalista.
E n 1910, Ingenieros citó el estudio que h a b í a publicado Mercante
cinco años antes y lo u s ó para sustanciar su argumento de que la
homosexualidad si bien no era — s e g ú n é l — tan c o m ú n en l a mujer, s í
lo e r a entre mujeres de cierta e d u c a c i ó n . Ingenieros escribió:

...la inversión se observa menos frecuentemente en las mujeres; la educación


y el medio son poco propicios al desarrollo del 'tribadismo', siendo menos raro
en mujeres independientes de toda traba social (artistas, intelectuales, etc.).
En las jóvenes se observa muy rara vez, aunque la inversión sentimental o
romántica es muy frecuente en los colegios e internados femeninos (Mercante)"
(Patología Funciones, 25).

L a "independencia de toda traba social" era l a misma independen-


cia material y emocional del hombre que h a b í a descrito B i a l e t - M a s s é ,
pero ahora una c a r a c t e r í s t i c a identificada no en mujeres obreras sino
en "artistas, intelectuales, etc".
"Tribadismo", como veremos m á s adelante, significaba prácticas
sexuales entre mujeres, a d e m á s de "hábitos" o comportamientos defi-
nidos como incorrectos para su sexo biológico. E s a s costumbres y
prácticas sexuales eran, s e g ú n los pedagogos y criminólogos, aprendidas
especialmente en el medio insalubre de las escuelas y colegios de
monjas. Como evidencia positiva que confirmaba su teoría sobre el
tribadismo, en el mismo texto Ingenieros ofreció la historia de una
mujer que "en el convento donde fue educada contrajo h á b i t o s de
tribadismo que persistieron al salir de allí: era un marimacho comple-
ta, trataba a sus c o n d i s c í p u l a s como si ella fuera un hombre y se
dedicaba a enamorarlas o seducirlas, para que se sometieran a sus
p r á c t i c a s tribadistas". L a ú n i c a de esas prácticas a l a que aludió este
criminólogo fue l a del "el onanismo recíproco" (28) pero sin especificar
cómo se masturbaban estas mujeres entre sí. L a reticencia de estos
hombres de ciencia a describir prácticas sexuales entre mujeres
(especialmente al compararla con l a riqueza de detalles con l a que,
como veremos, describieron las prácticas sexuales entre hombres) fue
una característica recurrente del discurso de esta ciencia sexual
argentina.

214
L a i d e n t i f i c a c i ó n del espacio del convento como especialmente
insalubre demuestra l a preocupación de los criminólogos y pedagogos
estatales que trataban de extender su control a las escuelas y colegios
religiosos, católicos, privados, en los que generalmente se educaban
las mujeres de las clases altas. E n ese sistema de e d u c a c i ó n privado
era m á s difícil administrar l a e d u c a c i ó n nacionalista que se e m p e z ó a
implementar a partir de 1905. Antes de examinar el artículo de
Mercante sobre presuntas epidemias de fetichismo y uranismo feme-
nino en las escuelas de mujeres es útil ampliar una historia de lo que
estoy llamando e d u c a c i ó n nacionalista.^^

Mercante, como Ingenieros, i d e n t i f i c ó reiteradamente los espacios


de conventos, escuelas y colegios religiosos de mujeres como medios
nocivos y retrógrados, especialmente propicios para l a i n c u b a c i ó n de
temibles epidemias y males sociales. Trataron a s í de extender el
control del sistema educacional estatal hasta el sistema educacional
privado en el que era m á s difícil imponer y vigilar un programa de
e d u c a c i ó n nacionalista estatal. E l desarrollo de ese control al sistema
de e d u c a c i ó n privado significaba, a d e m á s , u n a vigilancia de l a
e d u c a c i ó n de las clases altas.
E n una e v a l u a c i ó n , muy difundida, del "Estado general de l a
e d u c a c i ó n argentina en el primer centenario de l a revolución (1810-
1910)", publicada en un n ú m e r o extraordinario de La Nación del 25 de
mayo de 1910, Bunge se l a m e n t ó e s p e c í f i c a m e n t e de l a preferencia de
la clase patricia por l a e d u c a c i ó n en instituciones religiosas privadas
en las que no se enfatizaba el nacionalismo del sistema estatal: "la
inmensa mayoría de las n i ñ a s de l a clase directora, sobre todo de las
familias bonaerenses, se educa en las escuelas y colegios particulares
de corporaciones religiosas". S u gran objeción era que "la i n s t r u c c i ó n
que allí reciben es acaso un tanto ligera, y su mayor defecto estriba, a
mi juicio, en su falta de e s p í r i t u nacional" (Estudios P e d a g ó g i c o s , 100).

^^Carl Solberg, al investigar la metodología, programas y teorías de la


educación nacionalista argentina del período que examino aquí, señaló que "la
idea central de la educación nacionalista argentina era que los programas de
estudio primarios y secundarios debían enfatizar [el estudio de] la historia y
la geografía argentinas, [de] problemas cívicos nacionales y [de] la lengua
española. La instrucción en estos temas debía no solamente proveer información
sobre hechos, sino que debía también enfatizar (la enseñanza] de tradiciones
y leyendas patrióticas que estimularían el amor de los niños por su país"
(Inmigration Nationalism, 144. Traducción mía).

215
E n 1905, en su artículo sobre el uranismo femenino, Mercante h a b í a
utilizado una construcción de l a homosexualidad para promover l a
gran c e n t r a l i z a c i ó n y e x p a n s i ó n del nuevo sistema de e n s e ñ a n z a
estatal nacionalista que se implemento ese mismo a ñ o .
E n el artículo que acabo de citar, Bunge fechó un hito del movimiento
nacionalista en l a e d u c a c i ó n estatal: "ante l a alarmante proporción
del analfabetismo, especialmente en ciertas provincias del interior, el
senador Manuel L á i n e z propuso, en 1905, u n a ley para que l a n a c i ó n
creara directamente escuelas en los territorios de las provincias" (64).
E n documentos del período 1905-1910 era claro que en los círculos de
gobierno tanto o m á s importante que l a "preocupación por el analfabe-
tismo" era l a urgencia por implementar un sistema de e d u c a c i ó n
primaria y secundaria que inculcara en los hijos de los inmigrantes
sentimientos de fidelidad hacia l a patria de adopción de sus padres.
E s e sistema creció y se centralizó a partir de l a s a n c i ó n de l a ley
L á i n e z . E s a ley t a m b i é n sirvió para extender el poder del gobierno
central en las provincias.
Legalmente el Estado nacional no podía crear escuelas en los
territorios provinciales. Nuevamente s u r g í a a nivel educacional el
dilema de l a coexistencia del poder central del gobierno nacional y los
poderes locales de los gobiernos provinciales. L a C o n s t i t u c i ó n nacional
preservaba y trataba de promover l a diversidad de visiones h i s t ó r i c a s
locales. Pero si bien en una primera instancia fue impugnado en el
Congreso, el proyecto fue finalmente sancionado mediante l a creación
de subterfugios legales. Bunge escribió: "sancionóse pues l a ley L á i n e z ,
m o d i f i c á n d o s e el proyecto en el sentido de que, para establecer escuelas
nacionales dentro de l a jurisdicción de una provincia, se requiere su
anuencia" (Estudios P e d a g ó g i c o s , 64). De l a misma forma, para los
gobiernos provinciales h a b í a sido difícil, si no imposible, no permitir
l a i n t r u s i ó n de una agencia central del gobierno, como el Departamen-
to Nacional de Higiene que a fines del siglo diecinueve se p r e s e n t ó
como portador de una salubridad nacional; en l a primera d é c a d a del
siglo veinte fue difícil rechazar un proyecto del gobierno central que
proponía una e d u c a c i ó n .
E n l a práctica las escuelas nacionales del proyecto L á i n e z despla-
zaron y en muchos casos llegaron a reemplazar los sistemas provincia-
les de e d u c a c i ó n . Bunge mismo en 1910, al evaluar los resultados del
proyecto que se h a b í a implementado cinco a ñ o s antes notó que "como
la n a c i ó n paga m á s a los maestros e instala mejor sus escuelas, la
competencia produce frecuentemente la d e s e r c i ó n de maestros en las

216
escuelas provinciales. Provincias hay, la de L a Rioja, a l a cual parece
que l a nación costea toda o casi toda la educación primaria" (64).
Manuel H . Solarí, por su parte, en su estudio de l a Política
educacional argentina notó:

...de acuerdo con el pensamiento de la ley Láinez, las escuelas nacionales


debían establecerse en las campañas de las provincias, 'en aquellos puntos en
los que el analfabetismo se hubiera hecho más sensible', es decir en los lugares
donde la necesidad las hiciera imprescindibles. Pero contrariando la letra y el
espíritu de la ley y de su decreto reglamentario, no tardaron en establecerse
escuelas nacionales en sitios donde ya funcionaban establecimientos
provinciales, y aún en las capitales de provincias o sus alrededores (108).

E n l a práctica el resultado fue siempre el mismo, "pues hizo surgir


una competencia entre l a escuela nacional y l a provincial, competencia
que m á s de una vez d e t e r m i n ó l a clausura de l a [escuela] sostenida por
los recursos provinciales" (Política Educacional, 109).
E s a s escuelas nacionales, que en l a práctica funcionaron como un
sistema de e d u c a c i ó n nacionalista preeminente, paralelo a l sistema
de educación provincial tradicional, realizaron lo que Bunge mismo
l l a m ó "en todo el vasto mecanismo de l a instrucción pública u n a doble
y marcada tendencia hacia l a oficialización y l a centralización" (66).
Aquí "oficialización" significaba i n t e g r a c i ó n a un sistema estatal
central que marcaba, vigilaba e inspeccionaba los programas de
estudio que enfatizaban junto con el estudio de una historia y una
g e o g r a f í a argentinas, l a lengua e s p a ñ o l a y los mitos y ficciones,
"tradiciones y leyendas patrióticas" que condicionaran un amor de los
n i ñ o s por su p a í s .
Bunge describió ese nacionalismo como antídoto contra l a decaden-
cia y afirmó que "las naciones d é b i l e s y decadentes demostraron
siempre profunda laxitud y relajamiento del patriotismo" (Estudios
P e d a g ó g i c o s , 64). Pero s e g ú n los teóricos de l a p e d a g o g í a nacionalista,
la e n s e ñ a n z a y promoción de ese patriotismo nacionalista y centrali-
zador y, por el momento, laico —un patriotismo regenerador identifi-
cado con el campo y opuesto a l a r e g r e s i ó n decadente o d e g e n e r a c i ó n
cosmopolita identificada con l a ciudad— se h a c í a mucho m á s difícil de
implementar en las escuelas religiosas, en las que l a r e l i g i ó n como
sistema de creencias no dejaba espacio p a r a l a i n s t i l a c i ó n del sistema
de creencias en tradiciones, leyendas, mitos, f á b u l a s y ficciones en las
que l a concepción de n a c i ó n reemplazaba la noción de dios o l a creencia
en fuerzas m á g i c a s extranjeras.

217
Bunge escribió:

Entre nosotros, por razones de política trascendental, no se da oficialmen-


te enseñanza religiosa en las escuelas del Estado. E l estudio de las ficciones
sociales queda, pues, circunscrito al de la tradición y la leyenda. E l sedimento
poético e inspirativo del alma nacional y su inspiración al más allá tienen este
único campo de acción. No existiendo una religión verdaderamente nacional,
esto es, propia y privativa de nuestra nacionalidad argentina, el relativo
idealismo hereditario de la raza posee sólo como válvula de escape, por así
decirlo, el culto de la tradición y las leyendas locales. Quitad este culto a los
niños, y ellos, no teniendo con qué poblar la respectiva región de su alma,
suplirán lo que la enseñanza no da con supersticiones tan torpes y perversas
como la de la. gettatura (Estudios Pedagógicos, 64).

E n las escuelas primarias del Estado, ese "culto" de las tradiciones


y leyendas nacionales aprovechaba ese estado religioso "natural" por
el que, s e g ú n estos teóricos de la educación, pasaba todo ser humano
desde l a infancia hasta el fin de l a adolescencia para instilar una serie
de "ficciones sociales" que s u p l í a n l a carencia de una "religión verda-
deramente nacional", al mismo tiempo que p r e v e n í a n el desarrollo de
"supersticiones tan torpes y perversas como l a de l a gettatura" —o el
"fetiquismo" que veremos en el artículo de Mercante— r e e m p l a z á n d o -
las con f á b u l a s nacionales.

^^Según estos teóricos que citaban la "ley de los tres estadios" que propuso
A. Compte, un estado religioso prehistórico y arcaico se podía desarrollar (y
era utilizable por la metodología nacionalista) en la época contemporánea
porque era un estadio natural del desarrollo infantil por el que pasaba todo ser
humano (Estudios Pedagógicos, 10). En cuanto a la creencia en esta "gettatura"
concebida como símbolo antonomásico de un "primitivismo" cultural (sin duda
extranjero, y más específicamente "italiano"), recordemos que a pesar de los
esfuerzos de los pedagogos positivistas, la creencia en la "gettatura" o "yeta",
esa mala suerte concebida como contagiosa, probablemente es a fines del siglo
veinte y en la cultura de Buenos Aires bastante universal. E n el texto de
Bunge, la creencia en la "gettatura" todavía tenía connotaciones de naciona-
lidad y clase social que hoy se han perdido. Gobello en su Nuevo diccionario
lunfardo señaló la importancia lingüística de la "yeta" en una lengua popular
rioplantense derivada "Del ital[iano] merid[ional] jettatura [significa]: influjo
maléfico (incorporado ya al ital[iano] general). Enyetar y su aféresis yetar:
transmitir un influjo maléfico. "Yetado": persona a quien acompaña habitual-
mente la mala fortuna". Gobello también señaló que "Yetatore" significaba
además "persona a la que se atribuye el poder de influir maléficamente sobre
los demás, ya sea en forma consciente o inconsciente" (262). Aquí nuevamente
resulta especialmente relevante el análisis que hizo Viñas de la mirada de

218
A l movimiento centralizador de l a e d u c a c i ó n que se inició en 1905
con l a ley L á i n e z , siguió en 1908 una radicalización del sistema
educacional nacionalista estatal y su m e t o d o l o g í a realizada con l a
dirección de J . M. Ramos Mejía, cuando é s t e fue nombrado Presidente
del Consejo Nacional de Educación.
Ingenieros describió su actuación en una frase corta pero llena de
significados: "pedagogo sin pedagogía, a l a manera de los grandes
hombres, puso tal pujante afán en l a obra que los mismos que tacharon
de excesiva su reacción acabaron por reconocer la trascendente impor-
tancia de aquel recio movimiento argentinista en l a educación" (Per-
sonalidad Intelectual, n. 1,153). Como veremos. Ramos Mejía sí t e n í a
ideas claras sobre p e d a g o g í a . Y fueron esas ideas las que el higienista,
ahora t a m b i é n pedagogo, aplicó "con pujante afán" en lo que su
discípulo describió como un "recio movimiento argentinista" que en su
momento fue considerado por muchos "excesivo".
Del Consejo Nacional d e p e n d í a n las escuelas de l a ley L á i n e z .
Bunge mismo al advertir que "cada provincia tiene su respectivo
consejo provincial... independiente del Consejo nacional" notó que "en
las escuelas provinciales, é s t e [Consejo nacional] no ejerce derecho
alguno de i n s p e c c i ó n técnica" (Estudios P e d a g ó g i c o s , 65). Pero "en las
escuelas Láinez, el Consejo nacional, del que dependen, [el Consejo sí]
ejerce una inspección tan directa y completa como si [las escuelas de
la ley Láinez de las provincias] estuvieran situadas en l a capital
federal o en los territorios nacionales" (65). Aquí nuevamente el
subterfugio legal del poder central h a b í a logrado que l a autoridad del
Consejo nacional "queda[ra] i m p l í c i t a m e n t e facultada por l a respecti-
va provincia para e j e r c e r l a i n s p e c c i ó n t é c n i c a ] , desde que é s t a ha[bía]
aceptado libremente l a f u n d a c i ó n de tales escuelas" (65).
E n t r e 1905 y 1908, con l a s a n c i ó n de l a ley L á i n e z y l a presidencia
de J . M . Ramos Mejía en el Consejo, se radicalizó el proyecto estatal
central de educación nacionalista y se hizo tema frecuente de d i s c u s i ó n .
Solber s e ñ a l ó que este nuevo proyecto "empezó a cautivar a los
intelectuales argentinos en 1908 cuando el gobierno nombró a J o s é
María Ramos Mejía"; y agregó: "uno de los m á s amargos x e n ó f o b o s ,
Ramos Mejía, utilizó su posición para atacar la heterogeneidad cultural
con d e t e r m i n a c i ó n enfática" (Inmigration Nationalism, 145). Como

clase social en el teatro de Laferrére, Viñas explicó que Gettatore es una clave
significativa de esa obra dramática de principios del siglo veinte (Laferrére,
54).

219
era de esperar este ataque a l a diversidad cultural fue descrito en
distintos t é r m i n o s por los pedagogos nacionalistas de principios del
siglo veinte.
Bunge, al describir en 1910 los cambios introducidos en 1908 por el
nuevo presidente del Consejo, s e ñ a l ó :

Continuando con la gloriosa tradición de la escuela argentina, el actual


Consejo nacional de educación, especialmente por la iniciativa de su presiden-
te, el doctor José María Ramos Mejía, ha desplegado una actividad digna de su
estímulo. Ante todo y por todos los medios, se ha tratado de robustecer en lo
posible el carácter nacionalista de la enseñanza. L a afluencia de la inmigra-
ción podría hacer, del cosmopolitismo resultante en la población, un verdadero
peligro social. E l mejor medio para combatirlo es la escuela. E n la realización
de idea tan patriótica, hanse expurgado los textos y reformado los programas.
Estos, de marcado carácter concéntrico, inician ya en el primer grado el
estudio del idioma, de la geografía y de la historia nacionales, para desenvol-
verlos ampliamente a través de los grados sucesivos. Usando todos los medios
que recomienda la sana pedagogía para formar en los niños el sentimiento de
la patria (Estudios Pedagógicos, 71).

L a i n t e r v e n c i ó n de Ramos Mejía construyó l a diversidad cultural


como "un peligro s o c i a r . P a r a combatirlo se "expurgó", se c e n s u r ó l a
literatura y los programas de estudios r e e m p l a z á n d o l o s por otros que
durante los siete a ñ o s de l a escuela primaria i n s i s t í a n en el estudio
"concéntrico", concentrado y ampliado continuamente, de un tiempo,
una historia, un espacio, una g e o g r a f í a y una lengua utilizados para
definir e instilar la idea de n a c i ó n .
Entre los medios de esa "sana pedagogía", sana porque d e f i n í a y
c o m b a t í a una insalubridad cultural, Bunge t a m b i é n notó especial-
mente la utilización de nuevas formas de celebración, ritos y ceremonias
usadas "para formar en los n i ñ o s el sentimiento de l a patria": "entre
tales medios, son interesantes y característicos l a c o n s a g r a c i ó n de l a
'semana de mayo' con una gran fiesta escolar, en l a que se pronuncian
discursos sobre temas de l a nacionalidad argentina. L a ceremonia de
l a *jura de l a bandera' por los n i ñ o s de las escuelas se realiza t a m b i é n
anualmente al inaugurarse el a ñ o escolar". E l mismo Bunge notó que
l a lengua utilizada en discursos y ceremonias era "un tanto pomposa
m á s [según él] no desprovista de verdad" (71). Pero las mismas
ceremonias y su lengua llamaron l a a t e n c i ó n de los historiadores
argentinos m á s importantes de fines del siglo veinte que las describie-
ron de otra forma.
Tulio H a l p e r í n Donghi advirtió que Ramos Mejía impuso en la
e n s e ñ a n z a primaria "una liturgia cívica de intensidad casi japonesa:

220
los niños aprenden a descifrar y reiterar diariamente en versos
atormentados y prosa no más lisa que los compromenten a entregar
hasta la última gota de sangre en defensa de la bandera" y "esas
promesas son gritadas frente a un altar de la patria que es deber de los
maestros mantener adornado con ñores siempre frescas". Halperín
Donghi notó enseguida que "no escapa a la perspicacia de Ramos Mejía
que ese espectáculo bordea el ridículo; juzga sin embargo que esas
ceremonias de gusto dudoso son necesarias para contrarrestar las
graves influencias desnacionalizadoras" (Espejo Historia, 226). E s
decir que el "espectáculo ridículo" de "gusto dudoso" era parte de una
metodología usada conscientemente.
Halperín Donghi, aunque no explicó por qué, calificó ese rigor
nacionalista como "japonés" porque Japón era uno de los modelos
admirados por los pedagogos nacionalistas argentinos. Bunge se refi-
rió con admiración al sistema de creencias japonés que hasta 1945
sirvió de religión nacional con efectos que vimos hasta el fin de la
segunda guerra mundial:

...no puede desconocerse el alto valor nacionalista de las leyendas y


tradiciones. E l ejemplo del Japón actual es interesantísimo. Parece ser que las
más antiguas y arraigadas tradiciones y leyendas forman allí la curiosa
religión del Shinto, el shintoísmo ... los partidarios del 'Japón japonizante'
luchan para que renazcan y se vivifique, como verdad de convención, el culto
del Shintoísmo. Lo consideran el rasgo más íntimo, decisivo y fecundo del alma
nacional. E n Alemania, la poesía artística y erudita es riquísima en baladas y
Lieder de carácter tradicional y legendario ... Aunque sean más o menos
ficticias e inverosímiles, lo cierto es que se reputan nacionalistas, bellas y
morales (Estudios Pedagógicos, 12).

No obstante la admiración por ese sistema de creencias de una


religión nacional japonesa, de hecho fueron los sistemas disciplinarios
alemanes los importados y copiados mucho más de cerca por los
pedagogos y militares argentinos de principios de siglo. Además de la
colaboración cercana de oficiales del ejército alemán ocupados en la
reestructuración del ejército argentino durante el mismo período que
revisé aquí; el Decano de la Facultad de Ciencias jurídicas y sociales
de la Universidad de L a Plata, por ejemplo, en 1908 comisionó a
Ernesto Quesada para que investigara los métodos de enseñanza de la
historia en las universidades alemanas (Estudios Pedagógicos, 29).
E l "gusto dudoso" de los ritos y ceremonias utilizados para inducir
la idea de patria en los niños, así como el tono "pomposo" de la lengua
usada en discursos y juramentos en celebraciones que exaltaban lo
nacional, eran muy deliberados, estudiados, (re)buscados y respondía

221
a una noción de sensibilidad estética de las clases bajas que propuso
el mismo Ramos Mejía. E s a sensibilidad requería la utilización
científica de una teatralidad de ceremonias y efectos de exageraciones
dramáticas que celebraban una historia nacional oficial entremezcla-
da e ilustrada con ficciones construidas, fabuladas y representadas en
escenas que recurrían a toda una batería de experiencias sensoriales,
combinaciones de discursos, imágenes, colores y sonidos imbuidos de
significados "patrióticos". Bajo la dirección de J . M. Ramos Mejía se
implementó un conductismo nacionalista por intermedio del sistema
estatal de educación.
E n Lets multitudes argentinas^ el primer estudio de sociología
argentina de post-inmigración,^^ Ramos Mejía describió una presunta
sensibilidad fácilmente sugestionable del hijo del inmigrante y de las
clases bajas especialmente susceptibles a las experiencias sensoriales
exacerbadas. E indicó esa sugestionabilidad como un receptor ideal
para los efectos dramáticos de la educación nacionalista. Como sabemos,
adaptó ideas de Gustavo Le Bon (que describó las multitudes de la
comuna francesa de 1848) y las aplicó en su análisis de los nuevos
grupos sociales surgidos de la inmigración
E l interés de Ramos Mejía por la educación, entonces, no era nuevo
en 1908. Y a en 1899, en Las multitudes argentinas^ se había ocupado
muy especialmente de una primera generación de argentinos, hijos de
extranjeros y escribió: "En nuestro país, en plena actividad formativa,
la primera generación del inmigrante, la más genuina hija de su
medio, comienza a ser, aunque con cierta vaguedad, la depositaría del
sentimiento futuro de la nacionalidad, en su concepción moderna
naturalmente". Esta concepción de nacionalidad era "moderna" porque
era una noción posterior y distinta a la de principios del siglo diecinueve;
pero también iba a ser moderna por ser producto de una inducción que
utilizaba métodos científicos, en un medio como la escuela concebido
como especialmente apto para hacer una manipulación sociológica en
ese momento formativo de una Argentina moderna.
E l receptor de esta educación eran esa niña y ese niño: "Si lo
observáis en sus actos más nimios y en las cosas en que ese sentimiento
se manifiesta en alguna forma, siquiera pueril, veréis cómo empieza
a esbozarse esa que va a ser la pasión del porvenir, sobre todo, en lo que

20E1 discípulo dilecto de Ramos Mejía alegó que éste "creó en la Argentina
dos géneros científicos —la psiquiatría y la sociología" (Ingenieros, Persona-
lidad Intelectual, 103).

222
tiene la patria de culto externo y sensorial" (Multitudes Argentinas,
268. Itálica en el original). L a construcción sensorial de esta patria
nacionalista apelaba a imágenes creadas con ayuda de efectos, por
ejemplo, ópticos que gracias a esta teórica sensibilidad específica eran
recibidos cargados de significados irracionales y arbitarios,
internalizados sin posibilidad de crítica:

Pasa en la retina de la gente ineducada, con el color muy vivo, lo que con
la visión estereoscópica: que le despierta sensaciones agradables e ideas de
grandeza y de plenitud {el megalomaníaco viste de colores vivos como el
salvaje) (199).

Notemos la genealogía imaginada desde la categoría del excluido


histórico decimonónico, "el salvaje", homologado al "megalomaníaco",
el excluido moderno. Y en los dos se identificaba una supuesta
preferencia por los colores vivos, desde los rojos de los ponchos y la
sangre de los degüellos de la Argentina romántica bárbara hasta la
paleta brillante de la pintura italiana opuestos a la moderación de
ponchos celestes y la preferencia de la paleta blanca y negra ascética
de la pintura clásica española. E n este discurso, la restricción y la
sobriedad en el uso del color se asociaron con nociones de educación y
clase social homologadas con concepciones de nacionalidad.
E l psiquiatra sociólogo propuso una teórica fisiología de esa per-
cepción y alegó que era resultado de una carencia de un control
racional que sirviera para discriminar entre alucinación y realidad:

Prodúcese, al parecer, un acrecentamiento de la claridad, por lo que las


sombras y los rasgos oscuros permanecen relativamente atrás; la impresión de
volumen y espesor aumenta al transmitirse al receptor definitivo en la corteza
circunvolucional occipital, y lo que es como dos, se recibe allí como seis, porque
falta ese control intelectual que transmite la impresión y reduce la sensación
a sus verdaderas proporciones, alejando en lo posible la ilusión óptica (199).

Pero esta falta de control intelectual también significaba que esa


misma forma de percepción que deformaba podía ser utilizada para
deformar imágenes patrióticas de utilería que "al transimitirse al
receptor definitivo en la corteza circunvolucional occipital" triplicaba
sensaciones imbuidas de significados y nociones de patria que "es
como dos, [pero] se recibe allí como seis".
Ramos Mejía describió una profusión de colores en el vestido de las
multitudes argentinas campesinas, una clase baja del campo anterior
a la nueva clase baja urbana inmigrante. E s a tradición local de
preferencia por los colores vivos y la decoración vistosa se podía sumar

223
al gusto por el color de las clases bajas urbanas modernas: "los trapos
en exceso coloreados, los sombreros pintorescos, las camisetas y
chiripáes novedosos, y la variada orfebrería, que llena de metales
falaces el cuerpo, puebla la imaginación del campesino de imágenes de
poderío y de riquezas magníficas" (196). Esta afición por los "exceso [s]
coloreado[s]", "pintorescos" y "novedosos", junto con las decoraciones
de "metales falaces", este fetiquismo, esta sensibilidad reprobada por
el ascetismo reservado y contenido de una clase patricia nacionalista
hispanizante, era lo que se debía disciplinar, corregir, pero también
utilizar, usar en la metodología de enseñanza nacionalista para crear
"imágenes de poderío y de riquezas [nacionales] magníficas", "ilusiones
ópticas" percibidas e internalizadas con "sensaciones agradables e
ideas de grandeza y de plenitud" patriótica por las hijas e hijos de las
nuevas clases bajas.
Ramos Mejía, sugiero, expuso en Las multitudes argentinas gran
parte de la teoría que informó la pedagogía nacionalista bajo su
dirección. Creo que esta cita, extensa, es especialmente significativa:

...son amantes ante todo de la sensación violenta, del color vivo, de la


musicalidad ruidosa, del hombre bello y de las grandes estaturas; porque la
multitud es sensual, arrebatada y llena de lujuria para el placer de los
sentidos. No raciocina, siente. Es poco inteligente, razona mal, pero imagina
mucho y deforme; todo lo quiere grande, ampuloso, porque vive en un perpetuo
gongorismo moral, ampliando y magnificándolo todo en proporciones
megalomaníacas. Enamorada de la leyenda de cuyo color vive, todo se convierte
entre sus manos en cuento de hadas o en fantasías vesánicas; no porque tenga
una sensibilidad artística o facultades estéticas exigentes, sino porque
careciendo del contrapeso de las funciones superiores del espíritu, todo lo
entrega a la sensación y a la tendencia de supersticiosa grandeza, en el sentido
bajo de extensión y superficie, que es lo que concibe su imaginación susceptible.
La ilusión que es la gran deformadora de las cosas, y la alucinación, que es
capaz de crear mundos de la nada, aun en el cerebro más palurdo, son a
menudo el recipiente en que terminan sus exaltaciones peculiares. Lo que
toma entre sus dedos es para achatarlo, estirarlo, deformarlo; por eso veis que
de un clavo es capaz de hacer una espada, de una escoba una cruz (8).

Espadas y cruces dramáticas de la historia clásica, y de utilería,


eran los símbolos e instrumentos de descubridores y conquistadores
que realizaron la "civilización" de los "salvajes" anteriores a los
"megalomaníacos" modernos. Esas mismas espadas y cruces eran
simuladas por los latones, alambres, clavos y escobas utilizadas en
celebraciones de días declarados patrióticos, recordados en ceremonias
y representaciones dramáticas que revivían una ficción histórica, un

224
mito o una leyenda internalizada como una sensación que se hacía
ilusión, alucinación o historia ya que "todo se convierte entre sus
manos en cuento de hadas o en fantasías vesánicas". L a megalomanía
entonces podía ser utilizada para construir y difundir una historia
nacionalista de mitos y leyendas inducidos con fervor patriótico
religioso.

Fetiquismos y uranismos femeninos


Ese fervor de la liturgia de la nación era más difícil de imponer y
de controlar en escuelas y colegios de monjas, en las que la devoción
era monopolizada por la liturgia católica. Para desacreditar esas
escuelas y colegios, Mercante en 1905, en "El fetiquismo y el uranismo
femenino en los internados educativos" los representó como espacios
de una religiosidad oscurantista y fanática que servía de caldo de
cultivo ideal para una forma de homosexualidad femenina que se
estaba extendiendo como una epidemia.
L a genealogía patológica del "Fetiquismo" del artículo de Mercante ^
se remontaba sin duda a aquella "variada orfebrería, que llena de
metales falaces el cuerpo** de Las multitudes argentinas. E n cuanto al
"uranismo**, Mercante también, como Bialet-Massé, se apropió de una
expresión difundida por los intelectuales y activistas homosexuales
alemanes de ese período. L a descrípción del homosexual como uranista
(en alemán: urning) la hizo en 1862 un primer activista alemán, Karl
Heinrichs Ulrichs basándose en el discurso de Pausanías en el Simposio
de Platón. E n ese texto Pausanías describió el amor celestial inspirado
por Urania, la musa de los uranistas u hombres que amaban a otros
hombres. E n 1897 los activistas e intelectuales de los grupos de
Magnus Hirschfeld y Benedict Friedlánder en Alemania y Edward
Carpenter en Inglaterra, en sus escritos y publicaciones retomaron la
descripción de Ulrichs y la utilizaron para referirse a sí mismos y
describir su experiencia. De esa forma y como ya señaló George
Chauncey, el término uranista adquirió, junto con la teoría del tercer
sexo, una nueva y considerable difusión a fines del siglo diecinueve y
principios del siglo veinte (Gay New York, 49).
Mercante estructuró su artículo en cuatro secciones numeradas.
No obstante la declaración del título que anunciaba un estudio del
"fetiquismo y uranismo femenino**, el espacio que le dedicó Mercante
a cada uno de los dos temas demostraba que la preocupación central
de este pedagogo y criminólogo infantil especializado en la educación
de la mujer era hacer una construcción textual de una homosexualidad
"femenina". La primera sección, de media página, era una introducción

225
que proponía el tema de la mujer como objeto de estudio entre literario
y científico. L a segunda sección que abarcaba solamente dos páginas
se ocupaba del fetiquismo. Pero la tercera sección dedicaba al uranismo
femenino siete páginas largas. L a última sección era una conclusión
rápida, de media página que volvía nuevamente al tema del uranismo.
E n la primera parte de su texto Mercante por medio de una serie de
preguntas retóricas introdujo el tema general que lo ocupaba: una
investigación de una psicología o "alma" de la mujer en la que el
pedagogo alojó el mal latente. E l cuerpo de estas mujeres fue, conve-
nientemente, relegado a la sección siguiente donde, en el contexto de
la discusión sobre el fetiquismo, Mercante representó el cuerpo de la
mujer reificado y encubierto por la "variada orfebrería, que llena de
metales falaces el cuerpo" que ya hemos visto,
E n gran parte de su obra Mercante, como la mayoría de los
científicos positivistas argentinos del período que estoy examinando,
demostró tener insistentes inquietudes literarias. Esas inquietudes lo
llevaron a apropiarse de algunas de las formas de representación de la
mujer más clásicas —o trilladas— de la literatura modernista de moda
en ese momento: "el alma de la mujer es el alma inquietante del
misterio dijo un escritor genial y desconocido. Flor caprichosa y
turbadora que guarda en sus pétalos y en su cáliz los gérmenes del
ensueño" (Fetichismo Uranismo, 22) escribió el pedagogo en la prime-
ra fi-ase de su artículo. Adoptando la voz de "un escritor genial y
desconocido", muy probablemente él mismo, Mercante utilizó la repre-
sentación literaria de la mujer flor del mal, inescrutable y críptica.
Mercante entretejió un discurso literario y un discurso científico para
introducir la investigación de una teórica psicología y sociología de la
mujer, la incógnita que debía despejar el texto científico.

^^En la mayoría de estos textos pseudo-científicos, como en gran parte de


la obra de los escritores modernistas, los cuerpos o las prácticas sexuales entre
mujeres eran apenas representables. Gwen Kirkpatrick señaló que "la figura
de la mujer en el modernismo es un objeto casi aunado con el lenguaje,
profusamente decorado, distante y que se elude, a veces espiado, mientras el
velo de misterio que la rodea es como la red de musicalidad que contiene la
poesía" (Dissonant Legacy, 8. Traducción mía). Oscar Montero, por su parte,
notó que "tanto en la prosa como en la poesía modernistas, la mujer es
frecuentemente imagen de la proyección masculina" (Erotismo Representa-
ción, 11) y como Kirkpatrick sugirió que "el interior y el vestido de la mujer se
confunden para ocultar el cuerpo" (Erotismo Representación, 91).

226
Esta mujer enigmática como las orquídeas negras de invernadero
de los modernistas era un "alma", que significaba una psicología pero
también una representación de la mujer sin cuerpo. Ese cuerpo
desaparecía al ser transformado en objeto, precioso pero reificado,
"flor", "cáliz" u objet d'art y, por sobre todo, "caprichosa", difícil de
controlar, "turbadora" o perturbadora de un orden social y un sistema
genérico sexual. E n el alma de esta mujer receptáculo abstracto era
donde, según este entretejido de discursos científicos y literarios
modernistas, estaban "guardados", aún en estado latente, los agentes
patógenos de la enfermedad que, como las semillas de asiáticas
amapolas inductoras del "ensueño", la ilusión, alucinación, o sugestión,
así, en la primera frase del texto quedaron inscriptos como una
amenaza representada como "femenina".
E n este texto de Mercante emergió t a m b i é n , de un modo
notablemente similar al de Bunge, la ambivalencia frente a la mujer
sirena. E l narrador de Bunge a la distancia había percibido "las
formas bellísimas de una sirena que avanzaba ... cortando el busto la
líquida superficie como la proa de un buque" (Viaje Estirpe, 98). Ésa
era la "nadadora incógnita de poderosa belleza" (100), "habilísima
cantante [que] se ensayaba en una ligera cadencia ... [de] trinos in
crescendo'' (97), el "bello ideal de sirena" (103) que —de cerca— se
transformaba en su antípoda, con su "sonrisa de perro" (103), de
"monstruo ... con su aspecto fiero ... tan grande" (102-103), "con la
doble hilera de sus dientes ... enormes ... de fiera carnívora" (103).
Mercante en un texto que —no obstante la apropiación de formas
de representación del discurso literario— pretendía ser más científico,
fue más económico pero no menos preciso en su descripción del mismo
modelo de mujer. E n la segunda frase de su texto, al elaborar la
introducción al tema de la mujer Enigma, Mercante se preguntó
retóricamente: "¿por las aguas móviles de qué existencia atravesará
dejando la huella de su silueta hierática, imborrable, bella como un
cántico de amor o triste, trágica acaso, como la de una ave carnicera?"

^^Auerbach estudió este doblez de las representaciones victorianas de


mujeres víctimas y reinas, ángeles y demonios y escribió: "Vistos juntos, estos
tipos de personajes interdependientes que se sostienen mutuamente infunden
las categorías sociales restrictivas con la energía de lo maravilloso. Una vez
que hemos devuelto la integridad de estos tipos vemos que [ésta] intensifica su
poder en vez de limitarlo. L a mera rigidez de las categorías de víctimas y
reinas, ángeles domésticos y demonios proscriptos ... se concentra en un mito
que glorifica la mujer que parece suprimir". (Women Demon, 9)

227
(22). E n esta forma de representación de la mujer se repetían el doblez
de la "bella" y "carnicera" poderosa, transitando en un medio caracte-
rístico por su plasticidad, su inestabilidad formal asociada a lo acuá-
tico que le permitía una movilidad, una posibilidad de creación y
recreación de sí misma que la hacía difícil de apresar o de definir,
emergiendo o sumergiéndose, disimulada haciéndose una con el me-
dio, atractiva y seductora, con una belleza severa, de escultura sagra-
da, jeroglífica y, siempre, representada como la temida devoradora.
Oscar Montero señaló que "es el amor devorador de la mujer fatal, un
tópico literario frecuente en la obra de los modernistas" (Erotismo
Representación, 15).
Acercándose con el temor del científico frente al contenido del tubo
de ensayo que él sentía peligroso y fi'ágil en relación al poder maravi-
lloso de esa mujer Enigma, Mercante se volvió a preguntar
retóricamente:

¿Qué surgirá al romperse aquella crisálida que absorbe nuestra atención,


Manon, Lucrecia o Mesalina? ¡Cuántas existencias envenenadas, cuántos
destinos truncos, cuánta amargura, cuántas lágrimas, cuántas desesperacio-
nes trágicas regará en la vida aquella núbil existencia en flor! (22)

Esta es la —no por trillada menos usada o perniciosa— construc-


ción de la pérfida estereotípica, hecha de personajes literarios e
históricos: Manón, la cortesana formularia de la novela y la ópera de
fines del siglo diecinueve, la mujer independiente y rebelde; Lucrecia,
la envenenadora renacentista, la mujer que competía con el hombre en
sus juegos de poder y Mesalina, la matrona romana adúltera, la mujer
que se adjudicó las mismas prerrogativas sexuales del hombre.
Estas narrativas o historias de presuntas "existencias envenena-
das", "amarguras", "destinos truncos" y "deseperaciones trágicas"
—generalmente imaginadas y difundidas por escritores, historiadores
y profesores hombres— fueron las que este maestro de maestros eligió
y repitió para utilizarlas como modelos admonitorios frente a sus
estudiantes. Como señaló Carolyn Heilbrun en Writing a Women's
Life, la creación y repetición de estos relatos y narrativas ha sido muy
importante, porque "las vidas no sirven como modelos; sólo las histo-
rias hacen eso",^^ E l peligro de ficciones o narrativas distintas, la

^^Heilbrun señaló que "sólo podemos volver a contar y vivir mediante las
historias que hemos leído u oído. Pueden ser leídas o cantadas, o experimen-
tadas electrónicamente, o venir a nosotros como los murmullos de nuestras
madres, diciéndonos lo que las convenciones exigen. Cualquiera sea su forma

228
producción o utilización de discursos que proveyeran a muchas muje-
res de modelos alternativos al modelo maniqueísta de la mujer virgen
y prostituta, ángel y demonio, traidora independiente y rebelde y
esposa obediente y madre prolífíca, como veremos, preocupó especial-
mente a Mercante.
E n la segunda sección de su texto, dedicada al tema del "fetiquismo**=^
Mercante describió el uso de aquella orfebrería que cubría el cuerpo
como una práctica patológica e insalubre, exclusivamente "femenina"
y fomentada por el medio ambiente de escuelas y colegios religiosos.
E n el discurso de esta ciencia sexual argentina finisecular el
"fetiquismo** sí denotaba una desviación sexual cuando se refería a los
hombres. Aquí nuevamente aparecen los distintos grados de represen-
tación del cuerpo de la mujer y del hombre en los discursos literarios
y científicos. Francisco de Veyga en un texto publicado en 1903 señaló
que una "aberración especial digna de nota es la que consiste en la
excitación genésica [de muchos hombres] ante la vista de un objeto
emblemático de virilidad y con mayor razón de un órgano vivo, real. E s
una forma de fetiquismo muy particular que provoca impulsos violentos,
la masturbación en unos casos, la tendencia a tocar o poseer el objeto
en otros** (Amor Invertidos, 338). E n el artículo de Mercante el
"fetiquismo** denotaba una relación de las estudiantes con "objeto [s]
emblemático[s]** pero esos objetos más que connotaciones o significa-
dos sexuales tenían, según este Inspector de escuelas, significados de
un sentimentalismo patético insalubre.
Este sentimentalismo también servía para ignorar los cuerpos y
prácticas sexuales entre mujeres. Veyga en sus estudios sobre la
"inversión sexual** sólo hace una alusión escueta al "placer venéreo
[que devengan muchos hombres] por medio del frotamiento cuerpo a
cuerpo juntando las partes homólogas, imitación de lo que hacen las
mujeres invertidas" (Amor Invertidos, 340-341). Una de las descrip-
ciones m á s explícitas fue probablemente la que hizo Bernardo
Etchepare, un médico psiquiatra, en un texto publicado en los Archi-
vos en 1906. Etchepare publicó la historia de una mujer,

... a la que el padre de su madrastra, un senil erótico de 70 años, la depravó

o medio, estas historias nos han formado a todos; son lo que debemos usar para
crear nuevas ficciones, nuevas narrativas" (Writing Women, 37, Traducción
mía).
^**La inestabilidad en la ortografía de este fetiquismo o fetichismo demues-
tra la fluidez de taxonomías en elaboración.

229
efectuando en ella la succión clitorídea. Experimentó un placer tan grande
desde los primeros ensayos y fue tal la satisfacción que obligaba todas las
noches al anciano a que saciara en esa forma su deseo. Llevó el entusiasmo
hasta la bestialidad, pues se hacía lamer los órganos genitales por un perro y
a través de una reja (Desequilibrio Mental, 725),

L a práctica sexual codificada con elegancia en los retratos rococó


de majas y señoras de la nobleza retratadas con sus perrillos falderos,
en los textos de esta ciencia sexual se hizo una "bestialidad" que
transfería cualidades del animal a la mujer, siempre representada
como la devoradora, ahora enrejada y aún así saciando su deseo
mediante el sometimiento del animal devorado que, al mismo tiempo
que transfería a la mujer los significados de bestialidad, quedaba
transformado en instrumento aquiescente y pasivo.
Según Etchepare, la mujer de su historia, ya adulta, "tuvo relaciones
abundantes con distintos hombres ... pero jamás tuvo placer en la
cohabitación con el agente masculino. E n cambio empezó ella misma
a ejercer el tribadismo en otras mujeres, llegando en ese caso a tener
verdaderos amores con ellas" (Desequilibrio Mental, 725). L a expresión
"ejercer ella el tribadismo en otras mujeres" puede denotar la "succión
clitorídea". Etchepare, como Ingenieros, tampoco explicó directamen-
te lo que significalDa "ejercer el tribadismo". Uno de los significados de
la expresión debía deducirse del señalamiento repetido del médico de
que la mujer de su historia "no p[odía] tener placer si no e[ra] por la
succión clitorídea" (727), de que se había "fija[dol en su cerebro, que no
hay duda estaba preparado para ello, la imagen del placer homosexual,
de la urania, y [de que] hac[ía] de esa aberración un verdadero culto.
Al mismo tiempo es insaciable en su frenesí genital, pues diez, doce,
quince veces consecutivas experimenta el placer con sus maniobras en
otras mujeres o con la succión clitorídea en ella" (729). Esta historia
confirmaba la concepción de la sexualidad en una lesbiana con algo de
religioso, "culto", de mujer "insaciable" y voraz, ahora devoradora de
o devorada por otras mujeres.

^^La historia de esta mujer que había nacido en París y vivía en Buenos
Aires tenía todos los elementos de la construcción de la lesbiana de esta ciencia
sexual argentina finisecular. Ella había sido artista de café concierto y
bailarina del Moulin Rouge, "durante varios años hizo las delicias de los
escenarios de París, Ñapóles, Londres, hasta San Petesburgo" (Desequilibrio
Mental, 725). A los eventos de su vida de artista cosmopolita y rebelde se

230
Otros significados que Mercante evocó al utilizar el término
^étiquismo" se iluminan al revisar los textos sobre pedagogía de C. O.
Bunge. E n "La enseñanza de la tradición y la leyenda" al citar la
"célebre teoría o ley de Augusto Comte, apellidada 'de los tres esta-
dos"*, Bunge escribió; "la humanidad ha pasado sucesivamente por
tres dilatados períodos: el religioso, el metafísico y el positivo. Cada
uno poseyó sus métodos y tendencias características. E l estado religio-
so arrancó de la prehistoria; [y] comprendió el fetichismo, el politeísmo
y el monoteísmo ... E l estado metafísico correspondió a la edad
moderna. E l positivismo vino luego a reemplazar la tendencia de los
tiempos contemporáneos" (Estudios Pedagógicos, 9-10). E l fetiquismo
que identificó Mercante en los internados educativos también servía
para hacer una representación de esos espacios como resabios de un
estado religioso arcaico, prehistórico en medio del progreso del
positivismo educacional contemporáneo que hemos visto, como espacios
de un oscurantismo sectario peligroso.
Según estos teóricos de una pedagogía argentina moderna ese
estado religioso fetichista, no obstante ser un estado arcaico de la
cultura se podía desarrollar en la época contemporánea porque era,
además, un estadio natural del desarrollo infantil. Bunge alegó que
"en la inteligencia del niño, mientras se desarrolla y robustece,
reprodúcense también esas sucesivas modalidades de la historia. E l
espíritu del hombre es religioso hasta la adolescencia ... sólo cuando
llega a su completo desarrollo se hace, aunque no siempre.

sumaban su insistencia en la práctica de hábitos definidos como "incorrectos"


para su sexo biológico: "acentuó cada vez más su carácter varonil. Ha
aprendido a montar a caballo, en bicicleta, tira las armas, posee muy bien el
juego del florete y tira la carabina a la perfección al extremo de hacer blanco
con frecuencia en las golondrinas. Usa armas y en este momento anda con un
revólver. Se complacía en la sociedad de los hombres de algún valer y de cierta
fama original como Catulle Mendés, Chincholle, Jean Lorraine" (Desequilibrio
Mental, 726). La vida y la sexualidad de esta mujer encarnaban "el 'tribadismo'
... [de] mujeres independientes de toda traba social (artistas, intelectuales,
etc.)" que describió Ingenieros. Por su utilidad para hacer la confirmación de
un estereotipo con aparente evidencia documental; en 1912, seis años después
de su publicación original, los editores de los Archivos aparentemente faltos
de material sobre el tema del lesbianismo volvieron a reeditar el texto de
Etchepare en su versión original. Recordemos que la reedición de textos ya
publicados, con o sin variaciones, fue una práctica consistente de los Arc/iii;os
que dirigió Ingenieros.

231
verdaderamente positivo" (Estudios Pedagógicos, 10). L a persistencia
de un fetichismo en los internados educativos representaba entonces
el peligro de costumbres y hábitos retrógrados de un medio que no
permitía ese "completo desarrollo" y al detenerlo fomentaba un estado
patológico de regresión que se podía extender a toda la cultura.
A ese estado patológico, además, eran especialmente proclives las
estudiantes de Mercante, no sólo por la edad de niñas y adolescentes
que "naturalmente" pasaban por un estadio religioso prehistórico,
sino también por el hecho de ser mujeres. Mercante propuso que "el
fetiquismo de los objetos ofrece, en la mujer, variedades singulares; es
por efecto de su vida retraída y su imaginación desbridada, más
frecuente que en el hombre. Su pronunciada tendencia a los adornos
prueba lo que afirmo" (Fetichismo Uranismo, 23). Notemos la simili-
tud no sólo entre esa sensibilidad afecta a aquella "variada orfebrería,
que llena de metales falaces el cuerpo" sino también esta "imaginación
desbridada" de mujeres y/o multitudes que "imagina[n] mucho y
deforme ... porque vive[n] en un perpetuo gogorismo moral ... todo se
convierte entre sus manos en cuento de hadas o en fantasías vesánicas".
E l fetichismo de "metalinas y pedrerías fetiches [que] carecen de
valor intrínseco [el acto de dar tanto valor a objetos sin valor comercial
preocupaba al pedagogo burgués] ... talismanes (pescados de plata,
zapatitos de ágata, medallas doradas, cruces de coral, chapitas engar-
zadas" (23) funcionaba en el texto como una materialización de los
"gérmenes" introducidos en latencia en la primera parte del texto.
Ahora, en la segunda sección éstos proliferaban en un medio ambiente
de mujeres solas representado como el caldo de cultivo ideal para la
enfermedad de este "culto" o religiosidad femenina. E l mal se reprodu-
cía en estas mujeres devotas a estos objetos "de culto, [que] carecen
generalmente de atractivo, no exornan... pierden ¿n propósito estético
para adquirir el idolátrico. E l ocultismo suele imponerse a la exhibi-
ción" (23). Así las estudiantes fetichistas se transformaban en
"adoratrices de talismanes" (24) representadas como sacerdotisas de
una insalubre secta femenina retrógrada, prehistórica.
E n la primera parte de su artículo Mercante inscribió la enferme-
dad como gérmenes en latencia pero en la segunda parte el lector veía
cómo se empezaba a propagar el mal de "esas orejas, [a] ese cuello, ese
pecho, esa cintura y esos dedos invadidos por el oro, la plata, el cobre,
[y] el acero" (23). Después de haber descrito en la sección anterior el
alma de la mujer "cáliz" que guardaba el germen de la enfermedad en
latencia; en la segunda parte y una vez rota la crisálida en la adoles-
cencia de la adolescente, el mal "invadía", infectaba el cuerpo de estas

232
mujeres jóvenes comunicándose progresivamente de "las orejas** al
"cuello**, "el pecho** y "la cintura", extendiendo la contaminación hasta
las extremidades de "loa dedos**. Y el cuerpo de la mujer Enigma seguía
encubierto por una purulenta superficie de metales que ciñéndolo lo
ocultaba y lo transformaba en objeto, "adorno" y/o "fetiche".
Otra de las funciones de la sección sobre fetiquismo era hacer una
descripción de un medio "femenino", no muy distinto al de las multi-
tudes de Le Bon y Reimos Mejía, en el que se hacían más fáciles el
contagio y la propagación de una enfermedad individual que se podía
transformar en un mal social "generalizado por imitación y contagio"
(24), que se propagaba fácilmente en "la escuela [que] es un conjunto
y toda psicosis se epidemiza con extraordinaria rapidez, constatado
por multitud de casos: la forma individual pasa a la colectiva y es
entonces lo alarmante" (24). De esta forma, en ésta, la última frase de
la segunda parte del artículo, el pedagogo introdujo en su texto la
definición de una patología, una "psicosis", que se extendía adoptando
la temida dinámica de la plaga moderna, la epidemia que de fetichismo,
en la segunda sección, se transformó en uranismo en la tercera parte
del texto.
E n la primera frase de la tercera sección Mercante cambió el tono
literario anterior y adoptó un tono científico más severo, al invitar a
sus lectores a registrar "papeles y apuntaciones de reciente época
acerca de fenómenos más graves" que el fetichismo (23). E l tono hasta
aquí era el del discurso que buscaba poner en práctica una profilaxis;
anunciaba la aparición del mal que de no ser contenido podía
transformarse en epidemia. Los mismos fantasmas, formas de
representación que habían usado los higienistas en la década anterior,
eran ahora utilizados para vigilar y controlar las relaciones o
asociaciones entre mujeres que desde la adolescencia, en las escuelas
superiores y después en las distintas facultades de la universidad se
asociaron con otras mujeres en organizaciones feministas, asociadas
o relacionadas con grupos de obreras y obreros socialistas y anarquistas.
E n la historia del movimiento obrero fue muy importante la
participación de mujeres, argentinas y extranjeras, obreras y profesio-
nales —como Alicia Moreau, Cecilia Grierson o Virginia Bolten— que
organizaron asociaciones feministas obreras y profesionales que em-
pezaron a exigir los derechos de la mujer. D. Guy y Marifán Carlson
notaron que en los primeros años del siglo XX, las activistas socialistas
formaron sus propios centros eh Buenos Aires. Dedicadas como las
hermanas Chertkoff—Fenia, Mariana y Adela— Raquel Messina,
Gabriela Laperriére, y Carolina Muzzilli investigaron las condiciones

233
laborales y de vivienda de mujeres pobres y lideraron la lucha para
mejorarlas (Sexo Peligroso, 124).
Guy también señaló que Paulina Luisi, por ejemplo, la primer
mujer médica de la historia de su país, una "reformadora feminista y
socialista del Uruguay, fue contemporánea de Moreau de Justo y
frecuentemente ayudó a las reformistas argentinas en su lucha" (Sexo
Peligroso, 124). Y "otras, como la Dra. Julieta Lantieri de Renshaw,
una ciudadana naturalizada que había estudiado farmacia y medicina
en Buenos Aires, eran feministas decididamente politizadas, cuyos
modelos eran las sufragistas inglesas y estadounidenses". L a Doctora
Pertrona Eyle, por ejemplo, había recibido su título de medicina en
Suiza en 1891, "lo revalidó en la Universidad de Buenos Aires dos años
más tarde y empezó a practicar medicina y política feminista" en
Buenos Aires (Sexo Peligroso, 123). A la visibilidad de estas intelec-
tuales, médicas, químicas y escritoras se sumó la de mujeres obreras
organizadas dentro del movimiento laboral. laco Oved al describir la
celebración del día internacional del trabajo del 1** de mayo de 1904,
señaló especialmente que "ese día acudieron grandes multitudes y
sobresalieron, a diferencia de otras veces, masas de mujeres" (Anar-
quismo Movimiento, 338). Esta era la epidemia femenina temida por
los curadores de las nuevas ciencias de la persona y la sociedad
argentinas.
Al principio de la sección sobre uranismo el Inspector del Consejo
Nacional de Educación declaró con seguridad que como resultado de
sus investigaciones: "pude constatar que el uranismo pasivo constituye
en los internados educativos una epidemia" (25). Para tratar de
extender la vigilancia del sistema educacional estatal a las escuelas
privadas. Mercante inventó una epidemia de uranismo extendida en
todo el sistema educacional. Este escritor genial y desconocido
transformado en inspector de penetrante mirada adoptó el tono del
científico objetivo, honesto y diligente al afirmar que "los hechos [que
iba a describir] se refieren al internado X ... escuela de enseñanza
superior de Buenos Aires, donde cursan niñas de 10 a 22 años" (25).
Pero enseguida agregó que sus "anotaciones comprenden además,
establecimientos particulares y del estado" (25). Así al mismo tiempo
que agregaba evidencia sobre el mal extendido en las escuelas religiosas,
el texto del pedagogo e inspector vigilante también adquiría la urgencia
de una primera advertencia de la epidemia que amenazaba comunicarse
a todo el sistema educacional.
Agregando significados a las imágenes del oscurantismo y las
prácticas idolátricas de las adoratrices de talismanes que describió en

234
la sección anterior, en la sección sobre uranismo éstas se hicieron
vírgenes marianas. Mercante alegó que

...la homosexualidad femenina no es por lo común impulsiva (Pitres); hay


una predisposición morbosa a mantenerse contemplativa y romancesca, si es
posible con cierta operosidad mística. Aquí su parentesco claustral. E l culto de
reclusas a María es un síndrome psicopático donde el amor de la mujer ha
sufrido la inversión, pero dentro de una actitud completamente pasiva,
extática (25).

Esta representación de la homosexualidad de la mujer también


utilizaba la "inversión", la desviación sexual favorita de la ciencia
sexual argentina del período, pero al utilizarla para intentar detener
el avance en todos los campos de la mujer, sobre la que había una
considerable reluctancia a representar tanto el cuerpo como sus
prácticas sexuales, convenientemente se la caracterizó como la
desviación de tipo "contemplativa y romancesca ... mística" como una
especie de sexualidad en trance religioso, descorporizada.
Mercante describió las narrativas o discursos que ofrecían modelos
alternativos de mujer como importantes en la etiología de la enferme-
dad. E n la misma página y poco más abajo, el Inspector agregó que "el
fenómeno se manifiesta, es curioso, en aquellas escuelas m á s
claustrales y donde las maestras se entregan a frecuentes disertaciones
acerca del culto a las santas mujeres, con letreros alusivos en los
pizarrones" (25), Como señaló Jean Franco, en Latinoamérica el
convento desde hace varios siglos fue un espacio alternativo, dentro y
fuera del sistema patriarcal.^^ E n ese espacio las disertaciones y los
letreros alusivos eran los discursos alternativos que tanto preocupa-
ban a los burócratas estatales. Como veremos esos discursos ofrecie-
ron a muchas mujeres modelos distintos al de la esposa obediente y
madre prolífica.
No obstante la caracterización de "femenina" de esta homosexua-
lidad de "la mujer [que] ha sufrido la inversión, pero dentro de una
actitud completamente pasiva" (25), Mercante identificó en las pare-
jas de adolescentes uranistas un "elemento activo" y otro "pasivo".
Notando parejas de mujeres que se reunían durante los períodos de
descanso entre clases, el pedagogo las definió como "novios que conver-
saban de sus asuntos. No obstante el carácter espiritual y femenino de

^^Ver, J . Franco. Plotting Women: Gender and Representation in Mexico,


cap. 2.

235
aquel connubio, un elemento era el activo, otro el pasivo" (26). Defi-
niendo el rol de uno y otro "elemento". Mercante escribió:

...el apareamiento ocurre entre dos estructuras diferentes del punto de


vista moral. Una, eminentemente sugestionadora, manda, vigila, cuida, ofre-
ce, da, dispone, describe el presente, imagina el futuro. Salva las dificultades
y vitaliza a su compañera. Otra, obedece, acepta, se resigna, evita motivos de
disgusto a su mancebo y enaltece su afecto con palabras dulces y promesas
llenas de sentimiento y sumisión (26).

L a uranista activa era la sugestionadora que utilizando narrativas


alternativas "describ[ía] el presente e imagina [ha] un futuro ... y
vitaliza[ba] a sus compañeras". L a adolescente pasiva, sugestionada,
homosexual porque establecía una relación emocional y afectiva con
otra mujer —pero no por haber invertido el rol "femenino" prescripto
como correcto para ella—, "obedece, acepta, se resigna". Notemos que
en esta pareja, "el elemento activo" es caracterizado como el "mance-
bo", "masculino". E s a era la transgresora de la pareja, y el principio de
la infección que nuevamente fue localizado en la histérica. Mercante
alegó que "la psicopatía despunta en niñas mayores de quince años y
nace asilada, de una histérica" (25).
L a adolescente pasiva de Mercante era la "imitadora" que sería
inducida al temible culto por la adolescente activa. E l pedagogo dice
que "neófitas eran las que por primera vez ingresaban al estableci-
miento. L a vacante principio activo y sin novia, comenzaba la conquis-
ta con los ojos; luego la aproximación y por fin el ofrecimiento. Las
indirectas elaboran el ambiente. ... E l afecto va creciendo; la mujer,
imitadora, se adapta, y la neófita contrae estado" (26). "La conquista
comenzaba con los ojos" que eran el primer gran instrumento de la
sugestión bajo la cual, como veremos enseguida, el "estado" contraído
atentaba contra el Estado.
L a construcción de esta "psicosis que se epidemiza", esta ansiedad
por "la psicopatía [que] despunta en niñas mayores de quince años, y
nace aislada de una histérica", "eminentemente sugestionadora", que
"vitaliza a su[s] compañera[s]", "imitadora[s]", refleja no sólo el
anticlericalismo del positivismo nacionalista argentino de principios
del siglo veinte. E r a una expresión del temor de la clase patriarcal y
burguesa hegemónica por el activismo de las mujeres. Las que servían
de portavoces de esas asociaciones representaban ese elemento "activo"
al mismo tiempo que los grupos asociados o audiencias, "multitudes",
eran descritas (siempre de acuerdo con las teorías de Le Bon) como una
"mujer", "pasiva", y altamente sugestionable, "imitadora", y con oscuras

236
necesidades eróticas manipulables y manipuladas por líderes que la
seducían con sus fluidos magnéticos.
E l "magnetismo**, una capacidad de liderazgo o de verbalizar las
exigencias de un grupo mayor, preocupó especialmente a Bialet-Massé
en el texto que hemos visto, al señalar que "las mujeres que entran por
ese camino son francamente anarquistas y anarquistas exaltadas;
algunas de ellas se hacen notar por sus facultades oratorias. Hay en el
Rosario [por ejemplo] una joven puntana de palabra enérgica y domi-
nante, que arrastra a las multitudes" (435. Énfasis mío). Notemos el
temor específico al poder del discurso, las "facultades oratorias" de
mujeres que al apoderarse de la palabra fueron representadas enfáti-
ca e insistentemente como "francamente anarquistas y anarquistas
exaltadas".
L a misoginia y el temor a la mujer entretejidos en la representa-
ción de las multitudes de la nueva metrópolis argentina como una
mujer "sugestionable", que despierta violentamente al ser seducida
por líderes mujeres y sugestionadoras fueron recurrentes en Las
multitudes argentinas. Ramos Mejía definió las caraterísticas de las
multitudes y de sus líderes a la vez que imaginó una dinámica entre
los grupos y los portavoces que articularon un discurso socio-político
distinto al hegemónico.
Los voceros de los grandes grupos populares, escribió Ramos Mejía,
son "los dominadores de la multitud, los que, surgidos o no de ella, han
tenido calidades de cierto orden que les ha permitido dominarlas,
dirigirlas y, a veces, transformarlas" (3). Estas transformaciones se
propagaban en un contagio facilitado por las similitudes fisiológicas
de la multitud. Ramos Mejía alegó que "para que haya multitud, es
menester que exista, pues, comunidad de estructura, cierta facilidad
de contagio, favorecida por analogías fisiológicas" (10). E s a era la
"facilidad de contagio" favorecida por "dos estructuras diferentes del
punto de vista moral" en el artículo de Mercante, una "pasiva" y la otra
"activa", pero que tenían las "analogías fisiológicas" de dos mujeres
adolescentes.
E n Las multitudes y siguiendo la teorias de G. Le Bon, Ramos Mejía
homologó los nuevos grandes grupos culturales que poblaban los
nuevos grandes centros urbanos Argentinos con una mujer, "curiosa y
entrometida como las mujeres desocupadas y las plumas, amiga de los
escándalos y de los motines" (290-291). E n esta mujer "desocupada",
—desempleada, en muchos casos porque se negaba a aceptar el rol de
esposa y madre designado para ella—, este sociólogo describió una
oscura fuerza erótica pronta a estallar: primero era la multitud

237
"impulsiva" y . Violenta" (54) aunque todavía "pasiva",
"tímida y linfática (yl); pero cuando se rebelaba era la multitud
^prostituta! y ¡cobarde!" (103), "hetaira" (289), y concluía siendo la
"beata veleidosa, que besa con mordiscones y adora con las impuras
efervescencias del celo" (296). E n esta "beata", "sensible", "tímida" y
"linfática" pero peligrosamente "impulsiva", y "veleidosa",
sugestionable, en el análisis de Ramos Mejía se definía la misma
"estructura pasiva" que hemos visto en el artículo de Mercante.
Cuando esta multitud adolescente, "imperfectamente modificada"
(273), se hace amiga de los motines, cambia y emerge la "multitud
[que] admira por costumbre, obedece y se somete, porque la repetición
de actos iguales le ha creado el mecanismo reflejo de la obediencia y de
la admiración" (201). L a multitud que "obedece y se somete" (201) en
el texto de Ramos Mejía, era la "uranista pasiva" que "obedec[ía] y se
resigna[ba]" (Fetichismo Uranismo, 26) en el texto de Mercante.
Ramos Mejía también describió el proceso de la seducción median-
te l a sugestión. E l presunto sociólogo escribió: "al llegar a cierta altura
la sugestión comienza a venir también del caudillo hacia la multitud"
(201). Así se empezaba a perfilar la "uranista activa", "eminentemente
sugestionadora", el "caudillo" o "mancebo" que "manda[ba], vigila[ba],
cuida[ba], ofrec[ía], da[ba] [y] dispon[ía]" en el artículo de Mercante.
Y este "principio activo" despertándolos manipulaba los "fluidos eró-
ticos" latentes en la multitud pasiva.
Como el caldo de cultivo que describió Mercante, Ramos Mejía
describió primero un estado de sonambulismo histérico colectivo. Así
pasó, de la psiquiatría a la sociología la noción de "histeria de masas".
Según Ramos Mejía era "en estos estados de violenta excitación por
que suele atravesar la multitud dinámica [que] pasará algo análogo al
sonambulismo de la histérica [...] porque hay, indudablemente, un
sonambulismo-colectivo, como existe uno individual" (284). E n este
estado el líder ejercía sus poderes magnéticos que erotizaban a la
"beata veleidosa".
Ramos Mejía describe la seducción del líder, que emanaba un
fluido que

...en los hombres afortunados dimana de los ojos, de la boca, de las manos,
y ¡qué sé yo! de qué otras partes del cuerpo. Aureola peculiar llena de efluvios
carnales que seduce irresistiblemente la imaginación y los sentidos siempre
alborotados de las mujeres. [...] Lo propio pasa con la multitud, que, punto más
punto menos, tiene las mismas deficiencias y particularidades de la mujer (91-
92).

238
En el texto de Ramos Mejía, los antecesores latinoamericanos de
estos líderes eran,

...esa abundante pululacidn de hechiceros, astrólogos, judiciaries,


nigrománticos, casi todos nativos [que] a la par que hablaban de cuentos de
amor, hacían sus hechizos, encantamientos y *cercos eróticos', [y] en sus
sortilegios mezclaban incitaciones a la desobediencia, y tendían a despertar en
la plebe el sentimiento de suficiencia profética de fuerzas (20).

Pero en la primera década del siglo veinte, cuando se invirtió la


relación de poder, cuando se organizó el movimiento laboral argentino
y se reunió en celebraciones y demostraciones de acción gremial, la
construcción textual de una epidemia de uranismo también trataba de
controlar la asociación de la multitud mujer con la mujer de la plebe

...[que] asociada a la turba, le imprime un aspecto terrible porque en tales


circunstancias, pierde más pronto que el hombre todos los intintos dulces y
amables, que son la tónica de su alma. Ellas arengan a la gente, la inflaman
con sus imprecaciones inesperadas, en la plaza, en la calle, hasta en el pulpito
de la iglesia** (Multitudes Argentinas, 155).

Este era el "uranismo femenino" de "parentesco claustral", el


[temible] culto de reclusas a María" que describió Víctor Mercante en
su artículo: una "epidemia" de "disertaciones y letreros alusivos", de
"palabra enérgica", e "imprecaciones inesperadas" de mujeres que "se
hac[ían] notar por sus facultades oratorias" y que "describ[ían otro]
presente e imagin[aban un] futuro" distinto.

Poses, posiciones o roles como si fueran jerarquías


La definición de un uranismo femenino en el que Mercante discri-
minó entre roles pasivos y activos también se puede leer en el contexto
cultural más amplio de las elaboraciones taxonómicas de las ciencias
sexuales en Europa y Estados Unidos. L a diferencia entre esas elabo-
raciones y las que produjo la ciencia sexual argentina fue la preemi-
nencia que tuvo en las ciencias argentinas el rol o posición sexual
adoptada: receptiva, "pasiva" o insertiva, "activa". Las investigacio-
nes más recientes, además, fueron confirmando la importancia del rol
en la definición de las desviaciones sexuales en Latinoamérica, en
momentos históricos posteriores.
Roger Lancaster al estudiar nociones de desviación sexual en
Nicaragua en la segunda mitad del siglo veinte, señaló que, al igual
que los médicos argentinos de principios del mismo siglo, "actos que

239
nosotros describiríamos como homosexuales [como las relaciones sexua-
les de un hombre que con otro hombre adopta una posición insertiva,
en Nicaragua en la segunda mitad del siglo veinte] no connotan ni
estigma ni son acompañados de la definición de una identidad de
ninguna clase; otros [como las relaciones sexuales de un hombre que
con otro hombre adopta la posición receptiva, "pasiva**] marcan clara-
mente al practicante como un cochón** (Life Hard, 223. Traducción
mía). "Cochón** era el término nicaragüense para la categoría del
"pederasta pasivo" que como veremos obsesionó a los sexólogos argen-
tinos de principios de siglo.
Mercante usó indistintamente las categorías de homosexualidad e
inversión porque en 1905, en Argentina los médicos que estaban en
plena elaboración taxonómica de las desviaciones sexuales muchas
veces las usaban indistintamente. Pero distintas categorías tenían
distintos significados. Para comprender esos significados y notar
similitudes y diferencias entre elaboraciones taxonómicas latinoame-
ricanas y europeas o estadounidenses me fue útil comparar elabora-
ciones taxonómicas argentinas con las que reconstruyeron David
Halperin y George Chauncey. Halperín al señalar que las categorías
taxonómicas o definiciones de las desviaciones sexuales son producto
de culturas y momentos socio históricos específicos, notó que en
Europa y los Estados Unidos "antes de 1892 no había homosexualidad,
sino inversión sexual** y agregó que el hecho de que la elección del
objeto sexual pudiera ser independiente de roles, modos o maneras
adoptadas, no parece habérsele ocurrido a nadie hasta que Havelock
Ellis avanzó una campaña para aislar elección de objeto y rol (Sex
Before, 39). E n la última década del siglo diecinueve la inversión, que
en Europa y Estados Unidos denotaba no sólo prácticas sexuales sino
un espectro amplio de roles, modos y maneras definidos como
"incorrectos** para cada uno de los sexos biológicos, poco a poco empezó
a ser reemplazada por la definición de homosexualidad, que denotaba
específica y solamente la elección de objeto sexual "incorrecto** para el
hombre o la mujer. Halperín escribió "la identidad sexual fue así
polarizada alrededor de una oposición central definida por el juego
binario de la diferencia o similitud en el sexo [biológico] de la pareja
sexual; de ahí en adelante la gente pertenecía a una de dos categorías
exclusivas [homosexual o heterosexual]** (Sex Before, 39. Traducción
mía) sin que importara la posición adoptada en la relación sexual.
E l uso indistinto de las categorías de inversión y homosexualidad
en el artículo de ]VÍcreante reflejaba ese momento de transición en la
elaboración taxonómica. Chauncey explicó que el cambio de foco de la

240
preocupación central por la inversión a la preocupación por la homo-
sexualidad fue más lento y complicado en los estudios sobre las
desviaciones sexuales de la mujer, y notó que fue a partir de la
definición moderna de la homosexualidad que "los médicos cada vez
con más énfasis empezaron a someter a estudio las relaciones entre
mujeres, relaciones que antes habían considerado decorosamente
asexuales, y trataron de identificar lesbianas activas y pasivas** (From
Sexual, 127. Mi traducción). Pero, como veremos, a diferencia de las
elaboraciones taxonómicas de los médicos en Europa y Estados Uni-
dos, donde la identificación de roles fue secundaria, fue precisamente
esa "inversión" del rol definido como correcto para cada uno de los
sexos biológicos la que en Argentina sirvió para identificar la diferen-
cia. L a identidad sexual en la Argentina de principios de siglo, como
en muchos países latinoamericanos hasta hoy, "fue así polarizada*'
pero no "alrededor de una oposición central definida por el juego
binario de la diferencia o similitud en el sexo de la pareja sexual** sino
por lo correcto o incorrecto del rol, "pasivo** (receptivo) o "activo**
(insertivo), adoptado.

Inversión, adentro
E n Las multitudes argentinas —esa, insisto, primera imaginación
de una Argentina moderna— Ramos Mejía usó la categoría del inver-
tido sexual para anclar su definición de toda la nueva sociedad
argentina, o porteña, de post-inmigración. E l "guarango" fue el modelo
que usó para definir esa sensibilidad que debían corregir los sistemas
disciplinarios de la educación nacionalista primero y el ejército reor-
ganizado en 1901 con la Ley Richieri, como veremos más adelante,
Pero ahora esa sensibilidad que el sociólogo había identificado en
la hija y el hijo de los inmigrantes, la identificó en todas las nuevas
clases sociales burguesas surgidas de la inmigración. Por diferencia,
y a partir de la definición del guarango, este primer sociólogo definió
una clase patricia "viril** de sensibilidad distinta a la de la nueva
sociedad urbana y sus clases altas, medias y bajas que tenían la
sensibilidad de un invertido sexual! De esa forma la alteridad del
guarango invertido confirmaba y justificaba el status y la acción de la
clase patricia viril.
No obstante sus diferencias de clase, en Las multitudes el "guarango"
era siempre un habitante urbano. Porque como explicó Manuel Bejarano
"en las ciudades, en efecto, los niveles económico-sociales más altos,
con exclusión del de la élite tradicional, fueron efectivamente alcanza-

241
dos por los inmigrantes" (Inmigración Estructuras, 147). E l habitante
del campo, el bárbaro de los textos de Sarmiento de mediados del siglo
diecinueve, a fines de siglo cambió de significado cuando la inmigra-
ción colmó las ciudades, que dejaron de ser los centros de civilización
europea imaginados por Sarmiento y se transformaron en los centros
de la degeneración y la decadencia que hemos visto en los textos de
Bunge. Entonces el campo, la zona de la propiedad de clase
terrateniente, se transformó en el espacio simbólico repositorio de una
sagrada nacionalidad "real". E n ese espacio, la (re)educación del
Perico Gallina de Bunge era un antecedente de la educación del gaucho
"masculino", misógino y nuevo dueño de la tierra representado por
Ricardo Güiraldes en Don Segundo Sombra.
E n Las multitudes argentinas las diferencias entre la clase patricia
y el resto de la sociedad fueron marcadas con significados genéricos
claros. L a clase patricia era una

...de padres cultos y nobles abolengos ya afinados por el buen vivir o por las
aptitudes de constante corrección que han disciplinado el físico; quienes han
recibido la sugestión constante, la serena y fácil práctica del deber moral ...
todo eso que ha ido llenando poco a poco el alma con el voluptuoso perfume de
ideales y ambiciones chéres au coeur, que mon esprit révait, y que se refugia,
con cierto pudor varonil, en la modesta penumbra del hogar de abolengo (272.
Subrayado mío).

Empecemos a notarla importancia que daba este discurso al medio


ambiente que había modificado una biología racial, había "disciplinado
el físico" mediante la exposición permanente a un tipo de sugestión.
E n el párrafo que cité la genealogía de esta clase alta devenía de "esos
padres cultos" y pasaba a la cita en francés —la lengua asociada a uno
de los modelos intelectuales y culturales europeos ideales, la República
Francesa pero la Tercera República de Luis Felipe durante la que se
reorganizó París después de la rebelión de la Comuna de 1848—, y
vuelve a refugiarse en un espacio interior que, en contraste con el
colorido de luces y sonidos del exterior inmigrante fue representado
bajo la influencia de un "pudor varonil", donde se guarecía refugiado
en una penumbra sobria y severa, incolora.
Las nuevas clases que habían ocupado los espacios de la ciudad
desplazando a la clase hegemónica anterior tenían en común la
sensibilidad del guarango que brillaba en todas las nuevas clases
sociales. E l "canalla" era un burgués de la nueva clase alta enriquecida,
"es el guarango que ha trepado por la escalera del buen vestir y el
dinero, pero con el alma todavía llena de atavismos" (Multitudes

242
Argentinas, 276). Llegaba a "insinuarse en la mejor sociedad, ser socio
de los mejores centros, miembros de asociaciones selectas" (275); o era
"otra variedad de guarango que difiere de aquel por el menor
exhibicionismo de su vida y de sus gustos, tipo esencial y excesivamen-
te conservador, de cierta modestia previsora porque procede de la
avaricia" (277). Podía ser un profesional de las nuevas clases medias,
"médico, abogado, ingeniero o periodista, le sentiréis a la legua ese
olorcillo picante al establo y al Asilo del guarango cuadrado, de los pies
a la cabeza" (275). O podía ser un miembro de las clases bajas: "el
huaso [que] es un guarango de especie más grotesca; piel moral de
paquidermo, que araña con su áspero roce, y del cual por obra del
medio, sale el compadre, que es un huaso morigerado por el contacto
urbano y la constante sujeción al trabajo callejero" (277). Presente en
todas las clases sociales este tipo era el más representativo de la
sensibilidad que tanto preocupaba al sociólogo.
Ramos Mejía escribió:

El guarango representaría uno de esos vertebrados que en épocas remotas


buscarán con curiosidad los sociologistas del porvenir, para establecer el
encadenamiento de los tipos sucesivos de nuestra evolución. Es un invertido
del arte y se parece a los invertidos del instinto sexual que revelan su potencia
dudosa por una manifestación atrabiliaria de los apetitos. Necesita de ese
color vivísimo, de esa música chillona, como el erotómano del olor intenso de
la carne; quiere las combinaciones bizarras y sin gusto de las cosas, como éste
de las actitudes torcidas y de los procedimientos escabrosos, para satisfacer
especiales idiosincracias de su sensibilidad. En música tiene los atavismos que
manejaron sus padres en la miseria; y en lo que a la pintura se refiere, posee
en la retina los colores chillones de la oleografía con que ellos fueron sorprendidos
en sus primeros contactos con la pinturería del suburbio o de la aldea
fronteriza (273).

Lo guarango emergía en todas las clases sociales porque más que


un tipo sociológico era ese gusto y esa sensibilidad que ya hemos visto
en la niña y el niño disciplinados por las sugestiones retóricas y
sensoriales de la educación nacionalista. Como el gusto de esa clase
patricia que había "recibido la sugestión constante"; el guarango
también era producto de sugestiones culturales a las que, teóricamen-
te, habían estado sometidas varias generaciones: "trae a la vida social
la impregnación viva de todas las sensaciones visuales, auditivas y
morales que sus ascendientes almacenaron durante la gestación,
entre los rumores del maizal verde oscuro excesivo, los olores violentos
de la parva fermentada" (274). Al emigrar el gusto del guarango del
pequeño pueblo de campo europeo a la urbe argentina "todo eso

243
mezclado en revueltas combinaciones, lo veréis luego reaparecer en su
ropa barroca, en la indumentaria del hogar, con excesos de mercería,
en sus gustos literarios, en sus fiestas .. en su rúbrica ... en su
perfumería" (274). Al concluir su descripción de esa sensibilidad
teóricamente predominante en la cultura porteña de post-inmigra-
ción, Ramos Mejía insistió en que la sensibilidad que debía ser
corregida era la del invertido: "lo que en materia de gustos y de arte se
le ocurre a un guarango, sólo un invertido puede pensarlo" (274).
E n la obra de este fundador de nuestras ciencias sociales fue
recurrente la categoría de la inversión sexual utilizada para caracte-
rizar a las personas o grupos de personas que rompían, rechazaban,
cuestionaban o no aceptaban los modelos económicos, políticos o
culturales de la clase terrateniente. En Los simuladores del talento, un
texto publicado por primera vez en 1904 en forma de artículo, y bajo el
título de "La fauna de la miseria", Ramos Mejía caracterizó al judío
como "una resultante bizarra del hombre de tipo económico y del
invertido sexual". Y agregó "las energías adquisitivas y conservadoras
del usurero sólo son comparables, en su tranquila intensidad y en lo
clandestino del placer, a la lujuria del invertido, esencialmente
vergonzante" (393). Dos páginas más abajo el sociólogo de antisemitismo
notable concluyó su caracterización de los judíos "enrolándolos en la
larga protervia de los invertidos" (395).
George Mosse en Nationalism and Sexuality, un libro clave de los
estudios sobre la relación entre nociones de Estado y sexualidades,
señaló que en la imaginación cultural europea de fines del siglo
diecinueve "la conspiración de homosexuales corría paralela a la
conspiración judía universal; ambos judíos y homosexuales eran
considerados *un estado dentro del estado" (138. Traducción mía).
Desde 1890, cuando empezaron a llegar a Buenos Aires los inmigrantes
rusos judíos que poblaron distintas colonias en las provincias de Entre
Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, empezó a emerger este antisemitismo
argentino notable.
L a debacle que describió La bolsa, la novela de Julián Martel
publicada en 1891, un año después de la crisis económica del 90,
contribuyó a imaginar el peligro de una presunta amenaza judía en
ciernes desde esa fecha. E n la novela de Martel, Glow, el personaje que
representaba la nueva burguesía criolla enriquecida, al introducir al
barón Mackser (recordemos que el barón Kirsch fue el fundador de la
Jewish Colonization Association) lo presentó como el "especulador", y
advirtió: "el barón Mackser es el general avanzado del ejército israelita
lanzado contra la América para conquistarla con el dinero, arma

244
poderosa contra la cual son impotentes todas las que podamos emplear
nosotros los arios ... Los judíos, ocultos en la sombra van avanzando
paso a paso, haciéndose dueños de la prensa y por lo tanto de la opinión
pública, de la cátedra, de las magistraturas, del Gobierno** (145).
Estableciendo una alianza entre el judío y el temido socialismo
finisecular, el mismo personaje agregó: "y su triunfo será más seguro
todavía, si se le ocurre aprovechar el elemento socialista como fuerza
de combate, y dirigir la revolución social espantosa que se aproxima**
(149).
Conformando el mismo estereotipo del conspirador que describió
Mosse, este judío era "femenino**. E l detalle del narrador objetivo,
científico, realista de la novela de Martel —copia o antecedente del
modelo de narrador de las historias clínicas de higienistas sociales y
criminólogos que de acuerdo con las teorías de Lombroso confirmaban
un carácter y una psicología visibles en los rasgos físicos-— lo describió
como "un hombre pálido, rubio, linfático, de mediana estatura** (72).
Esta parece una copia del personaje que debía ser masculinizado en
"El valiente'*. Recordemos que el personaje de Bunge era "pálido,
enfermizo, de baja estatura**. Pero en los rasgos del personaje de
Martel —a diferencia del Perico que representaba al personaje que sí
podía ser regenerado— el género emergía inscripto, asociado a carac-
terísticas raciales profundizadas de generación en generación, en su
"cara antipática y afeminada se observaba esa expresión de hipócrita
humildad que la costumbre de un largo servilismo ha hecho como el
sello de la raza judía** (Bolsa, 72). Halperín Donghi ya ha señalado el
antisemitismo de esta novela, especialmente significativo porque, a
diferencia de la población italiana, "en efecto, el número de residentes
judíos era en la Argentina de 1890 extremadamente reducido** (Espejo
Historia, 221).
Sugiero que el antisemitismo argentino, alternativamente negado
o debatido, pero siempre latente y pronto a resurgir (especialmente
durante las dictaduras militares), tiene una de sus raíces en la
historia del latifundio argentino.
Revisemos esta historia también. Manuel Bejarano explicó que la
década de 1880-1890 marca el tránsito de la colonización ejidal,
practicada en las zonas suburbanas, a la gran expansión agrícola y
radicación de numerosos grupos de inmigrantes en áreas más exten-
sas, antes reservadas al pastoreo y los establecimientos ganaderos. E l
corto período de transición implicaba un brusco cambio de rumbo en
cuanto al uso y la explotación de la tierra, pero también, lo que es más
interesante todavía, un cambio de actitudes en los mayores propieta-

245
rios y estancieros respecto de la masa inmigratoria que hasta entonces
había procurado inútilmente expandir la agricultura y hallar en sus
recursos un bienestar económico (Inmigración Estructuras, 145. Itálica
en el original).
Así se empezaron a mover, pero sólo en calidad de puesteros,
arrendatarios de parcelas de propiedad de la clase latifundista, algunos
inmigrantes que se dedicaron a expandir la agricultura que debía
proporcionar el forraje necesario para los nuevos tipos de ganado que
debía ser mejorado de acuerdo con las demandas del mercado
exportador. Pero eso no significó que hubiera un cambio en el sistema
generalizado de propiedad latifundista de la tierra.
No obstante haber habido un "brusco cambio" en el uso y explota-
ción de la tierra, Bejarano advirtió que "en su aspecto estructural, sin
embargo, las explotaciones agrícolas iban a quedar subordinadas por
entero a las modalidades típicas de las explotaciones ganaderas"
(145). De esa forma, pero "con excepción de algunas pocas colonias,
como las fundadas por la Jewish Colonization Association, del barón
Hirch, los inmigrantes se radicaban en forma aislada en los campos
pertenecientes a las empresas privadas" (131). Los latifundistas temían
que las colonias judías, en las que por estipulaciones de los contratos
de la Jewish Colonization Association se radicaron inmigrantes que
con el tiempo podían hacerse propietarios de parcelas de campo,
compitieran con ellos.
A diferencia del inmigrante urbano, los colonos inmigrantes judíos
representaban la invasión extranjera en la zona que encarnaba el
poder económico y simbólico de la clase patricia terrateniente. Las
colonias judías, además, tuvieron mucho éxito. Solberg explicó que
"los rusos judíos, como los inmigrantes levantinos, experimentaron un
éxito económico espectacular después de 1900" (88). Fue también por
este éxito económico de un grupo de inmigrantes que compitieron con
la clase terrateniente en su propio terreno que el representante del
patriciado propuso que "las energías adquisitivas y conservadoras" del
inmigrante judío, estereotipado como "el usurero" eran comparables
"a la lujuria del invertido".
Ese antisemitismo se hizo una política estatal cuando este mismo
sociólogo fue empleado de la burocracia higienista, entre 1892 y 1898,
y de la educación, entre 1908 y 1912. Al investigar la ofensiva
antisemita estatal ejercida por intermedio de Ramos Mejía, Solber
señaló que "los nacionalistas reservaron sus más virulentos ataques
para las escuelas judías de las colonias agrícolas de Entre Ríos. L a
controversia sobre esas escuelas surgió en 1908", cuando Ramos Mejía

246
empezó a trabajar como Presidente del Consejo. Fueron esos ataques,
difundidos por "los diarios de Buenos Aires y Caras y Caretas"* los que
"justificaron una campaña periodística total contra las escuelas judías
... L a controversia declinó después de 1909 pero no sino después de
haber generado gran hostilidad contra los inmigrantes judíos"
(Inmigration Nationalism, 148. Traducción mía).
E s a era una inmigración que en muchos sentidos atentaba contra
los intereses de los grupos hegemónicos. Marifrán Carlson, por ejem-
plo, señaló que Fenia Chertkoff, hija de Moisés Chertkoff, un socialis-
ta ruso perseguido por la policía tzarista, "emigró a la Argentina de
Odessa en 1895 ... Ella se estableció en la provincia de Entre Ríos, en
la colonia Santa Clara ... Fenia, que se había graduado de la escuela
normal en Odessa, fundó una biblioteca y una escuela primaria en
Santa Clara" (Feminismo, 131). E n 1910 Fenia Chertkoff se casó con
Nicolás Repetto, uno de los fundadores del Partido Socialista Argen-
tino. Estas personas, su ideología y sus actividades organizadoras
eran las representadas como infecciones e invasiones de "invertidos
sexuales" y su sensibilidad.
E n 1895, cuando Ramos Mejía fue presidente del Consejo Nacional
de Higiene generó una persecución (ya se hace evidente que sistemá-
tica) contra las mismas colonias judías entonces representadas como
focos de insalubridad. Un documento del Departamento Nacional de
Higiene fechado en Diciembre de 1894, cuando se investigaba el origen
de una epidemia de cólera decía: "El Sr. Cerbera ha partido a la
Colonia Palacios, acompañando al Dr. Parpal y guarda sanitario. Allí
la población está formada especialmente por judíos que viven en
pésimas condiciones de higiene. E l Dr. Parpal ha ido para darse cuenta
personalmente de esa amenaza epidémica'' (Cólera Informe, 195).
Pero otro documento fechado en Abril de 1895 decía en respuesta al
anterior: "A fines de Diciembre el Consejo de Higiene de la Provincia
tuvo conocimiento de la existencia de enfermos sospechosos en la
Colonia Palacios ... Aquí es de oportunidad hacer presente que a los
turcos diseminados en aquella Colonia, fue a quienes en primer
momento se atribuyó la importación del cólera a la Provincia. Los
hechos posteriores no han justificado esta apreciación" (513). L a
identificación y representación de un foco epidémico en una población
de inmigrantes judíos en el primer documento, cambió al demostrarse
que tal foco no existía ni representaba una amenaza social. Entonces
a la población de inmigrantes judíos se los representó como una
población de turcos.
Durante la presidencia de Ramos Mejía en el Departamento, a los

247
inmigrantes judíos se les achacó la importación del tifus. Un documen-
to pub icado en 1898 alegaba que «la aparición por primera vez en la
Kepublica del tifus exantemático, importado por los judíos rusos del
Barón Hirsch, imponía una conducta severa para higienizar esas
aglomeraciones" (Defensa Sanitaria, 355). A los colonos judíos se los
sometió muy específicamente a una vigilancia "sanitaria" sin prece-
dentes para con ningún otro grupo cultural. E n la Memoria del
Departamento el mismo Ramos Mejía al describirla primera aplicación
de desinfecciones obligatorias en la isla Martín García, escribió: "esta
medida fue puesta en práctica [por primera vezl con los inmigrantes
judíos de procedencia rusa, enviados por la sociedad colonizadora del
barón Hirsch" a los que sometieron a "la aplicación de las medidas más
severas para higienizarlos" (78). Los inmigrantes judíos conformaron
el único grupo cultural que, sistemáticamente, debió pasar por esa
desinfección. Los mismos higienistas señalaron que esas desinfeccio-
nes sistemáticas "fueron puestas en práctica por primera vez en los
vapores Pfalz, 'Mark*, y otros de la misma compañía alemana, que
traían a nuestro país una gran cantidad de inmigrantes judíos prove-
nientes de la Rusia, pertenecientes a la empresa mencionada del
barón Hirsch (1895). A pesar de las protestas reiteradas de los
Agentes, capitanes de los vapores y del representante de la Empresa
Colonizadora, asegurando que esos pasajeros venían en condiciones
higiénicas" (360).
E n un texto que hizo una historia de la estación de desinfección en
Martín García, al describir el movimiento de pasajeros que pasaron
por la estación de desinfección durante la presidencia de Ramos Mejía,
éste decía: "en el sexenio transcurrido [1892-1898] el movimiento de
pasajeros ha sido importante, comprendiéndose en ellos además de los
cuarentenarios enviados por los buques en cuyo bordo habían tenido
lugar casos de enfermedades infecciosas [esta era la función teórica
fundamental de la instalación sanitaria de Martín García: por ahí
debían pasar por una desinfección y cumplir cuarentenas solamente
los pasajeros de buques en los que había habido casos de enfermedades
infecciosas]; las tripulaciones de los buques de guerra brasileros
adictos a la revolución que en aquel Estado encabezaron los marinos
Saldhana da Gama y Mello, los llamados asilados del Bajo de Belgrano
y los inmigrantes judíos enviados a la isla para su desinfección, antes
de permitirles fueran conducidos a su destino" (Memoria, 237-238).
Notemos el agrupamiento de judíos, revolucionarios y habitantes de
una periferia, "del bajo" de la ciudad en esa tradición tan especial de
la isla de Martín García utilizada como espacio entre espacios en el

248
que se vigilaban y controlaban a los excluidos o insalubres físicos,
económicos y culturales.

Encuentros de males del afuera y el adentro

Seductores italianos y jóvenes pederastas argentinos


L a importancia mayor de una práctica sexual que, más que la
elección de objeto sexual era la que servía para definir la desviación
del "invertido*' o "pederasta pasivo**, fue evidente en La mala vida en
Buenos Aires, un libro de Eusebio Gómez publicado en 1908.
Gómez, un abogado criminólogo, fue Director de la Penitenciaría
Nacional donde trabajó con José Ingenieros como funcionario joven de
la burocracia estatal. E n La mala vida, en el capítulo titulado "Los
homosexuales**, y bajo el subtítulo "Los invertidos sexuales — L a
moral de los invertidos sexuales** Gómez escribió: "Entre los vicios de
las grandes ciudades cabe hacer notar los que resultan de la existencia
de ciertos sujetos ... a los que, siguiendo la terminología de la ciencia
contemporánea, designamos con la denominación de invertidos
sexuales** (175), E l uso simultáneo de las definiciones de "homosexua-
les" en el título del capítulo y de "invertidos sexuales", en los subtítulos
y en el texto que lo usó profesando seguir "la terminología de la ciencia
contemporánea**, sin duda corresponde a la transición, que Halperín y
Chauncey describieron, de la noción de inversión que denotaba un
espectro amplio de hábitos, costumbres y modales "femeninos** del
hombre, a la definición de la patología del "homosexual** que denotaba
solamente la similitud en el sexo de la pareja sexual.
E s cierto que en el texto de Gómez emergió la noción de homosexua-
lidad que, como señaló Chauncey, "se enfocaba sobre el asunto más
específico de la selección de objeto sexual** (From Sexual, 116). E n
efecto, Gómez señaló que "consiste la homosexualidad en la inclina-
ción hacia las personas del mismo sexo, para el cumplimiento y
satisfacción de los apetitos carnales" (178). Pero a diferencia de las
elaboraciones taxonómicas que estudiaron Halperín y Chauncey, en el
discurso de la ciencia sexual argentina ya he sugerido que la definición
de la identidad de la homosexualidad no reemplazó la definición de la
identidad del invertido. Esta última categoría subsistió y fue utilizada
para especificar, más allá de la elección de objeto sexual, el rol
adoptado en la relación sexual entre personas del mismo sexo. L a
homosexualidad, como la pederastía, significaba elección del objeto

249
sexual incorrecto pero no especificaba el rol adoptado en la relación
sexual.^'
L a "pederastía pasiva" denotaba la inversión del rol insertivo
definido como correcto para el hombre. De acuerdo con esta concepción
finisecular de la desviación una vez que el hombre invertía su rol
sexual, seguía invirtiendo las costumbres, hábitos, modales y vestido
definidos como correctos para su sexo biológico en un proceso de
simulación que culminaba en la patología del delirio de creerse una
mujer en el cuerpo de un hombre. Como veremos más adelante, el
invertido sexual, además de ser concebido arbitrariamente como
adoptando consistentemente el rol receptivo, "pasivo", también fue
representado confundido con el hombre que practicaba el travestismo.
E n el libro de Gómez había un énfasis claro en la descripción
detallada de hábitos sexuales que eran los que podían precipitar la
patología. E n la primera frase del capítulo sobre los homosexuales
Gómez demostró su preocupación por "un fenómeno [que] se advierte
a poco que se profundice la observación de esas [grandes] ciudades: es
la tendencia creciente a buscar la satisfacción de los apetitos que
determinan el instinto sexual con procedimientos contrarios a las
leyes de la naturaleza" (175-176). L a metrópolis moderna con sus
concentraciones, en el caso de Buenos Aires, de hombres solos, sin
relaciones tradicionales de familia, favorecía la posibilidad de experi-
mentación sexual entre hombres. E n esa experimentación se temía la
práctica de la sodomía a la que Gómez se refirió en su detalle de los
procedimientos contrarios a las leyes de la naturaleza que lo preocu-
paron desde la primera frase del capítulo. E l criminólogo explicó
entonces: "sodomía es el término que sirve para distinguir a las
relaciones sexuales caracterizadas por la inmissio membri in anum,
sean esas relaciones entre personas de distinto sexo o pertenecientes
ambas al mismo" (177). L a pederastía denotaba prácticas sexuales
entre hombres: "La pederastía reviste formas diversas: la masturba-
ción recíproca, el coito anal y la inmissio penis in os alterius. (Coito
bucal)" (177) Así en el texto de Gómez, como en otros textos de esta
ciencia sexual que veremos, más que la elección de objeto sexual se
empezaron a especificar "procedimientos", modos o roles sexuales
definidos como incorrectos. L a repetición de la d e f i n i c i ó n en latín
—homologando el vicio de la sodomía, la inmissio membri, con la

^^Ver mi "The Argentine Dissemination of Homosexuality: 1890-1914" en


¿Entiendes?

250
práctica igual en la pederastía que era inmissio penis— refleja la
concepción del sexo que, como explica Halperín, era generalmente
inmissio, "penetración", y era concebida esencialmente centrada en, y
definida alrededor de, un gesto asimétrico, el de la penetración del
cuerpo de una persona por el cuerpo —y específicamente, el falo— de
otra. L a penetración fálica, además, es construida como "actividad", al
mismo tiempo que la persona que pone su cuerpo al servicio del placer
de otra es concebida "pasiva" —léase "penetrada". (Sex Before, 49.
Traducción mía).
Más que la pederastía —que al denotar solamente la elección del
objeto sexual "incorrecto" era concebida un vicio como la sodomía,
reprobable pero ideológicamente excusable en cuanto no implicaba
necesariamente la inversión del rol insertivo que definía al hombre en
este discurso masculino de penetración y dominación fálica— fue la
inversión de la pederastía pasiva la que obsesionó a estos escritores.
Con la pederastía pasiva aparecía una patología que más allá de la
práctica aprendida en el medio se concebía asociada a lo que Foucault
describió como "una morfología, con una anatomía indiscreta y quizás
una misteriosa fisiología" (Historia Sexualidad, 56). E n su libro,
Gómez inscribió la pederastía pasiva en el contexto de posibles procesos
de una vida intrauterina todavía no bien comprendida:

...las causas de esta aberración, no han sido, hasta ahora, establecidas de


una manera concluyente. Una teoría dice que 'todos los seres humanos son
hermafi'oditas durante los tres primeros meses de la vida intra-uterina ... si
entonces sucede que en el desarrollo posterior del feto los dos sexos se reducen
a uno solo, y si al mismo tiempo se atrofia el sistema psíquico opuesto a los
órganos sexuales que desaparecen, se tendrá un individuo con inclinaciones
sexuales opuestas a la naturaleza de sus órganos; el dotado aparentemente
como un hombre, se sentirá hembra, será un andrógino, un pederasta pasivo
(179. Énfasis mío).

L a insistencia en la descripción y/o refutación de teorías no conclu-


yentes estaba asociada a la pugna entre nociones de homosexualidad
congénita y/o adquirida. Lo significativo es cómo esta definición de
roles en el discurso de las ciencias sociales argentinas se cargó con
significados arbitrarios asociados, por ejemplo, con nociones de nacio-
nalidad que se sumaron a las nociones de clase social que vimos
entretejidas en el guarango invertido de Las multitudes argentinas.
También en 1908, Adolfo Batiz, un Subcomisario de la Policía de la
Capital Federal publicó Buenos Aires, la rivera y los prostíbulos en
1880, convenientemente subtitulado "Contribución a los estudios

251
sociales". Aquí la pederastía era un "modelo" representado como un
"tráfico" entre Italia y la Argentina, en otra versión de las amenazas
de invasiones de sirenas, mujeres del tercer sexo o judíos revoluciona-
rios invertidos. E r a notable, además, una adjudicación de roles en la
identificación de una pederastía italiana "activa" que seducía a una
juventud argentina de "pederastas pasivos".
E l libro de Batiz era una memoria del período 1880-1908. Quisiera
notar en él dos temas que creo centrales: primero y en la superficie del
texto, la promoción de una prostitución heterosexual "nacional", de
mujeres humildes, racialmente "puras", una sexualidad reorganizada
y regulada de acuerdo con los principios teóricos de las ciencias
sexuales. E n segundo lugar, en un subtexto que estructuraba el libro,
la amenaza de una prostitución de modelos italianos, representados
como anarquistas o activistas haciendo una forma de proselitismo
muy efectiva entre una nueva juventud argentina de "pederastas
pasivos", contra los que la prostitución heterosexual era recomendada
como medida profiláctica. Este era, a principios del siglo veinte, un
antecedente claro del mismo argumento homofóbico reactivado durante
la discusión pública de la homosexualidad en la década de 1940 y
vuelto a utilizar en 1954 por el gobierno de Perón para reinstaurar la
prostitución regulada por el Estado.
Batiz en su libro promovió enérgicamente la prostitución regulada,
e insistiendo en que él se oponía a su abolición escribió: "nosotros
somos antiabolicionistas; creemos que las leyes que existen actual-
mente deben existir" (101). L a prostitución regulada por el estado era,
según el comisario, "un mal para evitar otro mayor" (103). Ese mal
mayor era el de la pederastía pasiva de una nueva juventud argentina.
Según este policía de la sexualidad, esa prostitución profiláctica
además de rigurosamente heterosexual idealmente debería ser una
prostitución local. Batiz recordó nostálgicamente un pasado mejor, de

^^Carlos Jáuregui señaló que "en 1954 y 1955, en pleno conflicto con la
Iglesia, el gobierno peronista desató una verdadera cacería de homosexuales
como pretexto para legalizar la prostitución femenina" (Homosexualidad
Argentina, 165). D. Guy, por su parte, refiriéndose a la legalización de la
prostitución en 1954, notó que "el decreto peronista sobre los bárdeles ... tuvo
su origen en el debate homofóbico de la década de 1940" y representaba "otro
esfuerzo políticamente motivado por imponer el control del gobierno sobre la
sexualidad inaceptable de hombre y mujeres" (Sexo Peligroso, 239). Esta
discusión de mediados de siglo tiene sus raíces en el argumento de principios
de siglo que examino aquí.

252
las últimas décadas del siglo diecinueve cuando eran frecuentes "los
humildes prostíbulos de las chinas criollas de pura raza, tipo indiano,
habitando solamente una o dos en cada casa, sin órgano chillón como
las casas del rufián napolitano" (29). Aquí el "órgano chillón", como el
organito callejero apareció asociado a una cultura napolitana. La
asociación de la sonoridad del "órgano chillón" con la prostitución de
"las casas del rufián" extranjero subrayaba por contraste las caracte-
rísticas de una prostitución nacional "humilde", de mujeres "de pura
raza", de "chinas criollas" en las que se consideraba más fácil exigir
recato, modestia y docilidad.
En contraste con esta prostitución deseable de mujeres sumisas y
dispersas, "habitando solamente una o dos en cada casa", Batiz
describió otra invasión de "extranjeras, polacas, húngaras, australia-
nas, francesas, tudescas, belgas, turcas, egipcias, suecas, persas,
circacianas, inglesas, rusas y otras nacionalidades de la Europa
entera. Ocupaban casas lujosísimas, donde se veían los pisos con
riquísimas alfombras" ( 4 4 ) . E l contraste entre las formas de repre-

^^Gómez en su libro caracterizó a estas extranjeras como lesbianas. Esta-


bleciendo la misma diferencia que Batiz entre la mujer indígena y la extran-
jera, Gómez alegó que "descúbrense en la primera ciertos rasgos de nobleza,
de que la otra parece ser incapaz. L a pasión por el amor verdadero,... es muy
general en la prostituta criolla, la que además muéstrase desprovista de esa
fiebre de acumular dinero que caracteriza a la meretriz importada" (132).
Según este criminólogo, que repetía una noción común de los sexólogos del
período: "se explica que tales mujeres lleguen a sentir por el hombre un
desagrado profundo y que se dediquen al amor sáfico" (134). Retomando el
título del libro de Gómez, Ernesto Goldar reelaboró el texto del criminólogo en
un volumen editado en una colección de "Historia Popular" también titulado
La mala vida. Al describir la misma "enorme cantidad de prostitutas [ahora
también caracterizadas como únicamente] de ascendencia judía", Goldar notó
especialmente las "relaciones sexuales antinaturales —que la prostituta
criolla sólo excepcionalmente acepta", y concluyó: "la inclinación por el amor
homosexual derivado del desagrado profundo que sienten por el hombre, es
más difundido entre las prostitutas extranjeras" (Mala Vida, 19). Si bien la
fecha de publicación del libro de Goldar (1971) no corresponde al momento
histórico que examino aquí, es significativo notar cómo se han ¡do construyen-
do, revalidando y popularizando estereotipos llenos de connotaciones arbitra-
rias. L a noción de que las mujeres que trabajaban en la prostitución en
realidad eran lesbianas en la literatura de las ciencias sociales argentinas del
período que examino en este libro la elaboró, entre otros, Manuel Gálvez en su
tesis de doctorado de 1905, titulada "La trata de blancas: Tesis para optar al
grado de doctor en jurisprudencia".

253
sentación, el poder económico, el carácter internacional y los números
de esos dos tipos de prostitución era notable. Sin duda el policía
recordó con nostalgia el pasado de esa prostitución anterior a la
inmigración, pero no se oponía a la prostitución internacional de
principios de siglo. Eran otras las sexualidades que lo preocupaban.
No obstante la existencia de las leyes que en 1908 ya regulaban la
prostitución, en el texto de Batiz había una prostitución que escapaba
al control oficial; y no era la prostitución ilegal de mujeres que
trabajaban fuera de los prostíbulos sin estar inscriptas en los regis-
tros: "la policía trabajaba en demasía dando continuas batidas a la
prostitución callejera, que se extinguió pronto" (78). Pero dos párrafos
después de afirmar que la prostitución ilegal de mujeres no registrada
o explotadas por rufianes no tiene "caracteres alarmantes", el policía
insistió en que "la prostitución ha tomado caracteres alarmantes
porque tiene un crecimiento mayor que el normal y lógico, que estamos
en los límites de la decadencia romana" (79). La prostitución asociada
a una "decadencia romana" era una prostitución de hombres que
practicaban "la pederastía" con otros hombres.
Rebordemos que en el texto de Gómez éste había propuesto que "la
pederastía es un vicio cuyos orígenes nos son bien conocidos ... en
Roma en tiempos del Imperio se llegó, en este sentido a todos los
excesos" (Mala Vida, 176). No es casual que, como notó Sylvia Molloy,
Batiz haya decidido estructurar la introducción a su libro alrededor de
una conversación con Dante en un sueño que se desarrolla precisa-
mente en Roma, "la elección geográfica no es inconsecuente" (Too
Wilde, 193) escribió Molloy. Batiz transcribió la conversación con el
poeta de su sueño: "le decía yo, ahora como entonces, la lujuria por
doquier, y ahora, la lujuria y la pederastía ... voy a escribir, me dio
alientos por la conformidad de opiniones" (13. Puntos suspensivos en
el original). La pederastía quedó así inscripta en la introducción del
texto como uno de los temas que motivaban la escritura del policía.
Después de la introducción de esa pederastía que al mismo tiempo
que emergía, se sumergía en los puntos suspensivos que la llenaban de
significados expectantes, la desviación volvió a emerger en el texto
cuando Batiz recordó con reprobación que "a los jardines del Paseo 9
de Julio le [sic] había tomado antipatía porque eran el refugio de los
pederastas pasivos que se juntaban alrededor de la estatua de Mazzini,
el revolucionario y hombre de las libertades itálicas" (25). Aquí
tampoco eran inconsecuentes la ubicación espacial y la relación sim"
bélica establecida por la forma de representación de estos presuntos
pederastas pasivos que se juntaban alrededor de la representación

254
escultórica del líder "revolucionario y hombre de las libertades itálicas".
El lector debía asociar las libertades itálicas con los excesos sexuales
de una pederastía romana clásica, al mismo tiempo que con las
libertades de anarquistas y socialistas extranjeros que se asociaron
con argentinos en el movimiento obrero.
Batiz utilizó la estatua de Mazzini, el organizador de sociedades
secretas internacionales de jóvenes, para connotar al líder "obrero",
"italiano" y "extranjero" seductor de una juventud nacional de amantes
de un anarquismo sexual. La plaza Mazzini fue un espacio simbólico
central en la historia del movimiento laboral del período. laacov Oved,
al describir la celebración del 1° de Mayo de 1904, señaló:

La policía negó el permiso, por pretextos variados, y sólo a último momento


se autorizó el trayecto de la marcha. E l lugar de la concentración se fijó en la
plaza Mazzini. Pese a todas las trabas ... Cuando la cabecera de la columna
llegó a la plaza Mazzini estalló un inesperado incidente y se oyeron disparos
de armas de fuego. E l tumulto se originó cuando una policía a caballo se
abalanzó sobre los manifestantes ... quince personas resultaron heridas y dos
muertas (Anarquismo Movimiento, 338).

El poder simbólico del diseño y los objetos de la ciudad efectiva-


mente era utilizado, y temido, por las clases hegemónicas. Solber notó
que en 1897, cuando la comunidad italiana de Buenos Aires solicitó
autorización parlamentaria para erigir un monumento a Garibaldi "la
propuesta ofendió una gran minoría de congresales que insistieron en
que las estatuas ayudaban a formar el carácter de un pueblo y que los
monumentos a héroes extranjeros estaban claramente fuera de lugar
cuando la inmigración ya amenazaba el *alma nacional' argentina"
(Inmigration Nationalism, 138. Traducción mía). Aquí cabe recordar
que fue entre 1880 y 1910 cuando una política oficial de diseño urbano
—que copió muy de cerca el proyecto del Barón Haússmann— constru-
yó Buenos Aires como la "París del Plata", copia del París que estudió
Walter B e n j a m i n . L a asociación del italiano y el pederasta era

^°Susan Buck-Morss en su estudio del "Passagen-Werk" de Benjamin,


citándolo en una referencia a la ideología que se puede leer en la superficie de
la ciudad, explicó que "las ^perspectivas' urbanas que creó Haússmann desde
anchos bulevares, alineados con fachadas uniformes de edificios que parecen
estirarse hasta el infinito y puntuados por monumentos nacionales, fueron
concebidas para darle a la ciudad fragmentada una apariencia de coherencia.
De hecho, el plan basado en una política de centralización imperial, era una

255
frecuente a mediados del siglo diecinueve. Fue una reputación que
siguió a los inmigrantes en sus rutas transatlánticas. Chauncey
explicó que "hacia fines del siglo diecinueve, los italianos del sud
tenían en el mundo gay del norte de Italia y en el norte de Europa gran
renombre por su supuesta disposición a establecer relaciones homo-
sexuales'*. La evidencia en muchos casos pareció confirmar esta supo-
sición. Chauncey —después de señalar que sin duda esa noción confir-
maba la característica de un grupo dominante que estigmatizaba al
dominado atribuyéndole una "inmoralidad" sexual— también señaló
que en la última década del siglo diecinueve y la primera del siglo
veinte muchos gays ingleses y alemanes viajaban al sur de Italia
buscando un clima más tolerante. Durante la segunda guerra mundial
los soldados gays estadounidenses descubrieron asombrados la acep-
tación frecuente y fácil de las relaciones sexuales entre hombres en el
sur de Italia. Alfred Kinsey por su parte también había concluido que
los italianos del sur eran más abiertos a las relaciones homosexuales
que los del norte. No sólo "muchos jóvenes italianos antes de casarse
adoptaban una actitud instrumental hacia sus cuerpos y no conside-

estética totalitaria, en tanto que causó 'la represión de toda parte individualista,
todo desarrollo autónomo' de la ciudad" (Dialectics Seeing, 89-90). L a cita de
Buck-Morss podría ser una descripción sorpresivamente acertada de un
perímetro de un Buenos Aires que surgió muy específicamente entre 1885 y
1915, que iba de la Plaza de Mayo a la Plaza del Congreso Nacional, por la calle
Callao hasta los Jardines de Palermo —el "Bois de Boulogne" con su "Tour du
lac" porteño— siguiendo por la Avenida del Libertador hasta el monumento a
San Martín, y desde Retiro, por la calle Florida, hasta la Plaza de Mayo a lo
largo de avenidas y boulevards flanqueados por las líneas simétricas de
fachadas uniformes conectando y articulando junto con los monumentos
nacionales, la estética oficial, la ideología y valor simbólico del Buenos Aires
proyectado por la elite liberal. Hugo Vezzetti citando a J . M. Ramos Mejía,
explicó que en Las multitudes argentinas "Buenos Aires, es ya señalado como
el 'futuro crisol donde se funde el bronce, tal vez con demasiada precipitación,
de la gran estatua del porvenir: la raza nueva'"(Locura Argentina, 106). La
ideología que se (in)funde en el bronce de esta estatua-capital fue la de una
"democracia [que] puede ser una enfermedad si escapa al control de una
autoridad central y, sobre todo, unificada, cuya representación geográfica es
la ciudad de Buenos Aires" (Locura Argentina, 104). E n el espacio físico y
simbólico de esta ciudad la pederastía concentraba diferencias ideológicas,
estéticas, culturales, genéricas y sexuales.

256
raban vergonzoso usarlos para hacer dinero o conseguir ventajas" sino
"que hasta muchos hombres casados aceptaban establecer relaciones
homosexuales si era adoptando l a posición masculina'" (Gay New
York, 74). Veamos cómo utilizó Batiz ese prestigio internacional.
Era significativo que el libro de Batiz no cumpliera con la promesa
de su título: describir los prostíbulos de Buenos Aires. Los burdeles
apenas si son mencionados en los dos pasajes que he citado más arriba.
Porque, como "la prostitución", los "burdeles" que preocupaban al
policía de la sexualidad eran otros. Batiz advirtió con inquietud
especial "la existencia con vida pública de una agencia de proporcionar
modelos a los pederastas pasivos, sita en Roma, calle Corso Umberto
F (79). De esta forma, a la representación de la Roma decadente del
Imperio se sumaba la de una Roma contemporánea que simbolizaba
diacrónica y sincrónicamente la "agencia", espacio, medio y mediación
de un movimiento internacional de "modelos" que ofrecían sus servi-
cios "a los pederastas pasivos" argentinos. El uso del vocablo "modelos"
servía para denotar al "pederasta activo" pero sin estigmatizarlo
porque teóricamente no invertía la posición insertiva "activa" definida
como correcta para su sexo biológico.
Para Batiz lo alarmante no era sólo "la existencia de una agencia
de proporcionar modelos a los pederastas pasivos" sino "que [además]
exist[iera] el tráfico de modelos con caracteres internacionales
desvergonzadamente" (79). Sin hacerlo explícito el texto advertía así
que la pederastía amenazaba invadir Argentina. Recordemos que a
fines de siglo los italianos, no obstante variaciones momentáneas
constituyeron una visible mayoría de la inmigración. Batiz connotó a
esa inmigración como modelos italianos representados en la figura de
Mazzini, el líder revolucionario y sugestionador a cuyo entorno se
juntaban los "pederastas pasivos" argentinos. Si no eran irreme-
diablemente seducidos en Buenos Aires por el líder activo, esa misma
juventud —en la representación de Batiz— iba a Europa, donde la
policía de Buenos Aires "e[ra] incapaz de perseguir a los nuevos
escandalosos de la juventud argentina, pues algunos de ellos, que ya
son conocidos en Buenos Aires, vienen a Ñápeles y a Roma pidiendo
modelos, como el príncipe de los escándalos alemanes a la casa de la
calle Corso Umberto F (83). Emergió aquí una referencia a los escán-

^^Aquí es especialmente relevante la discusión de S. Molloy sobre el uso del


vocablo "modelo" en el texto de Batiz (Too Wilde, 193, 194, 195).

257
dalos homosexuales en el ejército y el círculo de consejeros del Kaiser
Guillermo IL Y oficiales alemanes de ese mismo ejército, entre 1900 y
1914, colaboraron activamente en la reorganización del ejército argen-
tino utilizado, junto con la educación nacionalista, para organizar un
primer electorado nacional viril. Como veremos, la homosexualidad
alemana de clase alta, como la pederastía italiana de clase baja,
fueron concebidos como flujos ocultos, simulados, diseminándose,
contaminando e invadiendo las escuelas, los cuarteles y los espacios
públicos y privados de la nueva burgesía argentina moderna.
Fue como medida profiláctica contra esta prostitución de modelos,
que parecían hacer un proselitismo bastante efectivo entre los jóvenes
argentinos, que Batiz abogó por una prostitución regulada por el
estado. Propuso así el "remate", una práctica común de la prostitución
del Buenos Aires de ese período, como una medida preventiva contra
la pederastía. Según su descripción, en el remate se hacía "un círculo
cuyo cordón era resguardado por una hilera de muchachos de línea y
al centro se echaba la mujer más fea o más linda para rematarla, el
remate estaba lleno de dichos criollos y chuscadas del caso, salidos de
los labios del rematador o concurrencia, de manera que por noche
remataban a tres o cuatro mujeres en medio de la risa. Yo creo que es
preferible el culteranismo que la pederastía" (82-83). Pocas páginas
más adelante repitió: "hemos de insistir sobre la casa que existe en
Roma, a la cual nos referíamos, y que proporciona modelos a los
pederastas pasivos y de la que se ha hablado mucho en la prensa
diaria" (85-86). Esta era evidencia adicional de los ecos que tuvieron
en Buenos Aires los escándalos homosexuales de la corte de Guillermo
II.

258
Los medios de mal encauzamiento

Sugestión, teatro y travestísmo


La homofobia y el pánico homosexual que propagaron los textos
que estamos revisando fueron utilizados, como hemos visto, para
tratar de controlar y reforzar la cambiante estructura genérica de la
economía transformada por la independencia de mujeres que
trabajaban por un salario y competían con los hombres en el mercado
de trabajo. De una forma más central, la misma construcción textual
y diseminación de la homosexualidad sirvió para definir una alteridad
que confirmaba y justificaba la jerarquía y la acción de la clase
hegemónica. Pero la sanción médico legal de la inversión también fue
utilizada para reprimir y contener una compleja cultura homosexual
de hombres de todas las clases sociales que se identificaban, o no, como
homosexual es, maricas o uranistas pero sí tenían relaciones sexuales
y afectivas con otros hombres. Recordemos que hasta la década de
1940 en Argentina no hubo ningún tipo de sanción legal contra las
relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. La sanción del
discurso médico suplió esa ausencia promoviendo activamente san-
ciones sociales especialmente perniciosas.
F. de Veyga exploró esa cultura en una serie de historias clínicas
y artículos publicados en los Archivos de Psiquiatría y Criminología
entre 1902 y 1904. En esos textos Veyga estudió una cultura que
parecía adquirir una visibilidad especial durante las fiestas de carnaval.
Ya en la obra narrativa de Eugenio Cambaceres, especialmente en
Potpourri publicada en 1882 era evidente que el carnaval constituía
una, sino la, celebración popular más importante de la sociedad
porteña finisecular. Como sabemos, el mundo del burdel del tango
original durante el período que exploré aquí fue un espacio carnavalesco
seminal del que —al confundirse y entremezclarse roles y categorías
que generalmente se mantenían opuestas o separadas— surgió una
nueva cultura. Aquí recordemos que como explicó Mikahil Bakhtin, el
carnaval era la fiesta del cambio y la renovación que nacía de esa
liberación de las verdades prevalentes y el orden establecido (Rabelais,
109). En el burdel porteño finisecular ese cambio y esa renovación
surgieron al entrecruzarse las categorías de centro y periferia, urbano
y suburbano, "masculino'* y "femenino", mujeres vestidas de hombre y
hombres vestidos de mujer, lo "pasivo" y lo "activo", el afuera de la
calle y el adentro de la casa, lo extranjero y lo nacional, lo nuevo y lo
viejo, el comercio y la festividad, códigos y modelos semánticos de

259
"arriba" y códigos y modelos semánticos de "abajo". En Potpourri el
narrador notó que durante el carnaval toda la ciudad se tranformaba
en un gran prostíbulo "en esos días de disipación y de locura, nuestros
aristocráticos salones, el Club del Progreso y del Plata, así como todos
los teatros sin excepción, abrirán sus puertas a las espirituales
mascaritas" y enseguida agregaba "ruego a ustedes se sirvan
disculparme si callo, desde luego, lo que sucede en los teatros. Skating,
Cancha de Pelota y demás casas de tolerancia abiertas al público"
(Obras completas, 61), Durante el carnaval, la ciudad entera se
sumergía en una gran celebración que, como la del prostíbulo todo el
año, borraba las líneas demarcatorias de los espacios públicos y
privados de clases altas o bajas en clubs, teatros, calles y burdeles.
Como en el burdel, en la urbe transformada en gran prostíbulo
carnavalesco se confundían clases bajas disfrazadas de nobles y clases
altas disfrazadas de "cache" (62), los hombres se disfrazaban de mujer
y las mujeres de hombre.Como señaló Ana Cara Walker en el
carnaval surgieron personajes y representaciones claves como el
cocoliche, ese personaje dramático que se hizo una lengua y que
originalmente era una parodia que hacían argentinos nativos de la
clase alta porteña de los inmigrantes italianos de clase baja imitando
a un gaucho (Cocoliche, 38). El cocoliche al facilitar el, frecuentemente
difícil, diálogo entre nativos y extranjeros demostraba la importancia
de las formas expresivas populares que precipitaban cambios sociales
y redefíniciones culturales enriquecedoras.
En un artículo publicado en 1902 Veyga describió el cambio en la
vida de un hombre que empezó a disfrazarse durante los carnavales,
pero siguió practicando el travestismo vistiéndose de mujer el resto
del año, adoptó el nombre de "Rosita de la Plata" y terminó dedicando
toda su vida a la promoción de su popularidad brillante entre los
travestís homosexuales del Buenos Aires del periodo.
Veyga encontró proclividades en el pasado de Rosita y en un
párrafo largo, que por su interés me voy a permitir citar entero,
escribió:

Antes de casarse, y hasta algún tiempo después, su gran afición en materia


de diversiones, era el disfraz carnavalesco. Tenía una debilidad por la figuración
en comparsas y fiestas de aparato escénico. La fotografía adjunta lo representa

^^Ver por ejemplo "Una joven que viste de hombre" p. 4; "La mujer
disfrazada de hombre", p. 67; o Historia del tango. La guardia vieja, pp. 344 -
346.

260
en un traje vistoso, luciendo una buena presencia. E n este teatro, donde la
promiscuidad de sexos se realiza en gran escala, las relaciones homosexuales
no resultan difíciles de trabar. E n las sociedades carnavalescas hay otra cosa
que un propósito estético, por lo general; la exposición de las formas, la
intención de los aires musicales y el carácter decididamente erótico que dan a
sus reuniones, dice, a gritos, cuál es el fin directo a que tienden. Y bien, es allí,
en esas fiestas, recibiendo el interesado elogio a sus dotes físicas, y rozándose
con uranistas de toda especie, que empezó a recibir las primeras sugestiones
en el sentido de su cambio. Un freno lo retenía: su estado y los deberes para
con la familia; pero viéndose libre de ella por la partida al extrax^jero, la
tentación no tuvo obstáculos. Un día encontró un sujeto que lo abordó de lleno,
—el seductor de siempre, el agente inicial de estas desviaciones que parecen
obra exclusiva de la naturaleza— y no titubeó en rendise. E l hombre dice que
'tanto le habían hablado del asunto y veía a su alrededor tantas escenas de esta
clase, sin oír que fueran vituperables, que *le pareció su deber probar'... De allí
se lanzó al público. Su aparición en el mundo en que figura 'fue un éxito
ruidoso', como ya le habían anunciado y como él presumía. Tomó el nombre de
'Rosita de la Plata', celebrando a una ecuyére que por aquel entonces hacía
gran figura en la escena demi-mundana, no tardando en superarla en cuanto
a fama. Dicha fama todavía la conserva, aunque su estrella ya se va apagando
por el desgaste del tiempo y la ruda competencia que le hacen en el mercado
tantos tipos nuevos, más o menos dotados que él. ¿A qué la debe? A bien poco
por cierto. A su cuidado infatigable en el trabajo de imitación femenina.
'Rosita' sigue la moda y hace la moda entre sus congéneres. Ahí está retratada
en esa fotografía con traje de matinée, dando envidia a muchos por su aire
gracioso y la arrogancia al mismo tiempo. Ella ha impuesto la moda de varios
trajes y de estos retratos disparatados que parecen ser una especialidad de
esta gente, tan personales son" (Inversión Adquirida, 203. Puntos suspensivos
en el original).

"Dice, a gritos". E l tono de Veyga como veremos era frecuentemente


melodramático.
En el discurso médico quiero notar el énfasis que este otro psiquiatra
y sociólogo délos excluidos puso en el poder del medio ambiente como
espacio productor y reproductor de la degeneración o la regeneración.

^^Este doblez que hemos visto en la teoría de Veyga sobre degeneración y


regeneración era según los criminólogos una característica clave de la cultura
del período. E n 1902, en el primer volumen de los Archivos^ Víctor Pesenti
señaló que "La fuerza evolutiva que rige toda la civilización en virtud de su
potencia de absorción del crimen, sofoca ciertos impulsos criminales; pero abre
puertas en otras direcciones a esta fuerza impulsiva ... De aquí que la
civilización no tenga puramente propiedades crimógenas o criminoterápicas,
sino ambas a la vez" (Característica Criminalidad, 349-350. Énfasis en el
original).

261
La teatralidad degenerante que el médico notó en ese medio era la de
la sugestión, recibida en ese entretejido de discursos, imágenes,
sonidos y escenas dramáticas que precipitaban la desviación sexual de
un hombre casado, que se desprendía de una sociedad y una familia
burguesas y se hacía "invertido por sugestión" (Adquirida, 200). Su
patología entraba entonces dentro de la categoría mayor de las
inversiones "adquiridas".
Junto con las contradicciones entre las definiciones de las catego-
rías médicas de inversiones congénitas y/o adquiridas quisiera notar
también la definición de un "seductor", que el discurso médico articuló
en una pareja teórica conformada por el invertído=pasivo y el
seductor=activo, en una ordenación taxonómica que los invertidos
desorganizaban, confundían y entremezclaban constantemente. Me
interesa señalar también, al mismo tiempo que la diseminación del
pánico homosexual que hizo el discurso médico, la evidencia que a
partir de ese mismo discurso permitió reconstruir parte de la cultura
homosexual del período. Quisiera notar la importancia, el número y
las funciones importantes de las reuniones y celebraciones de esa
cultura, el uso de códigos de vestido y lenguaje específicos, el uso de un
sistema de nombres y una práctica cultural de la fotografía que
carcomía la base misma de los métodos y tecnologías para la
identificación de críminales a partir de los cuales estos hombres de
ciencia trataban de contabilizar, reglamentar y ordenar la identidad
de una ciudadanía electora viril argentina nacional.
En la historia de Rosita que escribió Veyga, la cultura homosexual
parecía alcanzar su expresión más completa durante los carnavales,
pero en los documentos se hizo evidente que eran fiestas y "escenas"
repetidas durante todo el año las que preocupaban a los médicos y
criminólogos. "Fiestas de la escena semi-mundana", "esas fiestas",
"fiestas de aparato escénico" y "escenas de esa clase" en el largo
fragmento que cité tenían en común la característica de reuniones de
un medio ambiente representado siempre con vistosos elementos
escenográficos y dramáticos, teatrales. En un medio concebido y
representado así, para estructurar la experiencia homosexual de
Rosita, la narración del médico usó una fábula estereotípica de la vida
y carrera de una diva del mundo del espectáculo, el teatro, la ópera o
el circofinisecular:movido por la vocación de "un débil por la figuración,
en este teatro". Rosita "no titubeó en rendirse" y así fue como "se lanzó
al público". Su actuación "fue un éxito ruidoso". Tomó el nombre de una
célebre artista de circo que aparecía como la rival, "no tardando en
superarla en cuanto a fama". Pero con los años, inexorable y tristemente

262
el polvo de los días terminó por opacar aquella, "su estrella [que ya] se
va apagando por el desgaste del tiempo y la ruda competencia". E n ese
medio de exageraciones y luces titilantes el médico representó a los
invertidos como personajes dirigidos por los hilos invisibles de la
sugestión degeneradora, decadente. Decadencia eran ahora esos cua-
dros, actos y episodios dramáticos de hombres/mujeres que ponían en
duda, jugaban y cuestionaban la presunta naturalidad del género del
hombre masculino y la mujer femenina.
La visibilidad dramática, la extensión, aceptación y popularidad
de esta cultura que jugaba con los significados de lo exterior, las poses
y superficies: "la exposición de las formas", el vestido, los "traje[s]
vistoso[s], la entonación de voz y los modales, las "actitudes
amaneradas** (Inversión Adquirida, 202) y, en general, todo "el gran
cuidado del bien parecer" (Inversión Adquirida, 202) producía gran
ansiedad porque, como señaló Judith Butler, el travestismo y su juego
cuestionaban la verdad del género. Demostraba que el génereo no era
natural o esencial a determinado sexo biológico sino una performance,
un acto compuesto de gestos, inflexiones de voz y actitudes a los que
se sumaba el vestido, como una inscripción adicional en la superficie
de los cuerpos (Gender Trouble, 136). Si las exageraciones dramáticas
de la educación nacionalista eran las sugestiones regeneradoras que
utilizaban una estética recargada para llegar a esa sensibilidad de
invertido sexual que se debía transformar en un culto de la nacionalidad
viril; ésta era la cultura de las sugestiones degeneradoras que
alimentaban y reproducían la sensibilidad de la confusión genérica
asociada a la inversión. En el fragmento largo que cité Veyga construyó
el aparato de la sugestión degeneradora en ese entretejido de imágenes
visuales y sonidos, de "comparsas** o "aires musicales" y sobre todo
discursos que se reproducían sin censura, "sin que [al] oír [se] fueran
vituperables". Estas eran, según el médico, las sugestiones predo-
minantes en la cultura del Buenos Aires del período y por eso Rosita
"lo mismo que se ha hecho invertido ha podido hacerse delincuente u
otra cosa cualquiera, si la sugestión lo hubiera solicitado en otro
sentido" (Inversión Adquirida, 209). Estas sugestiones del medio
eran, según los médicos, el origen de las desviaciones que se debía
combatir.

Desviaciones que parecen obra exclusiva de la naturaleza.


La historia de Rosita, publicada en el primer estudio que publicó
Veyga bajo el título "La inversión sexual adquirida" ilustraba lo que
el médico afirmó repetidamente eran "desviaciones que parecen [pero

263
no eran según él] obra exclusiva de la naturaleza". En estos textos de
las ciencias sexuales argentinas era muy aparente una confrontación
entre nociones de desviaciones "naturales" o "congénitas" y "adquiridas"
o producto del medio ambiente. E l discurso de los hombres de ciencia
insistía en la definición de una homosexualidad adquirida y el discurso
de maricas, travestís, homosexuales y uranistas —que usaban las
mismas explicaciones que daban los activistas y defensores de los
derechos de los homosexuales, en muchos casos sexólogos europeos de
gran prestigio— describía su experiencia como congénita.
Los médicos por razones políticas no podían rechazar nociones de
desviaciones o patologías congénitas. Recordemos que partir de la
teoría lombrosiana de las desviaciones del "nato" los médicos
criminólogos habían adquirido un poder considerable dentro del sistema
legal.^* La teoría del criminal nato o degenerado congénito en la

^*Los médicos no podían deshacerse tan fácilmente del énfasis en la


definición de las desviaciones congénitas que les había dado considerable
poder como criminólogos científicos dentro del sistema legal. Veyga mismo al
promover la criminología en la última década del siglo diecinueve, en "De la
prueba pericial y de los peritos", había alegado que "los adelantos que la
Medicina ha realizado en materia de Anatomía Patológica y de Psico-patología
son, más que todo, la causa de la considerable amplitud que se ha dado a las
pruebas médico legales. L a intervención de los médicos en la formación y
solución de los procesos judiciales, ha ido aumentando con los progresos de la
ciencia y será mayor, aún, cuando a ellos se unan los que están haciendo la
criminología, esa obra que es el resultado de la observación combinada de
juristas y médicos" (Prueba Pericial, 522). Veyga presentó la criminología
como la disciplina que reunía a "juristas y médicos" pero en la práctica los que
producían "las pruebas médico legales" eran médicos que, como peritos, se
revalidaron a sí mismos como autoridades científicas de atribuciones amplías
dentro del sistema legal: "el perito sería un agente que reúne las condiciones
del testigo, de árbitro y de Juez, a la vez que reviste en determinadas ocasiones
el carácter de cada uno de ellos separadamente" (Prueba Pericial, 558). Estos
peritos redefinían al criminal que al ser concebido como nato o congénito era
reconcebido como enfermo, "alienado" que pasaba del sistema de vigilancia y
reclusión penal al sistema de vigilancia y reclusión médica. Junto con la
redefinición del criminal nato, los hombres de ciencia promovieron la creación
de nuevos espacios disciplinarios, manicomios, asilos y hospitales que depen-
dían de ellos, alegaban que "en nuestras cárceles existen condenados como
criminales, muchos infelices que debieran encontrarse protegidos por los
cuidados del manicomio o sujetos a las cariñosas atenciones de los médicos de
un hospital, en vez de sufrir las necesarias severidades del presidio" (Medicina
Legal, 98). L a necesidad de esos nuevos espacios disciplinarios fue un lema

264
práctica transformó a los médicos en jueces. Pero la misma teoría al
enfatizar el determinismo absoluto de la biología, "la roca inamovible
de la herencia" declaraba a los mismos médicos incapaces de una
acción reformadora del medio social. Fue por eso que desde sus
orígenes la criminología argentina —la ciencia que se promocionó
como una disciplina nacional que requería instituciones especiales en
el momento histórico de definición, formación y reforma de una nueva
cultura— hizo una reevaluación de la teoría de la degeneración
congénita y, sin abandonarla, promovió la teoría de la regeneración
adquirida al mismo tiempo que sostenía que en la etiología de las
enfermedades mentales el medio era tanto o más importante que la
herencia.^^
Consecuente con el nuevo énfasis en la importancia crucial del
medio pero sin abandonar los principios lombrosianos, Veyga empezó
su investigación de la inversión sexual en dos artículos dedicados a la
especificación de la inversión sexual congénita. Pero desde la conclusión
de su primer artículo, al publicar la historia de Manón que debía servir
de evidencia positiva que demostraba la desviación sexual del invertido
nato, Veyga concluyó:

...es un caso típico de inversión sexual congénita, que ha permanecido


latente hasta que la ocasión le permitió manifestarse y establecerse

repetido insistentemente por los médicos criminólogos que afirmaban: "deben


cerrarse muchas prisiones para entreabrir las puertas piadosas de otros tantos
hospicios para enfermos del espíritu, arrastrados al delito" (Histerismo
Criminalidad, 161). Estos criminólogos buscaban marcar una clara distinción
entre la "condena" y las "severidades del presidio" y la supuesta "protección"
y las "cariñosas atenciones de los médicos". Pero como hemos visto esas nuevas
instituciones científicas, como la Penitenciaría Nacional, en la práctica fueron
transformadas en fábricas en las que los presidiarios trabajaban como obreros
para los médicos.
^'En "De la regeneración como ley opuesta a la degeneración mórbida"
Veyga disintió claramente con los que afirmaban "que la degeneración es un
mal transmisible en grado extremo, que se acentúa cada vez más a medida que
se hereda, sin que tenga otra terminación que el completo exterminamiento de
la estirpe ...es un principio pesimista éste que no tiene apoyo ni en la
experiencia clínica ni en la inducción teórica, pero que, sin embargo, se acepta
sin discusión en medicina, tendiendo a exteriorizarse como una verdad
averiguada. Es de él que me quiero ocupar en esta comunicación, refutando sus
fundamentos y oponiéndoles conclusiones completamente contrarias"
(Regeneración Ley, 36),

265
definitivamente. Es posible que si las primeras sensaciones sexuales hubieran
sido producidas por personas de sexo femenino, las imágenes psicosexuales se
habrían formado normalmente, sobreponiéndose o borrando las tendencias
congénitas. Es indudable que la educación de las funciones sexuales, en uno u
otro sentido, influye para determinar o no la inversión en los sujetos
congénitamente predispuestos, de igual manera que, en los no predispuestos
condiciones especiales de educación y ambiente pueden determinar perversiones
sexuales adquiridas (Congénita, 46-48. Énfasis mío).

Así, tratando de hacer una transición lógica entre una y otra


definición, Veyga al especificar la inversión congénita la empezó a
describir como una "latencia** que no se manifestaba inexorablemente.
Su aparición dependía de "condiciones especiales de educación y
ambiente", o sea que también era una forma adquirida. De esta forma
y diseminando el pánico homosexual mediante la representación de un
medio ambiente en el que hasta en hombres "no predispuestos", —o
sea en todos— "educación y ambiente podían determinar perversiones
sexuales adquiridas", se volvía a enfatizar la influencia crucial del
medio. Este fue otro ejemplo más de esa "incoherencia radical e
irreducible" que ya señaló Eve Sedgwick: la de proponer que sí había
una población distinta de personas que "realmente" eran gay,
"congénitos", al mismo tiempo que se afirmaba que el deseo sexual era
un solvente poderoso e impredecible de identidades estables, que esas
identidades eran "adquiridas".
Además de señalar un tiempo específico como el de las celebracio-
nes de carnaval y espacios como los de las reuniones y celebraciones de
la cultura homosexual que veremos más adelante, el discurso de los
médicos y criminólogos argentinos obsesionados con la inversión
sexual se preocupó especialmente por las prácticas sexuales comunes
en instituciones donde se congregaban grupos de personas de un
mismo sexo. En esos espacios y entre esas personas, según los hombres
de ciencia, eran las prácticas contra naturam las que contribuían a la
propagación de las desviaciones sexuales adquiridas. No nos debe
llamar la atención que según los médicos y criminólogos esos espacios
intitucionales fueran los mismos que también fueron concebidos como
cruciales para la integración de las hijas e hijos de los inmigrantes en
la familia "argentina". Si la sugestión degeneradora o regeneradora
era un método patógeno y/o terapéutico, las escuelas y cuarteles del
ejército en los que los médicos, criminólogos y pedagogos podían
ej ercer su acción reformadora eran los medios ambientes degeneradores
y/o regeneradores concebidos como caldos de cultivo ideales para la
producción y reproducción de gérmenes o vacunas contra las
enfermedades sociales.

266
En un artículo sumario publicado por Veyga en 1903, éste advirtió
que "las tentativas contra-naturales, el ejemplo y las sugestiones
indirectas que a título de broma corriente se reciben con insistencia
desde el colegio hasta el cuartel y desde el cuartel hasta la vejez, es lo
que decide a definir, cuando no a hacer estallar la [presunta] psicosis"
(Amor invertidos, 335) de la inversión. Al identificar explícitamente el
"colegio" y el "cuartel", los espacios de las nuevas instituciones de
educación y ejército, el médico diseminaba el pánico homosexual
alegando que toda la problación, pero especialmente los hombres,
vivían de la infancia a la vejez en un ambiente marcadamente
homoerótico, en el que se repetían "insistentemente" las "tentativas",
ejemplos, ofrecimientos, bromas y sugerencias homosexuales.
En su Laferrére, David Viñas describió distintas formas de titeo
entre las que, casualmente las que se realizan en los mismos espacios
de hombres segregados, están llenas de significados homoeróticos.
Recordemos que Viñas escribió:
Por cierto, la broma implícita en el titeo puede tener numerosas variantes.
En la época de Laferrére, y de acuerdo al vocabulario vigente desde entonces
se podrían marcar los siguientes niveles verifícables en la realidad o en la
literatura contemporáneas: la tomadura de pelo cuando son señores que se
ensañan con alguien de nivel inferior; la tijeretada cuando son mujeres las que
prevalecen; la cargada, entre jóvenes, con más descaro y menos contemplacio-
nes; la becerrada, de hombres sobre una mujer; la choteada, en el ejército o en
colegios pupilos. Y así siguiendo el orden de creciente violencia y distanciamiento
hasta llegar a los pogroms de la Plaza Lavalle (79).

La choteada, "en el ejército y en colegios pupilos" era una forma de


titeo que involucraba distintas formas de manipulación del pene del
titeado. Así se reafirmaba el género masculino de los miembros del
grupo. José Gobello, Federico Cammarota, Raúl Escobar y Fernando
CasuUo, entre otros, señalaron que "choto" en la lengua popular de
Buenos Aires significa "pene" (Nuevo Diccionario, 88) o "miembro
viril" (Vocabulario Familiar, 76), (Diccionario Voces, 80), (Diccionario
Hampa, 113). Chotear, explicó Gobello, significaba "sujetar a alguien,
poner al descubierto sus órganos sexuales y escupir o echar tierra
sobre ellos" (Nuevo Diccionario, 88). Escobar señaló que la "choteada"
era una "broma salvaje que se hace a un hombre, embadurnándole los
genitales con grasa o pintura. Especialmente en despedidas de soltero,
cuarteles, establecimientos educativos internos" (Diccionario Hampa,
113). Aquí son significativas tanto las similitudes como las diferencias

267
entre las formas de representación del titeo que hacen distintos
escritores y estudiosos de una lengua de Buenos Aires.
Viñas, al aclarar solamente que la choteada ocurría "en el ejército
o en colegios pupilos", restringió con elegancia de causear la descripción
de prácticas homoeróticas convenientemente codificadas para que
fueran comprendidas por los lectores e interlocutores iniciados. Gobello,
como Viñas, para tomar una cierta distancia significativa dio por
sentado que "alguien" para su audiencia era necesariamente un
hombre. Al no mencionarlo, al no ser definido genéricamente ese
"alguien" permitía reconstruir la imagen de los titeadores acercando
desordenada y embarazosamente su boca a los órganos sexuales del
titeado, para escupirlos. A Escobar, profesor de la Escuela Superior de
la Policía Federal, profesor de la Academia Superior de Estudios
Penitenciarios y Jefe de Estudios de la Escuela de Cadetes de la
Policía, criminólogo literato en la tradición de Veyga e Ingenieros, no
se le escapó la ambivalencia del grupo de hombres manipulando los
genitales del titeado para despedirse de una adolescencia cariñosa y
por eso calificó al rito de salvaje, "¿bárbaro?". Escobar, como sus
antecesores señaló los mismos ritos y espacios de hombres segregados
sexualmente, "cuarteles, establecimientos educativos internos", con-
cebidos por los primeros criminólogos argentinos como peligrosos
semilleros de prácticas homosexuales que era urgente controlar.
En la primera década del siglo veinte la uniformidad de opiniones
se fue solidificando. Gómez en 1908, como Veyga cinco años antes,
afirmó que la homosexualidad adquirida era común en "los cuarteles
y los colegios [que] suministran copiosos ejemplos" (Mala Vida, 180).
E Ingenieros, dos años más tarde concluyó categóricamente que "los
invertidos por tendencias congénitas son excepcionales** (Patología
Funciones, 27) y, como Veyga y Gómez, insistió él también en localizar
un origen de la inversión adquirida en los mismos espacios y las
mismas prácticas sexuales a los que aludieron sus colegas.
Ingenieros fue más específico y señaló la práctica de la pederastía
como la causa primera de la desviación de las temidas inversiones
adquiridas,

...casi siempre secundarias a las prácticas sexuales contra-natura,


frecuentísimas en los internados de ambos sexos, en los conventos, en los
cuarteles y, en general, en todas las grandes agrupaciones permanentes de
individuos de un mismo sexo. E n todos estos pseudo-uranistas la tendencia
sexual es primitivamente normal pero ha sido desviada por la educación; el
hábito de la pederastía activa o pasiva ha creado sentimientos invertidos,
desviando en sentido homosexual la primitiva tendencia. Componen la gran

268
masa de los homosexuales militantes, aunque todos pretenden hacer creer que
son verdaderos invertidos congénitos (y algunos terminan por creerlo),
comprendiendo que su perversión adquirida es más disculpable con el disfraz
de la anomalía congenita (Patología Funciones, 23-24).

En una ciudad en la que proliferaban las relaciones sexuales entre


hombres que iban a ser los futuros ciudadanos argentinos» los hombres
de ciencia se vieron obligados a representar dos formas de homosexua-
lidad: una, rara, excepcional y disculpable", de "verdaderos invertidos
congénitos", y otra más común, que proliferaba y se propagaba gracias
a una contra-educación perversa de prácticas sexuales aprendidas en
las instituciones degeneradoras concebidas sin embargo como ideales
para la acción regeneradora de médicos, críminólogos y pedagogos.

La educación anal
La contra-educación que se diseminaba en los colegios y cuarteles
en ios que todavía no había entrado la acción reformadora de los
médicos criminólogos y pedagogos nacionalistas era '^a educación [en]
el hábito de la pederastía activa o pasiva** que los médicos —a
diferencia de las prácticas sexuales entre mujeres— describieron
morosamente. Consecuente con la representación de una contra-
educación perversa, en la primera historia clínica construida por
Veyga fue un educador el que despertó la libido anal de Manón, "su
maestro de escuela le acariciaba con demasiada ternura; en alguna
ocasión le acarició las piernas, los órganos sexuales y la región
interglútea. Recuerda Manón que esas caricias le provocaron erecciones
acompañadas de una sensación indefinida de bienestar general, de
una voluptuosidad vaga y extraña. Con frecuencia púsose al alcance
del maestro para que se repitieran** (Inversión Congénita, 44-45). La
mirada del médico siguió con detenimiento el gesto del contra-maestro
repitiendo con él la misma acción que en tiempos distintos "acariciaba"
y **acarició'' el cuerpo de Manón. Veyga pareció materializar la acción
del verbo transformándolo en sustantivo, objeto, "caricias** que produ-
cían en el cuerpo de Manón y reproducían en el discurso médico un
placer 'general", "extraño** y "vago**, que se iba degenitalizando: "así se
produjo su defloración a retro" (Inversión Congénita, 45). A la
degenitalización progresiva seguía una primera experiencia anal que
este discurso representó como una pérdida de una preciosa virginidad
del hombre, deflorado.
El primer estudio sobre la inversión sexual publicado por Veyga
tenía sólo tres páginas y el médico las dedicó casi exclusivamente a
explorar cómo Manón

269
...siente el placer sexual física y psíquicamente; sin embargo su sensación
de voluptuosidad física no se localiza en el recto; este sitio parece ser el punto
de excitación de sensaciones voluptuosas perfectamente localizadas en sus
órganos genitales y que se terminan por la eyaculación. Parece que la
excitación de las vesículas seminales por la vía rectal es el factor determinante
de sus sensaciones voluptuosas. Cuando actúa como activo —solamente con
otros hombres— sus sensaciones son normales. Estos datos son de verdadero
interés en el estudio del proceso íntimo de la sensibilidad sexual de los
invertidos (45-46)

La definición de sensaciones normales o anormales notemos que no


se relacionaba con la elección de objeto sexual sino con el rol adoptado,
por eso en la narración de Veyga cuando Manon "actúa como activo ...
con otros hombres ... sus sensaciones son normales". La práctica
sexual contra-natura más que la relación sexual de un hombre con otro
hombre era, en esa relación sexual, la adopción de la posición receptiva
que desgenitalízaba al hombre y diseminaba su erotismo anal.
Estos hombres de ciencia trataron de mantener la binaridad del
género en esa definición de roles receptivos ("pasivos") o insertivos
("activos") presuntamente permanentes, de invertidos que adoptaban
solamente un rol receptivo y seductores que adoptaban solamente un
rol insertivo. Pero las maricas entremezclaban, superponían y
confundían las categorías presuntamente fijas que habían inventado
los sexólogos. Aurora era "pasivo" pero "hace hasta de activo" (Inversión
Adquirida, 200). Manón como hemos visto afirmó que "actúa[ba] de
activo ... con otros hombres"; y que "de pasivo que era se hizo también
activo" (Inversión Congénita, 45). Significativamente Ingenieros al
reescribir la historia de Manón ocho años después de publicada por
Veyga reestableció la binaridad obligatoria del género y, para
normalizar la ambivalencia de seductores, uranistas, maricas,
homosexuales e invertidos que adoptaban indistintamente posiciones
insertivas y receptivas, borró todas la alusiones a la diversidad de
roles sexuales que adoptaba Manón. E l borrón era necesario para
transformar la historia de Manón en lo que Ingenieros construyó como
"un ejemplo claro de parestesia sexual: la hiperestesia del recto"
(Patología Funciones, 54) que servía para forzar la historia de Manón
en las categorías taxonómicas fijas.
En las historias de Veyga los invertidos describieron un espectro
amplio de concepciones y prácticas de lo sexual. Pero la mirada de los
médicos se fijaba especialmente en un erotismo anal. En la segunda
historia publicada por Veyga, titulada "Invertido sexual imitando a la
mujer honesta", el médico afirmó que Aída "se entregaba fríamente a

270
las exigencias pederastas, sin dar de su parte más que el concurso
mezquino de su tolerancia" (373). Según el modelo de respetabilidad
burguesa **la mujer bonesta", como Aída, "se entregaba fríamente",
debía ser frígida y usar la sexualidad exclusivamente para la repro-
ducción. En descripciones cada vez más minuciosas Veyga siguió
detallando las sexualidades anales de estos hombres imaginándolas
como esa práctica que después de una primera experiencia sexual
representada como la pérdida de una virginidad del hombre, desataba
el erotismo de lascivia insaciable de sátiros y de erotómanos presa de
una sed inextinguible de placer.
Veyga, por ejemplo, describió la primera experiencia sexual de
**Luis D". con "un vecino de su casa, joven de 19 años". Y en esa última
historia de la serie —Veyga publicó seis—, como en la primera, el
médico recurrió a la misma representación del seductor que se acerca
tentativamente para estimular un nuevo deseo en Luis, "acariciando
a menudo sus nalgas" (Invertido Profesional, 492). L a relación fue
progresando hasta que "una tarde de verano el seductor le invitó a
dormir juntos la siesta" y una vez juntos "dio en colmarle de besos y
caricias que él secundaba inconscientemente". E l estilo de Veyga
recorrió apurado ese entretejido de gestos recíprocos y escribió: "no
duraron medía hora los prolegómenos". Enseguida, deteniéndose a
marcar los tiempos de movimientos y acciones con una puntuación
expectante, el médico describió cómo el seductor, "acomodó su pubis,
frente a las nalgas de la víctima y, poco a poco, le desfloró, iniciándole
en la pederastía pasiva" (Inversión Profesional, 492).

El retorno de lo reprimido o la retención de flujos


Si bien el principio etiológico de la inversión, según los médicos,
eran las prácticas sexuales contra natura que iniciaban los llamados
seductores, llamaba la atención del lector el hecho de que en este
discurso médico la sanción, la culpa, pasaba del seductor que precipitaba
la inversión al seducido. E l hombre que invertía el rol definido como
correcto para él se hacía culpable no por haber sido deflorado sino por
insistir. Porque después de esa primera experiencia sexual que los
hombres de ciencia describían como una defloración, ese hombre
"reincidía" (el uso del "término legal como veremos era importante) al
volver a tener una segunda relación sexual con otro hombre en la que
después de una primera experiencia que podía ser dolorosa, descubría,
al adoptar la posición receptiva definida como incorrecta para su sexo
biológico, una nueva forma de gratificación y de deseo. La bella Otero
por ejemplo, después de una primera experiencia sexual "desagradable

271
[...], instigado por su amigo consintió en repetir el acto. [Y] en pocas
semanas acabó por encontrar agradable la fornicación homosexual"
(Inversión Profesional, 492-493). Así La bella Otero despertó todo un
revés libidinal de su cuerpo: "prefiere los ^barrigones y peludos';
barrigones porque la intromisión del pene es menor y toda la excitación
se localiza en el esfínter, peludos por,que le producen gratas cosquillas
en la espalda y las regiones glúteas. Dice que el coito anal le provoca
sensaciones sumamente voluptuosas. Cuando lo practica con personas
que le son simpáticas no defeca" (Inversión Profesional, 494),
Fascinados y espantados los higienistas sociales estudiaron a invertidos
y homosexuales en los que veían hombres que transformaban en
centro deseado y deseante la temida cloaca que —como la vagina de la
prostituta del siglo diecinueve— significaba promiscuidad, posibilidad
de sexo ininterrumpido, e infección.
Recordemos que la disposición rigurosamente controlada de las
materias fecales fue la gran preocupación de los higienistas que en las
últimas décadas del siglo diecinueve realizaron la "revolución higiénica"
proveyendo y separando los flujos continuos de aguas potables y
servidas. Ese trabajo de refundación subterránea implicó un nuevo
entrenamiento social y cultural promovido por un discurso científico
obsesionado con la disposición controlada de la materia fecal. E n 1892,
cuando se empezaron a conectar las redes cloacales, los higienistas
empezaron a notar, aliviados, que "nuestra principal causa de
insalubridad va disminuyendo a medida que progresan nuestras obras
de saneamiento y se clausura el antiguo y bárbaro sistema de
evacuación" (Higiene administrativa, 91). Antiguo y bárbaro, en
contraste con moderno y civilizado, significaba unflujono controlado,
libre y expuesto, no subterráneo.
Los dispositivos de salubridad funcionaban también a nivel discur-
sivo. Expresiones como excremento o materia fecal emergían raramente
en el discurso de los higienistas y fueron reemplazadas por el eufemismo
"deyecciones" que son el foco de "todos aquellos microbios que
almacenan invariablemente las deyecciones humanas" (Saneamiento
Puerto, 100). La materia fecal era el "maZ latente con preferencia mal
in corpore** (Saneamiento Puerto, 100. Énfasis en el original) que debía
desaparecer sin contacto alguno con el exterior. Sólo "si las deyecciones
son removidas sin comunicación posible con el aire ni con el agua,
podemos decir atrevidamente estáis a cubierto de toda invasión"
(Higiene Administrativa, 89)

^^Ver Leo Bersani, "Is the Rectum a Grave?"

272
Los higienistas argentinos preocupados por el control de la circu-
lación del "mal in corpore", adentro de las casas, llegaron a proponer
que se prohibiera la construcción de baños que no tuvieran comunicación
directa con el exterior. Escandalizados describieron los "planos de
ciertas casas, en que las letrinas están instaladas arriba de un
comedor o de un dormitorio en el descanso de una escalera y aún al lado
de la sala" o sea "a mucha distancia de las paredes del edificio, de
manera que viene a ser indispensable colocar largos caños de descarga
y desagüe bajo los pisos". Si no era por debajo de los pisos la disposición
sanitaria de esas casas obligaba "a que los caños deban incrustarse en
las paredes de las piezas que están en ocupación constante. Si deseamos
tener casas sanas no debemos tolerar estas irregularidades (Salubridad
Belgrano, 274).
Las "irregularidades" fueron connotadas con significados de clase
social para describir la amenaza de un proletariado insalubre:

...en la vida de una ciudad hay tal solidaridad entre sus habitantes, bajo el
punto de vista higiénico, que no se concibe la salubridad del palacio del
potentado sin la del albergue del proletario. E l hacinamiento y demás
infracciones higiénicas de la vida del conventillo, hace sentir frecuentemente
sus primeros efectos en la casa del millonario, que ilusoriamente se cree tan
distante e independiente del proletario respecto de la higiene y de la salud,
como de la posición social y pecuniaria (Salubridad Belgrano, 275)

Los homosexuales, invertidos y uranistas que en su cuerpo confun-


dían centro deseado, centro deseante y centro productor de materia
fecal, representaban una forma de contaminación proletaria que
jugando con la retención o disposición de flujos se infiltraba en las
casas de la burguesía y desbarataba la separación higiénica de clases
sociales y de flujos de repulsión y placer, asco y deseo, como de aguas
potables y aguas servidas.

Modelos seductores
Para fijar las elaboraciones taxonómicas que hicieron las ciencias
sexuales argentinas durante la primera década del siglo veinte, Inge-
nieros en 1910 hizo un gran ordenamiento teórico. En su "Patología de
las funciones psicosexuales", una "clasificación sistemática de las
perturbaciones psicosexuales" (4) alegando basarse en la bibliografía
extranjera, pero sobre todo en las publicaciones de "Ramos Mejía,
Mercante, Senet, Ayarragaray, Eusebio Gómez ... y principalmente
varias monografías clínicas de de Veyga", Ingenieros concluyó: "los
invertidos son pederastas pasivos que se acostumbran a cohabitar con

273
un hombre" (27).^^ Notemos la identificación del compañero del invertido
como el "hombre", porque adoptaba el rol insertivo. Ese era el seductor.
Veyga lo definió en 1902, al principio de su investigación sobre la
inversión.
Como los modelos del texto de Batiz, publicado seis años después,
los seductores no eran estigmatizados porque no invertían el rol
correcto pero debían ser sancionados porque eran la causa primera de
la inversión de otros hombres. Pero para el discurso médico patriarcal
era especialmente difícil sancionar a los hombres que representaban
el origen de la enfermedad, el principio de la etiología, pero que no
eran traidores a la binaridad patriarcal del género con sus roles y
jerarquías fijas inscriptas en los cuerpos y reafirmadas en la adopción
de roles. No olvidemos que esos hombres debían conformar, una vez
reformados, una nueva ciudadanía argentina electora "viril" y el
principio de la nueva raza.
En la historia de Rosita hemos visto la referencia al "sujeto que lo
abordó de lleno —el seductor de siempre, el agente inicial de estas
desviaciones". E l mismo personaje taxonómico en la historia de Luis
D. apareció como "el seductor [que] le invitó a dormir juntos" (Inversión
Profesional, 492. Enfasis en el orginal). Según Veyga, Aída, el "invertido
sexual imitando la mujer honesta", como tal afirmaba que "su seductor
tiene que convertirlo en 'esposa' para poseerlo" (Mujer Honesta, 368);
"entregarse así cobardemente al seductor, era para él un acto indelicado
que le dejaría enternamente sumido en la vergüenza" (371). La
importancia de este personaje en la etiología de la desviación hizo que
Veyga lo definiera en su segundo estudio sobre la inversión sexual.
En la conclusión de la historia de Aída, Veyga escribió:

E n cuanto a los cómplices de esta singular pantomima mórbida, avancemos


esta conclusión general que puede servir de principio etiológico para el estudio

^"^No obstante la alusión a la bibliografía extranjera Ingenieros, que en


1910 ya había pasado toda la década trabajando en la policía, señaló que como
evidencia positiva para su gran ordenamiento teórico utilizaba "algunas
observaciones clínicas [que] servirán para ilustrar mejor el predominio
patológico de la emoción, la tendencia o el sentimiento en los diversos casos.
Todas ellas pertenecen a la bibliografía argentina, siendo en gran parte
observaciones recogidas personalmente por el autor en la Clínica de
Enfermedades nerviosas de la Facultad de Medicina, en el Servicio de
Observación de Alienados de la Policía y en la práctica médico-legal en
nuestros Tribunales" (Patología Funciones, 4).

274
y comprensión de todos estos fenómenos de aberración sexual en el hombre:
existen al lado de los invertidos, para determinar o fomentar las tendencias
homosexuales, tipos previamente inclinados al goce corporal dentro de su
sexo. La idea de aceptarle con un ser de idéntico género, temporaria o
permanentemente, no puede tener por origen exclusivo la degeneración
mental o la locura: por más extraviadas que sean las concepciones de la mente
enferma siempre hay en el medio ambiente una base que les sirve de pie, y en
este caso, lo de 'convertirse en mujeres*, sea del tipo libertino [como el de
Manon] o casto [como el de Aída], responde a la existencia de una clase especial
de sujetos, más numerosos quizá que la de aquellos o por lo menos tanto, que
busca de satisfacer las impulsiones viriles sobre un individuo de su sexo
forjándose la ilusión de que es mujer. De todos modos, al lado del invertido se
encuentra siempre al sodomita más o menos inviciado, sirviéndole de
complemento y de estímulo (Invertido imitando, 373-374).

Notemos esa segunda ordenación implícita de los invertidos de


acuerdo al doblez que hemos visto en la representación de la mujer
casta o libertina, ángel o demonio. Más adelante volveré a esta forma
de representación. Aquí lo que me interesa es señalar cómo al describir
la relación sexual entre dos hombres, este discurso masculino que
trataba de reinstaurar y reorganizar, recuperar el género confuso de
esa pareja sexual, representaba al "hombre" de "impulsiones viriles"
(que por supuesto signiñca que adoptaba una posición insertiva)
imaginando o fantaseando que tenía una relación sexual —no junto
sino— "sobre", una mujer. La idea de que estos hombres inmersos en
relaciones sexuales que eran un entramado de acciones recíprocas
mutuas sentían y sabían que lo hacía con otros hombres vestidos de
mujer cuestionaba nociones fáciles de estabilidad genérica binaria.
En el discurso de las ciencias sexuales argentinas el seductor era,
y siguió siendo "el sodomita más o menos inviciado", ese sujeto legal
cuya falta describió Foucault: "la sodomía —la de los antiguos derechos
civiles y canónico— era un tipo de actos prohibidos; el autor no era más
que un sujeto jurídico" (Historia Sexualidad, 56). Foucault propuso
que el sodomita fue reemplazado por el homosexual, "la homosexuali-
dad apareció como una de las figuras de la sexualidad cuando fue
rebajado de la práctica de la sodomía a una suerte de "androginia
interior" (Historia Sexualidad, 57). Pero en el discurso de las ciencias
sexuales argentinas ese personaje jurídico no fue reemplazado sino
articulado con el invertido que, como el homosexual de Foucault,
significaba una "suerte de androginia interior" y era "un personaje: un
pasado, una historia y una infancia, un carácter, una forma de vida;
asimismo una morfología, con una anatomía indiscreta y quizás
misteriosa fisiología" (Historia Sexualidad, 57).

275
Los seductores, "sodomita[s] más o menos inviciado, sirviéndole de
complemento y de estímulo** a los invertidos, eran "sujetos, más
numerosos** que los invertidos y servían "para determinar o fomentar**
las desviaciones. Y una lectura del texto de Batiz entrecruzada con los
estudios de Veyga sugiere, además, que en el discurso de estas ciencias
de la sociedad y la conducta esos seductores también eran identificados
como "los italianos**, los modelos importadores de la pederastía romana
y seductores de una juventud argentina de pederastas pasivos. No
obstante ser frecuentemente los italianos una mayoría en la ciudad
durante el período que nos interesa, en las historias clínicas publicadas
por Veyga éste identificó a los invertidos como argentinos (Mujer
honesta, 369), (Adquirida, 206), españoles (Congénita, 44), (Adquirida,
202), (Profesional, 492) o paraguayos (Adquirida, 195) pero nunca
italianos.

Otra guerra de discursos

Homosexuales militantes
Italianos, modelos o seductores eran en este discurso un origen del
mal degenerador y extranjero que llegaba, invadía, como una enferme-
dad y como una fuerza política que de no ser controlada en las
instituciones regeneradoras argentinas podía transformarse en una
patología social y cultural. Recordemos la afirmación de Ingenieros
cuando propuso que los "pseudo-invertidos ... componen la gran masa
de los homosexuales militantes, aunque todos pretenden hacer creer
que son verdaderos invertidos congénitos (y algunos terminan por
creerlo), comprendiendo que su perversión adquirida es más disculpable
con el disfraz de la anomalía congénita (Patología Funciones, 23-24).
La militancia representaba la posibilidad o latencia de la patología
que aparecía cuando los activistas homosexuales envueltos en la
acción política y simulando ser enfermos "termina[ban] por creer** que
eran "verdaderos invertidos congénitos** y se transformaban en los
delirantes que veremos más adelante, simuladores que se habían
creído su propia simulación.
E l temor a una militancia homosexual extranjera demuestra que a
Buenos Aires habían llegado las ideas de los activistas homosexuales
alemanes e ingleses como Havelock Ellis y Magnus Hirschfeld. Y
efectivamente los documentos evidencian que las maricas de Buenos
Aires para resistir al discurso de los hombres de ciencia utilizaron
consistentemente el discurso de los activistas homosexuales alemanes

276
(como Magnus Hirschfeld) que —citando a Karl Ulrichs, un activista
anterior— afirmaban que su condición era innata y que por lo tanto no
se lo podía acusar de ser un depravado moral.
Karl H. Ulrichs, un abogado de Hannover abiertamente homo-
sexual, en 1862 fue el primero en describir el uranismo basándose en
la apología del amor entre hombres que hizo Pausanías en el Simposio
de Platón. Ulrichs rechazó la noción de que los homosexuales eran
depravados, afirmó que su sexualidad era una condición natural y
describió su experiencia como la de "un alma de mujer encerrada en el
cuerpo de un hombre", un anima muliebris virili corpore inclusa. Es
cierto que a fines del siglo veinte la explicación de Ulrichs resultó
problemática. Como explicó Eve Sedgwick, entre otras cosas implicaba
que era necesario ser mujer para amar o desear a un hombre
(Tendencies, 56), Pero en el contexto cultural del Buenos Aires de
principio del siglo veinte las explicaciones de Ulrichs utilizadas por
activistas como Hirschfeld —que a su vez se apoyaba en el mismo
discurso médico que sostenía que sí había una inversión congénita—
sirvió a los invertidos, maricas, homosexuales, uranistas y seductores
para resistir la persecución médico legal y policial y las distintas
formas de sanción social.
Los escritos de Ulrichs dejaron una marca profunda tanto en el
discurso de los defensores de los derechos de los homosexuales como en
el de los sexólogos. Además de proponer la descripción del uranismo,
Ulrichs fue el primero en proponer la existencia de los "tipos sexuales
intermedios" que fueron tan importantes en los estudios de Hirschfeld
y su descripción del tercer sexo. John Lauritsen y David Thorstad
notaron que Hirschfeld trabajó especialmente con el aval de los
grandes sexólogos del período, de "los prominentes pilares de la
biología y la psiquiatría, Ernst Haeckel y Richard von Krafft-Eging
[que] le dieron su acolada 'científica'" (Early movement, 64. Traducción
mía).
La obra de Hirschfeld y del Comité Humanitario alcanzó notorie-
dad internacional a lo largo de toda la primera década del siglo veinte
y los documentos demuestran que sus ecos llegaron a Buenos Aires. En
1903 Hirschfeld intentó las primeras encuestas estadísticas sobre
comportamiento homosexual utilizando un cuestionario que mandó a
tres mil estudiantes y cinco mil obreros. Al publicarse los resultados,
un pastor entabló un juicio contra Hischfeld alegando que había
publicado y propagado material "indecente". Y Lauritsen y Thorstad
señalaron que "el juicio recibió una gran cobertura favorable en los
periódicos —incluyendo la prensa de Brasil y Argentina" (Early

277
Movement, 25). Recordemos, por ejemplo, la cobertura periodística a
la que se refirió Batiz al señalar el peligro de "la casa que existe en
Roma ... y de la que se ha hablado mucho en la prensa diaria".
En esa pugna de discursos entre los invertidos de Buenos Aires que
usando las explicaciones de los militantes europeos afirmaban que su
condición era natural y los médicos y criminólogos que proponían que
la homosexualidad era una depravación moral adquirida del medio
ambiente, los científicos argentinos se vieron obligados a disentir de
sus respetados colegas y maestros europeos y lo hicieron alegando que
éstos habían sido engañados por las estratagemas de los activistas
homosexuales. Ingenieros en su "Patología de la funciones
psicosexuales" insistió en que "la verdadera inversión primitiva del
instinto sexual nos parece un hecho menos frecuente de lo que han
creído Krafft-Ebing y otros autores después de él" (25) y se vio obligado
a repetir que "es muy rara la inversión primitiva [congénita] de las
tendencias sexuales, a pesar de la exageración que en este sentido
difundió Krafft-Ebing" (27). Richard von Krafft-Ebing, el neurólogo
vienés fundador de la sexología de fines del siglo diecinueve fue un
amigo personal de Hirschfeld. Hasta su muerte Krafft-Ebing reseñó
toda la literatura sobre la homosexualidad en el Anuario donde
además publicó varios artículos suyos. Entre los "otros autores" a los
que aludió Ingenieros había figuras como Charcot y Lombroso, los
neurólogos, psiquiatras y criminólogos más respetados por los hombres
de ciencia argentinos.
En 1908 Eusebio Gómez también notó el acuerdo entre el discurso
de los sexólogos que sostenían que la homosexualidad era una condi-
ción innata y el de los activistas homosexuales alemanes, al señalar
que "muchos son los autores que sostienen que, en todos los casos, la
homosexualidad es congénita. Ulrichs, que defendió la legitimidad de
las relaciones entre sujetos del mismo sexo y aún el derecho a contraer
matrimonio entre ellos, nos habla de un alma 'mulieris in corpore viri'
[sic]" (Mala Vida, 181). En la frase de Gómez, los mismos autores que
citó Ingenieros, neurólogos, psiquiatras y criminólogos europeos,
aparecían separados por un mero punto del militante homosexual que
por primera vez se atrevió a señalar que los homosexuales tenían los
mismos derechos que el resto de los seres humanos a tener relaciones
emocionales, sexuales y afectivas fundamentales, básicas: crear, nutrir
(y ser nutridos) por una familia.
Los documentos también demuestran que los invertidos de Buenos
Aires conocían y usaban la explicación de su experiencia que había
hecho Ulrichs. Gómez notó sorprendido que "es curioso observar el

278
interés con que siguen la literatura científica que les concierne" (183-
184). Ese conocimiento apareció de forma consistente en los estudios
de Veyga sobre la inversión sexual, Veyga no mencionó a Ulrichs o a
Hirschfeld, pero sí se vio obligado a confrontar el uso de su discurso
que hacían los maricas, y escribió: "esa *alma de mujer* que tantos de
entre ellos pretenden poseer y en cuya existencia han llegado a hacer
creer a muchos observadores dignos de la mayor consideración, no es
sino una pura fantasía, o una ilusión delirante" (Inversión Adquirida,
194). Para no separarse totalmente de la opinión de sus colegas y
maestros europeos, "observadores dignos de la mayor consideración",
el discurso de estos médicos argentinos inventó un continuum que iba
de la desviación adquirida a la construcción de una "pura fantasía" y
de la adopción de la pose del alma de mujer en el cuerpo de un hombre
a la patología de creerse la propia fantasía, la "ilusión delirante".
Entonces lo que empezaba como militancia del pseudo-uranista podía
transformarse en patología del delirante. No es casual que, como en el
texto de Veyga que acabo de citar, en su "Patología" Ingenieros
también haya descrito ese continuum que iba del estado de fantasía al
de delirio al referirse al uso del argumento de Ulrichs que hacían los
activistas homosexuales: "las explicaciones dadas por los mismos
uranistas (alma de mujer en el cuerpo de un hombre...) son simplemente
ridiculas cuando no delirantes" (24).

Invertidos profesionales
Después de definir una forma adquirida, que contradecía su defi-
nición primera de una desviación congénita, Veyga describió otra
forma de inversión adquirida más específica, la "profesional". Los
invertidos profesionales, como Aurora o Luis D., según el médico eran
hombres que invertían el rol, vestido y maneras correctas pero por
razones absolutamente pragmáticas, para obtener beneficios
materiales o hacer dinero trabajando en la prostitución. No fue casual
que en su primer estudio sobre la inversión adquirida, la primera
histora que Veyga utilizó haya sido la de un invertido profesional. Los
médicos querían cimentar la asociación de la inversión adquirida con
la inversión de hombres que trabajaban en la industria del sexo,
criminalizada, y así criminalizar a la mayoría de los invertidos.
Veyga usó la definición de la inversión profesional para criminalizar
a todos los invertidos, entretejiéndolos e identificándolos con el mundo
lunfardo de mujeres y hombres, argentinos y extranjeros, inmigrantes,
peones de campo, obreras y obreros periódicamente desempleados,
pequeños ladrones y trabajadores de la prostitución. Tampoco fue

279
casual que en esta nueva construcción de la homosexualidad, ahora
criminalizada por los médicos, Veyga pusiera el discurso de los
activistas europeos que proponían que su condición era natural. Estos
eran los "pseudo-uranistas", ahora además de militantes, invertidos
profesionales criminalizados que ocultaban su perversión adquirida
bajo el disfraz de la desviación congénita con el solo fin de lucrar.
En los escritos de Veyga sobre la inversión, las historias de Aurora
y de Luis D. representaban los extremos de ese espectro que iba de la
presunta militancia de invertidos que se dedicaban a "hacer creer" que
su condición era nata, al delirio de los que "se habían creído" la propia
simulación. Veamos primero cómo construyó el médico la imagen de
Aurora. Aurora, escribió Veyga, "representa el invertido profesional
que entra a la carrera por el solo interés del lucro y se mantiene en ella
con ese solo propósito, pero adaptándose de tal manera al medio que
parece haber nacido expresamente para vivir y prosperar en ella. Su
fisonomía física y moral, sus hábitos y hasta su estado mental son los
de un invertido nato" (Inversión Adquirida, 196). Los profesionales,
como tales, entraban a una "carrera [pero] por el solo interés de lucro"
porque eran "pseudo-uranistas", especialmente temibles por lo bien
adaptados que estaban a ese ambiente confuso de nuevas y no bien
definidas clases sociales y profesiones, nacionalidades, géneros y
sexualidades entremezcladas y ñuidas. En ese medio de simulaciones
fáciles el científico dejbía estar atento a la simulación de invertidos
profesionales que se hacían pasar por natos.
El choque de discursos de médicos e invertidos emergió como dos
posibilidades narrativas. Cuando el invertido profesional empezaba a
hacer la simulación del nato, la narrativa alerta del médico develaba
al lector la estrategia del pseudo-uranista que oponía una ficción a la
narrativa científica. Veyga escribió al principio de la historia de
Aurora: "no le han faltado tentaciones de simulamos una novela sobre
la iniciación a su vida de marica y contamos como cosa seria sus
*inclinaciones femeniles', .sus 'gustos artísticos', su 'sensibilidad
exagerada', su 'alma de mujer', que es el fuerte de todos ellos" (Inversión
Adquirida, 196-197). No obstante la actitud defensiva del médico
alerta frente al avance de un discurso militante homosexual,
representado como la ficción y la simulación que competían con la
narrativa "verdad" producida por estos presuntos hombres de ciencia,
el discurso de los uranistas impregnó, se introdujo, se abrió paso y se
alojó en la base del discurso científico, en su propia lengua. Como
veremos al explorar el "delirio" de La bella Otero, ese discurso, esa
ficción, la invención de los invertidos se apropió como de un escenario

280
del espacio del discurso científico y ocupándolo hizo una parodia de las
fábulas, casos e historias "científicas" de los médicos.
En el uso que hizo Veyga del vocablo "marica" quedó demostrado
cómo la lengua de la cultura homosexual fue entrando al discurso
científico. Los uranistas, invertidos y homosexuales del Buenos Aires
de principios de siglo usaban el muy castizo diminutivo de María para
autodenominarse "maricas". Desde fines del siglo diecinueve (me
atrevo a decir que hasta fines del siglo veinte), en Buenos Aires, la
forma "marica" era (y es) usada con frecuencia por homosexuales y
gays para autoidentificarse. Asombrado por la conñisión que hacían
los maricas de las categorías fijas que él había inventado, Veyga notó
"los casos en que se acopla [ban] momentáneamente a un tiempo dos
invertidos y las propensiones que t[enían] algunos a hacer papel de
hombres en medio de sus devaneos homosexuales. A estos tipos, ¡el
azote de los invertidos, les ha dado el título sugestivo de maricas
machosl (Amor Invertidos, 340-341). "Marica" no era una forma
peyorativa o estigmatizante como la forma masculina "maricón" que
fue la que adoptó el discurso patriarcal para reorganizar, recuperar el
género confuso de hombres/mujeres aplicándoles el epíteto "masculino".
La forma "maricón" ya había aparecido a principios del siglo diecinueve,
usada por grupos federales para estigmatizar a los unitarios, pero no
se popularizó hasta principios del siglo veinte y los encargados de
propagarla fueron muchas veces los mismos médicos.
El uso estigmatizante de la forma "maricón" ya aparecía en un
cielito de 1830 que citó R. Rodríguez Molas: "Cielito, cielo, cielito,/
Cielito de los maricones, / Un decreto debe darse, / Para que usen
calzones. / En un momento hace un sastre / Un unitario decente, / Pues
ellos se juzgan serlo / Con tener levita y lente**. (Historia Tortura, 56,
n. 4). A principios del siglo anterior había una tradición popular
argentina que identificaba como maricones a hombres intelectuales,
"inteligentes y estudiosos", que usaban lentes, que hacían visible una
ideología en la adopción de la "levita", el vestido. A fines del siglo
diecinueve y principios del siglo veinte, en cambio, la lengua popular
usaba la expresión "manflora" o "manfrodita" que era un derivativo de
la forma "hermafrodita". En Los invertidos, la obra de José González
Castillo representada por primera vez en 1914, Petrona, la mucama,
le respondió a Julián que le hablaba de invertidos y hermafroditas
"¡Ah! Un manflora ... ibah! he conocido a tantos ... ¿Y cómo dice que le
llaman a los manfloras?/ Julián: —Hermafroditas ... Invertidos. /
Petrona: —Manfrodita... ¡Bah!... Los médicos y procuradores siempre
le han de inventar nombres raros a las cosas más sencillas. E n mis

281
tiempos se les llamaba mariquitas, no más, o maricón, que es más
claro" (10).38
María Moliner, en su Diccionario de uso del español, si bien no
indicó que el uso de la fortna femenina marica era más común en las
culturas homosexuales españolas y latinoamericanas, sí señaló una
diferencia de grado entre las formas femenina, común, y masculina,
estigmatizante. Moliner señaló que marica significaba en primer
lugar: "1. diminutivo de María, [y] 2. (vulgar e inconveniente). Hombre
afeminado o invertido". Pocas líneas más abajo Moliner señaló que
maricón en cambio significaba "Marica [pero era un) (insulto, todavía
más grosero)" (Diccionario Uso, 352).
La transformación de la categoría médica del pederasta pasivo o
invertido en una forma popular masculina estigmatizante se hizo
evidente en el modo en que Ingenieros fue reescribiendo "La psicología
de los simuladores" entre 1902 y 1917, es decir, durante el período en
el que, como estamos viendo, los médicos elaboraron e incorporaron al
discurso y a la lengua vocablos, categorías y construcciones de la
homosexualidad. En la versión de 1902, al prevenir al lector sobre el
peligro de imitar males europeos que llegaban entretejidos en modelos
específicamente literarios, Ingenieros señaló que "D'Annunzio (italiano
que ha sufrido contagios psicológicos franceses) ha simulado ser
partidario del amor sororal y del homosexualismo: es verosímil
considerar simulados tales refinamientos del instinto sexual" (477).
El modelo literario italiano simulaba una "homosexualidad" que
significaba el vicio reprensible pero no necesariamente estigmatizante
porque no indicaba una inversión de roles definidos como correctos
para una Latinoamérica "viril". Pero era un modelo peligroso, copiado,
por ejemplo por "un joven literato [latinoamericano] decadente,
sugestionado por los fumistas franceses [que] creyóse obligado a
simular los refinamientos y viciosfingidospor éstos conceptuándolos
verdaderos. Simulaba ser pederasta pasivo" (Psicología Simuladores,
1902, 483-484). Esta era la pederastía de los "modelos" italianos que
se hacía "pederastía pasiva" en la nueva juventud argentina. En la
versión de 1905, en cambio, Ingenieros acercó a D'Annunzio a una
homosexualidad ahora separada del escritor y especificada en su
ficción. En esa nueva versión D'Annunzio se transformó en el italiano
que "ha simulado, en sus primeros libros, ser partidario del amor

^^Ver también Gobello (Nuevo Diccionario, p. 164); Cammarota (Vocabulario


Familiar, p. 132) y Escobar (Diccionario Hampa, 210).

282
sororal y del homosexualismo" (Psicología Simuladores, 1905, 697.
Énfasis mío). En la versión de 1917, en cambio. Ingenieros barró la
homosexualidad de lafiguradel escritor italiano. El mismo texto decía
entonces: "D'Annunzio ha simulado en sus primeros libros ser partidario
del amor sororal, y pueden considerarse como simples ficciones sus
refinamientos amorosos" (Psicología Simuladores, 1917,118). Entonces
la desviación original de D'Annunzio de 1902, que en 1905 se transfiere
a su obra y que en 1917 es separada definitivamente de la figura del
autor, se incorpora a la lengua en su forma vulgar para prevenir la
desviación del joven literato latinoamericano decadente que "simulaba
ser maricón" (Psicología Simuladores, 1917, 126). En la escritura y
reescritura de este texto es claro ese proceso que describió S. Molloy de
selección (y no copia tout court) de modelos literarios usados para la
constitución de una literatura latinoamericana modernista
continental.^®
Pero en 1902, al creer definir él la cultura homosexual, Veyga
preservó la forma femenina que usaban los maricas para definirse a sí
mismos. La voz de Aurora, abriéndose paso nuevamente dentro del
discurso médico y siempre reafirmando la posición ideológica de los
activistas homosexuales, repitió que sentía "*como si hubiera nacido
marica', [y el médico aclaró que lo] d[ecía] él mismo, contando esta
parte de su historia" (Inversión Adquirida, 198)
Después de articular en la voz de Aurora esa "*alma de mujer', que
[era] el fuerte" del discurso de los activistas homosexuales, la estrategia
retórica de Veyga trató de confundir toda la cultura homosexual de
Buenos Aires con la cultura de la prostitución homosexual. Para eso y
bajo la cubierta de presunta evidencia positiva que demostraba cómo
se realizaba la propagación de la inversión adquirida en un medio
ambiente en el que proliferaban los seductores, Veyga marcó cómo al
frío pragmatismo inicial —un afán de lucro— de las experiencias
homosexuales de Aurora se había sumado luego el descubrimiento
escandaloso de nuevas formas de deseo, que en la historia de La bella
Otero iban a exacerbarse hasta el delirio.
Según la narrativa de Veyga, a pocos días de "llegar a Buenos Aires,
mal ataviado y necesitado de fondos" (Inversión Adquirida, 197)
Aurora se puso a conversar con un transeúnte que le hizo "proposiciones
amorosas de la más vulgar crudeza" (197). Es difícil saber si esta

^^Ver S. Molloy, "Too Wilde for Comfort", pp. 191-194.

283
noción de vulgaridad era del médico o del joven peón de campo
paraguayo al entrar en contacto con realidades comunes en la metrópolis
moderna. También es difícil saber hasta qué punto Aurora buscó o no
un primer contacto con el mundo homosexual de Buenos Aires. E l
lugar en el que éste se produjo era una zona importante de la deriva
homosexual del período.**** Veyga, buen conocedor de la cultura, lo
sabía y por eso al señalar que el encuentro se había producido "yendo
de retirada [Aurora] para su hotel, [cuando] sintió *que lo llamaban de
atrás'" agregó enseguida: "hay que decir, entre paréntesis, que su
hotel quedaba en el Paseo de Julio y que se encontraba muy próximo
a él; ¡cualquiera creería que ha sido una predestinación!" (Inversión
Adquirida, 197). Como explicó Néstor Perlongher en los espacios de la
deriva homosexual frecuentemente "los gays coexisten, codo a codo,
con otros tipos marginales, sexuales o no" (Prostitución Homosexual,
34). Este era sin duda el caso en los jardines del Paseo de Julio y la
recova adyacente que describió Batiz: "el lugar de los extranjeros del
bajo fondo, en su mayoría italianos y granujería cosmopolita que
llegaba al país para lucrar a costa de cualquier bajeza" (Buenos Aires,
25-26). Un joven peón paraguayo recién llegado a Buenos Aires, en los
jardines y la recova pudo haber encontrado la oportunidad de pasar
de una posición de marginalidad nacional, económica y social, a una
más específicamente sexual en la que encontró, además de gratificación
sexual, una forma de supervivencia económica.

***Uso la expresión "deriva homosexuar con el sentido que le dio Néstor


Perlongher a partir de la diferencia entre "localización" del espacio nómade y
"delimitación" del espacio sedentario que sugirieron Deleuze y Guattari en su
Traité de Nomadologie. Perlongher propuso que el territorio de la deriva
homosexual "es antes un punto de ñujo y deambuleo que un lugar de residencia
fíj a" (Prostitución Homosexual, 34) y señaló que "esta modalidad de circulación
podrá favorecer la aparición de 'subgetos' o de pequeñas áreas de concentración
y encuentro de los adeptos a las prácticas homosexuales en diferentes puntos
de la ciudad" (Prostitución Homosexual, 35),
^^El temor al espacio del Paseo de Julio y la recova en algunos textos llegó
a exageraciones significativas. E n un artículo publicado en la revista P.B.T.
titulado "El símbolo de las palmeras", después de notar que "algunos árboles
son extraordinariamente representativos; [porque] en su forma reside su
símbolo" el autor señalaba "el laurel, por ejemplo, simboliza la gloria, por la
eternidad de su verdor". Pero en cambio "la palmera es el árbol del calor, y el
calor no supone actividad sino lo opuesto ... parece una mujer indolente de
hamaca y abanico. Sus hojas se doblan con pereza, con voluptuoso gesto. Árbol
sensual, sólo tiene enegías para curvarse en una actitud artística". La profusión

284
E n el medio ñuido de la recova que entremezclaba toda una
economía de nacionalidades, sexos y géneros, Veyga describió una
entrega progresiva de Aurora: "fuera que encontrara cierta curiosidad
en los hechos, fuera que las insinuaciones de dinero le tentaran, el caso
es que poco a poco fue ablandándose hasta entrar en tratos y aceptar
la propuesta" (198) del transeúnte seductor. E l sexólogo preocupado
siempre por los roles sexuales no pudo dejar de notar que "el papel que
debía jugar nuestro héroe era el de pasivo y por más que le fuera
doloroso el sacrificio lo desempeñó como un hombre hecho a la materia"
(198). Notemos que hasta aquí Aurora seguía siendo representado
como un "hombre [aunque] hecho a la materia". Para este médico, en
la historia de Aurora como en la historia de L a bella Otero que hemos
visto, lo represensible no era tanto esa primera experiencia homo-
sexual, aunque ya implicara una inversión de roles definidos como
"correctos", sino una recurrencia, la "reincidencia" que sumaba al
pragmatismo inicial un deseo perverso. Pragmatismo y deseo anal
inauguraban entonces el ingreso del inmigrante paraguayo a una
criminalidad argentina.
Según el médico Aurora primero "quedó repugnado de su acción y
juró no volver a reincidir jamás en tamaña bajeza, fuese preciso para
ello entregarla vida. ¡Vano juramento!" (198). Veyga creyó contener el

de palmeras que vimos en el interior del Presidio que visitó Ana Lombroso era
una característica de época repetida en los interiores de la literatura modernista
como en los patios de muchos edificios públicos del período. Ver por ejemplo la
exuberancia tropical de la fotografía del "Patio central en el interior del
Departamento de Policía" (Memoria, 573). Pero empezó a ser connotada como
una planta decadente que no conseguía mantener su erección: "sus hojas
brotan hacia lo alto; pero antes de que lleguen a madurar esas bellas hojas se
inclinan indolentemente sin fuerza para crecer erguidas". Enseguida el autor
identificó las palmeras que lo preocupaban tanto "en el Paseo de Colón ...
[dondel crecen las mejores palmeras de Buenos Aires". Y a la sombra de esas
palmeras indolentes "otros hombres" se tumban: "estos otros hombres no se
tumban por cansancio, sino por placer. Sus músculos están fatigados
ciertamente, pero con una fatiga viciosa ... y así se les ve tumbarse ahora de
un lado, luego de otro lado, ya boca arriba, ya de bruces". Tanto vicio, tanto
relajamiento de posiciones múltiples no era respetable, y el autor concluyó:
"creo que la palmera es un árbol vicioso, pernicioso para el progreso y
decididamente inmoral. Tan inmoral como la hamaca, o como los cafés
públicos. En vista de tales observaciones, yo aconsejaría a la intendencia que
mandase arrasar todas las palmeras de Buenos Aires" (Simbolismo Palmeras,
s/n).

285
melodrama titilante con la seriedad del discurso médico legal que
examinaba una forma de "reincidencia". Uno de los grandes temas de
la criminología fue la dificultad en la identificación de criminales
reincidentes (o habituales, distintos a los llamados ocasionales). No
era casual que la noción de reincidencia emergiera en el primer texto
en el que Veyga definió la inversión adquirida. Así la desviación
sexual, además de ser representada como criminal desde su aparición
en el discurso médico legal, también quedaba asociada con la primera
experiencia del placer anal del pederasta pasivo.
Aurora "a los pocos días no solamente olvidó [su juramento] sino
que se puso en actitud de ser solicitado, en esta ocasión, por otra parte,
ya no experimentó disgusto en el acto sodomita: *más bien cierto
placer'" (198). Notemos el uso de las comillas que marcan las entradas
recurrentes de las voces de los maricas y del discurso de los militantes
homosexuales que describían su "cierto placer" "sus 'inclinaciones
femeniles', sus 'gustos artísticos', su 'sensibilidad exagerada', [y] su
'alma de mujer'".
Una vez construida así, Veyga trató de hacer pasar esa criminalidad
por toda la cultura homosexual del Buenos Aires de principios de siglo.
Y lo hizo confundiendo una presunta "cofradía" de la prostitución con
la cofradía de maricas, homosexuales, uranistas, pederastas y seduc-
tores de todas las clases sociales. Según el médico, Aurora al descubrir
(junto con un nuevo deseo) las posibilidades económicas de la prosti-
tución homosexual, "estaba muy ajeno, por cierto, a suponer que en
Buenos Aires había toda una 'cofradía^ que ejercitaba este comercio ...
Pero muy pronto supo que no era privilegio suyo el medio de vida que
había encontrado y que por el contrario se las tenía que haber con
competidores numerosos y avezados en la práctica del oficio" (198.
Énfasis mío). Pero esa cofradía numerosa y avezada no era la de un
grupo de hombres que trabajaban en la prostitución solamente.
"Cofradía" era el término que utilizaban una mayoría de maricas,
homosexuales y uranistas para autoidentificarse como grupo.
Veyga utilizó su tono de exageraciones melodramáticas para dise-
minar el pánico homosexual mediante la representación de una ciudad
inmersa en una cultura de hombres vestidos de mujer y una prostitución
de mujeres y de hombres de género dudoso. No obstante, los documentos
transparentan que la prostitución homosexual era común. Gómez se
quejó de que "la prostitución reglamentada no ha producido, en el
hecho, los resultados que se tuvieron en vista al instituirla" y una de
las razones del fracaso eran "las relaciones homosexuales organizadas
en el régimen de la prostitución heterosexual" (Mala Vida, 126). Pero

286
no obstante lo extendida, Veyga, como Gómez, quiso extender esta
prostitución homosexual a la cultura de un grupo mayor de
homosexuales que abarcara a todas las clases sociales.
Gómez mismo señaló que "los homosexuales de Buenos Aires
[ofrecen] una particularidad digna de ser señalada: es la tendencia a
asociarse formando una especie de secta, designada por ellos con el
pintoresco nombre de 'cofradía'" (Mala Vida, 192). Cofradía que, en sus
propios términos, era una cofradía de "homosexuales de Buenos Aires"
y no de hombres que trabajaban solamente en la prostitución. E l
mismo Gómez publicó una carta en la que Mysotis, un homosexual "de
la clase que llamaremos aristócrata" (184), usó el término para denotar
a un grupo que seguramente incluía a hombres que trabajaban en la
prostitución, pero que, sin embargo, constituían una minoría dentro
de la cultura homosexual .
Los médicos y criminólogos preservaron las voces de muchos de
estos hombres gracias a la costumbre de sustentar sus argumentos
mediante la publicación de cartas, poemas y fotografías. E n la carta de
Mysotis se hacía evidente, además, cómo estos investigadores buscaban
activamente esos documentos. Por eso, en la primera frase de su texto
Mysotis le dijo al criminólogo: "es ridicula su exigencia de que le
cuente, en la forma comprometedora de la carta, los detalles de mi
vida" (184-185). Pero las luces del escenario de la ciencia fueron una
tentación demasiado fuerte para esta diva de la sociedad porteña, que
no obstante la negativa agregó enseguida "como soy atenta, y nunca
fui descortés con un hombre, allá van estas líneas, para que las guarde
y sea discreto. Noblesse oblige" (185). L a posdata de la carta repetía:
"rompa esta carta después de leerla" (185). Pero el interés "científico"
era más importante que la discreción, y entonces el criminólogo
publicó el texto de Mysotis señalando: "respecto de ese afán de
vindicarse es interesante, siéndolo también bajo otros aspectos, la
siguiente carta que nos dirige Mysotis" (184). Notemos la presencia
constante de este juego de seducciones discursivas, pugnas y tensiones
entre las voces de invertidos, homosexuales, pederastas, uranistas y
el discurso de médicos y criminólogos que trataban de contrarrestar
con su ciencia ese temido "afán de vindicarse" que significaba el
discurso de los homosexuales militantes que, organizados o no,
reafirmaban constantemente y siempre que podían que su condición
era natural.
Mysotis, como los militantes europeos y como los maricas relacio-
nados con Veyga, insistió que su condición era innata, y escribió con
seguridad: "Yo soy así porque así he nacido". Enseguida, en una

287
referencia a su renombre en las columnas sociales, Mysotis describió
un grupo de homosexuales que no se reducía a los que trabajaban en
la prostitución, al agregar: **yo no hago nada de extraordinario: me
gustan los hombres y por eso tengo expansiones con ellos. Los trato con
exquisito savoir faire, como dice una de las de la cofradía, que escribe
la crónica social de cierto diario" (185). Aquí, en la voz de un homosexual
de clase alta, se hacía evidente que la cofradía era un grupo de
hombres que incluía a profesionales de clase media, como podía serlo
el periodista que escribía la columna social del periódico; conocidos
personajes de la clase alta, como Mysotis o como Aída, "nacido[s] en
buena cuna y criado [s] en la holgura" (Mujer honesta, 370); "heredero [s]
de una cuantiosa fortuna" (Inversión Adquirida, 204) como el hombre
que "abandonando familia, intereses, [y] posición social" (Inversión
Adquirida, 204) asumió públicamente una identidad sexual de marica;
empleados de servicio doméstico como Rosita y L a bella Otero (Inversión
Adquirida, 202), (Inversión Profesional, 492) y peluqueros como Manón
(Inversión Congénita, 46).
Aurora y L a bella Otero trabajaron intermitentemente en la pros-
titución y como empleados de comercio o peluqueros (Inversión
Adquirida, 195), (Inversión Profesional, 493).

Implantación perversa de los estereotipos del invertido

Tráficos de peluqueros entre espacios y clases sociales


Para tratar de controlar esta cultura que al incluir todas las clases
sociales las desordenaba desorganizando todo el sistema de clases
tradicional, en sus historias y artículos sobre la inversión Veyga
representó a homosexuales, invertidos y uranistas transitando pro-
miscua y libremente entre clases sociales y entre espacios públicos y
privados, peligrosos aliados de mujeres y siempre al acecho de jóvenes
y niños. E n una asociación con las mujeres que los hacía sospechosos
de traición a su sexo, los invertidos fueron representados como
peluqueros. Manón "ejerc[ía] la profesión de peinador de señoras en
las principales peluquerías de la ciudad" (Inversión Congénita, 46) y
Aurora era "peinador de damas como oficio de repuesto** (Inversión
Adquirida, 195); "trabaja[ba] en una de las principales casas del ramo**
(198-199).
A partir de estos datos Veyga construyó el estereotipo del peinador
invertido, un personaje al que además de su relación con las mujeres,
la labilidad de movimiento entre clases burguesas y clases marginales

288
lo hacía doblemente sospechoso y temible. Veyga escribió: "el arte de
peinador de señoras, dicho sea de paso, es frecuentemente ejercido por
invertidos; muchos de entre ellos, cuando no encuentran trabajo en las
casas del centro de la ciudad, sirven a domicilio en casas particulares,
de gente honesta o no"* (Inversión Adquirida, 199. Énfasis mío). Además
de su labilidad sexual y genérica, se temía su gran circulación "entre
"gente honesta o no", del centro de la ciudad a la marginalidad, y entre
espacios públicos y espacios privados, desde el "domicilio en casas
particulares" a los burdeles.
Significativamente estos personajes aparecían siempre en una
temida asociación con mujeres que no se adaptaban al modelo de la
burguesa respetable y conformando y moviéndose con ellas en un
tejido social reticular, similar al que preocupaba a Bialet-Massé en las
mujeres politizadas, pero ahora rompiendo además las barreras
divisorias de clases sociales distintas. L a circulación subterránea,
peligrosa por no ser controlada y por lo presumiblemente contaminante,
aparecía cuando al desbordar los espacios de los comercios o las casas
privadas del centro de la ciudad los peluqueros invertidos llegaban a
los prostíbulos: "su gran clientela en estos casos son las mujeres
públicas, no siéndoles difícil recibir sus llamados, en vista de las
relaciones que mantienen con esta gente por mil motivos diversos"
(199). Esta forma de representación del peluquero invertido servía, a
su vez, para controlar la relación de todas las mujeres con estos
presuntos agentes de la prostitución.
Junto con esta criminalización del estereotipo del peluquero
invertido, profesional y agente de la prostitución, identificado con una
homosexualidad adquirida que diseminaba el discurso de sexualidades
distintas entre mujeres y hombres de distintas clases sociales, Veyga
entretejió en la historia de Aurora un prontuario criminal. Recorde-
mos que Veyga en 1902 trabajaba en y con la Policía Federal. Entonces,
después de alegar que Aurora "e[ral un delincuente reincidente" (195)
y de repetir "hemos dicho que era un delincuente'' (199), este otro
policía de la sexualidad concluyó: "digamos también, al pasar, que este
caso no es una excepción de su género. Muy al contrario, es frecuente,
la regla por mejor decir, que el invertido profesional sea un delincuen-
te en la forma que lo es Aurora, no estando exentos todos los demás
tipos de la especie de tachas de esta clase y otras peores" (199. Énfasis
mío). Este tipo de generalizaciones escritas "al pasar" no era irrelevante
en la vida cotidiana de los habitantes del Buenos Aires del período.
A la luz de la historia de Aurora construida por Veyga se comprende
—quizá— mejor un episodio publicado en 1907 en un periódico de

289
Buenos Aires. E l protagonista del episodio fue un hombre que junto
con sus hijos sufi-ió las consecuencias del estereotipo diseminado por
los médicos y la sanción social que éstos promovían. Esta lectura
puede darnos una idea de cómo el discurso médico conseguía
implementar sus sanciones en la vida cotidiana de las personas. L a
nota periodística apareció bajo el título "Abusos de la justicia-La
odisea de un peluquero" en el diario La Prensa del 7 de marzo de
1907.
E l autor de la nota periodística empezaba haciendo una caracteri-
zación ambivalente de "un peluquero, vecino de Banfield, hombre de
costumbres raras, algo excéntrico, [que] era considerado como
obsesionado, y a ese ambiente que la maledicencia le había creado, ha
debido la via crucis más extraña que pueden registrar las crónicas
judiciales" (9). E l "ambiente que la maledicencia le había creado" sin
duda era un ambiente discursivo promovido por médicos y criminólogos.
Consciente o inconscientemente, el periodista reprodujo ese discurso
"científico" al presumir que el detalle secundario de la profesión de "un
peluquero", desde el título de la nota identificaba una identidad de
características y significados comprensibles para cualquier lector. L a
misma forma de identificar al protagonista del episodio se repitió en
todo el texto de la nota y sólo cambió cuando el peluquero se hizo
momentáneamente "el infeliz" (9).
No presumo que el vecino de Banfield fuera homosexual o invertido.
Lo que me interesa señalar es cómo la cultura sí lo presumía, gracias
a la "evidencia científica" de investigaciones como la de Veyga. E n la
traducción del discurso de los hombres de ciencia al de los medios
masivos de comunicación, la homosexualidad apareció codificada en
esa progresión de una forma de vida, "de costumbres raras" que se
hacía una personalidad primero, "excéntrico", y una patología des-
pués, "obsesionado".Al explicar que el término obsesión es "usado
específicamente en psiquiatría", Moliner dice que significa "deseo que
alguien no puede apartar de su mente" (Diccionario Uso, 543). De
acuerdo con el estereotipo difundido por el discurso de los hombres de
ciencia, el "deseo que no puede apartar de la mente" el invertido era
uno sexual: "es imposible concebirlos de otro modo. Mezcla alternante
de sátiro y de erotómano, se les ve furiosos, excitados, presa de una sed

*^Los significados posibles de la noción de obsesión en el discurso médico


legal y psiquiátrico argentino del período se pueden revisar en un texto
titulado "Obsesiones e ideas fijas" publicado en 1904 por J. Ingenieros.

290
inextinguible de placer, buscando sin cesar en que abrevar el deseo'*
(Amor invertidos, 333).
Pero esa obsesión presumida en el peluquero de "costumbres
raras*', "excéntrico** y "obsesionado** resultaba especialmente inacep-
table en un hombre "viudo y con siete hijos, [que] tenía colocados
algunos en casas de respetables familias de Banfíeld** (9). Para rectificar
la irregularidad de una vida que no se conformaba al modelo cultural
hegemónico se puso en movimiento todo el sistema de control policial
y médico legal. Y la oportunidad se presentó cuando el padre viudo
interrumpió la rutina obligatoria del burgués respetable. Entonces los
agentes del sistema médico legal, jueces, médicos y policías inter-
vinieron para hacer un dictamen que no consiguió resolver lo que la
cultura sentía como una contradicción sospechosa, padre de siete
hijos, pero "peluquero**, viudo, obsesionado y excéntrico.
L a nota que tenía un tono denunciatorio de los "abusos de la
justicia** también dejó claro que ya había una mala disposición anterior
de la cultura hacia el hombre que no se conformaba a los modelos
burgueses hegemónicos, un hombre que no obstante ser distinto
ejercía sólo su derecho de patria potestad sobre una familia numerosa.
Además de ser un excéntrico también representaba un peligro como
modelo de vida alternativo suceptible de ser emulado por sus hijos. E l
incidente que sirvió para que los agentes del sistema médico legal
intervinieran para disputar precisamente el derecho de patria potestad
empezó cuando:

...se le ocurre al peluquero tener una expansión; y, hombre despreocupado


excéntrico, se va a la capital, donde permanece tres días. Su fiador por el
alquiler de la casa que ocupaba, retira la garantía, los muebles son sacados de
la casa que ocupaba y confiados en depósito al mismofiador.El juez de menores
interviene; saca y coloca a su parecer a los y a las menores reservándose la
mayor para el servicio de su familia. En tanto el peluquero era tomado por la
policía y remitido al hospital Melchor Romero, donde se le recluye. Examinado
por cuatro alienistas del establecimiento, es dado de alta, porque no tenía, en
manera alguna, alteradas sus facultades mentales. Fácil es explicarse la
consternación del infeliz al regresar y contemplar la dispersión del hogar (9).

L a primera evidencia de disrupción del "arreglo** burgués, lo que


precipitó el episodio, fue un tránsito, un flujo del marginal que se
mueve de una periferia a un centro ("excéntrico, se va a la capital**).
Perlongher describió un movimiento similar al proponer que el
"desplazamiento de la *casa* al 'centro* ha de implicar *micromigraciones*
de los involucrados en el circuito** (Prostitución Homosexual, 35). Este

291
era el tipo de tráfico o flujo no controlado, generador de micro-
movimientos reticulares con el que se podía confundir el viaje del
vecino de Banfield al centro de Buenos Aires.
Tomando como excusa lo irregular y sospechoso de ese movimiento
los sistemas de control burgueses habían entrado a la casa del
excéntrico. L a casa significaba también la familia, incluía casi indis-
criminadamente objetos, muebles e hijos como propiedad. E n la nota
todos aparecen "sacados", después de ser "retirada" la garantía que
sostenía el espacio real y simbólico de la casa/familia, y vueltos a
"colocar", repartidos entre el fiador y el juez, los representantes
económicos y legales del sistema burgués.
Alrededor de la vida de este hombre, y como repitió el autor de la
nota periodística, ya había sido creado un ambiente cultural de recelo
de una forma de vida y un carácter, hasta una noción de familia
distintos. De otra manera sería difícil explicar el notable nivel de
vigilancia que demuestra el episodio. E n sólo tres días hubo una
coincidencia rápida de j uicios y acciones del fiador y el juez de menores
que, aparentemente, se beneficiaban con el episodio. Sobre el
"obsesionado" podían dictaminar los médicos psiquiatras y por eso la
policía "toma", saca de circulación al sospechoso y "se le recluye" en el
hospicio Melchor Romero que era el espacio de la reclusión, cárcel o
penitenciaría en la que el rigor de la prisión había sido reemplazado
por la ternura amorosa de los médicos. E l Melchor Romero era un asilo
psiquiátrico donde los médicos criminólogos ensayaban formas de
reclusión institucionales más abiertas como "el sistema de opendoor"
(Asilo-Colonia, 129). Notemos la eficiencia policial que, después o
durante el reparto de la casa y los hijos, a las órdenes del sistema legal
representado por el juez tomó al vecino de Banfield y al carecer de
pruebas de contravenciones o delitos recurrió al sistema psiquiátrico
para que "los alienistas", los psiquatras como Veyga que habían
construido y diseminado el estereotipo del peluquero invertido y
criminal decidieran si éste debía ser recluido o no.
Cuando los médicos concluyeron que el hombre "no tenía, en
manera alguna, alteradas sus facultades mentales", el peluquero
"consigue trabajo como oficial en una peluquería de la capital, y con el
certificado de su trabajo y provisto de su alta del Melchor Romero, y de
varias cartas de recomendación, se presentó nuevamente en ejercicio
de su indiscutible derecho de patria potestad. E l Juez se niega
nuevamente a entregarle la menor, a quien tiene en su casa dedicada
a las más humildes faenas del servicio doméstico" (Abusos Autoridad,
9). E l trabajo estable del buen burgués y el certificado de los médicos

292
avalaban una respetabilidad burguesa en la que aparentemente el
Juez no creía. Y su juicio podía estar infomado por, entre otros, el
discurso médico legal de los Archivos. Recordemos la cita de Juan P.
Ramos en la que éste señaló la difusión que tenía esa publicación:
"jueces, profesores, médicos, estudiantes, personas ilustradas, mes a
mes, veían llegar a sus mesas de trabajo el cuaderno que les traía la
exposición o la crítica del pensamiento criminológico del mundo"
(Ingenieros Criminalista, 562).

El foco de los sirvientes dentro de las clases altas


Si el peinador invertido tenía acceso temporario a algunos espacios
privados de las clases burguesas, los sirvientes invertidos
representaban una clase baja conviviendo en los espacios de la
burguesía. Entonces el estereotipo necesario para controlar no ya el
movimiento entre clases como de la periferia al centro sino la necesidad
burguesa de una clase periférica (con)viviendo dentro de una clase alta
se exacerbó, se hizo más peligroso y se representó como el depravado
sexual corrompiendo a los niños y adolescentes de las clases altas.
Para construir el estereotipo del sirviente homosexual, Veyga
utilizó la misma estrategia de presentar, como en el caso de Manon y
Aurora, dos historias "reales" que documentándolo confirmaban el
estereotipo. E n el mismo texto, el médico empezó a esbozar en Rosita
el estereotipo del invertido "sirviente de profesión" (Inversión
Adquirida, 202). Rosita "es un buen sirviente y dentro de la casa en que
está se conduce seriamente" (204). Pero en la siguiente historia de un
invertido en la que se confirmaba la predominancia y peligro de la
inversión adquirida, titulada más específicamente "La inversión sexual
adquirida—Tipo profesional", a Luis D. Veyga lo representó como el
prototipo más acabado del invertido profesional.
Luis D. o L a bella Otero (que era como se llamaba él a sí mismo) "ha
ejercido la profesión de mucamo durante varios años, abandonándola
para entregarse al meretricio homosexual" (Inversión Profesional,
403). A partir de estos datos y como con el estereotipo anterior, Veyga
concluyó: "en las casa de familia los sirvientes invertidos, que son
numerosos, pues este oficio es uno de sus predilectos, inician sin
escrúpulo alguno a los niños de la casa en las prácticas más infecciosas,
al mismo tiempo que más degradantes" (Sentido Moral, 23). Notemos
el uso del discurso del higienista que describía la presencia del foco
infeccioso representado por la práctica sexual dentro de la casa "de
familia" tradicional patriarcal, este era el nuevo "mal in corpore** que
realizaba la "invasión" de las nuevas clases burguesas.

293
E n el sirviente homosexual Veyga hizo confluir las oscuras fanta-
sías sexuales familiares reprimidas. Leo Bersami señaló especialmente
"la pánica negación de la sexualidad infantil, que en estos días es
^dignificada* como una casi sicótica ansiedad por el abuso sexual de los
niños" (Rectum Grave, 215). Al construir una representación del
sirviente homosexual que él sabía arbitraria, Veyga recurrió a una
"historia real" para llenar el vacío de verosimilitud, y escribió:

...un marica de éstos, que frecuenta el "24 de Noviembre" y que no tiene por
cierto nada de particular en su historia, nos decía explicando la razón por la
cual acababa de dejar la casa de un señor X, persona altamente colocada en el
foro y en la sociedad: "Yo había acostumbrado al niño menor de esa casa a venir
de tiempo en tiempo a pasar la noche conmigo en mi cama; mientras el chico
era muchacho era condescendiente y tranquilo en todas sus cosas, hacía lo que
yo quería de él, pero ahora, ya casi un hombre, (18 años), se ha hecho de unas
exigencias enormes, imposibles de satisfacer" (Sentido Moral, 23).

Las voracidades de los invertidos despertaban voracidades aún


mayores. E s a era la contra-educación perversa (una inversión de la
educación sexual que tradicional e implícitamente debía proveer la
mujer empleada como sirviente) representada como especialmente
peligrosa e infecciosa por ser impartida a los descendientes de las
clases hegemónicas. Socavando este poder desde dentro, amenazando
su futuro el sirviente invertido fue representado predando en el
eslabón más débil de la estructura familiar burguesa, el "niño menor**,
futuro ciudadano y miembro de la futura clase directora.
Veyga describió el entrenamiento en la perversión como un
"acostumbramiento" que se prolongaba a lo largo de los años, desde
que "el chico era muchacho" hasta que era "ya casi un hombre" y
movilizaba fuerzas libidinales y deseos que una vez despiertos se
hacían incontenibles, "imposible [s] de satisfacer" hasta para un
invertido "sátiro y ... erotómano".
Los significados irracionales y arbitrarios entretejidos en estas
construcciones textuales son fácilmente reconocibles a fines del siglo
veinte, pero en la primera década del siglo estas mismas formas de
representación fueron recibidas como las ajustadas conclusiones
científicas de toda una clase de respetados tecnócratas oficiales e
intelectuales progresistas. E l examen hubiera demostrado, por ejemplo,
cómo el sátiro clásico entrecruzado con el erotómano finisecular en el
discurso de estos científicos por momentos se hacía caníbal.
Por ejemplo cuando Veyga describió la práctica del fellatio señaló
que "llena en ciertos sujetos la vida sexual por así decir. L a furia con

294
que se libran al acto es además característico [sic] de los invertidos,
constituyendo un peligro para las víctimas que consiguen someter"
(Amor Invertidos, 338); el peligro era el de ser devorado. Estableciendo
una relación ambivalente con este "peligro", el médico no pudo evitar
la tradicional fascinación de los hombres con el fetiche y emblema que
llena la vida sexual de unos y despierta temores de castración en otros.
L a mirada de Veyga se posó repetidamente en una oralidad con el pene
y la concibió como una práctica sexual con mucho de idolátrico,
fanático y/o pagano, otra "forma de fetiquismo muy particular" (338)
y similar al de las adoratrices uranistas. E n las representaciones de
estos hombres de ciencia el romanticismo vaporoso y asexuado de las
uranistas femeninas era una antropofagia en los sátiros idólatras y
erotómanos: "entre estos invertidos hay una clase particular que
llevan su aberración al extremo de absorber las pérdidas que ocasionan.
Podríamos llamarlos sin inconvenientes espermófagos" (338. Énfasis
mío). E s cierto que hoy, con la aparición del S.I.D.A., la práctica no
protegida del fellatio significa la exposición al virus. Pero en el texto
que acabo de citar lo que me interesa señalar es la forma de
representación del homosexual como un antropófago de la sexualidad.
Ahí también Veyga recurrió a la pequeña historia que presunta-
mente sustentaba la construcción del estereotipo. Veyga ocupó una
página larga trazando toda una genealogía de "ciertos pederastas
antiguos, fellatores" (Amor Invertidos, 338) producida y reproducida
en "un caso, entre muchos que podría citar de invertidos fellatores, [y
que] ofrece especial interés por la forma que revestía y el teatro en que
se desenvuelve la escena" (338). Siempre reforzando la descripción de
un medio corruptor decadente y dramático, cargado de escenas
sugestivas, Veyga reemplazó al maestro seductor de Manon por el
celador fellator: "en un colegio particular de esta capital que gozaba de
gran reputación ha quince años, y donde han hecho su educación
secundaria muchos amigos míos, que son los que me han referido el
hecho" (338). Veyga se situaba siempre lo suficientemente cerca de los
hechos como para dar prueba fehaciente de ellos, pero también lo
suficientemente distanciado como para que su conocimiento de los
detalles no lo hiciera sospechoso de conocerlos por experiencia propia.
Al hacer la identificación de "un colegio particular de esta capital que
gozabalba] de gran reputación" el discípulo predilecto de Ramos Mejía
definió su propia clase social, "muchos amigos míos", en términos de
una educación superior "de gran reputación". Pero la misma identifi-
cación lo ubicaba a él afuera del "colegio particular", que —como los

295
internados del régimen conventual de Mercante— eran los espacios de
la educación privada más difíciles de controlar, representados como
caldos de cultivo de patológicos fanatismos paganos e idolatrías
caníbales.
Soliditl^ndo siempre la noción de la patología adquirida, Gómez
—como Veyga y Mercante—, para hacer una crítica de las clases altas
que educaban a sus hijos en colegios católicos privados, utilizó la
visibilidad de los homosexuales de las clases burguesas, y escribió:

...en las clases más elevadas, especialmente entre los jóvenes que a ella
pertenecen, encuéntranse múltiples ejemplos de homosexualidad. Todos los
conocemos y los observamos... Se trata, aquí, casi siempre, de una homosexua-
lidad adquirida en la comunidad de la vida de colegio, especialmente del
colegio religioso, tan propicia, con todas sus particularidades, al desarrollo de
esta aberración (Mala Vida, 190).

Las "particularidades** eran la segregación sexual de los colegios


religiosos católicos, de monjas, en los que las maestras, estudiantes y
administradoras eran mujeres, y los colegios de sacerdotes en los que
estudiantes, maestros y administradores eran hombres. E n los
internados, a diferencia de la educación en las escuelas estatales, los
hombres o mujeres sexualmente segregados compartían no sólo las
horas de escuela sino también la vida cotidiana y las noches
especialmente propicias al fanatismo de mujeres y hombres amantes
de prácticas idolátricas y paganas caníbales.
Gómez recurrió a la literatura para sustanciar su construcción
textual de la educación homosexual católica y alegó que:

El caso de Sebastián Roch, que admirablemente pinta Mirabeau en la


novela que lleva el mismo título, se repite con extraordinaria frecuencia entre
nosotros, amparado por una tolerancia inconsciente de los padres que no
quieren ver todos los riegos de la educación jesuítica. El niño es corromopido
en el internado, por sus propios mentores (190).

E n estas representaciones las víctimas eran siempre niños inocentes


seducidos por mentores, maestros y celadores.
Al construir la representación de la educación privada homosexual,
Veyga usó la figura del celador fellator para demostrar que "es entre
los niños que [los invertidos] generalmente hacen su presa, tomándo-
los por la fuerza** (Amor Invertidos, 338). Y en el segundo artículo
sumario concluyó: "los atentados a menores son el comienzo de la vida
anormal del invertido ... la violencia y el dolo los hace caer en manos
del victimario** (Moral Invertidos, 23). E n las estadísticas y estudios

296
sobre violencia sexual, especialmente en los que siguieron al estudio
de Kinsey, quedó demostrada la gran desproporción entre el elevado
número de hombres que abusan sexualmente de mujeres y niñas
contrastado con el notablemente más bajo número de hombres que
abusan de niños (Vested Interests, 129). Como explicaron Perlongher,
Shérer y Hocquenhem al examinar la construcción del estereotipo del
homosexual predador de menores,

...en ese rapto —que tiene algo de fuga— el muchacho, soterrado bajo las
redes familares y escolares, se realiza como sujeto, en una relación diferente
ante el adulto. Las instituciones del "sistema de la infancia"" procederían como
si defendiesen permanentemente al niño, al adolescente, de la amenaza de un
rapto que siempre está por perpetrarse (Prostitución Homosexual, 124-125).

Pero como hemos visto en los textos de la ciencia sexual argentina


de principios del siglo veinte "las instituciones del sistema de la
infancia", "las redes familiares y escolares" lejos de ser las
representadas defendiendo al niño y al adolescente eran precisamente
las que —por intermedio del sirviente en la casa y del maestro o el
celador de la escuela no estatal— lo exponían a la perversión. E s a
perversión requería la presencia salvadora de estos médicos y
criminólogos reformadores.

Los niños y la lucha por la patria potestad


Esta diseminación de pánico homosexual servía a los tecnócratas
estatales para promocionar nuevas "redes familiares y escolares" que,
separando a los hijos de los inmigrantes de los padres extranjeros, los
entrenara en ese orden moral subjetivo que describió Hugo Vezzetti
(Locura argentina, 178). Ese entrenamiento fue especialmente impor-
tante en el Buenos Aires de la primera década del siglo veinte, cuando
se sentían y temían grandes movimientos sociales que empezaban a
hacerse oír con fuerza en el concierto político local. L a clase que hasta
entonces había detectado el poder casi hegemónicamente, sabía que
esos movimientos sólo podían ser controlados haciendo compromisos
económicos, aumentando los salarios y reduciendo las horas diarias de
trabajo, además de compromisos políticos, abriendo a las nuevas
clases sociales el sistema electoral que, hasta ese momento, había sido
controlado mediante la práctica casi constante y sistemática del
fraude.
Pero abrir el sistema electoral a una participación más universal,
especialmente en las ciudades como Buenos Aires implicaba no sola-
mente dar voz y voto a otras clases sociales sino también a otros grupos

297
nacionales o hijos de extranjeros que podían conformar una mayoría.
Esto a su vez despertaba el temor a las ambiciones expansionistas de
los países vecinos o, peor aún, a la invasión de las potencias europeas
una vez que éstas terminaran de repartirse las colonias de Asia y
Africa. Esas potencias, como la Italia de Etiopía, muchas veces ya
tenían una población "nacional** viviendo dentro de los bordes
"nacionales** argentinos.
Durante la primera década del siglo veinte las grandes huelgas y
movimientos sociales sirvieron para hacer la progresiva apertura del
congreso nacional a grupos políticos diversos, y fueron preparando el
ambiente para que en 1912 se promulgara la Ley Sáenz Peña que
garantizaba —a los hombres— el derecho al voto secreto mal llamado
universal. Como preparación a esa apertura del proceso político la
clase burguesa, empleadora de los tecnócratas y hombres de ciencia
positivistas, organizó, promovió y trató de expandir la red de
instituciones estatales de enseñanza, vigilancia y disciplina: policía,
escuelas primarias y secundarias, cuarteles del ejército, asilos de
reforma para menores, cárceles y prisiones.
E n esos espacios, los criminólogos y hombres de ciencia argentinos
trabajando para el estado concibieron un sistema de instituciones
disciplinarias estatales necesario para separar de sus padres
extranjeros a las hijas e hijos de los inmigrantes y, una vez separados,
entrenarlos en un orden "nacional y moral argentino**. No es casual
que en 1902 se haya aprobado la ley Richieri de servicio militar
obligatorio, con la que se lanzó la gran reorganización del ejército
nacional. Tampoco es casual que J . M. Ramos Mejía, el último gran
higienista, en 1908 fuera utilizado para lanzar una campaña nacional
de educación nacionalista violenta. Esas medidas, con otras más
evidentemente represivas, como la transformación de la policía en
científica y la aprobación de las leyes de Residencia en 1902 y la ley de
Seguridad Social en 1910 fueron el preámbulo que permitió que en
1912 se aprobara la ley electoral.
Los médicos, criminólogos y sociólogos estatales utilizaron todas
las oportunidades que tuvieron para promover y ampliar su poder en
las instituciones disciplinarias de todo el sistema. E n un comentario
publicado en los Arc/iiuos sobre la sentencia del juez E . French en una
causa legal por abuso de autoridad seguida contra un grupo de
sacerdotes que administraban un instituto de reforma de menores
varones, en 1902, los médicos criminólogos escribieron:

298
...la excepcional importancia del asunto a que se refiere esta sentencia no
escapará a nuestros lectores. Confiada la dirección de la Cárcel Correccional
de menores varones a una congregación religiosa, produjéronse los tristes
sucesos a que la sentencia se refiere ... Los castigos corporales aplicados a los
menores están plenamente probados en el sumario; la vista fiscal del Dr. J. M.
Reyna es aplastadora. E l Juez, Dr. Eduardo French, con una rectitud que
altamente le honra, ha sabido sobreponerse a las influencias oficiosas del clero
bonaerense, fallando según conciencia y condenando al sacerdote Beltrana y
sus cómplices ... Es justo esperar que, después de lo ocurrido, los institutos de
pena y de corrección no volverán a ser entregados a congregaciones religiosas
(Condena Sacerdote, 162, n. 1).

L a "excepcional importancia del asunto a que se refiere esta


sentencia" para los criminólogos no residía en el uso de la violencia
contra los menores recluidos, sino en que la dirección de uno de los
espacios estatales, donde se disciplinaba a "menores varones" que
representaban los futuros ciudadanos con derecho al voto, hubiera
sido "confiada ... a una congregación religiosa". Ese era el tema y para
ilustrarlo los hombres de ciencia usaron el caso específico, juicio y
condena del sacerdote Bertrana, que aparecía en el centro del
texto.
L a primera y la última frase del comentario giraban alrededor de
la misma preocupación. L a criminalización y condena del "sacerdote...
y sus cómplices", sirvió para demostrar por qué se debía desalojar a los
clérigos católicos de todo el sistema disciplinario, de escuelas e inter-
nados, "institutos de pena y de corrección [que] no volverán a ser
entregados a congregaciones religiosas". E n esta querella entre
clericales y anticlericales, los médicos y criminólogos trataban de
desprestigiar y reemplazar a las monjas y sacerdotes que administraban
o dirigían reformatorios, escuelas e internados de todo tipo y la iglesia
católica ponía en movimiento las bien conocidas y tradicionales
"influencias oficiosas del clero bonaerense" en la política del país.
E n la sentencia redactada por el juez se notaba cómo el Estado, por
medio de su sistema legal, aprovechaba la condena de los sacerdotes
para revalidar y promover su autoridad sobre los menores definiéndola
en términos de patria potestad. Así el espacio de la institución
disciplinaria reemplazaba la casa y el Estado trataba de reemplazar
la autoridad del padre, que en la cultura masculina y misógina de
principios de siglo era la autoridad familiar máxima. E l juez French
escribió en la sentencia:

299
...los menores de la casa correccional no son solamente presos que se
custodian, porque el objeto de la reclusión es su educación y corrección,
ejerciendo sobre ellos la Dirección del Establecimiento una autoridad que
participa de la patria potestad, a la cual se sustituye, y la de jefe de
establecimiento público disciplinario. Admitida esa especie de patria potestad
o tutela ejercida por un empleado público en virtud de su empleo y como parte
de sus funciones, estaría subordinada en su ejercicio a las disposiciones legales
que deben observar los funcionarios públicos (Condena Sacerdote 162-163)

A la fallida patria potestad del sacerdote director, se sumó la


fallida autoridad de sacerdotes celadores: "Ignacio Pérez y Antonio
Rins, ejecutores de esos hechos, también estaban investidos de
autoridad, el primero como jefe de celadores, el segundo como celador"
(Condena Sacerdote, 163). Así el discurso de los criminólogos entretejía
sentencias, comentarios y artículos para construir la representación
de las instituciones disciplinarias dirigidas por monjas y sacerdotes
como peligrosos semilleros de homosexualidad en los que eran comunes
los "abusos de autoridad" de administradores, maestros y celadores.
Al ser condenadas, las autoridades eclesiásticas eran reemplazadas
en la lógica del discurso por los hombres de ciencia y sus instituciones
estatales en las que sí era "admitida esa especie de patria potestad o
tutela ejercida por un empleado público", "argentino", que reemplazaba
a los padres inmigrantes extranjeros.

Niños de clase alta pervertidos y niños de clase baja


perversos
E n la construcción de la homosexualidad, utilizada para expresar
las ansiedades de las clases burguesas obligadas a emplear otras
clases que convivían con ellas (como una clase de extranjeros
conviviendo con una clase de argentinos dentro de las fronteras
nacionales), el mal lo representaban maestros o celadores, sirvientes
o peluqueros que entraban a pervertirlos espacios burgueses predando
en sus niños. E n cambio entre los niños de las clases bajas,
especialmente los hijos de los inmigrantes italianos, estos hombres de
ciencia describieron la homosexualidad como una perversión que
aparecía "naturalmente", como una práctica significativamente
asociada a una vida en la libertad de la calle, es decir fuera del sistema
disciplinario de asilos, hospicios, cárceles, prisiones, escuelas o
cuarteles administrados por el estado.
Una primera representación de la homosexualidad infantil asociada
con los hijos de los inmigrantes italianos, en textos argentinos de fines
del siglo diecinueve, emergió en la última novela de Eugenio

300
Cambaceres, publicada en 1887. En la sangre, como toda la obra
narrativa de Cambaceres, es un texto contradictorio y rico en el que
simultáneamente hay una gran crítica del sistema patriarcal argentino
tradicional y de la inmigración que, con los cambios que produjo, lo
cuestionó. El capítulo segundo de En la sangre narraba la educación de
Genaro, el protagonista de la novela, el hijo del inmigrante que
representaba la primera generación de argentinos nacidos en el
país.
Desde pequeño, Genaro se unió a un grupo de niños con los que
hacía una vida común trabajando en la venta de contraseñas y cigarrillos
en las puertas de los teatros. En las noches y después de comer juntos,
entre los muros de una casa en construcción:

...a dormir, a jugar antes que acabara el sueño por rendirlos, tirábanse en
fin acá y allá, por los rincones. Jugaban a los hombres y las mujeres; hacían de
ellos los más grandes, de ellas los más pequeños, y, como en un manto de
vergüenza, envueltos entre tinieblas, contagiados por el veneno del vicio ...
revolcándose se ensayaban en imitar el ejemplo de los padres ... con todos los
secretos refinamientos de una precoz y ya profunda corrupción (Obras, 208.
Enfasis en el original).

La descripción del narrador de Cambaceres —codificada en esos


juegos tipográficos característicos en las cuatro novelas que, creo, son
ñindacionales de toda una literatura y una lengua de la zona del Río
de la Plata— trató, como los médicos más tarde, de recapturar las
sexualidades diseminadas de esos niños representándolas como una
iniciación en esa sexualidad masculina que, como explicó D. Halperín,
relegaba a las personas asociadas en el acto sexual a clases distintas,
marcadas por la edad: "hacían de ellos los más grandes, de ellas los
más pequeños". Como sabemos, la ideología patriarcal a más edad
adjudicaba automática y arbitrariamente más poder (Sexual Politics,
48). A las distintas edades correspondían entonces roles insertivos o
receptivos concebidos arbitrariamente como pasivos y activos. Esos
roles, a su vez, eran asociados o connotados automáticamente, inscriptos
en los cuerpos como naturales o "correctos" para "los hombres y las
mujeres".
Esa misma forma de representación de una sexualidad de los hijos
de los inmigrantes, natural, espontánea y perversa, no controlada,
libre, exploratoria y diversificada —pero descrita como mécanica para
que entrara en las taxonomías científicas— fue la misma que adoptó
J . Ingenieros, en un artículo titulado "Los niños vendedores de diarios
y la delincuencia precoz". En ese texto publicado en los Archivos en

301
1908 con el subtítulo "Notas sobre una encuesta efectuada en 1901'',
el criminólogo al investigar la sexualidad de niños, que se asociaban
en grupos que trabajaban en la calle sin la supervisión directa de
ningún adulto notó, como el novelista, los roles sexuales adoptados por
los niños y los jóvenes adolescentes y señaló los cambios. Esos cambios
teóricos en los roles sexuales sirvieron para que Ingenieros hiciera
otra de sus famosas clasificaciones taxonómicas, ahora un ordenamiento
de distintas clases de una proto-criminalidad profesional. Recordemos
que estos eran "niños vendedores de diarios" en los que se observaba
una "delincuencia precoz".
Ingenieros primero describió a los niños "del grupo industrial [que]
son en su mayoría argentinos, hijos de padres italianos, muchos son
italianos de origen, inmigrados en la primera infancia. Su edad
fluctúa entre los 6 y los 18 años" (Niños, 332. Énfasis mío). Esta frase
se llenaba de significados escrita por el médico que fue él mismo un
niño italiano en Buenos Aires. Como veremos este estereotipo del niño
italiano o hijo de italianos, proto-criminal y homosexual, construido
por Ingenieros, rompía el esterotipo de los italianos como sodomitas
que adoptaban exclusivamente lo que Chauncey llamó "la posición
masculina".
Siempre prestando atención especial a las prácticas sexuales espe-
cíficas, Ingenieros escribió; "casi todos son masturbadores: algunos
son pederastas" (332). Estos eran considerados "una pequeña élite del
gremio. El número total de vendedores de diarios pasa de 1.000" y "por
cada 100 menores vendedores que se mantienen en su oficio como
industriales, hay 1.000 que han atravesado el oficio para entrar en la
vaganciay el delito. Este proceso de evolución, que luego analizaremos,
constituye una de las características del oficio" (335). En esa élite
aparecía la pederastía pero todavía sin mayor especificación,
representada como una sodomía o vicio reprensible que no recibía
sanción médica mayor.
En este texto de Ingenieros emergió el mismo racismo que señaló
Viñas, pero ahora presentado como una aceptable y por todos conocida
teoría científica, cuando este padre de la criminología argentina
señaló que entre los niños del grupo industrial

...hay un hecho digno de notarse: el número de negros, tuertos, cojos,


mancos, tartamudos, etc., es muy reducido. Se explica: esos caracteres
determinantes de una inferioridad orgánica, con relación a los demás del
gremio, les hace imposible ganarse la vida, por su inferioridad misma, por laS
bromas pesadas de que se les haría objeto y por la imposibiHdad de sostener

302
una competencia que, en último caso, suele dirimirse a golpes de puño o de
titeo (333).

Notemos la concepción del "titeo" entendido y utilizado como una


dinámica social que sirve para señalar y expulsar a los excluidos. La
raza del "negro" en este discurso "científico" representaba una "infe-
rioridad orgánica" concebida como similar a la de "tuertos, cojos,
mancos [o] tartamudos".
En esta taxonomía que ordenaba, reduciéndolas, distintas etapas
de las sexualidades de miles de niños distintos, Ingenieros asimiló a
la progresión que precipitaba la caída en el crimen el aumento en las
prácticas sexuales homosexuales. Ingenieros describió este segundo
estadio, que significaba agravación y aumento de una delincuencia
precoz, en un segundo grupo de niños: "del grupo adventicio, [que]
tienen de 9 a 15 años de edad; es mayor el número de analfabetos pero
también el número de los que han cursado 2 y 3 grados escolares: éstos
han entrado al gremio más tarde que los industriales; masturbación y
pederastía más generalizada, frecuente el onanismo recíproco y aún el
coito bucal recíproco" (336). De esta forma se comprobaba que "en estos
niños los caracteres degenerativos son más pronunciados que en los
precedentes. La salud física es mejor en ellos que en los anteriores,
pues los enfermizos no pueden adaptarse al género de vida nómada
propia de este grupo" (336). L a mayor degeneración era esa
diversificación de las prácticas sexuales homosexuales y no una salud
física que paradójicamente parecía aumentar junto con la inteligen-
cia, pues estos niños "psicológicamente son aún más astutos que los
anteriores" y al evidenciar "menor sugestibilidad" (336) eran más
resistentes a lo que para estos higienistas sociales era el gran mal de
la época, la sugestionabilidad del histérico.
No es sorpresivo que junto con las prácticas sexuales homosexuales,
en los niños, Ingenieros señalara una ideología política y una
sensibilidad estética que conformaban una (a)moralidad peligrosa: "si
los del grupo industrial son poco morales o amorales, estos ya son
inmorales ... Sus ideas sobre política son casi siempre opositoras al
gobierno; irreligiosos; faltos de ideas estéticas; igual gusto por los
dramas criollos, cuyos protagonistas son el ideal de hombre que
muchos aspiran realizar" (336-337). Del primero al segundo grupo se
iba profundizando la representación de las desviaciones sexuales
ahora asociadas con sentimientos de oposición al gobierno y a una
sensibilidad estética popular, que prefería los "dramas criollos".

303
Ya en el grupo anterior Ingenieros había notado que "muchos
gustan del teatro; pero el 90% de ellos no conoce más que el del drama
criollo. Carecen de ideas sobre la justicia; por lo general la consideran
mala y la encarnan en la persona del vigilante" (334). En el primer
grupo Ingenieros había empezado a esbozar ese modelo popular
encarnado en los personajes de los dramas criollos que sumaban
ambivalencias legales, políticas y genéricas. Central entre los prota-
gonistas de esos dramas que "eran el ideal de hombre que muchos
[niños vendedores de diarios] aspiran realizar** era sin duda Juan
Moreira. Aquí recordemos que como señaló Josefína Ludmer "Juan
Moreira funda la institución del teatro nacional popular" con su "héroe
de la violencia, un verdadero escándalo cultural" (Escándalos Moreira,
103). Ese héroe, explicó Ludmer, rompía cón las binaridades, "tiene
una identidad doble, legal, política y genérica" (108).**^ Esa era la
identidad doble, "ideal", de los niños delincuentes precoces.
Según Ingenieros, en el tercero y último grupo "los pederastas
activos son más numerosos que en el grupo adventicio, pero en cambio
escasean los pederastas pasivos" (338). Junto con la presunta
estabilización definitiva de la criminalidad quedabafijadoel estereotipo
del italiano pederasta en estos niños argentinos, "hijos de padre
italianos" o "italianos de origen, inmigrados en la primera infancia" y
por lo tanto con "tendencias antisociales debidas en gran parte a la
herencia degenerativa" (338). Estos niños en ese medio ambiente en el
que "el empleo de la niñez como medio de difusión de periódicos
acarrea tal vez una selección invertida" (343) crecían y se transforma-
ban en una población de seductores o sodomitas que iba a ser el origen
etiológico de la patología de los invertidos.

^^Ludmer, al notar la posición genérica doble de Moreira, escribió: "y ahora


quisiera ver su doble identidad en el género, en la vida privada que no deja de
representarse en ese momento. Moreira no sólo tenía una relación entrañable,
corporal, con sus patrones políticos enemigos, sino también con sus amigos ...
E l amigo Julián es todo amor y fidelidad hasta el fin ... Y con él, con el amigo
fiel que está más abajo, del cual es *patrón*, representa Moreira el afecto
masculino. Cuando se encuentran: *se besaron en la boca como dos amantes,
sellando con aquel beso apasionado la amistad leal y sincera que se habían
profesado desde pequeños' que se convierte en el epígrafe del poema *Moreira'
de Perlongher, otro escándalo literario y político. (106-107)

304
Una cultura de maricas resistentes

Delirios científicos y discursos maricas


A pesar de la estigmatización social de los invertidos, uranistas y
homosexuales promovida por los médicos y criminólogos, no obstante
la persecución de la policía que a las órdenes de los policías "científi-
cos" no se detenía frente a la falta de pruebas y las inventaba para
arrestarlos, encarcelarlos y someterlos a situaciones y procedimientos
humillantes y violentos, la resistencia de los maricas que sobrevivieron
un organizado sistema de control social, médico legal y policial fue
admirable, inspiradora. En los escritos de Veyga sobre la inversión esa
resistencia emergió como una lucha de discursos, doblemente llamativa
si tenemos en cuenta la diferencia entre el poder y los medios de estos
burócratas estatales y el de una minoría sexual de hombres hostigados,
que carecían del apoyo emocional o afectivo de una familia tradicional
y un círculo de amistades y relaciones comunes a la mayoría de los
seres humanos.
E l discurso de los homosexuales, las voces e historias, fábulas,
leyendas y delirios, a los que tanto temía Veyga, se abrieron paso en
los textos de los médicos y desde ahí, desde adentro, infiltrados,
socavaron el discurso "científico". Ese juego de erosión interior llegó a
desplazar la voz del hombre de ciencia en un texto que, utilizando la
forma de la autobiografía, parodió estas historias clínicas o "casos". La
voz de La bella Otero se apropió del espacio de la escritura y, al mismo
tiempo que hacía una parodia del discurso de los hombres de ciencia,
utilizó ese mismo espacio para dejar los rastros y artefactos de su
cultura.
En la "Autobiografía" de La bella Otero, como en página tras
página de los miamos Archivos y los maricas, invertidos, homosexuales,
pederastas y uranistas preservaron y difundieron su cultura y su
lengua y dejaron documentadas las estrategias de resistencia que
adoptaron en su lucha contra este sistema médico legal policial.
Desde sus primeros textos sobre la inversión Veyga demostró una
inquietud notoria tratando de contener, refi-enar o desviar discursos
resistentes como el de los militantes que se diseminaron rápida y
eficientemene entre los espacios más represores o más prestigiosos del
sistema médico legal. Para contener esos discursos una de las estra-
tegias de Veyga fue la clasificación y especificación de un discurso
como delirio y de los invertidos como delirantes que, como los militan-
tes alemanes, decían ser una mujer encerrada en el cuerpo de un
hombre. No es coincidencia que el principio de la construcción y

305
definición del delirio de los invertidos delirantes, estuviera en la
introducción a la historia de Aurora. En esa historia publicada en abril
de 1903 Veyga empezó a elaborar la definición "La inversión sexual
adquirida" representada como una inversión "profesional" y criminal
de hombres, peluqueros y sirvientes traficantes, que trabajaban en la
prostitución, muy cerca de los lunfardos y de los llamados "auxiliares
del vicio y el delito".
Veyga completó la definición de esa forma de desviación adquirida
en otro ensayo titulado más específicamente "La inversión sexual
adquirida—Tipo profesional", publicado en agosto de 1903. Fue en ese
texto que Veyga publicó la "Autobiografi'a" de La bella Otero, el texto
del antiguo sirviente, invertido profesional, dedicado a la prostitución
homosexual, criminal y "delirante". La progresión de la historia de
Aurora a la historia y la autobiografía de La bella Otero, en un
desarrollo de las desviaciones adquiridas que incluían las historias de
Rosita, "invertido por sugestión" (201) y delricoburgués "invertido por
decadencia" (205) trataba de ilustrar en textos publicados entre abril
y agosto del mismo año una evolución de la inversión fomentada por
el medio ambiente, representada como profesional, que además de ser
criminal podía transformarse en una patología. La progresión alertaba
a la audiencia sobre los peligros de la simulación de la inversión
congénita que hacían los homosexuales militantes, simulación que se
transformaba en una patología cuando, al creerse el simulador su
propia simulación, entraba en estado de delirio.
Recordemos que vimos el choque entre narrativas, científicas o
militantes, en esa confrontación entre definiciones de desviaciones
congénitas o adquiridas que apareció al principio de la historia de
Aurora, cuando Veyga escribió: "no le han faltado tentaciones de
simularnos una novela sobre ... su vida de marica ... sus 'inclinaciones
femeniles*, sus *gustos artísticos*, su 'sensibilidad exagerada*, su 'alma
de mujer'", (196-197). En ese mismo principio de la historia Veyga
empezó a connotar a las explicaciones, voces y narrativas de
homosexuales y militantes como simulaciones que, no obstante haber
conseguido engañar a muchos científicos prestigiosos, eran ficciones
que podían ser patológicas: "esa *alma de mujer' que tantos de entre
ellos pretenden poseer y en cuya existencia han llegado a hacer creer
a muchos observadores dignos de la mayor consideración, no es sino
una pura fantasía, o una ilusión delirante en la verdadera acepción de
la palabra" (194). Esta era la progresión de "una pura fantasía" a la
"ilusión delirante" que Veyga examinó enseguida en textos sobre la
inversión publicados entre abril y agosto de 1903.

306
En el primer texto Veyga todavía imaginó al discurso de los
maricas como una proliferación de ideas que se diseminaban
subrepticiamente, como un discurso todavía no bien organizado pero
no por eso menos peligroso o sugestivo. Rosita, el "invertido por
sugestión": "ha apagado todas las tendencias normales que tenía para
dedicar por entero su mente al servicio de las ideas que se han
infiltrado en su cerebro" (Inversión Adquirida, 203-204), Las formas
de sugestión más temidas y consideradas peligrosas por los médicos
todavía eran "ideas", que representaban un discurso fragmentario, no
bien organizado, que flotaban en la cultura hasta encontrar terreno
fértil en las mentes de los invertidos. Esa era la desviación "resultado
de la contaminación del medio ambiente, obrando éste sobre un
cerebro débil, falto de ponderación y de ideas directrices" (204). Las
ideas "directrices", reguladas, controladas, que contuvieran las
opuestas, y peligrosas ideas "infiltradas", eran las que debían proveer
desde sus intituciones los reformadores nacionalistas de las multitudes
de guarangos invertidos.'*'*
En la historia de Aurora las ideas alternativas distintas a las de los
discursos hegemónicos aparecían sugeridas por un grupo social homo-
sexual bien establecido, de hombres que se solidarizaban y ayudaban
a otros hombres que (re)creaban sus identidades genéricas. Según el
médico Aurora "se había forjado, además, la idea de la feminidad, que
es el fuerte de estos sujetos; [y] no pensaba otra cosa que en
revestirse del aparato exterior de la mujer; se ensayaba en la toilette,
se pintaba, imitaba la voz aguda y los modales de la mujer; en una
palabra, procuraba, por todos los medios a su alcance y valiéndose en
lo posible de los consejos de los compañeros" (198). Esta creación de un
"aparato exterior" a partir de una toilette, maquillaje, vocalización y
modales era la construcción del género que, como señaló Judith

'**En Las multitudes argentinas "el maestro" ya había diagnosticado el mal


de la multitud "dominada por una idea o por un grupo de ideas que imprimen
a su existencia una orientación especial, no entiende lo que se le dice cuando
las palabras pronunciadas no tienen relación alguna con su idea fija" (285.
Énfasis en el original). E s a era una proliferación democrática de ideas
representada como característica de una sociedad no receptiva de los modelos
propuestos como nacionales. En el análisis de Ramos Mejía las ideas directrices
del texto de Veyga eran "la orientación que da la pasión del itinerario moral
propio y no sugerido, que fija una idea fuerza cuando la congrega" (305. Énfasis
en el original). Notemos cómo esa idea parte y producto del discurso oficial
hegemónico, aparecía representada como "moral" y "no sugerida".

307
Butler, es una articulación de actos, palabras, gestos, infiexiones de la
voz e inscripciones en la superficie de los cuerpos que crean la ilusión
de un interior genérico esencial (Gender Trouble, 136). En estas
creaciones y recreaciones que cuestionaban nociones científicas de un
género "natural", el médico notó muy específicamente lo importante
que eran el apoyo, la protección, solidaridad y ayuda de "compañeros"
cuyas ideas, que se empezaban a organizar como "consejos", alentaban
posibilidades y formas de imaginarse a si mismos distintas a las del
modelo binario.

La salida
En su primer texto sobre la inversión adquirida, junto con la
historia de Aurora y de Rosita, Veyga publicó la historia del rico
burgués que asumió públicamente una identidad sexual homosexual.
Veyga describió ese proceso de pasaje de una identidad genérica a otra
como un proceso de degradación, que era simultáneamente psicológica
y social, un deterioro mental que, al mismo tiempo que acercaba al
presunto enfermo al estado de delirio, implicaba un descenso de clase,
un abandono de la burguesía y un acceso o acercamiento a los mundos
de la prostitución y el crimen.
La construcción de la inversión como una identidad y una forma de
vida anti-burguesa, "desarreglada", fue una constante en los estudios
de Veyga sobre la homosexualidad. Antes de la recreación de su
identidad sexual, el rico burgués era un "hombre casado, como en el
caso precedente [la historia de Rosita], que ha llevado una vida
arreglada en todo sentido" (204). La inversión significaba una rebelión
contra ese "arreglo". Manón, enfermo de tuberculosis, según el médico
no murió porque, como sabemos, en 1902 no había una cura médica
para la tuberculosis, sino porque "su vida desarreglada hizo fracasar
el régimen curativo" (Congénita, 44). En cuanto a Rosita, era "un débil
de espíritu que ha pasado su juventud de una manera arreglada ...
pero que careciendo de ideas, se ha dejado llevar por las tentaciones
que el medio le ofrecía" (Inversión Adquirida, 202). En base a esos
datos Veyga llegó a otra de sus famosas conclusiones, y escribió:

...ante todo, hay que decir que no hay un solo invertido que pueda declarar
que observa una vida ordenada ... un factor de origen diferente, aunque ligado
directamente con la psicopatía, viene a determinar la forma de conducta del
individuo impulsándolo al desarreglo y aun a la delincuencia. Este factor no es
otro que la pérdida del sentimiento del pudor, pérdida que se produce
concomitantemente con la sistematización del delirio (Sentido moral, 26)

308
Ese momento clave, en el que la pérdida del sentimiento de pudor
que, según Veyga, aparecía al mismo tiempo que los invertidos entraban
permanentemente al estado de delirio, era lo que hoy llamamos el
destape, sacarse la máscara, asumir públicamente una identidad
homosexual y empezar a defender el derecho a hacerlo utilizando los
argumentos, ideas, explicaciones y discursos de los militantes.
Si el psiquiatra en la cita que acabamos de ver homologó la actitud
de asumir públicamente una identidad homosexual con una
"sistematización del delirio", con la estabilización de la patología;
Gómez, el criminólogo, lo hizo homologándola con la inserción final al
mundo de la prostitución y el crimen, y escribió:

...cuando un invertido ha "tirado la chancleta", frase que en la jerga quiere


significar que se han perdido los miramientos y que no hay escrúpulo alguno
en practicar el vicio profesionalmente, ingresa a la cofradía; entonces viste de
mujer, se pinta, adopta un nombre femenino, comienza a "girar" es decir, a
recorrer las calles en busca de clientes y frecuenta los bailes que, periódicamente
se organizan para estrechar los vínculos de solidaridad" (Mala Vida, 191-192.
Énfasis mío).

"Girar" es una palabra que hasta hoy los homosexuales de Buenos


Aires utilizamos con el signiñcado de movernos en los espacios y las
zonas conocidas de la deriva homosexual.**^ José Gobello en su Nuevo
Diccionario Lunfardo señaló que "yirar. lunf. [significa primero]
callejear, andar vagando de calle en calle" ... y en segundo lugar
"callejear la buscona [o el buscón] en procura de clientes" (263). En los
estudios de Veyga estas migraciones y movimientos, flujos connotados
como un tráfico de intenciones amorales o criminales, llevaban a
entradas o puntos de contacto con toda una cultura homosexual de
vida social intensa.

La deriva
Veyga describió el acercamiento progresivo del burgués al mundo,
la cultura y la vida social, ideas, consejos, delirios, discursos e historias
de los maricas, como un proceso que empezaba con una forma de
nomadismo: "inquieto al punto de que nadie entre los suyos consiga
llamarlo a la vida habitual, vaga inciertamente de un lado a otro,

••^Carlos Jáuregui me sugirió que el vocablo usado con el significado de


moverse un gay en los flujos y reflujos de la deriva homosexual, en su opinión
hoy se escribiría "yirar" y estaría asociado al titulo del tango "Yira, yira".
Comunicación personal, 30/6/95.

309
ausentándose de su casa, hasta por temporadas de más de una
semana" (Inversión Adquirida, 206). Estas ausencias, similares a la
del vecino de Banfield que hemos visto, eran concebidas como fugas de
los movimientos conocidos y controlados, escapatorias de la rutina
burguesa aceptada y aceptable, pero también evasiones del sistema de
clases. Cuando el rico burgués desaparecía "en qué emplea su tiempo
durante esas ausencias, nadie lo sabe. Lo seguro es que en esas
escapadas no va a ninguna casa de su relación ni vive entre gente de
su rango" (206). En lo que el médico consideraba recesos momentáneos
de ese proceso social y mental aparecían aparentes reinserciones del
nómade en la sociedad burguesa "se le ve adoptar una conducta
regular, se acomoda a un horario correcto y se hace relativamente
sociable" (206). Pero esta sociabilidad burguesa era la reemplazada
por una vida social distinta, no burguesa, en la que proliferaban
creativamente las ideas, sugestiones y discursos solidarios de apoyo,
protección e inspiración mutuos.

Otra vida social


En los textos de médicos y criminólogos era evidente la preocupa-
ción por la proliferación, visibilidad y acceso aparentemente fácil a la
vida social de la comunidad homosexual, sus reuniones, fiestas y
bailes que, en palabras de Gómez, "periódicamente se organiza [ban]
para estrechar los vínculos de solidaridad" entre maricas,
homosexuales, maricas machos, pederastas pasivos y activos,
seductores, uranistas, admiradores y amigos. La abundancia y va-
riedad de esa vida social se notaba en todos los estudios sobre la
inversión publicados durante el período que examino en este libro. En
el fragmento de la historia de Rosita que he citado antes recordemos
la proliferación exuberante de "fiestas de aparato escénico" y "fiestas
de la escena semi-mundana". Esas reuniones eran consideradas como
medios ideales para la inspiración y aliento de nuevas identidades: "es
allí, en esas fiestas, recibiendo el interesado elogio a sus dotes físicas,
y rozándose con uranistas de toda especie, que [Rosita, por ejemplo]
empezó a recibir las primeras sugestiones en el sentido de su cambio"
(Inversión Adquirida, 203). Además de contribuir al "cambio inicial"
que implicaba el acto de asumir públicamente identidades sexuales
distintas a las de los modelos binarios que trataban desesperadamen-
te de seguir siendo hegemónicos, esas mismas reuniones servían para
consolidar nuevas identidades genéricas y sexuales ya establecidas.
Manón "da rienda suelta a sus sentimientos de invertido, asistiendo a
tertulias y bailes de invertidos, en que junto con otros congéneres

310
desempeña el rol de gran dama" (Inversión Congénita, 46). "Desem-
peñar el rol", adoptar la pose de "gran dama" marcaba esa "impostura
significante" que describió Molloy: "la pose dice que se es algo, pero
decir que se es ese algo es posar, es decir, no serlo" (Política Pose, 134),
copiar o parodiar los modelos genéricos y sexuales tradicionales.
Reuniones, bailes, fiestas y celebraciones incluían ceremonias que
hacían visible el placer y los efectos paródicos, deconstruccionistas o
asimilacionistas, de jugar con la idea del matrimonio, la institución
que Marjorie Garber en este contexto llamó el pilar de las instituciones
normativas heterosexuales (Vested Interests, 141). En ese ambivalente
juego paródico, Aída, la "mujer honesta" que sostenía que "su seductor
tiene que convertirlo en *esposa' para poseerlo" adoptó una estrategia
o una pose asimilacionista y "le exigió [al seductor] que se uniera en
'matrimonio'" (Mujer honesta, 371). Entonces "el acto se realizó con el
aparato convencional de una boda real: ella, vestida de blanco, adornada
la cabeza de azahares; él de frac y guante blanco como si fuera a recibir
la santa unción del sacerdote" (371-372). Esa ceremonia no era
excepcional. Veyga notó que "el 'casamiento' de invertidos sexuales no
es un hecho raro, por cierto, pero esta ceremonia no se realiza ordina-
riamente sino como acto de ostentación escandalosa" (371). La
ceremonia aparentemente asimilacionista era escandalosa porque
cuestionaba la "naturalidad" del "aparato [heterosexual] de una boda"
y hacía pública esa construcción contingente y dramática de significa-
dos que Judith Butler llamó "el género como un estilo corpóreo, un acto
que es al mismo tiempo intencional y performative" (Gender Trouble,
139).

Encuentro de una comunidad


Veyga hizo pasar el movimiento que iba a llevar al rico burgués
hasta una de las tantas reuniones de la cultura homosexual, por un
presunto umbral de la prostitución en una construcción del nomadismo
de la cultura homosexual que servía para reforzar la representación de
esa cultura asociada al submundo del crimen. Así primero "encontramos
a nuestro sujeto convertido en un cliente habitual de los prostíbulos de
su barrio y rodeado de una cohorte de gente de la más baja condición
moral" (Inversión Adquirida, 206). El texto del médico sugería que los
contactos y entradas posibles al mundo y la cultura de homosexuales,
maricas, invertidos y uranistas no estaban restringidos a una zona de
la ciudad económica o socialmente periférica sino diseminados en toda
la urbe metropolitana, incluyendo barrios de las clases más altas como
el de un burgués respetable, de gran fortuna y posición social.

311
En un segundo momento del mismo movimiento: "la ocasión quiso
que sus compañeros de entonces lo llevaran a una fiesta de maricas,
hablándole con estusiasmo de las novedades que allí había de encontrar.
Esa fiesta debía decidir su situación para siempre" (207. Énfasis en el
original). Era por eso que la vida social de ese mundo paralelo, con su
riqueza de posibilidades, imágenes e ideas sugestivas aparecía, junto
con el discurso de una militancia homosexual, como alentadora y
generadora de la inversión y por lo tanto como uno de los objetivos
fundamentales del ataque de médicos y criminólogos que trataron
inútilmente de destruirlo.
La importancia de esa vida social que ayudaba al invertido
alentándolo a reafirmar y defender su derecho a adoptar una identi-
dad sexual distinta era clara en un fragmento en el que, de nuevo, el
uso de comillas indicaban al lector la emergencia de las voces de
maricas, homosexuales e invertidos. En ese primer encuentro del
renegado burgués con los que iban a ser sus compañeros: "el interés
que las damas le produjeron fue inmenso, a punto de sentirse
'enloquecido con sus gracias y sus atractivos*; pero a decir verdad
(según él), no fue un interés de aproximación casual el que
experimentaba, sino de 'simpatía afectiva* y de 'compañerismo' ... el
hecho es que desde esa noche, ligando amistad con gran número de los
asistentes, su medio y su campo de acción fueron esos que se le
acababan de revelar" (207). Enseguida "empezó por escuchar las
confidencias íntimas de los maricas, impregnándose de todos los
detalles de esta vida, y concluyó por entregarse de lleno a la práctica"
(207). Notemos ese principio de un desarrollo que empezaba con la
actitud de "escuchar" un discurso y "concluía" con la entrega "de lleno
a la práctica". Este era el medio ambiente de solidaridad y ayuda
intelectual, emocional y material, económica además de afectiva que
encontraban los hombres que decidían adoptar públicamente
identidades sexuales distintas.
La importancia de esa misma vida social y la noción de que
constituía un peligro para la cultura, llevó a Gómez a describir lo que
él llamó "el sarao de los uranistas":

Hemos asistido a uno de esos bailes. Nuestra débil pluma se resiste a trazar
los rasgos descriptivos de tan extraña fiesta, en la que uno no sabe contra qué
ha de protestar con mayor vehemencia: si contra las imposiciones de un hado
inexorable, de un fatum invencible, que parece haber modelado la fisonomía
moral de los miserables a que venimos aludiendo, o contra esos depravados
también, [seductores, rufianes, sodomitas y lunfardos! que contribuyen con
sus perversiones al desarrollo del vicio, influidos acaso, como los otros, por una

312
extraña fatalidad, o, lo que es más probable, encauzados en la corriente
malsana por el poderoso acicate del interés material, que los induce a asumir
el rol de activos como canfinfleros, en el campo de la prostitución homosexual
(Mala Vida, 192).

En estefi-agmentovemos nuevamente cómo estos discursos trataron


de sustanciar una misma construcción de la cultura homosexual
confundiéndola con el submundo de la prostitución y el crimen.
Ya Veyga había propuesto cinco años antes que "el mundo de los
maricas se encuentra, además, tan íntimamente ligado con el de los
lunfardos y el de la prostitución que bien puede decirse que forma
parte de ambos. En el primero encuentra los elementos más fáciles
para la satisfacción de sus tendencias. E l lunfardo es pederasta de
condición y sabe explotar por las buenas o por las malas al invertido"
(Sentido moral, 28). Veyga primero y Gómez más tarde articularon así
el mundo del lunfardo representado como "pederasta de condición",
"activo", sodomita o "depravado" y el mundo de los invertidos,
"pederastas pasivos" trabajando junto al canfinflero homosexual en
"el campo de la prostitución homosexual". A medida que pasó el
tiempo, notemos cómo en la representación de Gómez no eran tanto los
invertidos, como en los textos de Veyga, sino los lunfardos los que,
movidos por un pragamatismo al que se sumaba un deseo por otro
hombre "contribuyen con sus perversiones al desarrollo del vicio ...
encauzados en la corriente malsana por el poderoso acicate del interés
material, que los induce a asumir el rol de activos como canfinfleros".
Este interés material, sin embargo, no aparecía como un deseo de
acumulación burgués sino motivado por una actitud hedonista de
búsqueda de placer. Junto con el principio de ese proceso de pasaje de
una identidad genérica a otra, representado como un proceso de
degradación que era simultáneamente psicológica y social, apareció
en el rico burgués de Veyga un cambio de actitud fundamental hacia
el dinero, cuando "la tranquilidad del hogar empieza por desagradar-
le, el trato de los amigos le es molesto, [y] su inveterada parsimonia en
materia de dinero se cambia en una prodigalidad alarmante" (Inver-
sión Adquirida, 206). A esa misma prodigalidad, en La bella Otero, el
delirante, se sumaba una ausencia de nociones de propiedad: "carece
del sentimiento de propiedad privada" y como el ex-burgués tranquilo
"distribuye sus entradas entre sus congéneres, sin reparar en la
cantidad que da ni en la persona que recibe" (Inversión profesional,
494).
El que había sido un ejemplo de burgués medido, característico por
"su inveterada parsimonia en materia de dinero" en la representación

313
de Veyga apareció enseguida conformando una familia alternativa,
una contra-familia burguesa, "constituyendo aparte, con un solicitante
activo que encontró, una unión conyugal que duró largo tiempo y que
hizo hablar mucho a sus congéneres por el lujo que gastaba y la
generosidad con que trataba a todas sus relaciones" (Inversión
Adquirida, 207). En esta representación de la inversión adquirida que
era teóricamente una "forma de conducta del individuo" que lo llevaba
"al desarreglo y aun a la delincuencia", y de un estado de militancia a
un presunto estado patológico, al destape, al acto desafiante y valiente
de asumir públicamente una sexualidad distinta, los médicos temerosos
de que se hiciera una costumbre fácil, culturalmente aceptada y
aceptable, trataron de reprimirla representándola como un ataque a
la burguesía que se daba junto con la eclosión de la enfermedad.

El poder creativo de maricas, homosexuales y uranistas


A la "sistematización del delirio" individual, según los médicos
contribuían discursos de gran fuerza creativa que, como en "las
escenas de esta clase" se reproducían sin censura, "sin oír [la gente]
que fueran vituperables". Por eso la necesidad de sanción que promovía
el discurso médico. Pero el mismo Veyga contribuyó a diseminar esos
discursos "delirantes" al publicar en agosto de 1903 la "Autobiografía"
de La bella Otero, una narración que desde el interior del texto
científico lo parodiaba, al mismo tiempo que dejaba artefactos que
documentaron detalles de la cultura homosexual del Buenos Aires de
1903. Pero antes de ver el texto de La bella Otero veamos cómo Veyga
creyó contenerlo publicando antes un estudio titulado "El amor en los
invertidos sexuales" en el que definió una psicología homosexual cuya
mejor expresión era el delirio.
En junio de 1903, tres meses antes de publicar la autobiografía de
Luis D. y para tratar de proveer un marco científico que contuviera la
parodia que hizo La bella Otero, Veyga preparó a sus lectores con una
introducción al tema del delirio de los invertidos. En "El amor en los
invertidos sexuales" el enfrentamiento entre los discursos de médicos
y maricas apareció en la definición del delirio que hizo Veyga. Pero en
esa definición era notable la ambivalencia impotente del médico
frente al poder creativo de las historias de los maricas.
Veyga sentía que los invertidos eran grandes narradores. Lo afirmó
al escribir: "Si por casualidad se ha escuchado contar sus agitaciones
infructuosas, sus desengaños, sus sufrimientos afectivos de todo género,
esta silueta de héroe va transformándose en la imagen del dolor,
tomando el ambiente de vivacidad que antes la envolvía un colorido

314
triste y tierno al mismo tiempo" (333). Esa habilidad para contar era
la misma que Veyga había creído detectar en Aurora, al tomar una
actitud defensiva frente a la producción narrativa siempre presente en
los maricas, la novela simulada "que es el fuerte de todos ellos". Esa
novela ahora tenía un héroe, que en la voz de un buen narrador se
movía en un "ambiente de vivacidad" cambiante de "colorido triste y
tierno al mismo tiempo".
A medida que avanzaba hacia la inclusión de la autobiografía de La
bella Otero el discurso de Veyga se fue agitando en un movimiento
permanente, inquieto frente a este arte de contar historias, como
novelas o historias clínicas, verosímiles y científicas o delirios
alucinados de homosexuales carcomiendo la objetividad del discurso
de los hombres de ciencia desde adentro. Para tratar de domesticar esa
fuerza creativa que sentía abrumadora, Veyga recurrió primero a la
caracterización de una "imaginación" típicamente homosexual y un
"aparato imaginativo que oculta el verdadero grado de la fisonomía del
invertido" (Amor invertidos, 335). En la página siguiente Veyga volvió
a señalar "esa imaginación de que hemos hablado, que es la base y el
armazón de todo el aparato homosexual" (341). Esa imaginación
facilitaba la producción de teóricas ficciones que el médico sentía como
una estrategia defensiva, de ocultamiento de una "identidad", una
"fisonomía", "verdadera", la "identidad" que los hombres de ciencia
trataban desesperadamente de fijar. Michael Bronski ya señaló esta
identificación, característica del período histórico que estamos viendo,
en el que la imaginación homosexual fue concebida como una peligrosa
androginia opuesta a un "naturalismo" y una moral que estaban al
servicio de las convenciones sociales, la "realidad". Bronski señaló que
"quizá el aspecto más importante de ese entretejido de ideas en el
desarrollo de una sensibilidad gay [entre la última década del siglo
diecinueve y la primera del veinte] es el significado de 'imaginación*.
La imaginación, única en cada persona, fue concebida como la raíz del
arte y el yo... La imaginación ilimitada es subversiva no solamente
porque es ante todo de origen sexual, sino porque puede proveer una
visión alternativa del mundo 'real*. Promete la posibilidad de reinventar
estructuras sociales" (Culture Clash. 40).
Pero, alertó Veyga, no se debía confundir a ese ser imaginativo, a
esa identidad simuladora con su ficción de sí misma: "la sinceridad de
su relato es idéntica a la de cualquier otro delirante" (333). Así
aparecía la patología para explicar y definir, controlar la "sinceridad",
la verosimilitud de la ficción y los discursos que producían invertidos
homosexuales y maricas de gran imaginación creativa. Frente a esta

315
definición del delirio el discurso de Veyga presumía la verosimilitud
y lucidez del discurso científico, expuesto sí a las narraciones de los
invertidos, pero un discurso que "en vez de tomar a lo serio su leyenda
la toma por lo que es, es decir, por la invención de un delirante" (333).
Veyga se dio cuenta de la contradicción entre la definición de
personalidades y sexualidades presuntamente pasivas junto a esa
caracterización de una "imaginación base" de una homosexualidad con
un "aparato imaginativo" productor de "relatos" poderosos que se
hacían "leyendas". Entonces tuvo que explicar la paradoja.
El invertido teóricamente "es un ser pasivo como su delirio" (336)
pero ese delirio, que era una proliferación de narrativas desbordantes
de energías creativas, contradecía su presunta pasividad teórica.
Tratando de desviar la posible crítica a su argumento Veyga reafirmó
la misma creatividad que trataba de psicopatear:

No hay más que fijarse un poco en el carácter general que reviste su delirio,
analizar los elementos que predominan en él para comprender todo lo pasivo
que es en sí. Empieza por abrazar un campo inmenso de acción; esa multipli-
cidad de escenas que comporta su historia se pasan en un mundo polimorfo por
no decir que en todos los mundos conocidos por el sujeto y en todas las esferas
sociales (333).

Esa era precisamente la "multiplicidad de escenas" que el mismo


Veyga, como hemos visto, había detallado en descripciones que
abarcaban un "campo inmenso de acción", extendido a "todas las
esferas sociales", que conformaba el complejo "mundo polimorfo" de la
cultura de los maricas del Buenos Aires de 1900.
E l mismo Veyga que alegaba que las narraciones delirantes de los
invertidos cubrían "un campo inmenso de acción" pocos meses antes
había señalado que para sus estudios de la inversión había en Buenos
Aires un "vasto campo de exploración" (Mujer honesta, 368) que él
mismo describió abarcando desde los corredores de la Casa del Gobierno
de la república hasta los espacios más diversificados y específicos del
submundo criminal, desde los barrios de los suburbios hasta el centro
de la ciudad y del centro de la ciudad a los suburbios, del interior de
los espacios privados de las familias de las clases más altas y los
cuartillos más degradados de los burdeles y las pensiones de las clases
inmigrantes más bajas al exterior de los espacios públicos de calles,
plazas, paseos y jardines. E l delirio homosexual aquí parece haber
contaminado el discurso médico.
En "La inversión sexual adquirida—Tipo profesional", el estereotipo
de la desviación que Veyga empezó a definir en la historia de Aurora

316
debía alcanzar su representación más terminada en el otro extremo de
ese espectro al que me referí antes. E n ese continuum o desarrollo
teórico la homosexualidad iba de la utilización consciente (descrita
como militante) de la fantasía y la imaginación al estado de delirio, de
la simulación de la novela que hacían la mayoría de los invertidos al
delirio del simulador que se había creído su propia simulación. Pero
hoy, a fines del siglo veinte, la lectura del texto de L a bella Otero
iluminada con algunos de los estudios de los últimos veinte años sobre
travestismo y estrategias de resistencia homosexual demuestra la
sofisticación de la parodia del texto de Luis D.^*

*^Esta lectura podría demostrar el intento fallido de esta ciencia al tratar


de manipular la evidencia representada por la "autobiografía". S i Veyga no
trató de hacer esa manipulación, la misma lectura demuestra entonces las
dificultades para hacer una evaluación analítica de este psiquiatra considerado
fundador de una psicología argentina. S i bien en este libro he tratado de
concentrarme en la construcción y diseminación de una homosexualidad
argentina, al hacerlo también encontré el principio de una psicología argentina,
sus modelos, estereotipos, fábulas fundacionales y/o narrativas maestras. L a
inversión, la homosexualidad que como estamos viendo era común en la
cultura porteña ("argentina**) del período formative que reviso desapareció de
esa fábula fundacional sumergida en la construcción de "los lunfardos", esos
personajes que, a su vez, desaparecieron y quedaron sumergidos en el nombre
de la lengua m á s idiosincrática de Buenos Aires. Recordemos que "el lunfardo
[el mismo Veyga afirmó que] es pederasta de condición" (Sentido moral, 28).
Pero esa noción de principios del siglo veinte desapareció de las construcciones
, de "los lunfardos" que diseminó el mismo Veyga al echar las bases de una
psicología "nacional". Veyga publicó su primer estudio de "Los lunfardos" en
1903, en ocho p á g i n a s publicadas en el mismo volumen en el que t a m b i é n
aparecieron las dieciséis páginas de su estudio sobre " L a inversión sexual
adquirida". Con los años, los lunfardos sí pasaron al centro mítico de una
identidad porteña pero los invertidos, no obstante su importancia origiHai en
la obra de Veyga, no. No servían para la construcción de una identidad mítica
argentina o porteña "virir. Pero estos textos y sus autores sí e s t á n y deberán
ser estudiados como una base, en el principio de una "psicología" argentina. L a
primera Sociedad de Psicología Argentina fue fundada entre noviembre y
diciembre de 1908: "en la s e s i ó n preparatoria celebrada el 27 de noviembre"
(Documentos fundación, 114) se aprobaron los estatutos. E n "la asamblea
celebrada el 4 de diciembre de 1908 se eligió la siguiente c o m i s i ó n
administrativa: Presidente Dr. Horacio G . Piñero. Vice-presidente: Dr. Carlos
Rodríguez Etchart. Secretario General: Dr. Horacio P. Areco. Secretario de
Sesiones: S r . Victor Mercante. Tesorero Bibliotecario: Dr. Francisco de Veyga.
Director de Publicaciones: Dr. José Ingegnieros" (117). E n esta comisión era
evidente la posición del dúo Veyga-Ingenieros encargado de la producción,

317
Al introducir el texto con la voz de Luis D. (el presunto delirante)
personificando a L a bella Otero, Veyga escribió: "su psicología mórbida,
combinación curiosa de vanidad, mentira e ideas sexuales paranoides,
revélase en la siguiente página, que nos entregó como autobiografía,
junto con los retratos anexos" (Inversión profesional, 494). Notemos el
uso de la jerga científica, "paranoides", con significados no muy claros.
Veyga no usó la clasificación del delirio o el delirante porque sabía que
la alerta perspicacia de sus agudos lectores al leer la "Autobiografía"
lo harían a la luz de su teoría sobre la imaginación delirante de los
homosexuales publicada pocos meses antes. L a evidencia de que el
texto de L a bella Otero fue recibida por la científica audiencia como
Veyga sugería la encontramos en La mala vida de Gómez. Éste al
volver a publicar el mismo texto de L a bella Otero escribió: "la
autobiografía de este invertido, y cualquier profesional l a haría más
o menos parecida, demuestra su psicología mórbida, que, como dice el
doctor Veiga [sic], es una combinación viciosa de vanidad, mentira e
ideas sexuales delirantes'* (Mala vida, 188. Énfasis mío).
L a autobiografía publicada en los Arc/iíi;os en agosto de 1903 debía
servir de evidencia positiva que sustanciara la definición del delirio
que Veyga había hecho en "El amor en los invertidos sexuales", el texto
publicado en \os Archivos en junio de ese mismo año, Pero con el texto
de L a bella Otero nuevamente, y ahora de una forma mucho más
evidente, el discurso homosexual maloqueó el texto científico, se
apropió de su espacio y lo utilizó para —parodiándolo— diseminar un
artefacto valioso de su cultura resistente. E l discurso homosexual,
como sucede frecuentemente, sedujo al científico en otra instancia de
lo que Foucault describió como el "poder que se deja invadir por el
placer al que da caza; y frente al placer que se afirma en el poder de
mostrarse, de escandalizar, o de resistir" (Historia sexualidad, 59). E l
mismo Veyga dejó los rastros de la seducción del hombre de ciencia al
señalar que Luis D. se acercó a él "sin disimular mucho su deseo de

recolección, clasificación y d i s e m i n a c i ó n de discursos (narrativas, fábulas,


delirios) la obra escrita, los textos de esta primera ciencia argentina de la
conducta. E n la primera s e s i ó n de la Sociedad, Veyga leyó una ponencia
titulada "La e n s e ñ a n z a de la psicología". Y la primera comunicación de Veyga
a la Sociedad fue "Los lunfardos", el mismo texto que había sido publicado por
primera vez en los Archivos en 1903, reelaborado con cambios significativos
para ser publicado en el primer tomo de los Anales de Psicología I (1910).

318
figurar como caso clínico en el libro que preparamos sobre los invertidos
sexuales** (Inversión profesional, 494). E s a fue la última frase del
médico en el texto que, a partir de ese momento fue ocupado por la voz
del homosexual. Al final de su "Autobiografía** fue L a bella Otero la
que cerró, con su firma el texto "científico**.
E l libro que prometió Veyga sobre los invertidos sexuales que yo
sepa no se publicó nunca. Y creo que es tan significativo que no se haya
publicado como que Veyga reconociera —en el momento preciso en que
le entregó el espacio del texto al homosexual, al ser seducido— que su
compromiso, conocimiento y fascinación con el tema de la inversión y
la cultura de invertidos, maricas, homosexuales, uranistas, seductores,
admiradores y amigos ya era tan rico,variado y profundo que merecía,
le permitía, lo inspiraba e impulsaba a escribir un libro. Ese libro
Veyga no lo publicó porque después de entregarle el espacio del
discurso al marica, el médico se dio cuenta de que había sido maloqueado
por el mismo discurso que él trataba de destruir. Tomó conciencia de
la importantísima función de preservación, documentación y rescate
que, no obstante su homofobia, habían hecho y estaban haciendo sus
investigaciones sobre la cultura homosexual.
No es casual que con la autobiografía de L a bella Otero el médico
haya publicado tres fotografías, evidente y crudamente retocadas,
deformadas, después de haber publicado una rica colección de once
fotografías de invertidos que practicaban el travestismo, la mejor
colección de fotografías sobre un tema específico publicada por los
Archivos en los once años que duró la dirección de esa publicación por
Ingenieros secundado por Veyga. L a manipulación de las fotos
publicadas por Veyga también la demostró E . Gómez, al publicar una
clara y atrayente foto de L a bella Otero sin retocar. L a publicación de
las fotos de L a bella Otero que hizo Veyga demuestran que en el
momento de la entrega del científico al invertido, también empezó un
intento de divorcio del discurso médico de la figura y la (re)presentación
del travestí, diseminado deformado, estereotipado para evitar la
colaboración con el desarrollo y crecimiento de una "vanidad criminal**
que los médicos y criminólogos habían empezado a descubrir alarmados
en sus sujetos.
E n la segunda mitad de la primera década del siglo veinte los
hombres de ciencia argentinos empezaron a preocuparse por lo que
primero vieron como una actitud de colaboración complaciente de los
presuntos criminales y enfermos sujetos de sus investigaciones. E n
Buenos Aires el tema de la vanidad de los criminales preocupó muy
directamente a estos hombres de ciencia pero demasiado tarde, en

319
1907, cuando ya en los Archivos afortunadamente para nosotros había
quedado bien documentada la diversidad de esa cultura de hombres
que tenían relaciones afectivas y sexuales con otros hombres y que, en
muchos casos, practicaban el travestismo, representaban mujeres y
asumían públicamente una identidad sexual distinta afectando poses,
gestos, actitudes, voces y maneras.
E n 1907 Ingenieros publicó un texto titulado "La vanidad criminal"
donde señaló que "este fenómeno llamó especialmente nuestra atención
al visitar algunas cárceles de Italia" (161). Enseguida Ingenieros
contó la anécdota de un preso que (como L a bella Otero "sin disimular
mucho su deseo de figurar" en un futuro libro de Veyga sobre la
inversión) le pidió "publicar mi retrato en algún diario o libro suyo"
(161). Entonces advirtió que "hay verdaderos Quijotes y Gíranos del
crimen, como los hay del arte de la caballería. Hay una criminalidad
que busca el camino de la gloria; hay una vanidad criminal que mira
al público" (161). Notemos que era un discurso literario el que informaba
este discurso científico que taxonomizaba delirantes como Don Quijote
y simuladores como Cyrano de Bergerac; al mismo tiempo que advertía
—tarde— que el proyecto médico legal podía ser subvertido desde
adentro por comunidades que florecían con la visibilidad que le daban
los estudios y publicaciones de los médicos.

Imaginación de la autobiografía
Veamos ahora la parodia del texto científico en la "Autobiografía"
de L a bella Otero. Títulos como "Inversión sexual congénita", bajo el
que el médico publicó la historia de Manón, o "La inversión sexual
adquirida", para las historias de Aurora, de Rosita y del rico burgués
despersonalizaban las historias individuales, las transformaban en
"casos" en los que desaparecían las personas reales bajo siglas o
iniciales como XX o Luis D. Así en los textos sobre la inversión que
publicó Veyga, como en la mayoría de los estudios de "casos clínicos"
publicados en los ArchivoSy las personas y sus historias quedaban
transformadas en datos, ilustraciones, evidencia científica positiva
que, teóricamente, confirmaban la objetividad de las categorías o
subcategorías de la taxonomía de las desviaciones que se iban
elaborando. E n la estructura que adoptaban esos textos, la historia
clínica específica quedaba enmarcada por una introducción, que incluía
fórmulas como "he aquí, brevemente, los datos clínicos que recogimos
al examinarle" (Inversión congénita, 44) o "después de esta pequeña

320
disgresión previa, entremos en materia. Son tres los tipos que tenemos
a examen** (Inversión Adquirida, 195), etc.
E n seguida seguía la historia clínica de personas reales transfor-
madas en casos, que en los casos de los invertidos mencionaba los
nombres que se daban a sí mismos los maricas y a veces agregaba las
iniciales de sus nombres legales, como en el caso de Luis D./ L a bella
Otero. Bajo la premisa de que la inversión —salvo pocas excepciones—
no era una desviación congénita sino algo adquirido del medio, las
historias clínicas de los invertidos no exploraban posibles genealogías
familiares enfermas sino las historias individuales del desarrollo
sexual de los invertidos. E n teoría los hombres de ciencia podían así
decidir si la desviación era congénita o adquirida. Y para eso debían
averiguar cúando, cómo, con quién y adoptando qué rol, modo o
posición habían sido las primeras experiencias sexuales de los
maricas.*'
Después de la historia "real** que se concentraba en las prácticas
sexuales específicas de un invertido determinado, la conclusión era
importante porque ahí, y a partir del análisis de la evidencia presentada
en la segunda parte, en el centro del texto, en la historia de la vida
sexual del invertido, el hombre de ciencia hacía una especulación
teórica, introducida con fórmulas. Al final de la historia de Manón la
conclusión era que "es un caso típico de inversión sexual congénita"
(Inversión congénita, 46). etc. Pero con la publicación de su
autobiografía, L a bella Otero rompió esta estructura tripartita que
capturaba las voces y experiencias de los homosexuales en el centro
del texto científico, y las enmarcaba y las controlaba con la voz del
médico al principio y al final. L a voz de L a bella Otero reemplazó la voz
del médico y escribió:

^^Al tratar de explicar la incoherencia de las definiciones simultáneas de


homosexualidades congénitas y adquiridas, Veyga escribió "a decir verdad, la
clasificación que se basa en la naturaleza de origen de esta desviación
psicoorgánica es puramente artificial, no existiendo en la clínica un rasgo
determinado que distinga al invertido nato del que se convierte en tal por
cualquier motivo. La influencia que ejerce el sello de origen sobre el sujeto,
consiste únicamente en el modo de aparición de las primeras manifestaciones
y aún en ese mismo fenómeno hay algunas veces tal semejanza de detalles, que
bien pueden identificarse unos con otros" (Inversión adquirida, 193).

321
miañocU 1880, Si^mprm nu ks crmíJo mujer, ^ por

aóo uóo válido eU mujer, caóásn Smvitta ^ tuve doá kijoá, ¿Vivaron tiene 16 añoá

ói^ue la carrera. mitUarenjf^aríá. cjCa niñita tiene 15 ^óe educa en el Sacré-Coeur

de ¿Suenoó ..^ireá, Son muy Lonitoi, pareeuloó a óu papá.

eápoóo muerto y óo^ viuda, .^^ueceá quiero morir, cuando me acuerdo de

él. i3u6carCa loó fóáforoá o elcaríón para matarme, pero eóoó suicidios me parecen

propios de ^ente Laja. Como me ^uótan laá floreé, me parece que Aería delicioso $norÍr

aó^iada por perfumeó,

otraó ocaáioneó me ^uátarCa tomar elkáLita de monja carmelita, por<^ue áo^

devota de .Santa TJereáa de^eóúá, lo miómo que todaá lió misereó ariátocráticaó.

como no óo^ capaz de renunciar a loó placereá del mundo, me quedo en mi caóa a

traLaJar, liaciendo coóturaó y íordadoópara dar a loópoLreó,

una mujer que me ^uáta mucito el placer y por eóo lo acepto Lajo todaá óuá

faóeó, ^l^unoó dicen que por todo eóto óo^ mu^ vicioóa, pero ^o leó lie eócrito el

ói^uiente veróo, i^óelo di^o óiempre a todoó:

2)el/?uen/Retiro a la^^lameda

loó ^uótoó locoá me ven^o a ka cer.

y^uckackoó míoó ténganlo tieóo

que con la mano ^uóto oá daré.

C^onpara^iiitaó ij caócaíeteó

y Itaóta con guante ijo oó laó Laré,

y ói tú quiereá, ckinito mío,

por darte ^uóto la embocaré.

con la Loca uo te Íncom4?do

y por la eópalda me quiereá dar.

322
no Un^aá misJo, clunito mío,

no t^n^optia^uei por tlatráá,

^Si* con ta Loca ^o incomotlo

^ por atráó mm t^uiereá amar,

no tan^aó mia<io, cLínito mío,

^ue pronto muclio vaó a ^ozar.

w ^ / r eótaJo sn^artá, donde Lailáen toA ca^éó-concímrtoá dánJíotm mucka envidia

a otra mujer e^ue uóa mi miámo nomLreparap€iAarpor m£.

l^ucltoá ItomLreájóuenei 6uetmn Aer deácorteAeS conmigo. Pmro ka de áer tie ^anaá

de eátar conmigo, ^^por^uéno to conói^uen?Pori^ue no puedo atenderá todoó mió

adoradoreá,

lijo quiero tener mód lujoA, pueA me kan kecko Au^rir mucko toA dotoreA detparto,

aunque me aAistieron mió ami^aA ^^a^da y tjducía , t^ue no entienden de parlo,

ponqué nunca kan eAtado em.LarazadaA, ponqué eótdn enfermad de toA ouarioA,

Yl^e Auíiju^a poAearporpaterma, porgue etpaóto eó móA eAtimutante para etiamor

í^ue la mullida cama.

Cita eó mi kiótoria, y len^o etkonor de re^atartt at doctor \/e^^a at^unoó retratoA

con mi dedicatoria

cjCa Letta C^ero

(Inversión profesional, 496-497).

Con este texto publicado al final de ""La inversión sexual adquirida


—Tipo profesional", L a bella Otero reemplazó la conclusión del estudio
científico por el número de café-concert que parodiaba el discurso
científico.
L a bella Otero utilizó la estructura tripartita de los casos que
construían los criminólogos, con su introducción, su historia clínica en
el centro y su conclusión. Pero la introducción de L a bella Otero era
una representación paródica de uno de los modelos de mujer argentina
que proponía el discurso hegemónico: una madre de una presunta

323
aristocracia católica, devota, que no obstante su viudez se mantenía
dentro de las normas que exigía la respetabilidad burguesa y trabajaba
dentro de la casa no por un salario y compitiendo con los hombres en
el mercado de trabajo sino para beneficio de los pobres.
E n el centro del texto, donde debía estar la historia con la evidencia
que documentaba la "verdad" del discurso científico, la matrona
aristocrática de la introducción, con un corte violento, subrayado por
cambios de género y de espacios, se transformó en un invertido
moviéndose con los flujos de la deriva homosexual.
E n los espacios públicos de ese afuera opuesto al adentro de la
privacidad burguesa de la matrona anterior, el nuevo personaje entre-
gado a los "gustos locos", deseos que los médicos homologaban con una
locura, practicaba fellatio y masturbaba a otros hombres o adoptando
una posición receptiva exhibía desafiante y orgulloso, en un centro del
poema y de su texto, el esfínter en el que según los mismos médicos
estaba la marca física que servía para identificar, para leer en el
cuerpo, la identidad del pederasta pasivo.
Después del poema en el que la verdad de las prácticas sexuales
homosexuales parodiaba la "verdad" de las historias clínicas de los
médicos, L a bella Otero —como el travestí que en medio del acto
transformista se había quitado y se volvía a poner la peluca que
dividía y confundía identidades genéricas (gesto como el de cambiar el
tono agudo de la voz y hacerla de tono muy bajo o mostrar el vello del
pecho o los brazos que recordaban al público que el género era una
construcción artificial, dramática, de entonaciones, ademanes y
vestidos)^^— volvió a adoptar en su conclusión la voz de una mujer pero
entonces para presentarse con la voz de su homónima, que era una
famosa actriz de los escenarios internacionales, conocida de América
a Europa por la notoriedad de su vida escandalosa. E n Buenos Aires
nos cuenta las historiadoras que describieron la inauguración de "El
Nacional", el teatro de revistas más clásico de Buenos Aires, señalaron
que "en agosto de ese mismo año —1906— debutó allí la famosa

^^Ver el análisis del acto del travestí transformista que hizo E . Newton en
Mother Camp, pp.36-41. Gómez en su reescritura del texto de L a bella Otero
borró el poema que en el texto que publicó Veyga aparecía centralmente. Con
ese borrón del gesto del travestí que se sacaba la peluca simbólicamente y
demostraba que era un marica habitué de la deriva homosexual del Buenos
Aires del período, el criminólogo intentó hacer pasar la "autobiografía" por un
"delirio" del hombre que creía ser alternativa e incoherentemente una viuda
aristocrática o una diva de los escenarios del café-concert.

324
Carolina Otero, L a bella Otero, una diva cuyos pecados sobresaltaban
a Buenos Aires** ( E l Nacional, 64). Pero tres años antes del debut de
Carolina Otero en Buenos Aires, Luis D. publicó, gracias a Veyga, su
representación de la diva escandalosa hombre/mujer/lesbiana/
invertido jugando con los significados, valores y contravalores de
categorías y construcciones científicas que fuera de contexto se hacían
obscenas.
L a adopción del nombre y la voz de la diva de café-concert no eran
inconsecuentes. Ella no sólo encarnaba un rechazo de las mejores
normas de la respetabilidad burguesa. Su arte significaba formas de
expresión artística y espacios que habían sido reiteradamente identi-
ficados como especialmente peligrosos por los médicos y criminólogos
argentinos. E n esos espacios creativos emergían formas dramáticas
que rompían con las jerarquías implícitas en los espacios y las categorías
de escenario, actor, público y platea del teatro tradicional. E n el café-
concert, un espacio que en el Buenos Aires de entre siglos frecuente-
mente era, o era concebido, adyacente a los espacios de la prostitución,
el control que imponía a la lengua la respetabilidad burguesa se
relajaba en un humor que no censuraba lo soez.
Belisario Montero en un artículo publicado en 1904, "Delitos
contra la moralidad pública en la producción artística y literaria",
creyó descubrir una "perversión pornográfica que se oculta bajo la
pretendida poesía de las canciones de café-concert" (288). E n el texto
de L a bella Otero la lírica del poema representaba la canción en la que
se trataba de controlar la perversión de un discurso que para los
criminólogos simulaba un discurso literario, una "pretendida poesía"
que proliferaba y circulaba cuestionando nociones preconcebidas de
respetabilidad y moralidad en representaciones dramáticas efímeras.
E n el aquí y ahora de los números del café-concert —cada representación
variaba con la circunstancia y los públicos de las distintas funciones—
colaboraban actores y público para producir representaciones y diálogos
transitorios imposibles de fijar: producciones culturales de espacios
intermedios, fluidos como sus discursos, comunicaciones de mundos y
poblaciones visibles con los submundos reticulares e invisibles de la
p r o s t i t u c i ó n , los pequeños ladrones, las mujeres y hombres
periódicamente desempleados y los activistas argentinos e inmigrantes.
E n "Los auxiliares del vicio y el delito", texto en el que investigó
una zona gris de personas que se movían entre mundos y espacios
legales e ilegales, que separaban y comunicaban poblaciones visibles
y poblaciones inmersas en una "cloaca que recibe toda la inmundicia
humana, [pero que] también en cambio, son el receptáculo adonde

325
converge todo el dinero" (298), Veyga identificó al "director de café
concert" (289) como uno de los eslabones articulantes de "una cadena
estrecha en que los eslabones son idénticos" (296), visibles e invisibles
"como muchos otros industriales que flotan en la sociedad y que, bajo
apariencias menos visibles que las de éstos, revisten tendencias
criminosas mucho más pronunciadas" (293). Para promover la censura
de "la pretendida poesía de las canciones de café-concert" Veyga con
tono de crítico liberal sugirió que "se muestra un rigorismo de
inquisición con la producción teatral original, pero nadie tiene por
dañoso el café concierto" (293). Así se definía y diferenciaba una
producción cultural teatral "original", que significaba legal, controla-
da y controlable, distinta de las producciones dramáticas circuns-
tanciales y efímeras del café-concert en el que no había un texto fijo,
un libreto que pudiera ser censurado.
E n ese medio artístico de textos circunstanciales, la flexibilidad
creativa favorecía la plasticidad de personajes y formas dramáticas de
sexos, sexualidades y géneros, identidades y clases sociales, mundos
y submundos indefinidos y cambiantes: los hombres representaban
mujeres y las mujeres hombres, viudas aristocráticas de clase alta se
transformaban en homosexuales y "profesionales" de clase baja que
simulaban ser damas burguesas y eran divas de "la escena demi-
mundana". L a bella Otero "sale poco de su casa y, por lo general, en
carruaje, para evitar incidentes callejeros molestos que le sería
imposible esquivar, dada su relativa notoriedad entre los aficionados
al género" (Inversión profesional, 494). Luis D,, que era —y a la vez
parodiaba— a "una diva cuyos pecados sobresaltaban a Buenos Aires"
en el texto "científico" parodió a una mujer de la oligarquía católica
que al quitarse la peluca se hacía invertido, habitué de los circuitos de
la deriva homosexual. Y al volver a ponérsela se agregaba, a la
incongruencia de la confusión entre los personajes anteriores, la
transformación de la viuda católica en una probable lesbiana.
Recordemos que en el discurso de los médicos y criminólogos la diva de
café-concert fue también representada como uno de los estereotipos de
la lesbiana que vimos en la actriz del Moulin Rouge en el texto de B.
Etchepare.''^

''^Junto con la temida voracidad de la mujer transferida y exacerbada en la


actriz de café-concert, B. Etchepare, que también era Profesor de la Facultad
de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, t a m b i é n usó para describir a
la lesbiana y actriz de café-concierto la misma explicación de los activistas
homosexuales que, como vimos, se transformó en paradigma del discurso

326
E n el texto de L a bella Otero la maternidad y la posibilidad de tener
hijos emergió haciendo aflorar una de las fantasías de hombres que
envidian la posibilidad de la mujer de dar vida reproduciendo otro
cuerpo dentro de su cuerpo, lo que Auerbach, citando a Karen Horney
llamó "envidia del útero" (Women Demon,31). Además de representar
a L a bella Otero inserto en una comunidad de excluidos solidaria, la
imagen del invertido también la hacía única: una niña que había
tenido dos hijos, a diferencia de sus "amigas 'Magda' y *Lucía\
L a voz de L a bella Otero dio fechas y edades precisas de las que se
deducía que, nacida en 1880, en 1903 a los veintitrés años, tenía dos
hijos de quince y dieciséis años que, por lo tanto, habían nacido cuando
ella tenía siete y ocho años respectivamente. Lo absurdo mantenía al
discurso en el campo de la ficción paródica al mismo tiempo que
representaba a la devota madre viuda católica con una historia sexual
precoz.
De acuerdo con el modelo de la familia burguesa patriarcal, los
hijos constituían la pareja tradicional compuesta por un hijo mayor y
una hija menor mujer. E n ese remedo de la familia de inmigrantes
enriquecidos y aburguesados cuyos descendientes se nacionalizaban
(recordemos que la viuda del texto de L a bella Otero dijo haber nacido
en Sevilla), la primera generación de hijos debían conformar, junto con
los descendientes de la clase patricia, una nueva clase alta muchos de
cuyos líderes eran, como Veyga, militares entrenados en Europa. Por
eso el hijo varón "sigue la carrera militar [pero no en Berlín sino] en
París". L a capital francesa era más elegante y culturalmente cercana
que la capital del imperio alemán. Para completar la imagen de la
progenie argentina burguesa ideal la hija mujer, cerca del ojo vigilante
de la familia y como sus compañeras de clase social, iba al Colegio del
Sagrado Corazón, no obstante los peligros que habían identificado los
criminólogos y burócratas de clase media en los internados educativos
de las clases altas.
E n el centro del texto, L a bella Otero reemplaza y parodia la
"verdad" de la historia clínica documentando la verdad de algunas
prácticas (homo)sexuales del período. L a bella Otero marcó la transición

científico, y propuso que la mujer de su historia era "en cierto modo la


realización de la frase consagrada: un cerebro de hombre en un cuerpo de
mujer" (Desequilibrio mental, 729). Ésto se puede leer como otra incursión del
discurso de los homosexuales militantes en el discurso de los médicos y
criminólogos.

327
de la introducción a la historia clínica con un cambio de voz —y de
género—: de un parlamento hablado a una canción del número de café-
concert, de la prosa a la poesía. L a voz de la "Autobiografía" marcó esa
transición de género y de la descripción de los vicios de una católica
viuda aristocrática y alegre al detalle de "abyectas" prácticas sexuales,
al anunciar una amplitud de su noción de placer: "lo acepto bajo todas
sus fases. Algunos dicen que por todo esto soy muy viciosa, pero yo les
he escrito el siguiente verso". A diferencia del género de la viuda
burguesa, el lector no reconocía fácilmente el género del hablante del
poema a menos que iluminara el texto con el discurso científico sobre
la inversión. Entonces se hacía evidente que el hablante lírico del
texto de L a bella Otero era un invertido que además de practicar el
travestismo, también era devoto de la pederastía pasiva.
E n el primer verso del poema, transitando "Del Buen Retiro a la
Alameda", la voz de L a bella Otero describió el movimiento de la deriva
desde la Plaza San Martín a la Casa de Gobierno. E n los flujos y
reflujos que corrían paralelos a la costa del río, entre la recova y los
jardines del Paseo de Julio, se confundían gente, mercaderías, nacio-
nalidades, géneros, sexos y deseos. Siguiendo la costa hacia el norte,
la deriva se extendía en la ciudad, como en el texto de L a bella Otero
que de la recova lo amplió desde la zona del puerto hasta los jardines
de "Palermo, porque el pasto es más estimulante que el amor". Hacia
el sur, la deriva todavía paralela a la costa del río se ramificaba
derramándose por las calles del barrio de la Boca. José Sebastian
Tallón en un libro admirado por Borges, al hacer la historia de "El
tango en la Boca. Un barrio de multitudes ebrias y lupanares. L a
aparición sensacional de las primeras orquestas típicas criollas" recordó
que "hasta el amanecer no se daban tregua los musiqueros. Y los
homosexuales, y las escenas droláticas y grotescas. Un pariente mío
que vivió en L a Boca antes del año 10 tiene, con otros muchos, el
recuerdo" (Música prohibida, 68), Significativamente en el libro de
Tallón al desaparecer los musiqueros anónimos y los homosexuales de
la guardia vieja del tango que fue el producto cultural de ese medio
carnavalesco y vital original, "cuando la boca se vio libre de los
demonios intrusos y quiso dar, por fin lo que realmente era suyo,
surgió Filiberto" (Música prohibida, 70), surgió el primer tango
comercialj de autores y letras conocidas, publicadas, censurables y por
lo tanto respetables.
E n las historias del tango original los homosexuales fueron
despareciendo a medida que el tango era apropiado por la respetabi-
lidad burguesa que nacionalizó la música prohibida. Pero en textos

328
contemporáneos de esa primera generación de tangos de respetabilidad
comercial, como en Los invertidos, la obra de José González Castillo
estrenada en 1914, los movimientos de la deriva homosexual que
describió L a bella Otero en 1903, en vez de desaparecer, se extendieron
perpendiculares a la costa del río, hacia el este, por el interior de la
ciudad. E incorporarse a la deriva significaba asumir públicamente
una identidad sexual distinta. Uno de los personajes de la obra de
Castillo señaló la diferencia entre los homosexuales tapados, que
usaban máscara, y los que después de asumir públicamente una
identidad sexual homosexual se la sacaban y se integraban a la deriva
que se movía por la ciudad. Al señalar al protagonista de la obra, el
médico criminólogo invertido que trataba de mantener visos de
respetabilidad burguesa, otro invertido exclamó; "('Hipócrita! ,.. No
hace más que andar disimulando con su aspecto de sabio en conserva
una cosa que todo el mundo sabe ... ¡Rico tipo el Flórez ese! Yo ya hace
tiempo que 'tiré la chancleta!". A lo que otro homosexual le contestó
explicando que el médico no se dejaba llevar por la deriva porque "es
un individuo de posición social, de vinculaciones, casado, con hijos ...
¿Qué querés? ... ¿Que ande como vos por la plaza Mazzini o los kioscos
de la calle Callao, buscando aventuras" (Los invertidos, 30). Las
"aventuras" eran las prácticas sexuales que describió L a bella Otero
en su "Autobiografía".
"Con la mano gusto os daré" dijo ofreciéndose a masturbar a sus
compañeros de deriva: "Con paragüitas y cascabeles / y hasta con
guante" eran formas de masturbación subrepticias o encubiertas más
adaptadas a los espacios públicos. Mario Escobar, el profesor de la
Policía Federal de Buenos Aires, explicó que "paragüita (Lunf.[ardo,
era un] tipo de masturbación masculina" (Diccionario Hampa 247)
practicada sobre el pene erecto, "tieso", que permanecía adentro de los
pantalones que al cubrirlo hacían lo que la lengua popular llamaba
"una carpa".
"Y si tú quieres chinito mío, / por darte gusto la embocaré" decía,
prometiendo también practicar fellatio. Pero "si con la boca yo te
incomodo / y por la espalda me quieres dar" agregaba ofreciéndose a
adoptar una posición receptiva, "no tengas miedo, chinito mío, / no
tengo pliegues ya por detrás". Con ese verso L a bella Otero concluyó su
poema. Los cuatro versos siguientes eran simplemente un estribillo
que reemplazaba la forma "me quieres dar" con la forma "me quieres
amar" y la falta de pliegues con el "gozar" del último verso.
Sin duda el verso que más chocaba al lector era el que describía esa
"falta de pliegues" en el esfínter. No era casual. E n esa expresión L a

329
bella Otero recogió el discurso de los hombres de ciencia, se apropió de
una de sus expresiones más específicas y con un gesto desafiante, que
demostraba la violencia de una guerra de discursos, se lo tiró a la cara
a los científicos y lectores de los Arc/i¿i;os. E l gesto revertía el significado
de la expresión al utilizarla para identificarse públicamente como el
hombre más estigmatizado por la cultura y el discurso científico
patriarcal, marica pasiva. Según Esther Newton sólo al abrazar
completamente el estigma uno puede neutralizarlo y hacerlo risible.
Newton explicó que en este sistema de significados producidos mediante
el juego dramático de contrastes aparentemente incongruentes, de
transformaciones y yuxtaposiciones de lo alto y lo bajo, lo sagrado y lo
profano, cuerpo y vestido, apariencias y "esencias", el enemigo es el
que quiere disociarse del estigma. E l que como L a bella Otero abraza
el estigma dice: "Yo no soy el opresor" (Mother Camp, 111).
Ambroise Tardieu, uno de los maestros de la medicina legal francesa
en la segunda mitad del siglo diecinueve, fue quien propuso la noción
de que el hombre que en una relación sexual con otro hombre adoptaba
la posición receptiva "no tenía pliegues" en el esfínter. Eduardo Wilde
en sus Apuntes para un tratado dejurisprudencia médica, que eran sus
apuntes para sus clases de medicina legal de 1877, escribió "Pederastía
y sodomía. Tardieu —histórico— Grecia y el toro". Y como "hábitos
pasivos signos" notó ante todo "in fundibulum-falta de pliegues"
(Obras completas, 127). J . Ludmer, al teorizar una guerra de discursos,
explicó que "hay guerra cuando los enemigos se arrojan el mismo
contravalor con dos sentidos diferentes" (Género gauchesco, 175). E n
el poema de L a bella Otero el valor y el contravalor jugados eran esa
virginidad del ano del hombre que unos preservaban como el valor más
sagrado y que otros rechazaban rebelándose contra las prescripciones
patriarcales e higiénicas burguesas que lo proscribían como centro
deseado y deseante del cuerpo del hombre.

Práctica cultural de la fotografía


E n la última frase de su texto L a bella Otero escribió: "Esta es mi
historia, y tengo el honor de regalarle al doctor Veyga algunos retratos
con mi dedicatoria". Esas fotos fueron publicadas en tamaño notable-
mente reducido y retocadas para deformar las imágenes que, así,
aparecían acartonadas, transformadas en caricaturas del afemina-
miento. Molloy señaló que en Francia, donde Veyga se especializó en
medicina legal, "los fotógrafos de ciertas patologías retocaban a sus
sujetos para visibilizar la enfermedad" (Política Pose, 130). Pero antes
de publicar esas imágenes de L a bella Otero deformadas para hacer

330
visible "la patología", Veyga ya había publicado una serie de once
fotografías de Manón, Aída, Aurora y Rosita; varias ocupaban casi
toda la página de los Archivos, Gómez en su libro publicó cuatro fotos
más, entre las que se cuenta una de L a bella Otero que se puede
comparar con las imágenes de ella que publicó Veyga. E n un número
de junio de 1912 de la revista Fray Mocho aparecieron reproducidas,
además, catorce fotografías de hombres que practicaban el travestismo
bajo el rótulo de "ladrones vestidos de mujer". Como veremos, fue así
—como ladrones disfrazados— como los discursos hegemónicos, después
de la criminalización de los invertidos, quisieron borrar a los maricas,
homosexuales y travestís del imaginario cultural confundiéndolas en
la construcción del lunfardo.
Veyga también mencionó las fotografías de L a bella Otero al
referirse al texto "que nos entregó [ésta] como autobiografía, junto con
los retratos anexos". L a insistencia demuestra el interés que puso Luis
D. en la publicación de las fotos. Aquí también sugiero que los
homosexuales de Buenos Aires copiaron una práctica similar entre sus
contemporáneos militantes alemanes. Lo admirable era, nuevamente,
que mientras los militantes homosexuales de los grupos de Hirschfeld
y Friedenlánder tenían publicaciones propias, como el Anuario, los
maricas argentinos no obstante no estar organizados en grupos de
manifiesta acción política ni tener órganos de publicación especializa-
dos, sí lograron documentar su práctica del travestismo y para hacerlo
utilizaron las publicaciones de los mismos médicos y criminólogos que
trataron de hacer desaparecer su cultura. E s a práctica combinada del
travestismo y la fotografía sirvió, a su vez, para terminar de socavar
el sistema de identificación de los criminales reincidentes basado
principalmente en la fotografía.
E n 1903 Herman von Teschenberg, otro de los líderes del Comité
Humanitario que presidía Hirschfeld, mandó a los editores del Anua-
rio una fotografía suya representando una seductora mujer de la
nobleza prusiana. Sólo al leerla leyenda al pie de la foto, el lector caía
en el abismo que se abría entre el signo mujer y el referente hombre.
E n la leyenda al pie de la foto Von Teschenberg escribió: "porque estoy
totalmente convencido de la justicia e importancia de su empresa, no
por vanidad u otros motivos egoístas, le mando este retrato, que revela
mi verdadera naturaleza, poniéndolo a su disposición para publicación
en el Anuario junto con mi nombre. Herman von Teschenberg". (Early
Homosexual, 24). Desde 1899 el Anuario había empezado a publicar
fotos, como la de Rosa von Braunschweig representando un hombre en
uniforme de gala (Early Homosexual, 17). Esas fotografías eran explo-

331
sivas porque demostraban que, como señalaron E . Newton, M. Garber
y J . Butler, los roles y comportamientos sexuales no eran una esencia
sino una apariencia que podía ser manipulada (Vested Interest, 151).
Refiriéndose a esa compleja y a veces sutil forma de manipulación
de la apariencia que es la pose —una forma de (re)presentar frente a
la cámara que, en la fotografía finisecular recurría con frecuencia a
todo tipo de elementos escenográficos para enmarcarla— MoUoy
propuso verla "como gesto decisivo en la política cultural de la
Hispanoamérica de fines del siglo diecinueve". Molloy señaló
especialmente "la fuerza desestabilizadora de la pose, fuerza que hace
de ella un gesto político" (Política Pose, 129). Este gesto político
implícito en la práctica de la fotografía que hacían los travestís de
Buenos Aires cuestionó y contribuyó a desbaratar toda una línea de
pensamiento e investigación científica que en la segunda mitad del
siglo diecinueve había realizado avances espectaculares gracias a las
distintas tecnologías de identificación visual que aspiraban a revelar
ocultas verdades interiores, como esa psicología teóricamente visible
en los rasgos de los tipos lombrosianos.
L a identificación visual fue uno de los pilares de los avances
científicos más importantes de la segunda mitad del siglo diecinueve.
Recordemos que entre 1875 y 1885, en laboratorios como los de Lister
y Pasteur la observación a través del microscopio permitió identificar
y describir microbios y bacterias, notando en qué medios sobrevivían
o proliferaban, cómo se reproducían y cómo se organizaban. E s a forma
de identificación y observación visual hizo posible la detección temprana
y el control de las temibles epidemias, además de permitir los experi-
mentos con microorganismos que, después de ser cultivados en
condiciones especiales para que perdieran su virulencia, se convertían
en vacunas. A esas condiciones especiales creadas y vigiladas en los
laboratorios los higienistas las llamaban "culturas".
Emilio Coni en sus Memorias de un médico higienista asoció
directamente la ausencia de laboratorios y el uso infrecuente del
microscopio con el pasado de una medicina impotente frente al mal
invisible de las infecciones. Al recordar sus años de estudiante en un
hospital "que era en realidad una verdadera necrópolis" (68), donde los

^*^En un texto publicado en 1895 en los Anales del Departamento Nacional


de Higiene, por ejemplo, leemos "la substancia capaz de desarrollar la fiebre
infecciosa que puede referirse a l a existencia de focos de bacterias en el cuerpo,
se obtiene por medio de culturas de algunas semanas, bien desarrolladas en
medios líquidos" (Investigaciones fiebres, 64).

332
enfermos morían de "infección purulenta, infección pútrida, [o]
gangrena hospitalaria, etc. que la cirugía moderna ha logrado hacer
desaparecer del cuadro nosológico, merced a los progresos de la
bacteriología" (72); Coni señaló que a fines de la década de 1870, en un
importante hospital de Buenos Aires, "el mismo microscopio era
apenas usado** (69).
A partir de 1885 se empezó a producir y a aplicar la vacuna
antirrábica y se aislaron en sucesión rápida los microorganismos
responsables por las infecciones de la difteria, la tuberculosis, la
fiebre tifoidea, la lepra, la peste bubónica, la fiebre amarilla, y otras
bacterias que diezmaban las poblaciones de las nuevas urbes del siglo
diecinueve. Y fue gracias al microscopio que los higienistas hicieron
visible el mal invisible, empezaron por identificar los distintos
microorganismos infecciosos, les dieron un nombre primero y
manipularon sus "culturas" después, hasta producir las vacunas que
impedían la reproducción epidémica de las enfermedades. Antonio
Piñero, otro higienista argentino, en 1892 escribió:

Las epidemias no tienen el sentido terrorífico de otros tiempos —desapareció


el quid ignotum, quedando en su lugar el perfecto conocimiento de las causas
que las determinan, a la vez que de los medios de combatirlas. Nadie, ni los
espíritus más retardatarios, pueden dudar actualmente que las enfermedades
contagiosas y transmisibles son producidas por un germen material, un
microbio que puede aislarse y ponerse en el campo del microscopio a la
disposición del que quiera tener a gusto conocerle. [Nadie puede dudar q]ue
dichos gérmenes pueden cultivarse experimentalmente, cambiar sus formas,
sus funciones y sus modos de reproducción, fijar estos cambios por la herencia,
crear razas nuevas de microbios y finalmente, destruir su virulencia
(Corporación Sanitaria, 285).

Piñero, como Coni, distinguió claramente un pasado de epidemias


sentidas como episodios apocalípticos durante los que el origen del
mal, el quid ignotum, "lo ignorado" reinaba desconocido y funesto,
invisible, inmaterial y mortal. Gracias a la mirada microscópica esa
ignorancia se hizo un "perfecto conocimiento** cuya evidencia material,
científica, positiva era la "verdad** de la imagen del microorganismo
capturado en el campo visual del microscopio. E l humor irónico de
Piñero expresó el cambio de relación de los hombres de ciencia frente
al mal, poderoso y temible si ignorado e invisible, que al ser capturado
bajo la lente de la observación visual se antropomorfizaba y a partir de
ese momento, obligado, quedaba identificado "a la disposición del que
quiera tener a gusto conocerle**. L a identificación del mal hacía posible

333
la manipulación de su "cultura". No sólo cambiar "sus formas, sus
funciones y sus modos de reproducción" sino también "fijar estos
cambios por la herencia" y "crear razas nuevas", vacunas, nuevas
"culturas" de las que se habían eliminado las características indeseables
o temibles anteriores. Esta retórica que concebía las culturas como
cuerpos (MoUoy, Política pose, 129) pasó de la higiene a las nuevas
ciencias sociales y ciencias de la conducta cuando los higienistas se
transformaron en sociólogos, demógrafos y criminólogos que estudiaban
las dinámicas y los agentes de males sociales, psicológicos y
morales.
Recordemos que higienistas de fines del siglo diecinueve, como J .
M. Ramos Mejía, E . Coni o el mismo Veyga, hicieron posible la
modernización liberal argentina lanzada definitivamente a partir de
1880. Modernización entonces significaba atracción de poblaciones de
inmigrantes y control de las epidemias que podían diezmarlos. Pero
cuando las epidemias fueron puestas bajo control y se consiguió
estabilizar el crecimiento de las culturas de inmigrantes en el nuevo
país, esos higienistas fueron los mismos hombres de ciencia que se
transformaron en demógrafos, sociólogos y criminólogos encargados
de preservar y mejorar las poblaciones y culturas que —al reproducirse
en medios, espacios, instituciones controlados— se debían hacer
"nacionales". Pero la identificación y observación visual que había
hecho posible una revolución higiénica sin precedentes, especialmen-
te en Argentina, no sirvió para detectar a los activistas, anarquistas,
socialistas, feministas, homosexuales o maricas travestidos, los nuevos
gérmenes patógenos, propagadores de las epidemias sociales más
temidas por los médicos y criminólogos encargados de organizar y
reformar identidades para las ciudadanías nacionales viriles y
burguesas.
E n un principio estos hombres de ciencia creyeron que la misma
observación vidual que había hecho posible la identificación de
microorganismos patógenos haría posible la identificación de las
personas agentes de males sociales mediante el uso de la fotografía;
pero enseguida se dieron cuenta de que la posibilidad de manipular
una exterioridad, por medio de poses, gestos y vestidos, era una
resistencia poderosa al proceso de identificación fotográfica.
L a búsqueda de un sistema infalible, "científico", de identificación
de los llamados criminales habituales o reincidentes, la llamada
"cuestión de identidad" fue una preocupación central de las nuevas
ciencias sociales finiseculares. Preocupó por igual a especialistas
americanos y europeos. Félix Pacheco, director de la oficina de identi-

334
fícación de criminales de Río de Janeiro, en un texto publicado en 1903
escribió: "Ernesto Qúesada, [Juez de los Tribunales] de Buenos Aires,
define perfectamente la íntima relación del problema de la
identificación con el derecho penal, repitiendo las palabras de Coutagne:
*la cuestión de identidad domina toda la instrucción criminal*"
(Identificación Delincuentes, 227).
Fernando Ortíz, el antropólogo y criminólogo cubano que con el
correr de los años se transformó en el pensador de la identidad del
tabaco y el azúcar, en su primer libro, titulado La identificación
dactiloscópica y publicado en L a Habana en 1913, sumó su voz a la de
los criminólogos argentinos y brasileños al afirmar que "como ha dicho
Coutagne, *La cuestión de la identidad, domina toda la instrucción
criminar" (6). Poco más abajo Ortíz agregó: "para la vida social, que
es la vida del derecho unos [los no criminales] necesitan asegurar su
propia personalidad, otros [los criminales] necesitan perderla; y la
sociedad se interesa en garantizar el deseo de los primeros, en impedir
el fraude de los segundos, [y] en fijar permanentemente la personali-
dad de cada cual" (2. Énfasis mío). Hasta 1891 el sistema utilizado
para "fijar la personalidad" o identificar a las personas dictaminadas
criminales reincidentes fue la antropometría, creación del criminólogo
francés Alphonse Bertillon que en 1885 la presentó con gran éxito en
el Primer Congreso Internacional de Antropología Criminal reunido
en Roma.
Ese sistema, conocido también como "bertillonaje", constaba de
tres partes: la medición del esqueleto de la persona identificada, la
notación de marcas particulares de su cuerpo, y la fotografía que era
la técnica de identificación clave del sistema. Pedro Barros Ovalle, un
criminólogo chileno, en su Manual de antropometría criminal publicado
en Santiago en 1900 señaló que "la fotografía es el complemento
indispensable en la identificación criminal" (38). Pero a principios del
siglo veinte los criminólogos descubrieron que la fotografía, lejos de
revelar una esencia natural, sólo hacía visible una performance o una
forma de representación. Ortíz escribió:

...bien pronto, apenas se realizó su descubrimiento, se comprendió la gran


importancia que para la identificación tendría la fotografía ... pero llegó bien
pronto también la desilusión ... los delincuentes, por su parte, comprendieron
también el peligro que corrían y supieron desfigurar su fisonomía, modificando
su barba o su bigote, haciéndose cicatrices en la cara, contrayendo ésta en el
momento de la fotografía, etc. (10-12).

L a creatividad popular desde los dos lados del lente de la cámara

335
fotográfica utilizó la nueva tecnología diseminando una gran variedad
de usos y significados posibles de las imágenes fotográficas.
L a fotografía que conseguía establecer un contacto visual entre
familiares separados por océanos fue una de las tecnologías más
populares de fines del siglo pasado y su uso en Buenos Aires se
extendió con la inmigración. L a nueva tecnología, cuyo costo se fue
reduciendo y popularizando al mismo tiempo, permitía fijar la imagen
visual que transfomada en un objeto liviano podía ser enviada del
mismo modo que una carta postal. Así establecieron o mantuvieron un
contacto visual muchas familias de inmigrantes. Madres, padres e
hijos se veían crecer y envejecer a la distancia. Nietos y abuelos,
padres e hijos políticos, se conocían por primera vez.
E n una carta a sus padres fechada el 9 de Julio de 1904 Orestes
Sola escribió:

Le he mandado dos de mis retratos —tomados con una cámara —en la


oficina con mis dos compañeros de trabajo. No creo que las hayan recibido, ni
la carta que las acompaña porque no me han dicho nada sobre eso. Retratos de
ustedes, tengo ese tan lindo de Narcisa, al que he hecho poner un marco
elegante y al que ahora guardo como una memoria especial; los pequeños de
Papa y Mamá, pero gradualmente se van desvaneciendo; uno de Abele que está
más o menos igual y otro, el primero que recibí de ustedes (One Family, 58.
Traducción mía).

Con el tiempo las fotografías se iban desvaneciendo como pequeñas


memorias y debían ser reemplazadas para actualizar los cambios. Por
eso desde que llegó a Buenos Aires en 1900, Orestes Sola empezó un
intercambio perseverante de fotografías con sus padres y sus hermanos
que habían quedado en Italia. L a historia de ese intercambio docu-
mentado en la correspondencia epistolar de esta familia de clase
media baja ítalo-argentina dejó una buena constancia de la difusión y
el estado técnico de la fotografía en el Buenos Aires de la primera
década del siglo veinte.
De l a carta de Sola de 1904 podemos deducir que entonces, en
Buenos Aires una persona, usando una cámara personal en una
oficina privada, podía hacer una fotografía. Una segunda opción quizá
era más común y accesible a las clases bajas y medias bajas, e
implicaba el trabajo de un fotógrafo profesional con todos los riesgos
y alternativas de una operación comercial de cierta complejidad. E n
agosto de 1904, Sola volvió a escribir a su familia: "les quería mandar
mi foto. Pero el fotógrafo, muy endeudado, dijo adiós a su negocio y
desapareció. Una buena recompensa al que lo encuentre. Así que me
quedé con el retrato que está todavía en el negativo de vidrio y será,

336
quizá, vendido en remate junto con mil otros" (One family, 60-61.
Traducción mía). Los negativos de vidrio generalmente quedaban
como propiedad del fotógrafo. Arquímedes Imazio, un fotógrafo
profesional del período, al dorso de las fotografías que hacía de sus
clientes ponía la leyenda "se conservan los negativos" y de esa forma
llegó a coleccionar más de 120.000 (Los que fijaron, 25) que hoy serían
una fuente preciosa de información.
Los retratos fotográficos hechos en una casa comercial no eran
baratos pero si accesibles a las clases medias y bajas. Bartolomé
Benicasa en 1898 hacía "retratos artísticos" a cinco pesos la docena y
los entregaba "en un álbum con cartones dorados y biselados" (Los que
fijaron, 29). Ese mismo año, un obrero empleado en la construcción
podía ganar cinco pesos d i a r i o s , E n la primera década del siglo veinte
ir a un fotógrafo profesional a hacerse un retrato era un pequeño
evento para el que como es de imaginar uno se v e s t í a muy
especialmente. Pero ya desde 1889, cuando se fundó la "Sociedad
Fotográfica Argentina de Aficionados", la fotografía había empezado
a ser practicada como pasatiempo por una clase media profesional y
poco tiempo más tarde por una clase media baja de inmigrantes
semiprofesionales como los Sola.
E n octubre de 1904, después de la muerte de su hermana Narcisa,
Sola escribió:
...junto con esta carta mando un retrato mío tomado por el hijo de mi jefe.
Es una vergüenza que él haya roto el negativo porque entonces no puede hacer
uno mejor. Quería ir a hacerme sacar una foto a un lugar que fuera un poco más
elegante, pero ahora que estoy vestido de luto no voy. No salió muy bien porque
me tomó por sorpresa, pero, más o menos así es como estoy" (61. Trad. mía).

Las fotografías eras usadas para mantener a la familia al tanto de


los cambios en la apariencia física de cada uno o para presentar al
resto de la familia a un miembro nuevo y viceversa.
E n diciembre de 1909, pocos meses después de que Corinna se
casara con él, Oreste explicó a sus padres por qué todavía no les había
mandado una fotografía de ella para que la conocieran: "quería mandar
con esta carta las fotos de nosotros tomados juntos e individualmente,
pero el fotógrafo no las tiene listas por la cantidad de trabajo que tiene.
Tengan paciencia" (88. Traducción mía). Además de las fotos tomadas
con cámaras personales, un fotógrafo profesional tenía un gran mercado

"Ver Roberto Cortés Conde, El progreso argentino, pp. 284-290.

337
de trabajo en Buenos Aires. Pero las fotografías tomadas con cámaras
no profesionales, como la del hijo del jefe de Sola (presumiblemente un
ingeniero) se fueron haciendo cada vez más comunes. E n 1911mientras
trabajaba como técnico en la construcción de un ramal de ferrocarril en
la provincia de Santa Fe, Sola mandó a sus padres otra fotografía no
comercial sacada "por el ingeniero de nuestra sección** (104. Traducción
mía). Hasta aquí era evidente que las cámaras personales las usaba
una clase de profesionales y sus familiares jóvenes.
Pero dos años más tarde, Sola también empezó a sacar fotografías
con una cámara que le trajo su hermano de Italia. E n abril de 1912, al
comentar a sus padres el próximo viaje a Argentina de su hermano
Abele, Oreste Sola escribió: "me haría feliz si pudiera traerme una
buena cámara de medida standard —la puede elegir él mismo** (112.
Traducción mía). Poco antes del viaje Oreste le recordó a Abele "no te
olvides de traer una buena cámara, una Kodak portátil con todos los
accesorios para viajes al campo** (116. Traducción mía). Y pocos meses
más tarde Oreste, en nombre de la familia Sola de Buenos Aires, que
ahora incluía a su hermano Abele, escribió a la familia Sola de Biella:
"les agregamos dos fotografías tomadas aquí para ustedes con la
cámara que trajo Abele, con buen propósito, porque creo que son
mejores recuerdos** (126. Traducción mía).
Las fotografías también servían para acercar las familias durante
las reuniones de celebración de fiestas religiosas o familiares. E n
noviembre de 1912 Oreste escribió a sus padres:

Ahora que se acerca el día especialmente elegido para la dulce intimidad


familiar [Navidad] les mandamos nuestros infinitos buenos deseos ... y para
que este sentimiento sea más vivido, les mandamos por separado dos fotografías
tomadas con este propósito ayer, domingo, en la playa de Sant'Isidoro [San
Isidro] cerca de Buenos Aires. En estos mismos retratos podrán observar
nuestro continuo progreso en el arte de la fotografía. Corinna también es parte
ya que ella tomó el retrato de nosotros dos (127. Traducción mía).

De la correspondencia de esta familia se deduce que la fotografía en


Buenos Aires durante la primera década del siglo veinte era una
práctica común. L a hacían profesionales en establecimientos
comerciales m á s o menos establecidos, que podían tener un gran
mercado de trabajo. Pero también era fácil que una familia de
inmigrantes de clase media con relaciones en Europa tuviera una
cámara y tomara fotografías y retratos tanto en la privacidad y los
espacios cerrados de una oficina o una casa, como en el exterior de las
plazas, jardines y paseos públicos que se visitaban durante excursiones
de descanso familiar en los fines de semana.

338
L a práctica de la fotografía era especialmente popular entre los
homosexuales que practicaban el travestismo durante el mismo período
que acabo de reconstruir a través de la experiencia con la fotografía de
la familia Sola. Veyga publicó sus primeras fotografías de Manon en
1902 bajo el título "Afrodisiología" (Inversión congenita, pp. 46-47).
E n una de esas fotos Manon, de perfil y con el brazo que daba a la
cámara doblado en la espalda para que no obstruyera la visión del
busto erguido, aparecía sentada en actitud provocativa. E n la segunda
foto, en cambio, Manón posó parada, de frente, dándole a su cuello un
ángulo inocente que contrastaba con la pose de la fotografía anterior.
E n ese primer texto sobre la inversión Veyga se refirió a las fotos al
señalar a continuación de una frase que hemos visto, la costumbre de
Manón "asistiendo a tertulias y bailes de invertidos, en que junto con
otros congéneres desempeña el rol de gran dama. Las fotografías que
publicamos bastan para dar una idea de su porte correcto y sugestivo"
(Inversión congénita, 46). E l flujo de pensamientos del médico asoció
la apariencia de verosimilitud de ese juego paródico de roles genéricos
en bailes y tertulias con la verosimilitud aparente, visible, en la
imagen no sólo "correcta" sino también (y mucho más peligrosamente)
"sugestiva", es decir que tenía ese preciso poder de seducción que tanto
(pre)ocupaba a los médicos y criminólogos y un poder al que Veyga no
era indiferente.
E n 1902 también, en su segundo texto sobre la inversión, Veyga
publicó con la historia de Aída otra fotografía de gran tamaño. A
diferencia de las fotos de Manón, que parecen haber sido tomadas en
el estudio de un fotógrafo profesional, con elementos escenográficos
que incluían un telón de fondo, en la foto de Aída ésta posó en el
interior de una casa privada de apariencia rica. Con ese interior
armonizaba la pose digna, parada, casi de frente pero sin hacer una
confrontación directa con la cámara, tomándose una mano con la otra
en un gesto de regia modestia subrayada por el remolino del tren del
vestido de cola que, desde atrás de la foto, se extendía hacia adelante,
a sus pies, en el pedestal de una línea ondulante que daba base a la
imagen. L a corrección y respetabilidad que trasuntaba la foto, los
valores de "la mujer honesta" que expresaba, no le sugirieron al
médico ningún comentario. E n otro texto Veyga se había quejado de
que a los invertidos "raramente, como a Aída, se les ocurre elegir un
modelo de sencillez o de virtud" (Sentido Moral, 335). E s a imagen, con
la corrección modesta, "sencillez y virtud" que exigían las normas de
respetabilidad burguesa no tenía la "sugestión" de la imagen de
Manón, el invertido que imitaba "la forma de vida y el estado de alma

339
de la mujer libertina" (Mujer honesta, 368). Por encima de la lectura
que hizo Veyga de las vidas e imágenes de Manón y Aída encasilladas
en los estereotipos de mujer más comunes, esas fotos e historias sí
demostraban la diversidad de posiciones dentro de la cultura de
homosexuales, maricas y travestís. Esa diversidad, no significaba que
la vida social fuera compartamentalizada: Aída "va a fiestas, acepta
galanteos, pero dentro de las conveniencias debidas a la 'decencia'.
Todos sabían que delante de ella, en los círculos de conversación, las
palabras picantes, las alusiones siquiera a hecho lúbrico, estaban
terminantemente prohibidas*' (Mujer Honesta, 372).
E n 1903, con "La inversión sexual adquirida" Veyga publicó cinco
fotos, dos de Aurora, dos de Rosita y una del rico burgués. E n ese texto
y para explicar las cinco fotografías que ocupaban casi una página
cada una y llamaban poderosamente la atención del lector, en el
fragmento de la historia de Rosita que hemos visto, Veyga se refirió a
esa producción fotográfica y notó que era una práctica de la fotografía,
muy específica y particular entre los maricas que se hacían sacar
"estos retratos disparatados que parecen ser una especialidad de esta
gente, tan personales son" (203). Los médicos que publicaron las fotos
de L a bella Otero retocaban las fotografías para hacer visibles las
presuntas patologías y los homosexuales las retocaban para enrique-
cer y realzar las imágenes. De la foto del rico burgués, posando en
kimono sosteniendo una sombrilla de papel contra un fondo profuso de
japonerías modernistas, Veyga señaló "que pierde gran parte de su
mérito al reproducirse, pues es una fotografía pintada" que lo repre-
sentaba "en medio de todo su lujo"* (208).
Los hombres que practicaban el travestismo en el Buenos Aires de
la primera década del siglo veinte —además de hacer evidente que el
género era una construcción de gestos y poses en los que el maquillaje
y el vestido funcionaban como inscripciones en la superficie del
cuerpo— lograban evadir el sistema de identificación fotográfica que
hacía posible la vigilancia visual de los sospechosos. Desde las últimas
décadas del siglo veinte hasta aproximadamente 1912, cuando se
aprobó definitivamente el uso extendido de la dactiloscopia en
Argentina, la identificación, vigilancia y control visual de los bien o
mal llamados "reincidentes" fue la principal medida preventiva
utilizada por la Policía Federal de Buenos Aires. E l criminólogo
brasileño Félix Pachecho, en 1906 explicó que en Brasil también "el
reconocimiento de los profesionales del crimen era hecho a simple
vista, como antiguamente en la Argentina 'a ojo de buen cubero'"
(Identificación delincuentes, 306).

340
E n un texto publicado en 1898, el penalista Antonio Dellepiane
describiendo ese extendido procedimiento policial anotó: "en la Policía
llaman reconocimiento al acto en virtud del cual una vez detenido el
lunfardo es hecho ver por los vigilantes todos de la Capital distribuidos
en tercios, y por los agentes de pesquisas para que una vez vistos en
la calle por cualquiera de ellos, sea detenido" (Idioma delito, 117). E l
lunfardo era "hecho ver" obligándolo a mantenerse en exposición en el
patio de las distintas comisarías de la ciudad para que los agentes y
pesquisas memorizaran su fisonomía. A ese recorrido de las comisarías,
que duraba tres semanas, en lunfardo se lo llamaba "la vuelta al
mundo". Otras veces, en cambio,

...el lunfardo va al Departamento central de Policía donde permance tres


días en exposición en la sala de servicio de los agentes de pesquisas. A este acto
de reconocimiento los lunfardos llaman magiamiento pronunciando la g como
en italiano, de donde indudablemente origina la frase. Conviene hacer notar
aquí, que con motivo de este acto la Policía comete en la capital un verdadero
atropellamiento a las garantías personales del ciudadano (Idioma delito, 118).

A esa violencia seguían otras. Como consecuencia del procedimien-


to anterior, "cuando un lunfardo va por la calle solo o acompañado,
aunque no cometa acción delictuosa ni daño alguno^ si es encontrado
por un vigilante o agente de pesquisas que lo conoce del mangiamiento,
es detenido y conducido a la comisaría más próxima" (Idioma delito,
118. Énfasis agregado). E n el lunfardo ha quedado el rastro de la
resistencia popular a este otro procedimiento policial de represión. J .
Gobello notó que el "piola" de la lengua de Buenos Aires era el
"delincuente que [había evadido la identificación policial y] carece de
antecedentes policiales" (Nuevo Diccionario, 204). E l Profesor de la
Escuela Superior de la Policía Federal de Buenos Aires confirmó la
explicación de Gobello y agregó que piola significaba "(Lunf.)
Delincuente aún desconocido por la policía // yiro (ver) que ahorra
dinero, para mejorar fortuna y, eventualmente, abandonar su
'actividad'" (Diccionario Hampa, 260).
E l reconocimiento de los delincuentes que no eran piolas quedaba
fijado en las fotografías de los criminales que sacaba la policía. Estas
se publicaban en la llamada "galería pública", que era una gran
pancarta con los retratos de los criminales que permanecían bajo
vigilancia visual permanente. Ese cartel se colocaba en las comisarías
a la vista de vigilantes y pesquisas. Una regulación de la Policía de la
capital advertía que "los sujetos que figuran en la galería pública
estarán sometidos a observación estricta y severa" (Ordenanzas Policía,
453). Pero los maricas que practicaban el travestismo además de

341
confundir la identificación nominal adoptando un sistema de nombres
paralelo al legal, evadían con orgullo la identificación que permitía la
vigilancia visual. Exasperado por la resistencia de los maricas que al
vestirse de mujer, si no conseguían evadir la vigilancia policial se
jactaban de su fama, Veyga notó que "con un sobrenombre que ellos se
han dado o han permitido que les den, pasan a ser personajes de
escarnio o de galería pública, sin inquietarse de su triste reputación
cuando no enorgullecidos de ella** (Sentido Moral, 27). L a Policía
Federal, donde Veyga trabajaba, además de empezar a utilizar el
sistema de identificación dactiloscópico que estudié en "Identificacio-
nes científicas y resistencias políticas'*, en 1903 todavía utilizaba la
fotografía para hacer identificaciones.
Pero en el caso de los homosexuales que practicaban el travestismo
los médicos utilizaron las fotos publicadas en los Arc/iiuos para tratar
de reconstruir o hacer visible el género, la "identidad verdadera" que
deshacían, parodiaban y confundían las imágenes fotográficas de
mujeres/hombres.
E n los comentarios que hizo Veyga sobre las fotografías era evidente
que lo que a él lo preocupaba era esa apariencia de verosimilitud que
cuestionaba la "naturalidad" del género, una ausencia de distancia
entre la imagen, el signo mujer y el referente, el cuerpo de hombre. Por
eso después de notar que las imágenes tenían un "porte correcto y
sugestivo", verosímil, empezó a luchar contra ese otro discurso (ahora
visual) producido por los maricas, la "ilusión" que correspondía al
"delirio" del discurso hablado o escrito. Entonces en una foto de Aurora
el médico señaló "la ilusión que debía ofrecer en aquella noche [que]
puede medirse por la actitud que tiene en la fotografía adjunta en
donde está representado en un completo 'traje de calle'" (Inversión
adquirida, 195). "Esa noche", después de arrestarla, la policía bajo la
supervisión de los médicos trató de reconstruir el género de Aurora
obligándolo a vestirse de hombre. Veyga escribiendo desde el Depósito
de Contraventores de la Policía Federal señaló:

...cuando lo trajeron al Depósito estaba todavía vestido de mujer y es


excusado decir las penurias que pasó para acomodarse al local. El cambio de
ropas fue, además, obra difícil: fue necesario hacerle traer hasta las prendas
más inferiores del traje ordinario, pues camisa, medias, calzones, todo era de
mujer. Tenía corset y enaguas, cubre-corset, ligas y todo lo que constituye la
indumentaria del sexo que buscaba aparentar" (Inversión adquirida, 195).

Aquí recordemos que en 1903 la práctica del travestismo no recibía


ningún tipo de sanción legal en Argentina. "Las penurias que pasó

342
[Aurora] para acomodarse al local" eran una violencia que la policía y
los médicos ejercían arbitraria e ilegalmente.
E l grado de impunidad de este sistema era evidente en el párrafo
siguiente en el que el mismo Veyga señaló sin ambages que la policía,
arbitrariamente y sin dificultad, convertía la vigilancia sobre los
sospechosos "en arresto, fingiendo cualquier tipo de contravención"
(195). L a sorpresa del médico criminólogo frente a los distintos planos
del travestismo, representados por las distintas capas de ropa,
demostraba la dificultad de la mirada que trataba de normalizar, de
ver solamente una de las dos posiciones binarias, superficie e interior,
mujer u hombre. E s a mirada detenida en la serie "camisa, medias,
calzones,... corset y enaguas, cubre-corset, ligas", era obligada a mirar
no a través de sino al travestismo como hecho en sí mismo (Vested
interests, 150), como tercera posición genérica que no es ni mujer,
signo, exterior, "ilusión"", ni "hombre", referente, cuerpo.
Después de tratar de reorganizar el género de Aurora, los médicos
policías le sacaron otra foto, ahora representando a un hombre. Veyga
la publicó junto a la fotografía anterior y para tratar de romper la
"ilusión" de la imagen previa agregó: "puede además valorarse el arte
de que dispone para arreglarse, comparando la cara que tiene en dicho
retrato con la que ofrece en el que complementa la ilustración de este
caso" (195). Pero hasta vestido de hombre Aurora era un modelo de
androginia contemporánea. Roland Barthes explicó que la fotografía
empezó históricamente como "un arte de la Persona, del estado civil,
de lo que podríamos llamar, en todos los sentidos de la expresión, la
formalidad del cuerpo" (Camera Lucida, 79. Traducción mía). Respecto
de esa formalidad Veyga tuvo la última palabra en 1904, aunque sus
palabras fueron subvertidas desde adentro por el discurso doble de sus
observados. Bajo su influencia Veyga produjo un tono omnisciente de
científico que sabía demasiado sobre homosexualidad, que fue seducido
por el tema de la inversión sexual. Y las fotografías que ilustraban su
discurso completaron la subversión de la empresa médico - legal y
policial. Algunos de esos homosexuales, como Aída, parecían querer
asimilarse a la sociedad burguesa heterosexista, otros buscaban la
fama que daba "el aire gracioso y la arrogancia al mismo tiempo". A
uno le quitaron su cara de mujer, pero todavía la representa para los
que son capaces de verla. Pero a pesar de los esfuerzos del médico por
reconstruir el género de Manón, Aída, Rosita, o Aurora, sus fotografías
publicadas documentaron una "identidad" y "un estado civil", una
"formalidad del cuerpo" deconstruida para siempre por esas imágenes
de hombres/mujeres de porte "correcto y sugestivo".

343
AFRODtSiOLOGIA

MANÓN" Invertido sexual coagénito


en toilette de baile

344
ill

«Aurora» - Invertido profesional

«Aurora» - Invertido profesional

345
Invertido imitando a la Mujer Honesta

:i4(i
L a o r g a n i z a c i ó n de una nacionalidad

Identificaciones e identidades latinoamericanas y europeas


E l sistema dactiloscópico, inventado por el argentino Juan Vucetich
en 1891, fue utilizado por los médicos y criminólogos argentinos,
subsirvientes de la tecnocracia positivista estatal, para erigirse y
promocionarse como la vanguardia latinoamericana de las nuevas
ciencias psiquiátricas y criminológicas que estudiaban al individuo y
su sociedad. E n esa empresa de autopromoción los Archivos fueron un
órgano de difusión importante. Recordemos que se publicaban en
Buenos Aires, bajo la dirección y control de un grupo de hombres de
ciencia argentinos pero entre sus colaboradores y lectores estaban los
grandes antropólogos, criminólogos, sociólogos y psiquiatras de toda
Latinoamérica, además de muchos europeos.
E n 1902, en el primer volumen de los Archivos, las únicas fotografías
publicadas fueron las de los travestís que estudiaba Veyga y las de un
alienado cuyo caso estudió Vucetich. E n su estudio, y de la misma
forma que Veyga al construir la historia de Aurora, Vucetich publicó
junto con su texto dos grandes fotografías de su sujeto, antes y después
de la intervención médico-policial que le cortó el pelo y le afeitó la
barba. Las fotografías llamaban especialmente la atención del lector
no solamente por su tamaño (ocupan casi una página cada una) sino
por su irrelevancia en relación con el tema del artículo que era "Delirio
sistematizado religioso con violación de cadáveres y tentaviva de
homicidio". Esas fotografías, sugiero, fueron publicadas por el inventor
del sistema de identificación dactiloscópica para demostrar la
posibilidad de deformar la apariencia mediante la manipulación del
peinado y/o la barba.
E l sensacionalismo melodramático del título y la exposición dra-
mática de la fotografía servían a los criminólogos argentinos para
hacer notar a sus colegas argentinos y latinoamericanos, lectores de
los Archivos, la ineficacia de la fotografía como sistema de identificación
(ineficacia que habían contribuido a comprobar los maricas que prac-
ticaban el travestismo). Como un comentario al margen, pero en el
último párrafo de su texto, Vucetich hizo una única alusión a las fotos
y escribió: "las fotografías anexas representan al procesado en la fecha
de cometer sus delitos y durante su internación en el hospicio que
dirige el Dr. Alejandro Korn. E s notable la profunda diferenciación
fisionómica que resulta de la supresión de la cabellera y la barba"
(Delirio sistematizado, 171). Sugiero que la publicación de esas fotos
sirvió para que Vucetich y los c r i m i n ó l o g o s argentinos hicieran

347
—frente a una audiencia internacional de criminólogos científicos—
una demostración práctica de la inefectividad de la fotografía, que era
un elemento central del sistema de identificación francés repu-
tadamente científico.
Al mismo tiempo, en la misma publicación, promovían el sistema
argentino representándolo, según el contexto, según la audiencia,
como el sistema latinoamericano, hispano-americano, o sud-americano.
L a discusión sobre la efectividad y adopción de un sistema científico
que resolviera "la cuestión de identidad" sirvió para reivindicar una
identidad cultural latinoamericana en cuya avanzada se identificaron
a sí mismos los científicos argentinos. Pacheco, el criminólogo brasileño
utilizó el vucetichismo para proponer y promover una identidad
cultural y científica latinoamericana separada de la francesa, y señaló
que

...identificados con la vida espiritual del mundo europeo, aceptando sin


discusión todo lo que de allí nos viene, y. más particularmente, eternos
tributarios de la cultura francesa, nunca pensamos que puede existir algo
mejor en esta América Latina semi-bárbara y oscura ... vivimos, por consi-
guiente, esperando la palabra de orden de sus congresos de sabios"
(Identificación criminales, 228).

Una Latinoamérica que empezaba a producir métodos científicos


superiores a los europeos también empezaba a ser, sentirse o
representarse como "semi" bárbara.
E l debate por la cuestión de identidad tuvo como foro los grandes
"congresos de sabios" los cuales, según alegaban los hombres de
ciencia latinoamericanos, insistían, por ser europeos, en preferencias
y parcialidades europeas no obstante la presunción de científicos.
Entonces los latinoamericanos, o los argentinos siempre identificándose
a sí mismos como avanzada de la nueva redefinición culturaP^,
respondieron con la organización de los primeros congresos científicos
"latinoamericanos**. Pacheco notó la tensión entre los distintos grupos
culturales al señalar que "cuando el último Congreso de Antropología

^^La idea de que los científicos argentinos "se identificaron a sí mismos" se


la debo a Josefina Ludmer que escribió: "según Salessi, la Argentina fue
inventora y exportadora de un sistema de identificación que a su vez la
identificó como 'vanguardia científica latinoamericana'. (O mejor: que sirvió
a la Argentina para su propia identificación como vanguardia científica del
mundo)" ("El coloquio de Yale: máquinas de leer el fin de siglo", 13).

348
[reunido en Amsterdam en 1902] proclamaba el triunfo absoluto de
Bertillón, el 2° Congreso científico latinoamericano condenaba l a
antropometría" (Identificación delincuentes, 229). Los dos primeros
congresos científicos latinoamericanos se reunieron en Buenos Aires
en 1898 y 1901 y ftieron organizados, convocados y controlados por
higienistas argentinos.
E n 1898 estos higienistas escribieron: "con objeto de dar t é r m i n o a
la a n a r q u í a sanitaria, los diferentes estados europeos han constituido
los congresos de higiene". Y enseguida se quejaron de que en esos
congresos "no prima[ran] exclusivamente los intereses sanitarios,
como pudiera creerse, cada uno de sus miembros tiene ante sus ojos las
instrucciones reservadas de su gobierno" (Defensa Sanitaria, 312).
Poco m á s abajo los mismos higienistas argentinos, igual que el
criminólogo brasileño y como los criminólogos que, citando a Coutagne,
trataban de separarse de Francia, agregaron: "un ejemplo de esto nos
lo da l a Francia que oculta cuidadosamente una epidemia de cólera"
(315). E n los ú l t i m o s a ñ o s del siglo diecinueve cuando l a s
preocupaciones, c a t e g o r í a s y modelos de a n á l i s i s de l a sociedad s u r -
g í a n de l a higiene, que buscaba acrecentar y defender el capital
humano, a l a lasitud de las medidas sanitarias francesas se le achacaba
la facilidad del tráfico de g é r m e n e s p a t ó g e n o s que desde Europa
amenazaba "invadir" A m é r i c a y diezmar sus poblaciones.
Pero a principios del siglo veinte, cuando l a que provee los
p a r á m e t r o s y modelos de a n á l i s i s es l a nueva criminología, que d e b í a
transformar el capital humano en una c i u d a d a n í a "nacional" con una
identidad cultural y una psicología, a l a ineficacia del sistema f r a n c é s
de i d e n t i f i c a c i ó n de reincidentes se le achacaba l a facilidad de tráfico
de criminales, los nuevos g é r m e n e s de epidemias sociales que de
Europa escapaban a A m é r i c a , especialmente a Río de Janeiro y
Buenos Aires.
Pacheco, en el mismo texto en el que s e ñ a l ó que "Paris, es, por
excelencia, la ciudad de los c r í m e n e s y de los criminales; [y] Buenos
Aires es, por decirlo a s í , el refugio de los elementos perniciosos
expulsados de Europa" ( I d e n t i c a c i ó n delincuentes, 307), propuso que
por eso el tema de l a i d e n t i f i c a c i ó n de los reincidentes era importante
para l a defensa de una salud social y moral latinoamericana:

Ahí está la cuestión de la reincidencia considerada como nos conviene, y el


problema de la identificación colocado en su justo terreno; esto es, como
función de mera policía y como instituto preventivo del crimen. E n agosto de
1901 ñindóse en París una liga de defensa de la libertad individual bajo la
dirección de Henry Coulon y Thery. Su fin principal fue pugnar por la abolición

349
de la prisión preventiva. Es muy de la época en que vivimos ese liberalismo
inconsecuente de cuyo triunfo no duda mucha gente. Paralelamente, y en
previsión de esa victoria lamentable, es menester que la sociedad aumente y
perfeccione sus procedimientos de vigilancia (311).

A s í l a d e f i n i c i ó n de una identidad cultural y c i e n t í f i c a quedó


e n t r e t e j i d a con el crecimiento de los s i s t e m a s de v i g i l a n c i a
latinoamericanos.
No es casual, sugiero, que el corpus de textos sobre los problemas
en l a i d e n t i f i c a c i ó n de reincidentes —de los que s u r g i ó todo un
discurso sobre una "identidad** cultural americana separada de l a
francesa— haya sido producido con m á s é n f a s i s e insistencia en
Argentina, B r a s i l y Cuba. Los puertos de L a Habana, Río de Janeiro
y Buenos Aires eran los espacios de entrada a un espacio físico y
cultural latinoamericano desde Europa y los Estados Unidos, donde
s e g ú n los c r i m i n ó l o g o s proliferaban las temibles epidemias de
anarquismo, feminismo y homosexualidad. E n esos espacios entre
espacios las definiciones de nacionalidad, raza o clase social eran tan
d i f í c i l e s como las definiciones de sexo y género entre las culturas de
mujeres y hombres, homosexuales y t r a v e s t í s , bien arraigadas entre
l a m a r i n e r í a , los diques y callejones de los grandes puertos.
Los hombres de ciencia latinoamericanos no se entregaron abierta-
mente a las pretensiones argentinas de h e g e m o n í a cultural y científica.
E l Jefe de l a oficina de i d e n t i f i c a c i ó n de criminales de Río de Janeiro
advirtió:

Durante el año 1902 estudiamos pacientemente los mejores medios de


adopción [de un sistema de identificación], convencidos, como lo estamos
siempre, de que es siempre un error grave, en cuestiones de esta naturaleza,
trasplantar servilmente al país lo que existe en el extranjero. Tuvimos que
modificar, que arreglar algo meramente nuestro, aprovechando la lección de
los sabios extraños.

Pero en el p á r r a f o siguiente se h a c í a n evidentes los juegos


h e g e m ó n i c o s : " e s t á n prontos los modelos de f o r m u l a r i o s que
confeccionamos y hemos traducido al p o r t u g u é s l a conferencia dada
por Vucetich explicando el sistema dactiloscópico** (304). L a conferencia
de Vucetich s e r v í a de manual de instrucciones para l a u t i l i z a c i ó n de
su sistema de i d e n t i f i c a c i ó n . Tanto l a a d o p c i ó n del sistema de
i d e n t i f i c a c i ó n , como l a política de p u b l i c a c i ó n y t r a d u c c i ó n de estos
textos ilustran el ejercicio de una h e g e m o n í a cultural. E l texto de
Pacheco fue traducido al e s p a ñ o l para ser publicado en los Archivos y

350
las instrucciones de Vucetich fueron traducidas al p o r t u g u é s . S i antes
l a cita obligada, de l a que h a b í a que separarse, era l a de ese discurso
científico f r a n c é s representado por el Coutagne que citaron Quesada,
Pacheco y Ortíz, a l resolverse "la c u e s t i ó n de identidad" se e m p e z ó a
usar, citar y traducir el discurso de las ciencias sociales argentinas.

Identificación e identidad de un electorado argentino viril


E n Argentina, cuando l a d i s c u s i ó n sobre las bondades de distintos
sistemas de i n d e n t i ñ c a c i ó n empezaba a ser resuelta en favor del
sistema argentino, l a i d e n t i f i c a c i ó n de criminales se e x t e n d i ó a toda l a
población para construir l a nueva c i u d a d a n í a nacional, electoral,
moderna, viril. Ortíz s e ñ a l ó que l a u t i l i z a c i ó n de l a nueva t e c n o l o g í a
en Argentina hizo posible el cumplimiento de las leyes de enrolamiento
en el ejército y de las leyes electorales, a d e m á s de posibilitar l a
existencia y organización de los primeros registros nacionales de las
personas, del estado civil y de l a propiedad.
E n la introducción a su libro, Ortíz escribió: "ya v a siendo tiempo
de que en Cuba salgamos de los tanteos empíricos y entremos de lleno
en l a corriente de l a civilización moderna" (Identificación dactiloscópica,
v), Y hacia el final del mismo libro, al describir el crecimiento capilar
de esa futura modernidad cubana s e ñ a l ó :

La dactiloscopia se irá extendiendo primeramente en su campo nativo, por


así decirlo, la criminología; y por el puente de la identificación de las clases
peligrosas pero no criminales (prostitutas, mendigos, etc.) pasará a aquellas
clases honradas cuya subordinación administrativa es mayor y por tanto la
identificación puede ser más fácilmente coactiva (ejército, marina, policía,
cocheros, domésticos, inmigrantes, etc). Cuando la dactiloscopia esté ya
suficientemente extendida por algún tiempo en el ejército, por ejemplo, su
paso de avance hasta la vida civil de todos los ciudadanos será cosa muy
hacedera (215).

E n Argentina ese proceso e m p e z ó en 1901, con l a s a n c i ó n de l a ley


Richieri de servicio militar obligatorio y c u l m i n ó en 1912 con l a ley
Saenz P e ñ a que garantizaba el voto, mal llamado "universal", de los
ciudadanos hombres.
L a s prescripciones de esas dos leyes aseguraban que a los dieciocho
a ñ o s , en los cuarteles del ejército se completaba l a e d u c a c i ó n naciona-
lista a l a que los hijos de los inmigrantes h a b í a n estado expuestos en
las escuelas primarias y secundarias estatales. Y de ese sistema de
e d u c a c i ó n y entrenamiento d i s e ñ a d o e implementado entre 1901 y

351
1912 surgió el primer electorado argentino "viriF.^^ Recordemos que
en Argentina las mujeres no tuvieron derecho al voto hasta 1947.
L a singularidad de ese dispositivo de creación de una identidad
electora nacional masculina, lo que Vezzetti l l a m ó "un sujeto nacional
colectivo", cuyo entrenamiento concluía en los cuarteles del ejército
que representaban un espacio y una s i t u a c i ó n de pasaje obligatorios,
q u e d ó documentada en l a antigua "Libreta de enrolamiento" en el
ejército. E s e documento de identidad militar era el documento electoral
que garantizaba que el votante e r a producto del sistema de e d u c a c i ó n
y entrenamiento "nacional".

Ordenamiento de multitudes femeninas en ejércitos viriles


No debería e x t r a ñ a r n o s que l a organización de esa otra subcultura
de hombres —que como los invertidos c o m p a r t í a n códigos de lenguaje
y de vestido, ritos, ceremonias, reuniones, celebraciones y ceremonias—
haya sido l a continuación de l a carrera profesional y las preocupaciones
intelectuales de Francisco de Veyga, el criminólogo, sociólogo y militar.
Con s u experiencia en el estudio de las culturas de homosexuales y
criminales, a partir de l a primera d é c a d a del siglo veinte y hasta cerca
de mediados de siglo, Veyga fue un asesor clave en l a m o d e r n i z a c i ó n
y r e o r g a n i z a c i ó n del ejército argentino concebido como l a i n s t i t u c i ó n
fundamental en l a formación de la nueva c i u d a d a n í a electora argen-
tina.^^ Vezzetti s e ñ a l ó que l a trayectoria profesional de Veyga

®^Ortiz citó una columna de un periódico de L a Plata de abril de 1912


titulado "La obra de Vucetich y la Ley electorar que decía "El éxito de la ley
electoral, cuyo primer ensayo acaba de efectuarse, no se habría tal vez
obtenido sin la aplicación del sistema de impresiones digitales. Habrían sido
ineficaces todas las medidas de seguridad y todas las penas de la ley sin el
empleo de esa ley matemática que constituye la base del sistema y sin el
maravilloso ordenamiento de los signos indelebles e inconfundibles que distin-
guen a cada hombre desde el principio hasta el fin de su vida" (Identificación
dactiloscópica, 209). Una investigación futura podría demostrar hasta qué
punto y/o cuándo y cómo el sistema argentino fue copiado o no por otros países
latinoamericanos.
^'*La obra de Veyga durante la segunda mitad del siglo veinte deberá ser
estudiada con más detenimiento. E n 1930 publicó La inteligencia y en 1944 El
actual movimiento de desnatalidad en nuestra raza. Esta última obra sin duda
se debe leer en el contexto de la discusión sobre los "problemas" de la
homosexualidad entre 1942 y 1949. Hasta 1948 este higienista, criminólogo y
sociólogo militar siguió escribiendo y publicando estudios que, en palabras de
editores de su obra, "publicados en libros y folletos tuvieron limitada difusión

352
...ilumina otra correlación del dispositivo psiquiátrico y criminológico: la
medicina militar. Fiel discípulo de José M. Ramos Mejía, puede decirse que
continúa su obra a la vera de ese modelo de multitud en orden que es el ejército,
y no lo hace mal, a juzgar por una carrera médico militar en la que alcanza la
jefatura de la Dirección General del Servicio de Sanidad del Ejército y el grado
de General de la Nación. Que ello lo haya llevado a dejar la cátedra de medicina
legal, no constituye un cambio de rumbo, si se considera hasta qué punto la
creación del servicio militar obligatorio reunía una masa heterogénea de
población a la que se trataba no sólo de atender sanitariamente sino de
organizar y unificar también en el orden moral subjetivo. En ese dispositivo de
socialización y producción de un sujeto nacional colectivo —tan poco investigado
por otra parte— los recursos de la psiquiatría y la naciente psicología clínica
y experimental se proponían cumplir un papel esencial (Locura argentina, 177
-178. Énfasis mío)."

Creo que esta cita, en el contexto de l a historia que sugiero en este


libro, demuestra hasta q u é punto me fue útil el libro de Vezzetti,
aunque en n i n g ú n momento haga a l u s i ó n alguna a l a construcción de
l a homosexualidad en el desarrollo y producción de los discursos de l a
higiene, l a medicina legal, l a criminología, l a sociología, l a psicología
y l a p s i q u i a t r í a argentinas que e s t u d i ó ,
Veyga, el especialista en l a homosexualidad, fue el profesional
ideal para la r e o r g a n i z a c i ó n y m o d e r n i z a c i ó n l a i n s t i t u c i ó n argentina
utilizada para producir ese "sujeto nacional colectivo", porque en las
instituciones militares es fundamental ese doblez tan especial que

y se agotaron rápidamente. L a constante demanda de estas obras ha movido


a La Semana Médica, institución que tiene el honor de contar al doctor Veyga
en el elenco directivo, a reeditarlas, revisadas si bien no modificadas, por su
autor" (Trabajos diversos, "Al lector", s/n). Creo que investigar y estudiar la
obra de Veyga durante sus años a la sombra del ejército servirá para comprender
mejor ideologías importantes de esa institución militar entre 1911 y 1949.
^^Sugiero que Veyga e Ingenieros se separaron en 1911, cuando al renunciar
éste a la cátedra de medicina legal, Ingenieros creyó sucederlo pero, como
señaló Viñas, "si los profesores universitarios expulsados hacia 1880 son los
católicos tradicionalistas Goyena o Estrada, en el 900 esas interdicciones se
llaman Juan B. Justo o José Ingenieros, teñidos de inmigración y socialismo"
(Argentina Ejército, 14). E n 1911 Veyga desapareció en los cuarteles del
ejército nacional e Ingenieros hizo un viraje ideológico después de ser rechazado
por la burocracia estatal que le negó la sucesión de Veyga, al que Ingenieros
había seguido fielmente desde su actuación juntos en la Policía Federal y en
la Facultad de Medicina.

353
s e ñ a l ó E v e Sedgwick: en el ejército "la prescripción de las m á s í n t i m a s
relaciones entre hombres al mismo tiempo que la proscripción de(l
congnado significativo de) la 'homosexualidad* son ambas m á s fuertes
que en la sociedad civil —son, de hecho, absolutas**. (Epistemology
Closet, 186. Traducción mía). E l trabajo de Veyga en el ejército anudó
a ú n m á s la construcción argentina de la homosexualidad con la
construcción de una identidad nacional argentina burguesa viril.
Como Vezzetti escribiendo en 1985, Leopoldo Rodríguez en 1986
t a m b i é n notó l a importancia de "ese dispositivo de socialización y
producción de un sujeto nacional colectivo**. Rodríguez lo describió
como "el proceso de asimilación a través de la carrera de las armas
[que] se da coincidentemente con la creación del ejército moderno
profesional. Los momentos claves en el desarrollo de é s t e se hallan a
partir de la modernización de reglamentos y equipos [1905], los
primeros intentos de levas masivas [1896], la creación de las Escuelas
de Guerra y los Estados Mayores [1902], y l a promulgación de l a ley
Richieri de Servicio Militar obligatorio [1901]" (Fuerzas armadas, 85).
Ricardo Rodríguez Molas contribuyó, por su parte, con la importante
documentación del debate nacional sobre el servicio militar obligatorio
(Servicio militar obligatorio).
E n 1901 durante ese debate en el Congreso nacional, un diputado
advirtió que "es un grave problema para la República Argentina l a
gran masa de extranjeros, y en plena edad viril en su mayor número,
comparados con el número de ciudadanos argentinos'* (Servicio militar,
137). L a referencia a esa población que (además de ser extranjera)
estaba "en plena edad viril" se puede leer no solamente como una
a l u s i ó n a una fuerza "masculina** en su momento m á s álgido, sino
t a m b i é n a sexualidades "viriles", controladas y utilizadas mediante
ese dispositivo disciplinario que al mismo tiempo que prescribía el
fomento de las relaciones m á s í n t i m a s entre hombres, proscribía
(homo)sexualidades canalizadas en la violencia militar.
Al referirse a la tarea de Veyga en l a reorganización y modernización
del ejército, Vezzeti lo llamó "fiel discípulo de J o s é M. Ramos Mejía**
y agregó que "puede decirse que continúa su obra a la vera de ese
modelo de multitud en orden que es el ejército" porque fue Ramos
Mejía, en L a s multitudes argentinas, el que e m p e z ó a proponer una
institución militar como dispositivo de control de las temidas multitudes
invertidas que debían ser transformadas en una ciudadanía electora
nacional.
Recordemos que en ese primer texto de l a sociología argentina
moderna, Ramos Mejía hizo una historia de las multitudes desde el

354
período virreinal hasta fines del siglo diecinueve. E n esa historia los
grandes grupos humanos que describió el sociólogo higienista y psi-
quiatra eran alternativamente, y de acuerdo con las circunstancias y
avatares h i s t ó r i c o s , temibles masas d e m o c r á t i c a s femeninas de
violencia y (homo)erotismo desenfrenados u ordenados e j é r c i t o s
"masculinos" en los que el elemento (homo)erótico quedaba sumergido
en l a sumisa observancia de l a disciplina y las ó r d e n e s de un l í d e r o
jefe militar fundamental.
E n el capítulo titulado "Las primeras multitudes", al describir los
primeros ejércitos t o d a v í a no bien organizados, Ramos M e j í a a l e g ó
que a fines del siglo dieciocho todavía faltaban jefes militares seductores
que excitaran a los soldades para que, bajo el influjo de esa e m o c i ó n ,
se transformaran en matadores eficientes y entregados. E r a l a multitud
sin "el meneur que se hiciera obedecer por l a fuerza de su despotismo
habitual, para llevarla a l a matanza d e s p u é s de calentarla con su
palabra y sus gestos" (61-62. É n f a s i s en el original). E l é n f a s i s
subrayaba los significados eróticos del e s t í m u l o excitado por ese jefe
seductor, representado como d é s p o t a porque t o d a v í a a p a r e c í a relacio-
nado a multitudes que no eran ejército.
Algunos de los significados m á s importantes del meneur en este
discurso de la p s i q u i a t r í a y l a sociología finisecular, los encontramos
en " L a psicología de los simuladores" de Ingenieros, donde é s t e propuso
que los meneurs eran los "simuladores característicos": "son los actores
del drama humano, en la evolución social. E n t r e ellos se reclutan los
que Taine —antes que Tarde, Sighele y L e Bon— l l a m ó 'meneurs'; ...
los activos en una palabra ... personals] que p o s e e í n ] una o todas las
facultades p s í q u i c a s superiores y capaces de imponerse al amorfismo
de l a multitud" (453-454). Ingenieros describió en esos meneurs —que
por ser simuladores característicos eran los grandes sugestionadores—
l a m i s m a capacidad degeneradora o regeneradora: "característicos
mayores, poseen desarrolladas en alto grado, ciertas cualidades que
les permiten cambiar l a faz del mundo con u n a idea, lo mismo que
violar y corromper una i n s t i t u c i ó n social: el hombre de genio y el
hombre delincuente. Son los extremos en l a serie de los característicos"
(454). Veamos ahora cómo describió Ramos Mejía l a utilización histórica
del erotismo, genial o delincuente, de los meneurs: l í d e r e s de multitu-
des eróticas desenfrenadas o generales de ejércitos ( h o m o ) e r ó t i c a m e n t e
ordenados.

^^'Ramos Mejía, el futuro pedagogo, en 1898 en Las multitudes argentinas


señaló al hijo del inmigrante como el receptor necesario e ideal de una

355
E n el texto de Ramos Mejía, la representación de las multitudes
argentinas adquirió una primera forma de virilidad frente a los
batallones ingleses de las invasiones de 1806 y 1807. E l sociólogo
concibió y describió ese episodio bélico como un episodio romántico: "la
grande amorce de las invasiones inglesas" (64. Énfasis en el original).
Episodio amoroso porque al canalizar el erotismo y transformarlo en
violencia, útil para rechazar al invasor extranjero, había hecho de las
multitudes "femeninas" u n retoño de pueblo adolescente y varonil:
"las invasiones inglesas fueron el primer esfuerzo viril de ese
muchachón hecho hombre que verifica su primer asalto de armas la
víspera del gran duelo: y a tiene l a llave de l a puerta de calle, y anda
dando manotones a todo el mundo, porque el exceso de fuerza que
circula por sus masas musculares amplias y redondeadas, necesita
derivarse en tentativas" (63). E n el texto de Ramos Mejía, cuando la
multitud mujer se hacía adolescente de físico exuberante y erotismo

educación militarista que utilizara toda la batería de sugestiones que vimos


antes: "si le observáis en sus actos más nimios y en las cosas en que ese
sentimiento [de la nacionalidad] se manifiesta en alguna forma, siquiera
pueril, veréis cómo empieza a esbozarse esa que va a ser la pasión del porvenir,
sobre todo, en lo que tiene la patria de culto externo y sensorial" (268).
Uniformes y banderas eran según este sociólogo especialmente útiles y
llamativas: "ese niño vagabundo y curioso, eterno ocupante de la calle, es el
que aplaude con más calor las escuelas de cadetes, que con encantadora
gravedad desfilan en los días de la patria; el que vive con bullicioso entusiasmo
la bandera haraposa del viejo y glorioso batallón, el que acompaña a la tropa
más lejos, el que no falta a la lista, el que se asocia con la más candorosa y
sincera decisión a todas las cosas populares en que está el pabellón y el
uniforme" (269). En estos niños de la calle (los mismos "vendedores de diarios"
que estudió Ingenieros) del Buenos Aires de fines de siglo. Ramos Mejía señaló
el mismo gusto por el vestuario dramático que notó en las multitudes
"muchachón" de las invasiones inglesas: "unos se habían pintado de capitanes,
otros disfrazado de comandantes, con vestimentas de combinaciones fantásticas,
espadas inmanejables y planes descabellados de ataque y de defensa" (74). Los
sonidos marciales de esa epopeya histórica no eran menos importantes como
elemento masculinizador de las multitudes hechas hombre: "el clarín dejó oír
ese solemne y melancólico toque de ¡atención! que en los pródromos de la
batalla parece mandar que todo hombre se concentre... Ese toque inmensamente
sugestivo es un memento, una voz de lo íntimo que avisa al combatiente que
debe optar entre la gloria y la ignominia ... Es preciso haberlo escuchado con
oídos de novicio prolongarse en viril lujo de tristeza en ambiente silencioso,
para comprender el efecto que produciría sobre la multitud nerviosa" (75).

356
bélico, el hombre de ciencia enamorado de su sujeto empezó a describirlo
"tan bello e indomable como se alzara en los primeros días de la
batalla" (70), seductor frente al sociólogo seducido.
Junto con las energías de l a multitud "muchachón" adolescente,
Ramos Mejía describió el poder que ejercía el jefe militar y líder criollo:
Santiago de Liniers, el meneur, el seductor del "muchachón hecho
hombre" t e n í a

...aquel ñuido expansivo de que hablaba el marqués de Villena, que en los


hombres afortunados dimana de los ojos, de la boca, de las manos, y ¡qué sé yof
de que otras partes del cuerpo. Fluido que, difundiéndose como el polvo
luminoso de las mariposas, le forma un ambiente de atracción, aureola
peculiar de efluvios carnales que seduce irresistiblemente la imaginación de
los sentidos siempre alborotados de las mujeres" (91).

Para poner en contacto a l a multitud "muchachón hecho hombre**


con el jefe militar varonil que debía seducirla, l a estrategia retórica de
Ramos Mejía volvía a la representación de la multitud femenina, al
proponer que

...lo propio pasa con la multitud, que, punto más punto menos, tiene las
mismas deficiencias y particularidades de las mujeres. Si no es el fluido aquel
por lo menos son las calidades puramente externas y de impresión las que la
seducen. Si a ello se agrega que Liniers poseía muchas otras cosas seductoras,
a más de su intrépido valor, su generosidad, etc., etc., tendremos al héroe de
la Reconquista" (91).

Ramos Mejía detalló con m á s comodidad la carga homoerótica de


esa relación entre la multitud hecha ejército y el jefe militar seductor,
al describir una relación erótica de Rosas con l a multitud.
L a representación del enemigo clásico de los liberales argentinos le
permitió connotarlo m á s f á c i l m e n t e como al seductor de hombres.
Pero no porque representara al histórico enemigo interno, Ramos
Mejía imaginó a Rosas menos atractivo que al jefe militar de la
reconquista:

He aquí explicada la influencia física sugestiva del cuerpo hermoso de


Rozas en la mente de la turba. Y debió de ser un efecto realmente teatral en
su imaginación llena de calor, la apostura estatuaria de gran histrión caballero
en sus magníficos corceles de sangre indígena y elegidos con hermenéutica
impresionista; la cara ligeramente tostada, puesto que según una que llama-
remos paradoja dermatológica las pieles albas se queman difícilmente; los ojos
claros bellísimos, pero de una mirada penetrante e inquisidora, resaltando
vivamente bajo la sombra suave de unas arcadas superciliares prominentes.

357
como las del Apolo del Belvedere ... su cabeza, de buena configuración romana,
descubierta, como para dar lugar a que la muchedumbre y las mujeres le
tributen toda la admiración que el creía merecer, porque era vano y muy
pagado de su exterioridad de macho. Montaba a caballo como ninguno de los
jinetes conocidos ... su cuerpo, de una curvadura toráxica irreprochable ... se
destacaba como una aparición sobre el lomo flexible del caballo. Ese predilecto
de la muchedumbre, la había conquistado por los halagos físicos de la carne,
zahumada por la vaga voluptuosidad de ciertos fluidos misteriosos (242).

"Fluido expansivo... fluido... difundiéndose como el polvo luminoso


de las mariposas ... aureola peculiar de efluvios carnales'', "fluido
a q u e r o "ciertos fluidos misteriosos** representaban el poder seductor
de menear, Rosas o Liniers. Pero sólo al entregarse las multitudes al
enemigo tradicional de los liberales, aparecieron en el texto "extraños
amores**, que eran los que —manteniendo toda su carga erótica—
s e r í a n proscritos por el orden militar del ejército moderno:

Cuando la multitud de tan obscuros tiempos, habituada al guarango de


tierra adentro, comenzó a ver o a conocer, por las megalomanías de la fama
voladora, a aquel hombre tan bello, tan blanco y que compartía con el gaucho
las habilidades de la agreste villanería, una impresión supersticiosa difundióse
en su seno, y el sufragio de todos fue para él definitivamente. Voluptuosos
transportes de orgía precedieron a semejantes nupcias, en que la sangre de un
sadismo feroz parecía mezclarse a la alegre zarabanda macabra de una
borrachera de sátiros encelados por el olor de la hembra inabordable. Aquella
prostituta había encontrado porfinal bello souteneur, que iba a robarle el fruto
de su trabajo, sangrar sus carnes entre las protestas del extraño amor y las
exigencias de sus adhesiones incondicionales (245).

Notemos cómo Ramos Mejía, en 1898, cuando todavía no estaba en


funcionamiento el dispositivo de producción de un sujeto nacional,
connotó l a solidaridad de los grupos humanos con uno de sus portavoces
como un "sufragio**, un proceso electoral descontrolado y bárbaro. E n
ese desarrollo era central y representable en el enemigo el deseo
sexual suscitado por el líder o jefe militar que excitaba a sus seguidores
mediante l a s u g e s t i ó n de "fluidos**, "efluvios carnales** u "olor de la
hembra inabordable**, un deseo que no conseguía realizarse en el
objeto sexual. E s e era el deseo que, desviado, canalizado, era concebido
como una reserva potencial de violencia guerrera que —desordenada,
al no ser "bien** utilizada— se expresaba en "voluptuosos transportes
de orgía ... en que la sangre de un sadismo feroz parecía mezclarse a
la alegre zarabanda macabra de una borrachera de sátiros encelados**.
Ese deseo era igual al d!ue Ramos Mejía concibió entre Liniers y sus

358
soldados. Pero ahora era un erotismo representable porque mientras
Liniers era el líder militar de una primera épica nacional, Rosas
representaba lo opuesto a l a nación, su barbarie anterior que, como ya
hemos visto, se podía connotar como proclive al "extraño amor" del
sodomita.
L a s multitudes argentinas de Ramos Mejía se hacían ejército
"masculino" de erotismo controlado y canalizado en la violencia guerrera
viril o revertían a un estado de multitudes democráticas y femeninas
que acechaba siempre latente. A l describir las primeras batallas de las
guerras de la independencia como una fase militarista anterior a la
creación del llamado "ejército libertador". Ramos Mejía propuso que:
"curiosa a la par que instructiva, es la faz militar de las multitudes
hasta el momento en que dejan de serlo para convertirse en el ejército
disciplinado y compacto que recorre la América entera" (137). E n la
imaginación guerrera de este sociólogo, sólo con San Martín se logró
un primer orden militar verdadero. Antes de él, las tropas de Belgrano,
por ejemplo, eran una "multitud armada" dirigida por "su nobilísimo
meneur, [pero] sin asomo de pericia militar" (147. Enfasis en el
original). E n ese precario estado anterior al estado de ejército, "no era
mejor la disciplina que el estado del armamento. E n esos ejércitos, y
en todos los de l a patria, era m á s o menos l a misma hasta l a llegada
de San Martín. Los soldados t e n í a n opiniones, hablaban y resolvían
amigablemente como en plena democracia turbulenta" (149). E n este
primer tratado de sociología argentina moderna el sociólogo representó
a San Martín como paladín de una disciplina que reemplazaba una
democracia imaginada como anárquica.
E n un estado intermedio entre multitud y ejército "hasta que llegó
el general San Martín, los ejércitos eran ú n i c a m e n t e muchedumbres
uniformadas que operaban con el instrumento de l a sugestión" (171).
S e g ú n Ramos Mejía, San Martín desde l a posición del mismo ''meneur
que se hiciera obedecer por la fuerza ... para llevarla a la matanza
d e s p u é s de calentarla con su palabra y sus gestos" y del "nobilísimo
meneur, sin asomo de pericia militar" sí t e n í a la misma capacidad de
"cambiar l a faz del mundo con una idea, lo mismo que violar y
corromper una institución social". Representaba el otro extremo del
mismo continuum delincuente/genio ahora padre de la patria y gene-
rador de un cuerpo letal: "ese genial soldadote de Don José, que dio a
la América el primer ejército, en l a científica acepción de l a palabra,
para que de la multitud, como del óvulo fecundado, salga por mágico
contacto, l a legión mortal" (175). Notemos l a consistencia del aparato
simbólico de Ramos Mejía en los valores genéricos del líder "padre" y

359
la "multitud" madre, transformada en un "primer ejército" por obra de
un "mágico contacto" sexual.
E l ejército libertador en l a representación de Ramos Mejía revirtió
al estado de multitud durante las guerras civiles que siguieron a las
luchas de la independencia. Entonces reapareció la barbarie y "los que
acostumbrábamos a llamar universitarios, t e n í a n que combatir contra
estos caudillos de l a multitud, en una forma desigual, en el terreno de
una diplomacia i n d í g e n a y peculiar" (213). Entonces y como una
epidemia l a enfermedad social se extendió cuando "la multitud con
aquellos fluidos ódicos, de que hablaba el barón de Reichenback, o con
algo parecido que debe poseer, tal es s u poder de contagio, comenzó a
tocar los únicos ejércitos regulares que quedaban en pie. Esos órganos
de rectificación y de control político y social, principiaron a caer en el
reblandecimiento y l a anarquía" (214). Frente a las a n a r q u í a s
multitudinarias a fines del siglo diecinueve, cuando junto con el
proceso de modernización liberal se organizó el primer movimiento
obrero que cuestionó un sistema de clases al mismo tiempo que
mujeres profesionales y obreras cuestionaron l a estructura genérico/
sexual de la economía, el ejército nacional fue concebido como el
"órgano de rectificación y de control político y social".
E n l a ú l t i m a página de s u libro Ramos Mejía escribió: "temo que el
día que l a plebe tenga hambre, l a multitud socialista se organice, sea
implacable y los meneurs que la dirijan representen al acabado ejemplar
de esa canalla virulenta que lo contamina todo" (305). E s t a s eran L a s
multitudes argentinas y los meneurs cuya proliferación debía ser
prevenida mediante l a organización de una institución militar moderna.
Pero el fantasma de l a homosexualidad no consiguió ser proscrito de
esa cultura masculina y viril basada en las relaciones m á s í n t i m a s
entre hombres. Y fue nuevamente una homosexualidad que parecía
venir junto con l a modernidad de los nuevos ejércitos, de Europa y m á s
precisamente de Alemania donde se entrenaban oficiales selectos del
ejército argentino moderno.

L a desorganización de la nacionalidad

S n 1906 l a historia de una serie de e s c á n d a l o s homosexuales en el


ejército a l e m á n llegaron a Buenos Aires reproducidos por l a prensa
internacional e hicieron a los oficiales del ejército argentino especial-
mente susceptibles de ansiedades homosexuales. Porque desde 1900,
en Argentina y en Alemania recibían y h a b í a n recibido una parte

360
importante de s u i n s t r u c c i ó n de manos de oficiales alemanes. Y fue
precisamente en esos mismos a ñ o s cuando, como lo s e ñ a l ó Molloy,
varios oficiales, generales y concejeros del K a i s e r Guillermo I I fueron
acusados de homosexuales frente a las cortes alemanas en u n a larga
serie de procesos sensacionales cuyos ecos en Buenos Aires, como
hemos visto, se pueden leer en el libro de Batiz (Molloy, Too Wilde,
194).
L a s dos veces que Batiz se refirió al posible tráfico de "modelos" de
pederastia lo hizo en el contexto de "las informaciones de los e s c á n d a l o s
en Alemania, los del principe de Eulembourg [sic], del proceso de dos
generales alemanes y l a existencia con vida pública de una agencia de
proporcionar modelos a los pederastas pasivos** (Buenos Aires, 79).
Tres p á g i n a s m á s adelante Batiz i n s i s t i ó en recordar el peligro de que
los j ó v e n e s argentinos, igual que u n grupo selecto de alemanes "viene
a Ñ á p e l e s y a Roma pidiendo modelos, como el príncipe de los e s c á n d a l o s
alemanes** (83). Batiz e n t r e t e j i ó a s í las sexualidades de j ó v e n e s italia-
nos, argentinos y alemanes.
Molloy s e ñ a l ó que "se d e b e r í a recordar que estos e s c á n d a l o s en el
círculo del K a i s e r hicieron e r u p c i ó n precisamente cuando Argentina
estaba reestructurando su ejército de acuerdo al modelo prusiano**
(Too Wilde, 194)." Central en esa r e e s t r u c t u r a c i ó n fue el intercambio
de oficiales alemanes que e n s e ñ a b a n en Argentina y de oficiales
argentinos que se especializaban en Alemania. Robert Potasch s e ñ a l ó
que a partir de 1900, en l a E s c u e l a Superior de G u e r r a r e c i é n creada,
"varios mayores y capitanes alemanes, que v e s t í a n uniformes
argentinos y ostentaban grados argentinos honorarios de Tte. C r n l . y
Mayor respectivamente, se turnaron en el cuerpo de instructores,
dictando los cursos principales a centenares de oficiales argentinos de
todas las graduaciones** (Ejército y política, 19). Leopoldo Rodríguez,

^^Los escándalos homosexuales de la corte de Guillermo II empezaron en


1898 cuando Felipe Eulemburg, hermano del principe Federico, fue acusado de
homosexual. Federico Krupp, el gran industrial alemán se suicidó en 1902,
cuando se hicieron públicas sus relaciones sexuales con jóvenes pescadores de
la isla de Capri. Pero los distintos episodios recibieron gran publicidad
internacional en diciembre de 1906. E n 1907 cuando terminaron los juicios en
las cortes alemanas, los alegatos de homosexualidad habían alcanzado al
Canciller alemán, a un oficial de la Oficina de Asuntos Extranjeros, un
Maestre de Cámara, un Maestro de Ceremonias, uno de los hijos del Kaiser,
el hijo del general Alfred Kessel, varios oficiales de importantes regimientos
prusianos, miembros de la nobleza, sirvientes y pescadores (Entourage Wilhelm,
57 -145).

361
por s u parte, agregó que en 1916 en el ejército argentino h a b í a "una
total h e g e m o n í a de l a escuela alemana, de las armas alemanas, de l a
r e g l a m e n t a c i ó n alemana, de l a i n s t r u c c i ó n alemana" (Fuerzas Arma-
das, 65). A l a presencia alemana en el ejército argentino se sumaba l a
i n s t r u c c i ó n de oficiales argentinos en Alemania: "en las escuelas
nacionales y en l a preparación en Europa. Richieri y U r i b u r u entre
otros siguen cursos extensos en Alemania" (65).^^ E n el momento de su
m o d e r n i z a c i ó n y u t i l i z a c i ó n como l a i n s t i t u c i ó n productora de un
sujeto nacional ^rgentino elector viril, las circunstancias h i s t ó r i c a s
inscribieron profundas ansiedades homosexuales en l a historia del
ejército argentino. E s a s ansiedades emergieron a fines de 1906, con
un tapado y e q u í v o c o e s c á n d a l o entre dos oficiales de un b a t a l l ó n de
i n f a n t e r í a estacionado en los cuarteles de Palermo.
E n l a cultura argentina, o m á s precisamente en l a cultura p o r t e ñ a ,
las ansiedades homosexuales volvieron a hacerse evidentes en 1942,
a raíz del conocido e s c á n d a l o de los cadetes del Colegio Militar de la
N a c i ó n descubiertos en reuniones de l a cultura gay de mediados de
siglo, fotografiados desnudos, en poses sugestivas, con l a gorra o el
c i n t u r ó n del uniforme por toda indumentaria. J u a n J o s é Sebreli
e x p l i c ó que "fueron p r e c i s a m e n t e e s a s f o t o g r a f í a s l a s que
desencadenaron el e s c á n d a l o " (Historia secreta, 10). Pero la ansiedad
homosexual que precipitó ese episodio y a se h a b í a empezado a producir
y a manipular en l a primera d é c a d a del siglo veinte. E n el momento
fundacional del ejército moderno.
Escritores, militantes e historiadores como Carlos J á u r e g u i , J u a n
J o s é Sebreli, Zelmar Acevedo, Marcelo Benitez y Donna G u y y a han
examinado l a r e p e r c u s i ó n del e s c á n d a l o de 1942 y notaron que fue a
partir de ese episodio que en Argentina, entre 1942 y 1949, se e m p e z ó
a sancionar legalmente l a homosexualidad.^^ Sebreli s e ñ a l ó que "apenas
e s t a l l ó el e s c á n d a l o de los cadetes, comenzaron a circular impresos
a n ó n i m o s , donde a p a r e c í a n listas de jefes y oficiales de las Fuerzas
Armadas, altos prelados [de l a iglesia católica], damas de sociedad y
profesionales" (Historia secreta, 10) presuntamente lesbianas y ho-

•^''En La Prensa del 2 de febrero de 1907, en la columna dedicada a noticias


de ''Ejército y Marina" leemos "en la Escuela Superior de Guerra dieron
principio ayer los exámenes de idioma alemán de los oficiales nombrados para
incorporarse al ejército de Alemania" (Ejército Marina, 5).
^•'Ver J.J. Sebreli, p. 11; C. Jáuregui, pp. 161-165; Azevedo y Benitez, pp.
226-229; D. Guy, pp. 223-229,

362
mosexuales. E l descubrimiento en 1942 de p r á c t i c a s sexuales
particulares entre los futuros oficiales del ejército argentino sirvió a s í
para interrogar las sexualidades de un grupo amplio de personalidades
de todas las clases sociales. L a homofobia subyacente bajo todo el
proceso de denuncia pública de la homosexualidad sirvió para que el
público del período, así como activistas, escritores e historiadores de
años m á s tarde, pudiéramos conocer y documentar una variada cultura
gay extendida en todas las clases del Buenos Aires de mediados del
siglo veinte.^**
Fue precisamente esa publicidad l a que se trató de evitar como
consecuencia del episodio ocurrido en 1906, no y a entre cadetes sino
entre dos oficiales. E n ese incidente, Juan Comas, un Mayor del
batallón 10 de infantería m a t ó al Capitán Arturo Masedo y enseguida
trató de suicidarse. S e g ú n los documentos, Masedo declaró, en una
declaración firmada en conjunto con l a mayoría de l a oficialidad del
batallón, que Comas tenía o había tenido relaciones sexuales con otros
hombres. Ninguno de los documentos que he examinado nombra
e x p l í c i t a m e n t e la homosexualidad o, usando l a terminología científica
de la época, la inversión sexual del mayor Comas. E s precisamente ese
silencio y las estrategias para mantenerlo el que interrogué comparando
distintas versiones del episodio.
Para hacerlo, para delinearlos bordes de ese borrón oculto entre los
textos, exploré los relatos del suceso que hicieron la criminología, l a
medicina legal y militar y l a prensa periódica del período. Y encontré
que los silencios, omisiones o reescrituras de detalles aparentemente
nimios, vistos en conjunto conformaban una homosexualidad en tres
grados de representabilidad distintos. E n el discurso de los criminólogos
empleados en l a burocracia estatal era una homosexualidad explícita,
nombrada pero de forma vaga e impersonal. E n el discurso de esos
representantes y paladines del decoro y l a respetabilidad de la nueva

^''Sebreli señaló que de la evidencia que produjo el escándalo de 1942 se


desprendía que "como ocurre siempre en el mundo homosexual se mezclaron
todas las clases, invalidándose el prejuicio que suele identificar a homosexua-
lidad y clase alta. Entre las fotografías y listas encontradas en el departamento
de Ballvé [un joven de la clase patricia que se dedicaba a la fotografía]
figuraban estancieros, abogados, escribanos, estudiantes, empleados, obreros,
un florista, un colectivero y hasta un agente de la comisaría 15a. Si bien
durante el resto de 1942 ... las actividades homosexuales estuvieron más
vigiladas, le correspondió a la dictadura pronazi del general Ramírez, surgida
del golpe del 4 de enero de 1943, llevar a cabo el primer operativo homosexual",
p. 11.

363
clase media en formación, el episodio apareció como una alusión al
margen. E r a una homosexualidad representada como característica
diseminada entre las clases altas y bajas.
E n el informe producido por l a investigación legal del episodio, en
el texto accesible a militares y hombres de ciencia, la homosexualidad
era una presencia recurrente pero codificada, encarnada en la figura
de un amigo particular que aparecía siempre en un centro de la vida
emocional y afectiva del militar. Y a ese amigo al que el relato de los
m é d i c o s militares i n c l u y ó sin cuestionarlo, n a t u r a l i z á n d o l o y
codificándolo como "el amigo predilecto", fue la presencia censurada,
tapada en el discurso periodístico producido para la gran audiencia de
la prensa periódica en l a que l a homosexualidad era irrepresentable.
Veamos primero cómo se refirió al episodio entre los dos oficiales
Ensebio Gómez en La mala vida. E l criminólogo subtituló el capítulo
en el que estudiaba l a población homosexual de Buenos Aires:
"Invertidos aristócratas e Invertidos plebeyos". De esa forma la homo-
sexualidad quedaba asociada a un sistema de clases de un allá,
europeo, de clases plebeyas y nobles, degeneradas o decadentes, que
d e s p u é s de su inmigración debían ser regeneradas en un acá argentino
por las nuevas instituciones nacionales de educación y ejército
formativas de una nueva identidad argentina de clase media.
Recordemos que el lunfardo —que s e g ú n estos hombres de ciencia era
"pederasta de c o n d i c i ó n " (Sentido M o r a l , 28)— r e p r e s e n t ó
simbólicamente la presunta criminalidad de anarquistas, mujeres y
dirigentes obreras, obreros desempleados, p e q u e ñ o s ladrones y
trabajadores de l a prostitución. Mientras el lunfardo sirvió a los
burócratas de clase media para encarnar el mal que era necesario
combatir en las clases bajas, la homosexualidad fue l a construcción
que les sirvió para extender su control sobre las clases altas. Así se
trataba de fundamentar esa noción a l a que se refirió Sebreli al
s e ñ a l a r "el prejuicio que suele identificar a homosexualidad y clase
alta" (Historia Secreta, 11).
Gómez, sin dar nombres, utilizó el episodio entre Comas y Masedo
para ilustrar una de las características del homosexual estereotípico
del discurso médico legal, y escribió: "[los invertidos] son celosos y esta
p a s i ó n los lleva hasta el crimen. U n sensacional proceso recientemente
debatido ante l a justicia militar, acaba de dar l a prueba al respecto"
(189). E n los documentos que revisé esa frase fue l a única que, sin
identificar a los dos oficiales por su nombre, se refería al incidente
entre Comas y Masedo describiéndolo como un episodio pasional entre
militares homosexuales.

364
L a evidencia documental que me confirmó que la a l u s i ó n de Gómez
se refería el episodio que protagonizaron el Mayor y el C a p i t á n l a
e n c o n t r é al investigar primero cuándo escribió Gómez su texto, para
a s í tratar de precisar el momento histórico al que el criminólogo l l a m ó
"reciente". Efectivamente ese momento histórico corresponde al período
preciso durante el que se d e b a t i ó l a muerte del C a p i t á n y el intento de
suicidio del Mayor en los c í r c u l o s militares, m é d i c o legales y
p e r i o d í s t i c o s de Buenos Aires. E l libro de Gómez fue publicado en
forma completa, con una introducción de J o s é Ingenieros, en 1908.
Pero y a en el n ú m e r o correspondiente a los meses de julio y agosto de
1907 de los Archivos, G ó m e z publicó el primer capítulo de La mala
vida, dos meses d e s p u é s del fallo de la justicia militar que el 27 de
Marzo de 1907 absolvió al Mayor.^^
A l a coincidencia en un mismo momento histórico del "proceso
sensacional" a l que se refirió G ó m e z en su libro y el episodio que
protagonizaron el Mayor y el C a p i t á n en una h a b i t a c i ó n de un cuartel
del barrio de Palermo, se s u m ó l a coincidencia de los textos del
criminólogo y de los m é d i c o s militares en los Archivos, ese espacio
central de producción y d i f u s i ó n del discurso científico y m é d i c o legal
del período. Gómez publicó el primer capítulo de su libro en el n ú m e r o
de los Archivos correspondiente al bimestre de julio/agosto de 1907, y
en el n ú m e r o correspondiente al bimestre de marzo/abril del mismo
año, los m é d i c o s que investigaron el episodio entre Comas y Masedo
publicaron s u "Informe pericial presentado a l Consejo de G u e r r a
permanente para Jefes y Oficiales del Ejército".
Los m é d i c o s militares al producir un texco en el que por ser un
documento legal d e b í a n nombrar a los oficiales involucrados codifica-
ron los posibles significados homosexuales en alusiones comprensibles
en los círculos de l a medicina legal y militar. A l reescribir el "Informe"
sobre Comas para transformarlo en un "caso" médico legal para ser
publicado en los Archivos, los m é d i c o s retitularon el texto producido
por s u i n v e s t i g a c i ó n y lo l l a m a r o n " E x a l t a c i ó n p a s i o n a l y
responsabilidad penal". Pero s e g ú n estos hombres de ciencia l a
"exaltación pasional" era una de las características claves de los

^^Ver "La mala vida en Buenos Aires" en Archivos de Psiquiatría,


Criminología y Ciencias Afines (1907), p. 431.
"Ver Ramón Giménez, Angel Godoy y Bernardo Pérez Avedaño. "Exaltación
Pasional y Responsabilidad Penal. Informe Pericial presentado al Consejo de
Guerra permanente para Jefes y oficiales del ejército", en Archivos de Psiquia-
tría, Criminología y Ciencias Afines (1907), p. 141.

365
invertidos a los que, en palabras de Veyga, "se los puede tener como
modelos de exaltación pasional" (Amor Invertidos, 333)
E s a codificación de una posible homosexualidad militar disimula-
da bajo la categoría de l a "exaltación pasionaP era necesaria para
preservar l a imagen de heterosexualidad imprescindible en l a
institución nacional en la que se completaba el entrenamiento de los
futuros ciudadanos argentinos electores y de sus líderes. E n el Colegio
militar y en los cuarteles, disciplinados todos por un mismo sistema
militar "masculino", se relacionaron y establecieron alianzas tanto
grupos de oficiales y de conscriptos como oficiales de distintas clases
sociales, hijos de inmigrantes (como Richieri) o de miembros de la vieja
clase patricia (como Comas) que conformaron una primera generación
de líderes militares profesionales. E n esa reunión de clases los
descendientes de l a clase patricia tradicional eran los que debían
proveer los modelos de decoro y respetabilidad burguesa "viril".
Recordemos que en el a n á l i s i s de Ramos Mejía, en contraste con l a
sensibilidad del guarango invertido, los "ideales y ambiciones chéres
au coeur, que mon esprit révait, ... se refugia[ban], con cierto pudor
varonil, en la modesta penumbra del hogar de abolengo" (Multitudes
Argentinas, 272)
E l mayor Comas encarnaba uno de esos modelos, descendiente de
"personas bien colocadas en la provincia de Entre Ríos y que formaron
un hogar modelo muy respetado por esa culta sociedad. S u padre fue
hacendado ... Llegó a ocupar hasta la presidencia del Senado de su
provincia" (Exaltación Pasional, 143). De esa cepa tradicional provenía
el militar ejemplar "independiente, franco, altivo, [que] constituye
a d e m á s el exponente m á s acabado de nuestra raza, de nuestro pueblo,
eminentemente celoso de sus intereses, no y a de los materiales que no
vienen al caso pero sí de los morales y que a t a ñ e n a su patriotismo, a
la sociedad, a su familia" (152). E l descendiente de un patriarca
terrateniente de provincias, el vástago de una geneaología que debía
proveer los arquetipos de cultura argentina viril, tanto a sus colegas
militares de otras clases sociales como a sus soldados, no podía ser
representado como el marica y debía ser absuelto.
Todo el informe de los médicos militares fue un argumento contra
el cargo de una homosexualidad implícita, nunca mencionada directa-
mente, siempre codificada en las categorías de inversión que hemos
visto. Comas representaba el hombre sin culpa "sin haberse dejado
seducir, como nunca, por excesos de ninguna clase,... sin haber en fin
entrado enjuego ninguna causa moral del orden personal, familiar o
social, que tanto contribuyen a modificar y hasta formar el carácter

366
adquirido" (Exaltación Pasional, 152), A l descargo de posibles males
"adquiridos" se sumaba el necesario rechazo de l a h i p ó t e s i s de que
Comas fuera un "delirante". Los médicos alegaron que nunca "en el
curso de las muy largas conversaciones que hemos sostenido con él
d e s p u é s del suceso, ha surgido una idea o interpretación delirante de
forma anómala". Y en l a misma página, poco m á s abajo al referirse al
móvil del delito afirmaban que "nada hay de delirante en ese móvil que
bien podría decirse noble" (149).
Al mismo tiempo que deshechaban el argumento de que el Mayor
tuviera ninguna de las características etiológicas de la inversión, los
médicos militares lo representaron como al patriarca burgués en el
centro de l a sagrada familia, y escribieron:

Hallábase [Comas] precisamente en el templo de sus reverencias, en su


altar más preciado, en la mesa de familia rodeado por su esposa y por sus hijos,
cuando llegó a su poder una esquela que apenas terminó de leer, que debió
quemarle las manos: "¡qué infamia!" sólo atinó a pronunciar. Esa esquela de
un oficial del batallón, de un bien intencionado amigo, le informaba de una
imputación urdida al parecer por un capitán del cuerpo, quien había conseguido
interesar a toda la oficialidad del mismo en su contra para hacerse solidarios
de dicha imputación, cuyo objetivo era la separación del mayor y su muerte
moral ... Ciego, apenas atina a despedirse de su esposa, a la que deja llena de
dolor y muy preocupada; deja igualmente al amigo que lo acompaña en la mesa
—eran próximamente las 9.30 p.m. (146. Énfasis en el original).

Aquí quisiera s e ñ a l a r primero cómo los médicos primero y los


periodistas d e s p u é s trataron de reestablecer el honor del militar
cuestionado recurriendo a principios éticos y estéticos del melodrama.
E n t r e las c a r a c t e r í s t i c a s del melodrama Peter Brooks s e ñ a l ó
especialmente "el regodeo en fuertes estados emocionales, l a
polarización y esquematización moral; los estados extremos del ser,
situaciones, acciones, villanía manifiesta, persecución del bien, y
recompensa final de la virtud; expresiones infladas y extravagantes;
tramas oscuras, suspenso y peripecia conmovedora" (Melodramatic
Imagination, 11-12).
E n l a escena que acabo de citar llamaba l a atención del lector el
discurso presuntamente científico pero emocional, agitado por excla-
maciones que servían para enfatizar la polarización moral del mundo
melodramático: la virtud del militar "en el templo de sus reverencias,
en su altar m á s preciado, en l a mesa de familia", en la que hacen
irrupción las fuerzas del mal a través de la esquela "que debió
quemarle las manos", la oscura intriga "urdida al parecer por un

367
c a p i t á n del cuerpo, quien h a b í a conseguido interesar a toda l a
oficialidad del mismo en s u contra". E n l a escena a p a r e c í a "el amigo",
s e ñ a l a d o pero incluido, naturalizado en el mundo del decoro y l a
respetabilidad de l a familia heterosexual. S u presencia s e r v í a por un
lado para abrir el interrogante que debería aclarar l a i n v e s t i g a c i ó n en
el texto científico y por otro para proyectar una duda que suscitara el
suspenso que m a n t e n í a el i n t e r é s en el melodrama. Antes de explorar
la r e p r e s e n t a c i ó n del amigo, veamos algunos significados de esa
"muerte moral" que t a m b i é n llamaba la a t e n c i ó n en el fi-agmento que
cité.
E n el "Informe" de los m é d i c o s militares l a e x p r e s i ó n "muerte
moral" aparecía utilizada repetidamente por los oficiales del b a t a l l ó n .
Cuando Comas, ya en el cuartel, se dirigió a su superior militar
protestando ser v í c t i m a de u n a conspiración militar que p o n í a en duda
s u honor, "el jefe [del b a t a l l ó n ] m a n i f e s t ó s e a l m a y o r muy
apesadumbrado y le declaró no creer en l a acusación ni en l a posibilidad
de que pudiera c o m p r o b á r s e l e , pero que estaba muerto moralmente y
que le aconsejaba, conforme con l a d e t e r m i n a c i ó n de los oficiales, l a
salida del cuerpo" (146). Otros oficiales del b a t a l l ó n utilizaban l a
m i s m a e x p r e s i ó n : cuando Comas "alcanzó a recriminarles t a m b i é n u n
proceder tan i n s ó l i t o , a lo que le respondieron que no c r e í a n en l a
denunciada i m p u t a c i ó n , pero que estaba muerto moralmente". Y en la
frase siguiente los m é d i c o s agregaron: "esta e x p r e s i ó n 'muerto moral'
escuchada por segunda vez, debió llegarle a lo m á s í n t i m o " [al mayor]
(146). L a homosexualidad aquí no importaba como figura real, como
posibilidad sexual, emocional y afectiva entre dos hombres, sino como
alegato y arma, lo que E v e Sedgwick l l a m ó "pánico homosexual" de un
discurso militar masculino que ejercía un poder de vida y muerte,
crimen o suicidio, sancionados en u n sistema de j u s t i c i a paralelo, con
un código de honor que no obstante funcionar fuera del sistema legal
militar, c o n s e g u í a que sus decisiones fueran revalidadas por l a ciencia,
por ejemplo en el "Informe", y aceptadas por l a j u s t i c i a militar que
fallaba b a s á n d o s e en l a e v a l u a c i ó n de los hombres de ciencia, los
peritos.
E s significativo notar que a pesar de que el Mayor no m u r i ó ,
aunque i n t e n t ó suicidarse sin conseguirlo, los mismos m é d i c o s milita-
res que lo absolvieron frente a l a justicia militar lo condenaron en su
discurso, sugiriendo que su absolución no implicaba que fuera absuelto
de acuerdo con ese código de honor s e g ú n el cual l a sola sospecha de
homosexualidad justificaba el homicidio, promovía el suicidio y asegu-
raba l a "muerte moral". E s a condena se hacía evidente en l a a f i r m a c i ó n

368
de los médicos militares al s e ñ a l a r que "si l a actitud del c a p i t á n en ese
antro de muerte hubiera sido otra, se h a b r í a n ahorrado dos vidas"
(157. E n f a s i s agregado). L a amenaza de "muerte moral" era una forma
de s a n c i ó n no legal pero utilizada con efectividad hasta tanto l a
homosexualidad pudiera ser sancionada en los códigos a mediados del
siglo veinte, cuando el ejército que y a h a b í a estabilizado su poder
institucional se pudo permitir l a a d m i s i ó n pública de l a homosexuali-
dad entremezclada entre sus cuerpos.
P a r a delinear l a figura ausente del amigo comparé el relato de l a
medicina legal militar con el de l a prensa periódica. U n periodista de
La Prensa en u n discurso que buscaba dar l a i m p r e s i ó n de veracidad
utilizando la minuciosidad de detalles de l a i n v e s t i g a c i ó n p e r i o d í s t i c a
presuntamente objetiva, al describir l a misma escena que vimos en el
texto de los m é d i c o s , escribió:

En su casa el mayor Comas cenó tranquilamente, acompañado de su señora


y de tres hijitos, sin dar señales de ninguna preocupación. Después de cenar,
llegaron a la casa algunos parientes del mayor y de la señora, que tienen
costumbre de pasar con ellos las veladas. Ésta se inició, actuando en ella
siempre, con toda tranquilidad, el mayor. A las 8.30, poco más o menos,un
conscripto del 10 de infantería llegó con una carta para el mayor. Apenas leída
ésta. Comas dio inequívocas pruebas de alteración, tomó su espada y contestando
a las preguntas de su familia sobre el motivo de la partida, les manifestó que
lo llamaban urgentemente del cuartel (Drama Trágico, 6).

Notemos el uso del diminutivo, "hijitos", utilizado para cimentar


m e l o d r a m á t i c a m e n t e una construcción de l a familia burguesa tradi-
cional. Como e x p l i c ó Brooks, en el melodrama los n i ñ o s e r a n
introducidos como portadores de signos de inocencia (Melodramatic
Imagination, 33-34). Notemos t a m b i é n l a reconstrucción p e r i o d í s t i c a
de l a escena inicial clásica del melodrama, lo que Brooks l l a m ó "la
fiesta interrumpida" o "el banquete violado": "la obra t í p i c a m e n t e se
abre con una r e p r e s e n t a c i ó n de l a virtud y la inocencia ... Vemos esta
virtud m o m e n t á n e a m e n t e c e l e b r á n d o s e a sí misma, ayudada por
aquellos que l a reconocen y apoyan". E n el melodrama "a diferencia de
l a tragedia no empezamos en el momento de crisis" (29). A l irrumpir
el mal en el mundo de l a virtud, l a precipitación del militar que salió
raudo a defender su honor blandiendo l a espada representaba l a
salida de l a inocencia "expulsada de su terreno natural, su identidad
cuestionada por medio de e n g a ñ o s o s signos, debe vagar afligida hasta
poder encontrar y establecer los verdaderos signos que prueban s u
naturaleza" (30).

369
E l informe de los m é d i c o s militares y el artículo de La Prensa
t e n í a n en c o m ú n l a misma riqueza de detalles que trataban de
apuntalar discursos presuntamente objetivos o científicos. Pero en la
traducción del melodrama científico al melodrama periodistístico
para consumo de una audiencia que rebalsaba los l í m i t e s de los
círculos militares y médico legales, l a r e p r e s e n t a c i ó n del patriarca "en
el templo de sus reverencias, en s u altar m á s preciado,... rodeado por
su esposa y por sus hijos", no a d m i t í a l a presencia comprometedora del
"amigo que lo a c o m p a ñ a [ b a ] en l a mesa". Entonces el periodista
r e e m p l a z ó al "amigo" por una saludable familia extendida de "parientes
del mayor y de l a s e ñ o r a , que tienen costumbre de pasar con ellos las
veladas". Pero l a lectura intertextual d e m o s t r ó que entre los textos se
t r a t ó pero no se pudo ocultar a ese amigo sospechoso, tapado por una
notable proliferación de parientes. L a misma lectura s u g e r í a que,
a d e m á s , podía ser el amigo el que t e n í a l a "costumbre de pasar con
ellos las [tiernas] veladas" cotidianas, "en familia".
E l borrón de l a r e p r e s e n t a c i ó n del amigo en el artículo de La Prensa
se podría alegar que fue producto de informes insuficientes o incorrectos
en un primer momento de l a i n v e s t i g a c i ó n periodística. Pero el
personaje del "amigo" del Mayor es una presencia reiterada en l a
narración de los m é d i c o s . Y esa presencia reiterada en el discurso
médico legal militar fue reiteradamente censurada en el discurso
periodístico. De hecho La Prensa, pocos d í a s antes del fallo de la
justicia militar, pareció explicar su política de auto-censura alegando
que

...en asuntos que afectan honda y desagradablemente la disciplina militar


y que atañen directamente al honor de la institución armada, ya sea en un solo
miembro o en un determinado grupo de la misma, no es posible entrar en
detalles [en] la exposición del o los mismos al tratar de contrarrestar sus
efectos, porque los resultados necesariamente serían de peores concecuencias
que las que el hecho producen al buen nombre del ejército (Hecho Grave, 4).

L a cita explicaba a los entendidos l a d e s a p a r i c i ó n del amigo que


representaba l a posibilidad de l a homosexualidad en el interior de la
familia heterosexual y entre los miembros de los círculos de poder
profesionales, civiles y militares burgueses.
E s a fue l a misma posibilidad que a l a r m ó tanto a J o s é González
Castillo en Los invertidos. E n ese otro melodrama l a homosexualidad
era especialmente temida y temible por aparecer diseminada en la
clase que debía proveer modelos de decoro y respetabilidad burguesa
para l a nueva clase media. E n Los invertidos el militar fue reemplazado

370
por Flórez, el médico criminólogo invertido, que d e b í a suicidarse
d e s p u é s de l a muerte de su amigo Pérez, el bisexual, el sodomita
seductor que representaba el mal dentro del templo de l a familia
heterosexual.
E n el informe de los m é d i c o s militares la intimidad entre el Mayor
y su amigo crecía a medida que se iba desarrollando l a narración.
D e s p u é s de aparecer comiendo con l a familia en l a intimidad cotidiana
de la mesa tradicional, el amigo volvió a aparecer en otro momento
significativo del relato de los m é d i c o s cuando, en el cuartel, mientras
esperaba que llegara el c a p i t á n que lo h a b í a acusado de homosexual,
"pensando en el suicidio, el mayor escribe a su esposa y a un amigo
predilecto d e s p i d i é n d o s e —y a los oficiales del cuerpo otra carta
r e c o n v i n i é n d o l e s por l a mezquina acción y a s e g u r á n d o l e s que dos
c a d á v e r e s reclamaban l a v i n d i c a c i ó n de s u honor mancillado"
( E x a l t a c i ó n Pasional, 157). Así "el amigo" sutilmente se t r a n s f o r m ó en
"un amigo predilecto".
L a s tres cartas y sus tres destinatarios aparecieron repetidamente
en el Informe médico legal militar. Al evaluar el grado de premeditación
del Mayor los mismos m é d i c o s alegaron que sólo pocos minutos antes
de que llegara al b a t a l l ó n el c a p i t á n , Comas i m a g i n ó que podría tener
que matarlo y suicidarse "por eso escribe a su esposa y a un amigo
predilecto, por eso escribe a l a oficialidad" (157). Los m é d i c o s volvieron
a referirse a las tres cartas al s e ñ a l a r que "en cuanto al contenido de
ellas, hay un pliego con dos l í n e a s , otro terminado y no firmado, otro,
en fin, el dirigido a l a oficialidad" (156). Los tres pliegos representaban
la despedida de Comas de su esposa, de su amigo predilecto y de los
oficiales del b a t a l l ó n .
La Prensa, en cambio, borró todas las alusiones a l a carta de
despedida del militar al amigo:

...a la prevención se acompañan los revólveres del mayor y del capitán; el


acta de acusación firmada por un grupo de oficiales del cuerpo y las cartas
escritas por el mayor Comas. Una de esas cartas es para su señora y otra para
los oficiales del 10 de infantería. Además se han juntado a la prevención
sumaria algunos otros antecedentes" (Drama Trágico, 5).

E s t a presunta, temida homosexualidad, borroneada, reconocida,


estudiada y codificada en el discurso pseudo-científico de l a medicina
legal fue censurada en el discurso de los medios de c o m u n i c a c i ó n en los
que a principios de siglo no se podía identificar l a homosexualidad con
la masculinidad de una nacionalidad argentina. Pero que la homose-
xualidad no fuera representable y que no se l a sancionara legalmente

871
no significaba que no se l a sancionara socialmente, c a s t i g á n d o l a con
distintas formas de muerte, f í s i c a y/o "moral". Sancionada de una u
otro forma, representada o censurada, a lo largo de todo el siglo veinte
esta homosexualidad siempre desbordándose de los cuerpos del ejército
nacional fue una m e t á f o r a central, organizadora de todo un discurso
socio-político argentino.

L a s estrategias para reorganizar la d e s o r g a n i z a c i ó n

La promoción cultural del suicidio de los homosexuales


Los invertidos, l a obra teatral de J o s é G o n z á l e z Castillo, fue otro
melodrama en el que, en 1914, se trataron de explorar posibles
soluciones al "problema" de la i n v e r s i ó n en Buenos Aires. A l día
siguiente del estreno, un crítico teatral decía:

A instancias del extraordinario público que una vez terminada la obra pidió
al autor que hablase, hizo éste uso de la palabra, manifestando entre otras
cosas: que según una estadística publicada en 1905, los "anormales", en
Buenos Aires alcanzaban a la suma de más de diez mil, lo que hacía desde
luego, que la enorme proporción tomara un carácter alarmante. Agregó el
señor González Castillo que era humano atacar por todos los medios el
incremento de la degeneración que ha inspirado su obra. (La Mañana, 13/9/
1914)

L a i n v e r s i ó n en 1914 era irrepresentable en l a prensa periódica y


por eso el crítico u s ó el eufemismo "los anormales", que fue el mismo
que usaron algunos p e r i ó d i c o s . P e r o junto con el eufemismo aparecía
l a preocupación por "el incremento de la degeneración", que era otro
eufemismo que denotaba l a homosexualidad.
Otro crítico teatral, al referirse al mismo discurso del autor al
público, s e ñ a l ó : "agregó el s e ñ o r González Castillo que, tratar por
todos los medios de atacar el mal, convenciendo a l a multitud del
desprecio y l a l á s t i m a de que eran 'dignos' —lo pondremos entre
comillas— esos seres dotados de una si se quiere segunda naturaleza,
era hacer obra moralizadora". (Crítica, 13/9/1914). Poco m á s abajo el
mismo crítico d e m o s t r ó hasta q u é punto l a "solución del problema" era

63
Ver "La Razón" del 13 de Septiembre de 1914.

372
una preocupación central del medio cultural que expresaban el autor
y l a crítica teatral del período, y se preguntaba:

¿Qué misterio hay en esa bien o mal llamada segunda naturaleza? L a


ansiada solución del problema, no llega y de eso peca la obra del señor González
Castillo. E l telón cae sobre una escena pasional, un drama al fin en que
solamente se involucra a los actores de la pieza, sin extenderse a la generali-
dad, que es, precisamente lo que se desea ... Porque es de suponer que no se
solucionaría el problema exterminando a todos los "activos" y "pasivos", ni
mucho menos". Ya desde 1908 había evidencia de que a las sanciones que había
propuesto y promovido el discurso de los médicos y criminólogos se trataba de
sumarles otros tipos de penas y castigos.

L a s teorías c i e n t í f i c a s de la primera década del siglo veinte en 1914


se h a b í a n propagado. U n tercer crítico teatral, a l defender el uso de l a
e x p r e s i ó n "Los invertidos" en el t í t u l o de l a obra —uso que fue una de
las razones que dio l a Municipalidad de Buenos Aires al prohibir su
r e p r e s e n t a c i ó n una semana d e s p u é s del estreno—, alegó que "el doctor
Ingenieros lo h a utilizado en interesante estudio científico" (Crítica,
21/9/1914). Pero a l a perniciosidad del discurso m é d i c o que hemos
visto, l a cultura h e g e m ó n i c a del Buenos Aires de l a segunda d é c a d a
del siglo veinte l a j u z g ó insuficiente, cuando no tolerante. C a s i a fines
de esa primera década, en 1908, G ó m e z en su libro h a b í a concluido el
capítulo sobre los homosexuales proponiendo que "el sentimiento
humanitario, tal vez en pugna con el e s p í r i t u científico, v é s e precisado
a formular una aspiración suprema: l a del retorno a aquellas é p o c a s
en que l a ley social, desconfiando en absoluto del respeto que a los
hombres pudieran merecer los preceptos de l a ley moral, i n v a d í a los
l í m i t e s de é s t a y dejaba caer sobre los rebeldes toda l a severidad de sus
condenaciones" (Mala Vida, 193). De acuerdo con esta propuesta de
r a d i c a l i z a c i ó n de l a severidad de l a ley social (recordemos que hasta
ese momento l a homosexualidad no t e n í a n i n g ú n tipo de s a n c i ó n
legal), l a obra de G o n z á l e z Castillo para "hacer obra moralizadora"
propuso el suicidio, el autoexterminio de los homosexuales en un
proceso de "buena evolución" que h a c í a eclosión d e s p u é s de l a e r o s i ó n
psicológica de l a homofobia, propuesta y promovida por esa cultura
para que fuera internalizada por los homosexuales como propia.
A principios del siglo, C . O. Bunge ya h a b í a descrito el suicidio
como una forma b á s i c a del proceso de evolución y s e l e c c i ó n natural.^'*

®^En el mismo texto que hemos visto, en el que Bunge después de recordar
el antecedente de la "degenerada juventud del siglo de Pericles, en Atenas" y

373
D e s p u é s de quejarse de "la poca frecuencia y menor crueldad de las
guerras, [que] facilitan ahora l a obra de l a medicina en l a perpetua-
ción de los degenerados", Bunge propuso que "el mejor medio de su
e l i m i n a c i ó n , cuando se llega al caso extremo de l a disolución por l a
herencia, es hoy, podría decirse voluntario: el suicidio. E n las univer-
sidades alemanas varios moralistas han publicado en los ú l t i m o s
lustros obras de una lógica admirable, sosteniendo el deber del suicidio
de ciertos casos" (Notas D e g e n e r a c i ó n , 249). Pero enseguida se quejó
de que "¡Son tan pocos los degenerados que poseen el valor para el
suicidio!" (249). L a obra de G o n z á l e z Castillo, que s e g u í a de cerca las
t e o r í a s c i e n t í f i c a s c o n t e m p o r á n e a s , propuso l a p r o p a g a c i ó n e
i n t e r n a l i z a c i ó n de l a homofobia entre los mismos homosexuales, como
resultado de l a cual é s t o s en un acto de "buena evolución" se suicidarían.
E n l a obra de G o n z á l e z Castillo el protagonista que representaba
al invertido era Flórez, un médico que en el transcurso del melodrama
escribía un informe de peritaje médico legal sobre un caso de i n v e r s i ó n .
A l mismo tiempo que m a n t e n í a l a fachada de u n a vida heterosexual
casado con C l a r a , con l a que h a b í a tenido dos hijos —Julián y Lola—,
Flórez t a m b i é n llevaba una vida homosexual secreta con Pérez, su
amante de muchos a ñ o s que en l a obra representaba al seductor del
discurso médico. Pérez, el vicioso, el sodomita que no i n v e r t í a l a
p o s i c i ó n definida como correcta para s u sexo biológico sedujo a C l a r a
y l a llevó a su departamento de soltero, el "club", donde generalmente
se r e u n í a n los miembros de l a "cofradía". A l llegar inesperadamente

después de citar la Memorabilia de Jenofonte señaló que "la humanidad no ha


cambiado fundamentalmente desde aquellos tiempos. L a misma descripción
podría aplicarse a los degenerados medios de nuestros días" (Notas Degenera-
ción, 240). Como vimos, Bunge propuso que esa degeneración contemporánea
era visible en la "feminidad psicológica del hombre de genio" (Notas
Degeneración, 231) en el que él notaba "una serie de cualidades caracterís-
ticamente femeninas, que jamás se observan en el hombre normal" (230-231),
su "hermafroditismo intelectual" que lo llevaba a casarse "con mujeres
hombrunas" (231). Pocas páginas más adelante añoró "los auxilios que prestaba
la terapéutica a la humanidad doliente, las grandes convulsiones sociales
—pestes, hambres, guerras" que "contribuían en primera línea a eliminar a los
degenerados. E n Buenos Aires, por ejemplo, las revoluciones, la tisis, la fiebre
amarilla y el cólera han barrido al elemento negro ... algo semejante ha
sucedido en todos los países americanos con las razas aborígenes" (248).
Después de insistir en esta nostalgia por esas "herida[s] saludable [s] por donde
el cuerpo de muchas naciones supuró el fétido humor de sus neuróticos", Bunge
propuso en la página siguiente el suicidio de los llamados degenerados.

374
un grupo de invertidos a l a casa de Pérez cuando é s t e estaba reunido
con C l a r a , é s t a d e s c u b r í a l a vida secreta de su marido y en el ú l t i m o
acto mataba a Pérez e inmediatamente le daba el r e v ó l v e r a su marido
i n s t i g á n d o l o a suicidarse, lo que el médico h a c í a al final de l a obra.
Pero esa resolución del melodrama no le pareció j u s t a a otro crítico
que escribió: "¿Por q u é mata esa mujer? Hubiese sido m á s obra y sobre
todo m á s obra de G o n z á l e z Castillo si el Doctor Flos [sic], hombre
talentoso y superior, hubiese concebido el suicidio d e s p u é s de una
r e f l e x i ó n honda, estando, por encima de sus vicios y de sus deseos, la
conciencia" ( Ú l t i m a hora, 13/9/1914). Este suicidio era el mismo que
en toda l a obra a p a r e c í a repetido, inscripto y vuelto a repetir para que
fuera internalizado por la audiencia como un final inevitable de todos
los invertidos. Petrona, l a antigua mucama de l a casa de Flórez, en l a
primera escena de l a obra, al recordar un homosexual que h a b í a
conocido a ñ o s a t r á s , decía: "lo vi pocas veces hasta que s e g ú n me
dijeron se m a t ó ... Y mire lo que son las cosas, ¿no? ... ¡Casi todos los
mariquitas que yo he conocido o he oído decir, h a n muerto lo mismo ...
como si juera un castigo de Dios!" (Los Invertidos, 11). A s í la sugerencia
de que "casi todos los mariquitas'' se suicidaban a p a r e c í a al mismo
tiempo como una noción popular y una pena divina.
A esa creencia representada como popular se sumaba l a evidencia
"científica" que proveía el mismo m é d i c o , al recordar como ejemplo a
un "joven distinguido, que por d e s v í o s de su amante, otro hombre, se
s u i c i d ó por asfixia ... ¡Un suicidio romántico!" (14). E l mismo Flórez
preanunciando al principio de l a obra ese final en el que é l creía
c i e n t í f i c a m e n t e , lo describió como "una ley secreta ... e x t r a ñ a , fatal,
que siempre hace justicia en esos seres, e l i m i n á n d o l o s t r á g i c a m e n t e ,
cuando l a vida les pesa como una carga ... Irredentos convencidos ... el
suicidio es *su ú l t i m a , su buena evolución'" (91). Y en l a escena final,
al entregarle C l a r a el revólver a su marido lo urge a que se mate
recordándole "toma ... (Le da el arma.) Ahora ... ahora te queda lo que
t ú llamas l a ú l t i m a e v o l u c i ó n ... ¡Tu buena evolución!" (57).

La homofobia internalizada
E n Los invertidos, el mismo Flórez expresaba l a homofobia cultural
y científica internalizada como propia, al referirse al cambio de
personalidad que, s e g ú n el discurso científico que él mismo producía
y reproducía, se daba bajo el influjo de condiciones especiales:

Cuando están bajo la acción del momento que llamaremos crítico de la


noche especialmente, [los invertidos] se convierten en mujeres, en menos que

375
mujeres, con todas sus rarezas, con todos sus caprichos, y sus pasiones, como
en ese instante se operara en su naturaleza una transmutación maravillosa y
montruosa ... (Como poseído.) ¡Es la voz de los ancestros, el grito del vicio, el
llamamiento imperioso de la decadencia genésica, heredados de un organismo
decrépito y gastado en su propio origen por la obra de un pasado de miseria
material y anímica (15).

E l dramaturgo inscribió l a misoginia, bastante c a r a c t e r í s t i c a de l a


gran m a y o r í a de los textos c i e n t í f i c o s que hemos visto, en el personaje
de Flórez, en otro ejemplo de l a estrategia que trataba de representar
a los homosexuales como especialmente m i s ó g i n o s .
F e r n á n d e z , otro invertido, afirmaba en l a obra que "la mujer antes
de casarse d e b í a someter a su prometido a todo un s e v e r í s i m o examen
m é d i c o , fisiológico y moral, porque en l a s i t u a c i ó n actual hay un
porcentaje enorme de amorales, que, a ú n a pesar de su aparente
virilidad, son incapaces para l a vida integral" (17). E s t e personaje sin
duda hablaba de sí mismo, d e s c r i b i é n d o s e como **amorar e "incapaz
para l a vida integral". U n a acotación al margen del libreto lo d e s c r i b í a
como "alto, a t l é t i c o , vigoroso, viste con cierto elegante abandono.
Habla pausadamente y como convencido de s u fuerza física. E n el
fondo, sin embargo, no es m á s que un degenerado como los d e m á s que
considera su vicio m á s bien como un adorno que como una calamidad"
(91). P a r a confirmar l a virilidad "aparente" de su imagen f í s i c a con l a
"virilidad" de sus actividades favoritas, otro d i á l o g o d e s c r i b í a a
F e r n á n d e z como "el hombre de los sports ... de l a esgrima, l a caza al
pichón, el rowing, y otras 'animaladas' por el estilo" (17). Con este
personaje, como con el peligro de l a homosexualidad representada en
el m é d i c o , l a obra alertaba al espectador del peligro del m a l oculto bajo
las apariencias, profesiones o actividades m á s aparentemente viriles.
Pero no por que consiguieran e n g a ñ a r a l a sociedad estos homo-
sexuales dejaban de concebirse a s í mismos como seres degradados que
inevitablemente t e r m i n a r í a n s u i c i d á n d o s e . Poco antes de matarse
Flórez le decía a Pérez: "Este vicio, esta aberración que es y a u n a
segunda naturaleza en mí, empieza a tener su crisis y t ú l a has
provocado ... Desde anoche te tengo asco ... y me lo tengo a m í mismo
... (Llorando.) Soy un desgraciado" (56). A s í l a obra "hacía obra"
diseminando entre los homosexuales nociones autodestructivas.

El aval científico del discurso homofóbico


L a a l u s i ó n del crítico teatral al exterminio de "los 'activos' y los
'pasivos'" demuestra hasta q u é punto se h a b í a generalizado el discurso
m é d i c o sobre l a i n v e r s i ó n . L a obra de González Castillo, en mi opinión,

376
s i g u i ó muy de cerca ese discurso. P é r e z representaba a l seductor y su
personaje t e n í a mucho del seductor de Aída. E n las acotaciones, ese
narrador del teatro, que J u a n Villegas definió como "el hablante
d r a m á t i c o básico" (Interpretación A n á l i s i s , 15), describió al amante
del m é d i c o : "Pérez es el prototipo del 'oportunista*, elegante,
desenfadado, 'causeur'," (16). P é r e z era el explotador "activo" del
invertido "pasivo". E n un diálogo con F e r n á n d e z al referirse a un
tercer personaje, el seductor recordaba: "Pérez: —... pega cada sablazo
.../ F e r n á n d e z : —Por que es de los tuyos/ ... Pérez: — Q u é quieres ...
Pertenecemos a l a plana activa ..". (19). E n la lengua de Buenos Aires
"sablear" como "pechar" o "mangar" significaba pedir dinero prestado
(Nuevo Diccionario, 197).^^ S i bien en el diálogo entre Pérez y F e r n á n d e z
los personajes hablaban de l a elección de armas para un duelo,
F e r n á n d e z aprovechó el significado popular de l a e x p r e s i ó n para
describir al seductor como el "oportunista" en el que se asociaban los
significados del rol sexual y las ventajas e c o n ó m i c a s del explotador de
los invertidos que h a b í a n descrito los m é d i c o s y criminólogos. E n el
mismo diálogo que acabo de transcribir F e r n á n d e z le repitió a P é r e z
"tú eres de l a plana activa", a lo que Flórez r e s p o n d i ó molesto "basta
de i r o n í a s " (19). E n l a obra d r a m á t i c a si bien las alusiones a presuntos
roles sexuales fijos d e b í a n estar entretejidas sin ser e x p l í c i t a s , eran
claras para l a audiencia del Buenos Aires del período.
Benito, el sirviente de P é r e z que como tal h a c í a las veces de
empleado del "club" de invertidos, cuando C l a r a le p r e g u n t ó "¿Y por
qué le llaman el club?", r e s p o n d i ó codificadamente: **Y ... s e r á porque
tiene socios ... ativos y pasivos" (51). E l mismo personaje al contar
cómo h a b í a conocido a su empleador contó "a mi me contrató cuando
estaba de costrito ... ¡Era un rana! Conocía a todos los minotauros del
cuartel ... conocía" (52). Minotauros significaba "pederastas pasivos"
(Idioma Delito, 92), (Diccionario Hampa, 222) y l a a l u s i ó n a s í i n s c r i b í a
l a homosexualidad en los mismos cuarteles que h a b í a n descrito los
m é d i c o s y entre los "conscriptos" que h a c í a n el servicio militar
obligatorio.
A d e m á s de los espacios públicos como "la plaza Mazzini o los
kioscos de la calle Callao", junto con los cuarteles cuya sexualidad

^^Gobello señaló que "Pechar. Pop. Pedir, sablear ... es acepción que se da
también en la germanía. Pechador: pedigüeño sablista. Pechazo: pedido,
sablazo" (Nuevo Diccionario, 197). Mario Escobar, por su parte, propuso que
sable significaba pene y "Sableador. (Vulg.) E l que pide dinero. Como pechador
y manguero" (Diccionario Hampa, 289).

377
preocupaba tanto a Veyga, G ó m e z e Ingenieros, G o n z á l e z Castillo
t a m b i é n agregó los "internados". U n invertido le recordó a P é r e z sus
a ñ o s de "antiguos camaradas de colegio ... ¿No te acuerdas cuando
e s t á b a m o s en el internado?" (36). Petrona, por s u parte, le contó a
C l a r a cómo se h a b í a n conocido Flórez y Pérez en el internado: "como
se conocen los muchachos. S a b í a n ser amigos en los pupilos y, natural,
como lo pasaban siempre juntos se hicieron tan íntimos". E l dramaturgo
hizo u n a crítica al mismo sistema educacional contra el que vimos
luchar a los b u r ó c r a t a s que p r o m o v í a n l a e d u c a c i ó n nacionalista de las
escuelas estatales. L a escuela, donde estudiaron pupilos P é r e z y
Flórez, h a b í a sido el espacio original de l a corrupción: "cuando salieron
de pupilos —claro— s e g u i r í a n amigos" pensó C l a r a . Y Petrona contestó:
"¡Uf, como hermanos! L a casa de uno era l a casa del otro. E s t u d i a b a n
juntos, pasiaban juntos, c o m í a n juntos casi siempre y muchas veces
hasta d o r m í a n juntos" (43). C l a r a , como el público del melodrama se
e n t e r ó a s í del mal que se propagaba en el sistema educacional y
alarmada le p r e g u n t ó a su hijo adolescente "¿Tú has conocido a alguno
de esos desgraciados?" a lo que J u l i a n c o n t e s t ó "Sí ... en todos los
colegios hay alguno ... E n los internados especialmente" (47-8).
G o n z á l e z Castillo utilizó l a misma concepción de una p r o f u s i ó n de
reuniones sociales "y fiestas de aparato escénico** ( I n v e r s i ó n Adquiri-
da, 203) que en el caso de Rosita, por ejemplo, h a b í a constituido el
medio ambiente ideal en el que é s t a "rodeándose con uranistas de toda
especie ... e m p e z ó a recibir las primeras sugestiones en el sentido de
su cambio". E n l a obra teatral las luces s e r v í a n para crear efectos
llamativos en momentos de climax de l a acción d r a m á t i c a . A l final del
primer acto, el público llegaba a entrever un acercamiento sexual
entre los personajes cuando al quedar solos en el escenario P é r e z y
Flórez, el m é d i c o invertido, en un parlamento entretejido con el
discurso del hablante d r a m á t i c o básico, decía:

Quedamos solos ... Y ahora ... la luz estorba ... (Va a la llave del plafonier
y apaga éste. La escena queda solamente iluminada por la tenue luz verde de
la lámpara que está sobre la mesa.) ¡Oh! ... L a luz ... ¡Qué extraño efecto tiene
en mí la luz!... (Va a la ventana y abre ésta de par en par. Por ella se ve afuera
las luces de los edificios.) Y que entre ahora la noche ... la noche con todo su
misterio ... con toda su sombra ... ¿Qué lees? ... ¿Mi informe? ... (Se acerca por
detrás a Pérez. Inmutado totalmente como si sufriera en ese instante una rara
metamorfosis del carácter. Leyendo por sobre el hombro de Pérez.) "La noche
parece infundirles una nueva vida, como si en el misterio de la sombra se
operara en sus organismos una transfusión milagrosa del sexo. Son, entonces
mujeres, como en el día han sido hombres". (Toma la cabeza de Pérez entre sus

378
dos manos, acerca su boca a la de aquél, con la intención de besarlo. Entre tanto
cae el TELÓN (Los Invertidos, 26).

L a s luces de l a s u g e s t i ó n —que el mismo Flórez describió como si


lo pusieran "bajo la acción del momento que llamaremos crítico de la
noche"— eran m á s d r a m á t i c a s en el "club". E l hablante d r a m á t i c o las
describía como un "alumbrado [que] fuera del plafonier, debe ser
compuesto por brazos eléctricos con l á m p a r a s de colores, azules, rojas,
etc". (27). Y Pérez, el seductor era el que manuipulaba las sugestiones
visuales para seducir a sus v í c t i m a s .
Cuando C l a r a llegó al departamento de su seductor y de Flórez,
Pérez le decía: "Todavía, todavía recelas. ( P o n i é n d o s e de pie y yendo
a l a llave de las l á m p a r a s de colores.) E s l a luz, l a luz perversa y
acusadora ... (Da vuelta l a llave, con lo que se apaga el plafonier y se
encienden las de colores, quedando l a sala iluminada e x t r a ñ a m e n t e . )
C l a r a : —¿Qué es eso?/ Pérez: — E s l a luz del amor l a luz buena que
no denuncia y que no acusa ... l a luz del placer ... Y ahora mi bien, a mis
brazos ... a l a dicha. (Confunde su boca con l a de C l a r a , cuando el
rumor de una d i s c u s i ó n se oye por la parte del foro. C l a r a salta
sorprendida.)" (35).
L a d i s c u s i ó n era entre un grupo de homosexuales amigos de Pérez
que trataban de entrar al "club" y Benito que los trataba de detener en
la puerta. Los amigos del seductor consiguieron entrar y pocos
momentos m á s tarde se s u m ó a ellos Flórez. Cuando e m p e z ó l a
d i s c u s i ó n C l a r a se ocultó en l a h a b i t a c i ó n contigua pero los amigos de
P é r e z se dieron cuenta de que algo ocurría al notar el cambio de luces.
Uno de ellos dijo "aquí hay gato encerrado ... ¿No ven? ... ¿No se han
fijado? ... L a luz verde ... Nuestra luz" (36). A esa misma luz de
sugestiones e s c e n o g r á f i c a s v o l v í a a recurrir Pérez en l a ú l t i m a escena,
al tratar de seducir una vez m á s a Flórez. Entonces l a luz a p a r e c í a
como un elemento decisivo en l a v i s i ó n del personaje, heterosexual y
varonil bajo l a luz "blanca**, "natural", o "central" o "invertido" bajo los
efectos sugestivos de luces e s c e n o g r á f i c a s manipuladas y manipulables
por los seductores, sugestionadores. E n esa ú l t i m a escena Flórez trató
por ú l t i m a vez de deshacerse del influjo del seductor y lo r e c h a z ó
diciendo:

...vete ... vete ... No quiero oírte más .. Soy menos que una mujer ... Pérez:
—Sí... y así te he conocido y te conozco ... Como a una mujer ... (Apaga la luz
del centro)./ Flórez: —¿Qué haces? .../ Pérez: —Volverte a la realidad de tu
propia miseria, de nuestra propia miseria, que está en la sombra ... Hacerte
olvidar de ti mismo, de esa hombría que quieres aparentar y que no es más que

379
el producto de la luz ... que te olvides que eres hombre y de que sea tu propia
infamia, tu dicha en la sombra como es tu verdugo en la luz (lo acaricia.)" (57).

A las luces de Los Invertidos, G o n z á l e z Castillo agregó l a m ú s i c a de


tango; y en el "club", y no en los salones respetables de las clases
burguesas, el dramaturgo describió el proceso de cambio del baile
popular que para hacerse nacional, en ese mismo periodo, perdió
connotaciones y significados sexuales inaceptables para l a nueva
cultura.

Nostalgias

L a historia del tango original, anterior a 1914, adquiere una


relevancia y una coherencia especiales estudiada en el contexto del
discurso argentino de l a sexualidad que r e v i s é en este libro. Como
hemos visto ese discurso proliferó muy e s p e c í f i c a m e n t e a fines del
siglo diecinueve y principios del siglo veinte, precisamente cuando el
tango era t o d a v í a el baile y l a m ú s i c a prohibida en l a sociedad
"decente" del Buenos Aires finisecular.
L a s dos historias, l a del tango original y l a del discurso sobre l a
sexualidad, se entrecruzaron, se hicieron una en el prostíbulo, ese
espacio p a r a d i g m á t i c o del tango original y del Buenos Aires de fines
de siglo.
L a nueva cultura popular del Buenos Aires de 1900, en su desarrollo
a lo largo del tiempo y los espacios, pasa indefectiblemente por el
prostíbulo. Alberto S á b a t o en el "Ensayo preliminar" del libro de
Horacio Salas, El Tango, explicó que "hacia fines del siglo, Buenos
Aires era una gigantesta multitud de hombres solos [...] E n los
boliches y p r o s t í b u l o s hace vida social ese masacote de estibadores y
canfinfleros, de a l b a ñ i l e s y matones de comité, de musicantes criollos
y extranjeros, de cuarteadores y de proxenetas" (15). E n el mismo
libro, Horacio Salas dice que el tango "al comienzo, se baila separado,
como en los candombes; m á s tarde se comparte y se transforma en
baile de pareja enlazada, preferentemente entre hombres, y a s í se
mantiene hasta que pasa a los prostíbulos" (26). Jorge L u i s Borges,
estudioso enamorado de cuchilleros y compadritos del período, en
Evaristo Carriego al evaluar distintas versiones sobre las circunstan-
cias originarias del tango afirmó que "pese a las divergencias que he
enumerado y que s e r í a fácil enriquecer interrogando a platenses o a
rosarinos, mis asesores concordaban en un hecho esencial: el origen

380
del tango en los lupanares. (Asimismo en la data de ese origen, que
para nadie fue muy anterior al ochenta o posterior al noventa)" (110).
Pocas líneas más abajo Borges agregó "otras confirmaciones no
faltan: la lascivia de las figuras, la connotación evidente de ciertos
títulos {El choclo, El fierrazo), la circunstancia que de chico pude
observar en Palermo y años después en la Chacarita y en Boedo, de que
en las esquinas lo bailaran parejas de hombres" (110. Énfasis en el
original). José Gobello describió los movimientos del cuerpo bailando
el tango y recalcó la misma "lascivia de figuras" que notó Borges, y
escribió: "El tango es un baile lascivo. Su localización, sin dejar de ser
dorsal, como la flamenca, desciende hasta hacerse póstero - pelviana.
Sus movimientos son característicamente ambladores ... la represen-
tación total es un simulacro erótico" (Crónica General, 27).
Andrés Chinarro, en un libro sobre el tango publicado más de
treinta años después que el de Borges, confirmó las opiniones anterio-
res, y agregó:

.. .no siendo en estas ''casas" [los prostíbulos], el tango se bailaba solamente


en extramuros y las parejas eran exclusivamente de sexo masculino. No se
tiene conocimiento de la participación en ello de homosexuales, aunque sí
debieron asistir los uranistas o proclives, pero ninguno de los testigos
"posteriores" de estas reuniones ha hecho alusión alguna (Tango Rebeldía,
27),66

Eduardo Stilman, por su parte, señaló que había lugares específi-


cos como "La Red, en la barranca de San Telmo (aquí se bailaba sólo
entre hombres)" (Historia Tango, 22). Bailado en el prostíbulo, en las
esquinas de la ciudad o en locales para hombres solos, por parejas de
compadres, compadritos, uranistas, homosexuales, invertidos o
"proclives", haciendo "figuras lascivas" o "la representación total de
un simulacro erótico", en su llamada "época de música prohibida" el
tango tiene significativas connotaciones homosexuales y homo-eróticas
que no han sido investigadas. Y esta sexualidad y este eros lábil,
entremezclado confuso, eran característicos de la prostitución y la
situación demográfica del Buenos Aires del período.

^^Chinarro señaló que "el lugar elegido para los bailes entre hombres
solamente, podía ser, indistintamente, la trastienda de un almacén o el
bodegón, sucesor de la pulpería, o en el amplio patio de un corralón. Realmente
era digno de verse lo que allí ocurría: las parejas de bailarines no eran muchas,
a lo sumo seis o siete ... esto vino a ser la escuela del Tango en su parte
coregráfica" (Tango Rebeldía, 27).

381
Andrés Carretero notó que en las letras anteriores a 1910 "lo
destacable es la mención a las condiciones viriles, la reciedumbre, el
machismo, y la presencia constante del 'hombre*" (Compadrito Tango
77). Este era el machismo de una sociedad con una gran mayoría de
hombres solos y un sentimiento que según Roberto Puertas Crüse
encubría una ansiedad homosexual pronunciada:

...ante el temor de ser mal interpretado por su alejamiento de la mujer


emerge el espectro temido de la homosexualidad ... E l fantasma homosexual
se encarna en la palabra más fuerte y temida del porteño, su verdadero tabú.
Por eso el tango, ni por pienso la nombra. Si en eso está pues. Las cuatro letras
[ p - u - t - o ] s e "yerran" como marcas a fuego en su ingenuo magín
(Psicopatología Tango, 76).

Este era, en la cultura popular, el mismo "tabú" que vimos en el


discurso de las ciencias sociales y las instituciones nacionales utilizado
para ordenar y organizar una nueva "identidad nacional".
L a prostitución del Buenos Aires de fines de siglo también fue la
agencia de nuevos códigos culturales que se gestaron en una institución
que —debiendo asegurar la "higiene" de las últimas décadas del siglo
diecinueve— promovió inversiones que carcomieron los cimientos de
las mismas estructuras que debían reforzar y produjeron una nueva y
rica cultura popular, con una lengua muy específica que hoy identifica
lo más idiosincrático de la cultura rioplatense. Las inversiones carac-
terísticas de esa cultura han quedado documentadas en las historias
del tango. Blas Matamoro, por ejemplo, señaló que en el mundo de la
prostitución "el orden de la ciudad del mal tenía también su madre,
una masculina señora que regenteaba casas de baile y prostíbulos"
(Historia Tango, 53). Con esta madre de la prostitución se invirtió, por
ejemplo, un concepto de "familia".
Vezzetti explicó que durante el período "la institución familiar,
presentada como la matriz y la miniatura de la comunidad deseada, se
señala como débil o inexistente ... y esa ausencia familiar en el
panorama urbano, se extiende a la mujer: Buenos Aires es una ciudad
de hombres". Opuesta a esa familia presuntamente ausente, Vezzetti
mismo describió una familia alternativa en el "prostíbulo [que]
circunscribe con su pesada iconografía de pecado, una contra-familia
en la que el instinto, el dinero y el delito entran en una peculiar
combinación" (Locura Argentina, 203). Ernesto Goldar agregó que la
madre del prostíbulo, por ejemplo, "buscará entre sus pupilas una
preferida para enamorarse" (Historia Popular, 33).
Al mismo tiempo que la madre del prostíbulo y el tango era

382
"masculina" e "inclinada al amor homosexual", en el canfínflero y el
compadrito eran evidentes las características de hombres que llamaron
la atención de los historiadores que los describieron porque eran
"femeninos". José S. Tallón explicó que estos hombres "imitaron a los
ricos, y se trajearon y acicalaron con un narcisismo exagerado de
mujer, evidentemente sexual y sospechoso" (El Tango, 37). Matamoro
confirmó la imagen de Tallón diciendo que la vestimenta de este
hombre "era colorida, brillante y barroca como la de una mujer, y no
era difícil verlo con la cara blanca de albayalde y los ojos sombríos de
kohl" (Historia Tango, 50), maquillado. L a mujer que describió
Matamoro "en cambio, uniformada por una suerte de trabajo, lucía
botines de abrochar, facón en la liga, cuando no pantalones de montar
y camisa abierta" (50). Chinarro, al notar que "salvo excepciones,
insistimos, eran ellas las que elegían su 'hombre'" (Tango Rebeldía,
31), también señaló que esta mujer "vestía un ropaje mezcla entre
femenino y masculino y era bastante frecuente verla de botas y
rebenque, con camisa blanca de hombre" (32).
Tallón también describió una mujer "masculina", bravia, que en
sus tareas sombrías era de mucho valor como tiradora de daga, y de ahí
su apelativo. Comúnmente usaba un puñal; pero cuando debía
aventurarse sola en las noches de más afuera o en los 'negocios'
difíciles —basta pensar en el resentimiento de los rufianes de menor
cuantía, flojones, maulas, pero no por ello menos peligrosos—salía con
botas de caña alta, que llegaban casi a la rodilla, y en la derecha
calzaba la daga o un sable bayoneta" (El Tango, 38).
Contrapuesta a esas imágenes de mujer, en las historias del tango
era permanente la presencia de hombres domésticos que exudaban
una sexualidad ondulante que los discursos hegemónicos, como hemos
visto, concebían como característica del Otro. Tallón señaló:

...el contoneo criollo de caminar, que tuvo su origen en los tacos altos, ellos
lo hicieron tilingo sino amariconado. Y de la misma manera, a la coreografía
del tango le dieron estilo propio de exageraciones eróticas. Todo en "El cívico",
como en sus iguales o parecidos, era erótico. L a sexualidad era en él una
vocación apasionada y excluyente. Era amador y pornomaníaco. (El Tango, 38
-39).

Como explicó Mosse en su estudio sobre nociones de nacionalismo


y sexualidad de ese mismo período: "la falta de control sobre sus
pasiones caracterizaba a los excluidos ... alienados, homosexuales y
criminales habituales compartían esa falta de control sobre sus pasiones
que atacaba las raíces mismas de la sociedad" (Nationalism Sexuality,
134. Traducción mía).

383
L a ' 'inversión" de estos hombres y mujeres se repetía en la división
del trabajo. Mientras la mujer trabajaba "en las noches de más
afuera**, Matamoro explicó que la vida del hombre "era completamente
doméstica, pues permanecía en su pieza hasta el anochecer en que iba
a supervisar el trabajo de la pupila, a comer un bocado con los amigos
y a bailar unos tangos en la antesala del burdel. Aquí la cofradía volvía
a reunir a hombres solos'* (Historia Tango, 51. Énfasis mío).^''
Refiriéndose a la inversión que describió Chinarro en los roles de la
mujer y el hombre del tango, Matamoro agregó que **detrás de la
fulgurante apariencia posesiva, la relación con la pupila guardaba una
extraña estructura ...aquí el rol posesivo, por imposición de la división
del trabajo, correspondía a la mujer. E l hombre jugaba un papel pasivo
y en cierta forma femenino" (51).
E l prostíbulo del tango en su época de música prohibida, la agencia
de esta nueva cultura, fue un espacio tan paradigmático como el de la
ópera, el teatro y el circo del Buenos Aires de ñnes de siglo. E n el
prostíbulo se dio una transferencia fundacional de modelos y códigos
semánticos entre las distintas clases sociales y grupos culturales que
se gestaron con la inmigración. E l prostíbulo fue un centro de la polis
en el que enriqueciéndose también se confundieron categorías que
generalmente se mantenían separadas u opuestas en una confusión
enriquecedora y vital original.
Canonizado en los salones de Europa y Estados Unidos, el baile y
la música prohibida hasta aproximadamente 1910, en un desplaza-
miento de abajo hacia arriba fue adoptado por la clase hegemónica
como uno de los principales bailes nacionales, de la misma forma que
el lunfardo, la lengua del tango y su submundo cosmopolita y traficante
en la recova de Batiz, el "lunfardo pederasta de condición" de Veyga,
es hoy la lengua cotidiana que expresa lo más idiosincrásico de la
cultura y la gran clase media argentina. L a s transferencias y

^^Notemos que Matamoro al escribir sobre una "cofradía" de hombres solos


bailando el tango en la antesala del burdel usó la misma expresión con la que
se identificaban a sí mismos muchos miembros de la comunidad homosexual
del Buenos Aires del período. E n Los invertidos Pérez se refería a "un nuevo
miembro de la cofradía ... un socio nuevo" al que defendió de la acusación de
ladrón —con la que Flórez se hacía eco de la contrucción de los médicos que
hemos visto— diciendo que era "un digno cofrade ... Ynuestro pecado ya sabes
que es eminentemente democrático" (21). Con este diálogo González Castillo
advertía al público el peligro del "vicio" que, como demostraba su obra, no
respetaba delimitaciones de clase social.

384
desplazamientos de materia semántica fueron verticales y horizontales.
E l canfinflero y el compadrito imitándose entre sí, como hemos visto
"imitalban] la moda de los ricos", en un desplazamiento que es
simultáneamente horizontal y vertical.
E n el prostíbulo se congregaron y entrecruzaron todas las naciona-
lidades, grupos y subgrupos culturales económicos y sociales del
Buenos Aires de 1900. Matamoro señaló que "el gran público [de la
prostitución] está formado por la plebe que concurre a buscar sosiego
sexual por pocos centavos, son los giles o compadritos, gente
trabajadora" (Historia Tango, 32). Fernando Assun^ao añadió la
**patota" de "niños mal de familia bien", los hijos de la nueva oligarquía
que en el prostíbulo

...se enfrentan por igual a las mujeres de cuchillo en la liga, lanceras y


pequeras, tigras de burdel, criollazas, morenas, centroeuropeas, tanas, gallegas,
y alguna francesa [...] , como a los guapos y valentones del bajo: canfínfleros,
milicaje licenciado y licencioso, pardos ensorbecidos por su fama entre el
hembraje de medio pelo y delincuentes natos, de todos los orígenes, layas y
cataduras" (Tango Circunstancias, 101).

Mujeres de cuchillo en la liga, lanceras y pequeras, rufianes,


compadritos, gente trabajadora o niños bien de familia mal, todos los
orígenes layas y cataduras, éste era el nuevo "gran público" y la
estética que preocupaban a J . M. Ramos Mejía en Las multitudes
argentinas, una "pederastía" que se había transformado en la
"inversión" de un nuevo "gusto", la nueva estética de una cultura de
"invertidos" diseminada entre todas las nuevas clases sociales.
E n este contexto no debe extrañarnos que en 1910, Manuel Gálvez
—uno de los intelectuales enrolado en la campaña nacionalista que
hemos visto— describiera al tango como la "música repugnante e
híbrida" y uno de los "símbolos lamentables de nuestra desna-
cionalización" (Gabriel Quiroga, 54). E n 1910 junto con la reforma de
la "inversión" se urgía también la nacionalización del tango, Y a partir
de la primera década del siglo veinte en el tango hay cambios profundos
y significativos. González Castillo los representó realizados por el
invertido que representaba esa clase de ladrones que, al entremezclarse
con las clases altas respetables, traducía los movimientos del tango y
borraba un origen de una clase baja de negros y malevos. Pero en otras
historias los cambios aparecieron realizados en los espacios de las
nuevas clases burguesas.
E l personaje de Los invertidos era L a Princesa de Borbón que al
principio del segundo acto, al levantarse el telón aparecía en escena

385
bailando un tango y sugiriéndole a su pareja de baile: "No, che ... así
no me gusta. Vos lo bailás muy a lo negro, che ... más elegante, más fino
... (Al que toca.) Che, Juanita ... Tocálo más lentamente ... (Así dan
algunas vueltas.)... jAy! ... Así, así concibo yo el tango ... lentamente,
voluptuosamente ... más voluptuoso, cuando más lento ... Y el corte
delicado, sutil, apenas insinuado ... No esas compadradas brutales de
los malevos" (27). Esos cambios que hacían al tango "más voluptuoso",
"más elegante, más fino" más que originados por personajes del mundo
lunfardo, de la prostitución, de maricas, obreras y obreros, invertidos
y pequeños ladrones, fueron los cambios necesarios para hacer de la
danza de los excluidos una de las danzas nacionales.
Eduardo Stilman explicó que

.. .el carácter improvisado del baile y la legendaria habilidad de los bailarines


de la primera época comenzaron a perderse cuando el tango abandonó el
ambiente lupanario para trascender a públicos más amplios. E n los salones y
casas "decentes" la coreografía disminuyó sus dificultades ... Una severa
prohibición coartó, además, las posibilidades expresivas de los hábiles: el
cartelito que decía: "Prohibido bailar con cortes" fue uno de los culpables de
que el baile se deformara, transformándose en el lento deambular en el salón
por el que hoy lo reconocemos (Historia Tango, 31)

Aquí el cambio hacia ese "lento deambular por el salón" apareció


en "las casas decentes" y no en el espacio de los invertidos como sugería
la obra de González Castillo,
Evaristo Carriego dejó en su poesía una imagen elocuente de la
prohibición a la que se refirió Stilman. E n un poema publicado en
1908, al describir un casamiento de lo que sería la nueva clase obrera
argentina, el hablante del poema de Carriego decía; "El tío de la novia,
que se ha creído / obligado a fijarse si el baile toma / buen carácter,
afirma, medio ofendido / que no se admiten cortes, ni aún en broma"
porque "la casa será pobre, nadie lo niega: / todo lo que se quiera, pero
decente" (Misas Herejes, 161)
A los cambios en la coreografía de la que eliminaron la "lascivia" de
cortes y quebradas, se sumaron cambios en las letras. Stilman, como
otros historiadores, explicó que "el tango primitivo, el que se bailó en
los cuarteles, en las carpas de la Recoleta, en los Corrales Viejos, en
los prostíbulos, s o b r e l l e v ó coplas lunfardas, rimas e s p o n t á n e a s
—muchas veces obscenas— que el ingenio popular agregaba a la
música" (36). E n este tango original "su tono era —con raras
excepciones— festivo, trivial" y "conservó la alegría hasta que vino a
amargarlo, entre otras cosas, la llegada del versificador profesional"

386
(36). Con las casas grabadoras y los derechos de autor apareció una
autoría del tango. Como explicó Foucault "lo que se designa en el
individuo como autor (o lo que hace de un individuo un autor) no es sino
la proyección, en términos simpre más o menos psicologizantes, del
tratamiento aplicado a los textos ... de las continuidades admitidas o
de las exclusiones practicadas" (¿Qué Autor?, 32). E n el caso de la
autoría del tango aparece como un principio de economía que contiene,
no permite, controla la proliferación de significados de las letras
anónimas.
Cátulo Castillo en la Historia del Tango que publicaron los hermanos
Bates en 1936, también describió un cambio en la primera década del
siglo veinte y propuso que había sido reflejo de variaciones en la
intrumentación de ese

...tango [que] fue alegre, juguetón, mucho más ágil que el que ahora
conocemos; pero cuando las influencias de nuevas escuelas, cuando el deseo de
ir completando las instrumentaciones, obligó a los maestros a recurrir a los
demás instrumentos, el tango fue perdiendo su antiguo corte para transformarse
en la danza sentimental que ahora conocemos (45).

Como Castillo, Borges en 1930 notó con nostalgia que "el tango
antiguo, como música, suele directamente transmitir esa belicosa
alegría" que han perdido "ciertos compositores actuales [que] buscan
ese tono valiente cuya expresión verbal ensayaron rapsodas griegos y
germanos. Ciertos compositores actuales buscan ese tono ... pero sus
trabajos, de letra y música estudiosamente anticuados, son ejercicios
de nostalgia de lo que fue, llanto por lo perdido, esencialmente triste"
(Evaristo Carriego, 113). E n el contexto de la historia que acabamos de
revisar, esta añoranza de una "legendaria habilidad", "nostalgia de lo
que fue" o "llanto por lo perdido", ¿no es también nostalgia de un deseo
homosexual?

387
Epílogo

Historias de chanchos maricas yeguas perros y ladrones vestidos


de mujer
E l melodrama de González Castillo fue prohibido una semana
después de su estreno porque, en mi opinión, la obra no obstante su
homofobia perniciosa seguía haciendo lo que ya había hecho Veyga a
principios de la primera década del siglo: reinscribía una cultura
homosexual, la documentaba, la rescataba, aunque deformada la
hacía "real", posible. Implantaba un pánico homosexual pero al hacerlo
se veía obligada a representar la homosexualidad. Una segunda
estrategia para lidiar con el "problema" de la homosexualidad del
Buenos Aires de principios de siglo fue en cambio la de hacer desaparecer
la figura del homosexual, hacerla irrepresentable, taparla. Y para eso
nuevamente a partir de las investigaciones de Veyga, y siguiendo la
estrategia que ya vimos esbozada en él y en 1908 en el libro de Gómez,
se ocultó la figura del invertido bajo la máscara del lunfardo.
E n la primera década del siglo veinte la contrucción de "los
lunfardos" ya había sido implantada pero no en la cultura popular.
Veyga empezó su estudio de los pequeños ladrones de Buenos Aires en
1903 y lo continuó hasta 1910, cuando el tema le sirvió para hacer su
primera comunicación a la recién fundada Asociación Argentina de
Psicología. E l texto de 1910 fue el que se diseminó nacional e
internacionalmente transformado en un folleto impreso en la Peniten-
ciaría Nacional. Pero esa fue la diseminación de un discurso científico
entre especialistas, universidades y estudiosos de la criminología y las
ciencias sociales finiseculares y no entre una audiencia más amplia
como la del teatro de González Castillo o los lectores de la prensa
periódica de difusión masiva.
Los lunfardos de Veyga en 1910 eran significativamente similares
a los invertidos que, después de su emergencia intensa en su obra
publicada entre 1902 y 1904, desaparecieron totalmente de su prolífica
obra publicada entre 1904 y 1948: "la cara juvenil, las formas gráciles
del adolescente, lampiño por lo general, móvil, inestable [sic], en una
palabra de ademanes vivos y rápidos, siempre indisciplinado, altanero,
impulsivo" (Los Lunfardos, 517). Las características físicas hacían
visible una sexualidad: "el amor en ellos se inicia siempre por la
homosexualidad; después, cuando han llegado ya a la edad madura,
buscan la aproximación normal, pero más por interés biológico que por
necesidad genésica" (518). E n esta construcción del lunfardo el deseo,
"la necesidad genésica", seguía siendo homosexual.

388
Como los invertidos, los lunfardos "aprenden por imitación, unas
veces, por sugestión otras" (523). Como el estereotipo del invertido que
hemos visto, el lunfardo era "vicioso, pródigo e imprevisor ... la gran
preocupación del lunfardo es gastar su dinero... lo dilapida ciegamente";
y como los invertidos también "llegan a la celebridad; algunos de ellos
han podido hasta ostentar situaciones fastuosas" (525). E n los
invertidos Veyga describió una imaginación y propensión a la mentira:

E l lunfardo ha llegado a ser el mentidor clásico, hecho al caso por las


necesidades del oficio, siento cierto solamente que es un mistificador
involuntario e insconsciente de su falta. Este hábito de mentir, eso sí, es en él
inveterado, constituyendo una segunda naturaleza. E s uno de los rasgos más
visibles que ofrece. E l lunfardo miente en su conversación inventando y
desnaturalizando siempre los hechos que narra; miente en sus ademanes
simulando o disimulando actitudes y miente, finalmente, en sus expresiones
cenestésicas, fingiendo siempre un estado del alma muy diverso al que lo
domina (524).««

Aquí es difícil no recordar la explicación de los maricas que decían


ser un "alma de mujer en el cuerpo de un hombre". Pero, como el tango,
estos personajes, para hacerse "nacionales" primero debieron ser
asimilados, comparados a una clase similar llegada en ese mismo
período de Francia y diseminada por revistas populares de gran
circulación.
E n Fray Mocho y PBT, las revistas más populares del período,
aparecieron primero las historias de sofisticados ladrones franceses,
apaches que junto con toda una literatura sobre criminales se habían
puesto de moda entre las clases altas de la capital francesa. Entonces
en esos mismos órganos de creación y difusión de una cultura popular,
el gran público de la capital argentina descubrió no solamente que

^^La declaración legal de incapacidad civil que le daba la tutela al Estado


fue la medida profiláctica última que pidió Veyga para los lunfardos, que así
de la categoría de delincuentes pasaban a una nueva categoría legal de
ciudadanos sin derechos civiles: "porque sabemos todos que el condenado está
privado de los ejercicios de esos derechos; pero aquí se trata de extender esta
medida al individuo salido de la cárcel dándole una situación de incapacidad
permanente o por lo menos indefinida; así bastaría sólo que los medios de vida
del sujeto fuesen sospechosos o que su conducta fuese irregular, aún cuando
no delinquiera, para inmediatamente y por la sola acción policial, volver al
secuestro" (Los Lunfardos, 527). Aquí volvía a aparecer esa construcción del
"sospechoso" que hacía vulnerable a toda la ciudadanía.

389
Buenos Aires tenía sus propios apaches, sino también una cultura
sutil de románticos ladrones, hiperestésicos estetas del delito: "ladrones
vestidos de mujer" bajo los que se trató de ocultar la cultura homosexual.
Con un artículo titulado "De Francia ~ E l fin de una banda de
apaches", publicado en Fray Mocho en el número del 15 de junio de
1912 concluyó una historia que esa revista venía reportando desde
varios números atrás. E l autor empezó la nota recordando a sus
lectores que "al deplorable fin de Bonnot, hecho del que dimos cuenta
en uno de nuestros números anteriores, debemos añadir ahora la
captura y ejecución de los dos últimos miembros de la temible asociación
de ^bandidos del automóvil'" (De Francia, s/n). E l autor de la nota
advertía el peligro de contribuir al fomento de la vanidad criminal que
preocupaba tanto a los profesionales del crimen como a los hombres de
ciencia. Por eso se lamentó de "las 'hazañas' de ese puñado de
miserables, como con excesiva benevolencia se dio en llamar a sus
crímenes". A pesar del peligro de fomentar la vanidad criminal, la
crónica de otra "nueva especie de malhechores" era necesaria porque,
de acuerdo con las ideas de Foucault, justificaba y servía para promover
ante el gran público la organización de las modernas instituciones de
vigilancia científicas: "había hecho sentirla necesidad de un personal
de policía especialmente organizado".
E n PBT del 15 de junio del mismo año, las hazañas de los bandidos
del automóvil sirvieron para que el autor de una nota titulada "El culto
parisiense de los apaches" describiera una ambivalencia del público
frente a "la novela sangrienta de la banda de automovilistas [que] era
leída por cocheros, porteros y por gente que no son lo uno ni lo otro,
llenos de un sentimiento vago que fluctúa entre el horror y la
admiración". Todas las clases sociales seguían las peripecias de estos
nuevos héroes criminales pero lo preocupante era que "la admiración"
se había empezado a hacer una moda que dictaba una clase alta, desde
"sus mansiones, donde gente 'chic' hace el apache. Nada más selecto
que una cena apache, bien cara, en un restaurant de tono, o un baile
apache". Así se empezó a implantar un modelo de clase alta francesa
(al que sin duda contribuían también modelos culturales provistos por
una clase baja porteña ilegal que había llegado a Francia con el tango)
que iba a permitir que Buenos Aires tuviera su propia clase tenebrosa
de criminales que, como el tango, se hiciera popular en todas las clases
sociales y empezara a representar un modelo "nacional" frente al
mundo.
Los apaches parecían haber llegado a las revistas populares, como
a Buenos Aires, pocos meses antes del episodio de los bandidos del

390
automóvil. En junio de 1912, en un artículo titulado "Buenos Aires
tenebroso — Los apaches" publicado en Fray Mocho, Juan José de
Soiza Reilly se preguntaba retóricamente: "¿Apaches? ¿Existen en
Buenos Aires? —Abundan. Poco a poco se van aclimatando. Lentamente
introducen en nuestra ciudad sus bárbaras costumbres" (s/n). E n esa
nota una clase especial y glamorosa de crimínales franceses populares
entre las clases altas parisinas se empezaban a diseminar en Buenos
Aires. América misma empezó a disputar la denominación del grupo
a Europa: "el nombre de ^apaches' no fue, sin duda, creado por Francia.
Proviene de América ... indios apaches que habitaban en los valles de
Río Colorado en Nueva Méjico", decía Soiza Reilly. Como sus homónimos
de Montmartre los apaches (ahora) americanos "viven del pillaje como
sus congéneres los terribles apaches de París". Pero a diferencia de los
europeos los apaches porteños eran de tipos variados: "en Francia, el
'apache' no tiene tan diversas faces como tiene en Buenos Aires". Así
quedó preparado el terreno de la cultura popular para que los invertidos
pudieran ser transformados en una secta porteña de ladrones vestidos
de mujer.
Un artículo también de Soiza Reilly publicado en junio de 1912 en
la revista Fray Mocho demostró cómo a principios de siglo se
popularizaron selectivamente construcciones culturales bajo las que
durante casi todo el siglo veinte, se mantuvo sumergida la cultura
homosexual de principios de siglo. E n esas construcciones la inversión
o la homosexualidad de personas como Manon, Aída, Aurora, Rosita,
Darclée o La bella Otero fue trastocada por una criminalidad que, no
obstante su ilegalidad (que era la del apache prestigiado y prestigioso),
era más aceptable que la desviación sexual, útil para constituir esa
base de una identidad mítica del porteño que fue el lunfardo.
La construcción del mito de los ladrones vestidos de mujer en la que
se sumergió momentáneamente la cultura de homosexuales y travestís
usó, reelaborándolas y copiándolas, distintas leyendas y tradiciones
porteñas, argentinas y francesas. E n su obra Estudios sobre el Código
Civil Argentino, ya en 1900 Veyga había descubierto una tradición de
ladrones porteños que se disfrazaban para robar. Veyga escribió:

...la credulidad de las gentes permite todavía la creación de seres mons-


truosos nacidos por arte de encantamiento. En los mismos arrabales de Buenos
Aires, cierta clase de ladrones contando con esa buena fe, revisten el disfraz
de perro, de chancho o de otro animal para hacer sus fechorías, consiguiendo
imponer tal terror en el vecindario que hasta los mismos agentes de policía
suelen tener aprensión. Nuevos Cacos travestidos para robar otras cosas
distintas de los rebaños de Hércules, el "hombre-perro", el "hombre-chancho"

391
y la "yegua" representan en nuestra época y a nuestra vista el milagro de
tiempos mitológicos con una cruda realidad (Estudios Médicos Legales, 55-56).

Los personajes de esta tradición surgida de "los mismos arrabales


de Buenos Aires", que Veyga siguió investigando durante toda la
primera década del siglo veinte, en 1900 eran "nuevos cacos travestidos"
que ya sugerían los intereses del constructor de invertidos, ladrones
profesionales, lunfardos y auxiliares del vicio y el delito. Así el
criminólogo sugirió su futuro sujeto de investigación y notó cómo se
difundió una crónica que se hizo leyenda en un proceso muy similar al
que veremos enseguida.
L a "credulidad" popular que permitió la creación de esos seres
mitológicos y ficticios fue aprovechada por distintos narradores y
productores culturales que lograron que "la imaginación se exaltaba]
aún más con el relato que el charlatán de feria hace de su caso, al
exponerlo en su carpa, o con la descripción que el cronista exagerado
hace en algunas revistas ilustradas, muchas veces de gran circulación"
(Estudios Médico-Legales, 56), como PBT y Fray Mocho.
Siempre bajo el título del mismo "Buenos Aires tenebroso", después
de hacer llegar los apaches a Buenos Aires, Soiza Reilly publicó su
artículo sobre los "Ladrones vestidos de mujer" pero puso distancia de
sus sujetos identificando a un amigo de la infancia como su fuente de
información sobre el tema, y escribió: "Tú no sabrás —díjome al leer mi
artículo sobre los 'apaches*, que existe en Buenos Aires una verdadera
cofradía de ladrones que para robar se visten de mujer". Notemos el
uso continuado de la idea de "cofradía", ahora no de invertidos sino de
ladrones "vestidos de mujer".
Pero al lector de 1912, Soiza Reilly, uno de los grandes productores
de una cultura popular del período, asimiló esa cofradía a una nueva
"confraternidad" que, a su vez, la asociaba a los apaches. Después de
haber señalado la descripción de esa "confraternidad masónica entre
todos los 'apaches"* (Los Apaches, s/n); los ladrones vestidos de mujer
"forman una francmasonería más digna de estudio que de crítica"
(Ladrones Vestidos, s/n). L a perniciosidad de la homofobia de Veyga,
al desaparecer el homosexual se hacía interés por el excluido intere-
sante, digno de estudio, de crónica popular.
L a homosexualidad y la inversión quedaron tapadas bajo la imagi-
nación y difusión popular de estos nuevos "iniciados, estetas [que s]e
valen de su aspecto afeminado para explorar la ingenua vanidad de los
tenorios de campaña" (Ladrones Vestidos, s/n). Al mismo tiempo que
los representó como femeninos "jóvenes neuróticos y enfermizos,

392
algunos de los cuales tienen bellas facciones, se visten de mujer, con
elegancia. Hasta con chic", el nuevo énfasis en su criminalidad borraba
sexualidades y masculinizaba a estos nuevos ladrones: "Evas
hombrunas. Sus delitos son siempre contra la propiedad".
Como Rosita, uno de estos imaginarios ladrones, "con otros compa-
ñeros de la cofradía, aprovechaba los días de carnaval para vestirse de
mujer. Tiene hermosa presencia. Iba a los bailes. Y robaba" (Ladrones
Vestidos, s/n). Soiza Reilly leyó los textos de Veyga sobre la inversión
y escribió: "el doctor Francisco de Veyga, distinguido psiquiatra y
notable autoridad en la materia, ha hecho en los Archivos de psiquiatría
y criminología análisis muy curiosos. Uno sobre Manón, otro sobre
Aurora y el último sobre la *Bella Otero', apodos femeninos bajo los que
se ocultan hábiles ladrones". Pero Veyga nunca dijo, por ejemplo, que
Manón había sido ladrón. Pero Soiza Reilly había quedado impresio-
nado e impresionaba con la historia de la libertina estereotípica, e
insistió: "Manon se vistió de mujer y murió tísico. Murió como
Alcibíades".
E n todo este texto de Soiza Reilly se notaba el intento de refinar la
construcción de finiseculares "iniciados, estetas" y "dignos de estudio":
"en su mayor parte estos ladrones son hombres finos y cultos". Así, de
repente, aparecía una nueva reescritura de las debilidades de los
invertidos sugestionados, los nombres, la costura para los pobres, las
flores asfixiantes y la poesía de L a bella Otero: "para alcanzar con
éxito sus propósitos lunfardos, adoptan modales y voces de mujer. Se
autosugestionan. Recíprocamente se dan nombres melodiosos y
románticos. Casi todos adoran la música, las flores, la costura, la
poesía". Los estereotipos seguían vigentes: "el oficio en que todos
declaran trabajar, cuando se les detiene es: 'peinador de damas". E n
esta cultura de "lunfardos", "ladrones vestidos de mujer", se podía
empezar a popularizar una lengua que iba a ser la de Buenos Aires: "el
cosmopolitismo hace que la jerga lunfarda de Buenos Aires sea una
mezcla de palabras de distintos idiomas. De ahí que al alfiler de
corbata le llamen farfalla ... a los pesos gabrieles, a un obrero chongo".
Pero "chongo" es una palabra que desde fines del siglo pasado
usamos —me atrevo a decir que casi exclusivamente— los gays de la
zona del Río de la Plata y denota al hombre que sin definirse como
homosexual tiene relaciones sexuales con otro hombre. Pero esa es
otra historia.

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Zuccarelli, Angel. "Necesidad y medios de impedir la reproducción de
los degenerados". Archivos de Criminología, Medicina Legal y
Psiquitría (1902), pp. 227-233.

410
Indice

I
médicos

Imaginación de los primeros flujos ..13


Sarmiento y el país cuerpo, 13; Flujos visibles, flujos invisibles y
construcciones para controlarlos, 17; Fundación de la ciudad-país, 19.

L a disciplina de la higiene .. 21
Una cura de la ciudad-organismo, 21; De la cura de la ciudad a la cura
del país, 23.

L a historias de la higiene .. 29
Invención en 1894 de una revolución de 1810 en 1871, 29; Anarquías
báraras insalubres y autoridades higiénicas patrióticas, 33;
Revoluciones higiénicas, 37; Primeras personas higiénicas ocupando
silencios y vacíos insalubres, 41.

Historias de ñujos y focos sospechosos ..47


La peste y los focos invisibles, 47; Flujos de la carne en la ciudad, 49;
Flujos y efluvios de personas y animales vivos y muertos, 51.

E l (primer) Matadero ..55


Articulaciones culturales e históricas, 55; Esteban Echeverría: higienista
y fotógrafo, 57; Los primeros sodomitas y sus prácticas insalubres^ 60;
Ríos de sangre, 64; Confluencias de personas y animales, 68; Las aguas
suben turbias, 70.

Transición y breve historia de perros ..74

Cambios de foco ..76


Conventillos adentro, 76; Visiones de grandes higienistas, escritores y
pintores, 79; Higienistas, escritores en la burocracia del Estado, 86.

411
M o d e r n i z a c i ó n : e s t i m u l a c i ó n y o b s e r v a c i ó n de grandes
movimientos de poblaciones ..89
Producción cultural de los higienistas argentinos en Europa, 89;Del
sistema de cuarentenas a la observación panóptica, 93; Higiene central,
poderes locales y libertades individuales, 100; Las policías de la
higiene, 101; Observacióny recolección de información sobre sospechosos^
103; Nomadismos, 105.

//
maleantes

Discursos y dispositivos de la higiene en los discursos y dispositivos de


la criminología, 115; Los flujos insalubres del movimiento obrero, 119;
Anarquías bárbarasy anarquistas insalubres, 124;Peritos, criminólogos
y legalización de las disciplinas, 121.

L a simulación de José Ingenieros ..133


Reclutamientos modernistas, 133; Proliferación finisecular de la
simulación, 137; Simulaciones y titeos de fumistas, 141.

Separación articulada de vivos y muertos ..148


Los médicos en la policía y el tratamiento de los vivos, 148; Resistencias
de los vivos, 156; Los médicos en la Facultad y el uso de los muertos,
160; Los nuevos teatros de la ciencia, 169; Los buenos obreros en la
Penitenciaría, 172.

HI
maricas

Los males que llegan de un afuera ..179


Construcciones y usos finiseculares de la homosexualidad, 179; Guapos
del 900, 180; Cuidado con los cantos de sirena, 184; Temores y deseos
deAsias, Chinas, opios, morfinas, eunucos y mujeres desnudas, 202; La
invasión del tercer sexo, 205.

Prevención de los males de un adentro ..213


L a educación nacionalista como profilaxis contra el mal de lesbianas
profesionales, 213; Fetiquismos y uranismos femeninos, 225; Poses,
posiciones o roles como si fueran jerarquías, 239; Inversión, adentro,241.

412
Encuentros de males del afuera y el adentro ,.249
Seductores italianos y jóvenes pederastas argentinos, 249.

Los medios de mal encauzamiento ..259


Sugestión, teatro y travestismo, 259; Desviaciones que parecen obra
exclusiva de la naturaleza, 263; La educación anal, 269; El retorno de
lo reprimido o la retención de flujos, 271; Modelos seductores, 273.

Otra guerra de discursos ..276


Homosexuales militantes, 276; Invertidos profesionales, 279.

Implantación perversa de los estereotipos del invertido ..288


Tráficos de peluqueros entre espacios y clases sociales, 288; El foco de
los sirvientes dentro de las clases altas, 293; Los niños y la lucha por la
patria potestad, 297; Niños de clase alta pervertidos y niños de clase
baja perversos, 300.

Una cultura de maricas resistentes ..305


Delirios científicos y discursos maricas, 305; La salida, 308; La deriva,
309; Otra vida social, 310; Encuentros de una comunidad, 311; El
poder creativo de maricas, homosexuales y uranistas, 314; Imaginación
de la autobiografía, 320; Práctica cultural de la fotografía, 330.

L a organización de una nacionalidad ,.347


Identificaciones e identidades latinoamericanas y europeas, 347;
Identificación e identidad de un electorado argentino viril, 351;
Ordenamiento de multitudes femeninas en ejércitos viriles, 352.

L a desorganización de la nacionalidad ..360

Las estrategias para reorganizar la desorganización ..372


La promoción cultural del suicidio de los homosexuales, 372; La
homofobia internalizada, 375; El aval científico del discurso homofóbico,
376.

Nostalgias ..380

Epílogo ..388
Historias de chanchos maricas yeguas perros y ladrones vestidos de
mujer, 388.
Bibliografía ..395

413
"Este libro audaz y original invita a releer la literatura
y la historia argentinas desde múltiples ópticas nuevas.
Como punto de partido, Salessi estudia la historia de
lo metáfora de lo nación como cuerpo y explora cómo
los intelectuales argentinos, desde Echeverría hasta
Ingenieros, querían sanar ese cuerpo, imponiendo un
código higiénico que trataba de curar todo fenómeno
que se considerara una enfermedad, desde lo fiebre
amarillo hasta la homosexualidad. Habiendo urgodo
en archivos médicos y policiales casi nunca
consultados, Salessi registra datos asombrosos que
cambiarán pora siempre nuestra comprensión del
pasado argentino. Con esos datos por un lado y un
impresionante aparato teórico por otro, Salessi ha
escrito un libro que realmente merece el calificativo de
pionero/'
Nicolás Shumway

Jorge Salessi, argentino, es profesor de Literatura


Latinoamericano del Departamento de Lenguas
Romances de lo Universidad de Pennsylvania.
Vive en Estados Unidos desde 1976. Se doctoró en lo
Universidad de Yale en 1989 con una tesis sobre lo
narrativo de Eugenio Comboceres. Ha publicado
ensayos de crítica literario y cultural sobre tongo,
sexualidad, nacionalismo, fotografía, simulación,
trovestismo y performance, identificación e identidad.
Es editor de Hispanic Review y del Journal of the
History of Sexuality.

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