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Noche de terror

Tenía 20 años, y se me ocurrió la idea de hacer una rumba en


el cementerio de la ciudad. Así que invité a varios amigos y
amigas para que aceptaran este reto, y asistieran a este
capricho que tenía en mente de pasar una noche de farra en el
cementerio. De los invitados, sólo vinieron siete, así que
preparamos una jarra de canelazo bien caliente y una
grabadora a pilas y a las 10 de la noche ya estábamos
cómodamente instalados en una tumba tomando dicha bebida
jugando baraja y bailando. A las 11 de la noche ya con los
tragos un poco pasados, varios de los amigos empezaron, a
contar chistes, alusivos a los difuntos y uno se atrevió a llamar
a uno de los muertos para que se despertaran y vinieran a
bailar y tomar con nosotros. En esta charla nos mantuvimos
por media hora más hasta que no sé de donde apareció una
chica que nos dijo con voz tenebrosa: - ¿Qué hacen ustedes
aquí? Le contesté queriéndome lucir. - Bueno muñeca, ya vez
gozando, de las bondades del cementerio. A la que la mujer
parece que no le gustó lo que le dije y me dijo estas palabras.
- Con tanto espacio para que ustedes puedan disfrutar de la
vida y se vienen aquí que este lugar es campo santo – y
continuó hablando. - ¿Por qué no dejan en paz al que está en
paz? A lo que yo le respondí. - Bueno muñeca, es que ¿tú eres
la defensora de los muertos? ¿Por qué no te tomas un trago y
te incorporas a la rumba? – y diciendo estas palabras y
extendiéndole un vaso a la molesta mujer que me replicó. Oye,
retira tu vaso de mi vista y por la salud de ustedes lárguense
de aquí. Cuando dijo estas palabras todos sentimos un
escalofrió la mujer se expresaba con tal arrogancia que metía
miedo, pero haciéndome el machista me toco el honor y le dije.
- Bueno, muñeca, no nos vamos, y si alguien se va eres tú, ya
que no quieres bailar ni tomar, pues lárgate por donde viniste.
Y diciendo estas palabras y tratando de empujar a la chica
hacia fuera del sitio donde estábamos, fue cuando la mujer hizo
un rugido extraño que nos asustó a todos, pero yo ya estaba
bastante mareado y me sentía sin miedo y le dije estas
palabras. - Mierda, miren a la mujer, se le salió la fiera que
lleva por dentro ¿será que muerde? Cuando dije esas palabras
la mujer se movió hacia mi e hizo un ruido
extraño parecía que los huesos le sonaban
y de su garganta salió nuevamente ese
rugido que nos estremeció a todos y como
si nos hubiéramos puestos todos de
acuerdo salimos en precipitada carrera
dejando la mujer detrás de nosotros y creo
que habíamos corrido cinco metros y la
mujer estaba frente a nosotros, y nos dijo estas palabras. -
¿Qué les pasa, acaso no querían divertirse? ¿Entonces por qué
se van? Si la noche es joven - diciendo estas palabras y se
sonrió con una sonrisa macabra y acto seguido me extendió un
brazo y me dijo. - Ven muñeco, vamos a divertirnos. Cuando
me tocó su brazo no tenía piel alguna y quedando todos sus
huesos del brazo al descubierto, un terror nos invadió a todos
y tratamos de emprender las carreras pero la mujer me tenía
agarrado con su brazo esquelético. Con pánico vi cómo mis
compañeros se alejaban y fue cuando enfrenté la macabra
realidad, la mujer me tomó con el otro brazo por el hombro y
diciéndome. - ¿Qué quieres que hagamos primero? ¿Bailamos
o bebemos? - Bueno, yo creo que bebemos. Diciendo estas
palabras me arrastró hasta la tumba donde estábamos minutos
antes y tomó una de las botellas y me dijo. - ¿Querías que te
acompañara a beber? Pues mira bebo. Y llevándose la botella
a la boca, se tomó un trago pero, el líquido le salía por la ropa,
por lo que dijo. - Vaya, parece que tengo problemas de fuga. Y
lo que vieron mis ojos jamás lo he podido olvidar. La mujer se
quita la blusa de un tirón y aparece en su cuerpo, un esqueleto.
- Vaya, vaya, bueno, ¿qué tal me quedé sin carne? Fue casi lo
último que pude oír y ver, ya que el extraño ser comenzó a
realizar una serie de trasformaciones y yo perdí el sentido. Al
día siguiente mis amigos decidieron volver a ver lo que había
pasado y me encontraron borracho y dormido; lo cual Las cinco
semanas siguientes los pasé mudo de la impresión sin poder
hablar una palabra de lo que me había ocurrido, y pienso y
estoy seguro que nunca podré olvidar esa noche de terror, la
cual me hizo aprender una lección: Hay que dejar en paz a los
que están en paz.

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