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Cero Absoluto - Cecilia Von Reichenbach (Compiladora)
Cero Absoluto - Cecilia Von Reichenbach (Compiladora)
Reseña
"Cero absoluto" trata sobre varios fenómenos de la naturaleza presentados desde la
Física, pero no desde el punto de vista de las dificultades resueltas sino con el
deseo de despertar la intriga por el mundo que nos rodea y llamar la atención acerca
de los avances de la Física y sus aplicaciones tecnológicas.
No es un manual de Física, ni un compendio de temas importantes, ni los más
básicos, ni los más famosos. Es un conjunto de pequeños textos independientes que
pueden ser leídos en el orden que el lector prefiera; todos están acompañados por
ilustraciones y debajo de algunos hay referencias a temas relacionados. También
hay una selección de fenómenos agrupados bajo el título "Efectos especiales", una
separata sobre el Museo de Física y algunas páginas escritas por especialistas.
Índice
Prólogo
Los autores
§1. Gravedad: ¿Qué cae primero?
§2. Mareas: Un problema de familia
§3. El problema de Arquímedes
§4. Efectos especiales I: El inodoro de Coriolis
§5. Electricidad: La rana de Galvani
§6. Pilas contra ranas
§7. Detectores de tormentas
§8. Magnetismo: La piedrita de la suerte
§9. Magnetismo: No es bueno que el polo esté solo
§10. Electricidad + magnetismo
§11. La sinfonía de las máquinas eléctricas: Allegro con motor
§12. El imán más grande del mundo
§13. Ondas electromagnéticas: Una familia con buena onda
§14. Luz, rayos X, acción
§15. Hágase la luz
§16. Un arcoíris para cada uno
§17. Láser: Luz de rubí
§18. Efectos especiales II: Efecto Doppler
§19. El color del mar
§20. Resonancia: Lo que importa es el ritmo
§21. Resonancia magnética nuclear
§22. ¿Qué es lo más pequeño que existe en el Universo?
§23. Recetas para preparar átomos
§24. Energía Nuclear: Átomos que nos iluminan
El año 2005 fue propuesto por los Físicos del mundo como Año Mundial de la
Física, en conmemoración del centenario de la publicación de cinco de los trabajos
más importantes y revolucionarios de Albert Einstein. Además, coincidió con el
centenario de la Universidad Nacional de La Plata, la tercera universidad nacional
creada en Argentina. Y como si fuera poco, con el centenario de la creación de su
Departamento de Física, el primero en su tipo en el hemisferio sur. En honor a tan
notables coincidencias, el Museo de Física pensó en crear un libro, dedicado a
todas las personas que sienten la espina de la curiosidad.
"Cero absoluto" trata sobre varios fenómenos de la naturaleza presentados desde la
Física, pero no desde el punto de vista de las dificultades resueltas sino con el
deseo de despertar la intriga por el mundo que nos rodea y llamar la atención acerca
de los avances de la Física y sus aplicaciones tecnológicas.
No es un manual de Física, ni un compendio de temas importantes, ni los más
básicos, ni los más famosos. Es un conjunto de pequeños textos independientes que
pueden ser leídos en el orden que el lector prefiera; todos están acompañados por
ilustraciones y debajo de algunos hay referencias a temas relacionados. También
hay una selección de fenómenos agrupados bajo el título "Efectos especiales", una
separata sobre el Museo de Física y algunas páginas escritas por especialistas.
Pedimos la colaboración de un grupo de ilustradores, para que nos ayuden a hacer
más atrayente y amena la lectura. A través de estos artículos tratamos de compartir
con los lectores los asuntos que más nos intrigan, nos divierten, nos ayudan a
comprender algunos cómo y porqué del Universo, y nos dejan con otras espinas.
Queremos ofrecer una mirada nueva, que muestre que vivimos en un mundo
cuestionado, explicado y hasta cierto punto predicho por la Ciencia. Sabemos
también que ésta es sólo una parte de todo el conocimiento de la Naturaleza, que ha
Agradecimientos
"Si bien el imaginario popular nos identifica con hombres distraídos, con anteojos y
guardapolvo o con muchachos despeinados, los científicos somos por igual
hombres y mujeres, jóvenes y viejos, gordos y flacos...
Por ejemplo, en el Departamento de Física de la U.N.L.P trabajan personas en su
mayoría jóvenes y la mitad de ellos son mujeres..."
Los autores
Los textos de este libro fueron escritos por cuatro docentes del Museo de Física de
la UNLP: Cecilia von Reichenbach, Paula Bergero, Ariel Alvarez y Laura del Río.
Cecilia es Doctora en Física, investigadora del CONICET y estudia la Historia de
la Física en Argentina, Paula es Doctora en Ciencias Exactas de la UNLP y becaria
posdoctoral del CONICET, Ariel es Licenciado en Física y becario doctoral del
CONICET, Laura es estudiante del profesorado en Matemáticas.
§1. Gravedad: ¿Qué cae primero, una pelotita de tenis o una hoja de papel?
Newton lo hizo: extrajo el aire del interior de un tubo de vidrio en el cual había una
pluma y una moneda y al darlo vuelta comprobó que ambas caían al mismo tiempo.
Ochenta años antes que Newton, Galileo sospechaba lo mismo. Entonces, comenzó
a experimentar. Se dice que lanzaba objetos desde lo alto de la torre inclinada de
Pisa, pero en realidad es solo leyenda. Sí es cierto que hizo una gran variedad de
experimentos soltando bolas desde diferentes alturas, por rampas o planos
inclinados, llegando a conclusiones parecidas a las de Newton.
Hacer aquella experiencia de Newton en casa es muy complicado; en cambio
podemos hacer la siguiente prueba: dejamos caer desde una misma altura una hoja
de papel extendida y una pelotita. La pelotita alcanza el suelo más rápido que la
hoja. Pero si se abolla la hoja y se repite la experiencia, la diferencia de tiempo de
caída entre ambas será mucho menor, a pesar de que la diferencia de sus pesos es
igual que en el caso anterior. Esto sucede porque al abollar el papel, disminuimos la
superficie de contacto con el aire, reduciendo la resistencia que se opone a su caída.
Y esto es algo que, en realidad, todos sabemos desde chicos, aunque no nos
hayamos dado cuenta. ¿O es que a alguien se le ocurriría tirarse de un avión sin
paracaídas? El peso de los objetos es la forma palpable de la fuerza con que nos
atrae nuestro planeta. Aunque se la suele asociar a objetos grandes como la Tierra,
la Luna o el Sol, en realidad, la atracción gravitatoria actúa entre todos los objetos
del universo. Ahora bien, como la atracción gravitatoria es mayor entre objetos de
mayor masa, es lógico que sea más evidente la atracción entre la Tierra y los
objetos que están en ella, que la existente entre usted y el libro que está leyendo en
este momento (que puede ser atractivo, pero no justamente por la gravedad).
intenta quedar lo más cerca posible de la Tierra). En los sitios donde esto suceda, el
nivel del agua subirá y el mar avanzará sobre el continente: subirá la marea. Pero
como siempre, si en algún lugar hay más agua, en otros habrá menos: allí el agua
retrocederá y tendremos la "marea baja"
De todos modos, parece que la Tierra no se lleva tan bien como dicen con
su hermana menor. A medida que se van poniendo viejas, las hermanas se
van distanciando. Se pudo comprobar, con precisión de milímetros, que la
distancia Tierra-Luna aumenta a razón de unos cinco centímetros por
año. ¿Cómo lo midieron?
Otro secreto de familia para entender los vaivenes de las mareas el Sol, siempre
celoso, también mete la cuchara en el asunto. Cuando hay Luna Llena o Nueva, la
Luna y el Sol están alineados con la Tierra; entonces atraen a los mares en la
misma dirección y hacen que las mareas sean más pronunciadas. Lo contrario
pasará en Cuarto Menguante o Creciente, cuando tenemos mareas menos
pronunciadas. ¡Qué mareo!
Esto mismo sucede sobre océanos, lagos, lagunas y charquitos, incluso sobre
nuestro plato de sopa. Pero cuanto mayor sea el volumen de agua, más evidentes
serán las mareas. Para las mareas el tamaño es importante.
Una aclaración: curiosamente, las mareas altas no se dan solamente en los lugares
de la Tierra más cercanos a la luna, sino también en sus antípodas.
Fotografía de Ricaldoni con la maqueta del submarino, tomada del Archivo General
de la Nación
En un capítulo de Los Simpson, luego de una discusión con su hermana Lisa, Bart
llama por cobrar a Australia para verificar si el agua del inodoro sale girando en el
hemisferio Sur en sentido contrario que en el Norte. ¿De dónde sacó Lisa esta idea
estrafalaria?
La Tierra está rotando sobre su eje. Cuando saltamos, corremos o caminamos, no
notamos los efectos de este movimiento. Sin embargo, de una forma algo sutil, la
rotación de la Tierra desvía la trayectoria de los cuerpos en su movimiento. Esta
desviación es pequeña, pero resulta más notoria en las corrientes de aire, de agua,
en los péndulos (como por ejemplo, una bolita colgada de un hilo) y en objetos que
se mueven en el aire, como los proyectiles.
Un árbol plantado en la latitud del Ecuador está girando a miles de kilómetros por
hora, mucho más rápido que uno que está en los trópicos, cuya velocidad será casi
la mitad. Mientras tanto, en las cercanías de los polos, las cosas girarán mucho más
lentamente respecto del eje terrestre. Tan tremendas diferencias de velocidad tienen
sus consecuencias, y fue Gaspard Coriolis quien primero se dio cuenta. Él observó
que la rotación desvía los objetos que se mueven en una dirección transversal a su
movimiento. En particular, si se están moviendo horizontalmente, se desvían a la
derecha de su trayectoria en el hemisferio Norte, y a la izquierda de la misma en el
hemisferio Sur (atención que estamos hablando de trayectorias y no de política...).
Desde las épocas de Tales de Mileto (alrededor del 600 A.C.) hubo muchos
curiosos que se interesaron por ver qué pasaba cuando se frotaban dos materiales
diferentes entre sí. Algo realmente notable ocurría cuando los materiales en
cuestión eran por ejemplo ámbar y seda, vidrio y lana. Después de frotarlos estos
materiales quedaban "cargados", es decir, atraían o repelían objetos pequeños (y
hasta los pelos del que hacía la prueba). A falta de mejor nombre, se llamó
electricidad a esta propiedad de los materiales frotados.
En la Italia del siglo XVIII se conocían dos clases de electricidad: la atmosférica,
que se manifestaba en las descargas de los rayos, y la artificial, que se lograba
frotando dos materiales distintos. Para estudiar esta última, y no cansarse frotando,
la gente había construido "frotadores mecánicos", llamados máquinas
electrostáticas, y unos aparatos para acumular cargas conocidos como Botellas de
Leyden.
Luigi Galvani era un médico de Bolonia, muy curioso, que creía que existía un
tercer tipo de electricidad: una electricidad animal intrínseca, que transmitía desde
el cerebro a los músculos, a través de los nervios, las órdenes para contraerse. Para
tratar de probar su teoría cortaba patas de ranas, y conectaba cables a sus nervios.
Según el relato del propio Galvani, un día, mientras uno de sus estudiantes ponía en
marcha una máquina electrostática que estaba sobre una mesa cercana, tocó con un
bisturí el nervio de una pata. Inmediatamente la pata de la rana se contrajo: ¡Había
sido inventado el primer detector de ondas electromagnéticas!. Esta vez, la
casualidad estuvo del lado de los investigadores. Más tarde este curioso dispositivo
(pata de rana - cable) fue usado para detectar electricidad atmosférica, como
muestra el grabado. Parece que en Bolonia eran frecuentes las tormentas eléctricas.
Fue el primer indicio de que no se trataba de distintos tipos de electricidad sino de
manifestaciones del mismo fenómeno.
Temas relacionados: Detectores de tormentas, Ondas electromagnéticas: Una
familia con buena onda.
Querido Ben
El motivo de esta carta es simplemente
preguntad cómo desconectar esas
benditas campanillas que colocaste en el
descanso de la escalera. Evidentemente
funcionan como esperabas, porque hace
días que nos afecta una terrible tormenta
con muchos rayos y tus hermosas
campanillas no han dejado de sonar y
hacer chispazos. Seguramente pasarán
varias semanas hasta que retornes de
Londres, por lo que te pido
Seguramente no fueron estas las palabras con las que, según cuenta la leyenda,
Deborah, la esposa de Benjamín Franklin, un norteamericano que vivió por el 1800,
se dirigió a su marido. Quizás este hecho ni siquiera sucedió. Remitámonos a lo
que conocemos. Franklin había construido un dispositivo para predecir tormentas,
que consistía simplemente en dos campanitas conectadas a un pararrayos (que
también él había inventado), entre las cuales se situaba una bolita de bronce aislada.
Él ya había comprobado, con el barrilete de algún pibe del barrio, que los rayos
eran un fenómeno eléctrico. Las cargas eléctricas cercanas al pararrayos de su casa
Usted es chino y vive en la ciudad de Magnesia, en Grecia, más o menos dos mil
años atrás. Va caminando muy tranquilo cuando de repente se le mete una piedrita
en el zapato. Se la lleva a casa, porque le gusta, es oscura y pesada para su tamaño.
Luego, descubre que tiene la propiedad de atraer -y ser atraída- por objetos de
hierro y algunos otros metales. Usted bien sabe que atracción y amor van de la
mano, de modo que bautiza al cascote como "piedra amante". ¡Felicitaciones, acaba
de descubrir el imán!
Además de la piedra en el zapato, se le ha clavado a usted la espina de la
curiosidad, así que busca más de estas piedritas y hace pruebas y más pruebas. Con
perseverancia china, descubre que estas piedras raras atraen siempre al hierro.
También descubre que si intenta poner juntas las piedritas, dependiendo de cómo
las acerque, se atraen o se repelen.. En este punto, usted deduce que las piedritas
llevan las fuerzas del amor y del odio. En uno de los tantos experimentos, se da
cuenta de que si deja una barra de hierro cerca de una piedra amante, se convierte
en otro imán: lógicamente... el hierro se enamora. Sin dudar un minuto más, usted
cambia de rubro: deja el cultivo de arroz y se pone una agencia matrimonial. Pero,
inexplicablemente, no funciona muy bien, así que cambia nuevamente por una
fábrica de imanes para la heladera. Como todavía no hay heladeras ni delivery,
usted se funde. Al borde de la miseria inventa -usando el poder de las piedras- un
método para curar el empacho... pero debe huir de Grecia hacia China porque es
acusado de ejercicio ilegal de la medicina. Unos siglos después, alguien que
escuchó el relato de lo sucedido, monta una fábrica de brújulas y se hace rico.
Esto parece un cuento chino, y en parte lo es. Lo que sí se sabe es que los primeros
efectos magnéticos fueron observados con fragmentos de magnetita (un mineral
que contiene óxido de hierro), cerca de la ciudad de Magnesia, antes de la era
cristiana. Los griegos pensaban que los imanes -o "piedras amantes"- estaban
relacionados con el odio y el amor. Los chinos intentaron incluso tratar con ellos
ciertas enfermedades. Alrededor del año 100 DC ya se sabía que podía generar por
contacto la imantación del hierro. El uso de las brújulas se remonta por lo menos a
los primeros siglos de la era cristiana.
Estos dos fenómenos se conocen desde hace más de 2000 años, pero recién en el
año 1600 el inglés William Gilbert estudió de manera sistemática la electricidad y
el magnetismo... y llegó a la conclusión de que no tenían nada que ver. Pensó que
eran fenómenos distintos e independientes.
Poco más de 200 años después, un físico danés llamado Christian Oersted observó
que la aguja de una brújula se desviaba de la dirección norte-sur cuando circulaba
corriente eléctrica por un cable cercano, del mismo modo que se desvía si se le
acerca un imán. Esta fue la primera evidencia de la relación entre la electricidad y
el magnetismo. Pocos años más tarde, otro inglés, Michael Faraday, encontró que
el movimiento de un imán, acercándose o alejándose de un circuito de cables, hacía
que se originara en estos una corriente eléctrica. Un hecho curioso es que, sin saber
lo que hacía Faraday, Joseph Henry obtuvo en Estados Unidos los mismos
resultados, al mismo tiempo.
Entonces, moviendo un imán, aparecen corrientes eléctricas... y moviendo cargas
eléctricas, aparece el efecto de un imán. Es decir que Gilbert estaba equivocado.
Esto parece muy sencillo, pero a la humanidad le costó muchos cientos de años
comprenderlo acabadamente. Las investigaciones sobre la relación entre la
electricidad y el magnetismo fueron resumidas por el físico inglés James Maxwell,
alrededor de 1850, en la llamada teoría del electromagnetismo, sintetizada
básicamente en cuatro ecuaciones matemáticas. Esta teoría es uno de los grandes
hitos de la Física, ya que permitió explicar y predecir una gran cantidad de
fenómenos. También sirvió de modelo matemático para estudiar otros tipos de
fuerzas que aparecen en la naturaleza.
Gracias a estas ideas, hoy tenemos dínamos, turbinas hidroeléctricas, radios,
radares, motores eléctricos, parlantes, telecomunicaciones y tantas otras cosas...
Para convertir electricidad en movimiento, hoy solo nos basta con encender la
batidora. La electricidad circulará por los cables desde el enchufe y las paletas de la
batidora se moverán. ¿Y para convertir movimiento en electricidad? Tenemos las
dínamos y las usinas hidroeléctricas. Hoy usamos motores y generadores eléctricos.
¡Pero no siempre las cosas fueron tan sencillas!
A pesar de que la electricidad era un fenómeno conocido desde cientos de años
atrás, recién en el siglo XVII aparecieron las primeras máquinas para producirla.
En Alemania, Otto von Guericke construyó en 1672 una máquina formada por una
esfera de azufre movida por una manivela, sobre la que se generaba una carga al
apoyar la mano sobre ella. A mediados del siglo XIX ya se habían inventado
muchos generadores de fricción parecidos.
Otro tipo de generadores, llamados de inducción, funcionan recogiendo cargas
inducidas por la proximidad de otro objeto ya cargado. En el Museo de Física se
pueden ver modelos de generadores de este tipo, como la máquina de Wimshurst,
que fue inventada en 1883 por James Wimshurst. El logotipo del Museo representa
una de estas máquinas, llamada cariñosamente "el chispero gigante" por los
docentes.
Sin embargo, aunque los aparatos de fricción y de inducción eran capaces de
generar voltajes muy elevados, no eran adecuados para producir una corriente
intensa y constante. Recién a fines del siglo XIX, con el descubrimiento de efectos
y propiedades asociados a la electricidad y el magnetismo, pudieron desarrollarse
motores eléctricos eficientes.
Máquina de Wimshurst
En este aparato, una correa de material aislante transfiere carga eléctrica
a una esfera de metal, que puede alcanzar varios millones de voltios. Se
suele usar en demostraciones en el Museo y en Centros Interactivos de
Ciencias para poner "los pelos de punta" a los visitantes.
magnetismo para producir movimiento. Con una pila, un recipiente con mercurio y
un imán, hacía girar bobinados de cables. La idea de estas "rotaciones eléctricas" de
Faraday todavía se usa en los actuales motores eléctricos.
El primer motor capaz de realizar un trabajo útil fue inventado en 1837 por el
estadounidense Thomas Davenport.
Gira sobre sí mismo, tiene forma parecida a la de una pelota aplastada, y dicen las
malas lenguas que da vueltas alrededor del Sol.
Efectivamente, el imán más grande del que disponemos es, ni más ni menos,
nuestro planeta.
Como todo imán que se precie de tal, la Tierra tiene polos. Lo siguiente parece un
chiste pero no lo es: el polo magnético norte está actualmente cercano al sur
geográfico, y el polo sur magnético, cercano al norte geográfico. ¿Qué tal?
Pero, ¿de dónde sale el campo magnético de la Tierra? Sabemos que un campo
magnético puede ser generado por materiales magnéticos naturales, pero también se
produce por cargas eléctricas en movimiento.
Estudios geológicos indican que la Tierra tiene su centro líquido, y que ese líquido
ocupa más o menos la mitad del radio terrestre. Dentro de esta región existiría, a su
Hasta aquí está todo muy bien, pero hay algo que no se entiende: ¡los polos se
mueven! Los científicos saben que desde hace unos años, el polo sur magnético
está desplazándose por la zona norte canadiense en dirección hacia el norte de
Alaska. En realidad, durante las últimas decenas de millones de años, la polaridad
magnética de la Tierra se invirtió varias veces: el polo norte magnético cambió su
lugar por el del polo sur magnético, y viceversa. Lo sabemos porque cuando pasa
esto, el campo magnético de la Tierra se modifica notablemente, y en las rocas
quedan huellas geológicas de los cambios. Y esto no puede ser explicado
exclusivamente con la idea de las corrientes circulantes -ni con otras que andan
actualmente dando vueltas por ahí- , así que la espina de la curiosidad nos sigue
desvelando.
¿Qué tienen en común la luz y sus colores, las emisiones de la radio y televisión,
las microondas, los rayos X y la señal del teléfono celular?
Si bien parecen cosas muy diferentes, no es así. Estos fenómenos tienen en común
el hecho de que pueden ser explicados y comprendidos utilizando una misma idea:
todos se comportan como ondas. Por eso forman parte de una misma y gran familia
llamada las ondas electromagnéticas. Se necesitó mucho tiempo y el trabajo de
muchas personas para entender esta idea y para comprender qué son estas ondas y
cómo se producen.
Pero si todos estos fenómenos tienen tanto en común, ¿por qué los percibimos
como distintos?
Una forma de pensar una onda es como energía que se propaga, que viaja sin
necesidad de transportar materia. La particularidad de las ondas electromagnéticas
es que pueden viajar aun en el espacio totalmente vacío. Otra característica de una
onda es su frecuencia de oscilación. Esta es la propiedad que nos hace percibir a las
ondas electromagnéticas como tan diferentes y que distingue a una de otra. La
frecuencia de una onda es la cantidad de veces que esta cambia, que oscila en el
tiempo, por ejemplo, por segundo.
Veamos algunos ejemplos. Prendemos la radio y escuchamos: "FM 103.5
megahertz, la radio de mayor potencia de su dial". ¿Qué se está diciendo con esta
frase?
Por un lado, que esa emisora tiene una antena que emite en modo FM y no en modo
AM; 103.5 megahertz es la frecuencia central de oscilación de las ondas que emite
(un megahertz es igual a un millón de oscilaciones por segundo). Esta frecuencia
distingue una emisora de otra. Una de las diferencias con la transmisión de AM
(por ejemplo, AM 1390 kilohertz) es que la frecuencia de las ondas trasmitidas es
mucho más baja (1 kilohertz es igual a mil oscilaciones por segundo). Si pensamos
en la luz, por ejemplo en el color verde, su frecuencia de oscilación es muy alta,
aproximadamente 540.000 gigahertz que es 540 millones de millones de
oscilaciones por segundo y las de los rayos X son aún mucho más altas. Así que la
luz, los rayos X y las señales de TV se diferencian entre sí por su frecuencia. Si
ordenamos las ondas electromagnéticas según sus frecuencias, obtenemos lo que
llamamos espectro electromagnético.
Por otro lado, para poder captar una onda en particular necesitamos un detector
capaz de registrar la frecuencia característica de esa onda. No existe un dispositivo
que nos permita captar todas las ondas electromagnéticas simultáneamente, por eso
los detectores son diferentes. Una radio está preparada para detectar ondas de radio,
pero no puede detectar luz. En algunas situaciones podemos percibir ondas
electromagnéticas solo con nuestros sentidos. Nuestros ojos pueden detectar luz
visible; nuestro cuerpo, ondas infrarrojas, como calor, u ondas ultravioletas que
broncean nuestra piel.
La región de las ondas electromagnéticas que podemos percibir con nuestros ojos
fue bautizada formalmente como "espectro visible", pero todos la conocemos por
su apodo: luz.
Es posible describir a la luz como una onda, y como toda onda, caracterizada por su
frecuencia. Los ojos humanos registran diferentes frecuencias, que el cerebro
interpreta como distintos colores. Si pensamos en los colores del arco iris, la región
del azul-violeta corresponde a luz de mayor frecuencia que la luz anaranjada o roja.
Más allá de estos límites se encuentran el ultravioleta y el infrarrojo, que nuestros
ojos no ven pero pueden ser percibidos en cambio por otros animales.
La luz visible puede atravesar algunas sustancias, como el agua o el vidrio, pero no
nuestro cuerpo. Si queremos "ver" qué hay en su interior, tendremos que
"iluminarlo" con otro tipo de ondas electromagnéticas: los Rayos X. Estos tienen
una frecuencia de oscilación mucho más alta, que no es detectada por el ojo
humano. Puede atravesar ciertos tejidos de nuestro cuerpo, como la piel y los
músculos, pero no los huesos (tampoco los metales, y por eso nos hacen sacar
cadenitas y relojes cuando nos sacan una radiografía).
Las ondas de frecuencias muy altas suelen llamarse "radiación ionizante" y
producen alteraciones en los seres vivos. Algunas sólo producen pequeños daños en
las estructuras de las células, que éstas son capaces de reparar. Sin embargo,
muchas veces los daños son irreversibles. Por eso, conviene siempre minimizar la
exposición a este tipo de radiación y, por ejemplo, hacerse radiografías solo si es
imprescindible. Además, las personas que trabajan con este tipo de ondas
electromagnéticas deben recibir capacitación y protección adecuada y realizarse
controles periódicos.
cual emiten esa señal tan característica se suele llamar bioluminiscencia, y se debe
a reacciones químicas que se producen en algunas de sus células, debajo de la capa
de quitina que los recubre. Estas reacciones liberan energía que percibimos en
forma de luz, mediante un proceso muy eficiente sin aumentar su temperatura. Por
esto a la luz de las luciérnagas se la suele llamar "luz fría". La bioluminiscencia
juega un papel importante en la defensa contra los enemigos predadores, y en el
reconocimiento para el apareamiento. También poseen este mecanismo algunos
hongos, bacterias, algas y ciertos peces de las profundidades marinas.
¿Por qué se meten los físicos con el arco Iris? Ya lo dijo el poeta John Keats, en
1819, cuando le espetó a Isaac Newton que había despojado para siempre al arco
iris de su encanto. ¿Cómo cometió Sir Isaac tal atropello? Mostró con un prisma
que la luz blanca está formada por los colores del arco iris. Pero el poeta se
equivocó, en dos cosas. Primero, en que observar, experimentar, e intentar explicar
los fenómenos de la naturaleza, como hacía Newton, no quita belleza al mundo,
sino que se la agrega, en forma complementaria. Además, aunque la ciencia
occidental insiste en citar solo europeos en la historia de los avances científicos,
esta vez no cantó primero Newton sino dos árabes (que para tranquilidad de los
europeizantes vivían en la España mora). Se trata de Abu Alí al-Hasan ibn al-
Haitzan, conocido como Alhazén, en el siglo X, y su paisano Kamal Farisi (cuyo
nombre completo es mucho más largo todavía). Ellos habían propuesto que lo que
percibimos como colores de los objetos son rayos emitidos por la superficie cuando
recibe luz blanca. Esto es bien diferente de lo que pensaba Aristóteles, que decía
que los colores que percibimos son distintas combinaciones de blanco y negro.
Ahora se explica diciendo que de todos los colores que forman la luz blanca, cada
superficie absorbe unos y refleja otros. Los colores que usted ve en la ropa que
lleva puesta en este momento son justamente los que reflejan las telas que la
forman.
¿Y el arco iris? Aparece en el cielo, cuando pequeñas gotas de lluvia, como prismas
celestiales, separan en colores a la luz del sol. Es decir que para verlo hay que mirar
hacia la lluvia mientras tenemos el sol de espaldas (situación tan extraña que
explica porqué se deja ver tan rara vez un arco iris).
A veces se pueden ver dos arcos: el más bajo, más intenso, formando un ángulo de
42° con respecto a los rayos del Sol, y que tiene el color rojo arriba y el violeta
debajo. Y otro más arriba de ése, formando un ángulo de 52°, concéntrico con el
otro, más débil y con los colores ordenados al revés. Y atención que estos ángulos
son los de un cono cuyo eje une el centro del arco iris y los ojos del observador.
Habrá entonces otro arco iris (o dos) pasando por los ojos de la vecina, que también
se asomó a ver el espectáculo. Ella no verá entonces el mismo arco iris que usted:
tendrá uno propio, extendido para ella en un cono de 42° respecto de un eje que
pasa por sus ojos. Aunque comenten entre sí «¡qué lindo es!», cada uno estará
hablando de su propio arco iris. Una extraña forma de compartir...
Dicen que en condiciones excepcionales, logradas en laboratorio, se han podido ver
hasta tres arcoíris.
Corría 1960 cuando el físico Theodore Maiman, trabajando con un cristal de rubí,
unos espejos y un flash parecido al de los fotógrafos, obtuvo un estrecho haz de luz
de color rojo, tan potente que podía quemar y hasta perforar objetos: fue el primer
láser que funcionó prácticamente.
¿Qué es el láser? Un láser es una fuente de luz. La palabra proviene de una sigla en
inglés que significa Amplificación de la Luz por Emisión Estimulada de Radiación.
En castellano, la sigla sería ALEER (que es lo que hay que hacer si queremos saber
más sobre el láser, como dice un profesor de la facultad).
¿Y qué tiene de especial la luz del láser? Por ejemplo, que a diferencia de otras
fuentes de luz, es de un único color, es decir, es monocromático. ¡No se puede
obtener un arco iris con un rayo de luz de láser! Otra característica interesante es
que es muy intenso, por eso se lo puede usar para cortar y perforar materiales como
el acero. Y otro rasgo peculiar del láser es que es una luz muy direccional: mientras
la luz de una linterna, por ejemplo, se "desparrama" formando un cono luminoso, se
Temas relacionados: Un arco iris para cada uno. Ondas electromagnéticas: Una
familia con buena onda.
¿Alguna vez notó que la sirena de las ambulancias suena diferente cuando se acerca
que cuando se aleja?
Este fenómeno ocurre siempre que una fuente emisora de ondas (como la sirena) y
un receptor (nosotros escuchando) se encuentran en movimiento uno con respecto
del otro. Y como suele suceder, no da lo mismo acercarse que alejarse.
El sonido -como la luz- puede ser representado por ondas. Así como las ondas de
luz de distinta frecuencia las vemos de colores diferentes, los sonidos de distinta
frecuencia los percibimos como más graves o más agudos. Los sonidos agudos
corresponden a frecuencias mayores mientras que los sonidos graves, a frecuencias
más bajas.
Volviendo a la sirena de la ambulancia... Cuando el conductor enciende la sirena
pero todavía no arranca, porque está esperando que suba el paramédico, percibimos
un determinado sonido. Luego la ambulancia parte, acercándose al lugar donde nos
encontramos, y emitiendo sonido al mismo tiempo. Mientras la sirena se acerca,
ella y el sonido viajan en la misma dirección y entonces es mayor la frecuencia con
que recibimos la señal: el sonido se oirá más agudo. Una vez que la ambulancia
Si alguien pregunta de qué color es el mar, le dirán que es azul o verde, pero nunca
rojo o amarillo. Responder por qué predominan algunos colores sobre otros
ocasionó, a principios del siglo XX, dolores de cabeza a más de un investigador.
Por ejemplo, en Inglaterra, Lord Rayleigh decía que el mar es azul sencillamente
debido al reflejo del cielo sobre la superficie del agua. En cambio, en la India,
Raman opinaba que el fenómeno se debía a la dispersión de la luz solar por las
moléculas de agua. Él decía que de todos los colores recibidos, estas moléculas
prefieren la luz azul. Mientras que los demás colores siguen su camino, el azul es
reemitido por las moléculas en múltiples direcciones. Por su parte, Ramanathan,
inspirado por las ideas de Raman, lo atribuía a la dispersión de la luz del Sol en el
agua, pero sobre todo a una posterior absorción -es decir que los demás colores no
siguen su camino, sino que son absorbidos por las moléculas-.
Mientras tanto, Richard Gans, en La Plata, sostenía que el mar debía su color a la
dispersión de los rayos solares, pero también a cierta absorción y reflexión: las
moléculas de agua absorben más el color rojo que el azul, y dispersan más el azul
que el rojo, mientras que cierta proporción de la luz solar es reflejada por la
superficie.
Hoy sabemos que todos tenían algo de razón.
La dispersión, la absorción y la reflexión de la luz solar en el agua son las que
producen los hermosos colores del mar. No todos estos fenómenos participan por
igual: su importancia depende de la profundidad del agua, de las características del
fondo, de los materiales disueltos, y gracias a eso el mar presenta una gran variedad
de matices. Los poetas, agradecidos.
Temas relacionados: Un arco iris para cada uno, Ondas electromagnéticas: Una
familia con buena onda.
Una botella y un vaso producen sonidos diferentes cuando los golpeamos con una
cucharita. Es que al ser golpeados, cada uno vibra de distinta manera, según su
tamaño y el material del que está hecho. Por eso es más sonoro brindar con copas
de cristal que con vasitos de plástico, por ejemplo.
Además, cada objeto puede vibrar de diferentes y determinadas formas, con
distintos ritmos o frecuencias, que no son cualesquiera. Si al golpearlo lo hacemos
con el mismo ritmo de una de esas frecuencias propias del objeto, el sonido que le
corresponde va a "resonar", es decir que va a sonar más fuerte que los demás. Así
logramos aumentar la intensidad del sonido, pero no por usar más energía, sino por
hacerlo con el ritmo justo. Como cuando hamacamos a un chico: más vale darle
enviones suaves en el momento justo que empujarlo fuerte en cualquier momento.
Eso lo aprendimos el día en que pudimos hamacarnos solos. Ya lo dijo Celia Cruz:
«¡Lo que importa es el ritmo, chico!».
Todo esto es fundamental para los luthiers: al construir un instrumento musical,
hacen la caja de resonancia de tal manera que, de todos los sonidos que producen
las cuerdas, resuenen solamente los más puros, los que son más agradables a
nuestros oídos.
Las grandes construcciones, como los edificios muy altos, también oscilan
con una frecuencia característica.
Los puentes colgantes oscilan movidos por el viento. Pero también pueden
oscilar por otros motivos: si un grupo numeroso de soldados cruzara un
puente marchando, y si los estímulos periódicos que generan sus pasos
acompasados -aunque sean de poca intensidad- coincidieran con la
frecuencia propia del puente, entonces la estructura "entraría en
resonancia", lo que podría provocar su destrucción, por increíble que
parezca. Por ese motivo, cuando la infantería cruza los puentes, la orden
es "¡Rompan filas!"
En 1940, el viento que impactaba contra la estructura del puente colgante
de Tacoma Narrows, en Washington, Estados Unidos, provocó que
entrara en resonancia y se destruyera.
¿Una pulga? ¿Un granito de arena? ¿Qué tiene adentro ese granito de arena? Desde
siempre, el hombre se hizo estas preguntas. Empédocles, poeta, científico y
estadista griego, por el año 400 AC, creía que toda la materia se formaba a partir de
cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Poco más tarde, Demócrito propuso
que la materia estaba formada por partículas pequeñas, lo más pequeño que uno
podría imaginar. Llamó átomo a esas partículas, porque esa palabra griega significa
indivisible, tal como él pensaba que eran. Las ideas sobre la composición de la
materia fueron cambiando, pero el nombre de átomo quedó para siempre.
Hace alrededor de 100 años, distintos experimentos sugirieron que el átomo está
formado por partículas aún más pequeñas: protones, neutrones y electrones. Los
neutrones deben su nombre al hecho de ser eléctricamente neutros: no tienen carga
eléctrica. En cambio, sí la tienen los protones y los electrones, cada uno con cargas
opuestas. Por convención, se llama carga eléctrica negativa a la de los electrones, y
positiva a la de los protones. En forma similar a lo que sucede con los polos
magnéticos, las cargas eléctricas sienten atracción por las cargas opuestas y
repulsión por sus similares.
Entonces, ¿estas partículas son lo más pequeño del Universo? ¡Tampoco! Hace
solo unos años se encontró que los neutrones y los protones están formados por
otras partículas: los quarks. ¿Serán éstas las partículas más pequeñas? No lo
sabemos: así como el átomo, que una vez fue considerado indivisible, se nos reveló
después como un universo en miniatura, tal vez ocurra lo mismo con los quarks,
como en una infinita colección de muñecas rusas.
Para que tengamos una idea del tamaño de los átomos, supongamos que
aumentamos un millón de veces el tamaño de todo lo que conocemos: un alfiler
tendría veinticinco kilómetros de largo, un cabello humano tendría cien metros de
grosor, y un átomo tendría el tamaño del punto final de este párrafo.
Temas relacionados: Recetas para preparar átomos; Energía nuclear: Átomos que
nos iluminan
Los ingredientes de los átomos son los protones, los neutrones y los electrones. Si
los combinamos, se generan los átomos de todos los elementos químicos que
aparecen en la Naturaleza (y algunos más, creados por el hombre). El químico ruso
Dimitri Mendeléiev, hace unos 130 años, organizó los distintos elementos -un poco
más que 100- en lo que hoy se conoce como "Tabla Periódica de los Elementos",
donde están ordenados según sus propiedades físicas y químicas. En esta
clasificación, lo que determina esas propiedades y el nombre de cada uno, es el
número de protones que tienen sus átomos.
Supongamos ahora que queremos preparar átomos. Por ejemplo, de Hierro. El
primer paso de esta receta es fijarse en la Tabla Periódica qué cantidad de protones,
electrones y neutrones necesitaremos. La Tabla Periódica dice que será Hierro si
tiene 26 protones.
Como los elementos son eléctricamente neutros, la cantidad de electrones tiene que
ser la misma que la cantidad de protones, ya que estas dos clases de partículas
poseen cargas eléctricas opuestas. Así que en esta receta necesitaremos también 26
electrones.
¿Y cuántos neutrones ponemos? Tal vez esto no sea tan sencillo. Como sucede
cuando cocinamos guiso, no es lo mismo agregar a la olla un puñado más de arroz
que uno de sal. Aunque parezca extraño, los átomos de un mismo elemento, no
siempre tienen el mismo número de neutrones. La Tabla dice que podemos preparar
Hierro natural con 54, 56, 57 o 58 componentes en el núcleo, llamados en general
nucleones. Esto mismo puede suceder con cualquier otro elemento. A las diferentes
variedades posibles de un mismo elemento se las llama isótopos. En el caso del
Hierro, los 26 protones del núcleo pueden estar acompañados por 28, 30, 31 ó 32
neutrones.
Ahora bien, como nos pasa en la cocina, no todas las combinaciones de protones
con nucleones son de la misma calidad. Hay algunas que son las preferidas por la
naturaleza. Aunque el hierro tiene cuatro isótopos naturales, la variedad más
abundante es la que tiene 56 nucleones. Cuando un átomo tiene nucleones de más o
de menos con respecto a estas variedades predilectas puede ser inestable o
radioactivo. Esto quiere decir que luego de cierto tiempo, en forma espontánea, se
pueden convertir en una cosa diferente (por eso al cocinar hay que tener cuidado
con los nucleones, corremos el riesgo de estar cocinando una torta ¡y que nos salga
un pan!). El hierro tiene además tres isótopos artificiales. Estas variedades
sintéticas del hierro tienen 55, 59 y 60 nucleones, respectivamente, y son muy
inestables.
Temas relacionados: Energía nuclear: Átomos que nos iluminan, ¿Qué es lo más
pequeño que existe en el Universo?
La energía de algunos átomos alcanza para ¡luminar una ciudad. ¿Cómo es posible
obtener tanta energía de una cosa tan pequeña como un átomo?
En el núcleo de cada átomo hay protones y neutrones. Los protones tienden a
alejarse unos de otros, repelidos por la fuerza eléctrica. Entonces, ¿cómo se
mantienen unidos en el núcleo? Por medio de otra fuerza, llamada fuerza nuclear.
Si no existiera, los protones, y con ellos toda la materia, se convertirían en un
inmenso mar de partículas sueltas. Los protones saldrían disparados alejándose
unos de otros a altísimas velocidades, llevando consigo muchísima energía.
Aunque no es fácil separar el núcleo, si se logra, los protones y los neutrones que
escapan pueden chocar con los núcleos vecinos y dividirlos, produciendo así una
reacción en cadena. Imaginen cuanta energía tendríamos si se dividen millones de
átomos a la vez: ¡podríamos iluminar todo el planeta! O calentar toneladas de agua,
o hacer funcionar cientos de máquinas.
En las centrales nucleares, se produce la ruptura y separación de átomos de uranio,
procesos que liberan energía. Esta energía es utilizada para calentar agua, luego, el
vapor que se produce mueve una turbina, la cual a su vez genera electricidad. Y
esta electricidad es la que llega a nuestras casas.
La energía de los átomos puede usarse para la guerra y la paz: en la explosión de
una bomba atómica ocurren los mismos procesos que en una central nuclear. Aun
cuando se use para la paz, esta energía debe manejarse con cuidado, porque genera
residuos radioactivos que requieren un tratamiento especial para no contaminar el
ambiente.
pequeños que podrían ser usados para fabricar teléfonos móviles con memorias del
orden de gigabytes (¡mil millones de bytes!) o computadoras cientos de veces más
veloces que las actuales.
Leo Errico
químicos. ¡Sería como envolver el tomate con una carta de saludo para el árbitro!
Como son pequeños imanes, para enviarlas a hacer su trabajo y para traerlas luego
de regreso se utilizan campos magnéticos.
Este servicio de mensajería se puede usar en medicina (cubiertas con medicación,
las partículas actúan sobre tumores sin afectar tejidos sanos), en estudios biológicos
(se las recubre con una especie de plastilina y se las manda a tomar moldes de las
secuencias de ADN) y tratamiento de residuos peligrosos (recubiertas con una capa
pegajosa, se las envía a juntar sustancias dañinas, por ejemplo, en un derrame).
Tantas son las posibles aplicaciones de estas nanopartículas, que en los últimos
años las investigaciones en estos temas han tomado nombre propio: Nanociencia y
Nanotecnología.
1
Nanometro (nm) = 10-9m, es decir nueve ceros y un 1 a la derecha de la coma: 0,0000000001.
§28. Superconductividad
Cuando los elásticos se ponen viejos, dejan de apretar y entonces la ropa amenaza
con caerse. ¿Alguna vez cambiaron el elástico de un pantalón? Cuesta trabajo
conducirlo por dentro del dobladillo. El elástico no corre solo fácilmente, porque el
pantalón se resiste a dejarlo pasar, y hay que tirar constantemente de un extremo
para que se mueva contra la tela. ¡La "conductividad" de nuestro pantalón es muy
baja!
Para generar una corriente eléctrica hay que poner cargas en movimiento. Al
moverlas por un cable pasa algo parecido al caso del elástico: hay que "tirar" de
ellas. La forma de hacerlo es aplicar un campo eléctrico. Si dejamos de aplicarlo,
las cargas finalmente se paran: el material del cable opone una resistencia.
¿Se puede hacer algo para facilitar la conducción? En los metales, como los cables,
esta resistencia es menor cuando la temperatura disminuye. Esto no pasa con los
elásticos de la ropa, así que ¡es inútil meter el pantalón en la heladera! Sin
embargo, no se puede seguir achicando la resistencia todo lo que se quiera. Por
Para la mayoría de la gente, la palabra cristal evoca una superficie pulida, rígida,
transparente y frágil. Por el contrario, un líquido es una sustancia que fluye, blanda,
de movimientos libres. ¿Qué es entonces esa cosa llamada cristal líquido?
Si pudiéramos observarlas de cerca, veríamos que las moléculas del cristal forman
"edificios" ordenados, y aunque cada una tiene cierta libertad de movimiento, no
puede circular por todo el edificio. En un líquido, las moléculas no tienen domicilio
fijo ni forman estructuras importantes, sino que deambulan más o menos
libremente, asociándose circunstancialmente con otros compañeros de viaje (sin
participar a nadie de ese enlace). En la compleja sociedad molecular existe otra
forma de vincularse, no tan extrema como las anteriores, en que libertad y vínculos
estables pueden coexistir. Sin entrar en comparaciones con la sociedad humana,
digamos que en los cristales líquidos las moléculas adoptan un nuevo estado, en el
que no necesitan tener un domicilio fijo, pero tampoco pueden andar de aquí para
allá, cambiando de enlace a cada rato. Es decir, un cristal líquido no es un sólido
cristalino, ni un líquido: si lo tocáramos, se parecería a la mezcla pegajosa que
¿Qué creería usted si le dijeran que la hoja del libro que está leyendo en este
momento está moviéndose en forma alocada todo el tiempo? Probablemente, que
su interlocutor está loco...
Pero si pudiera espiar de cerca las partículas que componen el libro, cambiaría
seguramente de opinión.
¿Por qué decimos esto? El libro, la hoja y todas las cosas no vivas que nos rodean,
se encuentran a una temperatura que debe ser bastante parecida (si no igual) a la del
ambiente. La temperatura de un cuerpo tiene íntima relación con el movimiento de
los átomos y moléculas que lo componen: mientras más se mueven, más alta es la
temperatura y viceversa. Si quisiéramos que se tranquilicen, podríamos, por
ejemplo, meter el libro en la heladera y dejarlo allí...
¿Ya lo sacó? Entonces continuemos: si quisiéramos que se aquieten aún más,
podríamos ponerlo en un freezer y así podríamos seguir bajando la temperatura con
artefactos adecuados, pero ¿hasta cuánto? Es de esperar que en algún momento se
Una de las razones, tal vez la más obvia, es que en el espacio no hay aire para que
el astronauta pueda respirar. Pero hay muchas otras.
En la Tierra el cuerpo humano está acostumbrado a una presión altísima: la
atmosférica, (que equivale al peso de una masa de un kilogramo en un centímetro
cuadrado de superficie). Sin ella, los líquidos que circulan por nuestro cuerpo
saldrían al exterior dejándonos deshidratados (esta presión se debe al peso del aire
que está sobre nosotros, hasta una altura de casi doce kilómetros). Esto es lo que le
pasaría al astronauta en el espacio, si no llevara traje especial.
Además, las temperaturas fuera de la atmósfera terrestre son extremas: en la Luna
durante el día hace unos 127 °C y, a la noche, unos 137 °C bajo cero. En la Tierra
esto no sucede porque la atmósfera regula la temperatura del planeta. Para
contrarrestar las bajas temperaturas, se le podría ocurrir al astronauta usar su
encendedor. Pero para prender fuego necesitamos combustible, alta temperatura y
oxígeno, y esto último también está ausente en el espacio.
Por otro lado, el traje espacial protege al astronauta del viento solar: partículas
emitidas desde el Sol como consecuencia de las reacciones nucleares que se
producen en su interior. Si alcanzaran al astronauta podrían destruir células de su
cuerpo.
Y por último, el traje lo mantiene en contacto con la nave en dos sentidos: si el
astronauta salta de la nave, al no haber nada que ofrezca resistencia a su
movimiento, seguiría moviéndose eternamente (o al menos hasta que algo lo
desvíe) en la dirección de su salto, viéndose imposibilitado de regresar. Por eso es
que se encuentra "atado" a la nave. Además, en el traje lleva equipos de radio para
comunicarse a distancia con sus colegas de la nave, ya que en el vacío el sonido no
se propaga y las ondas de radio sí.
En realidad, no se trata de una lluvia de estrellas, sino de una lluvia desde las
estrellas. Ocurre que, desde algunos lugares del espacio, llegan a la Tierra
partículas cósmicas, que alcanzan a las moléculas de la atmósfera. Como resultado
de estos "choques" se producen otras partículas, que a su vez interactúan con otras,
y otras y otras. Se produce así una cascada de partículas, llamada lluvia cósmica, y
que alcanza a cada uno de nosotros con un promedio de ¡4000 partículas por
minuto!. ¿Por qué no nos dimos cuenta? Porque no las vemos, ni las sentimos:
pasan a través de nuestro cuerpo sin alterar los tejidos.
Casi todos los rayos cósmicos son núcleos de hidrógeno. Además hay núcleos de
helio y hierro, electrones, fotones y otras partículas llamadas neutrinos. Se mueven
a velocidades cercanas a las de la luz, por lo que tienen muchísima energía: algunos
miles de veces superior a las energías alcanzables con la tecnología actual. Aunque
no se conoce con exactitud su origen, parecen provenir de las tormentas solares, de
explosiones de supernovas y otras fuentes, no identificadas aún, dentro de nuestra
Temas relacionados: Recetas para preparar átomos, Energía nuclear: Átomos que
nos iluminan.
común. A partir de ellas, tuvieron que construir teorías completamente nuevas, que
no contradijeran la física clásica, y que tuvieran la capacidad de explicar aquellos
fenómenos que ocurren en la escala atómica y en la escala cósmica. Además, con
estas teorías lograron describir el mundo subatómico y el mundo de las velocidades
tan altas como la de la luz.
lanzar con cualquier velocidad, sino con velocidades fijas: 1 km/h, 2 km/h, 3 km/h,
etc. Esto es tan descabellado como buscar un llavero dentro de la heladera. Pero el
hecho es que con esa suposición (que hoy llamamos cuantización de la energía), no
solo logró explicar el problema del cuerpo negro, sino que dio origen a una nueva
física, la física cuántica. Es la que predice el comportamiento de la naturaleza a
escala atómica, aunque tiene consecuencias a todas las escalas, aún la cosmológica.
Las discusiones que surgieron entre los físicos a partir de la esta teoría están
documentadas en varios libros. En la construcción de la mecánica cuántica
trabajaron muchísimos físicos, algunos de los cuales lograron permanecer en la
historia. Pero esto no terminó allí: hubo que repensar casi toda la Ciencia, porque
esta teoría alteró de manera definitiva nuestra manera de entender el mundo.
Incluso se vieron influenciados otros campos como las artes y la literatura. La
revolución filosófica desencadenada estuvo a la par de los avances que produjo en
química, en matemáticas, en astrofísica, en neurociencias, ciencias de materiales,
etc. Por supuesto, fueron avances acompañados por un desarrollo tecnológico
inaudito: el láser, el transistor y los chips, componentes de las modernas
computadoras, lectoras de discos compactos y sistemas de comunicación. Se
produjeron nuevos materiales plásticos, cerámicos y textiles; se desarrolló
instrumental de diagnóstico y tratamiento médicos, entre otras aplicaciones.
¿El final de la historia? Miles de físicos en todo el mundo todavía la están
escribiendo...
Corría el año 1925 cuando en la Isla de Helgoland, en el Mar del Norte, un físico
alemán de 23 años, llamado Werner Heisenberg, dio un importante paso en el
desarrollo de la Mecánica Cuántica, una de las teorías más exitosas de la física. Dos
años más tarde, Heisenberg formuló el Principio de Incertidumbre, que es una de
sus consecuencias más profundas.
En su formulación más simple, el principio de incertidumbre establece que no es
posible conocer simultáneamente la posición y la velocidad de una partícula en
forma exacta. Por el contrario, cuanto más precisa sea la determinación de su
posición en un instante dado, menos preciso será el conocimiento de su velocidad
en dicho instante, y viceversa. En el caso extremo, la precisión absoluta en una de
las cantidades implica la imprecisión total en la otra. Y se aplica no solo a la
posición y velocidad (o en realidad, impulso, que es la masa de la partícula
multiplicada por su velocidad), sino a todo par de variables denominadas
"conjugadas", entre otras a la energía y el tiempo.
El principio no afirma, pues, que "todo es incierto", sino que limita la precisión con
que pueden conocerse conjuntamente ciertas magnitudes, cualquiera sea el aparato
He aquí un tema para discutir con los bisnietos (si llegamos...). Sucede que, nos
quede claro o no, permanentemente estamos viajando en el tiempo, siempre hacia
el futuro, 24 horas al día. Podemos además viajar en el espacio, a la velocidad de
una tortuga o a la de un avión supersónico. Pero según las deducciones de Albert
Einstein, cada vez que nos movemos en el espacio, cambiamos la velocidad con
que nos movemos en el tiempo hacia el futuro. Es decir que modificamos nuestro
propio tiempo. Esta afirmación no solo no es evidente, sino que es contraria a
nuestra intuición, que nos dice que nos movemos en el tiempo de manera uniforme,
que todos los segundos duran lo mismo para todo el mundo. Tal vez nuestros nietos
o bisnietos logren percibirlo como un hecho cotidiano ¡si logran viajar casi tan
rápido como lo hace la luz!
Lo que Einstein dedujo, en 1905, y que se llama Teoría Especial de la Relatividad,
es justamente la forma en que el paso del tiempo se ve afectado por el movimiento
en el espacio a una velocidad constante (y de yapa, explicó cómo eso hace que la
masa y la energía estén relacionadas). Muchas cuentas más tarde, Einstein dedujo
lo que ocurre con el tiempo cuando la velocidad a la que nos movemos no es
constante y llamó a eso Teoría General de la Relatividad. Corría 1915, y ya las
consecuencias de sus primeros anuncios habían causado cambios drásticos en
nuestra concepción del universo. Sin embargo, faltaron tres años más, y las pruebas
experimentales que la confirmaron, para que esta teoría fuera aceptada.
las mismas, observadas desde todos los marcos de referencia que se muevan a
velocidad constante unos respecto de otros.
¿Eso le alcanzó? No, tuvo que suponer además que la velocidad de la luz es
constante. ¿Qué quiere decir eso?
Imaginemos que el tren se detiene y le tiramos una pelota por la ventanilla a un
amigo que nos espera en el andén: supongamos que le llega a 60 km/h. Si tiramos
otra pelota, exactamente de la misma manera, pero mientras el tren se aleja a 40
km/h, le va a llegar muy despacio, a 20 km/h. Pero si el tren se acerca a nuestro
amigo a 40 km/h mientras le tiramos la pelota -siempre de la misma manera- más
vale que se ponga los guantes para atajarla, porque le va a llegar a 100 km/h.
Quiere decir que la velocidad con que le llega la pelota a un pobre arquero,
depende de la velocidad con que se mueva el que la tira. Esto es bastante lógico; sin
embargo, no ocurriría lo mismo si en lugar de una pelota se tratara de luz. En
efecto, lo que Einstein postuló en segundo lugar, es que no importa cómo se mueva
el que emite la luz ni el que la recibe: mientras ambos estén en el vacío, la rapidez
de la luz será siempre la misma: ¡300 mil kilómetros por segundo!
Con todo esto, después de hacer algunos cálculos, Einstein se dio cuenta de que, si
un objeto se mueve a una velocidad parecida a la de la luz, se acorta. ¿Cómo es
eso? Imaginen ahora que en nuestro laboratorio ferroviario tenemos una máquina
que puede lanzar flechas a cientos de miles de kilómetros por segundo: la flecha
sería igual de gruesa, pero más corta cuanto más rápido viaja.
Comer masitas nos provee energía, pero no era a esa relación entre masa y energía
a la que se refería Einstein. Él afirmaba -y estaba en lo cierto- que la masa de un
objeto, que está asociada con la cantidad de materia que posee, también se la puede
asociar a la energía (como si la materia fuera "energía en reposo"). Como cualquier
otra forma de energía, se puede transformar, por ejemplo, en energía de
movimiento: la masita en movimiento experimenta un cambio en su masa, pero ese
cambio es tan pequeño que no se puede detectar por los métodos convencionales.
Si masa y energía son una misma cosa, algo así como dos caras de la misma
moneda... ¿qué pasa con la luz, que no tiene nada de masa pero sí tiene mucha
energía? Einstein predijo que la luz es atraída por otros objetos -como si tuviese
masa- debido a la gravedad.
En 1919, durante un eclipse solar total, los científicos aprovecharon para hacer un
experimento. Fotografiaron las estrellas que se veían alrededor del Sol durante el
eclipse. Algunos meses más tarde, cuando el Sol ya había abandonado esa región
año 1930, se probó matemáticamente que si la masa de la estrella supera dos veces
y media la de nuestro Sol, la presión del gas no puede equilibrar la atracción de la
gravedad. La estrella empieza entonces a contraerse, aumentando aún más su
densidad: podríamos decir que es aplastada por su propio peso. Sigue
comprimiéndose hasta convertirse en un "punto superdenso", una estrella
colapsada, y las consecuencias son realmente sorprendentes. Por ejemplo, un
cuerpo cualquiera que se encuentre próximo a la superficie del Sol debería tener
una velocidad de más de dos millones de kilómetros por hora si quisiera alejarse sin
caer en él. Pero si el Sol se comprimiera hasta tener 6 km de diámetro su densidad
sería de ¡10.000 billones de gramos cada centímetro cúbico! Por eso, para escapar
de su superficie debería moverse más rápido que la luz (300.000 km/s), que es la
máxima velocidad posible. Entonces, ninguna radiación o partícula puede escapar
de una estrella colapsada. La luz que incide sobre estos puntos superdensos no es
reflejada hacia nosotros, y por eso no podemos verlos. Por ello se los llama
"agujeros negros".
Otro aspecto notable tiene que ver con el "retardo del tiempo" en un campo
gravitatorio, que es tanto mayor cuanto más intenso es el campo. ¿Qué ocurriría
entonces si un cosmonauta viajara en una nave hacia un agujero negro?
Supongamos que el cosmonauta prometió enviar a la Tierra una radioseñal cada
minuto. En la Tierra las señales comienzan a recibirse cada varios minutos, después
cada varias horas, luego años, y así hasta que ya nada llega. Sin embargo, el
cosmonauta cumplió con lo prometido, porque cada minuto, según su reloj, siguió
enviando una señal.
Si todo esto nos parece extraño, mencionemos que incluso es posible que, no solo
una estrella suficientemente grande puede dar como resultado un agujero negro,
sino también todo el núcleo de una galaxia...
Claudio Simeone
Imaginemos un globo lleno de aire caliente. El aire dentro del globo está formado
por muchas moléculas diferentes que se mueven muy rápidamente, chocando entre
ellas, como pelotas. Supongamos ahora que el globo comienza a inflarse por algún
mecanismo desconocido, sin modificar la cantidad de aire en su interior. ¿Qué va a
pasar? A medida que el globo se infle, el aire va a disponer de más espacio para
ocupar, por lo que el espacio entre las moléculas se va a hacer más grande, y la
cantidad de choques entre ellas va a disminuir. Al mismo tiempo, como ocurre con
el aire, que al expandirse se enfría, la temperatura va a bajar. A medida que el
globo se infla, la temperatura disminuye y el aire se hace menos denso. Las
moléculas siguen chocando entre ellas pero cada vez menos, hasta que finalmente
ya no chocan más.
La evolución del universo según la teoría del Big Bang es bastante parecida a lo
que le ocurre a nuestro globo lleno de aire caliente. El rol del globo lo cumple la
geometría del espacio tiempo. El papel de las moléculas diferentes lo cumplen las
distintas partículas elementales: fotones, neutrinos, electrones, neutrones y
positrones. Según esta teoría, el Universo actual surge de una gran explosión -
llamada Big Bang-. La masa de todo lo que hoy existe estaba concentrada en un
punto, que luego se expandió como nuestro globo de aire caliente. En los primeros
segundos luego del Big Bang las partículas se movieron muy rápido, chocando
entre ellas todo el tiempo. A medida que el universo se fue expandiendo -y por lo
tanto enfriando-, este enjambre de partículas se fue haciendo menos denso y las
partículas chocaron menos veces unas con otras. A su vez, las velocidades de las
partículas disminuyeron, pero no del mismo modo, así que algunas tienen mayores
velocidades que otras. De esta manera, cuando el universo tenía un segundo de
vida, la velocidad de los neutrinos disminuyó tanto en comparación con la de las
otras partículas, que dejaron de chocar con las demás.
Los choques de partículas tampoco son todos iguales. En algunos casos, dos
partículas chocan (por ejemplo un electrón y un positrón) y como resultado de ese
choque se crean otras dos partículas (dos fotones) y se destruyen las partículas que
chocaron. Al principio esta creación y destrucción de partículas se produce en igual
cantidad, con lo cual no cambia el número total de partículas. Cuando el universo
se expande, y la velocidad de las partículas disminuye, la cantidad de partículas que
se crean no es igual a la cantidad de partículas que se destruyen, resultando en una
creación neta de partículas. Algunos de estos choques corresponden a la formación
de núcleos livianos. Así, el deuterio se forma cuando chocan un protón y un
neutrón, y el Helio se forma cuando chocan dos núcleos de deuterio. De esta
manera, cuando el universo tenía aproximadamente 3 minutos de vida, se formaron
los núcleos atómicos livianos. Para ese momento, solo los electrones y fotones
seguían chocando entre ellos. A los 300.000 años de vida del universo, la
temperatura bajó lo suficiente como para que a los electrones les cueste menos
formar átomos de hidrógeno, uniéndose con un protón que seguir chocando con los
protones. De esta manera, se forman los átomos de hidrógeno. Los fotones ya no
chocan con otras partículas y viajan por el universo prácticamente sin interactuar.
Estos fotones se pueden detectar con satélites y telescopios y forman lo que se
suele llamar el fondo cósmico de radiación.
Hoy hacen 13.700 millones de años del Big Bang, según las estimaciones de los
científicos, y se prevé que el universo va a seguir expandiéndose en el futuro.
Susano Landau
La propuesta de Einstein fue sencilla pero audaz: aplicó a la luz un concepto que
Max Planck había desarrollado anteriormente. Mostró que el efecto puede
entenderse pensando que la energía es transportada por la luz en forma de
partículas especiales, que no tienen peso: los fotones.
Las ideas de Planck y Einstein condujeron a formalizar una nueva teoría para
explicar cómo se comportan las cosas en el mundo microscópico: la Mecánica
Cuántica.
A los científicos -como a muchas personas- no les gustan nada las cosas que no
pueden controlar. O al menos predecir. ¿A quién le agrada cargar con el paraguas
un día de sol?
Henri Poincaré, a principios del siglo XX, notó que algunos sistemas (tanto muy
complejos como muy simples, por ejemplo los péndulos) en ciertas condiciones se
portan de manera irregular e impredecible. Por eso, este matemático francés
perteneció durante mucho tiempo al club de los olvidados. Finalmente, ante la
abrumadora evidencia, hubo que reconocer la existencia de estos sistemas rebeldes.
Hoy se los llama caóticos, y a su comportamiento, caos. El clima es un ejemplo.
¿Por qué si los científicos y sus supercomputadoras pueden predecir la posición de
Urano dentro de 107 años, dos meses y diez minutos, no pueden saber si el tercer
domingo del mes que viene lloverá o habrá sol? Cuando un sistema se comporta en
forma caótica, no puede saberse en qué estado estará después de mucho tiempo,
porque el resultado es muy sensible a las condiciones iniciales. Una leve diferencia
¿Qué querrán decir estas palabras amenazadoras? ¿Qué tienen en común las hojas
de los helechos, los copos de nieve, el aspecto de las costas, la forma del rayo, la
estructura de los pulmones, las fracturas geológicas, los árboles, los relieves
terrestres? Todas estas estructuras tienen una forma irregular, a veces ramificada,
que se ve similar con un microscopio, a simple vista o con un zoom.
Una mirada a nuestro alrededor nos muestra en la Naturaleza una geometría muy
distinta a la de los círculos, cubos, triángulos, conos, trapecios y otras figuras
regulares de esas que nos enseñan en la escuela.
Imágenes del Conjunto de Mandelbrot, uno de los fractales más famosos, y del
Helecho de Barnsley, estudiado por una investigadora
electrones y quarks, pasando por los fotones que constituyen la luz, hasta los
gravitones que guían el movimiento de la Vía Láctea. De este modo, la idea
pitagórica de Música de las Esferas parece haber retornado de manera inesperada.
Nicolás Grandi