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¿EL CEREBRO ES COMO UN ORDENADOR?

: REFLEXIONES SOBRE EL MODELO COMPUTACIONAL DEL CEREBRO Y


LOS PROCESOS MENTALES

Buenas tardes. Este es un viejo debate . pongo una parte del libro ¿Para que sirve el cerebro? en el que traté de hacer algunas
reflexiones al respecto. Buen fin de semana y espero que os aporte algo para la reflexión. Un cordial saludo

EL CEREBRO ES COMO UN ORDENADOR.

En la magnífica película “2001, una odisea en el espacio” Stanley Kubrick nos presenta a “HAL” (siglas anteriores a IBM), un ordenador
que dirige la nave espacial en la que sus protagonistas viajan a través del espacio, un ordenador que observa y escucha a sus ocupantes
las 24 horas del día. Cuando sospechan que “HAL” (o sus programas) puede estar cometiendo algún error y piensan en “desenchufarlo”
éste trata de acabar con ellos.

En “Blade Runner” de Ridley Scott un detective testarudo, desaliñado y vulnerable (Harrison Ford), consumido por el alcohol, la duda y
el derrotismo, persigue con tenacidad en una futurista y sórdida ciudad de Los Ángeles a un grupo de fugitivos de la justicia, hasta
eliminar a su jefe, el más peligroso de ellos, en un duelo encarnizado. Los evadidos, a cuya caza va el protagonista, no son otra cosa que
replicantes, es decir, robots androides, productos refinados de la ingeniería genética, hechos de carne y sangre además de plástico y
componentes electrónicos. Son tan perfectos que prácticamente nadie podría distinguirlos de los humanos. Cuatro replicantes, obreros
ejemplares, regresan de un satélite artificial a la Tierra buscando prolongar su exigua vida de cuatro años adultos pero irremisibles. No
tienen más que un proyecto perentorio y una sola ilusión humana, terriblemente humana: durar, es decir, vivir un poco más.

La película dirigida por Steven Spielberg, Inteligencia Artificial, nos transporta a una época futura donde los recursos naturales son
limitados y la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso. Los alimentos son creados por ingeniería genética y hay un robot capacitado
para satisfacer todas las necesidades humanas, excepto el amor. La emoción es la última y controvertida frontera en la evolución
tecnológica pero “Cybertronics Manufactured”, ha creado a David, el primer niño robótico programado para amar. David es adoptado a
modo de prueba por un empleado y su esposa que anhelan a su hijo que se encuentra en estado de crionización por padecer una
enfermedad incurable. Sin la aceptación final de los humanos; David emprende un largo viaje para recuperar el amor de su madre
descubriéndonos un mundo en el que la línea entre robot y máquina resulta profundamente delgada.

Estas tres películas tratan de escenificar el ya viejo debate centrado en si las máquinas podrán emular al ser humano, o si el ser humano
podrá llegar a crear una máquina de su mismo nivel de complejidad (o superior). Las apuestas siguen en lo más alto de su cotización. En
nuestro caso vamos a acercarnos a este tema desde dos puntos de vista que, probablemente, no son excluyentes.

El primer planteamiento se basa en intentar escudriñar en las similitudes entre un ordenador y un cerebro. Los dos parecen tener en
común que han sido diseñados para trabajar con información, es decir, reciben información, la procesan y emiten un resultado. Así, el
cerebro capta datos del medio interno y externo a través de los órganos de los sentidos, trabaja con esa información y emite una
conducta apropiada (o inapropiada) a la situación. Asimismo, el cerebro y el ordenador guardan la información en su memoria para
hacer uso de ella posteriormente si otra situación lo requiere.

El segundo planteamiento desde el que podemos analizar esta comparación se basa en examinar las relaciones entre el mundo físico y el
comportamiento. De este análisis deducimos que el universo de la mente se puede asentar en el mundo físico. Las máquinas pueden
ganar al hombre en una partida de ajedrez utilizando sistemas computacionales. Durante miles de años, la distancia entre los sucesos
físicos, por un lado, y los contenidos, ideas, razones o intenciones del ser humano por otro, han partido el mundo en dos: el mundo de la
materia y el del espíritu. Sin embargo, los ordenadores nos han enseñado que la distancia entre esos dos mundos es más corta de lo que
creíamos, que gran parte de nuestra actividad mental se puede explicar en términos de entrada, procesamiento y salida. Las ideas y los
recuerdos residen en estructuras del cerebro y son resultado de la actividad del mismo, pensar guarda relación con combinar
informaciones del programa. Las intenciones y los deseos trabajan como lo hace un termostato, reciben información sobre la
discrepancia entre un objetivo y el estado actual de la situación para poner en marcha mecanismos que reduzcan la discrepancia. La
mente es el producto de la actividad cerebral, el cerebro está conectado al mundo por los órganos sensoriales y por programas motores,
mediante los que el cerebro controla la musculatura.

Como señala Steven Pinker, catedrático del Instituto de Tecnología de Massachussets, esta idea general se puede denominar “teoría
computacional de la mente” y no es lo mismo que la “metáfora de la computadora”. Esta última afirmaría que algunas máquinas de
fabricación humana y el cerebro pueden ser explicados en parte, por los mismos principios. En el fondo, no resulta tan extraño que una
especie pueda fabricar herramientas que pretendan simular sus comportamientos. La tecnología y el mundo natural tratan de solaparse
con cierta frecuencia, por ejemplo, cuando afirmamos que un juego de lentes simula el funcionamiento de un ojo no decimos que son”el
ojo en si mismo”.

Yo diría que los ordenadores simulan una parte de la maquinaria cerebral pero no todo el cerebro. Los ordenadores no parecen saber
mucho de emociones, no parecen conocer la intuición, no parecen tener mucha conciencia de si mismos y no parecen poder anticipar lo
que otros ordenadores sienten. Sin embargo, la teoría computacional de la mente nos ha enseñado que conceptos como saber y pensar
son resultado del trabajo de la máquina, que la racionalidad y el conocimiento pueden surgir en un lugar y en un tiempo determinado,
bien en el tejido cerebral, bien en un chip que trata de simular ese funcionamiento cerebral.

Nada de lo comentado hasta aquí significa que el cerebro funcione como un ordenador, que la inteligencia artificial pueda llegar a ser
igual que la inteligencia humana o que los ordenadores tengan experiencias subjetivas y lloren, rían o sientan asco. Lo que simplemente
deseo indicar es que algunas operaciones mentales como recordar, pensar, procesar información o combinar datos se pueden asentar en
el mundo físico, la mente y el cerebro son lo mismo, no puede existir mente sin cerebro y no deberían existir cerebros sin mente
(aunque a veces lo parezca ).
UN ORDENADOR NO ES COMO UN CEREBRO.

Ahora conocemos algo más sobre las similitudes entre una computadora y el cerebro pero ¿qué es lo que realmente nos diferencia?

Gerald Edelman y Giulio Tononi publicaron en el año 2000 un magnífico libro titulado “El universo de la conciencia: cómo la materia se
convierte en imaginación”. En esta obra ambos autores, sobre los que volveremos cuando nos refiramos a la conciencia, resumen
perfectamente en qué no se parecen las computadoras y el cerebro: “nuestra somera revisión de la neuroanatomía y de la dinámica
neuronal indica que el cerebro posee características especiales de organización y funcionamiento que no parecen ser coherentes con la
idea de que siga una serie precisa de instrucciones o que realice cálculos. Sabemos que el cerebro está interconectado de una manera
que ningún ingenio humano puede igualar”.

Son varias las razones que esgrimen Edelman y Tononi para argumentar esta afirmación. En primer lugar, los billones de conexiones del
cerebro no son exactos. Si nos planteamos si las conexiones de dos cerebros del mismo tamaño son exactamente iguales la respuesta es
“no” y si nos preguntamos lo mismo de un ordenador la respuesta es “sí”. No existen dos cerebros iguales, ni siquiera los de dos gemelos
idénticos que comparten el mismo código genético. Las posibilidades inmensas de conexiones entre neuronas hacen que cada cerebro
sea único y que existan tantas mentes como cerebros pueblan y han poblado el planeta Tierra.

Este argumento queda bien ilustrado con el ejemplo del lenguaje. Cada ciudadano, como usted o como yo, podemos utilizar en nuestro
vocabulario cotidiano unas 5000 o 6000 palabras con las que continuamente estamos elaborando combinaciones que nos permiten
producir lenguaje diferenciado a lo largo de toda nuestra vida. Aunque repetimos con más frecuencia de lo que sería deseable algunas
palabras o prefijos (ahora están de moda “super”, “mega”, “ultra” e “hiper”) no es menos cierto que cada ser humano que utilice
cualquier idioma es capaz de producir una frase que no haya sido producida anteriormente por él mismo o por ningún otro. Si
ampliamos algo el número de palabras obtenemos toda la historia de la literatura universal, millones y millones de historias, cada una
diferente, que se crean combinando un número finito de palabras.

Una segunda razón para este argumento es que en cada cerebro las consecuencias de su historia de desarrollo y de su historia
experiencial quedan marcadas de forma única. Además, estas conexiones se van fortaleciendo, eliminando o sustituyendo por otras en
función de las experiencias a las que nos sometemos. Ninguna máquina puede en la actualidad crear y destruir programas con la
facilidad que lo hace el cerebro humano, ningún ordenador en la actualidad puede incorporar tal diversidad individual como
característica central de su diseño.

La tercera razón se halla más relacionada con las señales que un cerebro recibe y como procesa esas señales. Como hemos visto
anteriormente, el cerebro es capaz de organizar y categorizar la información que recibe del exterior. Categorizar y organizar imágenes,
sonido o señales táctiles es algo que hacen muy bien los ordenadores y de forma bastante similar a la del ser humano. Los ordenadores
se hallan dotados de sensores externos (micrófono, pantalla táctil, cámara) que reciben estímulos los categorizan y los organizan. Lo que
no puede hacer un ordenador es procesar el contenido de la información sin un código preestablecido. Necesitan un programa previo
para hacer algo con la información organizada. Los ordenadores son incapaces “por sí mismos” de relacionar la información y mucho
menos de reconocer contenidos nuevos y actuar en consecuencia.

Recientemente se ha celebrado en Lisboa una conferencia mundial sobre “comunicación oral entre personas y máquinas”. La presidenta
de la organización, la portuguesa Isabel Trancoso subrayó que existen programas informáticos que reproducen lo que las personas les
dictan pero sin llegar a entenderlo. El gran desafío es que los ordenadores logren extraer el significado, descifrar el lenguaje humano,
mantener diálogos, transmitir emociones o eliminar el sonido desagradable del sintetizador. Un ordenador no ejecuta lo que no tenga
programado, nosotros improvisamos nuevas formas de actuar ante nuevos estímulos. Esta capacidad de organizar la percepción con
diferentes tipos de señales para la visión, el oído o el tacto dividiéndolas en clases coherentes sin un código preestablecido sigue sin ser
comparable al trabajo de un ordenador.

Otro argumento importante es la propia dinámica neural, es decir, como los patrones de actividad del cerebro cambian con el tiempo. La
característica fundamental y más importante del cerebro de los vertebrados es el constante y recursivo intercambio de señales en
paralelo entre áreas recíprocamente conectadas del cerebro, un intercambio cuyo fin es coordinar constantemente la actividad de estas
áreas tanto en el espacio como en el tiempo para adaptarnos al cambiante mundo que nos circunda. Para Edelman y Tononi todo ello
está ausente en el mismo grado en cualquier ordenador.

Aunque estos autores explican algún motivo más, creemos que los aquí descritos son los fundamentales. Como advertimos en su
argumentación, sus razones parecen guardar más relación con la complejidad del sistema que con características inherentes a cada uno
de ellos. Pero además de estas características cuantitativas existen otras de orden cualitativo como, por ejemplo, el papel que juegan las
emociones en el procesamiento de la información en el cerebro o en el ordenador. El cerebro humano posee un potente sistema que
dota de valencia emocional a cada una de las percepciones de todo lo que le rodea. Un ordenador tal vez pueda percibir un objeto y
reconocer que las características de ese objeto corresponden a las de una manzana pero no valora si la manzana le gusta o no le gusta y
no puede evocar los recuerdos del olor de aquel manzano cercano a la casa de sus tíos en el pueblo. Esta es una de las grandes riquezas
del cerebro humano, crear un mundo subjetivo de la objetividad, tener la sensación de que lo que percibimos es lo mismo que otros
perciben pero dotándolo de una riqueza emocional que hace que esa percepción me pertenezca y sea solo mía, mezclar el conocimiento
con la emoción para hacerme un ser irrepetible.

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