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DAWN EDEN esa autora del bestseller La aventura de la castidad: Encontrando satisfaccién con tu ropa puesta (The Thrill of the Chaste: Finding Fulfilment While Keeping Your Clothes On), que se ha reimpreso ;numerables veces y se ha traducido al espaol, polaco y chino Nacida en una familia judia en la ciudad de Nueva York, perdi su fe durante la adolescencia y se volvié agnéstica, Posteriormente, en la década de los noventa, trabajé como periodista de rock, entrevistando bandas para revistas y apareciendo como experta musical en television, en FX Network; ‘ademés de colaborar para varios periédicos de Nueva York, incluyendo New York Post y Daily News. Alaedad de 31 afios experimenté una dramatica conversion al crstianismo, que finalmente la levé a entrar en la iglesia catélica, Ahora reside en Washington, DC, donde recibi el grado de maestria en Teologia por la Casa de Estudios Dominica, en 2010. Ha hablado de la castidad y la conversién a miles de estudiantes Universitarios ya adultos j6venes en Estados Unidos y en otros paises. Actualmente estudia para obtener un doctorado. MI PAZ 0S DOY ‘Cémo sanar las heridas del alma con ayuda de los Santos DAWN EDEN RIANA “Titulo original: My Peace 1 Give You: Healing Ses Wounds withthe Help ofthe Saints Diseto de potada: Oscar 0. Gonzilez Imagen de portaa: © Shutterstock ©2012, Dawn Eden Goldstein de a edcén original, Washington D.C ‘© 2013, Dawn Eden Goldstein, de a tndueci, Washington, D.C. La traducsin al espaol de My Peace I Give You, pubicada en esta edicin, fue reslizada como regalo als autora por Carlos Caso-Rosend aca pubicada mediante acuerdo con Dawn Eden Golsstein, ‘xclusivamente para Grupo Planeta Dawn Eden es representada por Ambassador Literary, Nashville, TN, Estados Unidos. Alright reserved. Derechos mundialesexclusivos en espa © 2014, Editorial Planeta Mexicana, S.A. ce CY. [Bajo el sll eitarial DIANA nex ‘Avenida Presidente Masaik nim. 111,20. ps0 Colonia Chapultepec Morales CP.11370, México, DF. ‘wo.eitoriagplanet. com.mx Primera icin: marzo de 2014 ISBN: 978-607-07-2075-8, Nibi Obstar: Reverendo Caster H. Griffin, STD. (Censor Deputatus. Imprimatur= Su Erinenca cardenal Donald Woes, arzobispo de Washington. Nota: A no ser que se especie, ls cits dela Biblia que aparecen en esta obra son ea Versign Estindar Revisuda (Revised Sandard Version), copyright © 1952 y 1965, por a Division of Christian Edhcaion of the Naronal Council of Churches of Christ, ‘en Estados Unidos de América, Se ulizanxqut con peso. Al ih reserved. Todos les derechos reservados No se permite la reproeci total 0 pars de et ons inorporacén 9 un sistema informétic, ni su tansmisin en easier forma 0 por eualqler medio, ea Sse secirnico, mesic, por fiocopi, pr gabcia tes métedes snl pei previ y por escrito des ile el eos. {a infaccién de fos derechos mencinadespucde ser constiutva de delito conta la ‘propiedad inelecul (Arts 29 y siguientes de a Ley Federal de Derechos de Autor y ‘At 424 y siguientes del igo Peta. Impreso en lo talleres de LitogificaIngranes, S.A. de CV. Centeno nim. 162-1, colonia Granjas Esmeralda, México, DF Impreso y hecho en México Printed and made in Merico Dedicatoria Este libro esta dedicado con gratitud al padre Daniel A. Lord, S. J. (1888-1955) quien, en tiempo de depresién, dijo a su Seftor: «Bien puede ser que te encuentre en las profundidades antes de encontrarte en las alturas»; cuyo testimonio de valentia y amor al enfrentar una enfermedad terminal aliment6 mi deseo de escribir este libro; élestaba en mis pensamientos y en mi corazén en todo momento mientras escribia y cuya causa de canonizacién tengo la esperanza de postular un dia, Contenido Prefacio Madre Agnes Mary Donovan, S, Agradecimientos Introduccién Capitulo 1: El amor que olvidamos Para revelar al Padre (con san Ignacio de Loyola y santa Josefina Bakhita) 35 Capitulo 2: El amor que protege Para abrir nuestro corazén al Sagrado Corazén (con Maria, Madre de la Esperanza) 59 Capitulo 3: El amor que sufre Para compartir en la PasiGn de Cristo (con Gemma Galgani y san Sebastién) _____81 Capitulo 4: El amor que transforma Para aprender el verdadero significado de la infancia espiritual (con santa Teresita del Nifio Jests) _____ 107 Capitulo 5: El amor que libera Para superar los obstéculos que impiden perdonar (con la beata Laura Vicuiia y santa Maria Goretti) 131 8 Dawn Eden Capitulo 6: El amor que echa Para acercarnos a Dios y al projimo (con Dorothy Day) 155 Capitulo 7: El amor que irradia Para vivir tu llamado a la santidad (con la beata Margarita de Castello y san Bernardo deGlamval eee wes | A Bega) Capitulo 8: El amor que sana Para encontrar nuestro pasado, presente y futuro en la Bucaristia (con santo Tomas de Aquino y la beata Karolina Kézka) 209 {Guia para eUiecioe se ee (Cixi aver Otras lecturas sugeridas as Informacién complementaria aay Acerca dela autora ag Prefacio He esperado este libro por afios. Como psicdloga y religiosa consagrada, me pesa y entristece la gran cantidad de adul- tos cuyas vidas han sido marcadas por la sombra del abuso sexual. Esta falla en proteger la inocencia del nifio reverbera en la victima por toda la vida, Por lo que yo sé, la victi- ma del abuso sexual lucha frecuentemente atin en su vida adulta para vencer la constante tentacién de condenarse a si misma, En estas paginas los lectores encuentran una al- ternativa al autodesprecio; encuentran esperanza y razones para alegrarse. Mi paz os doy es un inspirado trabajo que provee una guia para llegar a una sanacién integral de la mente, el cuerpo, las emociones y el alma de aquellos que han sufrido los efectos destructores del abuso sexual, ya sea directa o indirectamente. ‘Como una anfitriona generosa y amable, Dawn Eden com- parte libremente su ser y el de sus amigos cuando nos pre- senta a santos bien conocidos y otros menos conocidos al tiempo que entrelaza en el relato su historia personal. Qui- zé le sorprenda y alivie encontrar que entre aquellos a quie- nes la Iglesia nos asegura que estan mas cercanos al coraz6n de Jestis hay adultos heridos y sanados; adultos cuyas heri- das se han transformado en una gran fuente de amor porque esas heridas abrieron la puerta a una definitiva transfor- maci6n en Jesucristo; hay santos que hoy se regocijan en las palabras de la Liturgia Pascual: «Oh, feliz. culpa!» Ellos han vivido de primera mano la experiencia del poder del amor de Dios que puede cambiar sus vidas y conocen la verdad 9 10 Dawn Eden de las palabras de Jestis: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad», ‘A medida que peregrinaba con los santos a través de estas paginas, recordaba un pequefio poema que presenta una imagen fascinante de Jestis en su descenso hasta los muertos aquel primer Sabado Santo. Nuestro victorioso Se- Aor, todavia marcado por las heridas de la Pasién, es recibi- do por los patriarcas y los profetas, por Adan y Eva, y por todos los que habian muerto bajo la ley mosaica, sas he ridas son «cinco luceros carmesf». Permftanme compartir unos cuantos versos:! Ahi El estaba ‘como et sol matinal espleadoroso con Ia hermosura que sélo Dios tiene de hermoso ellos, por Ia alegria confundidos, se arrodittaron aadorarle asi, ‘a quien por vez primera les mostraba ‘cinco Iuceros carmesi? Esta imagen captura algo de la belleza dela sanaci6n que se nos promete a cada uno de nosotros en Cristo Jestis. De hecho, se nos promete la sanacién, pero quiz nos sorpren- da que ese don Ilegar4 por nuestras heridas y a través de ellas. Esto, por supuesto, no deberfa sorprendernos porque el camino a la gloria para todos los cristianos es en imitacién de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Es el sello distintivo 1 Av there He ons flea the morning sumed far es only Cif: And they, con uc with jay, elf adore seeing ha He wore fo vison stars He neve ad fore. 2 Hermana Mary Ad, eLimbon, cto en The Mary Boo (EL bo ee Marl) FJ. Sheed, [Nueva York Shes fe Word, 1950, pp. 11-183, Prefacio u de la espiritualidad cristiana declarar que «por Sus heridas fuimos sanados» (Isafas 53:5). Este es también uno de los te- mas inclufdos en este libro tan paderosamente emotivo y Meno de esperanza. Dawn Eden revela esta verdad explicando que, al expe- rimentar el amor de Dios, uno queda libre de amarse a si mismo —y luego al pr6jimo—mejor y mas profundamente. Es mi esperanza que esta obra llegue a estar disponible en iglesias, escuelas, centros de asistencia y ministerios para la juventud. Pueda ser que a través de él muchos que hayan sido heridos en su dignidad humana leguen a contemplar su propia belleza tal como Dios la contempla y aprendan a cantar gozosamente Su amor y misericordia. Oro para que este libro sea un instrumento de gracia e instruccién. ‘Madre Agnes Mary Donovan, $.. {Sorores Vitae) Sisters of Life Agradecimientos Antes que nada gracias a la educadora Julia Fogassy porque fue al estar de visita en su casa, en diciembre de 2010, que tuve la idea de escribir este libro después de descubrir Ja historia de la beata Laura Vicuiia en el libro de Ann Ball Santos modernos: sus vidas y rostros. Unas cuantas semanas mis tarde, la asistente editorial de Ave Maria Press, Kristi McDonald, se puso en contacto conmigo para presentarse. El entusiasmo que ella y el director editorial Bob Hamma mostraron por el concepto original de Mi paz os doy me dio el aliento que necesitaba para desarrollarlo atin més. Vaya a ellos mi ms sincero agradecimiento y a todos en Ave Ma- tia Press. Muchas gracias también a mi agente literario, Wes Yoder, y a todos en la compaiiia Ambassador Agency. He sido extraordinariamente bendecida al tener tantos expertos y amigos que han dado eco a mis ideas durante el proceso de redaccién, incluyeado al padre Joseph Alobai- di de la Orden de los Predicadores (O.P), Drusilla Barron, padre Phil Bloom, doctora Carole Burnett, Judit Crow, Sa- rah Dickerson, William Doino Jr., Kevin Doyle, padre Paul Dressler, O.EM., padre Scott Hurd, padre John Baptist Ku, O.P, Hno. John Luth del Centro Internacional Metodista (M.LC.), padre James Martin, S.J., Martha McNeill, Grace Mortemore, padre Bernard Mulcahy, O.P, Terry Nelson, Co- lin O'Brien, Deanna Olsen, Eric Plante, Timothy Post, padre Sean Raftis, y Magdalen Ross. Incalculable ayuda vino tam- bién de Maria Krzeminska, que contribuyé con su talento para traducir el material sobre la beata Karolina, y también 8 4 Dawn Eden de las Hermanas de la Caridad de Quebec, que me dieron su amable hospitalidad mientras escribfa. Muchos amigos mas, me dieron sus oraciones y apoyo. Gracias a todos —uste- des saben quiénes son— y especialmente a sor Jane Dominic Laurel, O.P, y Janet Rosen. Mi més profunda gratitud para el padre Gabriel O'Don- nell, OP, vicepresidente y decano académico de la Casa Do- minica de Estudios, por tener fe en mf cuando me acerqué a él buscando estudiar teologfa. Gracias, también, a mis pro- fesores que hayan quedado sin mencionar, especialmente el padre John Corbett, O.P, y el padre John Langlois, OP, ya mis companeros de clase. No tengo palabras para agradecer a toda mi familia, es- pecialmente por sus oraciones. In memoria adre Francis Canavan, SJ.; sor Geraldine Calabrese, M-PE; Jeffry Hendrix; Stephanie Nooney; Elea- nor Ruder; y el arzobispo Pietro Sambi. Finalmente me gustaria agradecer a Janet E. Smith por recordarme que siempre es mejor encender una sola vela que maldecir la oscuridad. Introduccién Este libro ha estado en mi corazén desde hace mucho tiem- po. Surge del deseo de Hlevar la alegria de la comunién a quienes viven la secuela de aislamiento espiritual como consecuencia del abuso sexual que suftieron en su infancia. A través de la comunién que he descubierto, que es la Comunién de los Santos, mi espiritu fue transformado y continta siendo transformacio adquiriendo curacién, forta- leza y consuelo més alla de lo que nunca crei posible. Rezo ‘para que estos relatos de los sufrimientos y triunfos perso- ales de los santos te gufen a la misma experiencia gozosa de transformacién en Cristo. Pero tal vez te preguntes qué tendrian que ver los santos con la curaciGn de las heridas de la infancia, especialmente heridas que son las més dolorosas y de las que menos se ha- bla. Para explicar esa conexién debo regresar a un momento en que no habfa tanta luz en mi vida. Todavia recuerdo la primera vez que lef un versiculo del Bvangelio; lo recuerdo tal vez por la novedad de ver algo de la «otra» Biblia (mi familia era judia) pero mas probable- mente porque me hizo lorar. El versiculo aparece al final del cuento de hadas de Hans Christian Andersen, La Reina de las Nieves, después que el amor inocente de Gerda rescata a Kai de las garras heladas de la reina de las nieves. La chica y el muchacho vuelven a 15 16 Dawn Eden casa de su abuela alegremente justo en el momento en que la abuela lee las palabras de Jestis en Mateo 183: «Si no os convertis y os hacéis como nifios, no entraréis en el reino de los cielos». Leer esas palabras me Hlené de una sensacién inexpresa~ ble, como una mezcla de anhelo y pérdida. Yo queria con todo mi corazén ser una nifia alegre e inacente. En cambio, sentfa como si mi infancia ya se hubiera desvanecido en el aire. Habfa desaparecido antes de que me diera cuenta de ssu existencia. Segui mirando la pagina, perdiendo el enfoque de mi mi- rada a medida que me hundia en mis pensamientos. Se me hizo un nudo en la garganta y mis ojos se llenaron de lagri- mas. ;Cémo es posible? Ahi estaba yo, llorando inconsola- blemente por mi infancia perdida —y solamente tenfa siete afios de edad. ‘Alora sé lv que ine pasaba. Las lagrimas acudieron por- que, aun a esa temprana edad, ya habia sufrido abuso se- xual. Ademés, durante dos aftas, desde la separacién de mis padres y la obtencién de custodia por parte de mi madre, yo ya estaba viviendo en un ambiente que hoy considerarfa como sexualmente abierto. No recuerdo ningiin limite claro de condueta; yo no estaba adecuadamente protegida de la desnudez de los adultos, abuso de drogas, chistes obscenos, conversaciones sexuales y habla soe. Como muchas de las victimas de abuso sexual, me iden- tifico con las palabras del mensajero en Job 1:15: «S6lo yo he podido escapar para contartey. Por lo que yo sé,no hay otra persona viva que admita haber presenciado las maldades de las que fui objeto? En verdad, mi madre recuerda esas ® MM nesmana, que es cinco aes mayor que Yo, no estaba presente en los momen- tos en que yo recuerdo haber sido sexualmente molestada o expucsta a actividades sexualesimpropias. Introduccién 7 cosas de manera muy diferente a la mia. Cuando le hablé de los incidentes que planeabe mencionar en este libro, ella negé una variedad de ellos incluyendo la afirmaci6n de que su hogar era un «ambiente sexualmente abierto» durante mi infancias Poniéndome de nuevo en el lugar de la pequefia que amaba los cuentos de hadas de Andersen, me doy cuenta de que, por deslumbrantes que fueran esos relatos para mi joven imaginacién, nada en ellos me parecia mas maravillo- so —o més inalcanzable— que la pura y simple infancia de Gerda y Kai, rodeados por el carifio de su abuelita y el amor de Dios. Para cuando tenfa treinta y un aiios de edad, momento en que recibj el regalo de la fe en Criste, Hegué a entender més clara~ ‘mente cémo las palabras del Seftor en el Evangelio seguin San ‘Mateo se referian a una infancia espiritual y no literalmente a la nifiez, Algunos afios después, a medida que mi fe me llev6 a la Iglesia catélica, descubri que el Catecismo conecta esta infancia espiritual con el ser «nacido de arriba» (Juan 3:7); la nueva vida de gracia que comienza con el bautismo. Fue alentador aprender acerca de la ayuda constante que la gracia provee en la vida moral, ayudéndome a tener pa- ciencia conmigo misma a medida que comenzaba a «andar el camino» como una cristiana fiel. Conforme pasé el tiem- po, sin embargo, mi confianza inicial comenz6 a desgastar- se. Mi mayor deseo era tener la bendicién que Jestis promete ‘Mi made no expresa pesar por el hecho de que yo tenga recuerdos tan colors, ¥yse hn disculpado por ciertascoses, como, por ejepl, peemitir que sus amigos ‘estuvieran desnudos en mi presencia. Hoy ecribe: «No ful ina madre perfect, pera rice lo mej que puder, 18 Dawn Eden a aquellos «puros de corazén... porque verdn a Dios» (Ma- teo 5:8). Pero todavia, aun cuando yo estaba haciendo todo lo que podia para llevar una vida pura, me resultaba diff- cil sentirme pura. Me sentia manchada —debido a lo que los adultos me habian hecho, o me habian obligado a hacer cuando era una nifta indefersa. A nivel intelectual, yo sabfa que no tenfa nada de qué avergonzarme. Ningiin nifio es responsable de lo que los adultos le hagan o le induzcan a hacer. El pecado del abu- 0 sexual recae sobre los abusadores y no sobre sus vic mas. Los nifios dependen delos adultos y tienen que confiar en ellos para sobrevivir. Es responsabilidad de los adultos mostrar a los nifios lo que es bueno y esté en la mismisima naturaleza de los nifios aceptar lo que los adultos Haman «bueno» como algo verdaderamente bueno. No se puede hablar de «consentimiento» en una relaci6n tan desigual Cuando comencé a leer més sobre lo que los cristianos creen, encontré que los padces y los doctores de la Iglesia («doctor» es el titulo que se le da a los santos que exhiben la sabidurfa més elevada) dijeron cosas muy convincentes en defensa de las victimas de abuso sexual. San Agustin, al escribir sobre las virgenes y mértires de la Iglesia tem- prana, arremetié contra los paganos que afirmaban que las virgenes violadas ya no eran virgenes: «Qué persona sen- sata puede suponer que, si su cuerpo fuera sometido por la fuerza y se hiciera uso de él para satisfacer los bajos deseos de otro entonces perderfa su pureza?»* Aunque yo estaba consciente de estas cosas, por mucho que tratara era incapaz. de incorporar la certeza de ser ino- cente de aquello que me habfan hecho. En cambio sentia * San Agustin, La ciudad de Dios, Biblioteca de Autores Cristianos, Madi, 2013, Libro heap. 18.

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