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Moreno, un distrito en el que la violencia y el


delito atraviesan todas las clases sociales

de la Cierva entre Canadá y Tablada: el lugar donde el comisario inspector Valdez encontró la muerte

En cuestión de horas, a principios de mes, mataron a un gendarme y a un comisario
bonaerense en sendos robos; los vecinos señalan la incidencia del consumo de drogas
y del raterismo
Belisario Sangiorgio

17 de junio de 2019  

E n Moreno, la violencia y la inseguridad atraviesan todas las clases sociales y


anidan tanto en zonas urbanizadas como en parajes más desolados. Allí, en las últimas
semanas, fueron asesinados dos miembros de las fuerzas de seguridad.

A Pablo Quiroga, sargento 1º de la Gendarmería, lo fusilaron para robarle cuando


caminaba hacia la parada del colectivo en Villa Anita. Y Carlos Leonardo Valdez,
comisario inspector de la policía bonaerense, murió horas después en un
enfrentamiento que se desencadenó en el corazón de un peligroso barrio llamado San
Carlos, cuando delincuentes intentaron robarle el auto.
Ambos homicidios revelan que en Moreno la violencia criminal es un drama cotidiano,
estructural y severo; los asaltos y los homicidios se han transformado en un problema
que golpea con fuerza a todas las clases sociales, porque mientras en Villa Anita se
observan casas grandes y quintas cercadas con jardines y cuidadas flores, en San Carlos
hay esquinas repletas de basura, viviendas grises y mucha droga en las calles.

En la estadística oficial de homicidios de 2017, últimos datos divulgados, Moreno


aparece como el municipio más peligroso del conurbano, con una tasa de 10,3
asesinatos cada 100.000 habitantes. Esa proporción de muertes violentas lo coloca solo
por debajo de Orán (tasa de 17,3), Santa Fe (13,2) y Rosario (12,1).

El comisario inspector Valdez murió a las cuatro de la mañana del sábado 1º de junio.
Dos tiros en el estómago segaron su vida. Horas antes, cerca de la medianoche del
viernes y mientras visitaba a su novia en San Carlos, puntualmente sobre la calle Juan
de la Cierva entre Canadá y Tablada, un grupo de delincuentes intentó robar un Ford
Focus; el policía se resistió a los tiros con su pistola reglamentaria Bersa Thunder.

Cámaras de seguridad aportaron las pistas para dar con los presuntos asesinos, dos
adolescentes de 15 y 17 años apodados Tamby y Pocho. Fueron detenidos efectivos de la
DDI y la Jefatura Departamental de Moreno. En los allanamientos se habría encontrado
el arma usada en el ataque al comisario.

La esquina donde mataron a Valdez está a metros de un descampado inmenso, límite


natural entre distintos asentamientos de la zona. Allí, las calles son de tierra; las
madres, atentas, pero sin temor, esperan en la puerta de los almacenes que lleguen el
transporte público o sus maridos en una moto desvencijada, y el viento trae cada tanto
el olor de la marihuana que adolescentes fuman mientras caminan en grupo.

Drogas y ataques

Durante una recorrida de LA NACION por la peligrosa zona donde murió Valdez, al
menos una decena de vecinos confirmaron que allí las apremiantes necesidades
económicas se traducen en, al menos, tres fenómenos dolorosos: la proliferación de
focos de venta de droga, los robos en las humildes casas protagonizados por rateros que
viven en el barrio y, de tanto en tanto, violentos homicidios que riegan con sangre el
ripio de esta zona frágil. Denunciaron, además, que no hay presencia policial en el
barrio.

"Yo tenía miedo cuando tomé la decisión de abrir un local en San Carlos. Para mí, es un
riesgo constante. Sufrí dos robos en seis meses. Veo muchas personas metidas en el
consumo o en la venta de drogas, y las drogas vuelven a la gente más violenta, más
peligrosa. Pero no tengo opción, no tengo adónde ir, así que solo me queda mirar hacia
adelante y trabajar por mi hija", dijo Sergio, un comerciante del barrio, al que llegó
porque parte de su familia vive allí desde hace más de 20 años.

Otra vecina de la zona, que pidió mantener su nombre bajo reserva, confirmó a LA
NACION que en San Carlos, muy cerca de otros barrios, como Satélite o Las Catonas,
es constante la presencia de motochorros que, con armas de fuego, actúan en las calles
tras la caída del sol.

La falta de alumbrado público y los descampados convierten la zona en un escenario


clave para rápidas fugas. En este barrio es notoria la presencia de jóvenes desempleados
que deambulan por las esquinas, en las que también suelen sentarse para "ver pasar el
tiempo" y hacer comentarios sobre las motos sin patente que corren a toda velocidad
delante de ellos.

Con respecto al punto exacto donde Valdez murió, en cuanto pasó el crimen los vecinos
retomaron sus rutinas; durante la recorrida de LA NACION se los vio tomando mate
en la vereda y arreglando o lavando sus autos. En medio de la calle Juan de la Cierva hay
una deteriorada plazoleta con bancos viejos. Cerca del mediodía, jóvenes que parecen no
tener ningún trabajo formal caminan hacia una canchita de fútbol, los chicos corren por
las veredas, los colectivos pasan repletos. Nada indica que justo allí una persona fue
fusilada.

Por: Belisario Sangiorgio

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