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EL LABERINTO DE SUSANA

Era de noche cuando todo sucedió. Tenía ocho años, mis padres me llevaron a la alcoba y me desearon
buenas noches. De inmediato, gracias al cansancio, quedé dormida, o al menos eso pensaba, pues lo
siguiente que ocurrió en ese supuesto sueño se sintió tan real… Permítanme contarles lo acontecido
aquella noche.

De manera repentina, un ruido increíblemente fuerte me causó un gran sobresalto e hizo que
despertara. Todo estaba a oscuras, y por curiosidad decidí salir a ver qué ocurría, a lo mejor papá en su
somnolencia había dejado caer algo en el pasillo. Cuando abrí la puerta, me sorprendí al ver que no era
la casa, era un bosque tan hermoso, de una naturaleza inexplicable: los árboles eran de color azul y las
flores emitían una melodía que hacía que sintiera tranquilidad. Al parecer, alguien más estaba conmigo
en este lugar, de uno de los árboles provenía un sollozo. A pesar del miedo que sentí, decidí ir en busca
de esa persona que se encontraba desconsolada. Busqué árbol por árbol, y detrás de uno de ellos,
majestuoso y de color azul cielo, encontré a un niño de cabello oscuro y tez morena, llorando como si de
sus manos se hubiese escapado su tesoro más preciado. Al saludarlo, se asustó y corrió tanto como
pudo, y yo fui tras él. Cuando lo alcancé y logré hablarle, dijo llamarse Tomás. Me contó que se
encontraba atrapado en ese lugar hace ya mucho tiempo, no hallaba la manera de escapar; buscaba
libertad, salir de allí era su sueño.

Decidí ayudarlo a huir, y de esa forma volveríamos a ver a nuestras familias. Tratamos durante mucho
tiempo de encontrar un camino que nos condujera a la puerta por la que había llegado a este hermoso
lugar, pero ya no estaba, desapareció. Era una triste verdad que debíamos aceptar, no sabíamos que
hacer. Por el desespero, comencé a llorar, era increíble pensar que de la noche a la mañana se perdía la
libertad y a los seres queridos. Él vio mi tristeza y decidió consolar el llanto hablando de sus pasiones, de
qué quisiera ser al crecer. Mi llanto cesó y comencé a contarle que mi pasión era llegar a ser astronauta,
y así se nos fue la tarde.

De pronto, después de horas de hablar y jugar, nos quedamos dormidos. De improviso un fuerte sonido
hizo que despertara – ¿De dónde sale ese ruido? – Me pregunté. No lo supe, pero me encontraba de
nuevo en la alcoba. Era ya de día y llegaría tarde a la escuela, sería una lástima, siempre me he destacado
por la puntualidad que mis padres me han enseñado.

Al llegar a la escuela, la maestra anunció que un estudiante nuevo llegaría a la clase. En el momento en
que el niño entró, me sorprendí demasiado: Era Tomás, con quien había soñado hace sólo unas horas. Se
sentó a mi lado y sin más, preguntó: - ¿Cómo te llamas? – Le respondí: – Susana –. Al parecer, no
recordaba nada de lo sucedido, pero yo siempre recordaré que aquél niño de cabello oscuro y tez
morena fue con quien encontré libertad.

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