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África como un continente artístico

Laura Sofia Maldonado Carmona

África siempre nos ha sido presentada como una niña harapienta en busca de amparo.
Las imágenes de pobreza, hambruna y tragedia acuden a nuestra mente con rapidez tras
la mención del continente. Hemos sido condicionados desde pequeños para tener esta
perspectiva generalizada, exagerada y estereotipada de África. No cuestionamos esta
imagen, contribuimos a la perspectiva errada de África con silenciosa sumisión. Y
sobretodo, barbáricamente, hablamos de “África” como si todo el continente fuese
igual. Sin embargo, quizás no existe nada más lejos de la verdad. Viva, palpitante,
siempre cambiante, madre de la humanidad: África se ha reconstruido, se ha regenerado
y se ha sacudido el polvo una y otra vez para seguir bailando.

“Every step we take is rhythm; every word we speak is rhythm; everything is rhythm”
explica el hombre malinke en el documental “Foli” que nos presenta al grupo étnico
Mandinka en oriente-central en Guinea. “Todo es ritmo” y con esta afirmación
confirmamos el hecho de que África tiene una voz propia, una voz que hemos ignorado
por mucho tiempo pero que en este momento lucha por se escuchada. Y esta voz es
precisamente transmitida por medio del arte, del ritmo. El arte tiene una importancia
cultural en cada comunidad, no es algo apartado de la vida diaria de estás personas, es
algo arraigado a su memoria. Las historias y la importancia de la oralitura demuestran
por ejemplo que la práctica de la narración y la idea de compartir historias no es una
práctica privada permitida a unos pocos sino que es algo que compone y explica la raíz
de las distintas culturas. Asimismo, el arte es una práctica cotidiana en las culturas
africanas. La importancia del color por ejemplo, no se reduce, como en la mayor parte
de Occidente, a un uso caprichoso y puramente estético. Los colores tienen toda una
connotación importante: por ejemplo en Ghana, el color naranja es empleado para
mostrar hospitalidad y ayuda al otro; el rojo es símbolo de orgullo; el negro es símbolo
de unidad; y ambos colores, rojo y negro combinados, son colores de muerte y luto;
blanco es vida y felicidad; amarillo es representativo de fortuna; verde son los regalos
naturales; el azul es cambio y así sucesivamente. Vemos entonces, por ejemplo, que los
taxis en Ghana suelen tener el color naranja para así demostrar servicio y ayuda al otro.
Vemos igualmente a la gente en funerales con vistosos vestidos rojos para lamentar su
perdida. Así, entonces, África surge como un continente que por medio del arte: las
historias, la música y los colores transmite su historia y la vive. Es quizás ahora el
momento adecuado para entender a África como una sociedad artística. Compuesta,
compartida, transmitida, y lograda por medio del arte.

Es el arte el aspecto que encontramos en común a la hora de discutir la idea de África, el


arte que se encuentra presente en cada aspecto de la vida de cada comunidad
independiente. El arte no es una disciplina apartada y elitista como sucede en muchas
partes del mundo, particularmente occidente; sino más bien, una disciplina compartida
por todos que no se limita a aquella idea del siglo XIX de “el arte por el arte”, sino que
el arte en África cumple un papel social y religioso, que debe ser compartido con y por
todos. Esto resulta evidente en las máscaras, por ejemplo, usadas en rituales sagrados.
Estas máscaras, aunque en distintos estilos y para diferentes propósitos, son utilizadas
por los Pove en Gabon por los hombres cuando hay un entierro o alguien importante
viene, también se usa para proteger a los magos de fuerzas negativas; los Senufo en
particular los Kulebele crean máscaras que combinan rasgos de animales y de humanos
y ayudan a comunicar a los vivos con los ancestros muertos, y son usadas también en
los rituales Poro; los Fang en Guinea ecuatorial usaban asimismo máscaras para las
ceremonias de ngil de magia. Y estos, son solo unos pocos de los innumerables
ejemplos que hay el uso de las máscaras y del arte en la vida cotidiana de distintas
culturas en África.

El baile, tan esencial en distintas culturas hace parte del espíritu mismo en África.
Podemos ver los Maasai en Kenya y Tanzania realizando el Adumu que es el baile
realizado cuando los jóvenes guerreros cumplen la mayoría de edad; o vemos el baile
que realizan las mujeres Malinke en Guinea que han pasado por una gran adversidad
bailando el Moribayasa dejando su pasado atrás: enterrando sus ropas viejas y siendo
apoyada la mujer en cuestión por todas las demás mujeres de la aldea; el Kakilambe un
baile realizado tanto en Guinea como en Mali es parte de un ritual de fertilidad en el que
se incluyen también las máscaras previamente mencionadas y se le hacen preguntas a
algunos profetas sobre las cosechas del año, sobre la salud y sobre los niños que
nacerán; también, el Muchongoyo baile de Zimbabwe es un baile que conmemora,
celebra y sirve de testimonio para eventos importantes. Estos son solo algunos de los
numerosos ejemplos que sirven para ilustrar esta idea de la importancia del arte en la
cotidianidad de cada cultura. Casi cada acción que hacen los miembros de una de estas
comunidades tiene una fuerte connotación simbólica transmitida a través del arte.

En cuanto a los aspectos literarios u orales también podemos ver la importancia de la


narración de historias. La memoria se mantiene viva y se transmite gracias a las
palabras. No hay que esforzarnos mucho para encontrar las maravillosas narraciones de
los Yoruba en Nigeria por ejemplo, que cuentan de Obatalá, creador del cuerpo humano;
o quizás la historia de cómo Lituolone venció a Kammapa el monstruo que devoró a
casi toda la humanidad, contada por los Sesuto; o la gran tradición oral que hay en
Ghana sobre Ananse, la araña. Esta última, por ejemplo, Ananse, es una araña que sirve
para explicar ciertas cosas, como por ejemplo el porqué los animales se ven como se
ven, o para dar origen a ciertos aspectos de la naturaleza, pero es también utilizada para
subrayar aspectos morales que los niños deben aprender como lo es no mentir o
esforzarse en el trabajo. De forma que las historias cumplen un papel importante en la
sociedad que va más allá del puro entretenimiento. El mito y la fábula se unen para
generar toda una rama de historias que son transmitidas para preservar la memoria, para
dar explicaciones y para enseñar a los niños.

La importancia del arte, la importancia del ritmo, la importancia de lo simbólico y la


importancia de la narración es tal que moldea el pensamiento y la percepción que se
tiene del mundo. En el libro “Arrow of God” escrito por Chinua Achebe, el escritor
nigeriano dice: “(…) the world is like a mask dancing. If you want to see it well, you do
not stand in one place”, de esta manera las máscaras (es decir el arte y la artesanía) en
conjunto al baile y a los ritmos, nos permiten comprender el mundo. El arte compone,
define y explica el mundo en el que vivimos, así lo entienden varios pueblos africanos y
así lo expresan, ya sea por medio de un baile ceremonial, o gracias a la narración de una
historia, o por el uso de máscaras y colores. África es un continente artístico. Un
continente que no solo da origen a la raza humana, sino también da un origen a la
cultura, a las artes.

Sin embargo, comprender a África como casa de la cultura, como hogar de las artes,
está todavía lejano del pensamiento popular; debemos primero superar todas aquellas
ideas que ya han sido implantadas en nosotros como verdades absolutas, ideas trágicas
de pobreza y hambruna para poder al fin comprender la riqueza cultural de cada pueblo
en África. Tenemos mucho que aprender aun de las artes africanas, pero cada vez con
mayor frecuencia y mayor fuerza el arte africano va cobrando relevancia en el exterior.
Recordemos que no hace mucho, en 1986 Wole Soyinka fue el primer escritor de origen
africano, para ser precisos de origen nigeriano, en ser galardonado el premio Nobel de
literatura, años más tarde escritores de este mismo continente recibieron el
reconocimiento: Naguib Mahfuz (Egipto), Nadine Gordimer (Sudáfrica) y J. M. Coetzee
(Sudáfrica). Poco a poco África ha salido de las tinieblas para enseñarle al resto del
mundo todo lo que tiene aun por ofrecer.

Ese puente artístico que se ha ido logrando a medida que hay mayor exposición del arte
africano ha influenciado distintas corrientes artísticas y se ha ido forjando un nombre
propio. Resulta, por ejemplo, curioso descubrir canciones como "Flawless" de Beyoncé
en la que Chimamanda Ngozi, la escritora nigeriana participa. En la mitad de la canción
Chimamanda inicia un discurso feminista que empata con la letra previamente cantada
por la artista americana. En esta convergencia artística de dos estilos muy distintos
ambas mujeres utilizan su voz para hacer una afirmación social de importancia.
Descubrimos entonces que este arte africano, cotidiano, de importancia social se puede
traducir al arte de entretenimiento más conocido en América y Europa. El arte que corre
por las venas de la nigeriana casi por transmisión cultural y el arte más provocativo y
osado que trae la cantante americana a la vida, y la unión de estas dos corrientes es tan
solo un ejemplo de la presencia del arte africano en el exterior y de la influencia que
este ha tenido en nuestro propio estilo y cultura.

África es un continente artístico, esto ya ha sido establecido con suficiencia y se ha


comprobado con multitud de ejemplos. La oralitura, fuente de conocimiento que se
mantiene gracias a la memoria colectiva de los pueblos, sabiduría que se transmite a
través de la palabra, es una de las muchas formas de arte más arraigado que
encontramos esparcido a través del continente. Las máscaras, el color y las
representaciones artesanales son un puente en el tiempo, o quizás aun mejor, en el no-
tiempo comprendido en África, son un símbolo de unión entre generaciones e historias y
hacen parte de sus creencias y de su estilo de vida. La música y los ritmos, que perduran
hasta el día de hoy, son también firma del continente, prueba gloriosa del espíritu vivo
del que goza África.

Mos Def, artista Americano de hip hop entiende el arte africano y su verdadera función
en la comunidad: “African art is functional, it serves a purpose. It’s not a dormant. It’s
not a means to collect the largest cheering section. It should be healing, a source of joy.
Spreading positive vibrations.” Entender el arte como herramienta, entender que cuenta
con una función social importante, entender que el arte se vuelve requisito obligatorio y
se convierte también en forma esencial de comunicación y aprendizaje es el mayor paso
que hay que dar para poder comprender con profundidad el alcance que el arte puede
tener en nuestras vidas.

África como una sociedad artística. Compuesta, compartida, transmitida, y lograda por
medio del arte. De esta idea partimos, pero no al arte africano como ha sido entendida
hasta ahora: un objeto de estudio arqueológico en el que los antropólogos pueden
entrever creencias sagradas; sino que debemos entender el arte africano como una
disciplina contemporánea, atemporal, vigente y en todo su esplendor que describe más
que el modo de vida de un pueblo. El arte es la esencia misma de una comunidad que no
ha permitido que su arte se industrialice, se trivialice, y pierda su valor espiritual. África
es un continente tan rico y tan poco estudiado, que no sería sorprendente encontrar toda
una nueva práctica del arte y la sabiduría recogidos en el continente, de la misma forma
como el conocimiento estaba recogido en aquella calabaza que cargaba Ananse en uno
de los cuentos populares de África occidental.

África no es la niña harapienta en busca de amparo, África es la muchacha rebelde,


guerrera, respetuosa de sus tradiciones que baila al ritmo del tambor. África es la
muchacha que no olvida, porque conoce el valor de la memoria, y sabe que en la
memoria se oculta su identidad. África es la mujer que está presente y aunque se aferra
al pasado no se estanca en él, es la mujer a la que le piden consejos, la mujer a la que
admiran, la mujer que ha sido criada bajo las artes y por eso puede con voz firme narrar
la historia de su pueblo. Cada vez que el resto del mundo necesite recordar el valor de
las artes, la importancia de estas, solo ha de dirigir su mirada a los cantos ceremoniales
o a la música polirítmica, o prestar atención a la narración de cuentos que hablen por
ejemplo del Ubuntu, o admirar los saltos vigorosos realizados en el Adumu. Basta con
aprender a apreciar las artes africanas para escuchar, en medio de un ruido disonante la
claridad de una voz persistente, una voz que grita: África es arte.

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