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Presidentes en campaña

(nuestras victorias pírricas)

Dice Trump que más cosas se acordaron con México y se darán a conocer a su momento. El
presidente da anuncios de este calibre por Twitter. López Obrador, en contraparte hace un mitin
en la frontera norte del país. Presidentes atípicos, comunitaristas ambos, mediáticos, presidentes
en campaña. Trump habla a su electorado: sabe (como lo comenté la semana anterior, intuyendo
la presión que haría tarde o temprano para cumplir con su política de control de inmigración) que
tiene los meses contados para enardecer una vez más a su base electoral: los ciudadanos
nacionalistas que miran en la migración un peligro para la “grandeza de su país”. Demás está decir
que esta visión es obtusa: si Estados Unidos de Norteamérica es el país más poderoso del planeta,
se debe, en buena medida, al crisol cosmopolita que tiene. Son los migrantes que han ido a ese
país una de sus fortalezas culturales, tecnológicas y económicas.

Andrés Manuel manda a su canciller, Marcelo Ebrard a negociar ante la amenaza de


inminentes tarifas arancelarias. ¿Por qué no fue el presidente mismo? ¿no es acaso un asunto de
prioridad, de estado, que merecía una visita oficial? Al presidente mexicano no le gusta salir del
país. Al parecer ni para situaciones de vital importancia diplomática: su anuncio de no asistir al G-
20 lo confirma. Nuestro presidente también actúa para su propia base votante: sus acciones son
también nacionalistas. Les habla a sus seguidores, aquellos que piensan que dejar de dialogar
personalmente es una extraña forma de dignidad.

Estados Unidos de Norteamérica aduce que la inmigración trae problemas de seguridad


(no hay pruebas científicas contundentes de ello), pero la inmigración no es la que en todo caso
genera problemas en el país del norte: su problema de adicciones (de dimensiones mucho, pero
mucho mayores al nuestro), y su bajo control de armas baratas que cruzan la frontera hacia el sur
permiten que el narcotráfico se perpetúe (y con ello la violencia más notoria): de todas formas
ellos se quedan con las drogas, nosotros con los muertos. Su principal objetivo: que México se
convierta en su muro, ese prometido muro como el más grande jamás construido, miles de
kilómetros de nuestro país servirán para ello. La inmigración tampoco es un problema para
nosotros. Más daño hace nuestro propio país a los migrantes que los migrantes a nosotros. El
migrante centroamericano que pasa por México buscando el sueño americano tiene como rumbo
final los Estados Unidos de Norteamérica.

Trump hace una bravata. Amenaza con un tema económico que dudo haya sido analizado
en todas sus repercusiones (de ambos lados) en las horas en que tardamos en reaccionar. Hoy se
nos presume que se controló la crisis. Solucionamos un problema que no estaba y que no tendría
por qué estar. Trump nos ofreció la solución a un conflicto que sólo apareció justamente para
llegar a tal solución: presionar a nuestro país para endurecer las políticas migratorias.

Al sur, de rebote, es probable que hará bien que haya mayor control, y no necesariamente
para que menos centroamericanos crucen por nuestro territorio, sino incluso para evitar los
atropellos y abusos que se cometen para con ellos. La migración es un fenómeno que cuando es
masivo indica más bien un problema en los lugares de origen. Necesitamos apoyar a los países del
sur para que sus ciudadanos no tengan como única opción dejar su tierra y arriesgarse a lo que se
arriesgan. Trump seguirá incumpliendo con el derecho que tienen los migrantes de llevar debido
proceso en el territorio de aquel país. Actúa como si México fuera oficialmente un tercer país
seguro. No lo es. Sin embargo, podríamos colaborar en esa tarea, por bien de todos. Tengo la
impresión, empero, de que nuestra respuesta fue tan egoísta como la amenaza: ver de manera
inmediata los intereses propios. Los países no pueden aislarse en el mundo actual, ni siquiera uno
tan poderoso como Estados Unidos. La oportunidad de construcción común de un proyecto para
Centroamérica se desperdició originalmente. Pero AMLO hace un mitin en Tijuana que se pensó
como un acto de resistencia y terminó como una celebración de la negociación hacía un berrinche
de Trump.

Ambos presidentes están en campaña. Uno, el del norte, la comienza antes de tiempo por
miedo a no tener apoyo de su base. Otro, la ha alargado más de lo necesario por el mismo temor.
Esperemos que más allá de los miedos y los berrinches, de los amagues y la política mediática,
ambos presidentes estén a la altura de lo que sus naciones y los países afectados necesitan. Por lo
pronto, ser guardianes de frontera no es lo que debería tocarnos.

/aguascalientesplural | @alexvzuniga | TT Ciencia Aplicada

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