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19/3/2019 Siete principios dinámicos para el crecimiento de la Iglesia | VIDA PLENA

Siete principios dinámicos para el crecimiento de la


Iglesia
Publicado el 7 de Junio de 2012 por Fernando Alexis Jiménez
Fernando Alexis Jiménez
l pastor Julio ensayó muchos métodos procurando que la congregación que tenía a cargo hacía cinco

E años, con treinta y dos personas—la mayoría pasaban de cincuenta años–, experimentara crecimiento.
Ensayó con células o grupos pequeños, y no salió bien. Luego con campañas evangelísticas en las
calles, y tampoco, y por último, intentó con reuniones a las que invitaba a los jóvenes, pero al ver los
muchachos que la concurrencia mayor era de adultos, se iban despavoridos.
Alguien le recomendó promover películas al aire libre, pero no llegaron interesados salvo la dueña de
un puesto de fritanga que creyó que en ese evento haría su agosto. Un creyente de una iglesia capitalina le
propuso difusión de volantes, estrategia que no dio mucho fruto salvo que el alcalde del pueblo se quejó por
la “basura que andan regando por ahí”.
El pastor Julio estaba desesperado. Compró siete libros sobre crecimiento de la iglesia y se los leyó
en mes y medio. ¡Nada pasó! Las cosas seguían igual. Cada vez estaba más frustrado. Los líderes lo miraban
expectantes, como preguntándose: “¿Y ahora qué paso seguimos…?” Él mismo no tenía respuestas. Estaba
desconcertado.
En los cursos a los que asistió—perdió la cuenta de cuántos—no aprendió más allá de cuanto había
leído. Y su pregunta recurrente era: ¿Cómo lograr que nuestra congregación crezca?
¿Le suena familiar esa pregunta? Probablemente sí. Es el mismo interrogante que se formula hoy
infinidad de ministros cristianos en todo el mundo.
El crecimiento de la Iglesia: el propósito de Dios
Desde el momento en el que se estableció la Iglesia, de la que usted y yo somos parte activa, el
propósito de Dios ha sido su crecimiento. Es el medio a través del cual se extiende el Reino. El problema
estriba en la existencia de congregaciones raquíticas, que se conforman con el paso de los años sin que ganen
una nueva alma para el Evangelio. Y cuando eso ocurre, cuando una sola persona llega a los pies de Cristo,
hacen fiesta como si fuera algo extraordinario.
Por el contrario, lo más natural es que a la congregación llegaran más y más hombres y mujeres
anhelando la transformación que produce el mensaje de Jesucristo. ¿Por qué no ocurre?¿Cuál es la razón por
la que existen iglesias en un estado de estancamiento permanente? Estos dos interrogantes deben llevarle a
reflexionar qué está pasando con su vida y ministerio.
¿Desea un cambio? Sin duda que sí. Por ese motivo le invito a considerar Siete principios dinámicos
para el crecimiento de la Iglesia que encontramos en los primeros tres capítulos del libro de los Hechos de
los Apóstole
1. La unidad de los creyentes
¿Cuál es el propósito de una iglesia? No es mostrar las enormes potencialidades del pastor o el
liderazgo, el completísimo currículo de formación para los nuevos creyentes, lo hermoso del templo ni las
novedades en las celebraciones. Somos ustedes y yo, como ovejas, como ese conjunto de creyentes, quienes
marcamos la diferencia, y uno de los principales distintivos, es la unidad.
Los primeros tres capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles arrojan una poderosa enseñanza
respecto al profundo impacto que generaron los creyentes y de qué manera, la congregación se multiplicó
rápidamente: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa
del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. ” (Hechos 1:4)
La unidad es fundamental. Nadie es más importante que otro al interior de la congregación. Todos
estamos enfocados a un solo propósito: alcanzar las Naciones para Cristo. Por ese motivo, no podemos decir
que aquella denominación es más importante que la nuestra debido a que su membrecía es mayor. Todos—
absolutamente todos—somos valiosos en el Reino, aun cuando nuestra congregación tenga unos cuantos
hermanos en la fe reuniéndose (Cf. Romanos 12:4-13).
2. Obediencia a los mandatos de Dios
¿Cuándo una iglesia sienta las bases para su crecimiento? Cuando a la unidad de los creyentes,
sumamos un segundo elemento de trascendencia: la obediencia a los mandatos de Dios. ¿La razón? Hoy día
es fácil escuchar doctrinas sin fundamento bíblico, que atrae millares de personas pero –por falta de solidez
—tales creyentes terminan yéndose.
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Cuando se despidieron del amado Señor Jesús, regresaron a su punto de concentración, fieles al
mandato del Señor: “Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se
pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos,
¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá
como le habéis visto ir al cielo. Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el
cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. ” (Hechos 1:10-12)
Obediencia. Una sola palabra, pero ¡tan difícil de aplicar! ¿Por qué? Porque todos queremos hacer las
cosas a nuestra manera. Gobernarnos solos. Eso lo puede apreciar en su relación de familia pero también en
la Iglesia. Hay líderes que no se someten al pastor porque sienten que la “unción” sobre ellos y no deben
seguir sus orientaciones. En una congregación así, jamás se producirá un avivamiento.
3. Búsqueda sincera en oración
Las actividades en la iglesia son muy importantes. Dinamizan la predicación de la Palabra, el
discipulado y la consolidación de los cristianos; no obstante, el activismo sí es perjudicial. Es esencial que
los creyentes tomen tiempo para una sincera búsqueda de Dios. Está por encima de todo lo demás.

¿Qué fue lo primero que hicieron los discípulos tras despedirse del Señor Jesús? Reunirse, como Él
les instruyó—obediencia–, y volcar nuestros esfuerzos a buscar el rostro del Señor en oración, meditación de
Su Palabra y escucha de Su voz:
“Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás,
Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos éstos
perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus
hermanos. ”(Hechos 1:13, 14)
La Escritura es específica al señalar que perseveraban, es decir, eran constantes. Todo el tiempo, sin
desmayar. Y esa perseverancia se manifestaba en oración y ruego. Búsqueda de Dios, siempre. Es el
fundamento para que una iglesia crezca y el aumento de sus miembros sea cada vez mayor.
4. Darle a Dios el primer lugar
Cuando le otorgamos el primer lugar a Dios, todo proyecto tiene asegurada la victoria, y más cuando
se trata de la iglesia (Cf. Salmo 127:1-3) No somos usted y yo como líderes los más importantes. El
verdaderamente importante es el Señor. Nada más que Él.
Los primeros creyentes oraban y predicaban. La Biblia relata que el apóstol Pedro compartió ante un
nutrido número de personas reunidas en el aposento alto, la necesidad de escoger reemplazo para Judas: “En
aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en
número), y dijo: Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo
habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado
con nosotros, y tenía parte en este ministerio. Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un
campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad…. Es necesario, pues, que de estos hombres que han
estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros… Y señalaron
a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando, dijeron: Tú,
Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte
de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. Y les
echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles. ”(Hechos 1:15-26)
Los planes y proyectos pueden sonar interesantes y atrayentes, por su aparente eficacia, pero al
primero que debemos pedir orientación sobre la ruta a seguir, es a nuestro amado Dios. Él debe ser quien, por
la obra de Su Espíritu Santo, nos oriente en la toma de decisiones…
Cabe aquí resaltar que las estrategias que han funcionado en una iglesia, no necesariamente lo serán
en otra denominación. Dios tiene un plan para cada grupo de creyentes. Jamás olvide que Él trata con
nosotros de manera individual.
5. Dependencia del Espíritu Santo
Con frecuencia escucho personas que aseguran “hablar en lenguas” y siempre que lo hacen, es el
mismo conjunto de vocablos. Pareciera que lo memorizan. Y eso no es precisamente hablar en lenguas. Es
algo espontáneo cuando Dios toma el control de una persona.
Igual con otras manifestaciones como la “risa santa”, la “embriaguez” en el Espíritu o caer. Dicho sea
de paso, no soy amigo de estar imponiendo manos porque suele ocurrir que las personas se ocupen más de la
unción que hay en el predicador que en la transformación espiritual y personal que debería traer tal caída en
el Espíritu.
Una iglesia dinámica, que crece, es una iglesia que se deja mover por el Espíritu de Dios, como
ocurrió con los creyentes del primer siglo: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes
juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la
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casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre
cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de
todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque
cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son
galileos todos estos que hablan?…”(Hechos 2:1-7)
Cuando es el Señor quien se mueve en nuestra existencia, el poder de Dios respalda la predicación del
Evangelio y todo cuanto hacemos, Necesariamente—y permítame resaltar esta palabra–, la iglesia
crece. Como consecuencia de ese mover sin precedentes del Espíritu Santo “…los que recibieron su
palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. ”
(Hechos 2:41, 42)
No era necesario presionar a nadie: todos querían ser parte de ese algo inexplicable que se estaba
dando entre los creyentes. Igual hoy si dejamos de lado el show pretendiendo mover nosotros al Espíritu
Santo—llegando a la impertinencia de darle órdenes como “Muévete con poder Espíritu Santo”, como si
fuera nuestro asistente—y lo dejamos que Él haga las cosas a Su manera.
6. Vivir el evangelio
La mejor predicación es la que se hace con los hechos. Una encuesta que leí hace algún tiempo
mostraba que si un elemento alejaba a las personas de ser creyentes, era que veían en los cristianos a
personas que predicaban pero no hacían. ¡Nuestros hechos deben reafirmar con hechos aquello que decimos!
Los primeros cristianos no sólo predicaban las Buenas Nuevas de Salvación sino que vivían el
Evangelio: “Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los
apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus
propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes
cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de
corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los
que habían de ser salvos. ” (Hechos 2:43-47)
A través de la iglesia el poder de Dios se manifestaba con poder. Se predicaba el Evangelio, los
enfermos recibían sanidad, los endemoniados eran libertados y la sociedad en la que se desenvolvían los
cristianos, experimentaba una profunda transformación. Como consecuencia se añadían cada día más
seguidores del Señor Jesús.
7. Dependencia de Dios
El Señor es quien nos asegura la victoria. Por eso es fundamental que dependamos enteramente de Él.
El poder no es nuestro, sino que proviene de Él. Recuerde el incidente en el que se mostró el poder divino
obrando a través de los discípulos:
“Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo
de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese
limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo,
les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les
estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy;
en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al
momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo,
andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era
el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo
que le había sucedido. ” (Hechos 3:1-10)
Los dones y talentos nuestros como servidores, deben estar al servicio del Señor. Él es quien debe
glorificarse.
Jamás olvide que la caída de pastores, obreros, líderes y cristianos comprometidos ocurre cuando nos
desprendemos de la mano del Señor Jesús y nos movemos en nuestras fuerzas y capacidades. El enemigo
saca ventaja y produce problemas. Produce en nuestra existencia reveses en el ámbito personal y espiritual.
La oración, fundamento para crecer
Las iglesias de más rápido crecimiento en el mundo testifican que no son las estrategias humanas sino
la oración, el elemento dinamizador que asegura resultados eficaces. Estados Unidos y Corea son un ejemplo.
Pregunte usted y comprobará como creyentes en clamor, sentaron las bases para una explosión en su
membrecía. El problema estriba en que hoy se buscan más las estrategias y la aplicación de los planes, que el
rostro de Dios.
Si oramos, milagros ocurrirán, el avivamiento será real en cada comunidad de creyentes, y los propios
miembros de las iglesias, experimentarán en sus vidas crecimiento personal y espiritual. No podemos olvidar
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jamás que cambiar el curso de la historia está en manos de los intercesores.


En el caso de las iglesias coreanas, hay tres elementos que han sido claves para sus pastores y líderes
en la dinámica de iglecrecimiento:
a. Oración matutina. La mayoría comienza la búsqueda del Señor en sus casas y en los templos desde
la madrugada. Los resultados son sorprendentes.
b. Vigilias de oración. Generalmente son los viernes, y acuden multitudes a orar. Pasan la noche
entera en clamor. Las vigilias no constituyen una pesada carga sino una enorme bendición para quienes
participan en ellas.
c. Montañas de oración. Las iglesias disponen de grandes extensiones de terreno en las que los
creyentes se reúnen orar día y noche. Es una búsqueda constante del rostro del Señor.
A este elemento se suma otro más: los pastores, obreros y líderes comprometidos en la extensión del
Reino, tienen espacios—en sus oficinas o casas—específicamente dedicados a la oración. Es su espacio de
descanso espiritual, donde claman y oran. Ese es el secreto de que Dios se manifieste en sus vidas.
Armonía en la oración
La unidad de los creyentes en oración es esencial, pero a la par, que haya armonía en lo que se pide a
Dios. No puede ocurrir que unos cristianos pidan una cosa al Señor y otros, otra bien distinta. Es fundamental
que la unidad se manifiesta también en aquello que pedimos al Padre.
Sólo cuando hay armonía con la voluntad de Dios, la oración es eficaz. ¿Por qué razón? Por que Dios
el Padre responde a nuestro clamor. Esa es la verdadera eficacia, cuando hay respuesta a las oraciones.
¿Requisitos para quienes oran?
Con frecuencia me preguntan sobre los requisitos de quienes están en el ministerio de la oración e
intercesión. Y mi respuesta categórica: “No hay requisitos”. Basta que usted disponga su corazón para buscar
al Señor. Los milagros se producen, las almas se entregan a Cristo, las iglesias crecen. ¿Los resultados son
sorprendentes!
Ahora, en la Biblia encontramos al menos 23 tipos de oración, pero si queremos que haya respuesta,
es esencial que contengan dos elementos: El primero, que se pida al Padre en el Nombre del Señor Jesús (Cf.
Juan 14.13), y el segundo, que el creyente permanezca en Cristo (Cf. Juan 15:7). Son claves, como podemos
comprobarlo al leer los textos. Y transversal a esos dos cimientos, hay un tercer aspecto que no podemos
desconocer y es que, si queremos respuestas a nuestras oraciones, lo que pidamos debe estar en consonancia
con la voluntad de Dios.
Cuando oramos, se combinan dos elementos: la autoridad que ejercemos en Cristo, y el segundo,
la intimidad que mantenemos con el Padre celestial, quien nos ama y no solo escucha sino que responde a
nuestras peticiones.
Lo lamentable es que muchos de los pastores, obreros y líderes que anhelan el crecimiento de las
congregaciones que tienen a cargo así como sus propias vidas, no consideran la oración como una prioridad.
Si les pregunta, le dirán que por supuesto, pasan tiempo en oración; no obstante, en la intimidad no es así. Se
ocupan de todo, menos de buscar el rosto del Señor. Y Cristo no ocupa el primer lugar en su existencia y
ministerio, como debería ser (Cf. Mateo 16:18) Por tanto es necesario pasar de la retórica, de decir “Sí yo
oro”, a la oración activa, eficaz, que trae cambios.
Tenga presente que las iglesias crecen cuando hay oración de por medio. Y, como lo dice la Biblia,
nuestras oraciones suben delante de Su presencia, como incienso de olor fragante (Cf. Apocalipsis 5:8;
Salmo 141:2)
Y hablando de clamor, ¿Ya recibió a Jesucristo como Señor de su vida? Si no es así, hoy es el día para
que tome esa decisión. Puedo asegurarle que su vida será transformada y Dios colmará todas sus
expectativas, llevándolo siempre a nuevos niveles de crecimiento personal y espiritual.

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