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JOHANN SEBASTIAN BACH Y LUDWIG VAN BEETHOVEN: EL

REENCUENTRO DEL ESPÍRITU MUSICAL ALEMÁN

Silvia Villarespe

“Urvater der Harmonie” palabras de Ludwig van Beethoven, quien hasta el final de
su vida no dejó jamás de admirar el infatigable talento del genio de Eisenach. La figura de
Johann Sebastian Bach se fue construyendo a lo largo de los siglos. No fue tarea fácil, el
reconocimiento de su obra y de su contribución al estilo contrapuntístico, así como sus
impresionantes cualidades como organista, clavecinista y violinista, fueron discretamente
apreciadas en la primera parte del siglo XVIII.

El Clave bien temperado fue una extensa obra musical y teórica, repasada y
copiada en la mayoría de las veces a mano, a manera de lección por los jóvenes músicos
de la época prerromántica e ilustrada, pero editada y difundida hasta 1801. Beethoven la
llegó a conocer bastante bien en su niñez; según fuentes cercanas afirmaban que podía
interpretarla de manera magistral. En los años en que Beethoven se formaba como
músico, Bach no era la prominente figura musical tal cual la conocemos hoy, pocas veces
se interpretaban algunas piezas menores, pero el genio de Bonn pudo descifrar desde la
tierna edad de nueve años, el poder oculto y la maestría en la monumental obra del
maestro del contrapunto. Se podría decir que el espíritu de Beethoven se interconectó con
el de Bach, de manera mucho más profunda gracias a su labor como organista. En Bonn
el pequeño Ludwig a los diez años de edad ya ejecutaba este instrumento en el convento
de los franciscanos de manera tan profesional, como cualquier otro músico experimentado
de la capilla musical de la Corte Electoral de Bonn.

Y así el Beethoven que abandona Bonn para


emigrar a Viena, no dejará atrás el espíritu musical
alemán, defendiéndolo a capa y espada, aún en medio del
esplendor de Giacomo Rossini y el estilo italiano.
Beethoven fue capaz de reflexionar sobre la naturaleza de
la música y sabrá entender que Bach llevó a su máximo
esplendor la polifonía, la música renacentista y barroca,
conjugando un supremo estilo personal, que llevó hacia
límites insospechados y jamás alcanzados. Haciendo un
interesante juego de palabras, Beethoven comúnmente
afirmaba que no se podía considerar sólo “Nicht Bach,
sondern Meer sollte er heissen”, (no fue un río de aguas
dulces y tranquilas, sino el imponente y profundo mar).
Eso fue la música de Bach para Beethoven, quien creyó
en el legado de su genialidad antes del esplendor del
músico de Eisenach ya para mediados del siglo XIX.
En palabras del controvertido secretario particular de Beethoven, Anton Schindler,
ya en plena madurez: "…la biblioteca personal del maestro contenía muy poco del
patriarca de la música. A parte de unos cuantos motetes […] tenía la mayoría de la
música de Bach conocida hasta el momento: La Clave bien temperada […] los tres
volúmenes del Clavier-Übung[1], quince invenciones para dos y tres voces, y una toccata
en do menor. Esto era la colección total…"[2]

Bach, será una vida de aprendizaje para Beethoven: fueron largos años en los que
el alemán descubriría su obra. El contrapunto será para él un reto y al final de sus días se
convertirá en una obsesión. La Gran fuga compuesta este 1825 y 1826 fue un verdadero
dolor de cabeza: en un principio pensada para formar parte como cuarto y último
movimiento del Cuarteto no. 13 op. 130, debido a su complejidad, no fue bien recibida por
el público, por lo que decide separarla del conjunto, para conformarla como única pieza
conocida como Cuarteto no. 17 op. 133 en si bemol mayor o Grosse Fuge. Siguiendo por
un lado el más puro estilo contrapuntístico de Bach, con aportaciones particulares
sumamente novedosas, Beethoven logra crear una obra demasiado avanzada a su propio
tiempo. Sabemos que ningún músico aceptó interpretarla; se decía que aún no había
nacido un intérprete con semejante talento, para ejecutar una composición de tal
magnitud."…se trata de una fuga con dos sujetos y unas variaciones […] en las siguientes
partes: a) obertura (allegro) con el tema principal o generador; b) primera fuga que
combina el primer sujeto con el tema generador; c) segunda fuga con diversos cambios
de tonalidades y de ambientes; f) conclusión, que logra reconciliar a los antagonistas en
una lucha que ganaba el tema generador."[3]

Fue Bach una influencia notable en Beethoven a lo largo de su vida, una fuerza en
la que creyó firmemente y que fue capaz de envolver su obra hasta el final de sus días.
Podemos concluir con un pasaje de la biografía de J.N Forkel, sobre el padre de la
armonía, copiado por la propia mano de Beethoven y encontrado en el mencionado
pequeño volumen recopilatorio de Bach.
La aseveración de que la música es un arte capaz de ser comprendido por todos los oídos,
no puede sostenerse en el caso de Bach; la propia existencia y originalidad de su obra, que
parece estar destinada sólo para conocedores, contradice la aseveración antes mencionada.
Así, sólo los expertos en música, quienes en una obra de arte pueden percibir y sentir esa
organización interna, quienes pueden penetrar en los deseos del artista […] pueden juzgar
aquí. [4]

[1] Una serie de composiciones o ejercicios para teclado (clave y órgano) compuestas
entre 1731 y 1742
[2] Anton Felix Schindler, Beethoven as i Knew Him, English translation by Constance S.
Jolly, New York, Dover Publications,Inc., 1996, p.380 (traducción del ingles al español,
realizada por la autora)
[3] Arturo Reverter, Beethoven, Barcelona, Ediciones Península, 2ª edición, 1999, p.64
[4] Schindler, op. cit., p. 380 (traducción personal)

BIBLIOGRAFÍA

Massin Jean y Brigitte, Ludwig van Beethoven, Madrid, Turner Publicaciones, s.a
Reverter, Arturo, Beethoven, Barcelona, Ediciones Península, 2ª edición, 1999.
Schindler, Anton Felix Schindler, Beethoven as i Knew Him, English translation by
Constance S. Jolly, New York, Dover Publications,Inc., 1996.

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