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La guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, se libró

desde el 9 de septiembre de 1932 hasta el 14 de junio de


1935, por el control del Chaco Boreal. Fue la guerra más
importante en Sudamérica durante el siglo XX d. C.. En los
tres años de duración, Bolivia movilizó 250 000 soldados y
Paraguay 120 000, que se enfrentaron en combates en los
que hubo gran cantidad de bajas (60 000 bolivianos y
30 000 paraguayos), gran cantidad de heridos, mutilados y
desaparecidos. Los distintos tipos de enfermedades tanto
físicas como psicológicas, la característica hostil del teatro de
operaciones y la falta de agua y mala alimentación
produjeron el mayor porcentaje de bajas y afectaron la salud
de los soldados sobrevivientes, a muchos de por vida.

El enfrentamiento consumió ingentes recursos económicos


de ambos países, de por sí muy pobres. Paraguay abasteció a
su ejército con la gran cantidad de armas y equipos
capturados en distintas batallas. Terminada la guerra,
algunos excedentes los vendió a España (Decreto-ley 8406,
15 de enero de 1937).

El cese de las hostilidades se acordó el 14 de junio de 1935.


Bajo la presión de Estados Unidos, por un tratado secreto
firmado el 9 de julio de 1938, Paraguay renunció a
110 000 km² ocupados por su ejército al cese de las
hostilidades.1 El Tratado de Paz, Amistad y Límites se
firmó el 21 de julio de 1938 y el 27 de abril de 2009 se
estableció el acuerdo de límites definitivo. La zona en litigio
quedó dividida en una cuarta parte bajo soberanía boliviana
y tres cuartas partes bajo soberanía paraguaya. Bolivia
recibió una zona a orillas del alto río Paraguay.

Índice
Descripción de la región en litigio
Antecedentes y causas
Comandantes en jefe de los ejércitos
Comandantes bolivianos
Comandante paraguayo

Estrategias de los ejércitos


Estrategia boliviana
Estrategia paraguaya
Ataque al fortín Carlos A. López
Escalada boliviana
Reacción paraguaya

Primera ofensiva paraguaya (septiembre-diciembre de


1932)
Batalla de Boquerón
Caída del fortín Arce y retirada hacia Saavedra

Ofensiva boliviana (diciembre de 1932-agosto de


1933)
Nombramiento del general Hans Kundt
Primer ataque a Nanawa
Primer ataque a Nanawa
Primera batalla de Fernández (Herrera)
Batallas de Corrales y Toledo
Primera batalla de Alihuatá
Retirada paraguaya de Campo Jordán
Segunda batalla de Fernández (Herrera)
Actividad diplomática y declaración de guerra
Segundo ataque a Nanawa
Cerco en Gondra
Ataque al fortín Rojas Silva (Falcón)

Segunda ofensiva paraguaya (septiembre-diciembre


de 1933)
El cerco de Campo Grande
Segunda batalla de Alihuatá
Rendición en Campo Vía

Armisticio y creación del segundo ejército boliviano


Tercera ofensiva paraguaya (enero-diciembre de 1934)
Caída del fortín Magariños y batalla de Cañada
Tarija
Magariños
Cañada Tarija
Batalla de Cañada Strongest
Estancamiento de las operaciones
Avance relámpago hacia Carandaitý
Avance boliviano en el desierto
Cerco en Puesto Burro
Cerco en Algodonal-La Rosa
Batalla de El Carmen
«Corralito de Villamontes»
Maniobra de Yrendagüé
Batalla de Ybibobó

Creación del tercer ejército boliviano y batallas finales


Batalla de Villamontes
Batalla de Pozo del Tigre-Ingavi
Fin de la guerra
Acuerdo limítrofe
Referencias
Bibliografía citada
Bibliografía recomendada
Enlaces externos

Descripción de la región en litigio


La región central sudamericana conocida como el Gran Chaco se divide, de norte a sur, en tres regiones: Chaco Boreal ―al norte
del río Pilcomayo―, el Chaco Central ―entre ese río y el río Bermejo―, y al sur de este último el Chaco Austral. El área disputada
entre Bolivia y Paraguay correspondió exclusivamente al Chaco Boreal.

El Chaco Boreal posee una extensión de aproximadamente 650 000 km2 (semejante a Francia) y, hasta fines de la década de
1920, estuvo casi despoblado y sin explorar. Sus límites son: al sur el río Pilcomayo y Argentina; al este, el río Paraguay y la
región oriental de Paraguay; al noroeste, la precordillera boliviana y al noreste, las regiones selváticas de Brasil y Bolivia.

La región estaba cubierta por bosques, matorrales espinosos y palmeras. En la franja


cercana al río Paraguay, se explotaba el quebracho colorado para la producción del
tanino. El desarrollo de la agricultura en esa época era escasa.

El monte [chaqueño] es el absurdo materializado en árboles. Es el terrible


mundo de la desorientación. En todas partes es el mismo, bajo, sucio,
verde terroso. […] Sus árboles no son árboles, son espantajos de formas
torturadas, en cuya corteza rumian su miseria fisiológica espinas y
parásitos [que] crecen prendidos a una tierra estéril e infecunda, por eso
viven y mueren sin adornar sus ramas con la verde caricia de la hoja ni el
milagro luminoso del fruto.
Paisaje del Chaco Boreal, el árbol
Carlos Arce Salinas, excombatiente y político boliviano; es el quebracho colorado
en (Arce Aguirre, 2009, p. 32) (Schinopsis balansae).

El clima de tipo semitropical era semiestépico en el sector oriental, y continental en el


sector occidental. La temperatura podía llegar a los casi 50 °C en verano, y ser inferior a los 0 °C. en el invierno. Era el hábitat de
una gran variedad de serpientes venenosas y de insectos portadores de enfermedades, como la vinchuca y el mosquito. El agua
era escasa y salobre en las zonas centrales; los pocos pozos y lagunas existentes tuvieron una importancia vital durante la guerra
pero la contaminación de los mismos produjeron muchas bajas por disentería.

Hay un magnífico pozo de agua en Platanillos. Los paraguayos al retirarse le pusieron una bomba. Tiene
40 metros de profundidad y se hacen esfuerzos por rehabilitarlo. Pero su agua es intomable por lo
nauseabunda. Se ha extraído ya enorme cantidad de agua, es cristalina pero infecta, hedionda a
curtiembre, a cueros podridos. Se espera el resultado de los análisis de Villa Montes.

Luis Fernando Guachalla, pagador del Segundo Cuerpo boliviano, 5 de marzo de 1933;
en (Guachalla, 1978, p. 248)

Durante la temporada de lluvia, de diciembre a mayo, los pocos caminos, que eran senderos polvorientos durante la mayor parte
del año, se convertían en fangales intransitables debido a la poca permeabilidad del suelo. Esta inhóspita región fue muchas
veces el enemigo principal que enfrentaron ambos contendientes.

Antecedentes y causas
Véase también: Tratados limítrofes entre Bolivia y Paraguay anteriores a la Guerra del Chaco
Los antecedentes y causas de la guerra del Chaco son complejos. Cuando Bolivia y Paraguay se volvieron estados independientes
heredaron de la época colonial una vaga determinación de los límites de esa zona inhóspita y despoblada por lo que tuvieron que
fijar sus respectivas jurisdicciones de acuerdo con documentos muchas veces contradictorios o mediante el trazado de líneas
geodésicas. Los cuatro tratados de límites que se acordaron entre 1879 y 1907 no fueron aceptados definitivamente por ninguna
de las partes. Cuando Bolivia perdió la salida al océano Pacífico, como consecuencia de la Guerra del Pacífico (1879), esa región
adquirió un valor estratégico para ese país: la ocupación del Chaco Boreal fue necesaria para salir al océano Atlántico por el
río Paraguay. Ambos países realizaron pocas expediciones al Chaco. Otra causa fue la supuesta existencia de petróleo en el
subsuelo chaqueño que Standard Oil ya extraía en sus bordes serranos. Esa empresa había fracasado en su intento por sacar el
petróleo boliviano por un oleoducto en territorio argentino hasta la refinería que tenía una subsidiaria suya sobre el río Paraná
quedándole como única opción cruzar por el Chaco Boreal hacia el río Paraguay, lo más al sur posible.2

Paraguay, unas décadas antes, había sido devastado por la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870). Una de las consecuencias fue
la pérdida de enormes territorios en la zona oriental. Respecto del Chaco Boreal, Argentina pretendió incorporar una parte a su
territorio, pero tras recurrir en 1879 al arbitraje del presidente estadounidense Rutherford Hayes, este falló que la zona
comprendida entre el río Pilcomayo y el Verde, al norte, correspondía al Paraguay. Con estos antecedentes, era difícil que ese país
pudiera aceptar las pretensiones bolivianas sobre el Chaco Boreal.

Comandantes en jefe de los ejércitos


Comandantes bolivianos
Durante la guerra del Chaco, el ejército boliviano fue dirigido sucesivamente por cuatro
generales:

Filiberto Osorio (desde septiembre a octubre de 1932);


José Leonardo Lanza (desde octubre a diciembre de 1932);
Hans Kundt (desde diciembre de 1932 a diciembre de 1933);
Enrique Peñaranda Castillo (desde diciembre de 1933 hasta finalizar la guerra).
Detrás de ellos tuvieron fuerte influencia el presidente Daniel Salamanca y la oligarquía
boliviana. Osorio y Kundt fueron sustituidos por errores de conducción y motivos políticos.

Hans Kundt fue la principal figura militar en Bolivia en las dos décadas anteriores a la Daniel Salamanca, presidente
guerra. Llegó al país el 11 de marzo de 1911, con el grado de mayor, encabezando una de Bolivia entre 1931 y 1934.
misión de 18 militares alemanes contratada por el estado boliviano para reorganizar el
ejército. Su buena actuación, exclusivamente técnica, le valió el ascenso a general del
ejército boliviano.
En 1914, estando de vacaciones en Alemania estalló la primera guerra mundial. Participó
esencialmente en el frente oriental y luego en el frente occidental. Se retiró del ejército
alemán con el grado de general y regresó a Bolivia en 1921 como un civil. Fue nuevamente
contratado por el presidente Saavedra, se nacionalizó boliviano en 1921 y asumió la jefatura
del Estado Mayor hasta 1926, pero con funciones cada vez más ligadas con la política interna
boliviana. A mediados de 1930, intentó orientar a los oficiales bolivianos en cuestiones
políticas a favor de la reelección del presidente Hernán Siles. Cuando este fue derrocado,
tuvo que exiliarse.

En diciembre de 1932, ya con 63 años, fue llamado por el Gobierno para dirigir al ejército
boliviano en campaña. Fue calificado como oficial tropero, por no poseer estudios de Estado
Mayor, lo que influyó en la deficiente movilización del ejército boliviano en 1928 con su
secuela de saqueos, disturbios, amotinamientos y deserciones. No solo tuvo que enfrentar al
ejército paraguayo, sino también a las intrigas de los oficiales del alto mando boliviano. En
General Hans Kundt.
diciembre de 1933, tras los sucesivos fracasos en Nanawa, Campo Grande y en
Alihuatá-Campo Vía, fue destituido por Daniel Salamanca. Abandonó Bolivia y falleció en
Suiza seis años después.

Enrique Peñaranda Castillo fue elegido por el presidente Salamanca como sucesor de
Kundt por haber escapado del cerco de Campo Vía, hecho que no fue cierto y que
Peñaranda evitó aclarar.3
Participó, antes de la guerra, en el engaño del alto mando boliviano al presidente Salamanca
con motivo de la ocupación del fortín paraguayo Carlos A. López, amparándose en la
obediencia debida.4

Enrique Peñaranda.
Careciendo de un punto de vista estratégico propio, y engañoso casi por omisión
en sus relaciones civil-militares, Peñaranda era una misteriosa mezcla de
«camaradería de rancho», que le daba acceso a las sugerencias de los subordinados y de intolerancia
cuartelera cuando estaba irritado (complicando así sus relaciones con Salamanca).

(Dunkerley, 1987, p. 223)

El general Peñaranda continúa siendo el hombre sin carácter ni iniciativa propia. Esta impresión se ha
hecho conciencia en el ejército y nadie la disimula.

Salamanca, en (Querejazu Calvo, 1981)

Si bien presentó su renuncia dos veces antes de la batalla de El Carmen, el presidente Salamanca hizo caso omiso de ellas porque
consideró que las distintas fracciones del ejército lo respetaban porque no hacía sombra a nadie.5
Salamanca lo responsabilizó por la derrota en El Carmen e intentó sustituirlo.6 Este hecho motivó que el 27 de noviembre de
1934, Peñaranda encabezara el motín conocido como el Corralito de Villamontes y que por haber sucedido en tiempos de guerra
fue calificado como de «traición a la Patria».7

Poco tiempo después Peñaranda no pudo evitar el colapso del Segundo Cuerpo boliviano frente a La Faye al no imponer su
autoridad al coronel David Toro para que se retirara a un lugar más seguro.8 A partir de ese momento, y con el ascenso del
coronel Toro al cargo de jefe del estado mayor, comandó el ejército casi en forma colegiada con él. El historiador Bruce W. Farcau
sostiene que está pendiente de evaluación si la conducción de Peñaranda no fue peor que la del denostado Kundt.9

Comandante paraguayo
En contraste con los sucesivos comandantes en jefe bolivianos, el ejército paraguayo fue
dirigido por José Félix Estigarribia desde el comienzo hasta finalizar la guerra, periodo en el
cual nunca abandonó el Chaco.

José Félix Estigarribia: De extracción social humilde, realizó estudios superiores en la


Facultad de Agronomía. Luego de obtener el diploma cambió de carrera y en 1910 se alistó en
el ejército con el rango de teniente de infantería. De 1911 a 1913, asistió a la Escuela Militar
Bernardo O’Higgins, en Chile. En 1917, debido a sus aptitudes, fue ascendido a capitán. Fue
seleccionado para asistir al curso de Estado Mayor en la École Supérieure de Guerre en
Francia. Era un estudioso de la guerra de movimiento superadora de las estrategias de la
Primera Guerra Mundial. Su primera experiencia militar en el desierto lo hizo en Marruecos,
en las operaciones que realizó el ejército francés al mando del mariscal Louis Lyautey. En
1927 culminó el curso de tres años de duración y en 1928 fue nombrado jefe de Estado José Félix Estigarribia.
Mayor. Cuando la guerra parecía inevitable, el Gobierno decidió que Estigarribia era el
hombre más capacitado para dirigir al ejército paraguayo.

En abril de 1931 fue ascendido a teniente coronel y el 18 de junio asumió el comando de la 1.ª División con asiento en el puerto
Casado, en el Chaco Boreal. Después de la batalla del fortín Boquerón, en septiembre de 1932, fue ascendido a coronel, grado con
el cual comandó el ejército paraguayo hasta septiembre de 1933. Tras el exitoso cerco de Campo Grande fue ascendido a general.
Era un hombre tranquilo, serio y austero, en su inconfundible uniforme con las mangas siempre cortas. El buen conocimiento de
cada oficial bajo su mando le permitió exigir a cada uno el máximo de esfuerzo que podía dar. Dirigió las operaciones desde muy
cerca del frente para agilizar la toma de decisiones y dejó en libertad a sus oficiales para que realizaran las operaciones tácticas
que el momento y lugar lo requirieran. Se lo ha criticado por haber sido excesivamente conservador en los primeros meses del
conflicto. Su mayor logro estratégico fue conducir la guerra en el desierto chaqueño como si se tratara de una batalla naval.

Estrategias de los ejércitos

Estrategia boliviana
La estrategia boliviana se apoyó en la indudable superioridad de recursos
económicos y de población (3 a 1) que tenía sobre Paraguay. Para el Estado
Mayor boliviano la ocupación del Chaco y el acceso al río Paraguay era más un
problema diplomático que militar.

El teniente coronel Ángel Rodríguez consideraba que solo había agua


suficiente para enviar a cinco mil hombres, y que solo las unidades Camión Ford similar a los que usaron
Bolivia y Paraguay.
no más grandes que una compañía podrían maniobrar entre los
arbustos, mientras que Kundt seguía firmemente convencido de que
tres mil hombres bastarían para tomar Asunción.

(Dunkerley, 1987, p. 207)


No se tuvo en cuenta la historia de ese pequeño país ubicado al sur y a la importancia que le daba a la posesión del Chaco Boreal.
En 1928, el doctor Salamanca, para quien Paraguay era «la más miserable de las republiquetas de Sudamérica»,10 decía:

Bolivia tiene una historia de desastres internacionales que debemos contrarrestar con una guerra
victoriosa […]. Así como los hombres que han pecado deben ser sometidos a la prueba del fuego para
salvar sus almas […] los países como el nuestro, que han cometido errores de política interna y externa,
debemos y necesitamos someternos a la prueba del fuego, que no puede ser otra que el conflicto con el
Paraguay […] único país al que podemos atacar con seguridades de victoria.

Salamanca, en (Antezana Villagrán, 1982, p. 12/13 v. 2)

Comenzada la guerra, Bolivia no realizó una movilización total, consideró que era suficiente llevar adelante una guerra
económica y que no alterara la vida cotidiana de la población.11

Por estas razones no se intentó mejorar el abastecimiento hasta el lejano frente chaqueño construyendo una línea férrea hasta
Muñoz y el imprescindible puente sobre el río Pilcomayo.12 Las tropas fueron transportadas en camión y ferrocarril hasta
Villazón, desde allí en camión hasta Tarija y desde ese punto a pie hasta Villamontes, la base principal en el Chaco. Desde allí los
soldados tuvieron que marchar hasta 400 km a través del polvo, barro y el calor sofocante del Chaco Boreal. El medio básico de
transporte fue el camión, y estos siempre escasearon. El presidente Salamanca preguntó al Jefe de Estado Mayor:

Dígame señor general, ¿qué piensan hacer con los 600 camiones y qué han hecho con los últimos 20 que
he comprado hace dos meses?

(Dunkerley, 1987, p. 214)

Para cubrir las seis etapas del tramo Villazón-Muñoz se necesitaban 480 camiones. Como solo había unidades para los
pertrechos y sobre todo el agua, los soldados tuvieron que movilizarse a pie durante toda la guerra. Los vehículos estuvieron
limitados a su vez por los malos caminos, todos de tierra y que las lluvias hacían intransitables.13

Bolivia priorizó la ocupación territorial para justificar «de facto» sus derechos (Véase Incidente de laguna Pitiantuta). La pérdida
de un fortín fue vivido dramáticamente por el pueblo, el Gobierno y el ejército boliviano hasta el punto de ocultarse la
información entre sí.14 Los partidos políticos, el regionalismo y la prensa de la oposición no perdieron ninguna oportunidad para
criticar al presidente Salamanca y al alto mando con el único objetivo de lograr una mayor cuota de poder.15

La preparación de los oficiales y la del mismo Kundt no estaban actualizadas. El Colegio Militar era refugio de estudiantes
réprobos y bachilleres fracasados.16 Muy pocos recibieron capacitación superior una vez egresados de ese Colegio, dentro o fuera
del país.17 Los ascensos se digitaron políticamente en negociaciones abiertas. La misión militar española que llegó en febrero de
1931 observó que se enseñaba materias elementales como álgebra a coroneles y topografía a egresados de la Escuela Superior de
Guerra.18 Primaban las doctrinas de la Primera Guerra Mundial con sus ataques frontales con enorme costo en vidas y que ya
estaban siendo superadas por concepciones más modernas. Antes que comenzara la guerra, pese a los años a cargo del ejército
boliviano, el general Hans Kundt nunca estuvo en el Chaco.19

Para los soldados que venían del altiplano fue difícil adaptarse física y psíquicamente al hábitat chaqueño. La unidad del pueblo
frente a la guerra fue débil debido al anacrónico feudalismo agrario boliviano.20 En 1927, al norte de Potosí, los llamados
«campesinos» se levantaron contra la oligarquía terrateniente boliviana en tres oportunidades; Eduardo Nina Quispe
(1930-1933) luchó por una República de Naciones y Pueblos Originarios y en 1935 se masacró a campesinos en Pucarani para
obligarlos a ir a la guerra.

El soldado Aymará, que no conocía el castellano, fue ciegamente a la guerra (y a la muerte) sin saber el por qué.21 Uno de ellos
preguntó a su sargento: «¿Y quién, pues, jefe, es nuestro enemigo? ¿Son los cochabambinos?».22

El indio iba a la guerra, pero no le gustaba naturalmente porque no tenía conciencia patriótica ¿cómo era
posible tenerlo como soldado al indígena sin forzarlo?

J. Espada Antezana, ministro de Guerra de Bolivia,


en (Arce Aguirre, 1987, p. 258).
¿Los indios son cobardes? No saben a conciencia qué es la Patria, pero se empeñan en fiera lucha contra
quienes intuyen que son sus adversarios o, más propiamente, contra los oficiales que los comandan.

Subteniente boliviano Alberto Taborga,


en (Dunkerley, 1987, p. 244)

La relación entre Salamanca y el alto mando y la de estos entre sí fue difícil durante toda la guerra ya que muchos tenían
ambiciones políticas y corporativas que afectaban la conducción de las operaciones.

La clase militar había llegado a formar una especie de casta privilegiada, cuidadosamente cerrada a los
profanos, de acceso exclusivamente oficial y cuyos componentes progresaban masónicamente en grados y
emolumentos por acción del tiempo […] Unidos en estrecha solidaridad de intereses, frente al Gobierno y
a la nación toda, […], acabaron por mostrar, al contacto con la guerra, toda la soberbia de que estaban
penetrados. […] Desgraciadamente tanta soberbia militar iba acompañada de la incapacidad y de la
derrota, con todas sus funestas consecuencias. […] Se crearon en el Chaco un campo propio y cerrado en
que ellos pudiesen moverse con entera libertad. Eso sí, pedían soldados, camiones, provisiones, armas y
municiones en cantidades crecientes sin atender a las posibilidades financieras que limitaban los
esfuerzos del Gobierno (a pesar de su buena voluntad).

Salamanca, en (Guachalla, 1978, p. 90 y 91)

Algunos historiadores, Querejazu Calvo entre ellos, caracterizaron al ejército boliviano de entonces como un «ejército colonial»
porque era una fuerza fundamentalmente dirigida a la represión interna, que carecía de apoyo popular, que estaba dividido
racialmente y que era utilizado para defender un sistema político que ya estaba en proceso de desintegración.23

La compra de armamentos, a fines de la década del 20, fue desproporcionada frente al probable enemigo, el ejército paraguayo.
Esto despertó la inquietud de otros países limítrofes: Chile y Perú. Esa compra, unificada mayormente en la firma inglesa
Vickers, produjo una serie de problemas en cuanto a la calidad y al cumplimiento de las entregas.24 Se compraron tanques pese a
la oposición de los técnicos bolivianos que afirmaban que no servirían en el Chaco. Al comienzo de la guerra, un volumen
importante de armas todavía estaba sin fabricar ni embarcar en Inglaterra.

En 1932, Bolivia sufrió serias dificultades económicas por la caída del precio y el volumen de las exportaciones del estaño que en
1929 habían sido de 46,9 millones de dólares, reduciéndose a 10 millones de dólares en 1932. Además, careció de crédito
internacional por haber entrado en mora en los pagos de su deuda externa. La producción minera concentraba, en 1930, el 95%
de las exportaciones bolivianas absorbiendo mano de obra campesina que impedía el desarrollo de la agricultura y favorecía la
dependencia de la importación de alimentos provenientes de los países vecinos, especialmente de Argentina. En 1931, el general
Osorio, en un informe al Ministerio de Guerra, advertía sobre esta debilidad estratégica:

[...] en una emergencia bélica con el Paraguay […] existe el peligro que nuestro abastecimiento y
aprovisionamiento […] casi total y obligadamente efectuados en los mercados argentinos, quede
obstruido con gravísimo perjuicio para nuestros intereses militares.

General Osorio en (Seiferheld, 1983, p. 283)

Si bien existieron problemas, las importaciones de alimentos y otros insumos desde Argentina y otros países vecinos se
mantuvieron durante toda la guerra. Hasta productos de Paraguay ingresaron a Bolivia con el visto bueno del Gobierno
paraguayo.25

La producción de petróleo de la empresa estadounidense Standard Oil en Bolivia no pudo satisfacer las necesidades del ejército y
durante la guerra fue permanente el reclamo por la falta de gasolina. Bolivia tuvo que importar combustible y lubricantes, a un
mayor costo, de una destilería que la Standard Oil tenía en el Perú, o de la que ingresaba ilegalmente desde Argentina cruzando el
río Pilcomayo por Puerto Cabo Iriyoyen (Argentina) hacia Linares, según Kundt, «a un precio exorbitante».26 Después de
terminada la guerra se confirmaron las denuncias de que la Standard Oil de Bolivia, desde 1926, venía sacando de contrabando
parte de su producción hacia Argentina, a través de un oleoducto clandestino, con el visto bueno de altos funcionarios del
Gobierno argentino y boliviano vinculados a esa empresa norteamericana.

Estrategia paraguaya
El estado mayor paraguayo planeó la defensa del Chaco
utilizando las comunicaciones existentes en la zona. Se
trasladaron hombres y recursos desde Asunción por el
río Paraguay hasta Puerto Casado y desde allí por un
ferrocarril de trocha angosta, usado en la explotación de
tanino, hasta muy cerca de Isla Poí, la principal base
militar en el Chaco. Durante la primera parte de la
guerra, esta ventaja compensó, en cierta medida, la
superioridad boliviana en recursos.

Sin embargo, la falta de camiones fue crónica y permitió


muchas veces que el enemigo, totalmente
desarticulado, pudiera escapar. El abastecimiento de
agua, por igual motivo, fue otro problema difícil de Tren transportando soldados paraguayos desde Puerto Casado al
frente.
resolver. El 5 de octubre de 1934, en su visita al frente,
el presidente Ayala le manifestó al general Estigarribia
que no podía proveerle de los 500 camiones que el ejército necesitaba con prioridad absoluta debido al alargamiento de su línea
de abastecimiento. Estigarribia justificó entonces su plan de atacar a los bolivianos en Cañada El Carmen diciendo:

En este caso [...] no se debería perder tiempo esperando mejores perspectivas sino por el contrario actuar
pronto y decididamente porque nosotros no podemos movernos [por falta de camiones] pero tampoco
podemos quedar donde estamos.

(Vittone, 1986, p. 198).

Las ofensivas paraguayas se realizaron en las estaciones de poca lluvia, cuando el calor era preponderante. Se utilizó la táctica del
«cerco y aniquilamiento», el popularmente llamado «corralito»: ruptura o envolvimiento del frente, penetración hacia la
retaguardia enemiga, corte del abastecimiento y mando enemigos. Se priorizó el movimiento, rebalsando por los laterales las
defensas fijas bolivianas, evitando los ataques frontales de gran intensidad. El objetivo fue el aniquilamiento del ejército
enemigo y no la ocupación territorial. En febrero de 1934, un informe del Comando Superior boliviano sobre el modus operandi
del ejército paraguayo decía:

La forma sistemática que el enemigo viene empleando en sus ataques consiste en el amarramiento
frontal, con grupos de combate y activas exploraciones de fuego para buscar el envolvimiento, con su
masa, de una o ambas alas, y la salida de fracciones sucesivas sobre los caminos de retaguardia. Estas
maniobras piden serias precauciones para su ejecución; sin embargo, son llevadas [a cabo] por el enemigo
con una confianza imprudente, apoyado simplemente en el resultado moral de sus éxitos anteriores.

(Guachalla, 1978, p. 114).

Los oficiales más capaces fueron enviados al extranjero: Argentina, Chile, Francia, Bélgica, Italia, para realizar estudios
superiores.27 El pueblo paraguayo, con la convicción de estar siendo nuevamente agredido, como había ocurrido 60 años antes
por Argentina, Brasil y Uruguay, se unió nuevamente detrás del Gobierno y su ejército en lo que se conoce como Guerra total.
Nadie dudaba de que el Chaco debía ser «defendido». El pueblo colaboró con todo tipo de actividades, tanto en el país como en el
extranjero, para aumentar la producción de bienes exportables, recaudar fondos y todo tipo de recursos para la guerra. En abril de
1934, los ciudadanos entregaron 800 mesas de madera de sus casas para construir 1200 cajas para 18 000 granadas de mano
construidas en los arsenales y que debían enviarse al frente con urgencia.28 Había homogeneidad entre oficiales y soldados
donde todos tenían las mismas tradiciones, costumbres y hablaban el mismo idioma: el guaraní. En este aspecto el ejército
paraguayo tuvo una decisiva ventaja sobre su oponente boliviano donde había distintos grupos étnicos/lingüísticos,
pronunciadas diferencias de clase, origen y cultura entre soldados y oficiales, y hasta mercenarios extranjeros en los mandos
pronunciadas diferencias de clase, origen y cultura entre soldados y oficiales, y hasta mercenarios extranjeros en los mandos
superiores. Al poeta y excombatiente boliviano Ángel Lara, que observaba a un grupo de prisioneros paraguayos, le sorprendió
que los soldados conversaran con sus oficiales «con toda naturalidad».29

La perfecta complementación entre dos hombres con características disímiles, el comandante Estigarribia, como máximo
responsable militar, y el presidente Eusebio Ayala, en su función política y económica, permitió que Paraguay tuviera una
conducción unificada y casi sin fisuras, imprescindibles para lograr los mejores resultados en la campaña militar.

La adquisición de armas tuvo que superar tres problemas fundamentales:

Tener abiertas las líneas de comunicación que pasaban por Argentina: vías férreas y de navegación.
La escasez de recursos y de créditos.
La necesidad del secreto para no provocar una reacción boliviana que acelerara la guerra antes de que las mismas llegaran al
Paraguay.
El envío del general Manlio Schenoni, en septiembre de 1926, a recorrer las fábricas de armamento europeas tuvo como objetivo
desviar la atención de los espías bolivianos, pues la compra fue realizada por el doctor Eusebio Ayala utilizando secretamente los
estudios técnicos que el ejército argentino había realizado para su propio equipamiento y los informes que enviaban los oficiales
paraguayos que estudiaban en Europa.

Mientras se observaba a un jefe [Schenoni], las adquisiciones se hacían en otra parte subrepticiamente; se
disipaba la alarma de Bolivia mientras realizábamos nuestros planes. Por este motivo decía el Presidente
de la República en uno de sus mensajes al Congreso: «Preferimos hacer lo que no parece, a hacer parecer
lo que no hacemos».

(Ayala Queirolo, 1985, p. 65)

Las compras se hicieron con gran meticulosidad y secreto, eligiendo las mejores armas, a diversos proveedores. Paraguay empezó
y terminó la guerra con los mismos oficiales y soldados. Solo tuvo que reponer los muertos, heridos y enfermos. Esto significó
contar, a los pocos meses de continuos combates, con un ejército experimentado para la difícil guerra chaqueña.

Un aspecto importante de la estrategia paraguaya fue contar con el apoyo de Argentina como fuente de suministro de insumos
vitales. A tal efecto se utilizaron las históricas relaciones comerciales y las vinculaciones culturales, sociales y migratorias
existentes entre ambos países. Desde el punto de vista geopolítico, Argentina consideraba a Paraguay como la primera línea de
defensa o la punta de lanza ante una posible expansión brasileña hacia el oeste. Comenzada la guerra, el pueblo argentino apoyó
la causa paraguaya con donaciones y voluntarios de todo tipo.

El doctor Luque, redactor jefe de La Prensa, me dijo: «Yo no hablo en mi casa de lo que en el diario se
hace, y así jamás hablo de la cuestión paraguayo-boliviana; pero es lo cierto que mi mujer, mis hijos y
todo el servicio no pierden ninguna oportunidad para expresar sus simpatías por el Paraguay. Ese es el
espíritu de toda la gente».

(Rivarola, 1982, p. 134)

Estos hechos no fueron un secreto para el Gobierno y el estado mayor boliviano, que recibían extensos informes no solo de sus
funcionarios radicados en Buenos Aires sino del propio Luis Fernando Guachalla, embajador boliviano en Asunción hasta julio
de 1931.30

Ataque al fortín Carlos A. López


El 6 de mayo de 1932, el secretario de estado de los Estados Unidos,
Francis White, presidente de la Comisión de Neutrales, propuso que
el pacto de no agresión entre Bolivia y Paraguay, en curso de
negociación, debía partir de los territorios ocupados por las partes en
el momento de su firma. El ejército boliviano aceleró su plan de
ocupación territorial, especialmente de la importante laguna
descubierta accidentalmente por su aviación el 25 de abril de 1932.
En su tercer intento por llegar a ese objetivo, el 15 de junio de 1932,
un destacamento boliviano al mando del mayor Óscar Moscoso atacó
y destruyó el fortín paraguayo Carlos Antonio López, ubicado al
borde de la laguna Pitiantuta (o «laguna Chuquisaca» como fue
nombrada después por los bolivianos). Esta sorpresiva acción militar Ataque del capitán paraguayo Abdón Coronel
se hizo contrariando órdenes del presidente boliviano Salamanca de Palacios.
evitar todo tipo de provocación en el Chaco dadas las negociaciones Rojo: defensas bolivianas.
que se venía discutiendo en Washington desde noviembre de 1931. Azul: ataque paraguayo

Con esta «operación» de encubrimiento, mentiras y desobediencia y


hasta extravío de documentación, realizada por miembros del alto mando a espaldas del presidente, se inició uno de los
conflictos que afectarían a Bolivia durante toda la guerra, la de Salamanca contra los responsables del ejército y que culminaría,
años más tarde, con su destitución. Un mes después, el 16 de julio, el destacamento paraguayo Coronel Palacios recuperó la zona
después de una pequeña refriega. Este hecho fue presentado al pueblo boliviano como un artero ataque de Paraguay a Bolivia y
se lo condimentó además con falsos actos de barbarie cometidos por los soldados paraguayos. El 19 de julio de 1932, desde los
balcones del Palacio Quemado, Salamanca se dirigió al pueblo que se había congregado para escucharlo:

Ciudadanos, hijos de Bolivia, en un momento de verdadera angustia nacional, al presentarse una nueva
agresión a la dignidad nacional, se ha producido esta magnífica reacción que manifiesta la vida y el vigor
del patriotismo boliviano. Si una nación no reaccionara ante los ultrajes que le infieren no merecería ser
una nación.

(Querejazu Calvo, 1990, p. 29)

Miles de bolivianos aplaudieron esas palabras sin sospechar del engaño y de que irían a la muerte poco tiempo después en la
desconocida y árida planicie chaqueña.

Escalada boliviana
La recuperación paraguaya de la laguna Pitiantuta, que volvió las cosas a su estado anterior, no lo fue para Salamanca. Como si se
tratara de una afrenta al honor nacional pidió al general Osorio el enjuiciamiento de los responsables. Poco después, debilitado
políticamente y empujado por un clima guerrerista que él mismo había incentivado, ordenó al general Quintanilla que en
represalia se apoderara de los fortines paraguayos Corrales, Toledo (del 27 al 28 de julio) y Boquerón (el 31 de julio de 1932).

Ejecute bien la orden, si hay en ello algún mérito, sería suyo; si surgen responsabilidades, serán mías.

(Dunkerley, 1987, p. 219)

En el frente diplomático, ante la protesta paraguaya como país agredido, Salamanca se mostró firme en no devolver los tres
fortines y exigió que fueran incorporados a una «zona en litigio». Previamente, el 22 de julio de 1932, ordenó que la delegación
boliviana abandonara la Comisión de Neutrales, que actuaba de mediador entre ambos países. Ante el pedido paraguayo de que
se investigara lo sucedido en Pitiantuta, Julio A. Gutiérrez, ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, descolocado por la
acción militar realizada por el alto mando, intentó defender lo indefendible mediante un lenguaje cada vez más agresivo:

Después del ataque [se refiere a la recuperación paraguaya del fortín Carlos A. López] [el Paraguay] se
presenta nuevamente en Washington alardeando pacifismo. Esto es un sarcasmo de la realidad de los
hechos, una burla, no solo para nosotros, sino para los mismos neutrales.

(Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores, 1933, p. 188)

Finalmente el canciller Gutiérrez, en una arrogante nota del 1.º de agosto, agregó: «No nos interesan las investigaciones que no
definen la cuestión fundamental».10

El 7 de agosto fuerzas bolivianas ocuparon el fortín paraguayo Carayá, bautizándolo como Huijay.
Con esta excesiva reacción sin razones valederas, el Gobierno de Salamanca avanzó desde una política de desmilitarizar el Chaco
a una guerra con miles de muertos y heridos. Pero el ejército boliviano, a fines de julio de 1932, no estaba preparado para una
operación militar en gran escala en el Chaco. El 30 de agosto de 1932, a solo 9 días del ataque de todo el ejército paraguayo sobre
Boquerón e inicio de la guerra, el general Osorio envió el Memorando 507/32 al presidente Salamanca. Con un tono casi altanero
e irrespetuoso, expuso que el alto mando no tenía directivas precisas ni existía un Plan de Operaciones que guiara al ejército
boliviano en el Chaco. En el mismo memorando propuso un plan que consistía en avanzar por el norte, en el alto Paraguay, zona
diametralmente opuesta al que se estaba realizando en el sur.31 El plan de Osorio tenía como objetivo ocupar la costa del
río Paraguay frente a un país neutral (Brasil), fácil de aprovisionar y mantener indefinidamente. Al mismo tiempo, en la zona
sur, el general Carlos Quintanilla, jefe de las fuerzas bolivianas en el Chaco, pidió autorización para ocupar dos fortines más:
Nanawa al sur y Rojas Silva al este. Este último fortín fue ocupado el 6 de septiembre de 1932.

Así Quintanilla, el General de las Represalias, movido un tanto por la orden presidencial y más por sus
ansias locas por popularizarse [...] obteniendo triunfos baratos sobre el Paraguay, indirectamente cooperó
[...] para precipitar al inerme pueblo boliviano a la vorágine del Chaco.

(Tabera, 1979, p. 154)

En julio de 1932, el ejército boliviano contaba en el Chaco con el Primer Cuerpo, unos 4000 hombres, en la parte sudoeste, más
dos divisiones, unos 2000 hombres, en el noroeste. Durante el mes de agosto aproximadamente 6000 soldados comenzaron a ser
trasladados lentamente al Chaco debido a serias complicaciones logísticas.32

Reacción paraguaya
La captura y destrucción del fortín Carlos A. López que la cancillería boliviana seguía negando, la
ocupación «en represalia» de tres fortines paraguayos que se negaba a devolver y la actitud
intransigente y belicista del Gobierno boliviano, convencieron al Gobierno paraguayo de que la
solución militar era la única salida a los problemas chaqueños. El presidente Eusebio Ayala
decretó la movilización general para lanzar al Paraguay a una guerra a gran escala. Durante el mes
de agosto de 1932 se concentraron 8000 soldados en la base de operaciones de Isla Poí; 1500 en el
fortín Nanawa y 3000 se ubicaron en el alto río Paraguay. Otros 3000 refuerzos fueron enviados a
Isla Poí a fines de agosto. Estas fuerzas estaban al mando de 8 tenientes coroneles, menores de
50 años, que en su mayoría habían realizado altos cursos de perfeccionamiento en Europa y
12 mayores, que tenían menos de 40 años y que también habían realizado estudios en el
extranjero.33 En Isla Poí se construyó una pista de aterrizaje y se trasladó toda la fuerza aérea. Se
Eusebio Ayala,
requisaron camiones y barcos privados, los primeros para el transporte de tropas y recursos en el presidente del Paraguay
Chaco y los segundos para reforzar la logística que se hacía desde Asunción hasta el puerto entre 1932 y 1936.
Casado por el río Paraguay.

El teniente coronel Juan B. Ayala, del Estado Mayor, el oficial que había recibido la mayor capacitación en Francia y que había
analizado las causas del fracaso de la movilización del año 1928 que impidió que la guerra de iniciara aquel año, logró ahora
triplicar planificadamente, en solo 30 días, las fuerzas del ejército en tiempos de paz. El teniente coronel Estigarribia estimaba
que el ejército boliviano recién podría completar su movilización masiva, y alcanzar la inevitable superioridad en hombres y
recursos, en 90 días, tiempo suficiente para llevar adelante, con esa ventaja estratégica, la primera ofensiva paraguaya en el
Chaco.

El 29 de agosto, la Comisión de Neutrales propuso una tregua incondicional de 60 días que Bolivia aceptó si se reducía a 30 días
pero que el doctor Justo Pastor Benítez, ministro de relaciones exteriores de Paraguay, con toda la maquinaria bélica en pleno
movimiento, la rechazó aduciendo: «Nos toca velar por nuestra propia seguridad que consideramos seriamente amenazada».34

Primera ofensiva paraguaya (septiembre-diciembre de 1932)

Batalla de Boquerón
El 8 de septiembre, aviones bolivianos detectaron la
aproximación de las fuerzas paraguayas en el camino
hacia Boquerón y bombardearon y ametrallaron la
columna, ocasionando bajas entre hombres y caballos.

El teniente coronel Manuel Marzana asumió el mando


de las fuerzas que ocuparon Boquerón el 31 de julio de
1932 a causa del fallecimiento del teniente coronel Luis
Emilio Aguirre (junto con otros oficiales y soldados), en
la emboscada preparada con antelación por las fuerzas
paraguayas que defendían el fortín.35 Este competente
oficial fue el responsable de sostener el cerco de
Boquerón resistiendo los embates del grueso del
ejército paraguayo que, desde el 9 al 29 de septiembre
de 1932, lo atacaría sin cesar.
Primera ofensiva paraguaya (septiembre a diciembre de 1932).
Los paraguayos atacaron desaprensivamente a
Boquerón el 9 de septiembre. Cuando los voluntariosos
ataques directos no tuvieron éxito, las unidades se desplegaron en los alrededores para emboscar a las fuerzas que pudieran
acudir en ayuda del fortín. El 10, una columna boliviana que avanzaba hacia Boquerón cayó en una emboscada sufriendo fuertes
bajas. En estos primeros días pudo observarse muchas deficiencias en el ejército paraguayo, principalmente en el abastecimiento
del agua. Acuciados por la sed, los soldados abandonaban las líneas para buscar agua en la retaguardia. También hubo falencias
en la sincronización de los movimientos entre las unidades.

La aviación boliviana trató de neutralizar la «artillería» que bombardeaba Boquerón y que era la que más bajas producía sin
poder ubicarla. Se trataba de los modernos morteros Stokes-Brandt que hasta Marzana creía que eran cañones de largo alcance.
Los combates iniciales sirvieron para que los paraguayos ganaran en experiencia a costa de muchas bajas. El ingreso de ayuda al
fortín cercado realizado por el ejército boliviano con pequeñas unidades, algunas con éxito y otras no, fue con gran costo en bajas
ya que esas fuerzas debían salir nuevamente del fortín por la falta de recursos en el lugar.

Empezamos nuestro retíro […] Paso por


medio de una lluvia de balas. Sigue la
masacre. Aumenta peligrosamente el
número de muertos, […]. Por fin logramos
pasar toda la zona donde se encontraba el
enemigo y llegamos al Comando. Todos
pedíamos pan y agua. Ya no éramos los
muchachos entusiastas y fuertes que
salimos de Oruro. No éramos más que
espectros. Todos queríamos irnos.

Diario del teniente boliviano Germán


Busch,
en (Brockmann, 2007, p. 218)

La aviación lanzó municiones, alimentos y medicinas Teatro de operaciones batalla de Boquerón y alrededores
sobre Boqueron pero debido al fuego antiaéreo
paraguayo y la necesidad de conservar los aviones se
hizo desde gran altura por lo que se destruyeron en la caída o cayeron en poder del enemigo.

En el campo diplomático Bolivia aceptó la propuesta de la Comisión de Neutrales de suspender las hostilidades creando un
cinturón de neutralización de dos km alrededor de Boquerón. Paraguay no lo aceptó y mantuvo la posición inicial de que
previamente Bolivia debía devolver los fortines capturados en el mes de julio.

El 21 de septiembre, 8 días antes de la caída de Boquerón y de la retirada general boliviana, el presidente Salamanca respondió al

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