Está en la página 1de 2

Thomas Edison, una de las figuras más emblemáticas de la ciencia del siglo XX,

parece ser que no era un niño «fácil» en el colegio: propenso a la distracción,


enormemente impulsivo y con gran dificultad para mantener su atención.

Cierto día, cuando Edison tenía ocho años, llegó del colegio apesadumbrado
porque su maestro le había encomendado entregar una nota a sus padres. Su madre la
leyó bajo la atenta mirada del pequeño.

– ¿Qué pone? –acabó preguntando.

Con lágrimas en los ojos Nancy leyó a su hijo el contenido de aquella breve nota.

– Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos


maestros para enseñarle. Por favor, enséñele usted en casa.

Nancy abrazó a Thomas y le dijo que no se preocupara, que a partir de ese


momento se encargaría personalmente de su educación. Y eso fue exactamente lo que
sucedió. Su madre consiguió despertar en él un afán de curiosidad sin límites, que le
acompañaría hasta el final de sus días.

A los diez años, Edison ya había montado un laboratorio en el sótano de su


casa. Fue aquí donde el pequeño inventor descubrió que su creatividad le podía servirle
para ganarse la vida. A los 16 años presentó su primer invento: un repetidor automático
capaz de transmitir señales de telégrafo entre diferentes estaciones. A este le seguirían
más de mil inventos.

Muchos años después, cuando Nancy ya había fallecido y Edison era un inventor
reconocido a nivel internacional, encontró por casualidad la nota. Cuál fue la sorpresa
cuando leyó sobrecogido el verdadero contenido de aquella nota:

– Su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la


escuela.

Edison lloró amargamente tras conocer la verdadera historia. Cuando se repuso,


escribió en su diario: «Thomas Alva Edison fue un niño mentalmente enfermo, pero
gracias a una madre heroica se convirtió en el genio del siglo».

También podría gustarte