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Desde tiempos inmemorables las sociedades han estado regidas por diferentes
tendencias políticas que regulan las acciones en cada una de las naciones del
mundo y las cuales han generado cambios continuos en cada ámbito. En este
sentido, se conoce que hacia fines del siglo XVIII se produjeron en Europa dos
revoluciones muy importantes, las cuales cambiaron el rumbo del mundo; la
primera revolución fue de índole económica, la Revolución Industrial, que tuvo
inicio en Inglaterra, por otro lado, la segunda revolución, de índole social se dio en
Francia, y se la denominó Revolución Francesa. Ambas revoluciones tuvieron
consecuencias en la concepción de trabajo y tiempo libre.
En base a estas premisas, es importante mencionar que ambos movimientos
son de origen bajomedieval, se desarrollan en la Edad Moderna al calor de las
revitalizadas ciudades, la artesanía y el comercio, alcanzando su plenitud en la
Contemporánea tras desplazar a la nobleza y controlar los resortes económicos,
políticos, sociales y culturales de las principales potencias europeas.
Se puede destacar que en el Capitalismo tanto los mercaderes como el comercio
existen desde que existe la civilización, pero el capitalismo como sistema
económico no apareció hasta el siglo XIII en Europa sustituyendo al feudalismo.
Según Adam Smith, los seres humanos siempre han tenido una fuerte tendencia a
realizar trueques, cambios e intercambios de unas cosas por otras, este impulso
natural hacia el comercio y el intercambio fue acentuado y fomentado por las
Cruzadas que se organizaron en Europa occidental desde el siglo XI hasta el siglo
XIII.