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Nietzsche, Friedrich (1844-1900)

Filósofo alemán, nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, en la Turingia, en el


seno de una familia profundamente protestante (tanto sus abuelos como su padre fueron
pastores protestantes). Él era el primogénito, pero tuvo una hermana, Elisabeth, que
jugó un destacado papel en su vida. En 1849 murió su padre, y la familia se trasladó a
Naumburgo, donde realizó sus primeros estudios. A partir de 1859 estudió en la
prestigiosa escuela de Pforta (la misma en la que habían estudiado Fichte, Klopstock,
Schlegel y Novalis), donde recibió una esmerada educación y comenzó a experimentar
la influencia de Schopenhauer. Posteriormente estudió filología clásica y teología en
Bonn durante el curso académico de 1864-1865, aunque abandonó la teología para
dedicarse solamente a la filología clásica, cuyos estudios prosiguió en Leipzig, donde
fue el protegido del eminente y prestigioso filólogo Ritschl, y donde trabó amistad con
Erwin Rhode, que llegaría a ser otro eminente filólogo. Durante esta época se acentuó la
influencia de Schopenhauer, y en 1868 conoció a Richard Wagner, con quien durante
unos años estuvo unido por una estrecha amistad. También parece que fue durante este
período que contrajo la sífilis, posible causa de su posterior enfermedad cerebral,
aunque al parecer ya antes había experimentado problemas de salud. En 1869 fue
nombrado profesor extraordinario en la Universidad de Basilea. Debido a sus méritos y
a las alabanzas que Ritschl había hecho de su discípulo, la Universidad de Leipzig le
concedió el grado de doctor sin necesidad de examinarse, basándose en sus
publicaciones filológicas. En 1870 fue nombrado catedrático en la Universidad de
Basilea de la que ya era profesor. Participó brevemente en la guerra franco-prusiana,
aunque llevado por su antigermanismo, renunció a la ciudadanía alemana para
nacionalizarse suizo.
Durante estos años trabó amistad con el famoso historiador Burkhardt y con
Overbeck. En 1872 publicó El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música,
libro que fue recibido con entusiasmo por Wagner y Rhode, pero que fue duramente
criticado por los filólogos más académicos. A partir de este momento, por presiones
académicas, las clases de Nietzsche se fueron quedando sin alumnos. Entre 1873 y 1876
publicó sus Consideraciones intempestivas, que constan de cuatro textos críticos con la
cultura europea contemporánea. También en 1873 escribió Sobre la verdad y la mentira
en sentido extramoral, escrito que solamente fue publicado póstumamente, y en el que
ataca el cientifismo y el positivismo. Entre tanto, en 1875, trabó amistad con el
compositor Köselitz, a quien Nietzsche llamaba Peter Gast. Aunque Nietzsche había
demostrado una gran admiración por Wagner -de quien esperaba el renacimiento del
espíritu trágico griego-, y durante los años de Basilea pasaba muchas temporadas con
este compositor y su familia en Tribschen (en la ribera del lago de Lucerna), a partir de
1876 empezó su distanciamiento. El enfriamiento de su relación se empezó a hacer
patente en 1878 con la publicación de Humano, demasiado humano (que en 1880 se
completó con El viajero y su sombra), texto en el que Nietzsche marca también sus
diferencias con Schopenhauer. En 1876 obtiene una licencia por enfermedad, pues su
salud se fue haciendo cada vez más precaria, y pasó el año en Sorrento. Aunque reanudó
sus clases en 1877 tuvo que abandonar la docencia debido a sus problemas de salud y
acogerse a una jubilación voluntaria. Por esta época, en la que ya estaba casi ciego, la
ayuda de Peter Gast fue decisiva, puesto que le ayudaba a escribir, e incluso escribía
directamente al dictado del filósofo. Probablemente el estilo aforístico de Nietzsche no
es ajeno a esta enfermedad, ya que le era materialmente imposible escribir durante

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largos lapsos de tiempo. A partir de este momento su vida fue un constante viajar por
diversas ciudades: Génova, Sicilia, Rapallo, Riva, Sils María, Roma, Marienbad, Niza,
Naumburgo, Turín, etc. (En general, pasaba los inviernos en Italia y el sur de Francia, y
los veranos en las zonas alpinas). En 1881 publicó Aurora, pensamientos sobre los
prejuicios morales, y en 1882 publicó La gaya ciencia, obras en las que efectúa una
crítica de la religión, la metafísica y la moral. Por esta época conoció en Roma a Lou
Andreas von Salomé, de la que se enamoró y, aunque no fue correspondido, siguió
manteniendo con ella una larga relación de amistad.
Entre 1883 y 1885 publicó su monumental obra: Así habló Zaratustra; en 1886,
Más allá del bien y del mal y al año siguiente, La genealogía de la moral. Entre tanto su
hermana Elisabeth se casó con un notorio antisemita y racista llamado Förster. En 1888
Nietzsche publicó El caso Wagner, Nietzsche contra Wagner y Ditirambos de Dionisos,
y en 1889, El crepúsculo de los ídolos. En este año sufrió un ataque en Turín, del que ya
no se repondría. Trasladado a un hospital se le diagnosticó «reblandecimiento cerebral».
Permaneció un tiempo ingresado en Basilea, después le trasladaron, primero a Jena
junto con su madre y después de la muerte de ésta en 1897, a Naumburgo y Weimar
donde estuvo cuidado por su hermana y por Peter Gast. Hasta su muerte, acaecida el
veinticinco de agosto de 1900, permaneció completamente mudo y prácticamente
inactivo, limitándose a la redacción de unas pocas cartas, escritas en los primeros días
después de su ataque, que mostraban signos de una grave enfermedad mental. Nietzsche
había dejado algunas obras listas para publicar: El Anticristo: maldición al cristianismo;
Ecce Homo -texto autobiográfico- y un conjunto de apuntes manuscritos, todavía sin
preparar ni revisar para ser publicados, cuyo título genérico era La Voluntad de poder.
La publicación de estos escritos estuvo mediatizada por su hermana, quien los falsificó
suprimiendo partes enteras que desvirtuaban su significado, destacando aquellos
aspectos que luego serían reivindicados por la barbarie nazi. De hecho, en 1934 se
celebró un solemne acto de conmemoración del noventa aniversario del nacimiento de
Nietzsche en el que estuvo presente el mismo Hitler, lo que muestra hasta qué punto
varias de las tesis nietzscheanas -falsificadas por su hermana- estuvieron apoyadas por
el nazismo. Después de la Segunda Guerra Mundial y de la división de Alemania en
dos, el archivo Nietzsche (ubicado en Weimar) pasó a depender de la República
Democrática Alemana, y solamente pudo empezar a ser consultado a partir de 1954. En
base a estos archivos, Karl Schlecta, que examinó la obra completa de Nietzsche,
demostró en 1956 las falsificaciones y manipulaciones del pensamiento nietzscheano. A
partir de 1964 empezó la edición crítica de sus obras a cargo de los filósofos G. Colli y
M. Montinari, que solamente han empezado a ser conocidas íntegramente a partir de
1967.

La filosofía de Nietzsche

El conjunto de la filosofía de Nietzsche es, por una parte, una crítica radical a los
fundamentos de la cultura occidental basada en una metafísica, una religión y una moral
que han suplantado e invertido los valores vitales; por otra parte, es un intento de
superación de esta cultura a la que califica como producto del resentimiento contra la
vida. Por ello debe verse en Nietzsche, no sólo un perspicaz crítico y «psicólogo» (a
menudo se refería Nietzsche a sí mismo con este calificativo), sino que su pensamiento
también intenta una superación de la decadencia y del resentimiento de la cultura que
critica. En este empeño suelen distinguirse tres períodos que caracterizan el desarrollo
de su pensamiento:

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a) El primer período va hasta 1883, pero dentro de él pueden todavía señalarse dos
etapas, la primera de las cuales (hasta 1876) se caracteriza por una labor de
interpretación crítica de la cultura muy influida por Schopenhauer y por Wagner. De
Schopenhauer tomó la noción de fenómeno como representación cuya raíz estaría en la
voluntad; de Wagner, al que durante esta primera etapa consideró como un regenerador
del pathos trágico clásico, tomó el entusiasmo creador y el proyecto del arte total. La
obra más representativa de esta primera etapa es El nacimiento de la tragedia en el
espíritu de la música (1872). En dicha obra examina no sólo el origen de la tragedia (lo
que sería tema para un filólogo), sino los aspectos generales que han dado lugar al
nacimiento de la cultura occidental, que analiza a partir de dos categorías
complementarias de análisis estético: lo apolíneo y lo dionisíaco. Lo apolíneo es lo que
da lugar a la figura, al orden, a la medida y la razón (y se expresa fundamentalmente en
la epopeya y en la escultura); lo dionisíaco expresa la embriaguez, la desmesura, la
renovación, la fuerza, la vitalidad, el ímpetu (y se expresa fundamentalmente en la
música y en la poesía lírica). Pero la fuerza, la profundidad y la grandeza del arte griego
antiguo procede de la íntima unión de estos dos aspectos. Tal es el caso de la tragedia,
que posee un elemento apolíneo (lo escénico, lo figurativo) y un elemento dionisíaco (el
coro, la música). No obstante, esta unidad se romperá a partir de Sócrates, cuya filosofía
es la artífice del sometimiento de la vida a la razón; de lo dionisíaco a lo apolíneo y, por
tanto, de la disolución de los dos aspectos, ya que en la cultura antigua ambos eran
correlativos. De ahí surge la base degradada de la cultura occidental y de la metafísica,
que pone el mundo real del devenir en función de un falso mundo estático y
suprasensible; que pone la vida en función de la razón, en lugar de poner la razón al
servicio de la vida y convierte lo real en aquella copia de una pretendida realidad «más
verdadera» que, según Nietzsche, ya había denunciado Heráclito. La segunda etapa
dentro de este período está más marcada por los intereses científicos de Nietzsche, que
se interesa por las ciencias positivas (física, biología, antropología, astronomía y
paleontología), y en la que desarrolla finos análisis psicológicos y defiende a los que él
llama los espíritus libres, en la tradición de los pensadores ilustrados (como Voltaire, por
ejemplo), que se rebelan contra un mundo atenazado por los prejuicios. A pesar de su
interés por las ciencias, Nietzsche combate especialmente el cientifismo, aliado de la
metafísica y de la inversión de los valores, al sustentar como verdad objetiva un
hipotético orden eterno que la ciencia puede descubrir. Este orden eterno es el que se
fija en el lenguaje conceptual que se pretende inequívoco y que aprisiona el
pensamiento en conceptos acabados, fijos o estáticos, creadores de trasmundos eternos.
(Esta será una tesis generalmente compartida por los autores vinculados a la corriente
llamada vitalismo, en la que generalmente se encuadra a Nietzsche. También Bergson
proclamaba esta misma crítica al cientifismo y al positivismo). En esta etapa Nietzsche
se distancia de su primera actitud excesivamente esteticista y comienza a desmarcarse
de Schopenhauer y de Wagner, cuyo Parsifal le desagradó profundamente y lo consideró
como una recaída en el cristianismo. Las obras de Nietzsche más características de esta
época son: Humano, demasiado humano (1878) -en que comienzan a aparecer los temas
que desarrollará posteriormente-, Aurora (1881) y La gaya ciencia (1882). En conjunto,
este período está marcado por la crítica a la racionalidad socrática, desarrollada por el
platonismo y por la tradición judeo-cristiana. La tarea que se propone Nietzsche es la de
destruir el edificio de la metafísica, la religión y la moral basadas en la inversión de los
valores. Por ello, dice de sí mismo que es dinamita, o que hace filosofía con el martillo,
pues ataca los cimientos mismos que surgen del socratismo y el platonismo, corrientes a
partir de las cuales la virtud se coloca del lado de la representación, y se declara que la
idea es lo auténticamente real, contra el instinto, contra el sentimiento y contra la vida.

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Es decir, aparece el nihilismo (en un sentido negativo, como negación de lo verdadero
que caracteriza a la metafísica y la cultura occidental), que se desarrolla y se amplifica
con el cristianismo: la negación de la vida, el desprecio hacia el cuerpo y el concepto de
pecado.
b) El segundo período está marcado por la aparición de Así habló Zaratustra, la obra
más importante, en la que reemprende la crítica de la metafísica, la moral y la cultura de
occidente, y formula sus grandes tesis: el nihilismo, la transmutación de los valores, la
doctrina de la voluntad de poder, del eterno retorno y la delsuperhombre, y en el que
elabora una visión que pueda conducir a la superación del espíritu de venganza o del
resentimiento contra la vida que ha engendrado la metafísica occidental y su gran
aliada: la religión (especialmente el cristianismo, al que califica de platonismo popular,
moral de esclavos y metafísica de verdugos). El Zaratustra toma este nombre del mítico
moralista persa, que en esta obra aparece como el alter ego del mismo Nietzsche que
predica el inmoralismo, entendido como la patentización de la inversión de los valores y
manifestación de la necesidad de su transmutación. A su vez, todo el libro está escrito
como una parodia de los escritos religiosos, especialmente de los evangelios,
apareciendo Zaratustra como la figura opuesta a Cristo. (Diccionario de Filosofía
Herder)

1. LO APOLÍNEO Y LO DIONISÍACO

“Los griegos, que en sus dioses dicen y a la vez callan la doctrina secreta de su
visión del mundo, erigieron dos divinidades, Apolo y Dioniso, como doble fuente de su
arte. En la esfera del arte estos nombres representan antítesis estilísticas que caminan
una junta a otra, casi siempre luchando entre sí, y que sólo una vez aparecen fundidas,
en el instante del florecimiento de la <voluntad> helénica, formando la obra de arte de
la tragedia ática…Esta combinación caracteriza el punto culminante del mundo griego:
originariamente sólo Apolo es dios del arte en Grecia, y su poder fue el que de tal modo
moderó a Dioniso, que irrumpía desde Asia, que pudo surgir la más bella alianza
fraterna…Pero el mundo griego nunca había corrido mayor peligro que cuando se
produjo la tempestuosa irrupción del nuevo dios. A su vez, nunca la sabiduría del Apolo
délfico se mostró a una luz más bella. Al principio resistiéndose a hacerlo, envolvió al
potente adversario en el más delicado de los tejidos, de modo que éste apenas pudo
advertir que iba caminando semiprisionero. Debido a que los sacerdotes délficos
adivinaron el profundo efecto del nuevo culto sobre los procesos sociales de
regeneración y lo favorecieron de acuerdo con sus propósitos políticoreligiosos, debido
a que el artista apolíneo sacó enseñanzas, con discreta moderación, del arte
revolucionario de los cultos báquicos, debido, finalmente, a que en el culto délfico el
dominio del año quedó repartido entre Apolo y Dioniso, ambos salieron, por así decirlo,
vencedores en el certamen que los enfrentaba: una reconciliación celebrada en el campo
de batalla” (El nacimiento de la tragedia).

2. SÓCRATES Y PLATÓN

“La aparición de los filósofos griegos desde Sócrates es un síntoma de decadencia;


los instintos antihelénicos toman la supremacía…El desarrollo antihelénico de las
valoraciones filosóficas: lo egipcio (<vida tras la muerte> como juicio final); lo
semítico (la <dignidad del sabio>, el Scheich); los pitagóricos, el culto subterráneo, el

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silencio, el terror del más allá empleado como medio, la matemática; valoración
religiosa, una especie de comercio con el todo cósmico; lo sacerdotal, lo ascético, lo
trascendente -la <dialéctica>-; yo pienso que ya en Platón se descubre una horrible y
pedantesca sutileza de concepto. Decadencia del buen gusto intelectual; ya no se siente
lo feo y chillón de toda dialéctica directa...En resumen: el escándalo ha alcanzado su
colmo en Platón. Era necesario desde entonces inventar también el hombre abstracto y
completo: el hombre bueno, justo, sabio, el dialéctico: en una palabra, el espantajo de la
filosofía antigua; una planta separada del suelo; una humanidad sin ningún instinto
determinado y regulador; una virtud que se <demuestra> por razones. Éste es por
excelencia <el individuo> perfectamente absurdo. El más alto grado de la contra-
naturaleza…En resumen: la demostración de los valores morales tuvo por consecuencia
crear el tipo desnaturalizado del hombre: el hombre <bueno>, el hombre <feliz>, el
<sabio>. Sócrates es un monumento de profunda perversión en la historia de los
valores” (La voluntad de poder).

3. EL VITALISMO

“En el curso de este libro [El origen de la tragedia] se reproduce con frecuencia la
singular proposición de que la existencia del mundo no puede justificarse sino como
fenómeno estético. En efecto, en el fondo de todo lo que existe, este libro no reconoce
más que la idea (y la intención) de un artista; de un Dios, si se quiere, pero seguramente
de un Dios puramente artista, absolutamente desprovisto de escrúpulos morales…nada
es más completamente opuesto a la interpretación, a la justificación puramente estética
del mundo, aquí expuesta, que la doctrina cristiana, que no es ni quiere ser más que
moral, y con sus principios absolutos, por ejemplo, con su veracidad de Dios, relega el
arte, todo arte, al recinto de la mentira, es decir lo niega, lo condena, lo maldice. Detrás
de semejante manera de pensar y de juzgar, que por poco lógica y sincera que sea debe
ser fatalmente hostil al arte, yo descubro en todo tiempo también la hostilidad a la
vida…En este libro mi espíritu se reconoce como defensor de la vida contra lo moral, y
crea una concepción puramente artística, anticristiana. ¿Cómo llamarla? Como filólogo
y obrero del arte de la expresión, la bautizaría yo, no sin alguna libertad -¿quién podría
decir el verdadero nombre del Anticristo?-, con el nombre de un dios griego: la llamaría
dionisíaca” (El origen de la tragedia).

4. EL DEVENIR

“Me quedaba la duda respecto de Heráclito, en cuya vecindad me encuentro más a


gusto que en cualquier otro lugar. La afirmación del pasar y aniquilarse, que es decisiva
en la filosofía dionisíaca, la aprobación del contraste y de la guerra, el devenir con la
radical renuncia al concepto mismo del ser, son todas cosas en que yo veo en todo caso
lo que hay de más afín a mí de cuanto hasta ahora se ha pensado” (Ecce Homo).

5. LA VOLUNTAD DE PODER

“Y sabéis cómo se me aparece <el mundo>?…El mundo: un monstruo de fuerza, sin


principio ni fin; una cantidad de fuerza constante, inmutable, que no aumenta ni
disminuye, que no se consume, sino tan sólo se transforma, siempre idéntica en su
totalidad…este mi mundo dionisíaco de eterna autocreación y de eterna
autodestrucción…¿queréis un nombre para este mundo? ¿Una clave para todos sus

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enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más
intrépidos, los más tenebrosos? ¡Este mundo es la voluntad de poder –nada más! (La
voluntad de poder).
“¡Oh, sapientísimos, no es el río vuestro peligro y el término de vuestro bien y
vuestro mal, sino aquella misma voluntad, la voluntad de poder, la inagotable y fecunda
voluntad de vida” (Así habló Zaratustra).

6. LA MUERTE DE DIOS

“El loco. - ¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno día corría por la plaza
pública con una linterna encendida, gritando sin cesar: ¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!
Como estaban presentes muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron risa. ¿Se
te ha extraviado? –decía uno. ¿Se ha perdido como un niño? –preguntaba otro. ¿Se ha
escondido?, ¿tiene miedo de nosotros?, ¿se ha embarcado?, ¿ha emigrado? Y a estas
preguntas acompañaban risas en el coro. El loco se encaró con ellos, y clavándoles la
mirada, exclamó: <¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir: le hemos matado; vosotros y
yo, todos nosotros somos sus asesinos…¿No oís el rumor de los sepultureros que
entierran a Dios? ¿No percibimos aun nada de la descomposición divina?…Los dioses
también se descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros le
dimos muerte!...>. Al llegar a este punto, calló el loco y volvió a mirar a sus oyentes;
también ellos callaron, mirándole con asombro. Luego tiró al suelo la linterna, de modo
que se apagó y se hizo pedazos. <Vine demasiado pronto -dijo él entonces-; mi tiempo
no ha llegado aun. Ese acontecimiento inmenso está todavía en camino, viene andando;
más no ha llegado a los oídos de los hombres…>. Se añade que el loco ingresó el
mismo día en muchas iglesias y entonó su Requiem aeternam Deo. Expulsado y
preguntado por qué lo hacía, contestaba siempre lo mismo: <¿De qué sirven estas
iglesias, si son los sepulcros y los monumentos de Dios?>” (La gaya ciencia).

DE LAS TRES TRANSFORMACIONES: el camello, el león y el niño

“Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en


camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.
Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que
habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de
todas.
¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello, y
quiere que lo carguen bien. ¿Qué es lo más pesado, héroes?, así pregunta el espíritu de
carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse
para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la
propia sabiduría?
¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas
montañas para tentar al tentador?
¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre
en el alma por amor a la verdad? ¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los
consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?
¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar
de sí las frías ranas y los calientes sapos? ¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y
tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?
Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al
camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.

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Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se
transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y
ser señor en su propio desierto.
Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios,
con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.
¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios?
«Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero».
«Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una
de sus escamas brilla áureamente «¡Tú debes!».
Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones
habla así: «todos los valores de las cosas brillan en mí».
«Todos los valores han sido ya creados, y yo soy todos los valores creados. ¡En verdad,
no debe seguir habiendo ningún “Yo quiero!”» Así habla el dragón.
Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta
la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?
Crear valores nuevos, tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad
para un nuevo crear, eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.
Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es
preciso el león.
Tomarse el derecho de nuevos valores, ése es el tomar más horrible para un espíritu de
carga y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de
rapiña.
En otro tiempo el espíritu amó el «Tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que
encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre
de su amor: para ese robo se precisa el león.
Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha
podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?
Inocencia es el niño, y olvido; un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve
por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere
ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.
Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en
camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.” (Así habló Zarathustra).

7. EL NIHILISMO

“Lo que yo cuento aquí es la historia de las próximas dos centurias. Describo lo que
vendrá, lo que no podrá menos que venir: el advenimiento del nihilismo. Esta historia
puede ser contada ya ahora, pues opera en ella la necesidad misma. Este futuro habla ya
a través de cien signos; este destino se anuncia por doquier; ya que todos los oídos están
aguzados, prontos a captar esta música del porvenir. Desde hace mucho toda nuestra
cultura europea, presa de una tensión angustiosa que aumenta de década en década, se
encamina a una catástrofe –inquieta, violenta y precipitada; cual río que ansía
desembocar en el mar, ya no reflexiona, tiene miedo de reflexionar…¿Qué significa el
nihilismo? Significa que se desvalorizan los más altos valores. Falta la meta; falta la
respuesta al por qué…El nihilismo radical es el convencimiento de que la existencia es
absolutamente insostenible si se trata de los más altos valores que se reconocen; amén
de la conclusión de que no tenemos el menor derecho de suponer un más allá o un en sí
de las cosas que sea divino, moral verdadera…El nihilismo es ambiguo: a) nihilismo
como signo de aumento de poder del espíritu: el nihilismo activo. B) nihilismo como

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decadencia y merma del poder del espíritu: el nihilismo pasivo…Alcanza el nihilismo
su máxima fuerza relativa como fuerza violenta de destrucción; como nihilismo activo.
Su antítesis es el nihilismo cansado que ya no ataca y cuya modalidad más famosa es el
budismo: nihilismo pasivo, síntoma de debilidad. La fuerza del espíritu puede estar
cansada, agotada, así que los objetivos y los valores existentes son inadecuados y no se
cree más en ellos; de modo que se disuelve la síntesis de los valores y los objetivos (en
la que se basa toda cultura fuerte) y los distintos valores luchan entre sí: desintegración;
de modo que todo lo que reconforta, cura, aquieta, aturde, pasa a primer plano bajo
variado disfraz: religioso, moral, político, estético, etc.” (La voluntad de poder).

8. EL SUPERHOMBRE

“Yo predico el Superhombre. Yo os anuncio el Superhombre. El hombre es algo que


debe ser superado…El superhombre es el sentido de la tierra. Que vuestra voluntad
diga: ¡sea el Superhombre el sentido de la tierra!
¡Hermanos míos, yo os exhorto a que permanezcáis fieles al sentido de la tierra, y
nunca prestéis fe a quienes os hablen de esperanzas ultraterrenas! Son destiladores de
veneno, conscientes o inconscientes. Son menospreciadores de la tierra, moribundos y
emponzoñados, y la tierra les resulta fatigosa. ¡Por eso deben abandonarla!
Antaño, los crímenes contra Dios eran los máximos crímenes, la blasfemia contra
Dios era la máxima blasfemia. Pero Dios ha muerto, y con él han muerto esas
blasfemias y han desaparecido esos delitos. Hogaño el crimen más terrible es el crimen
contra la tierra; es decir, poner por encima del sentido de la tierra las entrañas de lo
incognoscible” (Así habló Zarathustra).

9. LA MORAL

“Ya se habrá adivinado que la manera sacerdotal de valorar puede desviarse muy
fácilmente de la caballeresco-aristocrática y llegar luego a convertirse en su antítesis; en
especial impulsa a ello toda ocasión en que la casta de los sacerdotes y la casta de los
guerreros se enfrentan a causa de los celos y no quieren llegar a un acuerdo sobre el
precio a pagar. Los juicios de valor caballeresco-aristocráticos tienen como presupuesto
una constitución física poderosa, una salud floreciente, rica, incluso desbordante, junto
con lo que condiciona el mantenimiento de la misma, es decir, la guerra, las aventuras,
la caza, la danza, las peleas y, en general, todo lo que la actividad fuerte, libre,
regocijada lleva consigo. La manera noble-sacerdotal de valorar tiene -lo hemos visto-
otros presupuestos: ¡las cosas les van muy mal cuando aparece la guerra! Los sacerdotes
son, como es sabido, los enemigos más malvados -¿por qué? Porque son los más
impotentes. A causa de esa impotencia el odio crece en ellos hasta convertirse en algo
monstruoso y siniestro, en lo más espiritual y más venenoso…Han sido los judíos los
que, con una consecuencia lógica aterradora, se han atrevido a invertir la identificación
aristocrática de los valores (bueno=noble=poderoso=bello=feliz=amado de Dios) y han
mantenido con los dientes del odio más abismal (el odio de la impotencia) esa inversión,
a saber: <¡los miserables son los buenos; los pobres, los impotentes, los bajos son los
únicos buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los deformes son también
los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios, únicamente para ellos existe
bienaventuranza, -en cambio vosotros, vosotros los nobles y violentos, vosotros sois,
por toda la eternidad, los malvados, los crueles, los lascivos, los insaciables, los ateos, y
vosotros seréis también los desventurados, los malditos y condenados!…>. Se sabe
quién ha recogido la herencia de esa transvaloración judía”.

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“Concluyamos. Los dos valores contrapuestos <bueno y malo>, <bueno y malvado>,
han sostenido en la tierra una lucha terrible, que ha durado milenios; y aunque es muy
cierto que el segundo valor hace mucho tiempo que ha prevalecido, no faltan, sin
embargo, tampoco ahora lugares en los que se continúa librando esa lucha, no decidida
aun. Incluso podría decirse que entre tanto la lucha ha sido llevada cada vez más hacia
arriba y que, precisamente por ello, se ha vuelto cada vez más profunda, cada vez más
espiritual: de modo que hoy quizá no exista indicio más decisivo de la naturaleza
superior, de una naturaleza más espiritual, que estar escindido en aquel sentido y que
ser realmente todavía un lugar de batalla de aquellas antítesis. El símbolo de esa lucha,
escrito en caracteres que han permanecido hasta ahora legibles a lo largo de la historia
entera de la humanidad, dice: <Roma contra Judea, Judea contra Roma>…Los romanos
eran, en efecto, los fuertes y los nobles; en tal grado lo eran que hasta ahora no ha
habido en la tierra hombres más fuertes ni más nobles, y ni siquiera se los ha soñado
nunca; toda reliquia de ellos, toda inscripción suya produce éxtasis, presuponiendo que
se adivine qué es lo que allí escribe. Los judíos eran, en cambio, el pueblo sacerdotal del
resentimiento par excellence…¿Quién de ellos ha vencido entre tanto, Roma o Judea?
No hay, desde luego, la más mínima duda: considérese ante quién se inclinan hoy los
hombres, en la misma Roma, como ante la síntesis de todos los valores supremos, -y no
sólo en Roma, sino casi en media tierra, en todos los lugares en que el hombre se ha
vuelto manso o quiere volverse manso, -ante tres judíos, como es sabido, y una judía
(ante Jesús de Nazaret, el pescador Pedro, el tejedor de alfombras Pablo, y la madre del
mencionado Jesús, de nombre María). Esto es muy digno de atención: Roma ha
sucumbido, sin ninguna duda. De todos modos, hubo en el Renacimiento una espléndida
e inquietante resurrección del ideal clásico, de la manera noble de valorar todas las
cosas…; pero en seguida volvió a triunfar Judea, gracias a aquel movimiento
radicalmente plebeyo (alemán e inglés) de resentimiento al que se da el nombre de
Reforma protestante…En un sentido más decisivo incluso y más profundo que en la
Reforma protestante, Judea volvió a vencer otra vez sobre el ideal clásico con la
Revolución francesa: la última nobleza política que había en Europa, la de los siglos
XVII y XVIII franceses, sucumbió bajo los instintos populares del resentimiento…Es
cierto que en medio de todo ello ocurrió lo más tremendo, lo más inesperado: el ideal
antiguo mismo apareció en carne y hueso, y con un esplendor inaudito, ante los ojos y la
conciencia de la humanidad, -¡y una vez más, frente a la vieja y mendaz consigna del
resentimiento que habla del primado de los más, frente a la voluntad de descenso, de
rebajamiento, de nivelación, de hundimiento y crepúsculo del hombre, resonó más
fuerte, más simple, más penetrante que nunca la terrible y fascinante anti-consigna del
primado de los menos! Como una última indicación del otro camino apareció Napoleón,
el hombre más singular y más tardíamente nacido que haya existido nunca, y en él,
encarnado en él, el problema del ideal noble en sí –reflexiónese bien en qué problema es
éste: Napoleón, esa síntesis de inhumanidad y superhombre” (La genealogía de la
moral).

10. EL ETERNO RETORNO

“La cantidad de fuerza que obra en el universo es determinada, no es infinita…Por


consiguiente, el número de las posiciones, variaciones, combinaciones y desarrollos de
esta fuerza es enorme y prácticamente incalculable, pero siempre determinado y nunca
infinito. Pero el tiempo en que esta fuerza se desarrolla es infinito, es decir, esta fuerza
es eternamente igual y eternamente activa; hasta el momento ha transcurrido ya un
infinito, esto es, ya se han verificado todos los desarrollos posibles de dicha fuerza. Por

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consiguiente, también todos los desarrollos momentáneos deben ser repeticiones…Todo
ha sido ya infinito número de cosas, en cuanto el conjunto de todas las fuerzas
reproduce sus evoluciones…Se han dado muchos sistemas de fuerzas, pero no un
número infinito de sistemas de fuerza; esto supondría una fuerza indeterminada” (La
gaya ciencia).
“Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati [amor al destino]:
el no querer que nada sea distinto, ni en el pasado, ni en el futuro, ni por toda la
eternidad. No sólo soportar lo necesario, y menos aún disimularlo -todo idealismo es
mendacidad frente a lo necesario-, sino amarlo” (Ecce Homo).

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