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Abstract

En la evolución del pensamiento humano han existido tres grandes categorías de espacio: el lugar,
correspondiente a la física aristotélica, el espacio absoluto de Newton, retomado por Le Corbusier y el espacio-
tiempo de Einstein, argumento de las vanguardias del siglo XX. El retorno al concepto de lugar, como ideal de
configuración del espacio urbano, tras la crisis de los postulados del Movimiento Moderno, representa un
contrasentido histórico. La vigencia del tema se trasluce en las polémicas generadas alrededor de las
transformaciones de Barcelona y Berlín, tal vez las dos estructuras urbanas europeas más intervenidas en las
últimas décadas. Finalmente, si se pretende interpretar o intervenir de manera adecuada nuestras ciudades, debe
reconocerse su lógica espacial, sus formas de ocupación.

La revolución del espacio?

__________________________________________________

José Luis Lozano

I. El espacio de la ciudad: del lugar al espacio relativo


“La ciudad contemporánea, el más claro símbolo de las mutuas relaciones humanas, podría ser construida
únicamente cuando los métodos de la organización humana no se hallen en pugna, sino más bien de acuerdo, con
los métodos que le han dado, a la ciencia y al arte, los instrumentos para conseguir que los hombres adviertan la
existencia de esferas desconocidas para penetrar en ellas.”

Siegfried Giedion [1]

Dentro de la clasificación general de las categorías del espacio en la historia de occidente

planteada por Einstein, encontramos que el concepto aristotélico de lugar ocupa el primer

peldaño entre las tres etapas evolutivas. Las otras dos corresponden al espacio de Newton y al

continuo espacio-temporal. [2]


Podemos decir que la ciudad contemporánea como producto formal se viene construyendo en

consecuencia con la última de las instancias de interpretación del espacio planteadas por

Einstein. Sin embargo, desde las disciplinas de la arquitectura y el urbanismo no se asume una

posición que permita tomar conciencia de ello, ya que ni siquiera hemos desarrollado los

instrumentos para interpretar la condición espacial que viene adquiriendo la ciudad. Si

observamos la evolución lógica del conocimiento como un proceso lineal en el cual se avanza a

partir de la toma de conciencia de los pasos superados y si tomamos como referencia la

evolución del concepto de espacio, podremos concluir que el paso siguiente a la superación del

espacio de la ciudad moderna, materialización del espacio newtoniano, es la búsqueda del

espacio relativo.

Se intentará aquí brevemente explicar una idea de lo que interpretamos acerca de las tres

grandes interpretaciones del espacio citadas.

La primera corresponde a la física aristotélica, en ella el espacio es entendido

fundamentalmente como lugar. Aristóteles determina cinco puntos referentes al lugar:

El lugar es lo que primero envuelve a todo aquello de lo que es el lugar.

Un lugar no es parte de la cosa que envuelve.

El lugar de una cosa no es ni mayor ni menor que la cosa.

Un lugar puede ser abandonado por una cosa y es separable de ella.

A todo lugar pertenece el alto y el bajo, dado que los cuerpos son transportados por naturaleza

y reposan en los lugares propios a cada uno, bien arriba, bien abajo.
Bajo este marco de referencia conceptual el espacio es asumido como lo que está contenido

por las edificaciones, su lectura es estática y se utiliza como referencia para definir el espacio

de la ciudad hasta comienzos del siglo XX, esta visión será resucitada después de la crisis del

movimiento moderno, con el respaldo de sociólogos, filósofos, antropólogos, arquitectos y

urbanistas entre otros. La defensa más notable para el campo disciplinar de la arquitectura está

constituida por la teoría de Rossi, [3] la cual servirá de guía para la producción arquitectónica-

urbanística y para la enseñanza de la arquitectura durante las décadas de los setenta, ochenta

y aun los noventa [4] . Hoy en día la normativa urbanística de ciudades como Berlín, en pleno

proceso de transformación, tiene como paradigma formal el espacio aristotélico.

Si bien la noción de lugar aristotélico corresponde a una interpretación del universo ligada a la

observación a simple vista, sin intermediación de instrumental óptico, podemos decir que como

idea es justificable desde la limitación tecnológica. No obstante, la intervención de Galileo (de la

revolución copernicana en general), en la interpretación del universo producirá que la

explicación aristotélica del espacio pierda vigencia.

En la segunda interpretación el espacio se define como algo absoluto que contiene los edificios,

puestos en él como objetos aislados. Este espacio corresponde al universo conceptual de

Newton, que rescatado por Le Corbusier se entiende como algo homogéneo, isotrópico,

absoluto, ilimitado y tridimensional.. [5] No obstante, mientras Le Corbusier promueve esta

visión del espacio generada en la primera gran revolución científica, generada de Galileo a

Newton, las vanguardias artísticas intentan capturar el avance conceptual de la siguiente

revolución científica: la teoría de la relatividad de Albert Einstein, [6] correspondiente a la

tercera interpretación y según la cual el espacio y el tiempo se funden en una sola categoría.

Así pues, entre los universos conceptuales de Le Corbusier y las vanguardias (cubismo,

futurismo, de’Stijl, constructivismo, etc.) existían doscientos años y una revolución científica de
diferencia.

Esta diferencia se puede notar con claridad en la incursión del mismo Le Corbusier en la

pintura. Al escribir, junto con Ozenfant, el ensayo Après le Cubisme, critican tan duramente el

cubismo que llegan a comparar la estética de este tipo de pintura con la de las alfombras,

además de descalificarla como cometido teórico:

“La tercera dimensión del espacio sensible, llamado profundidad, fue durante un tiempo excomulgada por algunos
cubistas, en beneficio de una cierta cuarta dimensión que la lectura superficial de obras científicas había
<<inventado>>. Se olvidó que la cuarta dimensión de los matemáticos es una abstracción totalmente especulativa,
que forma parte de las geometrías hipotéticas, juegos maravillosos del espíritu, sin ningún contacto material con el
mundo real, concebible pero irrepresentable, puesto que los sentidos humanos sólo distinguen en el espacio tres
dimensiones” [7]

En el mismo escrito proponen como alternativa la pintura purista, fundamentada en la lógica

cartesiana. La lógica y el cálculo, según lo planteado, permiten traducir en la pintura las leyes

invariables del cosmos. Tanto en pintura como en arquitectura y urbanismo, Le Corbusier aun

no se apartará de la mecánica clásica. [8] Así pues, la cuarta dimensión, entendida como la

inclusión del tiempo en la pintura mediante la visión simultánea de varias facetas del objeto,

sería interpretada por los puristas como un concepto superpuesto por los críticos (el poeta

Apollinaire en 1913) y su intento de aplicación absurda, considerando que únicamente

contribuía a incrementar la confusión reinante, ya que en la naturaleza sólo reconocen las tres

dimensiones que, de acuerdo con su parecer, el hombre es capaz de comprender.

Aunque es bastante probable que en realidad la correspondencia entre la pintura cubista y la

física se hubiese inicialmente presentado más como producto de la intuición que de una

búsqueda deliberada y consciente, [9] este derrotero interesó notablemente a otros grupos de

artistas que se constituyeron como vanguardias durante el primer tercio del siglo XX. Así pues,
podemos encontrar cómo en movimientos como el Futurismo, De Stijl, el Constructivismo, entre

otros, se intenta sistemáticamente dar aplicación del concepto de espacio-tiempo a través de

diferentes manifestaciones como pintura, escultura y arquitectura. La Bauhaus estará, por su

parte, influenciada por esta interpretación del espacio, situación a la cual contribuirán en

especial personajes como Laszlo Moholy-Nagy, Kandinsky, El Lissitzky y aun el mismo Gropius.

[10]

La paradoja: regresión como evolución

“Hacer idénticas la armonía con la paz, con el equilibrio y con la ausencia de tensión, es recuperar una visión
clásica pero caduca y marchita del mundo.” [11]

Enrique Figueroa

Lo paradójico del transcurrir de la historia vendría a ser que la superación del

modelo espacial de construcción de la ciudad moderna no llevaría a lo que podría

parecer el siguiente estadio de una evolución lógica, sino más bien a la

recuperación del ideal premoderno de configuración urbana.

La Escuela de Venecia en su momento acomete una defensa de su entorno ante la arremetida

del estilo internacional. La crítica italiana logró cambiar los patrones estéticos dominantes,

según los cuales los cascos antiguos resultaban obsoletos, insalubres, desagradables y, por

supuesto, estéticamente desfavorecidos.

La abrupta aparición de grandes edificaciones sueltas en medio de entornos medievales,

contribuye a motivar su defensa frente a estas aplicaciones de la idea de modernidad vigente

en ese momento.
Así pues, la teoría de Rossi [12] asume una labor de valoración de los atributos inherentes a

las ciudades construidas en el tiempo, sobre sus propios antecedentes físicos, y además

formula instrumentos metodológicos (de reconocible validez en la actualidad) para aproximarse

al hecho urbano, a través de la división en partes de ciudad que cuentan con su

correspondiente grado de autonomía.

Según esta teoría, la ciudad ha de leerse como un producto de decantación histórica, cuyo

elemento básico constitutivo es la arquitectura. Esta última se define a partir del tipo, la suma de

tipos establece una morfología; y en esa morfología el espacio urbano resultante se estructura a

través de calles y plazas, entendidas bajo la noción aristotélica de lugar.

Al referirse a la ciudad como manufactura, Rossi se remite a Sitte, por cuanto este último

asume el hecho urbano como algo que no puede limitarse a la labor meramente técnica "....Una

red viaria sirve únicamente para la circulación, no es una obra de arte, [...] sólo es

artísticamente importante lo que puede ser abarcado con la vista, lo que puede ser visto; así

pues, la calle concreta, la plaza concreta". [13] De la cita destaca Rossi su empirismo y el que:

"...la artisticidad se puede leer como figurabilidad. [...] Se refiere [la lección de Sitte] a la técnica de la construcción
urbana; sin embargo, habrá en ella siempre el momento, concreto, del diseño de una plaza y un principio de
transmisión lógica, de enseñanza, de este diseño.

Y los modelos serán siempre, pues, al menos de algún modo, la calle concreta, la plaza concreta". [14]

A pesar del carácter dubitativo que pueda desprenderse de los estribillos pues y al menos de

algún modo, los cuales, aparentemente, han sido intercalados después de construida la

contundente frase Y los modelos serán siempre la calle concreta, la plaza concreta; es

suficientemente claro que se asumen estos elementos calle y plaza, como entidades espaciales

concretas, figuradas, entelequias caracterizadas por su intemporalidad, cuya validez no se


sustenta únicamente en haber sido construidas en el pasado, sino que, a través de un proceso

de transmisión generacional de su lógica constructiva como modelo, son utilizables para la

construcción de la ciudad presente y futura.

En la Autobiografía científica del mismo autor podemos encontrar una fundamentación adicional

para la anterior afirmación:

"En La arquitectura de la ciudad hablé ya de las ciudades andaluzas; [...] Siempre he gustado de la tipología del
corral y la he representado muchas veces: el corral era la forma de vida de las casas del viejo Milán y también es la
forma que toma la granja, en el campo, remontándose a la vida agrícola imperial que, en los últimos tiempos de la
Pax Romana, se cerró sobre sí misma como una pequeña ciudad.

[...] Es cierto que tras esas construcciones [los corrales] se ven las marcas de la miseria que pretendemos eliminar;
pero también debemos recoger las imágenes más intensas, con las que se construirá la historia de la nueva ciudad".
[15]

De esta manera, podemos entender que existe un paradigma formal, en cuanto se refiere al

espacio urbano y que la existencia de dicho paradigma explica la seguridad que pasan a

producir en los arquitectos aquellos esquemas que evocan los patios y las plazas. Pero se

llegará aun más allá, a una especie de terrible consenso que avala la todos los esquemas

clásicos posibles, correspondientes a espacios áulicos supuestamente “reinventados”, tomados

de la tradición y rodeados de una arquitectura que fuese capaz de ocultar el cometido

neoclásico inherente al proyecto desde su concepción inicial. [16] De esta manera, la

vergonzante apariencia posmoderna queda limitada a la planta general.

II. La transformación de Barcelona. El lugar en la periferia

Dentro del grupo de proyectos que despuntan en la renovación urbanística de Barcelona,

encontramos una mayoría que interpreta el espacio desde la noción de lugar, una determinada
valoración de la situación existente anterior a la intervención. Dicha valoración puede darnos

una idea más o menos clara de lo que se intenta encontrar en el sitio.

Al emitir el enunciado de observación "el contexto es inexistente" o bien "el contexto es

agresivo", se está dando a entender que no existe en el sitio aquello que se aspira encontrar y

por lo tanto no se cuenta con unos elementos de análisis a través de los cuales sea posible

interpretar esa realidad existente. [17]

Podríamos encontrar con notable facilidad casos en los cuales se realiza una valoración

completamente diferente de la situación preexistente. En las plazas intervenidas en cascos

antiguos internos a la ciudad central, como Ciutat Vella, Gràcia y Sant Andreu; se reduce la

intervención a un tratamiento de material de suelos, pequeños cambios de nivel, discreta

colocación de amoblamiento urbano, restauración en fachadas; y aun cuando no se tratase de

gestos sutiles y discretos, lo importante para el tema aquí tratado consiste en que se valora el

espacio preexistente como ya constituido. Se asume como entidad espacial predeterminada y la

intervención buscará entonces reforzar dicha condición.

Podemos ver entonces que existen unos casos en los cuales se identifica unos entornos como

contexto inexistente o agresivo; y por otra parte, casos en los que se valora positivamente la

existencia de un contexto, una entidad espacial determinada, previamente construida, con unas

propiedades específicas.

Es posible así concluir que existen unas cualidades buscadas, concebidas con antelación a la

observación, las cuales son encontradas en los cascos antiguos y no en las periferias internas.

De hecho, estas cualidades son la existencia de unos planos contenedores del espacio,

constituidos por arquitectura, la continuidad paramental de estos planos, un carácter de unidad

entre los parámetros formales mediate los cuales se construyen las fachadas de los edificios,
una determinada relación entre la dimensión del espacio y la altura de los planos o fachadas.

De esta manera, las cualidades buscadas se constituyen en criterios de valoración, mediante

los cuales es posible llegar a determinar qué es aquello que está bien y qué no lo está.

Posiblemente, sería más acertado considerar aquello que no se encuentra codificado en la

teoría, al amparo de la cual se evalúa una entidad determinada, como incomprensible desde el

punto de vista utilizado.

Mientras en las plazas constituidas previamente como espacio definido, tridimensionalmente

acotado, las intervenciones realizadas se apoyan directamente en la arquitectura preexistente,

en aquellas periferias internas la referencia a la arquitectura circundante, como elemento

constitutivo del espacio, desaparece en el interior del proyecto; de tal manera que se intenta

construir -con carácter autónomo- el espacio de acuerdo con aquellas cualidades buscadas y

no encontradas.

Al no estar incluidas edificaciones en los programas para la construcción de los espacios

públicos, se procede a apoyar la construcción de espacio en elementos que definen planos

virtuales, de acuerdo con unas relaciones determinadas entre altura de los planos y

dimensiones en planta.

Estas relaciones de proporción encuentran alguna concordancia con los principios de

construcción de ciudades enunciados por W. Hegemann y E. Peets; [18] y una correspondencia

más exacta con los grados de cerramiento, enunciados por Paul Spreiregen en su Compendio

de arquitectura urbana [19] , obra claramente marcada por la preferencia hacia el espacio

urbano limitado y contenido, construido en la ciudad tradicional.

En una aproximación metodológica a la comprensión del espacio urbano, Carlos Botero [20]
recoge y propone un conjunto de elementos de análisis, a través de los cuales es posible

valorar el grado de definición de los espacios, bajo el término espacialidad. El documento

corresponde a un curso académico impartido a estudiantes de primer año de arquitectura

(segundo semestre) y se apoya básicamente en textos de G. Cullem, Spreiregen, Krier, C.

Martínez, entre otros.

Sobra pues decir que tanto el texto en referencia, como los que le sirven de apoyo forman parte

de la abultada serie de publicaciones en las cuales se intenta poner nuevamente en valor la

configuración espacial de la ciudad tradicional y por lo tanto los elementos de análisis están a

su vez encaminados a la interpretación de los espacios calle y plaza, entendidos como modelos

genéricos del revalorado espacio urbano premoderno.

De acuerdo con lo que se viene sosteniendo, Ignasi de Solà Morales ya ha anotado que

después de las primeras intervenciones en espacios públicos previamente construidos, los

cuales se encontraban de manera inconfundible referenciados por la propia tradición, se realiza

un desplazamiento de su lógica espacial "hasta los centenares de actuaciones presentes

mediante el reciclaje de una idea tradicional de la arquitectura, sugerida y reconocida por la

ciudad histórica." [21] Y llegará a ser más explícito:

"Hay un punto de perversidad y hasta de exceso en la confianza que los autores de muchas de las realizaciones
barcelonesas parece que otorgan a los instrumentos disciplinarios que emplean. Desplazados de su contexto
habitual, cambiada la escala, colocados dentro de espacios que padecen la dispersión y el vacío de la ciudad
moderna, originan el dispositivo que comienza a funcionar en la plaza de los Països Catalans o en el Velódromo de
Horta o en los jardines del Fossar de la Pedrera, que es como una máquina célibe, un organismo que tiene los
mecanismos de la vieja tradición académica, sus mismas redes de funcionamiento, sus elementos y que, a pesar de
todo, carece de la orgánica conexión con una ciudad bien compuesta y formalizada para la cual fue inventado el
lenguaje clásico del espacio público." [22]

No obstante, será necesario acotar que mientras en el texto se reconoce la utilización de


mecanismos de la vieja tradición académica en entornos diferente para construir un organismo,

se aclara que éste no encajaría en aquella ciudad bien compuesta y formalizada. Debemos

entonces agregar que si en la periferia se construyen, con los mecanismos académicos

tradicionales, unos nuevos organismos con los cuales se intenta reproducir la configuración

espacial de la ciudad tradicional, lógicamente es poco probable que exista una conexión

orgánica entre unos organismos que pretenden reemplazar algo en otro lugar y aquello que se

intenta reproducir. Original y reproducción en este caso no caben en el mismo lugar.

Curiosamente, en medio de la interminable serie de aplausos llegados desde diversos flancos

de la crítica internacional, aparece el pronunciamiento de Eduard Bru con respecto a la

transformación de los espacios públicos:

“Modelo de ciudad fijado, formas supuestamente inmanentes, las partes en vez del todo, arquitectura como
transacción entre épocas, situaciones y lugares: no es de extrañar que muchos arquitectos se presenten ya sin rubor
como maquilladores.

Fin del trayecto: el arquitecto como maquillador de la ciudad.” [23]

Aunque su posición no coincide con la asunción del espacio-tiempo aquí planteada, realiza la misma
valoración de las intervenciones realizadas en Barcelona y adicionalmente, su proyecto para Vall
d’Hebron [24] se plantea desde una mirada que busca asimilarse al concepto de vacío, pero que asume el
movimiento como argumento de proyecto, rompe las axialidades, destruye cualquier posibilidad de
configurar plazas-salón y establece unos ámbitos que, como resultado formal son inabarcables desde una
posición estática, el espacio se percibe como secuencias de cambio con multiplicidad de aproximaciones
visuales sobre la ciudad.

Otro de los aportes de se establece en este caso, entre proyecto y texto, es la mirada sobre el conglomerado
de la ciudad:

“Así, frente a la ciudad falsamente articulada, maquillada, suma provinciana de partes inacabadas e impostadas,
puede preferirse la ciudad como obra abierta en cuanto forma y en cuanto estrategia de intervención.”

“[...] La ciudad cuyas partes no se separan pintorescamente, sino que permite percibir, con diversos acentos, la gran

dimensión intrínseca a la urbanidad.” [25]


La referencia a “la ciudad como obra abierta” desde una periferia urbana, aun se trate de una

ciudad tan compacta como Barcelona, será de gran utilidad para definir una mirada adecuada

sobre nuestros propios ámbitos urbanos, constantemente en proceso de transformación y sin

una imagen finalista.


La polémica en Berlín

Por otra parte, la situación en Berlín también es polémica; mientras la municipalidad se


asesora de italianos que se inclinan hacia la ciudad premoderna como modelo estético,
como Vittorio Magnano Lampugnani y Giorgio Grassi, y la ciudad obtiene una normativa
de extrema rigidez en la definición de alturas, vanos, material de fachada, etc., se
desarrollan propuestas como el proyecto de Daniel Liebeskind para el concurso de
Alexanderplatz, [26] el cual rompe deliberadamente con la norma, obtiene un segundo
lugar y posteriormente sirve como excusa para desatar la polémica sobre la rigidez que
comporta la normativa, la cual, según el arquitecto, responde a posiciones dogmáticas y
autoritarias. [27] No obstante, al ataque contra la presunta visión rígida y reaccionaria es
realizado en defensa de la pluralidad y del derecho a la creatividad, más que desde una
descalificación histórica al intento de seguir reproduciendo la ciudad tradicional de
manzanas paramentadas con patio al interior, que la guerra había destruido. De hecho, el
proyecto de Liebeskind, a pesar de proponer edificaciones con formas dislocadas,
configura con ellas una plaza salón, nada de extrañar en una arquitectura que, aunque
con un valioso sentido de la estética, ejecuta su pataleta deconstructivista, diseñada para
marcar diferencia con respecto a lo existente, sustentándose en un discurso pletórico de
tradicionalismos.

En otras operaciones recientes de gran significación en Berlín, como en el entorno de


Postdammerplatz-Leipzigerplatz, es también clara la apuesta por una configuración
decimonónica, esta vez en proyectos urbanos de Renzo Piano y Giorgio Grassi, aunque
sin los rascacielos que debió Kolhoff superponer a sus manzanas paramentadas en el
proyecto ganador del concurso Alexanderplatz.

Estas áreas derruidas por la guerra y deterioradas por la duración del aislamiento entre
las dos partes de Berlín se consolida como si las manzanas nunca hubiesen dejado de
existir.

Es posible que no tarde en generalizarse una mirada sobre Berlín como la paradójica
materialización de un anacronismo en la misma gran metrópoli que en otros momentos
ha liderado procesos de evolución de pensamiento.

Lógica espacial – formas del crecimiento urbano

Actualmente, es posible que de manera intuitiva la obra de algunos arquitectos se aproxime al

espacio-tiempo sin que en sus discursos ello sea explícito, tal como seguramente sucedió con
la obra de Picasso. Para el desarrollo de una búsqueda en el derrotero del espacio relativo,

contamos con elementos reconocidos como propios de la ciudad contemporánea que nos

subrayan su aplicabilidad como concepto: la velocidad, el carácter cambiante e inabarcable de

los entornos que recorremos, la fragmentariedad, la simultaneidad, la intermitencia entre lo

urbano y lo rural, entre otros.

El espacio-tiempo de la ciudad contemporánea no ha de ser abarcable desde una sola

aproximación porque ni cuenta con un solo punto de fuga ni está paramentado, cuando nos

ubicamos en él nos enfrentamos a una diversidad de sugerencias ya que las visuales no son

retenidas, se huye del espacio estático, da lugar a la multiplicidad y a la diversidad. Asume el

movimiento como argumento de proyecto.

No obstante, queda la posibilidad de que la proposición del espacio-tiempo como categoría para

asumir el espacio exterior de la ciudad constituya una entelequia, pero aun siendo éste el caso,

la reflexión nos resulta extremadamente útil, al menos, para tener alguna claridad acerca del

carácter anacrónico de los derroteros conceptuales que hemos venido siguiendo.

Para plantear un derrotero conceptual coherente acerca de nuestras ciudades, el comienzo

será reconocer su propia naturaleza de manera realista, sin complejos, ni neurosis como la que

actualmente aqueja la enseñanza del “hacer ciudad”, habrá de mirarse la ciudad a la cara sin

perjuicios que la descalifiquen por lo que no es.

La lógica espacial de un ámbito urbano está contenida en su forma de ocupación y en su forma

de crecimiento. [28] Nuestra ciudad conserva partes ocupadas por un damero: algunas

desarrolladas con una lógica espacial modelada desde la calle y la plaza, de espacios

configurados, como en los barrios Obrero y San Nicolás entre otros; otras alteradas por

procesos edificatorios que respondían a un modelo espacial distinto, como el centro


administrativo y financiero de la ciudad, en el cual se marca con fuerza la presencia de edificios

modernos, ya no sueltos sobre el tapete verde, sino en un predio entre medianeras.

La mayor parte de la ciudad, [29] construida fuera del área central, se construye con el modelo

moderno que mayor repercusión llegaría a tener: el modelo de las siete V. Se organiza a partir

de una cuadrícula de vías de doble calzada, las cuales encierran unos “precintos”, de entre

unos 600 y 800 metros de lado. Al interior de los precintos se ocupa con diferentes modelos,

variando la división predial, la ocupación, la definición de manzanas y estructura vial interna, la

disposición de los parques (ya que las plazas no forman parte de ninguno de los modelos de

ocupación utilizados, aunque sean en ocasiones incluidas en el nombre del edificio o la

urbanización por los arquitectos).

Como sabemos, la ocupación de los precintos no se desarrolla en secuencia rigurosa del centro

a la periferia, presenta saltos, a menudo significativos. Suele suceder que cuando aun las vías

jerárquicas se encuentran proyectadas, se inician procesos de ocupación en baja altura frente a

ellas, situación que en poco tiempo cambia, una vez construida la vía y ocupado buena parte de

sus costados; la estructura de valor de los predios no construidos obliga su desarrollo en altura

y se produce como resultado la diversidad edificatoria que hoy tenemos. Afortunadamente, es

casi imposible que los edificios altos lleguen a flanquear completamente las vías, para

convertirlas en espacios del catálogo premoderno.

La lógica espacial de estos entornos fue definida desde la modernidad y se construye de

manera consecuente, los edificios altos se encuentran en su mayoría aislados, con fachadas

por todos sus costados, junto a viviendas transformadas al uso comercial frente a las vías de

mayor flujo, cuyos separadores son arborizados. Seguramente, en algunos de estos ámbitos

podría hablarse de la presencia del espacio-tiempo; sin embargo será preferible quedarnos en
una posición más pragmática que en una idealista.

Por una vez, habrá de reconocerse la condición particular de nuestras ciudades para llegar a

proponer elementos de interpretación y, consecuentemente, de intervención. Tendremos que

superar la neurosis de vernos tan alejados de una imagen finalista de nuestras ciudades,

porque ellas no tienen una imagen final posible, su estado siempre será transitorio, su

transformación permanente.

De hecho, nos encontramos mucho más cerca que Europa de ese nuevo urbanismo no

determinista que reclama Koolhaas:

“Si va a haber un <<nuevo urbanismo >>, no estará basado en las fantasías gemelas del orden y la omnipotencia; lo
que tendrá que representar será la incertidumbre; ya no estará dedicado a la disposición de objetos más o menos
permanentes, sino a la irrigación del territorio con posibilidades; ya no buscará configuraciones estables, sino la
creación de ámbitos susceptibles de acomodar procesos que no admitan la cristalización en formas definitivas; ...”
[30]

[1] Giedion, Sigfried, Espacio tiempo y arquitectura, Editorial Dossat, Madrid, 1980, 5ª edición, pág. 800.

[2] Véase van de Ven Cornelius, El espacio en arquitectura, Ediciones Cátedra, Madrid, 1977.

[3] Rossi, Aldo, La arquitectura de la ciudad, Gustavo Gili, Barcelona, 1992, octava edición.

[4] La revaloración del concepto de lugar constituirá un cometido tan generalizado que el mismo Cornelius van de Ven en su investigación el
espacio en la arquitectura, Op. Cit., en la cual recopila de manera rigurosa las miradas producidas sobre el espacio, se inclinará por una
noción de “acuerdo existencial” que adopta, a contrapelo de la historia, la acepción de espacio como lugar, tridimensional en un mundo que se
percibe cubierto por una bóveda celeste.

[5] André Corboz ya había llamado la atención acerca de las coincidencias entre Le Corbusier y Newton con respecto al tema del espacio,
incluso la relación entre el carácter isotrópico indiferenciado y antijerárquico del espacio newtoniano, con los términos espacialmente
igualitarios con que se explica la ciudad moderna . Véase Corboz, André, “Arete detto Spazio?” en Casabella 597-598, 1993.

[6] Einstein, Albert, Sobre la Teoría de la Relatividad Especial y General, Barcelona, 1980.

[7] Le Corbusier y Ozenfant, “Contra el cubismo” en Acerca del purismo escritos 1918/1926, El Croquis Editorial, Madrid, 1991 (Edición al
cuidado de Antonio Pizza; original: Aprés le Cubisme, Editions des Commentaires, Paris, octubre 1918). Al referirse a la oscuridad, sostienen
que “un buen cuadro cubista no es oscuro”, que tal problema no debería plantearse, sólo que habría de mirarse un cuadro cubista “como
conviene, como una alfombra”. Pág. 14.

[8] No obstante, en obras como la ville Savoye, la Tourette o Ronchamp, es evidente la intención de involucrar el tiempo en la asimilación de
la forma edificada. Es más, en L’Espirit Nouveau No. 24, recopilado también en Acerca del purismo... Op. Cit., pag. 72 y siguientes, ya no
descalifican a los cubistas y valoran su búsqueda, aunque refiriéndose en tono un tanto peyorativo a sus seguidores, pero, eso sí, respetando a
los maestros.
[9] Picasso pinta las señoritas de Avignon en 1907 y la Teoría de la Relatividad en sentido restringido había sido promulgada por Einstein en
1905. Es de considerar que difícilmente ya la teoría hubiese sido digerida y puesta en términos comprensibles para cualquier otra disciplina.
Se hace pues más verosímil el que en medio del afán innovador de Picasso, similar al de muchos otros pintores que acompañaron el cambio
de siglo, se rompiera la figura de tal manera que posteriormente pudo ser asimilada a la idea de espacio-tiempo.

[10] Van de Ven Cornelius, El espacio en arquitectura, Ediciones Cátedra, Madrid, 1977. Op. Cit.

[11] Figueroa, Enrique, “Sobre la vida” en El futuro de la ciudad entre la miseria y la utopía, publicación coordinada por Miquel, Luis,
Fundación de Investigaciones Marxistas, Madrid, 1995.

[12] Rossi, Aldo, La aquitectura de la ciudad, G. Gili, Barcelona, 1992, octava edición.

[13] La cita de Camilo Sitte hecha por Rossi es de mayor extensión y tomada de La construcción de ciudades según principios artísticos,
publicado en alemán en 1889. La versión castellana en COLLINS, George R. y COLLINS, Christiane. Camilo Sitte y el nacimiento del
Urbanismo Moderno (Incluye traducción del texto de Sitte por Emilio Canosa). Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1975.

[14] Debe anotarse, evitando caer en reduccionismos, que al haber citado a Sitte, Rossi deja claro que su visión del hecho urbano va más allá
de su legibilidad, debiendo atenderse otros aspectos como la topografía, el sistema viario y su hipótesis central: la tipología y su relación con
la ciudad. Rossi, Aldo, op. cit., pág. 76-77.

[15] Rossi, Aldo, Autobiografía científica, G. Gili, Barcelona, 1984, pág. 28.

[16] Basta observar los proyectos premiados en concursos como el Carlos Lleras Restrepo en Bogotá, publicados por la revista Escala, No.

[17] Dani Freixes y Vicente Mirranda, "El parc del Clot" en Barcelona espais i escultures, Ajuntament de Barcelona, 1987. Se comenta aquí,
al respecto de la plaza interna del proyecto: "La decisión de hundirla respecto al perímetro permite la construcción de unas gradas
perfectamente delineadas que actúan como barrera acústica y protectora de las pelotas de las pistas de juego, así como del agresivo paisaje
urbano del entorno". T.L.A.

Rosa Barba i Casanovas, "Espacio público, paisaje y urbanización. Balance de la experiencia reciente en Barcelona." en Gemetría, nº. 21,
Barcelona, 1996. Al respecto, la referencia se hace a "un contexto muchas veces "inexistente"."

Viaplana y Piñón, Plaza de los Països Catalans Barcelona 1981 - 1983, OBRA-CAC, Barcelona, 1996. Por su parte expresan "Al principio
nos sentimos desolados. Quien conozca el lugar donde debíamos trabajar lo comprenderá".

En la explicación del proyecto del parque de la España Industrial en Barcelona espais..., puede leerse "Las peculiaridades de este entorno,
unidas a la topografía del lugar, hacen del problema del límite perimetral del parque un mecanismo fundamental para la definición del "salón"
compuesto por agua y un bosque urbano".

[18] Werner Hegemann y Elbert Peets, Civic Art, 1922.

[19] Spreiregen, Paul, Compendio de arquitectura urbana, G. G., Barcelona, 1973. Título original The architecture of town and cities.
McGraw Hill, New York, 1.965. La referencia anotada se encuentra en el capítulo 4, "Técnicas y principios básicos".

[20] Botero, Carlos, Arquitectura y espacio urbano, Curso Urbanismo I, Universidad del Valle, Cali, Colombia.

[21] Ignasi de Solà Morales, "Qüestions d'Estil", en Barcelona espais i escultures, Ajuntament de Barcelona, Fundació Joan Miró, 1987.
T.L.A.

[22] Op. cit., pág. 14.

[23] Bru, Eduard, Tres en el lugar, Actar, Barcelona, 1997.

[24] AA VV, Barcelona espai public, Ajuntament de Barcelona, Barcelona, 1987.

[25] Bru, Eduard, Op. Cit., página 47.


[26] Revista A&V No. 50, 1994. Dedicada a la transformación de Berlín, en ella puede encontrarse una reseña del concurso, ganado por Hans
Kolloff.

[27] Liebeskind, Daniel, “La banalidad del orden En contra del dogmatismo” en A&V Nº. 50, Barcelona, 1994.

[28] Sola Morales, Manuel de, Les Formes del creixement urba, Edicions UPC, Barcelona, 1992. Sola Morales propone una variante
metodológica con respecto a la aportada por Rossi, aunque sus términos teórico-conceptuales con respecto a la ciudad siguen siendo muy
acordes.

[29] Lozano, José Luis, Trabajo de investigación adelantado con los estudiantes del curso Urbanismo III de la Facultad de Arquitectura de la
Universidad de San Buenaventura, Cali.

[30] Koolhass, Rem, “Qué fue del urbanismo?”, Traducción de Carlos Verdaguer, Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid

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