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Y Cartílagos
Y Cartílagos
En la revolución Saturnina del Período Terrestre, el cuerpo denso adquirió la aptitud de desarrollar y formar
un cerebro, convirtiéndolo así en vehículo para el germen de la mentalidad que se le agregaría posteriormente.
Se le impartió el impulso para formar la parte frontal del cerebro. El cerebro y el sistema nervioso son la más
elevada expresión del cuerpo de deseos. Ellos son los que evocan las imágenes del mundo exterior; pero, en
este proceso de formar imágenes mentales, la sangre es la que aporta el material necesario para ellas. De ahí
que cuando el pensamiento está en actividad la sangre fluya hacia la cabeza.
En el ser humano el cerebro es el eslabón entre el espíritu y el mundo externo. No puede conocer nada del
mundo exterior sino merced al cerebro. Los órganos de los sentidos son meramente los que transmiten al
cerebro los impactos recibidos del exterior y el cerebro mismo es el instrumento que los coordina e interpreta.
El espíritu, ayudado por los ángeles, formó el cerebro para adquirir conocimiento del Mundo Físico. Cuando
el Ego entró en posesión de sus vehículos fue necesario que usara una parte de su poder creador para la
formación del cerebro y de la laringe. Los Espíritus Luciféricos son los instigadores de todas las actividades
mentales, merced a la parte de energía sexual que es llevada hacia arriba para operar en el cerebro. De esta
manera, la entidad en evolución logró obtener la conciencia cerebral del mundo externo a costa de la mitad de
su poder creador.
Los fisiólogos han descubierto que ciertas regiones cerebrales están destinadas a actividades mentales
particulares, y la frenología ha llevado esta rama de la ciencia mucho más allá. Ahora bien, se sabe que el
pensamiento rompe y destruye tejidos nerviosos. Tanto éste como los demás desgastes del cuerpo son
reparados por la sangre. Cuando el corazón se haya convertido finalmente en un músculo voluntario, la
circulación de la sangre quedará bajo el control absoluto del unificante Espíritu de Vida, y entonces éste
tendrá el poder de impedir que la sangre afluye a aquellas zonas de la mente que se dediquen a objetivos
egoístas, con el resultado de que esos centros se irán atrofiando gradualmente.
El conocimiento cerebral, con su consiguiente egoísmo, fue obtenido por el ser humano al costo de poder
crear por sí solo. Logró igualmente su libre albedrío al costo del dolor y de la muerte, pero una vez que el ser
humano aprenda a utilizar su intelecto en beneficio de la humanidad, entonces adquirirá poder espiritual sobre
la vida, y, además, será guiado por un conocimiento innato de orden muchísimo más elevado que su actual
conciencia cerebral, tan superior a esta como la conciencia cerebral lo es a la que tienen los animales
inferiores. En el mejor de los casos, el cerebro no es más que un instrumento para obtener conocimiento
indirecto y será sobrepasado por el contacto directo con la Sabiduría de la Naturaleza, que el ser humano
podrá entonces utilizar para la creación de nuevos cuerpos sin ninguna otra cooperación.
En el Periodo Lunar fue necesario reconstruir el cuerpo denso para que pudiera ser impregnado o
interpenetrado por un cuerpo de deseos, a la vez que pudiera desarrollar un sistema nervioso, muscular,
cartilaginoso y un esqueleto rudimentario. Esta reconstrucción fue la obra de la revolución Saturnina del
Periodo Lunar.
La reconstrucción del cuerpo denso en la revolución Saturnina del Periodo Terrestre dio el primer impulso a
la división incipiente del sistema nervioso, que luego ha ido adquiriendo más y más importancia en sus
subdivisiones: el sistema voluntario y el simpático. Este último fue el único que se desarrolló en el Período
Lunar. El sistema nervioso voluntario (que ha transformado el cuerpo físico de un simple autómata accionado
por estímulos externos, hasta el instrumento extraordinariamente capaz de ser guiado y controlado por el Ego
que es ahora) sólo fue agregado en el actual Periodo Terrestre.
Cuando se produjo la división entre el Sol, la Luna y la Tierra en los primeros tiempos de la Época Lemúrica,
la parte más desarrollada de la humanidad naciente experimentó una división en el cuerpo de deseos,
formándose como una parte superior y otra inferior. El resto de la humanidad hizo otro tanto, pero solo en la
primera parte de la Época Atlánte. Esta parte superior del cuerpo de deseos se convirtió en algo así como un
alma animal y construyó el sistema nervioso cerebroespinal y los músculos voluntarios, por cuyo intermedio
controlaba la parte inferior del triple cuerpo, hasta que se obtuvo el eslabón de la mente.
Parte del sistema muscular involuntario es controlado por el sistema nervioso simpático.
El asiento o sede del espíritu humano está primariamente en la glándula pineal y secundariamente en el
cerebro y el sistema nervioso cerebroespinal, que controla los músculos voluntarios.
La Sangre.
El estudio de la sangre es algo muy profundo y trascendental, desde cualquier punto de vista que lo
consideremos. Mefistófeles tenía razón al decir que "la sangre es una esencia muy especial”. Ella es la que va
formando el cuerpo físico desde el momento en que la simiente atómica queda depositada en el óvulo, hasta
que se produce la ruptura del cordón plateado, que termina con la existencia material, siendo uno de los más
elevados productos del cuerpo vital y el que lleva la nutrición a todas las partes del cuerpo. Es el vehículo
directo del Ego, inyectándose en ella todo pensamiento, sentimiento o emoción transmitidos a los pulmones.
Durante la infancia y hasta los 14 años, la médula rojiza de los huesos no forma todos los corpúsculos
sanguíneos, sino que la mayoría son suministrados por la glándula Timo, que es muy grande en el feto y que
gradualmente disminuye de tamaño conforme la facultad individual de crear su propia sangre va aumentando
en el niño. La glándula Timo contiene, por decirlo así, una reserva de corpúsculos sanguíneos suministrados
por los padres y, consiguientemente, el niño, que extrae su sangre de esta fuente, no puede realizar su
individualidad. Hasta que el niño mismo no es capaz de crear su propia sangre, no puede pensar plenamente
de si mismo como “yo”, y cuando la glándula tímica desaparece a la edad de 14 años, el sentimiento del "yo"
alcanza toda su expresión, porque entonces la sangre es fabricada y dominada completamente por el Ego. Lo
siguiente aclarará este concepto y demostrará su lógica:
Se recordará que la asimilación y el crecimiento dependen de las fuerzas que operan sobre el polo positivo del
éter químico del cuerpo vital. Este cuerpo queda en libertad a los siete años, juntamente con el resto de dicho
cuerpo. Sólo el éter químico está completamente maduro a esa edad, pues los otros necesitarán un poco más
de maduración, por así decirlo. A los 14 años el éter de vida del cuerpo vital, que es el que actúa en la
propagación, está completamente maduro. En el período que transcurre entre los siete y los catorce años de
edad, la asimilación excesiva ha ido acumulando un acopio de energías que va a parar a los órganos sexuales
y está en disponibilidad en cuanto el cuerpo de deseos queda en libertad.
La fuerza sexual se va acumulando en la sangre durante el tercero de los períodos septenarios, y en ese tiempo
el éter luminoso, que es el generado o conductor del calor sanguíneo, se desarrolla por completo y controla el
corazón, de manera que el calor del cuerpo no sea ni demasiado alto ni excesivamente bajo. En la temprana
infancia la temperatura suele subir anormalmente. Durante el periodo de crecimiento excesivo puede ocurrir
lo contrario, y en la juventud engreída, testaruda e incontrolada, la pasión y el genio arrastran muy a menudo
al Ego con la sangre sobrecalentada. Es con suma, propiedad que decimos entonces que el individuo está
"hirviendo" y