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ELLA ESTÁ SENTADA Y LLEVA UNAS GAFAS OSCURAS.

ÉL DE PIE.

ÉL: Dentro de unos minutos van a dinamitar esas fábricas para echarlas abajo. Nadie puede estar
aquí.
ELLA: Tienes un periódico? (PAUSA.) Te he preguntado si tienes un periódico.

ÉL: Compré uno pero ya lo tiré.

ELLA: Lo has leído entonces.

ÉL: Sí.

ELLA: Hoy salí de la cárcel y quería ver si venía en el periódico. ¿Recuerdas alguna noticia que
hablara de eso?

ÉL: No.

ELLA: Sabes leer, supongo.

ÉL: Sí.

ELLA: Cuando me condenaron salí en todos los periódicos. Me extrañaría que ahora que he
salido de la cárcel no dijeran nada.

ÉL: No puedes quedarte aquí. Los cascotes saldrán disparados y pueden caerte encima.

ELLA: Salgo de la cárcel y ya quieren echarme. Y un extranjero además.

ÉL: Tu también eres extranjera.

(Pausa.)

ÉL: ¿Cúantos años estuviste en la cárcel?

ELLA: Diecisiete años.

ÉL: ¿Qué hiciste?

ELLA: (SACA ALGO DEL BOLSILLO.) Es la noticia del periódico de cuando me condenaron. (SE
LO MUESTRA SIN DÁRSELO.)
ÉL: ¿Mataste a tus hijos?

ELLA: Sí. (GUARDA EL RECORTE.)


ÉL: Hace mucho tiempo que pasó. Tal vez por eso no venga en los periódicos.

ELLA: Quizá no haya salido en el periódico que tu leíste y salga en los demás.

ÉL: Yo también estuve en la cárcel, pero sólo unos días.

ELLA: ¿Y saliste en los periódicos?

ÉL: No.

ELLA: ¿Qué hiciste?

ÉL: Nada.

ELLA: ¿Nada?

ÉL: Iba por la calle y me detuvieron. Nada más.

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ELLA: Eso no quiere decir que no fueras culpable.

ÉL: No pudieron probar nada.

ELLA: La cárcel es como el infierno, todo el que va parar allí es culpable. Y es mejor así porque
¿Cómo resistir diecisiete años encerrada siendo inocente?

ÉL: Yo nunca me sentí culpable.

ELLA: No es cuestión de cómo te sientas sino de cómo te tratan.

ÉL: A mi me han tratado peor y me he sentido más culpable fuera de la cárcel que dentro.

ELLA: Por fin sale el sol.

ÉL: Quieres que te acompañe?

ELLA: ¿Adónde?

ÉL: Lejos de la voladura, donde no lleguen los cascotes.

ELLA: Lo que más añoraba en la cárcel además de a mis hijos era el sol. Tenía que buscarlo en
los rincones más furtivos y pelearme por él como se pelea por un amante.

ÉL: No queda mucho tiempo para la voladura. (PAUSA.) Dame la mano.

ELLA: ¿La mano? Para qué.

ÉL: Para que me acompañes.

ELLA: No se te ocurra tocarme.

ÉL: Aquí cerca hay un parque donde puedes tomar el sol.

ELLA: Estoy bien aquí. Esto es muy parecido a la cárcel.

ÉL: No te comprendo.

ELLA: ¿Crees que el primer día después diecisiete años en la cárcel iré a tumbarme en la hierba
de un parque? ¿Con todos esos niños jugando a mi alrededor?

ÉL: Si te ocurre algo seré yo el responsable.

ELLA: ¿Tú?

ÉL: De que te hiera algún cascote.

ELLA: No te preocupes por eso y vete. Los cascotes no pueden hacerme nada.

ÉL: No puedo irme de aquí hasta que no quede absolutamente nadie. (PAUSA.) Tu marido dónde
vive.

ELLA: No es mi marido, y no sé dónde está ni quiero saberlo. Y él tampoco quiere saber nada de
mi.

ÉL: ¿Por qué mataste a tus hijos?

ELLA: Su padre los abandonó y no quería que nadie más les hiciera daño.

ÉL: ¿No tienes a nadie?

ELLA: Para qué quiero a nadie si ya estoy muerta.

(PAUSA.)

ÉL: La pensión donde yo vivo tiene habitaciones muy baratas. Puedo darte la dirección.

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