de su larga noche, aguarda, escucha y vela. Ante él descansan sobre la colcha sus manos, la izquierda y la derecha, rígidas y tiesas, servidores cansados. Y ríe suavemente, para no despertarlas. Más incansables que la mayoría han ido creando, cuando todavía estaban jugosas. Aún habría mucho que hacer, pero los compañeros sumisos quieren descanso y tierra. De ser servidores cansados están, y endurecidos. Suave, para no despertarlas, les sonríe el dueño; la trayectoria de una vida larga ahora parece corta, aunque largo es el tranco de una noche. Y manos de niño, manos de mozo, manos de hombre parecen al atardecer, parecen al final tal como son