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¿Por qué en México (y seguramente en toda Latinoamérica e Iberoamérica, o América

Central y América del Sur) no existen las estaciones del año para muchas personas?

Hace poco tiempo me encontré de nuevo con uno de esos lugares comunes que se repiten
aquí, allá y en muchas partes: en México no existen las estaciones del año. El tema salió a
colación un día de primavera que tomaba una cerveza con un amigo y un par de amigas en
París para despedir a dos de ellos que partían a México de vacaciones. Una chica era mexicana,
la otra polaca viviendo en París desde los cuatro años. El otro chico también mexicano es un
amigo que es pareja de la chica polaca. Se iban a pasar la primavera a México y para mí era
envidiable ir a disfrutar del calor primaveral de la Ciudad de México y de las costas de ese mi
querido país.

Platicábamos con la chica polaca y yo le dije que mediados de abril era una de las épocas más
calurosas en el D. F. – Luego en verano llueve todo el tiempo – agregué. Frente a esta
afirmación la chica mexicana no tardó nada en cuestionar cómo podía yo afirmar tal cosa,
siendo que en México “las estaciones del año no existen”.

No es la primera vez que escucho esta afirmación. Creo que es muy común entre la clase
media mexicana que tiene la oportunidad de viajar a Europa.

Sin entrar en detalles sobre las estaciones, o mejor dicho, sobre las condiciones climáticas en
cada lado del mundo, la pregunta es ¿Cuál es el requisito que se debe cumplir para que la
primavera o una primavera exista?

Aquí es difícil hacer un mapeo completo de lo que la palabra primavera define en cada lengua
y por tanto en cada lugar del mundo, pero si nos servimos de las lenguas española, inglesa y
francesa encontramos contrastes interesantes. En el diccionario Oxford, así como en el de la
RAE se dice entre otras cosas que la primavera es la estación del año marcada por el
equinoccio y el solsticio entre invierno y verano, y el Oxford agrega “cuando la vegetación
comienza a aparecer”. Según el hemisferio varía entre marzo y mayo, o septiembre y
noviembre. En el diccionario Littré en cambio se dice también que la primavera es… pero que,
en sentido vulgar, la primavera es la época en la que el clima comienza a atenuar (respecto del
invierno).

Esta afirmación llama mucho la atención cuando se piensa en que “en México la primavera no
existe” porque en realidad creo que en este punto del cambio estacionario esa es la diferencia
mayor entre los países del norte y los del centro como Francia y México. Por cierto he vivido en
diferentes partes del mundo y en Canadá, en plena segunda mitad de junio era evidente este
cambio aunque se veían aun los montones de nieve en algunas partes de las afueras de las
ciudades, pero en Copenhague la primavera era tan fría como el invierno, que solo los
especialistas, o sea los lugareños, sabían distinguir.

Un par de primeras conclusiones. Decir que la primavera no existe en un lugar o en otro


equivale a decir:

1) Que el equinoccio y el solsticio no tienen lugar en ese sitio, y/o


2) Que los primeros brotes no aparecen en ese momento del año

Creo que la primer afirmación es indiscutiblemente refutable y la segunda es por lo tanto


insostenible. Por esa razón prefiero reflexionar sobre otra cuestión.

Todo este asunto no es menor cuando pensamos en términos del silogizar cotidiano de la
metafísica de occidente. De acuerdo con esta lógica – marcada, como Nietzsche ha observado
muy bien, por la cultura judeo-cristiana – hay en nuestra realidad lo bueno y lo malo, lo bello y
lo feo, lo verdadero y lo falso. En nuestros días se dice que los griegos identificaban lo bueno
con lo verdadero y lo bello, y por cierto, se dice que eso no necesariamente es así en estas
épocas. ¿Será cierto?

Acá la cuestión es que de acuerdo a esta lógica silogística y a esta trilogía silogizada – o
kalokagathia – se organiza toda la realidad. De ahí se concluye que hay un(os) lugar(es) del
mundo donde las cosas marchan bien y otro(s) donde marchan mal, llámese economía,
técnica, industrialización o, sí, estaciones del año. Hay lugares que no casualmente se han
constituido históricamente como centros de poder político-económico-socio-jurídico-técnico-
industrial en donde todo marcha sobre ruedas. En oposición directa hay aquellos lugares del
llamado tercer mundo, o en su defecto de Africa, Asia o América del Sur, donde no hay casi
nada que funcione bien (y el casi habría que problematizarlo).

Esta distribución del sentido organizativo y del sentido común entre la humanidad
corresponde – también sin que eso sea una casualidad o contingencia – a la organización del
mundo entre norte y sur. Las naciones del norte son organizadas, industrializadas, prósperas,
tienen gente bella, y por cierto, y lo más importante tal vez, están al norte, es decir en la parte
superior del mapa, ¡arriba! A partir de esta organización todo lo que se semeje al norte, bello,
bueno, verdadero, organizado, europeo, norteamericano, blanco, rico, etc… será MEJOR. ¿Feliz
casualidad? Para nada.

Muchas culturas en el mundo y en eso que se llama historia tienden a una organización entre,
o a partir del arriba y el abajo pero no todas han identificado el bien con el arriba y el mal con
el abajo. No todas establecen esta valoración moral dicotómica bueno-arriba-bello, malo-
abajo-feo (tal vez pocas, no soy especialista, pero eso da mucho para reflexionar). Por cierto en
el imaginario católico-cristiano en particular el cielo que está arriba es bello y organizado,
mientras que el infierno que está abajo (¿abajo de dónde? Después de Galileo eso es un
misterio) es feo, anárquico, tormentoso y, dato curioso, muy caluroso, “está en llamas” (ja ja).

Las culturas prehispánicas de México, por ejemplo, situaban el inframundo abajo del mundo
humano y la vida terrena sobre ese inframundo. Lo curioso es que arriba de ambos vivían
algunos dioses, pero ningún hombre llegaba ahí después de la muerte, sino que
indiferentemente iban todos al inframundo, al mundo de Mictlantecuhtli. El arriba y el abajo
no quedan marcados por ello por una valoración moral. El que va arriba no es el bueno o el
bello sino algunos de los que hacen al mundo. Esta no es, sin embargo, una condición o lugar
particular, pues Mictlantecuhtli también participa de esta naturaleza o privilegio. ¿Dónde
queda esta dicotomía entonces?
Conclusión de este discurrir sin fundamento: decir que en México la primavera no existe es
reflejo de la mentalidad colonizada que se manifiesta en los hijos de nuestras patrias que no
pueden escapar a los efectos de la kalokagathia colonizante. Cuando tienen la oportunidad de
viajar a estas partes del continente, maravillados por lo que parece una “feliz coincidencia” no
pueden más que convencerse sobre la identidad bueno-verdadero-bello, y ya de paso
identifican rubio con, educado, organizado, europeo, blanco, exitoso, norteamericano,
europeo, etc, etc.

Otro dato: generalmente estos hijos de la patria tienen un punto de pensamiento


aparentemente “crítico” que afirma que la gente en esos países es desorganizada, fea, bla, bla,
pero muy calurosa. ¡Calidad de gente! Dicen. Punto que amerita un ensayo completo pa
desarrollar.

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