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EL DISCURSO ARGUMENTATIVO

Es aquel que tiene la intención comunicativa de convencer o persuadir al receptor, o


sea, el emisor busca, mediante su discurso, producir un cambio de actitud o de opinión en el
oyente.

SITUACIÓN DE ENUNCIACIÓN DEL DIRCURSO ARGUMENTATIVO.

FINALIDAD:
El objetivo de la argumentación es convencer, apelando a razones lógicas o
persuadir, recurriendo a las emociones. En ambos casos, se busca generar un cambio en el
receptor.

RELACIÓN EMISOR - RECEPTOR:


La argumentación posee un carácter dialógico, pues, aunque ambos interlocutores
no estén presentes físicamente, el emisor tiene en mente un receptor a quien pretende
convencer (razonadamente) o persuadir (afectivamente). Es una relación simétrica.

TEMA:
La argumentación debe desarrollarse acerca de un tema controversial o polémico, es decir,
que es objeto de discusión y da lugar a opiniones contrapuestas.

CONTEXTO:
Además, emisor y receptor se hablan en un contexto, es decir, son parte de una
realidad social: viven en una época, en un lugar, pertenecen a un grupo etario, participan en
alguna institución, etc.
Es el contexto el que hará que ciertos temas sean relevantes o irrelevantes e influirá
en la validez de los argumentos que entregue el emisor y también en la evaluación que
haga el receptor.

CANAL:
En la modalidad oral (diálogos de la vida cotidiana, debate, juicio oral) o escrita
(ensayo, editorial, artículo de opinión, crítica, etc.),

ESTRUCTURA DEL DISCURSO ARGUMENTATIVO.

El discurso argumentativo presenta una estructura que lo caracteriza. Esta se compone


de tres categorías básicas:
 Tesis: idea o punto de vista que se defiende.
 Argumentos: información que apoya la tesis.
 Conclusión: afirmación que confirma la tesis y no la contradice. Es importante
señalar que la conclusión puede ser lo mismo que se ha expresado en la tesis.

Un ejemplo de discurso argumentativo con la identificación de sus categorías se


presenta a continuación.
 El desarrollo científico ha efectuado grandes aportes a la humanidad (TESIS).
 Los avances en medicina han permitido aumentar las expectativas de vida
(ARGUMENTO 1).
 Muchos de los alimentos que consumimos son producto de investigaciones
genéticas (ARGUMENTO 2).
 El conocimiento científico le permite al hombre una mejor calidad de vida
(CONCLUSIÓN).

Señor director:
El crimen de Sophía no puede quedar impune y el Estado tiene obligaciones reforzadas de
investigar y sancionar por tratarse de una niña víctima de abusos sexuales. A raíz de esto, algunos
señalan que debiera establecerse la pena de muerte. Cabe recordar que fue derogada para los
delitos comunes en 2001 y que solo permanece en el Código de Justicia Militar para delitos que
pueden ser cometidos en tiempos de guerra.
Establecer la pena de muerte para nuevos delitos no es posible pues entraríamos en colisión con
los tratados de derechos humanos que Chile ha suscrito y que se encuentran vigentes,
especialmente la Convención Americana de Derechos Humanos. Como señala la Corte
Interamericana, “si bien la Convención no llega a la supresión de la pena de muerte, sí prohíbe que
se extienda su uso y que se imponga respecto a delitos para los cuales no estaba prevista
anteriormente”. Pero además de no poder establecerla para nuevos delitos, hay otras razones de
peso para no hacerlo. No se ha demostrado que disuada de cometer crímenes violentos. Al revés,
en países como Canadá incluso disminuyeron tras su derogación. También se ha visto que es
discriminatoria pues en los países donde se sigue aplicando, se utiliza contra personas pobres y
pertenecientes a minorías raciales. A lo anterior se agrega que constituye un acto irreversible, por
lo cual podría aplicarse a una persona inocente sin que exista alguna posibilidad de enmendar el
error judicial.
La pena de muerte viola los derechos humanos; tanto el derecho a la vida como el derecho a no
sufrir torturas. La venganza no puede ser el camino para un Estado democrático de Derecho. No
podemos responder a la violencia con más violencia, sino adoptar las medidas para avanzar en
una cultura respetuosa de los derechos de todas las personas.
Rodrigo Bustos Bottai
Jefe Unidad Jurídica Judicial Instituto Nacional de Derechos Humanos

El 10 de octubre es el Día Internacional contra la Pena de Muerte. 58 países mantienen la


pena capital en sus ordenamientos jurídicos y 25 continúan imponiendo y ejecutando este
castigo a pesar de que una condena errónea es irreversible una vez ejecutada. China ejecuta
a más personas que el resto de los países juntos. En la República Islámica de Irán fueron
ejecutadas 388 personas por delitos como la homosexualidad o el adulterio. En los Estados
Unidos, han sufrido la pena capital 52 personas y han sido condenadas a ella otras 106. En
Irak ha habido más de 120 casos; en Arabia Saudí más de 69. Como abogado sé que no hay
sistemas jurídicos perfectos y que los jueces, como todos los demás, se equivocan. ¿Cómo
reparar las consecuencias de un error judicial en la condena? Aquí no se trata sólo de la
prevalencia de la vida sino también de las propias limitaciones de nuestra capacidad de
juzgar.

La pena de muerte nos sitúa ante el debate último del poder del Estado. Como la tortura,
como la desaparición, la pena capital nos muestra los dilemas de los límites en la
persecución y castigo del delito. Es inadmisible que un Estado ejecute a personas del
mismo modo que es inaceptable que las torture o las haga desaparecer. La legitimidad de un
Estado nace no sólo de su origen sino también de su ejercicio y, en especial, de los límites
que su actuación tenga. En los Estados Unidos el movimiento contrario a la pena de muerte
es vigoroso y en el seno de la propia sociedad estadounidense son muchas las voces que
claman contra ella. Ya son 15 los Estados de la Unión que no contemplan la pena de muerte
y en varios más hay aprobadas moratorias en su ejecución bien formalmente bien por la vía
de hecho: simplemente no se ejecutan las condenas. Estoy seguro de que llegará un día en
que los estadounidenses concluirán que esta pena sólo merece la abolición en aras de la
propia democracia y de las libertades que los Estados Unidos representan.

La lucha contra la pena de muerte exige de todos nosotros un compromiso claro y firme con
la vida y los límites del poder del Estado. El monopolio de la violencia debe estar limitado
y así debe exigirse desde el mundo libre. En Estados Unidos la gente goza de la libertad de
exponer y defender sus ideas y la discusión sobre la pena de muerte está dando felices
resultados. Por desgracia, en otros lugares del mundo no podemos decir lo mismo.

Tomemos el caso de Shakineh Ashtiani, la mujer condenada por adulterioy por haber
asesinado a su marido. Me perdonarán la letra cursiva pero hay cosas que un abogado no
puede soslayar. Esta mujer ha sufrido un proceso plagado de irregularidades incluso para un
país tan poco garante de los derechos humanos como la República Islámica de Irán, donde
la tortura policial y el terror contribuyen a la opresión de mujeres, homosexuales y
disidentes políticos. Si el mundo no lo impide, a Shakineh Ashtiani la van a acabar
asesinando a la vista de todos mientras los Embajadores de Teherán reciben besos y abrazos
de muchos Gobiernos, entre ellos el español para vergüenza nuestra.

En las democracias, los ciudadanos discuten y se movilizan por aquello en lo que creen
sabiendo que su acción puede cambiar las cosas. En las tiranías, el terror impide a los
opositores salir a la luz. Hoy, en Irán, el régimen islamista asesina a mujeres, homosexuales
y disidentes ante la mirada silenciosa de Occidente.

¿Hasta cuándo?
Ricardo Ruiz de la Serna
Analista político

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