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EL ANCIANO Y SUS MANOS (Herman Hesse)

Penosamente se arrastra a lo largo


de su larga noche,
aguarda, escucha y vela.
Ante él descansan sobre la colcha
sus manos, la izquierda y la derecha,
rígidas y tiesas, servidores cansados.
Y ríe
suavemente, para no despertarlas.
Más incansables que la mayoría
han ido creando,
cuando todavía estaban jugosas.
Aún habría mucho que hacer,
pero los compañeros sumisos
quieren descanso y tierra.
De ser servidores
cansados están, y endurecidos.
Suave, para no despertarlas,
les sonríe el dueño;
la trayectoria de una vida larga
ahora parece corta, aunque largo es
el tranco de una noche. Y manos de niño,
manos de mozo, manos de hombre
parecen al atardecer, parecen al final
tal como son

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