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verano y algunos frutos preciados. En aquellos hu- gares donde se dispone de espacio y de medios, puede hallarse un seto que recoge el lugar, pero muchas veces el ladrillo visto o encalado, en oca- siones recubierto de plantas trepadoras, ofrece Ia requerida intimidad. El patio se convierte asi en jardin privado: bastan unos pocos metros cuadra- dos y una mano con cierta sensibilidad jardinera Fale, clo es, exo wellicadr de jodo ld sefio que en un espacio tan diminuto podria ex (y de hecho puede encontrarse en ciertos jardi Japoneses), pero la base esta ahi. Lo triste 0 grave es que es una costumbre que se pierde, una es tica que ya no se valora, pese a estar tan pr ‘Quizas precisamente por ello. 5 LA EDAD MEDIA: CASTILLOS Y MONASTERIOS Como en tantas otras facetas culturales el de- rrumbamiento del imperio romano signifies la de- saparicién o, en el mejor de los casos, ia dormicién de las manifestaciones jardineras. Resulta evi- dente que la jardincria, concebida como lujo.o comodidad adicional para la vida (y ast ha sido hasta nuestros dis) no podia scbrevivir entre unos pueblos azotados por guerras y desajustes Ie Sin embargo, Is jardineria to desapare- cio por completo, debido al eprovechamiento de su faceta mas funcional: la utilidad de ciertas plantas, marginal (como ya apunte en el primer capitulo) al hecho mismo de la agricultura tradi- ional de extraccion de alimentos a partir de las plantas. Naturalmente, no dejo de sufrir grandes transformaciones, pero no puede, en mi opinion, hablarse de retraio o de estancamiento. Y ello por varios motivos. En primer lugar, no puede considerarse a la Edad Media como un bloque homogénco: hay unas dife- rencias culturales y geograficas cvidentes '. En se~ gundo lugar, los distintos periodos que pueden dis- "Por citar una de ella, bata reconocer Ins distintas mes 95 tinguirse en Ta jardineria medieval nos sitdan ante tunas manifestaciones radicalmente distintas, segin gue nos ocupemos de la jardineria alto-medieval o bajo-medieval, ya que desde el patio romano hasta los primeros jardines que intuyen la gran revolucion renacentista hay un proceso de evolucién dificil- mente asimilable como Unico. Finalmente existe un conjunto derazones que implican el reconocimiento de la Edad Media como un periodo de fermentacion jardinera que acabaria con la eclosién del Renaci- iento, mas que como un periodo de destruccién ¥ olvido. Entre este conjunto de razones destaca una pri mera fuertemente. Se trata del uso exhaustive de las formas. El cansaneio estético y el gusto artis- tico producido por una reiteracion en cl uso de las formas, deviene inevitablemente en un cambio ha- cia otras nuevas. En el caso de la jardineria me- dieval. el uso continuado del cuadrangulo produce tun cansancio formal tal que cuando termina la Edad Media (cuando se dan las razones objetivas para cl cambio) no queda otro remedio que salir de ese poligono y explorar en otras dimensiones, que es exactamente lo que hizo el Renacimiento, Lo mismo puede decirse de la repeticion exhaus- tiva de las formas interiores: parterres delinnitados por setos recortados de forma paraldepipédica, for. ‘mas pertinazmente rectangulares 0 poligonales, cwa- dros gcometrizados en st interior y exteriormente ‘simétricos con respecto a los ejes generales del jar- din, Habia motivos para todo ello, como veremios ras de Jordineria medieval que se generaron en lugares muy Proxlmos de la propia Peninsula Tberca y que diGeren grat demente segan que ts origen tuviera lugar en soma, ‘ cristina, En puridad, habria que considcrarel es Espafa existians), pero wus extrsordinaris: scaracteristicasimponen wn est separado de ambas manifestaciones jordincras 96 ‘ms adelante, pero el Renacimiento, cambiando la estructura cultural origind la percepcién cons ciente de esa repeticién. De ahi el hastio, y la pos- terior busqueda de formas nuevas. ‘Tampoco puede hablarse de estancamiento en la base de trabajo de la jardineria: las plantas. La propia estructura medieval conllevaba el conosi miento maximo posible del cultivo de vesetales, tanto de cara a la supervivencia alimentaria, como de cara al mantenimiento de ciertas condiciones animicas e higignicas. En ambos casos, las plantas eran, practicamente, los tinicos recursos seguros dde que se disponia, tanto en los castillos como en os monasterios, Y mas: mientras que la agricul- tura extensiva, destinada a la alimentacion. tenia por fuerza que situarse fuera de las murallas pro- tectoras de estos nucleos vitales, la jardineria, por sus propias condiciones de intensidad y de menor requerimiento de espacio, permanecié intramuros. De ahi que cl cultivo de plantas no estrictamente funcionales aparezca como actividad notable den- tro del mundo medieval y suponga un proceso de avance cara a la historia de la jardineria® Finalmente, otras facetas de la vida cultural de a €poca determinaron que la jardineria no solo no muriera, sino que permaneciera activa y cobrara luna importancia s6lo superada por la que tuvo en épocas posteriores. No hay que dejar de lado, en: tre ellas, el continuo intercambio que supuso én el mundo cristiano la época de las cruzadas, asi como la activa vida de trabajo manual que lieva ron numerosas comunidades religiosas, donde la norma especificaba una dedicacion prioritaria a la ‘oracién ¥ al trabajo. Lo mismo puede decirse del derecho de asilo en las propiedades eclesiasticas, 2 Currono sefala que l jondineria no exc uli de plane tas, pero dado que el us 9 Ia conservacion de eiertas especies ‘epetalesestin elaramenterelaionador con aguelay bin puede hablarse de avance ) no de estaneamieno 7 que determinaba el recale de muchos peregrinos, Caminantes © expedicionacios, con el consigulente intercambio. de -hierbas y_semillas, ademas. de ices tipos de informacion. Y, por ultimo, no deja de ser significativa, la abundancia de manuscritos, ilustrados o no, que los monjes copiaron durante esos siglos, acumulando un saber que de otra forma se hubiera perdido; y sumando a él nume- rosas anotaciones y experiencias de orden perso- nal y practico, cuando no ilustrando con dibujos miniados las ideas que se expresaban en los origi Fantasia y realidad Por todo ello, resulta dificultosa la tarea de dis criminar lo que hay de realidad y de fantasia en estos textos o ilustraciones que nos sirven de base ara pergefar un bosquejo basico del jardin me- dieval. Es dificil, por no decir imposible, atribuir las descripciones que se obtienen de esos manus- critos 0 ilustraciones a una jardineria real o solo viva en la mente del autor. Lo mas probable, como sucede en otros muchos aspectos, es que la base sea real, mientras que los adornos o los comple- mentos que redondean esa informacion basica pueden ser muy bien reales o imaginados y mas Probablemente idealizados > Existen algunos ejemplos que bien demuestran hasta qué punto habia cierto tipo de literatura qu jugaba con la idea del jardin, mostrando concomi tancias con los jardines realmente existentes, pero infinitamente més fantasticos que éstos, El Ila- La opinion de Tuxckce of que durante un dempo (que pode abarcar hasta ae primerae rmaniestacones ce clerta ‘entidad en el siglo 9), se perdi practicamente la realizacion Ge jardinesy solo sobrevive la fantasia, conservada a traves de ploturas y descripciones excetas 98 mado Mystére d'Adam, un poema francés (aprox. 1150-1160) describe en latin la forma del jardin del Edén, sobre el que llega a decir: Habra flores y hojas aromaticas; hay en el Paraiso arboles diversos y frutos que cuelgan de ellos, de manera tal que es un amoentssi- rues loctse Es, efectivamente, una ilustracion pobre y ele- ‘mental. que recoge deseripciones biblicas: pero la fecha de su escritura demuestra hasta que punto la idea del jardin seguia existiendo, siquiera como fantasia de lugar perdido y, por ende, deseable De fechas cereanas al anterior (1165-1170) es el conocido romance Erec et Enide, de Chretien de Troyes que. pese a su caracter fantastico, insiste ‘en una particularidad absolutamente fundamental fen el jardin de la Edad Media: el cerramiento, que ¢] auior concibe como un hechizo impenetrabie: Io que es mas llamativo es el caracter que parece tener el hechizo por el hecho de serlo, lo que nos leva a pensar que en una fecha tan temprana, ya podia pensarse en derribar, al menos con la fante- sia las murallas que rodeaban ! jardin, to que en la practica seria varios siglos posterior Cronolégicamente, aparecen otras visiones de jardines conforme nos acereamos al punto de rup- tura entre la Edad Media y cl Renacimiento, El conocido Roman de fa rose ilustra muy bien sobre el aspecto ideal de un jardin secular, como el que podria encontrarse en algunos castillos de Francia. Guillaume de Lorris lo escribié entre 1220 y 1230, Jo que supone tna época plenamente baja medic- val y las descripciones que acompafan la entrada Gel protagonista del romance en el jardin respon- den a los elementos omramentaies que toda estruc- tura ajardinada medieval debia poseer: murallas de proteccion, caminos bordeados de hierbas aro- 9

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