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Patricia Highsmith LA COARTADA PERFECTA las novelas 3896 del verano — Una coleccién de grandes autores de narrativa publieada por EL MUNDO y LA REVISTA, UNIDAD EDITORIAL, S. A i Pradillo, 42 128002 Madrid 1a, coartada perfeca ‘Titulo original: The Perfect Ali You Cant Depend on Anybody Variations on a Game A Safes Nuun ‘Sauce for the Goose ‘Traduccién: Domingo Santos Licencia editorial para Bibliotex, S. L. (©.1956, 1957, 1972, 1973, 1989, Patricia Highsmith © 1998 UNIDAD EDITORIAL, por acuerdo con Bibliotex, SL. para esta edicién, Disenio portada: ZAC diseno grafico Mhstractén: Ulises Culebro ISBN: $4-8130.005-5 Deposto legal: B. 22106-1998 Impresion y encuademacién: Printer, Industria Grafica, S.A De venta conjustae inseparable con EL. MUNDO La coartada perfecta ‘a multicud se arrastraba como un monstruo ciego y sin ‘mence hacia la entrada del metro. Los pies se deslizaban hacia adelante unos pocos centimectos, se paraban, volvian a dé se, Howard odiaba las multicudes. Le hacian sentie pénico, Su dedo escaba en el gatillo, y durante unos segundos se concentré en no permitir que lo aptetara, pese a que se habia convertido en un impulso casi incontrolable “Habla descosido el fondo del bolsillo de su sobretod, y shora sujeabe la pistola en ese bolsillo con sui mano engusntada, Las bajas y anchas espaldas de George estaban a menos de medio -mecro frente a él, pero habia un par de personas entre medio. Howard giré los hombros y se encajé en el espacio encre ua, hombre y una mujer, empujando ligeramente al hombre. “Ahora estaba iamediatamence detris de George, y la parce ddelantera de su sobretodo desabrochado rozaba Ja espalda del abrigo del otro, Howard nivelé la pistola en su bolsillo. Una ‘mujer golpe6 su brazo derecho, pero mantuvo firme le punteria contra la espalda de George, con los ojos fijos en st sombrero dd fieltro. Una voluta del humo del cigarro del otro hombre se cenroscé en las fosas nasales de Howard, familiar y nauseabunda. Ia entrada del metro estaba a tan s6lo un par de mettos. Den- ‘0 de los préximos cinco segundos, se dijo Howard, y al mis- ‘m0 tiempo su mano izquierda se movié para echar hacia atnis €l lado derecho de su sobretodo, hizo un movimiento incom- pleco, y una décima de segundo mas tarde la pistola dispar. ‘Una mujer chills Hlowatd dej6 coer l pistla a través del bier boil 1a multicud habia retocedido ante la explosién del arma, anastrindo a Howard consigo. Unas cuanta personas se agit ron ante él, pero por un instante vio a Geoege en un pequefio | espacio vac en a aces, tendido de lado, con el delgado cigs- 410.2. medio fumar ain sujeto entce sus dientes, que Howard vio desnudos por un instance, luego cubierts por el celajare de su boca. “ike han dsparado! ~grieé alguien, ~:Quite? ~{D6ade? [La maltiad inicié un movimieneo hacia adelante on wn fu Bir de curiosidad, y Howard fue arrsteado hasts casi donde es taba tendido George. ~iEchense ats! Vana pisoreare! ~grit6 una vor masculina, Howard fue hacia un lado para librarse dela mulkitud y bas las escalera del metro. Bl rug de voces en la acera fue reem- plazado de proaco por el zambido de la llegada de un teen. Ho- ward rebuscé mecinicemente algo de cambio y saeé na mone- da. Nadie a su alrededor parecia haberse dado cuenta de que habfe un hombre muerto tendido en la parce de arriba de las || leans. 2No podia usar otra salida para volver ala calle it |) em busca de su coche? Lo habia aparcado apresuradamence en Ia Treintay cinco, cerca de Broadway. No, podia tropezit con al- ‘uien que le hubiera visto cerca de George en la mulicud. Ho- ward era muy alto. Destacaba. Podia recoger el coche wn poco | més tarde. Miré su rela Exaceamente las 5:54, | Cruz6 la estacién y tomé un teen hacia el norte. Sus ofdor ran muy sensibles al ruido, y normalmente el chirrido del ace- ro sobre acero era una tortura intolerable para él; pero ahora, mientras permaneea de pie sujeto a una de as corress, apenas escuchaba el insoportable ruido y se seneia ageadecido por la | despreocupaci de los pasajers que lian el perio su al- rededor. Su mano derecha, ain en el bolsllo de su sobretodo, tanteé autométicamente el descosido fondo. Esta noche tenis que volver a coserlo, se recordé. Bajé a vst la parte delance- rade la prenda y vio, con un repentino shock, casi con dolor, 4 «que la bala habia abierto un agujero en el sobretodo, Sacé ipi- clamence su mano derecha y la coloeé sobre el agujeto, sin dejar dle mirar el panel publicitario que tenia delance, Fruncié intensamente el cefo mientras revisaba todo el ssunto una vez mis, inteneando ver si habia comerido alga error en alguna parte. Habfa abandonado el almacén un poco antes que de costumbre ~2 las 5:15~ para poder esar en la calle Treinca y cuatro a las 5:30, cuando George abandonaba siempre sa tienda. El sefioe Luther, el jefe de Howard, habia dicho: “Hoy termina usted pronto, eh, Howard?» Pero lo mismo ha- bia ocurtido algunas otras veces antes, y el sefior Lucher no pensaria en nada malo al respecto. ¥ habia borrado todas las posibles huellas de la pistola, y cambién de las balas. Haba ‘comprado le pistola haria unas cinco semanas en Bennington, Vermont, y no habia tenido que dar su nombre cuando lo hizo. No habia vuelto a Bennington desde entonces. Crefa que era realmente imposible que la poliefa pudiers llegar a encontrat el astro del arma. Y nadie le habia visto disparar aquel tro, esta- ba seguro de ello, Habfa esceutado a su aleededor antes de me- terse en el metro, y nadie miraba et su drecci, Howard ceni intencién de it hacia el norte unas cuancas es taciones, luego regresar y recoger su coche; pero ahora pensé ue primero debia librarse del sobretodo. Demasiado peligroso intenear que cosieran un agujero como aquel. No tenia el as- pecto dela quemadurs de un cigarcllo, parecfa exactamente lo que era. Debia apresurarse. Su coche estaba a menos de tres smanzanas de donde habia disparado a George. Probablemente seria interrogado esta noche acerca de George Frzell, porque la policfa interrogarfa con toda seguridad a Mary, y'si ella 0 ‘mencionaba su nombre, sus caseras lade ella y a de George silo harian, George tnta tan pocos amigos. oso en meter el sobretodo en alguna papelera en una esta- cin del metro. Pero demasiada gente se darfa cuenta de ello Bn una de la calle? Eso también parecfa muy llamativo; des- ppués de todo, era un sobretodo casi nuevo. No, ten‘a que it a ‘asa y coger algo para envolverlo antes de poder tiratl. Saliéen la estacién de Ia calle Setencay dos. Vivia en un pe- 5

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