Está en la página 1de 3

Leonardo Da Vinci, vive y sigue

A 500 años de la muerte del genio florentino, su vida y obra siguen impactando hasta el día de hoy.
LEONARDO ENCARNÓ el espíritu renacentista en su grado máximo, porque supo trasegar con conocimiento y propiedad en
disciplinas muy diversas. Si Miguel Ángel se distinguió por haber sido pintor, escultor, arquitecto y poeta, Da Vinci fue todo esto y
mucho más: ingeniero civil, ingeniero mecánico, ingeniero hidráulico, urbanista, astrónomo, físico, paleontólogo, botánico,
anatomista, escritor, músico e inventor. En cada aventura de su ingenio se destacó como un creador de imaginación feraz, por lo que
constituye una cumbre intelectual sin par en la historia de la humanidad.

El Alto Renacimiento fue la era que hizo que la Naturaleza escrita con mayúscula pasara, con toda su
materialidad, al centro de las preocupaciones de las mentes más despiertas; la Naturaleza, es decir, la flora y la
fauna, el cuerpo humano y los astros, los flujos de las aguas en los ríos y las incidencias de las aglomeraciones
urbanas en la higiene y la salud, la óptica y la mecánica, etc., retos y problemas que ocuparon a Leonardo.
Observar la Naturaleza, estudiar sus comportamientos, desentrañar sus leyes y aplicar esas leyes con sentido
práctico para ahorrar energía y hacer más vivible el mundo, fue su obsesión fundamental, adelantándose a
Galileo, Leibniz y Newton. Solo que sus trabajos de ingenio no tuvieron repercusiones inmediatas, dejando
huérfanas, o casi huérfanas, las disciplinas en las que investigó con resultados sorprendentes. De allí que su
fama quedara confinada al ámbito del arte. Pero ¿por qué no trascendió si una buena cantidad de sus aportes
eran sólidos y prácticos?

Las reflexiones del Leonardo pintor nos explican su actitud ante lo que hizo en otros ámbitos. “El pintor imita la
Naturaleza y rivaliza con ella”, escribió en su Tratado de la pintura, publicado en 1651, ciento treinta y dos
años después de su muerte. Esta brevísima y reveladora frase contiene dos ideas básicas: a) la de imitar lo que el
ojo ve, una obsesión o meta que persiguieron los pintores italianos nacidos entre los siglos XIII y XV; b) la de
rivalizar o competir con los fenómenos observables, la preocupación central de Leonardo.

Imitar la Naturaleza
Si sumerios, acadios, persas y egipcios representaron la Naturaleza en sus artes figurativas, los griegos clásicos
fueron los primeros en imitarla a cabalidad y de modo sistemático. El escultor griego estudió la anatomía
humana y la llevó con pericia al mármol, idealizándola, pero no falsificándola. Modeló, así, un canon de belleza
basado en la sensualidad que sigue vigente.

La Edad Media le dio la espalda a la sensualidad, porque el cristianismo era espiritualista, de modo que las artes
figurativas viraron hacia la geometría y la abstracción del arte bizantino. Entre sintéticas y esquemáticas, por
partir de un ideal sagrado y no de humanas contingencias, son las esculturas y pinturas de un estilo generalizado
como el románico, y las ilustraciones de los códices concebidos en estilos particulares como el visigodo, el
carolingio, el anglosajón, etc. El retorno a la materialidad, desdeñada por los teólogos medievales, comenzó con
Cimabue y Duccio, los pintores que se preocuparon por plasmar el volumen que tiene todo cuerpo; siguió con
Giotto, que situó los cuerpos en el espacio tridimensional; lo amplió Brunelleschi, a quien le debemos el tratado
de perspectiva; culminó con Leonardo, que introdujo el esfumato o recurso que define la mayor o menor
visibilidad de todo objeto, basándose en el principio de que la atmósfera es opaca y la nitidez depende de la
distancia que hay entre la retina y el objeto que miremos.

Con Leonardo, la pintura ganó en verismo. A sus logros contribuyó la invención del óleo en los Países Bajos,
por ser dúctil, brillante y de secado lento, lo que permitía colorear, corregir y afinar sutilezas, algo que la
pintura al temple no permite. “El pintor hará obra de poco valor si tiene por maestra la pintura de otro”, planteó
Da Vinci. Se refería a las formas. Por eso criticó a los imitadores de Giotto, pero tal parece que llevó el
planteamiento al plano de la técnica y elaboró aglomerantes de receta propia, en busca de nuevos resultados.

En Vidas, de 1550, Vasari cuenta que en el mural que le encargaron para el palazzo Vecchio de Florencia,
Leonardo pensó “que podía pintar al óleo en la pared”; en consecuencia, “hizo una mezcla tan espesa para el
encolado del muro que cuando empezó su pintura, esta empezó a chorrear” y “abandonó la tarea, viendo el
trabajo arruinado”. Vasari precisa que Leonardo “efectuó curiosos experimentos en busca de aceites para pintar,
y de barnices para conservar las obras pintadas”; menciona, incluso, una Virgen y el Niño, “muy deteriorado,
sea por negligencia o por causa de numerosas y caprichosas mezclas de preparaciones y colores”.

Cuando Vasari asegura que sus mezclas fueron numerosas, se refiere al investigador dedicado a encontrar cosas
nuevas. Pero cuando las tilda de caprichosas, dado que Vasari también fue pintor, nos da la pista para entender
que el gran maestro del Renacimiento no fue capaz de penetrar en los arcanos de la química, una disciplina que
aún carecía de las herramientas necesarias para superar la intuitiva etapa de la alquimia, dado que la interacción
de moléculas y átomos no es visible a simple vista.

Rivalizar con la Naturaleza


La mayor parte de las propuestas y soluciones prácticas de Leonardo no trascendieron sino siglos después,
cuando sus códices o cuadernos de dibujos y apuntes comenzaron a ser impresos y estudiados. De haber sido
publicados en vida del autor, la revolución industrial se habría anticipado de modo significativo y la cuna estaría
probablemente en Italia, no en Inglaterra.

La idea de rivalizar con la Naturaleza ha sido clave desde el Siglo de las Luces, el XVIII, gracias a la
publicación de obras como la L’Encyclopédie de Diderot y D’Alembert. Que Leonardo fue un adelantado lo
revela su estudio sobre el vuelo de los pájaros, una incursión en el campo de la física que le permitió formular
los principios de una máquina voladora. Sus estudios de anatomía comparada, por otra parte, fueron previos a
los de la famosa Fabrica de Andrea Vesalius (1543), dibujado por el flamenco Johannes Stephanus de Calcar,
el manual que revolucionó los estudios de la medicina. Para Leonardo, rivalizar significaba desentrañar las
leyes naturales, para aplicarlas con sentido práctico a las necesidades que tenemos. Entonces, ¿por qué no dio a
conocer sus descubrimientos e invenciones oportunamente? La respuesta que se da a continuación presenta un
lado especulativo y otro objetivo. El especulativo afirma que dejó tantas obras inconclusas, lo mismo pictóricas
que ingenieriles o científicas, por las interrupciones a que lo sometían los poderosos que lo contrataban, de los
que recibía encargos nuevos cuando no había concluido los que tenía entre manos. Se sabe que Leonardo
acarició la posibilidad de organizar y publicar en libros algunos de sus hallazgos, pero nunca tuvo el tiempo de
llevarla a cabo.

La respuesta objetiva a la no divulgación de sus invenciones, algunas sin un sentido verdaderamente práctico en
esos tiempos, caso del paracaídas, tiene nombre: la Inquisición. Como Giordano Bruno, Kepler, Copérnico y
Galileo, Leonardo da Vinci era un creyente empeñado en arrancarle a la Naturaleza sus secretos, pero la Iglesia
era hostil a la ciencia empírica. Aunque acusado y condenado por nigromante, el médico y alquimista Pietro
d’Abano, por ejemplo, fue enjuiciado por la Iglesia antes del nacimiento de Leonardo, por ser un racionalista
que sacaba conclusiones de la observación objetiva, basándose en la experiencia y no en la fe, un método
surgido del empirismo inteligible que Leonardo dominó casi que a la perfección. Se comprende, entonces, que
se cuidara de las reacciones que sus ideas podían generar en la jerarquía eclesiástica.

El hombre y el artista
Según Vasari, a quien le debemos la primera biografía del pintor, Leonardo da Vinci “podía cantar e improvisar
divinamente”, sabía argumentar y convencer, por lo que su “conversación encantadora ganaba todos los
corazones”. Amaba de tal modo a los animales que iba a los mercados de pájaros, los “ponía en libertad, y luego
pagaba al vendedor el precio exigido”. Fue, además, “el mejor improvisador de versos”. Requerido por un prior
porque no terminaba una obra que le había encargado, “le explicó cómo los hombres de genio están en realidad
haciendo lo más importante cuando menos trabajan, puesto que están meditando y perfeccionando las
concepciones que luego realizan con las manos”.

La última cita nos revela al pensador. De allí que planteara que la pintura exige un “discurso mental”, es decir,
un concepto, y asegurara lo que sigue: “El pintor que retrata por práctica y a ojo, sin razonar lo que hace, es
como un espejo que reproduce las cosas que se le ponen por delante, sin comprenderlas”. Los artistas visuales
habían empezado a repensar los significados y mensajes que podían tratar, pasando de expresar los anhelos o
ideales del cliente a expresar los propios. Este giro originó la discrepancia de Leonardo con los frailes de la
Orden de San Francisco que le comisionaron la primera versión de La Virgen de las Rocas.

El Tratado de la pintura no es un manual de consejos técnicos, aunque contiene algunos, sino de orientaciones
conceptuales. ¿Cómo debe concebir el pintor sus cuadros? Leonardo se hizo la pregunta, les formuló críticas a
ciertas prácticas de las generaciones anteriores y condenó maneras propias del período medieval. En contraste,
manifestó su admiración por Masaccio (1401-1428), un pintor de escenas urbanas, notable por saber armar
grupos y aglomeraciones con una naturalidad gestual que linda con la espontaneidad.

Porque no quiso imitar al maestro que admiraba, Leonardo prefirió las escenas arregladas. Sus personajes
asumen poses que sugieren mensajes secretos. Hay una sígnica en esa gestualidad, pero carecemos del glosario
que nos permita desentrañar los significados exactos. ¿Qué guiño envía el brazo iluminado del San Juan
Bautista, rematado por el dedo índice que apunta hacia arriba? ¿El reconocimiento de un Dios que habita los
cielos, o esto y algo más, dado que se trata de un desnudo masculino de sonrisa mundana, envuelto en
sombras?
En ninguna de las pinturas de tema religioso, sin embargo, las figuras fueron concebidas dentro del
recogimiento, el respeto y la veneración ceremoniales, de rigor en la iconografía de iglesias y conventos,
presente en Mantegna, Piero della Francesca, Bellini y Rafael, incluso en el Bautismo de Cristo que, en su
período de formación, Leonado le ayudó a pintar a Verrocchio, su maestro. En La última cena, los discípulos
murmuran o discuten entre ellos y solo Jesús tiene una actitud de meditación contemplativa.

En La Anunciación, de la Galería de los Uffizi, María es una joven lectora que viste lujosamente. Sin dignarse a
abandonar la silla que ocupa, suspende la lectura y mira sorprendida, pero de igual a igual, al ángel que llega.
La luz solar es tan intensa que el conjunto se vuelve un episodio de vida cotidiana y no algo sobrenatural. Es
distinto el caso de La Anunciación de Lorenzo di Credi que posee el Louvre, en la que se cree intervino
Leonardo. En este cuadro, María se arrodilla con humildad delante de ese ente superior que es el ángel, junta las
manos en señal de veneración y baja la vista. La luz mitigada le da al conjunto el carácter intimista y espiritual
que conviene al tema, el detalle que confirmaría que Leonardo no tiene nada que ver con esta tabla, por lo
demás, poco notable.
Cuáles son las profesiones en las que trabajo Leonardo da vinci
Sobre que temáticas se preocupó Leonardo da vinci
Cuáles son las dos ideas según el texto que surgen de la siguiente frase “El pintor imita la Naturaleza y rivaliza
con ella”,
Quienes fueron los primeros en imitar a cabalidad la naturaleza
Explique con sus palabras el párrafo cinco
que se menciona en la lectura sobre la perspectiva
que entiende por esfumato
cuales son las ideas que suscita en la lectura la frase “El pintor hará obra de poco valor si tiene por maestra la
pintura de otro”,
que relación encuentra entre Leonardo y la iglesia
que significa rivalizar la naturaleza para Leonardo da vinci

También podría gustarte