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Soy alguien que no le gusta ir al médico por temor a escuchar malas noticias acerca de mi salud,
tengo miedo porque pienso que probablemente hasta podría recibir un diagnóstico de una
enfermedad grave. Pero, no hay otra manera de saber si hay algo malo en mi cuerpo, necesito
saberlo y para eso necesito el diagnóstico y las palabras del doctor para poder tratar cualquier
enfermedad y curarla. Necesito esas palabras duras del médico diciéndome la clase de
enfermedad que tengo y el tratamiento que debo seguir. Después de recibir una receta, debo
comprar los medicamentos y seguir las instrucciones para poder encontrar la sanidad.
UN PROBLEMA GENERAL
Este, lamentablemente, es un problema generalizado. Le huimos a las palabras que son duras
pero que son necesarias. A veces, tenemos miedo de ser confrontados. Cuando escuchamos
palabras así, nos ofendemos. No podemos negar esta gran realidad: La verdad duele y ofende.
Ofende porque nuestra naturaleza es la mentira. El orgullo en una vida poco o nada afectada por
el evangelio es la pared contra la verdad que tanto necesitamos. El orgullo no cede ante la verdad
porque ceder significa humillación y abandono de la mentira. Es común que nuestra reacción ante
la verdad sea de enojo. Es común que cuando alguien nos habla la verdad nuestra primera
reacción sea ofendernos.
LA OFENSA DE JESÚS
Algo así ocurrió muchas veces en los tiempos de Jesús. La Biblia registra un suceso donde
Jesús ofendió a muchos de sus propios discípulos. El hombre más amoroso que ha existido sobre
la faz de la tierra ofendió a un buen grupo de personas. Y es que el amor no precisamente implica
palabras suaves y tiernas.
Veamos lo que el apóstol Juan nos narra en su evangelio (Juan 6.60–68 RVC):
“60Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron: «Dura es esta palabra; ¿quién puede
escucharla?» 61Jesús, al darse cuenta de que sus discípulos murmuraban acerca de esto, les
dijo: «¿Esto les resulta escandaloso?… 66A partir de entonces muchos de sus discípulos dejaron
de seguirlo, y ya no andaban con él. 67Entonces, Jesús dijo a los doce: «¿También ustedes
quieren irse?» 68Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna.”
Contexto:
La audiencia de Jesús estaba compuesta por: No creyentes, sus discípulos o seguidores (miles
de ellos) y sus apóstoles.
Muchos de ellos aún no habían decidido abandonarlo y lo seguían por todos lados. Pero, eso
estaba a punto de cambiar.
Cuando Jesús les enseñó que seguirlo significa más que solamente beneficiarse de su amor y su
poder, que seguirlo significa un compromiso completo con Él:
“… muchos de sus discípulos dijeron: «Dura es esta palabra; ¿quién puede escucharla?»” (v. 60)
Dura quiere decir literalmente “áspera”, “marchita” o “fuerte”. Es como describir algo severo,
desagradable o difícil de aceptar.
Esto no significa que la palabra de Jesús no sea clara, sino inaceptable. Ellos rechazaron sus
palabras, no porque no las comprendieran, sino porque eran ofensivas. Hay tres grupos de
personas con tres tipos de respuestas:
En estos versículos existen seis cosas importantes a considerar: Las palabras, la ofensa, la
murmuración, el abandono o deserción, la confrontación y la respuesta esperada.
MI OFENSA
Si Jesús ofendió a muchas personas con sus palabras, no sé cómo yo puedo evitar no hacerlo,
no soy ni seré jamás mejor que Jesús. Hoy seguramente ofenderé a muchos.
Hay dos cosas que no puedo evitar: Decir palabras duras y ofender con estas palabras.
Hay dos cosas que deseo que no ocurran después de este mensaje: La murmuración, el
abandono o deserción o ambas cosas.
PALABRAS DURAS.
Hay iglesias locales con algunos síntomas de enfermedad. Síntoma significa: Alteración del
organismo que pone de manifiesto la existencia de una enfermedad y sirve para determinar su
naturaleza.
La enfermedad que existe en la iglesia es a causa del pecado. Una iglesia enferma, no es
necesariamente una iglesia con falsa enseñanza. Una iglesia enferma puede tener la enseñanza
más bíblica del mundo. Pero, si las personas son indiferentes a la enseñanza y la predicación de
la Palabra de Dios y no viven lo que escuchan, la iglesia está enferma.
¿A caso no se espera que un discípulo ame a su maestro y le siga a donde quiera que va?
¿A caso no se espera que un pecador que no merece salvación, sea salvo por pura gracia y
ahora ame y adore a su Salvador?
JESÚS ES LA IGLESIA.
La Iglesia es Su cuerpo. Asistimos a la iglesia porque es el Día del Señor para adorarlo. ¿Cómo
podemos decir que amamos a Cristo si no amamos Su Iglesia? Si somos irregulares en los
servicios de adoración; si somos irreverentes al cuarto mandamiento: Santificar el día de reposo,
el Día del Señor; si somos inconstantes; y, si somos constantes pero sin una vida transformada,
con un pésimo carácter, llenos de orgullo y mal trato hacia los demás, amando al mundo, más
que al Señor, modelando al mundo, y no a Cristo.
Dejamos de asistir a la iglesia, a un servicio de adoración y culto al Señor por: Cosas irrelevantes,
fiestas y celebraciones, visitas de familiares, los deportes, cualquier cosa es un pretexto: El aire,
el frío, el sol, la lluvia. Si faltamos, que sea por motivos de fuerza mayor, algo que se sale de
nuestras manos.
JESÚS ES EL MAESTRO.
Un maestro tiene discípulos. ¿Cómo podemos decir que amamos a Cristo, si somos apáticos e
indiferentes al discipulado? Un discípulo es un alumno que quiere aprender constantemente de
Su Maestro. ¿Cómo podemos llamarnos cristianos si un cristiano es un discípulo? ¿Cómo
pretendemos madurar y crecer en el conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo sino estamos
sometidos a un aprendizaje constante?
JESÚS ES LA PALABRA.
¿Por qué tanto desprecio y descuido a la Palabra de Dios? Queremos ir al cielo, pero aquí no
queremos saber nada del que está en el cielo eternamente. ¿Podrá un cristiano abandonar su
Biblia? Sí, pero no eternamente. Todos desfallecemos y tenemos luchas, pero nuestro consuelo
está en Su Palabra, en las Escrituras, allí encontramos vida eterna. Cristo es la Palabra. Cristo es
la Biblia. Todas las Escrituras tratan acerca de Él. Si Él está allí, ¿por qué no vamos a Él y le
conocemos?
¿Por qué no querríamos conocer al autor de nuestra fe y de nuestra salvación? ¿Hay pecado que
estorbe nuestra lectura? ¿La Palabra corre como un manantial y por pereza no nos acercamos a
tomar un poco de agua para beber aunque tengamos sed?
JESÚS ES EL MENSAJE.
Jesús es la buena noticia. Jesús es la salvación. Si hemos disfrutado la dulzura de la miel del
evangelio ¿Por qué no hemos de dar a otros a probar esa miel. Los pies de los que llevan las
buenas nuevas de salvación son hermosos, pero ya no lo son si no llevan esas buenas noticias.
No te digo que debes ser un gran predicador, pero si eres cristiano, se espera que hables de
Cristo. ¿Quién es y qué representa Él para ti?
JESÚS ES LA ORACIÓN.
¿Qué hay de la oración? ¿Cuántos oran por ustedes mismos? Si no lo hacen, mucho menos van
a orar por los demás: Sus hermanos, la iglesia, los perdidos.
JESÚS ES LA SANTIDAD.
¿Por qué abandonarnos constantemente en el pecado? ¿Es más delicioso el pecado que el
deleite que encontramos en Cristo? ¿Es más hermoso el pecado que Cristo¿ Todo esto es reflejo
de idolatría. Hoy todos somos advertidos de la hipocrecía.
“11Deja que quien sea injusto, siga siendo injusto; que quien sea impuro, siga siendo impuro; que
quien sea justo, siga practicando la justicia; y que quien sea santo, siga santificándose.»” —
Apocalipsis 22.11, RVC
Si alguien quiere seguir siendo injusto, impuro y pecador declarado que lo sea, pero que decida
qué clase de vida quiere. Pero, si alguien ama la justicia y la lucha contra el pecado, siga ese
camino porque ese es el camino de un verdadero creyente.
LA CONFRONTACIÓN.
“66A partir de entonces muchos de sus discípulos dejaron de seguirlo, y ya no andaban con él.
67Entonces, Jesús dijo a los doce: «¿También ustedes quieren irse?»” (vv. 66-67)
Muchos han abandonado la iglesia, se han ido sin dar razón alguna. Quizá algunos por su
pecado, otros, porque se ofendieron o por pereza. Y esto no es más que un síntoma grave de un
falso discípulo.
La misma pregunta que Jesús les hizo a los que quedaron, a los apóstoles, es la misma pregunta
que resuena hoy para la iglesia: “«¿También ustedes quieren irse?»”
¿Cuál es tu respuesta después de lo que has leído? ¿Crees que estas palabras han sido muy
ásperas y ofensivas? ¿Hacia qué te mueve esto que estás leyendo hoy?
LA RESPUESTA ESPERADA
La respuesta que oro a Dios y espero de ustedes es que no vean otro lugar a donde ir más que
correr hacia Cristo. Para Dios no hay grises, no hay puntos intermedios. Nosotros: odiamos a
Jesús o lo amamos.
Jesús esperaba una respuesta negativa de los 12 discípulos que se quedaron. La respuesta
esperada es: “No, no queremos irnos”. La respuesta que se espera de ustedes, es la misma
respuesta que Pedro le dio al Señor:
“23Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús,
nuestro Señor.” —Romanos 6.23, RVC
Sin Cristo, estamos total y completamente perdidos para siempre. Sin Cristo, el salario de nuestra
maldad es la muerte eterna. Pero, si al igual que Pedro, respondemos correctamente: El regalo
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús.
Cristo es el todo de la vida cristiana. Cristo es nuestro refugio. Cristo y todo lo que Él representa
es ahora nuestro estilo de vida: Ser parte de la iglesia local, el discipulado, la oración, el
evangelismo, la santificación, el servicio.
¡Sean verdaderos creyentes! Han fallado en varias de estas cosas: Hay gracia para ustedes,
porque solo en Jesús hay palabras de vida eterna. Hay perdón.
¡Llenénse de coraje! Comprométanse con Cristo y Su iglesia. Sacrifíquense por Aquél que los
amó. Sean constantes y perseverantes.
Sean discípulos, involúcrense en un discipulado y estudio bíblico. Cultiven la oración. Sirvan a sus
hermanos y a su prójimo. Amen al Crucificado. ¡Cristo vale la pena! ¡Cristo es digno! Jesús +
nada = todo.
CONCLUSIONES
Hoy he dicho palabras duras, seguramente he ofendido. Puedo esperar que después de estas
palabras algunos murmuren acerca de mí y abandonen mis palabras, pero otros responderán
correctamente.