Está en la página 1de 45

 Noticias
 Caza
 Tiro
 Policial
 Militar
 Supervivencia
 BANCO DE PRUEBAS

Estas en Inicio BANCO DE PRUEBAS Poco conocidos, pero cumplidores: cartuchos


FEDERAL EFMJ y CORBON Silver Slug

Poco conocidos, pero cumplidores:


cartuchos FEDERAL EFMJ y CORBON
Silver Slug
26 Ago, 2015 475 vistas 0
Ernesto Pérez Vera

Me atrevo a asegurar que ninguna fuerza pública española los emplea, pero
afortunadamente mi lista de amigos sigue siendo más nutrida que la de enemigos, o eso
creo y espero. Yo no es que precisamente vaya regalando lisonjas, y lo sabes, pero el
alistamiento de los primeros va in crescendo. Pero en fin, a lo que iba, que es lo que
interesa. Recientemente he probado, gracias a unos desprendidos amigos, varios
cartuchos Federal EFMJ de 124gr y Corbon Glaser Silver Safety Slug de 80gr,
ambos con cargas “+P” y del calibre 9mm Parabellum. Debido a lo desconocidos que
son en estas tierras ibéricas, me siento un privilegiado muy afortunado y agradecido.

Federal EFMJ 124 grains


El primero de los referidos, el EFMJ, o Expandig Full Metal Jacket, monta un
proyectil especialmente concebido para defensa y seguridad, o sea para que
expanda en el cuerpo alcanzado, para que transfiera mucha energía y para que no
sobrepenetre generando riesgos a terceras personas. Es, por tanto, una bala expansiva
como otras muchas más, solo que su aspecto físico es cónico, truncado y blindado, dado
que su núcleo, mitad plomo y mitad silicona, está encamisado por una envuelta
metálica. Ni que decir tiene que no se trata de una punta hueca, por más que esté
diseñada para obtener los mismos efectos. Es por ello que para permitir su propia
deformación, el recubrimiento metálico cuenta con aristas internas de prefragmentación.
Para acabar tan somera descripción, significar que el culo del proyectil es del tipo ‘Open
Base’.

Los dos cartuchos protagonistas de


nuestra prueba. El FEDERAL EFMJ (izquierda) y el Corbon Silver Slug (derecha)

Como a mi alcance solamente han puesto un puñado de estos cartuchos, no he podido


explayarme disparándolos contra una variedad de blancos, por lo que como en otras
ocasiones he optado por reventar garrafas repletas de agua. Vestida la primera
botella de 5 litros con un paño 100% algodón, tras ésta coloqué otras tantas garrafas
idénticas. Una tras otra, todas pegaditas sin dejar que el aire corriera entre ellas, fueron
fusiladas desde 3 metros de distancia con una pistola Glock 26. El resultado no me
sorprendió: el proyectil únicamente perforó 2 garrafas, lo que en este caso suponen
30 centímetros. La punta quedó completa y uniformemente abierta tras perforar la
segunda botella sin perder masa y sin fracturar el tercer contenedor, aun cuando llegó a
tocarlo. En el pie de rey marcó 15 milímetros de expansión definitiva. Me convence,
así que amenazo con probarlo contra lunas delanteras de vehículos, cuando me haga con
unos cuantos cartuchos más.
Vista aérea del culote, la punta del
proyectil, y la bala recuperada y deformada tras impactar en las garrafas de agua

Según numerosos especialistas y aficionados norteamericanos, nuestro EFMJ de 124gr,


que en aquel país únicamente se suministra a estamentos policiales, se comporta
prácticamente igual en todos los materiales contra los que ha sido disparado. Así pues,
algunos aseguran haber recuperado puntas totalmente expandidas tras haber atravesado
vidrio, madera contrachapada, gelatina balística y planchas de yeso. No obstante,
Federal cuenta con un producto similar en catálogo, el EFMJ Guard Dog de 105gr,
destinado al mercado civil.

El FEDERAL EFMJ de 124 grains es un


proyectil blindado con una más que aceptable expansión al impacto

Esta munición se presenta como una excelente alternativa para los jefes de policía
acomplejados que temen adquirir cartuchos expansivos de punta hueca. Temerosos
de las potenciales críticas de los grupos políticos de la oposición, amén de aquellos
movimientos sociales que pancarta en mano se apuntan a todo sin saber de nada,
muchísimos gerifaltes se dejan llevar por los dimes y diretes de los policialmente
analfabetos. Pese a que los funcionarios armados pueden usar reglamentariamente
puntas huecas, y esto es algo que no merece más discusiones a estas alturas del
partido, las EFMJ pueden cubrir el nicho funcional de las huecas tradicionales al
tratarse de proyectiles blindados. Efectivamente, blindados como los que consumen
miles de policías españoles, solo que estos Expanding no acostumbran a sobrepenetrar,
y cuando lo hacen es ya con menos capacidad lesiva.

Corbon Silver Slug 80 grains


El otro proyectil testado se ha comportado como personalmente intuía que se
comportaría. Del ligerísimo Silver Slug de 80gr se espera que penetre poco, pero que
pegue una buena patada y que descomponga su masa en pequeños trozos. ¿Que por
qué? Pues porque es uno de los proyectiles más utilizados por los agentes de
seguridad que viajan encubiertos y mezclados con los viajeros de determinados
vuelos comerciales, lo que exige que esta munición transfiera la máxima energía tan
pronto impacte, para evitar con ello las indeseables consecuencias de los excesos de
perforación. En el caso que nos ocupa, huelga decir que si una bala atravesara a un
terrorista podría conservar todavía propiedades para herir, y hasta matar, a miembros del
pasaje o de la tripulación. Pero es más, incluso podría agujerear el fuselaje aeronáutico,
o dañar los sensibles paneles de aviónica.

Cartucho Corbon Silver Slug de 80 grains,


con la característica punta plateada y desintegrado por completo tras el impacto con las
garrafas

Hollywood nos tiene al día de las fatales consecuencias de una despresurización aérea.
Ricardo Huercio, vocal del Colegio Oficial de Pilotos, se ha pronunciado en el diario
ABC (24/01/2013) sobre esta clase de incidencias: “Es difícil que se produzca una
despresurización, porque el funcionamiento es automático y el propio avión cambia de
sistema si este falla. Se puede producir un percance por un fallo en el funcionamiento
de las válvulas de presurización, o, en los casos más graves y llamativos, debido a
un boquete en el fuselaje. Por eso no puede haber armas en un avión, porque si se
dispara y se produce cualquier tipo de fuga se daría una de las despresurizaciones más
peligrosas, la llamada explosiva. Este tipo de despresurizaciones son las que
habitualmente se reflejan en las películas de cine, donde vemos como salen cosas
volando, e incluso los pasajeros no pueden respirar porque los pulmones son incapaces
de tomar y expulsar el aire. Si se produce un fallo en este sistema, los pilotos siguen
un protocolo de actuación que básicamente consiste en hacer un descenso de
emergencia, mediante un procedimiento que nos sabemos de memoria. Una
despresurización provoca un gran estrés entre los pasajeros, ya que provoca mareos,
dolor en el oído, en la parte frontal de la cara o en los senos nasales, por la diferencia
que hay entre la presión del interior y el exterior del oído”.

Para comprender la importancia de este tipo de emergencias, en primer lugar


deberíamos saber qué significa ‘presurizar’. Se trata ni más ni menos que del bombeo
activo de aire comprimido en la cabina de una aeronave, para garantizar la seguridad y
el confort de los ocupantes. Es necesario cuando un avión alcanza una altitud
importante, ya que la presión atmosférica natural es demasiado baja como para
suministrar el suficiente oxígeno a los viajeros y a la tripulación. Sin la presurización se
puede sufrir mal de montaña, o incluso una hipoxia. Las aeronaves que realizan vuelos
rutinarios sobre 3000 metros de altura están, por lo general, equipadas con un sistema
de oxígeno alimentado por medio de máscaras, o están presurizadas por un sistema de
control ambiental usando gas suministrado por un compresor, o aire comprimido del
motor. (Diario ABC, del 24/01/2013).

Los 2.8 gramos recuperados del Silver


son, aproximadamente, el 60 de la masa total: 5.1 gramos, o sea 80 grains. El resto
debió caer del agua al reventar la garrafa y volar por los aires, cayendo seguramente las
demás bolitas de plomo por el barro empapado del campo de tiro

La Corbon Silver Slug hizo explosionar la primera garrafa. Fue brutal. Gran parte del
proyectil (el 60%) fue encontrado hecho añicos dentro de este contenedor de agua.
Como garantiza el fabricante, así como quienes privadamente ya han evaluado estos
cartuchos, la minimización de riesgos a terceros está casi asegurada. Ahora bien, de
ser portadas prendas de vestir gruesas y/o resistentes, tal vez las lesiones en un torso no
siempre lograrían la afectación de órganos internos importantes. Pero también
podríamos pensar, al menos de este modo piensa la mayoría de la gente, que quienes
prestan este tipo de servicios de protección están altamente adiestrados para, en escasas
fracciones de segundo, colocar una gran cantidad de tiros sobre los hostiles. Solo así, en
situaciones de secuestros aéreos por parte de elementos terroristas, se podrán conseguir
rápidos fuera de combate en la parte contraria. Eso si acaso el personal no entrena hasta
la saciedad el disparo a la cabeza, donde este proyectil seguramente funcionaría con
muchísima eficacia.
Fragmentos de plomo que recubren el
interior del cartucho frangible Corbon Silver Slug

La versión Silver se compone de un vaso metálico relleno de fragmentos de plomo


cohesionado del número 6, mientras que para el primitivo modelo Blue la casa Corbon
Glaser utiliza plomillo fino del número 12. Una esfera de plástico de color gris plata
cubre la cúspide. Esto no solamente le otorga al cartucho la típica forma ojival que
facilita el acceso a las rampas de alimentación de las armas semiautomáticas, sino que
además la susodicha bolita colabora en la deformación y posterior destrucción de la
punta, justo en el instante del impacto. Señalar que la pionera versión Blue suele
penetrar tan escasamente, que la firma ha tenido que recurrir a un nuevo diseño, el
Silver, en busca de un poco más de profundidad de impacto.

Resultados gráficos de la prueba 1 Of 12


90%
Munición segura y eficaz

 Capacidad de expansión del EFMJ


 Desintegración del Silver Slug
 Posibilidad de evitar sobrepenetración
 Disponibilidad y presencia en España
 Uso policial, seguridad y defensa

Categorias: BANCO DE PRUEBAS

Etiquetas: 9mm parabellum,balística,cartuchos corbon,cartuchos federal,Corbon Glaser


Silver Safety Slug,federal,federal efmj,GLOCK 26,munición,munición
defensa,munición Federal,munición policial,munición punta hueca,punta
expansiva,punta hueca


 Noticias
 Caza
 Tiro
 Policial
 Militar
 Supervivencia
 BANCO DE PRUEBAS

Estas en Inicio Policial El cacheo policial (I): Legislación y dudas frecuentes

El cacheo policial (I): Legislación y


dudas frecuentes
27 Abr, 2015 6.409 vistas 1 I.T.E.POL.

Con este artículo queremos dar algo de luz a una práctica policial que se realiza a
diario por todo el territorio español: el cacheo policial. Como la materia a tratar es
extensa, vamos a dividirla en dos partes. En la primera de ellas vamos a tratar el tema de
la legislación que envuelve al cacheo superficial policial (C.S.P. en adelante); y en la
segunda parte estableceremos unas recomendaciones o pautas que puedan minimizar los
riesgos a la hora de efectuar dicho cacheo.

Sobre el presente tema, nos podemos encontrar distintas “escuelas” a la hora de


proceder a un cacheo superficial, ya que va depender de la “realidad” de la persona que
lo enseña o transmite. Sin olvidar que “nunca pasa nada”, pocas formas de realizar un
cacheo superficial optan por tener en cuenta una serie de acciones que dificulten que el
malo quiera, o más bien pueda, acometer contra los agentes.
Todo miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad ha realizado alguna vez un
C.S.P. en alguna intervención, ya sea para buscar armas, drogas, o cualquier objeto de
interés. Pero realizando una búsqueda legislativa exhaustiva sobre el C.S.P.,
observamos que no hay nada concluyente; y realizando consultas a expertos jurídicos,
como Magistrados y Fiscales en materia penal, recalcan que no hay nada establecido en
nuestra legislación que regule de carácter especial el cacheo superficial; por lo que nos
recomiendan que tengamos cuidado con algunas prácticas que se llevan a cabo en los
cacheos.

La realidad es que toda esta carencia


legislativa genera una serie de preguntas en el mundo policial. Entre las más típicas y
reiterativas que nos encontramos en los cursos de formación, nos topamos en la parte
teórica las siguientes: por ejemplo, ¿Se puede cachear a un menor?, ¿Puede un policía
cachear a una persona de distinto sexo?, ¿Qué ocurre si es un transexual?, etc. Por otro
lado, en la segunda parte expondremos las preguntas que no hacen en los cursos más
relacionadas con la parte práctica del cacheo superficial policial.

Tenemos que hacer mención a una peculiaridad especial en tema de cacheos, ya que no
tenemos que olvidar que es una actuación policial que incide directamente sobre
derechos fundamentales que regula la Constitución Española, ya que, de forma
momentánea, se limita el derecho a la libertad deambulatoria (art. 17CE), el derecho a la
intimidad (art. 18.1 CE) y el derecho a la libre circulación (art. 19CE).

La práctica del cacheo tiene su cobertura legal en los artículos 11.1 f) y g) de la L.O.
2/86 de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 13 de marzo, artículo 282 de la
LECrim y por los artículos 18, 19 y 20, de la L.O. de Protección y Seguridad
Ciudadana. Pero aparte de estas leyes, habrá que remontarse a sentencias,
jurisprudencia y a instrucciones que justifiquen la materia que estamos tratando.

De las instrucciones de la Secretaría de Estado de Seguridad (S.E.S.) destacamos las


siguientes sobre el cacheo superficial:

INSTRUCCIÓN N° 11/2007, DE 12 DE SEPTIEMBRE, DE LA SECRETARIA


DE ESTADO DE SEGURIDAD, POR LA QUE SE APRUEBA EL
“PROTOCOLO DE ACTUACIÓN POLICIAL CON MENORES”
4.2. Forma de la detención, cacheo y esposamiento.
4.2.3. El cacheo de los menores detenidos se realizará con respeto absoluto a sus
derechos fundamentales y siempre como medida de seguridad para el propio menor y
los actuantes, retirándoles cualquier objeto que pudiera hacer peligrar su integridad
física, su seguridad o la de los que le custodian.
INSTRUCCIÓN 12/2007, DE LA SECRETARIA DE ESTADO DE SEGURIDAD
SOBRE LOS COMPORTAMIENTOS EXIGIDOS A LOS MIEMBROS DE LAS
FUERZAS Y CUERPOS DE SEGURIDAD DEL ESTADO PARA GARANTIZAR
LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS DETENIDAS O BAJO CUSTODIA
POLICIAL
OCTAVA – Registros personales en la detención.
a) El cacheo.
1.- El cacheo es la modalidad del registro personal que consiste en la prospección
superficial externa del cuerpo y vestiduras e indumentaria, incluyendo los objetos
personales o equipaje de mano, con la finalidad de descubrir objetos no permitidos o
peligrosos, efectos del delito o medios de prueba ocultos entre la ropa o el cuerpo del
sospechoso.
2.- El cacheo es preceptivo en el caso de detenciones, así como ante sospechosos
potencialmente peligrosos. En el resto de ocasiones, la práctica del cacheo estará basada
en la existencia de indicios racionales que lo aconsejen, sin que en ningún caso pueda
aplicarse de forma arbitraria.
3.- A fin de proteger la dignidad del detenido, cuando los funcionarios policiales se
vean obligados a realizar cacheos en la vía pública, deberán buscar el lugar más idóneo
y discreto posible.
4.- Para garantizar la seguridad de los agentes actuantes y del propio detenido, se deben
eliminar los objetos susceptibles de poner en peligro dicha seguridad, para lo cual se
procederá a un registro de seguridad del detenido, que será completado, de manera más
exhaustiva, una vez que éste se encuentre en dependencias policiales.
5.- Si, en el momento del registro, los funcionarios que lo realizan observaran alguna
lesión o el detenido manifestara sufrirla, lo trasladarán inmediatamente a un Centro
sanitario para la práctica del oportuno reconocimiento médico.
6.- Los cacheos se llevarán a cabo, salvo urgencia, por personal del mismo sexo que
la persona cacheada, y preferiblemente provistos del material de protección
adecuado, especialmente cuando haya riesgo de contagio de enfermedades infecto-
contagiosas. El criterio a seguir siempre en esta operación es el del máximo respeto
a la identidad sexual de la persona cacheada, lo que deberá tenerse en cuenta muy
especialmente en el caso de personas transexuales.
7.- Es obligatorio, por razones de seguridad, efectuar un cacheo del detenido en el
momento previo a su ingreso en un calabozo, que consistirá en el registro y requisa de
todos los utensilios que pueda portar, entre otros, en los bolsillos, forros o pliegues de
tela. Se procederá a la retirada de cadenas, cinturones, bufandas, cordones, relojes,
anillos, encendedores, fósforos u otros objetos que puedan ser susceptibles de ser
utilizados por el detenido para autolesionarse, causar lesiones o facilitar su fuga.

En relación a las sentencias y jurisprudencia que podemos encontrar, las que resultan
más relevantes y que recogen los manuales más específicos que tratan el cacheo
superficial, son las siguientes.

En una primera instancia, recordar que el Tribunal Constitucional, en el Auto de 28 de


enero de 1991, legitima la actuación del cacheo ante los derechos constitucionales
mencionados anteriormente, y establece: “El derecho a la libertad deambulatoria y a la
libre circulación no pueden entenderse afectados por la diligencias policiales de
cacheo e identificación”, y matiza “…siempre que éstas se realicen por los
funcionarios legalmente autorizados y durante el tiempo mínimo imprescindible para
cumplir con el fin que persiguen”
El Tribunal Supremo, en resolución
525/2000, establece que: “la diligencia de cacheo personal no supone necesariamente
una violación de derechos fundamentales siempre que la actuación policial cuente con
amparo legal, esté racionalmente justificada y se mantenga en los límites de la
proporcionalidad”. Como hemos dicho anteriormente el amparo legal se encuentra en
el artículo 19.2 de la LOPSC, la justificación debe ser racional y estar sujeta a indicios
que fundamenten la actuación, y la proporcionalidad entre lo permitido o no, la
encontramos en la balanza de lo que se menoscaba a la persona con lo que se pretende
encontrar.

La Sentencia del Tribunal Supremo del 6 de octubre de 1999 establece que el derecho a
la intimidad no se vulnera, siempre y cuando se cumplan los siguientes requisitos:

1. Que el cacheo se realice por alguien del mismo sexo.


2. Que según la intensidad y el alcance corporal del cacheo se haga en sitio
reservado.
3. Que se eviten posturas o situaciones degradantes o humillantes.

Una vez desmenuzada la legislación expuesta sobre el C.S.P., vamos a contestar las
preguntas expuestas al inicio del presente artículo y que generan más dudas a todo
policía que lo ha practicado en la calle.

Sobre la pregunta de “¿Se puede cachear a un menor?”,


pues bien, como establece la Instrucción 11/2007 de la S.E.S. sobre el protocolo de
actuación policial con menores, se deduce que no hay problema ninguno en proceder al
C.S.P. siempre que se respeten sus derechos fundamentales, igual que con un adulto, y
tomando medidas de seguridad con el menor. Sin olvidar siempre el interés superior del
menor.

A la pregunta de “¿Qué ocurre si es un transexual?”, en el punto 6 de la instrucción de


SES 12/2007, se recalca “el del máximo respeto a la identidad sexual de la persona
cacheada”. El problema puede venir a la hora de determinar “la identidad sexual de la
persona”. Se podrá conocer por el sexo que figure en el Documento Nacional de
Identidad, y si figura varón se cachea por un policía varón, y si establece mujer pues por
un policía mujer. Pero, ¿qué ocurriría si aún no ha modificado los datos del DNI y su
figura externa sexual fuera distinta a la que marca el documento de identidad? Ya que
no es lo mismo una persona simplemente travestida, que una persona con operación de
cambio de sexo. Buscando normativa al respecto, se encuentra la Instrucción de la
Dirección General de Instituciones Penitenciarias 7/2006 de 9 de marzo, que podría
ofrecer una referencia por analogía debido a la laguna normativa, donde establece el
criterio de “identidad psicosocial de género”.

Para finalizar, pasamos a las preguntas en relación a “¿Puede un policía cachear a una
persona de distinto sexo?”, el punto 6 de la instrucción de SES 12/2007 establece que
“Los cacheos se llevarán a cabo, salvo urgencia, por personal del mismo sexo que la
persona cacheada…”. Puede suscitar dudas el “salvo urgencia”, ya que parece quedar
abierta la facultad de cachear a personas de sexo distinto. Pues bien, lo que determina
realmente es que sólo estaría justificado cuando se trate de casos de bandas armadas y/o
terroristas.

Esta pregunta se la hicimos a un Fiscal en un congreso, exponiendo el siguiente caso:


“nos llaman de una pelea y al llegar los dos policías varones, observan a seis mujeres
que acaban de tener una agresión, tres de ellas contra las otras tres. Una de ellas,
presenta lesiones de arma blanca, y otra dice que una de las otras ha esgrimido un
arma de fuego sin saber determinar cuál”… se le recalcó al Fiscal que no había
posibilidad alguna de que se persone un policía mujer para proceder al cacheo y que era
una “situación de peligro grave e inminente”. Ante esta tesitura policial, la cual se
puede dar en la vida real, sino se ha dado ya, la respuesta del Fiscal como forma de
proceder fue la siguiente: “llevar a las mujeres a la comisaría y esperar a que venga
una mujer policía para proceder a su cacheo”. No haremos comentarios al respecto. Y
sólo diremos que estar en la calle no es fácil, y la conocen quienes la pisan de verdad.

El consuelo que podemos tener es que las mujeres suelen llevar ropa ajustada, y si
portan algún arma podría ser más fácil visualizarla. Por cierto, el Fiscal sí dijo que no
habría problema en pedir a la mujer que se levante un poco la prenda de ropa de arriba
para poder visualizar si lleva algo en la cintura, eso sí, siempre y cuando no se vulnere
su derecho a la intimidad personal… algo es algo. Matizar que la respuesta del Fiscal es
obvia y ajustada a derecho, pero el problema viene a la hora de meter a alguien en el
vehículo policial sin estar cacheado y con indicios razonables de que pueda portar un
arma de fuego. Es por ello que se tendrá que prestar máxima seguridad hasta proceder al
cacheo.
Vamos a finalizar haciendo referencia a la
futura Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de Protección a la seguridad Ciudadana
donde en su preámbulo establece lo siguiente: “Por primera vez se regulan los
registros corporales externos, que sólo podrán realizarse cuando existan motivos para
suponer que pueden conducir al hallazgo de instrumentos, efectos u otros objetos
relevantes para el ejercicio de las funciones de indagación y prevención que
encomiendan las Leyes a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Estos registros, de
carácter superficial, deberán ocasionar el menor perjuicio a la dignidad de la
persona, efectuarse por un agente del mismo sexo que la persona sobre la que se
practique y, cuando lo exija el respeto a la intimidad, en un lugar reservado y fuera
de la vista de terceros”.

Y en el artículo 20 se regulan los registros corporales externos.


Artículo 20. Registros corporales externos.
1. Podrá practicarse el registro corporal externo y superficial de la persona cuando
existan indicios racionales para suponer que puede conducir al hallazgo de
instrumentos, efectos u otros objetos relevantes para el ejercicio de las funciones de
indagación y prevención que encomiendan las leyes a las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad.
2. Salvo que exista una situación de urgencia por riesgo grave e inminente para los
agentes:
a) El registro se realizará por un agente del mismo sexo que la persona sobre la que se
practique esta diligencia.
b) Y si exigiera dejar a la vista partes del cuerpo normalmente cubiertas por ropa, se
efectuará en un lugar reservado y fuera de la vista de terceros. Se dejará constancia
escrita de esta diligencia, de sus causas y de la identidad del agente que la adoptó.
3. Los registros corporales externos respetarán los principios del apartado 1 del artículo
16, así como el de injerencia mínima, y se realizarán del modo que cause el menor
perjuicio a la intimidad y dignidad de la persona afectada, que será informada de modo
inmediato y comprensible de las razones de su realización.
4. Los registros a los que se refiere este artículo podrán llevarse a cabo contra la
voluntad del afectado, adoptando las medidas de compulsión indispensables, conforme
a los principios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad.

Gracias a la futura ley de seguridad ciudadana, la figura del registro corporal externo va
a estar regulada. Este hecho garantiza a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y al
ciudadano una protección jurídica, aunque hay que esperar a su entrada en vigor, ya que
en principio la citada ley, bautizada como la “ley mordaza”, la pretenden llevar al
Tribunal Constitucional, y su entrada en vigor no es hasta el 1 de julio de 2015.
Hasta aquí la parte Normativa del presente artículo, y esperamos haber despejado dudas
sobre el C.S.P. En la segunda parte, nos ocuparemos de los aspectos prácticos de la
técnica de cacheo.

 oticias
 Caza
 Tiro
 Policial
 Militar
 Supervivencia
 BANCO DE PRUEBAS

Estas en Inicio BANCO DE PRUEBAS BALAS HECHAS PARA LA POLICÍA: Gran


deformación, escasa sobrepenetración

BALAS HECHAS PARA LA POLICÍA:


Gran deformación, escasa
sobrepenetración
19 Ene, 2016 1.105 vistas 0 Ernesto Pérez Vera

Por enésima vez, regreso exponiendo el resultado de un test balístico terminal casero.
Me da igual que me llamen jartible. Háganlo, de verdad que no me importa. A estas
alturas de mi existencia es difícil cambiar, y además tampoco quiero hacerlo. Es más,
amenazo con seguir evaluando proyectiles del calibre 9mm Parabellum, para luego
dar a conocer públicamente los resultados que obtenga. Quién sabe si incluso amplío mi
interés por otros calibres, como el 9mm Corto y el .38 Especial, ambos muy arraigados
entre los españoles que portan armas de defensa. Al tiempo.

Por cierto, amén de mi pasión por este tema, el verdadero interés que me lleva a
publicar esta clase de trabajos no es otro que combatir, desde mi modesta posición, las
legañas oculares y cerebrales de demasiada peña. A ver si la gente despierta de una vez
y se entera de que es totalmente falso que los proyectiles expansivos, sean o no sean
huecos, porque por lo general todos los huecos son expansivos mientras que todos los
expansivos no necesariamente son huecos, ayudan a minimizar, y además mucho, el
riesgo de lesionar a terceras personas cuando se producen intercambios de
disparos. Digo NO, al prejuicio. Y grito NO, al “es que a mí me han dicho…”. Me
opongo resueltamente a los empeñados fanáticos involucionistas.

¡Ah!, y recordar que el uso de este tipo de munición es legal en armas cortas, siempre
que estemos hablando de funcionarios con licencia de armas tipo A; es decir,
profesionales habilitados, máxime si los cartuchos son entregados por la
Administración, como equipamiento de dotación reglamentaria.

Todas las balas policiales probadas en este test balístico casero

Este es el exótico y exquisito repertorio sobre el que me he apoyado para redactar los
subsiguientes párrafos: Kilgore Frangible (71gr); Fiocchi Frangible (82gr); RWS
Action 1 (86gr); Men QD-1 (88gr); Ruag Action-4 (92gr); Dag Action-5 (94gr);
Winchester Silvertip (115gr); Federal HST (124gr); Speer Gold Dot (124gr);
Federal Hydra Shok (124gr); Winchester Black Talon (147gr); Winchester Ranger
SXT (147gr). Si bien es cierto que estos cartuchos son suficientemente conocidos por
los profesionales especializados en balística, muy pocos se utilizan en España. A nivel
de dotación reglamentaria, me consta que algún cuerpo local de seguridad emplea
munición Hydra Shok. Y también sé que los Kilgore son consumidos, desde no hace
mucho tiempo, por determinadas unidades de nuestra vetusta Infantería de Marina. Los
demás, hasta donde yo sé, no se encuentran en la nómina de ninguna fuerza española.
Pero tengo que reconocer, en honor al máximo rigor, que todos estos, o bastantes, han
sido evaluados en algunos de nuestros centros de formación de policías. En
cualquier caso, no ha servido para nada: las instituciones evaluadoras han seguido
utilizando las mismas peligrosas porquerías de toda la vida. Los complejos son nuestros
peores enemigos. Nos encanta hacer lo de toda la vida. Nos acojona salir de la cálida
pero siempre lúgubre cueva.

El autor, Ernesto Pérez Vera, con su Glock


26 9mm Parabellum

Me apetece manifestar que, de entre los concurrentes, el Black Talon era el que más
interés personal me suscitaba. No en vano, le persigue la vieja y estúpida fama de ser
una mala bestia. Una munición apestada. Dicen, aunque obviamente es mentira, que es
capaz de matar incluso a los médicos forenses, y cirujanos, que extraigan con sus manos
los proyectiles insertos en cuerpos humanos, aun cuando los facultativos se protejan con
guantes profilácticos. Hasta qué punto no habrá llegado esta absurda leyenda, por cierto,
auspiciada periodísticamente mediante una campaña de desprestigio hábilmente
orquestada, aderezada con una pizca de ignorancia y también, por qué no decirlo, con
cierta dosis de envidia empresarial, que la casa Winchester se vio obligada, en el año
2000, a retirar el producto del mercado. Me siento satisfecho de haber probado la
mítica, maldita y excomulgada “garra negra”, que es lo que al fin y al cabo quiere
decir “black talon” en lengua cervantina, una vez traducido tan sugerente nombre.
Recomiendo la lectura de un artículo que al respecto publicó, hace ya unos años, Pedro
Pablo Domínguez Prieto.

Seguimos con mi examen doméstico. El blanco, algo tan importante como los propios
proyectiles testados, ha sido lo que muy reducida y básicamente somos los seres
humanos: agua contenida, protegida y vestida; contenida celular y extracelularmente,
protegida por la piel, que por cierto es el órgano de mayor tamaño de nuestro cuerpo, y
vestida con prendas confeccionadas textilmente. No olvidemos que el agua es el
principal componente del cuerpo humano: un 75% al nacer y un 10% menos en la
edad adulta.
El objetivo que recibió los disparos fueron
estas 5 garrafas de 5 litros de agua

Tiré contra garrafas de 5 litros de agua potable comercial, obviamente repletas de


agua hasta el tapón. Los contenedores fueron dispuestos en vertical, pegados unos a
otros mediante cinta adhesiva. Significar que el espesor o profundidad de cada botella
era de 15 centímetros. La primera de ellas, la garrafa que debía recibir el impacto
directo desde la boca de fuego, fue cubierta con 2 capas de agradable tejido textil
bielástico, como el que tanto se emplea hoy en día para confeccionar prendas deportivas
y policiales. Una mezcla de poliéster y licra. En este caso, y dicho sea de paso, el tejido
procedía de lo que hasta unos minutos antes había sido un pantalón de la marca Adidas.
Por último, y no por ello menos importante, el arma: una Glock 26, que ejerció su
cometido desde 3 metros de distancia.

El objetivo de la prueba era el de siempre: comprobar cuántas garrafas era capaz


de perforar cada punta. En estas evaluaciones no gana el proyectil que más atraviesa.
Tampoco el que menos. La medalla de oro se la lleva, desde mi criterio personal, la
bala que queda alojada entre la segunda y la cuarta botella, amén de presentar una
aceptable deformación, agradeciéndose y valorándose muy positivamente que ésta sea
homogénea. Según el peso del proyectil y la expansión que vaya adquiriendo mientras
va cruzando las garrafas, se parará antes… o más tarde. Esto quiere decir, en pocas
palabras, que habrá sobrepenetración, o que no la habrá.

Llego a esta conclusión a tenor de lo que se da por científicamente probado por el FBI
norteamericano, que no es más que de un proyectil de uso policial se debería esperar
que no sobrepenetrara un torso humano, adulto, más allá de entre 28 y 35
centímetros. Hay que tener en cuenta que, en el curso de un encuentro a tiro limpio, los
disparos no siempre se colocan frontalmente en el blanco, como por otra parte sí suele
ocurrir con las siluetas de papel empleadas en los campos de tiro convencionales,
disparando desde posiciones estáticas. En la vida real, cuando las personas mentalmente
sanas sienten miedo, se encogen, se agachan e incluso se dan el piro; o sea que se
desplazan ante la posibilidad de ser plomeadas, acuchilladas, o simplemente apaleadas.
He aquí uno de los factores fundamentales que hacen que muchos tiros entren por la
zona costal del mapa anatómico, lo que podría determinar, según describa el ángulo de
impacto, que un proyectil tuviera ante sí una amplia zona corporal llena de órganos que
dañar. Lo que en el argot se denomina cavidad permanente.

Pistola Glock 26 9x19mm. La ejecutora


de la prueba

A este principio de supervivencia tan instintivo y natural no escapa nadie, ni los policías
ni sus antagonistas. Todos quieren impactar, sin ser impactados, por lo que las balas
pueden trazar extrañas y caprichosas trayectorias lesivas cuando perforan el pellejo en
plena acción dinámica de los actores (tiradores en movimiento). Tampoco olvidemos
que ante vicisitudes de este orden y calado, el sudor siempre desprende un olor distinto
y especial, a no ser que estemos hablando de psicópatas. Ejecutar movimientos y
acciones medianamente entrenadas se convierte, de buenas a primeras, en una tarea
complicada, cuando no imposible. Ojo: a veces, incluso las maniobras muy ensayadas
se ven negativamente afectadas en su correcta ejecución.

Aquí, en la calle de verdad y no en la de las teleseries o en la de los videojuegos, la vida


se derrama. La gente sangra y llora. Tenemos que ser conscientes de que ahí fuera todo
es muy diferente de como suceden las cosas en las asépticas galerías de tiro, digan lo
que digan los instructores de sopa boba, que no son pocos, sino que por el contrario
abundan. Si encuentran un formador bien formado y con interés, que aseguro que los
hay, péguense a él. Óiganlo con la máxima atención. Háganle caso.

He aquí los resultados:


Black Talon (147gr): perforó hasta la cuarta garrafa, abandonando la misma sin llegar a
dañar la quinta (60 centímetros). El proyectil, ampliamente expandido, alcanzó un
diámetro final y uniforme de algo más de 13 milímetros, sin pérdida de masa.
Ranger SXT (147gr): llegó hasta la cuarta
garrafa (60 centímetros), siendo allí hallada la punta completamente expandida,
presentando una sección de 15 milímetros. Conservó el 100% de su masa inicial.

Action 4 (92gr): la punta penetró hasta la


tercera garrafa (45 centímetros), quedando alojada in situ. Una vez recuperada, no
presentaba excesiva deformación, viendo aumentado su diámetro únicamente hasta los
10 milímetros. No perdió masa. La polímera caperuza amarilla que cubría la ojiva se
quedó en la primera garrafa.
Fiocchi Frangible (82gr): la punta llegó hasta
la garrafa número 3 (45 centímetros), sin producir orificio de salida. El proyectil
solamente presentaba, como únicas lesiones, las trazas propias del ánima del cañón del
arma. Casi podría ser reutilizado para recargar otro cartucho. Aunque realmente era de
esperar, sorprendió que las botellas no se movieran al recibir el impacto. Ni siquiera la
primera. El resto de proyectiles provocaron la explosión de las garrafas situadas en
primera línea, y a veces incluso las de la segunda posición. En esto último destacaron,
por encima de las demás, las Action 1 y 5.

Men QD-1 (88gr): tanto la bala como la esfera plástica de color rojo fueron halladas en
el interior de la tercera garrafa (45 centímetros). La punta presentaba una levísima
expansión de no más de 9,5 milímetros. Cero pérdida de masa.

Cartuchos con proyectiles QD1 de 88


grains

Kilgore (71gr): perforó hasta la segunda garrafa, fragmentándose el proyectil por su


parte posterior, pero sin llegar a salir del contenedor (30 centímetros). Aun así, produjo
una pequeñísima lesión en la tercera botella, sin conseguir fracturarla. El proyectil, que
era frangible a la par que hueco, combinación poco habitual, se descompuso en 2 partes
claramente diferenciadas: en pequeñísimas partículas las paredes que daban forma al
vaso de la oquedad, que fueron halladas íntegramente en la primera garrafa; y el cuerpo
del proyectil, que a la sazón ejercía como banda de rozamiento y que fue recuperado
dentro de la segunda garrafa.

Action 5 (94gr): el proyectil se recuperó, sin pérdida de


masa, dentro de la segunda garrafa (30 centímetros). No provocó daño alguno en la cara
interna-posterior de la botella, lo que indica que la tercera no corrió riesgo de ser
alcanzada por exceso de penetración. Medida la bala con un pie de rey, presentó una
muy homogénea expansión de 13,5 milímetros. La caperuza de color negro, que otorga
la forma ojival al proyectil, también fue extraída del interior de la garrafa número 2.

Silvertip (115gr): esta punta se


comportó de un modo muy similar a la Action 5, descrita anteriormente, pero en esta
ocasión el proyectil, aunque muy expandido hasta casi los 15 milímetros, sí logró
escapar de la segunda garrafa (30 centímetros) y golpeó sobre la tercera, aunque
únicamente le produjo una ínfima abolladura. No fue apreciada pérdida de masa.

HST (124gr): penetró hasta la segunda garrafa (30 centímetros), pero aun originando un
orificio de salida, únicamente lesionó de modo leve la cara externa de la tercera botella.
El proyectil fue retirado del interior de la garrafa número 2, presentando la más brutal y
espectacular expansión de todo el elenco de estudio: 17,5 milímetros. Tampoco perdió
volumen.

Gold Dot (124gr): este proyectil aumentó su calibre hasta los 15,4 milímetros,
presentando una perfectísima expansión. Penetró hasta la segunda garrafa (30
centímetros). Pese a que rompió la cara posterior de la segunda botella, no dañó el
cuerpo de la tercera. No vio reducida su masa.

Action 1 (86gr): perforó hasta la


segunda garrafa (30 centímetros), fracturando la pared trasera. El proyectil, de forma no
muy agresiva, impactó en la tercera botella, sin conseguir dañarla. La expansión del
proyectil, muy homogénea y circular, marcó 13 milímetros.

Hydra Shok (124gr): el núcleo del


proyectil fue recuperado, ampliamente expandido (17 milímetros), en la garrafa número
2 (30 centímetros). Aunque esta botella presentaba un orificio de salida, la bala no logró
penetrar en la siguiente. Significar que la envuelta metálica del proyectil se desprendió
de su núcleo, descomponiéndose en varios fragmentos, los cuales fueron retirados tanto
del interior de la primera botella como de la segunda.

Conclusiones:
Que el intelecto y los conocimientos de cada cual hagan ebullir las conclusiones. Pero
en virtud de lo evidenciado en trabajos anteriores, donde las puntas blindadas,
semiblindadas y de plomo, penetraron continuamente hasta la sexta, séptima y
octava garrafa (más de 100 centímetros), además sin deformarse nada de nada, y por
tanto transfiriendo escasa energía, cualquier proyectil de los hoy aquí presentados
podría reducir, sobradamente, el peligro que genera el exceso de penetración. El asunto
no es baladí, como demuestran las heridas colaterales que muchas veces provocan los
policías cuando sus proyectiles, tras matar o herir a los malos, también alcanzan a
personas ajenas a las intervenciones policiales. No me voy a pronunciar sobre algo tan
obvio, y de Perogrullo, como que igualmente se producen lesiones no deseadas con
balas perdidas provenientes de disparos errados.

Cartuchos utilizados en la prueba, junto con sus proyectiles recuperados

Nota final: Como complemento a los párrafos anteriores, se estima que un proyectil
necesita una velocidad restante (la que posee al punto del impacto) de 36 metros por
segundo (m/s) para atravesar la piel humana; 61 m/s para perforar una pieza ósea, y en
122 m/s se sitúa la velocidad precisa para que una bala pueda ser mortal. Toca pensar en
los proyectiles de los que venimos hablando, y que no han logrado perforar las carcasas
de plástico de las garrafas número 3 y 4, después de haber llegado a ellas perforando las
anteriores.

Categorias: BANCO DE PRUEBAS

 ticias
 Caza
 Tiro
 Policial
 Militar
 Supervivencia
 BANCO DE PRUEBAS

Estas en Inicio Policial LA FUERZA DE LA RAZÓN: EL ÚNICO CAMINO PARA


CONVENCER

LA FUERZA DE LA RAZÓN: EL
ÚNICO CAMINO PARA CONVENCER
3 Feb, 2016 754 vistas 0 Ernesto Pérez Vera

Ahora ya no tanto, pero durante años fui objeto de algunas críticas por defender la
teoría, pero también por airear la sangrante realidad, de que los cartuchos policiales
dotados con proyectiles expansivos, huecos o no huecos, son ideales para preservar
de heridas a terceras personas presentes en los tiroteos, o simplemente próximas a
dichos escenarios (cientos de metros). Quiero decir que estas balas, al contrario que las
blindadas y las semiblindadas, recorren menos tramos en los cuerpos carnosos
afectados. Esto minimiza, casi siempre, el riesgo de que los proyectiles abandonen el
cuerpo y hieran a sujetos no designados como objetivos.

Si se terciaran determinados factores favorables, estas puntas expansivas también


podrían ocasionar heridas de mayor consideración, lo que a su vez podría derivar en la
innecesidad de seguir efectuando más disparos contra un mismo “target”.

Quienes me criticaban por defender estos pensamientos decían, aunque también


escupían contra otros instructores y contra otros planteamientos estrechamente ligados a
los que hoy estamos tratando, que estas indeseables contrariedades no se producían
con la frecuencia suficiente como para tener que preocuparse. Se amparaban, según
ellos, en que algunos norteamericanos así lo exponían en su país. ¡Nos ha jodido! Allí
sucede en menos ocasiones que aquí, porque, ¡qué casualidad!, las fuerzas del orden no
emplean el mismo tipo de munición que sí usamos aquí. A ver, hombres descarriados y
desertores del menos común de los sentidos, si ellos consumen puntas huecas y el
número de sobrepenetraciones desembocantes en heridas a inocentes ajenos a los
incidentes armados es menor que aquí, que tiramos con semiblindadas y blindadas,
¿de verdad hacen falta más explicaciones?

Recordemos que estoy hablando de cartuchos de armas cortas que generan bajas
velocidades y poca energía, lo que medianamente puede ayudar a controlar el exceso
de penetración. No sucede lo mismo con los calibres propios de armas largas, en los que
las mayores energías y velocidades desarrolladas, rara vez permitirían sostener la idea
de que las puntas huecas siempre permanecerán dentro del organismo lesionado, aunque
con casi total seguridad sí producirían heridas de mayor entidad.

La cosa es que cuando este humilde policía local, gaditano de origen y con apellidos
comunes y nada cinematográficos, defendía lo expuesto en los párrafos precedentes,
individuos con más ínfulas que este servidor despotricaban y exponían que personas
llamadas como los protagonistas del celuloide decían lo contrario. Pero ahora, sin
embargo, los engreídos que vuelan entre sus estrellas hocican y promueven, por fin en
lengua española, lo mismo contra lo que antaño escupieron. ¿Que por qué lo hacían?
Pues vayan ustedes a saber… tal vez por falta de educación, por incontinencia de la ira,
por carencias afectivas en la infancia, por envidia, o quién sabe si porque de pequeños
recibieron más pedradas de la cuenta en el patio del colegio, sin haberse repuesto aún
emocionalmente.

Sea como sea, vean el vídeo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que
seguidamente enlazo. Si siguen los artículos publicados en este blog, esta filmación no
les descubrirá nada nuevo, pero sí les reforzará lo ya sabido:

Desde estas páginas quiero agradecer a mi amigo y compañero Abel, de la Policía Local
de Zaragoza, el detalle que ha tenido al compartir conmigo este m

 Noticias
 Caza
 Tiro
 Policial
 Militar
 Supervivencia
 BANCO DE PRUEBAS

Estas en Inicio Tiro Cuando la pistola no dispara: Encasquillamientos, trabas e


interrupciones
Cuando la pistola no dispara:
Encasquillamientos, trabas e
interrupciones
13 Ene, 2016 1.947 vistas 0 Ernesto Pérez Vera

Una interrupción o traba del arma de fuego durante un enfrentamiento es,


seguramente, la pesadilla de más de un profesional de las fuerzas y cuerpos de
seguridad. Incluso para quienes están altamente cualificados siempre será un motivo
extra de tensión. Durante el entrenamiento en la galería, un tirador se podrá permitir
una resolución más o menos hábil y rápida de la traba, pero en el curso de un
encuentro real debe efectuarse de modo súbito y con total eficacia y garantía de
seguridad. No siempre será fácil.

Son varias las modalidades de interrupción que una pistola puede sufrir durante una
sesión de tiro, y también pueden ser varios los motivos que las originan, tanto en un
entrenamiento como en un tiroteo real. Existen, por tanto, diversas formas de
solventar las trabas para devolver al arma a la situación de fuego.

Las trabas se pueden estudiar según el origen de las mismas. Principalmente se deben a
fallos mecánicos del arma, a fallos de alimentación y a fallos de la munición; si bien
algunos de estos problemas pueden ser causados directamente por una acción
involuntaria del propio tirador. Cuando la interrupción se produce a causa de una avería,
es muy difícil alcanzar una rápida resolución, incluso cuando se produzca durante una
práctica. No obstante, con un buen entrenamiento guiado profesionalmente,
cualquier traba podrá ser solucionada con cierta diligencia, aunque no tanto la
tara o rotura mecánica.
Las averías no se producen con
frecuencia durante una balacera, expresión sudamericana usada como sinónimo de
tiroteo. Pero cuando ocurren suelen ser debidas a problemas en el sistema de
percusión, extracción, o expulsión. La subsanación de una de estas averías es muy
complicada de llevar a cabo de modo inmediato. Suele ser precisa la intervención de un
mecánico armero, o de un manitas.

Las interrupciones casi siempre son provocadas por la munición: por una mala
alimentación del arma (a veces, como ya se dijo antes, propiciada por el tirador) o por
una mala expulsión de la vaina, causada, generalmente, por problemas en el cartucho.
En este mismo texto veremos, por separado, las deformaciones o alteraciones que se
producen en la cartuchería cuando los usuarios ejecutan malas praxis.

Acerrojamiento incompleto
La interrupción más sencilla de solucionar puede que sea la que llamaremos
acerrojamiento incompleto. Este mal acerrojamiento, u obturación incompleta, se
produce casi siempre que el tirador acompaña la corredera (carro en algunos
países) en su recorrido de avance al tiempo de alimentar la recámara. Los
instructores, para evitar esto, hacen hincapié en que la corredera se debe dejar avanzar
con toda la fuerza proporcionada por el muelle recuperador. En este caso, el mecanismo
que interviene es el interruptor o desconector de disparo. Al estar parcialmente abierta la
corredera (mal obstruida) este mecanismo impide que se pueda producir el disparo. Un
débil empuñamiento durante el tiro también favorece este mal.

El consumo de munición en mal estado, con poca fuerza, o escasa de carga de


proyección, también puede dar origen a este tipo de interrupciones. Cuando el
cartucho disparado carece de potencia, éste, mediante la vaina, no empuja hacia atrás la
corredera con energía bastante como para que esta alcance su posición más retrasada.
Por ello no regresará a la posición de cierre desde la más atrasada. La corredera, sin ese
completo recorrido, no se cierra y por tanto no obtura sus mecanismos.

Cuando esta traba se produce, la recámara queda entreabierta y deja ver levemente,
por la ventana de expulsión, la parte trasera del cartucho allí alojado. Por tanto, la
recámara queda incompletamente alimentada. Para dejar el arma presta en condiciones
óptimas de disparo, basta con dar un seco y brusco golpe sobre la parte trasera de la
corredera. Si el arma cuenta con martillo externo es mejor golpear la zona más alta del
carro, cerca del alza. Así se consigue que la corredera avance unos milímetros y
complete el cierre y sellado de la recámara. En cualquier caso, este golpe se debe aplicar
con la palma de la mano de apoyo, también llamada débil, en dirección “alza a punto de
mira”.
Seguramente huelga decir que para
ejecutar esta maniobra, como para cualquiera de las otras que se van a conocer y
analizar aquí, lo primero que hay que hacer es extraer el dedo del arco guardamonte, o
sea que ningún dedo debe estar en contacto con el disparador. Esto no solamente debe
aplicarse en estos casos, sino en todas aquellas manipulaciones en las que no exista
inmediata intención de disparar.

Si tras dos intentos (dos golpes secos con la mano) no se consigue obturar el arma, se
recomienda lo siguiente: extraer el cargador, tirar de la corredera para sacar el cartucho
o vaina que quedó “mal alojado” en la recámara (tirar dos o tres veces para garantizar la
operación), volver a introducir otro cargador o el mismo que se extrajo si es que aún
contiene munición…, y volver a montar la pistola. ¡Voila!, ya se podría disparar.

Fallo de disparo
Durante los entrenamientos, con las prisas y los nervios, a veces se produce una mala
introducción del cargador en su alojamiento, o sea en el brocal del cargador. De
producirse esto, la corredera no podría arrastrar el primer cartucho del cargador hasta la
recámara, al avanzar para alcanzar la obturación. Por ello, tras cerrarse la corredera y
ser presionado el disparador, no se produciría disparo alguno. La recámara se hallaría
vacía: ningún cartucho fue depositado en ella.

Otra incidencia muy similar a la anteriormente referida puede ser aquella en la que
estando correctamente introducido el cargador, éste se libera mediante la presión
accidental del retén del cargador. Presentada tal incidencia, el cargador se descolgaría
unos milímetros por la zona de carga. Cuando esto se produce, no siempre es detectado
con celeridad por el tirador. La situación, desde ese instante, es idéntica a la que vimos
antes. En un caso el cargador no estaba bien insertado, y aunque en el otro supuesto sí
estaba correctamente alojado, este fue parcialmente extraído por accidente.

La incompleta introducción del cargador


a veces es detectable a simple golpe de vista, pues suele quedar excesivamente
“asomado” por la empuñadura del arma. En ocasiones solamente se desprende hacia
abajo unos milímetros, pero estos son suficientes para propiciar el fiasco. Esta
modalidad de fallo de disparo lo es por mala alimentación. Más bien nula alimentación.
Es de fácil solución: solo hay que golpear el cargador con energía hacia el interior del
arma, tras lo cual nada más que restaría volver a montar la pistola. Si el arma contase
con seguro de cargador, mecanismo no recomendable en armas destinadas a tareas de
seguridad y defensa, el cartucho alojado en la recámara no podría ser disparado debido a
la incompleta introducción del propio depósito de munición.

Otra modalidad podría ser aquella en la que se presiona el disparador y, aun


ocupando un cartucho la recámara y el cargador su brocal, no se produce el tiro.
En estos casos el problema puede provenir de defectos en la munición, o de una avería
en el sistema mecánico de percusión. Si estamos ante la opción mencionada en
segundo lugar, la resolución será muy complicada in situ, pues se requerirá, casi
siempre, de la intervención de un armero, amén de precisarse, normalmente, de piezas
nuevas de recambio. Si por el contrario nos encontramos con un problema del cartucho,
salvar la traba sería cosa sencilla. En tal caso bastará con tirar hacia atrás de la corredera
y dejarla avanzar por sí sola. De este modo se consigue extraer el cartucho defectuoso
que ocupaba la recámara, mientras que a la par se vuelve a alimentar con el cartucho
que ocupaba el primer lugar en el cargador.

Fallo de expulsión
Este fallo casi siempre se presenta por mal estado de la carga de proyección del
cartucho, o por insuficiencia en la propia carga propelente. Cuando tal caso se
produce, la vaina suele quedarse en el interior de la recámara, aun cuando el proyectil
haya sido expulsado por la boca de fuego. Cabe la posibilidad de que la munición se
encuentre en perfecto estado, pero que el mecanismo de expulsión y/o extracción del
arma estén averiados, o hayan fallado.

También puede darse el caso de que la recámara esté ocupada por un cartucho entero y
percutido, el cual, por fallo de la cápsula de ignición (o de la pólvora), no ha
desembocado en el disparo. Esta traba ya ha sido analizada en los supuestos de fallo de
percusión, pero se vuelve a incluir en este punto por compartir el mismo método de
resolución. Puede ocurrir incluso que la vaina quede atrapada, tras el disparo, entre la
corredera y la parte anterior del cañón, o pillada en la propia ventana de expulsión sin
permitir el cierre del arma. En este caso, con un vistazo, se comprobar que la pistola
está interrumpida por el casquillo incompletamente expulsado: efecto chimenea.

Solventar una de estas interrupciones es una tarea rápida y fácil de llevar término.
Una vez detectado el problema solamente habrá que girar el arma hacia el lado de la
ventana de expulsión, para facilitar posteriormente la caída de la vaina hasta el suelo. A
la vez que se practica el giro antedicho, habrá que tirar hacia atrás de la corredera. Con
esta última maniobra se desprenderá la vaina. Tras ello, al avanzar nuevamente el carro
hacia delante, se introducirá un nuevo cartucho en la recámara (siempre que todavía
quede al menos uno en el cargador). Ni que decir tiene que esta maniobra, como
cualquier otra, hay que efectuarla dirigiendo la boca de fuego a una zona de no riesgo.
En caso de tener que solventar la traba en el transcurso de un enfrentamiento, el cañón
se dirigirá hacia el agresor.

Un agarre débil, suave o flojo de la empuñadura, también provoca la no


alimentación. En tal supuesto, tras disparar con la “mano-muñeca floja”, la vaina del
cartucho disparado podría quedar en modo “chimenea”, o similar, interrumpiendo el
avance de la corredera. Por consiguiente, la nueva alimentación no se produciría.

Doble Alimentación
Este supuesto es el que presenta más complejidad a la hora de lograr su resolución.
La doble alimentación se produce cuando un cartucho queda alojado en la
recámara durante la secuencia de tiro mientras otro, a la par, trata de acceder a la
misma sin que ello sea posible por hallarse ya ocupada. Esto provoca la inutilización
momentánea del arma. Un caos temporal, pero que puede resultar definitivo.

También podría producirse el disparo y que la vaina, durante el retroceso (buscando la


expulsión), se desenganchara de la uña extractora quedando nuevamente alojada en la
recámara. Esto supondría un grave inconveniente porque mientras eso podría estar
sucediendo, otro cartucho habría intentado ocupar la recámara. Otras veces será el
tirador quien, por no tirar completamente de la corredera hacia atrás al extraer un
cartucho, dejará la bala alojada mientras que en el avance incompleto de la corredera
otra haya tratado de llegar al mismo sitio, o sea también a la recámara.

Es frecuente que cuando se detecta una interrupción de acerrojamiento incompleto,


principalmente por acompañamiento del carro, el tirador trate de solventarla tirando de
la corredera en vez de golpearla hacia delante. Esto puede dar pie, también, a una doble
alimentación.

La maniobra que devuelve el arma a situación de tiro es la más laboriosa de


cuantas se han analizado aquí, hasta el momento, máxime si hay que ejecutarla bajo el
fuego. Una vez detectada la traba: con la mano débil debemos extraer el cargador con
energía (tirón). Tras ello hay que tirar enérgicamente hacia atrás de la corredera (dos
veces, para garantizar la extracción del cuerpo alojado en la boca de carga). A la par que
se hace lo anteriormente descrito, se debe girar el arma lateralmente hacia el lado de la
ventana de expulsión. Incluso se podría tener que volcar la pistola por la ventana en
dirección al suelo (esto dependerá del tamaño del hueco de expulsión).

Finalizada la maniobra, el cartucho o la vaina que ocupaba la recámara debería haber


caído ya al suelo, pudiendo insertarse nuevamente el cargador. Únicamente quedaría
volver a montar el arma, para que el primer cartucho que asoma por sus labios sea
introducido en la boca de carga, por acción del arrastre de la corredera en su recorrido
hacía delante.

Con el adiestramiento adecuado se puede practicar un truco que ayuda a garantizar el


regreso a la situación de fuego. Se trata de rozar o golpear el cargador con el muslo, por
la zona de los labios, una vez arrancando de su brocal. Con ello se consigue que el
díscolo cartucho que ocupa el primer lugar en el cargador caiga al suelo. Esta bala
siempre quedará sobresaliendo excesivamente de los labios del cargador y podría dar
pie a una nueva interrupción. Con esto se elimina ese riesgo.

Si el cargador que se ha extraído del interior del arma posee pocos cartuchos,
recomiendo dejarlo caer al suelo e introducir otro con más munición. Este abandono
solo es recomendable en caso de recarga de emergencia. Una vez resuelta la
interrupción, casi siempre se necesitará suficiente munición para afrontar una posible
nueva defensa. Así pues, mejor no tener que efectuar otro cambio de cargador tras la
incómoda y estresante maniobra anterior.

Algunos instructores enseñan a


desechar el cargador extraído y proponen usar siempre uno nuevo. La verdad es
que esta recomendación se traduce en una rápida solución, pero solamente es válida
para quienes portan suficientes cargadores y, además, los lleven colocados en el lugar
adecuado del cinturón, cosa poco frecuente. Si el cargador que se pretende reponer está
a trasmano y desperdigado sin sentido por el contorno del cinto, la maniobra no se
podrá ejecutar con la celeridad deseada y necesaria. Los cargadores de repuesto deben
estar, como todo el equipo, estratégicamente localizados en la cintura o en el chaleco
táctico. Todo no vale en cualquier sitio. Por cierto, si se presta servicio en unidades de
calle recomiendo ir provisto de dos cargadores de refuerzo, y si se trabaja en otros
destinos, también. Nunca se sabe, pero tampoco se debe caer en la paranoia.

Todas estas manipulaciones se pueden realizar con bastante rapidez, pero


requieren de entrenamiento guiado por instructores avezados. En una situación real
de confrontación armada todo será bastante más dificultoso. Lo que en el campo de tiro
resulta fácil y cómodo, en el momento crucial del “a vida o muerte” puede convertirse
en una tarea imposible de llevar a término.

El Tap-Rack-Bang (TRB)
De nombre onomatopéyico, esta técnica ofrece la posibilidad de devolver el arma a la
situación de fuego con garantía y seguridad. De modo muy rápido y eficaz, permite
solventar casi todas las modalidades de interrupciones estudiadas en los párrafos
precedentes. Las dos únicas trabas que no se pueden resolver con el TRB son la de la
doble alimentación y la del acerrojamiento incompleto.
Es cierto que cada tipo de interrupción tiene una manera directa de subsanación, pero
ello requiere que el tirador advierta, suficientemente, ante cuál de las modalidades de
traba se encuentra. Para discernir esto con suficiente claridad habría que consumir cierto
tiempo en observar el arma, pensar y decidir cuál de las técnicas conocidas se va a
usar…, y luego ejecutarla. Todo esto se puede hacer en un entrenamiento (invertir ese
lapso), pero es un lujo del que no siempre se disfrutará en una acción real. Además,
¿acaso en una confrontación seria se puede conservar capacidad cognitiva bastante
como para poder discernir eficazmente? ¿Se mantiene la habilidad digital suficiente
como para ejecutar tantas manipulaciones? No, rotundamente no. Ante tales situaciones
hay que simplificar. No debemos olvidar la ley de Hick para operaciones sencillas (Hick
y Hyman, 1951): el tiempo de respuesta es mayor cuando existen más estímulos donde
elegir.

El nombre de la técnica TRB nace del sonido que provocan las siguientes maniobras:

– Golpe a la base del cargador: Tap

– Tirar de la corredera hacia atrás para expulsar una vaina o un cartucho alojado en la
recámara, o incluso un casquillo atrapado en la ventana de expulsión, y liberar el carro
para alimentar nuevamente la recámara con otro cartucho: Rack

– Finalmente, el sonido del disparo que la traba impedía: Bang

La filosofía de esta técnica consiste en que en el momento que se accioné el disparador


y no se produzca el disparo, el tirador haga uso de la TRB sin demora de tiempo, aun
cuando no sepa la causa concreta de la interrupción, descartada previamente la doble
alimentación y el acerrojamiento incompleto. O sea:

1º.- Que golpee el cargador hacia dentro por si se trata de una mala alimentación por
alojamiento incompleto del cargador.

2º.- Que arrastre la corredera y posteriormente la libere por si hubiera una vaina o un
cartucho alojado en recámara (extraería el cuerpo allí instalado). Sirve también cuando
una vaina asoma por la ventana de expulsión a modo de chimenea. Tras esto, el arma
quedaría otra vez cargada. Puede que la pistola esté incluso sin alimentar por error u
olvido, pero tras estas manipulaciones quedará lista para hacer fuego.

3º.- Finalmente, siempre que no se esté ante una doble alimentación o un acerrojamiento
incompleto y si aún existen cartuchos en el cargador, ya se podría producir el bang, que
es el resultado pretendido: el disparo.

Todos los supuestos descritos son fácilmente reproducibles durante los entrenamientos.
Se pueden simular en las sesiones de tiro en seco y con fuego real dentro de la galería.
Para ello se deben emplear cartuchos dummys o aliviapercutores, los cuales,
debidamente mezclados con cartuchos cargados dentro del cargador, provocarán trabas
en la secuencia de fuego real. También producirá interrupciones el uso de cartuchos
débilmente cargados, pero esto puede propiciar accidentes: proyectiles encajados en el
interior del tubo-cañón.
Circunstancia poco estudiada
Durante las prácticas de tiro no son pocas las ocasiones en que se detectan problemas de
alimentación en las pistolas de los policías, estando motivadas, en este caso, por
defectos físicos de la munición. Los cartuchos que suelen producir estos fallos serán,
casi siempre, el primero o el segundo de los situados en la parrilla de salida del
cargador.

Quienes trabajan con cartucho en la recámara, cosa aconsejable si se está bien


adiestrado y debidamente concienciado y mentalizado, suelen meter diariamente uno de
los que se encuentra en el cargador. Casi siempre se hace montando el arma de modo
natural, esto es dejando avanzar la corredera. A la larga, tras muchas repeticiones, si
estas balas no son permutadas por otras nuevas, la maniobra provocará alteraciones
físicas en los cartuchos que día tras día son sometidos a tal fatiga.

Son dos las posibles modificaciones que


los cartuchos pueden sufrir por esta causa: la elongación y el acortamiento. La primera
modalidad aumenta la longitud total del cartucho. La otra forma es la contraria: acorta la
longitud total del cartucho, por inserción forzada del proyectil hacia el interior de la
vaina. Con ambas malformaciones se pueden sufrir muy serias interrupciones durante la
secuencia de tiro.

Debe saberse que de repetirse día tras día la maniobra de alimentación del arma y su
posterior vaciado para nuevamente proceder a la carga, dependiendo de qué tipo de
rampa de alimentación posea el arma, se producirá una u otra deformación en la
cartuchería. Esto ocurrirá si frecuente y prolongadamente en el tiempo se realizan tales
operaciones. Estas manipulaciones suelen ejecutarse durante las prácticas de tiro, o
durante la necesidad diaria de alimentar y vaciar el arma cuando se inicia y finaliza el
turno de servicio.

El mero hecho de que un cartucho permanezca por un excesivo espacio de tiempo


en los cargadores y en la recámara, y a la vez en sus fundas, ya es motivo de
desgaste. La inercia a la que está sometido el cartucho ubicado en la recámara puede
favorecer, a la larga, el alargamiento del cartucho por deslizamiento del proyectil
(efecto de la gravedad). Carreras, saltos, caídas, movimientos bruscos, etc., también
ayudarán a ello. La continua exposición al sol, al frío, a la humedad, a la lluvia y, en
general, a las inclemencias del tiempo, afectará negativamente al mantenimiento general
de la munición. Las armas y los cargadores de los profesionales de la policía, de la
milicia, o del sector privado de la seguridad, están expuestos durante años a todos estos
cambios y circunstancias.

El acortamiento de la longitud del cartucho se produce por el continuo choque del


proyectil contra la rampa de alimentación de la recámara. Esto será más frecuente en
según qué tipo de armas. Tampoco hay que despreocupar la limpieza y el
mantenimiento del arma y la buena conservación y calidad de la cartuchería.

Para evitar las alteraciones métricas de los cartuchos existen varios remedios básicos y
generales:

a) Se recomienda cambiar la munición de los cargadores con cierta frecuencia, sea o no


sea utilizada en maniobras de ejercitación de alimentación, u otras manipulaciones.

b) Para practicar la alimentación del arma, o la resolución de interrupciones, siempre


deben emplearse cartuchos de manipuleo, o aliviapercutores. De este modo se reduce la
posibilidad de una descarga involuntaria y se evita fatiga innecesaria a los cartuchos
cargados.

Para acabar, no me quiero sustraer al impulso de recordar que el cuerpo humano


experimenta una serie de cambios biológicos y psicofísicos autónomos que afectan
positiva y negativamente al comportamiento del organismo, cuando se perciben
acciones hostiles graves. Uno de los puntos negativos es la pérdida de capacidad
cognitiva y de habilidad motora digital. Meditar sobre qué tipo de maniobra hay que
realizar y llevarla a término será algo muy complicado en tales condiciones
emocionales.

 Noticias
 Caza
 Tiro
 Policial
 Militar
 Supervivencia
 BANCO DE PRUEBAS

Estas en Inicio Tiro Cuando la pistola no dispara: Encasquillamientos, trabas e


interrupciones
Cuando la pistola no dispara:
Encasquillamientos, trabas e
interrupciones
13 Ene, 2016 1.947 vistas 0 Ernesto Pérez Vera

Una interrupción o traba del arma de fuego durante un enfrentamiento es,


seguramente, la pesadilla de más de un profesional de las fuerzas y cuerpos de
seguridad. Incluso para quienes están altamente cualificados siempre será un motivo
extra de tensión. Durante el entrenamiento en la galería, un tirador se podrá permitir
una resolución más o menos hábil y rápida de la traba, pero en el curso de un
encuentro real debe efectuarse de modo súbito y con total eficacia y garantía de
seguridad. No siempre será fácil.

Son varias las modalidades de interrupción que una pistola puede sufrir durante una
sesión de tiro, y también pueden ser varios los motivos que las originan, tanto en un
entrenamiento como en un tiroteo real. Existen, por tanto, diversas formas de
solventar las trabas para devolver al arma a la situación de fuego.

Las trabas se pueden estudiar según el origen de las mismas. Principalmente se deben a
fallos mecánicos del arma, a fallos de alimentación y a fallos de la munición; si bien
algunos de estos problemas pueden ser causados directamente por una acción
involuntaria del propio tirador. Cuando la interrupción se produce a causa de una avería,
es muy difícil alcanzar una rápida resolución, incluso cuando se produzca durante una
práctica. No obstante, con un buen entrenamiento guiado profesionalmente,
cualquier traba podrá ser solucionada con cierta diligencia, aunque no tanto la
tara o rotura mecánica.
Las averías no se producen con
frecuencia durante una balacera, expresión sudamericana usada como sinónimo de
tiroteo. Pero cuando ocurren suelen ser debidas a problemas en el sistema de
percusión, extracción, o expulsión. La subsanación de una de estas averías es muy
complicada de llevar a cabo de modo inmediato. Suele ser precisa la intervención de un
mecánico armero, o de un manitas.

Las interrupciones casi siempre son provocadas por la munición: por una mala
alimentación del arma (a veces, como ya se dijo antes, propiciada por el tirador) o por
una mala expulsión de la vaina, causada, generalmente, por problemas en el cartucho.
En este mismo texto veremos, por separado, las deformaciones o alteraciones que se
producen en la cartuchería cuando los usuarios ejecutan malas praxis.

Acerrojamiento incompleto
La interrupción más sencilla de solucionar puede que sea la que llamaremos
acerrojamiento incompleto. Este mal acerrojamiento, u obturación incompleta, se
produce casi siempre que el tirador acompaña la corredera (carro en algunos
países) en su recorrido de avance al tiempo de alimentar la recámara. Los
instructores, para evitar esto, hacen hincapié en que la corredera se debe dejar avanzar
con toda la fuerza proporcionada por el muelle recuperador. En este caso, el mecanismo
que interviene es el interruptor o desconector de disparo. Al estar parcialmente abierta la
corredera (mal obstruida) este mecanismo impide que se pueda producir el disparo. Un
débil empuñamiento durante el tiro también favorece este mal.

El consumo de munición en mal estado, con poca fuerza, o escasa de carga de


proyección, también puede dar origen a este tipo de interrupciones. Cuando el
cartucho disparado carece de potencia, éste, mediante la vaina, no empuja hacia atrás la
corredera con energía bastante como para que esta alcance su posición más retrasada.
Por ello no regresará a la posición de cierre desde la más atrasada. La corredera, sin ese
completo recorrido, no se cierra y por tanto no obtura sus mecanismos.

Cuando esta traba se produce, la recámara queda entreabierta y deja ver levemente,
por la ventana de expulsión, la parte trasera del cartucho allí alojado. Por tanto, la
recámara queda incompletamente alimentada. Para dejar el arma presta en condiciones
óptimas de disparo, basta con dar un seco y brusco golpe sobre la parte trasera de la
corredera. Si el arma cuenta con martillo externo es mejor golpear la zona más alta del
carro, cerca del alza. Así se consigue que la corredera avance unos milímetros y
complete el cierre y sellado de la recámara. En cualquier caso, este golpe se debe aplicar
con la palma de la mano de apoyo, también llamada débil, en dirección “alza a punto de
mira”.
Seguramente huelga decir que para
ejecutar esta maniobra, como para cualquiera de las otras que se van a conocer y
analizar aquí, lo primero que hay que hacer es extraer el dedo del arco guardamonte, o
sea que ningún dedo debe estar en contacto con el disparador. Esto no solamente debe
aplicarse en estos casos, sino en todas aquellas manipulaciones en las que no exista
inmediata intención de disparar.

Si tras dos intentos (dos golpes secos con la mano) no se consigue obturar el arma, se
recomienda lo siguiente: extraer el cargador, tirar de la corredera para sacar el cartucho
o vaina que quedó “mal alojado” en la recámara (tirar dos o tres veces para garantizar la
operación), volver a introducir otro cargador o el mismo que se extrajo si es que aún
contiene munición…, y volver a montar la pistola. ¡Voila!, ya se podría disparar.

Fallo de disparo
Durante los entrenamientos, con las prisas y los nervios, a veces se produce una mala
introducción del cargador en su alojamiento, o sea en el brocal del cargador. De
producirse esto, la corredera no podría arrastrar el primer cartucho del cargador hasta la
recámara, al avanzar para alcanzar la obturación. Por ello, tras cerrarse la corredera y
ser presionado el disparador, no se produciría disparo alguno. La recámara se hallaría
vacía: ningún cartucho fue depositado en ella.

Otra incidencia muy similar a la anteriormente referida puede ser aquella en la que
estando correctamente introducido el cargador, éste se libera mediante la presión
accidental del retén del cargador. Presentada tal incidencia, el cargador se descolgaría
unos milímetros por la zona de carga. Cuando esto se produce, no siempre es detectado
con celeridad por el tirador. La situación, desde ese instante, es idéntica a la que vimos
antes. En un caso el cargador no estaba bien insertado, y aunque en el otro supuesto sí
estaba correctamente alojado, este fue parcialmente extraído por accidente.

La incompleta introducción del cargador


a veces es detectable a simple golpe de vista, pues suele quedar excesivamente
“asomado” por la empuñadura del arma. En ocasiones solamente se desprende hacia
abajo unos milímetros, pero estos son suficientes para propiciar el fiasco. Esta
modalidad de fallo de disparo lo es por mala alimentación. Más bien nula alimentación.
Es de fácil solución: solo hay que golpear el cargador con energía hacia el interior del
arma, tras lo cual nada más que restaría volver a montar la pistola. Si el arma contase
con seguro de cargador, mecanismo no recomendable en armas destinadas a tareas de
seguridad y defensa, el cartucho alojado en la recámara no podría ser disparado debido a
la incompleta introducción del propio depósito de munición.

Otra modalidad podría ser aquella en la que se presiona el disparador y, aun


ocupando un cartucho la recámara y el cargador su brocal, no se produce el tiro.
En estos casos el problema puede provenir de defectos en la munición, o de una avería
en el sistema mecánico de percusión. Si estamos ante la opción mencionada en
segundo lugar, la resolución será muy complicada in situ, pues se requerirá, casi
siempre, de la intervención de un armero, amén de precisarse, normalmente, de piezas
nuevas de recambio. Si por el contrario nos encontramos con un problema del cartucho,
salvar la traba sería cosa sencilla. En tal caso bastará con tirar hacia atrás de la corredera
y dejarla avanzar por sí sola. De este modo se consigue extraer el cartucho defectuoso
que ocupaba la recámara, mientras que a la par se vuelve a alimentar con el cartucho
que ocupaba el primer lugar en el cargador.

Fallo de expulsión
Este fallo casi siempre se presenta por mal estado de la carga de proyección del
cartucho, o por insuficiencia en la propia carga propelente. Cuando tal caso se
produce, la vaina suele quedarse en el interior de la recámara, aun cuando el proyectil
haya sido expulsado por la boca de fuego. Cabe la posibilidad de que la munición se
encuentre en perfecto estado, pero que el mecanismo de expulsión y/o extracción del
arma estén averiados, o hayan fallado.

También puede darse el caso de que la recámara esté ocupada por un cartucho entero y
percutido, el cual, por fallo de la cápsula de ignición (o de la pólvora), no ha
desembocado en el disparo. Esta traba ya ha sido analizada en los supuestos de fallo de
percusión, pero se vuelve a incluir en este punto por compartir el mismo método de
resolución. Puede ocurrir incluso que la vaina quede atrapada, tras el disparo, entre la
corredera y la parte anterior del cañón, o pillada en la propia ventana de expulsión sin
permitir el cierre del arma. En este caso, con un vistazo, se comprobar que la pistola
está interrumpida por el casquillo incompletamente expulsado: efecto chimenea.

Solventar una de estas interrupciones es una tarea rápida y fácil de llevar término.
Una vez detectado el problema solamente habrá que girar el arma hacia el lado de la
ventana de expulsión, para facilitar posteriormente la caída de la vaina hasta el suelo. A
la vez que se practica el giro antedicho, habrá que tirar hacia atrás de la corredera. Con
esta última maniobra se desprenderá la vaina. Tras ello, al avanzar nuevamente el carro
hacia delante, se introducirá un nuevo cartucho en la recámara (siempre que todavía
quede al menos uno en el cargador). Ni que decir tiene que esta maniobra, como
cualquier otra, hay que efectuarla dirigiendo la boca de fuego a una zona de no riesgo.
En caso de tener que solventar la traba en el transcurso de un enfrentamiento, el cañón
se dirigirá hacia el agresor.

Un agarre débil, suave o flojo de la empuñadura, también provoca la no


alimentación. En tal supuesto, tras disparar con la “mano-muñeca floja”, la vaina del
cartucho disparado podría quedar en modo “chimenea”, o similar, interrumpiendo el
avance de la corredera. Por consiguiente, la nueva alimentación no se produciría.

Doble Alimentación
Este supuesto es el que presenta más complejidad a la hora de lograr su resolución.
La doble alimentación se produce cuando un cartucho queda alojado en la
recámara durante la secuencia de tiro mientras otro, a la par, trata de acceder a la
misma sin que ello sea posible por hallarse ya ocupada. Esto provoca la inutilización
momentánea del arma. Un caos temporal, pero que puede resultar definitivo.

También podría producirse el disparo y que la vaina, durante el retroceso (buscando la


expulsión), se desenganchara de la uña extractora quedando nuevamente alojada en la
recámara. Esto supondría un grave inconveniente porque mientras eso podría estar
sucediendo, otro cartucho habría intentado ocupar la recámara. Otras veces será el
tirador quien, por no tirar completamente de la corredera hacia atrás al extraer un
cartucho, dejará la bala alojada mientras que en el avance incompleto de la corredera
otra haya tratado de llegar al mismo sitio, o sea también a la recámara.

Es frecuente que cuando se detecta una interrupción de acerrojamiento incompleto,


principalmente por acompañamiento del carro, el tirador trate de solventarla tirando de
la corredera en vez de golpearla hacia delante. Esto puede dar pie, también, a una doble
alimentación.

La maniobra que devuelve el arma a situación de tiro es la más laboriosa de


cuantas se han analizado aquí, hasta el momento, máxime si hay que ejecutarla bajo el
fuego. Una vez detectada la traba: con la mano débil debemos extraer el cargador con
energía (tirón). Tras ello hay que tirar enérgicamente hacia atrás de la corredera (dos
veces, para garantizar la extracción del cuerpo alojado en la boca de carga). A la par que
se hace lo anteriormente descrito, se debe girar el arma lateralmente hacia el lado de la
ventana de expulsión. Incluso se podría tener que volcar la pistola por la ventana en
dirección al suelo (esto dependerá del tamaño del hueco de expulsión).

Finalizada la maniobra, el cartucho o la vaina que ocupaba la recámara debería haber


caído ya al suelo, pudiendo insertarse nuevamente el cargador. Únicamente quedaría
volver a montar el arma, para que el primer cartucho que asoma por sus labios sea
introducido en la boca de carga, por acción del arrastre de la corredera en su recorrido
hacía delante.

Con el adiestramiento adecuado se puede practicar un truco que ayuda a garantizar el


regreso a la situación de fuego. Se trata de rozar o golpear el cargador con el muslo, por
la zona de los labios, una vez arrancando de su brocal. Con ello se consigue que el
díscolo cartucho que ocupa el primer lugar en el cargador caiga al suelo. Esta bala
siempre quedará sobresaliendo excesivamente de los labios del cargador y podría dar
pie a una nueva interrupción. Con esto se elimina ese riesgo.

Si el cargador que se ha extraído del interior del arma posee pocos cartuchos,
recomiendo dejarlo caer al suelo e introducir otro con más munición. Este abandono
solo es recomendable en caso de recarga de emergencia. Una vez resuelta la
interrupción, casi siempre se necesitará suficiente munición para afrontar una posible
nueva defensa. Así pues, mejor no tener que efectuar otro cambio de cargador tras la
incómoda y estresante maniobra anterior.

Algunos instructores enseñan a


desechar el cargador extraído y proponen usar siempre uno nuevo. La verdad es
que esta recomendación se traduce en una rápida solución, pero solamente es válida
para quienes portan suficientes cargadores y, además, los lleven colocados en el lugar
adecuado del cinturón, cosa poco frecuente. Si el cargador que se pretende reponer está
a trasmano y desperdigado sin sentido por el contorno del cinto, la maniobra no se
podrá ejecutar con la celeridad deseada y necesaria. Los cargadores de repuesto deben
estar, como todo el equipo, estratégicamente localizados en la cintura o en el chaleco
táctico. Todo no vale en cualquier sitio. Por cierto, si se presta servicio en unidades de
calle recomiendo ir provisto de dos cargadores de refuerzo, y si se trabaja en otros
destinos, también. Nunca se sabe, pero tampoco se debe caer en la paranoia.

Todas estas manipulaciones se pueden realizar con bastante rapidez, pero


requieren de entrenamiento guiado por instructores avezados. En una situación real
de confrontación armada todo será bastante más dificultoso. Lo que en el campo de tiro
resulta fácil y cómodo, en el momento crucial del “a vida o muerte” puede convertirse
en una tarea imposible de llevar a término.

El Tap-Rack-Bang (TRB)
De nombre onomatopéyico, esta técnica ofrece la posibilidad de devolver el arma a la
situación de fuego con garantía y seguridad. De modo muy rápido y eficaz, permite
solventar casi todas las modalidades de interrupciones estudiadas en los párrafos
precedentes. Las dos únicas trabas que no se pueden resolver con el TRB son la de la
doble alimentación y la del acerrojamiento incompleto.
Es cierto que cada tipo de interrupción tiene una manera directa de subsanación, pero
ello requiere que el tirador advierta, suficientemente, ante cuál de las modalidades de
traba se encuentra. Para discernir esto con suficiente claridad habría que consumir cierto
tiempo en observar el arma, pensar y decidir cuál de las técnicas conocidas se va a
usar…, y luego ejecutarla. Todo esto se puede hacer en un entrenamiento (invertir ese
lapso), pero es un lujo del que no siempre se disfrutará en una acción real. Además,
¿acaso en una confrontación seria se puede conservar capacidad cognitiva bastante
como para poder discernir eficazmente? ¿Se mantiene la habilidad digital suficiente
como para ejecutar tantas manipulaciones? No, rotundamente no. Ante tales situaciones
hay que simplificar. No debemos olvidar la ley de Hick para operaciones sencillas (Hick
y Hyman, 1951): el tiempo de respuesta es mayor cuando existen más estímulos donde
elegir.

El nombre de la técnica TRB nace del sonido que provocan las siguientes maniobras:

– Golpe a la base del cargador: Tap

– Tirar de la corredera hacia atrás para expulsar una vaina o un cartucho alojado en la
recámara, o incluso un casquillo atrapado en la ventana de expulsión, y liberar el carro
para alimentar nuevamente la recámara con otro cartucho: Rack

– Finalmente, el sonido del disparo que la traba impedía: Bang

La filosofía de esta técnica consiste en que en el momento que se accioné el disparador


y no se produzca el disparo, el tirador haga uso de la TRB sin demora de tiempo, aun
cuando no sepa la causa concreta de la interrupción, descartada previamente la doble
alimentación y el acerrojamiento incompleto. O sea:

1º.- Que golpee el cargador hacia dentro por si se trata de una mala alimentación por
alojamiento incompleto del cargador.

2º.- Que arrastre la corredera y posteriormente la libere por si hubiera una vaina o un
cartucho alojado en recámara (extraería el cuerpo allí instalado). Sirve también cuando
una vaina asoma por la ventana de expulsión a modo de chimenea. Tras esto, el arma
quedaría otra vez cargada. Puede que la pistola esté incluso sin alimentar por error u
olvido, pero tras estas manipulaciones quedará lista para hacer fuego.

3º.- Finalmente, siempre que no se esté ante una doble alimentación o un acerrojamiento
incompleto y si aún existen cartuchos en el cargador, ya se podría producir el bang, que
es el resultado pretendido: el disparo.

Todos los supuestos descritos son fácilmente reproducibles durante los entrenamientos.
Se pueden simular en las sesiones de tiro en seco y con fuego real dentro de la galería.
Para ello se deben emplear cartuchos dummys o aliviapercutores, los cuales,
debidamente mezclados con cartuchos cargados dentro del cargador, provocarán trabas
en la secuencia de fuego real. También producirá interrupciones el uso de cartuchos
débilmente cargados, pero esto puede propiciar accidentes: proyectiles encajados en el
interior del tubo-cañón.
Circunstancia poco estudiada
Durante las prácticas de tiro no son pocas las ocasiones en que se detectan problemas de
alimentación en las pistolas de los policías, estando motivadas, en este caso, por
defectos físicos de la munición. Los cartuchos que suelen producir estos fallos serán,
casi siempre, el primero o el segundo de los situados en la parrilla de salida del
cargador.

Quienes trabajan con cartucho en la recámara, cosa aconsejable si se está bien


adiestrado y debidamente concienciado y mentalizado, suelen meter diariamente uno de
los que se encuentra en el cargador. Casi siempre se hace montando el arma de modo
natural, esto es dejando avanzar la corredera. A la larga, tras muchas repeticiones, si
estas balas no son permutadas por otras nuevas, la maniobra provocará alteraciones
físicas en los cartuchos que día tras día son sometidos a tal fatiga.

Son dos las posibles modificaciones que


los cartuchos pueden sufrir por esta causa: la elongación y el acortamiento. La primera
modalidad aumenta la longitud total del cartucho. La otra forma es la contraria: acorta la
longitud total del cartucho, por inserción forzada del proyectil hacia el interior de la
vaina. Con ambas malformaciones se pueden sufrir muy serias interrupciones durante la
secuencia de tiro.

Debe saberse que de repetirse día tras día la maniobra de alimentación del arma y su
posterior vaciado para nuevamente proceder a la carga, dependiendo de qué tipo de
rampa de alimentación posea el arma, se producirá una u otra deformación en la
cartuchería. Esto ocurrirá si frecuente y prolongadamente en el tiempo se realizan tales
operaciones. Estas manipulaciones suelen ejecutarse durante las prácticas de tiro, o
durante la necesidad diaria de alimentar y vaciar el arma cuando se inicia y finaliza el
turno de servicio.

El mero hecho de que un cartucho permanezca por un excesivo espacio de tiempo


en los cargadores y en la recámara, y a la vez en sus fundas, ya es motivo de
desgaste. La inercia a la que está sometido el cartucho ubicado en la recámara puede
favorecer, a la larga, el alargamiento del cartucho por deslizamiento del proyectil
(efecto de la gravedad). Carreras, saltos, caídas, movimientos bruscos, etc., también
ayudarán a ello. La continua exposición al sol, al frío, a la humedad, a la lluvia y, en
general, a las inclemencias del tiempo, afectará negativamente al mantenimiento general
de la munición. Las armas y los cargadores de los profesionales de la policía, de la
milicia, o del sector privado de la seguridad, están expuestos durante años a todos estos
cambios y circunstancias.

El acortamiento de la longitud del cartucho se produce por el continuo choque del


proyectil contra la rampa de alimentación de la recámara. Esto será más frecuente en
según qué tipo de armas. Tampoco hay que despreocupar la limpieza y el
mantenimiento del arma y la buena conservación y calidad de la cartuchería.

Para evitar las alteraciones métricas de los cartuchos existen varios remedios básicos y
generales:

a) Se recomienda cambiar la munición de los cargadores con cierta frecuencia, sea o no


sea utilizada en maniobras de ejercitación de alimentación, u otras manipulaciones.

b) Para practicar la alimentación del arma, o la resolución de interrupciones, siempre


deben emplearse cartuchos de manipuleo, o aliviapercutores. De este modo se reduce la
posibilidad de una descarga involuntaria y se evita fatiga innecesaria a los cartuchos
cargados.

Para acabar, no me quiero sustraer al impulso de recordar que el cuerpo humano


experimenta una serie de cambios biológicos y psicofísicos autónomos que afectan
positiva y negativamente al comportamiento del organismo, cuando se perciben
acciones hostiles graves. Uno de los puntos negativos es la pérdida de capacidad
cognitiva y de habilidad motora digital. Meditar sobre qué tipo de maniobra hay que
realizar y llevarla a término será algo muy complicado en tales condiciones
emocionales.

 Noticias
 Caza
 Tiro
 Policial
 Militar
 Supervivencia
 BANCO DE PRUEBAS

Estas en Inicio Tiro ¿Sabes apuntar con una pistola? El Servicio Secreto de EEUU te
dice cómo hacerlo
¿Sabes apuntar con una pistola? El
Servicio Secreto de EEUU te dice cómo
hacerlo
8 Jun, 2015 3.679 vistas 1 Rafa Fernández

Disparar con precisión un arma corta es una tarea mucho más complicada de lo que
en un principio muchos podrían pensar. Saber alinear de forma correcta los elementos
de puntería y enfocar la visión en el punto exacto es un elemento clave para poder
acertar en el centro de la diana. Esta imagen explicativa, difundida por el Servicio
Secreto de Estados Unidos, nos ayuda gráficamente a entender cómo hacerlo.
El tiro de precisión con arma corta es
una de las disciplinas más complejas en lo que a manejo de armas de fuego se refiere. El
tirador debe aprender a “parar” el arma tras cada disparo, a evitar y controlar el
gatillazo (arrastre del disparador), a disparar a ser posible con los dos ojos abiertos… y
por supuesto, a enfocar correctamente el alza y el punto de mira de su pistola o revólver
en conjunción con el blanco sobre el que pretendemos acertar.

Dominar toda esta técnica de tiro no se aprende de un día para otro y suele conllevar
muchas horas de entrenamiento y mucha munición gastada por el camino. Ahora bien,
gracias a gráficos como este elaborado por el James J. Rowley Training Center
(JJRTC), perteneciente al Servicio Secreto estadounidense, podemos ahorrarnos un
buen trecho en nuestro camino hacia el deseado 10.

Como se aprecia en la citada imagen, existen 3 formas de apuntar con nuestra arma
corta contra un blanco de competición. 2 de ellas son incorrectas, y si las ejecutamos,
seguramente nos llevarán a cometer un error:

– 1ª forma incorrecta de apuntar: cuando el tirador centra y enfoca su visión


únicamente en el objetivo. En este caso, el blanco se aprecia perfectamente,
distinguiendo los círculos concéntricos de la puntuación. Sin embargo, los elementos de
puntería se pierden por completo en una visión borrosa y totalmente desenfocada.

– 2ª forma incorrecta de apuntar: cuando el tirador centra y enfoca su visión en el


alza trasera de su arma. En este caso, la que aparece completamente desenfocada es la
diana, ya que los ojos del tirador están centrados únicamente en enfocar los dos puntos
del alza trasera-

Pero también existen una forma correcta de apuntar: cuando el tirador centra y
enfoca su visión en el punto de mira delantero, dejando a medio enfocar el alza
trasera y la diana de fondo. De esta forma, el tirador consigue “meter” o alinear en el
mismo punto todos los elementos de puntería: las dos miras (delantera y trasera) y el
objetivo. Como se aprecia en la imagen, los puntos del alza trasera y la diana se
aprecian ligeramente borrosos, aunque visibles. Esta es la clave y el punto exacto al que
hay que llegar.
Como decimos, apuntar de forma correcta puede parecer a priori una tarea sencilla,
aunque en realidad no lo sea tanto. Se necesita practicar y sobre todo entrenar en seco
para acostumbrar a nuestros ojos y a nuestro cerebro a este tipo de enfoque, que es el
que nos ayudará a conseguir grandes puntuaciones y precisos disparos.

Categorias: Tiro

También podría gustarte