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Lógica Médica, Lógica del Psicoanálisis

Marité Colovini

1- El psicoanálisis y la ciencia

El estatuto del Psicoanálisis, es decir, cómo ubicarlo epistemológicamente, ha sido una


preocupación tanto para Freud, como para Lacan, vale decir, la cuestión de la
"cientificidad" del Psicoanálisis.
La ciencia no existe desde siempre en la cultura, hay un punto de partida desde el cual la
ciencia se estructura como discurso, y éste punto, tanto para la ciencia como para Lacan,
es Descartes.
Lo que se instaura con Descartes es el certificado de nacimiento de la ciencia, es decir, la
aparición del sujeto del conocimiento. Este sujeto cartesiano va a ser subvertido por el
Psicoanálisis.
Lacan afirma que el sujeto forcluido del discurso de la ciencia, es el sujeto del que se
ocupa el Psicoanálisis.
El sujeto que subvierte el Psicoanálisis es el sujeto cartesiano, es decir, el sujeto de la
modernidad que se articula en las Meditaciones de Descartes y que aparece como la
piedra fundamental del desarrollo de la ciencia en la Modernidad.
Si no hubiera sido por los desarrollos hechos por Descartes, el discurso de la ciencia no
habría tenido posibilidades de instaurarse.
El discurso de la Psiquiatría, así como el de la Psicología, en tanto discursos de la ciencia,
se basan en el conocimiento del yo, vale decir, del sujeto de la conciencia.
Para el Psicoanálisis, el sujeto no está en la conciencia (ya que éste es un lugar falso),
sino en el inconsciente; es por lo tanto un sujeto escindido de la conciencia y del
inconsciente.
Es un sujeto que se conoce por sus efectos, el Psicoanálisis interroga por tanto en relación
a éstos efectos.

Hay una cuestión que es central a la Filosofía y a la Psicología, que es el concepto de


unidad; es decir lo relativo a la unidad mente-cuerpo.
En la obra de Freud se pone de manifiesto la ruptura de esa unidad. Y en la enseñanza de
Lacan hay una crítica despiadada al concepto de unidad.
Dice Lacan que la ciencia avanza suponiendo que descubre. Este descubrimiento supone
que el saber ya está dado, y que éste saber como tal estaría cubierto; y lo que la ciencia
produciría es el levantamiento del velo de ese saber, que quedaría en ese momento
descubierto.
Según Lacan lo que no sabe el científico es que no descubre nada, sino que inventa.
Freud, en "Estudios sobre la Histeria”, plantea que lo que se propone el Psicoanálisis es
"transformar el sufrimiento neurótico en una infelicidad natural". Esto está directamente
relacionado con la ética del Psicoanálisis.
Es evidente que esta propuesta freudiana se contrapone absolutamente a cualquiera de
las psicoterapias existentes por fuera de Freud.
En el neurótico hay un sufrimiento que nada tiene que ver con la infelicidad, es decir que
Freud contrapone dos sufrimientos distintos.
Esta definición de Freud seduce particularmente a Lacan, y éste intenta "aggiornar" la
definición freudiana, temprana e incalculable en sus consecuencias,.

Por lo tanto, Lacan sitúa: "Lo que un psicoanálisis se propone es transmutar la impotencia
neurótica en una imposibilidad lógica"; enunciado éste equivalente al enunciado freudiano.

En el Seminario de la Ética del Psicoanálisis, Lacan dice: "Cuán lejos estamos de una
formulación de una disciplina de la felicidad". Y con respecto al concepto de unidad: "La
idea de la unidad de la vida humana, siempre me ha producido los efectos de una mentira
escandalosa".

El Psicoanálisis es una práctica, es una posición en relación al saber, es una teoría sobre
la falta en ser del sujeto humano y que da cuenta de la singularidad de cada sujeto en
relación a su deseo inconsciente.

¿Cuál es entonces la relación del Psicoanálisis con el discurso de la ciencia?


Precisamente, este sujeto cartesiano, este sujeto del conocimiento va a ser subvertido por
el Psicoanálisis.
El psicoanálisis no es una ciencia en el sentido de poder ser verificado por el método
científico, pero esto no invalida el acto que se cumple en Psicoanálisis, ni los efectos que
ese acto tiene, efectos en relación a la palabra de un sujeto.
Si el Psicoanálisis subvierte al sujeto cartesiano, es decir, al sujeto de la ciencia, se va a
ubicar en un lugar problemático la relación entre Psicoanálisis y ciencia.
Todas las ciencias blandas tienen una posición marginal con respecto al método científico,
y son muy cuestionadas comparándolas con las ciencias duras.

La Psicología académica le asigna un lugar central al yo, en cambio, en el discurso


analítico, el yo tiene un lugar de servidumbre, y un lugar de servidumbre triple: ante el ello,
ante el superyó y ante la realidad.
Esta triple servidumbre del yo que Freud señala, desarrollada en "Inhibición, síntoma y
angustia"; es precisamente que el yo desconoce.
Si la Psicología le asigna este lugar central al yo, a este yo indivisible, a este yo que sería
función de síntesis y por lo tanto de unidad; es porque desconoce esta esencia del yo que
es precisamente, de desconocimiento.
Desconocimiento en el que el yo se encuentra respecto a la sobredeterminación en la que
se halla.

2- El sujeto del psicoanálisis. La estructura.

El sujeto con el que opera el psicoanálisis es un sujeto dividido: sujeto de la ciencia


dividido entre saber y verdad. A este sujeto le corresponde un orden significante también
incompleto, y es por eso que el lugar designado como tal lleva la barra que lo divide.
Es la ciencia la que no admite un orden simbólico incompleto y por ello trata, mediante la
sutura, de unificar al sujeto. Ésa es la ilusión de la ciencia moderna. Pero también es por
esta razón que la ciencia forcluye la verdad. La incompletud del orden simbólico, la
incompletud e inconsistencia del Otro, es un problema de verdad: no se puede saber la
verdad sobre la verdad.

3- Causalidad y sobredeterminación

La noción de causalidad lleva sin transición a la de culpabilidad, buscar al causante está


fuertemente soldado a buscar al culpable. Por otra parte, si atendemos a los innumerables
enunciados de creencia o sintagmas cristalizados como: “esto sucede por tal causa” o “si
uno supiera la causa de las cosas, sabría hacia donde va”, podríamos llegar a una
convicción tan errónea como prejuiciosa del tipo de: “Explicar es explicar por las causas”,
cuando bien podríamos decir que la interpretación psicoanalítica es una explicación no
causal. Y no es la única.

Los términos de causa - efecto naturalizan la historia que deja de ser producción de
aconteceres y de complejas relaciones subjetivas y pasa a ser una objetividad en la que se
estudia el pasado suponiendo que los hechos ya son objetivos, cuando lo objetivo es el
dato histórico del archivo, es decir, aquello pasible de una explicación no causal, de una
interpretación histórico social.

Se hace casi inevitable frente a un efecto, buscar su causa, sin embargo, si hablamos de
efectuación, en ella confluyen los procesos significantes y el trabajo de construcción.
Precisamente lo que se nos muestra en las formaciones del inconciente es una capacidad
de efectuación que se realiza por fuera del par causa – efecto, que siempre supone una
motivación que nos coloca de lleno en el campo del preconsciente, par donde la causa
precede al efecto, lo genera y establece la universalidad de esta relación en medio de la
tiránica vigencia del tiempo cronológico y, además, indica con toda solemnidad que la
novedad o cierta independencia productiva del efecto son imposibles.

Sin embargo, frente a los efectos especiales en el cine, no nos planteamos cual es su
causa, nos quedamos en esa superficie de efectuación, en esa ligazón compleja y
articulada de puros efectos.
Lo que determina está sobredeterminado y ahí está el trabajo de interpretación que no
busca ningún contenido en ninguna profundidad, sino la producción del inconciente en su
despliegue; lo pensado, lo impensado y lo impensable en la misma frase. No hay nada
detrás de la frase, todo está, como dice Freud “en la superficie del idioma”, tramado en el
“equívoco predestinado de la palabra”. Si busco detrás de la frase del analizante,
persiguiendo una causa y la encuentro, debo saber que la causa de su frase es mi
ideología.

Si en psicoanálisis hablamos de efecto, éste lo será sólo de una causa perdida, jamás de
una motivación, por lo tanto mal se puede atribuir a un efecto, una causa. La causalidad es
una noción que vuelve a meter por la ventana lo que habíamos sacado por la puerta: la
sustancia, el reinado unificante del tiempo cronológico, el trauma, el motivo. La causalidad
vuelve a sumergir al hombre en un estado de naturaleza, de ingenuidad, de transparencia,
que hace innecesario el trabajo de interpretación, porque las cosas son como las vemos.
En cambio, la determinación debe ser trabajada en el acontecimiento de su formación, de
su aparición, no preexiste.
Cuando hablamos de “lugares de constitución del sujeto”, queda claro que el sujeto se
hace, mientras que el hombre nace. El sujeto no es el hombre, sino lo que del hombre
pueda determinarse teóricamente como singularidad de una ciencia particular, esa
relatividad, teniendo en cuenta que el sujeto psíquico es sujeto de la ciencia, en tanto es
una articulación teórica producida como deseo inconciente la que sobredetermina sus
formaciones. Quiere decir que no sobredetermina el desarrollo de ningún deseo sobre
ningún objeto, sino sólo el desarrollo del deseo.

La lógica del inconciente no puede ser trabajada por vía de la causalidad, ni de la


deducción, ni afirmando el continente como causa y el efecto como contenido. Se trataría
más bien de pensar la sobredeterminación a partir de la efectuación que se realiza en el
deslizamiento significante activado desde la memoria que no es algo que se tiene, sino
algo que falla, tanto en el recuerdo como en el olvido.

4- Psicoanálisis y neurociencias

Freud no vaciló en predecir una época en la que el efecto social de la indiscreción sería al
mismo tiempo la imposibilidad del disimulo: "los enfermos, sabiendo que todas sus
manifestaciones mórbidas son interpretadas inmediatamente por los otros, las
disimularán".

En esta época las coordenadas son otras y la pregunta por el porvenir del síntoma nos
concierne, cito: "entiendan que la pregunta que aquí indico es la de saber si el
psicoanálisis existe. Es eso precisamente lo que está en juego. Pero, por otra parte, hay
algo por lo cual él se afirma indiscutiblemente. El es síntoma del punto del tiempo al cual
hemos arribado, digamos con esa palabra provisoria, que yo llamaría la civilización..."

El punto del tiempo al cual hemos arribado en la civilización...

¿Qué podemos leer en ese tiempo, desde el discurso psicoanalítico?, ¿cómo


respondemos a estos nuevos desafíos del discurso científico, cuyos efectos aparecen en
la vida cotidiana del psicoanalista?, ¿cuáles son las consecuencias subjetivas de las
formas de regulación por el espectáculo?, ¿las psicoterapias, una cosmetología del yo que
acompaña estas nuevas regulaciones?.
En este contexto me interesó pensar lo que por vía de la ilusión encontraría hoy en las
neurociencias y en las psicoterapias, esos auxilios modernos que propician una relación
asintomatizada con el inconsciente.

El uso de lenitivos de los cuales ya hablaba Freud en el Malestar en la Cultura,


usufructúan el efecto de sugestión, que induce al individuo a una alienación estandarizada,
que elude la responsabilidad del sujeto por su deseo, encontrando en la época una forma
legitimada por el discurso científico. La complejidad del momento exhibe que cualquier
objeto, termina siendo utilizado como señuelo, para inducir a los hombres a un consumo
que obscenamente, pide más. La utilización del psicofármaco por parte de las
neurociencias puede derivar en estos excesos, la utilización de la palabra también, cuando
eso es legitimado por algunos en nombre del psicoanálisis.
Freud, en el párrafo final de su escrito El Porvenir de una ilusión, afirma lo siguiente: "No,
nuestra ciencia no es una ilusión. En cambio sí lo sería creer que podemos obtener en otra
cualquiera, lo que ella no nos puede dar". Lo contundente de este no, situaría como
desviación ilusoria eso que obtenido ciegamente en otra parte, se instala en el lugar de lo
que falta.

Esta es la desviación de la que participa la Ego Psichology, sin embargo, nada impide que
se lo utilice también al psicoanálisis.

El criterio de eficacia de las neurociencias y sus psicoterapias hermanas en el ejercicio de


un saber-poder, requiere de la condición de docilidad de un individuo, lo que la hace
equiparable a la actitud del creyente religioso frente al sufrimiento, la sumisión
incondicional como consuelo, constituyendo a un Otro garante, que interviene
respondiendo a la demanda de dar el objeto específico, al modo de un Deux es machina
que arregla ilusoriamente lo desarreglado, dejando esos lenitivos el saldo de una
acumulación sin resto...

"El hombre ha llegado a ser, por así decirlo, un dios con prótesis, -dice Freud en Más allá
del principio de placer-, bastante magnífico cuando se coloca todos sus artefactos, pero
éstos no crecen de su cuerpo...". "Tiene derecho a consolarse con la reflexión de que
tiempos futuros traerán nuevos y quizás inconcebibles progresos en este terreno de la
cultura, exaltando aún más la deificación del hombre".
En la actualidad la ciencia promete encontrar el porqué y así curar lo incurable, las
psicoterapias parasitan en esa proliferación de los porqué, la alienación que a veces llega
a los estragos, son los saldos verificables de estos instrumentos de goce.

En el discurso psicoanalítico liberar al fantasma de su porqué produce el efecto inverso, la


separación que lleva a apropiarse de un deseo con la marca de lo singular.

"Allí donde el profano le pide a la ciencia un sustitutivo del abandonado catecismo, instala
el fantasma en todas partes, la realidad transformada en fantasma, que es lo contrario al
movimiento de su atravesamiento."

Sabemos a partir de Lacan, de una diferencia fundamental entre el ser inducido por el yo y
el ser producido como sujeto del inconsciente, esta experiencia se instala con otro
instrumento que hace de envés, el dispositivo analítico no tiene como horizonte la
promesa, sino lo Real. De allí que es una operación a producir cada vez por vía de una
función, vaciada de la persona, que sirviéndose de la pura combinatoria del lenguaje,
sustrae por obra y gracia del equívoco, la consistencia de sentido, abriéndose así un
nuevo horizonte exterior al lenguaje, el de un vacío; elidido y eludido como tal por las
psicoterapias.

Concluimos: Sí como Freud precisa, la esencia de la religiosidad se evidencia en el paso


siguiente a la confrontación con la falta, para un sujeto en análisis no se tratará de
desembarazarse de la soledad subjetiva, sino de avanzar con ella en un nuevo lazo
libidinal con el síntoma: caída las ilusiones, el síntoma como porvenir, para un sujeto y
para el psicoanálisis.

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