Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
INTRODUCCIÓN
1
Profesora Investigadora en la UAM Iztapalapa. Profesora en la Facultad
de Psicología de la UNAM.
1
se atacan, de identidades que emergen y luego desaparecen.
Muchas lenguas, idiomas diversos, grupos humanos con
singularidades que se comparten por cientos, por miles, por
millones de personas que han vivido y que viven una realidad
hecha de cosas creídas, conformada de sentires, de afectos y
de ideas que se comparten.
Una propuesta diferente, que asume que eso que somos los
seres humanos, con todas nuestras singularidades, con nuestra
identidad, no es unicidad es la que se revisa en el presente
texto. Desde esa hipótesis se propone una conformación de los
seres sociales, desde su origen, no solo como partícipes del
todo, sino como consustanciales a la totalidad. Aquí se
aborda una concepción teórica que propone que la temática
denominada identidad habla de nuestra esencia como seres
humanos en tanto seres psicosociales, siendo la singularidad
de cada persona una expresión de la humanidad completa en la
que el punto nodal se ubica en la conformación del mundo de
lo humano.
2
en la filosofía de la reflexión, conforme al cual
el objeto cognoscente, para tomar posesión de sí y
con ello devenir consciente, se refiere a sí mismo
como objeto. Ya la doctrina de la ciencia de
Fichte, empieza por las aporías de la filosofía de
la reflexión, pero sólo Mead logra sacarnos de
ellas por vía de un análisis de la interacción”
(Habermas, J. 1990: 209).
3
conceptualización diferente a la detentada por Watson. Los
tiempos cambian y en la actualidad se comprende mal esto,
achacando a nuestro autor una cercanía con la visión
conductista clásica que no tenía ni pretendía tener.
4
persona. Su propuesta teórica implica una conceptualización
construccionista de la dinámica social y de la vida simbólica
toda, mucho antes de que las premisas socio-construccionistas
se desarrollaran. Esto porque sin recurrir a entes o
conceptos externos a lo humano, tales como el soplo divino, o
a argumentos teleológicos de un destino prediseñado por
alguien que, por azar o planeación, quedó inscrito en
nuestros genes, propone una argumentación comprensiva del
surgimiento del yo y de la conciencia, desde el grupo humano
mismo. Reconoce que en todas las especies se encuentra
interacción y comunicación, así como un grado de
organización, lo que permite que los organismos sobrevivan,
pero encuentra que lo que distingue a los humanos es un tipo
de vínculo en el que el punto nodal se ubica en la
anticipación. De hecho esta perspectiva teórica permite
comprender que los seres humanos somos seres simbólicamente
anticipatorios, no de lo que sucederá, sino de diversas
opciones para lo que podría suceder, esto es, de la
imaginación, material indispensable en la creación de nuestro
entorno cultural, del horizonte de lo humano. En ese
horizonte se encuentran realidades que se asumen como
intrínsecas a la especie, siendo resultante de la creación
humana. Una de ellas es la noción de Identidad. Claro que se
entiende su relevancia. Entre el nacimiento y la muerte de un
ser humano, se abre un espacio y un tiempo que habrá de
llenarse con sentido y propósito. Ese espacio-tiempo no lo
llena cada uno en lo individual. Los sentidos y los
propósitos son también construcciones de lo humano.
Cualquiera asume que su vida requiere de un sentido, e
invierte esfuerzo e imaginación en dotar de propósito a sus
acciones. Así, logrado esto, cualquiera defiende, incluso con
la vida, ese logro de su esfuerzo y de su imaginación. Pero
5
ese logro, no es posesión individual. De hecho es una de las
grandes posesiones de la humanidad, a lo largo de su
historia. La obra de Mead permite comprender como un grupo de
seres puede asumirse como un todo, sea una nación, una
familia, una pareja, un barrio, una pandilla, e incluso una
persona. En todos estos casos, y muchos más, lo que define un
nosotros, una identidad, nacional, familiar, amorosa, barrial
o personal, es un sentido simbólico intersubjetivo; es
justamente, la esencia de lo social.
6
Mead fue un psicólogo que se interesó por dar una
argumentación comprensiva de lo psicosocial, como origen de
la vida social toda. El concepto central de esta
argumentación es el acto social. De este, emerge la persona.
Se plantea que los seres humanos, las personas, somos
resultante de un proceso que nos constituye, y que ocurre con
posterioridad a nuestro nacimiento. En dicho proceso
participa la sociedad, con sus reglas y normas. De hecho, la
identidad de una persona es una objetivación de maneras de
ser y de hacer conformadas por la sociedad. La conciencia y
la identidad personales son en realidad, desde esta
perspectiva, netamente sociales. El presente texto aborda la
hipótesis central de la conformación de la persona propuesta
por este autor, para argumentar que la identidad de las
personas es siempre social y, sobre todo, es siempre
construida. Se trata de una condición simbólica de la vida
humana en la que somos conscientes cuando lo que vamos a
hacer controla lo que estamos haciendo. Esto no porque
tengamos capacidad adivinatoria, para saber lo que vamos a
hacer, sino porque contamos con la posibilidad de la
anticipación. Otras especies, dice Mead, responden a sus
circunstancias. Eso es lo que propuso Darwin, en su
concepción de como el medio ambiente impone restricciones y
los organismos responden a tales circunstancias. Mead
encuentra que los humanos no somos hojas que lleva el viento.
Si el viento arrecia, o para decirlo apropiadamente, si
anticipamos que el viento arreciará, pondremos diques y, por
qué no, algunos molinos de viento.
8
individuos que lo componen. Para la psicología
social, la totalidad (la sociedad) es previa a la
parte (el individuo), y no al revés; y la parte se
explica en términos de la totalidad, no la
totalidad en términos de la parte o de las partes”
(Collier, et al, 1991: 154).
9
objetivamos –esto es, hacemos visibles en nuestra vida y
expresión- formas de decir, de vivir, de pensar y de sentir
propias de la sociedad. De hecho nada es nuestro, en el
sentido de que nazca de nosotros mismos.
10
de nosotros – el mí – siendo que desde la sociedad a la que
pertenecemos –otro generalizado – apreciamos la veracidad de
esa interpretación de nuestra persona, que termina siendo
constituyente de cada uno de nosotros. Entonces la Identidad
Personal no es personal en el sentido de que sea nuestra
posesión. La Identidad de la Persona es siempre social y
corresponde a la manera en que cada uno de nosotros nos
decimos lo que somos a la luz de nuestro entorno social,
normativo y simbólico.
11
actos, desde los diversos puntos de vista propios de nuestra
sociedad.
12
El discurso de la Identidad de las personas ha nutrido una
búsqueda, desde la Psicología, para tipificar a unos y otros,
esencializado sus singularidades. Esto implica que unas
ciertas configuraciones humanas son mejores o más pulidas y
otras requieren de algún grado de intervención o compostura.
Se habla entonces de la noción personalidad. La psicología ha
propuesto que la singularidad única de los seres humanos se
expresa mediante alguna configuración, esto es, alguna
personalidad. En el caso que nos ocupa la configuración
singular de cada persona es en realidad una conciencia
simbólica que emerge como unidad.
13
a esa dudosa certeza ha sido asumida por la psicología que,
entre muchas otras cosas, ha producido diversos discursos en
torno a la Identidad Personal como una posesión distribuida
inequitativamente en la sociedad. Otra manera de pensar sobre
este tema es la de nuestro autor. Mead desarrolló una
concepción que, desde la relacionalidad humana, propone el
proceso que nos hace ser. Un proceso del que emana nuestra
identidad, que es nuestra en la medida en que es
estrictamente social.
14
cualquier situación cotidiana, cuando pensamos. Estamos en
ese momento, autoindicándonos. Para lograr esto, es necesario
que esa conversación interior se realice entre dos personas.
Una, que somos nosotros, cada uno, en su yo, y otra, que
también somos nosotros, en ese mismo yo, cuando hablamos con
nosotros mismos. “La provocación de la misma reacción en la
persona y en el otro proporciona un contenido común necesario
para la comunidad del significado” (Martínez-Tejeda,
2002:58). Se trata de la capacidad que tenemos los seres
humanos, de salir fuera de nosotros, para vernos como objeto.
Esto es literalmente descrito con la frase, cuando soy yo,
soy tú. “Esto quiere decir que el individuo debe saber lo que
está haciendo, él mismo y no sólo los que reaccionan a él, o
sea, debe interpretar la significación de su propio gesto”
(Martínez-Tejeda, 2002:58). Detengámonos un momento aquí.
Generalmente, cuando se habla de interpretación, se asume que
cada persona cuenta con la capacidad de interpretar su
entorno, de interpretar a los otros. Desde aquí es fácil
cuestionar dicha argumentación por su relativismo. Se dice,
¿entonces, cada cabeza es un mundo? Mead no propone eso. Cada
persona interpreta a los otros en la medida en que se
interpreta a sí mismo. Al interpretar la significación del
gesto propio se reconoce una de muchas posibilidades. Este
ser simbólico no reacciona al entorno, no responde a las
circunstancias; su expresión requiere de una comprensión del
mundo simbólico en el que vive y puede, incluso sorprenderse
de lo que descubre en sí mismo. La autoindicación implica que
cada uno de nosotros, como seres sociales, hemos desarrollado
una conciencia. Cuando se plantea este concepto, se acude
generalmente a la idea de que se trata de una conciencia
individual. Entonces, cada quién con su propia conciencia. La
postura de este autor difiere de la clásica idea de la
15
conciencia personal. Lo que nos propone Mead es que contamos
con nuestra conciencia, como personas, al mismo tiempo que
participamos de una conciencia más amplia que la nuestra, la
de la sociedad en la que vivimos.
16
personales en torno al ser, que permite afirmar teóricamente,
la individualidad. Si bien es innegable que unos y otros
somos seres diversos, la defensa de una Identidad propia y
única, que parte de la singularidad de los integrantes de una
misma especie, no es una expresión propia de nuestra
humanidad. Me refiero a que se trata de una muy extendida
circunstancia, en el presente, que no se corresponde a
preocupaciones de los seres humanos en otras épocas. En
nuestra realidad contemporánea defendemos identidades
personales, a partir de categorías sociales creadas en el
presente. La individualidad y el individualismo son
expresiones con ubicación socio-histórica. Si la exacerbada
preocupación por la Identidad personal que vivimos y
constatamos hoy no le es natural a nuestra especie, si le es
relevante a nuestros congéneres y a nosotros mismos. Esto es
debido a que como sociedad hemos creado tanto a la Identidad
como a su relevancia. Se trata de una forma de pensar que
emergió de la intersubjetividad, ubicada en un momento
histórico.
Gesto Significante
A B
Gesto Gesto
18
de sentidos y en la construcción de realidades. Una idea que
nos gusta, un argumento que nos convence, nos aporta una
manera de ver y de comprender de la que antes carecíamos. De
hecho se puede argumentar que la cultura toda, la expresión
completa de la humanidad, con sus extraordinarios logros y
sus espeluznantes yerros es justamente ese dotar de sentido y
de realidad, al simple trayecto de una especie sobre el
planeta. En este caso me refiero a la comunicación humana,
con características comunes, no importa si se trata de una
comunicación entre personas o si se trata de la conversación
con uno mismo.
19
participan tres. Uno que habla con el otro, el otro que habla
con uno y un tercer participante que no se ve, pero que
necesariamente esta presente, el alter. Un gesto y otro gesto
que desde la reflexividad humana lleva a la comprensión,
desde el gesto significante. La cultura, el lenguaje, las
normas, las creencias, el todo simbólico. En la conversación
interior, con una sola persona, hay también tres que
participan. Uno que se dice algo y que es uno mismo, otro que
desdice lo dicho por el primero, y que es también uno mismo y
un tercero que es la sociedad entera, siendo también uno
mismo.
20
“El individuo se experimenta a sí mismo como tal,
no directamente, sino sólo indirectamente, desde
los puntos de vista particulares de los otros
miembros individuales del mismo grupo social, o
desde el punto de vista generalizado del gripo
social, en cuanto un todo, al cual pertenece.
Porque entra en su propia experiencia como persona
o individuo, no directa o inmediatamente, no
convirtiéndose en sujeto de sí mismo, sino sólo en
la medida en que se convierte primeramente en
objeto para sí del mismo modo que otros individuos
son objetos para él o en su experiencia, y se
convierte en objeto para sí sólo cuando adopta las
actitudes de los otros individuos hacia él dentro
de un medio social o contexto de experiencia y
conducta en que tanto él como ellos están
involucrados” (Mead, 1982:170).
LA EMERGENCIA DE LA PERSONA
21
Entonces, la identidad personal aparece cuando la persona
emerge. Esto no sucede de una vez y para siempre. Vale la
pena detenernos en este punto. La emergencia de la persona es
un proceso continuo, que nos acompaña a lo largo de la vida.
El ser es siendo y en ese sentido es que planteo la dimensión
construccionista de George Mead. Participamos de la dinámica
de la sociedad en un acto social continuado. En ese proceso
nos hacemos persona a cada paso. No podría ser de otra manera
ya que las normas sociales no son estáticas. Desde esta
postura es posible comprender que la norma emerja al tiempo
que la persona misma. Lo que un día es valioso, a la vuelta
de algunos años pierde vigencia. Lo que antes no era
relevante, adquiere primacía. La sociedad se transforma y en
tanto que sigamos habitándola, nos habita, con sus valores y
sus normas, que son las nuestras. De esta manera nuestra
identidad, la de cada uno se transforma en el curso de la
vida. Somos una misma singularidad, que está en proceso y en
transformación, a lo largo de nuestra existencia. Mead
plantea que es en la emergencia de la persona en donde los
seres humanos expresan su espíritu. Se trata de la dimensión
simbólica comprensiva de nuestra humanidad. Y esta se ubica
en el lenguaje, entendiendo a éste como el horizonte de
inteligibilidad en el que vivimos y no como la mera expresión
de una lengua viva. “El aislamiento del mecanismo del
lenguaje es el hecho por medio del cual se constituye
socialmente el espíritu y gracias al cual aparece la persona
que tiene conciencia de sí misma como objeto” (Martínez-
Tejeda, 2002:50).
22
“…El problema de cómo surge el espíritu y la
persona humanos es resuelto por Mead en términos
biosociales. No descuida como la psicología
tradicional el problema de la dimensión social, ni
el problema de la sociología de no poner atención a
lo biológico y su papel en el proceso social que
termina en una visión mentalista y subjetiva de la
sociedad, que supone espíritus anteriores a ella.
Ambos extremos son evitados en una explicación del
proceso social en marcha de organismos biológicos
interactuantes, proceso dentro del cual, gracias a
la internalización de la conversación de gestos
vocales, surgen el espíritu y las personas. Con
esto se evita el extremo del individualismo
biológico ya que se reconoce la naturaleza social
del proceso biológico subyacente a él” (Martínez-
Tejeda, 2002:51).
23
aplicaba a todos ellos una crítica básica: ninguno
quería llegar al límite en lo referente a explicar
cómo surgieron los espíritus y las personas dentro
de la conducta. Esta crítica se divide en dos
partes: 1) todos ellos en algún sentido
presupusieron espíritus o personas antecedentemente
existentes para poner en marcha el proceso social;
2) incluso en relación con las fases del espíritu o
de la persona que intentaban explicar socialmente,
no lograban aislar el mecanismo de las mismas. El
sombrero mágico de lo social del que habían de
extraerse el espíritu y la persona, estaba en parte
cargado de antemano; y en cuanto al resto, se hacía
simplemente un piadoso anuncio de que la
triquiñuela podía llevarse a cabo, aunque la
exhibición nunca tenía lugar” (Morris, 1972:27).
24
comunalmente constituyen la creencia de ser únicos e
independientes unos de otros.
IDENTIDAD SOCIAL
25
explicable desde un argumento naturalista que, aseguran, es
inmanente a los seres humanos, pero que, al mismo tiempo,
hace a cada persona única en la faz de la tierra.
26
“En el grado en que uno puede adoptar el papel del
otro, por decirlo así, puede mirarse a sí mismo,
reaccionar ante sí. De tal modo que puede
convertirse en un objeto para sí; que, como ya lo
hemos afirmado, solo en el proceso social pueden
surgir las personas como distintos de meros
organismos biológicos, personas en calidad de seres
que se han hecho conscientes de sí” (Martínez-
Tejeda, 2002:64).
28
o el género mujer, son expresiones de la sociedad entera, que
dirime, o busca dirimir sus preocupaciones, a partir de
etiquetar a unos y otras. El acto social continuado nos lleva
a expresar tales identidades, de maneras que quizás no
imaginamos en el pasado. En este sentido, son identidades
sociales constituidas hoy, pero en constante transformación.
A MODO DE CONCLUSIÓN
29
las expresiones de los individuos son, entonces,
objetivaciones de la construcción social del individuo que es
contenida en el pensamiento social. Sin embargo, también
existen otro tipo de objetivaciones. En el pensamiento social
también existe una construcción social referida a la
comunalidad, que dicho sea de paso, cuenta ya con una larga
historia. Se trata de una construcción social que supone una
relacionalidad diferente. En ésta el individuo no es el
contenedor y lo contenido, a un mismo tiempo. Me refiero a la
propuesta revisada en el presente texto. Se trata de una
conceptualización de la vida en la que las personas se saben,
con un saber no racional, parte de un todo. Así, la
argumentación sobre la vida cotidiana y sobre las expresiones
concretas de las personas es enmarcada en el terreno de las
creencias. Las personas entonces no son la causa de lo que
contienen, pero tampoco son la consecuencia. El individuo
como construcción social se ha aposentado en todos los
espacios de la vida de las personas. En cualquier momento y
en cualquier lugar, la sanción social nos remite a la
existencia inobjetable del individuo. Sin embargo, desde la
academia es importante considerar que, siendo esa una
hipótesis, otras hipótesis competidoras pueden mostrar
caminos diversos para la disciplina y para la sociedad misma.
BIBLIOGRAFÍA
30
Germani, G. (1972). “Presentación de la edición castellana”.
En: George Mead, Espíritu, persona y sociedad. Desde el
punto de vista del conductismo social. Buenos Aires:
Paidós, pp. 9-18.
Gurvitch, G. (1950). La vocation actuelle de la sociologie.
París: Presses Universitaires de France.
Morris, Ch. (1972). “Introducción. George H. Mead como
psicólogo y filósofo social”. En: George Mead, Espíritu,
persona y sociedad. Desde el punto de vista del
conductismo social. Buenos Aires: Paidós, pp. 23-48.
31