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BANCO DE PRUEBAS
Me atrevo a asegurar que ninguna fuerza pública española los emplea, pero
afortunadamente mi lista de amigos sigue siendo más nutrida que la de enemigos, o eso
creo y espero. Yo no es que precisamente vaya regalando lisonjas, y lo sabes, pero el
alistamiento de los primeros va in crescendo. Pero en fin, a lo que iba, que es lo que
interesa. Recientemente he probado, gracias a unos desprendidos amigos, varios
cartuchos Federal EFMJ de 124gr y Corbon Glaser Silver Safety Slug de 80gr,
ambos con cargas “+P” y del calibre 9mm Parabellum. Debido a lo desconocidos que
son en estas tierras ibéricas, me siento un privilegiado muy afortunado y agradecido.
Esta munición se presenta como una excelente alternativa para los jefes de policía
acomplejados que temen adquirir cartuchos expansivos de punta hueca. Temerosos
de las potenciales críticas de los grupos políticos de la oposición, amén de aquellos
movimientos sociales que pancarta en mano se apuntan a todo sin saber de nada,
muchísimos gerifaltes se dejan llevar por los dimes y diretes de los policialmente
analfabetos. Pese a que los funcionarios armados pueden usar reglamentariamente
puntas huecas, y esto es algo que no merece más discusiones a estas alturas del
partido, las EFMJ pueden cubrir el nicho funcional de las huecas tradicionales al
tratarse de proyectiles blindados. Efectivamente, blindados como los que consumen
miles de policías españoles, solo que estos Expanding no acostumbran a sobrepenetrar,
y cuando lo hacen es ya con menos capacidad lesiva.
Hollywood nos tiene al día de las fatales consecuencias de una despresurización aérea.
Ricardo Huercio, vocal del Colegio Oficial de Pilotos, se ha pronunciado en el diario
ABC (24/01/2013) sobre esta clase de incidencias: “Es difícil que se produzca una
despresurización, porque el funcionamiento es automático y el propio avión cambia de
sistema si este falla. Se puede producir un percance por un fallo en el funcionamiento
de las válvulas de presurización, o, en los casos más graves y llamativos, debido a
un boquete en el fuselaje. Por eso no puede haber armas en un avión, porque si se
dispara y se produce cualquier tipo de fuga se daría una de las despresurizaciones más
peligrosas, la llamada explosiva. Este tipo de despresurizaciones son las que
habitualmente se reflejan en las películas de cine, donde vemos como salen cosas
volando, e incluso los pasajeros no pueden respirar porque los pulmones son incapaces
de tomar y expulsar el aire. Si se produce un fallo en este sistema, los pilotos siguen
un protocolo de actuación que básicamente consiste en hacer un descenso de
emergencia, mediante un procedimiento que nos sabemos de memoria. Una
despresurización provoca un gran estrés entre los pasajeros, ya que provoca mareos,
dolor en el oído, en la parte frontal de la cara o en los senos nasales, por la diferencia
que hay entre la presión del interior y el exterior del oído”.
La Corbon Silver Slug hizo explosionar la primera garrafa. Fue brutal. Gran parte del
proyectil (el 60%) fue encontrado hecho añicos dentro de este contenedor de agua.
Como garantiza el fabricante, así como quienes privadamente ya han evaluado estos
cartuchos, la minimización de riesgos a terceros está casi asegurada. Ahora bien, de
ser portadas prendas de vestir gruesas y/o resistentes, tal vez las lesiones en un torso no
siempre lograrían la afectación de órganos internos importantes. Pero también
podríamos pensar, al menos de este modo piensa la mayoría de la gente, que quienes
prestan este tipo de servicios de protección están altamente adiestrados para, en escasas
fracciones de segundo, colocar una gran cantidad de tiros sobre los hostiles. Solo así, en
situaciones de secuestros aéreos por parte de elementos terroristas, se podrán conseguir
rápidos fuera de combate en la parte contraria. Eso si acaso el personal no entrena hasta
la saciedad el disparo a la cabeza, donde este proyectil seguramente funcionaría con
muchísima eficacia.
Fragmentos de plomo que recubren el
interior del cartucho frangible Corbon Silver Slug
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Con este artículo queremos dar algo de luz a una práctica policial que se realiza a
diario por todo el territorio español: el cacheo policial. Como la materia a tratar es
extensa, vamos a dividirla en dos partes. En la primera de ellas vamos a tratar el tema de
la legislación que envuelve al cacheo superficial policial (C.S.P. en adelante); y en la
segunda parte estableceremos unas recomendaciones o pautas que puedan minimizar los
riesgos a la hora de efectuar dicho cacheo.
Tenemos que hacer mención a una peculiaridad especial en tema de cacheos, ya que no
tenemos que olvidar que es una actuación policial que incide directamente sobre
derechos fundamentales que regula la Constitución Española, ya que, de forma
momentánea, se limita el derecho a la libertad deambulatoria (art. 17CE), el derecho a la
intimidad (art. 18.1 CE) y el derecho a la libre circulación (art. 19CE).
La práctica del cacheo tiene su cobertura legal en los artículos 11.1 f) y g) de la L.O.
2/86 de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 13 de marzo, artículo 282 de la
LECrim y por los artículos 18, 19 y 20, de la L.O. de Protección y Seguridad
Ciudadana. Pero aparte de estas leyes, habrá que remontarse a sentencias,
jurisprudencia y a instrucciones que justifiquen la materia que estamos tratando.
En relación a las sentencias y jurisprudencia que podemos encontrar, las que resultan
más relevantes y que recogen los manuales más específicos que tratan el cacheo
superficial, son las siguientes.
La Sentencia del Tribunal Supremo del 6 de octubre de 1999 establece que el derecho a
la intimidad no se vulnera, siempre y cuando se cumplan los siguientes requisitos:
Una vez desmenuzada la legislación expuesta sobre el C.S.P., vamos a contestar las
preguntas expuestas al inicio del presente artículo y que generan más dudas a todo
policía que lo ha practicado en la calle.
Para finalizar, pasamos a las preguntas en relación a “¿Puede un policía cachear a una
persona de distinto sexo?”, el punto 6 de la instrucción de SES 12/2007 establece que
“Los cacheos se llevarán a cabo, salvo urgencia, por personal del mismo sexo que la
persona cacheada…”. Puede suscitar dudas el “salvo urgencia”, ya que parece quedar
abierta la facultad de cachear a personas de sexo distinto. Pues bien, lo que determina
realmente es que sólo estaría justificado cuando se trate de casos de bandas armadas y/o
terroristas.
El consuelo que podemos tener es que las mujeres suelen llevar ropa ajustada, y si
portan algún arma podría ser más fácil visualizarla. Por cierto, el Fiscal sí dijo que no
habría problema en pedir a la mujer que se levante un poco la prenda de ropa de arriba
para poder visualizar si lleva algo en la cintura, eso sí, siempre y cuando no se vulnere
su derecho a la intimidad personal… algo es algo. Matizar que la respuesta del Fiscal es
obvia y ajustada a derecho, pero el problema viene a la hora de meter a alguien en el
vehículo policial sin estar cacheado y con indicios razonables de que pueda portar un
arma de fuego. Es por ello que se tendrá que prestar máxima seguridad hasta proceder al
cacheo.
Vamos a finalizar haciendo referencia a la
futura Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de Protección a la seguridad Ciudadana
donde en su preámbulo establece lo siguiente: “Por primera vez se regulan los
registros corporales externos, que sólo podrán realizarse cuando existan motivos para
suponer que pueden conducir al hallazgo de instrumentos, efectos u otros objetos
relevantes para el ejercicio de las funciones de indagación y prevención que
encomiendan las Leyes a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Estos registros, de
carácter superficial, deberán ocasionar el menor perjuicio a la dignidad de la
persona, efectuarse por un agente del mismo sexo que la persona sobre la que se
practique y, cuando lo exija el respeto a la intimidad, en un lugar reservado y fuera
de la vista de terceros”.
Gracias a la futura ley de seguridad ciudadana, la figura del registro corporal externo va
a estar regulada. Este hecho garantiza a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y al
ciudadano una protección jurídica, aunque hay que esperar a su entrada en vigor, ya que
en principio la citada ley, bautizada como la “ley mordaza”, la pretenden llevar al
Tribunal Constitucional, y su entrada en vigor no es hasta el 1 de julio de 2015.
Hasta aquí la parte Normativa del presente artículo, y esperamos haber despejado dudas
sobre el C.S.P. En la segunda parte, nos ocuparemos de los aspectos prácticos de la
técnica de cacheo.
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Por enésima vez, regreso exponiendo el resultado de un test balístico terminal casero.
Me da igual que me llamen jartible. Háganlo, de verdad que no me importa. A estas
alturas de mi existencia es difícil cambiar, y además tampoco quiero hacerlo. Es más,
amenazo con seguir evaluando proyectiles del calibre 9mm Parabellum, para luego
dar a conocer públicamente los resultados que obtenga. Quién sabe si incluso amplío mi
interés por otros calibres, como el 9mm Corto y el .38 Especial, ambos muy arraigados
entre los españoles que portan armas de defensa. Al tiempo.
Por cierto, amén de mi pasión por este tema, el verdadero interés que me lleva a
publicar esta clase de trabajos no es otro que combatir, desde mi modesta posición, las
legañas oculares y cerebrales de demasiada peña. A ver si la gente despierta de una vez
y se entera de que es totalmente falso que los proyectiles expansivos, sean o no sean
huecos, porque por lo general todos los huecos son expansivos mientras que todos los
expansivos no necesariamente son huecos, ayudan a minimizar, y además mucho, el
riesgo de lesionar a terceras personas cuando se producen intercambios de
disparos. Digo NO, al prejuicio. Y grito NO, al “es que a mí me han dicho…”. Me
opongo resueltamente a los empeñados fanáticos involucionistas.
¡Ah!, y recordar que el uso de este tipo de munición es legal en armas cortas, siempre
que estemos hablando de funcionarios con licencia de armas tipo A; es decir,
profesionales habilitados, máxime si los cartuchos son entregados por la
Administración, como equipamiento de dotación reglamentaria.
Este es el exótico y exquisito repertorio sobre el que me he apoyado para redactar los
subsiguientes párrafos: Kilgore Frangible (71gr); Fiocchi Frangible (82gr); RWS
Action 1 (86gr); Men QD-1 (88gr); Ruag Action-4 (92gr); Dag Action-5 (94gr);
Winchester Silvertip (115gr); Federal HST (124gr); Speer Gold Dot (124gr);
Federal Hydra Shok (124gr); Winchester Black Talon (147gr); Winchester Ranger
SXT (147gr). Si bien es cierto que estos cartuchos son suficientemente conocidos por
los profesionales especializados en balística, muy pocos se utilizan en España. A nivel
de dotación reglamentaria, me consta que algún cuerpo local de seguridad emplea
munición Hydra Shok. Y también sé que los Kilgore son consumidos, desde no hace
mucho tiempo, por determinadas unidades de nuestra vetusta Infantería de Marina. Los
demás, hasta donde yo sé, no se encuentran en la nómina de ninguna fuerza española.
Pero tengo que reconocer, en honor al máximo rigor, que todos estos, o bastantes, han
sido evaluados en algunos de nuestros centros de formación de policías. En
cualquier caso, no ha servido para nada: las instituciones evaluadoras han seguido
utilizando las mismas peligrosas porquerías de toda la vida. Los complejos son nuestros
peores enemigos. Nos encanta hacer lo de toda la vida. Nos acojona salir de la cálida
pero siempre lúgubre cueva.
Me apetece manifestar que, de entre los concurrentes, el Black Talon era el que más
interés personal me suscitaba. No en vano, le persigue la vieja y estúpida fama de ser
una mala bestia. Una munición apestada. Dicen, aunque obviamente es mentira, que es
capaz de matar incluso a los médicos forenses, y cirujanos, que extraigan con sus manos
los proyectiles insertos en cuerpos humanos, aun cuando los facultativos se protejan con
guantes profilácticos. Hasta qué punto no habrá llegado esta absurda leyenda, por cierto,
auspiciada periodísticamente mediante una campaña de desprestigio hábilmente
orquestada, aderezada con una pizca de ignorancia y también, por qué no decirlo, con
cierta dosis de envidia empresarial, que la casa Winchester se vio obligada, en el año
2000, a retirar el producto del mercado. Me siento satisfecho de haber probado la
mítica, maldita y excomulgada “garra negra”, que es lo que al fin y al cabo quiere
decir “black talon” en lengua cervantina, una vez traducido tan sugerente nombre.
Recomiendo la lectura de un artículo que al respecto publicó, hace ya unos años, Pedro
Pablo Domínguez Prieto.
Seguimos con mi examen doméstico. El blanco, algo tan importante como los propios
proyectiles testados, ha sido lo que muy reducida y básicamente somos los seres
humanos: agua contenida, protegida y vestida; contenida celular y extracelularmente,
protegida por la piel, que por cierto es el órgano de mayor tamaño de nuestro cuerpo, y
vestida con prendas confeccionadas textilmente. No olvidemos que el agua es el
principal componente del cuerpo humano: un 75% al nacer y un 10% menos en la
edad adulta.
El objetivo que recibió los disparos fueron
estas 5 garrafas de 5 litros de agua
Llego a esta conclusión a tenor de lo que se da por científicamente probado por el FBI
norteamericano, que no es más que de un proyectil de uso policial se debería esperar
que no sobrepenetrara un torso humano, adulto, más allá de entre 28 y 35
centímetros. Hay que tener en cuenta que, en el curso de un encuentro a tiro limpio, los
disparos no siempre se colocan frontalmente en el blanco, como por otra parte sí suele
ocurrir con las siluetas de papel empleadas en los campos de tiro convencionales,
disparando desde posiciones estáticas. En la vida real, cuando las personas mentalmente
sanas sienten miedo, se encogen, se agachan e incluso se dan el piro; o sea que se
desplazan ante la posibilidad de ser plomeadas, acuchilladas, o simplemente apaleadas.
He aquí uno de los factores fundamentales que hacen que muchos tiros entren por la
zona costal del mapa anatómico, lo que podría determinar, según describa el ángulo de
impacto, que un proyectil tuviera ante sí una amplia zona corporal llena de órganos que
dañar. Lo que en el argot se denomina cavidad permanente.
A este principio de supervivencia tan instintivo y natural no escapa nadie, ni los policías
ni sus antagonistas. Todos quieren impactar, sin ser impactados, por lo que las balas
pueden trazar extrañas y caprichosas trayectorias lesivas cuando perforan el pellejo en
plena acción dinámica de los actores (tiradores en movimiento). Tampoco olvidemos
que ante vicisitudes de este orden y calado, el sudor siempre desprende un olor distinto
y especial, a no ser que estemos hablando de psicópatas. Ejecutar movimientos y
acciones medianamente entrenadas se convierte, de buenas a primeras, en una tarea
complicada, cuando no imposible. Ojo: a veces, incluso las maniobras muy ensayadas
se ven negativamente afectadas en su correcta ejecución.
Men QD-1 (88gr): tanto la bala como la esfera plástica de color rojo fueron halladas en
el interior de la tercera garrafa (45 centímetros). La punta presentaba una levísima
expansión de no más de 9,5 milímetros. Cero pérdida de masa.
HST (124gr): penetró hasta la segunda garrafa (30 centímetros), pero aun originando un
orificio de salida, únicamente lesionó de modo leve la cara externa de la tercera botella.
El proyectil fue retirado del interior de la garrafa número 2, presentando la más brutal y
espectacular expansión de todo el elenco de estudio: 17,5 milímetros. Tampoco perdió
volumen.
Gold Dot (124gr): este proyectil aumentó su calibre hasta los 15,4 milímetros,
presentando una perfectísima expansión. Penetró hasta la segunda garrafa (30
centímetros). Pese a que rompió la cara posterior de la segunda botella, no dañó el
cuerpo de la tercera. No vio reducida su masa.
Conclusiones:
Que el intelecto y los conocimientos de cada cual hagan ebullir las conclusiones. Pero
en virtud de lo evidenciado en trabajos anteriores, donde las puntas blindadas,
semiblindadas y de plomo, penetraron continuamente hasta la sexta, séptima y
octava garrafa (más de 100 centímetros), además sin deformarse nada de nada, y por
tanto transfiriendo escasa energía, cualquier proyectil de los hoy aquí presentados
podría reducir, sobradamente, el peligro que genera el exceso de penetración. El asunto
no es baladí, como demuestran las heridas colaterales que muchas veces provocan los
policías cuando sus proyectiles, tras matar o herir a los malos, también alcanzan a
personas ajenas a las intervenciones policiales. No me voy a pronunciar sobre algo tan
obvio, y de Perogrullo, como que igualmente se producen lesiones no deseadas con
balas perdidas provenientes de disparos errados.
Nota final: Como complemento a los párrafos anteriores, se estima que un proyectil
necesita una velocidad restante (la que posee al punto del impacto) de 36 metros por
segundo (m/s) para atravesar la piel humana; 61 m/s para perforar una pieza ósea, y en
122 m/s se sitúa la velocidad precisa para que una bala pueda ser mortal. Toca pensar en
los proyectiles de los que venimos hablando, y que no han logrado perforar las carcasas
de plástico de las garrafas número 3 y 4, después de haber llegado a ellas perforando las
anteriores.
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LA FUERZA DE LA RAZÓN: EL
ÚNICO CAMINO PARA CONVENCER
3 Feb, 2016 754 vistas 0 Ernesto Pérez Vera
Ahora ya no tanto, pero durante años fui objeto de algunas críticas por defender la
teoría, pero también por airear la sangrante realidad, de que los cartuchos policiales
dotados con proyectiles expansivos, huecos o no huecos, son ideales para preservar
de heridas a terceras personas presentes en los tiroteos, o simplemente próximas a
dichos escenarios (cientos de metros). Quiero decir que estas balas, al contrario que las
blindadas y las semiblindadas, recorren menos tramos en los cuerpos carnosos
afectados. Esto minimiza, casi siempre, el riesgo de que los proyectiles abandonen el
cuerpo y hieran a sujetos no designados como objetivos.
Recordemos que estoy hablando de cartuchos de armas cortas que generan bajas
velocidades y poca energía, lo que medianamente puede ayudar a controlar el exceso
de penetración. No sucede lo mismo con los calibres propios de armas largas, en los que
las mayores energías y velocidades desarrolladas, rara vez permitirían sostener la idea
de que las puntas huecas siempre permanecerán dentro del organismo lesionado, aunque
con casi total seguridad sí producirían heridas de mayor entidad.
La cosa es que cuando este humilde policía local, gaditano de origen y con apellidos
comunes y nada cinematográficos, defendía lo expuesto en los párrafos precedentes,
individuos con más ínfulas que este servidor despotricaban y exponían que personas
llamadas como los protagonistas del celuloide decían lo contrario. Pero ahora, sin
embargo, los engreídos que vuelan entre sus estrellas hocican y promueven, por fin en
lengua española, lo mismo contra lo que antaño escupieron. ¿Que por qué lo hacían?
Pues vayan ustedes a saber… tal vez por falta de educación, por incontinencia de la ira,
por carencias afectivas en la infancia, por envidia, o quién sabe si porque de pequeños
recibieron más pedradas de la cuenta en el patio del colegio, sin haberse repuesto aún
emocionalmente.
Sea como sea, vean el vídeo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que
seguidamente enlazo. Si siguen los artículos publicados en este blog, esta filmación no
les descubrirá nada nuevo, pero sí les reforzará lo ya sabido:
Desde estas páginas quiero agradecer a mi amigo y compañero Abel, de la Policía Local
de Zaragoza, el detalle que ha tenido al compartir conmigo este m
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Son varias las modalidades de interrupción que una pistola puede sufrir durante una
sesión de tiro, y también pueden ser varios los motivos que las originan, tanto en un
entrenamiento como en un tiroteo real. Existen, por tanto, diversas formas de
solventar las trabas para devolver al arma a la situación de fuego.
Las trabas se pueden estudiar según el origen de las mismas. Principalmente se deben a
fallos mecánicos del arma, a fallos de alimentación y a fallos de la munición; si bien
algunos de estos problemas pueden ser causados directamente por una acción
involuntaria del propio tirador. Cuando la interrupción se produce a causa de una avería,
es muy difícil alcanzar una rápida resolución, incluso cuando se produzca durante una
práctica. No obstante, con un buen entrenamiento guiado profesionalmente,
cualquier traba podrá ser solucionada con cierta diligencia, aunque no tanto la
tara o rotura mecánica.
Las averías no se producen con
frecuencia durante una balacera, expresión sudamericana usada como sinónimo de
tiroteo. Pero cuando ocurren suelen ser debidas a problemas en el sistema de
percusión, extracción, o expulsión. La subsanación de una de estas averías es muy
complicada de llevar a cabo de modo inmediato. Suele ser precisa la intervención de un
mecánico armero, o de un manitas.
Las interrupciones casi siempre son provocadas por la munición: por una mala
alimentación del arma (a veces, como ya se dijo antes, propiciada por el tirador) o por
una mala expulsión de la vaina, causada, generalmente, por problemas en el cartucho.
En este mismo texto veremos, por separado, las deformaciones o alteraciones que se
producen en la cartuchería cuando los usuarios ejecutan malas praxis.
Acerrojamiento incompleto
La interrupción más sencilla de solucionar puede que sea la que llamaremos
acerrojamiento incompleto. Este mal acerrojamiento, u obturación incompleta, se
produce casi siempre que el tirador acompaña la corredera (carro en algunos
países) en su recorrido de avance al tiempo de alimentar la recámara. Los
instructores, para evitar esto, hacen hincapié en que la corredera se debe dejar avanzar
con toda la fuerza proporcionada por el muelle recuperador. En este caso, el mecanismo
que interviene es el interruptor o desconector de disparo. Al estar parcialmente abierta la
corredera (mal obstruida) este mecanismo impide que se pueda producir el disparo. Un
débil empuñamiento durante el tiro también favorece este mal.
Cuando esta traba se produce, la recámara queda entreabierta y deja ver levemente,
por la ventana de expulsión, la parte trasera del cartucho allí alojado. Por tanto, la
recámara queda incompletamente alimentada. Para dejar el arma presta en condiciones
óptimas de disparo, basta con dar un seco y brusco golpe sobre la parte trasera de la
corredera. Si el arma cuenta con martillo externo es mejor golpear la zona más alta del
carro, cerca del alza. Así se consigue que la corredera avance unos milímetros y
complete el cierre y sellado de la recámara. En cualquier caso, este golpe se debe aplicar
con la palma de la mano de apoyo, también llamada débil, en dirección “alza a punto de
mira”.
Seguramente huelga decir que para
ejecutar esta maniobra, como para cualquiera de las otras que se van a conocer y
analizar aquí, lo primero que hay que hacer es extraer el dedo del arco guardamonte, o
sea que ningún dedo debe estar en contacto con el disparador. Esto no solamente debe
aplicarse en estos casos, sino en todas aquellas manipulaciones en las que no exista
inmediata intención de disparar.
Si tras dos intentos (dos golpes secos con la mano) no se consigue obturar el arma, se
recomienda lo siguiente: extraer el cargador, tirar de la corredera para sacar el cartucho
o vaina que quedó “mal alojado” en la recámara (tirar dos o tres veces para garantizar la
operación), volver a introducir otro cargador o el mismo que se extrajo si es que aún
contiene munición…, y volver a montar la pistola. ¡Voila!, ya se podría disparar.
Fallo de disparo
Durante los entrenamientos, con las prisas y los nervios, a veces se produce una mala
introducción del cargador en su alojamiento, o sea en el brocal del cargador. De
producirse esto, la corredera no podría arrastrar el primer cartucho del cargador hasta la
recámara, al avanzar para alcanzar la obturación. Por ello, tras cerrarse la corredera y
ser presionado el disparador, no se produciría disparo alguno. La recámara se hallaría
vacía: ningún cartucho fue depositado en ella.
Otra incidencia muy similar a la anteriormente referida puede ser aquella en la que
estando correctamente introducido el cargador, éste se libera mediante la presión
accidental del retén del cargador. Presentada tal incidencia, el cargador se descolgaría
unos milímetros por la zona de carga. Cuando esto se produce, no siempre es detectado
con celeridad por el tirador. La situación, desde ese instante, es idéntica a la que vimos
antes. En un caso el cargador no estaba bien insertado, y aunque en el otro supuesto sí
estaba correctamente alojado, este fue parcialmente extraído por accidente.
Fallo de expulsión
Este fallo casi siempre se presenta por mal estado de la carga de proyección del
cartucho, o por insuficiencia en la propia carga propelente. Cuando tal caso se
produce, la vaina suele quedarse en el interior de la recámara, aun cuando el proyectil
haya sido expulsado por la boca de fuego. Cabe la posibilidad de que la munición se
encuentre en perfecto estado, pero que el mecanismo de expulsión y/o extracción del
arma estén averiados, o hayan fallado.
También puede darse el caso de que la recámara esté ocupada por un cartucho entero y
percutido, el cual, por fallo de la cápsula de ignición (o de la pólvora), no ha
desembocado en el disparo. Esta traba ya ha sido analizada en los supuestos de fallo de
percusión, pero se vuelve a incluir en este punto por compartir el mismo método de
resolución. Puede ocurrir incluso que la vaina quede atrapada, tras el disparo, entre la
corredera y la parte anterior del cañón, o pillada en la propia ventana de expulsión sin
permitir el cierre del arma. En este caso, con un vistazo, se comprobar que la pistola
está interrumpida por el casquillo incompletamente expulsado: efecto chimenea.
Solventar una de estas interrupciones es una tarea rápida y fácil de llevar término.
Una vez detectado el problema solamente habrá que girar el arma hacia el lado de la
ventana de expulsión, para facilitar posteriormente la caída de la vaina hasta el suelo. A
la vez que se practica el giro antedicho, habrá que tirar hacia atrás de la corredera. Con
esta última maniobra se desprenderá la vaina. Tras ello, al avanzar nuevamente el carro
hacia delante, se introducirá un nuevo cartucho en la recámara (siempre que todavía
quede al menos uno en el cargador). Ni que decir tiene que esta maniobra, como
cualquier otra, hay que efectuarla dirigiendo la boca de fuego a una zona de no riesgo.
En caso de tener que solventar la traba en el transcurso de un enfrentamiento, el cañón
se dirigirá hacia el agresor.
Doble Alimentación
Este supuesto es el que presenta más complejidad a la hora de lograr su resolución.
La doble alimentación se produce cuando un cartucho queda alojado en la
recámara durante la secuencia de tiro mientras otro, a la par, trata de acceder a la
misma sin que ello sea posible por hallarse ya ocupada. Esto provoca la inutilización
momentánea del arma. Un caos temporal, pero que puede resultar definitivo.
Si el cargador que se ha extraído del interior del arma posee pocos cartuchos,
recomiendo dejarlo caer al suelo e introducir otro con más munición. Este abandono
solo es recomendable en caso de recarga de emergencia. Una vez resuelta la
interrupción, casi siempre se necesitará suficiente munición para afrontar una posible
nueva defensa. Así pues, mejor no tener que efectuar otro cambio de cargador tras la
incómoda y estresante maniobra anterior.
El Tap-Rack-Bang (TRB)
De nombre onomatopéyico, esta técnica ofrece la posibilidad de devolver el arma a la
situación de fuego con garantía y seguridad. De modo muy rápido y eficaz, permite
solventar casi todas las modalidades de interrupciones estudiadas en los párrafos
precedentes. Las dos únicas trabas que no se pueden resolver con el TRB son la de la
doble alimentación y la del acerrojamiento incompleto.
Es cierto que cada tipo de interrupción tiene una manera directa de subsanación, pero
ello requiere que el tirador advierta, suficientemente, ante cuál de las modalidades de
traba se encuentra. Para discernir esto con suficiente claridad habría que consumir cierto
tiempo en observar el arma, pensar y decidir cuál de las técnicas conocidas se va a
usar…, y luego ejecutarla. Todo esto se puede hacer en un entrenamiento (invertir ese
lapso), pero es un lujo del que no siempre se disfrutará en una acción real. Además,
¿acaso en una confrontación seria se puede conservar capacidad cognitiva bastante
como para poder discernir eficazmente? ¿Se mantiene la habilidad digital suficiente
como para ejecutar tantas manipulaciones? No, rotundamente no. Ante tales situaciones
hay que simplificar. No debemos olvidar la ley de Hick para operaciones sencillas (Hick
y Hyman, 1951): el tiempo de respuesta es mayor cuando existen más estímulos donde
elegir.
El nombre de la técnica TRB nace del sonido que provocan las siguientes maniobras:
– Tirar de la corredera hacia atrás para expulsar una vaina o un cartucho alojado en la
recámara, o incluso un casquillo atrapado en la ventana de expulsión, y liberar el carro
para alimentar nuevamente la recámara con otro cartucho: Rack
1º.- Que golpee el cargador hacia dentro por si se trata de una mala alimentación por
alojamiento incompleto del cargador.
2º.- Que arrastre la corredera y posteriormente la libere por si hubiera una vaina o un
cartucho alojado en recámara (extraería el cuerpo allí instalado). Sirve también cuando
una vaina asoma por la ventana de expulsión a modo de chimenea. Tras esto, el arma
quedaría otra vez cargada. Puede que la pistola esté incluso sin alimentar por error u
olvido, pero tras estas manipulaciones quedará lista para hacer fuego.
3º.- Finalmente, siempre que no se esté ante una doble alimentación o un acerrojamiento
incompleto y si aún existen cartuchos en el cargador, ya se podría producir el bang, que
es el resultado pretendido: el disparo.
Todos los supuestos descritos son fácilmente reproducibles durante los entrenamientos.
Se pueden simular en las sesiones de tiro en seco y con fuego real dentro de la galería.
Para ello se deben emplear cartuchos dummys o aliviapercutores, los cuales,
debidamente mezclados con cartuchos cargados dentro del cargador, provocarán trabas
en la secuencia de fuego real. También producirá interrupciones el uso de cartuchos
débilmente cargados, pero esto puede propiciar accidentes: proyectiles encajados en el
interior del tubo-cañón.
Circunstancia poco estudiada
Durante las prácticas de tiro no son pocas las ocasiones en que se detectan problemas de
alimentación en las pistolas de los policías, estando motivadas, en este caso, por
defectos físicos de la munición. Los cartuchos que suelen producir estos fallos serán,
casi siempre, el primero o el segundo de los situados en la parrilla de salida del
cargador.
Debe saberse que de repetirse día tras día la maniobra de alimentación del arma y su
posterior vaciado para nuevamente proceder a la carga, dependiendo de qué tipo de
rampa de alimentación posea el arma, se producirá una u otra deformación en la
cartuchería. Esto ocurrirá si frecuente y prolongadamente en el tiempo se realizan tales
operaciones. Estas manipulaciones suelen ejecutarse durante las prácticas de tiro, o
durante la necesidad diaria de alimentar y vaciar el arma cuando se inicia y finaliza el
turno de servicio.
Para evitar las alteraciones métricas de los cartuchos existen varios remedios básicos y
generales:
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Son varias las modalidades de interrupción que una pistola puede sufrir durante una
sesión de tiro, y también pueden ser varios los motivos que las originan, tanto en un
entrenamiento como en un tiroteo real. Existen, por tanto, diversas formas de
solventar las trabas para devolver al arma a la situación de fuego.
Las trabas se pueden estudiar según el origen de las mismas. Principalmente se deben a
fallos mecánicos del arma, a fallos de alimentación y a fallos de la munición; si bien
algunos de estos problemas pueden ser causados directamente por una acción
involuntaria del propio tirador. Cuando la interrupción se produce a causa de una avería,
es muy difícil alcanzar una rápida resolución, incluso cuando se produzca durante una
práctica. No obstante, con un buen entrenamiento guiado profesionalmente,
cualquier traba podrá ser solucionada con cierta diligencia, aunque no tanto la
tara o rotura mecánica.
Las averías no se producen con
frecuencia durante una balacera, expresión sudamericana usada como sinónimo de
tiroteo. Pero cuando ocurren suelen ser debidas a problemas en el sistema de
percusión, extracción, o expulsión. La subsanación de una de estas averías es muy
complicada de llevar a cabo de modo inmediato. Suele ser precisa la intervención de un
mecánico armero, o de un manitas.
Las interrupciones casi siempre son provocadas por la munición: por una mala
alimentación del arma (a veces, como ya se dijo antes, propiciada por el tirador) o por
una mala expulsión de la vaina, causada, generalmente, por problemas en el cartucho.
En este mismo texto veremos, por separado, las deformaciones o alteraciones que se
producen en la cartuchería cuando los usuarios ejecutan malas praxis.
Acerrojamiento incompleto
La interrupción más sencilla de solucionar puede que sea la que llamaremos
acerrojamiento incompleto. Este mal acerrojamiento, u obturación incompleta, se
produce casi siempre que el tirador acompaña la corredera (carro en algunos
países) en su recorrido de avance al tiempo de alimentar la recámara. Los
instructores, para evitar esto, hacen hincapié en que la corredera se debe dejar avanzar
con toda la fuerza proporcionada por el muelle recuperador. En este caso, el mecanismo
que interviene es el interruptor o desconector de disparo. Al estar parcialmente abierta la
corredera (mal obstruida) este mecanismo impide que se pueda producir el disparo. Un
débil empuñamiento durante el tiro también favorece este mal.
Cuando esta traba se produce, la recámara queda entreabierta y deja ver levemente,
por la ventana de expulsión, la parte trasera del cartucho allí alojado. Por tanto, la
recámara queda incompletamente alimentada. Para dejar el arma presta en condiciones
óptimas de disparo, basta con dar un seco y brusco golpe sobre la parte trasera de la
corredera. Si el arma cuenta con martillo externo es mejor golpear la zona más alta del
carro, cerca del alza. Así se consigue que la corredera avance unos milímetros y
complete el cierre y sellado de la recámara. En cualquier caso, este golpe se debe aplicar
con la palma de la mano de apoyo, también llamada débil, en dirección “alza a punto de
mira”.
Seguramente huelga decir que para
ejecutar esta maniobra, como para cualquiera de las otras que se van a conocer y
analizar aquí, lo primero que hay que hacer es extraer el dedo del arco guardamonte, o
sea que ningún dedo debe estar en contacto con el disparador. Esto no solamente debe
aplicarse en estos casos, sino en todas aquellas manipulaciones en las que no exista
inmediata intención de disparar.
Si tras dos intentos (dos golpes secos con la mano) no se consigue obturar el arma, se
recomienda lo siguiente: extraer el cargador, tirar de la corredera para sacar el cartucho
o vaina que quedó “mal alojado” en la recámara (tirar dos o tres veces para garantizar la
operación), volver a introducir otro cargador o el mismo que se extrajo si es que aún
contiene munición…, y volver a montar la pistola. ¡Voila!, ya se podría disparar.
Fallo de disparo
Durante los entrenamientos, con las prisas y los nervios, a veces se produce una mala
introducción del cargador en su alojamiento, o sea en el brocal del cargador. De
producirse esto, la corredera no podría arrastrar el primer cartucho del cargador hasta la
recámara, al avanzar para alcanzar la obturación. Por ello, tras cerrarse la corredera y
ser presionado el disparador, no se produciría disparo alguno. La recámara se hallaría
vacía: ningún cartucho fue depositado en ella.
Otra incidencia muy similar a la anteriormente referida puede ser aquella en la que
estando correctamente introducido el cargador, éste se libera mediante la presión
accidental del retén del cargador. Presentada tal incidencia, el cargador se descolgaría
unos milímetros por la zona de carga. Cuando esto se produce, no siempre es detectado
con celeridad por el tirador. La situación, desde ese instante, es idéntica a la que vimos
antes. En un caso el cargador no estaba bien insertado, y aunque en el otro supuesto sí
estaba correctamente alojado, este fue parcialmente extraído por accidente.
Fallo de expulsión
Este fallo casi siempre se presenta por mal estado de la carga de proyección del
cartucho, o por insuficiencia en la propia carga propelente. Cuando tal caso se
produce, la vaina suele quedarse en el interior de la recámara, aun cuando el proyectil
haya sido expulsado por la boca de fuego. Cabe la posibilidad de que la munición se
encuentre en perfecto estado, pero que el mecanismo de expulsión y/o extracción del
arma estén averiados, o hayan fallado.
También puede darse el caso de que la recámara esté ocupada por un cartucho entero y
percutido, el cual, por fallo de la cápsula de ignición (o de la pólvora), no ha
desembocado en el disparo. Esta traba ya ha sido analizada en los supuestos de fallo de
percusión, pero se vuelve a incluir en este punto por compartir el mismo método de
resolución. Puede ocurrir incluso que la vaina quede atrapada, tras el disparo, entre la
corredera y la parte anterior del cañón, o pillada en la propia ventana de expulsión sin
permitir el cierre del arma. En este caso, con un vistazo, se comprobar que la pistola
está interrumpida por el casquillo incompletamente expulsado: efecto chimenea.
Solventar una de estas interrupciones es una tarea rápida y fácil de llevar término.
Una vez detectado el problema solamente habrá que girar el arma hacia el lado de la
ventana de expulsión, para facilitar posteriormente la caída de la vaina hasta el suelo. A
la vez que se practica el giro antedicho, habrá que tirar hacia atrás de la corredera. Con
esta última maniobra se desprenderá la vaina. Tras ello, al avanzar nuevamente el carro
hacia delante, se introducirá un nuevo cartucho en la recámara (siempre que todavía
quede al menos uno en el cargador). Ni que decir tiene que esta maniobra, como
cualquier otra, hay que efectuarla dirigiendo la boca de fuego a una zona de no riesgo.
En caso de tener que solventar la traba en el transcurso de un enfrentamiento, el cañón
se dirigirá hacia el agresor.
Doble Alimentación
Este supuesto es el que presenta más complejidad a la hora de lograr su resolución.
La doble alimentación se produce cuando un cartucho queda alojado en la
recámara durante la secuencia de tiro mientras otro, a la par, trata de acceder a la
misma sin que ello sea posible por hallarse ya ocupada. Esto provoca la inutilización
momentánea del arma. Un caos temporal, pero que puede resultar definitivo.
Si el cargador que se ha extraído del interior del arma posee pocos cartuchos,
recomiendo dejarlo caer al suelo e introducir otro con más munición. Este abandono
solo es recomendable en caso de recarga de emergencia. Una vez resuelta la
interrupción, casi siempre se necesitará suficiente munición para afrontar una posible
nueva defensa. Así pues, mejor no tener que efectuar otro cambio de cargador tras la
incómoda y estresante maniobra anterior.
El Tap-Rack-Bang (TRB)
De nombre onomatopéyico, esta técnica ofrece la posibilidad de devolver el arma a la
situación de fuego con garantía y seguridad. De modo muy rápido y eficaz, permite
solventar casi todas las modalidades de interrupciones estudiadas en los párrafos
precedentes. Las dos únicas trabas que no se pueden resolver con el TRB son la de la
doble alimentación y la del acerrojamiento incompleto.
Es cierto que cada tipo de interrupción tiene una manera directa de subsanación, pero
ello requiere que el tirador advierta, suficientemente, ante cuál de las modalidades de
traba se encuentra. Para discernir esto con suficiente claridad habría que consumir cierto
tiempo en observar el arma, pensar y decidir cuál de las técnicas conocidas se va a
usar…, y luego ejecutarla. Todo esto se puede hacer en un entrenamiento (invertir ese
lapso), pero es un lujo del que no siempre se disfrutará en una acción real. Además,
¿acaso en una confrontación seria se puede conservar capacidad cognitiva bastante
como para poder discernir eficazmente? ¿Se mantiene la habilidad digital suficiente
como para ejecutar tantas manipulaciones? No, rotundamente no. Ante tales situaciones
hay que simplificar. No debemos olvidar la ley de Hick para operaciones sencillas (Hick
y Hyman, 1951): el tiempo de respuesta es mayor cuando existen más estímulos donde
elegir.
El nombre de la técnica TRB nace del sonido que provocan las siguientes maniobras:
– Tirar de la corredera hacia atrás para expulsar una vaina o un cartucho alojado en la
recámara, o incluso un casquillo atrapado en la ventana de expulsión, y liberar el carro
para alimentar nuevamente la recámara con otro cartucho: Rack
1º.- Que golpee el cargador hacia dentro por si se trata de una mala alimentación por
alojamiento incompleto del cargador.
2º.- Que arrastre la corredera y posteriormente la libere por si hubiera una vaina o un
cartucho alojado en recámara (extraería el cuerpo allí instalado). Sirve también cuando
una vaina asoma por la ventana de expulsión a modo de chimenea. Tras esto, el arma
quedaría otra vez cargada. Puede que la pistola esté incluso sin alimentar por error u
olvido, pero tras estas manipulaciones quedará lista para hacer fuego.
3º.- Finalmente, siempre que no se esté ante una doble alimentación o un acerrojamiento
incompleto y si aún existen cartuchos en el cargador, ya se podría producir el bang, que
es el resultado pretendido: el disparo.
Todos los supuestos descritos son fácilmente reproducibles durante los entrenamientos.
Se pueden simular en las sesiones de tiro en seco y con fuego real dentro de la galería.
Para ello se deben emplear cartuchos dummys o aliviapercutores, los cuales,
debidamente mezclados con cartuchos cargados dentro del cargador, provocarán trabas
en la secuencia de fuego real. También producirá interrupciones el uso de cartuchos
débilmente cargados, pero esto puede propiciar accidentes: proyectiles encajados en el
interior del tubo-cañón.
Circunstancia poco estudiada
Durante las prácticas de tiro no son pocas las ocasiones en que se detectan problemas de
alimentación en las pistolas de los policías, estando motivadas, en este caso, por
defectos físicos de la munición. Los cartuchos que suelen producir estos fallos serán,
casi siempre, el primero o el segundo de los situados en la parrilla de salida del
cargador.
Debe saberse que de repetirse día tras día la maniobra de alimentación del arma y su
posterior vaciado para nuevamente proceder a la carga, dependiendo de qué tipo de
rampa de alimentación posea el arma, se producirá una u otra deformación en la
cartuchería. Esto ocurrirá si frecuente y prolongadamente en el tiempo se realizan tales
operaciones. Estas manipulaciones suelen ejecutarse durante las prácticas de tiro, o
durante la necesidad diaria de alimentar y vaciar el arma cuando se inicia y finaliza el
turno de servicio.
Para evitar las alteraciones métricas de los cartuchos existen varios remedios básicos y
generales:
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dice cómo hacerlo
¿Sabes apuntar con una pistola? El
Servicio Secreto de EEUU te dice cómo
hacerlo
8 Jun, 2015 3.679 vistas 1 Rafa Fernández
Disparar con precisión un arma corta es una tarea mucho más complicada de lo que
en un principio muchos podrían pensar. Saber alinear de forma correcta los elementos
de puntería y enfocar la visión en el punto exacto es un elemento clave para poder
acertar en el centro de la diana. Esta imagen explicativa, difundida por el Servicio
Secreto de Estados Unidos, nos ayuda gráficamente a entender cómo hacerlo.
El tiro de precisión con arma corta es
una de las disciplinas más complejas en lo que a manejo de armas de fuego se refiere. El
tirador debe aprender a “parar” el arma tras cada disparo, a evitar y controlar el
gatillazo (arrastre del disparador), a disparar a ser posible con los dos ojos abiertos… y
por supuesto, a enfocar correctamente el alza y el punto de mira de su pistola o revólver
en conjunción con el blanco sobre el que pretendemos acertar.
Dominar toda esta técnica de tiro no se aprende de un día para otro y suele conllevar
muchas horas de entrenamiento y mucha munición gastada por el camino. Ahora bien,
gracias a gráficos como este elaborado por el James J. Rowley Training Center
(JJRTC), perteneciente al Servicio Secreto estadounidense, podemos ahorrarnos un
buen trecho en nuestro camino hacia el deseado 10.
Como se aprecia en la citada imagen, existen 3 formas de apuntar con nuestra arma
corta contra un blanco de competición. 2 de ellas son incorrectas, y si las ejecutamos,
seguramente nos llevarán a cometer un error:
Pero también existen una forma correcta de apuntar: cuando el tirador centra y
enfoca su visión en el punto de mira delantero, dejando a medio enfocar el alza
trasera y la diana de fondo. De esta forma, el tirador consigue “meter” o alinear en el
mismo punto todos los elementos de puntería: las dos miras (delantera y trasera) y el
objetivo. Como se aprecia en la imagen, los puntos del alza trasera y la diana se
aprecian ligeramente borrosos, aunque visibles. Esta es la clave y el punto exacto al que
hay que llegar.
Como decimos, apuntar de forma correcta puede parecer a priori una tarea sencilla,
aunque en realidad no lo sea tanto. Se necesita practicar y sobre todo entrenar en seco
para acostumbrar a nuestros ojos y a nuestro cerebro a este tipo de enfoque, que es el
que nos ayudará a conseguir grandes puntuaciones y precisos disparos.
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