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La Sangre Sergi Belbel PDF
La Sangre Sergi Belbel PDF
Sergi Belbel
La sangre
Sergi Belbel
Personajes:
MUJER
HOMBRE
NIÑA
MUJER JOVEN
CHICO
CHICA
NIÑA EXTRAVIADA
HOMBRE POLICÍA
MUJER POLICÍA
HOMBRE TÍMIDO
MARIDO
JOVEN MENSAJERA
AMANTE
Tiempo: Ahora.
Espacio: Un interior y tres exteriores, los cuales contrastan vivamente con el interior por
su amplitud, su luz, sus olores, el aire, el sol, el viento y la placidez.
Nota importante: Hombre y Hombre tímido, Niña y Niña extraviada, y Mujer joven y Joven
Mensajera tienen que ser interpretados por los mismos intérpretes (un actor y dos
actrices) para mantener, en los tres casos, la ambigüedad de si se trata de un solo
personaje que se disfraza o de dos personajes diferentes. Los actores que
interpreten a estos personajes (Hombre/Hombre tímido, Niña/Niña extraviada, y
Mujer joven/Joven mensajera) pueden tener un acento, o un color de piel, o un
aspecto común que los diferencie del resto. Aunque no es necesario.
El resto de personajes, excepto la Mujer, pueden ser interpretados, eventualmente,
por un solo actor y una sola actriz: Actor: Chico, Hombre Policía y Marido; actriz:
Chica, Mujer Policía y Amante.
ESCENA 1
MUJER: ¿Eh? (Pausa.) ¿Se ha ido? (Pausa.) Perdone que siga haciendo preguntas,
pero... ¿se ha ido? (Pausa.) Mierda. (Pausa.) Me parece que me he roto una
pierna... que me han roto una pierna, sus hombres me han roto la pierna, ¿me oye?
¿Dónde está? ¡Eh, usted! ¡Vuelva! ¿No irá a dejarme aquí en este estado, no? ¡Eh!
VOZ DEL HOMBRE (después de una pausa): ¿Por qué ha dicho "sus hombres"?
MUJER: Ah, ¿está aquí?
HOMBRE: Siéntese.
HOMBRE: No llore.
MUJER: Me duele.
HOMBRE: No tiene nada roto.
MUJER: ¿Cómo lo sabe?
HOMBRE: Soy más fuerte que usted. Cualquier agresión que intente contra mí no será
nada comparada con la que yo podría infligirle.
MUJER (apreciando irónicamente la terminología): Infligirme...
MUJER: Supongo que en estas situaciones, todo el mundo reacciona como yo.
Cagándose encima. (Pausa.) Qué peste. (Pausa.) No hay ventanas ni ventilación
alguna, cómo no. Quedará flotando un buen rato. La peste. Me alegro por usted.
Afortunadamente, a nadie le resulta del todo molesto el olor de su propia mierda.
Tan repugnante que suele ser para los demás, ¿verdad? (Pausa. Sonido de
ventosidad.) ¿Verdad? (Pausa.) Casi se me escapa la risa, ja, ja. (Pausa.) Si no
fuera por el miedo que tengo. (Pausa.) La risa es fruto de la ridiculización, denota
bajeza y va acompañada de insensibilidad y de distanciamiento. Bergson. Míreme a
mí: tengo miedo, luego cago. Cago y sin embargo me río. ¿Soy una insensible?
¿Me he distanciado de mí misma? A la mierda Bergson. (Pausa.) La mierda y la
risa. (Pausa.) El ser y la nada, ja ja ja. (Pausa.) Sartre. Otra buena mierda. La
náusea de la nada. Si hubiera estado aquí, la náusea se le habría convertido en
descomposición, pura diarrea cien por cien empírica, como la mía, se lo aseguro.
(Suelta una risita. Más ruido de excrementos.) Si mis alumnos pudieran verme así...
Una profesora tan distinguida. (Ventosidad.) Ya sé de qué le conozco. Usted fue
alumno mío en la Facultad. (Pausa.) ¿Verdad que sí? (Pausa.) Hace tres... no,
cuatro años. (Pausa.) Se sentaba siempre en la última fila. A la izquierda. Al lado de
la ventana. Aula 39. (Pausa.) Sí, es usted. (Pausa.) Un día me hizo una pregunta en
mitad de la clase. (Pausa.) Me acuerdo muy bien del hecho pero no de la
formulación exacta de la pregunta. Lo que sí recuerdo es que no se la contesté.
(Pausa.) Algo así como cuál era la naturaleza de los... "límites de una moral
comunitaria". Así lo dijo. (Pausa.) No sé por qué no le contesté. (Pausa.) O sí.
(Pausa.) No me caía nada bien. (Pausa.) Quizá por eso. No hay papel.
HOMBRE: No era yo.
MUJER: Papel, por favor.
HOMBRE: Si no lo ve, no hay.
MUJER: Lo cual quiere decir que tengo que ponerme las bragas sin limpiarme. (Pausa.)
¿No ha oído lo suelta que estoy? (Pausa.) Papel, por favor. (Pausa.) Vaya a buscar.
HOMBRE: En unos minutos llegará alguien. No puedo salir hasta que no esté aquí.
MUJER: Supongo que "unos minutos" en esta situación pueden ser horas. (Pausa.) O
días.
HOMBRE: Unos minutos son unos minutos.
MUJER: Muy bien. Allá usted.
MUJER: Quiero agua. (Pausa.) Tengo que beber agua, mucha agua. (Pausa.) Lo mejor
que se puede hacer para la diarrea es beber agua. (Pausa.) Antes me ha
preguntado si tenía sed. (Pausa.) Pues ahora sí, tengo sed. (Pausa.) ¿Dónde está el
agua?
HOMBRE: La traerán.
MUJER: En unos minutos, el "alguien" misterioso. (Pausa.) Llámele por el móvil y dígale
que sea puntual. (Pausa.) ¿No lo va a hacer?
Se abre la puerta. Haz de luz. Ella se gira y se levanta. Aparece una silueta
en la puerta, recortada por la luz que proviene del otro lado. Es alguien
muy bajo. Larga pausa.
La silueta avanza unos pasos. Es una niña de unos diez años. La mujer la
mira, sorprendida.
NIÑA: Es una canción idiota. (Pausa.) Pero a mí me parece triste. (Pausa.) ¿A usted no
le parece triste esta canción?
MUJER: No lo sé.
NIÑA: ¿La conocía?
MUJER: No.
NIÑA: Claro que no. Me la inventé yo. (Pausa.) Yo me invento cosas. (Pausa.) ¿Usted no
se inventa nada?
MUJER: No (Pausa.) Me gustaría.
NIÑA: Lo más triste de la canción es cuando dice... "quiero dejar la tierra, tralará". La
chica de la canción es una desgraciada. (Pausa.) No se encuentra bien, en la tierra.
(Pausa.) Quizá tiene problemas. (Pausa.) Por eso dice que se quiere ir. (Pausa.) A
la luna, vaya sitio más tonto adonde ir, ¿no le parece?
MUJER: ¿Quién eres?
NIÑA: Dice que se quiere ir a la luna por decir algo. (Pausa.) La luna es hermosa desde
la tierra. Pero nada más. No hay aire, ni agua, ni fuego. Sólo un desierto de piedras.
La luna es un sitio horrible. No podría vivir, la chica, en la luna. (Pausa.) Supongo
que al decir que quiere ir a la luna, lo que está diciendo en realidad es que tiene
ganas de morirse. (Pausa.) ¿No?
MUJER: ¿Cuántos años tienes?
NIÑA: Doce. (Pausa.) Mentira. (Pausa.) Diez. (Pausa.) Es que me gusta pensar que soy
mayor. (Pausa.) ¿Se ha creído que tenía doce?
MUJER: No lo sé. Sí.
NIÑA: Sé engañar. Me lo enseñó mi madre. Si quieres ser algo en la vida, tienes que
saber engañar, me dijo.
MUJER: ¿Quién es tu madre?
NIÑA: Está muerta.
MUJER: ¿Y tu padre?
NIÑA: También. (Pausa.) Los asesinaron. (Pausa.) El enemigo. (Pausa.) Delante de mí.
(Pausa.) Hace cuatro años. (Pausa.) Todavía tengo pesadillas.
MUJER: ¿El enemigo?
NIÑA: Yo he mamado el odio al enemigo desde que nací. (Pausa.) No es fácil
deshacerse del odio cuando lo has mamado. (Pausa.) Y crece con los años.
(Pausa.) Y con todo el dolor que día tras día nos va provocando el enemigo.
(Pausa.) Mi madre era muy lista. Me enseñaba cosas importantes. Engañar. Callar.
Sentir.
Se abre la puerta. Haz de luz. Aparece la silueta de una mujer joven. Lleva
algunas bolsas y una caja. Se dirige a la niña, desde el umbral de la puerta.
No le vemos la cara. La mujer se gira. La niña va hacia ella.
NIÑA: Ahora ya está más tranquila. ¿No le harás mucho daño, verdad?
MUJER JOVEN: Sólo el imprescindible. Será mejor que te vayas.
NIÑA: Me dijiste que podría quedarme.
La mujer se levanta.
MUJER JOVEN: Tantos años de lucha, de esperanzas inútiles... Y yo aquí, con esta
mujer histérica y tú... tú... con esa especie de sadismo que te sale de dentro y que
me asusta... No puedo más... Oh, ¿cómo acabará todo esto?...
NIÑA: Perdóname, no volveré a hacerlo.
MUJER JOVEN: ¿Qué sentido tiene todo esto, por dios? Oh... No debería haber
consentido que... Vete. Vete. ¿Cómo se me ha podido ocurrir que te quedaras?
Todavía eres una criatura inmadura que no entiende nada, un cerebro poco
desarrollado. Has asimilado tan mal todo lo que te hemos enseñado... Se me cae el
alma a los pies cuando lo pienso... Tengo tantas ganas de que crezcas y dejes de
ser una insensata...
NIÑA: No soy una insensata, te lo juro. Sí, lo reconozco, le quería hacer daño. Al principio
me caía bien, tienes razón, es una pobre mujer que seguramente no tiene la culpa
de ser como es, de pensar lo que piensa. Una víctima. Además, ya sabemos que el
cerdo es su marido y no ella. Eso os he oído decir, ¿no? Lo que pasa es que...
luego, cuando ha empezado a darme empujones y golpes... Sí, te he mentido,
primero no me ha hecho daño. He fingido que sí para ablandarte, para que me
dejaras asistir al... al... acto. Mi primera tortura. Es importante para mí. ¿No lo
entiendes? Pero luego sí que me ha hecho daño, y he notado dentro de mí una
especie de fuerza que quería salir, como un grito, sí, ganas de matarla... He visto el
cuchillo... El ruidito que hacía... Ella ahí, sin entender nada... Mirándonos con esa
mirada de desgraciada... Y... Sí, por unos momentos, me han entrado ganas de
despedazarla... Pero estoy contenta de que me lo hayas impedido. ¡¡Reconozco mi
error, pido perdón, impónme el castigo que merezco, por favor, castígame, necesito
ser castigada, te lo ruego, te lo suplico a gritos, con lágrimas en los ojos, por favor,
castíiiigameeeeee!!!!!
La mujer joven mira a la mujer. Va hacia ella. Ésta reacciona con terror. La
joven la incorpora. Le quita la mordaza y la bola de la boca. La mujer
respira agitadamente.
Oscuro.
ESCENA 2
CHICA: ¡Espera!
CHICO: No es mío.
CHICA: ¿Eh?
Ella se levanta.
CHICO: ¡No! No, espera. Perdóname si te he asustado. Cuando me he ido, he pensado,
que se joda, otra reprimida histérica como la mayoría; y nada más llegar a aquel
pino, me he detenido y he pensado: "¿por qué eres tan malo, por qué esa manía
tuya de juzgar contínuamente a la gente, de criticarla, si ni siquiera hace una hora
que la conoces y no has entablado con ella una conversación de más de tres o
cuatro monosílabos?" Y estaba reflexionando en ello, apoyado en el tronco del pino,
mira, aquél, ¿lo ves?, y de repente se ha caído una piña y me ha dado en mitad de
la cabeza. Mira qué chichón. Entonces, he tenido una revelación. Como Newton y la
manzana. ¿O era una pera? Da igual, una piña seguro que no. Entonces, he mirado
la piña en el suelo, a mis pies y me he dicho: "¡alto ahí!, ¿qué debe de haber dentro
del paquetito ese que ella decía que era mío y que yo creía que era suyo?" Y he
sentido dentro de mí un impulso poderoso de volver a verte y he vuelto corriendo y
en ese preciso instante he visto que ibas a abrirlo y he pensado: "¡No!, vete a saber
lo que hay dentro, la pobre chica solitaria reprimida e histérica quizá corre peligro,
voy a salvarla". Y entonces me ha salido el grito: ¡¡¡NO LO TOQUES!!!
CHICA: ¡¡¡Ah!!!
CHICO: Te he asustado.
CHICA: Ya me había parecido que tenías cara de imbécil, me había dicho "seguro que es
un imbécil, como la mayoría", pero no, eres mucho más imbécil que la mayoría.
CHICO: ¿Ibas a abrirlo?
CHICA: Conque es tuyo, ¿eh? Mira, me voy, ya tengo bastante.
Pausa. Se miran.
Pausa.
CHICA: Me voy.
NIÑA EXTRAVIADA: ¿Han visto a una mujer muy alta y vestida de negro?
CHICO: ¿Eh?
CHICA: No. ¿Por qué?
NIÑA EXTRAVIADA: Me he perdido.
CHICA: ¿Es tu madre?
NIÑA EXTRAVIADA: Mi tía. Hemos salido juntas de compras. Mamá no me dejaba ir.
Primero, porque en realidad no tenemos dinero para comprar nada. Nunca
compramos, sólo miramos. Pero mi tía siempre dice: ¡vamos de compras! y a mamá
eso la pone enferma. Segundo, porque la tiíta es muy despistada. No es la primera
vez que me pierdo cuando voy con ella. Yo vivo lejos de aquí. En un barrio de esos
horribles, donde la gente vive amontonada y encasillada. Y no sé qué debo hacer
para volver a casa.
CHICO: Lo siento mucho, niña. Busca a un guardia.
CHICA: ¿Dónde has perdido a tu tía?
NIÑA EXTRAVIADA (al chico, casi simultáneamente): ¿Qué hay en esa cajita?
CHICO: ¿Eh?
NIÑA EXTRAVIADA (a la chica): En la salida de los grandes almacenes. Había un gentío
en la puerta... Uf. Un grupo de japoneses que entraban a comprar. Salíamos las dos
juntas. Y de repente, miro a un lado: un japonés. Miro al otro lado: una japonesa. Ni
rastro de la tiíta.
CHICO: Nena, bonita...
NIÑA EXTRAVIADA: Les estoy molestando, ¿verdad? ¿Qué estaban haciendo? Ah, ya.
El hombre regala algo a la mujer. Como antes. ¿Se van a casar? ¿Es el anillo?
CHICO: ¿Una mujer muy alta vestida de negro? ¿No es aquella?
NIÑA EXTRAVIADA: No. Mi tía es más delgada. Y va vestida de negro negro, no de gris
negro. ¿Y cuándo se van a casar? ¿Es el anillo?
CHICO: Sí... De Moebius...
NIÑA EXTRAVIADA: ¿Qué?
CHICA: No le hagas caso.
NIÑA EXTRAVIADA: Le sale sangre.
CHICO: ¿Todavía?
NIÑA EXTRAVIADA: No soporto la sangre. ¿Cómo se ha hecho eso?
CHICO: Un ladrón, guapita, que me quería robar la cartera, un tío con cara de asesino
que me ha arreado un golpe en la cabeza con la culata de la pistola... Este parque
es peligrosísimo para los que pasean solos... Yo, en tu lugar, volvería a los grandes
almacenes, si no quieres que te atrape el ladrón y te abra la cabeza o te raje de
arriba abajo a ti también...
NIÑA EXTRAVIADA (a la chica): ¿Es verdad?
CHICA: No.
CHICO: Además, seguro que la tiíta esa tan alta y tan negra que tienes no se ha movido
de la perfumería, que está en la planta baja, y se está probando una por una todas
las colonias, que es lo que hacen todos los que no tienen un puto duro.
NIÑA EXTRAVIADA: Le tendrían que curar la herida esa de la cabeza, cada vez dice
más tonterías.
CHICO: Sí. Hala, guapa, ve corriendo a llamar a la policía, o a una ambulancia, antes de
que me desmaye.
NIÑA EXTRAVIADA: Uy, no, es que yo soy tonta. Eso de hablar con la gente yo no lo sé
hacer. Y menos aún con la policía, o con los hospitales. No lo he hecho nunca.
¿Cómo se hace? ¿Por teléfono? ¿A qué número hay que llamar? ¿Qué hay que
decir cuando cojan el auricular y digan "diga"? Me aturullaré. Ni siquiera sé cómo se
llama este sitio. Me pondré histérica, no me saldrán las palabras y colgaré. Y
mientras tanto, usted, aquí, ¡hala!, sangrando a borbotones por la cabeza. Menuda
ayuda, la que les puedo ofrecer yo... Ya se lo he dicho: es que soy tonta. Por cierto,
ahora que lo pienso... ¿por qué no llaman ustedes?
CHICO: ¿Eh? ¡¿A quién?!
NIÑA EXTRAVIADA: A la policía, a la ambulancia. Usted.
CHICA: ¿Yo? ¿Y por qué yo?
NIÑA EXTRAVIADA: O sea que tiene a su novio ahí, desangrándose a la intemperie y
resulta que usted está más pendiente del regalito que él le ha comprado que de su
estado de salud físico y mental... Porque además de perder la sangre, está
perdiendo el seso, ¿no lo ve? Claro que en realidad las dos cosas están
relacionadas, la semana pasada nos lo explicó la profe de ciencias: la sangre lleva
oxígeno a la cabeza, al cerebro; sin oxígeno, el cerebro no funciona: ahora a él le
está saliendo todo el oxígeno de la cabeza por la herida esa, ¿verdad?, por lo tanto,
cada minuto que pasa le funciona menos la cabeza. No es bueno que salga la
sangre, nos vuelve locos.
CHICO: Lo siento, no puedo más, voy a abrir el paquete.
NIÑA EXTRAVIADA: He captado la indirecta. Me voy. Quieren estar solos. Es normal.
Supongo que dentro de unos pocos años, yo estaré en su lugar, en un banco como
éste, con un hombre a mi lado que se me estará declarando y cuando se me
acerque un niño del parque y me diga que se ha perdido, me importará un bledo y
también querré se vaya al carajo.
CHICA: Yo no quiero que te vayas al carajo...
NIÑA EXTRAVIADA: Falsa. (Pausa.) Muchas gracias por su ayuda.
Oscuro.
ESCENA 3
Pausa. Comen.
Pausa. Comen. Aparece un hombre tímido, con una vieja bolsa de plástico
en la mano. No va bien vestido. Avanza unos pasos. Los policías lo miran
mientras comen.
La mujer policía sale. El hombre policía mira al vacío. Está lleno de sangre.
Pausa.
Oscuro.
ESCENA 4
Jardín de una casa lujosa. Césped. Aire transparente. Sol. Muy cerca, una
piscina. Reflejos azules del agua. Una mujer en una tumbona, con gafas de
sol, la amante. Aparece sigilosamente una mujer vestida con un uniforme
rojo, la joven mensajera. Lleva un paquete en las manos. La mujer no la ve.
Parece dormida, o ausente. La mensajera entra boquiabierta,
contemplando la casa y el jardín. Se acerca a la amante, que sigue sin
reparar en ella. La mensajera se está un tiempo quieta, delante de la
amante. Tose. La amante se sobresalta y la mira.
AMANTE: Adiós.
JOVEN MENSAJERA: Adiós.
AMANTE: ¿Diga? Ah, hola. Bien. ¿Cómo te encuentras? ¿Y el niño? Ya. ¿Dónde estás?
(Mira en dirección a la calle.) Sí, sí, te estoy viendo. No, no quiero salir. Aparca el
coche y entra. Te espero. Hasta ahora. Un beso.
AMANTE: No es nada.
MARIDO: Ahora vuelvo.
AMANTE: Que no te vayas, te he dicho.
MARIDO: ¿Por qué?
AMANTE: La matarán, ¿verdad?
MARIDO: Te repito que acabo de pagar.
AMANTE: No quieren dinero.
MARIDO: Sí, quieren dinero. Ya lo tienen. Dentro de cinco o seis horas, ya habrá pasado
todo.
AMANTE: Si quisieran dinero, no le harían daño.
MARIDO: Esa gente no razona igual que nosotros.
AMANTE: Gracias a dios.
MARIDO: ¿Qué?
AMANTE: ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?
MARIDO: No estoy tranquilo.
AMANTE: ¿No piensas en ella?
MARIDO: Sí.
AMANTE: Creo que me voy a desmayar.
MARIDO: Respira hondo.
AMANTE: No puedo. No puedo moverme.
MARIDO: Cálmate.
AMANTE: ¡Llévate eso de ahí, por lo que más quieras!
AMANTE: Todavía hay sangre suya en su pie. Aunque esté medio seca, es suya.
(Pausa. Señala el pie con la cabeza.) Cómetelo. A lo mejor su sangre te purifica.
(Pausa.) Hazme caso, aunque sólo sea una vez. La primera y última vez. (Pausa.)
Cómetelo.
Oscuro.
ESCENA 5 y última.
Penumbra.
La mujer está sola, sentada en el centro, vestida sólo con una camisa
arremangada. Le falta el dedo índice de la mano derecha, la oreja izquierda
y el pie derecho. Tiene vendadas estas tres partes del cuerpo. Un vendaje
muy bien realizado, pulcro. Ni una gota de sangre traspasa las vendas. La
pierna del pie amputado reposa encima de una caja. Está descalza del otro
pie. Tiene los ojos cerrados.
De repente, abre los ojos y mira delante de ella. Su rostro no expresa nada.
Absolutamente nada. Se queda así, con la mirada fija, perdida en el infinito.
Sus ojos se llenan de lágrimas que no llegan a deslizarse por sus mejillas.
Permanece un tiempo completamente inmóvil, sin moverse ni pestañear.
Luego, con un hilo de voz apenas audible, empieza a tararear la melodía
de la canción que le cantó la niña. Se le entienden algunas palabras, hasta
que acaba cantándola entera.
MUJER: Sí. Quiero dos cosas. (El hombre no responde. Aún está en el rincón oscuro.)
Deseo dos cosas. (Pausa.) Dos. (Pausa.) Si me quedan pocos minutos, pueden
concedérmelas. (Pausa.) Porque me quedan pocos minutos, ¿no es así? (Pausa.)
¿Cuántos, exactamente? (Pausa.) Deben de haber pasado dos horas desde el
último calmante que me inyectó su... compañera... ¿O no es su compañera? Por
cierto, ya se me ha pasado el efecto. Estos calmantes no sé de dónde los han
sacado, no valen nada.
MUJER: No haga tanto ruido, por favor, tengo el oído muy sensible. El de la oreja que
aún tengo. Y el otro, todavía más.
MUJER: Lo hace muy bien. Pero hay un pequeño problema. (Pausa.) No es éste el pie
que me pica.
Silencio.
La mujer lo mira. Silencio. Se abre la puerta. Haz de luz muy débil. Aparece
la silueta de la mujer joven. El hombre la mira.
MUJER (con una voz cada vez mas débil, haciendo esfuerzos sobrehumanos para no
desfallecer y para seguir hablando:) ¿Usted no tiene hijos? (Mira al hombre.) ¿Y
usted? (Pausa. A la mujer joven:) Yo tengo uno. Un niño. Ya es un hombrecito, casi
tiene la misma edad que ella. (Pausa.) Me duermo. (Pausa.) No tienen hijos, pero
ella es como si fuera hija suya, ¿verdad? ¿Le dirán una cosa de mi parte? Por eso
quería verla. (Pausa.) Por favor. (Pausa.) No puedo... (Pausa.) Diganle que me
gustaría... que me gustaría mucho que... (Pausa.) Se me va la cabeza. (Pausa.) La
misma estatura... (Pausa.) La misma mirada. (Pausa.) El mismo... lenguaje.
(Pausa.) Me gustaría que supiera... que pudiera... (Pausa.) Líneas paralelas.
(Pausa.) Quizás... (Pausa.) Pero la sangre... (Pausa.) A lo mejor... (Pausa.) Antes
de que se acabe todo... (Pausa.) La sangre... (Pausa.) No veo nada... (Pausa.)
Nada...
HOMBRE: Te quiero.
MUJER JOVEN: Yo también.
Pausa. Se miran.
HOMBRE: Mierda.
Silencio.
Del rincón oscuro del otro lado, aparece una silueta que avanza
lentamente. Es la niña, que ha estado escondida allí todo el tiempo.
NIÑA: No he ententido qué querías decirme. (Pausa.) Les he engañado. Se creen que
estoy en el parque, jugando con mis amigos. No me han visto entrar aquí. Tú
tampoco. Estabas durmiendo. (Pausa.) Me ha gustado mucho cómo has cantado mi
canción. La has cantado mejor que yo. (Pausa.) No me ha gustado nada el ruido de
la sierra, cuando te ha cortado la cabeza. He estado a punto de gritar. Me he
mordido la mano, mira, para no gritar. Pero no me he hecho sangre. (Pausa.)
Bueno, sí, un poquito nada más. (Pausa.) Qué rabia me da que no hayas sabido
que te estaba escuchando, me hubiera gustado mirarte y que me miraras, pero no
podía salir de ahí, me habrían castigado más todavía. Y no me gustan los castigos.
Tú tampoco me gustabas al principio, me hiciste daño, pero como te has aprendido
mi canción... y tenías tantas ganas de verme y de hablarme... ahora me gustas un
poco. (Pausa.) Te pido disculpas por lo del otro día. (Pausa.) Gracias. Sabía que me
perdonarías. (Pausa. Con un dedo, delicadamente, toca la sangre. Se mira el dedo.)
El mismo color. Espesa y caliente como la de mamá, cuando la mataron. Igual,
igual. (Se lleva el dedo a los labios.) El mismo sabor. (Pausa.) Me dejó empapada.
Se murió encima de mí y me dejó empapada. Las manos, el cuerpo, la cara, todo.
Le dispararon directamente al corazón, o un poco más abajo, ahora no me acuerdo,
y tuvo tiempo de entrar en mi habitación y echárseme encima para abrazarme.
Decía cosas que no entendía. Yo sólo veía su sangre. Me tragué un buen trago.
Grité tanto que estuve un mes entero sin poder hablar. (Pausa.) No temas, no estás
muerta. Como mamá. Como papá. No estás muerta. Estás aquí. Y aquí te quedarás
para siempre. (Pausa.) Son tan tontos... ¿Cómo quieren que no salga la sangre?
Tendrían que haberlo hecho fuera de aquí. Muy lejos de aquí. (Pausa.) O no
hacerlo. (Pausa.) Por cierto, ¿qué querías decirme? (Pausa.) Decías algo de tu hijo,
pero, ¿qué? (Pausa.) Oh, estás aquí, pero no puedes hablar, qué rabia, te has
llevado tu último pensamiento, que era para mí, y ya no me lo podrás decir. (Pone
una mano entera dentro del charco de sangre.) Qué calentita. (Pausa. Se mira la
mano.) Me ha encantado conocerte, de verdad. (Pausa.) Eres una enemiga, pero
eres una enemiga diferente. (Pausa.) Me ha encantado tu voz. (Pausa.) Y las cosas
que decías, que no sé si he acabado de entender. (Pausa.) Una enemiga amiga, ji ji
ji. (Pausa.) No tengas miedo, no se lo diré a nadie, será un secreto entre tú y yo. Un
pacto de sangre. (Se pone sangre de la mujer en la pequeña herida que tiene en la
mano.) Ya está. (Pausa.) ¿Sabes una cosa? Me parece que uno de estos días que
voy a estar en casa de la abuela, le pediré que salgamos a pasear. Ella es muy
inocente, siempre hace todo lo que le pido. Antes, me habré enterado de la
dirección de tu casa. Nos acercaremos a ella. Diré a la abuela que en esa casa vive
un niño que conozco. Llamaremos a la puerta. Preguntaremos por él a quien nos
abra. Lo irán a buscar. Él aparecerá, me mirará y dirá que no me conoce de nada.
(Pausa.) Pero da igual, él me habrá mirado y yo ya lo habré visto.
Silencio. La niña introduce las dos manos dentro de la sangre. Cierra los
ojos. Sonríe. Levanta la cabeza. Su rostro es el de una Virgen.
Fin.