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La conversión de san Agustín se inscribe entre las que presentan dos fases: una, de

alejamiento hasta el abismo del error; y otra, de retorno hasta el feliz encuentro con la verdad.
De ahí sus facetas intelectual, eclesial y monástica, esta última la meta adonde el convertido y
bautizado de Casiciaco-Milán llega.

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