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Jacobo Sefamí - Neobarrocos y Neomodernistas en La Poesia Latinoamericana PDF
Jacobo Sefamí - Neobarrocos y Neomodernistas en La Poesia Latinoamericana PDF
EN LA POESÍA LATINOAMERICANA
Jacobo Sefamí
UNIVERSITY OF CALIFORNIA, IRVINE
I
Una de las vetas por las que ha transitado la poesía latinoamericana en las úl-
timas décadas es el neobarroco. Influidos por el cubano José Lezama Lima, y
después recontextualizados en la teoría postestructuralista, gracias al también
cubano Severo Sarduy, los escritores actuales han forjado una poesía que efecti-
vamente ha dado nueva lozanía al barroco histórico, sobre todo por los modos
en que se genera un discurso subversivo, que frustra los planos de la oración or-
denada, lógica y directa. Medusario. Muestra de poesía latinoamericana (Méxi-
co: Fondo de Cultura Económica, 1996), una selección de 22 escritores1 hecha
por Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí, pone en circulación en un
plano continental esta tendencia neobarroca, tal vez una de las más interesantes
de nuestro fin de siglo. A pesar de grandes diferencias entre los poetas inclui-
dos, hay ciertos rasgos afines; doy, como ejemplo, cuatro: 1) énfasis en el as-
pecto fónico del lenguaje y, por ende, de la superficie, como modos de acceder
al «significado» de las cosas; 2) rebelión en contra de los sistemas centrados y
simétricos; 3) uso de múltiples registros del lenguaje, acudiendo a códigos que
vienen de la biología, las matemáticas, la cibernética, la astrología, etc., y a la
vez usando jergas dialectales, palabras soeces, neologismos, cultismos; 4) uso
de una sintaxis distorsionada, donde los signos de puntuación se emplean ma-
yormente con finalidades prosódicas.2 La filiación natural de estos poetas dentro
de la historia de la poesía en lengua española es el barroco. La denominación
1
Los poetas incluidos son: Gerardo Deniz, Rodolfo Hinostroza, José Carlos Becerra, David Huerta,
Mirko Lauer, Arturo Carrera, Marosa di Giorgio, Raúl Zurita, Marco Antonio Ettedgui, Táma-
ra Kamenszain, Eduardo Milán, Osvaldo Lamborghini, Haroldo de Campos, José Kozer, Ro-
berto Echavarren, Wilson Bueno, Néstor Perlongher, Coral Bracho, Reynaldo Jiménez, Eduar-
do Espina, Gonzalo Muñoz y Paulo Leminski.
Vid. los prólogos a Medusario de Roberto Echavarren (págs. 11-17) y Néstor Perlongher (págs.
19-30); el epílogo al mismo volumen de Támara Kamenszain (págs. 487-89); y el artículo de
Jacobo Sefamí, «El llamado de los deseosos: poesía neobarroca latinoamericana (1970?)», Si-
glo XX/20th Century, vol. 12, núms. 1-2 (1994), págs. 219-37.
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NEOBARROCOS Y NEOMODERNISTAS EN LA POESÍA 421
«neobarroco», puesta en circulación por Sarduy3 (no en vínculo directo con es-
tos poetas, dado que Sarduy habla del neobarroco en 1972 y se refiere sobre to-
do a textos narrativos), y después reapropiada por varios de los escritores poste-
riores, ha ayudado a concebir la idea de que trabajan en territorios semejantes.
El poeta argentino Néstor Perlongher (1949-1992), con actitud paródica, acuñó
el término «neobarroso», para acercarlo al fango, al barro que todo lo borra del
Río de la Plata. Y el uruguayo Eduardo Espina, continuando en esta misma lí-
nea, creó la palabra «barrococó» para autodefinirse.4
Para esta presentación he querido ampliar la perspectiva con que se ha defi-
nido a este grupo de poetas. Otro movimiento muy cercano a sus poéticas es el
Modernismo, de modo que además de neobarrocos podrían ser vistos como
«neomodernistas», o más precisamente, y jugando con la terminología, «neo-
posmodernistas», obviamente entendiendo el término «posmodernistas» como
referido a los escritores modernistas más cercanos a la tendencia barroca, y que
forman parte de una segunda generación dentro del Modernismo hispanoameri-
cano: Leopoldo Lugones, Julio Herrera y Reissig, Delmira Agustini y Ramón
López Velarde.5 Algunos rasgos que serán examinados en esta ponencia son: 1)
la parodia como un procedimiento donde hay una conciencia crítica del lengua-
je; 2) los juegos paronomásticos y de aliteración; 3) los adornos excesivos que
acuden a vocabularios exquisitos y formas elaboradísimas; 4) subversiones de
los sujetos sojuzgados: presencias femeninas y de la homosexualidad; y 5) ex-
ploración de la banalidad y de lo superfluo, como modos de penetrar en lo lla-
mado «profundo».
II
El 6 de marzo de 1894, dos años antes de la publicación de Prosas profanas
de Darío, ya el colombiano José Asunción Silva escribe un poema burlándose
del cliché modernista (firmado con el pseudónimo Benjamín Bibelot Ramírez y
publicado en El Heraldo de Bogotá el 10 de abril del mismo año). Lleva por tí-
tulo «Sinfonía color de fresa con leche», seguramente parodiando el título (aun-
que no el poema mismo) «Sinfonía en gris mayor» de Darío (este último escrito
en 1891 e incluido más tarde en Prosas profanas). El tono del poema de Silva es
festivo, mofándose de todo el repertorio retórico del preciosismo parnasianista
del modernismo: las rimas, las aliteraciones, las paranomasias, y las imágenes y
metáforas que lo acompañan. Véase la primera estrofa:
3
Severo Sarduy, «El barroco y el neobarroco», América Latina en su literatura, ed. César Fernán-
dez Moreno, México: Siglo XXI, 1972, págs. 167-84.
Vid. el prólogo de Perlongher a Medusario; y la entrevista de Miguel Ángel Zapata, «Eduardo
Espina: buscando a Dios en el lenguaje. Una escritura llamada barrococó», Inti, 26-27 (1987-
1988), págs. 115-26.
Aunque Lugones publica su primer libro en 1897, estos poetas corresponden (por las fechas de
publicación de sus primeros libros) a la primera y segunda década del siglo.
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Estos versos juegan con el carácter empalagoso del ritmo modernista, enfati-
zándolo a través de sustancias resinosas que funcionan también con cualidades
de goma, esto es, pegajosas. De modo que la mirra y la laca salen de árboles
exóticos (de Arabia, de la India) para cubrir de colores historias de amor cursis y
predecibles. También, Silva enfatiza la repetición de sonidos de un modo exage-
rado, cacofónico; la frase «polícromos cromos», por ejemplo, es una redundan-
cia deliberada con el objeto de mostrar la ridiculez con que se producen estos
ritmos. Es muy posible que Silva veía una distorsión del estilo modernista a tra-
vés de los seguidores del propio Darío, que abundaban a finales de siglo.7 Lo
paradójico es que el poema esté dedicado «A los colibríes decadentes», cuando
uno de los espíritus más decadentes de fin de siglo era el propio Silva, quien se
suicidó antes de cumplir 31 años de edad, en 1896.
Silva estaba adelantando (sin quererlo, dado que lo que buscaba era una poe-
sía más «honda» y menos «superficial») el trabajo de distorsión paródica aun
más elaborado de los poetas tardíos del modernismo: los escritores que más se
acercan al barroco español. La originalidad pertenece a Leopoldo Lugones des-
de su primer libro, Las montañas del oro (1897), publicado sólo un año después
de Prosas profanas de Darío (quien en esa época vivía en Argentina). En ese
primer volumen, Lugones ya está trabajando el poema de un modo innovador:
dispone de los versos en forma de prosa, de modo que están separados sólo por
un guión (así como Darío había vuelto al alejandrino medieval, Lugones retoma
esta forma del Poema del Mió Cid):
...- describía Saturno un lento arco - sobre el tremendo asombro de la noche -
los solemnes reposos del Océano - desnivelaba la siniestra luna, - i las ondas,
hirviendo en los peñascos, - hablaban como lenguas, con el grito - de las vidas
humanas que tragaron [«A Histeria»].8
6
José Asunción Silva, Obra completa, ed. crítica coordinada por Héctor H. Orjuela, México: Co-
lección Archivos, 1990, pág. 118.
7
Según Carlos García Prada, la parodia de Silva se dirige a los imitadores de Darío, y no al propio
Darío. Sólo en Cartagena, Silva dice que hay de 20 a 30; Silva emplea la palabra «Rubendaria-
cos» en una carta escrita desde Caracas, para quejarse de aquellos que siguen la moda de la
época, sin realmente haber vivido, sentido o pensado ni una página. Cfr. Carlos García Prada,
«¿Silva contra Darío?», Hispania, XLIII, 2 (1960), págs. 176-83.
8
Leopoldo Lugones en Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana, ed. José Oli-
vio Jiménez, Madrid: Hiperión, 1989, pág. 340.
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9
Jorge Luis Borges, «Prólogo» [original de 1955] a Leopoldo Lugones, El payador y antología de
poesía y prosa, ed. Guillermo Ara, Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979, pág. XXXII.
Guillermo Sucre, La máscara, la transparencia, Caracas: Monte Avila Editores, 1975, pág. 58.
Citado por Gwen Kirkpatrick, The Dissonant Legacy of Modernismo, Berkeley: University of
California Press, 1989, pág. 177.
424 JACOBO SEFAMÍ
Amarilla y flacucha,
La luna cruza el azul pleno,
Como una trucha
Por un estanque sereno,
Y su luz ligera,
Indefiniendo asaz tristes arcanos,
Pone una mortuoria translucidez de cera
En la gemela nieve de tus manos («Divagación lunar»).12
III
Muchas de las descripciones de los estilos de los llamados postmodernistas
pueden ser aplicadas a los poetas neobarrocos actuales. Perlongher dice en su
prólogo a Medusario que la poética neobarroca «se lanza al mismo tiempo a rei-
vindicar y reapropiarse del modernismo, recuperando a los uruguayos Herrera y
Reissig y Delmira Agustini, entre otros».14 Eduardo Espina tiene un libro com-
pleto dedicado a la obra de Herrera y Reissig.15 Y el cubano (radicado en Nueva
York) José Kozer imita, quizá sin saberlo, la obsesión de Leopoldo Lugones con
respecto al lenguaje. En su poema «Noción de José Kozer» dice: «Su ambición
es una: todo el vocabulario».16 Borges indica que Lugones tenía la superstición
de que «el escritor debe usar todas las palabras del diccionario».17 Esta necesi-
dad de dominar el idioma (culto y coloquial) de Lugones está demostrada a tra-
12
Leopoldo Lugones, Lunario sentimental, ed. Jesús Benítez, Madrid: Ediciones Cátedra, 1988,
pág. 164.
13
Borges, op. cit., pág. XVIII.
14
Perlongher, op. cit., pág. 26.
15
Cfr. Eduardo Espina, Julio Herrera y Reissig: las ruinas de lo imaginario, Montevideo, Uru-
guay: Editorial Graffiti, 1995.
16
José Kozer, Bajo este cien, México: Fondo de Cultura Económica, 1983, pág. 42.
Borges, op. cit., pág. X.
NEOBARROCOS Y NEOMODERN1STAS EN LA POESÍA 425
Ese ambiente es el que Sarduy concibe como el más apropiado para hablar
del travestismo, la metamorfosis y el disfrazamiento. Debido a la falta de espa-
cio, no puedo entrar en detalle acerca del argumento de Sarduy, pero sí es evi-
El tema da para mucho más. Este trabajo ha intentado, tan sólo, marcar algu-
nas de las pautas en que se relacionan la poesía del fin de siglo pasado y la de
ahora. De aquí se puede partir para estudiar paralelismos con mayor detalle.
También se pueden aventurar premisas acerca de las situaciones socio-econó-
micas que permiten la comparación. En todo caso, la poesía actual ha logrado
darle lozanía a una estética (la modernista) considerada hasta hace poco como
cursi, superficial y totalmente de otra época.
Néstor Perlongher, Hule, Buenos Aires: Ediciones Último Reino, 1989, pág. 7.