Está en la página 1de 5

El síntoma-nudo entre sufrimiento y satisfacción

Lujan Iuale

En los inicios estuvo el cuerpo


La clínica psicoanalítica nunca fue sin el cuerpo.
En sus orígenes, nace en el campo éxtimo de la
medicina, en la medida en que los desarrollos de
Charcot y Breuer, acercaron a Freud a una afectación
de los cuerpos que no seguía las leyes de la
anatomía. Surge de allí el primer esbozo de la noción
de inconsciente como grupo psíquico separado y,
comienza a darle a los fenómenos que pueblan el
campo de las neurosis el estatuto de síntoma. Freud
lo instaurará tempranamente como indicio de un
proceso defensivo, que ha operado y ha fracasado en
parte, en su cometido. Ya en los “Estudios sobre la
histeria” (1893-95), apunta a deslindar los síntomas
orgánicos de los psíquicos, señalando que en estos
últimos el cuerpo sigue el trazado de ciertas
representaciones que desconocen el funcionamiento
de la biología. De hecho toda la primera parte del
historial de Elisabeth von R, lo dedica a delimitar la
causación del síntoma, llamándole particularmente la
atención el caminar extraño que presentaba la
paciente, el cual no se correspondía con ningún
trastorno neurológico ni motor específico; así como
también la expresión de inconfundible placer cuando
pellizcaba las zonas afectadas. Freud enfatiza que un paciente que sintiera dolor por razones orgánicas retiraría el cuerpo ante la
estimulación de la zona, contrariamente a lo que Elisabeth hacía. Intuye ya en esa época, cierta erogenizacion de la zona que
conlleva a una satisfacción que no puede ser reconocida como tal por la enferma. Dice:

“Caminaba con la parte superior del cuerpo inclinada hacia adelante, pero sin apoyo; su andar no respondía a ninguna de las
maneras de hacerlo conocidas por la patología, y por otra parte ni siquiera era llamativamente torpe. Sólo que ella se quejaba de
grandes dolores al caminar, y de una fatiga que le sobrevenía muy rápido al hacerlo y al estar de pie; al poco rato buscaba una
postura de reposo en que los dolores eran menores, pero en modo alguno estaban ausentes. El dolor era de naturaleza imprecisa;
uno podía sacar tal vez en limpio: era una fatiga dolorosa. Una zona bastante grande, mal deslindada, de la cara anterior del muslo
derecho era indicada como el foco de los dolores, de donde ellos partían con la mayor frecuencia y alcanzaban su máxima intensidad”
(FREUD, 1893-95, 151).

Es interesante resaltar que Freud soporta la distinción de los síntomas psíquicos en dos pilares: el modo de afectación del
cuerpo y el decir del enfermo. En el historial antes citado refiere que:

“No me resultaba fácil llegar a un diagnóstico, pero fui del mismo parecer que mi colega, por dos razones. En primer lugar, era
llamativo cuán imprecisas sonaban todas las indicaciones de la enferma, de gran inteligencia sin embargo, acerca de los caracteres
de sus dolores. Un enfermo que padezca de dolores orgánicos, si no sufre de los nervios {nervós} además de esos dolores, los
describirá con precisión y tranquilidad: por ejemplo, dirá que son lacerantes, le sobrevienen con ciertos intervalos, se extienden de
esta a estotra parte, y que, en su opinión, los, provoca tal o cual influjo. El neurasténico que describe sus dolores impresiona como si
estuviera ocupado con un difícil trabajo intelectual, muy superior a sus fuerzas. La expresión de su rostro es tensa y como deformada
por el imperio de un afecto penoso; su voz se vuelve chillona, lucha para encontrar las palabras, rechaza cada definición que el

© Todos los derechos reservados. www.nadieduerma.com.ar


médico le propone para sus dolores, aunque más tarde ella resulte indudablemente la adecuada; es evidente, opina que el lenguaje
es demasiado pobre para prestarle palabras a sus sensaciones, y estas mismas son algo único, algo novedoso que uno no podría
describir de manera exhaustiva, y por eso no cesa de ir añadiendo nuevos y nuevos detalles; cuando se ve precisado a interrumpirlos,
seguramente lo domina la impresión de no haber logrado hacerse entender por el médico. Esto se debe a que sus dolores han atraído
su atención íntegra. En la señorita Von R. se tenía la conducta contrapuesta, y, dado que atribuía empero bastante valor a los dolores,
era preciso inferir que su atención estaba demorada en algo otro -probablemente en pensamientos y sensaciones que se entramaban
con los dolores” (Ibídem, 152).

Entonces tenemos un modo típico del decir, caracterizado por la indeterminación y la inespecificidad. A eso se suma la
relación peculiar al cuerpo, en la medida en que no se evita el contacto con la zona afectada. Dice:

“Pero más determinante todavía para la concepción de esos dolores era por fuerza un segundo aspecto. Cuando en un
enfermo orgánico o en un neurasténico se estimula un lugar doloroso, su fisonomía muestra la expresión, inconfundible, del
desasosiego o el dolor físico; además el enfermo se sobresalta, se sustrae del examen, se defiende. Pero cuando en la señorita Von
R. se pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hiperálgicas de la pierna, su rostro cobraba una peculiar expresión, más de placer
que de dolor; lanzaba unos chillidos -yo no podía menos que pensar: como a raíz de unas voluptuosas cosquillas-, su rostro enrojecía,
echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se arqueaba hacia atrás. Nada de esto era demasiado grueso, pero sí lo
bastante nítido, y compatible sólo con la concepción de que esa dolencia era una histeria y la estimulación afectaba una zona
histerógena.
El gesto no armonizaba con el dolor que supuestamente era excitado por el pellizco de los músculos y la piel; probablemente
concordaba mejor con el contenido de los pensamientos escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en la enferma mediante la
estimulación de las partes del cuerpo asociadas con ellos. Yo había observado repetidas veces parecidos gestos significativos a raíz
de la estimulación de zonas hiperálgicas en casos seguros de histeria; los otros ademanes correspondían evidentemente a la
insinuación levísima de un ataque histérico” ( Ibídem, 152-53).

Del mismo modo en el historial de Dora, en una nota al pie, refiere que en los casos de enfermedad orgánica los pacientes no
presentan lagunas en el relato, mientras que el relato de los síntomas psíquicos está plagado de ellas, y es difícil delimitar la zona
afectada. El dolor suele ser difuso (FREUD, 1905 [1901], 16).

Este encuentro con la histeria, lo llevó a toda una elaboración de una teoría del cuerpo que no excluyó a otras presentaciones
clínicas. Así enfatizó la importancia de rastrear en la neurosis obsesiva el núcleo histérico, punto en el cual el cuerpo quedaba
tocado por las representaciones y en el cual podía localizarse un modo de satisfacción. O las fobias, donde el cuerpo queda
concernido tanto por la angustia que deviene miedo; como por toda una serie de inhibiciones que vienen a cumplir la función de
parapetos que evitarían el encuentro con el objeto temido. No menos importantes son los recortes del historial del presidente
Schreber, donde el cuerpo queda afectado en sus funciones vitales cuando Dios retira sus rayos divinos, reducido a no ser más
que una marioneta del Otro; o cernido por el empuje a la transformación en mujer en una emasculación permanente e infinitizada.
Así también, todos los aportes referidos a la perversión señalan la dimensión del cuerpo en la medida en que concierne a los
modos de satisfacción, distinguiendo por ejemplo al fetiche del síntoma, dejando en claro que estos pacientes no consultan nunca
por el primero. Introduce por un sesgo, la posibilidad de la división subjetiva también en la perversión y abre así el camino del
síntoma, muchas veces difícil de delimitar.

Si seguimos el trazado que venimos realizando podríamos decir sin exagerar, que la clínica psicoanalítica puede ordenarse
en torno a los modos en que cada ser hablante se relaciona con su cuerpo. El efecto de lalengua sobre el viviente deja vedado al
ser hablante la posibilidad de ser un cuerpo, y por ende, no queda otra opción que la dimensión del tener una relación con el
cuerpo. Ahora bien, esa relación puede recibir diversas modulaciones, puede ir en la vía de la apropiación del cuerpo a través de
la sutura entre cuerpo y nombre propio; pero también puede sostenerse en una relación de extrañeza.

© Todos los derechos reservados. www.nadieduerma.com.ar


De ello se deslinda que más allá de lo singular de cada ser hablante, hay modos típicos de relación al cuerpo, del cual pueden
desprenderse algunos tipos clínicos que orientan el diagnóstico, no sin articular allí la respuesta sintomática que cada sujeto ha
producido. Si la intrusión de lalengua en el viviente rompe con el Uno del organismo, todo el trabajo del ser hablante consiste en la
subjetivación de ese cuerpo que en sus orígenes, no podrá más que serle extraño. Por eso la asunción del yo, donde el niño se
hace representar por un significante al tiempo que señala su cuerpo, marca un acontecimiento crucial en la vida del sujeto.

El síntoma, indicio de goce


Ya Freud en las Conferencias 17 y 23 (FREUD, [1915-16]), dejó expresado la doble vertiente del síntoma tal como la
entendemos en psicoanálisis: por un lado el síntoma tiene un sentido, y por otro implica una satisfacción sustitutiva, desfigurada
por la censura. Se establece una vertiente descifrable del síntoma y otra que quedaría del lado de un núcleo irreductible.

Lacan se ocupó en diferentes momentos de su obra del síntoma, definiéndolo de diversos modos[2]. En una serie de textos se
refirió al síntoma como lo analizable. En el Seminario 5 dice: “Llamo aquí síntoma, en su sentido más general, tanto al síntoma
mórbido como al sueño o a cualquier cosa analizable. Lo que llamo síntoma, es lo que es analizable” (LACAN, 1957-58, 332).
Luego en “La significación del falo” vuelve a este mismo punto y sostiene que cuando hablamos de “los síntomas en el sentido
analítico del término, queremos decir de lo que es analizable en las neurosis, las perversiones y las psicosis” (LACAN, 1958, 665).
En “El psicoanálisis y su enseñanza” insiste en discernir lo analizable y dice:

“El síntoma psicoanalizable, ya sea normal o patológico, se distingue no solo del indicio diagnóstico, sino de toda forma
captable de pura expresividad en que está sostenido por una estructura que es idéntica a la estructura del lenguaje. Y con esto no
diremos una estructura que haya que situar en una semiología cualquiera pretendidamente generalizada que hay que sacar de su
limbo, sino la estructura del lenguaje tal como se manifiesta en los lenguajes que llamaré positivos, los que son efectivamente
hablados por masas humanas” (LACAN, 1957, 426).

En el Seminario 10, pondrá el acento en la distinción entre síntoma y acting-out para resaltar que el síntoma se basta a sí
mismo, no llama a la interpretación y lo define como “goce revestido” (LACAN, 1962-63, 139). No dice que no sea interpretable,
sino que marca la necesariedad de la instauración de la transferencia para acceder al síntoma. Es ese montaje el que permite el
pasaje del síntoma originario al síntoma analítico, en la medida en que al principio solo tenemos “la mitad de un síntoma” (LACAN,
1964, 129).

Es en el Seminario 12 donde afirma que

“El síntoma. Sería necesario definirlo como algo que se señala. Como un sujeto que sabe que eso le concierne, pero que no
sabe lo que es. En qué medida podemos nosotros, analistas, decir qué estamos a la altura de esa tarea de ser aquel que, en cada
caso sabe lo qué es” (Ibídem, 129).

Ya en el Seminario sobre la angustia, resaltó que el sujeto viene demasiado implicado en su síntoma y que por ende la
operación analítica consiste en primera instancia, en desimplicar al sujeto de su conducta sintomática, señalarle que hay una
causa para ello (LACAN, 1962-63, 303).

Ahora bien, no queremos extraviarnos del tema que nos ocupa: la articulación entre síntoma y cuerpo. ¿Qué es lo que permite
efectivamente anudar ambos términos? Consideramos que es la vertiente del goce, en la medida en que es el efecto primero del
encuentro con lo traumático de lalengua. Lalengua introduce un goce que fragmenta al Uno del viviente y del cual hay que
liberarse, quedando siempre un resto inasimilable. El trabajo del inconsciente consiste en eso: cifrar goce, hacer pasar el goce
por el inconsciente, contabilizarlo[3]. A propósito de esto Lacan afirmará que el síntoma “es la manera en que cada uno sufre en
su relación con el goce” (LACAN, 1968-69, 38), y que nuestra práctica apunta a desenmascarar y develar en el síntoma, al goce.
Ese- dice- es “nuestro real, pero en la medida en que está excluido” (Ibídem, 297).

Por otro lado no debemos olvidar que el goce siempre es goce de un cuerpo. No hay goce sin un cuerpo que le haga de ground
o soporte. Incluso el goce fálico, goce de los semas, goce fuera de cuerpo, no puede pensarse sin la resonancia en el cuerpo. El
goce implica una modalidad de satisfacción que el ser hablante no reconoce como tal, presentándose como sufrimiento. De allí

© Todos los derechos reservados. www.nadieduerma.com.ar


que la vertiente del padecimiento subjetivo opere como brújula en la clínica. Ya en 1967 podemos encontrar otra referencia clave
en la articulación entre síntoma y goce, donde Lacan ubica en primera instancia que el goce es el más allá del placer y agrega que:

“El goce es algo que tiene cierta relación al sujeto, en tanto que el acto sexual es este enfrentamiento al agujero dejado en
cierto registro del acto que es cuestionable. Este sujeto es suspendido por una serie de modos o estados de insatisfacción; he aquí lo
que por sí mismo justifica la introducción del término goce, que en todo instante, principalmente en el síntoma, se nos propone como
indiscernible del registro de la satisfacción, ya que para nosotros el problema es saber cómo un nudo, que no se sostiene más que de
enfermedades y sufrimientos, es por donde se manifiesta la instancia de la satisfacción suspendida. Es justamente donde el sujeto se
sostiene en tanto tiende a esta satisfacción” (LACAN, 1967).

Si retomamos ahora la doble vertiente del síntoma: la descifrable y su núcleo de goce, podríamos decir que el síntoma
descifrable es lo que del goce pasó al inconsciente cifrador; mientras que el síntoma letra, sería lo que queda éxtimo al
inconsciente simbólico y funda un inconsciente real, no descifrable. La operatoria analítica apunta a cernir ese real, como nombre
de goce. De hecho en “La intervención luego de la exposición de André Albert sobre El placer y la regla fundamental”, Lacan
insistirá en la importancia de la regla fundamental, en la medida en que lleva al parlêtre a hablar precisamente de aquello que le
displace: su síntoma. Y enlaza síntoma y real (no olvidemos que en el Seminario 16 ya había nombrado al goce como nuestro
real) y dice: “…el síntoma es la particularidad, es lo que nos hace a cada uno un signo diferente de la relación que tenemos, en
tanto seres hablantes, con lo real”[4]. La regla fundamental, entonces, va en contra del principio de placer y conlleva, por
añadidura, el encuentro con un goce del cual nada se quiere saber.

Despojado el síntoma de todas sus envolturas, queda ese núcleo de goce, punto real de la estructura que resiste. Hacia el
final de su enseñanza, Lacan insiste en pensar el fin de análisis como “el momento en el cual el sujeto se siente feliz de vivir”.
Ahora bien, para que esto suceda, debe haberse producido una transmutación del síntoma-goce-sufrimiento; al síntoma-goce-
nombre del parlêtre. Un viraje desde el no reconocerse en ello, a un desembrollarse que permite una nominación de ese real,
diferente.

Lujan Iuale
mlujaniuale@gmail.com

Bibliografía
-Freud, S. (1893-1895), “Estudios sobre la histeria”. En Obras Completas, Vol. II, Buenos Aires: Amorrortu, 1991.
-Freud, S. (1905), “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. En Obras Completas, Vol. VII, Buenos Aires: Amorrortu, Vol. VII, 1991.
-Freud, S. (1916-17). “Conferencia N° 17. El sentido de los síntomas”. En Obras Completas, Vol. XVI, Buenos Aires: Amorrortu, 1991.
-Freud, S. (1916-917), “Conferencia N° 23. Caminos de formación del síntoma”. En Obras Completas, Vol. XVI, Buenos Aires: Amorrortu,
1991.
-Lacan, J. (1957-1958), El Seminario 5. Las Formaciones del Inconsciente, Buenos Aires: Paidós, 2006.
-Lacan, J. (1958), “La significación del falo”. En Escritos 2, Buenos Aires: Siglo XXI, 2008.
-Lacan, J. (1957), “El psicoanálisis y si enseñanza”. En Escritos 1, Buenos Aires: Siglo XXI, 2008.
-Lacan, J. (1962-1963), El Seminario 10. La Angustia, Buenos Aires: Paidós, 2006.
-Lacan, J. (1965), El Seminario 12. Problemas Cruciales Para el Psicoanálisis . Inédito.
-Lacan, J. (1966-67) “Clase del 31 de mayo de 1967”. En El Seminario 14. La lógica del fantasma. Inédito. Versión digital.
Lacan, J. (1968-1969), El Seminario 16, De Otro al otro, Buenos Aires: Paidós, 2008.
-Lacan, J: Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los escritos (7-10-63). Disponible en:
http://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2009/07/jacques-lacan-introduccion-la-edicion.html
-Lacan, J: “La intervención luego de la exposición de André Albert sobre E l placer y la regla fundamental”. Disponible en:
http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligatorias
/114_adultos1/material/archivos/lacan-el_placer_y_la_regla_fundamental.pdf

[1] Luján Iuale es psicoanalista, Magister en Psicoanálisis por la UBA; docente de Clínica de Adultos (UBA) y de Psicopatología (UCES). Coordinadora de la

© Todos los derechos reservados. www.nadieduerma.com.ar


Práctica Profesional: “El tratamiento del padecimiento subjetivo en la experiencia analítica” (UBA). Investigadora UBACyT. Autora de: Detrás del espejo,
Letra Viva, 2011; y co-autora de Posiciones perversas en la infancia, Letra Viva, 2012 y de Sentir de otro modo, Letra Viva, 2014. Ex jefe de Residentes del
Hospital Álvarez. Miembro de Enlace Clínico.

[2] Parte de este tema fue desarrollado en un texto presentado en el espacio de reunión de cátedra de la materia Clínica de Adultos de UBA, y publicado
luego en El Sigma. Iuale, L: “El síntoma en la psicosis”. En http://www.elsigma.com/colaboraciones/el-sintoma-en-la-psicosis/12663

[3] Lacan, J: Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los escritos (7-10-63). Disponible en:
http://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2009/07/jacques-lacan-introduccion-la-edicion.html

[4] Lacan, J: “La intervención luego de la exposición de André Albert sobre El placer y la regla fundamental”.
Disponible en: http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligatorias/
114_adultos1/material/archivos/lacan-el_placer_y_la_regla_fundamental.pdf

© Todos los derechos reservados. www.nadieduerma.com.ar

También podría gustarte