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Richard Wiseman Nadie Nace Con Suerte
Richard Wiseman Nadie Nace Con Suerte
temas'de hoy.
El contenido de este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente,
sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.
® Richard Wiseman, 2 0 0 3
® de la traducción: Rosa Cifuentes, 2003
© Ediciones Temas de Hoy, S. A. (T. H.), 2 0 0 3
Paseo de Recoletos, 4. 28001 Madrid
www.temasdehoy.es
Diseño de cubierta: Paso de Zebra
Ilustración de cubierta: Photonica
Primera edición: febrero de 2003
ISBN: 8 4 - 8 4 6 0 - 2 5 9 - 1
Depósito legal: M - 3 . 7 9 1 - 2 0 0 3
Compuesto en J. A. Diseño Editorial, S. L
Impreso y encuadernado en Artes Gráficas Huertas, S. A.
Printed in Spain-lmpreso en España
ÍNDICE
Agradecimientos 13
Introducción 15
El cuaderno de la suerte 19
1. Investigación inicial
I. El poder de la suerte 25
II. Vidas con suerte y sin suerte 37
Apéndice 225
Citas 227
Notas 229
7
Si un hombre sin suerte vendiera paraguas, dejaría de llover;
si vendiera velas, el sol no se pondría; y si vendiera ataúdes,
la gente no se moriría.
Refrán judío
13
INTRODUCCIÓN
15
lescente, ingresé el Magic Circle, de Londres, una de las sociedades
de magia más conocidas entonces. Y a los veinte años, la prestigio-
sa Magic Castle ya me había invitado a actuar en varias ocasiones
en Hollywood.
Pronto descubrí que para ser un mago de éxito se necesita cono-
cer muy bien lo que pasa por la cabeza de la gente. Los buenos magos
saben distraer la atención de las personas, evitar que una audiencia
sospeche o que encuentre la solución al truco. A medida que pasa-
ba el tiempo mi interés por los principios psicológicos que se escon-
den tras la prestidigitación creció más y más. Esto me llevó a licen-
ciarme en Psicología en el University College de Londres y, más
tarde, a doctorarme en la Universidad de Edimburgo. Poco después,
fundé mi propia unidad de investigación en la Universidad de Hert-
fordshire, donde hemos investigado una amplia gama de fenómenos
psicológicos. Quizás debido, precisamente, a mis conocimientos del
mundo de la magia, he dirigido a mi equipo hacia áreas de la psi-
cología poco habituales.
Parte de esta labor ha implicado trabajar con médiums que pre-
tenden hablar con los muertos, con detectives psíquicos que aseguran
ayudar a la policía a resolver crímenes y con sanadores que se con-
sideran capaces de curar enfermedades sólo con sus poderes psíqui-
cos.1 También hemos examinado cómo cambia el comportamiento de
la gente cuando miente, hemos explorado cómo utilizan los magos la
psicología para engañar a sus audiencias, hemos investigado formas
de detectar mentiras y supercherías, y realizado cursos para quienes
desean mejorar su habilidad para descubrir fraudes. 2 He publicado los
resultados y hallazgos de estos trabajos en revistas científicas y los he
presentado en conferencias a universitarios y profesionales, explican-
do también sus aplicaciones al mundo académico y de la empresa.
16
mí y mezclarlos. Luego, pediría a la misma persona que eligiera uno
y a continuación prendería fuego a los diecinueve restantes. Final-
mente, abriría el sobre elegido, extraería el dinero y felicitaría a mi
colaborador, o colaboradora, por su buena elección.
Pero la actuación de esa noche iba a apartarse un tanto de lo habi-
tual. Pedí un billete a una mujer del público, lo coloqué en uno de
los sobres, los mezclé y los puse en fila. Yo no había perdido en
ningún momento la pista del billete y sabía que estaba en el primer
sobre de la izquierda. Le pedí a la mujer que eligiera uno y, por
supuesto, quedé encantado de que se decidiera por el que contenía
el dinero. Reuní el resto de los sobres y los quemé. Cuando ya sólo
quedaban las cenizas, abrí el elegido y extraje el dinero de la mujer.
Aunque toda la audiencia reía y aplaudía, la protagonista del
truco no parecía nada sorprendida. Le pregunté qué pensaba de lo
sucedido y con toda tranquilidad me explicó que estaba acostumbrada
a que le ocurrieran este tipo de cosas. Estaba siempre en el lugar
adecuado en el momento oportuno, y toda la vida había tenido mucha
suerte tanto en lo personal como en lo profesional. No sabía por
qué le pasaba, simplemente, lo achacaba a la buena suerte.
Me quedé bastante intrigado por la confianza que tenía en su suer-
te y pregunté si alguno más de los presentes se consideraba una
persona con suerte o sin suerte. Una mujer de la primera fila levan-
tó la mano y nos contó que su buena fortuna le había permitido hacer
realidad la mayoría de sus ambiciones. Un hombre de las últimas
filas dijo que siempre había tenido mala suerte y que estaba con-
vencido de que, si yo se lo hubiera pedido a él, el dinero habría
acabado hecho cenizas. Sin ir más lejos, el día antes de esta charla,
había visto una moneda en el suelo y al agacharse para cogerla se
golpeó la cabeza contra una mesa y casi perdió el conocimiento.
Tras la conferencia, pensé en lo sucedido y me hice múltiples
preguntas. ¿Por qué razón las dos mujeres parecían estar tocadas de
manera especial por la suerte? ¿Qué le pasaba a mi infortunado
interlocutor? ¿Era simplemente una persona torpe, o lo sucedido se
debía, sobre todo, a su mala fortuna? ¿Se debía todo a la suerte
más que a la pura causalidad? Decidí hacer algunas investigaciones
sobre el tema. En ese momento no tenía ni idea de lo que me espe-
raba. Pensé que quizás tendría que hacer unos cuantos experimen-
17
tos con unas cuantas decenas de personas. La realidad fue muy dis-
tinta: el proyecto tardaría ocho años en finalizar y conllevó traba-
jar con cientos de hombres y mujeres excepcionales.
Este libro ofrece un relato exhaustivo de mi investigación. Comien-
za poniendo de relieve cómo la suerte tiene el poder de transformar
nuestra vida. Cómo unos pocos segundos de buena suerte pueden
traernos éxito y felicidad duraderos, mientras que un breve encuen-
tro con la mala fortuna puede tener como consecuencia el fracaso y
la desesperación. A continuación, se ocupa de mi trabajo inicial en
el tema y de cómo me llevó a descubrir los cuatro principios que
son el elemento fundamental de una vida con suerte. Tras analizar
cada uno de ellos en detalle, sugiere una serie de técnicas y ejer-
cicios útiles para lograr que la suerte nos favorezca.
Pero, antes de seguir adelante, me gustaría que respondiera a
unas sencillas preguntas relativas a su persona.
18
EL CUADERNO DE LA SUERTE
Ejercicio 1
El Perfil de la Suerte
19
1. Muy en desacuerdo
2. En desacuerdo
3. Dudoso
4. De acuerdo
5. Muy de acuerdo
EL PERFIL DE LA SUERTE
Puntuación
Propuesta
11-5)
10 Creo que las cosas que hoy son negativas pueden ser posi-
tivas a largo plazo.
20
Volveremos a sus respuestas varias veces a lo largo de este libro
y las utilizaremos para conocer su propio «Perfil de la Suerte», que
le servirá para valorar cómo utiliza la suerte y, lo que es más impor-
tante, qué puede hacer para mejorar y aprovechar toda la que le
salga al paso.
21
1. INVESTIGACIÓN INICIAL
I.
EL PODER DE LA SUERTE
25
1985, Evelyn Marie Adams ganó 4 millones de dólares en la de
Nueva Jersey y cuatro meses más tarde obtuvo otro premio de 1,5
millones. Todavía tuvo más suerte Donald Smith que ganó tres veces
- e n mayo de 1993, en junio de 1994 y en julio de 1 9 9 5 - jugando
a la lotería de Wisconsin, consiguiendo 250.000 dólares en cada
una de las ocasiones. Las posibilidades de obtener un premio en
esta lotería son, más o menos, de una entre un millón. 4
Sin embargo, no se trata sólo de dinero. La suerte también juega
un papel fundamental en nuestra vida personal.
Alfred Bandura, psicólogo de Stanford, ha analizado el impacto
de los golpes de suerte en la vida de las personas. 5 Llegó a la con-
clusión de que «...alguno de los factores más determinantes de lo que
nos ocurre en la vida surge de las circunstancias más triviales». Y
apoya esta afirmación con algunos ejemplos, uno de ellos extraído
de su propia experiencia personal. Un día, cuando estaba haciendo el
doctorado, aburrido de leer unos trabajos que tenía entre manos,
decidió acercarse con un amigo al campo de golf local para romper
con la rutina del estudio. Por pura casualidad, se encontraron jugan-
do detrás de dos atractivas chicas, y pronto la pareja se convirtió en
doble pareja. Cuando terminaron la partida, Bandura quedó con una
de ellas que, finalmente, se convertiría en su mujer. Así pues, un
encuentro fortuito en una partida de golf alteró el curso de su vida.
En otro ejemplo, Bandura describía cómo un simple error postal
sirvió para que Ronald Reagan conociera a su futura esposa, Nancy.
En el otoño de 1949, Nancy Davis vio su nombre en una lista de
simpatizantes con el comunismo que aparecía en un periódico de
Hollywood. Nancy, que no había prestado tal apoyo, se dio cuenta
del equívoco y descubrió que el nombre correspondía a otra actriz
que se llamaba igual que ella. Como estaba preocupada por las con-
secuencias que podría tener para su carrera, pidió a su director que
lo hablara con el entonces presidente del Screen Actors Guild (SAG),
Ronald Reagan. Éste le aseguró que comprendía la situación y que
el SAG defendería a la artista si alguien actuaba contra ella a cau-
sa de su supuesta filiación comunista. Nancy pidió reunirse con
Reagan para discutir el asunto más a fondo. Se conocieron, se ena-
moraron y no mucho tiempo después se casaron. De nuevo, un
encuentro fortuito cambió el curso de dos vidas.
26
Una serie de investigadores han analizado también el efecto de
la buena y la mala suerte a la hora de elegir carrera y de tener éxi-
to en la vida profesional. 6 De nuevo, llegaron a la conclusión de lo
lejos que está de ser trivial el impacto del factor suerte. La infor-
mación obtenida demostraba hasta qué punto esos encuentros casua-
les y esos golpes de fortuna inciden de manera significativa en la pro-
moción profesional. Este poderoso efecto de la buena o mala fortuna
ha hecho que uno de los más importantes asesores profesionales
estadounidenses asegure lo siguiente:
27
Joseph Pulitzer se convirtió con el correr del tiempo en un empre-
sario de éxito y en un gran filántropo. Fue propietario de uno de
los más importantes periódicos de Estados Unidos, consiguió fondos
para construir el pedestal donde se asienta la Estatua de la Libertad
y creó el famoso Premio para escritores que lleva su nombre. Nada
de esto hubiera sucedido de no ser por un golpe de suerte. Josep
Pulitzer nació en Hungría. Cuando era adolescente no gozaba de
buena salud y veía muy mal. A los diecisiete años emigró a Améri-
ca. No tenía un céntimo y no encontraba trabajo. Su tiempo libre,
que entonces era mucho, lo pasaba en la biblioteca local jugando al
ajedrez. En una de sus visitas conoció al director de un periódico
local. De este encuentro fortuito surgió una oferta para trabajar
como reportero júnior. Después de cuatro años le ofrecieron com-
prar acciones del periódico, cosa que él aceptó. Fue una decisión
inteligente: el diario tuvo mucho éxito y el joven obtuvo pingües
beneficios. Pulitzer continuó tomando decisiones acertadas a lo lar-
go de toda su vida. Se convirtió en director del periódico y más
tarde en propietario de dos de los diarios más importantes de su
época. Al final de su vida profesional, el hombre que comenzó sien-
do un pobre inmigrante se había convertido en una de las personas
más influyentes de Estados Unidos. Su vida habría tomado segura-
mente una dirección muy distinta si no hubiera sido por un encuen-
tro fortuito en la sala de ajedrez de la biblioteca local. 8
Muchos otros hombres de negocios deben gran parte de su éxito a
encuentros casuales y a la buena suerte. Veamos el caso de Barnett
Helzberg Jr. En 1994 era propietario de una cadena de joyerías de
gran éxito en Estados Unidos, con unos ingresos anuales que ronda-
ban los 300 millones de dólares. Un día que estaba paseando junto al
Hotel Plaza de Nueva York oyó a una mujer dirigirse a un hombre
que pasaba a su lado llamándole «Mr. Buffet». Helzberg se preguntó
si el tal Mr. Buffet no seria Warren Buffett - u n o de los hombres más
ricos de Estados Unidos. No le conocía, pero sí sus criterios financie-
ros a la hora de comprar una empresa. Barnett acababa de cumplir
sesenta años, estaba pensando en vender sus joyerías y creía que era
el tipo de negocio que podría interesar a Buffett. Valoró la situación
y, sin pensarlo dos veces, se acercó al desconocido y se presentó. El
hombre resultó ser, en efecto, Warren Buffett y el encuentro tuvo
28
consecuencias muy afortunadas porque un año más tarde llegaron a
un acuerdo y Buffett compró la cadena de joyerías. Y todo porque un
día Helzberg estaba paseando cerca de una mujer que llamó a un tal
Mr. Buffet en una esquina de una céntrica calle de Nueva York.9
¿Y cómo consiguió Buffett convertirse en uno de los hombres
más ricos de Estados Unidos? En una entrevista publicada en la
revista Fortune, explicaba el importante papel que la suerte había
jugado en su carrera. A los veinte años, intentó ingresar en la Escue-
la de Negocios de Harvard, pero fue rechazado. Inmediatamente se
informó sobre otras escuelas del mismo tipo y vio que dos profeso-
res que él admiraba mucho enseñaban en Columbia. Hizo la solici-
tud en el último momento y fue aceptado. Uno de esos profesores
se convertiría en su mentor y le ayudaría enormemente a iniciar su
carrera de éxitos. Como Buffet señalaría más tarde: «Probablemente
nunca he tenido tanta suerte como cuando mi solicitud para entrar
en Harvard fue rechazada.»
El importante papel que juega la suerte en el terreno profesional
no se limita al mundo de los negocios.
En 1954, Shirley MacLaine, todavía una actriz desconocida, for-
maba parte del coro de un nuevo musical llamado The Pyjama
Game. Se le pidió también que se preparara para suplir a la prota-
gonista, Carol Haney, aunque el director le informó de que segura-
mente nunca tendría la oportunidad de hacerlo porque la Haney
tenía fama de cumplir siempre a pesar de cualquier enfermedad o pro-
blema que pudiera surgir. La función se estrenó y los críticos pusie-
ron por las nubes a Carol Haney. Pasó un tiempo y, cuando Shirley
ya estaba pensando en despedirse y participar en otra obra, una
noche, al llegar al teatro, se encontró con que la Haney se había
roto una pierna y no podía actuar. Shirley MacLaine asumió su
papel. A pesar de la falta de ensayos la reacción del público fue
muy positiva. La noche siguiente, un conocido productor de Holly-
wood, Hal Wallis, que estaba entre la audiencia le ofreció un con-
trato de siete años. Poco tiempo después, un representante de Alfred
Hitchcock la vio y le ofreció un papel en una película que el famo-
so director iba a filmar próximamente. 10
MacLaine está lejos de ser la única celebridad que ha llegado al
éxito a través de la suerte. En 1979, el productor hollywoodiense
29
George Miller estaba buscando un hombre duro y con las huellas de
la lucha en su rostro para el papel protagonista de Mad Max. La noche
antes del casting, Mel Gibson, entonces un desconocido actor aus-
traliano, había sufrido el ataque de tres borrachos en plena calle.
Llegó a la audición con un aspecto cansado y lleno de magulladu-
ras, sin embargo Miller le ofreció el papel inmediatamente. 11 La super-
modelo Kate Moss también tuvo mucha suerte. En una ocasión, a
principios de los años noventa, se disponía a ir de vacaciones con
su padre y estaba haciendo cola para facturar en el aeropuerto JFK
de Nueva York, cuando un cazatalentos que pasaba por allí se fijó
en su impresionante aspecto. Moss se convertiría en una de las
modelos más famosas y solicitadas del mundo. Y todo por un encuen-
tro fortuito. 12
Pero la suerte no es tampoco un factor determinante sólo en las
carreras de los actores o de las modelos famosas. También influye
en el éxito de científicos y políticos.
Quizás el ejemplo más conocido es el descubrimiento de la peni-
cilina por Sir Alexander Fleming. En 1920, el científico estaba tra-
bajando en la búsqueda de un antibiótico más eficaz. Parte de su
trabajo consistía en el examen microscópico de una bacteria creada
artificialmente en unos contenedores planos de cristal llamados petri
dishes. Fleming dejó, sin darse cuenta, uno de ellos sin cubrir y, por
ese motivo, cayó en su interior un trocito de moho. Casualmente, el
moho contenía una sustancia que destruyó la bacteria del contene-
dor. Intrigado por el efecto causado, no paró hasta identificar la
sustancia responsable de acabar con la bacteria. Así, descubrió por
azar el antibiótico que llamó Penicilina, que salvaría innumerables
vidas y que sería considerado como uno de los más grandes avan-
ces de la historia de la medicina.
De hecho, la suerte y los descubrimientos accidentales han alte-
rado frecuentemente el curso de la ciencia y han jugado un papel
importante en muchos descubrimientos e inventos famosos, entre ellos
la pildora anticonceptiva, los rayos X, la fotografía, los cristales de
seguridad, los edulcorantes, el velero, la insulina y la aspirina. 13
Un buen ejemplo del papel que juega la suerte en la política lo
tenemos en la carrera del presidente Harry Truman. Cuando era
joven, Truman tuvo muy mala suerte. Quería cursar estudios uni-
30
versitarios pero su padre perdió casi toda su fortuna en un desgra-
ciado negocio, así que se vio obligado a cambiar el campus uni-
versitario por la granja de su abuelo en donde ayudaba en las labo-
res agrícolas. Cuando acabó la Primera Guerra Mundial, abrió una
tienda de tejidos en Kansas City, pero vino la época de recesión
económica y la mala fortuna le llevó, esta vez a él, a la bancarro-
ta. Por fin, muy entrado ya en la treintena, tuvo su primer golpe
de suerte: un amigo le animó a presentarse a juez del condado y,
de forma inesperada, resultó elegido. A los cuarenta y dos años,
optó al puesto de juez presidente y ganó de nuevo. Pocos años
más tarde, fue nominado para el Senado de Estados Unidos y triun-
fó en las elecciones. En 1944, los demócratas dejaron caer la can-
didatura de Henry Wallace a la vicepresidencia de la nación y pre-
sentaron en su lugar a Truman, que salió vencedor j u n t o con
Franklin D. Roosevelt. A los ochenta y dos días de mandato, el
presidente Roosevelt falleció repentinamente, lo que convirtió a
Truman en el siguiente presidente de los Estados Unidos. La buena
suerte no acabó aquí. En 1948, protagonizó uno de los más sor-
prendentes acontecimientos de la historia política de su país al derro-
tar a Thomas E. Dewey en las elecciones a la presidencia y, pocos
años más tarde, sobrevivió al intento de asesinato llevado a cabo
por dos nacionalistas puertorriqueños. En sus memorias, Truman
escribe:
31
El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 2
32
Durante más de cien años, los psicólogos han estudiado la forma
en que la inteligencia, la personalidad, los genes, el aspecto y la
educación influyen en nuestra vida. Pocas dudas puede haber sobre
lo que ha significado este trabajo para el conocimiento de la condi-
ción humana. Sin embargo, a pesar de la enormidad del esfuerzo, se
ha investigado poco sobre la buena y la mala suerte. Sospecho que
los psicólogos han evitado el tema porque prefieren —algo com-
prensible por otra p a r t e - examinar factores que puedan medir y
controlar más fácilmente. Medir la inteligencia y catalogar la perso-
nalidad es relativamente sencillo, pero ¿cómo cuantificar la suerte y
cómo controlar el azar?
La situación es semejante a la vieja historia del hombre que sabe
que perdió algo muy valioso en un lado concreto de la calle pero bus-
ca en el otro porque hay más luz. Los psicólogos han decidido no
investigar la suerte porque es más fácil examinar otros temas. Sin
embargo, yo siempre he estado interesado en aspectos poco comunes
de la psicología, en áreas que otros tienden a evitar. El resultado es que
he encontrado tesoros en lugares que otras personas han ignorado.
En la introducción de este libro describo cómo empecé a intere-
sarme por el tema de la suerte tras conocer el importante papel que
jugaba en la vida de las personas que habían ido a escuchar una de
mis conferencias. Pronto me decidí a iniciar una investigación para
descubrir el porcentaje de gente que se consideraba afortunada o
desafortunada, y si su suerte tendía a concentrarse en uno o dos
aspectos de su vida, o por el contrario abarcaba otros muchos. Con
un grupo de mis estudiantes visité un centro comercial de Londres
a diferentes horas del día y preguntamos a un elevado número de
compradores elegidos al azar sobre el papel que la suerte había
jugado en sus vidas. La encuesta tenía dos partes. En la primera, les
preguntamos si se consideraban afortunados o no. Es decir, si acon-
tecimientos aparentemente fortuitos habían actuado a favor suyo o
en contra. En la segunda, si habían tenido suerte o no en ocho
aspectos concretos entre los que estaban la profesión, los amigos, la
vida familiar, la salud y los asuntos financieros.
Estudiamos una amplia gama de personas: hombres y mujeres,
jóvenes y viejos, oficinistas y empresarios, amas de casa y profesio-
nales, policías y abogados.
33
Los resultados revelaron que el 50 por ciento se consideraba
tocado por la buena suerte y un 14 por ciento por la mala suerte.
En otras palabras, un 64 por ciento, casi los dos tercios, creían que
eran personas con suerte o sin suerte. Y algo muy interesante, des-
cubrimos una fuerte tendencia a que la gente que decía que había
tenido suerte en algún aspecto de su vida también lo tenía en otros.
Las personas que se consideraban afortunadas en los negocios tam-
bién lo eran en su vida familiar, y las que no tenían suerte en su
vida profesional tampoco la tenían en su vida social. 15
34
dedicada a estudiar la psicología de lo mágico me había llevado a
darme cuenta de que las cosas no son casi nunca lo que parecen y
que la realidad es a veces más extraña, y más interesante, que la
fantasía.
La suerte no podía ser el simple resultado de hechos casuales.
Demasiada gente experimentaba repetidamente sus efectos como
para que todo se debiera al azar. Por el contrario, debía haber algu-
na causa para que las cosas les fueran bien a determinadas perso-
nas y mal a otras. Dada la importancia del factor suerte, parecía
vital profundizar para comprender a qué se debía esto. ¿Estaban
estas personas realmente destinadas a tener éxito o condenadas al fra-
caso? ¿Formaban parte de algún vasto plan cósmico? ¿Se valían de
alguna forma de habilidad psíquica para atraer la buena o la mala
suerte? ¿O había una explicación en base a la diferencia de creen-
cias y comportamientos? Y lo más importante de todo: si pudiéra-
mos entender mejor lo que está sucediendo, ¿podríamos también
mejorar la suerte de la gente?
Mi trabajo había suscitado muchas preguntas interesantes. Ahora
tenía que encontrar las respuestas.
35
II.
VIDAS CON SUERTE
Y SIN SUERTE
37
que supieron de mi trabajo a través de la televisión, la radio o Inter-
net. En total, forman un grupo extraordinario de varios cientos de
hombres y mujeres. El más joven es un estudiante de dieciocho años
y el más viejo un contable retirado de ochenta y cuatro. Su extrac-
ción social y profesional es muy variada: empresarios, universita-
rios, obreros, profesores, amas de casa, médicos, informáticos, secre-
tarias, vendedores y enfermeras. Son tan amables que me permiten
poner su vida y su mente bajo el microscopio. A unos les he hecho
larguísimas entrevistas y a otros les he pedido que lleven un diario.
He invitado a algunos a mi laboratorio para tomar parte en experi-
mentos y a otros les he pedido que contesten a complicados cues-
tionarios psicológicos. La investigación ha proporcionado una gran
cantidad de información. Con la ayuda de este grupo excepcional,
poco a poco, he descubierto los secretos de la suerte.
Uno de mis primeros objetivos fue conocer cómo se vive con
suerte y sin ella. Decidí preguntar a los participantes sobre cuestio-
nes clave de su vida, y sus historias me proporcionaron pruebas
notables del poder de la buena y la mala fortuna.
Jodie es una poetisa de treinta y seis años de edad que vive en
Filadelfia. Se considera una persona muy afortunada ya que la suer-
te le ha ayudado a hacer realidad muchos de sus sueños. Hace unos
pocos años, decidió seguir lo que su corazón le pedía y cambiar de
vida: desde pequeña había querido ser escritora y poeta. Buscó en
Internet y encontró una organización que promocionaba y ayudaba
a las mujeres escritoras. Justo en ese momento estaba celebrando su
anual reunión de verano. Jodie acudió, se quedó encantada con el
ambiente y pensó que le gustaría mucho participar. Pocos días más
tarde se encontró, por casualidad, con el fundador de la organiza-
ción. Comenzó a hablar con él y le comentó que vivía en Filadelfia.
Él le dijo que precisamente iban a celebrar allí una conferencia de
un día, y le preguntó si le gustaría presentar una ponencia. Aceptó,
por supuesto. Todo salió bien y la invitaron a la reunión del vera-
no siguiente.
Jodie también visitó otro sitio en la red con información sobre
acontecimientos relacionados con la poesía en diferentes ciudades de
Estados Unidos. Se dio cuenta de que nadie informaba sobre Filadel-
fia, así que empezó a hacerlo ella. Su colaboración le hizo mantener
38
contactos regulares con Bill, el organizador del sitio web. Un día, en
una lectura de poesía en Nueva York, le vio. Jodie se presentó y
empezaron a charlar. Al final de la conversación, Bill le preguntó si
no podía venir a Nueva York a ayudarle a coordinar un encuentro
de poesía que iba a organizar. A Jodie le encantó la propuesta, el
único problema era que no tenía dónde quedarse. Se lo dijo y él
hizo circular un mensaje en su correo electrónico. A los pocos días,
Jodie recibió un e-mail en el que le ofrecían una habitación en una
zona estupenda a un precio bajísimo. Se trasladó a Nueva York y
ahora se gana la vida en esta ciudad como poeta y escritora.
Jodie explicaba así el efecto de la buena suerte en su vida:
39
ocho accidentes. En una entrevista, Susan explicaba casi entre lágri-
mas: «No hay mucha gente que quiera montar en un coche conmi-
go y si voy a casa de alguien, suelen decirme: "Siéntate ahí y no te
muevas."»
Al entrevistar a gente con tan mala suerte como Susan me entra-
ba una gran tristeza. Trataban de hacer todo lo que podían para
vivir felices, pero el destino parecía conspirar contra ellos. La situa-
ción no tenía nada que ver con la del grupo de afortunados a quie-
nes el azar les había proporcionado una vida feliz y llena de éxitos.
Una de las personas con más suerte de las que participaron en
mi investigación ha sido Lee, un director de ventas de cuarenta y
dos años. La buena fortuna le ha acompañado a lo largo de su vida.
A los dieciséis años se puso a trabajar ayudando en las faenas de
una granja en el pueblo donde vivía con su familia. En una oca-
sión, cuando se encontraba sentado en la parte de atrás de un trac-
tor que estaba aparcado y conectado a un gran arado mecánico
- u n a máquina con aspecto terrible, destinada a remover la tierra
antes de la siembra-, un compañero decidió cogerlo para dar una
vuelta, pero no se dio cuenta de que el movimiento del tractor
empujaba a Lee hacia delante, directo a las enormes palas del ara-
do. En una entrevista, Lee explicaba así lo que sucedió después:
El padre de Lee era jardinero. Lee, que era un buen hijo, solía
ayudarle en muchas ocasiones. Una vez le pidió ayuda en una tarea
40
especialmente difícil. No le apetecía mucho pero consideró que tenía
que hacerlo. Lo hizo y... encontró a la mujer de sus sueños. Se ena-
moró al instante. Enseguida se dio cuenta de que estaban hechos el
uno para el otro. Y no se equivocó. Llevan veinticinco años de feliz
matrimonio.
Lee también ha tenido mucha fortuna en los negocios y cree que
la suerte ha jugado un papel muy significativo en su éxito:
41
trabajó para sacar a su empresa a flote, pero el estrés que sufrió se
cobró su peaje: un grave ataque al corazón le hizo liquidar el nego-
cio. Desde entonces está sin trabajo.
Stephen resumía así su situación:
Lynne y la suerte
42
gida por la prensa nacional y la invitaron a participar en varios
programas de televisión. Su fama creció, sus artículos cada
vez tenían más difusión y en 1996 recibió una llamada telefó-
nica de un importante periódico. Habían visto su trabajo y le
ofrecían una columna diaria. Su columna, «Gane con Lynne»,
tuvo mucho éxito y se mantuvo por muchos años.
Lynne ha conseguido realizar la mayoría de sus deseos,
lleva más de cuarenta años de feliz matrimonio, rodeada de
su marido y sus hijos. Como muchos otros de los que han
participado en este trabajo, atribuye gran parte de su éxito a
la buena suerte.
43
Las diferencias entre los dos grupos eran impresionantes. Pero ¿por
qué tendría que ser así? ¿Por qué todo tiene que salir bien en un
caso y mal en el otro?
Algunos escritores han especulado sobre la posibilidad de que la
gente utilice su habilidad psíquica para atraer la buena y la mala
fortuna. 1 Es fácil ver el porqué de esta sugerencia. Tomemos los
casos de Susan y Lynne. Quizás Lynne gana concursos porque, sin
darse cuenta, es capaz de utilizar sus poderes psíquicos en sentido
positivo. Susan quizás tiene la misma capacidad, pero en sentido
negativo: siempre provoca que los acontecimientos vayan en contra
suya.
Era una idea interesante, y había que investigarla a fondo. Pero
descubrir si la gente con suerte tiene más poderes psíquicos, o los
utiliza de manera más positiva que la que carece de ella, es una
tarea que está lejos de ser fácil. Tuve que utilizar un elevado núme-
ro de personas con mucha y poca suerte en el experimento de pre-
decir el resultado de un hecho que depende del azar.
Poco antes de comenzar mi investigación, dio la casualidad de
que recibí una llamada de un productor de televisión que estaba mon-
tando un programa científico para el prime time y quería que fuera
interactivo. No buscaba meros espectadores, sino participantes. Orga-
nicé una reunión con el que por entonces era mi ayudante, Mat-
thew Smith, y con otro psicólogo que se había interesado en el
estudio de la suerte, el Dr. Peter Harris, y se nos ocurrió una solu-
ción muy sencilla: ¿Por qué no pedirles a unos y a otros que predi-
jeran la combinación ganadora del próximo sorteo de la loto? Era
perfecto: tendríamos millones de espectadores. Así que cualquier
llamada a la colaboración de gente con especial buena o mala suer-
te tendría como resultado un gran número de participantes. El sor-
teo es totalmente aleatorio, y todos iban a estar muy motivados
para hacer un buen trabajo.
El número de telespectadores estimado era de unos trece millo-
nes. El programa finalizaba con un pequeño documental sobre el
proyecto en el que estábamos trabajando. En él aparecían Susan y
Lynne, y se daba a conocer un breve perfil de su vida. También se
pedía a todos aquellos que creyeran que estaban tocados por la bue-
na o la mala fortuna y pensaran jugar a la loto esa semana que se
44
pusieran en contacto con nosotros. Esperábamos llamadas de unos
cuantos cientos de personas. En pocos minutos, la cifra estimada
era de un millón.
Enviamos a los primeros mil que llamaron un sencillo formula-
rio. Para j u g a r a la loto hay que comprar un boleto y seleccionar
seis números entre el 1 y el 49. Cada boleto cuesta 1 libra y se
pueden comprar tantos como se desee. Pedimos a los participantes
que rellenaran un cuestionario, que nos permitiría incluirles en la
categoría de «Personas con suerte» o «Personas sin suerte» (véase el
recuadro), y que nos dijeran qué números creían que iban a salir en
el siguiente sorteo.
Cuestionario de la Suerte
45
sorteo, ganan más veces de lo que podríamos considerar nor-
mal; suelen conocer a gente que les ayuda a conseguir lo que
quieren y, por último, su buena fortuna juega un papel impor-
tante a la hora de hacer realidad sus ambiciones y objetivos.
Puntuación
46
Los formularios nos fueron devueltos con mucha rapidez. El sor-
teo se celebraría dos días más tarde; por tanto, tendríamos que
actuar también rápidamente. Recibimos unas 700 respuestas de gen-
te que iba a comprar, en total, unos 2.000 boletos. Cuando procesa-
mos los datos, justo un día antes del sorteo, nos dimos cuenta de la
gran cantidad de información que habíamos recopilado.
Imaginemos que existe una verdadera relación entre la suerte y
la habilidad psíquica, que la gente con suerte elige más números
premiados que quienes carecen de ella. Si ése fuera el caso, los
números elegidos por la gente con suerte - p e r o no por la gente sin
suerte- tendrían más posibilidades de ser ganadores. En consecuen-
cia, para descubrir los números premiados todo lo que había que hacer
es saber los números escogidos por la gente con suerte y evitados
por la gente sin suerte. No se nos había ocurrido antes, pero si la
teoría era cierta, los datos recogidos podían hacernos millonarios.
Primero discutimos los aspectos éticos del asunto. Luego, comen-
zamos a analizar los datos. Comprobamos que algunos números ha-
bían sido elegidos por gente con suerte y evitados por gente sin
suerte. A menudo las diferencias eran pequeñas, pero potencialmen-
te fundamentales. Examinamos los datos y llegamos a la conclusión
de que los números ganadores tendrían que ser los siguientes: 1, 7,
17, 29, 37 y 44. Por primera y única vez en mi vida jugué a la loto.
En Inglaterra, el sorteo de la loto se celebra los sábados por la
noche y se emite en directo por televisión. Como de costumbre, se
introdujeron en los bombos giratorios las 49 bolas y se extrajeron
al azar 6 de ellas, más otra para un premio especial. Los números
ganadores fueron el 2, 13, 19, 21, 45, 32. No había acertado ni uno.
Pero, ¿le había ido mejor a la gente de nuestro experimento? De
los 700 participantes, sólo 36 ganaron algo de dinero y éstos se
encontraban repartidos casi por igual entre ambos bandos. Sólo dos
personas consiguieron acertar cuatro números, ganando 58 libras cada
una. Una de ellas se había clasificado previamente como «con suer-
te», la otra se había incluido entre la gente «sin suerte». Por térmi-
no medio, ambos grupos habían comprado tres boletos, habían acer-
tado un número en cada boleto y perdido unas 2,50 libras. 3
El experimento había involucrado a cientos de personas. La loto
es un juego de azar y sus resultados son imprevisibles. Todos esta-
47
ban muy motivados para ganar. Si la gente con suerte tuviera más
poderes psíquicos que la gente sin suerte, habría tenido que acertar
más números y ganar más dinero. Al final, a la gente con suerte no
le fue ni mejor ni peor que a sus contrarios. Prácticamente todos los
que participaron en el experimento, incluido yo, perdieron una peque-
ña suma de dinero. Los resultados, ciertamente, no sustentan la teo-
ría de que la suerte se debe a una determinada habilidad psíquica.
El Cuaderno de la Su
- Mi vida en general
- Mi vida familiar
- Mi vida personal
- Mi situación financiera
- Mi salud
- Mi vida profesional
Muy 1 2 3 4 5 6 7 Muy
insatisfecho satisfecho
Puntuación
Los trabajos realizados previamente con este tipo de cues-
tionario demuestran que el nivel de satisfacción de la gente
48
es relativamente estable a lo largo del tiempo, y que está rela-
cionado con su nivel de felicidad y su calidad de vida. 4
Sume los resultados y utilice la escala siguiente para cono-
cer si su nivel de satisfacción es bajo, medio o alto.
vida
Vida en Vida Situación Salud Vida
general familiar personal financiera profesional
49
el Cuestionario de la Suerte y que hicieran una serie de tests que
miden las dos clases de inteligencia. Estos tests, muy utilizados en
miles de experimentos realizados en todo el mundo para predecir la
respuesta de determinadas personas en la escuela, en la universidad
y en algunos tipos de trabajo, nos mostraron la capacidad de razo-
namiento, verbal o no, de los participantes. Calculé el número de
respuestas correctas y, tras analizar su procedencia —de la gente
con suerte y sin suerte-, pude comprobar que ambos grupos obte-
nían prácticamente la misma puntuación en los tests de inteligen-
cia. 6 Luego comparé los resultados con los obtenidos por los «neu-
trales» y, una vez más, no había diferencias sustantivas. Los resultados
del experimento eran claros: tener suerte o carecer de ella no tiene
nada que ver con la inteligencia.
50
Confianza de las personas sin suerte,
neutrales y con suerte en que les toque la lotería
51
proporcionaron todos los que amablemente se prestaron a colaborar
en mi trabajo, tendrá oportunidad de evaluar el papel que juegan estos
principios en su vida y, al final de cada capítulo, encontrará varios
ejercicios que le ayudarán a incrementar su suerte.
Es hora de comenzar. Es hora de descubrir lo secretos que se escon-
den tras una vida con suerte.
52
2 . LOS CUATRO PRINCIPIOS
DE LA SUERTE
III.
PRINCIPIO NÚMERO 1:
MAXIMICE SUS OPORTUNIDADES
55
que estar en el sitio adecuado en el momento oportuno tiene mucho
que ver con gozar del adecuado estado de ánimo.
Wendy es un ama de casa de cuarenta años que se considera
una persona con suerte en muchos aspectos de su vida, sobre todo
en lo que se refiere a ganar concursos. Consigue, por término medio,
tres premios a la semana. Algunos son pequeños, pero muchos otros
son importantes: en los últimos cinco años ha ganado bastante dine-
ro y algunas vacaciones en países exóticos. Desde luego, parece que
nadie puede poner en duda que Wendy tiene la sorprendente habi-
lidad de ganar concursos. Y no es ella la única. En el capítulo ante-
rior, describí cómo Lynne había conseguido importantes premios:
coches, vacaciones, etc. Lo mismo se puede decir de Joe. Como Wendy
y Lynne, se considera una persona afortunada. Lleva cuarenta años
de feliz matrimonio y tiene una maravillosa familia. Pero, sobre
todo, tiene suerte en los concursos. Su lista más reciente de éxitos
incluye la obtención de televisores, la participación en conocidos
seriales de TV y vacaciones pagadas.
¿Qué hay detrás de estos ganadores? Su secreto es muy sencillo:
participan en muchos concursos. Cada semana, Wendy prueba su
suerte en unos 130: 60 por correo y 70 por Internet. Lynne y Joe
no le van a la zaga: hacen un mínimo de 50 cada uno. Sus posibi-
lidades de ganar se incrementan en la misma medida que incrementan
su participación. Los tres son conscientes de que su suerte se debe,
en realidad, al gran número de veces que lo intentan. Como Wendy
explicaba, «Tengo suerte, pero la suerte hay que buscarla. Gano
muchos concursos y premios, aunque también me esfuerzo mucho
en el empeño». Por su parte, Joe me comentaba:
56
Si podría explicar también por qué este tipo de personas conoce a
gente interesante en las reuniones a las que acude, o por qué lee artí-
culos en los periódicos que cambian su vida. Decidí levantar el
telón y descubrir la realidad que s^ esconde detrás de la ilusión. Lo
que vi es que todo podía resumirse en una sola palabra: personali-
dad.
La gente que tiende a pensar y comportarse de la misma forma
se dice que tiene la misma personalidad. El concepto de personali-
dad es capital en la psicología moderna. Se ha invertido una gran
cantidad de tiempo y esfuerzo en encontrar la forma más adecuada
de clasificar la personalidad y, aunque está lejos de ser tarea fácil,
los resultados han sido impresionantes.
Durante muchos años, los psicólogos se ha dedicado a desarro-
llar fórmulas para clasificar a los individuos en función de su per-
sonalidad. Tras muchas investigaciones, la mayoría de ellos han lle-
gado a la conclusión de que sólo hay cinco rasgos propios de nuestra
personalidad en los que todos variamos y que se encuentran en
jóvenes, viejos, hombres y mujeres con independencia de su raza o
cultura. Estos cinco rasgos suelen conocerse como sociabilidad, con-
trol emocional, extraversión, neuroticismo y receptividad. 1
Por mi parte, he comparado la personalidad de la gente con suer-
te y sin suerte en base a esos cinco rasgos definitorios de la perso-
nalidad. El primero que examiné fue el de sociabilidad, que mide el
grado de simpatía que despierta una persona por su comportamien-
to y actitud positiva hacia los demás. Me preguntaba si la causa de
que la gente con suerte recibiera tantos regalos de la vida sería la
justa contrapartida a su tendencia a ayudar al prójimo. Pero la pun-
tuación de uno y otro grupo, en este caso, fue prácticamente simi-
lar.
El segundo rasgo que examiné fue el control emocional, que
mide el grado de autodisciplina, voluntad y determinación de una
persona. Quizás la gente con suerte tiene mejor fortuna, lisa y lla-
namente, porque trabaja más y con más firmeza que la gente sin suer-
te. Pero, de nuevo, fueron pocas las diferencias entre la puntuación
de uno y otro bando. 2
Los grupos, sin embargo, obtuvieron puntuaciones muy distintas
en lo que se refiere a los tres rasgos restantes de la personalidad:
57
extraversión, neuroticismo y receptividad. Estas diferencias explica-
ban por qué la gente con suerte encuentra tantas oportunidades a
lo largo de su vida, cosa que no le ocurre a sus contrarios. Cada
una de ellas constituye un subprincipio.
35 -
33 -
31 -
29 -
27 -
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17 -
15 -
58
En primer lugar, de la misma forma que Lynne, Joe y Wendy
aumentan sus posibilidades de obtener premios porque participan
en muchos concursos, los extravertidos también incrementan la posi-
bilidad de tener encuentros provechosos porque conocen a mucha
gente nueva en el día a día. Es muy sencillo: cuantas más personas
conocen más oportunidad tienen de tropezar con alguien que pro-
duzca efectos positivos en su vida.
Veamos el caso de Robert, un mecánico de vuelo de cuarenta y
tres años que vive en Inglaterra. Robert tiene mucha suerte y su
vida está salpicada de encuentros afortunados. Hace unos pocos
años, voló con su esposa a Francia para celebrar el Año Nuevo.
Pasadas las fiestas se dispusieron a regresar, pero una gran nevada
hizo que se suspendieran todos los vuelos. Después de varios días
sin que la situación se resolviera, decidieron volver a su país en el
ferry. Pero todavía había otro problema. El ferry llegaría a un puer-
to que estaba a considerable distancia de su casa y los transportes
públicos también estaban suspendidos en Inglaterra a causa de la
nieve. Cuando Robert y su esposa estaban dándole vueltas al asun-
to, se abrió la puerta y apareció otra pareja inglesa que también iba
a coger el ferry. Robert empezó a hablar con ellos y cuál no sería
su sorpresa al descubrir que vivían muy cerca de su casa. La pareja
se ofreció inmediatamente a llevarles en coche. En unos minutos
sus problemas se habían resuelto.
En otra ocasión, se querían cambiar de casa. Habían mirado
varias sin encontrar ninguna que les gustase. Un día, Robert iba cami-
nando por la calle principal y vio a un agente inmobiliario que
conocía salir de su oficina. Podría haber pasado de largo, pero deci-
dió preguntarle si sabía de alguna casa en venta con las caracterís-
ticas que a él le convenían. La respuesta en principio fue negativa.
Sin embargo, unos segundos más tarde el agente recordó algo, se
volvió hacia él y le dijo que fuera a ver una que acababa de poner-
se a la venta. Robert, no perdió ni un minuto. Se acercó inmedia-
tamente y quedó encantado nada más verla. La compró ese mismo
día. Era la casa de sus sueños y la pareja vivió feliz en ella duran-
te más de veinte años.
Cuando le entrevisté, Robert se describió como sociable y locuaz.
Me dijo que en la cola del supermercado suele charlar con las per-
59
sonas que están j u n t o a él. Le encanta hablar con desconocidos.
Disfruta haciendo nuevas amistades y, por supuesto, piensa que a
mayor número de conocidos mayores oportunidades tiene de entrar
en contacto con alguien que puede reportar algún beneficio a su
vida.
Joseph, un estudiante ya madurito (tiene treinta y cinco años),
también ha tenido muchas oportunidades para introducir cambios
en su vida. En sus tiempos de instituto le costaba mucho adaptarse,
faltaba a clase y tenía constantes problemas con los profesores y tuto-
res, incluso con la policía. A los veinte años había visitado ya la
cárcel varias veces por faltas leves y había ido dando tumbos de un
trabajo a otro. En ese momento, un encuentro fortuito cambió su vida.
Iba en un tren a Virginia cuando el convoy se paró entre dos esta-
ciones. Joseph estaba aburrido y se puso a charlar con una mujer
que iba sentada a su lado. Era psicóloga y pronto entablaron una inte-
resante conversación sobre las tendencias autodestructivas de Joseph.
La mujer quedó impresionada de su perspicacia y de su capacidad
de comunicación y le dijo que podría llegar a ser un excelente psi-
cólogo. Cuando el tren llegó a su destino, cada uno siguió su cami-
no, pero la idea había quedado prendida en la mente de Joseph. Se
enteró de los estudios que tendría que hacer y decidió cambiar por
completo su vida ingresando en la Southern University para licen-
ciarse en Psicología. En su entrevista me dijo: «He aprendido que pue-
des sacar mucho partido de una conversación. En lo que a mí res-
pecta, me ha ayudado enormemente a mejorar mi suerte.»
6o
sación. Así descubrió que su compañero de viaje era un importante
ejecutivo de una compañía cinematográfica. Le habló de su secreto
deseo de formar parte del mundo del cine y le dijo que aceptaría un
trabajo, por nimio que fuera, con tal de entrar. Él le ofreció organi-
zarle una entrevista con el jefe de personal de su empresa, y así fue
como Samantha empezó a trabajar como secretaria de uno de los abo-
gados, pero enseguida pasó al departamento de adquisiciones cine-
matográficas. Cinco años más tarde, se ha convertido en una atarea-
da ejecutiva en Los Ángeles que reconoce que tuvo la suerte de
aprovechar la oportunidad que le ofreció el estar en el sitio adecua-
do en el momento oportuno.
Otra forma en la que la gente con suerte aumenta sus posibilidades
de tener este tipo de encuentros reside en lo que llamaremos «mag-
netismo social». Los psicólogos han llegado a la conclusión de que
hay personas que atraen más que otras. 4 Esta especie de «imanes
sociales» suelen encontrarse con que muchos se acercan a charlar
con ellos en fiestas y reuniones. Tampoco es raro que cuando van
por la calle les pregunten por una dirección o por la hora. Por algu-
na extraña razón, la gente se siente atraída por ellos. Y algo que no
es nada sorprendente: son muchos más los extravertidos que los intro-
vertidos los que tienen este don tan especial.
Las investigaciones han puesto de relieve que estas personas
adoptan un tipo de lenguaje corporal y de expresión facial que las
hace atractivas e incitantes. Y, lo que es interesante resaltar, la gen-
te con suerte muestra el mismo comportamiento. Le pedí a algunos
colegas que examinaran las cintas y vídeos de las entrevistas que
había realizado. Quité el sonido para que no pudieran averiguar a
qué bando pertenecían los entrevistados a la hora de analizar su
aspecto y su actitud durante la entrevista. Contaron el número de
veces que sonreían, y el número de veces que miraban a los ojos de
su interlocutor y tomaron nota de todos sus gestos.
Las diferencias entre uno y otro grupo eran enormes. La gente
con suerte sonreía el doble de veces que la gente sin suerte y su
mirada era mucho más franca y directa. Quizás los mayores contrastes
surgieron a la hora de examinar su lenguaje corporal «abierto» o
«cerrado». Las personas exhiben un lenguaje corporal cerrado cuan-
do cruzan los brazos y las piernas, o no se encaran con quien están
61
hablando. Un lenguaje abierto es exactamente lo contrario: la per-
s o n a mira de frente, no cruza los brazos ni las piernas y a menudo
hace gestos con las manos abiertas. La gente con suerte tiende a
utilizar un lenguaje abierto el triple de veces que la gente sin suer-
te. El lenguaje corporal y facial de las personas con suerte resulta muy
atractivo. Esto ayuda a que se den esas felices casualidades que
tanto les favorecen. Por ejemplo, cuantos más contactos establezcan
en una fiesta, más posibilidades tendrán de encontrar a la persona
de sus sueños. Cuanto más hablen de negocios, más posibilidades ten-
drán de encontrar un nuevo cliente o de conocer a alguien que pro-
duzca efectos beneficiosos en su carrera.
Pero la cosa no acaba aquí. Además de hablar con mucha gente,
y tener esa especie de magnetismo social, este tipo de personas
extravertidas también encajan en un tercer comportamiento que
incrementa las probabilidades de que su vida esté plagada de casua-
lidades providenciales y que, seguramente, juega el papel más impor-
tante en su carrera de éxitos. Son eficaces a la hora de establecer
lazos seguros y duraderos y no tienen dificultades para entablar
nuevos conocimientos y amistades. En consecuencia, mantienen un
grupo mucho más numeroso de amigos y conocimientos que la gen-
te sin suerte. Esta red de contactos contribuye a incrementar sus opor-
tunidades.
Veamos el caso de Kathy, una administrativa de cincuenta años de
edad. Kathy se considera una persona con mucha suerte en todos los
aspectos de su vida. Lleva veintitrés años de feliz matrimonio y tiene
dos hijos. Cree que ha estado siempre en el lugar adecuado en el
momento oportuno. Hace unos años decidió reincorporarse al trabajo
después de estar un tiempo dedicada al cuidado de sus hijos, pero no
estaba segura de que su capacidad y conocimientos fueran las mis-
mas de antes. Llamó a un viejo amigo vinculado al mundo profesio-
nal al que no veía hacía tiempo para pedirle consejo. Cuando comen-
zaron a hablar de su deseo de reingresar en el mundo laboral, él le
comentó que iba a poner un anuncio porque necesitaba un asistente
personal. Kathy le dijo que le gustaría empezar de nuevo en ese pues-
to y él le sugirió que lo pidiera. Así lo hizo y lo consiguió. Tras seis
años de trabajo en la empresa está encantada con lo que hace y cree
que buena parte de su suerte se deriva de su actitud:
62
«Colecciono gente. Me gusta, y no tengo problemas para hacer
nuevos amigos. Procuro mantener el contacto con ellos. Aunque
resulta difícil estar en contacto con todo el mundo, yo hago todo
lo que puedo.»
63
una reunión y que empieza a charlar con una chica que se llama
Sue. Nunca la ha visto antes, pero parece agradable. En un momen-
to dado, menciona que está pensando en cambiar de trabajo. No pare-
ce probable que Sue le pueda ofrecer un contrato, pero quizás conoz-
ca a alguien que sí puede hacerlo. Charlando con ella, está sólo a
un paso de «sus» 300 personas. Quizás le presente a alguien que
seguramente conoce a alguien que esté interesado en contratarle.
Usted está sólo a dos pasos de u n a s 90.000 posibilidades (300 x
300 personas) de tener un encuentro providencial. Y, todo ello, sólo
por saludar a Sue.
Pero volvamos al cincuenta cumpleaños de Kathy y a sus 50
invitados. Asumamos que cada u n o de ellos conoce, por término
medio, a otros 300, y que cada uno de esos 300 conoce, a su vez,
a 300 más. En su fiesta de cumpleaños ¡¡Kathy estaba a sólo un
paso de 15.000 personas y a dos de 4,5 millones!! Teniendo en
cuenta todo este potencial de contactos, no parece sorprendente que
estos encuentros jueguen un papel tan importante y positivo en su
vida.
Sin darse cuenta, las personas con suerte se comportan de un
modo que maximiza su haber de golpes de fortuna y de casualida-
des providenciales. Hablan con montones de personas y pasan tiem-
po con ellas; atraen a la gente y mantienen las relaciones. El resul-
tado es una vasta red de contactos y grandes posibilidades de tentar
la suerte. Y sólo se necesita uno de estos encuentros fortuitos para
cambiar una vida.
64
que he conocido, estando en el sitio adecuado en el momen-
to oportuno. No se me ocurre ningún aspecto concreto en
el que no haya sido afortunada.»
65
Bien, son divertidas, pero hay que planificarlas. Suelo invi-
tar a mucha gente diferente. Las fiestas con las mismas
personas son un tanto predecibles. Por otra parte, es una
manera de hacer que surjan nuevas amistades y conoci-
mientos. Celebro una cada dos meses y, la verdad, me da
buena suerte en los temas profesionales, o a la hora de
encontrar apoyos... Se trata de compartir conocimientos y
experiencia.
»Es un juego de probabilidades. Si conoces a 20 personas
en una semana, tendrás más oportunidades de encontrar a
alguien interesante que si conoces sólo a 5. En resumen,
se trata de tener más posibilidades de que te pasen cosas
buenas, de tener encuentros agradables... Creo que sería muy
difícil tener suerte si no lo haces.»
Hay también otra serie de técnicas que la gente con suerte utiliza
sin tener conciencia de sus ventajas. Estas técnicas no se refieren
tanto a la creación de golpes de fortuna, sino a la capacidad de ver
y aprovechar las oportunidades que surgen espontáneamente. Un sen-
cillo truco de cartas nos servirá para ilustrar mi teoría. Imagínese
que he invitado a varias personas a cenar y que he colocado cinco
cartas boca arriba sobre la mesa. Le pido a uno de mis invitados
que mire las cartas, que elija una y la recuerde.
Después, le ruego que salga de la habitación unos minutos. Cojo
las cartas, las miro y guardo en mi bolsillo la que creo que mi invi-
tado eligió. Luego dejo las otras cuatro sobre la mesa. A continua-
ción, invito a mi amigo a que vuelva a la habitación, que mire las
cartas y me diga si la elegida por él no está. He hecho este juego
montones de veces y nunca me falla.
Pensé que sería divertido traerlo aquí. Hacer un truco de cartas
en un libro no es fácil, pero v a m o s a intentarlo. He reproducido
cinco cartas en la siguiente página. Mírelas, elija una, recuérdela y
vuelva de nuevo aquí.
66
¿Ya lo ha hecho? Bien. Ahora imagine que ha salido de la habi-
tación y yo he guardado en mi bolsillo la carta que creo que usted
ha elegido. Le invito a volver, y le muestro las otras cuatro. La suya
no está. Las cuatro cartas están en el Apéndice A. Vaya y comprue-
be si su carta ha desaparecido.
¿Cómo lo he hecho? ¿Estaba su carta allí? Tengo que ser since-
ro con usted. Como habrá imaginado, el juego no tiene nada que
ver con mis habilidades mágicas sino con la psicología.
Este truco funciona debido a un sencillo principio psicológico:
sólo tendemos a fijarnos en las cosas que nos importan de verdad.
Si no ha descubierto todavía el secreto que se esconde detrás del
truco, eche una segunda mirada a las cartas. En vez de elegir sólo
una, fíjese en todas ellas. Ahora, vuelva al Apéndice A y mire las
cartas que hay allí. Como habrá podido comprobar, todas son dife-
rentes.
Cualquiera que sea la carta que elija de la selección de la pági-
na anterior, nunca estará entre las del Apéndice 1. Le pedí que se con-
centrara y que recordara sólo una carta. A los efectos del truco,
esta carta se convierte en importante y las otras cuatro no. Cuando
mira las cartas del Apéndice, la mayoría de la gente se da cuenta
de que la suya no está, pero no repara en que el resto ha cambia-
do también. Es una sorprendente demostración de cómo tendemos a
concentrar nuestra atención en lo que nos importa exclusivamente
y solemos ignorar otros aspectos circundantes.
Es una idea muy simple, pero tiene mucho que ver con las opor-
tunidades y la suerte. A menudo sucede que no nos damos cuenta
de las oportunidades que nos ofrece la vida porque estamos dema-
siado preocupados en buscar otras cosas.
Hice un experimento muy sencillo para comprobar este fenóme-
67
no. Le di a una serie de personas un periódico y les pedí que le
echaran un vistazo y me dijeran cuántas fotografías contenía. Apa-
rentemente no había ninguna segunda intención. Yo sólo quería saber
el número de fotografías que había en el periódico. A todos les
pareció muy fácil y a la mayoría sólo les llevó unos dos minutos
averiguarlo. Hubo algunos que tardaron un poco más porque dieron
una segunda pasada para comprobar la cifra.
En realidad, todos podrían haber contestado en unos pocos segun-
dos y sin tomarse el trabajo de contar las fotografías. ¿Por qué?
Sencillamente porque en la segunda página del periódico había un
mensaje que decía: «NO SIGA CONTANDO, HAY 43 FOTOGRAFÍAS EN ESTE PERIÓ-
DICO.» Y no era un anuncio pequeño colocado en una esquina. Ocu-
TO ESTE ANUNCIO Y GANE 100 LIBRAS.» Una vez más, no hubo nadie que
reparara en el mensaje. Igual que antes, todos estaban demasiado
preocupados buscando las fotografías. Es interesante analizar su reac-
ción al final del experimento. Les pregunté si habían visto algo raro
en el periódico. Cuando dijeron que no, les pedí que le dieran una
segunda pasada. En pocos segundos vieron el primer mensaje. La
mayoría se echaron a reír y dijeron que no podían entender cómo
no se habían dado cuenta. Cuando vieron el segundo mensaje, la
sorpresa fue mayúscula, y sus palabras todavía más expresivas.
Todos los que tomaron parte en el experimento fallaron a la hora
de ver las interesantes y obvias oportunidades que tenían ante sí
porque no las estaban buscando.
La cuestión es saber qué clase de gente es la que se da cuenta
de este tipo de cosas. ¿Quién percibe que todas las cartas han cam-
biado en el truco mágico? ¿Quién ve que puede ganar 100 libras en
un experimento de un periódico? La respuesta está en un segundo
rasgo de la personalidad en el que difieren las personas con suerte
68
y sin suerte: el neuroticismo. Los que obtienen una baja puntuación
en este rasgo son personas tranquilas, con una actitud relajada,
mientras que los que la obtienen alta suelen tener también un gra-
do elevado de tensión y ansiedad.
Como muestra el gráfico, la puntuación de la gente con suerte
en lo que se refiere al neuroticismo es mucho más baja que la de la
gente sin suerte 5 y esto puede ser algo importante a la hora de ver
las oportunidades que la vida nos ofrece.
30 i
25 -
20 -
15 -
69
De igual forma, las personas con suerte tienden a estar más rela-
jadas que la mayoría de la gente y, por tanto, están más predis-
puestas a que no se les escapen las oportunidades que el azar les ofre-
ce, incluso cuando no están a la expectativa. Serán quienes verán
también los anuncios en el experimento del periódico y los grandes
puntos alrededor de la pantalla del ordenador. Y esta capacidad
suya tiene un importante y positivo efecto sobre su vida.
Para ilustrar este punto, comencemos por analizar la influencia
de este factor en algo tan simple como encontrar dinero en la calle,
que también tiene que ver con la suerte. Como Huckleberry Finn seña-
ló, disfrutamos más del billete que encontramos en la calle que del
que ganamos con nuestro trabajo. Richard, un hombre de sesenta y
siete años, suele encontrar monedas, e incluso billetes, cundo sale a
dar un paseo. Hace ocho años decidió poner este dinero aparte, en
un bote con un letrero que dice «dinero encontrado». Guarda el bote
en su cocina y está sorprendido de lo rápido que se llena. En una
entrevista, contaba cómo se había dado cuenta de un extraño fenó-
meno: la cantidad de dinero encontrado estaba en relación directa
con lo feliz que se sentía en ese momento. Richard ha llegado a
esta conclusión porque, durante algún tiempo, tomó nota de su esta-
do de ánimo - f e l i z , relajado, ansioso o t r i s t e - y el dinero que
encontraba. Los resultados le demostraron el papel tan importante
de estos factores a la hora de percibir las oportunidades que surgían
a su alrededor:
70
pado contando las fotografías del periódico que no ve el anuncio
que ofrece ganar cien libras en un momento. En la vida real, puede
concentrarse en llegar a tiempo a una reunión, encontrar un nuevo
trabajo o darle vueltas a cualquier problema. El resultado es que su
radio de atención se estrecha, provocando la pérdida de las oportu-
nidades que surgen diariamente a su alrededor.
La gente con suerte a menudo comenta cómo ha encontrado, en
periódicos y revistas, en anuncios y en Internet, las oportunidades que
tanto han hecho cambiar su vida. En el Capítulo I, describí la vida
afortunada de Lynne. Todo cambió para ella cuando cayó en sus
manos un artículo de un periódico que hablaba de una mujer que
había ganado montones de premios en concursos. Muchas otras per-
sonas con suerte narraron la misma experiencia. Veamos el caso de
Diana, profesora de la Universidad de Cambridge, de treinta y nue-
ve años. Me contó cómo un episodio muy importante de su vida
llegó a través de un artículo del periódico que leyó por casualidad:
71
recomendó uno que vivía cerca de mi casa. Contacté con él y le
contraté. Resultó excelente. En otra ocasión, en un momento de
mi vida en el que sentía la necesidad de ampliar mis conoci-
mientos, escuché un programa en el que una mujer hablaba de
un fascinante curso de sociología que acababa de hacer. Llamé a
la emisora, pedí detalles y unas pocas semanas después estaba
matriculada en un amplio curso de sociología en un maravilloso
campus. Mi radio mágica consigue muchas cosas como éstas.»
72
En resumen, las personas con suerte son expertas en darse cuen-
ta de las oportunidades que surgen a su paso. No las buscan direc-
tamente, pero su actitud relajada les ayuda a ver, a darse cuenta
de lo que sucede a su alrededor. Es un tanto irónico, pero al no
buscar las cosas con demasiado interés, a c a b a n por ver m u c h o
más.
73
con ellas. Quizás hasta tiene el coraje de ser el primero o la
primera en romper el hielo en esa fiesta. O es posible que se
dé de bruces con el conferenciante en el rellano de la escale-
ra, después de su fascinante charla. O bien, usted y la perso-
na de la tienda compraron la misma cosa al mismo tiempo y
comenzaron a charlar. Quizás se haya presentado antes de
que sus colegas abandonaran la fiesta. O puede que usted no
tuviera tanta prisa cuando su amigo le presentó a esa perso-
na y se fueron a tomar un café. Anote en el Cuaderno de la
Suerte los detalles de ese primer contacto.
Después, imagine que ha encontrado a alguien accesible y
abierto con quien es fácil hablar; que la reunión fue tan bien
que ha tenido un efecto muy positivo en su vida. Quizás encon-
tró a su pareja ideal y se han enamorado perdidamente. Qui-
zás el encuentro en la escalera resultó ser una increíble opor-
tunidad para su carrera profesional. O la persona de la tienda
puede haberse convertido en uno de sus mejores amigos. Qui-
zás la conversación en la fiesta de trabajo acabó siendo la
base de un estupendo negocio. Deje volar su imaginación y
piense cómo podría haber cambiado su vida ese encuentro
casual. Luego, apunte en su cuaderno una breve descripción
de sus efectos.
Este ejercicio está concebido para ilustrar el poder de estas
casualidades providenciales, de estas oportunidades. Para que
veamos cómo los más pequeños acontecimientos y decisiones,
si se aprovechan, pueden tener un gran impacto en nuestra
vida. No hay forma de saber lo que habría sucedido si hubie-
ra conocido a esa persona misteriosa. Obviamente, no pode-
mos volver al pasado y cambiarlo. Sin embargo, es posible
cambiar el futuro. Hay varias técnicas que incrementarán enor-
memente la posibilidad de que experimente el tipo de encuen-
tro providencial que ha descrito en su Cuaderno de la Suerte.
El primer paso hacia la incorporación de estas técnicas en el
día a día es conocer a fondo las teorías, sencillas pero alta-
mente eficaces, que hay tras de ellas. Y estas teorías se des-
criben en detalle en este capítulo.
74
SUBPRINCIPIO 3: LA GENTE CON S U E R T E ES RECEPTIVA Y
ESTÁ ABIERTA A NUEVAS E X P E R I E N C I A S
34 -
32 -
30 -
28 -
26 -
2U -
22 -
20 -
75
le han dado resultado. En una entrevista, Robert recalcó su preferencia
por la variedad:
76
Aunque pueda parecer extraño, bajo determinadas circunstancias,
este tipo de comportamiento incrementa las posibilidades de encon-
trarnos con esas oportunidades que parecen salir al paso de la gente
con suerte. Imagine que vive en medio de un huerto lleno de manza-
nos. Cada día va y recoge una gran cesta de manzanas. En las prime-
ras visitas no importa dónde se dirija, todos los árboles están cargados
de fruta. Pero a medida que pasa el tiempo será más difícil encontrar
manzanas en los sitios donde ya ha estado. Y cuanto más vuelva al
mismo lugar, más difícil le será encontrarlas. Sin embargo, si decide ir
a sitios en los que no ha estado antes, o incluso lo deja al azar, las
posibilidades de encontrar manzanas aumentarán enormemente.
Lo mismo pasa con la suerte. Es fácil agotar las oportunidades si
sigue hablando con las mismas personas, si sigue siempre las mis-
mas rutas, o si va al mismo sitio cada verano. Pero el estar recepti-
vo a nuevas experiencias, o incluso el dejar las cosas al azar, intro-
duce la posibilidad de toparse con nuevas oportunidades, de recibir
sorpresas. Es como visitar una parte nueva del huerto. De repente,
se encontrará rodeado de cientos de manzanas.
77
el suyo. Corrió a comprobar el resto y no podía creer lo que estaba
viendo: también coincidían el cuarto, el quinto y el sexto... Ganó el
premio gordo, unos siete millones de libras. Así pues, no es sor-
prendente que Martin se considere un hombre de suerte.
Al comienzo de nuestras conversaciones les pedí a Brenda y a Mar-
tin que me contaran las cosas buenas y malas que les habían pasa-
do recientemente. Esta pregunta se la había hecho a mucha gente
en anteriores ocasiones. Pero esta vez era diferente: yo ya conocía
las respuestas. De hecho, sabía de su vida más que ellos. Aunque
no tenían ni idea, habían estado participando en un experimento
secreto para examinar la relación entre suerte y oportunidad.
En esta ocasión, no realicé este experimento en el laboratorio de
la universidad, sino en la vida cotidiana. Incluso les habíamos fil-
mado. El metraje y los comentarios de ambos durante las entrevis-
tas fueron muy reveladores para conocer por qué unos encuentran
más oportunidades que otros a lo largo de su vida.
Unas semanas antes, había tenido un encuentro con una produc-
tora de televisión que estaba haciendo un programa sobre la suerte.
Me dijo que diversas personas - e n t r e ellos Brenda y Martin- habían
aceptado participar en el programa y estaban deseando hacerlo tam-
bién en algún experimento. Me pareció una idea excelente ilustrar cómo
la gente con suerte aprovecha y propicia las ocasiones presentando
las reacciones de Brenda y Martin ante las mismas oportunidades.
Pero no quise hacerlo en el laboratorio, sino en el mundo real.
Aunque la idea era muy sencilla, exigía una gran planificación,
una serie de billetes de 5 libras, cuatro cómplices y montones de
cámaras ocultas. El experimento tuvo lugar en una cafetería cerca
de mi universidad. El equipo de televisión montó varias cámaras a
lo largo de la calle que daba a la cafetería, y también en el propio
local. Se pidió a Martin y a Brenda que acudieran a la cafetería a
distintas horas y esperaran hasta que se encontraran con determina-
da persona implicada en el proyecto.
Creamos dos posibles «oportunidades» para Martin y Brenda. Pusi-
mos un billete de 5 libras en el suelo, justo en la puerta de la cafe-
tería. Tenían que pasar por allí para entrar, pero ¿verían el dinero?
También reorganizamos la cafetería de modo que sólo tuviera cua-
tro mesas y sentamos a un cómplice en cada una de ellas. Uno era
78
un empresario de éxito, los otros no. A todos se les había dado ins-
trucciones para que se comportaran de igual modo con independen-
cia de que fuera Martin o Brenda quien estuviera en el café. ¿Apro-
vecharían al máximo la ocasión?
Colocamos las cámaras y esperamos su llegada. Martin f u e el
primero en hacerlo. Enseguida vio el billete, lo cogió y entró en la
cafetería. Una vez dentro, pidió un café y se sentó j u n t o al empre-
sario. En pocos minutos, se había presentado y le había ofrecido a
su vecino de mesa un café. El hombre aceptó y poco después los
dos estaban hablando amigablemente. Tan pronto como Martin hubo
salido, colocamos otro billete de 5 libras en el suelo y esperamos la
llegada de Brenda.
Sin embargo, las cosas no se desarrollaron según lo habíamos
planeado. En vez de Brenda, apareció una mujer llevando un coche-
cito con un bebé. Vio el billete, lo cogió y siguió caminando. Estoy
seguro de que era alguien con suerte, aunque nunca lo sabremos.
Colocamos otro billete y esperamos. Unos minutos más tarde apare-
ció Brenda que entró directa en la cafetería sin apercibirse del dine-
ro. Fue a la barra, pidió un café y se sentó j u n t o al empresario,
pero, a diferencia de Martin, no abrió la boca.
Por la tarde, les pedí a ambos que me contaran las cosas buenas
que les habían sucedido ese día. Brenda me miró inexpresivamente
y me dijo que había sido una mañana de lo más normal. Martin me
contó entre bromas que había encontrado un billete de 5 libras en
la calle y luego había tenido una charla muy agradable con un empre-
sario de éxito en una cafetería.
¡Las mismas oportunidades y qué resultados tan diferentes!
79
medida de su extraversión; la 2, se refiere a su nivel de
ansiedad, y la 3 su receptividad a nuevas experiencias.
Puntuación
Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de
estos aspectos y sume las tres cifras para obtener el total (vea
el ejemplo siguiente). Ésta será su puntuación para el primer
principio de la suerte.
Puntuación
Propuesta
[1-5]
3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15
12 = Alta
He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral,
que conteste a ese cuestionario. Las personas con suerte sue-
len obtener una puntuación mucho más elevada que el resto.
Por el contrario, los que tienen mala suerte obtienen los resul-
tados más bajos (véase el gráfico que figura a continuación).
8o
Puntuación media de las personas sin suerte, neutrales
y con suerte en el Cuestionario Perfil
No suelo preocuparme
por lo que me vaya a
suceder en la vida.
Estoy abierto a
nuevasexperiencias,
por ejemplo a probar
nuevas comidas o
bebidas.
2 3 4 5
R E S U M E N DEL CAPÍTULO
81
2. La gente con suerte adopta habitualmente una actitud relajada.
3. La gente con suerte es receptiva y está abierta a nuevas expe-
riencias.
A U M E N T E SU SUERTE
82
del mundo para celebrar su cumpleaños. Haga lo mismo. Esfuércese
por conectar con más gente, utilice su lenguaje corporal para atra-
erla y manténgase en contacto con amigos y compañeros.
Ejercicios
Formas de conectar
83
- Si la persona parece cordial, no dude en decirle por
qué necesita saber a qué hora cierra la tienda, por qué quie-
re determinada dirección, o por qué desea leer un libro en
concreto. Si ve que hace claros progresos, sugiera encontrarse
de nuevo. No tenga miedo de su franqueza, y pregunte
directamente si le gustaría, o les gustaría, quedar para tomar
un café, ir al cine o a una fiesta con el resto de sus ami-
gos.
- Y lo más importante de todo: no tenga miedo del recha-
zo. Sus primeros intentos puede que queden sólo en eso. No
lo tome por lo personal; quizás la persona estaba ocupada o,
sencillamente, no le apetecía charlar. Siga adelante. Hay mon-
tones de gente esperando y seguro que gran parte de ella
estará encantada de que usted haga el esfuerzo de hablarle.
84
2. Adopte una actitud más relajada
Hemos visto que las personas ansiosas suelen tener poca concentración
y no se percatan de las oportunidades que surgen a su alrededor. Recuer-
de el experimento del periódico que he descrito en páginas anteriores:
los participantes perdieron la oportunidad de ganar 100 libras sólo por-
que no vieron un anuncio al estar demasiado preocupados en contar
las fotografías. Pero no se trata sólo de ver o de mirar, sino de cómo y
dónde mirar. Seguramente recuerda cómo la gente con suerte se topa
con oportunidades que cambian su vida en periódicos y revistas. Ése
fue el caso de Lynne cuando, por casualidad, leyó un artículo en un perió-
dico local sobre una mujer que había ganado unos cuantos concursos.
Ese artículo la llevó a ganar varios premios importantes a nivel nacional
y a conseguir su más preciada ambición: convertirse en una escritora
autónoma y de éxito. Otras personas con suerte nos contaron las oca-
siones que les salieron al paso navegando en Internet o escuchando la
radio. Me gustaría que incorporara técnicas para relajarse y ser recepti-
vo a las muchas oportunidades que le rodean en el día a día. Trate de
mirar el mundo a través de los ojos de un niño, sin expectativas ni
prejuicios. Vea lo que está ahí, más que lo que usted desea ver. Reláje-
se. Diviértase. Sea creativo. No permita que sus expectativas limiten su
visión. Si va a una fiesta con la sola intención de encontrar la pareja
perfecta, puede que pierda la oportunidad de descubrir a un gran ami-
go. Recuerde que está rodeado, o rodeada, de oportunidades. Se trata
sólo de mirar en los sitios adecuados y ver lo que está allí.
Ejercicio
85
En primer lugar, busque una habitación o un lugar tranqui-
lo. Luego, cierre los ojos y respire profundamente unas cuantas
veces. A continuación, imagínese en un escenario relajante. Qui-
zás tumbado en una playa bañado por el sol. Quizás caminan-
do por el claro de un bosque en un día de verano o frente a un
lago de aguas tranquilas y silenciosas. Cree en su mente cual-
quier escena que le haga sentirse tranquilo y feliz. Imagínese cómo
seria, qué escucharía si realmente estuviera allí. El arrullo del
mar. El canto de los pájaros. El sonido del viento entre los árbo-
les. Imagine los granos de fina arena entre sus dedos. El fresco
olor a yerba. Suponga que se percata de todo lo que le rodea.
No de lo que usted quiere ver o escuchar, sino de todo lo que
está allí: los sonidos, las formas, los colores, los olores.
Ahora deje que se vaya toda la tensión de su cuerpo. Imagí-
nela deslizándose lentamente y saliendo a través de pies y manos.
Comience por la cabeza. Relaje los músculos de su rostro a medi-
da que la tensión y el estrés descienden. Mueva suavemente la
cabeza de un lado a otro y luego arriba y abajo. Relaje los hom-
bros. Mueva también con suavidad brazos y manos, a la vez que
se imagina la tensión fluyendo por las puntas de sus dedos. Aspi-
re profundamente y relaje la parte superior de su cuerpo. Ahora,
preste atención a sus piernas. Muévalas con cuidado e imagíne-
las también relajadas. Finalmente, dedique unos momentos a que
una sensación de calma total discurra por todo su cuerpo.
Cuanto más repita el ejercicio, más rápido conseguirá ese
estado de relajación. Siempre que se sienta estresado y ansio-
so, busque unos momentos de calma y haga el ejercicio com-
pleto. Se sorprenderá de los resultados.
86
en el huerto. Es un ejemplo que explica muy bien cómo este tipo de
comportamientos puede incrementar el número de esas ocasiones pro-
videnciales que parecen salir al paso de determinadas personas. Utilice
estas técnicas y compruebe lo que sucede. Abrase a nuevas experien-
cias, varíe sus rutinas y considere la posibilidad de tomar decisiones
de menor importancia en función del lado en que cae un dado. Visite
nuevas zonas del huerto y verá cuántas manzanas encuentra.
Ejercicio
El j u e g o de los dados
87
IV.
PRINCIPIO NÚMERO 2:
SIGA SUS CORAZONADAS
89
y la situación se deterioró rápidamente. Acabó cortando la relación
cuando descubrió que él se estaba viendo con otra mujer.
Poco después, Marilyn conoció a John. La relación iba bien y se
fueron a vivir juntos pero, de nuevo, todo acabó en desastre. Al
cabo de pocos meses, John perdió su empleo y era ella quien man-
tenía la casa con su pequeña beca de estudiante. Cuando él encon-
tró un nuevo trabajo no demostró mucho interés en cumplir en el
mismo. Por otra parte, comenzó a pedirle sumas de dinero cada vez
más elevadas que raras veces le devolvía. Cuando por fin acabó la
relación, Marilyn acabó también con varios miles de libras menos
en su cuenta corriente.
La búsqueda de pareja de la gente con suerte suele tener bastan-
te más éxito. Como muchos otros afortunados que participaron en
mi investigación, Sarah había tenido suerte en su vida amorosa. En
la universidad, ingresó en el Officer Training Corps y, ya en la pri-
mera reunión, hizo amistad con un joven instructor que le enseñó
inmediatamente a desmontar y limpiar un rifle. Pronto se dieron
cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Rompió el com-
promiso que tenía con otro joven y se casó con el instructor. Fue
una decisión valiente y Sarah estaba convencida de que era correc-
ta. El correr del tiempo se encargó de demostrarlo: llevan felizmen-
te casados más de veintisiete años.
Es interesante ver que la habilidad de determinadas personas
para tomar decisiones y hacer elecciones acertadas se manifiesta
también en su vida profesional, ya sea a la hora de elegir una sali-
da, en sus relaciones con los clientes o en los asuntos financieros.
Las personas sin suerte son el polo opuesto. En los negocios, tien-
den a tomar decisiones poco acertadas, confían en quien no lo mere-
ce, compran acciones justo cuando la Bolsa cae y no apuestan pre-
cisamente por el caballo ganador.
Cuando le pedí a la gente con buena y con mala suerte que me
contara lo que había detrás de sus decisiones nadie sabía muy bien
cómo explicarlo. Ninguno de los dos bandos tenía mucha idea de
cómo justificar su sino. Los afortunados decían que sabían cuándo
una decisión era la correcta, pero no tenían ni idea de por qué. En
contraste, la gente sin suerte veía en muchas de sus decisiones una
prueba más de su condena al fracaso. Decidí investigar para descu-
90
brir por qué las decisiones de las personas con suerte les conducen
al éxito y a la felicidad con mucha más frecuencia que las que
toma la gente sin suerte Los resultados iban a mostrar las notables
habilidades de nuestro inconsciente.
Comencemos con una demostración poco habitual. A continuación
verá una ilustración con los rostros de seis analistas financieros
imaginarios y breves descripciones de los mismos. Todos han pasa-
do muchos años invirtiendo en Bolsa. Unos han tenido éxito, otros
no. Me gustaría que leyera cada una de las descripciones, mirara la
ilustración correspondiente y dedicara unos segundos a imaginar
qué tipo de persona sería cada analista. Una vez que lo haya hecho,
vuelva a esta página.
91
ca los ha visto antes y no sabe nada acerca de ellos. Me gustaría
que echara un vistazo a sus rostros y escogiera a uno como asesor
financiero. No lo piense mucho. Cuando haya tomado la decisión
vuelva a esta página. La ilustración que muestra a estos dos analis-
tas está en el Apéndice B.
Recuerde cuál de los dos ha seleccionado. Antes de ver el signi-
ficado de su elección, tenemos que volver a mi investigación inicial
sobre el misterio de por qué la gente con suerte toma decisiones
acertadas.
92
que hemos hecho, o que vamos a hacer, es correcto o equivoca-
do. Si la persona que acabamos de conocer es la pareja perfecta
o un perfecto charlatán. Si un negocio arriesgado irá bien o será
un completo desastre. Me p r e g u n t a b a también si la gente con
suerte utiliza su intuición más a menudo que la gente sin suerte.
Si es así, ¿lo hacen en todos los aspectos de su vida o sólo en
cierto tipo de decisiones? Para descubrir las respuestas a estas
preguntas decidí llevar a cabo una encuesta. Envié un breve cues-
tionario relativo al papel que juega la intuición en la vida. 1 El cues-
tionario pedía a todos que indicaran si utilizaban su intuición cuan-
do t o m a b a n decisiones en cuatro aspectos concretos: la vida
profesional, las relaciones personales, los negocios y los asuntos
financieros.
Los resultados fueron fascinantes. Como muestra el gráfico
siguiente, un gran porcentaje de la gente con suerte se vale de su
intuición a la hora de tomar decisiones en dos de los cuatro aspec-
tos mencionados en el cuestionario. Casi el 90 por ciento dijo
que confiaban en su intuición a la hora de las relaciones perso-
nales, y 80 por ciento que jugaba un papel vital en sus eleccio-
nes profesionales. Y lo que es quizás más importante, un mayor
porcentaje de gente con suerte que sin suerte dijo que confiaba
en su intuición en los cuatro aspectos. A menudo estas diferen-
cias están lejos de ser triviales. Un 20 por ciento más de gente
con suerte que sin suerte se basaba en su intuición cuando toma-
ba importantes decisiones financieras, y por encima del 20 por
ciento lo hacía a la hora de tomar decisiones en asuntos profe-
sionales.
Estos resultados nos sugirieron la existencia de un importante
vínculo entre la suerte y la intuición. La gente con suerte confía
mucho más en su intuición a la hora de tomar decisiones que la
gente sin suerte. El mensaje era sencillo: en lo que se refiere a la suer-
te, la intuición es importante. Pero este hallazgo dio lugar también
a más preguntas. ¿Eran las corazonadas de la gente con suerte espe-
cialmente certeras? Si esto era cierto, ¿a qué se debía? Y ¿por qué
la gente sin suerte utilizaba con menos frecuencia su intuición para
tomar decisiones? Para encontrar respuestas, era necesario explorar
más profundamente el inconsciente.
93
Más de cien años de investigaciones psicológicas han descubier-
to mucho sobre la forma en que pensamos, sentimos y nos compor-
tamos. 2 Algunos de los más sorprendentes y curiosos hallazgos se han
centrado en torno al papel que juega el inconsciente en nuestra
vida diaria. Igual que sucede con «intuición», no es fácil definir lo
que significan palabras tales como «consciente» e «inconsciente».
En este momento, probablemente usted es consciente de que está
leyendo las palabras que contiene esta página. Ahora, piense en la
presión de su cuerpo sobre la silla en la que está sentado. Ya no
será consciente de las palabras de la página y, en cambio, lo será
de su cuerpo. De igual forma, también nos parece que somos cons-
cientes de por qué hemos tomado determinadas decisiones. Si yo le
preguntara por qué decidió comprar determinado jersey, o pintar su
habitación de un color concreto, probablemente me dará una buena
razón en ambos casos. Quizás compró el jersey porque le gustaba el
modelo. Quizás eligió ese color porque hacía la habitación más cáli-
da y agradable. Usted sabe por qué hizo lo que hizo con indepen-
dencia de la importancia de la decisión.
O, al menos, es lo que cree. Pero ¿qué sucedería si sólo fuera
una mera ilusión? ¿Qué sucedería si muchas de las decisiones impor-
tantes de su vida hubieran estado influenciadas por factores de los
que usted no es consciente? Puede sonar a conspiración, pero los
resultados de cientos de experimentos psicológicos nos hacen llegar
94
a esta conclusión. La mayoría de las veces es nuestro inconsciente
quien nos mueve a actuar de una forma determinada. Sólo somos
conscientes de un minúsculo fragmento de los factores que influyen
en nuestra forma de pensar, de decidir o de comportarnos.
Veamos con un sencillo ejemplo cómo influye el inconsciente en
las decisiones de algunas personas. Todos tenemos deseos y necesi-
dades. A la mayoría de la gente le gustaría encontrar la pareja per-
fecta o descubrir una forma fácil de hacer mucho dinero. Para esas
personas, estos deseos pueden ejercer una poderosa influencia en su
forma de ver el mundo, e incluso hacer que vean lo que quieren
ver en vez de lo que realmente está sucediendo enfrente de sus
narices. Su deseo de encontrar la pareja perfecta puede hacerles
pasar por alto señales obvias de superchería o incompatibilidad. Y
su necesidad de hacer dinero fácil puede llevarles a invertir en algo
que, a todas luces, es una estafa. En el fondo, saben que hay algo
raro. Una especie de voz interior les dice que se están engañando a
sí mismos. Algunos la escuchan y otros deciden seguir adelante con
sus ilusiones y autonegación. En cualquier caso, éste es un claro ejem-
plo de cómo el inconsciente tiene el poder de influir en lo que pen-
samos, sentimos o hacemos. Pero está lejos de ser toda la historia.
De hecho, sólo es la punta del iceberg.
El papel de la intuición en su v i d a
95
conoció a su pareja, solamente sabía que estaban hechos el
uno para el otro y luego han disfrutado de una larga y feliz
relación. O quizás ha tenido de repente la sensación de que
no podía confiar en un aparente amigo íntimo, se abstuvo de
compartir una información delicada con él o con ella y más
tarde se dio cuenta de que había estado chismorreando a sus
espaldas. Puede que su intuición haya tenido que ver con
algún hecho de su vida profesional. Quizás le pareció que deter-
minado cambio era el adecuado y, a pesar de que alguien le
aconsejó que no lo hiciera, siguió su corazonada y encontró
el trabajo de su vida.
Haga una breve descripción de cada uno de estos hechos
en su Cuaderno de la Suerte.
Ahora, al principio de la siguiente página, escriba el título
«Veces en las que no seguí mi intuición y me arrepentí de ello».
A continuación, piense en las veces que ha tenido determinada
impresión sobre una persona o situación, no hizo nada en con-
secuencia y se ha dado cuenta de que hubiera querido actuar de
otra manera. Quizás su sexto sentido le dijo que su pareja le
estaba engañando y más tarde se enteró de que él o ella le había
sido infiel. 0 puede que siguiera adelante con un negocio, a pesar
de haber tenido la extraña sensación de que algo no iba bien, y
ahora hubiera deseado haber escuchado a esa voz interior.
Revise los hechos que ha escrito en cada página de su cua-
derno. La mayoría de la gente, cuando hace este ejercicio, se
da cuenta de que su intuición ha jugado un papel vital en algu-
na de las decisiones más importantes que ha tomado. Muchas
personas también se dan cuenta de que algunos de sus mayo-
res fallos se han debido a su reticencia a escuchar a su voz
interior. Imagine cómo seria una vida en la que las intuicio-
nes fueran más frecuentes y acertadas. Una vida en la que
sus corazonadas actuaran como una segura alarma, una señal
de que algo está bien o mal.
96
ta cierto punto, probablemente sea verdad. Compró el jersey porque
le gustaba el modelo. Escogió la pintura porque le gustaba el color.
Pero ¿por qué le gustaba este jersey más que los otros? ¿Por qué
prefirió la pintura roja a la rosa? ¿Hasta qué punto están estas pre-
ferencias determinadas por su inconsciente?
Buena parte de las investigaciones llevadas a cabo se han dedi-
cado a este tema con resultados sorprendentes. En un conocido estu-
dio, se mostró a los participantes en un experimento una serie de
papeles con garabatos sin sentido alguno. Un poco después, se les
mostraba una larga lista de garabatos. Algunos eran los mismos
que ya habían visto, otros eran nuevos. Se les pidió a todos que
trataran de identificar cuáles eran los que habían visto antes y cuá-
les eran nuevos. Los experimentadores descubrieron que los garaba-
tos son difíciles de recordar: nadie era capaz de identificarlos.
A continuación, pidieron a cada persona que dijera cuál prefería.
Había para todos los gustos. Pero cuando los experimentadores com-
probaron cuáles eran los preferidos, se encontraron con algo sor-
prendente. Sin darse cuenta, todos elegían una y otra vez los gara-
batos que habían visto en la primera parte del experimento. No eran
conscientes de haberlos visto; sin embargo, por alguna razón, los
preferían. Y lo más interesante era el hecho de que los participantes
encontraban toda clase de argumentos para justificar sus decisiones.
Algunos decían que habían elegido determinado garabato porque
les parecía más estético; otros sencillamente «tenían la sensación»
de que les gustaba más. Por increíble que parezca, ninguno cayó en
la cuenta del factor real que había influido en sus decisiones: fun-
damentalmente, que los garabatos que preferían eran los que ya
habían visto antes. 3
Este hallazgo no puede despacharse como una simple casualidad.
Los psicólogos se han tropezado con este fenómeno una y otra vez,
tanto dentro como fuera del laboratorio. Este efecto de «familiari-
dad» no se limita a los garabatos. Funciona también con colores,
formas, dibujos, rostros y objetos. Sin darnos cuenta, preferimos las
cosas que hemos visto antes. 4 El fenómeno afecta a muchos aspec-
tos de nuestro comportamiento. Es parte de la razón por la que las
empresas gastan millones en campañas publicitarias: mantener los
productos en la retina del gran público. Cuanto más los vemos, más
97
nos gustan. Nuestro inconsciente guía muchas de nuestras eleccio-
nes diarias. Desde los jerseys que compramos a los colores con que
pintamos nuestra habitación. Desde los alimentos que compramos
hasta los supermercados a los que acudimos.
¿Alguna vez le han presentado a alguien y al instante ha tenido
una sensación especial? No sabe muy bien lo que es, pero es algo.
Ese «algo» puede ser positivo. Le puede gustar inmediatamente esa
persona. 0, alternativamente, esa sensación es negativa. No sabe
por qué, pero no le inspira confianza. Esta clase de impresiones a
menudo dictan cuánto tiempo hablamos con alguien, si nos gusta-
ría volver a verle, si confiamos en él o en ella, o si querríamos
hacer algún negocio en su compañía. Y los resultados de recientes
investigaciones sugieren que este tipo de decisiones también depen-
de de la oculta labor de nuestro inconsciente. Algunas se han lleva-
do a cabo muy recientemente. De hecho, uno de los estudios se ha
hecho en los últimos quince minutos.
¿Recuerda a los analistas financieros que vio al comienzo de este
capítulo? Bien, era una sencilla prueba destinada a descubrir si sus
impresiones sobre la gente pueden estar influenciadas por su incons-
ciente. Le pedí que mirara las ilustraciones de seis imaginarios ana-
listas financieros. Algunos eran profesionales de éxito y otros no. Des-
pués, le pedí que mirara los dibujos de otros dos y decidiera cuál
elegiría como su asesor si necesitara invertir sus ahorros. Mire de nue-
vo la ilustración en el Apéndice B. Mi predicción es que usted habría
aceptado el asesoramiento del analista 1 y rechazado el del 2. Esta
decisión está basada en un experimento similar que llevé a cabo en
mi laboratorio: el 90 por ciento de los participantes seleccionó al ana-
lista 1. Los resultados mostraron que el test funciona con la mayo-
ría de la gente. También, que la mayor parte no sabe por qué hace
esa elección. Era una corazonada.
Esta prueba está basada en un ingenioso experimento llevado a
cabo por el psicólogo Thomas Hill y sus colegas de la Universidad
de Tulsa. 5 Al principio de este capítulo demostramos la relación
existente entre los seis rostros de los analistas financieros y su éxi-
to profesional. Los de las caras largas fueron catalogados como pro-
fesionales de éxito y a los de las caras más pequeñas se les puso la
etiqueta de lo contrario. Sin que se haya dado cuenta, el incons-
98
cíente puede haber detectado estas diferencias y luego haber influi-
do en la forma en que ha evaluado a los dos nuevos analistas. El
analista 1, al que la mayoría de la gente prefiere, tenía el rostro lar-
go. El anterior analista de rostro alargado que usted vio era consi-
derado un triunfador y esta circunstancia puede haber influido en
su elección sin que usted sea consciente de ello. Quizás crea que lo
adivinó, o que tuvo el instinto suficiente para saber que uno era
más competente que otro. En realidad, estas decisiones dependen
mucho de la habilidad de su inconsciente para detectar los rasgos
distintivos de una determinada personalidad. 6
Por supuesto, estos experimentos se han realizado sobre la base
de esquemas muy sencillos y hasta cierto punto artificiales. En mi
prueba, los analistas financieros de éxito tenían el rostro alargado y
los otros pequeño. En la vida real, no es así de sencillo, sería un
error juzgar a una persona sólo por el aspecto de su cara. De hecho,
el experimento dirigido por Thomas Hill y sus colegas fue diseñado,
en parte, para mostrar cómo este planteamiento puede llevarnos por
mal camino. Sostenían que tras ver a unas pocas personas que casual-
mente encajan en un modelo, puede suceder que generalicemos y
apliquemos el mismo esquema a otras de similares características
que conozcamos en el futuro.
Lo mismo ocurre, aunque con resultados más precisos, con las
intuiciones. En realidad, determinado tipo de gente se comporta de
determinada manera. Y nuestro inconsciente tiene una notable habi-
lidad para detectar estos patrones de comportamiento y poner en mar-
cha una alarma intuitiva cuando una situación, o una persona, nos
produce buenas o malas vibraciones. Mis entrevistas pusieron de
relieve que la gente con suerte sigue sus corazonadas e intuiciones
casi siempre con buenos resultados. En contraste, la gente sin suer-
te a menudo las ignora y luego lamenta su decisión.
Antes mencioné a la desdichada Marilyn. Ha tenido dos relacio-
nes formales, la primera con Scott, la segunda con John. Ambas
han sido un desastre. Le pregunté si su intuición le había dicho
algo al respecto. Me respondió que su intuición no le había habla-
do, le había gritado. Cuando Scott vino a España, fue al aeropuerto
a esperarle. Marilyn describía cómo su voz interior le había dado
un aviso:
99
«Le vi caminar con su carrito y mi primera reacción fue: "Escón-
dete, que no te vea, vuelve atrás." No me vio y pensé: "No, no
vayas; no te acerques a él... vuelve al coche."»
«Le quería, pero no por lo que era sino por lo que yo quería que
fuera y lo que yo creía que podría ser. Miraba al futuro esperan-
do que él madurara.»
100
Básicamente, éramos demasiado jóvenes cuando comenzamos a
salir y cuando me di cuenta de quién era supe que no iba a aguan-
tarle hasta los ochenta años. Mi última relación fue hace tres
años. Parece que atraigo a tipos que se inventan nuevas e ima-
ginativas formas de usar y abusar de mí y de romper mi cora-
zón. Lo achaco todo a mi falta de intuición. En mi primera rela-
ción, la ignoré porque sólo buscaba llenar un vacío en mi vida.
Ahora, la oigo y elijo ignorarla. No es nada inteligente: sé que
no estoy equivocada, pero no me permito confiar en ella.»
101
Eleanor es una bailarina de California, de veinticuatro años de
edad. Está convencida de que una de sus corazonadas le salvó la vida.
Una noche que iba a casa de sus padres conduciendo su propio
coche, se dio cuenta de que una moto la seguía. Por las cosas raras
que el motorista iba haciendo dedujo que estaba perdido. Cuando se
detuvo enfrente de la casa de sus padres, el motorista se paró a su
lado. Eleanor contaba así lo sucedido:
«Yo sé que esto suena muy extraño, pero cuando bajé la venta-
nilla supe inmediatamente que algo no iba a ir bien. No puedo
decir por qué, pero tenía una sensación muy rara. Esto me ha suce-
dido pocas veces en mi vida, pero es así. De repente sentí un
frío intenso. El motorista no levantó el visor de su casco. Había
algo amenazador en su aspecto y luego estaba ese frío que no pue-
do explicar. Tampoco lo puedo explicar, pero sabía que tenía un
rifle y que quería matar.»
102
da del tejado. Ya estaba a punto de saltar sobre ella, cuando, de
repente, rae detuve. No sé por qué, pero no lo hice. Me quedé quie-
to, sin poder moverme. Cuando bajé, entré en el interior del edi-
ficio y miré hacia arriba, me di cuenta de que la caja era, en
realidad, un gran lucernario. La nieve la había cubierto por com-
pleto y por eso no pude ver el cristal. Si hubiera saltado, mi
cuerpo lo habría atravesado y habría caído 20 metros más abajo,
en una escalera de caracol. Lo más sorprendente es que no haber
saltado sobre esa pequeña caja es algo totalmente contrario a mi
naturaleza. Una vez que decido una cosa, la hago. No sé por
qué, pero algo me detuvo.»
103
En el capítulo anterior, conocimos a Robert. Trabaja como mecá-
nico de vuelo y una de sus responsabilidades es la de detectar los
fallos en los aviones. Las grandes aeronaves son, obviamente, máqui-
nas muy complejas y encontrar los problemas es, a veces, un pro-
ceso largo y difícil. Pero Robert tenía una especie de don innato
para saber lo que iba mal en un avión:
104
mundo me aconsejaba que concediera el préstamo, sin embargo
decidí retrasarlo un par de días y hacer que mi equipo realizara
algunas investigaciones. Miramos cuidadosamente un montón de
documentación más y llevamos a cabo un rastreo detallado de la
empresa. De repente, surgió una imagen muy diferente. Tenían gra-
ves problemas financieros que habían intentado esconder. Les
denegué el préstamo. Fue una de las mejores decisiones de mi
carrera puesto que, unas semanas más tarde, la información que
descubrimos salió a la luz y la compañía se hundió.»
105
sámente, la conferencia trataba sobre ¡cómo detectar el engaño en
los negocios!
Las entrevistas realizadas a la gente con suerte pusieron de relie-
ve que está más preparada para tomar decisiones intuitivas que la
gente que no la tiene. Muchas veces estas decisiones tienen que ver
con personas relacionadas con su vida personal y profesional. Otras,
con asuntos del trabajo. El instinto y las corazonadas de estas per-
sonas a menudo sorprenden por su agudeza y fiabilidad. Y lo que
es más increíble, ellas no tienen ni idea de lo que hay detrás de sus
aciertos. Desde su punto de vista sólo se trata de suerte. Lo cierto es
que todo se debe al notable trabajo de su inconsciente. Tras dedi-
carme a examinar de manera exhaustiva por qué la gente con suer-
te parecía estar más preparada para usar su intuición, llegué a la
conclusión de que, en realidad, cualquier persona puede aprender a
tomar decisiones afortunadas.
106
senté esta lista a la gente con suerte y sin suerte y les pedí que
indicaran cuál de las técnicas, si ése era el caso, utilizaban regular-
mente.
De nuevo, los resultados fueron interesantes. El gráfico siguiente
muestra que un porcentaje bastante más elevado de personas con
suerte que sin suerte utilizan todas las técnicas listadas. Algunas de
las diferencias eran un tanto sorprendentes; por ejemplo, que un 20
por ciento más de gente con suerte que sin suerte afirmó que hacía
meditación.
107
hospital si podía montar también una unidad dedicada a niños con
problemas de aprendizaje, y me contestó que por supuesto. Me die-
ron total libertad. Así que tuve mucha suerte. Creo que era la
única entre varios miles de personas con las que contaba la orga-
nización que podía, literalmente, hacer lo que quería, dando cuen-
ta de mi actuación, por supuesto.»
108
Nancy no sigue a ciegas lo que le dicta su intuición, lo que hace
es utilizarla para actuar con cautela:
109
Nancy no ha sido la única persona con suerte que utiliza estas
técnicas. Jonathan es otro afortunado que lo hace. Tiene cuarenta
años y es director de una empresa internacional de publicidad. Ha
tenido mucha suerte en su carrera, y lleva veinte años felizmente
casado. Tiene bien ganada su reputación de tomar decisiones profe-
sionales acertadas gracias a su capacidad intuitiva:
«Hace unos dos años y medio tuve una idea que pensé que iba a
funcionar. Era para el lanzamiento de un nuevo concepto para la
gestión de planes de pensiones e inversiones. Me di cuenta de
que había un hueco en el mercado e hice una propuesta. Tenía
la fuerte sensación de que había demanda para ello. Había teni-
do muchas ideas diferentes, pero sabía que ésta iba a triunfar. Y
tenía razón. Después de alguna reticencia inicial, la lanzamos y
la respuesta del mercado fue soberbia.»
110
«Lo único negativo de la intuición es que no la sigas. Es como
una mariposa que cruza por tu mente. Si eres de los que no le
prestan atención, las cosas irán mal. Y piensas, "¿Y por qué
demonios tengo que hacerlo?" Tienes que cazarla como a una
mariposa. Siempre he hecho meditación. Ayuda porque dejas
volar la imaginación y haces cosas que no harías normalmente
en la vida real. Eso te anima a estar relajado y sentirte libre. Te
hace conocer mejor a la gente y te ayuda a ser más intuitivo y,
en definitiva, más afortunado.»
Puntuación
Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de
estos aspectos, y luego sume los resultados para obtener el
total (vea el ejemplo siguiente). Ésa será la puntuación obte-
nida en el segundo principio de la suerte.
Puntuación
Propuesta
[1-5]
111
Ahora mire la escala que viene a continuación para com-
probar si su puntuación es alta, media o baja. Apunte en su
cuaderno ambas cosas —puntuación y categoría— ya que serán
importantes a la hora de ver cómo mejorar su suerte.
2 3 4 5 6 7 8 9 10
3 = Baja
He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral,
que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte sue-
len obtener una puntuación mucho más elevada que el resto.
Por el contrario, los resultados más bajos corresponden a los
que no la tienen (véase el gráfico que figura a continuación).
R E S U M E N DEL CAPÍTULO
112
una curiosa habilidad para depositar su confianza en gente honesta
y para tomar decisiones provechosas y eficaces. Estas diferencias
dependen de la distinta forma en la que unos y otros utilizan su
intuición a la hora de tomar decisiones importantes. Los primeros,
no suelen confiar en su instinto, intuición o corazonadas. No es que
carezcan de todo ello, sino que no lo «fomentan», no escuchan a esa
voz interior cuando les dice algo. La gente con suerte es el polo
opuesto. La escucha y la utiliza como un timbre de alarma, como
una buena razón para pararse a reflexionar. Al hacerlo, recoge los
beneficios de una vida con suerte llena de decisiones acertadas.
Subprincipios:
1. La gente con suerte escucha a su «voz interior».
2. La gente con suerte da los pasos necesarios para estimular su intuición.
A U M E N T E SU SUERTE
113
tomar decisiones relativas a su vida profesional, trabajo, finanzas y
relaciones personales. Recuerde que Lee, el director de marketing, con-
seguía un importante pedido para su empresa actuando según una
corazonada. Y que el instinto de Eleanor la previno y la salvó de
morir a manos de un motorista que, en principio, podía parecer ino-
fensivo. La gente sin suerte es el polo opuesto. A menudo nos cuen-
ta que no sigue su intuición y luego se arrepiente. Tenemos el ejem-
plo de Marilyn, que mantuvo unas relaciones nefastas a pesar de lo
que le gritaba su «voz interior». No haga lo mismo: escúchela y
piense en lo que está tratando de decirle. Considérela un timbre de
alarma, una razón para detenerse y revisar cuidadosamente una situa-
ción o una decisión.
Ejercicios
114
incómodo. La conversación será confidencial, así que puede
ser sincero. No piense en lo que va a decir, sencillamente
dígalo. Ahora. En voz alta. Dígale al anciano lo que siente. Lue-
go, abra los ojos lentamente.
¿Qué fue lo que dijo? ¿Cuál de las opciones le parece bien
y cuál mal?
¿Cuál es el resultado de compararla con lo que la eviden-
cia le dice de cada una de ellas?
Si la evidencia está en línea con lo que siente, habrá encon-
trado la respuesta. Si descubre que está incómodo con la opción
elegida, a pesar de que la evidencia le diga que es correcta,
quizá sea mejor reconsiderar la situación. Tómese algún tiem-
po y piense antes de actuar. Puede que decida seguir su intui-
ción. Puede que decida ignorarla. Cualquiera que sea su deci-
sión, al menos habrá escuchado a su voz interior.
115
tos a un lugar tranquilo, o aparcan el problema para volver a él
más tarde. La mayoría de estas técnicas son muy sencillas e incor-
porarlas a nuestra vida diaria no requiere un gran esfuerzo. Ponga
en práctica las que le parezcan más atractivas y vea lo que sucede.
Ejercicio
Haga meditación
116
V.
PRINCIPIO NÚMERO 3:
SEA POSITIVO EN SUS EXPECTATIVAS
117
encontrar un trabajo que la llene y ha probado uno tras otro, pero
lo cierto es que no ha conseguido triunfar ni disfrutar en ninguno.
Se casó a los veinte años y tuvo dos hijos. Algún tiempo después,
la relación comenzó a ir de mal en peor: su marido la trataba mal
e iba con otras mujeres. En 1988, murió en un accidente de para-
caidismo. Durante mucho tiempo le resultó difícil hacer nuevas amis-
tades y relaciones pero, finalmente, conoció a Dick. Por desgracia,
estaba en el paro, así que Clare tuvo que trabajar por los dos para
mantener la casa. Hace tres años la abandonó por otra mujer. Des-
pués de otro periodo de soledad, conoció a Donald. La relación
comenzó bien, pero pronto él se convirtió en un hombre obsesivo y
difícil. Clara y Donald ya no están juntos aunque siguen siendo
amigos. Ella está de nuevo sola y se siente muy desdichada.
En cambio, Erik, de cincuenta y un años, es un hombre de suer-
te. Como Clare, ha tenido muchos trabajos diferentes - h a sido boto-
nes, minero, taxista y croupier— pero a diferencia de ella ha disfru-
tado en todos:
«Me encanta todo lo que hago. Una de las cosas que más me
gusta es conducir y cuando era taxista me pagaban por llevar a
otros en un coche estupendo. Otra cosa que me gusta es jugar a
las cartas. También trabajé en un casino como croupier, eso me
permitía jugar con el dinero de los demás sin ningún riesgo para
mí. Era perfecto. En realidad, no recuerdo ningún trabajo en el
que no haya disfrutado.»
Igual que Clare, Erik también ha deseado siempre tener una pare-
ja maravillosa y una feliz vida familiar. Una vez más, sus sueños se
han hecho realidad y no los de ella. Erik conoció a la que hoy es
su mujer hace cuarenta años e inmediatamente supo que estaban
hechos el uno para el otro. Hoy tienen tres hijos, siete nietos y una
vida muy feliz:
«Nuestros nietos son una delicia, nuestra vida está llena por com-
pleto. Siempre le digo a la gente: "Soy el hombre más feliz del
mundo." Estoy seguro de que tengo un ángel de la guarda que
vela por mí.»
118
Clare y Erik son dos casos típicos de la gente sin suerte y con suer-
te que ha pasado por mis encuestas. Aunque han tenido los mismos
deseos y ambiciones, los sueños de ella se h a n quedado en poco
más que una mera fantasía, mientras que los de él se han converti-
do en realidad.
Mis investigaciones me han permitido llegar a la conclusión de
que ni hay una conjura del destino contra los primeros, ni los segun-
dos consiguen las cosas por pura casualidad. Muy al contrario, lo
que sucede es que hay una diferencia fundamental en la manera de
encarar la vida entre la gente con buena y mala fortuna.
119
a acontecimientos muy generales; por ejemplo, si pensaban que iban
a conseguir realizar sus ambiciones. Otras eran más concretas: como
las posibilidades de pasar unas buenas vacaciones o de recibir una
visita inesperada de un viejo amigo. Finalmente, habia otras relati-
vas a situaciones controlables - p o r ejemplo mantener buenas rela-
ciones con la f a m i l i a - y otras a hechos fuera de su control, como
el que alguien le diera 100 euros para gastar en un capricho.
Buenas expectativas
120
Posibilidades de
Propuesta
que le suceda
(0-100)
A Alguien le va a decir que es inteligente.
Puntuación
Para conocer su puntuación, sume los números que ha escri-
to en la parte derecha de la página y divida el total entre 8
(vea el ejemplo que sigue a continuación).
Posibilidades de
Propuesta
que le suceda
[0-100]
A Alguien le va a decir que es inteligente. 85
Total 530
Mi agradecimiento al Dr. Peter Harris y a Mark Surman por su permiso para repro-
ducir este cuestionario.
121
Este cuestionario ha sido respondido por un elevado núme-
ro de personas.
122
nados no se circunscribían exclusivamente a aspectos concretos o bajo
su control, sino a todos en general. De hecho, demostraron tener
unas asombrosas expectativas respecto a todas las propuestas del
cuestionario. En resumen, estaban convencidos de que su futuro iba
a ser fantástico.
También quise conocer las expectativas de la gente respecto a
acontecimientos de tipo negativo, desde ser víctima de un atraco
hasta padecer insomnio, pasando por tener problemas con el alco-
hol.
Malas expectativas
123
Posibilidades de
Propuesta
que le suceda
[0-100)
A Va a engordar mucho.
B Va a padecer de insomnio.
F Va a intentar suicidarse.
H Va a contraer meningitis.
Puntuación
Para conocer su puntuación, sume los números que ha escri-
to en la parte derecha de la página y divida el total entre 8
(vea el ejemplo que sigue a continuación).
Posibilidades de
Propuesta
que le suceda
(0-100)
A Va a engordar mucho. 15
B Va a padecer de insomnio. 25
F Va a intentar suicidarse. 5
H Va a contraer meningitis. 5
Total 125
124
- Puntuación baja: 1 a 10.
- Puntuación media: 11 a 25.
- Puntuación alta: 26 a 100.
¿Cuáles son, en este caso, sus expectativas para el futuro?
125
Al comienzo del capítulo, mencioné a la desafortunada Clare y
al afortunado Erik. Como muchas otras personas que han participa-
do en mi investigación, los dos tenían los mismos sueños y ambi-
ciones. Ambos han deseado siempre encontrar la pareja perfecta y
un trabajo que les satisfaga. Sin embargo, para Clare, los sueños se
han quedado en eso, en una mera fantasía, mientras que Erik los ha
hecho realidad casi todos como por arte de magia.
Clare y Erik cumplimentaron los cuestionarios sobre las expecta-
tivas de futuro. Clare estaba convencida de que iba a experimentar
todo tipo de acontecimientos negativos, mientras que Erik estaba
igualmente seguro de todo lo contrario. Las diferencias entre ambos
eran asombrosas. Clare decía que sus posibilidades de tener sobre-
peso eran del 60 por ciento, y Erik pensaba que esto nunca le iba a
suceder. Por último, Erik dijo que creía que lo iba a pasar muy bien
en sus próximas vacaciones, y Clare sólo concedía un 10 por cien-
to a esta posibilidad. Iguales diferencias salieron a la luz en las
entrevistas que realicé con ambos. Como mucha gente sin suerte,
Clare estaba convencida de que había nacido con mala estrella y
que su futuro era más bien negro:
126
está lloviendo!" Yo veo la lluvia y me digo: "¡Estupendo, maña-
na tendré flores en el jardín!"»
127
realidad, los resultados negativos de estos hechos impredecibles se-
rian una de las pocas cosas seguras de su vida.
Ésta es una de las razones de por qué unos y otros tienen pen-
samientos tan diferentes sobre su futuro. La gente con suerte está con-
vencida de que esta clase de hechos impredecibles e incontrolables
actuará a su favor, mientras que la gente sin suerte piensa todo lo
contrario. Como vimos en el Capítulo II, la suerte afecta a todos los
aspectos de nuestra vida. No se trata sólo de tenerla o no cuando
vamos a realizar una entrevista para conseguir un trabajo. La suer-
te afecta también a la salud, a la profesión y a las cuestiones finan-
cieras. Las personas con suerte están convencidas de que el sol siem-
pre brillará para ellas, mientras que los que no están tocados por la
fortuna ven el futuro oscurecido por muchos nubarrones de tor-
menta.
Hay una segunda razón que explica esas diferencias. La mayoría
de la gente tiende a basar sus expectativas para el futuro en lo que
ha sucedido en el pasado. Si usted ha tenido siempre buena salud o
si ha hecho siempre bien las entrevistas, probablemente esperará lo
mismo para el futuro. Las personas sin suerte piensan exactamente
lo mismo, sólo que en sentido contrario. Si les ha salido mal una
entrevista en el pasado pensarán que seguirán fallando en el futuro.
Pero ¿qué sucede cuando una persona sin suerte se encuentra ante
un hecho afortunado y una con suerte ante un hecho desgraciado?
¿Haría esto un poco menos extremadas sus expectativas de cara al
futuro?
En realidad, no es así. La gente con suerte no da importancia a
las cosas negativas que le suceden. No permiten que afecten a sus
expectativas. Sin embargo, sus contrarios están convencidos de que
si la suerte aparece, durará muy poco y le seguirá su regular dosis
de mala suerte. En páginas anteriores hemos visto lo que le sucede
a Clare. No ha sido afortunada en amores y tampoco ha encontra-
do un trabajo que le guste. Le pregunté si no creía que en el futu-
ro le iba a suceder algo bueno:
128
lo iba a quitar, o descubriría que todo había sido un error, o algo
por el estilo. La sensación que te embarga es que cuando has
tenido mala suerte todo el tiempo, las cosas no van a cambiar.»
«Me parece que si las cosas me van bien, alguien vendrá a dar-
me una gran patada diciendo: "¡Esto no puede ser, se lo está
pasando demasiado bien!" Si empiezo a disfrutar, creo que no va
a durar mucho. Siempre me pregunto qué me espera a la vuelta
de la esquina. Supongo que no se debe pensar así, más bien todo
lo contrario... "¡Oh, esto es estupendo, espero que dure!"... pero
yo no lo puedo hacer.»
129
Imagine que la depresión se cierne sobre usted porque se acaba
de trasladar a una nueva ciudad y no le resulta fácil conocer a gen-
te. Un poco por curiosidad y un poco por divertirse, decide ir a la
vidente local para descubrir qué es lo que le alberga el futuro. Ella
coge su dinero, mira la bola de cristal, sonríe y dice que su futuro
aparece brillante; que en unos meses estará rodeado, o rodeada, de
un montón de buenos amigos. Las predicciones de la vidente le rea-
firmarán, y saldrá de la consulta mucho más feliz que cuando entró.
Como ahora se siente mejor, sonríe más y le resulta más fácil con-
tactar con la gente. En resumen, comienza a comportarse de mane-
ra que incrementará sus posibilidades de hacer nuevas amistades. A
las pocas semanas tendrá ya unos cuantos y será usted quien reco-
miende a otros que visiten a la vidente. En realidad, es muy posible
que nuestra amiga no adivine el futuro sino que ayude a crearlo.
Sus comentarios fueron proféticos ya que hicieron que se comporta-
ra de forma que aumentó las posibilidades de hacer realidad sus
expectativas.
Las investigaciones han puesto de relieve que este tipo de profe-
cías influye en muchos aspectos de nuestra vida. En un famoso
experimento realizado en una escuela de Estados Unidos, los psicó-
logos dijeron a los profesores que determinados niños iban a tardar
en madurar, pero que les iba a ir especialmente bien en el futuro.
En realidad, eran muchachos como los demás, habían sido escogi-
dos al azar. Los investigadores examinaron, a lo largo de los meses
siguientes, el efecto que las nuevas expectativas de los profesores
tenían sobre estos alumnos. Sin darse cuenta, su actitud fomentaba
el coraje y el orgullo de estos chicos y les permitió, por ejemplo, hacer
más preguntas de lo normal en la clase. El resultado fue que obtu-
vieron mejores calificaciones y puntuaciones más elevadas en los tests
de inteligencia que el resto de sus compañeros. Las esperanzas que
habían puesto en ellos los profesores hicieron que se comportaran
de un modo que ayudó a hacerlas realidad. 3
Este ejemplo puede aplicarse también a lo que sucede con nues-
tra salud, con nuestro comportamiento en el trabajo o con nuestras
relaciones con los demás. 4 De hecho, nuestra forma de encarar el futu-
ro afecta casi siempre a muchos aspectos de nuestra vida. Mi traba-
jo mostró que las expectativas tan diferentes de la gente con suerte
130
y sin suerte tenían la posibilidad de transformarse en una poderosa
profecía capaz de cumplirse por el efecto que producen y esto, a su
vez, explicaba por qué la gente con suerte frecuentemente consigue
hacer realidad sus sueños, mientras que a la gente sin suerte le
sucede todo lo contrario.
El poder de la esperanza
PARÍS
DURANTE LA
LA PRIMAVERA
131
SUBPRINCIPIO 2: LA GENTE CON SUERTE
TRATA DE ALCANZAR S U S OBJETIVOS, AUNQUE S U S
POSIBILIDADES DE ÉXITO S E A N ESCASAS,
Y NO SE DEJA VENCER POR LOS FRACASOS
Está claro que las pobres expectativas de la gente sin suerte tie-
nen muchas posibilidades de convertirse en realidad. Al no partici-
par, es obvio que eliminan sus posibilidades de ganar. Y pasa lo
mismo con otros muchos aspectos importantes de su vida. La falta
de intentos de cambiar, puede hacer que las negras expectativas
sobre su futuro se conviertan en una triste realidad.
132
Otra estudiante poco afortunada que tenía tras de sí todo un his-
torial de exámenes suspendidos, describía así su estado de ánimo
ante las pruebas que tendría que pasar dentro de unos meses:
133
do una moneda al aire para ver cuál le tocaba a cada grupo. En
realidad, a los dos les entregué el mismo puzzle. Les pedí que lo
miraran para ver si les parecía que era posible o imposible abrirlo.
Los resultados fueron sorprendentes. Más del 60 por ciento de la
gente sin suerte dijo que era imposible; mientras que sólo el 30 por
ciento de la gente con suerte dijo lo mismo. Como en muchos otros
aspectos de la vida, los que no se consideran tocados por la varita
de la fortuna abandonan incluso antes de haber empezado.
También tenía curiosidad por ver si las expectativas de las per-
sonas con suerte influían en su comportamiento. Cabía la posibili-
dad de que al estar convencidas de que les iba a ir muy bien en
una entrevista, por ejemplo, se confiaran y no se preocuparan de
prepararla. Pues bien, no pude probar esta suposición. Sus esperan-
zas respecto al futuro no les hacían correr ningún riesgo, muy al
contrario, les motivaban para controlar lo más posible sus actos.
Intentaban conseguir lo que querían, incluso en el caso de que sus
posibilidades de éxito fueran pocas.
Esta idea tan sencilla sustenta uno de los mayores golpes de
suerte de mi vida profesional. Poco después de que iniciara mi pri-
mer trabajo en la universidad, recibí un e-mail que cambió mi vida.
Este correo había sido enviado a casi todos los profesores de las
universidades británicas. Procedía de un grupo de productores de tele-
visión y periodistas que deseaban promocionar la ciencia organizando
un gran experimento en el que pudiera participar el público. Expli-
caban que sería realizado por la BBC y el diario The Daily Tele-
graph; calculaban una audiencia de unos 18 millones de personas y
, pedían ideas para el mismo. Inmediatamente pensé que sería muy
interesante llevar a cabo un amplio estudio sobre la detección del
engaño. Rápidamente tracé un esquema de cómo podría discurrir.
Se podía mostrar a los televidentes una serie de flashes con perso-
nas mintiendo y diciendo la verdad y pedir que dijeran por teléfo-
no si pensaban que la persona estaba siendo sincera o no. También
pensé que sería interesante presentar las imágenes del film en el perió-
dico y pedir la opinión de los lectores. Estuve a punto de no enviar
mi idea porque me parecía que habría miles de profesores que ha-
rían lo mismo y que la mía no tendría muchas probabilidades de ser
elegida. Luego lo pensé dos veces y llegué a la conclusión de que si
134
no lo intentaba, n u n c a lo conseguiría. Unas s e m a n a s m á s tarde,
estaba feliz de ver que mi propuesta había resultado vencedora.
El experimento se realizó en la BBC, en directo, y en el diario
The Daily Telegraph. Respondieron miles de personas; fue todo un
éxito. Luego publiqué los resultados en u n a de las revistas cientí-
ficas más prestigiosas del m u n d o y fui invitado a llevar a cabo
otros experimentos a gran escala. Y todo porque decidí presentar
mi idea, a pesar de que creía que las posibilidades de triunfar eran
escasas.
135
Pero, ¿qué pasa con la gente que tiene expectativas mucho más
positivas? ¿Es posible que su actitud la lleve a correr ciertos
riesgos? Quizás muchos están tan convencidos de que no van a
contraer un cáncer que no les preocupa ser fumadores empe-
dernidos. O quizás están tan convencidos de que no van a coger
una enfermedad de transmisión sexual que no se protegen en
sus relaciones. Nada más lejos de la verdad. Mis investigacio-
nes han probado que a mayor optimismo ante el futuro mayor
es la adopción de medidas para asegurarse una vida sana. Hacer
más ejercicio, llevar una dieta equilibrada, tomar las medidas pre-
ventivas adecuadas o prestar atención a lo que le dice el médi-
co son algunas de ellas.
La incidencia de esta actitud y comportamiento está lejos
de ser trivial. Investigadores finlandeses clasificaron a más de
2.000 personas en tres grupos: uno «negativo», que veía el futu-
ro muy negro; otro «positivo», que lo veía con buenos ojos, y
un tercero «neutral», es decir que no se inclinaba ni a un lado
ni a otro. Hicieron un seguimiento de los grupos durante un
periodo de seis años y llegaron a la conclusión de que las
personas del grupo «negativo» tenían mucho más riesgo de
morir de cáncer, de una enfermedad cardiovascular o de un
accidente, que los «neutrales». Por el contrario, los del grupo
«positivo» exhibían una tasa de mortalidad mucho más baja que
los anteriores. 6
En el Capítulo III, vimos cómo la gente sin suerte presenta
un nivel de ansiedad mucho más elevado que los neutrales o
que la gente con suerte. Estas diferencias pueden repercutir
en igual medida en el bienestar de unos y otros. Las personas
con ansiedad son propensas a los accidentes, tanto en su casa
como en su lugar de trabajo 7 , y tienen dificultad para con-
centrarse, ya que piensan más en sus problemas y preocupa-
ciones que en lo que están haciendo o en lo que está suce-
diendo a su alrededor. Por tanto, no es soprendente que tengan
más accidentes. Además, se ha demostrado que este nivel de
ansiedad puede afectar a su sistema inmunológico y rebajar
sus defensas. La gente con suerte es el polo opuesto. Su acti-
136
tud relajada ante la vida la hace menos propensa a los acci-
dentes y a sufrir menos enfermedades relacionadas con la
ansiedad. En resumen, la falta de confianza de las personas
sin suerte les provocan un elevado nivel de ansiedad, y esta
ansiedad propicia a su vez una cuota más alta de lo normal
de accidentes y enfermedades.
También sus creencias y supersticiones contribuyen a
aumentar su ansiedad en determinadas circunstancias. Un
reciente artículo publicado en la revista British Medical Jour-
nal informaba de que los chinos y los japoneses residentes en
Estados Unidos tienen un 7 por ciento más de tasa de morta-
lidad el día 4 de cada mes. Este pico no se produce en el caso
de los americanos nativos. Como el número 4 es el de la mala
suerte para chinos y japoneses, los investigadores han llegado
a la conclusión de que la mortalidad a causa de enfermedades
cardiacas aumenta con el estrés que les produce ese día. Curio-
samente han bautizado este efecto con el nombre de «El perro
de los Baskervilles» debido a que en la novela del mismo nom-
bre, de Arthur Conan Doyle, el personaje Charles Baskerville
sufre un fatal ataque al corazón a causa del estrés. 8
No estoy diciendo que nuestro nivel de bienestar dependa
de nuestra actitud ante la vida —hay algunas enfermedades
que no tienen nada que ver con nuestras creencias ni nuestro
c o m p o r t a m i e n t o - pero sí que puede tener una incidencia
importante en la salud.
137
cosa cambia. Creo que tengo suerte. Aunque a veces el panora-
ma esté un poco negro, sé que al final todo irá bien. Siempre y
cuando sigas luchando. Siempre que no tires la toalla por com-
plicado que sea el problema, o que trates de encontrar una solu-
ción, tendrás esa pizca de suerte que te ayuda a conseguir lo que
quieres.»
138
hora de resolver un puzzle. Logré que formara parte de un progra-
ma de televisión relacionado con mi trabajo sobre la suerte. Invité a
mi laboratorio a personas encuadradas en uno y otro tipo, todas al
mismo tiempo. Les mostré el puzzle que la televisión había creado
especialmente para el experimento. Consistía en una serie de formas
que encajaban unas con otras hasta formar un gran cubo. Les expli-
qué que cuando salieran de la habitación desharía el cubo y luego
les iría llamando una por una para que trataran de montarlo de
nuevo. Podían tomarse todo el tiempo que quisieran, aunque yo
sabía que, en realidad, era casi imposible de resolver. Me pregunta-
ba cuánto tiempo aguantarían intentándolo.
Había tres personas con suerte y tres sin suerte. Dos de ellas
- M a r t i n y Brenda- ya son viejos conocidos por haber aparecido en
el Capítulo III. Ambos participaron en el experimento que realicé
para demostrar la influencia de la personalidad en la creación y la
percepción de las oportunidades. En ese experimento, Martin, millo-
nario gracias a la lotería, había encontrado el billete de 5 libras que
colocamos en la calle a la entrada de la cafetería y luego había ini-
ciado una agradable conversación con un importante empresario. Pero
¿cómo le iría con los puzzles?
Su compañera de experimento, la desafortunada Brenda, no había
visto nuestro billete de 5 libras en la acera, ni había entablado con-
versación con nadie en la cafetería. ¿Cuánto tiempo duraría con el
puzzle? Martin y Brenda estaban con otros cuatro participantes más.
Craig, que tenía una acreditada reputación de ser propenso a sufrir
accidentes y de tener mala suerte con las vacaciones. Sam, una
atractiva bailarina desgraciada en amores que había tenido muchos
novios pero no había encontrado al hombre de sus sueños. Bernard,
un escalador profesional que había escapado por los pelos a ava-
lanchas y caídas en diversas montañas de todo el mundo y, por
último, Peter, que había ganado dos veces grandes cantidades de dine-
ro en sendos sorteos.
Yo observaba en un circuito cerrado de televisión cómo se enfren-
taba cada uno de ellos al puzzle. El primero fue Martin, el ganador
de premios en la lotería. Como era una persona con suerte pensé
que perseveraría en el intento. Nada más entrar en el laboratorio,
contó el número de bloques y decidió que faltaba uno, por lo que se
139
dijo que no merecía la pena seguir, ¡era imposible resolverlo! Las
habilidades constructoras de Martin debían estar un poco oxidadas
porque se equivocó al contar los bloques y por tanto también al
pensar que era imposible. Era un mal comienzo para mi teoría. Afor-
tunadamente, todos los demás confirmaron mis predicciones. Craig,
Sam y Brenda, todos ellos con el cartel de la mala suerte a sus espal-
das, abandonaron a los veinte minutos, mientras que sus contrarios
Bernard y Peter continuaron mucho más tiempo. De hecho, después
de media hora, estaba claro que no iban a renunciar. Fui al labora-
torio y les pregunté si querían dejarlo. Ambos dijeron que no. Final-
mente, decidí poner fin a sus esfuerzos no sin antes preguntarles cuán-
to tiempo creían que habrían aguantado. Su respuesta fue que hubieran
seguido hasta terminar el puzzle aunque les hubiera llevado horas.
Mi investigación había demostrado que las expectativas de las per-
sonas sin suerte y con suerte eran responsables de que consiguie-
ran, o dejaran de conseguir, muchos de sus objetivos y ambiciones.
Las primeras esperaban que las cosas fueran de mal en peor y
muchas veces abandonaban incluso antes de comenzar. Raramente
insistían ante un fracaso. Las segundas esperaban que las cosas fue-
ran bien y, por tanto, estaban más predispuestas a intentar conse-
guir sus objetivos, y a perseverar, a pesar de que las posibilidades
de éxito fueran escasas. Estas diferencias de comportamiento eran
la causa de la aparente buena suerte o mala suerte. Significaban
tanto como ganar o perder competiciones, pasar o no pasar exáme-
nes, y tener éxito o no en el amor.
140
ñas sin suerte. Se trata de cómo se relacionan socialmente y de la
respuesta que obtienen.
Un sencillo ejemplo puede ilustrar, de nuevo, mi teoría. Imagine-
mos que acude a una cita a ciegas. Se ha puesto de acuerdo para
encontrarse en un restaurante con una persona amiga de un amigo.
No la conoce, pero su amigo le ha dicho que es simpática, agrada-
ble y receptiva. Analicemos la influencia de estas expectativas en
su comportamiento.
Imagine que entra en el restaurante, ve a la persona y se sienta
enfrente de ella. Rápidamente, sucederá lo siguiente. Primero, como
espera que su acompañante sea agradable, se siente feliz y sonríe.
Segundo, su acompañante parece sonreír y supone, correctamente,
que le ha caído bien. Tercero, su sensación hacia usted es muy posi-
tiva, porque usted parece compartir ese sentimiento. Cuarto, como
se siente tan bien le devuelve la sonrisa. Quinto, el ver su sonrisa le
refuerza en la idea de que es una persona simpática. Todo esto suce-
de, tras el encuentro, en el lapso de unos pocos segundos. Ninguno
de los dos ha abierto la boca ni es consciente de todo ello.
Es un claro ejemplo de cómo nuestras expectativas pueden hacer
que determinado comportamiento las convierta en realidad. Usted espe-
raba que su pareja fuera simpática. Esto provocó, primero, su sonrisa,
y luego un comportamiento recíproco por su parte, lo que la hizo
aparecer, a su vez, agradable y simpática. Pero todo podría haber sido
diferente. Imagínese que le han dicho que la persona tiene fama de
ser bastante antipática. Si hubiera sido éste el caso, no hubiera espe-
rado con ilusión la cita y no hubiera sonreído al encontrarse. Como
resultado, tampoco él le hubiera sonreído a usted, lo que reforzaría la
sensación de que no era una persona agradable. Es bastante convin-
cente. Nuestras ideas preconcebidas sobre otras personas influyen en
nuestra forma de actuar y en la respuesta que obtenemos. Y sus efec-
tos van mucho más lejos que el recibir o no una amable sonrisa
cuando nos encontramos con alguien por primera vez.
Analicemos un poco más su cita a ciegas. Tras intercambiar las
sonrisas iniciales, comienzan a charlar. De antemano le habían dicho
que la otra persona era muy sociable y extravertida. Una vez más
sus prejuicios, en este caso positivos, influyen en su actitud. Puede
que le pregunte si ha estado en alguna fiesta divertida o si le gusta
141
charlar con la gente. De esta forma influirá también en la otra per-
sona. Esta clase de preguntas anima a hablar sobre fiestas y sobre
gente, y disuade de decir, por ejemplo, que le gusta mucho leer
libros o pasar el rato a solas pensando. De nuevo, sus expectativas
incrementan las posibilidades de que su pareja las haga realidad.
Exactamente lo mismo sucede con las relaciones sociales. Las
personas con suerte esperan conocer a gente interesante y divertida
y que la comunicación sea buena. Las personas sin suerte están en
el polo opuesto. Creen que su destino es conocer a gente triste y
aburrida. Estas ideas preconcebidas influyen en la respuesta de los
demás y, a largo plazo, juegan un importante papel en la consecu-
ción del éxito y la felicidad de unos y otros.
En el trabajo, la gente con suerte espera que los que están a su
alrededor sean productivos y competentes, que sus relaciones profe-
sionales sean provechosas y vayan por buen camino. En contraste,
la gente sin suerte no espera que sus compañeros sean especialmen-
te competentes, o que su relación con los clientes sea precisamente
buena. Las investigaciones realizadas han demostrado que esta suer-
te de expectativas tiene especial importancia en lo que se refiere a
los negocios.
En un estudio se mostró a los entrevistados una serie de formu-
larios de solicitud de trabajo presentados por los candidatos a un deter-
minado puesto y se les pidió que, de antemano, los calificaran como
buenos o malos. Luego se les filmó entrevistando a cada candidato.
Cuando el entrevistador tenía ante sí a un candidato del que espera-
ba mucho, se mostraba afable y simpático, su reacción era muy posi-
tiva y su actitud alentadora. Cuando era flojo, su reacción, sin darse
cuenta, era mucho menos cordial y su actitud desalentadora. Estas
diferencias provocaban que los aspirantes al puesto se comportaran
de muy diferente forma. A quienes les tocó un entrevistador que les
miraba de manera positiva desarrollaron una mejor relación, se rieron
más y causaron mucha mejor impresión. 9 En resumen, las expectati-
vas de los entrevistadores influyeron en el comportamiento de los
solicitantes del trabajo. Las buenas expectativas les ayudaron a ex-
traer lo mejor de la gente, mientras que las negativas sacaron lo peor.
Una y otra vez los estudios han mostrado que la actitud de los
dirigentes tiene una gran incidencia en la productividad del perso-
142
nal a sus órdenes. Los jefes que esperan mucho de sus subordinados
los motivan a actuar bien, mientras que los que esperan poco o
nada hacen que se desanimen y sean improductivos. Es un fenóme-
no comprobado en diferentes niveles y tipos de trabajo, desde los
seguros hasta las telecomunicaciones, desde los presidentes de con-
sejos de administración hasta los puestos más bajos del escalafón.
En el mundo de los negocios, hay expectativas que tienen el poder
de convertirse en auténticas profecías. 10
Pero su influencia no se limita al mundo de los negocios. En
otro estudio, se pidió a los hombres que participaban en el mismo
que mantuvieran una conversación telefónica de diez minutos con
una mujer. Anteriormente se les había mostrado una fotografía y se
les dijo que era la mujer con la que iban a hablar. En unos casos
era muy atractiva y en otros no. Lo cierto era que todos iban a
hablar con la misma mujer. Pues bien, los que creían que estaban
conversando con una belleza fueron mucho más amables y abiertos
que los que pensaban que lo estaban haciendo con una fea. Y no
sólo eso, sino que su actitud influyó en la respuesta de la mujer.
Más tarde, los investigadores hicieron escuchar parte de la conver-
sación a otras personas y les pidieron que dijeran si se imaginaban
a una mujer atractiva o no. Todos tendieron a calificar a la mujer
como atractiva cuando había estado hablando con un hombre que
pensaba que era atractiva y como poco atractiva cuando lo hacía
con un hombre que pensaba que era poco atractiva. Las expectati-
vas de los hombres repercutieron en su comportamiento y provoca-
ron, a su vez, que sus interlocutoras se comportaran de forma que
las hicieran realidad, que se convirtieran en verdaderas profecías. 11
Igual que las expectativas de los hombres del experimento influ-
yeron en su forma de hablar a las mujeres, y en la respuesta de
éstas, las diferentes expectativas de la gente sin suerte y con suerte
ejercen una gran influencia en sus relaciones con los demás.
Veamos el caso de Jill, una desempleada de veintitrés años que
vive en Carolina del Norte. Ha tenido mala suerte en muchos aspec-
tos de su vida, pero sobre todo a la hora de buscar trabajo:
143
una carrera profesional. Pero la economía pasa por un mal momen-
to, por eso, cuando terminé mis estudios hace un año, no había
muchas ofertas de empleo y, aunque he estado buscando algo sin
parar, no encuentro nada. Sé que soy buena, que trabajo mucho y
bien. Que tengo mucho que ofrecer y que decir. Que mis relacio-
nes con la gente son estupendas. Hice más de 25 entrevistas para
los puestos más diferentes que uno pueda imaginar, ventas, mar-
keting, administración... pero no he conseguido nada. A veces esta
situación me hace pensar que las cosas no van a mejorar, que la
vida es así. Poco a poco empecé a sentirme cada día más desgra-
ciada y a pensar que nunca conseguiría un trabajo. Esto influía en
mi comportamiento en las entrevistas, me preguntaba incluso por
qué acudía si no me iban a contratar. Me obligaba a pensar que
tenía que esforzarme y ser mejor que la persona que me había
precedido. Cada vez estaba más estresada, y esto la gente lo nota.
Mis respuestas no eran las adecuadas, quizás estaban allí pero yo
no las encontraba porque era un manojo de nervios.»
Las personas con suerte son el polo opuesto. Muchos nos han
descrito cómo su optimismo les ayudaba a tener éxito en múltiples
aspectos de la vida. En lo que se refiere al ámbito profesional, nos
contaban que pensaban que todo iba a ir bien y que esperaban mucho
y bueno de sus clientes y colegas. Tenemos el caso de Lee. Hemos
visto lo afortunado que es. Ha escapado, por poco, a varios acci-
dentes y ha conocido a su esposa casi por casualidad. Pero la suer-
te está con él sobre todo en el trabajo: es agente de ventas y direc-
tor de marketing y ha ganado varios premios y galardones. En el
capítulo anterior, comprobamos que debe mucho de su éxito a su
capacidad intuitiva. Pero ésta no es toda la historia. También eleva
su nivel de confianza en el futuro utilizando una técnica que él
denomina «sueños-deseo»:
«Si quiero algo, lo sueño. Solía hacer esto cuando trabajaba en ven-
tas y la empresa hacía una especie de competición para premiar
al que más vendiera. Soñaba que era el mejor y que recibía el
premio. A veces faltaban seis meses para la final y yo ya estaba
soñando. Entonces planificaba llamadas telefónicas, me imagina-
144
ba charlando con el posible comprador y su actitud receptiva ante
mi oferta. Con independencia de que conociera a la persona o no,
la veía diciendo cosas positivas. En muchos cursos de formación
he mencionado esta técnica y la gente seguramente pensaba que
estaba loco. Pero todas las veces que la he practicado, las ventas
han comenzado a subir, así que he seguido haciéndolo. Dado el éxi-
to obtenido, estoy seguro de que hay algo de cierto en ella.»
«Es extraño. Las cosas siempre me han ido bien. Sé que vaya a
donde vaya, siempre encontraré un trabajo y un sitio agradable
para vivir. Toda la vida me ha sucedido así, sin preocuparme, sin
más ni más. Desde que tenía dieciséis años, siempre que pido un
trabajo me contratan inmediatamente. Esto me da mucha con-
fianza a la hora de viajar y de moverme.
Pero gran parte de mi suerte se ha concentrado en mi vida amo-
rosa. Empecé a salir con chicas a los quince años. No estoy mal,
pero así y todo me parece que me relaciono con mujeres que, en
principio, estarían más allá de mis posibilidades. Todo lo que
tengo que hacer es sentarme y hablar; da igual que piense que
es una chica que no está al alcance de mi mano: empiezo a char-
lar y casi siempre la cosa termina bien. He salido con lo mejor,
con la flor y nata de mi pueblo. Ahora tengo novia formal y es
una mujer increíble. ¡Parece imposible que alguien como yo esté
con una chica como ella!»
Parecía que Andrew establecía, como por arte de magia, unas exce-
lentes relaciones con la gente. Le pregunté qué es lo que esperaba
145
de las personas en general. Como mucha gente con suerte me dijo
que esperaba que fueran personas abiertas, amables y simpáticas. Lo
más curioso de todo es cómo se forjó en él esta forma de relacio-
narse con los demás:
146
incluso cuando sus posibilidades son escasas, y el 8 se refiere
a sus relaciones con la gente.
Puntuación
Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de
estos aspectos, y sume las tres cifras para obtener el total (vea
el ejemplo siguiente). Ésta será su puntuación para el tercer
principio de la suerte.
Puntuación
Propuesta
(1-51
3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15
11 = Media
He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral
que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte sue-
len obtener una puntuación mucho más elevada que el resto.
Por el contrario, los que tienen mala suerte obtienen los resul-
tados más bajos (véase el gráfico que figura a continuación).
147
R E S U M E N DEL CAPÍTULO
Las personas con suerte y sin suerte parece que viven en mundos dife-
rentes. Por mucho que lo intenten, estas últimas parecen incapaces
de conseguir lo que desean, mientras que las primeras hacen reali-
dad sin ningún esfuerzo sus sueños y ambiciones más queridas. Mi
investigación ha revelado que uno y otro grupo tiene muy diferen-
tes expectativas para el futuro. Los que se consideran sin suerte
están seguros de que se presenta muy negro y de que no pueden hacer
nada para cambiar la situación. Por el contrario, los que se sienten
afortunados son el polo opuesto. Están seguros de que todo va a ser
maravilloso y de que les aguardan grandes cosas. Esta visión tan
distinta ejerce una influencia considerable en el pensamiento y com-
portamiento de las personas: determina su afán de lucha para con-
seguir lo que desean, hasta qué punto van a persistir ante los fra-
casos o cuál va a ser su actitud ante los demás y la respuesta de
éstos. Todo ello, a su vez, transforma lo que son simples expectati-
vas en auténticas profecías que afectan a la vida personal y profe-
148
sional. Ni la gente con suerte logra sus objetivos por casualidad, ni
la que no la tiene está destinada a no conseguir nada en la vida. Al
contrario, sus planteamientos extremados son responsables de bue-
na parte de sus éxitos y fracasos. Porque tanto unos como otros
tienen profundas convicciones y expectativas respecto al futuro, y
estas expectativas tienen el poder de crear ese futuro.
Las expectativas de las personas con suerte les ayudan a hacer rea-
lidad sus sueños y ambiciones.
Subprincipios:
1. La gente con suerte espera que su buena fortuna continúe en el
futuro.
2. La gente con suerte intenta lograr sus objetivos, aunque sus posi-
bilidades de éxito sean escasas, y no se deja vencer por los fracasos.
3. La gente con suerte espera que su relación con los demás sea
fluida y positiva.
A U M E N T E SU SUERTE
1. Confíe en el futuro
La gente con suerte mira con buenos ojos al futuro. Espera que la
fortuna la acompañe siempre, incluso en situaciones que no están
bajo su control. Estas expectativas ejercen gran influencia en su vida:
149
se convierten en verdaderas profecías anunciando lo que más tarde se
hará realidad. Recordemos a Marvin, el afortunado detective privado,
y cómo su confianza le ayudó a conseguir el trabajo de su vida. O a
Erik, que tenía mucha suerte en el amor y disfrutaba en todos los
trabajos que había tenido. Erik siempre piensa en positivo respecto al
futuro. Si mira por la ventana y está lloviendo, se dice a sí mismo:
«¡Estupendo, m a ñ a n a tendré flores en el jardín!» Me gustaría que
dedicara un rato al comienzo de cada día a pensar en la forma en
que Marvin y Erik propician la buena suerte a lo largo de su vida.
Recuerde que las personas con suerte no se arriesgan a pesar de que
crean que la buena fortuna persistirá en el futuro. Convénzase de que
el suyo se presenta brillante y lleno de presentes. Fíjese expectativas
realistas, pero de altura. Avance paso a paso y vea lo que sucede.
Ejercicios
Reafirme su suerte
150
los siguientes encabezamientos en una nueva pagina de su Cua-
derno de la Suerte:
151
2. Intente alcanzar objetivos y no temer al fracaso
Ejercicio
Análisis coste-beneficio
152
incrementa su nivel económico, añade sentido a su vida, o ayu-
da a los que dependen de usted. No se deje nada en el tinte-
ro, escriba todo lo que se le ocurra.
Ahora, en la columna de «Costes» anote algunas de las cosas
que tendrá que hacer para conseguir su objetivo o insistir has-
ta que lo consiga. Quizás tenga que escribir algunas cartas, enviar
algún fax o e-mail, o hacer llamadas telefónicas. Posiblemente
deba acudir a varias reuniones o cambiar de hábitos.
Finalmente, vuelva la vista atrás y revise las dos listas.
Una vez más, imagínese que ha conseguido lo que quería y
compare los costes asociados a los beneficios. Cuando la gen-
te hace este ejercicio se da cuenta de que los beneficios supe-
ran con mucho a los costes y decide que ha llegado el momen-
to de actuar.
La gente con suerte tiene también grandes expectativas sobre sus rela-
ciones con los demás. En el terreno personal, espera que la gente de
su entorno sea interesante y divertida. ¿Recuerda a nuestro amigo
Andrew? La fortuna le ha acompañado siempre y ha tenido relacio-
nes con mujeres que, en palabras suyas, son «lo mejor de lo mejor».
El secreto de su éxito no tiene nada que ver con su aspecto o con
su cuenta bancaria. Sólo tiene que ver con la forma tan positiva
con la que encara el futuro. Espera que la gente que va a conocer
sea agradable y simpática. Una y otra vez sus expectativas se hacen
realidad. Y aplica la misma técnica en su vida profesional. La gen-
te con suerte espera que sus relaciones con los compañeros y con
los clientes sean productivas y agradables.
¿Recuerda a Lee? Es un gran director de marketing y de ventas
a causa de su habilidad con los «sueños-deseo». Imagina hasta las
llamadas telefónicas y reuniones que tendrá que hacer antes de que
sucedan y que la gente implicada va a ser receptiva. Una vez más,
sus expectativas tan positivas tienen el poder de convertirse en rea-
lidad; son verdaderas profecías. Trate de adoptar la misma actitud que
Lee y que Andrew: Puede que se sorprenda de sus efectos.
153
Ejercicio
Visualice la b u e n a suerte
154
VI.
PRINCIPIO NÚMERO U:
CAMBIE EL SIGNO DE SU SUERTE
Hasta aquí, hemos explorado tres principios de los que se valen las
personas con suerte para propiciarla. Pero su vida no es siempre un
camino de rosas. A veces, la mala suerte también se cruza en su cami-
no. Mis investigaciones para conocer la manera en que se enfrentan
a ella y a cualquier situación negativa sacaron a la luz un cuarto prin-
cipio: u n a manera muy peculiar de t r a n s f o r m a r la mala fortuna,
que también la tienen, en sorprendente buena suerte.
En Japón hay un amuleto de la suerte conocido con el nombre
de Daruma Dolí. Se llama así por el nombre de un monje budista
que, según la leyenda, estuvo tanto tiempo sentado haciendo medi-
tación que sus brazos y piernas desaparecieron. El Daruma Dolí
tiene forma de huevo, con la base pesada y redondeada. Cuando
se le golpea siempre recupera su posición, nunca llega a caerse. La
gente que tiene suerte es igual que el Daruma Dolí. No es que no
se tope con la mala fortuna, sino más bien que, cuando ésta apa-
rece, es capaz de mantenerse firme y no dejarse abatir. Mi inves-
tigación descubrió el porqué. Fue igual que si desenroscara el
Daruma Dolí, mirara en su interior y descubriera por qué se balan-
cea pero no se cae. El secreto de su habilidad para cambiar el sig-
no de la suerte, para cambiar la mala suerte en buena, reside en
cuatro técnicas. En c o n j u n t o f o r m a n un escudo invencible que
defiende a las personas con suerte contra los embates de la extra-
vagante fortuna
155
SUBPRINCIPIO 1: LA GENTE CON SUERTE PROCURA VER
S I E M P R E EL LADO POSITIVO DE LAS COSAS
156
poco peor no habrían ganado nada. 1 Los psicólogos denominan a nues-
tra habilidad para imaginar lo que podría haber sucedido, en vez de
lo que en realidad ha pasado, «pensamiento contra-factual».
Califique su suerte
Desafortunado -3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Afortunado
¿Por qué?
Desafortunado -3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Afortunado
¿Por qué?
157
ro en efectivo, sus taijetas de crédito y unos cuantos objetos
personales de valor sentimental. Al día siguiente, la policía la
encuentra y se la entrega. Cuando examina su interior se da
cuenta de que han desaparecido el dinero y las tarjetas de
crédito, aunque sus objetos personales siguen allí.
¿Cómo calificaría este hecho si le hubiera sucedido realmente?
Desafortunado -3 -2 -1 0 +1 +2 +3 Afortunado
¿Por qué?
Puntuación
Compruebe las calificaciones que ha asignado a cada uno
de los tres escenarios. Las personas con mala suerte tienden a
dar dos o más puntos negativos, mientras que las que la tie-
nen buena suelen dar dos o más puntos positivos.
A continuación, eche un vistazo a las razones que ha dado
para justificar sus calificaciones. ¿Qué revelan sobre su mane-
ra de enfocar lo que le sucede en la vida? Una vez más, la
gente que se considera sin suerte tiende a concentrarse en los
aspectos negativos y a escribir sobre lo que habría pasado si
las cosas hubieran ido mejor. En cambio, la gente que se con-
sidera afortunada ve las cosas de manera más positiva y lo
refleja imaginando qué habría pasado si lo sucedido hubiese
sido mucho peor.
Este capítulo explica cómo estas formas tan diferentes de
encajar la mala fortuna están muy relacionadas con nuestra
capacidad para cambiar el signo de la suerte. Es decir, para
transformar la mala suerte en buena.
158
cabo con la colaboración de mi entonces asistente, Matthew Smith,
y otro psicólogo de la Universidad de Hertfordshire, el Dr. Peter Harris.
Recurrimos a algunas de las experiencias que nos habían descrito
en las entrevistas y en las cartas e ideamos unos cuantos escena-
rios.
El primero se basaba en una carta que yo había recibido al
comienzo de mi investigación. Era de un hombre llamado Ronald, y
describía una serie de acontecimientos extraños y desafortunados.
Meses atrás, estaba en un andén de la estación cuando un descono-
cido se le acercó y le disparó a bocajarro con una escopeta de aire
comprimido. Ronald trató de detenerle pero, en la refriega, el hom-
bre en cuestión sacó una navaja y le rajó la cara. Fue un ataque
despiadado y al azar. Ronald estaba en .el lugar y en el momento equi-
vocados. En su carta decía que pensaba que había tenido la mala suer-
te de haber sufrido ese ataque, pero que si hacía balance se sentía
satisfecho porque el balín atravesó su laringe por la izquierda, y no
por la derecha, donde habría dañado gravemente sus cuerdas voca-
les. Utilizamos una versión simplificada de la experiencia de Ronald
como base para el primer escenario del experimento.
Pedimos a cada uno de los participantes con suerte y sin suerte
que imaginaran que estaban haciendo cola en un banco a la espera
de ser atendidos. De repente, entra un ladrón armado y dispara. La
bala atraviesa su brazo. Luego, les pedimos que indicaran hasta qué
punto les parecía que habían tenido buena o mala suerte, eligiendo
un número de la siguiente escala:
159
En el Capítulo II, he descrito la triste vida de Stephen, el publi-
citario. Ha tenido mala suerte en los asuntos financieros - u n abo-
gado poco digno le llevó casi a la bancarrota- y ha perdido con
frecuencia oportunidades de hacer buenos negocios. Stephen califi-
có el escenario con un «-2» y comentó:
La gente con suerte veía lo sucedido con ojos mucho más posi-
tivos y comentaba espontáneamente que la situación podría haber
sido mucho peor. En anteriores capítulos hemos conocido a Lee, nues-
tro afortunado director de marketing, que suele estar en el lugar
adecuado en el momento oportuno. Su intuición es excelente y uti-
liza lo que él llama «sueños-deseo» para crear expectativas positivas
para el futuro. Cuando le preguntamos cómo calificaría la situación
que estamos comentando, inmediatamente dijo que si la hubiera
vivido le habría parecido que había tenido mucha suerte y lo califi-
có con un «+3». Luego comentó:
160
lio. Una vez más, les pedimos que calificaran la situación aplicando
la escala que hemos visto en el caso anterior. De nuevo hubo muchas
diferencias de enfoque entre la gente sin suerte y con suerte. Clare
le dio un «-3», y comentó:
161
episodio de la fuga de gas, dijo que su costumbre de dormir con las
mantas tapándole la cabeza la salvó de inhalar cantidades letales.
Por lo que respecta al accidente de automóvil, destacó que, por suer-
te, acababa de pasar una curva y no iba a mucha velocidad. En fin,
para Agnes no fue una mala suerte haber tenido todos estos acci-
dentes, sino que valora positivamente el haber sobrevivido a todos
ellos.
Las personas con suerte tienden a imaginar que la mala suerte
con la que se topan podría haber sido mucho peor y, al hacerlo, se
sienten mejor consigo mismas y con su vida. Esto les ayuda, a su
vez, a mantener sus optimistas expectativas para el futuro e incre-
menta sus posibilidades de continuar teniendo suerte. Esta utiliza-
ción del pensamiento contra-factual no es la única fórmula de la
que se valen para ver el lado positivo de las cosas. También les sir-
ve compararse con otros que han tenido todavía peor fortuna. Una
sencilla ilusión óptica nos ayudará a comprender mejor esta idea. Eche
un vistazo a las ilustraciones siguientes:
Figura 2
162
ce relativamente mayor. El de la derecha lo está de grandes círcu-
los, y por tanto parece más pequeño. Lo mismo sucede con las com-
paraciones que hacen las personas para ver si tienen buena o mala
suerte.
Imagine que los círculos representan su salario y el de sus cole-
gas en dos trabajos diferentes. Los círculos gris oscuro representan
su salario y los gris claro el de sus colegas. Los de la Figura 1
representan su primer trabajo y los de la Figura 2 representan su
segundo trabajo. En ambos casos usted gana la misma cantidad de
dinero, como lo muestra el hecho de que los dos círculos gris oscu-
ro son del mismo tamaño. Sin embargo, no lo vive así. En el primer
trabajo gana más que sus colegas y por eso, psicológicamente, se sien-
te más satisfecho con la situación. En el segundo, ellos ganan más
que usted y, en consecuencia, está más predispuesto a sentirse menos
satisfecho.
Lo mismo sucede con la mala suerte. La gente entra en este jue-
go de las comparaciones. Hemos visto que Clare sólo se fijaba en el
lado negativo de los escenarios que imaginamos. Además, también
magnificaba su mala suerte comparándose con la gente que parecía
tener mejor fortuna. En una entrevista, me dijo que se sentía muy
mal en su actual trabajo:
«Las cosas parece que sólo van mal para mí. Veo que los demás
se cambian de coche, de casa, salen, se divierten, y yo no puedo
ni siquiera ir de vacaciones. Así que pienso: ¿Qué es lo que me
pasa? ¿Por qué siempre me toca a mí?»
163
recuerdo de estos sucesos la ha acompañado toda su vida y todavía
le afecta a la hora de encarar su suerte:
En resumen, las personas con suerte eluden gran parte del impac-
to emocional provocado por el infortunio que a veces sale a su
encuentro, imaginando que podría haber sido peor y comparándose
con quienes han pasado por experiencias mucho más negativas.
164
tenido razón cuando le preguntaba que por qué creía que lo que le
había pasado era una mala suerte.
Mucha gente con suerte comparte la actitud del granjero y se
centra en los beneficios que se han podido derivar de su supuesta
mala fortuna. En el Capítulo III conocimos a Joseph, un estudiante
ya maduro de treinta y cinco años de edad, que había experimenta-
do una cuota más elevada de lo normal de golpes de suerte. Joseph
también tiene una increíble habilidad para cambiar el signo de la
suerte cuando es mala. Actualmente está estudiando Psicología y
vive una vida tranquila que no tiene nada que ver con la de su juven-
tud. En aquel entonces, sus problemas con la policía eran constan-
tes y llegó a ser detenido cuando entraba a robar en un edificio de
oficinas. Cuando vuelve la vista atrás, Joseph piensa que ésa fue
una de las mejores cosas que le pudieron pasar en la vida.
165
migo. En un momento dado, decidí ir a tomar algo en un restau-
rante de comida rápida y puse el maletín en una silla a mi lado.
Algo pasó en el restaurante que llamó mi atención y miré para
ver qué estaba sucediendo. Fue cuestión de segundos, los suficien-
tes para que mi maletín desapareciera. Me habían robado. Todo lo
que tenía para actuar estaba en él y, lo que era todavía peor, la
mayoría de las cosas eran irreemplazables. No tenía más remedio
que c a m b i a r la f u n c i ó n . Fui a c o m p r a r u n a s c u a n t a s b a r a j a s y
volví al hotel. Esa noche descubrí el significado de la frase «La nece-
sidad es la madre de todos los inventos». Trabajé hasta bien entra-
da la m a ñ a n a inventando nuevos trucos y recordando otros con el
material que tenía a mano. Finalmente, preparé algunos que no
hacía desde años atrás e inventé otros dos. Mi nueva actuación
era mucho mejor que la primitiva y los dos nuevos trucos fueron
premiados por mis colegas por su originalidad. Nunca me hubiera
tomado la molestia de crearlos si no me hubieran robado la male-
ta. Aunque en ese momento no fui consciente, el robo fue una de
las mejores cosas que me han pasado en toda mi época de presti-
digitador.
Las personas con suerte adoptan esta actitud para relativizar el
impacto de la mala fortuna en su vida. Mirando atrás y centrándo-
se en lo positivo que se ha derivado de su aparente mala suerte,
encaran mejor el futuro y se sienten mejor. No son cortas de miras
y esperan que las cosas acaben bien.
Las personas sin suerte tienden a obsesionarse cuando algo les va mal.
Como dijo una de ellas:
166
La gente con suerte hace todo lo contrario. Se olvida del pasa-
do y se concentra en el futuro. En el Capítulo IV, vimos que la
meditación ayuda a Jonathan a mejorar su capacidad intuitiva y su
vida personal y profesional. Jonathan tiene también una bien gana-
da reputación en lo que se refiere a transformar la mala suerte en
buena:
167
que verlas como una experiencia más, que no ha sido precisa-
mente buena, pero no debemos darle muchas vueltas ni preocu-
parnos por ello. No me resulta difícil. Yo no me regodeo en todo
eso.»
168
versity estudiaron los efectos del humor en los recuerdos. 3 Pidie-
ron a una serie de personas que leyeran dos pasajes cortos. El pri-
mero era un editorial muy sesudo sobre la absurda matanza de
delfines durante la pesca del atún y el segundo una divertida his-
toria de Woody Alien.
Durante el experimento se utilizó una técnica muy ingeniosa.
Se pidió a la mitad de los participantes que sujetaran un lápiz
entre los dientes sin que tocara los labios. Sin que se dieran cuen-
ta, se veían forzados a sonreír. A la otra mitad se le pidió que
sujetara el lápiz con los labios, y no con los dientes. Estos últi-
mos, también sin darse cuenta, fruncían el ceño. Cuando la gente
se fuerza a sonreír se siente feliz. De igual forma, cuando frunce
el ceño está triste. Se les pidió a todos que escribieran lo que
recordaban de los dos pasajes. Los resultados fueron muy intere-
santes. Los que habían estado forzados a sonreír recordaban mucho
de la historia de Woody Alien y menos del sesudo editorial. Los obli-
gados a fruncir el ceño recordaban poco de Woody Alien y mucho
más del editorial. Su humor había afectado a la información que
retenían. De la misma forma, cuando volvemos la vista atrás con
buen humor, tendemos a recordar todo lo que nos ha ido bien.
Cuando lo hacemos de mal humor, nos quedamos con todo lo
negativo.
La relación entre humor y recuerdos explica cómo la reticencia
de las personas con suerte a quedarse con cualquier hecho negati-
vo de su pasado les ayuda a conservar esa perspectiva tan positi-
va de la vida. Si nos dedicamos a rumiar la mala suerte que nos
ha tocado nos sentiremos todavía peor y más tristes. Entramos en
una espiral que nos lleva más y más a una visión negativa del
mundo. Los recuerdos afectan al humor y éste a su vez afecta a
los recuerdos.
Las personas con suerte son capaces de evitar este proceso
al olvidar lo negativo y centrarse en lo positivo. Sus recuerdos
les hacen sentirse felices y dichosas y esto, a su vez, les indu-
ce a recordar las otras ocasiones en las que las cosas les han
ido bien. En vez de una espiral hacia lo negativo, sus recuer-
dos y su humor se unen para hacerles sentirse más y más afor-
tunadas.
169
El Cuaderno de la Suerte: ejercicio 13
Actitudes f r e n t e a la m a l a f o r t u n a
Interpretación:
He planteado a gente con suerte, sin suerte y neutral estas
cuestiones. Sus respuestas son del siguiente tenor:
La gente sin suerte intenta convivir con el problema, no se
plantea descubrir por qué ha fallado y se aferra a formas poco
eficaces de solucionarlo, por ejemplo, refugiándose en la supers-
tición.
La gente con suerte está en el polo opuesto. No tira la toa-
lla, sigue adelante a pesar de todo y procura aprender de los
errores, tratando de encontrar nuevas formas de afrontar los
problemas. Por ejemplo, meditando, relajándose o consultando
a los expertos.
170
SUBPRINCIPIO U-. LA GENTE CON SUERTE ACTÚA DE
M A N E R A CONSTRUCTIVA PARA EVITAR M A L E S FUTUROS
«No haría nada. Supongo que pensaría que las cosas son así y
que no hay dos sin tres.»
171
Las personas con suerte eran mucho más persistentes. En su fue-
ro interno estaban convencidas de que no están destinadas a ser
desgraciadas. Muy al contrario, la desgracia era un reto que tenían
que superar, que puede tener buenos resultados en el futuro. Tras
fracasar después de haber acudido a tres citas, una de estas perso-
nas explicaba cómo perseveraría:
«Lo intentaría una y otra vez. No hay que desistir por los malos
resultados. No lo puedes dejar tan pronto. La vida te depara estas
tareas y tu obligación es sacarlas adelante.»
172
Por tanto, la gente con suerte insiste frente al fracaso y de esta
forma convierte la mala suerte en buena. Sin embargo, esta res-
puesta no es la única. Hay otra que quizás se comprende mejor si
la ilustramos con un juego. Imagine que le doy una vela, una caja
de chinchetas y una caja de cerillas. Tiene que fijar la vela en la pared
de forma tal que se pueda encender y utilizar como una luz. Algu-
nos clavan las chinchetas en la pared y tratan de sujetar con ellas
la vela. Otros pasan una cerilla por la base de la vela y tratan de
pegarla a la pared. Ninguna de estas soluciones funciona. De hecho,
sólo unos pocos dan con la solución correcta: sacan las chinchetas
de la caja, utilizando dos para fijarla a la pared. Luego, es fácil
colocar la vela en la caja y encenderla. Para ellos la caja que con-
tiene las chinchetas no es sólo una caja, sino también un porta-
velas. Encontraron la solución por su habilidad para salirse de los
caminos trillados. Por su creatividad y flexibilidad para ver los obje-
tos de manera muy distinta a la que han sido concebidos.
Mi investigación reveló que muchos de los considerados afortu-
nados utilizaban los mismos recursos cuando la mala suerte les blo-
queaba el camino para conseguir sus objetivos: exploraban otras
vías para solucionar el problema. Tras imaginarse que le habían
dado calabazas en tres citas, una de las participantes señalaba:
173
momento, luego levantó los ojos, sonrió y dijo: «Probablemente me
metería a cura.» Su solución era modificar sus propios objetivos
para eludir la mala suerte.
El mismo tipo de respuesta surgió en mis entrevistas sobre hechos
de la vida real. La gente sin suerte no trataba de aprender de sus
errores o explorar nuevas formas de encarar su sino. Muy al con-
trario, estaba convencida de que no podía cambiar la situación, sólo
empeorarla.
Veamos el caso de Shelly, la enfermera. Tuvo una niñez feliz,
estudió su carrera en una buena escuela y en un hospital de renom-
bre. Cuando acabó, pasó unos años estupendos viajando alrededor
del mundo. Luego conoció al que sería su marido, Paul, al que,
según ella, la mala suerte le había acompañado siempre. Shelly cree
que se la traspasó. Desde entonces, su vida ha estado plagada de
problemas de salud, de trabajo y, en definitiva, de tristeza.
Shelly compró su primer coche en 1983. Desgraciadamente, su
marido murió semanas más tarde y poco tiempo después del fune-
ral tuvo su primer accidente. El trauma de la muerte de su marido,
combinado con el del accidente, le produjo una pérdida de memoria
durante un mes, por eso sus recuerdos de los hechos eran un tanto
vagos. Pero está segura de que la culpa no fue suya, sino del coche,
que estaba gafado. Sin embargo, se acuerda perfectamente de lo
que pasó cuando adquirió su segundo coche. De nuevo, nos cuenta
la historia:
«El primer accidente que tuve fue porque el coche que estaba
delante de mí giró a la izquierda de repente y sin previo aviso.
Me declararon culpable porque según la ley yo estaba demasia-
do cerca. En el siguiente, choqué con el vehículo que tenía delan-
te cuando pegó un frenazo brusco. En el accidente número tres,
acabé en el terraplén del ferrocarril. No sé lo que pasó. Fui a
coger algo del asiento de al lado y me salí de la carretera. Me
cargué varios semáforos y choqué contra una valla antes de vol-
car. No podía más. Me libré del coche.»
174
rentes y parece que ella tenía la culpa. Sin embargo, insiste en que
es cosa de mala suerte y que los coches estaban gafados. En con-
clusión, cree que no puede hacer nada, o casi nada, para solucio-
narlo. Que la vida es así.
La gente sin suerte suele incurrir en comportamientos que están
lejos de arreglar sus problemas incluso cuando trata de cambiar su
sino. En vez de intentar mejorar su forma de conducir, Shelly trata-
ba de mejorar su suerte remediando los males ajenos:
«Hace tres o cuatro meses recibí una carta de una vidente ofre-
ciéndome ayuda. Me decía, entre otras cosas, que yo no había
tenido una infancia muy feliz. La verdad es que me impresionó.
Yo me preguntaba: «¿Cómo lo sabe?» Luego, llegué a la conclu-
sión de que seguramente era una carta modelo que encajaría en
la vida de muchas personas. Pero piqué, le mandé los 50 dólares
que pedía y ella a su vez me envió una serie de números que, según
175
decía, iban a resultar premiados en la lotería. Por supuesto, no
fue así a pesar de que me dijo que me proporcionarían riquezas
incalculables. Los utilicé, de hecho todavía lo sigo haciendo, aun-
que, desde luego, sin ningún éxito. No he ganado ni un centavo.»
176
Intrigado por estas entrevistas, llevé a cabo una encuesta sobre
las supersticiones de todos los participantes en mi investigación.
Quería saber si afectaban a la gente sin suerte más que a la gente
con suerte. Les pedí que me dijeran si pensaban que el número 13
traía mala suerte, si se sentían mal cuando rompían un espejo o si
creían que ver un gato negro era un mal presagio. Los resultados mos-
traron que las personas sin suerte eran mucho más supersticiosas 4 y
menos eficaces a la hora de alterar el curso de esa mala suerte que
dicen encontrar en la vida.
177
Hilaiy es una toxicóloga de cuarenta y seis años que reside en Ber-
keley, California. Ha tenido muy mala suerte a lo largo de su vida
pero, a pesar de todo, se considera afortunada:
178
también me contó cómo le plantaba cara a los fracasos y cómo dis-
frutaba tratando de encontrar soluciones a los problemas:
«Mi abuelo, que era alemán, repetía mucho una frase que, tradu-
cida libremente, decía algo así: "Para nuestra familia las cosas resul-
tan difíciles pero, finalmente, resultan." Yo siempre les digo a los
chicos que no abandonen, que h a y que luchar. Creo que siempre
tengo presente la actitud de mi abuelo; aunque sólo haya un 1 por
ciento de posibilidades, sigo adelante. También soy bastante flexi-
ble. No me considero muy creativo desde el punto de vista artístico,
pero siempre trato de ver las cosas desde distintos enfoques y no
con una visión estrecha. Me encantan los retos y no busco necesa-
riamente la solución más fácil o ramplona sino la más interesante,
aunque no sea la más sencilla.»
La gente afortunada adopta enfoques mucho más constructivos
cuando la mala suerte se cruza en su camino. Actúa, insiste y con-
templa soluciones alternativas. Todo ello ayuda a disminuir las pro-
babilidades de sufrirla en el futuro.
La historia de Emily
179
una película de terror: cuatro clavos fuera y yo en el sue-
lo. Me podía haber matado, pero sólo me destrocé un pie.
Estuve seis meses escayolada, pero sigo viva.»
180
Tengo varias formas de enfrentarme a mi mala suerte. Pien-
so: "Bueno, puedo quedarme aquí dándole vueltas al pro-
blema o puedo pensar qué hacer para positivar lo que me
ha pasado." A lo largo de todos estos años, si la ansiedad
me hubiera ganado la partida, la experiencia habría sido
terrible. Miedo, insomnio... y luego al día siguiente no habría
podido hacer nada. Pero ha sido un proceso de aprendiza-
je. Si me despierto con un ataque de pánico, me digo: "No
hay nada que puedas hacer a las cuatro de la m a ñ a n a ,
nada que repercuta positivamente en lo que te pasa. Así
que respira hondo y duerme. Déjalo correr."
Algunas de las mejores cosas que me h a n sucedido h a n
sido consecuencia de las peores. Como me v o y haciendo
mayor, ya no tengo tanta fuerza - n o estoy tan dispuesta a
comerme el m u n d o - pero también he aprendido que si
abandono mi espíritu aventurero quizás pierda esa propina
que le acompaña. Por eso, procuro encontrar el término
medio entre mi deseo de aventura y el de aprovechar el
lado bueno de las cosas.
La suerte es así. No es sólo cuestión de tenerla buena o mala.
Yo creo que es uno mismo quien elige el lado bueno o el
malo de todo lo que nos sucede en la vida.»
181
Puntuación
Compruebe la puntuación que ha asignado a cada uno de
estos aspectos, y luego sume los resultados para obtener el
total (vea el ejemplo siguiente). Ésa será la puntuación obte-
nida en el cuarto principio de la suerte.
Puntuación
Propuesta
(1-51
10 Creo que las cosas que hoy son negativas pueden ser
4
positivas a largo plazo.
4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
18 = Alta
He pedido a mucha gente con suerte, sin suerte y neutral,
que conteste a este cuestionario. Las personas con suerte obtie-
nen una puntuación mucho más elevada que el resto. Por el
contrario, los resultados más bajos suelen corresponder a los
que no la tienen, como muestra el gráfico que ilustra este
ejercicio.
182
Puntuación media de las personas sin suerte,
neutrales y con suerte en el Cuestionario Perfil
R E S U M E N DEL CAPÍTULO
183
PRINCIPIO NÚMERO 4: C A M B I E EL SIGNO DE SU SUERTE
Subprincipios:
1. La gente con suerte ve el lado positivo de las cosas.
2. La gente con suerte está convencida de que la mala suerte de
hoy puede ser la buena suerte de mañana.
3. La gente con suerte no se regodea en su mala fortuna.
4. La gente con suerte toma medidas para evitar males futuros.
A U M E N T E S U SUERTE
184
Ejercicio
185
Ejercicio
186
Ejercicio
Distráigase
187
Ejercicio
188
RESUMEN
Subprincipios:
1. La gente con suerte crea y mantiene una sólida «red de la suer-
te».
2. La gente con suerte adopta una actitud relajada en la vida.
3. La gente con suerte es receptiva y está abierta a nuevas expe-
riencias.
Subprincipios:
1. La gente con suerte escucha a su «voz interior».
2. La gente con suerte da los pasos necesarios para estimular su
intuición.
Subprincipios:
1. La gente con suerte espera que su buena fortuna continúe en el
futuro.
2. La gente con suerte trata de alcanzar sus objetivos, aunque sus
189
posibilidades de éxito sean escasas, y no se deja vencer por los fra-
casos.
3. La gente con suerte espera que su relación con los demás sea
fluida y positiva.
Subprincipios:
1. La gente con suerte procura ver siempre el lado positivo de las
cosas.
2. La gente con suerte está convencida de que su mala fortuna de
hoy puede convertirse en la buena suerte de mañana.
3. La gente con suerte no se regodea en su mala fortuna.
4. La gente con suerte actúa de manera constructiva para evitar
males futuros.
190
3. CÓMO ATRAER LA SUERTE
VII.
LA ESCUELA DE LA SUERTE
193
El ser humano ha indagado durante muchos siglos la manera de
mejorar o de atraer la suerte. 1 Se han encontrado dijes, amuletos y
talismanes prácticamente en todas las civilizaciones. Tocar madera
procede de los rituales paganos creados para obtener la ayuda de
los magnánimos y poderosos dioses. El número trece se considera
que da mala suerte porque había trece personas en la última cena
de Cristo. Cuando una escalera está apoyada en una pared forma el
triángulo que simboliza la Santísima Trinidad. Caminar bajo la esca-
lera rompería la Trinidad y traería mala suerte.
Muchas de estas creencias y comportamientos siguen con noso-
tros. Algunos jugadores creen que tendrán suerte si cortan la bara-
ja con su mano derecha o soplan los dados antes de lanzarlos. Los
actores suelen estar convencidos de que tendrán mala suerte si de-
sean, a su vez, suerte a otros intérpretes, silban entre bastidores o
dicen las líneas finales de una obra durante los ensayos. 2 Los depor-
tistas también son muy supersticiosos. Investigaciones realizadas a
jugadores de baloncesto canadienses mostraron que un 90 por cien-
to empleaba algún ritual de este tipo; un 80 por ciento creía que
era importante encestar la última canasta con espíritu positivo, y el
75 por ciento decía que siempre botaba el balón el mismo número
de veces antes de un tiro libre. 3 Incluso los estudiantes, por brillan-
tes que sean, no parecen inmunes a tales comportamientos. Muchos
alumnos de Harvard admiten tocar la estatua de John Harvard para
que les dé buena suerte antes de entrar en un examen 4 , mientras
que los del Instituto de Tecnología de Massachusetts tratan de atraer-
la acercándose a la escultura del inventor George Eastman y acari-
ciando su nariz. 5
En 1996, Gallup realizó una encuesta entre 1.000 estadouniden-
ses en la que les preguntaba si eran supersticiosos. El 53 por ciento
afirmó que lo era un poco, y un 25 por ciento admitió que lo era
bastante o mucho. 6 Otra encuesta reveló que el 72 por ciento de los
interrogados decía que tenía por lo menos un amuleto de la suerte. 7
Hay también razones para pensar que estos elevados niveles de
superstición son sólo la punta del iceberg. Las investigaciones reali-
zadas sugieren que hay mucha gente reacia a admitir que se aferra
a estas creencias. Por ejemplo, varias encuestas han mostrado que sólo
un 12 por ciento dice que evita caminar bajo una escalera. Un inves-
194
tigador británico se preguntaba si esto reflejaba la realidad. Para
descubrirlo, puso una escalera contra un muro en una calle del cen-
tro de una bulliciosa ciudad y cuál no sería su sorpresa al descubrir
que más del 70 por ciento de la gente se arriesgaba a caminar en
medio de la calle antes que pasar bajo la escalera. 8 Un curioso tri-
buto a la superstición procede del Tesoro de Estados Unidos. En febre-
ro de 2002, decidió emitir una tirada especial de billetes de un dólar
con números de serie «de la suerte», por ejemplo los que contienen
tres sietes. Estos billetes contenían una inscripción que decía: «Que
este dinero de la suerte le traiga éxito y buena fortuna.» Y ¿cuál era
el precio de estos «billetes de la suerte» de un dólar? Sencillamente,
cinco dólares. 9
Las creencias y los comportamientos supersticiosos han pasado
de generación en generación. Nuestros padres nos hablaron de ello
y nosotros lo hacemos a nuestros hijos. Y ¿cuál es la causa de esta
persistencia? La respuesta está en la suerte. A lo largo de la histo-
ria, la gente ha reconocido que la buena o la mala suerte puede
cambiar su vida. Que unos pocos segundos de mala suerte pueden
tener como consecuencia largos años de lucha, y que esos momen-
tos de buena suerte pueden ahorrarnos una gran cantidad de traba-
jo y sufrimientos. La superstición es un intento de controlar y mejo-
rar estos factores tan escurridizos, y su perdurabilidad refleja hasta
qué punto nos parece importante. En resumen, las supersticiones se
crearon y han sobrevivido porque prometen el más escurridizo de
los santos griales: una forma de mejorar la suerte.
Sólo hay un problema: que no funciona. En el capítulo anterior,
vimos que era la gente sin suerte la que tendía a aferrarse a creen-
cias supersticiosas. Hay investigadores que han probado la inutili-
dad de estas antiguas creencias. Mi experimento favorito en este
sentido es un curioso trabajo llevado a cabo por un estudiante lla-
mado Mark Levin. En algunos países, un gato negro que se cruza
en tu camino es símbolo de suerte; en otros, todo lo contrario. Levin
quería descubrir si la suerte de la gente cambiaba realmente cuando
veía un gato negro. Para ello, pidió a dos personas que probaran suer-
te tirando monedas a cara y cruz. A continuación, soltaba un gato
negro para que pasara delante de los participantes y estos jugaban
una segunda vez. Luego repetía el experimento utilizando un gato
195
blanco. Tras muchas monedas al aire y muchos gatos pasando por
delante, llegó a la conclusión de que ninguno de los animales había
tenido efecto alguno sobre la suerte de los participantes. 10
La superstición no funciona porque se basa en ideas antiguas y
obsoletas. Procede de un tiempo en el que se creía que la suerte era
una extraña fuerza que sólo podía controlarse mediante rituales mági-
cos y comportamientos estrafalarios. Mi investigación había puesto
de relieve los auténticos secretos que se esconden tras una vida con
suerte, y yo me preguntaba si servirían para aumentarla. ¿Sería
posible hacer que tengan suerte una serie de personas que hasta el
momento no la han tenido? ¿Sería posible, incluso, hacer que los
afortunados lo sean todavía más?
En la Nochevieja de 1999 me encontraba en Londres, en las ori-
llas del Támesis. Estaba rodeado de miles de personas que se habían
reunido allí para celebrar el nuevo milenio. A medida que se acer-
caba la medianoche, me preguntaba si no habría llegado la hora de
explorar una manera más científica de enfocar el problema que nos
ha preocupado durante miles de años. ¿Sería posible encontrar nue-
vas formas de tener más suerte? Las ideas que me venían a la men-
te no eran del tipo de cruzar los dedos, tocar madera o evitar esca-
leras. Muy al contrario, se trataba de que la gente aplicara los cuatro
principios de la suerte. Ya era hora de animarla a sacar los amule-
tos de sus bolsillos y ponerlos en su mente.
Decidí embarcarme en un proyecto para descubrir si seria posible
mejorar la suerte de las personas haciéndolas pensar y comportarse
como si la tuvieran. Quería enviarles a la Escuela de la Suerte y ver
si podían mejorarla poniendo en práctica los principios y las técni-
cas aparecidas en los capítulos anteriores.
Mi proyecto constaba de dos fases. En la primera, me reuní con
cada uno de los participantes y les hablé de lo poco corriente del
proyecto. También les proporcioné un Cuaderno de la Suerte conte-
niendo muchos de los cuestionarios y ejercicios que hemos visto a
lo largo de este libro y les pedí que rellenaran los cuestionarios. El
primero fue el Perfil de la Suerte, de la página 20, que les pregun-
taba hasta qué punto estaban de acuerdo con cada una de las afir-
maciones relativas a los subprincipios de la suerte. El segundo, el
Cuestionario de la Suerte, de la página 45, que incluía las típicas
196
descripciones de gente con suerte y sin suerte y les pedía que indi-
caran hasta qué punto estas descripciones les retrataban. El tercero,
les hacía reflejar su grado de satisfacción en la vida, en conjunto y
en cinco importantes subáreas: la vida familiar, la personal, las
finanzas, la salud y la vida profesional. Si ha seguido los ejercicios
que aparecen en los capítulos de este libro, también los habrá con-
testado. Los dos últimos cuestionarios me proporcionaron una medi-
da objetiva y fiable de los niveles de suerte y de satisfacción con la
vida antes de que incorporaran los principios de la suerte a su día
a día.
A continuación, entrevisté a los participantes para conocer su
opinión sobre el papel de la suerte en su vida. Charlamos sobre
muchos temas. Entre otros, si se consideraban con suerte o sin
suerte, si la suerte afectaba a aspectos concretos de su vida, si
eran receptivos, intuitivos, etc. También les pedí que hicieran algu-
nos de los ejercicios descritos en este libro, como por ejemplo
«Califique su suerte» (página 157) o «Actitudes frente a la mala
fortuna» (página 170).
Por último, les describí los cuatro principios y los doce subprin-
cipios de la suerte. Les expliqué que había personas, aparentemente
favorecidas por ella, que los utilizaban precisamente para atraerla.
Vimos cómo su personalidad les ayudaba a crear, ver y actuar sobre
las oportunidades que el azar les deparaba (Principio número 1). Cómo
sus decisiones acertadas eran consecuencia de seguir su intuición y
confiar en sus corazonadas (Principio número 2). Cómo sus expec-
tativas para el futuro se convertían en auténticas profecías que lue-
go se harían realidad (Principio número 3). Y, finalmente, cómo su
flexibilidad y fortaleza frente a la mala fortuna la transformaban en
buena (Principio número 4). Esbocé las teorías que respaldan cada
principio y las ilustré con extractos de mis entrevistas y los resulta-
dos de mis encuestas y experimentos. En definitiva, presenté un
resumen de toda la información que usted ha encontrado a lo largo
de este libro.
En la segunda fase, transcurrida una semana aproximadamente
desde la primera reunión, me entrevisté de nuevo con cada uno de
los participantes. Les expliqué las técnicas que aparecen después de
cada principio y les pedí que las incorporaran a su vida en el plazo
197
de un mes. Creo que éste fue uno de los aspectos más importantes
de la Escuela de la Suerte. Para proporcionar una visión clara y
directa de cómo se ha estructurado y desarrollado esta parte de mi
proyecto, en el próximo capítulo haremos como si usted fuera uno
de los alumnos.
198
VIII.
APRENDER A TENER SUERTE
199
Selle su compromiso estampando su firma al final de la declara-
ción.
Ejemplo:
200
Con este cuadro podrá ver rápida y fácilmente cuál es su p u n -
tuación en cada u n o de los cuatro principios que son el f u n d a -
mento de una vida con suerte. También podrá comprobar en cuál
de ellos flojea y, en consecuencia, qué aspecto debe mejorar. A la
hora de intentar cambiar su suerte, esta información le ayudará a
centrarse en las técnicas que más le conviene practicar. Por ejem-
plo, si su puntuación es baja en el Principio número 2, tendrá que
prestar más atención a su intuición. Si obtiene u n a p u n t u a c i ó n
media en el Principio número 3, le vendrá bien ejercitarse en con-
fiar más en el futuro. Por el contrario, si es elevada en los Princi-
pios 1 y 4, seguro que no necesita mucha ayuda para tener más
encuentros con la suerte ni tampoco para cambiar su signo, pues
ya la tiene.
201
Listado de ejercicios
1. Confíe en el futuro
Reafirme su suerte (página 150)
Fije sus objetivos (página 150)
202
Principio número 4: Cambie el signo de su suerte
203
FASE CINCO: REFLEXIONES FINALES
204
IX.
El DÍA DE LA GRADUACIÓN
LA HISTORIA DE PATRICIA
Patricia, una joven de veintiocho años de edad, fue una de las pri-
meras participantes en la Escuela de la Suerte. En nuestra primera
reunión nos contaba que siempre había tenido mala suerte.
205
No hacía muchos años que trabajaba como azafata en una cono-
cida compañía aérea y ya tenía una bien ganada reputación de gafe.
En uno de sus primeros vuelos, una familia se emborrachó arman-
do tal lío que el comandante se vio obligado a tomar tierra para
expulsarla del avión. Poco después, otro vuelo tuvo que atravesar
una terrible tormenta. Unas semanas más tarde, su aeronave sufrió
una averia en el sistema de frenado cuando estaba aterrizando, con
la consiguiente alarma y llegada de los bomberos.
La mala suerte de Patricia no se queda ahí, también afecta a
otros aspectos de su vida. Por ejemplo, cuando toma algún medio
de transporte: sea el que sea, siempre llega con retraso. Está con-
vencida de que es gafe y transmite su mala suerte a los que le ro-
dean. No se atreve a desear a nadie buena suerte, pues cree que
cuando lo ha hecho sólo ha conseguido que tengan malos resulta-
dos en entrevistas y exámenes. En mi entrevista inicial, le pedí que
me explicara qué sentía cuando le sucedían estas cosas:
«Pues pienso: "¡Oh Dios mío, otra vez no! ¿Por qué no me suce-
de algo bueno?" Estoy harta. Me paso la vida tocando madera,
diciendo "¡Por favor, que me pase algo bueno!". También tengo
mala suerte a la hora de comprar. Me suele pasar que si veo
algo que me gusta, nunca hay mi talla o, si la hay, alguien me
la quita de las manos.»
206
«Conocí a un hombre que ojalá nunca hubiera encontrado. Segu-
ramente cuando lo hice yo estaba en el lugar equivocado y en el
momento menos oportuno. Mi relación con él duró cuatro años
y medio. Era un obseso del poder y llegaba al extremo de no dejar-
me elegir ni lo que quería ponerme: él lo hacía por mí. Su repu-
tación no era precisamente buena. Cuando llevaba sólo dos sema-
nas saliendo con él, mis amigos me advirtieron de que las cosas
nunca iban a ir bien; siempre insistieron en que lo dejara. Mi intui-
ción funciona pero no soy capaz de seguirla. No tengo la sufi-
ciente confianza en mí misma para hacerlo.»
207
en el que se le pedía que indicara hasta qué punto estaba satisfecha con
el conjunto de su vida y con los diferentes aspectos de la misma, como
por ejemplo, la salud, las finanzas, la vida familiar, etc., asignándole un
número entre el 1 (muy insatisfecha) y el 7 (muy satisfecha) a cada área.
Su puntuación, como podemos comprobar en el gráfico adjunto, mostró
claramente lo poco satisfecha que se encontraba con su vida.
208
Nuestra charla me hizo darme cuenta de que algunas personas
piensan de manera muy distinta sobre la suerte. Es algo en lo
que antes no había caído. Nunca se me había ocurrido pensar
en que hay gente que cree en su propia suerte. Eso me abrió los
ojos, me hizo reflexionar y decir: "Bueno, pues no hay ninguna
razón para que yo no lo haga también." Y a medida que ha ido
pasando el tiempo, me han ido sucediendo más cosas buenas.
Al principio, eran cosas sin importancia, pero me hicieron sen-
tir más segura y esa nueva actitud empezó a ser lo normal en
mi vida.
En la primera semana, salí a comprar un abrigo que había visto
hacía unas semanas en un escaparate y me había gustado. Suelo
tener mala suerte a la hora de ir de compras, me da verdadero
terror. Me parecía que tenía pocas posibilidades de que el abrigo
siguiera allí, pero hice un esfuerzo y fui a verlo. Para mi sorpre-
sa, seguía en el escaparate. Sólo quedaba ése y era mi talla. Lo
compré. Nunca me había pasado, era algo sin precedentes. Otra
cosa: casi siempre pierdo el autobús, es como si lo ahuyentara.
Pero esa semana parecía que estaba esperando que yo llegara
para aparecer. Es realmente sorprendente.
Después, pensaba si todo esto sería algo pasajero, pero cuál no
fue mi sorpresa al comprobar que la cosa seguía. Ni siquiera
tenía que pensar en ello. Todo va sobre ruedas. Ha sido un cam-
bio muy importante.
Como el otro día, que mis padres me regalaron por sorpresa un
ordenador. Me di cuenta de que había una pequeña pieza que
faltaba. Normalmente, lo hubiera dejado, no hubiera hecho nada.
Esta vez decidí cambiar el signo de mi suerte y no lo dejé pasar.
Fui a la ciudad a buscar la pieza que faltaba. Era una tarde de
sábado con mucha gente en la calle y al minuto encontré un
aparcamiento. Cuando entré en la tienda me di cuenta de que no
llevaba dinero. Salí y justo allí había un cajero, y ¡funcionaba!
Cuando volví, ya casi era la hora de cerrar pero hablé con el encar-
gado y me dejó pasar. Encontré lo que buscaba, de hecho era la
última pieza que les quedaba. Es alucinante. Parecerá una tonte-
ría pero todo esto nunca me había pasado antes. Me apetecía
contárselo a todo el mundo.»
209
Patricia había conseguido incorporar también los Principios 2 y
3. Había descubierto la importancia de prestar atención a lo que le
dice su voz interior y a ser optimista ante la vida y describía así los
resultados:
210
cabeza hubiera sido: "¡Claro, esto siempre me tiene que pasar a
mí!" Ahora me digo: "¡Bueno, qué le vamos a hacer, lo voy a
arreglar lo antes posible!" Creo que es lo más positivo y cons-
tructivo. No tiene sentido hacer otra cosa.
Hace unas semanas necesitaba un vestido para ir a una fiesta.
Fui de compras y encontré lo que me gustaba, pero no lo com-
pré. Pensé: "Si vuelvo dentro de una semana y sigue aquí es que
tengo suerte." Así lo hice y cuando fui ya no estaba. Antes,
hubiera puesto el grito en el cielo, me hubiera lamentado de mi
mala suerte y no hubiera ido a la fiesta. Ahora, lo tomé positi-
vamente y me dije: "Seguro que habrá algo mejor." En efecto,
miré y encontré un traje que me gustaba mucho más y que era
más barato. Fui a la fiesta y lo pasé estupendamente.»
211
La historia de Carolyn
«No es que las cosas me hayan ido mal una, dos o tres veces.
No. Me han ido mal, nueve, doce, dieciséis, veinticuatro...
En u n a ocasión, no dejaron de pasarme cosas horribles
d u r a n t e tres días. Estaba j u g a n d o con mi hija de trece
años, metí el pie en un agujero - q u e yo sabía que estaba
ahí— y me di un golpe en la cabeza. Pensando que no
tenía importancia, cogí el coche y nos fuimos a pasar el
fin de semana a unos 300 km de distancia. Me desmayé y
me golpeé de nuevo en la cabeza con el resultado de una
conmoción cerebral. La medicación que tenía que tomar
exigía comer tres veces al día. A la m a ñ a n a siguiente, se
me cayó un diente comiendo una bolsa de patatas fritas
pero, precisamente por causa de la medicación, no me
pudieron reponer la pieza. Y después vino la tercera. El
domingo no me podía mover; resultó que tenía problemas
también en la base de la columna vertebral. No me había
enterado porque lo que tomaba para la conmoción hacía
que no me doliera. Tuve que pasar tres semanas en la cama.
También tengo mala suerte en el amor. Mi primera pare-
ja era un hombre violento. Todo el m u n d o pensaba que
las cosas no iban a ir bien. Le dejé c u a n d o estaba e m b a -
razada de tres meses porque no a g u a n t a b a más la situa-
ción. Cuando le dije que esperaba un hijo, me contestó
que me fuera con el niño a otra parte. No le he visto n u n -
ca más. Conocí a otro h o m b r e del que t u v e otro hijo.
Era un tipo encantador, pero a la hora de convivir se con-
virtió en u n a especie de animal. Como regalo de c u m -
pleaños me rompió la nariz.
212
bamos muy unidas y le pedí que me vendiera su casa a
un buen precio. Le pareció muy bien y pedí una hipo-
teca en el banco. El día que íbamos a formalizar la ven-
ta tuvo una recaída que no le permitió acudir a la cita.
Dos semanas más tarde, lo intentamos de nuevo y esa
mañana entró en un coma del que nunca se recuperó.
El resultado es que he perdido a mi tía, la casa y ten-
go una hipoteca que amortizar.
Mi mala suerte no se detiene ahí. También afecta a las per-
sonas e incluso a los animales que me rodean. A finales
del año pasado, mi mejor amigo murió de un linfoma de
Hodgkins, y a mi gato le atropello un camión. El día de
Nochevieja pensé: "Bueno, es la última noche del año, ya
no me pueden pasar más cosas y estoy segura de que aho-
ra todo va a ser distinto." A última hora de la noche reci-
bí una llamada telefónica diciéndome que mi primo acaba-
ba de fallecer de repente a causa de una trombosis.»
214
Como a Patricia, a Carolyn le habían parecido muy bien las diver-
sas técnicas para aprender a ver el lado bueno de las cosas (Princi-
pio número 4: Subprincipio 1) y para enfocar de manera más posi-
tiva la mala suerte cuando sale a nuestro encuentro (Principio número
4: Subprincipio 4):
215
OTROS GRADUADOS
216
interior le advertía del peligro. Aceptó participar en la Escuela de la
Suerte. Tras unas pocas semanas, Marilyn estaba mucho más animada
y afirmaba que su suerte había mejorado en un 40 por ciento. Gran
parte de este avance se debía a su mayor capacidad para aprove-
char las oportunidades (Principio número 1) y para desarrollar mejo-
res expectativas respecto al futuro (Principio número 3):
LA HISTORIA DE JOSEPH
217
En los Capítulos III y VI conocimos la vida de Joseph, un afor-
tunado estudiante de treinta y cinco años. Como recordarán, cuan-
do era adolescente, Joseph tuvo muchos problemas con la policía.
Luego, su vida cambió gracias a una conversación que mantuvo en
un tren con una profesora de Psicología que quedó impresionada
por la capacidad de análisis del joven y le dijo que estaba segura
de que podría ser un buen psicólogo. Joseph reaccionó positivamente,
hizo las gestiones oportunas e ingresó de nuevo en la universidad.
También aprendió a cambiar el signo de su suerte, relativizando el
impacto de las cosas negativas y valorando sus efectos a largo
plazo. Todos recordamos cómo afirmaba que su estancia en la cár-
cel había sido una de las mejores cosas que le habían sucedido en
la vida. Cuando aceptó participar en la Escuela de la Suerte, esta-
ba a punto de acabar su licenciatura y esperaba trabajar como
terapeuta.
Cuando nos reunimos para hablar del proyecto, le pedí que relle-
nara el Cuestionario de la Suerte y el del Nivel de Satisfacción en
la Vida. No creo que haya sido por casualidad el que haya obteni-
do un +5 en el primero y que afirmara que su grado de satisfacción
en los distintos aspectos era muy elevado. Pero, ¿sería posible hacer-
le todavía más feliz?
218
Cuando revisamos las técnicas que la gente con suerte utiliza-
ba para atraerla, Joseph pronto se dio cuenta de ya estaba utili-
zando alguna, pero estuvo de acuerdo en que tenía que hacer un
esfuerzo para mejorarlas todavía más. En concreto, pensó que podía
beneficiarse de reducir el impacto de la mala suerte (Principio
número 4; subprincipios 1, 2, 3 y 4). También hablamos de cómo
podría incrementar su capacidad de ver y aprovechar las oportu-
nidades que surgen naturalmente (Principio número 1: subprinci-
pios 1, 2 y 3).
Un mes más tarde me reuní de nuevo con Joseph y me contó
sus adelantos. Comenzó por describir cómo se las había arreglado para
mejorar su capacidad de ver el lado positivo de las cosas (Principio
número 4: Subprincipio 1):
219
«Gran parte de mi buena suerte se ha concentrado en las opor-
tunidades que me han salido al paso. Parecen cosas sin impor-
tancia, pero en realidad la tienen. El otro día caminaba junto a
un compañero. No le conozco mucho pero pensé que estaría bien
hablar con él. Le saludé y le pregunté qué tal le iban las cosas.
Luego le comenté que estaba preparando la estadística y que el
profesor me había recomendado un libro que era bastante caro.
Tuve la suerte de que él lo tenía y me lo regaló porque ya había
aprobado la asignatura.
Hace unas pocas semanas, me dirigía al garaje a coger el coche
cuando vi un papel en el suelo. Normalmente no le hubiera
prestado atención, pero esta vez pensé: "¿Y si es una oportuni-
dad, un billete de lotería o algo por el estilo?" Lo cogí y con
gran sorpresa descubrí que debajo había un billete de 20 dóla-
res. Cuando lo voy a retirar del suelo me doy cuenta de que no
es uno sino... ¡cinco billetes de 20 dólares! y abandonados en
medio de la calle.
Pero lo mejor de todo es que me ha llamado un cazatalentos. Cola-
boro de manera voluntaria con una ONG que ayuda a la inte-
gración social de gente discapacitada mentalmente. Otra organi-
zación que conocía lo que hacía se ha interesado por mí y me
ha hecho una oferta para un puesto del mismo tipo, pero remu-
nerado. Mi trabajo consistirá en analizar los casos de personas
discapacitadas con mayor posibilidad de integración y valorarlos.
Inicialmente trabajaré a tiempo parcial, pero es perfecto porque
podré compaginarlo con mis clases en la universidad. Es justo lo
que estaba deseando encontrar.
En fin, todo ha ido fenomenal. Mucho mejor de lo que yo espe-
raba. Siempre he sido positivo, pero ahora mucho más. La gente
ha notado el cambio en mi actitud y también me ha respondido
bien.»
220
En total, un 80 por ciento de las personas que participaron en
la Escuela afirmó que su suerte había aumentado. Por término
medio, el porcentaje de aumento era de un 40 por ciento. Tras pasar
por la Escuela, sus puntuaciones revelaban que los que no tenían
suerte o la tenían mala habían pasado a convertirse en personas
afortunadas y los que ya la tenían, lo eran todavía más. Quizás
lo más importante, como se muestra en el gráfico de la página
siguiente, es que estaban mucho más satisfechos con todos los
aspectos de su vida. 1
Las investigaciones realizadas previamente habían demostrado que
la gente podía incrementar su suerte comportándose como lo hacen
las personas que ya la tienen. Mi Escuela ha probado que el pro-
nóstico era correcto. La gente sin suerte ha cambiado su signo y la
gente con suerte ahora tiene más. Sólo en el curso de un mes, los
efectos han sido sorprendentes. Todos han sabido aprovechar mejor
las oportunidades que se les presentan, han tomado decisiones pro-
vechosas, han dado pasos importantes para la consecución de sus
objetivos o para la realización de lo que consideraban un sueño.
Han encontrado formas de cambiar el signo de su suerte, de hacer
que las cosas que en principio parecen negativas sean positivas. Y
quizás lo más importante de todo: están mucho más satisfechos con
los distintos aspectos de su vida.
221
HACIA UN FUTURO CON MÁS SUERTE
222
años de práctica. Lo único que precisa es un conocimiento sólido de
las ideas descritas en este libro y un auténtico deseo de incorporar
los cuatro principios y de tener una vida con más suerte.
Descubrir los ocultos secretos de la suerte ha sido un viaje largo
pero gratificante. Durante miles de años, la humanidad ha reconoci-
do su importancia, pero ha creído que era una especie de fuerza
mística sobre la que sólo pueden influir rituales supersticiosos. Ha tra-
tado de aumentarla mediante amuletos y fórmulas mágicas, como
tocar madera o evitar el número 13. Nada de esto ha funcionado
porque son procedimientos que se caen por su propio peso: están
basados en un falso entendimiento de la suerte. La investigación cien-
tífica ha revelado que la solución está en cuatro principios básicos
de orden psicológico. A lo largo de estas páginas hemos visto tanto
la teoría en la que descansan esos principios como la práctica para
incorporarlos a su vida con objeto de hacerle afortunado si no lo
es, o de darle más suerte si ya la tiene.
Por supuesto, la decisión es suya: sólo usted puede cambiar su
forma de pensar y de comportarse. Antes de tomarla, piense en las
repercusiones que puede tener en su vida personal y profesional
algo más de suerte. En cómo aprovecharla para ser más feliz con su
familia y con sus amigos. Cómo le podría ayudar a encontrar el
trabajo de su vida o la pareja perfecta. Cómo le haría llevar una
vida más saludable, más feliz y con más satisfacciones. Hacer los
cambios necesarios no será difícil ni le costará mucho tiempo. Todo
lo que necesita es un auténtico deseo de cambiar y una forma radi-
calmente distinta de entender la suerte. Su futuro no está escrito.
Nadie está destinado a experimentar una cantidad determinada de
buena o mala suerte. Usted puede cambiar. Puede propiciar auténti-
cos golpes de suerte e incrementar de forma masiva las veces que
se encuentra en el lugar apropiado en el momento oportuno.
En lo que se refiere a la suerte, el futuro está en sus manos. Y
comienza en este momento.
223
APÉNDICE
CITAS
227
No hay nadie con más suerte que el que cree que la tiene.
Proverbio alemán
Al hombre le gusta creer que controla su vida, pero sólo es una maldi-
ta ilusión. El factor X siempre está ahí. Puedes tener todo el talento del
mundo, pero sin suerte no vas a ninguna parte.
Kirk Douglas
Sí, en mi profesión existe eso que llamamos suerte pero sólo aparece a
las tres de la madrugada. Por eso me encontrarán a esas horas en la biblio-
teca tratando de encontrarla.
Louis Nizer, abogado
La suerte está dentro de nosotros. Hay que exteriorizarla, hacer que las
cosas nos sucedan.
Robertson Davies, novelista
228
NOTAS
Introducción
1
Véase, por ejemplo: Wiseman, R., Deception and self-deception: Inves-
tigating psychics, Prometheus Press, Buffalo, Nueva York, 1997.
2
Véase, por ejemplo: Wiseman, R., «The MegaLab Truth Test», Nature,
373, 391, 1995.
Lamont, P., y Wiseman, R., Magic in Theory: An introduction to the
theoretical and psychological elements in conjuring, Hermetic Press, EE.UU.,
1999.
I. El poder de la suerte
1
Bechtel, S., y Stains, L. R., The good luck book, Workman Publishing,
Nueva York (1997), pág. 195.
2
The Fortean Times, 153, diciembre 2001, pág. 6.
3
Life's losers, ob. cit., pág. 60.
4
The good luck book, ob. cit., pág. 203.
5
Bandura, A., «The psychology of chance encounters and life paths»,
American Psychologist, 37(7), 1982, 747-755.
6
Véase, por ejemplo: Williams, E. N., y otros, «Perceptions of serendi-
pity: Career paths of prominent academic women in counseling psychology»,
Journal of Counseling Psychology, 45, 1998, 379-389.
Krumboltz, J. D., «Serendipity is not serendipitous», Journal of Counse-
ling Psychology, 45(4), 1998, 390-392.
Mitchell, K. E., Levin, A. S., y Krumboltz, J. D., «Planned happenstance:
229
Constructing unexpected career opportunities», Journal of Counseling 8t
Development, 77(2), 1999, 115-124.
7
Krumboltz, Ob. cit., pág. 391.
8
Véase Brian, D., Pulitzer: a life, Wiley, John ft Sons, Nueva York, 2001.
9
Wreden, N., How to make your case in 30 seconds or less, Harvard
Management Communication Letter, 2002, pág. 3.
10
MacLaine, S., Don't fall off The mountain, W. W. Norton, Nueva York,
1970.
11
The good luck book, ob. cit., pág. 141.
12
Hoy, 13 de octubre, 1995, pág. 7.
13
Roberts, R. M., Serendipity, John Wiley 8t Sons, Nueva York, 1989.
14
The good luck book, ob. cit., pág. 176.
15
Información adicional sobre el tipo de preguntas utilizadas en:
Wiseman, R., Harris, R, y Middleton, W., «Luckiness and Psi: an initial
survey», Journal of the Society for Psychical Research, 60 (836), 1994,
1-15.
Este artículo también describe un experimento que insinúa la posible rela-
ción entre la suerte y la habilidad psíquica. Desgraciadamente, este hallaz-
go no fue desarrollado en posteriores investigaciones.
1
Véase, por ejemplo: Greene, F. M., «The feeling of luck and its effect
on PK», Journal of Parapsychology, 24, 1960, 129-141.
Ratte, R., «Comparison of game and standard PK testing techniques under
competitive and non-competitive conditions», Journal of Parapsychology,
24(4), 1960, 235-244.
Para una revisión de los trabajos existentes sobre la relación entre la suer-
te y la habilidad psíquica, véase: Smith, M. D., Wiseman, R., Harris, P., y
Joiner, R., «On being lucky: The psychology and parapsychology of luck»,
European Journal of Parapsychology, 12, 1996, 35-43.
2
Este trabajo fue llevado a cabo en colaboración con el Dr. Matthew
Smith y el Dr. Peter Harris.
3
En el experimento participaron 728 personas (245 con suerte, 295
neutrales y 188 sin suerte). Todas rellenaron un cuestionario en el que se
preguntaba cuántos boletos compraron y qué números seleccionaron. Tras
230
el sorteo, calculamos sus ganancias o pérdidas y cuántos números habían
acertado, haciendo promedio con el número de boletos comprados. Dos
tests t no pareados revelaron que entre los grupos con suerte y sin suerte
no había diferencias significativas (ganancia/pérdida: df = 431), valor de t
(no pareado) = ,41: valor de p (contrastado bilateralmente) = ,68: Media de
números contrastados; df = 431, valor de t (no pareado) = ,24, valor de
p = (contrastado bilateralmente) = ,1).
Este trabajo fue realizado para el programa de televisión de la BBC,
Out of this world.
4
Para una puesta al día y una revisión de lo que se ha hecho hasta
ahora en relación con la medición del grado de satisfacción en la vida,
véase: Argyle, M., The Psychology of Happiness, Routledge, Londres,
2001.
5
En este estudio participaron 50 personas con suerte, 115 neutrales
y 35 sin suerte. Se llevaron a cabo seis tests Kruskal-Wallis para com-
parar las puntuaciones de los tres grupos en cada uno de los temas del
Cuestionario sobre el Nivel de Satisfacción en la Vida. Los valores de H
resultantes y los valores de p asociados se muestran en el cuadro siguien-
te:
Valor de H Valor de P
(normalización) (contrastado
bilateralmente)
6
Para más detalles, véase: Wiseman, R., y Watt, C., Belief in the para-
normal, cognitive ability and extrasensory perception: the role of experimenter
effects, Actas de la 45 Convención Anual de la Asociación de Parapsicolo-
gía, París, 2002.
231
7
Se pidió a los participantes que respondieran a la pregunta: «¿Hasta
qué punto confía usted en que le toque la loto esta semana?», con un
número de la escala entre el 1 (No confían en absoluto) y el 7 (Confían
totalmente). El análisis Kruskal-Wallis comparando las puntuaciones de los
tres grupos fue muy significativo (df = 2, valor de H (normalización)
= 216,70, valor de p (contrastado bilateralmente) < ,0001).
1
Excelente introducción a la investigación de la personalidad: Furnham,
A., y Heaven, P., Personality and social behaviour, Arnold, Londres, 1999.
2
El NEO PI fue entregado a 19 personas con suerte ya 14 sin suerte.
Unpaired t-tests pusieron de relieve que sus puntuaciones no diferían ni en
el nivel de sociabilidad (df = 31, valor de t (no pareado) = -,11, valor de p
(contrastado bilateralmente) = ,91) ni en el de control emocional (df = 31,
valor de t (no pareado) = 1,06, valor de t (contrastado bilateralmente) = ,30).
3
Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un
nivel de extraversión significativamente más elevado que la gente sin suer-
te (df = 31, valor de t (no pareado) = 4,11, valor de p (contrastado bilate-
ralmente) = ,0003).
4
Para una introducción a la investigación psicológica sobre la comunicación
no verbal, véase: Aigyle, M., Bodily communication, Routledge, Londres, 1988.
5
Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un
nivel de neuroticismo significativamente más elevado que la gente sin
suerte (df = 31, valor de t (no pareado) = 5,16, valor de p (contrastado
bilateralmente) < ,0001).
6
Un test t no pareado puso de relieve que la gente con suerte tenía un
nivel de receptividad significativamente más elevado que la gente sin suer-
te (df = 31, valor de t (no pareado) = 2,09, valor de p (contrastado bilate-
ralmente) = ,04).
1
Mi agradecimiento al The Independent On Sunday por su ayuda en
esta investigación.
232
2
Para una buena visión de conjunto de este trabajo, véase: Claxton,
G., Haré brain tortoise mind, Fourth Estate, Londres, 1998.
3
Moreland, R. L. y Zajonc, R. B., «Exposure effects in person percep-
tion: Familiarity, similarity and attraction», Journal of Experimental Social
Psychology, 18, 1982, 395-415.
4
Bomstein, R. F., «Exposure and affect: Overview and meta-analysis of
research, 1968-1987», Psychological Bulletin, 106, 1989, 265-289.
5
Hill presentó rostros manipulados para asegurar que la distancia entre
los ojos y la barbilla fuera lo suficientemente pequeña o grande. Cuando
la distancia era pequeña, el rostro parecía pequeño y, cuando era grande,
alargado. Se informó de que los rostros correspondían a profesores de la uni-
versidad cuyo trato a los estudiantes era muy distinto. A la mitad de los
participantes se les dijo que los profesores con el rostro alargado propor-
cionaban un trato justo y que los dos de rostro pequeño proporcionaban
un trato injusto. A la otra mitad se les dijo todo lo contrario: que los pro-
fesores con el rostro alargado eran injustos y los del rostro pequeño eran
justos.
A continuación, se les proporcionaron nuevos rostros anónimos y
se les pidió que los calificaran por su aspecto. Uno de ellos era alar-
gado y el otro pequeño. Los resultados fueron sorprendentes. Los par-
ticipantes a los que se les había dicho que las caras alargadas corres-
pondían a profesores justos estimaron que la persona con cara alargada
era mucho más justa que la de rostro pequeño. Por el contrario, los
participantes a los que se les había dicho que las caras alargadas corres-
pondían a profesores injustos calificaron a la persona de rostro alarga-
do como menos justa que la de rostro pequeño. Cuando se les pidió
que explicaran la razón de su decisión, ninguno mencionó la posibili-
dad de estar influido por los rostros indicíales. Parecía que su respues-
ta estaba guiada por su intuición. Pero, sin saberlo, habían detectado
inconscientemente un modelo en los rostros iniciales y lo habían apli-
cado a los nuevos. Sin darse cuenta, su inconsciente les había hecho
tener una corazonada sobre estas nuevas personas y verlas de una for-
ma predeterminada.
Para más información, véase: Hill, T., Lewicki, P., Czyzewska, M., y
Schuller, G., «The role of leamed inferential encoding rules in the percep-
tion of faces: effects of nonconscious self-perpetuation of a bias», Journal-
of-Experimental-Social-Psychology, 26(4), 1990, 350-371.
233
6
He llevado a cabo también este experimento mostrando a los analis-
tas de rostro alargado como los fracasados y los de rostro pequeño como
los de éxito. Con estas premisas, el número de personas que eligieron al
analista 1 desciende del 90 por ciento al 50.
1
166 personas participaron en este estudio (39 con suerte, 99 neutrales
y 28 sin suerte). Se les pidió que valoraran la posibilidad de que les suce-
diera en un futuro los hechos de la lista, asignando a cada uno un núme-
ro entre el 0 (Nunca sucederá) y el 100 (Seguro que sucederá). Los resulta-
dos de los análisis Kruskal-Wallis comparando los grupos se muestran en
el cuadro siguiente. Los datos iniciales para este estudio fueron recogidos
en colaboración con los doctores Matthew Smith y Peter Harris.
Valor de H Valor de P
(normalización] (contrastado
bilateralmente)
234
J
2
Los resultados de los análisis Kruskal-Wallis comparando los grupos
se muestran en el cuadro siguiente:
Valor de H Valor de P
(normalización) (contrastado
bilateralmente)
3
Rosenthal, R., y Jacobson, L. F., Pygmalion in the classroom Holt,
Rinehart, ft Winston, Nueva York, 1968.
4
Para una revisión de este trabajo, véase: Snyder, M., «When belief
creates reality», en L. Berkowitz (Ed.), Advances in experimental social psy-
chology, vol. 18, Academic Press, Nueva York, 1984, 248-306.
5
Para una revisión de este trabajo, véase: Scheier, M., y Carver, C.,
«Dispositional optimism and physical well-being: the influence of generali-
sed outcome expectations on health», Journal of Personality, 55, 1987,
169-210.
Kavussanu, M., y McAuley, E., «Exercise and optimism: are highly acti-
ve individuals more optimistic?», Journal of Sport and Exercise Psychology,
39, 1995, 1.031-9.
Taylor, S. T., y Armor, D. A., «Positive illusions and coping with adver-
sity», Journal of Personality, 64(4), 1996, 873-898.
6
Everson, S., Goldberg, D., Kaplan, G., y otros, «Hopelessness and risk
235
of mortality and incidence of myocardial infarction and cancer», Psychoso-
matic Medicine, 58, 1996, 113-21.
7
Véase, por ejemplo: Hansen, C., «A causal model of the relationship
among accidents, biodata, personality and cognitive factors», Journal of
Applied Psychology, 74, 1989, 81-90.
Furnham y Heaven, ob. cit., págs. 194-196.
8
Phillips, D. P., y otros, «The Hound of the Baskervilles effect: natural
experiment on the influence of psychological stress on timing of death»,
British Medical Journal, 323, 2001, 1.443-1.446.
9
Dougherty, T. W., Turban, D. B., y Callender, J. C., «Confirming first
impressions in the employment interview: A field study of interviewer
behaviour, Journal of Applied Psychology, 79(5), 1994, 659-665.
10
Livingston, J. S., «Pygmalion in management», Harvard Business
Review, septiembre-octubre, 1988, 121-130.
11
Snyder, M., Tanke, E. D., y Berscheid, E., «Social perception and inter-
personal behaviour: on the self-fulfilling nature of social stereotypes»,
Journal of Personality and Social Psychology, 35, 1977, 656-666.
1
Medvec, V. H., Madey, S. F., y Gilovich, T., «When less is more: coun-
terfactual thinking and satisfaction among Olympic medallists», Journal of
Personality and Social Psychology, 69 (4), 1995, 603-610.
2
Para información adicional sobre la relación entre el pensamiento
contra-factual y la suerte, véase: Teigen, K. H., «How good is good luck?
The role of counterfactual thinking in the perception of lucky and unlucky
events», European Journal of Social Psychology, 25, 1995, 281-302.
3
Laird, J. D., Wagener, J. J., Halal, M., y Szegda, M., «Remembering
what you feel: effects of emotion on memory», Journal of Personality and
Social Psychology, 42(4), 1982, 646-657.
4
En este estudio participaron 60 personas (17 con suerte, 32 neutrales
y 11 sin suerte). Se les pidió a cada una de ellas que rellenara un cuestio-
nario que contenía tres temas relacionados con conocidas supersticiones
(«Los gatos negros traen mala suerte», «Romper un espejo trae mala suerte»
y «El número 13 trae mala suerte»). Los participantes valoraron cada ase-
veración con un número de la escala del 1 (en desacuerdo) al 7 (de acuer-
236
do). Sus respuestas se sumaron para crear una puntuación única; el poste-
rior análisis Kruskal-Wallis reveló que las diferencias entre los grupos eran
significativas (df = 2, valor de H (normalización) = 5,39: valor de p (con-
trastado bilateralmente) = ,07).
1
Encontrará las viejas raíces de muchas supersticiones en Gwathmey, E.,
Lots of luck: legand ft lore of good fortune. Angel City Press, California, 1994.
2
Para una revisión de estas supersticiones, véase: Haining, P., Supersti-
tion, Sidgwick ft Jackson Ltd., Gran Bretaña, 1979.
3
Buhrmann, H., Brown, B., y Zaugg, M., «Superstitious beliefs and
behaviour: a comparison of male and female basketball players», Journal
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at rare grennbacks sale in S. F.» San Francisco Chronicle, 6 de febrero de 2002.
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Levin, M., Do black cats cause bad luck? Ganador del concurso de
ensayos Joel Serebin Memorial organizado por los Escépticos del Área de
Nueva York, http://www.liii.com/~nyask/cat-report2.html.
1
Se pidió a los participantes que rellenaran el Cuestionario de la Suer-
te y el Cuestionario sobre su Nivel de Satisfacción en la Vida antes y des-
237
pués de participar en la Escuela de la suerte. Se utilizaron dos tests Wilco-
xon para comparar su puntuación antes y después del estudio. Ambos
resultados fueron significativos (Puntuación de la suerte: Z (normalización)
= -2,51, valor de p (contrastado bilateralmente) = ,01: puntuación media
en la escala de satisfacción en la vida: Z (normalización) = -2,04, valor de
p (contrastado bilateralmente) = ,04).
238