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temas'de hoy.

Dr. Richard Wiseman

Nadie nace con suerte


El primer estudio científico que enseña
a atraer y aprovechar la buena fortuna

temas'de hoy.
El contenido de este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente,
sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.

® Richard Wiseman, 2 0 0 3
® de la traducción: Rosa Cifuentes, 2003
© Ediciones Temas de Hoy, S. A. (T. H.), 2 0 0 3
Paseo de Recoletos, 4. 28001 Madrid
www.temasdehoy.es
Diseño de cubierta: Paso de Zebra
Ilustración de cubierta: Photonica
Primera edición: febrero de 2003
ISBN: 8 4 - 8 4 6 0 - 2 5 9 - 1
Depósito legal: M - 3 . 7 9 1 - 2 0 0 3
Compuesto en J. A. Diseño Editorial, S. L
Impreso y encuadernado en Artes Gráficas Huertas, S. A.
Printed in Spain-lmpreso en España
ÍNDICE

Agradecimientos 13
Introducción 15
El cuaderno de la suerte 19

1. Investigación inicial
I. El poder de la suerte 25
II. Vidas con suerte y sin suerte 37

2. Los cuatro principios de la suerte


III. Principio número 1: maximice s u s
oportunidades 55
IV. Principio número 2: siga s u s corazonadas 89
V. Principio número 3: sea positivo en s u s
expectativas 117
VI. Principio número 4: cambie el signo de
su suerte 155

3. Cómo atraer la suerte


VII. La escuela de la suerte 193
VIII. Aprender a tener suerte 199
IX. El día de la graduación 205

Apéndice 225
Citas 227
Notas 229

7
Si un hombre sin suerte vendiera paraguas, dejaría de llover;
si vendiera velas, el sol no se pondría; y si vendiera ataúdes,
la gente no se moriría.
Refrán judío

Tira al mar a un hombre con suerte


y saldrá con un pez en la boca.
Proverbio árabe
AGRADECIMIENTOS

Quiero manifestar mi gratitud a las siguientes personas, que t a n t o


me han ayudado a llevar a cabo la investigación descrita en estas
p á g i n a s y a escribir este libro: Dra. Caroline Watt, Dr. M a t t h e w
Smith, Dr. Peter Harris, Dra. Emma Greening, Dra. Wendy Middle-
ton, Clive Jeffries y Helen Large. También deseo expresar mi agra-
decimiento a las organizaciones que h a n subvencionado y apoyado
este trabajo —el Leverhulme Trust, la Universidad de Hertfordshire,
y la BBC—, que no habría visto la luz sin el consejo y los conoci-
mientos de mi agente Patrick Walsh, y de los editores Kate Parkin y
J o n a t h a n Burnham. Por último, deseo dar las gracias a los cientos
de personas con suerte y sin suerte que h a n aceptado participar en
mi investigación y compartir sus siempre fascinantes experiencias
vitales.

13
INTRODUCCIÓN

Las personas con suerte encuentran la pareja perfecta, realizan sus


ambiciones más queridas, hacen brillantes carreras y viven u n a vida
plena y feliz. Su éxito no se debe a que trabajen mucho, t e n g a n un
talento extraordinario o sean m u y inteligentes. Sencillamente, tie-
n e n u n a e x t r a ñ a habilidad p a r a estar en el sitio a d e c u a d o en el
m o m e n t o oportuno y disfrutan de más golpes de suerte que el c o m ú n
de los mortales. Este libro quiere ser el relato del primer estudio
científico dedicado a investigar por qué la gente con suerte disfruta
de u n a vida llena de satisfacciones y pretende ofrecer ideas p a r a
que los que no se e n c u e n t r a n en ese g r u p o privilegiado p u e d a n
mejorar su b u e n a fortuna.
El trabajo de investigación duró varios años e implicó la realiza-
ción de entrevistas y experimentos con cientos de personas enor-
memente a f o r t u n a d a s y desafortunadas. Los resultados h a n puesto
de m a n i f i e s t o u n a n u e v a f o r m a de e n t e n d e r la suerte y el papel
fundamental que j u e g a en nuestra vida. La gente no nace con suer-
te. Lo que hace es utilizar, sin ser consciente de ello, cuatro princi-
pios básicos para atraerla. Comprender esos principios es compren-
der la suerte. Y lo que es más importante: también se pueden utilizar
para mejorarla e incrementarla.
En definitiva, este libro ofrece el más elusivo y escurridizo de los
santos griales: u n a forma científicamente probada de entender, con-
trolar y aumentar la suerte.
Siempre he sentido un gran interés por lo insólito. Cuando era niño
me fascinaba la magia y el ilusionismo. A los diez años, hacía desa-
parecer pañuelos y barajaba las cartas sin alterar su orden. De ado-

15
lescente, ingresé el Magic Circle, de Londres, una de las sociedades
de magia más conocidas entonces. Y a los veinte años, la prestigio-
sa Magic Castle ya me había invitado a actuar en varias ocasiones
en Hollywood.
Pronto descubrí que para ser un mago de éxito se necesita cono-
cer muy bien lo que pasa por la cabeza de la gente. Los buenos magos
saben distraer la atención de las personas, evitar que una audiencia
sospeche o que encuentre la solución al truco. A medida que pasa-
ba el tiempo mi interés por los principios psicológicos que se escon-
den tras la prestidigitación creció más y más. Esto me llevó a licen-
ciarme en Psicología en el University College de Londres y, más
tarde, a doctorarme en la Universidad de Edimburgo. Poco después,
fundé mi propia unidad de investigación en la Universidad de Hert-
fordshire, donde hemos investigado una amplia gama de fenómenos
psicológicos. Quizás debido, precisamente, a mis conocimientos del
mundo de la magia, he dirigido a mi equipo hacia áreas de la psi-
cología poco habituales.
Parte de esta labor ha implicado trabajar con médiums que pre-
tenden hablar con los muertos, con detectives psíquicos que aseguran
ayudar a la policía a resolver crímenes y con sanadores que se con-
sideran capaces de curar enfermedades sólo con sus poderes psíqui-
cos.1 También hemos examinado cómo cambia el comportamiento de
la gente cuando miente, hemos explorado cómo utilizan los magos la
psicología para engañar a sus audiencias, hemos investigado formas
de detectar mentiras y supercherías, y realizado cursos para quienes
desean mejorar su habilidad para descubrir fraudes. 2 He publicado los
resultados y hallazgos de estos trabajos en revistas científicas y los he
presentado en conferencias a universitarios y profesionales, explican-
do también sus aplicaciones al mundo académico y de la empresa.

No hace muchos años, me pidieron que diera una conferencia


sobre mi trabajo. No era, ni mucho menos, la primera vez que lo
hacía; pero no me imaginaba cuánto iba a afectar esta vez al futu-
ro de mis investigaciones.
Decidí incorporar un sencillo truco de magia a la presentación.
La idea era pedir un billete de diez libras a alguien de la audiencia,
introducirlo en uno de los veinte sobres idénticos que tendría ante

16
mí y mezclarlos. Luego, pediría a la misma persona que eligiera uno
y a continuación prendería fuego a los diecinueve restantes. Final-
mente, abriría el sobre elegido, extraería el dinero y felicitaría a mi
colaborador, o colaboradora, por su buena elección.
Pero la actuación de esa noche iba a apartarse un tanto de lo habi-
tual. Pedí un billete a una mujer del público, lo coloqué en uno de
los sobres, los mezclé y los puse en fila. Yo no había perdido en
ningún momento la pista del billete y sabía que estaba en el primer
sobre de la izquierda. Le pedí a la mujer que eligiera uno y, por
supuesto, quedé encantado de que se decidiera por el que contenía
el dinero. Reuní el resto de los sobres y los quemé. Cuando ya sólo
quedaban las cenizas, abrí el elegido y extraje el dinero de la mujer.
Aunque toda la audiencia reía y aplaudía, la protagonista del
truco no parecía nada sorprendida. Le pregunté qué pensaba de lo
sucedido y con toda tranquilidad me explicó que estaba acostumbrada
a que le ocurrieran este tipo de cosas. Estaba siempre en el lugar
adecuado en el momento oportuno, y toda la vida había tenido mucha
suerte tanto en lo personal como en lo profesional. No sabía por
qué le pasaba, simplemente, lo achacaba a la buena suerte.
Me quedé bastante intrigado por la confianza que tenía en su suer-
te y pregunté si alguno más de los presentes se consideraba una
persona con suerte o sin suerte. Una mujer de la primera fila levan-
tó la mano y nos contó que su buena fortuna le había permitido hacer
realidad la mayoría de sus ambiciones. Un hombre de las últimas
filas dijo que siempre había tenido mala suerte y que estaba con-
vencido de que, si yo se lo hubiera pedido a él, el dinero habría
acabado hecho cenizas. Sin ir más lejos, el día antes de esta charla,
había visto una moneda en el suelo y al agacharse para cogerla se
golpeó la cabeza contra una mesa y casi perdió el conocimiento.
Tras la conferencia, pensé en lo sucedido y me hice múltiples
preguntas. ¿Por qué razón las dos mujeres parecían estar tocadas de
manera especial por la suerte? ¿Qué le pasaba a mi infortunado
interlocutor? ¿Era simplemente una persona torpe, o lo sucedido se
debía, sobre todo, a su mala fortuna? ¿Se debía todo a la suerte
más que a la pura causalidad? Decidí hacer algunas investigaciones
sobre el tema. En ese momento no tenía ni idea de lo que me espe-
raba. Pensé que quizás tendría que hacer unos cuantos experimen-

17
tos con unas cuantas decenas de personas. La realidad fue muy dis-
tinta: el proyecto tardaría ocho años en finalizar y conllevó traba-
jar con cientos de hombres y mujeres excepcionales.
Este libro ofrece un relato exhaustivo de mi investigación. Comien-
za poniendo de relieve cómo la suerte tiene el poder de transformar
nuestra vida. Cómo unos pocos segundos de buena suerte pueden
traernos éxito y felicidad duraderos, mientras que un breve encuen-
tro con la mala fortuna puede tener como consecuencia el fracaso y
la desesperación. A continuación, se ocupa de mi trabajo inicial en
el tema y de cómo me llevó a descubrir los cuatro principios que
son el elemento fundamental de una vida con suerte. Tras analizar
cada uno de ellos en detalle, sugiere una serie de técnicas y ejer-
cicios útiles para lograr que la suerte nos favorezca.
Pero, antes de seguir adelante, me gustaría que respondiera a
unas sencillas preguntas relativas a su persona.

18
EL CUADERNO DE LA SUERTE

A lo largo del libro voy a pedirle que responda a varios cuestiona-


rios y haga diversos ejercicios. Muchos están basados en tests psi-
cológicos que realicé durante mi investigación a personas con suer-
te y sin suerte. Vaya anotando todas sus respuestas en un cuaderno
especial - e l tamaño Din A5, rayado y con un mínimo de 40 pági-
nas, sería el a d e c u a d o - al que llamaremos «Cuaderno de la Suerte».
Sus contestaciones le mostrarán cuál es su relación con los distintos
principios y le ayudarán a encontrar el camino para mejorar su
suerte.

Ejercicio 1

El Perfil de la Suerte

El primer cuestionario es muy sencillo. Escriba en la pri-


mera página de su cuaderno el título: «El Perfil de la Suerte.»
Debajo, trace una línea vertical en el centro de la página y en
la parte izquierda de la misma escriba en u n a columna los
números del 1 al 12.
A continuación, lea cada u n a de las propuestas del cues-
t i o n a r i o siguiente y escriba un n ú m e r o del 1 al 5 en la
columna de la derecha para indicar su grado de acuerdo o
desacuerdo con cada u n a de ellas, utilizando la siguiente
escala:

19
1. Muy en desacuerdo
2. En desacuerdo
3. Dudoso
4. De acuerdo
5. Muy de acuerdo

Lea cada frase cuidadosamente. Si no está muy seguro de


la respuesta que más se ajuste a su personalidad, no dedique
demasiado a pensarla, simplemente responda de la manera
más sincera posible.

EL PERFIL DE LA SUERTE
Puntuación
Propuesta
11-5)

1 A veces, cuando estoy en la cola del banco o del super-


mercado, hablo con desconocidos.

2 No suelo preocuparme ni sentirme ansioso por lo que me


vaya a suceder en la vida.

3 Estoy abierto a nuevas experiencias, por ejemplo, probar nue-


vos tipos de comida o bebida.

4 A menudo escucho lo que dice mi «voz interior».

5 He probado varias técnicas para estimular mi intuición, por


ejemplo, la meditación o retirarme a un lugar tranquilo.

6 Casi siempre confío en que me sucedan cosas buenas en el


futuro.

7 Trato de conseguir lo que quiero en la vida, incluso si las


posibilidades de éxito parecen escasas.

8 Creo que la mayoría de la gente que voy a conocer va a


ser amable y simpática conmigo.

9 Tiendo a ver la parte positiva de todo lo que me sucede.

10 Creo que las cosas que hoy son negativas pueden ser posi-
tivas a largo plazo.

11 No suelo recrearme en las cosas que no me han ido bien.

12 Trato de aprender de los errores que he cometido en el pasa-


do.

20
Volveremos a sus respuestas varias veces a lo largo de este libro
y las utilizaremos para conocer su propio «Perfil de la Suerte», que
le servirá para valorar cómo utiliza la suerte y, lo que es más impor-
tante, qué puede hacer para mejorar y aprovechar toda la que le
salga al paso.

21
1. INVESTIGACIÓN INICIAL
I.
EL PODER DE LA SUERTE

La gente se exige demasiado en su intento de hacer dinero. Sin embar-


go, es algo que no requiere mucho cerebro. Conozco a unos cuantos hom-
bres muy locos pero también muy ricos. En realidad, creo que el éxito
depende en un 95 por ciento de la suerte y en un 5 por ciento del talen-
to. Tomemos como ejemplo mi propio negocio. Sé que entre mis emplea-
dos hay unos cuantos que podrían dirigir la empresa tan bien como yo.
La única diferencia es que ellos no han tenido la posibilidad de hacerlo.1
Julius Rosenwald, antiguo presidente de Sears, Roebuck and Company.

La suerte ejerce una enorme influencia en nuestra vida. Unos pocos


segundos de infortunio pueden esconder años de lucha, mientras
que un momento de fortuna puede conducirnos al éxito y la felici-
dad. La suerte tiene el poder de transformar lo improbable en posi-
ble; marca la diferencia entre vida y muerte, entre riqueza y ruina,
entre felicidad y desesperación.
John Woods, socio de un importante bufete de abogados, escapó
de una muerte segura al abandonar su oficina situada en una de las
Torres Gemelas de Nueva York segundos antes de que se estrellara
contra ella uno de los aviones secuestrados. Ésta no ha sido la única
vez en la que le ha acompañado la suerte. Se encontraba en el piso
39 del World Trade Center cuando en 1993 estalló una bomba en el
edificio, pero salió ileso. En 1998, tenía billete para coger el vuelo de
la Pan-Am que explotó en el aire sobre Lockerbie, en Escocia, pero lo
canceló en el último minuto porque le convencieron sus compañeros
para que asistiera a una fiesta que se celebraba en su empresa. 2
Los efectos de la buena y la mala suerte no tienen que ver sólo
con la vida y la muerte. También afectan a la riqueza y la pobreza.
En junio de 1980, Maureen Wilcox compró unos billetes de lotería
de Massachusetts y de Rhode Island, y aunque ambos números eran
idénticos a los premiados, no consiguió ni un céntimo: el billete de
Massachusetts tenía el número ganador de Rhode Island y el de
Rhode Island el correspondiente al de Massachusetts. 3 A otros juga-
dores de lotería, sin embargo, les ha sonreído la diosa fortuna. En

25
1985, Evelyn Marie Adams ganó 4 millones de dólares en la de
Nueva Jersey y cuatro meses más tarde obtuvo otro premio de 1,5
millones. Todavía tuvo más suerte Donald Smith que ganó tres veces
- e n mayo de 1993, en junio de 1994 y en julio de 1 9 9 5 - jugando
a la lotería de Wisconsin, consiguiendo 250.000 dólares en cada
una de las ocasiones. Las posibilidades de obtener un premio en
esta lotería son, más o menos, de una entre un millón. 4
Sin embargo, no se trata sólo de dinero. La suerte también juega
un papel fundamental en nuestra vida personal.
Alfred Bandura, psicólogo de Stanford, ha analizado el impacto
de los golpes de suerte en la vida de las personas. 5 Llegó a la con-
clusión de que «...alguno de los factores más determinantes de lo que
nos ocurre en la vida surge de las circunstancias más triviales». Y
apoya esta afirmación con algunos ejemplos, uno de ellos extraído
de su propia experiencia personal. Un día, cuando estaba haciendo el
doctorado, aburrido de leer unos trabajos que tenía entre manos,
decidió acercarse con un amigo al campo de golf local para romper
con la rutina del estudio. Por pura casualidad, se encontraron jugan-
do detrás de dos atractivas chicas, y pronto la pareja se convirtió en
doble pareja. Cuando terminaron la partida, Bandura quedó con una
de ellas que, finalmente, se convertiría en su mujer. Así pues, un
encuentro fortuito en una partida de golf alteró el curso de su vida.
En otro ejemplo, Bandura describía cómo un simple error postal
sirvió para que Ronald Reagan conociera a su futura esposa, Nancy.
En el otoño de 1949, Nancy Davis vio su nombre en una lista de
simpatizantes con el comunismo que aparecía en un periódico de
Hollywood. Nancy, que no había prestado tal apoyo, se dio cuenta
del equívoco y descubrió que el nombre correspondía a otra actriz
que se llamaba igual que ella. Como estaba preocupada por las con-
secuencias que podría tener para su carrera, pidió a su director que
lo hablara con el entonces presidente del Screen Actors Guild (SAG),
Ronald Reagan. Éste le aseguró que comprendía la situación y que
el SAG defendería a la artista si alguien actuaba contra ella a cau-
sa de su supuesta filiación comunista. Nancy pidió reunirse con
Reagan para discutir el asunto más a fondo. Se conocieron, se ena-
moraron y no mucho tiempo después se casaron. De nuevo, un
encuentro fortuito cambió el curso de dos vidas.

26
Una serie de investigadores han analizado también el efecto de
la buena y la mala suerte a la hora de elegir carrera y de tener éxi-
to en la vida profesional. 6 De nuevo, llegaron a la conclusión de lo
lejos que está de ser trivial el impacto del factor suerte. La infor-
mación obtenida demostraba hasta qué punto esos encuentros casua-
les y esos golpes de fortuna inciden de manera significativa en la pro-
moción profesional. Este poderoso efecto de la buena o mala fortuna
ha hecho que uno de los más importantes asesores profesionales
estadounidenses asegure lo siguiente:

«Todos podríamos contar historias de hasta qué punto hechos


imprevistos han tenido un gran impacto en la vida profesional
de alguna persona y de cómo miles de situaciones fortuitas han
tenido, cuando menos, alguna incidencia. La influencia de este tipo
de situaciones no es rara; sucede todos los días y en todas par-
tes. La serendipitividacd es ubicua.» 7

Este tipo de factores ha influido incluso en mi propia carrera.


A los ocho años, tuve que hacer en la escuela un trabajo sobre la
historia del queso. Como era un niño muy diligente, decidí ir a la
biblioteca pública para buscar algún libro sobre el tema. Por error,
me indicaron una estantería dedicada a la prestidigitación. Una
vez allí, mi curiosidad me llevó a leer los secretos que los magos
utilizan para conseguir lo que parece imposible. Esta introducción
en el mundo de la magia influyó en toda mi vida. No tengo ni
idea de qué habría pasado si me hubieran mandado a la estante-
ría correcta y hubiera encontrado los libros sobre el queso. Quizás
nunca me habría interesado por la magia, no habría hecho psico-
logía, ni habría dirigido la investigación que ha dado lugar a este
libro.
La suerte ha ejercido también una considerable influencia en la
carrera de muchos importantes hombres de negocios.

* Serendipitividad: Facultad de hacer descubrimientos afortunados por pura


casualidad que poseían las protagonistas del cuento de hadas «Las tres princesas de
Serendip». (N. de la T.)

27
Joseph Pulitzer se convirtió con el correr del tiempo en un empre-
sario de éxito y en un gran filántropo. Fue propietario de uno de
los más importantes periódicos de Estados Unidos, consiguió fondos
para construir el pedestal donde se asienta la Estatua de la Libertad
y creó el famoso Premio para escritores que lleva su nombre. Nada
de esto hubiera sucedido de no ser por un golpe de suerte. Josep
Pulitzer nació en Hungría. Cuando era adolescente no gozaba de
buena salud y veía muy mal. A los diecisiete años emigró a Améri-
ca. No tenía un céntimo y no encontraba trabajo. Su tiempo libre,
que entonces era mucho, lo pasaba en la biblioteca local jugando al
ajedrez. En una de sus visitas conoció al director de un periódico
local. De este encuentro fortuito surgió una oferta para trabajar
como reportero júnior. Después de cuatro años le ofrecieron com-
prar acciones del periódico, cosa que él aceptó. Fue una decisión
inteligente: el diario tuvo mucho éxito y el joven obtuvo pingües
beneficios. Pulitzer continuó tomando decisiones acertadas a lo lar-
go de toda su vida. Se convirtió en director del periódico y más
tarde en propietario de dos de los diarios más importantes de su
época. Al final de su vida profesional, el hombre que comenzó sien-
do un pobre inmigrante se había convertido en una de las personas
más influyentes de Estados Unidos. Su vida habría tomado segura-
mente una dirección muy distinta si no hubiera sido por un encuen-
tro fortuito en la sala de ajedrez de la biblioteca local. 8
Muchos otros hombres de negocios deben gran parte de su éxito a
encuentros casuales y a la buena suerte. Veamos el caso de Barnett
Helzberg Jr. En 1994 era propietario de una cadena de joyerías de
gran éxito en Estados Unidos, con unos ingresos anuales que ronda-
ban los 300 millones de dólares. Un día que estaba paseando junto al
Hotel Plaza de Nueva York oyó a una mujer dirigirse a un hombre
que pasaba a su lado llamándole «Mr. Buffet». Helzberg se preguntó
si el tal Mr. Buffet no seria Warren Buffett - u n o de los hombres más
ricos de Estados Unidos. No le conocía, pero sí sus criterios financie-
ros a la hora de comprar una empresa. Barnett acababa de cumplir
sesenta años, estaba pensando en vender sus joyerías y creía que era
el tipo de negocio que podría interesar a Buffett. Valoró la situación
y, sin pensarlo dos veces, se acercó al desconocido y se presentó. El
hombre resultó ser, en efecto, Warren Buffett y el encuentro tuvo

28
consecuencias muy afortunadas porque un año más tarde llegaron a
un acuerdo y Buffett compró la cadena de joyerías. Y todo porque un
día Helzberg estaba paseando cerca de una mujer que llamó a un tal
Mr. Buffet en una esquina de una céntrica calle de Nueva York.9
¿Y cómo consiguió Buffett convertirse en uno de los hombres
más ricos de Estados Unidos? En una entrevista publicada en la
revista Fortune, explicaba el importante papel que la suerte había
jugado en su carrera. A los veinte años, intentó ingresar en la Escue-
la de Negocios de Harvard, pero fue rechazado. Inmediatamente se
informó sobre otras escuelas del mismo tipo y vio que dos profeso-
res que él admiraba mucho enseñaban en Columbia. Hizo la solici-
tud en el último momento y fue aceptado. Uno de esos profesores
se convertiría en su mentor y le ayudaría enormemente a iniciar su
carrera de éxitos. Como Buffet señalaría más tarde: «Probablemente
nunca he tenido tanta suerte como cuando mi solicitud para entrar
en Harvard fue rechazada.»
El importante papel que juega la suerte en el terreno profesional
no se limita al mundo de los negocios.
En 1954, Shirley MacLaine, todavía una actriz desconocida, for-
maba parte del coro de un nuevo musical llamado The Pyjama
Game. Se le pidió también que se preparara para suplir a la prota-
gonista, Carol Haney, aunque el director le informó de que segura-
mente nunca tendría la oportunidad de hacerlo porque la Haney
tenía fama de cumplir siempre a pesar de cualquier enfermedad o pro-
blema que pudiera surgir. La función se estrenó y los críticos pusie-
ron por las nubes a Carol Haney. Pasó un tiempo y, cuando Shirley
ya estaba pensando en despedirse y participar en otra obra, una
noche, al llegar al teatro, se encontró con que la Haney se había
roto una pierna y no podía actuar. Shirley MacLaine asumió su
papel. A pesar de la falta de ensayos la reacción del público fue
muy positiva. La noche siguiente, un conocido productor de Holly-
wood, Hal Wallis, que estaba entre la audiencia le ofreció un con-
trato de siete años. Poco tiempo después, un representante de Alfred
Hitchcock la vio y le ofreció un papel en una película que el famo-
so director iba a filmar próximamente. 10
MacLaine está lejos de ser la única celebridad que ha llegado al
éxito a través de la suerte. En 1979, el productor hollywoodiense

29
George Miller estaba buscando un hombre duro y con las huellas de
la lucha en su rostro para el papel protagonista de Mad Max. La noche
antes del casting, Mel Gibson, entonces un desconocido actor aus-
traliano, había sufrido el ataque de tres borrachos en plena calle.
Llegó a la audición con un aspecto cansado y lleno de magulladu-
ras, sin embargo Miller le ofreció el papel inmediatamente. 11 La super-
modelo Kate Moss también tuvo mucha suerte. En una ocasión, a
principios de los años noventa, se disponía a ir de vacaciones con
su padre y estaba haciendo cola para facturar en el aeropuerto JFK
de Nueva York, cuando un cazatalentos que pasaba por allí se fijó
en su impresionante aspecto. Moss se convertiría en una de las
modelos más famosas y solicitadas del mundo. Y todo por un encuen-
tro fortuito. 12
Pero la suerte no es tampoco un factor determinante sólo en las
carreras de los actores o de las modelos famosas. También influye
en el éxito de científicos y políticos.
Quizás el ejemplo más conocido es el descubrimiento de la peni-
cilina por Sir Alexander Fleming. En 1920, el científico estaba tra-
bajando en la búsqueda de un antibiótico más eficaz. Parte de su
trabajo consistía en el examen microscópico de una bacteria creada
artificialmente en unos contenedores planos de cristal llamados petri
dishes. Fleming dejó, sin darse cuenta, uno de ellos sin cubrir y, por
ese motivo, cayó en su interior un trocito de moho. Casualmente, el
moho contenía una sustancia que destruyó la bacteria del contene-
dor. Intrigado por el efecto causado, no paró hasta identificar la
sustancia responsable de acabar con la bacteria. Así, descubrió por
azar el antibiótico que llamó Penicilina, que salvaría innumerables
vidas y que sería considerado como uno de los más grandes avan-
ces de la historia de la medicina.
De hecho, la suerte y los descubrimientos accidentales han alte-
rado frecuentemente el curso de la ciencia y han jugado un papel
importante en muchos descubrimientos e inventos famosos, entre ellos
la pildora anticonceptiva, los rayos X, la fotografía, los cristales de
seguridad, los edulcorantes, el velero, la insulina y la aspirina. 13
Un buen ejemplo del papel que juega la suerte en la política lo
tenemos en la carrera del presidente Harry Truman. Cuando era
joven, Truman tuvo muy mala suerte. Quería cursar estudios uni-

30
versitarios pero su padre perdió casi toda su fortuna en un desgra-
ciado negocio, así que se vio obligado a cambiar el campus uni-
versitario por la granja de su abuelo en donde ayudaba en las labo-
res agrícolas. Cuando acabó la Primera Guerra Mundial, abrió una
tienda de tejidos en Kansas City, pero vino la época de recesión
económica y la mala fortuna le llevó, esta vez a él, a la bancarro-
ta. Por fin, muy entrado ya en la treintena, tuvo su primer golpe
de suerte: un amigo le animó a presentarse a juez del condado y,
de forma inesperada, resultó elegido. A los cuarenta y dos años,
optó al puesto de juez presidente y ganó de nuevo. Pocos años
más tarde, fue nominado para el Senado de Estados Unidos y triun-
fó en las elecciones. En 1944, los demócratas dejaron caer la can-
didatura de Henry Wallace a la vicepresidencia de la nación y pre-
sentaron en su lugar a Truman, que salió vencedor j u n t o con
Franklin D. Roosevelt. A los ochenta y dos días de mandato, el
presidente Roosevelt falleció repentinamente, lo que convirtió a
Truman en el siguiente presidente de los Estados Unidos. La buena
suerte no acabó aquí. En 1948, protagonizó uno de los más sor-
prendentes acontecimientos de la historia política de su país al derro-
tar a Thomas E. Dewey en las elecciones a la presidencia y, pocos
años más tarde, sobrevivió al intento de asesinato llevado a cabo
por dos nacionalistas puertorriqueños. En sus memorias, Truman
escribe:

«Popularidad y glamour son factores que influyen a la hora de


ganar unas elecciones, pero la suerte es uno de los más impor-
tantes. En mi caso, siempre me acompañó.» 14

En resumen, la suerte juega un papel muy significativo en muchos


aspectos de nuestra vida, tanto en el terreno personal como en el
profesional. A muchas personas esta idea les aterra. Prefieren creer
que pueden controlar su futuro. Luchan por conseguir algunas cosas
y evitan otras. Pero, en buena medida, esta sensación de control es
sólo una ilusión. La suerte se burla incluso de nuestras mejores
intenciones. Tiene la capacidad de cambiarlo todo, para bien o para
mal, en décimas de segundo. En cualquier momento, en cualquier
lugar, y sin previo aviso.

31
El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 2

El papel de la suerte en su vida

En una nueva página de su Cuaderno de la Suerte, elija


un número de la siguiente escala entre el 1 y el 7 para indi-
car el grado en el que cree que la suerte ha influido en su
vida:

Nada en absoluto 1 2 3 4 5 6 7 Mucho

Ahora, escriba más abajo unas cuantas frases breves des-


cribiendo...

...cómo conoció a su pareja.


...cómo llegó a conocer a su mejor amigo.
...los principales factores que han influido a la hora de ele-
gir su carrera o profesión.
...un acontecimiento importante que haya tenido efectos
positivos en su vida.

A continuación, piense en cómo influyó la suerte en estos


acontecimientos. En cómo ciertos cambios aparentemente sin
importancia - p o r ejemplo, no ir a determinada fiesta, girar a
la izquierda en vez de a la derecha o abrir una revista en una
página concreta— han podido afectar a estos hechos e incluso
han podido cambiar el curso de su vida.
Finalmente, vuelva a la pregunta sobre qué papel ha j u g a -
do la suerte en los hechos citados y respóndala por segunda
vez. Elija de n u e v o un n ú m e r o del 1 al 7 para indicar el
grado en el que ahora cree que la suerte ha influido en su
vida.
Al h a c e r este ejercicio, la m a y o r í a de la g e n t e se da
cuenta del i m p o r t a n t e papel que la suerte j u e g a en su vida
y, la s e g u n d a vez, elige un n ú m e r o m á s alto q u e la pri-
mera.

32
Durante más de cien años, los psicólogos han estudiado la forma
en que la inteligencia, la personalidad, los genes, el aspecto y la
educación influyen en nuestra vida. Pocas dudas puede haber sobre
lo que ha significado este trabajo para el conocimiento de la condi-
ción humana. Sin embargo, a pesar de la enormidad del esfuerzo, se
ha investigado poco sobre la buena y la mala suerte. Sospecho que
los psicólogos han evitado el tema porque prefieren —algo com-
prensible por otra p a r t e - examinar factores que puedan medir y
controlar más fácilmente. Medir la inteligencia y catalogar la perso-
nalidad es relativamente sencillo, pero ¿cómo cuantificar la suerte y
cómo controlar el azar?
La situación es semejante a la vieja historia del hombre que sabe
que perdió algo muy valioso en un lado concreto de la calle pero bus-
ca en el otro porque hay más luz. Los psicólogos han decidido no
investigar la suerte porque es más fácil examinar otros temas. Sin
embargo, yo siempre he estado interesado en aspectos poco comunes
de la psicología, en áreas que otros tienden a evitar. El resultado es que
he encontrado tesoros en lugares que otras personas han ignorado.
En la introducción de este libro describo cómo empecé a intere-
sarme por el tema de la suerte tras conocer el importante papel que
jugaba en la vida de las personas que habían ido a escuchar una de
mis conferencias. Pronto me decidí a iniciar una investigación para
descubrir el porcentaje de gente que se consideraba afortunada o
desafortunada, y si su suerte tendía a concentrarse en uno o dos
aspectos de su vida, o por el contrario abarcaba otros muchos. Con
un grupo de mis estudiantes visité un centro comercial de Londres
a diferentes horas del día y preguntamos a un elevado número de
compradores elegidos al azar sobre el papel que la suerte había
jugado en sus vidas. La encuesta tenía dos partes. En la primera, les
preguntamos si se consideraban afortunados o no. Es decir, si acon-
tecimientos aparentemente fortuitos habían actuado a favor suyo o
en contra. En la segunda, si habían tenido suerte o no en ocho
aspectos concretos entre los que estaban la profesión, los amigos, la
vida familiar, la salud y los asuntos financieros.
Estudiamos una amplia gama de personas: hombres y mujeres,
jóvenes y viejos, oficinistas y empresarios, amas de casa y profesio-
nales, policías y abogados.

33
Los resultados revelaron que el 50 por ciento se consideraba
tocado por la buena suerte y un 14 por ciento por la mala suerte.
En otras palabras, un 64 por ciento, casi los dos tercios, creían que
eran personas con suerte o sin suerte. Y algo muy interesante, des-
cubrimos una fuerte tendencia a que la gente que decía que había
tenido suerte en algún aspecto de su vida también lo tenía en otros.
Las personas que se consideraban afortunadas en los negocios tam-
bién lo eran en su vida familiar, y las que no tenían suerte en su
vida profesional tampoco la tenían en su vida social. 15

Porcentaje de personas que se consideran sin suerte,


con suerte y neutrales en mi encuesta inicial

Este sencillo trabajo puso de relieve que la mayoría de los encues-


tados mostraba un impresionante nivel de persistencia a la hora de
experimentar la buena y la mala suerte. Ciertas personas parecían
capaces de atraer la suerte una y otra vez, mientras que otras eran
un imán para la poca fortuna. Otro aspecto interesante fue que la
mayor parte de los que entrevistamos estaba convencida de que
todo se debía a una mera casualidad. A unos les parecía que su
vida estaba salpicada de encuentros positivos propiciados por la
suerte, y a otros que los accidentes y la mala fortuna eran igual-
mente producto del azar. Yo no estaba nada seguro. Toda una vida

34
dedicada a estudiar la psicología de lo mágico me había llevado a
darme cuenta de que las cosas no son casi nunca lo que parecen y
que la realidad es a veces más extraña, y más interesante, que la
fantasía.
La suerte no podía ser el simple resultado de hechos casuales.
Demasiada gente experimentaba repetidamente sus efectos como
para que todo se debiera al azar. Por el contrario, debía haber algu-
na causa para que las cosas les fueran bien a determinadas perso-
nas y mal a otras. Dada la importancia del factor suerte, parecía
vital profundizar para comprender a qué se debía esto. ¿Estaban
estas personas realmente destinadas a tener éxito o condenadas al fra-
caso? ¿Formaban parte de algún vasto plan cósmico? ¿Se valían de
alguna forma de habilidad psíquica para atraer la buena o la mala
suerte? ¿O había una explicación en base a la diferencia de creen-
cias y comportamientos? Y lo más importante de todo: si pudiéra-
mos entender mejor lo que está sucediendo, ¿podríamos también
mejorar la suerte de la gente?
Mi trabajo había suscitado muchas preguntas interesantes. Ahora
tenía que encontrar las respuestas.

35
II.
VIDAS CON SUERTE
Y SIN SUERTE

Los resultados de mi encuesta habían demostrado que un gran núme-


ro de personas se consideraban con buena o mala suerte y que esa
buena o mala fortuna se extendía a diversos aspectos de su vida.
Este hallazgo alimentó mi avidez por saber más sobre la naturaleza
de la suerte.
Decidí que la mejor forma de seguir adelante sería la de llevar a
cabo algún tipo de investigación científica con grupos de gente excep-
cionalmente afortunada o desdichada. Los psicólogos utilizan muy a
menudo este enfoque. Por ejemplo, para conocer el funcionamiento
de la memoria, examinan a gente muy buena o muy mala a la hora
de recordar cosas. Los descubrimientos más importantes sobre la coor-
dinación entre manos y ojos han sido el resultado de estudiar a
grandes atletas y malabaristas. Algunos de los misterios de la vista
se han descubierto por el trabajo con artistas y con ciegos. Pero yo
sabía que iba a ser difícil encontrar gente con suerte y sin suerte
que quisiera hacer de conejillo de Indias. Ni siquiera era fácil saber
por dónde empezar.
Por fortuna, había unos cuantos periodistas que conocían mi tra-
bajo y me sugirieron la posibilidad de escribir algún artículo sobre
él. Les pedí que mencionaran que estaba intentando llevar a cabo
una serie de investigaciones y que me gustaría saber si personas
con suerte y sin suerte estarían interesadas en participar. Cada artí-
culo significó unas cuantas llamadas más al laboratorio y poco a poco
pude formar dos grupos de voluntarios: con suerte y sin suerte. A
lo largo de los últimos ocho años, he conseguido incrementar el
número de participantes con personas de las mismas características

37
que supieron de mi trabajo a través de la televisión, la radio o Inter-
net. En total, forman un grupo extraordinario de varios cientos de
hombres y mujeres. El más joven es un estudiante de dieciocho años
y el más viejo un contable retirado de ochenta y cuatro. Su extrac-
ción social y profesional es muy variada: empresarios, universita-
rios, obreros, profesores, amas de casa, médicos, informáticos, secre-
tarias, vendedores y enfermeras. Son tan amables que me permiten
poner su vida y su mente bajo el microscopio. A unos les he hecho
larguísimas entrevistas y a otros les he pedido que lleven un diario.
He invitado a algunos a mi laboratorio para tomar parte en experi-
mentos y a otros les he pedido que contesten a complicados cues-
tionarios psicológicos. La investigación ha proporcionado una gran
cantidad de información. Con la ayuda de este grupo excepcional,
poco a poco, he descubierto los secretos de la suerte.
Uno de mis primeros objetivos fue conocer cómo se vive con
suerte y sin ella. Decidí preguntar a los participantes sobre cuestio-
nes clave de su vida, y sus historias me proporcionaron pruebas
notables del poder de la buena y la mala fortuna.
Jodie es una poetisa de treinta y seis años de edad que vive en
Filadelfia. Se considera una persona muy afortunada ya que la suer-
te le ha ayudado a hacer realidad muchos de sus sueños. Hace unos
pocos años, decidió seguir lo que su corazón le pedía y cambiar de
vida: desde pequeña había querido ser escritora y poeta. Buscó en
Internet y encontró una organización que promocionaba y ayudaba
a las mujeres escritoras. Justo en ese momento estaba celebrando su
anual reunión de verano. Jodie acudió, se quedó encantada con el
ambiente y pensó que le gustaría mucho participar. Pocos días más
tarde se encontró, por casualidad, con el fundador de la organiza-
ción. Comenzó a hablar con él y le comentó que vivía en Filadelfia.
Él le dijo que precisamente iban a celebrar allí una conferencia de
un día, y le preguntó si le gustaría presentar una ponencia. Aceptó,
por supuesto. Todo salió bien y la invitaron a la reunión del vera-
no siguiente.
Jodie también visitó otro sitio en la red con información sobre
acontecimientos relacionados con la poesía en diferentes ciudades de
Estados Unidos. Se dio cuenta de que nadie informaba sobre Filadel-
fia, así que empezó a hacerlo ella. Su colaboración le hizo mantener

38
contactos regulares con Bill, el organizador del sitio web. Un día, en
una lectura de poesía en Nueva York, le vio. Jodie se presentó y
empezaron a charlar. Al final de la conversación, Bill le preguntó si
no podía venir a Nueva York a ayudarle a coordinar un encuentro
de poesía que iba a organizar. A Jodie le encantó la propuesta, el
único problema era que no tenía dónde quedarse. Se lo dijo y él
hizo circular un mensaje en su correo electrónico. A los pocos días,
Jodie recibió un e-mail en el que le ofrecían una habitación en una
zona estupenda a un precio bajísimo. Se trasladó a Nueva York y
ahora se gana la vida en esta ciudad como poeta y escritora.
Jodie explicaba así el efecto de la buena suerte en su vida:

«Tengo una suerte excepcional que me ha ayudado a realizar


muchos de los más acariciados e importantes proyectos de mi vida.
La sensación de control es absoluta. Todo lo que quiero que suce-
da, ha sucedido. Y una vez que decido actuar de una manera deter-
minada, todo va sobre ruedas. Es alucinante.»

La vida de Susan, de treinta y cuatro años, es muy diferente. Su


mala suerte comenzó muy pronto. De pequeña, se partió la cabeza
con una roca cuando estaba cogiendo margaritas; en otra ocasión,
los bomberos la tuvieron que rescatar porque se le quedó un pie
enganchado entre las rejas de una barandilla, y más tarde recibió
un gran golpe en la cabeza con un tablón que se cayó del frontal
de un edificio. Pero la cosa no quedó aquí. Ya de adulta, no tuvo
suerte en el amor. En su primera cita a ciegas, él sufrió un acciden-
te de moto y se rompió las dos piernas. Su siguiente pretendiente se
destrozó la nariz al tropezar con una puerta de cristal cuando iba a
encontrarse con ella. La iglesia en la que se iba a casar se quemó
dos días antes de su boda a causa de un incendio provocado.
Susan tiene en su haber un extenso catálogo de accidentes que a
menudo están lejos de ser triviales. En una ocasión cayó y se rom-
pió un brazo. Poco después le tocó a una de sus piernas. El día del
examen para obtener el carnet de conducir se estrelló contra una
pared y tuvo que pagar los daños causados porque el coche no esta-
ba debidamente asegurado. La conducción le trajo más problemas.
Una vez, en un recorrido que no llegaba a los 70 km, sufrió hasta

39
ocho accidentes. En una entrevista, Susan explicaba casi entre lágri-
mas: «No hay mucha gente que quiera montar en un coche conmi-
go y si voy a casa de alguien, suelen decirme: "Siéntate ahí y no te
muevas."»
Al entrevistar a gente con tan mala suerte como Susan me entra-
ba una gran tristeza. Trataban de hacer todo lo que podían para
vivir felices, pero el destino parecía conspirar contra ellos. La situa-
ción no tenía nada que ver con la del grupo de afortunados a quie-
nes el azar les había proporcionado una vida feliz y llena de éxitos.
Una de las personas con más suerte de las que participaron en
mi investigación ha sido Lee, un director de ventas de cuarenta y
dos años. La buena fortuna le ha acompañado a lo largo de su vida.
A los dieciséis años se puso a trabajar ayudando en las faenas de
una granja en el pueblo donde vivía con su familia. En una oca-
sión, cuando se encontraba sentado en la parte de atrás de un trac-
tor que estaba aparcado y conectado a un gran arado mecánico
- u n a máquina con aspecto terrible, destinada a remover la tierra
antes de la siembra-, un compañero decidió cogerlo para dar una
vuelta, pero no se dio cuenta de que el movimiento del tractor
empujaba a Lee hacia delante, directo a las enormes palas del ara-
do. En una entrevista, Lee explicaba así lo que sucedió después:

«No me podía agarrar a nada. A mi izquierda y a mi derecha no


tenía más que las ruedas del tractor moviéndose a toda veloci-
dad. Me di cuenta de que iba a caer, y recuerdo que miraba a
uno y otro lado y pensaba que no podría saltar porque las rue-
das eran demasiado anchas. Estaba convencido de que los dien-
tes del arado me iban a descuartizar. En el momento en que iba
a caer, una fuerte sacudida me lanzó hacia atrás. El eslabón de
acero inoxidable que unía al tractor con el arado se había roto
repentinamente. El jefe no se podía explicar lo sucedido, lo había
comprado la semana anterior. Yo me dije a mí mismo: "¡Dios
mío, Lee, qué suerte has tenido!" Y desde entonces sigue conmi-
go.»

El padre de Lee era jardinero. Lee, que era un buen hijo, solía
ayudarle en muchas ocasiones. Una vez le pidió ayuda en una tarea

40
especialmente difícil. No le apetecía mucho pero consideró que tenía
que hacerlo. Lo hizo y... encontró a la mujer de sus sueños. Se ena-
moró al instante. Enseguida se dio cuenta de que estaban hechos el
uno para el otro. Y no se equivocó. Llevan veinticinco años de feliz
matrimonio.
Lee también ha tenido mucha fortuna en los negocios y cree que
la suerte ha jugado un papel muy significativo en su éxito:

«He estado trabajando en ventas más de veinte años. Ahora soy


jefe de marketing de una importante cadena de tiendas de jugue-
tes educativos. He ganado muchos premios y he tenido puestos
de responsabilidad debido a mi actuación profesional. La suerte
ha jugado un papel muy, muy importante en mi éxito. Creo que
siempre he estado en el momento oportuno en el lugar adecua-
do. No sé lo que me hace llegar a una empresa determinada en
el momento en que están pidiendo a gritos algo que yo les pue-
do dar, pero me sucede continuamente.»

La suerte le proporcionó a él y a su empresa muchos éxitos en


el terreno financiero. Otros participantes en mi investigación no han
sido tan afortunados. Por ejemplo, Stephen, un modesto editor de
prensa, de cincuenta y cuatro años de edad, que ha tenido siempre
muy mala suerte con los temas de dinero. A veces, en asuntos rela-
tivamente triviales; otras, con graves consecuencias.
Stephen ganó una gran suma de dinero en el típico concurso de
«rascar la cartulina» que venía dentro de un diario nacional. Pero
debido a un error de imprenta, resultó que en lugar de un ganador
hubo más de 30.000, con lo que el periódico decidió repartir el pre-
mio entre todos. Tocaron a unos pocos dólares cada uno. En otra
ocasión, ganó un montón de acciones de una conocida empresa.
Poco después, la Bolsa sufrió una baja inesperada y, de la noche a
la mañana, las acciones perdieron casi todo su valor.
Más tarde, Stephen alquiló parte de su oficina a un abogado que
se ofreció ayudarle a llevar todos los temas legales. Los primeros
meses todo iba bien pero, de repente, empezó a recibir reclamacio-
nes de facturas impagadas. Finalmente, descubrió que el abogado
en lugar de pagar las cuentas se quedaba con el dinero. Stephen

41
trabajó para sacar a su empresa a flote, pero el estrés que sufrió se
cobró su peaje: un grave ataque al corazón le hizo liquidar el nego-
cio. Desde entonces está sin trabajo.
Stephen resumía así su situación:

«Me he quedado sin negocio y sin dinero. Siempre he dado el


101 por ciento y a veces creo que el que está allá arriba podría
haberme tratado un poco mejor..., que merezco algo más de lo
que se me da, pero me temo que las cartas ya están repartidas.»

Lynne y la suerte

La suerte de Lynne comenzó cuando leyó en un periódico que


una mujer había ganado varios premios importantes en una
serie de concursos. En ese momento pensó que debía tentarla.
Participó en un concurso de crucigramas y ganó 25 dólares.
Unas semanas más tarde, probó con otro y ganó tres excelen-
tes bicicletas. Poco después, fue a una entrevista para optar a
un trabajo como profesora en u n a escuela de diseño para
adultos. Cuando la persona que la estaba entrevistando le
ofreció amablemente un café, se fijó en que la cafetera tenía
u n a pequeña etiqueta con un cupón para participar en un
concurso. Sin dudarlo ni un momento preguntó si se lo podía
quedar. La entrevistadora le preguntó, a su vez, que por qué
la quería y ella le contestó explicándole que había g a n a d o
varios premios con este sistema. Lynne consiguió el trabajo y
no para dar u n a sola clase, sino dos: u n a de diseño y otra
sobre cómo ganar concursos. Sus golpes de suerte continua-
ron y ganó muchos más premios, entre ellos dos coches y varios
viajes a Italia y Grecia.
La historia continúa y, lo que es más interesante, estos pre-
mios permitieron a Lynne realizar su más querida ambición:
convertirse en escritora. En 1992, escribió un libro sobre cómo
ganar concursos. Para publicitario, la editorial envió una nota
de prensa al diario local. Al día siguiente, la historia fue reco-

42
gida por la prensa nacional y la invitaron a participar en varios
programas de televisión. Su fama creció, sus artículos cada
vez tenían más difusión y en 1996 recibió una llamada telefó-
nica de un importante periódico. Habían visto su trabajo y le
ofrecían una columna diaria. Su columna, «Gane con Lynne»,
tuvo mucho éxito y se mantuvo por muchos años.
Lynne ha conseguido realizar la mayoría de sus deseos,
lleva más de cuarenta años de feliz matrimonio, rodeada de
su marido y sus hijos. Como muchos otros de los que han
participado en este trabajo, atribuye gran parte de su éxito a
la buena suerte.

He entrevistado a cientos de participantes con suerte y sin suer-


te y luego he revisado sus comentarios para comprobar de una
manera fehaciente cómo la buena o la mala fortuna ha influido en
su vida. Tras ello, llegué a la conclusión de que hay cuatro diferen-
cias importantes entre la gente con suerte y la que carece de ella:

«Las personas con suerte encuentran constantes oportunidades a


lo largo de su vida. Bien sea porque conocen a gente que, de
una forma u otra, les favorecerá con sus actuaciones o porque des-
cubren en periódicos y revistas oportunidades interesantes, la
casualidad siempre les es favorable. En cambio, las personas sin
suerte rara vez tienen estas experiencias o si las tienen, como en
el caso de Stephen, son negativas.
La gente con suerte también toma excelentes decisiones sin saber-
lo. Simplemente, sabe cuándo un negocio es bueno o cuándo no
debe confiar en alguien. La gente sin suerte tiende a tomar deci-
siones con resultados nefastos o negativos.
La gente con suerte tiene una extraña facilidad para hacer reali-
dad sus sueños, ambiciones y objetivos. De nuevo, la gente sin
suerte está en el extremo opuesto: sus sueños y ambiciones se que-
dan en poco más que una ilusión difícil de conseguir.
La gente con suerte tiene también la capacidad de convertir su
mala fortuna en buena. La gente sin suerte carece de esta habili-
dad y su mala fortuna sólo les produce dificultades y desgracias.»

43
Las diferencias entre los dos grupos eran impresionantes. Pero ¿por
qué tendría que ser así? ¿Por qué todo tiene que salir bien en un
caso y mal en el otro?
Algunos escritores han especulado sobre la posibilidad de que la
gente utilice su habilidad psíquica para atraer la buena y la mala
fortuna. 1 Es fácil ver el porqué de esta sugerencia. Tomemos los
casos de Susan y Lynne. Quizás Lynne gana concursos porque, sin
darse cuenta, es capaz de utilizar sus poderes psíquicos en sentido
positivo. Susan quizás tiene la misma capacidad, pero en sentido
negativo: siempre provoca que los acontecimientos vayan en contra
suya.
Era una idea interesante, y había que investigarla a fondo. Pero
descubrir si la gente con suerte tiene más poderes psíquicos, o los
utiliza de manera más positiva que la que carece de ella, es una
tarea que está lejos de ser fácil. Tuve que utilizar un elevado núme-
ro de personas con mucha y poca suerte en el experimento de pre-
decir el resultado de un hecho que depende del azar.
Poco antes de comenzar mi investigación, dio la casualidad de
que recibí una llamada de un productor de televisión que estaba mon-
tando un programa científico para el prime time y quería que fuera
interactivo. No buscaba meros espectadores, sino participantes. Orga-
nicé una reunión con el que por entonces era mi ayudante, Mat-
thew Smith, y con otro psicólogo que se había interesado en el
estudio de la suerte, el Dr. Peter Harris, y se nos ocurrió una solu-
ción muy sencilla: ¿Por qué no pedirles a unos y a otros que predi-
jeran la combinación ganadora del próximo sorteo de la loto? Era
perfecto: tendríamos millones de espectadores. Así que cualquier
llamada a la colaboración de gente con especial buena o mala suer-
te tendría como resultado un gran número de participantes. El sor-
teo es totalmente aleatorio, y todos iban a estar muy motivados
para hacer un buen trabajo.
El número de telespectadores estimado era de unos trece millo-
nes. El programa finalizaba con un pequeño documental sobre el
proyecto en el que estábamos trabajando. En él aparecían Susan y
Lynne, y se daba a conocer un breve perfil de su vida. También se
pedía a todos aquellos que creyeran que estaban tocados por la bue-
na o la mala fortuna y pensaran jugar a la loto esa semana que se

44
pusieran en contacto con nosotros. Esperábamos llamadas de unos
cuantos cientos de personas. En pocos minutos, la cifra estimada
era de un millón.
Enviamos a los primeros mil que llamaron un sencillo formula-
rio. Para j u g a r a la loto hay que comprar un boleto y seleccionar
seis números entre el 1 y el 49. Cada boleto cuesta 1 libra y se
pueden comprar tantos como se desee. Pedimos a los participantes
que rellenaran un cuestionario, que nos permitiría incluirles en la
categoría de «Personas con suerte» o «Personas sin suerte» (véase el
recuadro), y que nos dijeran qué números creían que iban a salir en
el siguiente sorteo.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 3

Cuestionario de la Suerte

Mis colegas y yo ideamos el sencillo cuestionario que figu-


ra a continuación para clasificar de manera fiable a los parti-
cipantes en tres categorías: con suerte, sin suerte y neutrales
(es decir, ni con suerte ni sin ella) 2 . Dedique unos minutos a
realizarlo y a anotar su puntuación en el Cuaderno de la Suer-
te, comprobando luego cuál es la categoría que le correspon-
de.
Para completar el cuestionario, lea los perfiles que vienen
a c o n t i n u a c i ó n y valore hasta qué p u n t o se a j u s t a n a su
persona, asignando a cada uno un número en la escala del
1 al 7:

No se ajusta en absoluto Se ajusta mucho


1 2 3 4 5 6 7

El perfil de la buena suerte


Las personas con suerte parece que tienen la capacidad de
hacer que los acontecimientos actúen u n a y otra vez en su
favor. Por ejemplo, si juegan a la lotería o participan en un

45
sorteo, ganan más veces de lo que podríamos considerar nor-
mal; suelen conocer a gente que les ayuda a conseguir lo que
quieren y, por último, su buena fortuna juega un papel impor-
tante a la hora de hacer realidad sus ambiciones y objetivos.

¿Hasta qué punto le describe?

El perfil de la mala suerte


A las personas sin suerte, les sucede todo lo contrario:
parece que los acontecimientos se empeñan en desarrollarse una
y otra vez en contra suya. Por ejemplo, nunca, o casi nunca,
ganan concursos o sorteos, se ven envueltos en accidentes sin
comerlo ni beberlo, son desgraciados en el amor y no tienen
mucho éxito en su vida profesional.

¿Hasta qué punto le describe?

Puntuación

La gente queda clasificada como con suerte, sin suerte o neu-


tral, con un método muy sencillo. Hay que crear la «Puntua-
ción de la Suerte» hallando la diferencia entre ambos perfiles.
Por ejemplo, si ha obtenido un 5 en el Perfil de la buena suer-
te y un 1 en el de la mala suerte, su Puntuación de la Suerte
sería +4. Sin embargo, si hubiera conseguido un 2 en el pri-
mer perfil y un 7 en el segundo, obtendría un -5. Alternativa-
mente, si su puntuación en el primer caso hubiera sido de 5 y
de 4 en el segundo, su Puntuación de la suerte sería de +1.
Si el resultado final es igual o superior a +3, puede consi-
derarse una persona con suerte; si es igual o inferior a -3, la
clasificación le encuadra entre la gente sin suerte. Por último,
si obtiene otra puntuación distinta de las anteriores, estará entre
los considerados neutrales (ni con suerte ni sin ella). En resu-
men, un +4, un -5 y un +1 serian clasificados como con suer-
te, sin suerte o neutral, respectivamente.

46
Los formularios nos fueron devueltos con mucha rapidez. El sor-
teo se celebraría dos días más tarde; por tanto, tendríamos que
actuar también rápidamente. Recibimos unas 700 respuestas de gen-
te que iba a comprar, en total, unos 2.000 boletos. Cuando procesa-
mos los datos, justo un día antes del sorteo, nos dimos cuenta de la
gran cantidad de información que habíamos recopilado.
Imaginemos que existe una verdadera relación entre la suerte y
la habilidad psíquica, que la gente con suerte elige más números
premiados que quienes carecen de ella. Si ése fuera el caso, los
números elegidos por la gente con suerte - p e r o no por la gente sin
suerte- tendrían más posibilidades de ser ganadores. En consecuen-
cia, para descubrir los números premiados todo lo que había que hacer
es saber los números escogidos por la gente con suerte y evitados
por la gente sin suerte. No se nos había ocurrido antes, pero si la
teoría era cierta, los datos recogidos podían hacernos millonarios.
Primero discutimos los aspectos éticos del asunto. Luego, comen-
zamos a analizar los datos. Comprobamos que algunos números ha-
bían sido elegidos por gente con suerte y evitados por gente sin
suerte. A menudo las diferencias eran pequeñas, pero potencialmen-
te fundamentales. Examinamos los datos y llegamos a la conclusión
de que los números ganadores tendrían que ser los siguientes: 1, 7,
17, 29, 37 y 44. Por primera y única vez en mi vida jugué a la loto.
En Inglaterra, el sorteo de la loto se celebra los sábados por la
noche y se emite en directo por televisión. Como de costumbre, se
introdujeron en los bombos giratorios las 49 bolas y se extrajeron
al azar 6 de ellas, más otra para un premio especial. Los números
ganadores fueron el 2, 13, 19, 21, 45, 32. No había acertado ni uno.
Pero, ¿le había ido mejor a la gente de nuestro experimento? De
los 700 participantes, sólo 36 ganaron algo de dinero y éstos se
encontraban repartidos casi por igual entre ambos bandos. Sólo dos
personas consiguieron acertar cuatro números, ganando 58 libras cada
una. Una de ellas se había clasificado previamente como «con suer-
te», la otra se había incluido entre la gente «sin suerte». Por térmi-
no medio, ambos grupos habían comprado tres boletos, habían acer-
tado un número en cada boleto y perdido unas 2,50 libras. 3
El experimento había involucrado a cientos de personas. La loto
es un juego de azar y sus resultados son imprevisibles. Todos esta-

47
ban muy motivados para ganar. Si la gente con suerte tuviera más
poderes psíquicos que la gente sin suerte, habría tenido que acertar
más números y ganar más dinero. Al final, a la gente con suerte no
le fue ni mejor ni peor que a sus contrarios. Prácticamente todos los
que participaron en el experimento, incluido yo, perdieron una peque-
ña suma de dinero. Los resultados, ciertamente, no sustentan la teo-
ría de que la suerte se debe a una determinada habilidad psíquica.

El Cuaderno de la Su

Cuestionario sobre su nivel de satisfacción en la v i d a

Este ejercicio trata de descubrir lo satisfecho que usted se


encuentra con su vida. En una nueva página de su Cuaderno
de la Suerte, escriba las siguientes frases en una columna:

- Mi vida en general
- Mi vida familiar
- Mi vida personal
- Mi situación financiera
- Mi salud
- Mi vida profesional

A continuación, escriba al lado de cada frase un número


entre el 1 y el 7 para indicar lo satisfecho que se encuentra
con ese particular aspecto de su vida, utilizando la siguiente
escala:

Muy 1 2 3 4 5 6 7 Muy
insatisfecho satisfecho

Puntuación
Los trabajos realizados previamente con este tipo de cues-
tionario demuestran que el nivel de satisfacción de la gente

48
es relativamente estable a lo largo del tiempo, y que está rela-
cionado con su nivel de felicidad y su calidad de vida. 4
Sume los resultados y utilice la escala siguiente para cono-
cer si su nivel de satisfacción es bajo, medio o alto.

- Bajo: entre 6 y 26 puntos.


- Medio: entre 27 y 32 puntos.
- Alto: entre 33 y 42 puntos.

Durante mi investigación pedí a unas 200 personas inclui-


das en los tres grupos - c o n suerte, sin suerte y n e u t r a l - que
contestaran a este cuestionario. Los resultados se muestran en
el gráfico siguiente. 5 La gente con suerte es la que se muestra
más satisfecha con todos los aspectos de su vida y la gente
sin suerte la más insatisfecha.

Satisfacción en la vida y suerte

vida
Vida en Vida Situación Salud Vida
general familiar personal financiera profesional

Aparte de la capacidad psíquica, ¿qué otra cosa podría explicar


la diferencia entre la gente con suerte y sin ella? Me preguntaba:
¿si la diferencia sólo estriba en la inteligencia, quizás Joddie y Lee
son, lisa y llanamente, más inteligentes que Susan y Stephen, y esto
es lo que les hace tener más éxito en la vida? Decidí averiguarlo.
Para ello pedí a los participantes en el experimento que rellenaran

49
el Cuestionario de la Suerte y que hicieran una serie de tests que
miden las dos clases de inteligencia. Estos tests, muy utilizados en
miles de experimentos realizados en todo el mundo para predecir la
respuesta de determinadas personas en la escuela, en la universidad
y en algunos tipos de trabajo, nos mostraron la capacidad de razo-
namiento, verbal o no, de los participantes. Calculé el número de
respuestas correctas y, tras analizar su procedencia —de la gente
con suerte y sin suerte-, pude comprobar que ambos grupos obte-
nían prácticamente la misma puntuación en los tests de inteligen-
cia. 6 Luego comparé los resultados con los obtenidos por los «neu-
trales» y, una vez más, no había diferencias sustantivas. Los resultados
del experimento eran claros: tener suerte o carecer de ella no tiene
nada que ver con la inteligencia.

HACIA LOS CUATRO PRINCIPIOS

Aunque mi investigación había demostrado que la suerte no está


conectada con la capacidad psíquica o la inteligencia, comencé a
preguntarme si la mente podría influir, de alguna otra forma, en la
suerte. ¿Enfocan la vida de la misma manera las personas con suer-
te que las que carecen de ella? Si no es así, ¿son los distintos pun-
tos de vista los responsables de crear los acontecimientos positivos
y negativos? Creemos que la suerte es una fúerza externa: a veces
tenemos suerte y a veces no. Pero, ¿y si fuéramos nosotros los que
fabricamos nuestra propia suerte, o los responsables, en gran parte,
de la buena o la mala fortuna que encontramos a lo largo de nues-
tra vida?
El experimento de la lotería nos proporcionó u n a buena clave
para encontrar la respuesta. En los formularios utilizados pedimos a
la gente que valorara su confianza en que le tocara la loto eligien-
do un número en la escala del 1 al 7. El 1 indicaría que no tenían
ninguna confianza y el 7 que tenían mucha. Cuando analizamos los
resultados descubrimos algo sorprendente que se muestra en el
siguiente gráfico: las expectativas de ganar de la gente con suerte
eran más del doble que las de la gente sin suerte. 7

50
Confianza de las personas sin suerte,
neutrales y con suerte en que les toque la lotería

Cuando se trata de acontecimientos aleatorios, como la lotería,


tales expectativas cuentan poco. Alguien que tenga mucha confian-
za en que va a ganar obtendrá los mismos resultados que el que no
tiene ninguna. Pero la vida no es como la lotería. A menudo, nues-
tra actitud influye en los acontecimientos. Cuando tratamos de con-
seguir algo cobra importancia nuestra resistencia al fracaso; tam-
bién es importante la forma en que nos relacionamos con los demás
o cómo los demás se relacionan con nosotros. Era esencial compro-
bar esta idea. Así que, en los siguientes años, concentré mis esfuer-
zos en comprender las diferentes formas de pensar y de comportar-
se de la gente con suerte y sin suerte.
Finalmente, conseguí identificar los mecanismos psicológicos que
se esconden tras las cuatro grandes diferencias entre una vida con
suerte y sin suerte: ésos son los cuatro principios de la suerte. Cada
uno de ellos se subdivide, a su vez, en varios subprincipios: doce en
total. Conocer estos principios y subprincipios nos permitirá conocer
también lo que es la suerte.
Los siguientes cuatro capítulos desarrollan estos principios y sub-
principios en detalle. Hablan también de las investigaciones que
dirigí para llegar a descubrirlos y para descubrir también su impac-
to. Además de conocer los muchos ejemplos de la vida real que me

51
proporcionaron todos los que amablemente se prestaron a colaborar
en mi trabajo, tendrá oportunidad de evaluar el papel que juegan estos
principios en su vida y, al final de cada capítulo, encontrará varios
ejercicios que le ayudarán a incrementar su suerte.
Es hora de comenzar. Es hora de descubrir lo secretos que se escon-
den tras una vida con suerte.

52
2 . LOS CUATRO PRINCIPIOS
DE LA SUERTE
III.
PRINCIPIO NÚMERO 1:
MAXIMICE SUS OPORTUNIDADES

PRINCIPIO: LAS P E R S O N A S CON SUERTE


PROPICIAN SU BUENA ESTRELLA

La vida de la gente con suerte está llena de oportunidades. En el


capítulo anterior describí la vida profesional de Jodie, la poetisa, a
la que la casualidad ha ayudado a hacer realidad muchos de sus
sueños y ambiciones. También les presenté a Lee, el director de mar-
keting que tiene la extraña habilidad de estar en el sitio adecuado
en el momento oportuno. Conoció a su futura esposa por casualidad
y debe mucho de su éxito en los negocios a sus golpes de suerte.
Luego está Lynne, la ganadora de concursos en serie. Lynne vio
alterado el curso de su vida cuando cayó en sus manos un periódi-
co en el que leyó un artículo sobre una mujer que había ganado
varios premios en diversos concursos. Lynne, Lee y Jodie son un
ejemplo típico de la gente que ha participado en mi investigación:
parece que las oportunidades se cruzan en su camino sin buscarlas.
Las personas con suerte están casi siempre convencidas de que lo
que les sucede se debe a la pura casualidad. Abren el periódico por
la página adecuada, visitan el sitio de Internet que más les conviene,
caminan por la calle en el momento justo, o van a una fiesta, y allí
conocen a la persona que necesitan en ese momento. Pero mi traba-
jo reveló que estas casualidades providenciales son el resultado de la
actitud psicológica de este tipo de personas. La forma en que pien-
san y se comportan las hace ser más propensas a crear oportunida-
des, a verlas, o a forzarlas. He desvelado las técnicas, hasta ahora ocul-
tas, que la gente con suerte utiliza para maximizar su valor. Descubrí

55
que estar en el sitio adecuado en el momento oportuno tiene mucho
que ver con gozar del adecuado estado de ánimo.
Wendy es un ama de casa de cuarenta años que se considera
una persona con suerte en muchos aspectos de su vida, sobre todo
en lo que se refiere a ganar concursos. Consigue, por término medio,
tres premios a la semana. Algunos son pequeños, pero muchos otros
son importantes: en los últimos cinco años ha ganado bastante dine-
ro y algunas vacaciones en países exóticos. Desde luego, parece que
nadie puede poner en duda que Wendy tiene la sorprendente habi-
lidad de ganar concursos. Y no es ella la única. En el capítulo ante-
rior, describí cómo Lynne había conseguido importantes premios:
coches, vacaciones, etc. Lo mismo se puede decir de Joe. Como Wendy
y Lynne, se considera una persona afortunada. Lleva cuarenta años
de feliz matrimonio y tiene una maravillosa familia. Pero, sobre
todo, tiene suerte en los concursos. Su lista más reciente de éxitos
incluye la obtención de televisores, la participación en conocidos
seriales de TV y vacaciones pagadas.
¿Qué hay detrás de estos ganadores? Su secreto es muy sencillo:
participan en muchos concursos. Cada semana, Wendy prueba su
suerte en unos 130: 60 por correo y 70 por Internet. Lynne y Joe
no le van a la zaga: hacen un mínimo de 50 cada uno. Sus posibi-
lidades de ganar se incrementan en la misma medida que incrementan
su participación. Los tres son conscientes de que su suerte se debe,
en realidad, al gran número de veces que lo intentan. Como Wendy
explicaba, «Tengo suerte, pero la suerte hay que buscarla. Gano
muchos concursos y premios, aunque también me esfuerzo mucho
en el empeño». Por su parte, Joe me comentaba:

«Mis amigos siempre me dicen que tengo mucha suerte porque


gano muchos concursos. Luego veo que ellos no participan en
casi ninguno y pienso... "bueno, si no lo intentan no tendrán la
posibilidad de ganar". Me consideran un tipo afortunado, pero
creo que uno se fabrica su propia suerte... Como suelo decirles,
"Tenéis que concursar para ganar".»

Me preguntaba si esta idea podría aplicarse a todas las oportu-


nidades que la vida le ofrece una y otra vez a la gente con suerte

56
Si podría explicar también por qué este tipo de personas conoce a
gente interesante en las reuniones a las que acude, o por qué lee artí-
culos en los periódicos que cambian su vida. Decidí levantar el
telón y descubrir la realidad que s^ esconde detrás de la ilusión. Lo
que vi es que todo podía resumirse en una sola palabra: personali-
dad.
La gente que tiende a pensar y comportarse de la misma forma
se dice que tiene la misma personalidad. El concepto de personali-
dad es capital en la psicología moderna. Se ha invertido una gran
cantidad de tiempo y esfuerzo en encontrar la forma más adecuada
de clasificar la personalidad y, aunque está lejos de ser tarea fácil,
los resultados han sido impresionantes.
Durante muchos años, los psicólogos se ha dedicado a desarro-
llar fórmulas para clasificar a los individuos en función de su per-
sonalidad. Tras muchas investigaciones, la mayoría de ellos han lle-
gado a la conclusión de que sólo hay cinco rasgos propios de nuestra
personalidad en los que todos variamos y que se encuentran en
jóvenes, viejos, hombres y mujeres con independencia de su raza o
cultura. Estos cinco rasgos suelen conocerse como sociabilidad, con-
trol emocional, extraversión, neuroticismo y receptividad. 1
Por mi parte, he comparado la personalidad de la gente con suer-
te y sin suerte en base a esos cinco rasgos definitorios de la perso-
nalidad. El primero que examiné fue el de sociabilidad, que mide el
grado de simpatía que despierta una persona por su comportamien-
to y actitud positiva hacia los demás. Me preguntaba si la causa de
que la gente con suerte recibiera tantos regalos de la vida sería la
justa contrapartida a su tendencia a ayudar al prójimo. Pero la pun-
tuación de uno y otro grupo, en este caso, fue prácticamente simi-
lar.
El segundo rasgo que examiné fue el control emocional, que
mide el grado de autodisciplina, voluntad y determinación de una
persona. Quizás la gente con suerte tiene mejor fortuna, lisa y lla-
namente, porque trabaja más y con más firmeza que la gente sin suer-
te. Pero, de nuevo, fueron pocas las diferencias entre la puntuación
de uno y otro bando. 2
Los grupos, sin embargo, obtuvieron puntuaciones muy distintas
en lo que se refiere a los tres rasgos restantes de la personalidad:

57
extraversión, neuroticismo y receptividad. Estas diferencias explica-
ban por qué la gente con suerte encuentra tantas oportunidades a
lo largo de su vida, cosa que no le ocurre a sus contrarios. Cada
una de ellas constituye un subprincipio.

SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON SUERTE CREA Y MANTIENE


UNA SÓLIDA «RED DE LA S U E R T E »

A lo largo de mi investigación pude comprobar que la gente con


suerte obtenía u n a puntuación mucho más elevada que la gente
sin suerte en el rasgo conocido como extraversión. 3 Los extraver-
tidos son m u c h o m á s sociables que los introvertidos. Disfrutan
visitando a los amigos y asistiendo a fiestas y prefieren los traba-
j o s que implican la relación con otras personas. Los introvertidos
miran mucho más a su interior, son felices estando solos y se sien-
ten mejor realizando actividades en solitario, como leer un buen
libro.
También llegué a la conclusión de que hay tres vías en las que
las personas extravertidas incrementan de manera significativa sus
encuentros a f o r t u n a d o s : son proclives a conocer a mucha gente,
tienen un cierto «magnetismo social» y mantienen relaciones dura-
deras.

Nivel de extraversión de las personas sin suerte y con suerte

35 -
33 -
31 -
29 -
27 -
25 -
23 -
21 -

19 -
17 -
15 -

Sin suerte Con suerte

58
En primer lugar, de la misma forma que Lynne, Joe y Wendy
aumentan sus posibilidades de obtener premios porque participan
en muchos concursos, los extravertidos también incrementan la posi-
bilidad de tener encuentros provechosos porque conocen a mucha
gente nueva en el día a día. Es muy sencillo: cuantas más personas
conocen más oportunidad tienen de tropezar con alguien que pro-
duzca efectos positivos en su vida.
Veamos el caso de Robert, un mecánico de vuelo de cuarenta y
tres años que vive en Inglaterra. Robert tiene mucha suerte y su
vida está salpicada de encuentros afortunados. Hace unos pocos
años, voló con su esposa a Francia para celebrar el Año Nuevo.
Pasadas las fiestas se dispusieron a regresar, pero una gran nevada
hizo que se suspendieran todos los vuelos. Después de varios días
sin que la situación se resolviera, decidieron volver a su país en el
ferry. Pero todavía había otro problema. El ferry llegaría a un puer-
to que estaba a considerable distancia de su casa y los transportes
públicos también estaban suspendidos en Inglaterra a causa de la
nieve. Cuando Robert y su esposa estaban dándole vueltas al asun-
to, se abrió la puerta y apareció otra pareja inglesa que también iba
a coger el ferry. Robert empezó a hablar con ellos y cuál no sería
su sorpresa al descubrir que vivían muy cerca de su casa. La pareja
se ofreció inmediatamente a llevarles en coche. En unos minutos
sus problemas se habían resuelto.
En otra ocasión, se querían cambiar de casa. Habían mirado
varias sin encontrar ninguna que les gustase. Un día, Robert iba cami-
nando por la calle principal y vio a un agente inmobiliario que
conocía salir de su oficina. Podría haber pasado de largo, pero deci-
dió preguntarle si sabía de alguna casa en venta con las caracterís-
ticas que a él le convenían. La respuesta en principio fue negativa.
Sin embargo, unos segundos más tarde el agente recordó algo, se
volvió hacia él y le dijo que fuera a ver una que acababa de poner-
se a la venta. Robert, no perdió ni un minuto. Se acercó inmedia-
tamente y quedó encantado nada más verla. La compró ese mismo
día. Era la casa de sus sueños y la pareja vivió feliz en ella duran-
te más de veinte años.
Cuando le entrevisté, Robert se describió como sociable y locuaz.
Me dijo que en la cola del supermercado suele charlar con las per-

59
sonas que están j u n t o a él. Le encanta hablar con desconocidos.
Disfruta haciendo nuevas amistades y, por supuesto, piensa que a
mayor número de conocidos mayores oportunidades tiene de entrar
en contacto con alguien que puede reportar algún beneficio a su
vida.
Joseph, un estudiante ya madurito (tiene treinta y cinco años),
también ha tenido muchas oportunidades para introducir cambios
en su vida. En sus tiempos de instituto le costaba mucho adaptarse,
faltaba a clase y tenía constantes problemas con los profesores y tuto-
res, incluso con la policía. A los veinte años había visitado ya la
cárcel varias veces por faltas leves y había ido dando tumbos de un
trabajo a otro. En ese momento, un encuentro fortuito cambió su vida.
Iba en un tren a Virginia cuando el convoy se paró entre dos esta-
ciones. Joseph estaba aburrido y se puso a charlar con una mujer
que iba sentada a su lado. Era psicóloga y pronto entablaron una inte-
resante conversación sobre las tendencias autodestructivas de Joseph.
La mujer quedó impresionada de su perspicacia y de su capacidad
de comunicación y le dijo que podría llegar a ser un excelente psi-
cólogo. Cuando el tren llegó a su destino, cada uno siguió su cami-
no, pero la idea había quedado prendida en la mente de Joseph. Se
enteró de los estudios que tendría que hacer y decidió cambiar por
completo su vida ingresando en la Southern University para licen-
ciarse en Psicología. En su entrevista me dijo: «He aprendido que pue-
des sacar mucho partido de una conversación. En lo que a mí res-
pecta, me ha ayudado enormemente a mejorar mi suerte.»

Muchas otras personas con suerte también han informado de cómo


han experimentado sus efectos simplemente por contactar con gen-
te que han conocido en el día a día. Veamos el caso de Samantha.
Hace unos pocos años trabajaba como secretaria en un despacho de
abogados neoyorquino, esperando secretamente alcanzar horizontes
más altos en el mundo del cine. Su único problema era que no tenía
contactos ni relaciones importantes que la ayudaran. Una tarde llu-
viosa salía de una visita al médico y decidió coger un taxi junto al
Central Park dado lo mucho que llovía. Justo cuando se detuvo, un
hombre mayor se le acercó y le preguntó si podía compartir el taxi
con ella. Samantha, extravertida por naturaleza, le contestó afirma-
tivamente y, una vez en el coche, entablaron una animada conver-

6o
sación. Así descubrió que su compañero de viaje era un importante
ejecutivo de una compañía cinematográfica. Le habló de su secreto
deseo de formar parte del mundo del cine y le dijo que aceptaría un
trabajo, por nimio que fuera, con tal de entrar. Él le ofreció organi-
zarle una entrevista con el jefe de personal de su empresa, y así fue
como Samantha empezó a trabajar como secretaria de uno de los abo-
gados, pero enseguida pasó al departamento de adquisiciones cine-
matográficas. Cinco años más tarde, se ha convertido en una atarea-
da ejecutiva en Los Ángeles que reconoce que tuvo la suerte de
aprovechar la oportunidad que le ofreció el estar en el sitio adecua-
do en el momento oportuno.
Otra forma en la que la gente con suerte aumenta sus posibilidades
de tener este tipo de encuentros reside en lo que llamaremos «mag-
netismo social». Los psicólogos han llegado a la conclusión de que
hay personas que atraen más que otras. 4 Esta especie de «imanes
sociales» suelen encontrarse con que muchos se acercan a charlar
con ellos en fiestas y reuniones. Tampoco es raro que cuando van
por la calle les pregunten por una dirección o por la hora. Por algu-
na extraña razón, la gente se siente atraída por ellos. Y algo que no
es nada sorprendente: son muchos más los extravertidos que los intro-
vertidos los que tienen este don tan especial.
Las investigaciones han puesto de relieve que estas personas
adoptan un tipo de lenguaje corporal y de expresión facial que las
hace atractivas e incitantes. Y, lo que es interesante resaltar, la gen-
te con suerte muestra el mismo comportamiento. Le pedí a algunos
colegas que examinaran las cintas y vídeos de las entrevistas que
había realizado. Quité el sonido para que no pudieran averiguar a
qué bando pertenecían los entrevistados a la hora de analizar su
aspecto y su actitud durante la entrevista. Contaron el número de
veces que sonreían, y el número de veces que miraban a los ojos de
su interlocutor y tomaron nota de todos sus gestos.
Las diferencias entre uno y otro grupo eran enormes. La gente
con suerte sonreía el doble de veces que la gente sin suerte y su
mirada era mucho más franca y directa. Quizás los mayores contrastes
surgieron a la hora de examinar su lenguaje corporal «abierto» o
«cerrado». Las personas exhiben un lenguaje corporal cerrado cuan-
do cruzan los brazos y las piernas, o no se encaran con quien están

61
hablando. Un lenguaje abierto es exactamente lo contrario: la per-
s o n a mira de frente, no cruza los brazos ni las piernas y a menudo
hace gestos con las manos abiertas. La gente con suerte tiende a
utilizar un lenguaje abierto el triple de veces que la gente sin suer-
te. El lenguaje corporal y facial de las personas con suerte resulta muy
atractivo. Esto ayuda a que se den esas felices casualidades que
tanto les favorecen. Por ejemplo, cuantos más contactos establezcan
en una fiesta, más posibilidades tendrán de encontrar a la persona
de sus sueños. Cuanto más hablen de negocios, más posibilidades ten-
drán de encontrar un nuevo cliente o de conocer a alguien que pro-
duzca efectos beneficiosos en su carrera.
Pero la cosa no acaba aquí. Además de hablar con mucha gente,
y tener esa especie de magnetismo social, este tipo de personas
extravertidas también encajan en un tercer comportamiento que
incrementa las probabilidades de que su vida esté plagada de casua-
lidades providenciales y que, seguramente, juega el papel más impor-
tante en su carrera de éxitos. Son eficaces a la hora de establecer
lazos seguros y duraderos y no tienen dificultades para entablar
nuevos conocimientos y amistades. En consecuencia, mantienen un
grupo mucho más numeroso de amigos y conocimientos que la gen-
te sin suerte. Esta red de contactos contribuye a incrementar sus opor-
tunidades.
Veamos el caso de Kathy, una administrativa de cincuenta años de
edad. Kathy se considera una persona con mucha suerte en todos los
aspectos de su vida. Lleva veintitrés años de feliz matrimonio y tiene
dos hijos. Cree que ha estado siempre en el lugar adecuado en el
momento oportuno. Hace unos años decidió reincorporarse al trabajo
después de estar un tiempo dedicada al cuidado de sus hijos, pero no
estaba segura de que su capacidad y conocimientos fueran las mis-
mas de antes. Llamó a un viejo amigo vinculado al mundo profesio-
nal al que no veía hacía tiempo para pedirle consejo. Cuando comen-
zaron a hablar de su deseo de reingresar en el mundo laboral, él le
comentó que iba a poner un anuncio porque necesitaba un asistente
personal. Kathy le dijo que le gustaría empezar de nuevo en ese pues-
to y él le sugirió que lo pidiera. Así lo hizo y lo consiguió. Tras seis
años de trabajo en la empresa está encantada con lo que hace y cree
que buena parte de su suerte se deriva de su actitud:

62
«Colecciono gente. Me gusta, y no tengo problemas para hacer
nuevos amigos. Procuro mantener el contacto con ellos. Aunque
resulta difícil estar en contacto con todo el mundo, yo hago todo
lo que puedo.»

Kathy ha conseguido tener una impresionante red de contac-


tos a través de amigos y compañeros que conserva desde su épo-
ca de estudiante. Para celebrar su cumpleaños organizó una cena
a la que invitó a sus cincuenta amigos más íntimos. Se relacio-
na con gente de todas partes del mundo y de todas las épocas
de su vida.
Kathy no fue la única persona que hizo hincapié en la impor-
tancia de mantener el contacto con amigos y colegas. En el capítu-
lo anterior, conocimos a Jodie, una poetisa que ahora vive en Nue-
va York. En los dos últimos años ha tenido mucha suerte y la
casualidad la ha ayudado a hacer realidad muchos de sus sueños y
ambiciones. Jodie incrementa la posibilidad de que se produzcan
esas fructíferas casualidades charlando con la gente y manteniéndo-
se en contacto con ella. También está muy bien relacionada dentro
de su círculo de escritores y poetas. Le pregunté sobre este aspecto
de su vida:

«No me cuesta ningún trabajo conectar con la gente. A la hora


de relacionarme soy sincera y auténtica. No me gusta encerrarme
en mi casa. Me gusta comunicarme y tener un hogar, pero no es
una cuestión de geografía: nuestros compañeros, nuestros veci-
nos, nuestros amigos son nuestros hogares. Así que cuando me
doy cuenta de quiénes son los que realmente me apoyan, de
dónde y con quién me siento como en familia, me entrego y
procuro mantener el contacto.»

Estas técnicas son especialmente eficaces porque ayudan a crear


y mantener una vasta «red de la suerte». Los sociólogos han estima-
do que, por término medio, todos conocemos a unas 300 personas
más o menos íntimamente. Cuando nos presentan a alguien y comen-
zamos a hablar, estamos sólo a un paso, a un apretón de manos, de
la gente que a su vez conoce esa persona. Supongamos que está en

63
una reunión y que empieza a charlar con una chica que se llama
Sue. Nunca la ha visto antes, pero parece agradable. En un momen-
to dado, menciona que está pensando en cambiar de trabajo. No pare-
ce probable que Sue le pueda ofrecer un contrato, pero quizás conoz-
ca a alguien que sí puede hacerlo. Charlando con ella, está sólo a
un paso de «sus» 300 personas. Quizás le presente a alguien que
seguramente conoce a alguien que esté interesado en contratarle.
Usted está sólo a dos pasos de u n a s 90.000 posibilidades (300 x
300 personas) de tener un encuentro providencial. Y, todo ello, sólo
por saludar a Sue.
Pero volvamos al cincuenta cumpleaños de Kathy y a sus 50
invitados. Asumamos que cada u n o de ellos conoce, por término
medio, a otros 300, y que cada uno de esos 300 conoce, a su vez,
a 300 más. En su fiesta de cumpleaños ¡¡Kathy estaba a sólo un
paso de 15.000 personas y a dos de 4,5 millones!! Teniendo en
cuenta todo este potencial de contactos, no parece sorprendente que
estos encuentros jueguen un papel tan importante y positivo en su
vida.
Sin darse cuenta, las personas con suerte se comportan de un
modo que maximiza su haber de golpes de fortuna y de casualida-
des providenciales. Hablan con montones de personas y pasan tiem-
po con ellas; atraen a la gente y mantienen las relaciones. El resul-
tado es una vasta red de contactos y grandes posibilidades de tentar
la suerte. Y sólo se necesita uno de estos encuentros fortuitos para
cambiar una vida.

Cómo fabricar una «red de la suerte»

Jessica es un antropóloga forense de Chicago que ha tenido


suerte durante toda su vida:

«Tengo el trabajo que deseo, dos maravillosos hijos y un


marido al que adoro. Es increíble, cuando echo la vista
atrás y repaso mi vida, me doy cuenta de que he tenido suer-
te en todo. En los estudios, con los amigos, con la gente

64
que he conocido, estando en el sitio adecuado en el momen-
to oportuno. No se me ocurre ningún aspecto concreto en
el que no haya sido afortunada.»

Jessica ha tenido suerte sobre todo en su vida amorosa.


Siempre le ha sido fácil encontrar pareja. Actualmente lleva sie-
te años con un hombre al que considera «perfecto». En una
entrevista, le pedí que describiera cómo había conocido a su
pareja actual.

«Le conocí por casualidad en una fiesta. Una noche, una


amiga me llamó para preguntarme si quería ir a una cena
con ella. No pensaba salir, pero la oferta parecía interesan-
te, así que accedí. Y encontré al hombre de mi vida. A él
también le había llevado a la fiesta un amigo suyo. Empe-
zamos a hablar y enseguida quedamos para tomar un café
al día siguiente. Así empezó todo.»

También le pedí que explicara cuál creía que era la causa


de su suerte:

«En gran parte es el resultado de no dormirse. Si eres una


persona activa, conoces a mucha gente y entras en otros cír-
culos. A mí me gusta charlar con los desconocidos y creo
que es ese aspecto de mi personalidad el que me ha apor-
tado muchos de mis amigos y parejas. Prefiero buscar a gen-
te interesante que estar aburrida. Si voy a algún evento o
a alguna fiesta, procuro encontrar a alguien con quien
hablar que merezca la pena. Pero no se trata sólo de eso.
Mis amigos me han dicho que la gente se acerca a mí por-
que yo me intereso por ella. Hablo, pero también escucho.
Hay que compartir la información. Me interesa la vida de
los demás, hago esfuerzos por conectar con otras personas.
»También organizo muchas fiestas. Los que asisten me
dicen cosas como: "¡Qué bien lo hemos pasado. Ha sido
una noche estupenda, haces unas fiestas maravillosas!"

65
Bien, son divertidas, pero hay que planificarlas. Suelo invi-
tar a mucha gente diferente. Las fiestas con las mismas
personas son un tanto predecibles. Por otra parte, es una
manera de hacer que surjan nuevas amistades y conoci-
mientos. Celebro una cada dos meses y, la verdad, me da
buena suerte en los temas profesionales, o a la hora de
encontrar apoyos... Se trata de compartir conocimientos y
experiencia.
»Es un juego de probabilidades. Si conoces a 20 personas
en una semana, tendrás más oportunidades de encontrar a
alguien interesante que si conoces sólo a 5. En resumen,
se trata de tener más posibilidades de que te pasen cosas
buenas, de tener encuentros agradables... Creo que sería muy
difícil tener suerte si no lo haces.»

SUBPRINCIPIO 2: LA GENTE CON SUERTE ADOPTA UNA


ACTITUD RELAJADA EN LA VIDA

Hay también otra serie de técnicas que la gente con suerte utiliza
sin tener conciencia de sus ventajas. Estas técnicas no se refieren
tanto a la creación de golpes de fortuna, sino a la capacidad de ver
y aprovechar las oportunidades que surgen espontáneamente. Un sen-
cillo truco de cartas nos servirá para ilustrar mi teoría. Imagínese
que he invitado a varias personas a cenar y que he colocado cinco
cartas boca arriba sobre la mesa. Le pido a uno de mis invitados
que mire las cartas, que elija una y la recuerde.
Después, le ruego que salga de la habitación unos minutos. Cojo
las cartas, las miro y guardo en mi bolsillo la que creo que mi invi-
tado eligió. Luego dejo las otras cuatro sobre la mesa. A continua-
ción, invito a mi amigo a que vuelva a la habitación, que mire las
cartas y me diga si la elegida por él no está. He hecho este juego
montones de veces y nunca me falla.
Pensé que sería divertido traerlo aquí. Hacer un truco de cartas
en un libro no es fácil, pero v a m o s a intentarlo. He reproducido
cinco cartas en la siguiente página. Mírelas, elija una, recuérdela y
vuelva de nuevo aquí.

66
¿Ya lo ha hecho? Bien. Ahora imagine que ha salido de la habi-
tación y yo he guardado en mi bolsillo la carta que creo que usted
ha elegido. Le invito a volver, y le muestro las otras cuatro. La suya
no está. Las cuatro cartas están en el Apéndice A. Vaya y comprue-
be si su carta ha desaparecido.
¿Cómo lo he hecho? ¿Estaba su carta allí? Tengo que ser since-
ro con usted. Como habrá imaginado, el juego no tiene nada que
ver con mis habilidades mágicas sino con la psicología.
Este truco funciona debido a un sencillo principio psicológico:
sólo tendemos a fijarnos en las cosas que nos importan de verdad.
Si no ha descubierto todavía el secreto que se esconde detrás del
truco, eche una segunda mirada a las cartas. En vez de elegir sólo
una, fíjese en todas ellas. Ahora, vuelva al Apéndice A y mire las
cartas que hay allí. Como habrá podido comprobar, todas son dife-
rentes.
Cualquiera que sea la carta que elija de la selección de la pági-
na anterior, nunca estará entre las del Apéndice 1. Le pedí que se con-
centrara y que recordara sólo una carta. A los efectos del truco,
esta carta se convierte en importante y las otras cuatro no. Cuando
mira las cartas del Apéndice, la mayoría de la gente se da cuenta
de que la suya no está, pero no repara en que el resto ha cambia-
do también. Es una sorprendente demostración de cómo tendemos a
concentrar nuestra atención en lo que nos importa exclusivamente
y solemos ignorar otros aspectos circundantes.
Es una idea muy simple, pero tiene mucho que ver con las opor-
tunidades y la suerte. A menudo sucede que no nos damos cuenta
de las oportunidades que nos ofrece la vida porque estamos dema-
siado preocupados en buscar otras cosas.
Hice un experimento muy sencillo para comprobar este fenóme-

67
no. Le di a una serie de personas un periódico y les pedí que le
echaran un vistazo y me dijeran cuántas fotografías contenía. Apa-
rentemente no había ninguna segunda intención. Yo sólo quería saber
el número de fotografías que había en el periódico. A todos les
pareció muy fácil y a la mayoría sólo les llevó unos dos minutos
averiguarlo. Hubo algunos que tardaron un poco más porque dieron
una segunda pasada para comprobar la cifra.
En realidad, todos podrían haber contestado en unos pocos segun-
dos y sin tomarse el trabajo de contar las fotografías. ¿Por qué?
Sencillamente porque en la segunda página del periódico había un
mensaje que decía: «NO SIGA CONTANDO, HAY 43 FOTOGRAFÍAS EN ESTE PERIÓ-
DICO.» Y no era un anuncio pequeño colocado en una esquina. Ocu-

paba media página y estaba escrito con un tipo de letra grande.


Realmente llamaba la atención, pero nadie lo vio porque todos esta-
ban demasiado preocupados en buscar las fotografías.
También se dejaron en el tintero algo más importante: la oportu-
nidad de ganar 100 libras. Hacia la mitad del periódico coloqué un
segundo anuncio, también bastante llamativo. Igual que el anterior,
ocupaba media página y proclamaba, en un tipo de letra grande: «NO
SIGA CONTANDO. DIGA A LA PERSONA QUE DIRIGE EL EXPERIMENTO QUE HA VIS-

TO ESTE ANUNCIO Y GANE 100 LIBRAS.» Una vez más, no hubo nadie que
reparara en el mensaje. Igual que antes, todos estaban demasiado
preocupados buscando las fotografías. Es interesante analizar su reac-
ción al final del experimento. Les pregunté si habían visto algo raro
en el periódico. Cuando dijeron que no, les pedí que le dieran una
segunda pasada. En pocos segundos vieron el primer mensaje. La
mayoría se echaron a reír y dijeron que no podían entender cómo
no se habían dado cuenta. Cuando vieron el segundo mensaje, la
sorpresa fue mayúscula, y sus palabras todavía más expresivas.
Todos los que tomaron parte en el experimento fallaron a la hora
de ver las interesantes y obvias oportunidades que tenían ante sí
porque no las estaban buscando.
La cuestión es saber qué clase de gente es la que se da cuenta
de este tipo de cosas. ¿Quién percibe que todas las cartas han cam-
biado en el truco mágico? ¿Quién ve que puede ganar 100 libras en
un experimento de un periódico? La respuesta está en un segundo
rasgo de la personalidad en el que difieren las personas con suerte

68
y sin suerte: el neuroticismo. Los que obtienen una baja puntuación
en este rasgo son personas tranquilas, con una actitud relajada,
mientras que los que la obtienen alta suelen tener también un gra-
do elevado de tensión y ansiedad.
Como muestra el gráfico, la puntuación de la gente con suerte
en lo que se refiere al neuroticismo es mucho más baja que la de la
gente sin suerte 5 y esto puede ser algo importante a la hora de ver
las oportunidades que la vida nos ofrece.

Nivel de neuroticismo de las personas sin suerte y con suerte

30 i

25 -

20 -

15 -

Sin suerte Con suerte

Los psicólogos han realizado muchos estudios sobre los efectos


de la ansiedad en nuestra capacidad de percepción. En un experi-
mento muy conocido, se pidió a una serie de personas que se fija-
ran en un punto que se movía en el centro de la pantalla de un
ordenador. Sin previo aviso, los experimentadores hicieron aparecer
grandes puntos en los bordes de la pantalla. Casi todos los partici-
pantes los vieron. Los psicólogos llevaron a cabo el mismo experi-
mento con un segundo grupo de personas, esta vez les ofrecieron
un premio importante en metálico si descubrían el punto central.
En estas condiciones, la gente estaba mucho menos relajada y su
preocupación por encontrar el punto central era tal que una tercera
parte no percibió los que aparecieron alrededor de la pantalla. Cuan-
to más miraban, menos veían.

69
De igual forma, las personas con suerte tienden a estar más rela-
jadas que la mayoría de la gente y, por tanto, están más predis-
puestas a que no se les escapen las oportunidades que el azar les ofre-
ce, incluso cuando no están a la expectativa. Serán quienes verán
también los anuncios en el experimento del periódico y los grandes
puntos alrededor de la pantalla del ordenador. Y esta capacidad
suya tiene un importante y positivo efecto sobre su vida.
Para ilustrar este punto, comencemos por analizar la influencia
de este factor en algo tan simple como encontrar dinero en la calle,
que también tiene que ver con la suerte. Como Huckleberry Finn seña-
ló, disfrutamos más del billete que encontramos en la calle que del
que ganamos con nuestro trabajo. Richard, un hombre de sesenta y
siete años, suele encontrar monedas, e incluso billetes, cundo sale a
dar un paseo. Hace ocho años decidió poner este dinero aparte, en
un bote con un letrero que dice «dinero encontrado». Guarda el bote
en su cocina y está sorprendido de lo rápido que se llena. En una
entrevista, contaba cómo se había dado cuenta de un extraño fenó-
meno: la cantidad de dinero encontrado estaba en relación directa
con lo feliz que se sentía en ese momento. Richard ha llegado a
esta conclusión porque, durante algún tiempo, tomó nota de su esta-
do de ánimo - f e l i z , relajado, ansioso o t r i s t e - y el dinero que
encontraba. Los resultados le demostraron el papel tan importante
de estos factores a la hora de percibir las oportunidades que surgían
a su alrededor:

«No encontraba dinero cuando estaba un poco bajo de tono o


pensando: "¡No puedo estar así de preocupado! ¡Tengo que levan-
tar el ánimo!" Si estaba de buen humor, relajado, paseando, tenía
muchas más probabilidades de encontrarlo porque mis sentidos
estaban agudizados. Es curioso. La verdad es que no voy bus-
cando dinero pero, precisamente por ello, lo encuentro.»

La habilidad de la gente con suerte para ver las oportunidades es


el resultado de su forma relajada de enfocar la vida. No es que esté
al acecho, más bien es que se da cuenta de ellas cuando se cruzan
en su camino. Por contra, la gente sin suerte tiende a estar en un
mayor estado de ansiedad. Es ese tipo de personas que está tan ocu-

70
pado contando las fotografías del periódico que no ve el anuncio
que ofrece ganar cien libras en un momento. En la vida real, puede
concentrarse en llegar a tiempo a una reunión, encontrar un nuevo
trabajo o darle vueltas a cualquier problema. El resultado es que su
radio de atención se estrecha, provocando la pérdida de las oportu-
nidades que surgen diariamente a su alrededor.
La gente con suerte a menudo comenta cómo ha encontrado, en
periódicos y revistas, en anuncios y en Internet, las oportunidades que
tanto han hecho cambiar su vida. En el Capítulo I, describí la vida
afortunada de Lynne. Todo cambió para ella cuando cayó en sus
manos un artículo de un periódico que hablaba de una mujer que
había ganado montones de premios en concursos. Muchas otras per-
sonas con suerte narraron la misma experiencia. Veamos el caso de
Diana, profesora de la Universidad de Cambridge, de treinta y nue-
ve años. Me contó cómo un episodio muy importante de su vida
llegó a través de un artículo del periódico que leyó por casualidad:

«Cuando leí una referencia en la prensa sobre alguien que habla-


ba de los problemas relativos a la educación preescolar en Gran
Bretaña escribí y dije que no podía estar más de acuerdo con la
opinión de esta persona. Inmediatamente recibí una invitación para
hablar con ella. La acepté, y dio la casualidad de que estaba
relacionada con un comité asesor del Gobierno en materia de
educación. Lo siguiente que supe es que me nombraron directo-
ra de un programa del Gobierno para la educación preescolar.»

Otras personas me contaron que encontraron su oportunidad en


la televisión y en la radio. Elizabeth, una profesora de yoga de
sesenta y dos años, achaca buena parte de su buena fortuna a su
«radio mágica»:

«Enciendo la radio y más veces de lo que parece verosímil oigo


algo sobre un tema que es justo lo que necesito. No hace mucho
tiempo, estaba en plenos trámites de divorcio y mi abogado me
aconsejó que contratara a un detective privado. Al día siguiente,
escuché en la radio una entrevista con el presidente de la aso-
ciación de detectives privados. Le telefoneé y le pedí consejo. Me

71
recomendó uno que vivía cerca de mi casa. Contacté con él y le
contraté. Resultó excelente. En otra ocasión, en un momento de
mi vida en el que sentía la necesidad de ampliar mis conoci-
mientos, escuché un programa en el que una mujer hablaba de
un fascinante curso de sociología que acababa de hacer. Llamé a
la emisora, pedí detalles y unas pocas semanas después estaba
matriculada en un amplio curso de sociología en un maravilloso
campus. Mi radio mágica consigue muchas cosas como éstas.»

La actitud relajada no sólo ayuda a las personas con suerte a


encontrar dinero en la calle, a descubrir cosas interesantes en los
periódicos, en las revistas, o en la radio. El mismo principio se apli-
ca a las relaciones sociales. No van a fiestas y reuniones pensando
en encontrar a la pareja de su vida o a alguien que les va a ofrecer
el trabajo perfecto. Simplemente van relajadas y, por tanto, más
predispuestas a aprovechar cualquier coyuntura. Escuchan a la gen-
te, ven lo que hay, no tratan de encontrar lo que quieren ver. El
resultado es que son mucho más receptivas a cualquier oportunidad
que suija de manera natural.
John, un afortunado contable de Nevada, también comentaba
todas las ocasiones que había aprovechado por estar relajado en vez
de tenso a la hora de buscar algo:

«Creo que parte de mi suerte se debe a que estoy más relajado y


receptivo. No busco ansiosamente cosas muy concretas. Hace
algún tiempo, quería un coche bueno de verdad; un modelo recien-
te, con pocos kilómetros. Si yo hubiera pensado: "Quiero un Mer-
cedes usado, con pocos kilómetros, y un montón de cosas más",
seguramente no lo habría encontrado. Compré un gran coche
mirando los anuncios por palabras. No es un Mercedes, pero es
perfecto para mí. Cuando me trasladé a Las Vegas, en febrero, tenía
que buscar casa. Vi sólo dos y conseguí también la que deseaba.
Si hubiera empezado por poner muchas exigencias, no habría teni-
do esa suerte. En cambio, como estaba muy relajado las cosas se
me dieron bien. Me he dado cuenta de que si busco algo muy
concreto, no tengo tanta suerte. Sin embargo, si estoy tranquilo
y dejo el tema abierto todo va mucho mejor.»

72
En resumen, las personas con suerte son expertas en darse cuen-
ta de las oportunidades que surgen a su paso. No las buscan direc-
tamente, pero su actitud relajada les ayuda a ver, a darse cuenta
de lo que sucede a su alrededor. Es un tanto irónico, pero al no
buscar las cosas con demasiado interés, a c a b a n por ver m u c h o
más.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 5

¿Qué ocasiones providenciales ha desaprovechado a lo largo


de su vida?

Piense en una situación reciente en la que haya tenido


ocasión de charlar con alguien que le hubiera gustado cono-
cer mejor y la ha desaprovechado. Quizás en una reunión vio
a una persona que le pareció especialmente atractiva o agra-
dable, y su timidez le impidió iniciar un acercamiento. O qui-
zás escuchó una fascinante charla, pero no fue capaz de hablar
con el conferenciante. Puede que haya asistido a una reunión
en el trabajo y viera a u n a serie de gente de la que había
oído hablar mucho, pero desapareció justo antes de que usted
pudiera presentarse. Posiblemente alguien llamó su atención
en una tienda, pero no era ni el momento ni el lugar para
iniciar una conversación.. O un amigo o colega le iba a pre-
sentar a una tercera persona que usted tenía interés en cono-
cer, pero tenía tanta prisa en ese momento que no pudo dete-
nerse unos minutos más para iniciar ese contacto.
Tómese unos momentos, cierre los ojos y repase los hechos.
La forma en que la persona estaba vestida, cómo se compor-
taba y la razón por la cual usted perdió la oportunidad de cono-
cerla. Haga una breve descripción de estos detalles en su Cua-
derno de la Suerte.
Ahora, quiero que se dé una segunda oportunidad e ima-
gine que sucede algo completamente diferente. Usted conoce
a una o más personas y no deja pasar la ocasión de charlar

73
con ellas. Quizás hasta tiene el coraje de ser el primero o la
primera en romper el hielo en esa fiesta. O es posible que se
dé de bruces con el conferenciante en el rellano de la escale-
ra, después de su fascinante charla. O bien, usted y la perso-
na de la tienda compraron la misma cosa al mismo tiempo y
comenzaron a charlar. Quizás se haya presentado antes de
que sus colegas abandonaran la fiesta. O puede que usted no
tuviera tanta prisa cuando su amigo le presentó a esa perso-
na y se fueron a tomar un café. Anote en el Cuaderno de la
Suerte los detalles de ese primer contacto.
Después, imagine que ha encontrado a alguien accesible y
abierto con quien es fácil hablar; que la reunión fue tan bien
que ha tenido un efecto muy positivo en su vida. Quizás encon-
tró a su pareja ideal y se han enamorado perdidamente. Qui-
zás el encuentro en la escalera resultó ser una increíble opor-
tunidad para su carrera profesional. O la persona de la tienda
puede haberse convertido en uno de sus mejores amigos. Qui-
zás la conversación en la fiesta de trabajo acabó siendo la
base de un estupendo negocio. Deje volar su imaginación y
piense cómo podría haber cambiado su vida ese encuentro
casual. Luego, apunte en su cuaderno una breve descripción
de sus efectos.
Este ejercicio está concebido para ilustrar el poder de estas
casualidades providenciales, de estas oportunidades. Para que
veamos cómo los más pequeños acontecimientos y decisiones,
si se aprovechan, pueden tener un gran impacto en nuestra
vida. No hay forma de saber lo que habría sucedido si hubie-
ra conocido a esa persona misteriosa. Obviamente, no pode-
mos volver al pasado y cambiarlo. Sin embargo, es posible
cambiar el futuro. Hay varias técnicas que incrementarán enor-
memente la posibilidad de que experimente el tipo de encuen-
tro providencial que ha descrito en su Cuaderno de la Suerte.
El primer paso hacia la incorporación de estas técnicas en el
día a día es conocer a fondo las teorías, sencillas pero alta-
mente eficaces, que hay tras de ellas. Y estas teorías se des-
criben en detalle en este capítulo.

74
SUBPRINCIPIO 3: LA GENTE CON S U E R T E ES RECEPTIVA Y
ESTÁ ABIERTA A NUEVAS E X P E R I E N C I A S

Hay también un tercer y último conjunto de técnicas ocultas, utili-


zadas por la gente con suerte de manera inconsciente para provocar
su buena fortuna, que se centra en torno a otro rasgo importante
de su personalidad: su receptividad, su carácter abierto. A quienes
obtienen una puntuación elevada en este rasgo les gusta introducir
cambios y novedades en su vida. Son receptivos a nuevas experien-
cias, a probar nuevas comidas y nuevas formas de hacer las cosas.
No se sienten atados por las convenciones y les gusta la idea de lo
imprevisible. En cambio, los que obtienen una baja puntuación tien-
den a ser más rutinarios, son menos permeables. Les gusta hacer las
cosas como se han hecho siempre y que el día de mañana sea igual
al de hoy y al de ayer. No son precisamente amantes de las gran-
des sorpresas.
Como se muestra en el gráfico siguiente, la gente con suerte
obtiene unos resultados mucho más elevados en los tests de perso-
nalidad que la gente sin suerte en lo relativo a la receptividad. 6 Y
esto seguramente ayuda a elevar el número de ocasiones propicias
para mejorar su vida.

Nivel de receptividad de las personas sin suerte y con suerte

34 -
32 -
30 -
28 -

26 -

2U -

22 -

20 -

Sin suerte Con suerte

Al comienzo de este capítulo conocimos a Robert, nuestro afor-


tunado mecánico de vuelo cuyos encuentros con la suerte siempre

75
le han dado resultado. En una entrevista, Robert recalcó su preferencia
por la variedad:

«No me gusta la rutina. Cuando vamos de vacaciones, dejamos


las cosas al albur. Nunca reservamos con antelación, volamos sin
pensarlo mucho y alquilamos un hotel cuando llegamos.»

Eugenia es un ama de casa de treinta y dos años. Toda su vida


está guiada por su actitud receptiva y abierta a nuevas experiencias.
Ha probado diferentes trabajos y nunca va dos veces de vacaciones
al mismo sitio. Es miembro del club local de artesanía y mientras la
mayoría de la gente hace siempre la misma cosa, ella ha probado
suerte con todo: desde la cerámica hasta la costura, pasando por la
pintura sobre porcelana o el macramé. También prueba nuevos pro-
ductos, ya sean los cereales para el desayuno, el jabón para la lava-
dora, o la pasta de dientes. Según me contó, este planteamiento
afecta incluso a sus excursiones semanales por los grandes almace-
nes:

«Si me pidiera que fuera a la misma tienda todas las semanas y


que comprara exactamente los mismos treinta productos, exacta-
mente los mismos, me volvería loca. Tengo que ir una semana a
un supermercado y la siguiente a otro y a un tercero la próxi-
ma.»

Muchos de mis afortunados participantes hicieron considerables


esfuerzos para introducir la variedad y el cambio en sus vidas. Antes
de tomar una decisión importante, uno de ellos haría una lista de
las posibles opciones y tiraría un dado para decidir cuál iba a esco-
ger. Otra persona describió una técnica especial que había creado para
forzarse a conocer a diferentes clases de gente. Se había dado cuen-
ta de que cuando iba a una fiesta siempre tendía a hablar con el
mismo tipo de personas. Para ayudarse a romper esta rutina, piensa
en un color antes de llegar a la reunión y luego decide que ¡sólo
hablará con la gente que lleve ropa de ese color! Por ejemplo, en algu-
nas ocasiones, elige mujeres vestidas de rojo; en otras, exclusivamente
hombres vestidos de negro.

76
Aunque pueda parecer extraño, bajo determinadas circunstancias,
este tipo de comportamiento incrementa las posibilidades de encon-
trarnos con esas oportunidades que parecen salir al paso de la gente
con suerte. Imagine que vive en medio de un huerto lleno de manza-
nos. Cada día va y recoge una gran cesta de manzanas. En las prime-
ras visitas no importa dónde se dirija, todos los árboles están cargados
de fruta. Pero a medida que pasa el tiempo será más difícil encontrar
manzanas en los sitios donde ya ha estado. Y cuanto más vuelva al
mismo lugar, más difícil le será encontrarlas. Sin embargo, si decide ir
a sitios en los que no ha estado antes, o incluso lo deja al azar, las
posibilidades de encontrar manzanas aumentarán enormemente.
Lo mismo pasa con la suerte. Es fácil agotar las oportunidades si
sigue hablando con las mismas personas, si sigue siempre las mis-
mas rutas, o si va al mismo sitio cada verano. Pero el estar recepti-
vo a nuevas experiencias, o incluso el dejar las cosas al azar, intro-
duce la posibilidad de toparse con nuevas oportunidades, de recibir
sorpresas. Es como visitar una parte nueva del huerto. De repente,
se encontrará rodeado de cientos de manzanas.

IGUALES OPORTUNIDADES Y DIFERENTES RESULTADOS

A lo largo de mi investigación he celebrado innumerables entrevis-


tas con personas con suerte y sin suerte, o dicho de otro modo, con
buena suerte o con mala suerte. Las más insólitas fueron las que
celebré con la desdichada Brenda y el afortunado Martin. Brenda es
propensa a los accidentes. Hace unos años tropezó con su perro y
cayó sobre la esquina de un sofá. Al día siguiente, tenía un dolor
en un costado. El dolor fue a más y comenzó a sufrir serios proble-
mas respiratorios. Una visita al doctor mostró que el pequeño golpe
con el sofá le había provocado un traumatismo pulmonar. Esta cla-
se de sucesos no son del todo raros en la vida de Brenda. Se con-
sidera una persona con muy mala suerte; en sus propias palabras,
«un desastre andante». Martin es m u y diferente. Hace unos años
compró un billete de lotería. Estaba tomando un baño y escuchan-
do tranquilamente los resultados del sorteo, cuando se dio cuenta
de que los tres primeros números del primer premio coincidían con

77
el suyo. Corrió a comprobar el resto y no podía creer lo que estaba
viendo: también coincidían el cuarto, el quinto y el sexto... Ganó el
premio gordo, unos siete millones de libras. Así pues, no es sor-
prendente que Martin se considere un hombre de suerte.
Al comienzo de nuestras conversaciones les pedí a Brenda y a Mar-
tin que me contaran las cosas buenas y malas que les habían pasa-
do recientemente. Esta pregunta se la había hecho a mucha gente
en anteriores ocasiones. Pero esta vez era diferente: yo ya conocía
las respuestas. De hecho, sabía de su vida más que ellos. Aunque
no tenían ni idea, habían estado participando en un experimento
secreto para examinar la relación entre suerte y oportunidad.
En esta ocasión, no realicé este experimento en el laboratorio de
la universidad, sino en la vida cotidiana. Incluso les habíamos fil-
mado. El metraje y los comentarios de ambos durante las entrevis-
tas fueron muy reveladores para conocer por qué unos encuentran
más oportunidades que otros a lo largo de su vida.
Unas semanas antes, había tenido un encuentro con una produc-
tora de televisión que estaba haciendo un programa sobre la suerte.
Me dijo que diversas personas - e n t r e ellos Brenda y Martin- habían
aceptado participar en el programa y estaban deseando hacerlo tam-
bién en algún experimento. Me pareció una idea excelente ilustrar cómo
la gente con suerte aprovecha y propicia las ocasiones presentando
las reacciones de Brenda y Martin ante las mismas oportunidades.
Pero no quise hacerlo en el laboratorio, sino en el mundo real.
Aunque la idea era muy sencilla, exigía una gran planificación,
una serie de billetes de 5 libras, cuatro cómplices y montones de
cámaras ocultas. El experimento tuvo lugar en una cafetería cerca
de mi universidad. El equipo de televisión montó varias cámaras a
lo largo de la calle que daba a la cafetería, y también en el propio
local. Se pidió a Martin y a Brenda que acudieran a la cafetería a
distintas horas y esperaran hasta que se encontraran con determina-
da persona implicada en el proyecto.
Creamos dos posibles «oportunidades» para Martin y Brenda. Pusi-
mos un billete de 5 libras en el suelo, justo en la puerta de la cafe-
tería. Tenían que pasar por allí para entrar, pero ¿verían el dinero?
También reorganizamos la cafetería de modo que sólo tuviera cua-
tro mesas y sentamos a un cómplice en cada una de ellas. Uno era

78
un empresario de éxito, los otros no. A todos se les había dado ins-
trucciones para que se comportaran de igual modo con independen-
cia de que fuera Martin o Brenda quien estuviera en el café. ¿Apro-
vecharían al máximo la ocasión?
Colocamos las cámaras y esperamos su llegada. Martin f u e el
primero en hacerlo. Enseguida vio el billete, lo cogió y entró en la
cafetería. Una vez dentro, pidió un café y se sentó j u n t o al empre-
sario. En pocos minutos, se había presentado y le había ofrecido a
su vecino de mesa un café. El hombre aceptó y poco después los
dos estaban hablando amigablemente. Tan pronto como Martin hubo
salido, colocamos otro billete de 5 libras en el suelo y esperamos la
llegada de Brenda.
Sin embargo, las cosas no se desarrollaron según lo habíamos
planeado. En vez de Brenda, apareció una mujer llevando un coche-
cito con un bebé. Vio el billete, lo cogió y siguió caminando. Estoy
seguro de que era alguien con suerte, aunque nunca lo sabremos.
Colocamos otro billete y esperamos. Unos minutos más tarde apare-
ció Brenda que entró directa en la cafetería sin apercibirse del dine-
ro. Fue a la barra, pidió un café y se sentó j u n t o al empresario,
pero, a diferencia de Martin, no abrió la boca.
Por la tarde, les pedí a ambos que me contaran las cosas buenas
que les habían sucedido ese día. Brenda me miró inexpresivamente
y me dijo que había sido una mañana de lo más normal. Martin me
contó entre bromas que había encontrado un billete de 5 libras en
la calle y luego había tenido una charla muy agradable con un empre-
sario de éxito en una cafetería.
¡Las mismas oportunidades y qué resultados tan diferentes!

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 6

Su Perfil de la Suerte: Principio n ú m e r o 1

Volvamos al Perfil de la Suerte de la página 20. Las tres


primeras propuestas del cuestionario se refieren a los sub-
principios que tratamos en este capítulo. La número 1 es la

79
medida de su extraversión; la 2, se refiere a su nivel de
ansiedad, y la 3 su receptividad a nuevas experiencias.

Puntuación
Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de
estos aspectos y sume las tres cifras para obtener el total (vea
el ejemplo siguiente). Ésta será su puntuación para el primer
principio de la suerte.

Puntuación
Propuesta
[1-5]

1 A veces, cuando estoy en la cola del banco o del 5


supermercado, hablo con desconocidos.

2 No suelo preocuparme ni estar ansioso por lo que


4
me vaya a suceder en la vida.

3 Estoy abierto a nuevas experiencias, como por ejem-


3
plo, probar nuevas comidas o bebidas.

Total primer principio de la suerte 12

Ahora mire la escala que viene a continuación para saber si


la puntuación obtenida es alta, media o baja. Apunte en su cua-
derno de la suerte ambas cosas -puntuación y categoría- ya
que será importante a la hora de ver cómo mejorar su suerte.

Puntuación baja Puntuación Puntuación alta


media

3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15

12 = Alta
He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral,
que conteste a ese cuestionario. Las personas con suerte sue-
len obtener una puntuación mucho más elevada que el resto.
Por el contrario, los que tienen mala suerte obtienen los resul-
tados más bajos (véase el gráfico que figura a continuación).

8o
Puntuación media de las personas sin suerte, neutrales
y con suerte en el Cuestionario Perfil

• Sin suerte Neutrales " C o n suerte

A veces hablo con


desconocidos en la cola
del banco o del
supermercado.

No suelo preocuparme
por lo que me vaya a
suceder en la vida.

Estoy abierto a
nuevasexperiencias,
por ejemplo a probar
nuevas comidas o
bebidas.

2 3 4 5

R E S U M E N DEL CAPÍTULO

Las personas con suerte son más proclives a crear, a ver, o a


aprovechar las oportunidades que surgen a su alrededor. Lo hacen
de varias formas. Atraen a la gente, debido a.su magnetismo social,
y entablan conversación con gran facilidad a causa de su extraver-
sión. Son, pues, excelentes a la hora de relacionarse socialmente.
Por otra parte, adoptan una actitud más relajada que las personas
sin suerte, lo que les hace ser más receptivas y estar más abiertas a
nuevas experiencias y a la variedad. Esto les ayuda también a incre-
mentar sus posibilidades de aprovechar, y maximizar, las oportuni-
dades que les salen al paso.

PRINCIPIO NÚMERO 1: MAXIMICE S U S OPORTUNIDADES

La gente con suerte propicia su buena estrella.


Subprincipios:
1. La gente con suerte crea y mantiene una sólida «red de la suerte».

81
2. La gente con suerte adopta habitualmente una actitud relajada.
3. La gente con suerte es receptiva y está abierta a nuevas expe-
riencias.

A U M E N T E SU SUERTE

Eleve al máximo sus oportunidades

Las siguientes técnicas y ejercicios le ayudarán a mejorar su capaci-


dad de crear oportunidades, o de verlas y actuar sobre ellas. Lea
detenidamente y piense cómo incorporarlos a su rutina diaria. En el
Capítulo VIII, incluyo un programa sistematizado que explica la mejor
forma de hacerlo para, en definitiva, propiciar la suerte.

1. Cree y mantenga una sólida «red de la suerte»

Recuerde a Robert, el afortunado mecánico de vuelo que constante-


mente se topa con personas que tienen efectos positivos para su
vida. El secreto de su éxito es que disfruta estando con la gente. Le
gusta pasar el rato con los amigos, ir a fiestas y reuniones y char-
lar con desconocidos, incluso en la cola del supermercado. Y cuan-
tas más personas conoce, más posibilidades tendrá de encontrar esa
«oportunidad» caída del cielo. Además, la gente como él también
tiene esa especie de «magnetismo social», es decir, atraen a causa de
su actitud y su lenguaje corporal. Reflexione sobre cuál es la suya
en su vida social y profesional. Haga de la sonrisa un hábito. Son-
ría cuando vea a alguien que conoce, o a alguien con quien desea
contactar. No trate de e n g a ñ a r con una falsa sonrisa. Piense en
cómo se siente. Fuércese a adoptar una actitud «abierta». No cruce
brazos ni piernas y mantenga las manos lejos de su rostro. Inicie y
m a n t e n g a u n a mirada directa y amistosa. Diviértase tratando de
atraer a la gente. Finalmente, recuerde que las personas con suerte
invierten tiempo y esfuerzos en mantenerse en contacto con sus
amigos y conocidos. Recuerde que la afortunada Kathy se describe
a sí misma como una «coleccionista de gente», y que fue capaz de
reunir a una cincuentena de amigos procedentes de todas las partes

82
del mundo para celebrar su cumpleaños. Haga lo mismo. Esfuércese
por conectar con más gente, utilice su lenguaje corporal para atra-
erla y manténgase en contacto con amigos y compañeros.

Ejercicios

Formas de conectar

Cada semana del mes próximo me gustaría que entablara


una conversación con, al menos, una persona que no conoz-
ca muy bien, o que no conoce en absoluto. Aunque esto es rela-
tivamente fácil para la gente con suerte, la mayoría de las
personas lo encuentran difícil. A continuación, le muestro algu-
nos trucos para ayudarle a hacerlo lo mejor posible:
- No trate de hablar con personas que, en principio, no le
atraen; hágalo con quien le parezca afable y accesible.
- Trate de evitar que su estrategia inicial parezca artificial.
Ármese de naturalidad y aproveche situaciones que propicien
la conversación. Por ejemplo, la cola de un cine, la búsqueda
de un libro, un viaje en tren o en avión.
- Para romper el hielo, pida a la persona algún tipo de
información o ayuda. En unos grandes almacenes, por ejem-
plo, pregunte por la hora de cierre; si está en la calle, por una
dirección o por un buen sitio para comer o para tomar algo.
Otra posibilidad es preguntar sobre algo que lleva o tiene la
persona que le cae bien o le parece interesante. En una fiesta,
puede preguntarle dónde ha comprado el traje que lleva. En
una cafetería, si ve a alguien que le interesa leyendo un libro
puede acercarse y preguntarle qué piensa sobre él. Utilice pre-
guntas que requieran respuestas abiertas. Las preguntas cerra-
das pueden contestarse con un simple «sí» o «no», y no ani-
m a n a la conversación. Las abiertas exigen respuestas más
amplias y descriptivas y suelen servir de trampolín para la
interacción. Por ejemplo, «¿Le gusta Tolkein?» es una pregunta
cerrada; por el contrario, «¿Qué piensa de Tolkein?» es abierta.

83
- Si la persona parece cordial, no dude en decirle por
qué necesita saber a qué hora cierra la tienda, por qué quie-
re determinada dirección, o por qué desea leer un libro en
concreto. Si ve que hace claros progresos, sugiera encontrarse
de nuevo. No tenga miedo de su franqueza, y pregunte
directamente si le gustaría, o les gustaría, quedar para tomar
un café, ir al cine o a una fiesta con el resto de sus ami-
gos.
- Y lo más importante de todo: no tenga miedo del recha-
zo. Sus primeros intentos puede que queden sólo en eso. No
lo tome por lo personal; quizás la persona estaba ocupada o,
sencillamente, no le apetecía charlar. Siga adelante. Hay mon-
tones de gente esperando y seguro que gran parte de ella
estará encantada de que usted haga el esfuerzo de hablarle.

El juego del contacto

Cada semana, me gustaría que contactara con una persona


con la que no se ha relacionado desde hace algún tiempo.
Mucha gente lo encuentra difícil, así que aquí están algunas
ideas sobre cómo hacerlo:

- Repase su agenda y haga una lista con los nombres y


números de teléfono de todas aquellas personas a las que
no haya visto desde hace algún tiempo: amigos, compañe-
ros de estudios o de trabajo y vecinos. Haga una lista lo
más larga posible. Luego, cada semana juegue a los «diez
minutos de contacto». Concédase esos minutos para, hablar
con alguna de esas p.ersonas. Elija un nombre, coja el telé-
fono y llame. Si le responde, charle un rato, explique que
no le gusta estar tanto tiempo sin saber de ella, pregúnte-
le qué tal está y qué es de su vida. Si no responde, busque
rápidamente otro candidato o candidata. Tiene diez minu-
tos para charlar con esa persona con la que no ha habla-
do desde hace algún tiempo. Y el reloj ya se ha puesto en
marcha. Es su turno.

84
2. Adopte una actitud más relajada

Hemos visto que las personas ansiosas suelen tener poca concentración
y no se percatan de las oportunidades que surgen a su alrededor. Recuer-
de el experimento del periódico que he descrito en páginas anteriores:
los participantes perdieron la oportunidad de ganar 100 libras sólo por-
que no vieron un anuncio al estar demasiado preocupados en contar
las fotografías. Pero no se trata sólo de ver o de mirar, sino de cómo y
dónde mirar. Seguramente recuerda cómo la gente con suerte se topa
con oportunidades que cambian su vida en periódicos y revistas. Ése
fue el caso de Lynne cuando, por casualidad, leyó un artículo en un perió-
dico local sobre una mujer que había ganado unos cuantos concursos.
Ese artículo la llevó a ganar varios premios importantes a nivel nacional
y a conseguir su más preciada ambición: convertirse en una escritora
autónoma y de éxito. Otras personas con suerte nos contaron las oca-
siones que les salieron al paso navegando en Internet o escuchando la
radio. Me gustaría que incorporara técnicas para relajarse y ser recepti-
vo a las muchas oportunidades que le rodean en el día a día. Trate de
mirar el mundo a través de los ojos de un niño, sin expectativas ni
prejuicios. Vea lo que está ahí, más que lo que usted desea ver. Reláje-
se. Diviértase. Sea creativo. No permita que sus expectativas limiten su
visión. Si va a una fiesta con la sola intención de encontrar la pareja
perfecta, puede que pierda la oportunidad de descubrir a un gran ami-
go. Recuerde que está rodeado, o rodeada, de oportunidades. Se trata
sólo de mirar en los sitios adecuados y ver lo que está allí.

Ejercicio

Primero relájese, luego hágalo

Mucha gente con suerte nos ha contado que utiliza técni-


cas de relajación para reducir su nivel de estrés. Este ejercicio
es uno de los mejores, y le ayudará a rebajar la tensión de su
mente y de su cuerpo. Realícelo ahora, y repítalo cada vez
que sienta que la ansiedad puede dominarle.

85
En primer lugar, busque una habitación o un lugar tranqui-
lo. Luego, cierre los ojos y respire profundamente unas cuantas
veces. A continuación, imagínese en un escenario relajante. Qui-
zás tumbado en una playa bañado por el sol. Quizás caminan-
do por el claro de un bosque en un día de verano o frente a un
lago de aguas tranquilas y silenciosas. Cree en su mente cual-
quier escena que le haga sentirse tranquilo y feliz. Imagínese cómo
seria, qué escucharía si realmente estuviera allí. El arrullo del
mar. El canto de los pájaros. El sonido del viento entre los árbo-
les. Imagine los granos de fina arena entre sus dedos. El fresco
olor a yerba. Suponga que se percata de todo lo que le rodea.
No de lo que usted quiere ver o escuchar, sino de todo lo que
está allí: los sonidos, las formas, los colores, los olores.
Ahora deje que se vaya toda la tensión de su cuerpo. Imagí-
nela deslizándose lentamente y saliendo a través de pies y manos.
Comience por la cabeza. Relaje los músculos de su rostro a medi-
da que la tensión y el estrés descienden. Mueva suavemente la
cabeza de un lado a otro y luego arriba y abajo. Relaje los hom-
bros. Mueva también con suavidad brazos y manos, a la vez que
se imagina la tensión fluyendo por las puntas de sus dedos. Aspi-
re profundamente y relaje la parte superior de su cuerpo. Ahora,
preste atención a sus piernas. Muévalas con cuidado e imagíne-
las también relajadas. Finalmente, dedique unos momentos a que
una sensación de calma total discurra por todo su cuerpo.
Cuanto más repita el ejercicio, más rápido conseguirá ese
estado de relajación. Siempre que se sienta estresado y ansio-
so, busque unos momentos de calma y haga el ejercicio com-
pleto. Se sorprenderá de los resultados.

3. Ábrase a nuevas experiencias

Muchas personas con suerte elevan al máximo sus posibilidades de


encontrar nuevas oportunidades por su actitud receptiva y abierta ante
la vida. Hay quien va y viene del trabajo por diferentes rutas, o quie-
nes incluso se divierten tomando determinadas decisiones al azar, en
función del resultado de los dados. Recuerde la recogida de manzanas

86
en el huerto. Es un ejemplo que explica muy bien cómo este tipo de
comportamientos puede incrementar el número de esas ocasiones pro-
videnciales que parecen salir al paso de determinadas personas. Utilice
estas técnicas y compruebe lo que sucede. Abrase a nuevas experien-
cias, varíe sus rutinas y considere la posibilidad de tomar decisiones
de menor importancia en función del lado en que cae un dado. Visite
nuevas zonas del huerto y verá cuántas manzanas encuentra.

Ejercicio

El j u e g o de los dados

Haga una lista de seis nuevas experiencias, de cosas que


nunca ha hecho antes pero que no le importaría hacer. Algu-
nas pueden ser extremadamente sencillas: por ejemplo, probar
un nuevo tipo de comida, o ir a un nuevo restaurante. Otras,
más arriesgadas: como hacer puenting o volar con ala delta.
O simplemente divertidas, com
ra. No se deje en el tintero las que requieren un esfuerzo pro-
longado, como aprender un idioma, apuntarse a un gimnasio
o hacer algún trabajo para una ONG. Puede elegir otras que,
en principio, le echen para atrás: por ejemplo, ir a clase de nata-
ción si antes no lo ha hecho por su miedo al agua. O quizás
se decida por realizar algún secreto deseo, como unirse a la
troupe de un circo. En este caso, comience por apuntarse a
un curso de fin de semana para iniciarse como payaso.
Escriba en una lista las que le parezcan mejor y numérelas
del 1 al 6. A continuación, busque un dado. Ahora llega el
momento verdaderamente importante: tiene que prometerse que
tirará el dado y llevará a cabo lo que salga. No le estará per-
mitido cambiar, pero todavía está a tiempo. Ahora bien, una
vez que haya hecho la lista definitiva, tiene que aceptar la suer-
te y cumplir lo prometido.
¡Decídase! Haga la lista, tire el dado y disfrute de la expe-
riencia.

87
IV.
PRINCIPIO NÚMERO 2:
SIGA SUS CORAZONADAS

PRINCIPIO: LAS P E R S O N A S CON S U E R T E TOMAN


DECISIONES ACERTADAS SIGUIENDO LOS DICTADOS
DE SU INTUICIÓN Y S U S CORAZONADAS

Marilyn, u n a agente de ventas irlandesa de veintiséis años, es uno


de los típicos casos de gente sin suerte estudiada en mi investiga-
ción. Su mala fortuna se manifiesta sobre todo en su vida amoro-
sa. Marilyn conoció a su primer novio, Scott, cuando estaba tra-
b a j a n d o de c a m a r e r a en España. Scott tenía diecinueve a ñ o s y
acababa de llegar de Inglaterra para pasar dos semanas de vaca-
ciones. En su primera noche, entró en el b a r d o n d e t r a b a j a b a
Marilyn y empezaron a charlar. Se encontraron a gusto y conti-
n u a r o n viéndose a lo largo de las dos s e m a n a s . Al final de las
vacaciones, Scott le dijo a Marilyn que se había e n a m o r a d o de
ella y que estaba d e s e a n d o v e n i r a España p a r a estar con ella.
Unas s e m a n a s m á s tarde, volvió con t o d a s sus p e r t e n e n c i a s y
empezaron a vivir juntos.
Marilyn pensó que había encontrado la pareja perfecta. Parecía
un cuento de hadas y, al principio, todo iba m u y bien. Sin embar-
go, después de unos meses de relación, comenzaron a aparecer los
primeros nubarrones. Scott empezó a tratarla mal; se convirtió en
un hombre egoísta, insultón y arrogante. Ella creía que los proble-
mas eran debidos a que Scott estaba m u y lejos de su entorno, y
sugirió que volvieran a Inglaterra. Unos meses más tarde se trasla-
daron a Londres. Marilyn esperaba que su relación mejoraría, pero
todo fue de mal en peor. Scott le seguía propinando el mismo trato

89
y la situación se deterioró rápidamente. Acabó cortando la relación
cuando descubrió que él se estaba viendo con otra mujer.
Poco después, Marilyn conoció a John. La relación iba bien y se
fueron a vivir juntos pero, de nuevo, todo acabó en desastre. Al
cabo de pocos meses, John perdió su empleo y era ella quien man-
tenía la casa con su pequeña beca de estudiante. Cuando él encon-
tró un nuevo trabajo no demostró mucho interés en cumplir en el
mismo. Por otra parte, comenzó a pedirle sumas de dinero cada vez
más elevadas que raras veces le devolvía. Cuando por fin acabó la
relación, Marilyn acabó también con varios miles de libras menos
en su cuenta corriente.
La búsqueda de pareja de la gente con suerte suele tener bastan-
te más éxito. Como muchos otros afortunados que participaron en
mi investigación, Sarah había tenido suerte en su vida amorosa. En
la universidad, ingresó en el Officer Training Corps y, ya en la pri-
mera reunión, hizo amistad con un joven instructor que le enseñó
inmediatamente a desmontar y limpiar un rifle. Pronto se dieron
cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Rompió el com-
promiso que tenía con otro joven y se casó con el instructor. Fue
una decisión valiente y Sarah estaba convencida de que era correc-
ta. El correr del tiempo se encargó de demostrarlo: llevan felizmen-
te casados más de veintisiete años.
Es interesante ver que la habilidad de determinadas personas
para tomar decisiones y hacer elecciones acertadas se manifiesta
también en su vida profesional, ya sea a la hora de elegir una sali-
da, en sus relaciones con los clientes o en los asuntos financieros.
Las personas sin suerte son el polo opuesto. En los negocios, tien-
den a tomar decisiones poco acertadas, confían en quien no lo mere-
ce, compran acciones justo cuando la Bolsa cae y no apuestan pre-
cisamente por el caballo ganador.
Cuando le pedí a la gente con buena y con mala suerte que me
contara lo que había detrás de sus decisiones nadie sabía muy bien
cómo explicarlo. Ninguno de los dos bandos tenía mucha idea de
cómo justificar su sino. Los afortunados decían que sabían cuándo
una decisión era la correcta, pero no tenían ni idea de por qué. En
contraste, la gente sin suerte veía en muchas de sus decisiones una
prueba más de su condena al fracaso. Decidí investigar para descu-

90
brir por qué las decisiones de las personas con suerte les conducen
al éxito y a la felicidad con mucha más frecuencia que las que
toma la gente sin suerte Los resultados iban a mostrar las notables
habilidades de nuestro inconsciente.
Comencemos con una demostración poco habitual. A continuación
verá una ilustración con los rostros de seis analistas financieros
imaginarios y breves descripciones de los mismos. Todos han pasa-
do muchos años invirtiendo en Bolsa. Unos han tenido éxito, otros
no. Me gustaría que leyera cada una de las descripciones, mirara la
ilustración correspondiente y dedicara unos segundos a imaginar
qué tipo de persona sería cada analista. Una vez que lo haya hecho,
vuelva a esta página.

John es Durante los últimos 10 L a s previsiones de Eric


multimillonario debido años, las prediciones sobre el mercado de
a su habilidad para de Bill relativas a la valores han fallado una
prever de manera Bolsa han sido y otra vez por lo que no
certera y fiable el siempre acertadas y ha tiene buena reputación
funcionamiento del obtenido grandes como analista bursátil.
mercado bursátil. beneficios.

Norman ha perdido Jack tiene una rara David está pensando


grandes s u m a s de habilidad para conocer seriamente en cambiar
dinero a causa de su qué valores irán bien y de profesión porque
poca habilidad a la ha conseguido muchos s u s predicciones sobre
hora de analizar los millones con s u s el funcionamiento del
movimientos del excelentes inversiones. mercado han fallado
mercado de valores. una y otra vez.

¿Ya lo ha hecho? Ahora le voy a presentar a otros dos. Imagine


que ambos le van a asesorar a la hora de invertir sus ahorros. Nun-

91
ca los ha visto antes y no sabe nada acerca de ellos. Me gustaría
que echara un vistazo a sus rostros y escogiera a uno como asesor
financiero. No lo piense mucho. Cuando haya tomado la decisión
vuelva a esta página. La ilustración que muestra a estos dos analis-
tas está en el Apéndice B.
Recuerde cuál de los dos ha seleccionado. Antes de ver el signi-
ficado de su elección, tenemos que volver a mi investigación inicial
sobre el misterio de por qué la gente con suerte toma decisiones
acertadas.

SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON SUERTE ESCUCHA


A SU «VOZ INTERIOR»

He examinado los diferentes aspectos sobre la forma de tomar las


decisiones de las personas con suerte y sin suerte. Cómo valoran la
situación, las distintas opciones y cómo eligen una alternativa u
otra. Al principio no encontraba diferencias entre los dos grupos. Lue-
go decidí examinar si diferían en un aspecto un tanto misterioso de
la toma de decisiones: la intuición.
Los sentimientos, en general, son fáciles de definir. Sabemos lo que
quiere decir alguien c u a n d o asegura que es feliz, que está triste,
enfadado o tranquilo. Pero es mucho más difícil saber exactamente
a qué se refiere cuando habla de intuición. Parte del problema resi-
de en que unos utilizan el término en un sentido y otros en otro.
Algunas personas, cuando hablan de intuición se están refiriendo a
descubrimientos repentinos. Por ejemplo, podemos estar pensando
en un problema durante horas, días, y quizás años y, cuando menos
lo esperamos, la respuesta viene a nuestra mente. Para ésos, la intui-
ción es responsable de ese momento Eureka que nadie sabe de dón-
de surge. Otros, utilizan la misma palabra para referirse a una for-
ma de creatividad. Los artistas, poetas y escritores suelen referirse a
sus habilidades intuitivas cuando hablan del proceso creativo que está
detrás de sus obras.
No estaba interesado en este tipo de intuición. Lo que quería
era e x p l o r a r la m a n e r a en la que u t i l i z a m o s la intuición para
t o m a r decisiones relevantes. Esa curiosa sensación de que algo

92
que hemos hecho, o que vamos a hacer, es correcto o equivoca-
do. Si la persona que acabamos de conocer es la pareja perfecta
o un perfecto charlatán. Si un negocio arriesgado irá bien o será
un completo desastre. Me p r e g u n t a b a también si la gente con
suerte utiliza su intuición más a menudo que la gente sin suerte.
Si es así, ¿lo hacen en todos los aspectos de su vida o sólo en
cierto tipo de decisiones? Para descubrir las respuestas a estas
preguntas decidí llevar a cabo una encuesta. Envié un breve cues-
tionario relativo al papel que juega la intuición en la vida. 1 El cues-
tionario pedía a todos que indicaran si utilizaban su intuición cuan-
do t o m a b a n decisiones en cuatro aspectos concretos: la vida
profesional, las relaciones personales, los negocios y los asuntos
financieros.
Los resultados fueron fascinantes. Como muestra el gráfico
siguiente, un gran porcentaje de la gente con suerte se vale de su
intuición a la hora de tomar decisiones en dos de los cuatro aspec-
tos mencionados en el cuestionario. Casi el 90 por ciento dijo
que confiaban en su intuición a la hora de las relaciones perso-
nales, y 80 por ciento que jugaba un papel vital en sus eleccio-
nes profesionales. Y lo que es quizás más importante, un mayor
porcentaje de gente con suerte que sin suerte dijo que confiaba
en su intuición en los cuatro aspectos. A menudo estas diferen-
cias están lejos de ser triviales. Un 20 por ciento más de gente
con suerte que sin suerte se basaba en su intuición cuando toma-
ba importantes decisiones financieras, y por encima del 20 por
ciento lo hacía a la hora de tomar decisiones en asuntos profe-
sionales.
Estos resultados nos sugirieron la existencia de un importante
vínculo entre la suerte y la intuición. La gente con suerte confía
mucho más en su intuición a la hora de tomar decisiones que la
gente sin suerte. El mensaje era sencillo: en lo que se refiere a la suer-
te, la intuición es importante. Pero este hallazgo dio lugar también
a más preguntas. ¿Eran las corazonadas de la gente con suerte espe-
cialmente certeras? Si esto era cierto, ¿a qué se debía? Y ¿por qué
la gente sin suerte utilizaba con menos frecuencia su intuición para
tomar decisiones? Para encontrar respuestas, era necesario explorar
más profundamente el inconsciente.

93
Más de cien años de investigaciones psicológicas han descubier-
to mucho sobre la forma en que pensamos, sentimos y nos compor-
tamos. 2 Algunos de los más sorprendentes y curiosos hallazgos se han
centrado en torno al papel que juega el inconsciente en nuestra
vida diaria. Igual que sucede con «intuición», no es fácil definir lo
que significan palabras tales como «consciente» e «inconsciente».
En este momento, probablemente usted es consciente de que está
leyendo las palabras que contiene esta página. Ahora, piense en la
presión de su cuerpo sobre la silla en la que está sentado. Ya no
será consciente de las palabras de la página y, en cambio, lo será
de su cuerpo. De igual forma, también nos parece que somos cons-
cientes de por qué hemos tomado determinadas decisiones. Si yo le
preguntara por qué decidió comprar determinado jersey, o pintar su
habitación de un color concreto, probablemente me dará una buena
razón en ambos casos. Quizás compró el jersey porque le gustaba el
modelo. Quizás eligió ese color porque hacía la habitación más cáli-
da y agradable. Usted sabe por qué hizo lo que hizo con indepen-
dencia de la importancia de la decisión.
O, al menos, es lo que cree. Pero ¿qué sucedería si sólo fuera
una mera ilusión? ¿Qué sucedería si muchas de las decisiones impor-
tantes de su vida hubieran estado influenciadas por factores de los
que usted no es consciente? Puede sonar a conspiración, pero los
resultados de cientos de experimentos psicológicos nos hacen llegar

94
a esta conclusión. La mayoría de las veces es nuestro inconsciente
quien nos mueve a actuar de una forma determinada. Sólo somos
conscientes de un minúsculo fragmento de los factores que influyen
en nuestra forma de pensar, de decidir o de comportarnos.
Veamos con un sencillo ejemplo cómo influye el inconsciente en
las decisiones de algunas personas. Todos tenemos deseos y necesi-
dades. A la mayoría de la gente le gustaría encontrar la pareja per-
fecta o descubrir una forma fácil de hacer mucho dinero. Para esas
personas, estos deseos pueden ejercer una poderosa influencia en su
forma de ver el mundo, e incluso hacer que vean lo que quieren
ver en vez de lo que realmente está sucediendo enfrente de sus
narices. Su deseo de encontrar la pareja perfecta puede hacerles
pasar por alto señales obvias de superchería o incompatibilidad. Y
su necesidad de hacer dinero fácil puede llevarles a invertir en algo
que, a todas luces, es una estafa. En el fondo, saben que hay algo
raro. Una especie de voz interior les dice que se están engañando a
sí mismos. Algunos la escuchan y otros deciden seguir adelante con
sus ilusiones y autonegación. En cualquier caso, éste es un claro ejem-
plo de cómo el inconsciente tiene el poder de influir en lo que pen-
samos, sentimos o hacemos. Pero está lejos de ser toda la historia.
De hecho, sólo es la punta del iceberg.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 7

El papel de la intuición en su v i d a

Este ejercicio está diseñado para valorar hasta qué punto


su intuición, sus corazonadas y su instinto han jugado un papel
importante en su vida.
Al principio de esta nueva página de su Cuaderno de la
Suerte, escriba el encabezamiento: «Veces en las que he esta-
do satisfecho de seguir mi intuición.»
Trate de recordar las veces que ha tenido una fuerte intui-
ción acerca de una persona o una situación, ha actuado en con-
secuencia y está satisfecho de haberlo hecho. Quizás cuando

95
conoció a su pareja, solamente sabía que estaban hechos el
uno para el otro y luego han disfrutado de una larga y feliz
relación. O quizás ha tenido de repente la sensación de que
no podía confiar en un aparente amigo íntimo, se abstuvo de
compartir una información delicada con él o con ella y más
tarde se dio cuenta de que había estado chismorreando a sus
espaldas. Puede que su intuición haya tenido que ver con
algún hecho de su vida profesional. Quizás le pareció que deter-
minado cambio era el adecuado y, a pesar de que alguien le
aconsejó que no lo hiciera, siguió su corazonada y encontró
el trabajo de su vida.
Haga una breve descripción de cada uno de estos hechos
en su Cuaderno de la Suerte.
Ahora, al principio de la siguiente página, escriba el título
«Veces en las que no seguí mi intuición y me arrepentí de ello».
A continuación, piense en las veces que ha tenido determinada
impresión sobre una persona o situación, no hizo nada en con-
secuencia y se ha dado cuenta de que hubiera querido actuar de
otra manera. Quizás su sexto sentido le dijo que su pareja le
estaba engañando y más tarde se enteró de que él o ella le había
sido infiel. 0 puede que siguiera adelante con un negocio, a pesar
de haber tenido la extraña sensación de que algo no iba bien, y
ahora hubiera deseado haber escuchado a esa voz interior.
Revise los hechos que ha escrito en cada página de su cua-
derno. La mayoría de la gente, cuando hace este ejercicio, se
da cuenta de que su intuición ha jugado un papel vital en algu-
na de las decisiones más importantes que ha tomado. Muchas
personas también se dan cuenta de que algunos de sus mayo-
res fallos se han debido a su reticencia a escuchar a su voz
interior. Imagine cómo seria una vida en la que las intuicio-
nes fueran más frecuentes y acertadas. Una vida en la que
sus corazonadas actuaran como una segura alarma, una señal
de que algo está bien o mal.

Volvamos al ejemplo de la compra del jersey o de la elección de


la pintura. Parece que tiene claro por qué compró lo que compró. Has-

96
ta cierto punto, probablemente sea verdad. Compró el jersey porque
le gustaba el modelo. Escogió la pintura porque le gustaba el color.
Pero ¿por qué le gustaba este jersey más que los otros? ¿Por qué
prefirió la pintura roja a la rosa? ¿Hasta qué punto están estas pre-
ferencias determinadas por su inconsciente?
Buena parte de las investigaciones llevadas a cabo se han dedi-
cado a este tema con resultados sorprendentes. En un conocido estu-
dio, se mostró a los participantes en un experimento una serie de
papeles con garabatos sin sentido alguno. Un poco después, se les
mostraba una larga lista de garabatos. Algunos eran los mismos
que ya habían visto, otros eran nuevos. Se les pidió a todos que
trataran de identificar cuáles eran los que habían visto antes y cuá-
les eran nuevos. Los experimentadores descubrieron que los garaba-
tos son difíciles de recordar: nadie era capaz de identificarlos.
A continuación, pidieron a cada persona que dijera cuál prefería.
Había para todos los gustos. Pero cuando los experimentadores com-
probaron cuáles eran los preferidos, se encontraron con algo sor-
prendente. Sin darse cuenta, todos elegían una y otra vez los gara-
batos que habían visto en la primera parte del experimento. No eran
conscientes de haberlos visto; sin embargo, por alguna razón, los
preferían. Y lo más interesante era el hecho de que los participantes
encontraban toda clase de argumentos para justificar sus decisiones.
Algunos decían que habían elegido determinado garabato porque
les parecía más estético; otros sencillamente «tenían la sensación»
de que les gustaba más. Por increíble que parezca, ninguno cayó en
la cuenta del factor real que había influido en sus decisiones: fun-
damentalmente, que los garabatos que preferían eran los que ya
habían visto antes. 3
Este hallazgo no puede despacharse como una simple casualidad.
Los psicólogos se han tropezado con este fenómeno una y otra vez,
tanto dentro como fuera del laboratorio. Este efecto de «familiari-
dad» no se limita a los garabatos. Funciona también con colores,
formas, dibujos, rostros y objetos. Sin darnos cuenta, preferimos las
cosas que hemos visto antes. 4 El fenómeno afecta a muchos aspec-
tos de nuestro comportamiento. Es parte de la razón por la que las
empresas gastan millones en campañas publicitarias: mantener los
productos en la retina del gran público. Cuanto más los vemos, más

97
nos gustan. Nuestro inconsciente guía muchas de nuestras eleccio-
nes diarias. Desde los jerseys que compramos a los colores con que
pintamos nuestra habitación. Desde los alimentos que compramos
hasta los supermercados a los que acudimos.
¿Alguna vez le han presentado a alguien y al instante ha tenido
una sensación especial? No sabe muy bien lo que es, pero es algo.
Ese «algo» puede ser positivo. Le puede gustar inmediatamente esa
persona. 0, alternativamente, esa sensación es negativa. No sabe
por qué, pero no le inspira confianza. Esta clase de impresiones a
menudo dictan cuánto tiempo hablamos con alguien, si nos gusta-
ría volver a verle, si confiamos en él o en ella, o si querríamos
hacer algún negocio en su compañía. Y los resultados de recientes
investigaciones sugieren que este tipo de decisiones también depen-
de de la oculta labor de nuestro inconsciente. Algunas se han lleva-
do a cabo muy recientemente. De hecho, uno de los estudios se ha
hecho en los últimos quince minutos.
¿Recuerda a los analistas financieros que vio al comienzo de este
capítulo? Bien, era una sencilla prueba destinada a descubrir si sus
impresiones sobre la gente pueden estar influenciadas por su incons-
ciente. Le pedí que mirara las ilustraciones de seis imaginarios ana-
listas financieros. Algunos eran profesionales de éxito y otros no. Des-
pués, le pedí que mirara los dibujos de otros dos y decidiera cuál
elegiría como su asesor si necesitara invertir sus ahorros. Mire de nue-
vo la ilustración en el Apéndice B. Mi predicción es que usted habría
aceptado el asesoramiento del analista 1 y rechazado el del 2. Esta
decisión está basada en un experimento similar que llevé a cabo en
mi laboratorio: el 90 por ciento de los participantes seleccionó al ana-
lista 1. Los resultados mostraron que el test funciona con la mayo-
ría de la gente. También, que la mayor parte no sabe por qué hace
esa elección. Era una corazonada.
Esta prueba está basada en un ingenioso experimento llevado a
cabo por el psicólogo Thomas Hill y sus colegas de la Universidad
de Tulsa. 5 Al principio de este capítulo demostramos la relación
existente entre los seis rostros de los analistas financieros y su éxi-
to profesional. Los de las caras largas fueron catalogados como pro-
fesionales de éxito y a los de las caras más pequeñas se les puso la
etiqueta de lo contrario. Sin que se haya dado cuenta, el incons-

98
cíente puede haber detectado estas diferencias y luego haber influi-
do en la forma en que ha evaluado a los dos nuevos analistas. El
analista 1, al que la mayoría de la gente prefiere, tenía el rostro lar-
go. El anterior analista de rostro alargado que usted vio era consi-
derado un triunfador y esta circunstancia puede haber influido en
su elección sin que usted sea consciente de ello. Quizás crea que lo
adivinó, o que tuvo el instinto suficiente para saber que uno era
más competente que otro. En realidad, estas decisiones dependen
mucho de la habilidad de su inconsciente para detectar los rasgos
distintivos de una determinada personalidad. 6
Por supuesto, estos experimentos se han realizado sobre la base
de esquemas muy sencillos y hasta cierto punto artificiales. En mi
prueba, los analistas financieros de éxito tenían el rostro alargado y
los otros pequeño. En la vida real, no es así de sencillo, sería un
error juzgar a una persona sólo por el aspecto de su cara. De hecho,
el experimento dirigido por Thomas Hill y sus colegas fue diseñado,
en parte, para mostrar cómo este planteamiento puede llevarnos por
mal camino. Sostenían que tras ver a unas pocas personas que casual-
mente encajan en un modelo, puede suceder que generalicemos y
apliquemos el mismo esquema a otras de similares características
que conozcamos en el futuro.
Lo mismo ocurre, aunque con resultados más precisos, con las
intuiciones. En realidad, determinado tipo de gente se comporta de
determinada manera. Y nuestro inconsciente tiene una notable habi-
lidad para detectar estos patrones de comportamiento y poner en mar-
cha una alarma intuitiva cuando una situación, o una persona, nos
produce buenas o malas vibraciones. Mis entrevistas pusieron de
relieve que la gente con suerte sigue sus corazonadas e intuiciones
casi siempre con buenos resultados. En contraste, la gente sin suer-
te a menudo las ignora y luego lamenta su decisión.
Antes mencioné a la desdichada Marilyn. Ha tenido dos relacio-
nes formales, la primera con Scott, la segunda con John. Ambas
han sido un desastre. Le pregunté si su intuición le había dicho
algo al respecto. Me respondió que su intuición no le había habla-
do, le había gritado. Cuando Scott vino a España, fue al aeropuerto
a esperarle. Marilyn describía cómo su voz interior le había dado
un aviso:

99
«Le vi caminar con su carrito y mi primera reacción fue: "Escón-
dete, que no te vea, vuelve atrás." No me vio y pensé: "No, no
vayas; no te acerques a él... vuelve al coche."»

Marilyn ignoró su sexto sentido y ahora se arrepiente. Curiosa-


mente tuvo la misma sensación durante todo el tiempo que estuvo
con Scott en España. Pero en lugar de actuar en consecuencia, con-
tinuó viviendo con la esperanza de que cambiara y madurara:

«Le quería, pero no por lo que era sino por lo que yo quería que
fuera y lo que yo creía que podría ser. Miraba al futuro esperan-
do que él madurara.»

A pesar de todo, permaneció junto a Scott durante casi un año y


medio. Su relación con John también acabó mal. De nuevo, Marilyn
se da cuenta de que su intuición era acertada, pero no la escuchó:

«Sabía cómo era John, y que me estaba mintiendo. Le encantaba con-


tar todas esas historias estrafalarias que yo sabía que no eran cier-
tas. Nunca confié en él, no confié en él desde el primer día que le
vi... pero seguí con la relación porque estaba sola. Londres puede
ser un lugar horroroso para vivir y supongo que le necesitaba.»

Marilyn no es la única persona que describe cómo desoyó lo que


le decía su intuición y luego se arrepintió.
Dorothy es una auxiliar administrativa de treinta y cuatro años
que vive cerca de Boston. Desde muy pequeña ha tenido una vida
desdichada y cree que debe buena parte de ello a su reticencia a
confiar en su intuición.

«Suelo decir bromeando que si alguna vez me tatuara me pon-


dría una diana en la espalda. En serio, en los últimos cinco años
me han dado por detrás en el coche por lo menos una vez cada
invierno. Tengo también una increíble mala suerte en mi vida
amorosa. En dos palabras, soy "carne de cañón". No me estoy
poniendo dramática, es verdad. Tengo una lista de novios muy
limitada porque he estado con el primer chico casi diez años.

100
Básicamente, éramos demasiado jóvenes cuando comenzamos a
salir y cuando me di cuenta de quién era supe que no iba a aguan-
tarle hasta los ochenta años. Mi última relación fue hace tres
años. Parece que atraigo a tipos que se inventan nuevas e ima-
ginativas formas de usar y abusar de mí y de romper mi cora-
zón. Lo achaco todo a mi falta de intuición. En mi primera rela-
ción, la ignoré porque sólo buscaba llenar un vacío en mi vida.
Ahora, la oigo y elijo ignorarla. No es nada inteligente: sé que
no estoy equivocada, pero no me permito confiar en ella.»

Y no todo se reduce al amor. Mucha gente sin suerte describía


cuánto se ha arrepentido de no seguir su intuición en otros aspec-
tos de su vida.
La gente con suerte es el polo opuesto. Frecuentemente descri-
be cómo confía en su intuición con buenos resultados. En el Capítu-
lo II, conocimos a Lee. Ha salido bien de posibles accidentes en
varias ocasiones y tiene mucho éxito como director de ventas. Lee
recuerda con nitidez la gran corazonada que tuvo cuando conoció a
la que hoy es su esposa. Inmediatamente sintió que estaban hechos
el uno para el otro. Y esa sensación, por extraño que parezca, fue
cierta: llevan casados veinticinco años.
Lee no es la única persona con buena suerte implicada en mi
trabajo que narra este tipo de experiencia. Al comienzo del capítu-
lo, describí cómo Sarah supo al instante que había conocido al hom-
bre de sus sueños en el Offícer Training Corps. Linda nos contó una
experiencia similar. Cuando tenía poco más de veinte años se com-
prometió con un hombre que había conocido en Kenia. Regresó a
Inglaterra para coger sus pertenencias antes de casarse en África. El
viaje tendría que haber durado sólo unas pocas semanas, pero la ines-
perada clausura del canal de Suez supuso que quedara atrapada en
el barco durante un mes. Eso le dio la oportunidad de conocer a un
pasajero que, nada más verle, supo que era el hombre de su vida.
Canceló la boda de Kenia y se casó con su nuevo amor. Llevan j u n -
tos muchos años.
La intuición, las corazonadas y el instinto juegan un papel muy
importante en la vida de las personas. Tanto que, en ocasiones, pue-
de significar la diferencia entre la vida y la muerte.

101
Eleanor es una bailarina de California, de veinticuatro años de
edad. Está convencida de que una de sus corazonadas le salvó la vida.
Una noche que iba a casa de sus padres conduciendo su propio
coche, se dio cuenta de que una moto la seguía. Por las cosas raras
que el motorista iba haciendo dedujo que estaba perdido. Cuando se
detuvo enfrente de la casa de sus padres, el motorista se paró a su
lado. Eleanor contaba así lo sucedido:

«Yo sé que esto suena muy extraño, pero cuando bajé la venta-
nilla supe inmediatamente que algo no iba a ir bien. No puedo
decir por qué, pero tenía una sensación muy rara. Esto me ha suce-
dido pocas veces en mi vida, pero es así. De repente sentí un
frío intenso. El motorista no levantó el visor de su casco. Había
algo amenazador en su aspecto y luego estaba ese frío que no pue-
do explicar. Tampoco lo puedo explicar, pero sabía que tenía un
rifle y que quería matar.»

No estaba muy segura de qué hacer, pero algo le decía que no


debía bajarse del coche. Con lentitud, cogió las llaves y encendió el
motor. El motorista pareció ponerse nervioso y se alejó. Una vez en
casa, llamó a la policía y explicó lo sucedido. Dos días más tarde,
un agente resultó muerto cuando intentaba detenerle en una ciudad
vecina. El hombre llevaba un rifle y le disparó. Cuando por fin lo
cogieron, la policía comprobó que el misterioso motorista pertenecía
a una banda a quien le importaba poco la vida de los demás. Elea-
nor está convencida de que su decisión intuitiva de poner en mar-
cha el coche le salvó la vida.
David, de treinta y dos años, ha pasado gran parte de su vida
trabajando como obrero de la construcción. En una entrevista, des-
cribía de qué manera su instinto le salvó de un grave accidente y,
quizás, de la muerte:

«Estaba trabajando en el tejado de una casa de Chicago; era un


gran tejado, con torres y torreones. Era pleno invierno y había
estado nevando, pero vi que el tejado tenía una caja de unos 2
metros cuadrados. Estaba cubierta con unos 8 centímetros de
nieve y situada unos 2 metros por debajo de la parte más eleva-

102
da del tejado. Ya estaba a punto de saltar sobre ella, cuando, de
repente, rae detuve. No sé por qué, pero no lo hice. Me quedé quie-
to, sin poder moverme. Cuando bajé, entré en el interior del edi-
ficio y miré hacia arriba, me di cuenta de que la caja era, en
realidad, un gran lucernario. La nieve la había cubierto por com-
pleto y por eso no pude ver el cristal. Si hubiera saltado, mi
cuerpo lo habría atravesado y habría caído 20 metros más abajo,
en una escalera de caracol. Lo más sorprendente es que no haber
saltado sobre esa pequeña caja es algo totalmente contrario a mi
naturaleza. Una vez que decido una cosa, la hago. No sé por
qué, pero algo me detuvo.»

Sin saberlo, David, experto en edificios, puso a trabajar su incons-


ciente con el resultado de una corazonada que le salvó la vida.
Ha habido más personas afortunadas que nos han contado cómo
se valen de su intuición para mejorar en el trabajo. Lee atribuye
gran parte de su éxito profesional a sus corazonadas sobre posibles
clientes y sobre la gente en general. Me contó que, una vez, estaba
tan convencido de lo acertado de su intuición que incluso actuó
contra la opinión de sus compañeros:

«Teníamos una llamada telefónica de un posible cliente que que-


ría determinada información, y todo el mundo pensó que no mere-
cía la pena ni siquiera tratar el asunto. Hablé con el hombre, y
había algo - a l g o que estaba buscando, que no tengo ni idea de
qué e r a - que me hizo pensar «Tengo que seguir adelante y con-
seguir lo que quiere». Así que puse manos a la obra para satisfa-
cer su pedido, que era de poca importancia. Todos me dijeron
qué estaba perdiendo el tiempo, pero yo estaba decidido a aten-
derle. De hecho, trabajé durante toda la noche para conseguirlo
y, hacia la una de la tarde, yo mismo se lo entregué. En los pró-
ximos doce meses sus pedidos ascendieron a unos 250.000 dóla-
res. Mi empresa, por supuesto, estaba encantada. Soy un buen
conocedor de la personalidad humana y he aprendido a confiar
en mi intuición. He dado cursos de formación a nuevos miem-
bros del equipo de ventas y marketing, y ninguno de los que
pensé que iban a ser buenos me ha decepcionado.»

103
En el capítulo anterior, conocimos a Robert. Trabaja como mecá-
nico de vuelo y una de sus responsabilidades es la de detectar los
fallos en los aviones. Las grandes aeronaves son, obviamente, máqui-
nas muy complejas y encontrar los problemas es, a veces, un pro-
ceso largo y difícil. Pero Robert tenía una especie de don innato
para saber lo que iba mal en un avión:

«Trabajo en aviónica-instrumentos, electricidad, radio, transduc-


tores, transmisores, cajas negras, y cosas así. A veces, cuando las
cosas son muy complicadas, te rascas la cabeza y te preguntas
que dónde demonios está el problema. Tras muchos años de tra-
bajo con los aviones, no sé si es el hecho de que estoy muy
familiarizado con ellos, pero a menudo tengo la sensación de
que voy a ir directo a por lo que no funciona. Localizo con toda
precisión las cosas que no van bien.»

Sus colegas suelen pasar horas buscando la averia en los com-


plejos mecanismos de la aeronave. Robert confía en su intuición sobre
dónde mirar primero. Una y otra vez sus corazonadas son increíble-
mente acertadas. Se basan en años de trabajo con complejos siste-
mas. Su inconsciente ha aprendido más sobre ellos de lo que es
capaz de explicar.
John trabaja para un gran banco y negocia préstamos corporati-
vos a gran escala. Sus colegas le consideran un hombre de suerte y,
en una entrevista, explicaba que gran parte de su buena fortuna se
debe a que confía en su intuición:

«He estado haciendo este trabajo durante mucho tiempo y tengo


una gran experiencia. En bastantes ocasiones he de tomar deci-
siones importantes sobre la concesión de grandes préstamos y
suelo confiar en mi intuición. Generalmente la utilizo como una
especie de alarma, una razón para desaparecer y pensar más en
el tema. Recuerdo un caso concreto de una empresa que vino a
pedirme un préstamo importante. Sobre el papel no había nin-
gún problema y sus negociadores salían bien parados de todas
las reuniones. Pero algo me dio mala espina. No sé lo que fue, pero
me hizo ser reticente a la hora de firmar el contrato. Todo el

104
mundo me aconsejaba que concediera el préstamo, sin embargo
decidí retrasarlo un par de días y hacer que mi equipo realizara
algunas investigaciones. Miramos cuidadosamente un montón de
documentación más y llevamos a cabo un rastreo detallado de la
empresa. De repente, surgió una imagen muy diferente. Tenían gra-
ves problemas financieros que habían intentado esconder. Les
denegué el préstamo. Fue una de las mejores decisiones de mi
carrera puesto que, unas semanas más tarde, la información que
descubrimos salió a la luz y la compañía se hundió.»

La intuición ha jugado también un importante papel en mi pro-


pia vida. Hace unos pocos años me pidieron que hablara en una
conferencia que iba a tener lugar en un gran banco. El horario de
mi presentación me obligaba a pasar la noche en el hotel inmedia-
to al lugar del evento. Cuando llegué, el empleado de la recepción
me pidió que le dejara imprimir el número de mi tarjeta de crédito
como garantía para pagar la cuenta. Me lo han pedido cientos de
veces y, generalmente, entrego la tarjeta casi sin pensarlo. Esta vez,
sin saber muy bien por qué, tenía la sensación de que no debía
hacerlo. De hecho, la intensidad de la sensación fue tan fuerte que
tomé la decisión de pagar con un talón, algo muy poco habitual. Al
día siguiente, después de mi presentación, regresé a casa. Unas pocas
semanas más tarde tenía en mi contestador un mensaje bastante
misterioso del organizador de la conferencia pidiéndome que com-
probara si había alguna irregularidad en las cuentas de mi tarjeta
de crédito. Así lo hice y después de ver que todo estaba bien le lla-
mé y se lo dije. Lleno de curiosidad, le pregunté qué era lo que
sucedía. Me explicó que habían detenido a un empleado del hotel
donde habíamos estado alojados los ponentes por participar en un
fraude a gran escala con las tarjetas de crédito. De hecho, varios
conferenciantes habían sido víctimas del fraude: habían cargado inco-
rrectamente grandes sumas de dinero en sus tarjetas de crédito. Sos-
pecho que mis años investigando la psicología de la mentira han
propiciado esa capacidad inconsciente de detectar la forma en que
se comporta la gente poco honrada y de ahí la sensación que tuve
con el empleado que me atendió en el hotel. En definitiva, mi intui-
ción me ahorró problemas, tiempo y, lo más seguro, dinero. Curio-

105
sámente, la conferencia trataba sobre ¡cómo detectar el engaño en
los negocios!
Las entrevistas realizadas a la gente con suerte pusieron de relie-
ve que está más preparada para tomar decisiones intuitivas que la
gente que no la tiene. Muchas veces estas decisiones tienen que ver
con personas relacionadas con su vida personal y profesional. Otras,
con asuntos del trabajo. El instinto y las corazonadas de estas per-
sonas a menudo sorprenden por su agudeza y fiabilidad. Y lo que
es más increíble, ellas no tienen ni idea de lo que hay detrás de sus
aciertos. Desde su punto de vista sólo se trata de suerte. Lo cierto es
que todo se debe al notable trabajo de su inconsciente. Tras dedi-
carme a examinar de manera exhaustiva por qué la gente con suer-
te parecía estar más preparada para usar su intuición, llegué a la
conclusión de que, en realidad, cualquier persona puede aprender a
tomar decisiones afortunadas.

SUBPRINCIPIO 2: LA GENTE CON SUERTE DA LOS PASOS


N E C E S A R I O S PARA ESTIMULAR SU INTUICIÓN

Al comienzo del capítulo, resumí los resultados de mi encuesta sobre


la suerte y la intuición. Le pedí a personas con suerte y sin ella que
me dijeran cuántas veces y para qué tipo de decisiones utilizaban
más su intuición. Los resultados mostraron que la gente con suerte
la utiliza con más frecuencia que la gente sin suerte en aspectos tan
importantes como los negocios, los asuntos financieros, y la vida
profesional. Cuando preparé el cuestionario para la encuesta me di
cuenta de que saber la frecuencia con la que la gente usa su intui-
ción es parte del puzzle que hay que resolver. También era impor-
tante descubrir si los afortunados hacían algo para fomentar su sex-
to sentido, sus corazonadas. Antes de redactar el cuestionario, revisé
los libros más conocidos y también los documentos académicos
existentes sobre el tema, e hice una lista de las prácticas utilizadas
con más frecuencia para estimular la intuición. Iban desde una serie
de técnicas, como limpiar la mente de otros pensamientos o hacer
meditación, hasta buscar un lugar tranquilo para relajarse o imagi-
nar escenarios positivos. En la segunda parte de mi encuesta pre-

106
senté esta lista a la gente con suerte y sin suerte y les pedí que
indicaran cuál de las técnicas, si ése era el caso, utilizaban regular-
mente.
De nuevo, los resultados fueron interesantes. El gráfico siguiente
muestra que un porcentaje bastante más elevado de personas con
suerte que sin suerte utilizan todas las técnicas listadas. Algunas de
las diferencias eran un tanto sorprendentes; por ejemplo, que un 20
por ciento más de gente con suerte que sin suerte afirmó que hacía
meditación.

Porcentaje de personas sin suerte y con suerte


que utilizan diversas técnicas para fomentar su intuición

• Sin suerte B C o n suerte

Mis entrevistas a gente con suerte ilustraron el gran impacto que


estas técnicas tenían en su vida.
Nancy es una enfermera de sesenta y cuatro años que vive en
Las Vegas. Ha sido afortunada en muchos aspectos de su vida. Cre-
ció en Wisconsin, tuvo una niñez feliz, y disfrutó de un buen cole-
gio. Le concedieron una beca para estudiar enfermería y siempre
tuvo suerte en su vida profesional:

«Cuando vine a Las Vegas encontré el trabajo perfecto. Como


responsable de un programa dedicado a mejorar la calidad de
vida de las personas mayores, yo era mi propio jefe. Fijaba mi pro-
pio horario y hacía las cosas a mi manera. Estuve en el puesto
más de diez años. En los dos últimos, pregunté a la dirección del

107
hospital si podía montar también una unidad dedicada a niños con
problemas de aprendizaje, y me contestó que por supuesto. Me die-
ron total libertad. Así que tuve mucha suerte. Creo que era la
única entre varios miles de personas con las que contaba la orga-
nización que podía, literalmente, hacer lo que quería, dando cuen-
ta de mi actuación, por supuesto.»

Sin embargo, no ha sido tan afortunada en otros aspectos de su


vida. De hecho, Nancy ha tenido bastante mala suerte en lo que se
refiere al amor. Ahora, volviendo la vista atrás, lo achaca todo a su
reticencia a confiar en su intuición:

«Conocí al que sería mi marido nada más terminar los estudios.


Al principio no me gustaba, pero iba todo el tiempo detrás de
mí, y acabé por aceptarle. Cuando le miraba, mi intuición me
enviaba muchas señales de alarma. Sabía que las cosas iban a ir
mal incluso el día que me casé. No sé qué fue lo que me produ-
jo esa sensación, pero lo sabía. Pero en ese momento pensé: «Las
invitaciones están enviadas, todo está organizado, todas mis ami-
gas se han casado...», así que seguí adelante. Y, efectivamente,
las cosas no fueron bien. Estuvimos juntos treinta y siete años, y
tuvimos cinco hijos. Hubo muchos momentos en los que me sen-
tí muy mal y, a pesar de ello, seguía con él. "¿Dónde vas a ir
con cinco hijos?", me decía. Finalmente, encontré la fuerza para
encarar la situación: "Sabes, esto no funciona." Y me fui. Fue
una buena decisión y he tenido mucha suerte con mis hijos. Me
llevo muy bien con ellos.
Después de la ruptura de mi matrimonio tuve varias relacio-
nes. De nuevo, sonaron todas las alarmas y una vez más las
ignoré. No me fue bien con ninguna de mis parejas. Ahora las
cosas son diferentes. He comenzado a prestar atención a mis
corazonadas. Empecé a enseñar salud mental y he leído mucho
sobre psicología. Por eso ahora soy más consciente de todo
que antes. Tengo más conocimiento, más sabiduría. Mis juicios
y decisiones son mejores. He aprendido la lección. Escucho a
mi intuición y creo que ahora sé exactamente cómo van a ir
las cosas.»

108
Nancy no sigue a ciegas lo que le dicta su intuición, lo que hace
es utilizarla para actuar con cautela:

«La intuición ha propiciado mi suerte de muchas maneras dife-


rentes. Por ejemplo, me siento al lado de alguien en una reu-
nión y sé si puedo confiar en esa persona. De igual manera, a
la hora de comprar un coche de segunda mano, sé en quién
puedo confiar y en quién no. También descubro a la gente que
está muy necesitada y procuro eludirla porque me roba energía.
Pero no todo se reduce a la gente. Dos veces me he detenido
ante una señal de ceda el paso, cuando lo normal hubiera
sido que siguiera adelante. Me detuve a pesar de que no venía
nadie. Mi intuición me hizo parar. De repente, pensé: "Puede
que alguien venga en este cruce." Y en ambas ocasiones apa-
reció un coche y yo habría estado en medio de la carretera si
hubiera seguido. Estoy convencida de que las dos veces mi
intuición me salvó la vida.»

Nancy nos contaba que utiliza diversas técnicas para estimular


su intuición y sus corazonadas:

«Si la señal de alarma ha sonado, me detengo y analizo la situa-


ción. También hago un poco de meditación. No siempre es fácil
concentrarse, pero me digo "¡Qué diablos, lo haré de cualquier
forma!" y trato de encontrar la quietud en mi interior. A menu-
do descubro en sueños las claves para actuar. Hace poco que
acepté ese trabajo en el hospital, que, bien pensado, es un paso
atrás. Bueno, pues hace unos días, tuve un sueño en el que cono-
cí a una mujer que era asesora política. Me llamaba la atención
la vida tan interesante que había tenido y pensaba que me gus-
taría escribir sobre ella porque habría gente interesada en cono-
cerla. De repente, me desperté y el sueño se me quedó grabado.
El año pasado había ido a clase, a un taller de escritura. Pensé,
"¿Por qué estoy haciendo esto si en el fondo de mi corazón no
lo deseo?" Creo que mi intuición trata de decirme que voy por el
camino equivocado. Así que estoy pensando en dejar el hospital
y dedicar más tiempo a escribir.»

109
Nancy no ha sido la única persona con suerte que utiliza estas
técnicas. Jonathan es otro afortunado que lo hace. Tiene cuarenta
años y es director de una empresa internacional de publicidad. Ha
tenido mucha suerte en su carrera, y lleva veinte años felizmente
casado. Tiene bien ganada su reputación de tomar decisiones profe-
sionales acertadas gracias a su capacidad intuitiva:

«Hace unos dos años y medio tuve una idea que pensé que iba a
funcionar. Era para el lanzamiento de un nuevo concepto para la
gestión de planes de pensiones e inversiones. Me di cuenta de
que había un hueco en el mercado e hice una propuesta. Tenía
la fuerte sensación de que había demanda para ello. Había teni-
do muchas ideas diferentes, pero sabía que ésta iba a triunfar. Y
tenía razón. Después de alguna reticencia inicial, la lanzamos y
la respuesta del mercado fue soberbia.»

Durante la entrevista, Jonathan también describió cómo había des-


cubierto que la meditación le ha ayudado a mejorar su intuición:

«Comencé a hacer meditación trascendental, animado por un ami-


go, hace unos años. Desde entonces la practico con regularidad
dos veces al día durante 20 minutos. Lo que me atrae de este
tipo de meditación es que no encierra ningún dogma, ninguna reli-
gión; es sólo una forma de estar en contacto con nuestro yo más
profundo. Te proporciona muchos beneficios: energía, concentra-
ción, fuerza física... Pero creo que lo más importante que ha
hecho por mí es incrementar mis niveles de intuición y suerte.
Me ayuda a utilizar las corazonadas para toda clase de temas,
desde cómo tratar a un determinado cliente a cómo tomar deci-
siones en el trabajo. Me ayuda a seguir mi intuición. Y no sólo
en el trabajo, también en otros aspectos de mi vida. Hace poco,
por ejemplo, íbamos a comprar una casa y algo me dijo que
abandonara la idea en el momento justo.»

Milton, un profesor de San Diego, de treinta y cuatro años, tam-


bién describió el importante papel que la intuición jugó en su vida
y cómo la estimulaba mediante la meditación:

110
«Lo único negativo de la intuición es que no la sigas. Es como
una mariposa que cruza por tu mente. Si eres de los que no le
prestan atención, las cosas irán mal. Y piensas, "¿Y por qué
demonios tengo que hacerlo?" Tienes que cazarla como a una
mariposa. Siempre he hecho meditación. Ayuda porque dejas
volar la imaginación y haces cosas que no harías normalmente
en la vida real. Eso te anima a estar relajado y sentirte libre. Te
hace conocer mejor a la gente y te ayuda a ser más intuitivo y,
en definitiva, más afortunado.»

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 8

Su Perfil de la Suerte: Principio número 2

Es hora de volver al Perfil de la Suerte de la página 20.


Los puntos 4 y 5 de este cuestionario se refieren a los sub-
principios de los que hablamos en este capítulo. El 4 le pre-
gunta hasta qué p u n t o escucha a su voz interior y el 5 si
toma las medidas necesarias para incrementar su capacidad
intuitiva.

Puntuación
Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de
estos aspectos, y luego sume los resultados para obtener el
total (vea el ejemplo siguiente). Ésa será la puntuación obte-
nida en el segundo principio de la suerte.

Puntuación
Propuesta
[1-5]

4 A menudo escucho lo que dice mi «voz interior» 2


5 He probado varias técnicas para estimular mi intui-
ción. Por ejemplo, la meditación o retirarme a un 1
lugar tranquilo.
Total segundo principio de la suerte 3

111
Ahora mire la escala que viene a continuación para com-
probar si su puntuación es alta, media o baja. Apunte en su
cuaderno ambas cosas —puntuación y categoría— ya que serán
importantes a la hora de ver cómo mejorar su suerte.

Puntuación baja Puntuación Puntuación alta


media

2 3 4 5 6 7 8 9 10

3 = Baja
He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral,
que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte sue-
len obtener una puntuación mucho más elevada que el resto.
Por el contrario, los resultados más bajos corresponden a los
que no la tienen (véase el gráfico que figura a continuación).

R E S U M E N DEL CAPÍTULO

Las personas sin suerte tienden a tomar decisiones poco acertadas:


confían en quienes no deben y se equivocan a la hora de elegir sus
salidas profesionales. Por el contrario, las personas con suerte tienen

112
una curiosa habilidad para depositar su confianza en gente honesta
y para tomar decisiones provechosas y eficaces. Estas diferencias
dependen de la distinta forma en la que unos y otros utilizan su
intuición a la hora de tomar decisiones importantes. Los primeros,
no suelen confiar en su instinto, intuición o corazonadas. No es que
carezcan de todo ello, sino que no lo «fomentan», no escuchan a esa
voz interior cuando les dice algo. La gente con suerte es el polo
opuesto. La escucha y la utiliza como un timbre de alarma, como
una buena razón para pararse a reflexionar. Al hacerlo, recoge los
beneficios de una vida con suerte llena de decisiones acertadas.

PRINCIPIO NÚMERO 2: SIGA S U S CORAZONADAS

Las personas con suerte toman decisiones acertadas siguiendo los


dictados de su intuición y sus corazonadas.

Subprincipios:
1. La gente con suerte escucha a su «voz interior».
2. La gente con suerte da los pasos necesarios para estimular su intuición.

A U M E N T E SU SUERTE

Principio número 2: Siga sus corazonadas

Las siguientes técnicas y ejercicios le ayudarán a elevar el número


de decisiones acertadas haciendo lo que le dicta su intuición y sus
corazonadas. Lea detenidamente y piense cómo incorporarlos a su
rutina diaria. En el Capítulo VIII, incluyo un programa sistematiza-
do que explica la mejor forma de hacerlo para, en definitiva, propi-
ciar la suerte.

1. Escuche a su «voz interior»

Recuerde la encuesta que hice sobre la suerte y la intuición. Nos


mostró que la gente con suerte confía en su intuición a la hora de

113
tomar decisiones relativas a su vida profesional, trabajo, finanzas y
relaciones personales. Recuerde que Lee, el director de marketing, con-
seguía un importante pedido para su empresa actuando según una
corazonada. Y que el instinto de Eleanor la previno y la salvó de
morir a manos de un motorista que, en principio, podía parecer ino-
fensivo. La gente sin suerte es el polo opuesto. A menudo nos cuen-
ta que no sigue su intuición y luego se arrepiente. Tenemos el ejem-
plo de Marilyn, que mantuvo unas relaciones nefastas a pesar de lo
que le gritaba su «voz interior». No haga lo mismo: escúchela y
piense en lo que está tratando de decirle. Considérela un timbre de
alarma, una razón para detenerse y revisar cuidadosamente una situa-
ción o una decisión.

Ejercicios

Visite al anciano de la cueva

Cuando se e n f r e n t e a u n a decisión y desee escuchar lo


que su voz interior tiene que decirle, haga el siguiente ejer-
cicio.
Busque un lugar tranquilo y confortable. Siéntese, cierre
los ojos y respire profundamente. Imagínese que por arte de
magia se encuentra en una remota montaña, en la entrada de
una cueva. Se adentra en su interior y, a medida que lo hace,
se encuentra relajado y contento. Se siente seguro y total-
mente aislado del mundo exterior, tranquilo y en paz consigo
mismo. Imagine que hay un anciano sentado en un rincón.
Que le invita a sentarse enfrente de él y le pide que le hable
de las distintas opciones que tiene ante sí. Pero no quiere oír-
las en términos de hechos y cifras. De pérdidas y ganancias.
De lógica y razonamientos. Tampoco quiere saber lo que otros
piensan que usted debería hacer, o lo que usted cree que debe-
ría hacer bajo el punto de vista del deber o de sus obligacio-
nes. No. Lo que quiere es que le diga lo que piensa de cada
una de las opciones. Con cuál se siente cómodo y con cuál

114
incómodo. La conversación será confidencial, así que puede
ser sincero. No piense en lo que va a decir, sencillamente
dígalo. Ahora. En voz alta. Dígale al anciano lo que siente. Lue-
go, abra los ojos lentamente.
¿Qué fue lo que dijo? ¿Cuál de las opciones le parece bien
y cuál mal?
¿Cuál es el resultado de compararla con lo que la eviden-
cia le dice de cada una de ellas?
Si la evidencia está en línea con lo que siente, habrá encon-
trado la respuesta. Si descubre que está incómodo con la opción
elegida, a pesar de que la evidencia le diga que es correcta,
quizá sea mejor reconsiderar la situación. Tómese algún tiem-
po y piense antes de actuar. Puede que decida seguir su intui-
ción. Puede que decida ignorarla. Cualquiera que sea su deci-
sión, al menos habrá escuchado a su voz interior.

Tome una decisión, luego deténgase

Para descubrir lo que realmente siente sobre cada una de


las opciones, escoja una y escriba su decisión en un papel.
Por ejemplo, si está indeciso sobre si acaba con una relación,
escriba una carta a su pareja explicándole que todo se acabó.
Si está pensando en dejar su trabajo y no lo tiene claro, escri-
ba una carta de renuncia. Ahora deténgase. ¿Cómo se siente?
Tiene el futuro en sus manos. ¿Quiere de verdad enviar esa
carta o hay algo en su interior que le está diciendo que no lo
haga? ¿Es su intuición o será que tiene miedo del cambio?
Cuando llega el momento de la verdad, ¿qué le dice su voz inte-
rior?

2. Dé los pasos necesarios para estimular su intuición

Mi encuesta sobre la suerte y la intuición también puso de relieve


cómo actúa la gente con suerte para mejorar su capacidad intuitiva.
Algunos, sencillamente, procuran dejar su mente en blanco; otros
invierten tiempo en meditaciones más serias, se retiran unos momen-

115
tos a un lugar tranquilo, o aparcan el problema para volver a él
más tarde. La mayoría de estas técnicas son muy sencillas e incor-
porarlas a nuestra vida diaria no requiere un gran esfuerzo. Ponga
en práctica las que le parezcan más atractivas y vea lo que sucede.

Ejercicio

Haga meditación

Muchas personas con suerte, como Jonathan, creen que la


meditación es la forma más sencilla de estimular la intuición.
No se trata de desarrollar esa capacidad intuitiva durante la
meditación. La meditación sólo es un vehículo para limpiar
nuestra mente de otros pensamientos que nos distraigan. Será
tras ella, tranquilo y relajado, cuando su intuición funcionará
mejor.
Busque un lugar tranquilo y un sillón confortable. Cierre
los ojos y haga el ejercicio de relajación descrito en la pági-
na 85. Una vez que esté relajado, repita mentalmente la mis-
ma palabra o frase una y otra vez. No importa cuál sea. Pue-
de ser el nombre de un amigo, un trozo de canción o el título
de este libro. Lo importante es que lo repita constantemente;
de esta forma limpiará su mente de otros pensamientos. Cen-
tre su atención en la palabra y trate de evitar que su mente
vague por otros temas. Al principio, no será fácil. Pero insis-
ta y recuerde que es una práctica perfecta. Con el tiempo, le
resultará más y más fácil concentrarse y conseguir esa sensa-
ción de quietud. Después de unos diez minutos más o menos
de concentración, abra los ojos lentamente.
Haga este sencillo ejercicio tres veces por semana, durante
unos veinte minutos, y compruebe el efecto que tiene en su
suerte.

116
V.
PRINCIPIO NÚMERO 3:
SEA POSITIVO EN SUS EXPECTATIVAS

PRINCIPIO: LAS EXPECTATIVAS DE LAS P E R S O N A S


CON SUERTE LES AYUDAN A HACER REALIDAD
SUS SUEÑOS Y AMBICIONES

Todos tenemos sueños y ambiciones. Hay quien busca triunfar en


los negocios, ganar mucho dinero en la lotería o viajar alrededor
del mundo. Otros abrigan el secreto deseo de convertirse en escrito-
res famosos, en artistas o en estrellas de cine. La mayoría de la
gente quiere tener un amor, encontrar un trabajo en el que disfru-
tar y todo el mundo desea gozar de buena salud. Mi investigación
puso de relieve que los sueños y ambiciones de las personas con
suerte se hacen realidad la mayoría de las veces, mientras que la
gente sin suerte raramente lo consigue.
La mala suerte de Clare comenzó cuando era muy joven:

«Mi padre estaba siempre muy ocupado y mi madre se pasaba la


vida en el hospital. Mi abuela cuidaba de nosotros y yo tenía
que encargarme de la casa cuando no estaba en el colegio, así
que mientras el resto de los niños estaba j u g a n d o yo tenía que
trabajar. Prácticamente no tenía amigos. Pensaba que estaba des-
perdiciando toda mi niñez y que mi abuela era demasiado estric-
ta conmigo. Casi nunca tenía tiempo para jugar. Creo que me pare-
cía que aquello no era justo.»

Clare ha tenido mala suerte en muchos aspectos de su vida, sobre


todo en el terreno afectivo y en el profesional. Siempre ha deseado

117
encontrar un trabajo que la llene y ha probado uno tras otro, pero
lo cierto es que no ha conseguido triunfar ni disfrutar en ninguno.
Se casó a los veinte años y tuvo dos hijos. Algún tiempo después,
la relación comenzó a ir de mal en peor: su marido la trataba mal
e iba con otras mujeres. En 1988, murió en un accidente de para-
caidismo. Durante mucho tiempo le resultó difícil hacer nuevas amis-
tades y relaciones pero, finalmente, conoció a Dick. Por desgracia,
estaba en el paro, así que Clare tuvo que trabajar por los dos para
mantener la casa. Hace tres años la abandonó por otra mujer. Des-
pués de otro periodo de soledad, conoció a Donald. La relación
comenzó bien, pero pronto él se convirtió en un hombre obsesivo y
difícil. Clara y Donald ya no están juntos aunque siguen siendo
amigos. Ella está de nuevo sola y se siente muy desdichada.
En cambio, Erik, de cincuenta y un años, es un hombre de suer-
te. Como Clare, ha tenido muchos trabajos diferentes - h a sido boto-
nes, minero, taxista y croupier— pero a diferencia de ella ha disfru-
tado en todos:

«Me encanta todo lo que hago. Una de las cosas que más me
gusta es conducir y cuando era taxista me pagaban por llevar a
otros en un coche estupendo. Otra cosa que me gusta es jugar a
las cartas. También trabajé en un casino como croupier, eso me
permitía jugar con el dinero de los demás sin ningún riesgo para
mí. Era perfecto. En realidad, no recuerdo ningún trabajo en el
que no haya disfrutado.»

Igual que Clare, Erik también ha deseado siempre tener una pare-
ja maravillosa y una feliz vida familiar. Una vez más, sus sueños se
han hecho realidad y no los de ella. Erik conoció a la que hoy es
su mujer hace cuarenta años e inmediatamente supo que estaban
hechos el uno para el otro. Hoy tienen tres hijos, siete nietos y una
vida muy feliz:

«Nuestros nietos son una delicia, nuestra vida está llena por com-
pleto. Siempre le digo a la gente: "Soy el hombre más feliz del
mundo." Estoy seguro de que tengo un ángel de la guarda que
vela por mí.»

118
Clare y Erik son dos casos típicos de la gente sin suerte y con suer-
te que ha pasado por mis encuestas. Aunque han tenido los mismos
deseos y ambiciones, los sueños de ella se h a n quedado en poco
más que una mera fantasía, mientras que los de él se han converti-
do en realidad.
Mis investigaciones me han permitido llegar a la conclusión de
que ni hay una conjura del destino contra los primeros, ni los segun-
dos consiguen las cosas por pura casualidad. Muy al contrario, lo
que sucede es que hay una diferencia fundamental en la manera de
encarar la vida entre la gente con buena y mala fortuna.

SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON S U E R T E E S P E R A


QUE SU BUENA FORTUNA CONTINÚE EN EL FUTURO

Todo el mundo tiene expectativas para el futuro. Unos piensan que


van a ser felices y tener buena salud, otros están convencidos de
que no les espera otra cosa más que la miseria y la tristeza. No fal-
tan los que creen que van a encontrar la pareja perfecta, o los que
se anticipan cambiando de persona si con la que están no les va
bien. Hay otros que piensan que v a n a triunfar en el trabajo y, por
el contrario, los que sólo esperan quedarse en el escalón más bajo.
Ahora, déjeme hacerle unas cuantas preguntas sobre su futuro.
En una escala del 0 al 100 por ciento, en la que el «0 por ciento»
indica que lo que le pregunto n u n c a va a suceder y el «cien por
cien» la absoluta certeza de que sí sucederá: ¿Qué posibilidades cree
usted que tiene de conseguir una de sus más anheladas ambiciones?
¿El 20 por c i e n t o ? ¿El 50 por c i e n t o ? ¿El 70 por ciento? Por ejem-
plo, ¿cree que alguien le va a dar 100 euros para darse un capri-
cho? ¿0 que va a pasárselo en grande en sus vacaciones? Cuando
planteé estas cuestiones en mis encuestas recibí algunas respuestas
que me parecieron sorprendentes.
Estaba deseando descubrir y comparar las expectativas de la gen-
te con suerte y sin suerte, así como las de los que no se considera-
ban ni lo uno ni lo otro. Así pues, planteé una serie de preguntas
sobre las posibilidades que unos y otros creían que tenían de expe-
rimentar diversos hechos positivos en el futuro. Algunas se referían

119
a acontecimientos muy generales; por ejemplo, si pensaban que iban
a conseguir realizar sus ambiciones. Otras eran más concretas: como
las posibilidades de pasar unas buenas vacaciones o de recibir una
visita inesperada de un viejo amigo. Finalmente, habia otras relati-
vas a situaciones controlables - p o r ejemplo mantener buenas rela-
ciones con la f a m i l i a - y otras a hechos fuera de su control, como
el que alguien le diera 100 euros para gastar en un capricho.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 9

Buenas expectativas

Éste es el cuestionario utilizado para valorar las expecta-


tivas positivas de las personas que han participado en el Pro-
yecto Suerte. Tómese unos momentos para contestarlo y com-
parar su puntuación con la de la gente con suerte, sin suerte
y también con la de los neutrales; es decir, con la de los que
no se consideran especialmente afortunados o desafortuna-
dos.
Al principio de esta nueva página del Cuaderno de la Suer-
te, escriba el encabezamiento «Expectativas positivas». Luego,
trace una línea vertical en el centro de la página. En la parte
izquierda, escriba las letras de la A a la H en una columna. A
continuación, lea cada una de las propuestas del cuestionario
y escriba un número del 0 al 100 en la parte derecha de la
columna para indicar las posibilidades que cree que tiene de
que lo que se indica en la propuesta le suceda. 0 significará
que piensa que nunca sucederá y 100 que tiene Todas las posi-
bilidades de que suceda.
Puede utilizar cualquier número del 0 al 100, pero recuer-
de que cuanto más alto sea el número, mayores son las pro-
babilidades que usted cree que tiene el hecho de suceder y
cuanto más bajo, menores serán esas probabilidades.
No dedique demasiado tiempo a pensar en cada propuesta,
simplemente responda de la manera más sincera posible.

120
Posibilidades de
Propuesta
que le suceda
(0-100)
A Alguien le va a decir que es inteligente.

B Alguien le va a decir que parece más joven de lo


que es en realidad.

C Va a pasarlo muy bien en sus vacaciones.

D Le van a dar 100 euros para un capricho.

E Va a realizar al menos una de sus más deseadas


ambiciones.

F Va a tener muy buena relación con su familia.

G Un viejo amigo le va a visitar.

H Va a ser admirado por sus logros.

Puntuación
Para conocer su puntuación, sume los números que ha escri-
to en la parte derecha de la página y divida el total entre 8
(vea el ejemplo que sigue a continuación).

Posibilidades de
Propuesta
que le suceda
[0-100]
A Alguien le va a decir que es inteligente. 85

B Alguien le va a decir que parece más joven de lo


12
que es en realidad.

C Va a pasarlo muy bien en sus vacaciones. 55

D Le van a dar 100 euros para un capricho. 48

E Va a realizar al menos una de sus más deseadas


80
ambiciones.

F Va a tener muy buena relación con su familia. 80

G Un viejo amigo le va a visitar. 95

H Va a ser admirado por sus logros. 75

Total 530

Puntuación (Total dividido entre 8) 66,25

Mi agradecimiento al Dr. Peter Harris y a Mark Surman por su permiso para repro-
ducir este cuestionario.

121
Este cuestionario ha sido respondido por un elevado núme-
ro de personas.

— Puntuación baja: 0 a 45.


— Puntuación media: 46 a 74.
— Puntuación alta: 75 a 100.

¿Cuáles son sus expectativas para el futuro?

Como se muestra en el gráfico que viene a continuación, la gen-


te con suerte tenía muchas más esperanzas de que le sucedieran
cosas buenas que la gente sin suerte. 1 Por término medio, el 90 por
ciento de las personas con suerte creía que iba a tener unas exce-
lentes vacaciones, el 84 por ciento creía que iba a realizar al menos
una de sus más ansiadas ambiciones y, aproximadamente, un 70
por ciento pensaba que le iban a dar 100 euros para un capricho.
Su confianza en el futuro era mucho mayor que la expresada por
las personas sin suerte. Además, las altas expectativas de los afortu-

Posibilidad estimada por las personas sin suerte,


neutrales y con suerte de que les sucedan cosas positivas

• Sin suerte Neutrales • Con suerte

Alguien le va a decir que es inteligente. ,


Alguien le va a decir que parece más joven de lo !
que es en realidad. •

Va a pasarlo muy bien en sus vacaciones. ,

Le van a dar 100 euros para un capricho, j


Va a realizar al menos una de sus más deseadas E
ambiciones. '

Va a tener muy buena relación con su familia. ,

Un viejo amigo le va a visitar.

Va a ser admirado por sus logros. j¡

122
nados no se circunscribían exclusivamente a aspectos concretos o bajo
su control, sino a todos en general. De hecho, demostraron tener
unas asombrosas expectativas respecto a todas las propuestas del
cuestionario. En resumen, estaban convencidos de que su futuro iba
a ser fantástico.
También quise conocer las expectativas de la gente respecto a
acontecimientos de tipo negativo, desde ser víctima de un atraco
hasta padecer insomnio, pasando por tener problemas con el alco-
hol.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 10

Malas expectativas

Éste es el cuestionario utilizado para valorar las expectati-


vas negativas de las personas que han participado en el Pro-
yecto suerte. Tómese unos momentos para contestarlo y com-
parar su puntuación con la de la gente con suerte, sin suerte
y también con la de los neutrales.
Al principio de esta nueva página del Cuaderno de la Suer-
te, escriba el encabezamiento «Expectativas negativas». Luego,
trace una línea vertical en el centro de la página. En la parte
izquierda escriba las letras de la A a la H en una columna. A
continuación, lea cada una de las propuestas del cuestionario
y escriba un número del 0 al 100 en la parte derecha de la
columna, para indicar las posibilidades que cree que tiene de
que lo que se indica en la propuesta le suceda. «0» significa-
rá que piensa que nunca sucederá y «100» que cree que tiene
todas las posibilidades de que suceda.
No dedique demasiado tiempo a pensar en cada propuesta,
simplemente responda lo más sinceramente posible.

123
Posibilidades de
Propuesta
que le suceda
[0-100)

A Va a engordar mucho.

B Va a padecer de insomnio.

C Va a elegir una carrera equivocada.

D Va a tener problemas con el alcohol.

E Va a sufrir una grave depresión.

F Va a intentar suicidarse.

G Va a ser víctima de un atraco.

H Va a contraer meningitis.

Puntuación
Para conocer su puntuación, sume los números que ha escri-
to en la parte derecha de la página y divida el total entre 8
(vea el ejemplo que sigue a continuación).

Posibilidades de
Propuesta
que le suceda
(0-100)

A Va a engordar mucho. 15

B Va a padecer de insomnio. 25

C Va a elegir una carrera equivocada. 40

D Va a tener problemas con el alcohol. 2

E Va a sufrir una grave depresión. 3

F Va a intentar suicidarse. 5

G Va a ser víctima de un atraco. 30

H Va a contraer meningitis. 5

Total 125

Puntuación (Total dividido entre 8) 15,62

Este cuestionario ha sido cumplimentado por un elevado


número de personas.

124
- Puntuación baja: 1 a 10.
- Puntuación media: 11 a 25.
- Puntuación alta: 26 a 100.
¿Cuáles son, en este caso, sus expectativas para el futuro?

De nuevo pedimos a los participantes que puntuaran con un núme-


ro del 0 al 100 las posibilidades que creían que tenían de experimentar
cada una de las propuestas, y de nuevo hubo grandes diferencias entre
ambos grupos. Esta vez, fue la gente sin suerte la que estaba con-
vencida de que le iban a suceder todas estas cosas, desde padecer
insomnio hasta el posible intento de suicidio, pasando por la elec-
ción de una carrera equivocada o engordar. De hecho, las expecta-
tivas de las personas sin suerte resultaron, en este caso, mayores
que las de las personas con suerte. 2
Esta serie de preguntas puso de relieve la diferente forma de
mirar el mundo que tenían las personas con suerte y sin suerte. Las
primeras pensaban que la vida les iba a sonreír y las segundas veían
el futuro muy negro.

125
Al comienzo del capítulo, mencioné a la desafortunada Clare y
al afortunado Erik. Como muchas otras personas que han participa-
do en mi investigación, los dos tenían los mismos sueños y ambi-
ciones. Ambos han deseado siempre encontrar la pareja perfecta y
un trabajo que les satisfaga. Sin embargo, para Clare, los sueños se
han quedado en eso, en una mera fantasía, mientras que Erik los ha
hecho realidad casi todos como por arte de magia.
Clare y Erik cumplimentaron los cuestionarios sobre las expecta-
tivas de futuro. Clare estaba convencida de que iba a experimentar
todo tipo de acontecimientos negativos, mientras que Erik estaba
igualmente seguro de todo lo contrario. Las diferencias entre ambos
eran asombrosas. Clare decía que sus posibilidades de tener sobre-
peso eran del 60 por ciento, y Erik pensaba que esto nunca le iba a
suceder. Por último, Erik dijo que creía que lo iba a pasar muy bien
en sus próximas vacaciones, y Clare sólo concedía un 10 por cien-
to a esta posibilidad. Iguales diferencias salieron a la luz en las
entrevistas que realicé con ambos. Como mucha gente sin suerte,
Clare estaba convencida de que había nacido con mala estrella y
que su futuro era más bien negro:

«En una ocasión fui a la consulta de una vidente y me dijo que


yo había nacido en el lado negativo de Libra. Libra es el único
signo del Zodiaco que tiene una parte positiva y otra negativa.
Creo que todo lo que yo emprenda irá mal. Cada vez que quiero
jugar a la lotería, me digo "Para qué, si no me va a tocar". A
mediados de los años ochenta escribí dos libros y ahora estoy
con otro. Lo comencé hace algo más de año y medio, y lo he
dejado durante casi un año. Espero que se publique, aunque no
tengo muchas esperanzas de encontrar un editor.»

Por el contrario, Erik era mucho más optimista sobre su futuro:

«Siempre enfoco las cosas de manera positiva. Estoy convencido


de que todo va a ir estupendamente. Desde luego que he tenido
fracasos, pero incluso un fracaso puede tener buenas consecuen-
cias. Algunas personas no ven que la suerte está ahí, en cual-
quier momento. Miran por la ventana y dicen: "¡Vaya por Dios,

126
está lloviendo!" Yo veo la lluvia y me digo: "¡Estupendo, maña-
na tendré flores en el jardín!"»

Las personas con suerte y sin suerte tienen expectativas comple-


tamente diferentes respecto al futuro. Las primeras están convenci-
das de que todo van a ser éxitos y felicidad, mientras que las segun-
das están igualmente convencidas de que sólo les esperan fracasos
y tristezas. Esta actitud juega un papel fundamental a la hora de
explicar por qué un grupo hace realidad sus sueños con sorpren-
dente facilidad, -mientras que el otro raramente obtiene lo que quie-
re de la vida. Antes de explicar la razón de esa importancia, es
necesario comprender por qué unos y otros tienen ideas tan diferentes
sobre lo que les va a deparar el futuro.
Imagine que hace unas semanas solicitó el trabajo de sus sueños
y poco después recibió una carta invitándole a hacer una entrevis-
ta. Tras abrir la carta, seguramente pasará unos minutos reflexionando
sobre las posibilidades que tiene de conseguir el trabajo. Puede que
piense en si va a ser capaz de contestar adecuadamente a las pre-
guntas que le hagan, si tendrá el nivel requerido para el puesto o si
llevará bien la entrevista. Es probable que no encuentre muy difícil
responder a esas preguntas y que sepa si es usted bueno a la hora
de prepararse para una entrevista, si está cualificado para el puesto
o para realizar una buena presentación.
Otros factores que también influirán en sus posibilidades de con-
seguir el trabajo son mucho más difíciles de predecir. Quizás llegue
tarde a la entrevista a causa de un imprevisto, o llegue calado has-
ta los huesos porque le ha caído un chaparrón y no está en las
mejores condiciones para una prueba de ese tipo. Quizás provoque
una mala impresión porque tropiece con la esquina de una alfom-
bra y caiga justo delante de su entrevistador... Este tipo de sucesos
es bastante imprevisible.
Ahora imagine lo que pasaría si tuviera una suerte excepcional-
mente buena o mala. En el primer caso, todos estos factores, apa-
rentemente impredecibles, jugarían a su favor. Llegaría a tiempo, el
sol brillaría y las esquinas de las alfombras estarían pegadas al sue-
lo. En el segundo, todo iría en su contra. Llegaría tarde, llovería a
cántaros y las esquinas de las alfombras estarían levantadas. En

127
realidad, los resultados negativos de estos hechos impredecibles se-
rian una de las pocas cosas seguras de su vida.
Ésta es una de las razones de por qué unos y otros tienen pen-
samientos tan diferentes sobre su futuro. La gente con suerte está con-
vencida de que esta clase de hechos impredecibles e incontrolables
actuará a su favor, mientras que la gente sin suerte piensa todo lo
contrario. Como vimos en el Capítulo II, la suerte afecta a todos los
aspectos de nuestra vida. No se trata sólo de tenerla o no cuando
vamos a realizar una entrevista para conseguir un trabajo. La suer-
te afecta también a la salud, a la profesión y a las cuestiones finan-
cieras. Las personas con suerte están convencidas de que el sol siem-
pre brillará para ellas, mientras que los que no están tocados por la
fortuna ven el futuro oscurecido por muchos nubarrones de tor-
menta.
Hay una segunda razón que explica esas diferencias. La mayoría
de la gente tiende a basar sus expectativas para el futuro en lo que
ha sucedido en el pasado. Si usted ha tenido siempre buena salud o
si ha hecho siempre bien las entrevistas, probablemente esperará lo
mismo para el futuro. Las personas sin suerte piensan exactamente
lo mismo, sólo que en sentido contrario. Si les ha salido mal una
entrevista en el pasado pensarán que seguirán fallando en el futuro.
Pero ¿qué sucede cuando una persona sin suerte se encuentra ante
un hecho afortunado y una con suerte ante un hecho desgraciado?
¿Haría esto un poco menos extremadas sus expectativas de cara al
futuro?
En realidad, no es así. La gente con suerte no da importancia a
las cosas negativas que le suceden. No permiten que afecten a sus
expectativas. Sin embargo, sus contrarios están convencidos de que
si la suerte aparece, durará muy poco y le seguirá su regular dosis
de mala suerte. En páginas anteriores hemos visto lo que le sucede
a Clare. No ha sido afortunada en amores y tampoco ha encontra-
do un trabajo que le guste. Le pregunté si no creía que en el futu-
ro le iba a suceder algo bueno:

«Creo que si sucede algo bueno, a continuación viene algo malo.


Estaría realmente preocupada por lo que me pasara después. Creo
que si ganara mucho dinero a la lotería, pensaría que alguien me

128
lo iba a quitar, o descubriría que todo había sido un error, o algo
por el estilo. La sensación que te embarga es que cuando has
tenido mala suerte todo el tiempo, las cosas no van a cambiar.»

Este enfoque lo han compartido prácticamente todos mis entre-


vistados sin suerte. Como decía otro de los desafortunados:

«Me parece que si las cosas me van bien, alguien vendrá a dar-
me una gran patada diciendo: "¡Esto no puede ser, se lo está
pasando demasiado bien!" Si empiezo a disfrutar, creo que no va
a durar mucho. Siempre me pregunto qué me espera a la vuelta
de la esquina. Supongo que no se debe pensar así, más bien todo
lo contrario... "¡Oh, esto es estupendo, espero que dure!"... pero
yo no lo puedo hacer.»

En resumen, las personas albergan muy distintas expectativas


respecto a su futuro porque unos y otros creen que su buena o mala
suerte afectará a casi todo lo que les suceda en la vida -incluidas
situaciones casi siempre impredecibles- aunque de muy distinta for-
ma. Unos están convencidos de que lo bueno no durará mucho, y
de que su futuro será sombrío y triste. Otros restan importancia a
cualquier acontecimiento desafortunado de su vida por breve y tran-
sitorio. De esta manera mantienen sus expectativas para un futuro
brillante y feliz.
¿Qué incidencia tienen estas expectativas tan extremadas en la
vida de las personas? La respuesta es que influyen, y mucho, en la
forma en que pensamos, sentimos y actuamos. También en la salud,
en cómo nos comportamos con los demás y cómo los demás se
comportan con nosotros. Mis investigaciones pusieron de relieve
que la forma tan especial en que la gente con suerte encara el futu-
ro favorecía unos buenos resultados a la hora de hacer realidad sue-
ños y ambiciones. De igual manera, las expectativas negativas de
sus contrarios favorecían su incapacidad para conseguir lo que
deseaban de la vida.
Todo contribuye a que ambas clases de expectativas se convier-
tan en auténticas profecías que se harán realidad debido a su pro-
pia naturaleza.

129
Imagine que la depresión se cierne sobre usted porque se acaba
de trasladar a una nueva ciudad y no le resulta fácil conocer a gen-
te. Un poco por curiosidad y un poco por divertirse, decide ir a la
vidente local para descubrir qué es lo que le alberga el futuro. Ella
coge su dinero, mira la bola de cristal, sonríe y dice que su futuro
aparece brillante; que en unos meses estará rodeado, o rodeada, de
un montón de buenos amigos. Las predicciones de la vidente le rea-
firmarán, y saldrá de la consulta mucho más feliz que cuando entró.
Como ahora se siente mejor, sonríe más y le resulta más fácil con-
tactar con la gente. En resumen, comienza a comportarse de mane-
ra que incrementará sus posibilidades de hacer nuevas amistades. A
las pocas semanas tendrá ya unos cuantos y será usted quien reco-
miende a otros que visiten a la vidente. En realidad, es muy posible
que nuestra amiga no adivine el futuro sino que ayude a crearlo.
Sus comentarios fueron proféticos ya que hicieron que se comporta-
ra de forma que aumentó las posibilidades de hacer realidad sus
expectativas.
Las investigaciones han puesto de relieve que este tipo de profe-
cías influye en muchos aspectos de nuestra vida. En un famoso
experimento realizado en una escuela de Estados Unidos, los psicó-
logos dijeron a los profesores que determinados niños iban a tardar
en madurar, pero que les iba a ir especialmente bien en el futuro.
En realidad, eran muchachos como los demás, habían sido escogi-
dos al azar. Los investigadores examinaron, a lo largo de los meses
siguientes, el efecto que las nuevas expectativas de los profesores
tenían sobre estos alumnos. Sin darse cuenta, su actitud fomentaba
el coraje y el orgullo de estos chicos y les permitió, por ejemplo, hacer
más preguntas de lo normal en la clase. El resultado fue que obtu-
vieron mejores calificaciones y puntuaciones más elevadas en los tests
de inteligencia que el resto de sus compañeros. Las esperanzas que
habían puesto en ellos los profesores hicieron que se comportaran
de un modo que ayudó a hacerlas realidad. 3
Este ejemplo puede aplicarse también a lo que sucede con nues-
tra salud, con nuestro comportamiento en el trabajo o con nuestras
relaciones con los demás. 4 De hecho, nuestra forma de encarar el futu-
ro afecta casi siempre a muchos aspectos de nuestra vida. Mi traba-
jo mostró que las expectativas tan diferentes de la gente con suerte

130
y sin suerte tenían la posibilidad de transformarse en una poderosa
profecía capaz de cumplirse por el efecto que producen y esto, a su
vez, explicaba por qué la gente con suerte frecuentemente consigue
hacer realidad sus sueños, mientras que a la gente sin suerte le
sucede todo lo contrario.

El poder de la esperanza

Nuestras expectativas afectan a nuestro pensamiento y com-


portamiento. Eche un vistazo rápido a la frase que viene a
continuación:

PARÍS
DURANTE LA
LA PRIMAVERA

La mayoría de la gente lee «París durante la primavera».


En realidad, si lee con cuidado verá que dice «París durante la
la primavera». Sin embargo, como no esperamos ver dos «la»
seguidos en la frase, leemos lo que esperamos ver, en vez de
lo que está escrito en realidad.
Otro experimento igual de ingenioso demostró que las expec-
tativas de la gente pueden afectar a su capacidad de reacción.
Se dividió a los participantes en dos grupos. A los del prime-
ro se les dijo que presionaran un botón cada vez que vieran
una luz. A los del segundo, se les dijo primero que imaginaran
que eran pilotos de caza con reacciones muy rápidas. Luego se
les ordenó que ejecutaran la misma tarea que el primer grupo;
es decir, que presionaran un botón cada vez que se encendie-
ra una luz. Por sorprendente que parezca, la gente del segun-
do grupo reaccionó con mucha mayor rapidez que la del pri-
mero. Todos esperaban cumplir bien con su papel pero sus
expectativas afectaron a su comportamiento. De la misma for-
ma, la gente con suerte espera hacer las cosas bien en la vida
y esta actitud es muy importante para alcanzar el éxito.

131
SUBPRINCIPIO 2: LA GENTE CON SUERTE
TRATA DE ALCANZAR S U S OBJETIVOS, AUNQUE S U S
POSIBILIDADES DE ÉXITO S E A N ESCASAS,
Y NO SE DEJA VENCER POR LOS FRACASOS

Veamos cómo influyen esas expectativas en la vida de las personas


con suerte y sin suerte. En la sección anterior describí cómo estas últi-
mas tienen la convicción de que su vida va directa al fracaso. Están
seguras de que no pasarán los exámenes o no encontrarán el traba-
jo que buscan. Todavía peor, creen que no hay nada que puedan hacer
para cambiar el signo de las cosas, que no tienen suerte y que siem-
pre será así. Este convencimiento puede hacer que pierdan las espe-
ranzas y tiren la toalla.
Un sencillo ejemplo nos ayudará a ver hasta qué punto esto es
posible. En páginas anteriores hemos conocido a Lynne, Joe y Wendy.
Todos son ganadores de concursos y creen que, en buena medida,
se debe a que prueban suerte en gran número de ellos. Como dijo
Joe, «Tienes que participar para ganar». Muchas de las personas sin
suerte nos contaron que nunca participaban en concursos ni j u g a -
ban a la lotería porque estaban convencidas de que su mala suerte
les impediría ganar. Como Lucy, una estudiante de veintitrés años
que me decía lo siguiente:

«Desde muy pequeña no participaba en ningún concurso por-


que pensaba que nunca iba a ganar. Recuerdo que cuando tenía
siete años y estaba en la escuela primaria, había una fiesta de
fin de curso y mi madre que estaba allí participó en un sorteo
en mi nombre. Cuando cantaron el nombre del ganador, era el
mío, pero si hubiera sido yo quien lo hubiera hecho, no habría
ganado.»

Está claro que las pobres expectativas de la gente sin suerte tie-
nen muchas posibilidades de convertirse en realidad. Al no partici-
par, es obvio que eliminan sus posibilidades de ganar. Y pasa lo
mismo con otros muchos aspectos importantes de su vida. La falta
de intentos de cambiar, puede hacer que las negras expectativas
sobre su futuro se conviertan en una triste realidad.

132
Otra estudiante poco afortunada que tenía tras de sí todo un his-
torial de exámenes suspendidos, describía así su estado de ánimo
ante las pruebas que tendría que pasar dentro de unos meses:

«Estoy convencida de que voy a suspender. Soy un desastre.


Muchas veces cuando me enfrento a un examen empiezo a pen-
sar: "No tiene sentido que esté aquí. Voy a suspender." Y no
aparezco por miedo al fracaso. Tampoco voy a las repescas por
la misma razón.»

Tenemos también el caso de un hombre que nos contaba que


nunca encontraba trabajo. Le pedí que nos dijera cuáles eran sus
expectativas de cara al futuro:

«Sé que nunca encontraré un trabajo y por eso ya no lo voy a


intentar más. He tirado la toalla. Solía mirar los anuncios por pala-
bras todas las semanas, pero creo que he dado con la clave del
problema: nunca voy a encontrar nada interesante y si lo encon-
trara, algo iría mal. Tengo mala suerte. En realidad, el problema
soy yo.»

Estos comentarios proporcionan una impresionante perspectiva


de cómo la gente se fabrica su propia suerte. Si no vas a un exa-
men es seguro que no lo vas a pasar. Si no buscas un trabajo segui-
rás sin empleo. Y si estamos reacios a quedar con alguien, reducire-
mos nuestras posibilidades de encontrar pareja. Una vez más, vemos
que la suerte, o la mala suerte, se propicia. Los que se consideran
con mala suerte está tan convencidos de que van a fracasar, que no
van a conseguir esas, a veces, ansiadas metas. Esto hace que sus
negras expectativas se conviertan en realidad.
En un momento dado de mi investigación llevé a cabo un senci-
llo experimento para comprobar cómo influyen las expectativas de
la gente que dice no tener suerte en el grado de consecución de sus
objetivos. Les mostré a dos grupos de personas - c o n suerte y sin suer-
t e - los ^nismos puzzles, consistentes en dos piezas de metal entre-
lazadas. Les expliqué que en uno de ellos era posible liberarlas y en
el otro no, pero no los identifiqué. Luego les dije que había lanza-

133
do una moneda al aire para ver cuál le tocaba a cada grupo. En
realidad, a los dos les entregué el mismo puzzle. Les pedí que lo
miraran para ver si les parecía que era posible o imposible abrirlo.
Los resultados fueron sorprendentes. Más del 60 por ciento de la
gente sin suerte dijo que era imposible; mientras que sólo el 30 por
ciento de la gente con suerte dijo lo mismo. Como en muchos otros
aspectos de la vida, los que no se consideran tocados por la varita
de la fortuna abandonan incluso antes de haber empezado.
También tenía curiosidad por ver si las expectativas de las per-
sonas con suerte influían en su comportamiento. Cabía la posibili-
dad de que al estar convencidas de que les iba a ir muy bien en
una entrevista, por ejemplo, se confiaran y no se preocuparan de
prepararla. Pues bien, no pude probar esta suposición. Sus esperan-
zas respecto al futuro no les hacían correr ningún riesgo, muy al
contrario, les motivaban para controlar lo más posible sus actos.
Intentaban conseguir lo que querían, incluso en el caso de que sus
posibilidades de éxito fueran pocas.
Esta idea tan sencilla sustenta uno de los mayores golpes de
suerte de mi vida profesional. Poco después de que iniciara mi pri-
mer trabajo en la universidad, recibí un e-mail que cambió mi vida.
Este correo había sido enviado a casi todos los profesores de las
universidades británicas. Procedía de un grupo de productores de tele-
visión y periodistas que deseaban promocionar la ciencia organizando
un gran experimento en el que pudiera participar el público. Expli-
caban que sería realizado por la BBC y el diario The Daily Tele-
graph; calculaban una audiencia de unos 18 millones de personas y
, pedían ideas para el mismo. Inmediatamente pensé que sería muy
interesante llevar a cabo un amplio estudio sobre la detección del
engaño. Rápidamente tracé un esquema de cómo podría discurrir.
Se podía mostrar a los televidentes una serie de flashes con perso-
nas mintiendo y diciendo la verdad y pedir que dijeran por teléfo-
no si pensaban que la persona estaba siendo sincera o no. También
pensé que sería interesante presentar las imágenes del film en el perió-
dico y pedir la opinión de los lectores. Estuve a punto de no enviar
mi idea porque me parecía que habría miles de profesores que ha-
rían lo mismo y que la mía no tendría muchas probabilidades de ser
elegida. Luego lo pensé dos veces y llegué a la conclusión de que si

134
no lo intentaba, n u n c a lo conseguiría. Unas s e m a n a s m á s tarde,
estaba feliz de ver que mi propuesta había resultado vencedora.
El experimento se realizó en la BBC, en directo, y en el diario
The Daily Telegraph. Respondieron miles de personas; fue todo un
éxito. Luego publiqué los resultados en u n a de las revistas cientí-
ficas más prestigiosas del m u n d o y fui invitado a llevar a cabo
otros experimentos a gran escala. Y todo porque decidí presentar
mi idea, a pesar de que creía que las posibilidades de triunfar eran
escasas.

Suerte, predicciones y salud

Este tipo de predicciones puede tener serias repercusiones en


otra importante faceta de la vida de la gente: su bienestar
físico. En la encuesta anterior vimos c u á n t a s personas sin
suerte creían que iban a sufrir u n a serie de problemas de
salud, como el sobrepeso, el insomnio, o los relacionados con
el alcohol. Pero lo peor de todo es que casi siempre están
convencidas de que no pueden hacer nada por cambiar las
cosas. Han nacido sin suerte y creen que están destinadas a una
vida enfermiza y con negras perspectivas. En contraste, las
personas con suerte creen que, igual que en otros aspectos,
les va a ir muy bien y van a gozar de buena salud.
Las investigaciones llevadas a cabo permiten afirmar que estos
planteamientos tienen un impacto significativo en el bienestar
de la gente. 5 Igual que muchos de los que no tienen suerte no
se presentan a los exámenes porque están convencidos de que
no lo van a hacer bien, o no intentan buscar un trabajo porque
están seguros de no lo van a encontrar, no tiene sentido para
ellos llevar una vida saludable porque están seguros de que
van a enfermar. En consecuencia, no dejan de fumar, no se
preocupan de hacer ejercicio o de llevar una dieta equilibrada.
Tampoco toman muchas precauciones, ni visitan al médico cuan-
do se sienten mal. Están convencidos de que están destinados a
estar enfermos y no hay nada que puedan hacer para evitarlo.

135
Pero, ¿qué pasa con la gente que tiene expectativas mucho más
positivas? ¿Es posible que su actitud la lleve a correr ciertos
riesgos? Quizás muchos están tan convencidos de que no van a
contraer un cáncer que no les preocupa ser fumadores empe-
dernidos. O quizás están tan convencidos de que no van a coger
una enfermedad de transmisión sexual que no se protegen en
sus relaciones. Nada más lejos de la verdad. Mis investigacio-
nes han probado que a mayor optimismo ante el futuro mayor
es la adopción de medidas para asegurarse una vida sana. Hacer
más ejercicio, llevar una dieta equilibrada, tomar las medidas pre-
ventivas adecuadas o prestar atención a lo que le dice el médi-
co son algunas de ellas.
La incidencia de esta actitud y comportamiento está lejos
de ser trivial. Investigadores finlandeses clasificaron a más de
2.000 personas en tres grupos: uno «negativo», que veía el futu-
ro muy negro; otro «positivo», que lo veía con buenos ojos, y
un tercero «neutral», es decir que no se inclinaba ni a un lado
ni a otro. Hicieron un seguimiento de los grupos durante un
periodo de seis años y llegaron a la conclusión de que las
personas del grupo «negativo» tenían mucho más riesgo de
morir de cáncer, de una enfermedad cardiovascular o de un
accidente, que los «neutrales». Por el contrario, los del grupo
«positivo» exhibían una tasa de mortalidad mucho más baja que
los anteriores. 6
En el Capítulo III, vimos cómo la gente sin suerte presenta
un nivel de ansiedad mucho más elevado que los neutrales o
que la gente con suerte. Estas diferencias pueden repercutir
en igual medida en el bienestar de unos y otros. Las personas
con ansiedad son propensas a los accidentes, tanto en su casa
como en su lugar de trabajo 7 , y tienen dificultad para con-
centrarse, ya que piensan más en sus problemas y preocupa-
ciones que en lo que están haciendo o en lo que está suce-
diendo a su alrededor. Por tanto, no es soprendente que tengan
más accidentes. Además, se ha demostrado que este nivel de
ansiedad puede afectar a su sistema inmunológico y rebajar
sus defensas. La gente con suerte es el polo opuesto. Su acti-

136
tud relajada ante la vida la hace menos propensa a los acci-
dentes y a sufrir menos enfermedades relacionadas con la
ansiedad. En resumen, la falta de confianza de las personas
sin suerte les provocan un elevado nivel de ansiedad, y esta
ansiedad propicia a su vez una cuota más alta de lo normal
de accidentes y enfermedades.
También sus creencias y supersticiones contribuyen a
aumentar su ansiedad en determinadas circunstancias. Un
reciente artículo publicado en la revista British Medical Jour-
nal informaba de que los chinos y los japoneses residentes en
Estados Unidos tienen un 7 por ciento más de tasa de morta-
lidad el día 4 de cada mes. Este pico no se produce en el caso
de los americanos nativos. Como el número 4 es el de la mala
suerte para chinos y japoneses, los investigadores han llegado
a la conclusión de que la mortalidad a causa de enfermedades
cardiacas aumenta con el estrés que les produce ese día. Curio-
samente han bautizado este efecto con el nombre de «El perro
de los Baskervilles» debido a que en la novela del mismo nom-
bre, de Arthur Conan Doyle, el personaje Charles Baskerville
sufre un fatal ataque al corazón a causa del estrés. 8
No estoy diciendo que nuestro nivel de bienestar dependa
de nuestra actitud ante la vida —hay algunas enfermedades
que no tienen nada que ver con nuestras creencias ni nuestro
c o m p o r t a m i e n t o - pero sí que puede tener una incidencia
importante en la salud.

Las elevadas expectativas de las personas con buena suerte tam-


bién les motivan para seguir esforzándose frente a la adversidad. Al
comienzo de este capítulo conocimos a Erik, que había conseguido
la mayoría de sus objetivos en la vida: una pareja de la que estaba
enamorado, una familia con la que vivía feliz, y un trabajo con el
que se sentía satisfecho. Erik nos ha explicado lo importante que es
para él tratar de que sus ambiciones se hagan realidad:

«Cada uno se fabrica su propia suerte. Si te quedas en casa sen-


tado y no haces nada, nada sucederá, pero si te lo trabajas, la

137
cosa cambia. Creo que tengo suerte. Aunque a veces el panora-
ma esté un poco negro, sé que al final todo irá bien. Siempre y
cuando sigas luchando. Siempre que no tires la toalla por com-
plicado que sea el problema, o que trates de encontrar una solu-
ción, tendrás esa pizca de suerte que te ayuda a conseguir lo que
quieres.»

Es lo mismo que expresaron muchos otros de los afortunados


participantes. Entre ellos, Marvin, un detective privado de treinta y
tres años, que ha logrado realizar muchas de sus ambiciones a pesar
de que no lo tenía todo a su favor. Atribuye gran parte de su bue-
na fortuna a su confianza en el futuro y enfatiza la importancia de
hacer un esfuerzo para conseguir lo que uno desea en la vida:

«Sé que al final todo va a ir bien. Que me tocará la lotería. Qui-


zás no un millón de dólares, pero sé que voy a conseguir una
cantidad importante. Hay que intentarlo. Si no compras un bille-
te nunca te va a tocar. Si crees que vas a tener suerte, la ten-
drás; es un estado mental. Yo se lo debo a mis padres. Ellos me
transmitieron la idea de que puedes conseguir lo que quieres si
crees lo bastante en ti y eres positivo.»

La perseverancia de Marvin ha dado sus frutos. A pesar de sus-


pender los exámenes de ebanistería en la escuela, solicitó un trabajo
de carpintero en un gran astillero. Fue a la entrevista lleno de ener-
gía y esperanza. Con su entusiasmo, se ganó las simpatías de su
entrevistador y también el puesto. Más tarde, decidió que quería tra-
bajar como detective privado. A pesar de no tener formación ni expe-
riencia, escribió a todas las agencias de la ciudad aunque sin conse-
guir ni una respuesta. En vez de dejarlo, se puso su mejor traje y fue
a visitar la oficina de una de las más importantes de la región. Dio
la casualidad que el director de la compañía estaba en el vestíbulo
cuando él llegó y se pusieron a charlar. Le cayó bien y le ofreció un
trabajo. Unas horas más tarde, Marvin salía de la agencia con su
cartera, sus taijetas de visita y su trabajo soñado en el bolsillo.
Quise hacer un experimento para saber cómo afectaban las expec-
tativas de la gente con suerte y sin suerte a su perseverancia a la

138
hora de resolver un puzzle. Logré que formara parte de un progra-
ma de televisión relacionado con mi trabajo sobre la suerte. Invité a
mi laboratorio a personas encuadradas en uno y otro tipo, todas al
mismo tiempo. Les mostré el puzzle que la televisión había creado
especialmente para el experimento. Consistía en una serie de formas
que encajaban unas con otras hasta formar un gran cubo. Les expli-
qué que cuando salieran de la habitación desharía el cubo y luego
les iría llamando una por una para que trataran de montarlo de
nuevo. Podían tomarse todo el tiempo que quisieran, aunque yo
sabía que, en realidad, era casi imposible de resolver. Me pregunta-
ba cuánto tiempo aguantarían intentándolo.
Había tres personas con suerte y tres sin suerte. Dos de ellas
- M a r t i n y Brenda- ya son viejos conocidos por haber aparecido en
el Capítulo III. Ambos participaron en el experimento que realicé
para demostrar la influencia de la personalidad en la creación y la
percepción de las oportunidades. En ese experimento, Martin, millo-
nario gracias a la lotería, había encontrado el billete de 5 libras que
colocamos en la calle a la entrada de la cafetería y luego había ini-
ciado una agradable conversación con un importante empresario. Pero
¿cómo le iría con los puzzles?
Su compañera de experimento, la desafortunada Brenda, no había
visto nuestro billete de 5 libras en la acera, ni había entablado con-
versación con nadie en la cafetería. ¿Cuánto tiempo duraría con el
puzzle? Martin y Brenda estaban con otros cuatro participantes más.
Craig, que tenía una acreditada reputación de ser propenso a sufrir
accidentes y de tener mala suerte con las vacaciones. Sam, una
atractiva bailarina desgraciada en amores que había tenido muchos
novios pero no había encontrado al hombre de sus sueños. Bernard,
un escalador profesional que había escapado por los pelos a ava-
lanchas y caídas en diversas montañas de todo el mundo y, por
último, Peter, que había ganado dos veces grandes cantidades de dine-
ro en sendos sorteos.
Yo observaba en un circuito cerrado de televisión cómo se enfren-
taba cada uno de ellos al puzzle. El primero fue Martin, el ganador
de premios en la lotería. Como era una persona con suerte pensé
que perseveraría en el intento. Nada más entrar en el laboratorio,
contó el número de bloques y decidió que faltaba uno, por lo que se

139
dijo que no merecía la pena seguir, ¡era imposible resolverlo! Las
habilidades constructoras de Martin debían estar un poco oxidadas
porque se equivocó al contar los bloques y por tanto también al
pensar que era imposible. Era un mal comienzo para mi teoría. Afor-
tunadamente, todos los demás confirmaron mis predicciones. Craig,
Sam y Brenda, todos ellos con el cartel de la mala suerte a sus espal-
das, abandonaron a los veinte minutos, mientras que sus contrarios
Bernard y Peter continuaron mucho más tiempo. De hecho, después
de media hora, estaba claro que no iban a renunciar. Fui al labora-
torio y les pregunté si querían dejarlo. Ambos dijeron que no. Final-
mente, decidí poner fin a sus esfuerzos no sin antes preguntarles cuán-
to tiempo creían que habrían aguantado. Su respuesta fue que hubieran
seguido hasta terminar el puzzle aunque les hubiera llevado horas.
Mi investigación había demostrado que las expectativas de las per-
sonas sin suerte y con suerte eran responsables de que consiguie-
ran, o dejaran de conseguir, muchos de sus objetivos y ambiciones.
Las primeras esperaban que las cosas fueran de mal en peor y
muchas veces abandonaban incluso antes de comenzar. Raramente
insistían ante un fracaso. Las segundas esperaban que las cosas fue-
ran bien y, por tanto, estaban más predispuestas a intentar conse-
guir sus objetivos, y a perseverar, a pesar de que las posibilidades
de éxito fueran escasas. Estas diferencias de comportamiento eran
la causa de la aparente buena suerte o mala suerte. Significaban
tanto como ganar o perder competiciones, pasar o no pasar exáme-
nes, y tener éxito o no en el amor.

SUBPRINCIPIO 3: LA GENTE CON SUERTE E S P E R A QUE SU


RELACIÓN CON LOS D E M Á S SEA FLUIDA Y POSITIVA

Hasta aquí he descrito cómo influyen las diferentes expectativas de


la gente con suerte y sin suerte en sus pensamientos, sentimientos y
comportamiento. Cómo los del primer grupo tienen más posibilida-
des de conseguir sus objetivos y superar los fracasos. Sin embargo,
hay una pieza que falta para completar el rompecabezas y que expli-
ca, una vez más, por qué las personas con suerte consiguen con
tanta frecuencia lo que quieren, cosa que no les sucede a las perso-

140
ñas sin suerte. Se trata de cómo se relacionan socialmente y de la
respuesta que obtienen.
Un sencillo ejemplo puede ilustrar, de nuevo, mi teoría. Imagine-
mos que acude a una cita a ciegas. Se ha puesto de acuerdo para
encontrarse en un restaurante con una persona amiga de un amigo.
No la conoce, pero su amigo le ha dicho que es simpática, agrada-
ble y receptiva. Analicemos la influencia de estas expectativas en
su comportamiento.
Imagine que entra en el restaurante, ve a la persona y se sienta
enfrente de ella. Rápidamente, sucederá lo siguiente. Primero, como
espera que su acompañante sea agradable, se siente feliz y sonríe.
Segundo, su acompañante parece sonreír y supone, correctamente,
que le ha caído bien. Tercero, su sensación hacia usted es muy posi-
tiva, porque usted parece compartir ese sentimiento. Cuarto, como
se siente tan bien le devuelve la sonrisa. Quinto, el ver su sonrisa le
refuerza en la idea de que es una persona simpática. Todo esto suce-
de, tras el encuentro, en el lapso de unos pocos segundos. Ninguno
de los dos ha abierto la boca ni es consciente de todo ello.
Es un claro ejemplo de cómo nuestras expectativas pueden hacer
que determinado comportamiento las convierta en realidad. Usted espe-
raba que su pareja fuera simpática. Esto provocó, primero, su sonrisa,
y luego un comportamiento recíproco por su parte, lo que la hizo
aparecer, a su vez, agradable y simpática. Pero todo podría haber sido
diferente. Imagínese que le han dicho que la persona tiene fama de
ser bastante antipática. Si hubiera sido éste el caso, no hubiera espe-
rado con ilusión la cita y no hubiera sonreído al encontrarse. Como
resultado, tampoco él le hubiera sonreído a usted, lo que reforzaría la
sensación de que no era una persona agradable. Es bastante convin-
cente. Nuestras ideas preconcebidas sobre otras personas influyen en
nuestra forma de actuar y en la respuesta que obtenemos. Y sus efec-
tos van mucho más lejos que el recibir o no una amable sonrisa
cuando nos encontramos con alguien por primera vez.
Analicemos un poco más su cita a ciegas. Tras intercambiar las
sonrisas iniciales, comienzan a charlar. De antemano le habían dicho
que la otra persona era muy sociable y extravertida. Una vez más
sus prejuicios, en este caso positivos, influyen en su actitud. Puede
que le pregunte si ha estado en alguna fiesta divertida o si le gusta

141
charlar con la gente. De esta forma influirá también en la otra per-
sona. Esta clase de preguntas anima a hablar sobre fiestas y sobre
gente, y disuade de decir, por ejemplo, que le gusta mucho leer
libros o pasar el rato a solas pensando. De nuevo, sus expectativas
incrementan las posibilidades de que su pareja las haga realidad.
Exactamente lo mismo sucede con las relaciones sociales. Las
personas con suerte esperan conocer a gente interesante y divertida
y que la comunicación sea buena. Las personas sin suerte están en
el polo opuesto. Creen que su destino es conocer a gente triste y
aburrida. Estas ideas preconcebidas influyen en la respuesta de los
demás y, a largo plazo, juegan un importante papel en la consecu-
ción del éxito y la felicidad de unos y otros.
En el trabajo, la gente con suerte espera que los que están a su
alrededor sean productivos y competentes, que sus relaciones profe-
sionales sean provechosas y vayan por buen camino. En contraste,
la gente sin suerte no espera que sus compañeros sean especialmen-
te competentes, o que su relación con los clientes sea precisamente
buena. Las investigaciones realizadas han demostrado que esta suer-
te de expectativas tiene especial importancia en lo que se refiere a
los negocios.
En un estudio se mostró a los entrevistados una serie de formu-
larios de solicitud de trabajo presentados por los candidatos a un deter-
minado puesto y se les pidió que, de antemano, los calificaran como
buenos o malos. Luego se les filmó entrevistando a cada candidato.
Cuando el entrevistador tenía ante sí a un candidato del que espera-
ba mucho, se mostraba afable y simpático, su reacción era muy posi-
tiva y su actitud alentadora. Cuando era flojo, su reacción, sin darse
cuenta, era mucho menos cordial y su actitud desalentadora. Estas
diferencias provocaban que los aspirantes al puesto se comportaran
de muy diferente forma. A quienes les tocó un entrevistador que les
miraba de manera positiva desarrollaron una mejor relación, se rieron
más y causaron mucha mejor impresión. 9 En resumen, las expectati-
vas de los entrevistadores influyeron en el comportamiento de los
solicitantes del trabajo. Las buenas expectativas les ayudaron a ex-
traer lo mejor de la gente, mientras que las negativas sacaron lo peor.
Una y otra vez los estudios han mostrado que la actitud de los
dirigentes tiene una gran incidencia en la productividad del perso-

142
nal a sus órdenes. Los jefes que esperan mucho de sus subordinados
los motivan a actuar bien, mientras que los que esperan poco o
nada hacen que se desanimen y sean improductivos. Es un fenóme-
no comprobado en diferentes niveles y tipos de trabajo, desde los
seguros hasta las telecomunicaciones, desde los presidentes de con-
sejos de administración hasta los puestos más bajos del escalafón.
En el mundo de los negocios, hay expectativas que tienen el poder
de convertirse en auténticas profecías. 10
Pero su influencia no se limita al mundo de los negocios. En
otro estudio, se pidió a los hombres que participaban en el mismo
que mantuvieran una conversación telefónica de diez minutos con
una mujer. Anteriormente se les había mostrado una fotografía y se
les dijo que era la mujer con la que iban a hablar. En unos casos
era muy atractiva y en otros no. Lo cierto era que todos iban a
hablar con la misma mujer. Pues bien, los que creían que estaban
conversando con una belleza fueron mucho más amables y abiertos
que los que pensaban que lo estaban haciendo con una fea. Y no
sólo eso, sino que su actitud influyó en la respuesta de la mujer.
Más tarde, los investigadores hicieron escuchar parte de la conver-
sación a otras personas y les pidieron que dijeran si se imaginaban
a una mujer atractiva o no. Todos tendieron a calificar a la mujer
como atractiva cuando había estado hablando con un hombre que
pensaba que era atractiva y como poco atractiva cuando lo hacía
con un hombre que pensaba que era poco atractiva. Las expectati-
vas de los hombres repercutieron en su comportamiento y provoca-
ron, a su vez, que sus interlocutoras se comportaran de forma que
las hicieran realidad, que se convirtieran en verdaderas profecías. 11
Igual que las expectativas de los hombres del experimento influ-
yeron en su forma de hablar a las mujeres, y en la respuesta de
éstas, las diferentes expectativas de la gente sin suerte y con suerte
ejercen una gran influencia en sus relaciones con los demás.
Veamos el caso de Jill, una desempleada de veintitrés años que
vive en Carolina del Norte. Ha tenido mala suerte en muchos aspec-
tos de su vida, pero sobre todo a la hora de buscar trabajo:

«Siempre he tenido mala suerte. Últimamente he estado buscando


un empleo decente que me permita vivir y al mismo tiempo tener

143
una carrera profesional. Pero la economía pasa por un mal momen-
to, por eso, cuando terminé mis estudios hace un año, no había
muchas ofertas de empleo y, aunque he estado buscando algo sin
parar, no encuentro nada. Sé que soy buena, que trabajo mucho y
bien. Que tengo mucho que ofrecer y que decir. Que mis relacio-
nes con la gente son estupendas. Hice más de 25 entrevistas para
los puestos más diferentes que uno pueda imaginar, ventas, mar-
keting, administración... pero no he conseguido nada. A veces esta
situación me hace pensar que las cosas no van a mejorar, que la
vida es así. Poco a poco empecé a sentirme cada día más desgra-
ciada y a pensar que nunca conseguiría un trabajo. Esto influía en
mi comportamiento en las entrevistas, me preguntaba incluso por
qué acudía si no me iban a contratar. Me obligaba a pensar que
tenía que esforzarme y ser mejor que la persona que me había
precedido. Cada vez estaba más estresada, y esto la gente lo nota.
Mis respuestas no eran las adecuadas, quizás estaban allí pero yo
no las encontraba porque era un manojo de nervios.»

Las personas con suerte son el polo opuesto. Muchos nos han
descrito cómo su optimismo les ayudaba a tener éxito en múltiples
aspectos de la vida. En lo que se refiere al ámbito profesional, nos
contaban que pensaban que todo iba a ir bien y que esperaban mucho
y bueno de sus clientes y colegas. Tenemos el caso de Lee. Hemos
visto lo afortunado que es. Ha escapado, por poco, a varios acci-
dentes y ha conocido a su esposa casi por casualidad. Pero la suer-
te está con él sobre todo en el trabajo: es agente de ventas y direc-
tor de marketing y ha ganado varios premios y galardones. En el
capítulo anterior, comprobamos que debe mucho de su éxito a su
capacidad intuitiva. Pero ésta no es toda la historia. También eleva
su nivel de confianza en el futuro utilizando una técnica que él
denomina «sueños-deseo»:

«Si quiero algo, lo sueño. Solía hacer esto cuando trabajaba en ven-
tas y la empresa hacía una especie de competición para premiar
al que más vendiera. Soñaba que era el mejor y que recibía el
premio. A veces faltaban seis meses para la final y yo ya estaba
soñando. Entonces planificaba llamadas telefónicas, me imagina-

144
ba charlando con el posible comprador y su actitud receptiva ante
mi oferta. Con independencia de que conociera a la persona o no,
la veía diciendo cosas positivas. En muchos cursos de formación
he mencionado esta técnica y la gente seguramente pensaba que
estaba loco. Pero todas las veces que la he practicado, las ventas
han comenzado a subir, así que he seguido haciéndolo. Dado el éxi-
to obtenido, estoy seguro de que hay algo de cierto en ella.»

Los «sueños-deseo» de Lee le ayudan a esperar lo mejor de su


relación con los demás. Esto influye de tal manera en su actitud
que los convierte en verdaderas profecías.
La gente con suerte también decía que esperaba conocer a per-
sonas interesantes y atractivas y que sus relaciones fueran buenas.
Estas expectativas pueden convertirse en auténticas profecías. Qui-
zás el ejemplo más curioso, y a la vez convincente, sea el de Andrew,
un joven de veinticinco años, de profesión administrador, que vivía
en Napa, California. En una entrevista, Andrew describía así su vida:

«Es extraño. Las cosas siempre me han ido bien. Sé que vaya a
donde vaya, siempre encontraré un trabajo y un sitio agradable
para vivir. Toda la vida me ha sucedido así, sin preocuparme, sin
más ni más. Desde que tenía dieciséis años, siempre que pido un
trabajo me contratan inmediatamente. Esto me da mucha con-
fianza a la hora de viajar y de moverme.
Pero gran parte de mi suerte se ha concentrado en mi vida amo-
rosa. Empecé a salir con chicas a los quince años. No estoy mal,
pero así y todo me parece que me relaciono con mujeres que, en
principio, estarían más allá de mis posibilidades. Todo lo que
tengo que hacer es sentarme y hablar; da igual que piense que
es una chica que no está al alcance de mi mano: empiezo a char-
lar y casi siempre la cosa termina bien. He salido con lo mejor,
con la flor y nata de mi pueblo. Ahora tengo novia formal y es
una mujer increíble. ¡Parece imposible que alguien como yo esté
con una chica como ella!»

Parecía que Andrew establecía, como por arte de magia, unas exce-
lentes relaciones con la gente. Le pregunté qué es lo que esperaba

145
de las personas en general. Como mucha gente con suerte me dijo
que esperaba que fueran personas abiertas, amables y simpáticas. Lo
más curioso de todo es cómo se forjó en él esta forma de relacio-
narse con los demás:

«Mi madre murió cuando yo tenía siete años. Se piensa que es lo


peor que le puede pasar a un niño. Y es lo que yo pensé duran-
te mucho tiempo. Ahora, cuando recuerdo su muerte, me doy
cuenta de que en el fondo fue una extraña bendición. Todos mis
profesores pensaban que debían ser amables conmigo, así que
me proporcionaban una ayuda extra. Los adultos me trataban
con mucho cariño y respeto. Así fueron mis primeras impresio-
nes en el trato con los mayores, y así mi vida transcurrió tran-
quila y feliz. Me acostumbré a esperar lo mejor de todos los que
me rodeaban. Por eso ahora veo, al menos en principio, el lado
bueno de todo el mundo. Lo contrario tienes que probarlo.»

La desgraciada pérdida de su madre a tan temprana edad hizo que


Andrew tuviera una serie de encuentros positivos con los mayores. Estas
experiencias le llevaron a esperar lo mejor de las personas que fue
conociendo en su vida de adulto y, en consecuencia, esta actitud tan
positiva ha hecho que la gente le pagara con la misma moneda. Es
un ejemplo llamativo de cómo las expectativas de la gente con suer-
te pueden convertirse en auténticas profecías y ayudarla a hacer rea-
lidad muchos de sus sueños y ambiciones más queridas.

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 11

Su Perfil de la Suerte: Principio n ú m e r o 3

¿Recuerda el Perfil de la Suerte que cumplimentó en la pági-


na 20? Los puntos 6, 7 y 8 de este cuestionario se refieren a
los subprincipios de los que hablamos en este capítulo. El 6 le
pregunta hasta qué punto espera que el futuro sea bondadoso
con usted, el 7 si trata de conseguir lo que desea en la vida,

146
incluso cuando sus posibilidades son escasas, y el 8 se refiere
a sus relaciones con la gente.

Puntuación
Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de
estos aspectos, y sume las tres cifras para obtener el total (vea
el ejemplo siguiente). Ésta será su puntuación para el tercer
principio de la suerte.

Puntuación
Propuesta
(1-51

6 Casi siempre confío en que me sucedan cosas bue- 3


nas en el futuro.

7 Trato de conseguir lo que quiero en la vida, inclu-


4
so si las posibilidades de éxito parecen escasas.

8 Creo que la mayoría de la gente que voy a cono-


4
cer va a ser amable y simpática conmigo.

Total del tercer principio de la suerte 11

Ahora mire la escala que viene a continuación para saber


si la puntuación obtenida es alta, media o baja. Apunte en su
cuaderno ambas cosas -puntuación y categoría- ya que serán
importantes a la hora de ver cómo mejorar su suerte.

Puntuación baja Puntuación Puntuación alta


media

3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15

11 = Media
He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral
que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte sue-
len obtener una puntuación mucho más elevada que el resto.
Por el contrario, los que tienen mala suerte obtienen los resul-
tados más bajos (véase el gráfico que figura a continuación).

147
R E S U M E N DEL CAPÍTULO

Las personas con suerte y sin suerte parece que viven en mundos dife-
rentes. Por mucho que lo intenten, estas últimas parecen incapaces
de conseguir lo que desean, mientras que las primeras hacen reali-
dad sin ningún esfuerzo sus sueños y ambiciones más queridas. Mi
investigación ha revelado que uno y otro grupo tiene muy diferen-
tes expectativas para el futuro. Los que se consideran sin suerte
están seguros de que se presenta muy negro y de que no pueden hacer
nada para cambiar la situación. Por el contrario, los que se sienten
afortunados son el polo opuesto. Están seguros de que todo va a ser
maravilloso y de que les aguardan grandes cosas. Esta visión tan
distinta ejerce una influencia considerable en el pensamiento y com-
portamiento de las personas: determina su afán de lucha para con-
seguir lo que desean, hasta qué punto van a persistir ante los fra-
casos o cuál va a ser su actitud ante los demás y la respuesta de
éstos. Todo ello, a su vez, transforma lo que son simples expectati-
vas en auténticas profecías que afectan a la vida personal y profe-

148
sional. Ni la gente con suerte logra sus objetivos por casualidad, ni
la que no la tiene está destinada a no conseguir nada en la vida. Al
contrario, sus planteamientos extremados son responsables de bue-
na parte de sus éxitos y fracasos. Porque tanto unos como otros
tienen profundas convicciones y expectativas respecto al futuro, y
estas expectativas tienen el poder de crear ese futuro.

PRINCIPIO NÚMERO 3: SEA POSITIVO EN S U S EXPECTATIVAS

Las expectativas de las personas con suerte les ayudan a hacer rea-
lidad sus sueños y ambiciones.

Subprincipios:
1. La gente con suerte espera que su buena fortuna continúe en el
futuro.
2. La gente con suerte intenta lograr sus objetivos, aunque sus posi-
bilidades de éxito sean escasas, y no se deja vencer por los fracasos.
3. La gente con suerte espera que su relación con los demás sea
fluida y positiva.

A U M E N T E SU SUERTE

Principio número 3: Sea positivo en sus expectativas

Las siguientes técnicas y ejercicios le ayudarán a ser más optimista


respecto al futuro y a lograr sus sueños y ambiciones. Lea deteni-
damente y piense cómo puede incorporarlos a su rutina diaria. En
el Capítulo VIII, incluyo un programa sistematizado que explica la
mejor forma de hacerlo para, en definitiva, propiciar la suerte.

1. Confíe en el futuro

La gente con suerte mira con buenos ojos al futuro. Espera que la
fortuna la acompañe siempre, incluso en situaciones que no están
bajo su control. Estas expectativas ejercen gran influencia en su vida:

149
se convierten en verdaderas profecías anunciando lo que más tarde se
hará realidad. Recordemos a Marvin, el afortunado detective privado,
y cómo su confianza le ayudó a conseguir el trabajo de su vida. O a
Erik, que tenía mucha suerte en el amor y disfrutaba en todos los
trabajos que había tenido. Erik siempre piensa en positivo respecto al
futuro. Si mira por la ventana y está lloviendo, se dice a sí mismo:
«¡Estupendo, m a ñ a n a tendré flores en el jardín!» Me gustaría que
dedicara un rato al comienzo de cada día a pensar en la forma en
que Marvin y Erik propician la buena suerte a lo largo de su vida.
Recuerde que las personas con suerte no se arriesgan a pesar de que
crean que la buena fortuna persistirá en el futuro. Convénzase de que
el suyo se presenta brillante y lleno de presentes. Fíjese expectativas
realistas, pero de altura. Avance paso a paso y vea lo que sucede.

Ejercicios

Reafirme su suerte

Unas simples afirmaciones pueden tener efectos muy benefi-


ciosos sobre nuestra forma de sentir y de pensar. Muchas per-
sonas con suerte comienzan el día recordándose su buena for-
tuna. Durante las próximas semanas me gustaría que al comienzo
de cada día repitiera en voz alta las siguientes frases:

«Soy una persona con suerte y hoy me va a acompañar una


vez más.»
«Sé que en el futuro todavía voy a tener más suerte.»
«Me merezco la suerte y hoy la voy a tener.»
Al principio le parecerá un poco raro, pero no a b a n d o n e y
verá la diferencia.

Fije sus objetivos

Este ejercicio trata de que fije sus expectativas en la direc-


ción correcta, identificando los objetivos adecuados. Escriba

150
los siguientes encabezamientos en una nueva pagina de su Cua-
derno de la Suerte:

- Objetivos a corto plazo


- Objetivos a medio plazo
...Objetivos a largo plazo
Ahora haga tres listas. La primera contendrá sus objetivos
a corto plazo, los que quiere conseguir el próximo mes, por
ejemplo. La segunda, los que quiere alcanzar durante los pró-
ximos seis meses, más o menos. Finalmente, su lista a largo
plazo incluirá los objetivos que se proponga lograr el próxi-
mo año o más adelante.
La mayoría de la gente encuentra esto un poco complica-
do. Para paliar esta dificultad aquí tiene algunos consejos que
le servirán de ayuda
Piense en objetivos que cubran cualquier aspecto de su vida,
tanto en lo que se refiere a lo profesional como a lo personal.
Trate de que sean lo más concretos posible. En vez de escri-
bir fiases de tipo general como, por ejemplo, «Me gustaría ser
feliz», procure reflexionar un poco y elaborar una frase que
refleje lo que le haría feliz. Por ejemplo, tener un amor o encon-
trar un trabajo que le guste. Luego vaya aún más lejos, piense
en el tipo de pareja que le gustaría tener, o en el trabajo que le
resultaría más satisfactorio. El fijar metas concretas resulta
mucho más eficaz que quedarse en objetivos generales.
Y lo más importante de todo: fíjese objetivos alcanzables.
La gente con suerte alberga grandes expectativas para el futu-
ro, pero no espera conseguir lo imposible. Y recuerde que
debe volver a su lista y revisarla cada vez que haya conse-
guido alguno de sus propósitos. Vaya poco a poco.
Puede que le resulte de ayuda anotar una fecha tope para
alguno de sus objetivos más importantes. Sea también realis-
ta con las fechas.
La lista representa sus expectativas para el futuro, los obje-
tivos que intenta conseguir con su buena suerte. Léalos de
vez en cuando y controle sus progresos.

151
2. Intente alcanzar objetivos y no temer al fracaso

Anteriormente, hemos visto cómo las expectativas tan poco positi-


vas de las personas sin suerte les hacen abandonar a veces incluso
antes de que se hayan puesto manos a la obra. No acuden a las
citas que han concertado y por eso les resulta más difícil encontrar
u n a pareja. No se presentan a los exámenes y, en consecuencia,
están seguras de que no van a pasar. No actúe ni piense como ellas.
Deje que su visión positiva le motive para intentar conseguir lo que
quiere, incluso si las posibilidades de victoria son escasas. Recuerde
el experimento en el que pedí a una serie de personas que resolvie-
ran los puzzles. La gente con suerte estaba preparada para perseve-
rar, incluso frente a la adversidad. Siga su ejemplo. Esté abierto a la
idea de tomarse un descanso o de buscar otra forma de llegar a su
meta, pero prepárese para intentarlo una y otra vez hasta que lo logre.

Ejercicio

Análisis coste-beneficio

Algunas personas con suerte reconocieron que automoti-


varse para perseverar ante un fracaso es, a veces, difícil. Para
ayudarse, algunas hacían el siguiente ejercicio cuando les
parecía que estaban a punto de tirar la toalla.
Primero, escriba el objetivo que quiere alcanzar en su Cua-
derno de la Suerte. Luego, trace una línea vertical en el cen-
tro de la página y en la columna de la izquierda ponga el
título «Beneficios» y en la de la derecha «Costes».
A continuación, piense que la suerte le va a ayudar a con-
seguir su objetivo. Imagínese que lo ha logrado y que ha
hecho realidad lo que más deseaba. Como por arte de magia,
su sueño ha dejado de serlo, es ya algo tangible. En la colum-
na de «Beneficios» anote todos los que se derivan de la meta
alcanzada. Por ejemplo, cómo haberlo logrado le hace sentir-
se mejor y enriquece su vida personal o profesional. 0 cómo

152
incrementa su nivel económico, añade sentido a su vida, o ayu-
da a los que dependen de usted. No se deje nada en el tinte-
ro, escriba todo lo que se le ocurra.
Ahora, en la columna de «Costes» anote algunas de las cosas
que tendrá que hacer para conseguir su objetivo o insistir has-
ta que lo consiga. Quizás tenga que escribir algunas cartas, enviar
algún fax o e-mail, o hacer llamadas telefónicas. Posiblemente
deba acudir a varias reuniones o cambiar de hábitos.
Finalmente, vuelva la vista atrás y revise las dos listas.
Una vez más, imagínese que ha conseguido lo que quería y
compare los costes asociados a los beneficios. Cuando la gen-
te hace este ejercicio se da cuenta de que los beneficios supe-
ran con mucho a los costes y decide que ha llegado el momen-
to de actuar.

3. Procure que s u s relaciones sean fluidas y positivas

La gente con suerte tiene también grandes expectativas sobre sus rela-
ciones con los demás. En el terreno personal, espera que la gente de
su entorno sea interesante y divertida. ¿Recuerda a nuestro amigo
Andrew? La fortuna le ha acompañado siempre y ha tenido relacio-
nes con mujeres que, en palabras suyas, son «lo mejor de lo mejor».
El secreto de su éxito no tiene nada que ver con su aspecto o con
su cuenta bancaria. Sólo tiene que ver con la forma tan positiva
con la que encara el futuro. Espera que la gente que va a conocer
sea agradable y simpática. Una y otra vez sus expectativas se hacen
realidad. Y aplica la misma técnica en su vida profesional. La gen-
te con suerte espera que sus relaciones con los compañeros y con
los clientes sean productivas y agradables.
¿Recuerda a Lee? Es un gran director de marketing y de ventas
a causa de su habilidad con los «sueños-deseo». Imagina hasta las
llamadas telefónicas y reuniones que tendrá que hacer antes de que
sucedan y que la gente implicada va a ser receptiva. Una vez más,
sus expectativas tan positivas tienen el poder de convertirse en rea-
lidad; son verdaderas profecías. Trate de adoptar la misma actitud que
Lee y que Andrew: Puede que se sorprenda de sus efectos.

153
Ejercicio

Visualice la b u e n a suerte

A lo largo de mi investigación, los participantes con suer-


te se referían, en más de una ocasión, a cómo se ven a sí
mismos experimentando las consecuencias de esa buena suer-
te que les acompaña. Siempre que se enfrente a una situación
importante - y a sea una entrevista de trabajo, una cita amo-
rosa, o una reunión c l a v e - trate de hacer el ejercicio siguien-
te y compruebe lo que sucede.
Busque un lugar tranquilo y un sillón confortable. Cierre
los ojos y relájese. Respire profundamente. Imagínese en una
situación que está por venir. Piense en el entorno, en la gen-
te que estará allí, en el paisaje y en los sonidos.
Ahora imagínese feliz en esa situación. Si visualiza la entre-
vista de trabajo, véase como una persona competente y con
conocimientos. Piense en las preguntas que le harán e imagí-
nese dando buenas respuestas. Si lo que le espera es una cita,
véase como alguien confiado y relajado. Si está ante una reu-
nión complicada, imagine a todo el mundo afable y coopera-
dor. Trate de visualizar hasta el mínimo detalle. Piense en lo
que le gustaría llevar y en cómo querría comportarse. Trate
de anticipar lo que otras personas puedan decir y lo que usted
respondería. Puede ser hasta divertido ponerse en el lugar de
los otros y luego volver al suyo.
Y lo más importante de todo: concéntrese en lo que espe-
ra de su buena suerte y trabaje para conseguirlo.
Por último, abra los ojos lentamente y convierta en reali-
dad sus expectativas.

154
VI.
PRINCIPIO NÚMERO U:
CAMBIE EL SIGNO DE SU SUERTE

PRINCIPIO: LA GENTE CON SUERTE ES CAPAZ DE


POSITIVAR SU MALA FORTUNA

Hasta aquí, hemos explorado tres principios de los que se valen las
personas con suerte para propiciarla. Pero su vida no es siempre un
camino de rosas. A veces, la mala suerte también se cruza en su cami-
no. Mis investigaciones para conocer la manera en que se enfrentan
a ella y a cualquier situación negativa sacaron a la luz un cuarto prin-
cipio: u n a manera muy peculiar de t r a n s f o r m a r la mala fortuna,
que también la tienen, en sorprendente buena suerte.
En Japón hay un amuleto de la suerte conocido con el nombre
de Daruma Dolí. Se llama así por el nombre de un monje budista
que, según la leyenda, estuvo tanto tiempo sentado haciendo medi-
tación que sus brazos y piernas desaparecieron. El Daruma Dolí
tiene forma de huevo, con la base pesada y redondeada. Cuando
se le golpea siempre recupera su posición, nunca llega a caerse. La
gente que tiene suerte es igual que el Daruma Dolí. No es que no
se tope con la mala fortuna, sino más bien que, cuando ésta apa-
rece, es capaz de mantenerse firme y no dejarse abatir. Mi inves-
tigación descubrió el porqué. Fue igual que si desenroscara el
Daruma Dolí, mirara en su interior y descubriera por qué se balan-
cea pero no se cae. El secreto de su habilidad para cambiar el sig-
no de la suerte, para cambiar la mala suerte en buena, reside en
cuatro técnicas. En c o n j u n t o f o r m a n un escudo invencible que
defiende a las personas con suerte contra los embates de la extra-
vagante fortuna

155
SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON SUERTE PROCURA VER
S I E M P R E EL LADO POSITIVO DE LAS COSAS

Eche un vistazo a la siguiente ilustración. Muestra a dos personas


que parecen no ser muy felices. Sin embargo, como tantas cosas en
la vida, todo es según cómo se mire. Si le da la vuelta al libro y obser-
va de nuevo a los personajes los verá más felices. La situación no
ha cambiado, pero sí la forma en cómo los mira. La gente con suer-
te hace lo mismo cuando se topa con la mala fortuna: le da la vuel-
ta a la situación y ve las cosas desde otra perspectiva.

Imagine que ha sido elegido para representar a su país en los


Juegos Olímpicos. Compite, lo hace muy bien y gana una medalla
de bronce. ¿Cómo cree que se sentiría? La mayoría de nosotros, sos-
pecho que estaría orgullosa y no cabría en sí de contento. Ahora, ima-
gínese que tiene una segunda oportunidad y que está compitiendo
de nuevo en los Juegos Olímpicos. Esta vez, lo hace todavía mejor
que la primera y gana una medalla de plata. ¿Cómo se siente? La
mayoría de nosotros se sentiría todavía más feliz ganando la meda-
lla de plata en vez de la de bronce. No es sorprendente. Después de
todo, las medallas son el reflejo de lo que hemos hecho, y la de
plata indica una mejor actuación que la de bronce.
Pero la investigación sugiere que los atletas con medalla de bron-
ce son más felices que los que ganaron la de plata. Y la razón reside
en la forma en la que los atletas enfocan su actuación. Los que obtu-
vieron la plata piensan que si hubieran estado un poco mejor, segu-
ramente habrían conseguido el oro. Por el contrario, los que consi-
guieron el bronce se consuelan pensando que si hubieran estado un

156
poco peor no habrían ganado nada. 1 Los psicólogos denominan a nues-
tra habilidad para imaginar lo que podría haber sucedido, en vez de
lo que en realidad ha pasado, «pensamiento contra-factual».

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 12

Califique su suerte

Lea cada uno de los posibles escenarios que describo a


continuación e imagínese como protagonista. En u n a nueva
página de su cuaderno, califique el hecho como desafortuna-
do o afortunado, asignándole un número de la siguiente esca-
la, y explique en unas líneas el porqué de su puntuación.

Escenario 1: Imagine que ha frenado bruscamente su coche


porque el semáforo se ha puesto rojo y que le golpea el vehí-
culo que estaba detrás. Su coche sufre serios desperfectos y
usted un traumatismo cervical de carácter leve.
¿Cómo calificaría este hecho si le hubiera sucedido real-
mente?

Desafortunado -3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Afortunado

¿Por qué?

Escenario 2: Imagine que necesita un préstamo. Acude a


su banco y explica al director la situación. Éste rehúsa pres-
tarle toda la cantidad que pide, pero dice que no hay ningún
problema en concederle la mitad.
¿Cómo calificaría este hecho si le hubiera sucedido real-
mente?

Desafortunado -3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Afortunado

¿Por qué?

Escenario 3: Imagine que pierde su cartera con algo de dine-

157
ro en efectivo, sus taijetas de crédito y unos cuantos objetos
personales de valor sentimental. Al día siguiente, la policía la
encuentra y se la entrega. Cuando examina su interior se da
cuenta de que han desaparecido el dinero y las tarjetas de
crédito, aunque sus objetos personales siguen allí.
¿Cómo calificaría este hecho si le hubiera sucedido realmente?

Desafortunado -3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Afortunado

¿Por qué?

Puntuación
Compruebe las calificaciones que ha asignado a cada uno
de los tres escenarios. Las personas con mala suerte tienden a
dar dos o más puntos negativos, mientras que las que la tie-
nen buena suelen dar dos o más puntos positivos.
A continuación, eche un vistazo a las razones que ha dado
para justificar sus calificaciones. ¿Qué revelan sobre su mane-
ra de enfocar lo que le sucede en la vida? Una vez más, la
gente que se considera sin suerte tiende a concentrarse en los
aspectos negativos y a escribir sobre lo que habría pasado si
las cosas hubieran ido mejor. En cambio, la gente que se con-
sidera afortunada ve las cosas de manera más positiva y lo
refleja imaginando qué habría pasado si lo sucedido hubiese
sido mucho peor.
Este capítulo explica cómo estas formas tan diferentes de
encajar la mala fortuna están muy relacionadas con nuestra
capacidad para cambiar el signo de la suerte. Es decir, para
transformar la mala suerte en buena.

Me preguntaba si las personas con suerte utilizarían el pensa-


miento contra-factual para mitigar el impacto emocional cuando les
toca bregar con la mala fortuna. 2 Si, cada vez que sufren algún
golpe de mala suerte, se plantearían que las cosas podrían haber ido
peor y, en consecuencia, se sentirían bien a pesar de todo. Para des-
cubrirlo, decidí enfrentar a gente con buena y mala suerte a esce-
narios negativos y estudiar sus reacciones. Este trabajo lo llevé a

158
cabo con la colaboración de mi entonces asistente, Matthew Smith,
y otro psicólogo de la Universidad de Hertfordshire, el Dr. Peter Harris.
Recurrimos a algunas de las experiencias que nos habían descrito
en las entrevistas y en las cartas e ideamos unos cuantos escena-
rios.
El primero se basaba en una carta que yo había recibido al
comienzo de mi investigación. Era de un hombre llamado Ronald, y
describía una serie de acontecimientos extraños y desafortunados.
Meses atrás, estaba en un andén de la estación cuando un descono-
cido se le acercó y le disparó a bocajarro con una escopeta de aire
comprimido. Ronald trató de detenerle pero, en la refriega, el hom-
bre en cuestión sacó una navaja y le rajó la cara. Fue un ataque
despiadado y al azar. Ronald estaba en .el lugar y en el momento equi-
vocados. En su carta decía que pensaba que había tenido la mala suer-
te de haber sufrido ese ataque, pero que si hacía balance se sentía
satisfecho porque el balín atravesó su laringe por la izquierda, y no
por la derecha, donde habría dañado gravemente sus cuerdas voca-
les. Utilizamos una versión simplificada de la experiencia de Ronald
como base para el primer escenario del experimento.
Pedimos a cada uno de los participantes con suerte y sin suerte
que imaginaran que estaban haciendo cola en un banco a la espera
de ser atendidos. De repente, entra un ladrón armado y dispara. La
bala atraviesa su brazo. Luego, les pedimos que indicaran hasta qué
punto les parecía que habían tenido buena o mala suerte, eligiendo
un número de la siguiente escala:

Mala suerte -3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Buena suerte

Las diferencias entre ambos grupos fueron sorprendentes.


En el capítulo anterior conocimos a la desafortunada Clare, que
arrastra una larga serie de rupturas en sus relaciones de pareja y
nunca ha disfrutado en ninguno de los muchos trabajos por los que
ha pasado. Clare consideró que el ser herida en el brazo por un
atracador mientras esperaba en el banco era un hecho muy desafor-
tunado y lo calificó con un «-3», comentando que la culpa de todo
la tenía su mala suerte que siempre la hacía estar en el lugar y
momento equivocados.

159
En el Capítulo II, he descrito la triste vida de Stephen, el publi-
citario. Ha tenido mala suerte en los asuntos financieros - u n abo-
gado poco digno le llevó casi a la bancarrota- y ha perdido con
frecuencia oportunidades de hacer buenos negocios. Stephen califi-
có el escenario con un «-2» y comentó:

«No me imagino a nadie calificando esta situación como afortu-


nada, a menos que se trate de un masoquista que disfrute reci-
biendo balazos.»

La gente con suerte veía lo sucedido con ojos mucho más posi-
tivos y comentaba espontáneamente que la situación podría haber
sido mucho peor. En anteriores capítulos hemos conocido a Lee, nues-
tro afortunado director de marketing, que suele estar en el lugar
adecuado en el momento oportuno. Su intuición es excelente y uti-
liza lo que él llama «sueños-deseo» para crear expectativas positivas
para el futuro. Cuando le preguntamos cómo calificaría la situación
que estamos comentando, inmediatamente dijo que si la hubiera
vivido le habría parecido que había tenido mucha suerte y lo califi-
có con un «+3». Luego comentó:

«La bala podría haberme matado. Si sólo me hiere en un brazo,


todavía puedo dar las gracias.»

En el capítulo anterior, describí cómo el optimismo con el que Mar-


vin, el detective privado, se planteaba su futuro le había ayudado a
conseguir muchos de sus sueños y ambiciones. Igual que Lee, Marvin
pensaba que, en el fondo, puedes considerarte con buena suerte si un
ladrón te dispara y sólo te da en un brazo. Le asignó también un «+3».
Sus comentarios revelaban su forma positiva de ver la vida:

«Pues es una suerte porque te podían haber disparado a la cabe-


za. Además, así tienes algo que contar a los periódicos y puedes
sacar algún dinero.»

En otro escenario les pedimos a los participantes que imaginaran


que habían resbalado y caído por una escalera, torciéndose un tobi-

160
lio. Una vez más, les pedimos que calificaran la situación aplicando
la escala que hemos visto en el caso anterior. De nuevo hubo muchas
diferencias de enfoque entre la gente sin suerte y con suerte. Clare
le dio un «-3», y comentó:

«Algo parecido me sucedió en la fiesta de unos amigos. Resbalé,


caí sobre otra persona y le planté el zapato encima de la cara.
Cuando íbamos camino del hospital, el coche se salió de la cal-
zada y volcó. Acabamos en Urgencias.»

En cambio, tanto Lee como Marvin calificaron el hecho como afor-


tunado y le dieron un «+3». Dijeron que les parecía una suerte salir
de esa caída con sólo una torcedura de tobillo, ya que lo más fácil
era romperse una pierna o la cabeza.
Las diferencias entre unos y otros fueron asombrosas. Las perso-
nas sin suerte no veían más que el lado negativo de la situación,
mientras la gente con suerte se colocaba en el polo opuesto. Insis-
tía en la parte positiva y se decía que las cosas podrían haber ido
peor. Esto les hacía sentirse mejor y les ayudaba a mantenerse fir-
mes en la idea de que eran realmente gente con suerte.
La manera tan diferente en que unos y otros contemplan su sino
sale a flote en muchas de mis entrevistas. Agnes, una enfermera de
California, es feliz tanto en su vida familiar como en la profesional.
Se ha enfrentado a la muerte en varias ocasiones. Cuando tenía
cinco años, resbaló y cayó de cabeza en una hoguera. A los siete,
la tubería de gas de la casa de al lado explotó y el gas se filtró en
su habitación cuando estaba durmiendo. Unos pocos años después,
estaba jugando a la orilla del mar y casi se ahoga al caer en una
gruta escondida por las rocas. Por último, cuando era adolescente la
atropello un coche.
Por sorprendente que parezca, Agnes no ha dejado que esta serie
de accidentes y lesiones pueda con ella. Su habilidad innata para ima-
ginar cómo cada una de las situaciones podría haber sido mucho
peor le ha ayudado a mantener un buen estado de ánimo y verse
como una persona de suerte. Cuando me contó cómo había caído
en la hoguera, señaló que su abuelo la había apartado rápidamente
y así evitó que las quemaduras fueran más graves. Con respecto al

161
episodio de la fuga de gas, dijo que su costumbre de dormir con las
mantas tapándole la cabeza la salvó de inhalar cantidades letales.
Por lo que respecta al accidente de automóvil, destacó que, por suer-
te, acababa de pasar una curva y no iba a mucha velocidad. En fin,
para Agnes no fue una mala suerte haber tenido todos estos acci-
dentes, sino que valora positivamente el haber sobrevivido a todos
ellos.
Las personas con suerte tienden a imaginar que la mala suerte
con la que se topan podría haber sido mucho peor y, al hacerlo, se
sienten mejor consigo mismas y con su vida. Esto les ayuda, a su
vez, a mantener sus optimistas expectativas para el futuro e incre-
menta sus posibilidades de continuar teniendo suerte. Esta utiliza-
ción del pensamiento contra-factual no es la única fórmula de la
que se valen para ver el lado positivo de las cosas. También les sir-
ve compararse con otros que han tenido todavía peor fortuna. Una
sencilla ilusión óptica nos ayudará a comprender mejor esta idea. Eche
un vistazo a las ilustraciones siguientes:

Figura 2

El círculo gris de la Figura 1 parece mayor que el gris más oscu-


ro de la Figura 2. En realidad, los dos son idénticos. Parecen de
diferentes tamaños porque nuestro cerebro compara automáticamen-
te cada uno de ellos con lo que le rodea. El círculo de la izquierda
está rodeado de pequeños círculos y, por eso, en comparación pare-

162
ce relativamente mayor. El de la derecha lo está de grandes círcu-
los, y por tanto parece más pequeño. Lo mismo sucede con las com-
paraciones que hacen las personas para ver si tienen buena o mala
suerte.
Imagine que los círculos representan su salario y el de sus cole-
gas en dos trabajos diferentes. Los círculos gris oscuro representan
su salario y los gris claro el de sus colegas. Los de la Figura 1
representan su primer trabajo y los de la Figura 2 representan su
segundo trabajo. En ambos casos usted gana la misma cantidad de
dinero, como lo muestra el hecho de que los dos círculos gris oscu-
ro son del mismo tamaño. Sin embargo, no lo vive así. En el primer
trabajo gana más que sus colegas y por eso, psicológicamente, se sien-
te más satisfecho con la situación. En el segundo, ellos ganan más
que usted y, en consecuencia, está más predispuesto a sentirse menos
satisfecho.
Lo mismo sucede con la mala suerte. La gente entra en este jue-
go de las comparaciones. Hemos visto que Clare sólo se fijaba en el
lado negativo de los escenarios que imaginamos. Además, también
magnificaba su mala suerte comparándose con la gente que parecía
tener mejor fortuna. En una entrevista, me dijo que se sentía muy
mal en su actual trabajo:

«Las cosas parece que sólo van mal para mí. Veo que los demás
se cambian de coche, de casa, salen, se divierten, y yo no puedo
ni siquiera ir de vacaciones. Así que pienso: ¿Qué es lo que me
pasa? ¿Por qué siempre me toca a mí?»

En contraste, la gente con suerte tiende a quitar importancia a


su mala fortuna comparándose con otros a los que les ha ido mucho
peor. Un ejemplo especialmente convincente surgió cuando hablaba
con Mina, una de las personas que participaban en mi programa.
Mina nació en Polonia. Su infancia transcurrió durante la Segunda
Guerra Mundial. Las fuerzas de ocupación cogían a grandes grupos
de gente en la calle y se los llevaban a las prisiones y campos de
concentración. Ella escapó por muy poco a una de estas cacerías
porque pudo esconderse en un pequeño patio cercano. Desgraciada-
mente, muchos de sus amigos y familia no tuvieron esa suerte. El

163
recuerdo de estos sucesos la ha acompañado toda su vida y todavía
le afecta a la hora de encarar su suerte:

«Siempre que pasa algo malo me acuerdo de la gente que estaba,


o está, mucho peor que yo; de los que llevaron a los campos de
concentración, o que la guerra dejó inválidos. Por un momento,
puedo pensar que tengo mala suerte por esto o por lo otro, pero
enseguida me acuerdo de todo lo que les ha pasado y me doy
cuenta de que, en el fondo, soy una afortunada.»

En resumen, las personas con suerte eluden gran parte del impac-
to emocional provocado por el infortunio que a veces sale a su
encuentro, imaginando que podría haber sido peor y comparándose
con quienes han pasado por experiencias mucho más negativas.

S U B P R I N C I P I O 2: LA GENTE CON SUERTE ESTÁ


CONVENCIDA DE QUE LA MALA SUERTE DE HOY
PUEDE SER LA BUENA SUERTE DE M A Ñ A N A

Existe también u n a segunda técnica fundamental, basada en u n a


filosofía milenaria, que pone de relieve la capacidad de las personas
con suerte para sacar partido incluso de la mala suerte.
Hay una antigua parábola sobre un sabio granjero que se dio cuen-
ta de que muchos de los acontecimientos, aparentemente desgracia-
dos, de la vida no son tal a largo plazo. Un día el granjero estaba
montando a caballo cuando, de súbito, el animal le lanzó al suelo.
El hombre aterrizó de mala manera y se rompió una pierna. Unos
pocos días después un vecino vino a compadecerle por su mala
suerte, pero él replicó: «¿Por qué sabes que he tenido mala suerte?»
Una semana más tarde, la gente del pueblo celebraba un gran festi-
val, pero el granjero no pudo ir a causa de su pierna rota. De nue-
vo, su vecino expresó su simpatía hacia él por su mala fortuna y,
una vez más, nuestro granjero le replicó: «¿Cómo lo sabes?» Se cele-
bró el festival y un terrible incendio acabó con la vida de muchos
de los asistentes. El vecino se dio cuenta entonces de que la apa-
rente mala suerte del granjero le había salvado la vida, y que había

164
tenido razón cuando le preguntaba que por qué creía que lo que le
había pasado era una mala suerte.
Mucha gente con suerte comparte la actitud del granjero y se
centra en los beneficios que se han podido derivar de su supuesta
mala fortuna. En el Capítulo III conocimos a Joseph, un estudiante
ya maduro de treinta y cinco años de edad, que había experimenta-
do una cuota más elevada de lo normal de golpes de suerte. Joseph
también tiene una increíble habilidad para cambiar el signo de la
suerte cuando es mala. Actualmente está estudiando Psicología y
vive una vida tranquila que no tiene nada que ver con la de su juven-
tud. En aquel entonces, sus problemas con la policía eran constan-
tes y llegó a ser detenido cuando entraba a robar en un edificio de
oficinas. Cuando vuelve la vista atrás, Joseph piensa que ésa fue
una de las mejores cosas que le pudieron pasar en la vida.

«A los veinte años, yo me dedicaba con otros dos colegas a


cometer pequeños robos y fechorías. Una noche decidimos entrar
en un edificio de oficinas. Subí al tejado y, no sé muy bien por
qué, de repente, me entró terror a las alturas y me quedé parali-
zado. La alarma sonó y los otros huyeron, pero yo seguía allí. Lo
siguiente que recuerdo es que la policía llegó y me echó el guan-
te. Me cayeron cuatro meses de prisión tras el correspondiente
juicio. Cuando estaba en la cárcel, supe que a mis dos amigos
les pillaron confundiéndoles con miembros de una banda que solía
ir armada. La policía les disparó. Uno de ellos cayó gravemente
herido y ahora está en una silla de ruedas; el otro murió. El que
me mandaran a la cárcel probablemente ha sido una de las mejo-
res cosas que me han podido pasar en la vida.»

Curiosamente, a mí me ha sucedido algo similar en mis tiem-


pos de prestidigitador. Algo que, en principio, era muy negativo,
me trajo una gran suerte a largo plazo. Me habían invitado a
actuar en un prestigioso club de California - T h e Magic Castle, de
Hollywood- y yo estaba bastante impresionado porque era muy
importante para mi carrera. Emprendí viaje y decidí pasar antes
por Nueva York. Todo lo que necesitaba para la función cabía en
una pequeña maleta que, por razones obvias, llevaba siempre con-

165
migo. En un momento dado, decidí ir a tomar algo en un restau-
rante de comida rápida y puse el maletín en una silla a mi lado.
Algo pasó en el restaurante que llamó mi atención y miré para
ver qué estaba sucediendo. Fue cuestión de segundos, los suficien-
tes para que mi maletín desapareciera. Me habían robado. Todo lo
que tenía para actuar estaba en él y, lo que era todavía peor, la
mayoría de las cosas eran irreemplazables. No tenía más remedio
que c a m b i a r la f u n c i ó n . Fui a c o m p r a r u n a s c u a n t a s b a r a j a s y
volví al hotel. Esa noche descubrí el significado de la frase «La nece-
sidad es la madre de todos los inventos». Trabajé hasta bien entra-
da la m a ñ a n a inventando nuevos trucos y recordando otros con el
material que tenía a mano. Finalmente, preparé algunos que no
hacía desde años atrás e inventé otros dos. Mi nueva actuación
era mucho mejor que la primitiva y los dos nuevos trucos fueron
premiados por mis colegas por su originalidad. Nunca me hubiera
tomado la molestia de crearlos si no me hubieran robado la male-
ta. Aunque en ese momento no fui consciente, el robo fue una de
las mejores cosas que me han pasado en toda mi época de presti-
digitador.
Las personas con suerte adoptan esta actitud para relativizar el
impacto de la mala fortuna en su vida. Mirando atrás y centrándo-
se en lo positivo que se ha derivado de su aparente mala suerte,
encaran mejor el futuro y se sienten mejor. No son cortas de miras
y esperan que las cosas acaben bien.

SUBPRINCIPIO 3: LA GENTE CON SUERTE NO SE REGODEA


EN SU MALA FORTUNA

Las personas sin suerte tienden a obsesionarse cuando algo les va mal.
Como dijo una de ellas:

«Es como si arrastrara una maldición. Llega un momento que no


sé qué hacer para luchar contra ello. He perdido montones de horas
de sueño dándole vueltas a cosas que me h a n salido mal sin
poder hacer nada para evitarlo. Me pregunto qué habré hecho
para merecer esto.»

166
La gente con suerte hace todo lo contrario. Se olvida del pasa-
do y se concentra en el futuro. En el Capítulo IV, vimos que la
meditación ayuda a Jonathan a mejorar su capacidad intuitiva y su
vida personal y profesional. Jonathan tiene también una bien gana-
da reputación en lo que se refiere a transformar la mala suerte en
buena:

«Algo que mi jefe ha insinuado más de una vez es que yo siem-


pre caigo de pie. No siempre es así, pero de una forma u otra
me recupero y al final las cosas me salen bien.»

Jonathan también nos contaba cómo la meditación le había ayu-


dado a evadirse de las cosas negativas que le habían pasado en la
vida:

«Creo que la meditación me ayuda a tener otra perspectiva. Pue-


des desconectar, relajarte y cuando vuelves a la vida diaria estás
desestresado, lo ves todo de forma diferente. Te hace darte cuen-
ta de que no puedes cambiar las cosas, por tanto no tiene sen-
tido agobiarte. Si puedes hacer algo, hazlo. Si no es posible
—igual que cuando estás en medio de un atasco en una autopis-
t a - , olvídalo y relájate. A mí se me da bastante bien, no soy
una persona obsesiva. La mayor parte de las veces consigo lo
que quiero, pero si no es así al día siguiente me despierto y lo
aparco. Pienso: "¡Vale!, no puedo hacer nada, por tanto no tie-
ne sentido que le dé más vueltas." Y me dedico a resolver los
asuntos del día.»

Jonathan no era el único en reseñar la importancia de dejarse


llevar. Pregunté a Linda —que ha disfrutado de una vida feliz, ha cum-
plido muchos de sus objetivos y hecho realidad sus s u e ñ o s - cómo
se las arreglaba cuando las cosas le iban mal y, una vez más, me
habló del papel tan importante de la meditación a la hora de olvi-
darse de las cosas negativas:

«Solía acudir a la meditación budista y eso me ayudaba mucho.


Dejaba las cosas correr si no iban bien o me preocupaban. Hay

167
que verlas como una experiencia más, que no ha sido precisa-
mente buena, pero no debemos darle muchas vueltas ni preocu-
parnos por ello. No me resulta difícil. Yo no me regodeo en todo
eso.»

Seth es un abogado de Nueva York. Se ha dado cuenta de que


mucha de su buena suerte en la vida es una consecuencia directa
de una aparente mala suerte. De pequeño era un niño gordito y sus
compañeros le tomaban el pelo. Ya de joven ingresó en los Weight
Watchers. En la primera reunión conoció a una chica que le pareció
que podía ser el ideal que buscaba. Así fue. Se casaron años más
tarde y viven felices desde entonces. Éste no es el único ejemplo de
la habilidad de Seth para sobrevivir, e incluso prosperar, en medio
de la mala suerte:

«Si echo la vista atrás, me doy cuenta de que casi siempre he


aprendido mucho de mi mala suerte. A veces, es lo único que sacas
de estas situaciones. Los últimos años han sido múy negativos para
la Bolsa. Tomé varias decisiones equivocadas y perdí unos dos
millones de dólares. Pensé que iba a ser terrible. La verdad es
que lo aguanté, no fue el fin del mundo. Me ayudó a poner en
su sitio al dinero. Conservo mi trabajo, tengo salud, una familia
y una mujer a la que quiero y me quiere. Todo eso es lo más
importante.
Raras veces me preocupo por el pasado. En cambio, busco el
tesoro entre la montaña de basura y casi nunca me dejo hundir
por lo negativo de las cosas que me pasan. Normalmente, me
centro en lo bueno y en cómo sacarle partido.»

La manera tan diferente de afrontar lo negativo de la vida tie-


ne importantes consecuencias en el sentir y en el pensar de la
gente con suerte y sin suerte. Las investigaciones han puesto de
relieve que cuando nos obsesionamos con las cosas negativas nos
invade la tristeza. Cuando pensamos en lo positivo, nos sentimos
mucho mejor. No se trata sólo de que los recuerdos influyan en el
humor. El humor influye en los recuerdos. En un inteligente expe-
rimento, el psicólogo James Laird y sus colegas de la Clark Uni-

168
versity estudiaron los efectos del humor en los recuerdos. 3 Pidie-
ron a una serie de personas que leyeran dos pasajes cortos. El pri-
mero era un editorial muy sesudo sobre la absurda matanza de
delfines durante la pesca del atún y el segundo una divertida his-
toria de Woody Alien.
Durante el experimento se utilizó una técnica muy ingeniosa.
Se pidió a la mitad de los participantes que sujetaran un lápiz
entre los dientes sin que tocara los labios. Sin que se dieran cuen-
ta, se veían forzados a sonreír. A la otra mitad se le pidió que
sujetara el lápiz con los labios, y no con los dientes. Estos últi-
mos, también sin darse cuenta, fruncían el ceño. Cuando la gente
se fuerza a sonreír se siente feliz. De igual forma, cuando frunce
el ceño está triste. Se les pidió a todos que escribieran lo que
recordaban de los dos pasajes. Los resultados fueron muy intere-
santes. Los que habían estado forzados a sonreír recordaban mucho
de la historia de Woody Alien y menos del sesudo editorial. Los obli-
gados a fruncir el ceño recordaban poco de Woody Alien y mucho
más del editorial. Su humor había afectado a la información que
retenían. De la misma forma, cuando volvemos la vista atrás con
buen humor, tendemos a recordar todo lo que nos ha ido bien.
Cuando lo hacemos de mal humor, nos quedamos con todo lo
negativo.
La relación entre humor y recuerdos explica cómo la reticencia
de las personas con suerte a quedarse con cualquier hecho negati-
vo de su pasado les ayuda a conservar esa perspectiva tan positi-
va de la vida. Si nos dedicamos a rumiar la mala suerte que nos
ha tocado nos sentiremos todavía peor y más tristes. Entramos en
una espiral que nos lleva más y más a una visión negativa del
mundo. Los recuerdos afectan al humor y éste a su vez afecta a
los recuerdos.
Las personas con suerte son capaces de evitar este proceso
al olvidar lo negativo y centrarse en lo positivo. Sus recuerdos
les hacen sentirse felices y dichosas y esto, a su vez, les indu-
ce a recordar las otras ocasiones en las que las cosas les han
ido bien. En vez de una espiral hacia lo negativo, sus recuer-
dos y su humor se unen para hacerles sentirse más y más afor-
tunadas.

169
El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 13

Actitudes f r e n t e a la m a l a f o r t u n a

Este ejercicio trata de conocer su respuesta ante los pro-


blemas y los fracasos. En esta nueva página del Cuaderno de
la Suerte conteste con sinceridad sobre cuál sería su actitud ante
los siguientes casos.
No escriba lo que le gustaría hacer. Piense un poco en la
situación, imagínese como protagonista y conteste con since-
ridad indicando lo que realmente haría.

Caso 1: Ha suspendido por cuarta vez el examen para sacar


el carnet de conducir.
¿Qué haría si esto le sucediera realmente?
Caso 2: Durante los últimos tres años, ha intentado u n a y
otra vez conseguir un ascenso en el trabajo y siempre se le
ha negado.
¿Qué haría si esto le sucediera realmente?
Caso 3: Su habitación está cada vez más i n u n d a d a por el
agua que cae de una tubería rota que ha intentado arreglar y
que empeora cada vez que la toca.
¿Qué haría si esto le sucediera realmente?

Interpretación:
He planteado a gente con suerte, sin suerte y neutral estas
cuestiones. Sus respuestas son del siguiente tenor:
La gente sin suerte intenta convivir con el problema, no se
plantea descubrir por qué ha fallado y se aferra a formas poco
eficaces de solucionarlo, por ejemplo, refugiándose en la supers-
tición.
La gente con suerte está en el polo opuesto. No tira la toa-
lla, sigue adelante a pesar de todo y procura aprender de los
errores, tratando de encontrar nuevas formas de afrontar los
problemas. Por ejemplo, meditando, relajándose o consultando
a los expertos.

170
SUBPRINCIPIO U-. LA GENTE CON SUERTE ACTÚA DE
M A N E R A CONSTRUCTIVA PARA EVITAR M A L E S FUTUROS

Imagine que ha tenido tres citas con personas que le interesaban y


que las tres han acabado mal. O que ha tenido cuatro entrevistas de
trabajo, pero nunca le han llamado. 0 que ha ido de compras, ha
encontrado el traje que le interesaba y, a la hora de ir a pagar, se
encontró con que había una cola enorme. ¿Cuál seria su reacción?
¿Insistiría o tiraría la toalla? He planteado estas situaciones tan sen-
cillas a la gente implicada en mi investigación. Quería descubrir cómo
se comportarían unos y otros frente a escenarios poco favorables.
Les pedí a todos que me dijeran cómo se sentirían y, lo que es más
importante, qué es lo que harían. Los resultados pusieron de relieve
aspectos muy interesantes de la psicología de la suerte.
En el capítulo anterior, vimos hasta qué punto las expectativas
de la gente están relacionadas con la perseverancia f r e n t e a la
adversidad. Las personas sin suerte estaban c o n v e n c i d a s de que
iban a fracasar, por tanto no se preocupaban mucho de intentarlo
de nuevo. En cambio, la gente con suerte pensaba todo lo contra-
rio. Estaba segura de su éxito, por eso perseveraba una y otra vez.
Lo mismo ha sucedido cuando he preguntado a ambos grupos por
su reacción ante u n a racha de mala suerte. Los primeros dijeron
casi todos que tirarían la toalla. Tras imaginarse que después de
tres citas no había conseguido nada, una de estas personas comen-
tó:

«No haría nada. Supongo que pensaría que las cosas son así y
que no hay dos sin tres.»

Cuando se imaginaba que estaba en una tienda y había encon-


trado el traje que necesitaba pero tenía mucha prisa y había mucha
gente en la cola, comentaba:

«Lo más seguro es que me estaría lamentando durante una sema-


na y luego lo olvidaría, o esperaría en la cola, sabiendo que
cuando llegara mi turno la caja se estropearía y yo no podría hacer
nada para evitarlo. Luego me cogería una buena rabieta.»

171
Las personas con suerte eran mucho más persistentes. En su fue-
ro interno estaban convencidas de que no están destinadas a ser
desgraciadas. Muy al contrario, la desgracia era un reto que tenían
que superar, que puede tener buenos resultados en el futuro. Tras
fracasar después de haber acudido a tres citas, una de estas perso-
nas explicaba cómo perseveraría:

«Lo intentaría una y otra vez. No hay que desistir por los malos
resultados. No lo puedes dejar tan pronto. La vida te depara estas
tareas y tu obligación es sacarlas adelante.»

En un posible escenario con tres fracasos en entrevistas de tra-


bajo, otra decía:

«Me encogería de hombros y seguiría adelante. Escribiría a más


sitios. Seguramente el mismo día; así tendría la sensación de
estar haciendo algo positivo.»

Las respuestas de unos y otros revelaron otra diferencia impor-


tante. El grupo de afortunados veía las situaciones negativas de una
manera constructiva. Sin embargo, la gente sin suerte raramente se
preguntaba por qué no había tenido éxito. No parecía tener interés
en aprender de los errores, por eso era mucho más probable que
volviera a caer en ellos. En contraste, la gente con suerte decía que
trataría de ver sus fallos para aprender de ellos y madurar. En lo
referente a las tres citas fallidas, una persona de este grupo afirmó:

«Trataría de mejorar mi suerte preguntando a la última cuáles


eran mis defectos o cuáles fueron mis errores... si es que había
alguno.»

Otra persona del mismo grupo adoptó la misma postura cuando


describía lo que haría tras el fracaso de las entrevistas de trabajo:

«Probablemente escribiría al entrevistador y le preguntaría qué


había hecho mal; le pediría información y luego me aseguraría
de que no me volviera a ocurrir en la próxima entrevista.»

172
Por tanto, la gente con suerte insiste frente al fracaso y de esta
forma convierte la mala suerte en buena. Sin embargo, esta res-
puesta no es la única. Hay otra que quizás se comprende mejor si
la ilustramos con un juego. Imagine que le doy una vela, una caja
de chinchetas y una caja de cerillas. Tiene que fijar la vela en la pared
de forma tal que se pueda encender y utilizar como una luz. Algu-
nos clavan las chinchetas en la pared y tratan de sujetar con ellas
la vela. Otros pasan una cerilla por la base de la vela y tratan de
pegarla a la pared. Ninguna de estas soluciones funciona. De hecho,
sólo unos pocos dan con la solución correcta: sacan las chinchetas
de la caja, utilizando dos para fijarla a la pared. Luego, es fácil
colocar la vela en la caja y encenderla. Para ellos la caja que con-
tiene las chinchetas no es sólo una caja, sino también un porta-
velas. Encontraron la solución por su habilidad para salirse de los
caminos trillados. Por su creatividad y flexibilidad para ver los obje-
tos de manera muy distinta a la que han sido concebidos.
Mi investigación reveló que muchos de los considerados afortu-
nados utilizaban los mismos recursos cuando la mala suerte les blo-
queaba el camino para conseguir sus objetivos: exploraban otras
vías para solucionar el problema. Tras imaginarse que le habían
dado calabazas en tres citas, una de las participantes señalaba:

«Probablemente dejaría descansar un poco el tema de los hom-


bres y me dedicaría a mis amigas, o a la gente que conozco bien.
Dejaría las cosas correr en vez de intentar quedar una y otra vez
con alguien que no conozco.»

En cuanto a las colas a la hora de pagar, otros aportaron tam-


bién soluciones imaginativas. Por ejemplo:

«...vas al cajero y dices: "¿Puedes guardar esto hasta mañana que


volveré a por ello?" Es algo muy sencillo que a veces funciona.»

A la gente sin suerte no se le ocurren estas cosas porque se blo-


quea y no busca alternativas. De hecho, sólo uno de los pertenecientes
a este grupo respondió de manera creativa o innovadora. Cuando le
pregunté cuál sería su respuesta ante tres citas fallidas, meditó un

173
momento, luego levantó los ojos, sonrió y dijo: «Probablemente me
metería a cura.» Su solución era modificar sus propios objetivos
para eludir la mala suerte.
El mismo tipo de respuesta surgió en mis entrevistas sobre hechos
de la vida real. La gente sin suerte no trataba de aprender de sus
errores o explorar nuevas formas de encarar su sino. Muy al con-
trario, estaba convencida de que no podía cambiar la situación, sólo
empeorarla.
Veamos el caso de Shelly, la enfermera. Tuvo una niñez feliz,
estudió su carrera en una buena escuela y en un hospital de renom-
bre. Cuando acabó, pasó unos años estupendos viajando alrededor
del mundo. Luego conoció al que sería su marido, Paul, al que,
según ella, la mala suerte le había acompañado siempre. Shelly cree
que se la traspasó. Desde entonces, su vida ha estado plagada de
problemas de salud, de trabajo y, en definitiva, de tristeza.
Shelly compró su primer coche en 1983. Desgraciadamente, su
marido murió semanas más tarde y poco tiempo después del fune-
ral tuvo su primer accidente. El trauma de la muerte de su marido,
combinado con el del accidente, le produjo una pérdida de memoria
durante un mes, por eso sus recuerdos de los hechos eran un tanto
vagos. Pero está segura de que la culpa no fue suya, sino del coche,
que estaba gafado. Sin embargo, se acuerda perfectamente de lo
que pasó cuando adquirió su segundo coche. De nuevo, nos cuenta
la historia:

«El primer accidente que tuve fue porque el coche que estaba
delante de mí giró a la izquierda de repente y sin previo aviso.
Me declararon culpable porque según la ley yo estaba demasia-
do cerca. En el siguiente, choqué con el vehículo que tenía delan-
te cuando pegó un frenazo brusco. En el accidente número tres,
acabé en el terraplén del ferrocarril. No sé lo que pasó. Fui a
coger algo del asiento de al lado y me salí de la carretera. Me
cargué varios semáforos y choqué contra una valla antes de vol-
car. No podía más. Me libré del coche.»

La mayoría de la gente se cuestionaba la habilidad de Shelly a


la hora de conducir. Los accidentes ocurrieron con tres coches dife-

174
rentes y parece que ella tenía la culpa. Sin embargo, insiste en que
es cosa de mala suerte y que los coches estaban gafados. En con-
clusión, cree que no puede hacer nada, o casi nada, para solucio-
narlo. Que la vida es así.
La gente sin suerte suele incurrir en comportamientos que están
lejos de arreglar sus problemas incluso cuando trata de cambiar su
sino. En vez de intentar mejorar su forma de conducir, Shelly trata-
ba de mejorar su suerte remediando los males ajenos:

«Hay muchas veces que el desastre te golpea hagas lo que hagas


o que parece que no sabe cuándo detenerse. Es como si las fuer-
zas que provocan esta clase de cosas tuvieran tu nombre apun-
tado. Me parecía que me estaban castigando por algo y yo trata-
ba de enmendar mi comportamiento. Me ocupaba de mi madre,
muy mayor y enferma durante muchos años. Recogía animales
perdidos y hacía caridad. Pero hiciera lo que hiciera, todo seguía
igual. Durante años, me dediqué a escribir en un diario todo lo
que me sucedía con la esperanza de que las cosas cambiaran en
cualquier momento. Pero nunca lo hicieron y lo dejé por impo-
sible.»

Shelly no es la única persona que ha tratado de cambiar su


suerte y ha fracasado. En el Capítulo V, describí la desafortunada
vida de Clare. Ha tenido que luchar contra muchas enfermedades,
no ha disfrutado en casi ninguno de los trabajos en los que ha
estado y tampoco ha tenido mucha fortuna en el amor. En una entre-
vista, le pregunté si había hecho algo para luchar contra esa mala
suerte. Me explicó que había encontrado la salida en la supersti-
ción:

«Hace tres o cuatro meses recibí una carta de una vidente ofre-
ciéndome ayuda. Me decía, entre otras cosas, que yo no había
tenido una infancia muy feliz. La verdad es que me impresionó.
Yo me preguntaba: «¿Cómo lo sabe?» Luego, llegué a la conclu-
sión de que seguramente era una carta modelo que encajaría en
la vida de muchas personas. Pero piqué, le mandé los 50 dólares
que pedía y ella a su vez me envió una serie de números que, según

175
decía, iban a resultar premiados en la lotería. Por supuesto, no
fue así a pesar de que me dijo que me proporcionarían riquezas
incalculables. Los utilicé, de hecho todavía lo sigo haciendo, aun-
que, desde luego, sin ningún éxito. No he ganado ni un centavo.»

Este tipo de comportamiento es, en principio, inofensivo. Sin


embargo, hay otros casos más dramáticos y con repercusiones muy
negativas en la vida de las personas.
Veamos el caso de Paul, un agente de ventas retirado de setenta
y cinco años de edad. Cuando era adolescente comenzó a interesar-
se por la superstición. Cayó en sus manos un viejo libro de astrolo-
gía en el que leyó que su número de la «suerte» era el 3 y decidió
poner a prueba la información. Acudió a las carreras de caballos, miró
la lista de ese día y apostó por varios caballos que corrían en tercer
lugar en cada carrera. Paul contaba así lo sucedido:

«Con gran asombro por mi parte, ganaron tres de los caballos


por los que había apostado. Conseguí una importante suma de
dinero: el equivalente a más de un año de mi salario. En aquel
momento pensé que era la persona con más suerte del mundo.
Ahora creo que fue el día más desgraciado de mi vida. Pero en
aquellos tiempos yo era muy supersticioso y estaba convencido
de que el 3 era mi número de la suerte.»

En las siguientes semanas, Paul siguió apostando por los caba-


llos que aparecían en el número tres de la lista. Cuando empezó a
fallar, se dedicó a las carreras de galgos. Iba todas las noches y
apostaba siempre por los que corrían en tercer lugar. En sólo un
mes perdió todo lo que había ganado. Pero en vez de aprender de
sus errores, continuó confiando en la «suerte» y siguió reincidiendo.
Apostaba importantes cantidades de dinero en los hipódromos y
tenía que encontrar la forma de afrontar sus deudas. Su situación
llegó al extremo de que le desahuciaron por falta de pago. Al cabo
de los años Paul es capaz de echar la vista atrás y de reconocer que
la superstición es la causa de su supuesta mala suerte. Todavía sigue
jugando, pero ahora toma sus decisiones en base a criterios más
objetivos y no a números «de la suerte».

176
Intrigado por estas entrevistas, llevé a cabo una encuesta sobre
las supersticiones de todos los participantes en mi investigación.
Quería saber si afectaban a la gente sin suerte más que a la gente
con suerte. Les pedí que me dijeran si pensaban que el número 13
traía mala suerte, si se sentían mal cuando rompían un espejo o si
creían que ver un gato negro era un mal presagio. Los resultados mos-
traron que las personas sin suerte eran mucho más supersticiosas 4 y
menos eficaces a la hora de alterar el curso de esa mala suerte que
dicen encontrar en la vida.

Mis entrevistas también me permitieron comprobar que la gente


con suerte adoptaba un enfoque mucho más constructivo en situa-
ciones problemáticas. Recordemos lo que dice Marvil, nuestro detec-
tive privado, que cree que hay que buscar otros caminos cuando las
cosas te van mal:

«Cuando la gente comenta que odia su trabajo, le digo: "Si no


te gusta lo que haces, márchate." Pero algunos contestan: "No
puedo, es muy complicado. En realidad, lo que pasa es que ten-
go mala suerte. No hay nada que hacer." No creo en este tipo
de actitud. Me parece que si no te encuentras cómodo tienes
que cambiar. Si lo haces, te sentirás mejor y cambiarás también
tu suerte.»

177
Hilaiy es una toxicóloga de cuarenta y seis años que reside en Ber-
keley, California. Ha tenido muy mala suerte a lo largo de su vida
pero, a pesar de todo, se considera afortunada:

«Ni me ha tocado la lotería ni me he encontrado con la suerte


en cada esquina. Sin embargo, en lo verdaderamente importante,
siempre me ha ido bien. Y me he dado cuenta de que, con pocas
excepciones, las cosas negativas que me han sucedido, al final
han resultado positivas.
A pesar de una niñez difícil, siempre he procurado actuar positi-
vamente y no he tratado de achacar las cosas a la mala suerte.
Prefiero actuar en vez de dejar las cosas correr. Precisamente los
años de mi niñez me han hecho buscar con más ahínco lo que
quiero en la vida.
Cuando acabé la carrera de Medicina hice la residencia en
Stanford, Yale y Johns Hopkins. En 1984, terminé y firmé un
contrato para trabajar como patóloga en un pequeño hospital.
Una semana antes de comenzar, cuando ya había vendido la
mayor parte de mis muebles y había trasladado el resto a l n k
nueva casa, recibí una llamada del director diciéndome que
una gran empresa había adquirido el hospital y que el contra-
to que había firmado ya no tenía validez. Me encontraba sin
contrato y sin trabajo. Me sentía fatal. Pero me enteré de que
otro hospital de la zona estaba buscando un toxicólogo y, a
pesar de que no había pensado cambiar de especialidad, pedí
la plaza. Me la concedieron y ahora no me veo haciendo otra
cosa. He llegado a la conclusión de que la patología no era lo
mío y de que lo hubiera pasado fatal si hubiera seguido por
ese camino. Así que algo que en principio era desastroso se
convirtió en maravilloso.»

Muchos de los entrevistados estaban de acuerdo en que la gente


con suerte explora nuevas formas de solucionar los problemas. En
el capítulo anterior, vimos que Jonathan utilizaba la meditación
para mejorar su intuición. También, que tenía una reputación bien
ganada de transformar la mala suerte en buena, y que era capaz de
pasar de las cosas negativas que le sucedían. Cuando le entrevisté,

178
también me contó cómo le plantaba cara a los fracasos y cómo dis-
frutaba tratando de encontrar soluciones a los problemas:
«Mi abuelo, que era alemán, repetía mucho una frase que, tradu-
cida libremente, decía algo así: "Para nuestra familia las cosas resul-
tan difíciles pero, finalmente, resultan." Yo siempre les digo a los
chicos que no abandonen, que h a y que luchar. Creo que siempre
tengo presente la actitud de mi abuelo; aunque sólo haya un 1 por
ciento de posibilidades, sigo adelante. También soy bastante flexi-
ble. No me considero muy creativo desde el punto de vista artístico,
pero siempre trato de ver las cosas desde distintos enfoques y no
con una visión estrecha. Me encantan los retos y no busco necesa-
riamente la solución más fácil o ramplona sino la más interesante,
aunque no sea la más sencilla.»
La gente afortunada adopta enfoques mucho más constructivos
cuando la mala suerte se cruza en su camino. Actúa, insiste y con-
templa soluciones alternativas. Todo ello ayuda a disminuir las pro-
babilidades de sufrirla en el futuro.

La historia de Emily

Quizás el ejemplo más sorprendente de cómo la mala suerte


puede trocarse en buena lo constituye el de Emily, una mujer
de cuarenta años de edad, nacida en British Columbia y que
actualmente trabaja en u n a agencia de publicidad de San
Francisco. Emily está convencida de que gran parte de su
buena suerte se deriva de alguno de los acontecimientos más
desafortunados de su vida.

«Cuando era adolescente, mis padres me obligaban a ir a


los actos organizados por un grupo de chicas parecido a
las girl scouts. En una ocasión había que ascender por una
pared de la iglesia local de unos 10 metros de altura. Deci-
dí afrontar el reto y demostrar a todo el mundo lo que era
capaz de hacer. Justo cuando llegué arriba, me di cuenta
de que los clavos estaban saltando de la pared. Fue como

179
una película de terror: cuatro clavos fuera y yo en el sue-
lo. Me podía haber matado, pero sólo me destrocé un pie.
Estuve seis meses escayolada, pero sigo viva.»

Cuando Emily tenía treinta y dos años, trabajaba en una


galería de arte. Una noche que venía de vuelta a casa en su
bicicleta, al atravesar un callejón un tanto retirado, vio que
un coche sin luces salía de la oscuridad y se abalanzaba sobre
ella. Le golpeó en la rueda delantera, la lanzó por los aires y
se dio a la fuga. Emily sufrió heridas de consideración; sin
embargo, una vez más, le dio la vuelta a la suerte:

«En British Columbia, el Gobierno se hace cargo del segu-


ro de los coches, así que pude pedir una indemnización a
pesar de que no conseguí ni la matrícula del coche ni el
número de licencia del conductor. Me dieron 30.000 dóla-
res canadienses que me permitieron hacer los cambiós
que estaba deseando desde hacía mucho tiempo. Dejé
Canadá y me fui a vivir a Estados Unidos. Allí encontré
trabajo en publicidad y, como el ave Fénix, resurgí de
mis cenizas después de una experiencia que casi me lle-
va a la muerte.»

Hechos de estas características se repiten en la vida de Emily.


Parece que le persigue la mala suerte. Sin embargo, su actitud
y comportamiento le hacen sacar partido de lo que, en prin-
cipio, tiene todos los visos de ser algo muy negativo:

«Igual que la primavera pasada, cuando me rompí la rótu-


la. Casi no podía caminar, estuve con muletas durante cin-
co meses, Todo el mundo decía, "¡Qué mala suerte, además
vives en un tercer piso!" Mi respuesta era: "No importa.
Ahora podré estar tranquila unos cuantos meses. No está
mal. Si queréis venid a visitarme y veremos una película o
charlaremos." En vez de lamentarme por no poder ir a bai-
lar o montar en bici, disfruté de lo que la vida me ofrecía.

180
Tengo varias formas de enfrentarme a mi mala suerte. Pien-
so: "Bueno, puedo quedarme aquí dándole vueltas al pro-
blema o puedo pensar qué hacer para positivar lo que me
ha pasado." A lo largo de todos estos años, si la ansiedad
me hubiera ganado la partida, la experiencia habría sido
terrible. Miedo, insomnio... y luego al día siguiente no habría
podido hacer nada. Pero ha sido un proceso de aprendiza-
je. Si me despierto con un ataque de pánico, me digo: "No
hay nada que puedas hacer a las cuatro de la m a ñ a n a ,
nada que repercuta positivamente en lo que te pasa. Así
que respira hondo y duerme. Déjalo correr."
Algunas de las mejores cosas que me h a n sucedido h a n
sido consecuencia de las peores. Como me v o y haciendo
mayor, ya no tengo tanta fuerza - n o estoy tan dispuesta a
comerme el m u n d o - pero también he aprendido que si
abandono mi espíritu aventurero quizás pierda esa propina
que le acompaña. Por eso, procuro encontrar el término
medio entre mi deseo de aventura y el de aprovechar el
lado bueno de las cosas.
La suerte es así. No es sólo cuestión de tenerla buena o mala.
Yo creo que es uno mismo quien elige el lado bueno o el
malo de todo lo que nos sucede en la vida.»

El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 14

Su Perfil de la Suerte: Principio número 4

Es hora de volver al Perfil de la Suerte de la página 20.


Los puntos 9, 10, 11 y 12 de este cuestionario se refieren a
los subprincipios de los que hablamos en este capítulo. El 9
le preguntaba si ve el lado positivo de la vida; el 10 si cree
que las cosas negativas pueden, a largo plazo, convertirse en
positivas; el 11 si se dedica a darle demasiadas vueltas a sus
problemas, y el 12 si trata de aprender de los errores come-
tidos.

181
Puntuación
Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de
estos aspectos, y luego sume los resultados para obtener el
total (vea el ejemplo siguiente). Ésa será la puntuación obte-
nida en el cuarto principio de la suerte.

Puntuación
Propuesta
(1-51

9 Tiendo a ver la parte positiva de todo lo que me


5
sucede.

10 Creo que las cosas que hoy son negativas pueden ser
4
positivas a largo plazo.

11 No suelo recrearme en las cosas que no me han


5
ido bien.

12 Trato de aprender de los errores que he cometido


4
en el pasado.

Total cuarto principio de la suerte: 18

Ahora mire la escala que viene a continuación, para com-


probar si su puntuación es alta, media o baja. Apunte en su
cuaderno ambas cosas -puntuación y categoría- ya que serán
importantes a la hora de ver cómo mejorar su suerte.

Puntuación baja Puntuación media Puntuación alta

4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

18 = Alta
He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral,
que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte obtie-
nen una puntuación mucho más elevada que el resto. Por el
contrario, los resultados más bajos suelen corresponder a los
que no la tienen, como muestra el gráfico que ilustra este
ejercicio.

182
Puntuación media de las personas sin suerte,
neutrales y con suerte en el Cuestionario Perfil

Creo que las cosas que


hoy son negativas pueden
ser positivas a largo plazo

Tiendo a ver la parte


positiva de todo lo que me
sucede

No suelo recrearme en las


cosas que no me han ido
bien

Trato de aprender de los


errores que he cometido
en el pasado

R E S U M E N DEL CAPÍTULO

La gente no nace con una varita mágica para cambiar el signo de


su suerte. Lo que sucede es que, casi sin darse cuenta, hay muchas
personas que emplean cuatro técnicas psicológicas para superar la
mala fortuna cuando les sale al paso, e incluso para sacar partido
de ella. En primer lugar, imaginan que todo podría haber ido peor y
tratan de compararse con los que h a n tenido m e n o s f o r t u n a en
idéntica situación. En segundo lugar, no son cortos de miras y creen
que de su mala suerte se pueden derivar cosas positivas. En tercer
lugar, no se regodean en lo que les ha pasado. Y en cuarto y últi-
mo lugar, creen que pueden hacer algo para arreglarlo: persisten en
sus objetivos, buscan salidas indirectas y aprenden de sus errores.
Todas estas técnicas explican esa sorprendente habilidad para enfren-
tarse a la mala suerte y salir airosos de situaciones difíciles y com-
prometidas.

183
PRINCIPIO NÚMERO 4: C A M B I E EL SIGNO DE SU SUERTE

La gente con suerte es capaz de transformar la mala suerte en bue-


na.

Subprincipios:
1. La gente con suerte ve el lado positivo de las cosas.
2. La gente con suerte está convencida de que la mala suerte de
hoy puede ser la buena suerte de mañana.
3. La gente con suerte no se regodea en su mala fortuna.
4. La gente con suerte toma medidas para evitar males futuros.

A U M E N T E S U SUERTE

Principio número U-. Cambie el signo de su suerte

Las siguientes técnicas y ejercicios le ayudarán a aumentar el núme-


ro de decisiones acertadas siguiendo lo que le dicta su intuición y
sus corazonadas. Lea detenidamente y piense en incorporarlos a su
rutina diaria. En el Capítulo VIII, se incluye un programa sistemati-
zado que explica la mejor forma de hacerlo para, en definitiva, pro-
piciar la suerte.

1. Vea el lado positivo de las cosas

La gente con suerte tiende a ver el lado positivo de todo lo que le


sucede. Se imagina que todavía podría haber sido peor o se com-
para con otros que han tenido todavía menos suerte. Recuerde a Mar-
vin, que creía que caerse por las escaleras y torcerse un tobillo era,
en el fondo, una suerte porque podría haberse roto el cuello. 0 a
Mina, que relativiza su mala fortuna comparándose con los fami-
liares y amigos que tanto sufrieron en la Segunda Guerra Mundial.
Trate de pensar como ellos, y vea el lado bueno de todo lo que le
sucede.

184
Ejercicio

Busque el tesoro escondido

He pedido a la gente con suerte que describa las técni-


cas que utiliza para ver el lado positivo de las cosas. Aquí
están tres ideas que njencionó la mayor parte de los encues-
tados:
- Pensar en que la situación podría haber sido mucho peor.
Puede que haya tenido un accidente de automóvil, pero ha
sobrevivido. Puede que haya llegado tarde a una cita impor-
tante, pero por lo menos ha llegado.
- Preguntarse si es tan importante lo que le ha ocurrido.
Puede que le hayan olvidado en esa promoción de su trabajo,
pero ¿afecta realmente a lo más importante de su vida, como
es la salud o sus relaciones personales? Puede haber perdido
su cartera y las taijetas de crédito, pero ¿qué significa eso en
el conjunto de su vida?
- Compararse con los menos afortunados. Puede haber teni-
do mala suerte, pero hay mucha gente en el mundo sufriendo
de males mucho mayores. Comparada con la de ellos, su mala
suerte es algo completamente trivial.
Cuando la mala suerte golpea, utilice estas técnicas para sen-
tirse mejor.

2. Recuerde que la mala suerte puede tener buenas conse-


cuencias

La g e n t e con suerte no es corta de miras. Si la m a l a suerte se


cruza en su camino, espera que al final todo termine bien.
¿ R e c u e r d a q u e J o s e p h c o n s i d e r a b a su e s t a n c i a en la p r i s i ó n
c o m o u n a de las m e j o r e s cosas q u e le h a b í a n s u c e d i d o en la
v i d a ? Piense c o m o él, t e n g a v i s i ó n de f u t u r o y r e c u e r d e q u e
su mala f o r t u n a de h o y p u e d e c o n v e r t i r s e en la b u e n a suerte
de m a ñ a n a .

185
Ejercicio

Resurja como el ave Fénix

Mucha gente que se ha enfrentado a situaciones terribles


dice que, a largo plazo, le han ayudado a reconsiderar su vida
y a darse cuenta del valor de lo que realmente importa: por
ejemplo, la familia o los amigos. Cuando llegue la mala racha,
dedique algunos momentos a pensar en lo bueno que puede
surgir de lo que ahora le parece fatídico. Sea creativo y bus-
que formas de convertir su mala fortuna en un trampolín para
la suerte. Imagine que acaba de hacer una entrevista para un
puesto que le interesaba y ha sido un auténtico desastre. El
hecho de que siga en el mercado de trabajo le da la oportu-
nidad de encontrar algo mucho mejor que lo que ha dejado
atrás.
Ahora hágase dos preguntas: ¿Qué posibilidades hay de
que estas cosas positivas no le sucedan? Y ¿qué posibilidades
hay de que no le suceda algo todavía mejor? La respuesta a
ambas cuestiones es «ninguna». Y todo ello como consecuen-
cia de su «mala suerte». No tiene ni idea d e j o q u e el futuro
tiene guardado para usted. Lo único cierto es que las cosas
irán mejor si no permite que la mala suerte le gane la par-
tida.

3. No se regodee en su mala fortuna

La gente con suerte no se dedica a pensar en lo malo que le ha


sucedido en el pasado, sino en la buena suerte que ha encontrado y
en todo lo bueno que le va a suceder en el futuro. Si pasa por una
mala racha no se quede dándole vueltas, piense en otra cosa, pon-
ga manos a la obra.

186
Ejercicio

Distráigase

Algunos de los que se encontraban en el grupo de los afor-


tunados decían que, cuando pasaban por una mala racha, les
ayudaba dedicar treinta minutos más o menos a dar rienda
suelta a sus sentimientos, a desahogarse. Algunos lloraban,
otros golpeaban un saco de arena cual boxeador preparándo-
se para un combate y, finalmente, había quienes se dedicaban
a gritar en pleno campo. Pero todos estaban de acuerdo en
que lo más importante era no quedarse dándole vueltas al asun-
to. A continuación, encontrará u n a s cuantas opciones para
alejar sus pensamientos de los problemas que le acontezcan:
Vaya al gimnasio: el ejercicio es también m u y útil para
olvidarse de sus problemas y elevar su moral.
Vaya a ver una película divertida, que le haga reír, y méta-
le en la historia.
Dedique unos minutos a pensar en cosas positivas que le
hayan pasado, en cosas que le hayan hecho feliz. Si es posi-
ble, mire alguna fotografía de esos momentos y revívalos.
Escuche música. Escoja algo que le relaje y trate de hacer
lo posible por dejarse llevar.
Procure ver a sus amigos y hable con ellos sobre qué tal
les van las cosas.

4. Tome medidas para evitar males futuros

La gente con suerte enfoca los problemas de manera constructiva.


En vez de dejarse llevar por la superstición, aprende de sus errores
y busca formas de enfrentarse a lo sucedido por negativo que sea.
Así pues, no haga lo que Shelly, que tras varios accidentes de auto-
móvil no se dedicó a mejorar su forma de conducir porque todo lo
achacaba a que los coches estaban gafados. Imite a la gente con
suerte que aprende de sus errores. Controle la situación y enfrénte-
se al problema con imaginación.

187
Ejercicio

Cinco pasos p a r a e n c o n t r a r la solución

Una forma constructiva de resolver un problema conlleva


cinco pasos básicos. Sígalos y vea los resultados.

Primero: no piense que no hay nada que usted pueda hacer


para resolver la situación. Decídase a tomar el control y no
sea una víctima de la mala suerte.
Segundo: haga algo ya. No la semana que viene, ni mañana.
Hágalo ahora.
Tercero: haga una lista de sus opciones. Sea una persona crea-
tiva. Trate de ver la situación desde diferentes puntos de vis-
ta. Haga una sesión de brainstorming consigo misma. Maneje
todas las soluciones posibles, no importa lo irracionales o
absurdas que le puedan parecer en ese momento. Pida conse-
jo a sus amigos y siga añadiendo soluciones.
Cuarto: decida hacia dónde va a dirigir sus pasos. No deje
nada en el tintero. ¿Cuánto tiempo le va a llevar? ¿Tiene la
habilidad que exige la solución por la que ha optado? ¿Cuá-
les serán sus consecuencias si la lleva adelante?

Por último, lo más importante es -ponerse manos a la obra.


A veces, la solución obliga a esperar en vez de hacer las cosas
deprisa y corriendo. Si su inacción es parte de un plan y no
el resultado de la indecisión, ¡estupendo! Prepárese también
para adaptar su propuesta a los cambios que vayan surgien-
do. El dominio de sí mismo y la flexibilidad son aspectos
importantes para propiciar la suerte. Sin embargo, lo funda-
mental es que comience a concentrarse en encontrar una solu-
ción en vez de quedarse estancado en el problema.

188
RESUMEN

LOS CUATRO PRINCIPIOS DE LA SUERTE Y SUS DOCE


SUBPRINCIPIOS

PRINCIPIO NÚMERO 1: MAXIMICE S U S OPORTUNIDADES

Principio: Las personas con suerte propician su buena estrella.

Subprincipios:
1. La gente con suerte crea y mantiene una sólida «red de la suer-
te».
2. La gente con suerte adopta una actitud relajada en la vida.
3. La gente con suerte es receptiva y está abierta a nuevas expe-
riencias.

PRINCIPIO NÚMERO 2: SIGA S U S CORAZONADAS

Principio: Las personas con suerte toman decisiones acertadas siguien-


do los dictados de su intuición y sus corazonadas.

Subprincipios:
1. La gente con suerte escucha a su «voz interior».
2. La gente con suerte da los pasos necesarios para estimular su
intuición.

PRINCIPIO NÚMERO 3: S E A POSITIVO EN S U S EXPECTATIVAS

Principio: Las expectativas de las personas con suerte les ayudan a


hacer realidad sus sueños y ambiciones.

Subprincipios:
1. La gente con suerte espera que su buena fortuna continúe en el
futuro.
2. La gente con suerte trata de alcanzar sus objetivos, aunque sus

189
posibilidades de éxito sean escasas, y no se deja vencer por los fra-
casos.
3. La gente con suerte espera que su relación con los demás sea
fluida y positiva.

PRINCIPIO NÚMERO U-. C A M B I E EL SIGNO DE SU SUERTE

Principio: La gente con suerte es capaz de positivar su mala fortu-


na.

Subprincipios:
1. La gente con suerte procura ver siempre el lado positivo de las
cosas.
2. La gente con suerte está convencida de que su mala fortuna de
hoy puede convertirse en la buena suerte de mañana.
3. La gente con suerte no se regodea en su mala fortuna.
4. La gente con suerte actúa de manera constructiva para evitar
males futuros.

190
3. CÓMO ATRAER LA SUERTE
VII.
LA ESCUELA DE LA SUERTE

Mi investigación me había obligado a realizar un gran número de


experimentos, cientos de entrevistas y miles de cuestionarios. Al
tratar de descubrir los verdaderos secretos de la suerte había consta-
tado que no es algo mágico o un don de los dioses. Es un estado
mental. Una forma de pensar o de actuar. La gente no nace con
suerte o sin suerte, sino que, en buena medida, se la gana con su
forma de actuar.
Pero el gran descubrimiento fue que una vida con suerte podía
explicarse a través de cuatro sencillos principios psicológicos. El pri-
mero nos demuestra que la personalidad de la gente con suerte le
ayuda a crear, ver y actuar sobre esas oportunidades, aparentemente
casuales, que la vida le brinda. El segundo revela que las decisiones
acertadas tienen mucho que ver con seguir la intuición y confiar en
las corazonadas. El tercer principio explica cómo las expectativas posi-
tivas tienen el poder de convertirse en auténticas profecías, y de
hacer que los sueños se conviertan en realidad. El cuarto y último prin-
cipio se refiere a cómo la actitud flexible y la fortaleza de espíritu
de este tipo de personas pueden cambiar la mala suerte en buena.
Cuanto más pensaba en mi investigación, más convencido esta-
ba de que todavía faltaba una pieza para completar el puzzle. La
psicología no consiste sólo en comprender cómo piensan, sienten y
se comportan las personas. Se refiere también al cambio y la trans-
formación; a cómo ayudar a la gente a vivir más feliz y más satis-
fecha. ¿Podrían servir los cuatro principios que había descubierto para
aumentar la suerte de la gente? ¿Seria posible no sólo explicar la suer-
te sino también crearla?

193
El ser humano ha indagado durante muchos siglos la manera de
mejorar o de atraer la suerte. 1 Se han encontrado dijes, amuletos y
talismanes prácticamente en todas las civilizaciones. Tocar madera
procede de los rituales paganos creados para obtener la ayuda de
los magnánimos y poderosos dioses. El número trece se considera
que da mala suerte porque había trece personas en la última cena
de Cristo. Cuando una escalera está apoyada en una pared forma el
triángulo que simboliza la Santísima Trinidad. Caminar bajo la esca-
lera rompería la Trinidad y traería mala suerte.
Muchas de estas creencias y comportamientos siguen con noso-
tros. Algunos jugadores creen que tendrán suerte si cortan la bara-
ja con su mano derecha o soplan los dados antes de lanzarlos. Los
actores suelen estar convencidos de que tendrán mala suerte si de-
sean, a su vez, suerte a otros intérpretes, silban entre bastidores o
dicen las líneas finales de una obra durante los ensayos. 2 Los depor-
tistas también son muy supersticiosos. Investigaciones realizadas a
jugadores de baloncesto canadienses mostraron que un 90 por cien-
to empleaba algún ritual de este tipo; un 80 por ciento creía que
era importante encestar la última canasta con espíritu positivo, y el
75 por ciento decía que siempre botaba el balón el mismo número
de veces antes de un tiro libre. 3 Incluso los estudiantes, por brillan-
tes que sean, no parecen inmunes a tales comportamientos. Muchos
alumnos de Harvard admiten tocar la estatua de John Harvard para
que les dé buena suerte antes de entrar en un examen 4 , mientras
que los del Instituto de Tecnología de Massachusetts tratan de atraer-
la acercándose a la escultura del inventor George Eastman y acari-
ciando su nariz. 5
En 1996, Gallup realizó una encuesta entre 1.000 estadouniden-
ses en la que les preguntaba si eran supersticiosos. El 53 por ciento
afirmó que lo era un poco, y un 25 por ciento admitió que lo era
bastante o mucho. 6 Otra encuesta reveló que el 72 por ciento de los
interrogados decía que tenía por lo menos un amuleto de la suerte. 7
Hay también razones para pensar que estos elevados niveles de
superstición son sólo la punta del iceberg. Las investigaciones reali-
zadas sugieren que hay mucha gente reacia a admitir que se aferra
a estas creencias. Por ejemplo, varias encuestas han mostrado que sólo
un 12 por ciento dice que evita caminar bajo una escalera. Un inves-

194
tigador británico se preguntaba si esto reflejaba la realidad. Para
descubrirlo, puso una escalera contra un muro en una calle del cen-
tro de una bulliciosa ciudad y cuál no sería su sorpresa al descubrir
que más del 70 por ciento de la gente se arriesgaba a caminar en
medio de la calle antes que pasar bajo la escalera. 8 Un curioso tri-
buto a la superstición procede del Tesoro de Estados Unidos. En febre-
ro de 2002, decidió emitir una tirada especial de billetes de un dólar
con números de serie «de la suerte», por ejemplo los que contienen
tres sietes. Estos billetes contenían una inscripción que decía: «Que
este dinero de la suerte le traiga éxito y buena fortuna.» Y ¿cuál era
el precio de estos «billetes de la suerte» de un dólar? Sencillamente,
cinco dólares. 9
Las creencias y los comportamientos supersticiosos han pasado
de generación en generación. Nuestros padres nos hablaron de ello
y nosotros lo hacemos a nuestros hijos. Y ¿cuál es la causa de esta
persistencia? La respuesta está en la suerte. A lo largo de la histo-
ria, la gente ha reconocido que la buena o la mala suerte puede
cambiar su vida. Que unos pocos segundos de mala suerte pueden
tener como consecuencia largos años de lucha, y que esos momen-
tos de buena suerte pueden ahorrarnos una gran cantidad de traba-
jo y sufrimientos. La superstición es un intento de controlar y mejo-
rar estos factores tan escurridizos, y su perdurabilidad refleja hasta
qué punto nos parece importante. En resumen, las supersticiones se
crearon y han sobrevivido porque prometen el más escurridizo de
los santos griales: una forma de mejorar la suerte.
Sólo hay un problema: que no funciona. En el capítulo anterior,
vimos que era la gente sin suerte la que tendía a aferrarse a creen-
cias supersticiosas. Hay investigadores que han probado la inutili-
dad de estas antiguas creencias. Mi experimento favorito en este
sentido es un curioso trabajo llevado a cabo por un estudiante lla-
mado Mark Levin. En algunos países, un gato negro que se cruza
en tu camino es símbolo de suerte; en otros, todo lo contrario. Levin
quería descubrir si la suerte de la gente cambiaba realmente cuando
veía un gato negro. Para ello, pidió a dos personas que probaran suer-
te tirando monedas a cara y cruz. A continuación, soltaba un gato
negro para que pasara delante de los participantes y estos jugaban
una segunda vez. Luego repetía el experimento utilizando un gato

195
blanco. Tras muchas monedas al aire y muchos gatos pasando por
delante, llegó a la conclusión de que ninguno de los animales había
tenido efecto alguno sobre la suerte de los participantes. 10
La superstición no funciona porque se basa en ideas antiguas y
obsoletas. Procede de un tiempo en el que se creía que la suerte era
una extraña fuerza que sólo podía controlarse mediante rituales mági-
cos y comportamientos estrafalarios. Mi investigación había puesto
de relieve los auténticos secretos que se esconden tras una vida con
suerte, y yo me preguntaba si servirían para aumentarla. ¿Sería
posible hacer que tengan suerte una serie de personas que hasta el
momento no la han tenido? ¿Sería posible, incluso, hacer que los
afortunados lo sean todavía más?
En la Nochevieja de 1999 me encontraba en Londres, en las ori-
llas del Támesis. Estaba rodeado de miles de personas que se habían
reunido allí para celebrar el nuevo milenio. A medida que se acer-
caba la medianoche, me preguntaba si no habría llegado la hora de
explorar una manera más científica de enfocar el problema que nos
ha preocupado durante miles de años. ¿Sería posible encontrar nue-
vas formas de tener más suerte? Las ideas que me venían a la men-
te no eran del tipo de cruzar los dedos, tocar madera o evitar esca-
leras. Muy al contrario, se trataba de que la gente aplicara los cuatro
principios de la suerte. Ya era hora de animarla a sacar los amule-
tos de sus bolsillos y ponerlos en su mente.
Decidí embarcarme en un proyecto para descubrir si seria posible
mejorar la suerte de las personas haciéndolas pensar y comportarse
como si la tuvieran. Quería enviarles a la Escuela de la Suerte y ver
si podían mejorarla poniendo en práctica los principios y las técni-
cas aparecidas en los capítulos anteriores.
Mi proyecto constaba de dos fases. En la primera, me reuní con
cada uno de los participantes y les hablé de lo poco corriente del
proyecto. También les proporcioné un Cuaderno de la Suerte conte-
niendo muchos de los cuestionarios y ejercicios que hemos visto a
lo largo de este libro y les pedí que rellenaran los cuestionarios. El
primero fue el Perfil de la Suerte, de la página 20, que les pregun-
taba hasta qué punto estaban de acuerdo con cada una de las afir-
maciones relativas a los subprincipios de la suerte. El segundo, el
Cuestionario de la Suerte, de la página 45, que incluía las típicas

196
descripciones de gente con suerte y sin suerte y les pedía que indi-
caran hasta qué punto estas descripciones les retrataban. El tercero,
les hacía reflejar su grado de satisfacción en la vida, en conjunto y
en cinco importantes subáreas: la vida familiar, la personal, las
finanzas, la salud y la vida profesional. Si ha seguido los ejercicios
que aparecen en los capítulos de este libro, también los habrá con-
testado. Los dos últimos cuestionarios me proporcionaron una medi-
da objetiva y fiable de los niveles de suerte y de satisfacción con la
vida antes de que incorporaran los principios de la suerte a su día
a día.
A continuación, entrevisté a los participantes para conocer su
opinión sobre el papel de la suerte en su vida. Charlamos sobre
muchos temas. Entre otros, si se consideraban con suerte o sin
suerte, si la suerte afectaba a aspectos concretos de su vida, si
eran receptivos, intuitivos, etc. También les pedí que hicieran algu-
nos de los ejercicios descritos en este libro, como por ejemplo
«Califique su suerte» (página 157) o «Actitudes frente a la mala
fortuna» (página 170).
Por último, les describí los cuatro principios y los doce subprin-
cipios de la suerte. Les expliqué que había personas, aparentemente
favorecidas por ella, que los utilizaban precisamente para atraerla.
Vimos cómo su personalidad les ayudaba a crear, ver y actuar sobre
las oportunidades que el azar les deparaba (Principio número 1). Cómo
sus decisiones acertadas eran consecuencia de seguir su intuición y
confiar en sus corazonadas (Principio número 2). Cómo sus expec-
tativas para el futuro se convertían en auténticas profecías que lue-
go se harían realidad (Principio número 3). Y, finalmente, cómo su
flexibilidad y fortaleza frente a la mala fortuna la transformaban en
buena (Principio número 4). Esbocé las teorías que respaldan cada
principio y las ilustré con extractos de mis entrevistas y los resulta-
dos de mis encuestas y experimentos. En definitiva, presenté un
resumen de toda la información que usted ha encontrado a lo largo
de este libro.
En la segunda fase, transcurrida una semana aproximadamente
desde la primera reunión, me entrevisté de nuevo con cada uno de
los participantes. Les expliqué las técnicas que aparecen después de
cada principio y les pedí que las incorporaran a su vida en el plazo

197
de un mes. Creo que éste fue uno de los aspectos más importantes
de la Escuela de la Suerte. Para proporcionar una visión clara y
directa de cómo se ha estructurado y desarrollado esta parte de mi
proyecto, en el próximo capítulo haremos como si usted fuera uno
de los alumnos.

198
VIII.
APRENDER A TENER SUERTE

Bienvenido a la Escuela de la Suerte. Ya conoce los principios y sub-


principios en los que se basa una vida con suerte, así como las técni-
cas que le ayudarán a pensar y a comportarse como una persona con
suerte. Ahora me gustaría que incorporase esas técnicas a su vida dia-
ria y que compruebe sus efectos. Con objeto de que aproveche al máxi-
mo su estancia en la Escuela voy a tratar de dirigir sus pasos a través
de una serie de etapas que le ayudarán a progresar paulatinamente.

FASE UNO: DECLARACIÓN DE INTENCIONES

En la primera fase del proceso debe comprometerse firmando lo que


llamaremos «Declaración de la suerte», que consiste en una sencilla
declaración de intenciones en la que promete p o n e r en práctica
algunas de las técnicas que ya conoce. Esta declaración se basa en
una pregunta muy sencilla: ¿Está preparado para invertir una can-
tidad razonable de tiempo y esfuerzo en incrementar su suerte? Si
la respuesta es negativa, no tiene sentido que siga adelante. No ten-
go una varita mágica para hacer que se convierta, de repente, en
una persona de suerte. Las cosas no son así de sencillas. Sin embar-
go, si está preparado para intentar llevar a cabo alguno de esos
cambios, copie la frase que aparece a continuación en una nueva
página de su Cuaderno de la Suerte:

«Quiero tener más suerte. Por eso estoy dispuesto a cambiar mi


forma de pensar y de actuar con tal de conseguirlo.»

199
Selle su compromiso estampando su firma al final de la declara-
ción.

FASE DOS: CREACIÓN DE SU PERFIL DE LA SUERTE

Hace poco ha rellenado el formulario correspondiente a su Perfil de


la Suerte (ver página 20) y ha calculado su puntuación en cada una
de las cuatro secciones del cuestionario (ver final de los Capítulos 3,
4, 5 y 6). Ahora, en una nueva página de su Cuaderno de la Suer-
te, rellene el cuadro que aparece más abajo copiando los datos
correspondientes a dichas puntuaciones y siguiendo el modelo que
incluyo a continuación para facilitarle el trabajo.

Principio Su puntuación Baja/Media/Alta

1. Maximice sus oportunidades

2. Siga sus corazonadas

3. Sea positivo en sus expectativas

4. Cambie el signo de su suerte

Ejemplo:

Principio Su puntuación Baja/Media/Alta

1. Maximice sus oportunidades 12 Alta

2. Siga sus corazonadas 3 Baja

3. Sea positivo en sus expectativas 11 Media

4. Cambie el signo de su suerte 18 Alta

200
Con este cuadro podrá ver rápida y fácilmente cuál es su p u n -
tuación en cada u n o de los cuatro principios que son el f u n d a -
mento de una vida con suerte. También podrá comprobar en cuál
de ellos flojea y, en consecuencia, qué aspecto debe mejorar. A la
hora de intentar cambiar su suerte, esta información le ayudará a
centrarse en las técnicas que más le conviene practicar. Por ejem-
plo, si su puntuación es baja en el Principio número 2, tendrá que
prestar más atención a su intuición. Si obtiene u n a p u n t u a c i ó n
media en el Principio número 3, le vendrá bien ejercitarse en con-
fiar más en el futuro. Por el contrario, si es elevada en los Princi-
pios 1 y 4, seguro que no necesita mucha ayuda para tener más
encuentros con la suerte ni tampoco para cambiar su signo, pues
ya la tiene.

FASE TRES: INCORPORACIÓN DE LAS TÉCNICAS

Después de cada principio se incluyen una serie de ejercicios y téc-


nicas que le ayudarán a pensar y a actuar como una persona con
suerte. Examínelas de nuevo y compruebe cuál o cuáles le convie-
nen para afianzarse en todos los principios. Piense también en cómo
puede aplicarlas en el día a día, a lo largo de las siguientes cuatro
semanas.
Por ejemplo, si quiere mejorar su intuición (Principio número 2)
practique las técnicas dedicadas a escuchar a su voz interior reali-
zando los ejercicios titulados «Visite al anciano de la cueva» (pági-
na 114) y «Tome una decisión, luego deténgase» (página 115). Tam-
bién puede hacer algo para mejorar su intuición practicando el
denominado «Haga meditación» (página 116).
Si, por el contrario, necesita mejorar sus expectativas de futuro
(Principio número 3), quizás le venga bien revisar los ejercicios aso-
ciados con cada uno de los subprincipios (por ejemplo, «Reafirme su
suerte» en la página 150 y «Visualice la buena suerte» en página
154) e incorporarlos a su vida diaria.
A continuación, encontrará un listado de las técnicas y ejercicios
que aparecen a lo largo del libro para ayudarle a identificar con
rapidez los que le parezcan más útiles y eficaces.

201
Listado de ejercicios

Principio número 1: Maximice sus oportunidades

1. Cree y mantenga una sólida «red de la suerte»


Formas de conectar (página 83)
El juego del contacto (página 84)

2. Adopte una actitud más relajada


Primero relájese, luego hágalo (página 85)

3. Ábrase a nuevas experiencias

El juego de los dados (página 87)

Principio número 2: Siga sus corazonadas

1. Escuche su «voz interior»


Visite al anciano de la cueva (página 114)
Tome una decisión, luego deténgase (página 115)
2. Dé los pasos necesarios para estimular la intuición
Haga meditación (página 116)

Principio número 3: Sea positivo en sus expectativas

1. Confíe en el futuro
Reafirme su suerte (página 150)
Fije sus objetivos (página 150)

2. Intente alcanzar objetivos y no temer al fracaso


Análisis coste-beneficio (página 152)

3. Procure que sus relaciones sean fluidas y positivas


Visualice la buena suerte (página 154)

202
Principio número 4: Cambie el signo de su suerte

1. Vea el lado positivo de las cosas


Busque el tesoro escondido (página 185)

2. Recuerde que la mala suerte puede tener buenas consecuencias


Resuija como el ave Fénix (página 186)

3. No se regodee en la mala fortuna


Distráigase (página 187)

4. Tome medidas para evitar males futuros


Cinco pasos para encontrar la solución (página 188)

FASE CUATRO: SU DIARIO DE LA SUERTE

Hasta ahora hemos recorrido las tres primeras etapas de la Escuela


de la Suerte. En la número 1, le he pedido que firme u n a breve
declaración en la que se compromete a cambiar. En la número 2,
hemos revisado su perfil de la suerte e identificado en cuál o en
cuáles de los principios debe mejorar. En la número 3 hemos revi-
sado las técnicas necesarias para cambiar y los ejercicios que le
ayudarán a pensar y actuar como una persona con suerte. Ahora,
llegamos a la fase 4. Es u n a parte vital del proceso en la que le
invito a llevar un diario detallado de todo lo bueno que le ocurra a
lo largo del próximo mes.
Numere las páginas de la 1 a la 30. Al final de cada día dedique
unos minutos a anotar las cosas positivas que le hayan ocurrido.
No necesita hacer grandes alardes, sólo tiene que escribir unas cuan-
tas frases para dar cuenta de sus encuentros con la suerte. Anote
todo lo que recuerde, desde lo más importante a lo que le parezca
más trivial. No se deje nada en el tintero.
Cada mañana, dedique unos momentos a revisar todo lo que le
ha sucedido en el día anterior.

203
FASE CINCO: REFLEXIONES FINALES

Para terminar, dos reflexiones fundamentales.


La primera, que vaya paso a paso. Comience por conectar con
más gente, escuchar a su voz interior y confiar más en el futuro.
Después de una semana más o menos, seguro que comprobará que
su suerte se ha incrementado. Esto le servirá de catalizador para seguir
adelante. Estas pequeñas cosas le ayudarán a darse cuenta de que
su suerte va en aumento. Y esto, a su vez, le hará dar un paso más
para integrar en su vida los principios y las técnicas que mejorarán
su suerte. De esta forma, el proceso continúa. Lento, pero seguro,
usted se dirige hacia su meta: convertirse en una persona con más
suerte.
La segunda, que la fortuna que experimentan las personas con
suerte no es el resultado de que los dioses les miren con buenos
ojos, o de que hayan nacido con buena estrella. Muy al contrario.
A lo largo de estos años he podido comprobar que su forma de
pensar les hace felices, tener éxito y estar satisfechos con su vida.
Pero no se preocupe. Son gente normal. Son personas como usted y
como yo. Y ahora que conoce las técnicas que utilizan, estoy segu-
ro de que podrá ser como ellas. Y todo lo que le costará será ese
pequeño esfuerzo al que se ha comprometido en su declaración de
intenciones.

204
IX.
El DÍA DE LA GRADUACIÓN

Me reuní con cada uno de los participantes en la Escuela de la Suerte


transcurridas cuatro semanas desde que les pedí que modificaran su forma
de pensar y de actuar y tuve una larga charla con ellos. Durante esta
entrevista final, les puse como deberes que revisaran su Cuaderno de la Suer-
te y respondieran con franqueza a la pregunta de si creían que su suerte
había aumentado, disminuido o estaba en el mismo nivel que antes de
pasar por la Escuela. También les pedí que rellenaran el Cuestionario de la
Suerte y el Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida.
De esta forma pude analizar los resultados del proyecto desde varios
puntos de vista. En la entrevista final, me contaron su impresión per-
sonal sobre la influencia de los principios de la suerte. Por otra parte,
también tuve la oportunidad de comparar la puntuación obtenida en
los cuestionarios en la primera sesión y en la última para medir obje-
tivamente si mis alumnos se habían convertido en personas con más
suerte y estaban más satisfechos con los distintos aspectos de su vida.
Este capítulo resume, en líneas generales, los resultados de la
Escuela de la Suerte. Algunos de los nombres de los participantes y
sus experiencias ya se han mencionado, pero se incluyen también
otros nuevos casos que usted todavía no conoce.

LA HISTORIA DE PATRICIA

Patricia, una joven de veintiocho años de edad, fue una de las pri-
meras participantes en la Escuela de la Suerte. En nuestra primera
reunión nos contaba que siempre había tenido mala suerte.

205
No hacía muchos años que trabajaba como azafata en una cono-
cida compañía aérea y ya tenía una bien ganada reputación de gafe.
En uno de sus primeros vuelos, una familia se emborrachó arman-
do tal lío que el comandante se vio obligado a tomar tierra para
expulsarla del avión. Poco después, otro vuelo tuvo que atravesar
una terrible tormenta. Unas semanas más tarde, su aeronave sufrió
una averia en el sistema de frenado cuando estaba aterrizando, con
la consiguiente alarma y llegada de los bomberos.
La mala suerte de Patricia no se queda ahí, también afecta a
otros aspectos de su vida. Por ejemplo, cuando toma algún medio
de transporte: sea el que sea, siempre llega con retraso. Está con-
vencida de que es gafe y transmite su mala suerte a los que le ro-
dean. No se atreve a desear a nadie buena suerte, pues cree que
cuando lo ha hecho sólo ha conseguido que tengan malos resulta-
dos en entrevistas y exámenes. En mi entrevista inicial, le pedí que
me explicara qué sentía cuando le sucedían estas cosas:

«Pues pienso: "¡Oh Dios mío, otra vez no! ¿Por qué no me suce-
de algo bueno?" Estoy harta. Me paso la vida tocando madera,
diciendo "¡Por favor, que me pase algo bueno!". También tengo
mala suerte a la hora de comprar. Me suele pasar que si veo
algo que me gusta, nunca hay mi talla o, si la hay, alguien me
la quita de las manos.»

También le pregunté a Patricia si creía que su suerte cambiaría algu-


na vez. Se mostró bastante escéptica, y me dijo que creía que algunas
personas nacen con mala suerte y poco se puede hacer para modificar
la situación. Su puntuación en los cuatro principios de la suerte era bas-
tante baja, según se desprendía de su perfil y de la entrevista realizada.
Cuando le pregunté cómo le iba en el tema de hacer amigos me expli-
có que procedía de otra parte del país y, por tanto, todavía no conocía a
mucha gente. De todas formas me dijo que era bastante solitaria y tam-
bién bastante mala a la hora de mantener el contacto con la gente.
Como muchas otras personas con mala suerte, Patricia tampoco
seguía muy a menudo los dictados de su intuición y... ¡bien que lo
sentía! El ejemplo más llamativo de lo poco positivo de esta actitud
tenía que ver con su primera relación importante:

206
«Conocí a un hombre que ojalá nunca hubiera encontrado. Segu-
ramente cuando lo hice yo estaba en el lugar equivocado y en el
momento menos oportuno. Mi relación con él duró cuatro años
y medio. Era un obseso del poder y llegaba al extremo de no dejar-
me elegir ni lo que quería ponerme: él lo hacía por mí. Su repu-
tación no era precisamente buena. Cuando llevaba sólo dos sema-
nas saliendo con él, mis amigos me advirtieron de que las cosas
nunca iban a ir bien; siempre insistieron en que lo dejara. Mi intui-
ción funciona pero no soy capaz de seguirla. No tengo la sufi-
ciente confianza en mí misma para hacerlo.»

Patricia no esperaba que su suerte cambiara en el futuro; tampo-


co se las arreglaba muy bien a la hora de enfrentarse con las difi-
cultades o con lo que ella consideraba mala suerte. Le hice las mis-
mas preguntas que a otros muchos de los participantes en mi
investigación. Por ejemplo, le pregunté que cómo respondería si
hubiera tenido tres citas y todas le hubieran salido mal. Su respues-
ta fue la típica de las personas sin suerte:

«Estaría echa un ovillo gimoteando y pensando: "¡Soy un fraca-


so, que alguien me ayude!" Suelo ver siempre la parte negativa
de todo lo que me sucede. Le doy muchas vueltas a las cosas.
Me despierto por la noche pensando en algo que me sucedió
hace diez años y todavía sigo diciendo: "¡Ojalá no lo hubiera
hecho...!"»

Al final de la entrevista inicial le pedí que contestara al Cuestio-


nario de la Suerte. Como recordarán, el cuestionario presenta dos
perfiles de personas, con suerte y sin suerte. Le pedí que indicara
hasta qué punto se ajustaban a su persona cada una de estas des-
cripciones, asignando a sus respuestas un número en la escala del 1
al 7: entendiendo que el 1 no se ajusta en absoluto y el 7 se ajus-
ta mucho. Le dio un «2» a la descripción de la persona con suerte y
un «6» a la de sin suerte. Para obtener su perfil de la suerte, hice la
correspondiente sustracción con el resultado de - 4 . Por tanto, su
clasificación como persona sin suerte no ofrecía dudas.
Luego completó el Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida,

207
en el que se le pedía que indicara hasta qué punto estaba satisfecha con
el conjunto de su vida y con los diferentes aspectos de la misma, como
por ejemplo, la salud, las finanzas, la vida familiar, etc., asignándole un
número entre el 1 (muy insatisfecha) y el 7 (muy satisfecha) a cada área.
Su puntuación, como podemos comprobar en el gráfico adjunto, mostró
claramente lo poco satisfecha que se encontraba con su vida.

Puntuación de Patricia en el Cuestionario sobre el Nivel


de Satisfacción en la Vida

• Antes de la Escuela de la Suerte

En nuestra segunda sesión le expliqué algunas ideas sobre la


suerte y analizamos conjuntamente cómo podría poner en práctica
algunas de las sencillas técnicas «de la suerte» que se muestran en
este libro. Hablamos sobre la importancia de escuchar a su voz inte-
rior (Principio número 2: Subprincipio 1), de tener buenas expecta-
tivas (Principio número 3: Subprincipio 1) y de evitar regodearse en
la mala suerte (Principio número 4: Subprincipio 3).
Un mes más tarde, Patricia vino a verme. Se mostraba mucho
más satisfecha y feliz y me explicó, muy animada, que su suerte había
experimentado un gran cambio. Por una vez, las cosas le iban estu-
pendamente:

«Estoy impresionada, muy impresionada. La verdad es que no


creía que esto iba a funcionar, pero todo ha cambiado para mí.
Es sorprendente: soy otra persona. Todo me sale bien.

208
Nuestra charla me hizo darme cuenta de que algunas personas
piensan de manera muy distinta sobre la suerte. Es algo en lo
que antes no había caído. Nunca se me había ocurrido pensar
en que hay gente que cree en su propia suerte. Eso me abrió los
ojos, me hizo reflexionar y decir: "Bueno, pues no hay ninguna
razón para que yo no lo haga también." Y a medida que ha ido
pasando el tiempo, me han ido sucediendo más cosas buenas.
Al principio, eran cosas sin importancia, pero me hicieron sen-
tir más segura y esa nueva actitud empezó a ser lo normal en
mi vida.
En la primera semana, salí a comprar un abrigo que había visto
hacía unas semanas en un escaparate y me había gustado. Suelo
tener mala suerte a la hora de ir de compras, me da verdadero
terror. Me parecía que tenía pocas posibilidades de que el abrigo
siguiera allí, pero hice un esfuerzo y fui a verlo. Para mi sorpre-
sa, seguía en el escaparate. Sólo quedaba ése y era mi talla. Lo
compré. Nunca me había pasado, era algo sin precedentes. Otra
cosa: casi siempre pierdo el autobús, es como si lo ahuyentara.
Pero esa semana parecía que estaba esperando que yo llegara
para aparecer. Es realmente sorprendente.
Después, pensaba si todo esto sería algo pasajero, pero cuál no
fue mi sorpresa al comprobar que la cosa seguía. Ni siquiera
tenía que pensar en ello. Todo va sobre ruedas. Ha sido un cam-
bio muy importante.
Como el otro día, que mis padres me regalaron por sorpresa un
ordenador. Me di cuenta de que había una pequeña pieza que
faltaba. Normalmente, lo hubiera dejado, no hubiera hecho nada.
Esta vez decidí cambiar el signo de mi suerte y no lo dejé pasar.
Fui a la ciudad a buscar la pieza que faltaba. Era una tarde de
sábado con mucha gente en la calle y al minuto encontré un
aparcamiento. Cuando entré en la tienda me di cuenta de que no
llevaba dinero. Salí y justo allí había un cajero, y ¡funcionaba!
Cuando volví, ya casi era la hora de cerrar pero hablé con el encar-
gado y me dejó pasar. Encontré lo que buscaba, de hecho era la
última pieza que les quedaba. Es alucinante. Parecerá una tonte-
ría pero todo esto nunca me había pasado antes. Me apetecía
contárselo a todo el mundo.»

209
Patricia había conseguido incorporar también los Principios 2 y
3. Había descubierto la importancia de prestar atención a lo que le
dice su voz interior y a ser optimista ante la vida y describía así los
resultados:

«He tratado de ser más intuitiva. De tomarme algún tiempo para


escuchar lo que dice mi voz interior. Al día siguiente de ir a la
tienda de ordenadores se me encendió una lucecita. Algo me
decía que tenía que salvar lo que tenía entre manos. Así lo hice
y, poco después, el ordenador... ¡hizo crack! Pero mi trabajo esta-
ba a buen recaudo y yo muy contenta.
El mirar positivamente al futuro también me ha ayudado. Al
principio, tenía que esforzarme en pensar: "Hoy va a ser un
gran día" y cosas parecidas. Poco tiempo después ya no me hacía
falta. Se había convertido en algo automático, en algo sub-
consciente. Mis padres y mi novio notaron el cambio. Ahora
miro al futuro con mucho más optimismo y esto ha tenido un
efecto sorprendente. Ya no me considero una persona sin suer-
te.»

Patricia también había descubierto que no regodearse en su mala


suerte, mirar el lado positivo de las cosas, relativizar la importancia
de las cosas negativas y adoptar una actitud más constructiva le
habían sido especialmente útiles:

«He tratado de restar importancia a las cosas negativas que me han


pasado y de no recurrir a la superstición para librarme de ellas.
Me siguen pasando cosas que no me gustan - m i coche se ha estro-
peado y la televisión no f u n c i o n a - , pero ya no les doy tanta
importancia. Están ahí, la diferencia estriba en que no me obse-
sionan. Antes, si perdía el autobús, ya me parecía que todo me
iba a ir mal ese día. Ahora, creo que no tiene importancia, com-
parado con otras cosas de mi vida. No le doy muchas vueltas y
tengo la sensación de que soy yo quien controlo los aconteci-
mientos y no ellos a mí.
Cuando se estropeó mi coche, si hubiera sido antes de participar
en este proyecto, lo primero que se me habría pasado por la

210
cabeza hubiera sido: "¡Claro, esto siempre me tiene que pasar a
mí!" Ahora me digo: "¡Bueno, qué le vamos a hacer, lo voy a
arreglar lo antes posible!" Creo que es lo más positivo y cons-
tructivo. No tiene sentido hacer otra cosa.
Hace unas semanas necesitaba un vestido para ir a una fiesta.
Fui de compras y encontré lo que me gustaba, pero no lo com-
pré. Pensé: "Si vuelvo dentro de una semana y sigue aquí es que
tengo suerte." Así lo hice y cuando fui ya no estaba. Antes,
hubiera puesto el grito en el cielo, me hubiera lamentado de mi
mala suerte y no hubiera ido a la fiesta. Ahora, lo tomé positi-
vamente y me dije: "Seguro que habrá algo mejor." En efecto,
miré y encontré un traje que me gustaba mucho más y que era
más barato. Fui a la fiesta y lo pasé estupendamente.»

Al finalizar el curso le pedí a Patricia que valorara hasta qué


punto su suerte había mejorado. Me dijo que había aumentado por
lo menos en un 75 por ciento. Finalmente, le pedí que hiciera de
nuevo el Cuestionario de la Suerte y el del Nivel de Satisfacción en
la Vida. Antes de pasar por la Escuela su puntuación en el primero
era de -4. Después, se había elevado a +3. Patricia se había conver-
tido en una persona con suerte y, además, satisfecha con todos los
aspectos de su vida

Puntuación de Patricia en el Cuestionario


sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida

211
La historia de Carolyn

Durante su primera semana en la Escuela de la Suerte, Carolyn


contaba hasta qué punto la mala suerte la había acompañado
durante toda su vida:

«No es que las cosas me hayan ido mal una, dos o tres veces.
No. Me han ido mal, nueve, doce, dieciséis, veinticuatro...
En u n a ocasión, no dejaron de pasarme cosas horribles
d u r a n t e tres días. Estaba j u g a n d o con mi hija de trece
años, metí el pie en un agujero - q u e yo sabía que estaba
ahí— y me di un golpe en la cabeza. Pensando que no
tenía importancia, cogí el coche y nos fuimos a pasar el
fin de semana a unos 300 km de distancia. Me desmayé y
me golpeé de nuevo en la cabeza con el resultado de una
conmoción cerebral. La medicación que tenía que tomar
exigía comer tres veces al día. A la m a ñ a n a siguiente, se
me cayó un diente comiendo una bolsa de patatas fritas
pero, precisamente por causa de la medicación, no me
pudieron reponer la pieza. Y después vino la tercera. El
domingo no me podía mover; resultó que tenía problemas
también en la base de la columna vertebral. No me había
enterado porque lo que tomaba para la conmoción hacía
que no me doliera. Tuve que pasar tres semanas en la cama.
También tengo mala suerte en el amor. Mi primera pare-
ja era un hombre violento. Todo el m u n d o pensaba que
las cosas no iban a ir bien. Le dejé c u a n d o estaba e m b a -
razada de tres meses porque no a g u a n t a b a más la situa-
ción. Cuando le dije que esperaba un hijo, me contestó
que me fuera con el niño a otra parte. No le he visto n u n -
ca más. Conocí a otro h o m b r e del que t u v e otro hijo.
Era un tipo encantador, pero a la hora de convivir se con-
virtió en u n a especie de animal. Como regalo de c u m -
pleaños me rompió la nariz.

Con el dinero me ocurre lo mismo. Mi tía padecía un


cáncer y la estuve cuidando d u r a n t e cuatro años. Está-

212
bamos muy unidas y le pedí que me vendiera su casa a
un buen precio. Le pareció muy bien y pedí una hipo-
teca en el banco. El día que íbamos a formalizar la ven-
ta tuvo una recaída que no le permitió acudir a la cita.
Dos semanas más tarde, lo intentamos de nuevo y esa
mañana entró en un coma del que nunca se recuperó.
El resultado es que he perdido a mi tía, la casa y ten-
go una hipoteca que amortizar.
Mi mala suerte no se detiene ahí. También afecta a las per-
sonas e incluso a los animales que me rodean. A finales
del año pasado, mi mejor amigo murió de un linfoma de
Hodgkins, y a mi gato le atropello un camión. El día de
Nochevieja pensé: "Bueno, es la última noche del año, ya
no me pueden pasar más cosas y estoy segura de que aho-
ra todo va a ser distinto." A última hora de la noche reci-
bí una llamada telefónica diciéndome que mi primo acaba-
ba de fallecer de repente a causa de una trombosis.»

Al final de la entrevista le pedí también a Carolyn que


cumplimentara el Cuestionario de la Suerte y el del Nivel de
Satisfacción en la Vida. Obtuvo en el primero una puntuación
de -3 y su grado de satisfacción era también muy bajo.
Carolyn y yo analizamos las formas en las que podría incor-
porar las técnicas relativas a los cuatro principios de la suerte.
Cómo podría adoptar una actitud más relajada (Principio número
1: Subprincipio 2), tener más optimismo de cara al futuro (Prin-
cipio número 3: Subprincipio 1), mirar el lado positivo de las
cosas (Principio número 4: Subprincipio 1) y tomar las medidas
necesarias para evitar males futuros (Principio número 4: Sub-
principio 4).
Cuando Carolyn volvió, un mes más tarde, era otra persona:

«Estoy realmente sorprendida. Cuando empecé no estaba nada


segura de que las cosas fueran a ir así. Pero sólo han pasado
u n a s pocas semanas y todo ha cambiado. Soy u n a persona
con más suerte. Hasta mis amigos han notado la diferencia.
Sonrío más, soy más positiva y no voy por ahí lamentándome
de mi sino. Es muy agradable no tener el cartel de eterna per-
dedora. Soy más feliz y estoy encantada de cómo han cambiado
las cosas. Si vuelvo la vista atrás todo me parece muy extra-
ño, parece que todo aquello ya no tiene nada que ver conmi-
go.»

Carolyn cree que gran parte de su buena suerte reside en su opti-


mismo de cara al futuro (Principio número 3: Subprincipio 1):

«Comencé por acostumbrarme a tener expectativas más positivas.


Me las decía a mí misma y luego las escribía y me lo imagina-
ba. Me convencí de que iba a salir con éxito de casi todo. Una
tarde fui al bingo y gané. La semana siguiente volví y gané de
nuevo. ¡Dos semanas seguidas! Antes eso me había pasado cada
seis meses más o menos. Unas pocas semanas más tarde, lo inten-
té de nuevo y volví a ganar. Mi mejor amigo tenía muy mala
suerte, así que le pasé la lista que tareas que usted me había
dado para que probara aunque no fuera más que durante una
semana. Apostamos bastante en el bingo y ganamos, también en
las máquinas. Lo mismo pasó en las carreras de caballos. Estaba
como loca. Era fantástico, lo mejor que me había sucedido en
muchos años.»

214
Como a Patricia, a Carolyn le habían parecido muy bien las diver-
sas técnicas para aprender a ver el lado bueno de las cosas (Princi-
pio número 4: Subprincipio 1) y para enfocar de manera más posi-
tiva la mala suerte cuando sale a nuestro encuentro (Principio número
4: Subprincipio 4):

«Ver el lado positivo me ha hecho sentir mucho mejor. Incluso a


la hora de conducir, no estoy tan tensa y he podido evitar más
de un accidente. Todos los días tengo que ir a llevar y a recoger
a mi hija al colegio. Pues bien, esta mañana una mujer casi me
da un golpe y en vez de empezar a vociferar le resté importan-
cia y pensé: "¡Vaya, he tenido suerte, no ha pasado nada!" Al
estar más relajada, mi forma de conducir también lo es y me
siento mucho mejor.
Hace unas semanas decidí que tenía que controlar mis proble-
mas. Que tenía que pensar en resolverlos en vez de achacarlos a
la mala suerte. Mi casa se estaba cayendo a pedazos, así que
llamé a la junta del barrio para hablar con la persona encarga-
da del tema. No me devolvió la llamada. Insistí, pero no podía
hablar conmigo porque estaba muy ocupada. En vez de dejar
las cosas correr, seguí intentándolo. Pensé que valía la pena que
me tomara la molestia de hacer unas cuantas llamadas aunque
tuviera que perder tiempo. Como no me hacía caso, decidí pre-
guntar por la persona ayudante del director y le expuse todas
mis quejas. Se puso en contacto con la responsable del tema y
la cosa funcionó. En un par de días estaban en casa y dieron el
visto bueno para que se procediera a efectuar los arreglos nece-
sarios. Ya está todo en marcha. Llevaba tres años y medio en
esta situación y la he resuelto en pocos días. Y todo por pensar
que tengo buena suerte en vez de creer que nada puede cam-
biar.»

Al final de la entrevista, Carolyn dijo que su suerte había mejo-


rado en un 85 por ciento. Su puntuación en el cuestionario final mos-
tró que su nivel de suerte había pasado de un -3 a un sorprenden-
te +6, y la referente a su satisfacción en la vida también dio cuenta
de grandes mejoras en todos los aspectos.

215
OTROS GRADUADOS

Patricia y Carolyn sólo eran dos de los muchos ejemplos de gente


que ha pasado brillantemente por la Escuela de la Suerte.
Al comienzo del curso, Robert se consideraba una persona con
poca suerte. Había tenido experiencias negativas en sus vacaciones
y nunca ganaba ningún concurso. Estaba decidido a darle más opor-
tunidades a la diosa fortuna (Principio número 1: subprincipios 1, 2
y 3). A su vuelta, semanas más tarde, describía cómo lo consiguió:

«Lo de aprovechar las oportunidades parece que funcionaba. Así


que no dejé pasar ni una. Pensaba: "¿Por qué no intentarlo?" El
otro día, que estaba escuchando la radio y había un concurso,
dijeron que a la novena persona que llamara se le haría u n a
pregunta muy sencilla y que si la contestaba ganaría un CD. La
primera vez no llamé. Cuando lo escuché la segunda, pensé: "Bue-
no, ¿y por qué no? ¡Es una oportunidad!" Sabía que no tenía
muchas bazas, pero al mismo tiempo me decía: "Sólo te va a
costar el precio de una llamada y... será tan bonito oírse en la
radio..." Así que llamé y, por pura casualidad, fui la novena per-
sona en hacerlo. El locutor me hizo la pregunta, la contesté
correctamente y gané un disco de Cher. Fue muy divertido. Iba
a salir en antena cinco minutos más tarde. Así que me dediqué
a llamar a mis amigos para decirles que, si querían, podían escu-
charme.
La semana siguiente oí el programa otra vez. En esta ocasión no
dude ni un instante en llamar. La primera vez que lo hice era el
segundo de la lista. Lo intenté de nuevo y fui otra vez el nove-
no. Me hicieron la correspondiente pregunta, contesté bien, con-
seguí otro disco y volví a salir en la radio. Éste es el tipo de
cosas que no hubiera hecho antes. Ahora son oportunidades que
no dejo pasar.»

Al final del proyecto, Robert se consideraba una persona afortu-


nada: su suerte se había incrementado en un 40 por ciento.
En el Capítulo IV, describí la vida de Marilyn. Recordemos que
había mantenido dos relaciones desastrosas a pesar de que su voz

216
interior le advertía del peligro. Aceptó participar en la Escuela de la
Suerte. Tras unas pocas semanas, Marilyn estaba mucho más animada
y afirmaba que su suerte había mejorado en un 40 por ciento. Gran
parte de este avance se debía a su mayor capacidad para aprove-
char las oportunidades (Principio número 1) y para desarrollar mejo-
res expectativas respecto al futuro (Principio número 3):

«Decidí asumir el control de mi vida e introducir algunos cam-


bios. Inicié una nueva etapa profesional como consultora para
asuntos publicitarios en una revista y estoy encantada. También
voy a organizar reuniones para vender productos Tupperware. Haré
la primera el próximo fin de semana. Por otra parte, me animé a
enviar una solicitud para participar en un reality show de la tele-
visión. Me pidieron que hiciera un vídeo y se lo mandara. Empe-
cé a pensar en algo que les resultara atractivo. Al final, opté por
aparecer saliendo de u n a enorme caja de cartón atada con un
gran lazo, exclamando: "¡Sorpresa! Han tenido suerte. Han con-
seguido el vídeo ganador y yo soy la primera del equipo." Dura-
ba sólo unos minutos, los j u s t o s para contar algo sobre mí y
justificar mi deseo de participar en el programa. Me apetece con-
seguir una entrevista. Creo que lo voy a hacer bien. El año pasa-
do también lo intenté, aunque de mala manera. Debido a mi fal-
ta de confianza, tanto la petición para participar como el vídeo
fueron horribles. También me va estupendamente en el frente amo-
roso. Por primera vez escucho lo que me dice mi intuición y me
he dado cuenta de que me siento muy bien con él. Vamos a ir a
París y hace poco me preparó una fiesta sorpresa el día de mi cum-
pleaños. Es fantástico. Si tuviera que calificar nuestra relación le
daría un 10 sobre 10.»

LA HISTORIA DE JOSEPH

Tenía interés en descubrir si se podría incrementar aún más la suer-


te de los que ya la tienen, así que estaba encantado cada vez que
alguna persona afortunada se interesaba por participar en el pro-
yecto.

217
En los Capítulos III y VI conocimos la vida de Joseph, un afor-
tunado estudiante de treinta y cinco años. Como recordarán, cuan-
do era adolescente, Joseph tuvo muchos problemas con la policía.
Luego, su vida cambió gracias a una conversación que mantuvo en
un tren con una profesora de Psicología que quedó impresionada
por la capacidad de análisis del joven y le dijo que estaba segura
de que podría ser un buen psicólogo. Joseph reaccionó positivamente,
hizo las gestiones oportunas e ingresó de nuevo en la universidad.
También aprendió a cambiar el signo de su suerte, relativizando el
impacto de las cosas negativas y valorando sus efectos a largo
plazo. Todos recordamos cómo afirmaba que su estancia en la cár-
cel había sido una de las mejores cosas que le habían sucedido en
la vida. Cuando aceptó participar en la Escuela de la Suerte, esta-
ba a punto de acabar su licenciatura y esperaba trabajar como
terapeuta.
Cuando nos reunimos para hablar del proyecto, le pedí que relle-
nara el Cuestionario de la Suerte y el del Nivel de Satisfacción en
la Vida. No creo que haya sido por casualidad el que haya obteni-
do un +5 en el primero y que afirmara que su grado de satisfacción
en los distintos aspectos era muy elevado. Pero, ¿sería posible hacer-
le todavía más feliz?

Puntuación de Joseph en el Cuestionario


sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida

• Antes de la Escuela de la Suerte

218
Cuando revisamos las técnicas que la gente con suerte utiliza-
ba para atraerla, Joseph pronto se dio cuenta de ya estaba utili-
zando alguna, pero estuvo de acuerdo en que tenía que hacer un
esfuerzo para mejorarlas todavía más. En concreto, pensó que podía
beneficiarse de reducir el impacto de la mala suerte (Principio
número 4; subprincipios 1, 2, 3 y 4). También hablamos de cómo
podría incrementar su capacidad de ver y aprovechar las oportu-
nidades que surgen naturalmente (Principio número 1: subprinci-
pios 1, 2 y 3).
Un mes más tarde me reuní de nuevo con Joseph y me contó
sus adelantos. Comenzó por describir cómo se las había arreglado para
mejorar su capacidad de ver el lado positivo de las cosas (Principio
número 4: Subprincipio 1):

«Me pasaron un par de cosas bastante malas y me hubiera veni-


do abajo si no hubiera sido capaz de ver que, a la larga, sus
resultados podían ser positivos.
Una de ellas se refiere a mi hijo. El otro día llegué a casa y mi
mujer me dijo que tenía que hablar con él porque le habían cogi-
do robando comida en la cafetería de la escuela. Es la primera
vez que lo hace y, afortunadamente, le han pillado. De esta for-
ma puedo reforzar el mensaje de que ése no es un buen camino
a seguir. Es una suerte el que lo hayan visto; ése no fue mi caso.
Yo seguí adelante pensando que era invencible y me lo tomé
como un reto. Luego pasó lo que pasó.
La otra tiene que ver con una compañera de clase a la que no cono-
cía mucho pero con la que hablaba de vez en cuando. Le diag-
nosticaron un cáncer y estaba recibiendo quimioterapia. El martes
pasado murió. Estaba muy triste, pero me consolé pensando que
quizás era un mensaje para que dejara de fumar. Ella era una
gran fumadora y murió de cáncer, posiblemente había llegado la
hora de que yo tomara cartas en el asunto. Estoy pensando muy
de veras en no fumar ni un cigarro y cuidar más mi salud.»

Joseph también había conseguido aprovechar más las oportuni-


dades que se le presentaban (Principio número 1: subprincipios 1, 2
Y 3):

219
«Gran parte de mi buena suerte se ha concentrado en las opor-
tunidades que me han salido al paso. Parecen cosas sin impor-
tancia, pero en realidad la tienen. El otro día caminaba junto a
un compañero. No le conozco mucho pero pensé que estaría bien
hablar con él. Le saludé y le pregunté qué tal le iban las cosas.
Luego le comenté que estaba preparando la estadística y que el
profesor me había recomendado un libro que era bastante caro.
Tuve la suerte de que él lo tenía y me lo regaló porque ya había
aprobado la asignatura.
Hace unas pocas semanas, me dirigía al garaje a coger el coche
cuando vi un papel en el suelo. Normalmente no le hubiera
prestado atención, pero esta vez pensé: "¿Y si es una oportuni-
dad, un billete de lotería o algo por el estilo?" Lo cogí y con
gran sorpresa descubrí que debajo había un billete de 20 dóla-
res. Cuando lo voy a retirar del suelo me doy cuenta de que no
es uno sino... ¡cinco billetes de 20 dólares! y abandonados en
medio de la calle.
Pero lo mejor de todo es que me ha llamado un cazatalentos. Cola-
boro de manera voluntaria con una ONG que ayuda a la inte-
gración social de gente discapacitada mentalmente. Otra organi-
zación que conocía lo que hacía se ha interesado por mí y me
ha hecho una oferta para un puesto del mismo tipo, pero remu-
nerado. Mi trabajo consistirá en analizar los casos de personas
discapacitadas con mayor posibilidad de integración y valorarlos.
Inicialmente trabajaré a tiempo parcial, pero es perfecto porque
podré compaginarlo con mis clases en la universidad. Es justo lo
que estaba deseando encontrar.
En fin, todo ha ido fenomenal. Mucho mejor de lo que yo espe-
raba. Siempre he sido positivo, pero ahora mucho más. La gente
ha notado el cambio en mi actitud y también me ha respondido
bien.»

Joseph dijo que su suerte había aumentado en un 50 por cien-


to. Los resultados obtenidos en su Puntuación de la Suerte han
pasado de +5 a +6. Los del Cuestionario sobre el Nivel de Satis-
facción en la Vida también avalaban la realidad de esta impre-
sión subjetiva.

220
En total, un 80 por ciento de las personas que participaron en
la Escuela afirmó que su suerte había aumentado. Por término
medio, el porcentaje de aumento era de un 40 por ciento. Tras pasar
por la Escuela, sus puntuaciones revelaban que los que no tenían
suerte o la tenían mala habían pasado a convertirse en personas
afortunadas y los que ya la tenían, lo eran todavía más. Quizás
lo más importante, como se muestra en el gráfico de la página
siguiente, es que estaban mucho más satisfechos con todos los
aspectos de su vida. 1
Las investigaciones realizadas previamente habían demostrado que
la gente podía incrementar su suerte comportándose como lo hacen
las personas que ya la tienen. Mi Escuela ha probado que el pro-
nóstico era correcto. La gente sin suerte ha cambiado su signo y la
gente con suerte ahora tiene más. Sólo en el curso de un mes, los
efectos han sido sorprendentes. Todos han sabido aprovechar mejor
las oportunidades que se les presentan, han tomado decisiones pro-
vechosas, han dado pasos importantes para la consecución de sus
objetivos o para la realización de lo que consideraban un sueño.
Han encontrado formas de cambiar el signo de su suerte, de hacer
que las cosas que en principio parecen negativas sean positivas. Y
quizás lo más importante de todo: están mucho más satisfechos con
los distintos aspectos de su vida.

221
HACIA UN FUTURO CON MÁS SUERTE

Al comienzo del libro describí cómo mi pasado como profesional de


la magia me había llevado a interesarme por la psicología académi-
ca. Necesitaba entender la manera en que mi público percibía el
mundo para poder crear trucos que le subyugaran y entretuvieran.
Ahora, al final de mis investigaciones, he llegado a la conclusión de
que existe u n a profunda conexión entre mi antiguo trabajo y mi
investigación. Antes parecía que podía hacer posible lo imposible.
Los objetos desaparecían y desafiaban las leyes de la gravedad. Ase-
rraba a una persona por la mitad y aparecía sin daño alguno. Duran-
te unos minutos, o unas horas, el mundo se transformaba en algo
m u y diferente. De igual forma, mi investigación sobre la suerte
demuestra la capacidad de transformación que encierra nuestra acti-
tud. Demuestra hasta qué punto la gente puede aumentar su suerte.
Cómo cambia y crece. Cómo puede dejar atrás el pasado e ir al
encuentro de un futuro más afortunado y satisfactorio.
Pero, a diferencia de mis trucos de prestidigitador, esta transfor-
mación no es u n a ilusión fugaz creada por la destreza de u n a s
manos hábiles, es un cambio permanente y genuino basado en cua-
tro poderosos principios. Tampoco requiere conocimientos arcanos o

222
años de práctica. Lo único que precisa es un conocimiento sólido de
las ideas descritas en este libro y un auténtico deseo de incorporar
los cuatro principios y de tener una vida con más suerte.
Descubrir los ocultos secretos de la suerte ha sido un viaje largo
pero gratificante. Durante miles de años, la humanidad ha reconoci-
do su importancia, pero ha creído que era una especie de fuerza
mística sobre la que sólo pueden influir rituales supersticiosos. Ha tra-
tado de aumentarla mediante amuletos y fórmulas mágicas, como
tocar madera o evitar el número 13. Nada de esto ha funcionado
porque son procedimientos que se caen por su propio peso: están
basados en un falso entendimiento de la suerte. La investigación cien-
tífica ha revelado que la solución está en cuatro principios básicos
de orden psicológico. A lo largo de estas páginas hemos visto tanto
la teoría en la que descansan esos principios como la práctica para
incorporarlos a su vida con objeto de hacerle afortunado si no lo
es, o de darle más suerte si ya la tiene.
Por supuesto, la decisión es suya: sólo usted puede cambiar su
forma de pensar y de comportarse. Antes de tomarla, piense en las
repercusiones que puede tener en su vida personal y profesional
algo más de suerte. En cómo aprovecharla para ser más feliz con su
familia y con sus amigos. Cómo le podría ayudar a encontrar el
trabajo de su vida o la pareja perfecta. Cómo le haría llevar una
vida más saludable, más feliz y con más satisfacciones. Hacer los
cambios necesarios no será difícil ni le costará mucho tiempo. Todo
lo que necesita es un auténtico deseo de cambiar y una forma radi-
calmente distinta de entender la suerte. Su futuro no está escrito.
Nadie está destinado a experimentar una cantidad determinada de
buena o mala suerte. Usted puede cambiar. Puede propiciar auténti-
cos golpes de suerte e incrementar de forma masiva las veces que
se encuentra en el lugar apropiado en el momento oportuno.
En lo que se refiere a la suerte, el futuro está en sus manos. Y
comienza en este momento.

223
APÉNDICE
CITAS

No sé exactamente cuándo, pero en algún momento mi mente hizo click y comen-


cé a ver la parte positiva de las cosas y no la negativa. Ahora miro a mi alrededor
y pienso en lo afortunada que soy.
Michelle Pfeiffer

La suerte consiste en considerarse afortunado.


Tennessee Williams

La diligencia es la madre de la buena suerte.


Benjamín Franklin

Los que han tenido éxito y no mencionan la suerte se están burlando de


sí mismos.
Larry King

Creo que la mayoría de los artistas se preguntan en su fuero interno si su


éxito se debe a que son buenos o a que tienen suerte.
Katharine Hepburn

La suerte es una cuestión de prepararse para un encuentro con las


oportunidades.
Oprah Winfrey

No basta la suerte de tener talento; debemos tener también el talento


suficiente para tener suerte.
Héctor Berlioz

Corre a despertar tu suerte.


Proverbio persa

227
No hay nadie con más suerte que el que cree que la tiene.
Proverbio alemán

No existe la justicia. Sólo la buena o la mala suerte.


Orson Wells

En la vida todo es cuestión de suerte.


Donald Trump

Todos tenemos mala y buena suerte. Quien persevera a pesar de la


mala suerte -quien sigue su rumbo- estará preparado para recibir la bue-
na suerte cuando llegue.
Robert Collier

Creo firmemente en la suerte y me doy cuenta de que cuanto más tra-


bajo, más suerte tengo.
Thomas Jefferson

En los asuntos exteriores, la preparación, el buen juicio y el poder son


de crucial importancia; pero la suerte es esencial.
Dean Acheson, ex secretario de Estado de Estados Unidos

Al hombre le gusta creer que controla su vida, pero sólo es una maldi-
ta ilusión. El factor X siempre está ahí. Puedes tener todo el talento del
mundo, pero sin suerte no vas a ninguna parte.
Kirk Douglas

El corazón de león estaba en el pueblo y su coraje. Yo sólo tuve la


suerte de poder dar el rugido.
Winston Churchill, noviembre de 1954
(discurso con ocasión de su ochenta cumpleaños)

Sí, en mi profesión existe eso que llamamos suerte pero sólo aparece a
las tres de la madrugada. Por eso me encontrarán a esas horas en la biblio-
teca tratando de encontrarla.
Louis Nizer, abogado

La suerte está dentro de nosotros. Hay que exteriorizarla, hacer que las
cosas nos sucedan.
Robertson Davies, novelista

228
NOTAS

Introducción

1
Véase, por ejemplo: Wiseman, R., Deception and self-deception: Inves-
tigating psychics, Prometheus Press, Buffalo, Nueva York, 1997.
2
Véase, por ejemplo: Wiseman, R., «The MegaLab Truth Test», Nature,
373, 391, 1995.
Lamont, P., y Wiseman, R., Magic in Theory: An introduction to the
theoretical and psychological elements in conjuring, Hermetic Press, EE.UU.,
1999.

I. El poder de la suerte

1
Bechtel, S., y Stains, L. R., The good luck book, Workman Publishing,
Nueva York (1997), pág. 195.
2
The Fortean Times, 153, diciembre 2001, pág. 6.
3
Life's losers, ob. cit., pág. 60.
4
The good luck book, ob. cit., pág. 203.
5
Bandura, A., «The psychology of chance encounters and life paths»,
American Psychologist, 37(7), 1982, 747-755.
6
Véase, por ejemplo: Williams, E. N., y otros, «Perceptions of serendi-
pity: Career paths of prominent academic women in counseling psychology»,
Journal of Counseling Psychology, 45, 1998, 379-389.
Krumboltz, J. D., «Serendipity is not serendipitous», Journal of Counse-
ling Psychology, 45(4), 1998, 390-392.
Mitchell, K. E., Levin, A. S., y Krumboltz, J. D., «Planned happenstance:

229
Constructing unexpected career opportunities», Journal of Counseling 8t
Development, 77(2), 1999, 115-124.
7
Krumboltz, Ob. cit., pág. 391.
8
Véase Brian, D., Pulitzer: a life, Wiley, John ft Sons, Nueva York, 2001.
9
Wreden, N., How to make your case in 30 seconds or less, Harvard
Management Communication Letter, 2002, pág. 3.
10
MacLaine, S., Don't fall off The mountain, W. W. Norton, Nueva York,
1970.
11
The good luck book, ob. cit., pág. 141.
12
Hoy, 13 de octubre, 1995, pág. 7.
13
Roberts, R. M., Serendipity, John Wiley 8t Sons, Nueva York, 1989.
14
The good luck book, ob. cit., pág. 176.
15
Información adicional sobre el tipo de preguntas utilizadas en:
Wiseman, R., Harris, R, y Middleton, W., «Luckiness and Psi: an initial
survey», Journal of the Society for Psychical Research, 60 (836), 1994,
1-15.
Este artículo también describe un experimento que insinúa la posible rela-
ción entre la suerte y la habilidad psíquica. Desgraciadamente, este hallaz-
go no fue desarrollado en posteriores investigaciones.

II. Vidas con suerte y sin suerte

1
Véase, por ejemplo: Greene, F. M., «The feeling of luck and its effect
on PK», Journal of Parapsychology, 24, 1960, 129-141.
Ratte, R., «Comparison of game and standard PK testing techniques under
competitive and non-competitive conditions», Journal of Parapsychology,
24(4), 1960, 235-244.
Para una revisión de los trabajos existentes sobre la relación entre la suer-
te y la habilidad psíquica, véase: Smith, M. D., Wiseman, R., Harris, P., y
Joiner, R., «On being lucky: The psychology and parapsychology of luck»,
European Journal of Parapsychology, 12, 1996, 35-43.
2
Este trabajo fue llevado a cabo en colaboración con el Dr. Matthew
Smith y el Dr. Peter Harris.
3
En el experimento participaron 728 personas (245 con suerte, 295
neutrales y 188 sin suerte). Todas rellenaron un cuestionario en el que se
preguntaba cuántos boletos compraron y qué números seleccionaron. Tras

230
el sorteo, calculamos sus ganancias o pérdidas y cuántos números habían
acertado, haciendo promedio con el número de boletos comprados. Dos
tests t no pareados revelaron que entre los grupos con suerte y sin suerte
no había diferencias significativas (ganancia/pérdida: df = 431), valor de t
(no pareado) = ,41: valor de p (contrastado bilateralmente) = ,68: Media de
números contrastados; df = 431, valor de t (no pareado) = ,24, valor de
p = (contrastado bilateralmente) = ,1).
Este trabajo fue realizado para el programa de televisión de la BBC,
Out of this world.
4
Para una puesta al día y una revisión de lo que se ha hecho hasta
ahora en relación con la medición del grado de satisfacción en la vida,
véase: Argyle, M., The Psychology of Happiness, Routledge, Londres,
2001.
5
En este estudio participaron 50 personas con suerte, 115 neutrales
y 35 sin suerte. Se llevaron a cabo seis tests Kruskal-Wallis para com-
parar las puntuaciones de los tres grupos en cada uno de los temas del
Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida. Los valores de H
resultantes y los valores de p asociados se muestran en el cuadro siguien-
te:

Valor de H Valor de P
(normalización) (contrastado
bilateralmente)

La vida en general 38,72 ,0001

Vida familiar 8,78 ,01

Vida personal 9,25 ,01

Situación financiera 21,56 ,0001

Salud 13,48 ,001

Vida profesional 21,96 ,0001

6
Para más detalles, véase: Wiseman, R., y Watt, C., Belief in the para-
normal, cognitive ability and extrasensory perception: the role of experimenter
effects, Actas de la 45 Convención Anual de la Asociación de Parapsicolo-
gía, París, 2002.

231
7
Se pidió a los participantes que respondieran a la pregunta: «¿Hasta
qué punto confía usted en que le toque la loto esta semana?», con un
número de la escala entre el 1 (No confían en absoluto) y el 7 (Confían
totalmente). El análisis Kruskal-Wallis comparando las puntuaciones de los
tres grupos fue muy significativo (df = 2, valor de H (normalización)
= 216,70, valor de p (contrastado bilateralmente) < ,0001).

III. Principio número 1: maximice sus oportunidades

1
Excelente introducción a la investigación de la personalidad: Furnham,
A., y Heaven, P., Personality and social behaviour, Arnold, Londres, 1999.
2
El NEO PI fue entregado a 19 personas con suerte ya 14 sin suerte.
Unpaired t-tests pusieron de relieve que sus puntuaciones no diferían ni en
el nivel de sociabilidad (df = 31, valor de t (no pareado) = -,11, valor de p
(contrastado bilateralmente) = ,91) ni en el de control emocional (df = 31,
valor de t (no pareado) = 1,06, valor de t (contrastado bilateralmente) = ,30).
3
Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un
nivel de extraversión significativamente más elevado que la gente sin suer-
te (df = 31, valor de t (no pareado) = 4,11, valor de p (contrastado bilate-
ralmente) = ,0003).
4
Para una introducción a la investigación psicológica sobre la comunicación
no verbal, véase: Aigyle, M., Bodily communication, Routledge, Londres, 1988.
5
Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un
nivel de neuroticismo significativamente más elevado que la gente sin
suerte (df = 31, valor de t (no pareado) = 5,16, valor de p (contrastado
bilateralmente) < ,0001).
6
Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un
nivel de receptividad significativamente más elevado que la gente sin suer-
te (df = 31, valor de t (no pareado) = 2,09, valor de p (contrastado bilate-
ralmente) = ,04).

IV. Principio número 2: siga sus corazonadas

1
Mi agradecimiento al The Independent On Sunday por su ayuda en
esta investigación.

232
2
Para una buena visión de conjunto de este trabajo, véase: Claxton,
G., Haré brain tortoise mind, Fourth Estate, Londres, 1998.
3
Moreland, R. L. y Zajonc, R. B., «Exposure effects in person percep-
tion: Familiarity, similarity and attraction», Journal of Experimental Social
Psychology, 18, 1982, 395-415.
4
Bomstein, R. F., «Exposure and affect: Overview and meta-analysis of
research, 1968-1987», Psychological Bulletin, 106, 1989, 265-289.
5
Hill presentó rostros manipulados para asegurar que la distancia entre
los ojos y la barbilla fuera lo suficientemente pequeña o grande. Cuando
la distancia era pequeña, el rostro parecía pequeño y, cuando era grande,
alargado. Se informó de que los rostros correspondían a profesores de la uni-
versidad cuyo trato a los estudiantes era muy distinto. A la mitad de los
participantes se les dijo que los profesores con el rostro alargado propor-
cionaban un trato justo y que los dos de rostro pequeño proporcionaban
un trato injusto. A la otra mitad se les dijo todo lo contrario: que los pro-
fesores con el rostro alargado eran injustos y los del rostro pequeño eran
justos.
A continuación, se les proporcionaron nuevos rostros anónimos y
se les pidió que los calificaran por su aspecto. Uno de ellos era alar-
gado y el otro pequeño. Los resultados fueron sorprendentes. Los par-
ticipantes a los que se les había dicho que las caras alargadas corres-
pondían a profesores justos estimaron que la persona con cara alargada
era mucho más justa que la de rostro pequeño. Por el contrario, los
participantes a los que se les había dicho que las caras alargadas corres-
pondían a profesores injustos calificaron a la persona de rostro alarga-
do como menos justa que la de rostro pequeño. Cuando se les pidió
que explicaran la razón de su decisión, ninguno mencionó la posibili-
dad de estar influido por los rostros indicíales. Parecía que su respues-
ta estaba guiada por su intuición. Pero, sin saberlo, habían detectado
inconscientemente un modelo en los rostros iniciales y lo habían apli-
cado a los nuevos. Sin darse cuenta, su inconsciente les había hecho
tener una corazonada sobre estas nuevas personas y verlas de una for-
ma predeterminada.
Para más información, véase: Hill, T., Lewicki, P., Czyzewska, M., y
Schuller, G., «The role of leamed inferential encoding rules in the percep-
tion of faces: effects of nonconscious self-perpetuation of a bias», Journal-
of-Experimental-Social-Psychology, 26(4), 1990, 350-371.

233
6
He llevado a cabo también este experimento mostrando a los analis-
tas de rostro alargado como los fracasados y los de rostro pequeño como
los de éxito. Con estas premisas, el número de personas que eligieron al
analista 1 desciende del 90 por ciento al 50.

V. Principio número 3: sea positivo en sus expectativas

1
166 personas participaron en este estudio (39 con suerte, 99 neutrales
y 28 sin suerte). Se les pidió que valoraran la posibilidad de que les suce-
diera en un futuro los hechos de la lista, asignando a cada uno un núme-
ro entre el 0 (Nunca sucederá) y el 100 (Seguro que sucederá). Los resulta-
dos de los análisis Kruskal-Wallis comparando los grupos se muestran en
el cuadro siguiente. Los datos iniciales para este estudio fueron recogidos
en colaboración con los doctores Matthew Smith y Peter Harris.

Valor de H Valor de P
(normalización] (contrastado
bilateralmente)

Va a ser admirado por sus logros 17,02 ,0002

Un viejo amigo le va a visitar 7,01 ,03

Va a tener muy buena relación


con su familia 7,68 ,021

Va a realizar al menos una de


sus más deseadas ambiciones 13,52 ,001

Le van a dar 100 euros para


un capricho 14,26 ,0008

Va a pasarlo muy bien en las


vacacions 28,74 ,0001

Parece más joven de lo que es 4,56 ,10

Alguien le va a decir que es


usted inteligente 15,08 ,0005

Puntuación media 23,41 ,0001

234

J
2
Los resultados de los análisis Kruskal-Wallis comparando los grupos
se muestran en el cuadro siguiente:

Valor de H Valor de P
(normalización) (contrastado
bilateralmente)

Va a ser víctima de un atraco 1,92 ,38

Va a intentar suicidarse 7,32 ,03


\
Va a sufrir una grave depresión 11,08 ,004

Va a tener problemas con el


alcohol 2,27 ,32

Va a elegir una carrera


equivocada 1,54 ,46

Va a padecer insomnio 9,90 ,007

Va a engordar mucho 7,32 ,03

Va a contraer meningitis ,26 ,88

Puntuación media 8,17 ,02

3
Rosenthal, R., y Jacobson, L. F., Pygmalion in the classroom Holt,
Rinehart, ft Winston, Nueva York, 1968.
4
Para una revisión de este trabajo, véase: Snyder, M., «When belief
creates reality», en L. Berkowitz (Ed.), Advances in experimental social psy-
chology, vol. 18, Academic Press, Nueva York, 1984, 248-306.
5
Para una revisión de este trabajo, véase: Scheier, M., y Carver, C.,
«Dispositional optimism and physical well-being: the influence of generali-
sed outcome expectations on health», Journal of Personality, 55, 1987,
169-210.
Kavussanu, M., y McAuley, E., «Exercise and optimism: are highly acti-
ve individuals more optimistic?», Journal of Sport and Exercise Psychology,
39, 1995, 1.031-9.
Taylor, S. T., y Armor, D. A., «Positive illusions and coping with adver-
sity», Journal of Personality, 64(4), 1996, 873-898.
6
Everson, S., Goldberg, D., Kaplan, G., y otros, «Hopelessness and risk

235
of mortality and incidence of myocardial infarction and cancer», Psychoso-
matic Medicine, 58, 1996, 113-21.
7
Véase, por ejemplo: Hansen, C., «A causal model of the relationship
among accidents, biodata, personality and cognitive factors», Journal of
Applied Psychology, 74, 1989, 81-90.
Furnham y Heaven, ob. cit., págs. 194-196.
8
Phillips, D. P., y otros, «The Hound of the Baskervilles effect: natural
experiment on the influence of psychological stress on timing of death»,
British Medical Journal, 323, 2001, 1.443-1.446.
9
Dougherty, T. W., Turban, D. B., y Callender, J. C., «Confirming first
impressions in the employment interview: A field study of interviewer
behaviour, Journal of Applied Psychology, 79(5), 1994, 659-665.
10
Livingston, J. S., «Pygmalion in management», Harvard Business
Review, septiembre-octubre, 1988, 121-130.
11
Snyder, M., Tanke, E. D., y Berscheid, E., «Social perception and inter-
personal behaviour: on the self-fulfilling nature of social stereotypes»,
Journal of Personality and Social Psychology, 35, 1977, 656-666.

VI. Principio número U\ cambie el signo de su suerte

1
Medvec, V. H., Madey, S. F., y Gilovich, T., «When less is more: coun-
terfactual thinking and satisfaction among Olympic medallists», Journal of
Personality and Social Psychology, 69 (4), 1995, 603-610.
2
Para información adicional sobre la relación entre el pensamiento
contra-factual y la suerte, véase: Teigen, K. H., «How good is good luck?
The role of counterfactual thinking in the perception of lucky and unlucky
events», European Journal of Social Psychology, 25, 1995, 281-302.
3
Laird, J. D., Wagener, J. J., Halal, M., y Szegda, M., «Remembering
what you feel: effects of emotion on memory», Journal of Personality and
Social Psychology, 42(4), 1982, 646-657.
4
En este estudio participaron 60 personas (17 con suerte, 32 neutrales
y 11 sin suerte). Se les pidió a cada una de ellas que rellenara un cuestio-
nario que contenía tres temas relacionados con conocidas supersticiones
(«Los gatos negros traen mala suerte», «Romper un espejo trae mala suerte»
y «El número 13 trae mala suerte»). Los participantes valoraron cada ase-
veración con un número de la escala del 1 (en desacuerdo) al 7 (de acuer-

236
do). Sus respuestas se sumaron para crear una puntuación única; el poste-
rior análisis Kruskal-Wallis reveló que las diferencias entre los grupos eran
significativas (df = 2, valor de H (normalización) = 5,39: valor de p (con-
trastado bilateralmente) = ,07).

VII. La escuela de la suerte

1
Encontrará las viejas raíces de muchas supersticiones en Gwathmey, E.,
Lots of luck: legand ft lore of good fortune. Angel City Press, California, 1994.
2
Para una revisión de estas supersticiones, véase: Haining, P., Supersti-
tion, Sidgwick ft Jackson Ltd., Gran Bretaña, 1979.
3
Buhrmann, H., Brown, B., y Zaugg, M., «Superstitious beliefs and
behaviour: a comparison of male and female basketball players», Journal
of Sports Behaviour, 5, 1982, 175-185.
4
Vyse, S. A., Believing in magic: the psychology of superstition, Oxford
University Press, Nueva York, 1997.
5
Wen, P., «Superstition casts a widening spell», The Boston Globe.
6
Moore, D. W, «One in four americans superstitious», Gallup Poll News
Service, 13 octubre 2000.
7
Epstein, S., «Cognitive-experiential self theory: Implications for deve-
lopmental psychology», en M. Gunnar y L. A. Sroufe (Eds.), Self-processes
and development. Minnesota symposia on child psychology, vol. 23, Hills-
dale, Nueva Jersey, 1993, 79-123.
8
Garwood, K., «Superstition and half belief», New Society, 31 enero
1963, 13-14.
9
RuMarvinstein, S., «What a deal: $ 1 for $ 5. Treasuiy offers "collectible" dollars
at rare grennbacks sale in S. F.» San Francisco Chronicle, 6 de febrero de 2002.
10
Levin, M., Do black cats cause bad luck? Ganador del concurso de
ensayos Joel Serebin Memorial organizado por los Escépticos del Área de
Nueva York, http://www.liii.com/~nyask/cat-report2.html.

IX. El día de la graduación

1
Se pidió a los participantes que rellenaran el Cuestionario de la Suer-
te y el Cuestionario sobre su Nivel de Satisfacción en la Vida antes y des-

237
pués de participar en la Escuela de la suerte. Se utilizaron dos tests Wilco-
xon para comparar su puntuación antes y después del estudio. Ambos
resultados fueron significativos (Puntuación de la suerte: Z (normalización)
= -2,51, valor de p (contrastado bilateralmente) = ,01: puntuación media
en la escala de satisfacción en la vida: Z (normalización) = -2,04, valor de
p (contrastado bilateralmente) = ,04).

238

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